La Homogenización de nuestras mentes. El monocultivo en el agro.

August 4, 2017 | Autor: Felipe Vargas | Categoría: Medioambiente, Impacto Monocultivos Forestales, Industrias Forestales
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Descripción

LA HOMOGENIZACIÓN DE NUESTRAS MENTES: EL MONOCULTIVO EN EL AGRO1 Felipe Vargas Faulbaum Lic. Arqueología - U. de Chile [email protected] RESUMEN Se presentan ciertos elementos propios de la subjetividad de la sociedad capitalista neoliberal, inherentes a su modo de producción y su lógica económica. Esta subjetividad neoliberal que otorga una supra valoración al dinero, permite sustentar y justificar la existencia, expansión y consolidación de una industria forestal transformada en un nuevo monocultivo de exportación que cimienta la dependencia estratégica de nuestra agricultura. Se realiza una revisión de la expansión de la industria forestal en Chile mediante las distintas subvenciones estatales a las plantaciones forestales, la concentración monopólica de la industria, junto a su impacto medioambiental y sociocultural. Se requiere considerar a los monocultivos no como una solución productiva para los países subdesarrollados, sino como un factor importante que genera el nuevo y preocupante panorama de actual crisis de soberanía alimentaria global, donde justamente son los países pobres los más directamente afectados. Palabras clave: Industria Forestal, Monocultivo, Subjetividad Neoliberal, Medioambiente.

I.

EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL

Sin lugar a dudas, los antiguos vaticinios sobre las transformaciones en la subjetividad de la población en la sociedad industrial avanzada, realizados por Herbert Marcuse ( M a r c u s e , 1 9 8 5 ) , entre otros pensadores (Baudrillard, 2009) durante los agitados años próximos a las ya míticas revueltas estudiantiles de Mayo del 68, son una realidad posible de observar por doquier en el actual sistema globalizado. El extraordinario desarrollo tecnológico que caracteriza a la sociedad industrial avanzada, ha generado una racionalización progresiva de todos los aspectos de la vida (Weber, 1991, 2004), supeditando la imaginación y el pensamiento a los límites de la racionalización instrumental orientada a la re-producción de una realidad cambiante motivada por necesidades artificiales (Marcuse, 1985). Por consiguiente la realidad de la sociedad industrial supera permanentemente los límites de la imaginación, al administrarla y guiarla hacia la racionalización instrumental que guía el desarrollo de la tecnología y la producción.

Figura 1. Plantaciones de monocultivos de raps (Brassica napus) y pino insigne (Pinus radiata). 1

Publicado en Il Quattrocento: Revista de Estudiantes de Antropología. NºV: Cultura y Medioambiente. Santiago, 2012:91-107.

A través de los medios de comunicación, la publicidad y la propaganda, la sociedad industrial, ha creado un sistema que impone a la población, a cada sujeto, una serie de necesidades artificiales, cambiantes, ante las cuales el deseo individual libre se disuelve (Marcuse, 1968, 1985). Ya no sólo se organiza el trabajo de la población como fuerza de productiva sino también mediante una nueva ética y racionalización del consumo (Baudillard, 2009). La finalidad del consumo no es el goce, “sino una función de producción y, por lo tanto, como la producción material, una función, no individual, sino inmediata y totalmente colectiva. (…) El consumo es un sistema que asegura el orden de los signos y la integración del grupo: es pues una moral (un sistema de valores ideológicos) y, a la vez, un sistema de comunicación, una estructura de intercambio.” (Baudillard, 2009:80) “Hoy el goce es obligado y está institucionalizado, no como derecho o placer, sino como deber del ciudadano. (…) El consumidor, el ciudadano moderno, no tiene posibilidad de sustraerse a esta obligación de felicidad y de goce.” (Baudillard, 2009:82-83) Este cambio de subjetividad en la sociedad de consumo produce una dicotomía en la relación entre lo racional y lo irracional, entendido dicho orden desde una lógica humanista y sustentable, que privilegia el desarrollo del ser humano libre en armonía con la naturaleza. La importancia productiva no se centra en la satisfacción de las necesidades básicas sino en la exacerbación obsesiva del consumo en su función económica-productiva (Baudillard, 2009). Los centros de poder organizan los esfuerzos de la sociedad en la satisfacción de estas necesidades artificiales impuestas que sustentan el modo de producción, postergando así la resolución de las necesidades básicas de la sociedad, pues estas ya no se constituyen en una variable de relevancia para el modo de producción capitalista (Marcuse, 1985).

