La huella romana y prerromana en San Martín del Rey Aurelio y Langreo: una breve aproximación teórica

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Descripción

Aitor Merino Vázquez

La huella romana y prerromana en San Martín del Rey Aurelio y Langreo

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Aitor Merino Vázquez

Índice 1.

Introducción

2.

La Protohistoria de Asturias

3.

Restos prerromanos en San Martín del Rey Aurelio

4.

Restos romanos en San Martín del Rey Aurelio

5.

Restos prerromanos en Langreo

6.

Restos romanos en Langreo

7.

Similitudes entre ambos

8.

Estrategia de dominación local

9.

Veracidad de la información

10. Bibliografía

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1. Introducción Sin duda, el mayor reto a afrontar a la hora de enfrentarse al estudio arqueológico clásico en el área de la cuenca del río Nalón (dentro de la cual nos centraremos concretamente en los municipios de San Martín del Rey Aurelio y Langreo) es la falta de información disponible. Apenas hay bibliografía sobre el tema, y mientras algunos autores introducen demasiado el folklore y las leyendas locales en sus obras (José Ramón López Blanco), otros aluden a conceptos más generales y no se detienen en esta zona (José Manuel González). Dado que ya desde la Antigüedad Asturias fue un territorio con una difícil comunicación interna, sus pobladores utilizaban los corredores naturales que hay para desplazarse. Uno de ellos sería la cuenca central, con el río Nalón como vía de comunicación. Mediante el valle del Nalón, la depresión prelitorial conecta con la cuenca central hullera. Existen varias teorías acerca del origen y la periodización de la cultura castreña en Asturias. Esto se debe a las diferencias cronológicas entre los castros de las distintas zonas de la Comunidad Autónoma. Por ejemplo, en el occidente parece ser que todos pertenecen a la época romana (siglos I y II d.C.). Pero la teoría generalmente aceptada es la que da un origen común a toda esta cultura, situado en la Edad del Bronce final. También otro tema polémico es la influencia de los pueblos celtas, que hoy en día se cree que se produjo con su llegada en dos fases, una temprana y otra más tardía, y que se trasladaron de este a oeste. El origen indígena de los castros más antiguos descubiertos se sitúa entre el siglo IX y el VII a.C. Cuando se produce la crisis de la minería aurífera, la romanización declina en la zona y su influencia va desapareciendo paulatinamente. El origen de estos castros o poblados fortificados se encuentra en la sedentarización de la población a finales de la Edad de Bronce, sumada a estímulos externos bélicos o a la gran riqueza de estos pobladores (dependiendo de a qué teoría nos acojamos).

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Estas dos teorías coexisten hoy en día debido a que generalmente se considera que muchos de los castros probablemente fueron construidos más por razones de carácter monumental que por una situación de continua inseguridad ante los ataques enemigos (se cree que podían servir para acoger a personas que estuvieran huyendo de algún conflicto). El hecho de que en algunos de ellos la presencia de las murallas es básicamente decorativa constata esta teoría. Hay dos modelos de localización de castros. El primero y más antiguo se halla en los lugares altos, relacionado con el control de la zona. El segundo estaría en zonas más bajas y con mejores accesos a los cultivos. La cultura castreña se divide en cuatro grandes fases y dos subfases finales. Estas son: fase formativa o protocastreña (siglo IX al VII a.C.), es una extensión cultural de la Edad del Bronce final; fase aditiva (siglo VI al IV a.C.), durante la Edad del Hierro se homogenizan los castros y aparecen los fosos y las murallas que compartimentan los habitáculos; fase de desarrollo (siglo III al I a.C.), hay un impulso del cultivo del cereal durante la segunda Edad del Hierro y la subsistencia comienza a determinar el emplazamiento del castro; fase astur-romana (siglo I al II d.C.), la cultura castreña se integra dentro de la influencia de Roma sin grandes cambios; subfase tardoantigua (siglo IV al VI), se abandona la mayoría de los castros y los que se utilizan es debido a cuestiones militares; subfase altomedieval (siglo VIII al XII), aquí ya es realmente poco probable que estos fueran habitados. Tras esta introducción general de la cultura castreña en Asturias, se van a mencionar las características concretas que afectan a los ubicados en la cuenca central hullera. Estas, además de ser válidas para los concejos de San Martín del Rey Aurelio y Langreo, también se pueden ver, por ejemplo, en los castros de Turón y otras poblaciones limítrofes (por otra parte, bastante más numerosos y mejor conservados en general que los que aquí se mencionan).

