LA HIPSÍPILA DE ESTACIO LEÍA A EURÍPIDES

June 8, 2017 | Autor: M. Álvarez | Categoría: Intertextualidades literarias
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Descripción

EL TEATRO CLÁSICO EN EL MARCO DE LA CULTURA GRIEGA Y SU PERVIVENCIA EN LA CULTURA OCCIDENTAL

XVI

Universitat de València

TEATRO Y SOCIEDAD EN LA ANTIGÜEDAD CLÁSICA

PALABRAS SABIAS DE MUJERES Francesco De Martino & Carmen Morenilla editores

LEVANTE EDITORI - BARI

Volume pubblicato col contributo di

GRATUV en el marco del Proyecto de Investigación FFI20012-3207 del Miniterio de Economía y Competitividad del Gobierno de España GOBIERNO DE ESPAÑA

MINISTERIO DE ECONOMÍA Y COMPETITIVIDAD

SECRETARÍA DE ESTADO DE INVESTIGACIÓN, DESARROLLO E INNOVACIÓN

e di

ISBN 978-88-7949-622-3 ISSN 1723-4891

Laboratorio Mu.S.A. Dipartimento di Studi Umanistici Università di Foggia

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MARÍA CONSUELO ÁLVAREZ MORÁN & ROSA Mª IGLESIAS MONTIEL Universidad de Murcia

LA HIPSÍPILA DE ESTACIO LEÍA A EURÍPIDES* Abstract: The fragmentary condition of Euripides’ Hypsipyle makes it difficult to establish to what an extent it was used as source by Statius for the Nemean passage in Thebaid IV and V; but the order of events, the nuances and alterations introduced in his epic by the Neapolitan poet reveal that he wanted to use the Euripidean tragedy whether to follow it closely or to improve it, making his innovations more outstanding.

Keywords: Mypsipyle. Euripides. Statius. Thebaid.

El solo hecho de que en la Tebaida dedique Estacio un amplísimo episodio al encuentro que tuvo lugar en Nemea entre Hipsípila y el contingente argivo en su expedición hacia Tebas, es prueba suficiente de que el poeta flavio quería incorporar a su epopeya la tragedia de Eurípides, pues, como recuerdan López Cruces y García González1, hoy día está totalmente aceptada la teoría de Carl Robert de que fue el trágico el que o bien innovó o bien incluyó una versión casi desconocida: la del encuentro. De la deuda contraída por el épico romano hacia el trágico griego fue consciente la crítica, pues, como advierte Cockle2, desde que Grenfell y Hunt publicaron en 1908 el

* Este trabajo se inserta en el Proyecto PI 08846/PHCS/08 (“Literatura Latina y Mitografía y su proyección”), financiado con cargo al Programa de Generación de Conocimiento Científico de Excelencia de la Fundación Séneca-Agencia de Ciencia y Tecnología de la Región de Murcia. 1 J.J. López Cruces & F.J. García González, “Amor y lenguaje sáfico en la Hipsípila de Eurípides”, Teatro y sociedad en la Antigüedad clásica. El logos femenino en el Teatro, F. de Martino & C. Morenilla (eds.), Bari 2012, pp 185-186. Queremos agradecer desde estas líneas la generosidad de los autores al permitirnos conocer este trabajo cuando todavía estaba inédito. A ellos remitimos para la bibliografía sobre la asociación Hipsípila-Siete. 2 W.E.H. Cockle, Euripides. Hypsipyle. Text and Ann. based on a Re-examination of the Papyri, Roma 1987, p. 19.

