\"La historia dentro de la historia. Tlaxcala y la nación mexicana\"

November 8, 2017 | Autor: G. Martínez Carmona | Categoría: Tlaxcala, Discurso
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Estudios interdisciplinarios y espacios históricos

La historia dentro de la historia. Tlaxcala y la nación mexicana Gabriel Martínez Carmona El Colegio de México

Introducción Este ensayo pretende dar cuenta de la construcción de un discurso alterno, que no es el de una historia de México, sino de una parte de él: el estado de Tlaxcala, cuyo pequeño territorio se ha mantenido casi intacto desde tiempos de la conquista. Tlaxcala no tuvo propiamente un discurso oficial hasta fechas recientes, pero ha sabido construirse una identidad que le ha caracterizado y que ha corrido paralela a la versión centralizadora. El discurso de la historia oficial del país y el de Tlaxcala, más consolidado el primero que el segundo, difieren en un aspecto de la historia que se considera fundacional y que por lo tanto repercute en ambas visiones: la conquista de México-Tenochtitlán por parte del ejército de la Corona española, con la participación de diversos grupos indígenas rivales de los mexicas, de entre los que destacaron los tlaxcaltecas. Habrá que decir que la visión predominante de la historia de México no ha sido una visión estática, sino que se ha ido construyendo a lo largo de casi doscientos años a partir de la independencia; sin embargo, ha creado una idea que tiene un origen bastante temprano y que si bien no podemos fechar con precisión, parece tener su origen en las primeras décadas posteriores a la independencia, a saber: al participar como aliados de los conquistadores españoles, los tlaxcaltecas traicionaron al imperio mexica, que en la historia “oficial” se ha considerado el imperio de los primeros mexicanos. Al parecer, la afirmación de que los tlaxcaltecas traicionaron a los primeros mexicanos, los hizo acreedores al apelativos de “traidores a la patria”. La idea de la traición tuvo una importancia tal para la construcción del nacionalismo mexicano, que permeó la sociedad mexicana al punto de que hasta la fecha es una idea que más o menos prevalece. Frente a esto, los tlaxcaltecas han forjado un discurso opuesto, que niega la idea de traición para afirmar que Tlaxcala fue ISBN: 978-607-9348-75-5

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cuna de la nación. Veremos aquí cómo es que ambos, pero sobre todo los tlaxcaltecas han ido construyendo ese discurso de defensa y a la vez autoconfirmación de su ser como entidad parte del Estado-nación mexicano. El ensayo está dividido en dos grandes apartados. El primer apartado plantea algunas características que históricamente hicieron de Tlaxcala un caso especial del resto de las provincias de la Nueva España, que tienen su origen precisamente en su participación en la conquista de México Tenochtitlán. El segundo apartado se vale del anterior para plantear cómo fue que hasta años recientes los tlaxcaltecas han afrontado el mote que el discurso nacionalista les colocó, para crear una versión propia de su historia y por ende de la de México.

De un gobierno de indios a un gobierno de tlaxcaltecas en México Para cuando el ejército español comandado por Hernán Cortés llegó a tierras mesoamericanas, los que conocemos como tlaxcaltecas estaban organizados en una serie de señoríos de origen mayoritariamente náhuatl y en menor medida otomí. Hacia el siglo XII d.C., hubo un periodo de bonanza económica que permitió que se consolidaran estos grupos culturales dentro de lo que actualmente es el territorio del estado de Tlaxcala; hubo cuatro señoríos que destacaron a partir del siglo XIV: Tepetícpac, Ocotelulco, Tizatlán y Quiahuiztlán. Para resistir amenazas externas, tener mejor organización y control interno, los cuatro señoríos establecieron una serie de acuerdos para confederarse. La organización política de la confederación, al tiempo de la llegada del ejército español, se basaba en un consejo supremo, integrado por caciques (tecuhtli) de los cuatro señoríos. La organización tlaxcalteca fue llamada República por los españoles, y al consejo supremo se le comparó con un Senado; ambas concepciones de la organización política tlaxcalteca perduraron en buena medida. Cuando se dio el primer enfrentamiento violento entre tlaxcaltecas y españoles, éstos ya habían tenido una serie de batallas con otros indios de las costas del golfo y del valle poblano-tlaxcalteca, por lo que su ejército estaba integrado por un fuerte contingente de indios aliados. Tras varias batallas, en que ambos ejércitos, español y tlaxcalteca, salieron diezmados, se concertó una ISBN: 978-607-9348-75-5

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alianza. “El hecho de que los españoles no hubieran tomado las cabeceras de los principales señoríos significaba que la derrota tlaxcalteca no había sido total, por lo que su rendimiento no debía ser incondicional. Ofrecieron a Cortés una alianza amistosa para vencer a los de Tenochtitlan, pero esperaban respeto por aquello por lo que sentían tanto orgullo: su libertad y su autonomía como nación”.1 La política imperial mexica había significado un impedimento para el desarrollo de Tlaxcala, pues le habían bloqueado las salidas comerciales, le arrebataron la mayoría de sus pueblos tributarios, cortando así su expansión, por lo que la confrontación belicosa fue continua, aunque los mexicas nunca pudieron someterlos. En el primer enfrentamiento en México-Tenochtitlán las fuerzas españolas y sus aliados, salieron derrotados. Pero tras la promesa de entregar parte de los territorios conquistados, se sumaron al contingente militar español al menos 100,000 guerreros tlaxcaltecas, entre otros muchos aliados indios. Finalmente la ciudad de México-Tenochtitlan cayó el 13 de agosto de 1521. El cerco que el imperio mexica impuso a los tlaxcaltecas se había roto definitivamente, y el precio a pagar por aliarse para derrotar a los mexicas fue conservar la que se volvió una autonomía intocable, que quedaría sujeta a nuevas reglas, con lo que su ancestral cultura sería penetrada por los principios españoles. En primera instancia, los tlaxcaltecas juraron lealtad al rey de España como suprema autoridad; no obstante, el respeto a la organización tradicional indígena se combinó con formas de gobierno castellanas. La organización del gobierno tlaxcalteca se basó en la formación de un cabildo como máxima autoridad, junto con un gobernador indio y otro español.