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El río Nalón a su paso por Sama de Langreo (Licencia libre)

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2. La Protohistoria de Asturias Dado que fueron los romanos quienes introdujeron la escritura en Asturias (si no tenemos en cuenta la cuestión de los petroglifos, que por otra parte nos resultan incomprensibles), hasta su llegada y consolidación no tenemos testimonios escritos que nos puedan dar información sobre la sociedad castrense. Sin embargo, podemos basarnos en los restos arqueológicos y arquitectónicos que estos antiguos pobladores nos han legado, así como en los relatos de viajeros e historiadores de época romana sobre las costumbres de los nativos astures y cántabros para intentar entender cómo vivían. Por ejemplo, sabemos que durante la Edad del Bronce (por no alejarnos tanto en la Historia) se practicaba la inhumación de los cadáveres bajo túmulos megalíticos, información que conocemos gracias al descubrimiento de estos sepulcros –que además evidencian qué zonas de la región ocuparon estas gentes-. Asimismo, parece ser que se dedicaban fundamentalmente al pastoreo y que la agricultura estaba en un segundo plano. Como no se han hallado viviendas que pertenezcan a este periodo, se cree que debían de estar construidas con materiales orgánicos y perecederos que se han perdido con el tiempo (descartando así que los castros sean de esta época). Ya en la Edad del Hierro nos encontramos que toda Asturias estaba habitada. Sin duda, su rasgo más característico es la construcción de poblados fortificados o castros. Además, trabajaban la cerámica (hay evidencias de la Edad del Bronce de que sabían hacerlo ya por aquel entonces) y la metalurgia del hierro y del bronce. Como sus sepulcros nos son desconocidos, creemos que practicaban el rito de la incineración con los muertos. Es en esta época cuando los romanos incorporan a Asturias a su creciente Imperio. Avieno, en su obra Ora Marítima, nos transmite ciertos conocimientos que se pueden aprovechar como fuente escrita sobre la Península Ibérica en el siglo VI a.C. Este autor cuenta (basándose muchas veces en textos más antiguos) que anteriormente el país se conocía como Estrimnis (gentilicio de los Estrímnicos), pero que cuando llegaron legiones de serpientes y estas asolaron las tierras expulsando a sus habitantes, se le dio un nuevo nombre: Ofiusa.

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Una de las posibles interpretaciones de todo esto es la de una invasión de pueblos extranjeros, que acabaría con la pacífica vida de la Edad del Bronce y obligaría a los astures de la Edad del Hierro a construir sus poblados dentro de fortificaciones de piedra, motivados por un constante estado de lucha. Estos pueblos extranjeros pueden ser los que Avieno llama Luces (Ligures) y Draganos. Arqueólogos y lingüistas se han encargado en los últimos años de confirmar estas teorías extraídas de las palabras del mencionado poeta latino, ya que hay varias evidencias de la entrada de pueblos indoeuropeos en la Península Ibérica a lo largo de la primera mitad del siglo XI. Por otra parte, hay teorías que afirman que este fue un proceso de aculturación, pero generalmente la creencia es que ni les expulsaron a todos como decía Avieno ni tampoco su civilización era tan superior como para superponerse culturalmente (como les pasaría posteriormente con los romanos). De nuevo, la casi total ausencia de documentos escritos nos priva de comprender este proceso de invasión en todas sus variantes posibles, desde el conocimiento del punto exacto de origen de las tribus entrantes hasta el saber qué comarcas ocuparon, o si en realidad hubo varias llegadas distintas y heterogéneamente compuestas.