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P.Oxy. VI 852, que contiene los fragmentos de la perdida Hipsípila, la reconstrucción de la tragedia tiene como apoyatura la epopeya estaciana. Previo al análisis de la relación entre la Hipsípila de Eurípides y la Tebaida de Estacio, juzgamos conveniente hacer unas consideraciones histórico-literarias: bajo Domiciano (81-96 d. C.) florecieron tres grandes cultivadores de epopeya (Valerio Flaco, Estacio y Silio Itálico) y dos de ellos eligieron temas míticos que apenas habían sido tratados en la Literatura Latina, pues de la saga de los Argonautas sólo se contaba con la “traducción” hoy perdida que de la epopeya de Apolonio Rodio había realizado el neotérico Varrón de Átace y de los avatares de la casa de Tebas sabemos por Suetonio (Div. Iul. 56.7) que se ocupó César componiendo un Edipo, pero no conocemos más obras ni completas ni en fragmentos hasta la homónima de Séneca3 que, al igual que la de su modelo Sófocles, no se ocupa de la expedición de los Siete. Valerio Flaco, sin duda el mejor poeta de los tres, quiso superar a su predecesor escribiendo su propia versión de los Argonautica, con lo que se inscribía en una tradición eminentemente épica (tema único, protagonista destacado, etc.) mientras que Estacio, tanto por el tema general cuanto por episodios como el de Hipsípila, demuestra su interés por los argumentos de tragedia. Es sabido que la poesía de la época flavia tiene como referente la epopeya virgiliana, pues la Eneida se convierte desde el mismo momento de su difusión en el paradigma de la narratio épica, razón por la cual Estacio quiere rendirle homenaje, tal como declara en los versos finales de su Tebaida (12.816-817): vive, precor; nec tu divinam Aeneida tempta, / sed longe sequere et vestigia semper adora. Esta mezcla de deseo y admonición, en donde hay una clara profesión de aemulatio, ha movido desde antiguo a los estudiosos a señalar la dependencia de Estacio del Mantuano, evidente por la estructura en doce libros, pero que también se manifiesta en los paralelismos y tratamiento de personajes y situaciones4. No obstante, la lectura completa Véase MªC. Álvarez Morán “El Edipo de Séneca y sus precedentes”, CFC 7, 1974, pp. 182-239. 4 Así se hace en R.Mª Iglesias Montiel,“Estudio Mitográfico de la Tebaida de Estacio”, ANUM 31, 1976, pp. 5-37, resumen del estudio más detallado de la Tesis homónima (Murcia 1974), alojada en http://interclassica.um.es/ investigacion/tesis/estudio_ mitografico _de_la_tebaida_de_estacio/(ver)/1. En los últimos años hay que destacar a R.T. Ganiban, Statius and Virgil. The Thebaid and the Reinterpretation of the Aeneid, Cambridge 2007. 3

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de la sphragís del poema (Theb. 12.810-819), que no tiene precedente en la inconclusa Eneida, permite vislumbrar que las intenciones de Estacio han ido más allá de tener como único modelo el poema virgiliano: durabisne procul dominoque legere superstes, o mihi bissenos multum vigilata per annos Thebai? iam certe praesens tibi Fama benignum stravit iter coepitque novam monstrare futuris. iam te magnanimus dignatur noscere Caesar, Itala iam studio discit memoratque iuventus. vive, precor; nec tu divinam Aeneida tempta, sed longe sequere et uestigia semper adora. mox, tibi si quis adhuc praetendit nubila livor, occidet, et meriti post me referentur honores.

¿Perdurarás tú en la posteridad y serás leída habiendo sobrevivido a tu dueño, oh Tebaida que has supuesto para mí doce años de desvelos? Ya la Fama te ha abierto propicia una ruta fácil y ha comenzado a mostrarte, obra novedosa, a los siglos futuros. Ya el magnánimo César se digna a conocerte, ya la juventud ítala te aprende con ardor y repite tus versos. Vive, te lo ruego, y no intentes rivalizar con la divina Eneida, sino que síguela de lejos y sus huellas siempre adora. Luego, si algún tipo de envidia todavía pone ante ti nubarrones, se disipará pronto y te serán rendidos después de mí merecidos honores.

Además del reto que supone la comparación de su epos con la Eneida, comparación en la que está seguro de salir airoso5, en este epílogo podemos 5 Se amparaba, sin duda, en el éxito que tenía la lectura pública de su obra, según sabemos por Iuv. 7.82-86: curritur ad uocem iucundam et carmen amicae / Thebaidos, laetam cum fecit Statius urbem / promisitque diem: tanta dulcedine captos / adficit ille animos tantaque libidine uolgi / auditur. (Acuden todos corriendo a oír la voz agradable y la poesía de la querida Tebaida, cuando Estacio ha llenado de júbilo a la ciudad prometiéndole un día para su lectura: ¡cautiva e inunda los ánimos con tanta dulzura y le escucha la genta con tanta pasión!. Trad. R. Cortés). S.G. Nugent, “Statius’ Hypsipyle: Following in the Footsteps of the Aeneid”, Scholia 5, 1996, 70, considera que la relación de Estacio y Virgilio hay que entenderla “not in fact as master and apprentice, but virtually as husband and wife”, pero a lo largo del “Estudio mitográfico...” y de la tesis, mencionados en la nota anterior, se destacan aquellos lugares en que es patente la seguridad del poeta flavio de haber superado a su modelo, una idea que viene