Como una prerrogativa, los tlaxcaltecas dependían directamente del rey, y a esta alta instancia de gobierno tenían derecho de apelar sin que mediara ninguna otra autoridad de la península ibérica ni de la colonia novohispana. Esto es, Tlaxcala era una ‘población realenga’. Con base en las ordenanzas promulgadas por la Corona en 1545 se consolidó jurídicamente la organización político-administrativa y territorial de Tlaxcala, y, en lo sustancial, con esa misma estructura permaneció el resto del periodo

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Ricardo Rendón Garcini, Breve historia de Tlaxcala, México, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 1996, p. 32. ISBN: 978-607-9348-75-5

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virreinal, lo cual dio al pueblo tlaxcalteca una sólida cohesión, una prolongada permanencia y un alto grado de autonomía.2 Como consecuencia de su alianza con los españoles, los tlaxcaltecas consiguieron tener un status privilegiados durante la época virreinal. Fue una de las pocas ciudades de indios, con su gobierno completamente de caciques (lo que se conoce como república de indios), y la Corona de Castilla le otorgó el título de Muy noble y muy leal ciudad de Tlaxcala. El gobierno de Tlaxcala tuvo sus peculiaridades y fue una anomalía en la generalidad de la etapa virreinal. A pesar de ser una provincia que no quedó sujeta a ninguna jurisdicción más que a la del virrey y la Audiencia, y de que estaba compuesta por una amplia mayoría indígena, la nobleza tlaxcalteca no pagaban tributo, como prácticamente todos los indígenas, sino que cubrían una cuota anual que se llamaba vasallaje. Un episodio importante en la historia de Tlaxcala fue la participación de gran número de guerreros tlaxcaltecas en las expediciones militares de los españoles hacia el norte. Ante la necesidad de poblar el norte de la Nueva España, el gobierno español intentó llevar un contingente de mil familias tlaxcaltecas en 1560, pero el cabildo de Tlaxcala no aceptó, puesto que no estaba claro el proyecto de colonización. Después de tres décadas, el virrey Luis de Velasco II acordó con el cabildo de Tlaxcala la salida de cuatrocientas familias tlaxcaltecas para contribuir al poblamiento y “civilización” de la Gran Chichimeca. Se acordó que las familias se establecerían y tendrían autonomía política y conformarían un gobierno propio con los mismos privilegios que los tlaxcaltecas que se quedaron en el territorio. En realidad le costó mucho trabajo a los caciques de las cuatro cabeceras poder reunir a la gente necesaria; al parecer no lograron reunir a las cuatrocientas familias, pero las que finalmente salieron fundaron poblaciones como Nueva Tlaxcala, o Tlaxcalilla, que aún conservan sus nombres. En la segunda mitad del siglo XVIII hubo una serie de reformas políticas y económicas en la Nueva España, provenientes de la península y que conocemos como Reformas borbónicas. Con éstas, se reorganizó territorialmente la Nueva España con el establecimiento del sistema de intendencias, en el que Tlaxcala fue 2

Rendón, Breve historia, p. 36. ISBN: 978-607-9348-75-5

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anexado a la intendencia de Puebla, como un partido de ella, por lo que perdió todos los privilegios que la Corona le había otorgado y con los que había funcionado durante cerca de doscientos años. El gobierno de Tlaxcala elevó una serie de representaciones, primero a la Audiencia, luego al virrey y finalmente al rey para que no fueran anexados a Puebla, y pudieran seguir conservando su status de provincia aliada a la Corona. Después de una insistente gestión, lograron que el rey reconociera los privilegios que sus antecesores le habían otorgado, por lo que dentro del sistema de intendencias Tlaxcala se convirtió en un Gobierno militar, sin ningún vínculo de sujeción a la intendencia de Puebla y dependiente directamente del virrey. Al comenzar la revolución de independencia, el cabildo de Tlaxcala, con el respaldo de los caciques de los pueblos, ofreció nuevamente su apoyo al gobierno virreinal y a la Corona, pues se opusieron a la entrada de las tropas de Napoleón Bonaparte a la península y condenaron el movimiento insurgente de Miguel Hidalgo.3 Al parecer, todos estos factores contribuyeron a que Tlaxcala fuera mal vista al consumarse la independencia, e incrementó una especie de leyenda negra acerca de la traición de Tlaxcala a la nación mexicana que, en parte, fue promovida por los grupos emergentes económicamente en Tlaxcala. Cuando se construyó el orden político de la nueva república, Tlaxcala se encontraba empobrecida, con una elite indígena en decadencia y nuevos actores económicos que llevaban décadas tratando de insertarse en los cargos políticos. Un sector económicamente favorecido por los obrajes y la cría de ganado, provenientes de cabeceras de segundo orden, y subordinadas al verticalismo político que representaba el cabildo de la ciudad de Tlaxcala, intentaron separarse en varias ocasiones a lo largo del siglo XVIII, sin conseguirlo. Por lo tanto, cuando se 3