Mapa de la Península Ibérica descrita por Avieno (Licencia Libre)

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3. Restos prerromanos en San Martín del Rey Aurelio Dado que hasta el siglo XIX San Martín del Rey Aurelio pertenecía a Langreo (ganó la independencia gracias a su decisión de no unirse al bando carlista, decisión que le granjeó al gratitud de Isabel II y la consiguiente emancipación) y ya que los romanos habían desarrollado una sistema de control del valle del Nalón mediante una serie de fortificaciones a lo largo de este, resulta interesante centrar la exposición en ambos concejos y tratar tanto sobre los hallazgos de castros en la zona como sobre los restos que nos han sido legados de la época romana sin entrar en especulaciones de ningún tipo. Según varias hipótesis, esta zona estaría habitada ya desde la Antigüedad prerromana gracias a sus numerosos recursos alimenticios. La vegetación era abundante (muchas frutas para recolectar), y hasta hace pocos siglos el río Nalón gozaba de mucha fauna marina (truchas, anguilas, lampreas y salmones). Además, su difícil acceso le proporcionaba la mejor defensa posible. En San Martín del Rey Aurelio hay varios lugares catalogados como castros pero que plantean ciertas dudas. En el de La Rebollada hay un emplazamiento sobre una pequeña colina, pero el casi inexistente foso y los pocos bloques de piedras no parecen ser suficientes para confirmar que este sea un castro. Por otra parte están los de La Cogalla (Linares), La Campeta (La Tejera) y El Españal. Este último tiene una buena ubicación, pero cuestiones como que su foso esté perpendicular con respecto a su orientación y que carezca de derrumbes plantean dudas. Dentro de la zona de la cuenca del río Nalón, la ubicación de los castros responde a criterios de visibilidad y control sobre las vías de comunicación naturales. También tenían acceso a muchos recursos minerales (como el hierro, el cinabrio o el cobre) y unos pocos de carácter agrícola. Las mayores concentraciones de castros se encuentran en el alto valle del Aller, el valle de Turón, la sierra de la Paranza, el área del medio Caudal y el valle del Lena. No es este el caso de San Martín o de Langreo.

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Normalmente los castros se orientan en dirección al valle o vía natural más próximos. Las diferentes tipologías que existen de estos son: en corona, en ladera, castrotorre, o pequeño poblado. Sus defensas podían consistir en bastiones defensivos o sólo en simples bloques a modo de torreón. Concretamente, los recintos de esta zona son poblados circulares defendidos con fosos y pendientes ubicados por encima de la cota de 500 metros de altitud y que controlan visualmente el pasillo que forman el río Nalón y el arroyo de Santa Bárbara. La Cogolla es un castro situado en La Corca, San Martín. Está a unos 450 metros de altura y se orienta al suroeste. Se ubica en la ladera de una colina y de él sólo se conservan unas pocas piedras sueltas más lo que parece ser un foso de muy pequeñas dimensiones. Esto, sumado al control que hay desde esta localización de la vía de comunicación que conecta El Entrego con Linares, hace pensar que realmente se trata de un antiguo castro del que ya no queda prácticamente nada, excepto unos restos de cerámica decorada.

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4. Restos romanos en San Martín del Rey Aurelio Dado que fenicios, griegos y cartagineses nunca llegaron a esta provincia, el primer contacto exterior (entendiendo exterior como ajeno a la Península Ibérica) de los astures fue con los romanos. De las distintas tribus en las que estos los dividieron, aquellos que ocupaban el valle central de Nalón eran conocidos como Luggones. Con el Imperio Romano llegaría una organización social basada en curias. Como apunte, el río Nalón era conocido entonces como Nailon o Nelsos. Toda la información aquí expuesta ha sido obtenida de la carta arqueológica del Principado correspondiente a esta zona. Lo que esto significa es que, aparte de que hay muy poca información/evidencias del paso de Roma por San Martín del Rey Aurelio, la que el documento anteriormente mencionado recoge se limita a ser referenciada, con lo cual también nos falta una descripción de los yacimientos. Por último, mencionar que a pesar de que tenemos varios epígrafes en latín, todos ellos son de época medieval y por lo tanto no tienen cabida en este trabajo. Con una cronología aún por determinar nos encontramos también la cantera Castiello de los Artos (Cocañín), la teja decorada del Candanal (Cocañín), las cuevas artificiales de la Corca (Linares) y el horno de Río Frío (Rey Aurelio). Todos ellos pueden situarse en época romana. Asimismo, tenemos fortificaciones como la Torre del Cuervo (Santa Bárbara), que si bien sabemos de su uso durante el medievo, debido al excelente dominio visual que tiene desde sus 900 metros de altitud de todos los valles circundantes, no podemos descartar que en sus orígenes fuese una torre de vigilancia construida por los romanos. La Torre de la Cabezada (Blimea) es probablemente el mejor ejemplo que tenemos en la zona para explicar el proceso de transformación de las antiguas torres defensivas de época romana en castillos medievales. En este caso, es en el siglo XIV cuando se produce la reestructuración, que resistió el paso del tiempo en su totalidad casi hasta la actualidad (aunque hay planes de restauración del edificio).