I.I

LA SUPRA VALORACIÓN DEL DINERO

Este cambio de subjetividad va acompañado de una trasmutación de los valores y una redefinición jerárquica de los mismos. No es ninguna revelación la enorme valoración del dinero existente en el capitalismo. Pues es la generación de dinero, en su condición abstracta de valor de cambio, la que moviliza la producción capitalista (Marx, 1989). En tal sentido la burguesía invierte y produce orientada por la búsqueda de la maximización de la tasa de ganancia de los distintos productos, más que por el producto en sí (Marx, 1989). Es por lo mismo, que el gran capital privilegia la inversión en bienes suntuarios, masivos, que incorporan tecnología en distintas etapas productivas. Pues son aquellos productos los que permiten extraer una mayor plusvalía a los trabajadores en sus distintas etapas productivas generando así una mayor tasa de ganancia para la empresa capitalista. Es este elemento de fondo quien guía toda producción capitalista (Marx, 1977). Las masas de la sociedad, despojadas del pensamiento crítico radical para cuestionar el orden de valores dado por las élites dirigentes, aceptan la supremacía y tiranía del dinero. Respaldan y justifican, o aceptan pasivamente, la existencia de sectores productivos depredadores que privilegian a un mínimo sector de la población, a un alto costo para el conjunto de la sociedad y el medioambiente (Marcuse, 1985), por el sólo hecho de involucrar negocios e inversiones millonarias, a pesar de significar altas ganancias socialmente mal repartidas.

II.

ECONOMÍA ABIERTA Y MONOCULTIVO EN EL AGRO

Bajo este telón de fondo la producción se organiza privilegiando la producción en masa de los productos con mayor tasa de ganancia. Como la tasa de ganancia es variable según los costos de producción y su posibilidad de extracción de plusvalía, las modas de consumo de esos productos y los requerimientos de un mercado competitivo, los capitalistas son flexibles e innovadores en la producción. La agricultura también se guía por estas máximas, privilegiando los productos que retribuyen mayores ganancias. Especialmente los sectores más dinámicos de la agroindustria, los cuales orientan su producción a los mercados internacionales, se ven motivados a organizarse bajo las reglas económicas señaladas. Es por aquellos motivos que privilegian la producción masiva de los productos que poseen un mayor precio en el mercado internacional, esto sin importarles mayormente la sustentabilidad en el largo o mediano plazo. Pues si por las distintas razones posibles en la dinámica económica mundial sus productos decaen hasta niveles de precios inferiores a la rentabilidad esperada, o modifican sus producciones hacia nuevos productos que sean mayormente valorados en el mercado o simplemente cambian a otros rubros de producción para recuperar los niveles de ganancias esperados. Esta lógica económica en sociedades abiertas orientadas a la producción exportadora conlleva al monocultivo en la agricultura. Pues la gran mayoría de los productores agrícolas y agroindustriales producen aquello que les permite una mayor rentabilidad en el proceso productivo, según las condiciones climáticas y naturales que sus terrenos ofrecen, así también por los niveles de salarios y bienestar que la sociedad exige para sus trabajadores (Gomero, 2001). Cabe resaltar que esta lógica operante no tiene una correlación de equilibrio con las necesidades alimentarias de la sociedad que produce dichos alimentos, pues la producción está enfocada hacia el mercado global. Así también muchos productos agrícolas están destinados a ser utilizados como materia prima en otros procesos productivos, ajenos a los fines alimenticios, como los biocarburantes, los tulipanes, la celulosa. Es decir, la actual forma de producción agraria capitalista está destinada a generar una (des)organización de la tierra, ajena a las necesidades alimentarias (Carrizo, 2008).

Figura 2. Plantación de Pino insigne (Pinus radiata)