Véanse los documentos: “Proclama de los tlaxcaltecas, invitando a los indios de la Nueva España a resistir a Napoleón”; “El ayuntamiento de Tlaxcala ofrece todos sus recursos para combatir la revolución iniciada por el cura Hidalgo”; “Proclama de los caciques del Ayuntamiento de Tlaxcala contra la insurrección promovida por el señor Hidalgo”; “El gobernador de Tlaxcala, el 22 de octubre, da parte al virrey de que ha aprehendido a unos emisarios de Aldama, y la contestación de aquel”, en Hernández y Dávalos, Colección de documentos, tomo II, docs. 18, 73, 93 y 96, respectivamente; “Ofertas de la ciudad de Tlaxcala”; “¡Muera Bonaparte!”, en Guadalupe Nava Oteo, Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808, México, Secretaría de Educación Pública, 1973 (SepSetentas, 78)., pp. 151-155. ISBN: 978-607-9348-75-5

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debatía en el Congreso Constituyente si Tlaxcala podía ser o no un estado de la nueva república, el principal enemigo de los tlaxcaltecas fueron los mismo tlaxcaltecas. Los opositores enviaron varias representaciones al constituyente, con la firme intención de que Tlaxcala fuera integrada a su vecino estado de Puebla. Uno de los argumentos utilizados fue acusar a Tlaxcala por sus servicios a la monarquía española, además solicitaban:

Ya no debe ser capital, ciudad ni pueblo, ni menos consentirse que abrigue en sus miserables guaridas la plebe más insolente, viciosa, holgazana e inmoral del mundo, los delincuentes más escandalosos que de todas partes allí se refugian para robar impunemente y asolar los caminos, ni las arbitrariedades más insufribles que se conocen. Sobre los escombros de tan infame pueblo, debe levantarse un monumento que diga: Aquí fue la traidora Tlaxcala que vendió su patria al extranjero y que ya no existe, para que no vuelva a cometer semejante parricidio.4 Finalmente, después de un largo debate, se publicó la Constitución federal y allí Tlaxcala quedó con el status político pendiente; unos meses después se declaró que no sería un estado más de la República, sino que tendría el status de Territorio, y dependería directamente de la federación. Si en ese momento no fue posible conservar su autonomía, al menos Tlaxcala mantuvo su integridad territorial, frente a las ambiciones poblanas y de los disidentes dentro del territorio. La vinculación que se le dio con respecto al poder central de la República se asemejaba a su condición histórica de cerca de trescientos años como pueblo “realengo”. No fue sino hasta la Constitución de 1857 que Tlaxcala logró obtener la categoría de estado de la República. Fue entonces el desarrollo histórico específico el que dio a Tlaxcala cierta particularidad dentro de la Nueva España primero, y en la República después. La profunda cercanía con los conquistadores españoles y posteriormente con el gobierno de la Corona española fue crucial para mantener su autonomía de gobierno, además de su integridad territorial, que ha permanecido casi intacta hasta la fecha. Sin embargo, la misma verticalidad del gobierno creó un descontento en varios grupos económicos emergentes, que no podían acceder a 4

“Bosquejo estadístico de la celebre ciudad de Tlaxcala y su territorio”, El Sol, (8 dic 1823). ISBN: 978-607-9348-75-5

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los cargos de gobierno. Este proceso se gestó durante el periodo virreinal y tuvo su punto más alto en el proceso de independencia y formación del México independiente. No tenemos las herramientas suficientes para afirmarlo, pero al parecer la acusación de traición encajó a la perfección con el proceso de formación del nuevo Estado-nación, y por lo que sabemos provino de los grupos disidentes al interior de Tlaxcala. El adjetivo de traidores le vino bien a varios grupos en el Congreso Constituyente, que no consideraban que Tlaxcala pudiera ser un estado de la República, por lo que fue repetido al discutirse el status político de Tlaxcala.5 Tlaxcala fue entonces acusada de traición y el adjetivo se consolidó a lo largo del siglo XIX. No diremos que fue utilizado de manera permanente, pues para eso es necesario un estudio detallado que cubra todo el periodo independiente hasta fecha reciente, pero el adjetivo sigue vigente aunque ahora su intensidad es casi nula, pues tanto el nacionalismo mexicano como la situación de Tlaxcala se han modificado con el paso del tiempo. Veamos entonces cómo fue que los tlaxcaltecas se han enfrentado a esa acusación.