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Torre de la Cabezada, Blimea (Licencia libre)

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5. Restos prerromanos en Langreo Este concejo de Asturias de 42.403 habitantes y una extensión de 82 kilómetros cuadrados, conserva las huellas de poblamientos prehistóricos, castreños y romanos. El nombre latino que le fue dado es Langiciati, del cual proviene el actual topónimo. Las mayores concentraciones urbanas de la cuenca del río Nalón se hallan en Mieres y Langreo. Mientras que el poblamiento urbano se concentra alrededor del río, la media y alta montaña es predominantemente rural. A partir de la cota de 500-600 metros, la temperatura media alcanza un límite de unos diez grados, algo que hay que tener en cuenta para pensar en posibles poblamientos a esa altitud. Debido al hecho de que se ha encontrado muy poca información en los castros de la zona, se ha ido produciendo un abandono y destrozo de estos, motivado por una casi nula actividad investigadora y protectora. El Custiellu (Riaño) es un castro con escasos restos de muros que pueden además ser contemporáneos. Existen dudas sobre su identidad. El Picu Castiello se encuentra en La Rionda, Langreo. Su altitud es de 246 metros y está orientado hacia el noroeste. Está situado cerca del polígono industrial de Riaño, junto a la aldea de La Rionda. Tiene próxima la vega fluvial del río Nalón, algo que como veremos no carece de importancia. Lo primero que nos encontramos al acercarnos es que la visibilidad se hace muy difícil debido a la espesa vegetación de la zona. Lo que se conserva del antiguo castro son unas paredes de piedra, un bastión fortificado y un pequeño foso. Las paredes se hallan en vertical respecto a la vegetación, y tanto estas como el bastión fortificado (de unos 20 metros de longitud) están hechas de grandes cantos de cuarcita extraídos de las proximidades de la vega del río. A pesar de que el foso no es de gran tamaño, se puede ver en casi todos los vértices del castro y parece tener varios metros tanto de profundidad como de anchura. Junto al bastión hay una zona por la que probablemente se accedía al castro.

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Con estos datos podemos decir que se trataba de un castro tipo poblado fortificado, y no de una torre. La cercanía al monte y al río proporcionaría la fuente de recursos que sus habitantes necesitaban. Por último, a pesar de que el lugar ya ha sido profundamente saqueado (hay numeroso pozos de saqueo allí), se encontraron en él restos de lo que parece haber sido un lingote de hierro, hallazgo que confirmaría que en este castro hubo actividad metalúrgica. En Pumarín (Ciaño), podemos encontrar el Picu Castiellu. Está a 304 metros de altura y se orienta hacia el norte. Lamentablemente, en la actualidad se halla prácticamente arrasado por entero debido a la construcción de unas viviendas en la zona. Lo que aún se puede ver después del paso de las excavadoras es muy escaso. Hay restos de una estructura que no es completamente circular, así como de un foso en su parte sur. También parece que había una muralla a unos 130 metros de ahí. Las cercanas vegas fluviales del Nalón sin duda habrían servido para la obtención de recursos, así como los montes próximos (constatado por la presencia de mineral de hierro en las piedras que se usaron como material constructivo). Se cree que pudo haber sido utilizado incluso en época medieval (bajo contextos bélicos probablemente).

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6. Restos romanos en Langreo Según el maestro Custodio, César dejó a Publio Carisio como gobernador de Asturias, haciendo construir para facilitar su tarea el castillo de Tudela (se cree que la ciudad del mismo nombre fue fundada para controlar toda la provincia, pues está sobre un collado muy alto en la ribera del río Nalón). Este castillo, junto al de Sobrescobio, sería el que dominaba Langreo.