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detectar con claridad una importante conexión con la sphragís de Metamorfosis 15.871-8796, con la que coincide no sólo en el número de versos sino también en la expresión del deseo de que la obra sobreviva a su autor, si bien Estacio explicita tal deseo con un interrogante que no tiene la rotundidad de los versos ovidianos y, sobre todo, carece de la fuerza del conclusivo vivam. No obstante, esta adaptación del cierre de Metamorfosis constituye una advertencia de los procedimientos literarios de que se ha servido. En nuestra opinión, “Fama... coepit novam monstrare futuris” significa que esta obra está alcanzando éxito no tanto por ser reciente, recién salida del cálamo, cuanto por ser continuadora de las innovaciones poetológicas que Ovisiendo recurrente pero que ha sido sostenida con mayor vigor en los últimos dos decenios desde que la revitalizara J. Henderson, “Form Remade / Statius’ Thebaid”, Roman Epic, A.J. Boyle (ed.), London 1993, p. 188, y fue inmediatamente acogida por sus discípulos, en especial W.J. Dominik, The Mythic Voice of Statius. Power and Politics in the Thebaid, LeidenNueva York 1994, p. 174, que volvió a insistir en ella (con otras consideraciones poetológicas) en “Following in whose footsteps? The epilogue to Statius’ Thebaid”, Literature, Art, History: Studies on Classical Antiquity and Tradition in Honour of W.J. Henderson, A.F. Basson & W.J. Dominik, (eds.), Frankfurt 2003, pp. 91-109, concluyendo que estos versos pretenden animar al lector a considerar el aspecto intelectual de la Tebaida, especialmente su relación con la temprana poética y la épica y su contribución a estas tradiciones. Cf. también K.F.L. Pollmann, “Statius’ Thebaid and the Legacy of Vergil’s Aeneid”, Mnemosyne 54, 2001, pp. 10-30. Las diversas y a veces opuestas opiniones sobre este epílogo apenas se entreven en el banal comentario de J.W. Joyce, Statius, Thebaid: A Song of Thebes. Masters of Latin Literature, Ithaca 2008, p. 458, donde leemos: “He advises her not to try to surpass the Aeneid divine, that is, not to challenge the Virgilian ‘goddess’ like some foolish mortal in an Ovidian tale, but to walk behind her, a worshipful devote”. 6 Iamque opus exegi, quod nec Iovis ira nec ignes / nec poterit ferrum nec edax abolere vetustas. / cum volet, illa dies, quae nil nisi corporis huius / ius habet, incerti spatium mihi finiat aevi: / parte tamen meliore mei super alta perennis / astra ferar, nomenque erit indelebile nostrum, / quaque patet domitis Romana potentia terris, / ore legar populi, perque omnia saecula fama, / siquid habent veri vatum praesagia, vivam. (Y ya he completado la obra, que ni la cólera de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni el voraz tiempo podrá destruir. Que cuando quiera aquel día, que no tiene ningún derecho a no ser sobre este cuerpo, ponga fin al transcurso de mi insegura vida: sin embargo, en la mejor parte de mí seré llevado eterno por encima de los elevados astros, y mi nombre será imborrable y, por donde se extiende el poderío romano sobre las domeñadas tierras, seré leído por la boca del pueblo, y a lo largo de todos los siglos, gracias a la fama, si algo de verdad tienen los vaticinios de los poetas, viviré). Para los modelos y el significado de estos versos, cf. las notas 1974-1977 de nuestra traducción, Mª C. Álvarez & R.Mª Iglesias, Ovidio. Metamorfosis, Madrid [1995] 201110, pp. 794-795.