La visión de los aliados. La construcción de la identidad histórica tlaxcalteca En la década de los años cincuenta del siglo pasado, Desiderio Hernández Xochitiotzin, un famoso pintor tlaxcalteca plasmó en el palacio de gobierno del estado un mural de estilo similar a los murales de Diego Rivera. En ese mural Hernández Xochitiotizin pintó la versión tlaxcalteca de la historia. El proyecto del mural comenzó por una propuesta del entonces gobernador del estado Joaquín Cisneros Fernández, con lo que podemos notar la relación entre el pintor y los miembros del entonces joven Partido Revolucionario Institucional, que gobernó el estado hasta fechas recientes. No sabemos cuál fue el acuerdo final al que llegó el pintor y el gobernador, pero sabemos que el resultado final fue un mural donde podemos ver la interpretación de la historia según los tlaxcaltecas. En él, observamos la fundación de lo que hoy es Tlaxcala, con la garza como su símbolo en lugar del águila y la 5

“Bosquejo”, El Sol (8 dic. 1823). ISBN: 978-607-9348-75-5

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serpiente mexica. La enemistad con éstos se manifiesta en la representación de las guerras entre tlaxcaltecas y mexicas. El relato prosigue en el mural con la llegada de Cortés, el enfrentamiento con las fuerzas españolas y la posterior alianza para combatir a los mexicas. Es interesante cuando expone la escena de la toma de México-Tenochtitlán, donde un tlaxcalteca está armado con una espada y combate junto a un español armado con una lanza. Por otro lado, la idea del mestizaje es representada por Hernández Xochitiotzin al pintar a una Malinche embarazada, cuyo hijo con Hernán Cortés nacido en Tlaxcala le otorga al estado el adjetivo de cuna del mestizaje y por tanto de la nación; a esto se suma la representación del bautizo de los señores gobernantes tlaxcaltecas, lo que representa que fueron los primeros en aceptar el mestizaje cultural, y el obsequio de doncellas a los españoles.6 Por otro lado, se representa a Carlos V y los privilegios que este les otorgó, así como la salida de las cuatrocientas familias al lado de los conquistadores para fundar pueblos en el norte, lo que en suma nos permite observar al menos dos aspectos fundamentales sobre cómo se ve la historia de Tlaxcala: en primer lugar, en ésta los mexicas son vistos como los eternos enemigos de los tlaxcaltecas, y en segundo lugar los españoles son concebidos como sus grandes aliados, aquéllos que les permitieron vencer a su rival mexica y cuya alianza les permitió seguir conservando su autonomía aunque, como los demás pueblos que habitaban el territorio, fueron integrados a la monarquía hispana. Para finales de la década de los setenta, según relata Hernández Xochitiotzin, el entonces candidato a la gubernatura a quien entonces apoyaba, Tulio Hernández Gómez, le preguntó: “¿Qué haremos para contrarrestar esta calumnia tan injusta y cobarde, que tanto nos cuelgan, especialmente en la ciudad 6

Respecto al bautizo de los señores de las cuatro cabeceras, la narración proviene del Lienzo de Tlaxcala, que fue realizado por los tlaxcaltecas a sugerencia del Virrey Luis de Velasco para ser enviado al rey en la segunda mitad del siglo XVI. Sin embargo, un estudioso del periodo afirma que los folios del Lienzo donde se trata el tema de los bautizos fueron añadidos posteriormente, pues ni en las cartas de relación de Cortés ni en la historia de Bernal Díaz del Castillo se menciona el hecho, lo cual difícilmente podría haberse pasado por alto. La hipótesis de Charles Gibson es que el hecho fue incluido en el Lienzo por Diego Muñoz Camargo, el primer cronista mestizo de Tlaxcala, a petición de los principales tlaxcaltecas para reforzar su carácter de aliados. Charles Gibson, Tlaxcala en el siglo XVI, México, Gobierno del Estado de Tlaxcala, Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 41-42. ISBN: 978-607-9348-75-5

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de México? Pues ya me dicen que seré gobernador de los traidores tlaxcaltecas”. 7 La respuesta del pintor fue no menos interesante:

¿Cómo te llamas? Claro, todos tienen que llamarse José, o José María, Francisco, Luis […] Todos tenemos raíces católicas, inclusive españolas en relación con su nombre y aún con su apellido, pues muy poca gente tienen apellido indígena. Quizá hasta tengan raíces extranjeras. Nuestras raíces grecolatinas se las debemos a la alianza tlaxcalteca […] y son nuestras raíces mestizas […] ¡México es un país típicamente mestizo y Tlaxcala lo ha sido desde el siglo XVI!, con la alianza con Cortés y la culturalización franciscana.8 Al establecer la discusión, el entonces candidato argumentó que esa afirmación no sería suficiente, a lo que Hernández contestó: “Díles: hombre, si hablas castellano es por la alianza hispano-tlaxcalteca. Porque somos mestizos y en eso los tlaxcaltecas, nuestros antepasados, tuvieron mucho en pro, en plan positivo […] Colonizando y cristianizando”.9 Nuevamente, durante su campaña, Tulio Hernández le comentó a Hernández Xochitiotzin que se necesitaba un discurso con mayor fuerza y énfasis, para dejar en claro la importancia que Tlaxcala tuvo para la construcción de la nación mexicana. El pintor le contestó: “Hay que recordarles que los tlaxcaltecas conquistaron, junto con los españoles, muchísimas tierras de la hoy nación mexicana […] Recordarles que los tlaxcaltecas colonizaron el norte de la Nueva España –hoy el norte de México y el sur de Norteamérica–, incluyendo en esta integración el sur: Guatemala, El Salvador, Honduras”.10 La conversación establecida entre el pintor y el entonces candidato a gobernador se concretó en la fiesta de la salida de las cuatrocientas familias tlaxcaltecas a poblar el norte. El guión original de lo que se proyectó como una representación de teatro de masas fue hecho por el mismo Hernández Xochitiotzin, además de que contó con la colaboración del gobierno estatal,