Fotografía del castillo de Tudela (Licencia libre)

El castillo de Tudela es un buen ejemplo de la dominación romana de Asturias, aunque no se encuentra dentro de los límites actuales del concejo (pero sí lo suficientemente cerca como para suponer que también ejercía su control en esta zona). Además, la topografía montañosa de Langreo resultaría muy útil a los astures a la hora de defenderse contra los romanos, pues las posiciones elevadas siempre son más ventajosas y desde allí podían utilizar sus armas arrojadizas. Por lo tanto, no es descabellado pensar que en Langreo se luchó con fervor durante la conquista de Asturias y Cantabria (años 29-19 a.C.). Esta conquista del norte de Hispania estaba impulsada por el deseo de Roma de poseer el oro de Asturias y el hierro del País Vasco. Se sabe de la ocupación romana gracias a algunos emplazamientos conocidos como Campus Manium (Campomanes), Gigia (Gijón) o Nardinium (Noreña). En la división entre astures augustanos y transmontanos, Langreo se encuadraría dentro de estos últimos.

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Durante la Edad Media, Langreo fue sede de la monarquía asturiana bajo el gobierno del rey Aurelio. El nombre más antiguo que se le conoce a esta región, según el Padre Carvallo, es el de Lageyo (tierra apacible en griego). Esto tiene visos de realidad, puesto que los griegos llegaron a la Península Ibérica bastante antes que los romanos (y parece ser que la llamaban Estrimnis primero y Ofiusa posteriormente, según Avieno). Por lo que sabemos, los romanos que la denominaron Langiciati. Y finalmente, en la Edad Media fue llamada Langedo (que significaba camino real, supuestamente debido a que antiguamente fue una vía romana). En relación con este concejo, parece ser que uno de los acontecimientos más importantes de la guerra con Roma sucedió aquí, en las Vegas de Olloniego. Se cree que fue en este lugar donde los astures fueron derrotados por los romanos. La abundancia de caza y pesca en la zona evidencia que existieron poblamientos ya desde la Prehistoria, y que en época castrense estos poblados fortificados se situaban en las cercanías de la vega del río Nalón y los montes de alrededor. Hay muy pocas fuentes de información que hablen de la Antigüedad de Langreo. La mayoría de estas se remonta a la Edad Media, donde surgen los nombres actuales de las poblaciones del concejo. Por ejemplo, hay información de un sepulcro destruido por un aldeano en la localidad de Blimea, pero evidentemente su destrucción terminó con cualquier estudio que hubiera podido realizarse sobre la procedencia de este. Lo mismo se puede trasladar a los castros cercanos, casi todos saqueados hasta la médula y destruidos por construcciones recientes y antenas de comunicación. Por otro lado, se sabe que Ciaño es el pueblo más antiguo de Langreo, y que se han hallado allí varias partes de edificios con epígrafes en latín. De todos modos, estos probablemente sean de origen medieval, con lo cual no van a ser incluidos en el trabajo. Durante la construcción en 1890 del ferrocarril que comunicaba Soto del Rey con Ciaño, en las proximidades de Peña Rubia se encontró una especie de becerro de bronce de supuesto origen romano. En Langreo también han sido hallados algunos depósitos de monedas romanas. Estas son de pequeño tamaño, se han conservado bastante bien y provienen de la época de Constantino y en adelante.