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dio, como había anunciado al inicio de su proemio con la expresión “in nova corpora”7, había introducido en su epopeya creando un tipo de épica distinta, que no pretendía rivalizar con la virgiliana, para lo cual había llevado a una gran perfección la mezcla de géneros y de modelos, sobre todo dotando de ropaje épico a múltiples tragedias, en especial las euripídeas8. Por tanto, de este epílogo se deduce claramente la fidelidad a la Eneida, pero también una forma de adhesión al nuevo tipo de epos del que las Metamorfosis son paradigma9. De raigambre ovidiana10 es la fusión de epos y drama que se opera en los libros IV y V de Tebaida cuando los argivos en su expedición contra Tebas se encuentran con la lemnia Hipsípila, a la sazón nodriza de Ofeltes el hijo de Licurgo, rey de Nemea, para cuyo relato, como decíamos, Estacio se ha valido de la Hipsípila de Eurípides conjugándola con la versión épica de la llegada de los Argonautas a Lemnos en un momento en que la isla está habitada sólo por mujeres11. En lo que a la presencia de la traVéase nuestra argumentación en “La odiseica ‘Eneida’ de las Metamorfosis”, CFC(L) 29, 2009, pp. 6-7. 8 Esta fue la hipótesis que nos sirvió de hilo conductor en “Poética ovidiana”, Dulces Camenae. Poética y Poesía Latinas, J. Luque et alii (eds.), Jaen-Granada 2012, pp. 75-94; para un estudio particular, cf. MªC. Álvarez Morán & R.Mª Iglesias Montiel, “Hécuba, mater orba (Ov. Met. XIII 399-575)”, Koinòs lógos vol. I, M. Valverde et alii (coords.), Murcia 2006, pp. 35-50, y “La tragedia de las mujeres troyanas en las Metamorfosis de Ovidio”, Norma & transgressâo II, C. Soares et alii (eds.), Coimbra 2011, pp. 115-152. 9 Es communis opinio la influencia de Ovidio en Estacio, como se puede ver en la bibliografía recogida en nuestros trabajos. De entre los más recientes, destacamos el artículo de A. Keith, “Ovidian Personae in Statius’s Thebaid”, Arethusa 35, 2002, pp. 381-402, en donde recuerda cómo D. Vessey, Statius and the Thebaid, Cambridge 1973, p. 120 ya establecía que la Tebaida es un carmen perpetuum, al igual que las Metamorfosis; por otra parte C. Newlands, “Statius and Ovid: transforming the landscape”, TAPA 134, 2004, pp. 133-155, se interesa por cómo Estacio adapta el paisaje ovidiano en tres episodios de los libros IV, VI y IX. 10 Es evidente que en la Eneida se combinan ambos géneros, pero es en las Metamorfosis donde con más profusión se detectan los intertextos épico-trágicos. 11 Sobre las fuentes, los paralelismos del episodio y las diferentes perspectivas de análisis, cf. R.Mª Iglesias Montiel, “Estudio Mitográfico...”, pp. 16-18, y las pp. 226-290 de la Tesis homónima. Un estudio más reciente es el que J.L. Kenyeres hizo en las pp. 9-52 de The Nemean Episode in Statius’ Thebaid, tesis defendida en 2001 en la Universidad de Calgary y que se puede consultar en http://dspace1.acs.ucalgary.ca/bitstream/1880/ 41204/1 /2001_Kenyeres.pdf; en ella dedica las pp. 16-28 a la influencia de la Hipsípila de Eurípides y en la p. 20 señala las diferencias, sin aportar novedades a lo que en trabajos anteriores de críticos estacianos, incluidos los nuestros, ya había sido señalado. 7