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Desiderio Hernández Xochitiotzin, “Escenificación de la salida de 400 familias de Tlaxcala”, en Memoria. Coloquio de teatro de Tlaxcala, Tlaxcala, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1996, p. 47. 8 Hernández, “Escenificación”, p. 47. 9 Hernández, “Escenificación”, p. 48. 10 Hernández, “Escenificación”, p. 48. ISBN: 978-607-9348-75-5

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particularmente de la Secretaría de Educación de la entidad. Puesto que la salida de las cuatrocientas familias tuvo lugar el 6 de julio de 1591, para conmemorar los cuatrocientos años, el mismo día del año 1981 se representó por primera vez la salida. Sin embargo, se volvió necesario en la representación la explicación del porqué de la salida de las cuatrocientas familias, lo que remitió a Hernández Xochitiotzin a desarrollar un acto previo en la representación, que correspondería a la alianza hispano-tlaxcalteca e incluso a la fundación de la cabecera de Tizatlán, para ser presentado el año entrante. Así, la representación tuvo que ir incluyendo pasajes de la historia tlaxcalteca anterior a la conquista, con el fin de que fuera comprensible la salida de las cuatrocientas familias. La representación se convirtió en un evento que se incluyó dentro de la agenda de la Secretaría de Educación del Estado, como una fiesta cívica, a la que asistían los estudiantes de escuelas públicas. Ahora bien, debemos tomar en consideración que la salida de las cuatrocientas familias tlaxcaltecas al norte de Nueva España, como señala Hernández Xochitiotzin, tiene su razón de ser en la importancia de la alianza entre españoles y tlaxcaltecas en la conquista de México-Tenochtitlán:

Es muy interesante el tema de la salida de las 400 familias tlaxcaltecas en el siglo XVI, pero creo que es más interesante el origen de esta representación. Constantemente, desde principios del siglo XIX e inclusive a través del liberalismo en boga, siempre se patrocinó el mito ¡de que los tlaxcaltecas fueron traidores a México! ¿Cuándo México aún no existía? Este estigma en contra de nosotros, los tlaxcaltecas, esta leyenda negra que nos molesta constantemente y que se debe a la falta de información y conocimiento de nuestra historia nacional, nos ocurre con mucha frecuencia fuera de Tlaxcala e inclusive dentro de nuestra entidad, y es lanzada por personas que desconocen este pasaje de nuestra historia. Los tlaxcaltecas no fueron traidores, ¡fueron patriotas que defendieron con gran valor a su tierra, a su nación, del imperialismo tenochca, mal llamado azteca!11 La afirmación de Hernández Xoxhitiotzin nos permite analizar varios aspectos de lo que se ha considerado la traición tlaxcalteca. Por un lado, nos dice

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Hernández, “Escenificación”, p. 47. ISBN: 978-607-9348-75-5

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que el mito de la traición tuvo lugar a principios del siglo XIX y que el entonces liberalismo en boga se encargó de incrementar. Como señalamos arriba, parece que una de las primeras acusaciones provino de pobladores de la misma Tlaxcala, inconformes con la extrema verticalidad del ayuntamiento de la ciudad, y que aprovecharon la coyuntura específica que significó el Congreso Constituyente de 1823-1824 para acusar de traidora a Tlaxcala. Por otro lado nos dice el muralista que el liberalismo en boga se encargó de consolidar el mito. Aquí, debemos remitirnos, más allá de los discursos políticos, a la historiografía misma, que en el siglo XIX jugó un papel fundamental en la construcción de la idea de nación.12 No podemos aquí hacer un recuento de la historiografía de tintes nacionalistas que abundó en el siglo XIX, pero podemos dar un ejemplo ilustrativo. La obra que fue la máxima representante del intento del gobierno por crear una historia nacional fue la enciclopedia publicada en 1880, México a través de los siglos. Ésta, publicada en cinco volúmenes, fue dirigida por Vicente Riva Palacio, y contó con la participación de una serie de personajes especializados en los temas a tratar. Alfredo Chavero fue quien se encargó del primer volumen que corresponde a la “Historia antigua y de la conquista”. Pese a que trata de integrar a México en una historia unificada, la obra tiene la peculiaridad de que da a conocer toda una serie de datos entonces recientemente descubiertos en archivos y bibliotecas, sobre todo de la “historia antigua”, pues en esos momentos se estaban explorando sitios arqueológicos. Veamos entonces qué dice Alfredo Chavero sobre la postura que tomó Tlaxcala en el siglo XVI con respecto al ataque español a México-Tenochtitlán:

Decidióse entonces enviar embajada a Tlaxcalla y proponer perpetua y firme alianza y olvido de los pasados agravios, a condición de unirse todos para expulsar a los españoles. Los señores de Tlaxcalla oyeron a los embajadores mexica y después los hicieron salir para deliberar. Cortés, a su vuelta, había cuidado de ajustar en toda forma alianza con los cuatro señores Maxixcazin, Xicotecatl, Tzihuacoaatl y Tlahuexolozin. Las bases del convenio eran: que le diesen socorro y ayuda de gente, armas y comida para hacer la guerra de México y que él les prometía, en nombre del rey de 12

Véanse los dos volúmenes de la colección Historiografía Mexicana, III. El surgimiento y IV. En busca, publicados por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. ISBN: 978-607-9348-75-5