II.I

LA INDUSTRIA FORESTAL

Un caso paradigmático de una industria de alto impacto que produce y utiliza la tierra totalmente ajena a los requerimientos alimentarios de la población, lo constituye la industria forestal global. En el caso particular de la industria forestal chilena esta ha visto un explosivo aumento en las últimas tres décadas debido a distintas leyes destinadas a fomentar esta actividad en gran escala. Inicialmente, a través del Decreto Ley Nº 701 de 1974, la dictadura militar logro incrementar enormemente la industria forestal bonificando a las nacientes grandes empresas en un75% sus inversiones de forestación una vez certificada la plantación, además de un 15% de la misma luego de dos años de crecimiento (Decreto Ley 701, 1974). Es decir, el gran empresariado forestal chileno expandía sus terrenos de plantaciones forestales recuperando un 90% de la inversión inicial, a costa de la subvención estatal. Como esta bonificación se realizaba solamente en aquellos terrenos forestados por primera vez, esto no sólo causó la expansión indiscriminada de los terrenos forestales, sino que en los oscuros años de la dictadura transformó vastas hectáreas de bosque nativo y comunidades indígenas en plantaciones forestales. Este decreto no fue modificado hasta la promulgación del Decreto Supremo Nº 193 de 1998, donde el presidente demócrata cristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle suspendió la subvención a las grandes empresas, manteniendo los porcentajes de bonificación orientados esta vez a los medianos y pequeños propietarios forestales (Decreto Supremo Nº 193, 1998). Claramente esta medida, aún vigente, incentiva el cambio de uso de la tierra, desde terrenos de uso agrícola y/o ganaderos a propiedades forestales para poder recibir el beneficio. Tales políticas de fomento han incrementado el patrimonio forestal de especies introducidas desde 300 mil hectáreas a inicios de la década del 70, a 2.3 millones de hectáreas en la actualidad, es decir más de 7 veces en 40 años. Las plantaciones forestales hoy en día cubren alrededor del 3% de todo el territorio nacional (CORMA: Corporación Chilena de la Madera, 2012).

Grafico 1. Evolución de la superficie total de plantaciones forestales. Fuente: CORMA

A pesar de la reciente modificación en los destinatarios de la subvención estatal, el monopolio de la industria forestal es evidente, concentrándose básicamente en dos grandes conglomerados económicos. Hacia el año 2000 Forestal Arauco (CELCO) de Anacleto Angelini poseía una participación de un 35,8%. Forestal Mininco (CMPC) del Grupo Matte, de la familia Matte Larraín poseía una participación de un 31.1% en la totalidad de productos elaborados por la industria forestal, la cual incluye celulosa, madera aserrada, tableros y chapas, papeles y cartones, y la industria de las astillas (Labra, 2001). Como es lógico pensar, las modificaciones de las bonificaciones sólo han incorporado a nuevos actores en las etapas más básicas de la industria forestal. Es decir, continua siendo un subsidio indirecto a las grandes empresas, al continuar incrementando la industria forestal en su conjunto, pero controladas en la mayoría del proceso productivo por los conglomerados económicos señalados. Con esas cifras explosivas ha nadie ha de sorprender que los recursos forestales sean actualmente el segundo sector productivo del país, luego de la gran minería (CORMA: Corporación Chilena de la Madera, 2012). Tampoco ha de sorprender que existan presiones desde estos poderosos grupos económicos para normar hacia sus intereses la legislación de explotación del bosque nativo. Que en ciertas regiones aún continúa siendo una importante fuente de materia prima para quienes ven todo convertido en dinero o una reserva planetaria de biodiversidad para quienes podemos despegar nuestra mente de la billetera.

II.II

IMPACTO ECOLÓGICO Y SOCIAL DE LA INDUSTRIA FORESTAL

Las grandes extensiones de terrenos con plantaciones de monocultivos forestales provocan un impacto múltiple en el medioambiente. Las plantaciones de monocultivos de pino y/o eucaliptus son esencialmente distintas a los bosques de especies nativas. La concentración de las plantaciones, su carácter monocomponente y las modificaciones en la acidez sobre el suelo provocan la muerte del sotobosque, generando una fuerte erosión de los terrenos por la acción de las lluvias, al verse desprotegido de la capa vegetal a ras de suelo, perdiendo más rápidamente sus nutrientes (AIFBN, 2011). Dado el explosivo desarrollo de la industria forestal chilena ésta ha provocado un desplazamiento de extensos territorios de bosque nativo tanto del bosque valdiviano como primordialmente del bosque de roble, modificando trágicamente y para siempre ecotonos o sistemas ecológicos completos, con la disminución de la consiguiente biodiversidad que aquello significa. Se extinguen especies animales y vegetales propias del ecosistema de bosque nativo o viven altamente disminuidos en las pocas áreas protegidas, perdiéndose con ello plantas medicinales y alimenticias (AIFBN, 2011). Un claro caso lo constituye la transformación del área de la Cordillera de Nahuelbuta en la Región del Bío-Bío y Araucanía, sistema ecológico que ha sido remplazado totalmente en menos de dos siglos desde un frondoso bosque nativo de robles, inicialmente desforestado de manera parcial por el monocultivo del trigo en el siglo XIX y mediados del XX y remplazado por las plantaciones de pino y eucaliptus en estas últimas décadas (Wolodarsky-Franke y Díaz, 2011). Un importante impacto ecológico directo acontece actualmente con la muerte masiva de conejos y liebres que la industria forestal realiza con la finalidad de proteger sus plantaciones. Estos animales, de gran importancia en la dieta campesina como animal de caza, se alimentan c o n los brotes nuevos de los pinos recién plantados. “El conejo podía llegar a dañar hasta el 100% de las plantaciones, y el replante, además del costo de reinvertir en plantar, significa la pérdida de la bonificación estatal y el retraso en un año de la explotación final del rodal afectado” (Camus et al. 2008: 336) La industria forestal los aniquila de sus