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gedia se refiere, negaba que hubiera tenido una impronta significativa Vessey12, en tanto que la mayoría de los estudiosos, incluído Bond (el primer editor de la fragmentaria Hipsípila), la defienden como modelo significativo del episodio nemeo de la Tebaida. En nuestra opinión, el poeta flavio conjuga todas sus fuentes de una manera tal, que no quiere dejar ninguna de lado, por lo que un mismo lector puede llegar a conclusiones distintas y defender la preeminencia de un modelo sobre otro, para, en una lectura posterior, matizar su opinión inicial. Ésa es la razón del título de esta contribución, porque la lectura de la tragedia de Eurípides ha llevado al poeta de Nápoles a introducir matices y cambios que sólo se entienden si se lee la Hipsípila euripídea; su estado muy fragmentario13 no nos permite saber hasta qué punto ha sido el hilo conductor para el desarrollo del pasaje estaciano, pero sí podemos deducir que en ella estaba, y en ese orden, una referencia a la ayuda que Baco prestó a su hijo Toante cuando Hipsípila lo salvó de la masacre de las lemnias, un recuerdo a cómo Orfeo entonaba un bello canto cuando la Argo se acercaba a Lemnos, la presencia de Euneo y Toante en Nemea, la petición de Anfiarao de que le muestre una corriente de agua para un sacrificio, la consternación que supone la muerte de Ofeltes víctima de una serpiente, relatada por un mensajero o por la propia Hipsípila14, el deseo de Eurídice, la madre del niño, de castigar a la nodriza, la intercesión de Anfiarao, la instauración de los juegos nemeos y el reconocimiento entre Hipsípila y sus hijos. Es innovación estaciana que la sequía, que formaba parte desde antiguo de la leyenda y tenía un papel muy importante en las versiones épicas de los Siete contra Tebas, fuera provocada por Baco, que impetra de los dioses de las aguas (5.684-717) que sean privados de todo su caudal los ríos de la Argólide, en especial los de Nemea salvo el Langia. Tal novedad, que adelanta la importancia que se le va a otorgar al dios tebano en el episodio nemeo, tiene características propias de la epopeya, pero, imitando un proce12 D.W.T.C. Vessey, “Notes on the Hypsipyle episode in Statius’ Thebaid 4-6”, BICS 17, 1970, pp. 44-54. 13 Para su reconstrucción nos servimos de las dos ediciones comentadas de la obra de Eurípides, fundamentalmente de la de G.W. Bond, Euripides. Hypsipyle, Oxford [1963] 1969, quien en la “synopsis of reconstruction” de la p. 6 indica el orden de los fragmentos que comentará, y ocasionalmente de la de W.E.H. Cockle. Para la numeración de los fragmentos seguiremos la edición de R. Kannicht, Tragicorum Graecorum Fragmenta, vol. 5, Göttingen 2004, con los correspondientes paralelismo de la de Bond. 14 Así lo postula Cockle, op. cit., 40 y 158.

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dimiento usual en las Metamorfosis, Estacio, con el negativo nondum, adelanta lo que podríamos llamar la hypothesis de una tragedia sobre OfeltesArquémoro (4.725-729), cuya muerte dará lugar a la institución de los Juegos Nemeos, que se celebraban cada tres años y en los que los participantes se revestían de negros ropajes: nondum illi raptus dederat lacrimabile nomen Archemorus, nec fama deae; tamen avia servat et nemus et fluvium; manet ingens gloria Nympham, cum tristem Hypsipylen ducibus sudatus Achaeis ludus et atra sacrum recolet trieteris Ophelten.

El renombre provocado por las lágrimas todavía no se lo había dado a él (sc. el Langia) Arquémoro sin vida, a la diosa la fama; sin embargo, inaccesible, salvaguarda el bosque y el caudal; una gran fama aguarda a la ninfa, cuando el certamen en el que se afanen los caudillos Aqueos rememore a la afligida Hipsípila y el negro festival trietérico al sagrado Ofeltes.

En estos versos tenemos otro ejemplo de cómo Estacio utiliza procedimientos que nos resultan familiares en el Ovidio épico: obligar a su audiencia a reconocer una prolepsis que había pasado desapercibida y que sólo se detecta tras repetidas lecturas; la aparentemente ambigua expresión fama deae no suele reclamar la atención de los comentaristas y estudiosos de la Tebaida; los editores15, por su parte, parecen entenderlo de manera distinta según la puntuación del texto: si no establecen la pausa (como Garrod, Lesueur o Hall), se deduce que entienden que tanto la muerte de Arquémoro como la fama de la diosa le dieron renombre al Langia e incluso piensan, como Lesueur refleja en su traducción16, que la deae es la divinidad fluvial; Hemos manejado las edicioners de H.G. Garrod, P. Papini Stati, Thebais, Achilleis, Oxonii 1906; J.H. Mozley, Statius, Thebais, Achilleis, London 1928; A. Klotz & Th. Klinnert, Statius, Publius Papinius, Thebais, Lipsiae 1973; R. Lesueur, Stace, Thébaïde, Paris 19901994; J.B. Halle, A.L. Ritchie & M.J. Edwards, P. Papinius Statius, Thebaid and Achilleid, Newcastle 2007. 16 “La disparition d’Archémore ne lui avait pas encore donné son douloureux renom et ce n’était pas encore une divinité fameuse”, que es la misma interpretación que hiciera en su día D. Nisard en su edición bilingüe de la colección F. Didot: “Archémore, enlevé à la lumière, ne lui avait pas encore donné son nom lamentable, elle n’avait pas encore la renommée d’une déesse”. Cf. D. Nisard, Stace, Martial, Manilius....., Paris 1865, p. 155. 15