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España, darles Chololan con sus pueblos, partir con ellos todo lo que se conquistase y ganase, que ellos y sus sucesores quedarían para siempre libres de todo tributo y entregarles la fortaleza que en México se levantara. Natural era por lo mismo que los señores de Tlaxcalla rechazasen la alianza de los mexica, a pesar de que la defendió valerosamente el joven Xicoténcatl Axayacátzin, quien asistía al Consejo como jefe guerrero de los ejércitos del señorío. Por este motivo es general costumbre acusar a los tlaxcalteca de traidores. El error ha consistido en tomar por una sola patria la extensión que forma hoy nuestro actual territorio. En esa tierra había muchas nacionalidades, si así pueden llamarse, de razas diferentes y sin ningún punto de contacto entre sí, y en gran número otras, que aunque procedían de un origen común, constituían gobiernos separados y no pocas veces enemigos. Tlaxcalla no solamente era una nación completamente diversa de México, sino contraria constante e incansable de los pueblos del Anahuac. Llamar a su alianza con los españoles traición, sería lo mismo que decir traidora a España porque se ligó con los ingleses para combatir a las huestes de Napoleón, que eran como ella de la misma raza latina. Confesaremos sí que hubo gran torpeza; los tlaxcalteca debieron comprender que a la pérdida de los mexica era segura la suya y que las promesas de Cortés se desvanecerían como el humo, cuando triunfante conquistador no necesitara ya de ellos: bajo este concepto debemos dar la razón a Xicotencatl el mozo.13 Aunque en el fondo podemos notar una tendencia a ver la historia de México como la que devino de la derrota de los antepasados mexicas, Chavero es claro al decir que “es un error tomar por una sola patria la extensión que forma hoy nuestro actual territorio”. El error que afirma Chavero sería en realidad tomar por una sola nación la extensión del actual territorio, si nos atenemos a cómo definen tanto Lomnitz como Tenorio los conceptos de patria y nación. Otro aspecto interesante de la narración de Chavero es la comparación que se hace de la alianza hispano-tlaxcalteca con la hispano-inglesa para combatir a Napoleón. Pese a la similitud del origen racial latino entre Francia y España, se dio la alianza latino-anglosajona para combatir a Bonaparte. En el momento que Chavero escribió su capítulo para México a través de los siglos el tema racial ocupaba un lugar importante en la discusión de los círculos intelectuales del porfiriato; la influencia de la obra de Herbert Spencer es una constante en la obra de autores mexicanos. Por otro lado, la esencia nacionalista del discurso de 13

Vicente Riva Palacio, México a través de los siglos, México, UAM Azcapotzalco, INAOE, 2007, CD-ROM Tomo I, libro 5, capítulo IX. ISBN: 978-607-9348-75-5

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México a través de los siglos se hace manifiesta al reconocer que hubo una gran torpeza en la decisión de los tlaxcaltecas de aliarse con los españoles, pues su posterior sometimiento estaba garantizado. Podemos decir entonces que en Tlaxcala ocurrió un proceso de construcción de una identidad a lo largo de su historia particular. Siguiendo a Collin, podemos decir que la identidad es subjetiva, relativa y situacional, y la subjetividad misma de la identidad le otorga su carácter de estar socialmente construida.

La

identidad

“selecciona

identificadores,

diferenciadores

y

jerarquizadores” que son constituidos por rasgos diacríticos que son arbitrarios de por sí, es decir, que se seleccionan solo algunos actos y conductas como propios y compartidos, mientras se desechan otros, sólo que con el tiempo y la reiteración, se convierten en condicionantes de la conducta.14

Obviamente [el depositario material de donde se toman estos rasgos característicos] no radica en los sujetos privados y su individualidad. Es preciso buscar el material en un progreso común y este remite a la memoria histórica, que es y siempre será una memoria construida. Memoria que proporciona héroes, antihéroes, arquetipos y prototipos. En los procesos de construcción de la identidad social, la reflexión sobre el pasado ocupa un papel sustantivo. Los identificadores se eligen precisamente, de entre las conductas compartidas, y estas se vinculan y se justifican casi siempre en términos históricos.15 Así es como lo tlaxcaltecas, ayudados por figuras como Hernández Xochitiotzin y diferentes gobernadores de la entidad construyeron una identidad en contraposición a la identidad nacional, que generalizó la percepción de que Tlaxcala había participado del lado español en la conquista de MéxicoTenochtitlán y por lo tanto no había defendido a los primeros mexicanos. En 1982, la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito (CONALITEG), dependiente directa de la Secretaría de Educación Pública, imprimió monografías de todos los estados de la República, que se convirtieron en valioso material de consulta y desembocaron, 20 años después, en la producción de libros de texto 14

Laura Collin Harguindeguy, “Identidad regional y fronteras étnicas: la historia de la conquista según los tlaxcaltecas”, en Scripta Ethnologica, XXVIII (2006), p. 31. 15 Collin, “Identidad regional”, p. 31. ISBN: 978-607-9348-75-5