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Se conocen algunas de las posibles rutas de penetración de los romanos en Asturias. Una de ellas sería a través de Laviana, cruzando el valle del Nalón. Otra pudo ser el valle de Mieres y Olloniego. Y por último, para algunos estudiosos como Manuel Valdés existía una que venía de Mieres y cruzaba el río Nalón en La Felguera, mediante el puente de Turiellos. En la localización de Turiellos (actualmente dentro de La Felguera), existió un puente de origen romano que da nombre al lugar. Esta construcción, según crónicas modernas, tenía seis grandes y robustos arcos de piedra que la sostenían. Lamentablemente, tras desviar el río Nalón su curso unas doscientas varas (170 metros), se dejó de utilizar este puente y con el tiempo fue abandonado y destruido hasta el punto de que sólo quedaron restos de algunos de esos arcos (unos completos y otros no). En su lugar se puso posteriormente un simple puente de madera. Por la anchura del río y observando lo poco que se ha conservado de él (los cálculos nos dan unos 105 metros de longitud), se cree que pudo ser el mayor puente romano construido en la provincia de Asturias. Esto aún necesitaría confirmarse a través de un estudio más complejo, pero lo que es seguro es que allí hubo un puente y que era de origen romano. Respecto a la cuestión de que si hubo una vía romana que cruzara el fondo del valle hasta el puerto de Tarna o no, como no se ha encontrado o no se ha conservado ningún resto arqueológico, la daremos por poco probable. Además, hay que tener en cuenta las frecuentes avenidas del río Nalón a la hora de dar por sentada cualquier hipótesis sobre el asunto. Lo que sí se sabe es que hay algunas vías secundarias y un camino real (de época medieval) que discurren paralelos al río. La llamada ‘Ruta del Nalón’ pudo tener una posterior utilización jacobea, según ciertas fuentes. De todos modos, es difícil que se conserve un camino tan antiguo hasta la actualidad, ya que en el momento en que se dejan de utilizar comienza un proceso de degradación o destrucción a favor de una nueva vía más moderna y adecuada a la situación del momento. Cómo se ha podido observar, hay tanto teorías a favor como otras en contra de la existencia de esta vía romana. Si en un futuro llegan a aparecer algunos restos arqueológicos, podremos confirmar esta cuestión. Hasta entonces, lo más correcto es simplemente ser neutral respecto al tema.

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Estructura de la calzada romana (Licencia libre)

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7. Similitudes entre ambos Comparando el legado de la época antigua en los dos concejos podemos ver algunas similitudes. Por ejemplo, el mal estado de conservación de los castros parece ser la norma en general, puesto que es complicado encontrar siquiera restos mínimos de los muros. Generalmente se debe al desconocimiento y al abandono de estos lugares, motivado por la falta de importancia de los castros de la zona con respecto a los del occidente de Asturias y Galicia, que por ser mucho más destacados han sido fruto de una extensa labor investigadora ya desde principios del siglo XX. Por otro lado, gracias a los continuos saqueos que han sufrido a lo largo del tiempo tampoco han quedado restos de utensilios o de herramientas. Sin embargo, los restos del lingote de hierro hallado en Langreo nos dan pistas de que hubo una actividad metalúrgica, por lo que quizás con un estudio más detallado se podrían encontrar otros objetos enterrados. Otra prueba de la falta de interés/conciencia de la importancia de los castros y de los edificios romanos es que hay varios casos de vecinos de la zona que, habiendo encontrado en sus terrenos restos de muros con epígrafes en latín (la mayoría probablemente posteriores a los romanos), los han ocultado y no los ceden para que puedan ser estudiados. Como no ha sido posible acceder en profundidad a esta información, le daremos poco crédito, pero de todos modos esto sirve como evidencia de que comúnmente los hallazgos de época antigua no acaban en los museos sino en manos de un particular. A grandes rasgos, la situación de este Patrimonio Arqueológico es de degradación gracias a las alteraciones por explotaciones económicas, de hábitat o incluso transformaciones del tendido eléctrico. Los escombros de las vegas del río también pudieron destruir o enmascarar asentamientos de épocas antiguas (castreños, romanos o medievales). Por otro lado, aunque no se hayan mencionado en este trabajo, los dólmenes y túmulos también han sufrido degradaciones debidas a la maleza propia de las zonas altas donde se encuentran. Otros yacimientos se han visto cortados por caminos o llevan siglos abandonados. Finalmente, los antiguos caminos se dejaron de utilizar o fueron alterados con cemento y ensanchados para poder ser empleados por vehículos actuales.

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Un rasgo que comparten todos los castros de esta área geográfica es la proximidad a las vegas del río, una zona fértil y útil para la agricultura. Comúnmente se cree que las sociedades de la Edad del Bronce en Asturias se dedicaban prioritariamente al pastoreo y dejaban los cultivos en un segundo plano. Concretamente aquí no parece que esto fuera así, o en todo caso podemos utilizar esa información para situar cronológicamente los castros como ya bien dentro de la Edad del Hierro, próximos a la llegada de los romanos o incluso contemporáneos a estos. De hecho, los restos de mineral de hierro anteriormente mencionados sugieren estas fechas tardías, ya que además los asentamientos estaban situados cerca de depósitos de diversos minerales, los cuales muy probablemente fueron explotados. Dentro de este propio trabajo, las teorías sobre una posible estrategia de dominación de la cuenca del Valle del Nalón tienen más adelante un apartado para sí solas. ¿Se puede afirmar con certeza que algo así existiese? Como suele pasar, apenas ninguna de las escasas fuentes antiguas/medievales lo menciona, pero como parece tener lógica y no se trata de ningún disparate, por lo menos mencionaremos por qué se han llegado a esas conclusiones.