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pero si hay separación, la estructura simétrica de “illi Archemorus – fama deae” hace que nos ratifiquemos en la opinión que ya propugnáramos17: la Fama le da mayor renombre a Venus, instigadora de la masacre de las Lemnias, puesto que ve colmada su venganza con la muerte del pupilo de Hipsípila, según la entristecida heroína reconocerá en 5.620-622 y ratificará en 5.628; a ello habremos de volver infra. De los antecedentes que provocan esta desgracia, lo que constituiría la primera parte de la hypothesis de esta especial tragedia de Estacio, hablará el poeta al recordar la sequía provocada por Baco y sobre todo al describir el aspecto que tiene Hipsípila cuando los argivos la encuentran en medio del bosque en 4.739-745: tandem inter silvas - sic Euhius ipse pararat errantes subitam pulchro in maerore tuentur Hypsipylen; illi quamvis et ad ubera Opheltes non suus, Inachii proles infausta Lycurgi, dependet - neglecta comam nec dives amictu -, regales tamen ore notae, nec mersus acerbis extat honos.

Finalmente, en medio del bosque -así lo había dispuesto el propio Evio- errabundos contemplan de improviso a Hipsípila, bella en su profunda tristeza; aunque de su mama pende Ofeltes, que no es suyo, aciaga descendencia del Inaquio Licurgo -descuidada en su peinado y con pobres ropajes-, sin embargo hay marcas de realeza en su rostro y su dignidad no está absorbida por la amargura.

Si nuestra interpretación es correcta, Estacio, que aparentemente sigue la versión “épica”, tiene en mente la párodos de Hipsípila, que evoca la genealogía y doloroso pasado de la nodriza mientras ésta sostiene al pequeño Ofeltes en brazos, para preparar el escenario trágico. En el drama de Eurípides, el encuentro de todos los argivos con la nodriza no es lo que inicia la obra sino que, después de la presencia de Euneo y Toante, es Anfiarao el que, al ver elevarse el palacio en la llanura de Nemea, se dirige hacia allí

R.Mª Iglesias & MªC. Álvarez, “El treno de Hipsípila en la Tebaida de Estacio”, Actas del XI Congreso Español de Estudios Clásicos vol II, Madrid 2005, pp. 899-901. 17

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y se encuentra con Hipsípila, a quien le ruega, sea esclava o no, le diga de quién es la mansión (fr. 752 h Kn = I, iv Bond, 20-25); en el diálogo que entablan, Hipsípila le informa de que pertenece a Licurgo (26-28) y Anfiarao le confía la necesidad que tiene de conseguir agua fluyente para las celebraciones rituales (29-30), lo que presupone que Hipsípila sale con él para acompañarlo hasta el Langia. Destaquemos que Vessey18 justifica las diferencias entre ambas obras por la necesidad de la tragedia de someterse a un escenario, de ahí que Hipsípila esté a la puerta del palacio de Licurgo. Por su parte Aricò19, uno de los mayores defensores de la influencia de Eurípides en Estacio, sostiene que el importante papel que Anfiarao tiene en la tragedia lo asumirá Adrasto en la Tebaida, puesto que es el jefe de la expedición argiva. En nuestra opinión, que Anfiarao busque agua corriente muy bien puede estar motivado por la escasez de agua en los campos que recorre y, aunque no se hable de ello en los fragmentos conservados de la Hipsípila, sí podría estar en el drama. Por otra parte, es digno de atención el comienzo del diálogo entre el anciano rey de Argos y la nodriza de Ofeltes: las palabras del Adrasto estaciano, poniendo de manifiesto que los argivos marchan a destruir Tebas pero se encuentran sometidos a una cobarde inactividad a causa de la sed que se ven obligados a soportar (753-755), pueden ser un eco de las de la Hipsípila, fr. I, iv de Bond, vv. 31-32, donde Anfiarao dice a la protagonista del drama que el agua mueve a los ejércitos. Con todo, acto seguido vuelve Estacio a la tradición épica, pues el caudillo argivo le hace a Hipsípila la promesa de que si les concede lo que piden, si arrasan Tebas y vuelven victoriosos a su patria, le ofrecerán grandes despojos y sacrificios con tantas víctimas de los rebaños argivos como guerreros haya salvado de la muerte a la que estaban abocados por la sed (4.756-764). Hipsípila, al modo de la Sibila de Metamorfosis a Eneas (14.130-131) pero también recordando que Anfiarao la había abordado en la tragedia mencionando su posible esclavitud (752 h Kn = fr. I, iv 22-23 Bond: kaiv s j, ei[te douvlh toi'sd≠ ejfevsthka~ dovm[oi~ / ei[t≠ oujci; dou'lon sw'm≠ e[cous≠, ejrhvsomai...), les hace saber que no es ninguna divinidad e intenta iniciar el relato de su historia, como en Eurípides20 (madre sin hijos, nodriza de un extraño, Art. cit. p. 48. G. Aricò, “Stazio e l’Ipsipile euripidea. Note sull imitazione staziana”, Dioniso 24, 1961, p. 59. 20 Los versos 770-772 tienen una cierta reminiscencia del prólogo de la Hipsípila, según Vessey, art. cit. p. 50. 18 19