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regionales para cada entidad en las materias de historia y geografía. Este fue el primer intento oficial de fomentar la historia tlaxcalteca en el estado y, al provenir la iniciativa del gobierno federal, les permitía a los tlaxcaltecas ofrecer su versión de la historia en contraste con la historia nacional. Tlaxcala. Antiguos volcanes vigilan los llanos fue el nombre del primer libro de texto cuya autora fue Mercedes Meade de Angulo, una historiadora local, pero que contó con la participación de historiadores locales y de personalidades como Hernández Xochitiotzin. Al narrar la primera incursión y derrota de los españoles en México-Tenochtitlán, Meade nos dice: Los españoles huyeron hacia Tlaxcala y en el camino murieron casi todos los aliados tlaxcaltecas que los acompañaban. A su llegada fueron bien recibidos. Allí pudieron reponerse de las heridas y además preparar minuciosamente la campaña con la que sitiarían y destruirían finalmente Tenochtitlán. Permanecieron en las casas de Xicohtencatl y Maxixcatzin, con los que Cortés celebró una alianza militar, haciéndoles muchas promesas si obtenía la victoria. Los mexicas, mientras tanto, enviaban embajadores a todos los pueblos solicitando ayuda y alianza en contra de los españoles. Ofrecían a cambio perdónales el pago de tributos y devolverles propiedades. Pero ocurrió que la mayoría de los pueblos se alegraban de contemplar la desgracia de los aztecas, sus tradicionales enemigos. Conocedores de ese sentimiento, los jefes de Tlaxcala se reunieron y decidieron apoyar a los hispanos.16 Para Meade, la alianza no se llevó a cabo sino después de la primera derrota española, pero en ésta ya había algunos aliados tlaxcaltecas. También resulta interesante el modo cómo aborda la alianza: para cuando los mexicas querían aliarse para combatir a los españoles, los demás pueblos estaban alegres por ver derrotado al imperio mexica, que los tenía sometidos. La autora maneja cautelosamente la alianza hispano-tlaxcalteca, sin entrar a la discusión de la traición, pero es muy clara al afirmar que los pueblos, incluido Tlaxcala, estaban hartos y veían con alegría la derrota de los mexicas. Así, con el proceso de descentralización educativa que el gobierno federal llevó a cabo, se abrió una oportunidad para que los tlaxcaltecas se hicieran de los recursos del sistema 16

Mercedes Meade de Angulo, Tlaxcala. Antiguos volcanes vigilan los llanos, México, Secretaría de Educación Pública, 1982, pp. 59-60. ISBN: 978-607-9348-75-5

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educativo nacional, para fomentar la versión de la historia en que sus antepasados jugaban un papel diferente en la conquista de México-Tenochtitlán, cuyo actuar fue crucial para el establecimiento de la nación mexicana y de su particular autonomía histórica.17

Conclusiones La visión tlaxcalteca de la historia ha estado en construcción de manera paralela a la historia nacional, aunque no había tenido el apoyo del gobierno estatal sino hasta mediados del siglo pasado. Tanto Hernández Xochitiotzin como un gran número de personalidades que colaboraron con los gobernadores priístas del estado, en la construcción de la identidad tlaxcalteca en contraposición a la nacional por medio del discurso histórico, participaron de algo que Lomnitz llama “ideología localista”:

El papel de la ideología es crucial en el proceso de construcción de las culturas de relaciones sociales y de los grupos de identidad en base a culturas íntimas.18 La cultura de relaciones sociales no es un idioma o una mitología que pueda considerarse como separada o separable de las culturas íntimas, por otra parte, las fronteras étnicas también suelen construirse sobre la base de culturas íntimas. Al mismo tiempo, y en forma llamativa, la cultura de relaciones sociales tiende a favorecer el punto de vista de la clase regional dominante: ello se debe a que dicha clase suele controlar los marcos de interacción en que se produce la cultura de relaciones sociales que corresponde a unos intereses de clase contrarios, en mayor o en menor medida, a los de la cultura íntima. A estas ideologías que tratan de la naturaleza y de la ubicación de una cultura íntima en la sociedad, las llamaremos “ideologías localistas”.19 La Representación de la salida de las cuatrocientas familias, así como el mural de Hernández Xochitiotizin materializaron la ideología localista, y por ende 17

Alberto Arnaut Salgado, La federalización educativa en México: historia del debate sobre la centralización y la descentralización educativa, 1889-1994, México, El Colegio de México, CIDE, 1998. 18 “Para evitar la confusión que se produce al hablar directamente de culturas de clase, propongo el concepto de ‘cultura íntima’ como el conjunto de las manifestaciones reales, regionalmente diferenciadas, de la cultura de clase. La cultura íntima es la cultura de una clase en un ambiente regional específico”. Lomnitz, “Conceptos para el estudio de la cultura regional”, en Las salidas del laberinto. Cultura e Ideología en el espacio nacional mexicano, México, Joaquín Mortíz, Planeta, 1995, p. 46. 19 Lomnitz, “Conceptos”, en, Las salidas del laberinto p. 53. ISBN: 978-607-9348-75-5