territorios, en un comienzo a través del monofluoracetato de sodio 1.080 plaguicida altamente tóxico para el ser humano hasta el año 1982 cuando fue prohibido por el SAG (Camus et al. 2008). Esto, incluso ha llevado a las empresas forestales a la introducción del hurón (Mustela putorius) y del puma (Puma concolor) en ciertas regiones para controlar la población de conejos (Bengoa, 2009). Evidente es la enorme posibilidad que estas medidas practicadas en la actualidad desencadenen en profundas transformaciones ecológicas. Tal como ya sucediera en Nueva Zelanda con la introducción del hurón a fines del siglo XIX, donde no sólo incorporaron conejos en su dieta sino también una amplia variedad de aves, convirtiéndose en un importante factor en la considerable disminución de ciertas especies de aves nativas y en la extinción del kakapo (Strigops habroptilus), especie que hoy sobrevive diezmada y relegada a dos pequeñas islas gracias a programas de conservación (Powlesland et al, 2006). Tal como fuera perseguido por las distintas subvenciones estatales promulgadas también es masiva la transformación de suelos agrícolas y ganaderos en territorios forestales. Esto sin duda trae fuertes repercusiones generales en la producción de alimentos, pues conlleva a la pérdida de soberanía y seguridad alimentaria. Difícilmente aquellos terrenos convertidos en plantaciones forestales podrán en algún momento volver a ser recuperados para la producción agrícola, pues por la degradación de los nutrientes del suelo requeriría del uso de abonos y fertilizantes adicionales que encarecerían la producción agrícola. Sin embargo, los efectos de la expansión de las plantaciones forestales no sólo afectan a los terrenos de las propiedades. El alto consumo de agua por parte de estos monocultivos genera una pérdida de los recursos hídricos en las áreas donde éstas se emplazan. Provocando disminución en los niveles de agua de las napas y cursos de agua repercutiendo en la agricultura de las tierras adyacentes, presionando sobre la sustentabilidad de labores agrícolas.

Figura 3. Predio forestal luego de cosecha mediante tala rasa.

Además del impacto ecológico descrito producto de la expansión de las plantaciones forestales es necesario considerar el impacto en el medioambiente de los procesos industriales del recurso forestal. Si bien existen varios sectores productivos, es la industria de celulosa el sector productivo más grande de la industria forestal siendo a su vez el más contaminante. Variados compuestos químicos altamente tóxicos utilizados en los procesos industriales son vertidos a los cursos de agua, entre los que destacan distintos compuestos de cloros. Esta práctica completamente legal según las normativas chilenas ha llevado a que existan distintos desastres ecológicos por la contaminación de ríos con la consecuente muerte masiva de peces y animales. Tal como sucediera en año 2004 con la contaminación del Santuario de la Naturaleza del Río Cruces en Valdivia por parte de una nueva planta de celulosa de la empresa CELCO donde murieron masivamente cisnes de cuello negro que se refugiaban y anidaban en el humedal en sus viajes migratorios (Universidad Austral de Chile, 2005). No contentos con aquel desastre, en el año 2007 y 2008 nuevamente CELCO protagoniza la contaminación masiva, esta vez del río Mataquito en la Región del Maule, a través de su planta de celulosa en la comuna de Licantén, repitiendo eventos de contaminación similares acontecidos desde el año 1999 (Chile Sustentable, 2010). No sólo los ríos, sino también el aire es afectado por la contaminación de la industria de la celulosa, originada entre otros por los procesos de combustión de óxidos de nitrógeno, la emisión de gases de azufre reducidos, lo que se traduce en malos olores, emisiones de componentes orgánicos y químicos volátiles, partículas sólidas en suspensión y otros contaminantes altamente nocivos para la población humana. (De la Maza et al., 1998) Todo este impacto ecológico repercute intensamente en la vida social de las comunidades campesinas e indígenas de la región provocando variados problemas sociales. Estos problemas se derivan de la incompatibilidad que el actual modelo forestal posee con la práctica de una agricultura campesina. Es así como tras el avance de las plantaciones forestales es posible observar la disolución del sistema social tradicional que sustenta la vida campesina. Las comunidades campesinas terminan ingresando en el engranaje de la industria forestal en los eslabones más bajos, como trabajadores forestales asalariados, como pequeños productores forestales, como recolectores de hongos en las plantaciones forestales o vendiendo a bajo precio sus tierras a las grandes empresas incentivando la migración campo–ciudad. Aquellas comunidades que deciden mantener su forma de vida campesina, sufren los daños ecológicos y disolución del sistema social que lo sustenta, aislándose, en una marginalidad forzada, empobrecidas. Opciones todas siempre en desmedro de la producción y vida campesina tradicional (Bengoa, 2009). La situación más extrema de esta incompatibilidad entre la industria forestal y el desarrollo de formas de vida agrarias tradicionales es apreciable en la lucha y resistencia de comunidades mapuche que se han visto invadidos por la expansión de las plantaciones forestales. La forma de vida mapuche requiere de un ecosistema que se ve disminuido por la existencia y expansión de la industria forestal. Esto los presiona a enfrentar las profundas modificaciones ecológicas y sociales que son sentidas una real amenaza a la permanencia de su modo de vida tradicional, constituyéndose en uno de los factores principales en el resurgimiento desde inicio de los noventa del conflicto mapuche exigiendo respuesta a sus justas demandas de tierra, rescate cultural y autonomía política. Muchas tierras reivindicadas son propiedad de la industria forestal, siendo ocupadas por las comunidades mapuche con el fin de recuperar el uso agrícola de ellas. Frente a este movimiento reivindicativo mapuche el estado chileno ha reaccionado a través de la represión de las comunidades en conflicto coordinando conjuntamente la fuerza militar interna, a través de FF.EE. de Carabineros de Chile, y el poder judicial, criminalizando las reivindicaciones, encarcelando a los líderes