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sin saber qué ha sido de los suyos); trata de empezar a decir cuál es su patria y quién su padre, pero se interrumpe para llevarlos a la corriente del Langia. Y aquí de nuevo combina Estacio sus modelos, teniendo buen cuidado de no olvidar la sucesión de acontecimientos que lee en la tragedia. El desencadenante de la misma es la decisión de la nodriza de depositar en el césped al pequeño Ofeltes, quien, al sentirse solo y deseoso de mamar, trata de avanzar apoyándose en su frente, llama a su nodriza con sonidos mal articulados e, inconsciente de los peligros que le acechan, vaga a través del bosque (4.786793): At puer in gremio uernae telluris et alto gramine nunc faciles sternit procursibus herbas in uultum nitens, caram modo lactis egeno nutricem plangore ciens iterumque renidens et teneris meditans uerba inluctantia labris miratur nemorum strepitus aut obuia carpit inscius et uitae multum securus inerrat, Pero el niño en el regazo de la tierra en su primaveral esplendor y en medio del tupido césped, ora aplasta las hierbas flexibles en sus esfuerzos por avanzar apoyándose en la frente, ora, con un llanto que echa en falta la leche, llamando a gritos a su querida nodriza, volviendo a sonreír y ensayando algunas palabras mal articuladas con su tierna boca, se admira de los ruidos del bosque o inconsciente coge lo que está a su alcance y libre de preocupación por su vida, vaga por aquí y por allá.

Compartimos la opinión de Bond21 quien, en la misma línea que Reussner, Piehn o Aricò22, considera que estos versos están inspirados en el fragmento 754 Nauck23 de la Hipsípila de Eurípides:

Op. cit. p. 92. C. Fiehn, Quaestiones Statianae, Berlin 1917, p. 65; A. Reussner, De Statio et Euripide. Halle 1921, p. 43; G. Arico, art. cit. p. 64. 23 Así como Nauck, Bond y Cockle mantienen las dos primeras líneas como de Eurípides, Kannicht las considera de Plutarco, que ha transmitido el fragmento en De amic. multit. 2, 93C-D. 21

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eij~ to;n leimw'na kaqivsa~ e[drepen, e{teron ejf≠ eJtevrw/ aijrovmeno~ a[greum≠ ajnqevwn hJdomevna/ yuca/' to; nhvpion a[plhston e[cwn Pero ello no significa que estemos en desacuerdo con lo que afirmara Vessey24 de que estas líneas son variantes intencionales de 1.582-584, donde el narrador lamenta que la cuna que tuvo Lino no era la que merecía sino el césped y la hierba: non tibi digna, puer, generis cunabula tanti gramineos dedit herba toros et uimine querno texta domui25

Como cuna nada digna de tan gran linaje, la hierba te ha proporcionado, niño, un lecho de césped y una morada de entramado de ramas de encinas.