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plantearon una constante resistencia en contra de las ideologías de centralidad, es decir, un discurso de historia nacional planteado desde el centro, como lo es la historia oficial mexicana. Al reelaborar la relación entre Tlaxcala y el centro de poder, en este caso la nación, la elite tlaxcalteca consiguió consolidar y fomentar su ideología localista, la de una Tlaxcala como cuna de la nación, partícipe trascendental del mestizaje y del poblamiento del norte de la entonces Nueva España.20 Por otro lado es importante hacer énfasis en el medio como se construyó y reprodujo el imaginario de la versión tlaxcalteca de la historia. Aquí el mural como lenguaje visual presupone que los significados son creados y negociados dentro de una comunidad que comparte un sistema público de símbolos. El mural de Hernández Xochitiotzin se convirtió en una referencia obligada para la historia de los tlaxcaltecas, por lo que dentro del imaginario social tlaxcalteca, muchos de los pasajes pintados son dados por ciertos, lo que provee una justificación para la conducta de los habitantes. La historia en México como nos dice Tenorio, nació para ser primero exhibida y luego enseñada, dado el conjunto de sociedades heterogéneas que conforman México, por lo que la narración de la versión tlaxcalteca de la historia mediante el mural de Hernández Xochitiotzin ha jugado un papel fundamental en la percepción de la historia tlaxcalteca. Finalmente, sería la construcción de un discurso más abierto por parte de la Secretaría de Educación Pública, con la ayuda de las secretarías estatales mediante la política de descentralización educativa, sumado a la participación de especialistas de varios estados de la república en la elaboración de los libros de texto lo que permitiría, desde una perspectiva del centro, ampliar el horizonte de los hechos históricos a versiones diferentes a las construidas a partir de la necesidad de inventar y consolidar un discurso nacionalista de la historia de México. Por otro lado, correspondería a los tlaxcaltecas, en especial a las elites que conforman esa ideología localista, contribuir desde su trinchera a la construcción de un discurso sobre la historia de Tlaxcala más acorde a las 20

Lomnitz, “El centro, la periferia y la dialéctica de las distinciones sociales en una provincia mexicana”, en Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación en México, México, Planeta, 1999, pp. 151-186. ISBN: 978-607-9348-75-5

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necesidades presentes a nivel local, y enmarcados en la inserción de la entidad en el Estado-nación mexicano. Atrás debería quedar el trauma que provoca la dicotomía entre conquistadores y conquistados, traidores y leales que sigue determinando la historia y el devenir del Estado-nación mexicano, para ser concebido como la nación heterogénea que es. Fuentes utilizadas: Hemerografía: El Sol. El diario Político y Literario, 1823.

Bibliografía: Arnaut Salgado, Alberto, La federalización educativa en México: historia del debate sobre la centralización y la descentralización educativa, 18891994, México, El Colegio de México, CIDE, 1998. Collin Harguindeguy, Laura, “Identidad regional y fronteras étnicas: la historia de la conquista según los tlaxcaltecas”, en Scripta Ethnologica, XXVIII (2006), pp. 21-40. Gibson, Charles, Tlaxcala en el siglo XVI, México, Gobierno del Estado de Tlaxcala, Fondo de Cultura Económica, 1991. Hernández Xochitiotzin, Desiderio, “Escenificación de la salida de 400 familias de Tlaxcala”, en Memoria. Coloquio de teatro de Tlaxcala, Tlaxcala, Gobierno del Estado de Tlaxcala, 1996, pp. 47-51. Lomnitz, Claudio, “Conceptos para el estudio de la cultura regional”, en Salidas del laberinto. Lomnitz, Claudio, “El centro, la periferia y la dialéctica de las distinciones sociales en una provincia mexicana”, en Modernidad indiana. Lomnitz, Claudio, “Ideologías comunitarias en el nacionalismo”, en Modernidad indiana. Lomnitz, Claudio, Deep Mexico, Silent Mexico. An Anthropology of Nationalism, Minnesota, University of Minnesota Press, 2001.

ISBN: 978-607-9348-75-5

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Lomnitz, Claudio, Las salidas del laberinto. Cultura e Ideología en el espacio nacional mexicano, México, Joaquín Mortíz, Planeta, 1995. Lomnitz, Claudio, Modernidad indiana. Nueve ensayos sobre nación y mediación en México, México, Planeta, 1999. Martínez Baracs, Andrea, Un gobierno de indios: Tlaxcala, 1519-1750, México, Fondo de Cultura Económica, CIESAS, Colegio de Historia de Tlaxcala, 2008. Meade de Angulo, Mercedes, Tlaxcala. Antiguos volcanes vigilan los llanos, México, Secretaría de Educación Pública, 1982. Nava Oteo, Guadalupe, Cabildos y ayuntamientos de la Nueva España en 1808, México, Secretaría de Educación Pública, 1973 (SepSetentas, 78). Rajchenberg S, Enrique. y Catherine Héau-Lambert, “La frontera en la comunidad imaginada del siglo XIX”, en Frontera Norte, 19: 38 (2007), pp. 37-61. Rendón Garcini, Ricardo, Breve historia de Tlaxcala, México, El Colegio de México, Fideicomiso Historia de las Américas, Fondo de Cultura Económica, 1996. Riva Palacio, Vicente, México a través de los siglos, México, UAM Azcapotzalco, INAOE, 2007, CD-ROM. Tenorio Trillo, Mauricio, “Del nacionalismo y México. Un ensayo”, en Política y Gobierno, II: 2 (1995), pp. 313-334. Ybarra, Patricia, “Re-imagining Identity and Re-centering History in Tlaxcalan Performance”, en Theatre Journal, 55 (2003), pp. 633-655. En línea: Hernández y Dávalos, Juan E, Colección de documentos para la historia de la guerra de independencia de México de 1808 a 1821, Virginia Guedea y Alfredo Ávila (coord.), México, UNAM, tomo II, 2007 (consultado el 13 de mayo de 2013). http://www.pim.unam.mx/catalogos/juanhdzt2.html

ISBN: 978-607-9348-75-5

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