mapuche y sus familias, aplicando leyes antiterroristas, resoluciones judiciales sin un juicio justo ni transparente, asediando militarmente las comunidades, practicando torturas y asesinatos. En esta guerra de baja intensidad el apoyo y vinculación entre las autoridades políticas tanto de la Concertación y la Alianza con la Industria Forestal es mutuo y estrecho. La implementación de un terrorismo de estado por parte del Estado chileno hacia el pueblo mapuche se torna ya una política de estado, a 20 años de iniciado el último proceso reivindicativo mapuche. (Para profundizar sobre esta temática ver McFall, 2001: Toledo, 2006). III.

ECONOMÍA AGRO-COLONIAL EN EL SIGLO XXI

La industria forestal global ha comenzado a realizar un desplazamiento mundial en las últimas décadas hacia el sur. La creciente estrategia de la industria mundial de la celulosa es trasladar la producción desde los bosques de pino de los países del hemisferio norte, lugar de generación de esta industria, a distintos países del hemisferio sur. Promoviendo las políticas de desarrollo forestal en aquellas naciones subdesarrolladas han expandido sus plantaciones de monocultivos a distintos países de Asia, África y América Latina desplazando así el enorme impacto ecológico y social que esta industria conlleva desde los países nucleares a la periferia del mundo capitalista. (Kanninen, 2008) La expansión de la industria forestal y sus plantaciones de monocultivo iniciado hace casi 40 años en Chile es cada vez más una imagen que se repite en Brasil, Uruguay, Argentina y Perú por mencionar la realidad sudamericana. En nuestros países se encuentra en proceso la consolidación de un nuevo monocultivo colonial de exportación, cimentando la dependencia estratégica de nuestra agricultura. A pesar de poseer elevadas tasas de población sumida en la pobreza y malnutridas, nuestros gobiernos fomentan y subvencionan una política económica exportadora de materias primas que en el caso de la agricultura impide la satisfacción de las necesidades alimenticias del mercado interno, perdiendo nuestra estratégica autonomía alimentaria. Actualmente el mundo vive una crisis alimentaria que genera un importante aumento de los precios de los alimentos, de alto costo principalmente para la población de los países pobres, que les repercute directamente en sus posibilidades de consumo y sobrevivencia. La desorganización de la tierra provocada por la implementación de plantaciones de monocultivos destinados a la exportación de alimentos y materia primas agrícolas es un importante factor que genera este nuevo y preocupante panorama de crisis alimentaria global (Carrizo, 2008). En algún momento deberemos romper los estrechos límites de la homogeneización mental que la modernidad y la sociedad capitalista otorgan a la subjetividad humana para poder idear nuevas soluciones realmente sustentables, más allá de la ganancia monetaria inmediata, que permitan responder a las necesidades básicas de las cada vez mayores masas de población mundial.

Figura 4. Monocultivo de Pino insigne y Eucalyptus junto a monocultivo de trigo.

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