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8. Estrategia de dominación local El autor de esta teoría es José María Jove y Canella. Además, varios estudios coinciden en lo que podría ser una estrategia en época romana para controlar todo el valle del Nalón a través de una serie de fortificaciones construidas en los montes circundantes. En su tesis (1983), Fernández Ochoa menciona unos topónimos romanos de San Martín que explicarían la existencia de estas torres. Se sabe que los romanos fueron emplazando castillos en los desfiladeros de estos concejos para que sirvieran como vigías. Su ejército atravesaba los valles en sentido transversal y de forma rápido, intentando evitar así los ataques de los belicosos astures. Estas vías estaban flanqueadas por torres colocadas en puntos estratégicos, cumpliendo de esta manera una doble función: vigilar a los enemigos y defender los pasos. Nos ha llegado también el conocimiento de que el rey Alfonso I mandó la reconstrucción de estas fortalezas para volver a darles uso. Por lo tanto, incluso en la Edad Media fueron habitados estos lugares. Algo por otro lado nada sorprendente, puesto que resultaban de enorme utilidad bélica. Dos ejemplos de esta reutilización dentro de Langreo son los castillos de Caufel y de Santa Ana. Algunas de las fortificaciones que se construyeron a los márgenes del río Nalón son: la torre de Caso, el castillo de Tudela, el de Sobrescobio y el de Peña Castillo. Desde el puente de Arco de Laviana hasta el de Turiellos había torres y atalayas de señales y de defensa. Como estos dos puentes señalaban la entrada y salida de la cuenca del Nalón, es fácil entender que todo el territorio que abarcaban estuviera bien protegido.

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El Puente de Arco, en Laviana. (Licencia libre)

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9. Veracidad de la información Lamentablemente, gran parte de la información sobre estos dos concejos proviene de estudiosos modernos y contemporáneos. Uno de ellos es Luis Alfonso de Carvallo (Padre Carvallo), quien en el siglo XVII escribió un libro sobre la Antigüedad en Asturias. En las cartas arqueológicas es donde sin duda podemos encontrar la que sería la información más veraz disponible. Pero ni estas se libran de polémicas, ya que algunos de los restos prerromanos catalogados como castros por José Manuel González a más o menos mediados del siglo XX hoy en día se cree que podrían no serlo, debido a:



El estado de absoluto deterioro o destrucción de lo que podrían ser los muros de

los supuestos castros, dejando apenas visibles unas pocas piedras difícilmente interpretables. 

La ausencia de foso o el tamaño muy reducido de este. Carecerían de utilidad

defensiva alguna. 

Una posición poco adecuada para controlar el territorio circundante o alejada de

las fuentes de recursos naturales.

Además, a veces también existe una confusión de estos con los pequeños muros de piedra construidos por los agricultores en los montes durante la Guerra Civil, destinados a evitar que el agua desbordara sobre los cultivos. Un arqueólogo profesional se daría cuenta, probablemente, pero ha habido casos de personas clamando haber encontrado un castro cuando en realidad no era así.

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Edición del siglo XVII de Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, por el padre Carvallo (Licencia libre)

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10. Bibliografía E. Adán, Gema. Carta arqueológica de San Martín del Rey Aurelio. 1993. Fanjul Peraza, Alfonso. Los castros de Asturias: una revisión territorial y funcional. Oviedo: Ayuntamiento de Teverga, 2005. Fanjul Peraza, Alfonso; Menéndez Bueyes, Luis Ramón. El complejo castreño de los astures transmontanos. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca, 2004. Fernández Riesgo, Cándido. Historia de Langreo. Oviedo: Aladino Fernández, 1992. González y Fernández-Vallés, José Manuel. Antiguos pobladores de Asturias (Protohistoria). Gijón: Ayalga, 1976.

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