Además de las razones de Vessey26, que insistía en que los versos del libro IV rememoraban los del libro I, nosotras vemos una vez más otra adopción de las técnicas de Ovidio, pues pensamos que la apóstrofe a Lino con la que el poeta interviene en la narración tiene el mismo carácter que las prolépticas utilizadas por el Sulmonés para anunciar que se avecinan graves desgracias27; pero, yendo más lejos que su modelo, no se limita a adelantar lo que le va a ocurrir a Lino, destinatario de la apóstrofe, sino que anuncia el desgraciado Art. cit. p. 50. El modelo sería Calímaco, fr. 27 Pfeiffer de los Aetia, que también incluye una apóstrofe a Lino: a[rne~ toi, fivle kou're, sunhvlike~, a[rne~ eJtai'roi / e[skon ejniauqmoi; d≠ aujliva kai; botavnai. 26 A ellas nos adheríamos en R.Mª Iglesias, “Dos pasajes de la Tebaida. de Estacio”, ANUM 37, 1980, pp. 17-45, donde veíamos las razones de por qué han de entenderse relacionados el pasaje de Lino y Corebo de 1.557-667 y el de Ofeltes-Arquémoro de 5.499-750, en especial el tipo de muerte que sufrieron, pues el paralelismo entre ellos tiene la misión de coadyuvar a la unidad de la epopeya gracias al simbolismo que comportan: sus muertes presagian el fracaso de la expedición argiva; también las resume J.L. Kenyeres, op. cit. pp. 92-95, y con mayor brevedad J.W. Joyce en su comentario. 27 Cf. MªC. Álvarez & R.Mª Iglesias, “Injerencia de Ovidio en algunos relatos de las Metamorfosis”, MD 45, 2000, pp. 88-90. 24 25

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final del otro niño que aparece en la Tebaida, Ofeltes, cuya muerte, como veremos, lamentará Estacio en 5.534-540 valiéndose de otra apóstrofe (quis tibi, parve, deus...), lo que es significativo como elemento de unión entre los dos niños. La fusión de epos y drama es más patente en el libro V de la Tebaida cuando, a petición de Adrasto, Hipsípila cuenta su historia, dándole absoluta primacía a la llegada de los Argonautas a Lemnos; la razones de que en la isla no haya hombres ya las habían explicado las epopeyas de tema argonáutico, en especial la de Apolonio; no obstante, no está en boca de Hipsípila el relato28, como tampoco lo está en Valerio Flaco; en cambio, Estacio, queriendo que se entienda que la narración de Hipsípila tiene para la Tebaida la misma importancia que la de Eneas ante Dido en Eneida29, hace que la lemnia responda a la petición de Adrasto (5.29 s.): “inmania uulnera, rector, / integrare iubes”, lo que es un claro eco del “infandum, regina, iubes renovare dolorem” de Aen. 2.3, pero dejando entrever el influjo de Ovidio30, porque, igual que la Musa de Met. 5.333 s. (sed forsitan otia non sint, / nec nostris praebere vacet tibi cantibus aures? ¿Pero quizás no estés libre de ocupaciones, ni tengas tiempo para prestar oído a nuestros cantos?), Hipsípila piensa que sus interlocutores no tienen tiempo para escucharla y son éstos los que insisten; paralelismo mucho más estrecho que el que hay con la pregunta de los troyanos a Sinón de Aen. 2.74 s. (hortamur fari quo sanguine cretus, / quidve ferat; memoret ... le exhortamos que diga de qué sangre ha nacido, o qué trae; que recuerde ...), la interrupción de Sinón en Aen. 2.102 s. (quidve moror? si omnis uno ordine habetis Achivos, / idque audire sat est.... ¿Por qué me detengo? Si tenéis en un mismo rango a todos los Aqueos y es suficiente oír 28 Hipsípila dice a Jasón que los lemnios han optado por vivir en Tracia en 1.798-826, ofreciendo una vaga y falseada explicación, que contrasta con el relato de la masacre que el poeta ha hecho en 1.609-626, incluido el salvamento de Toante. 29 Ese paralelismo vuelve a poner de relieve la poca fiabilidad que deben merecer al lector/oyente los relatos que sobre experiencias propias hacen los narradores, tal como apuntaron S.G. Nugent, art.cit. pp. 46-71; W.J. Dominik, “Ratio et Dei: Psychology and the Supernatural in the Lemnian Episode”, Studies in Latin Literature and Roman History 8, C. Deroux (ed.), Bruselas 1997, pp. 29-50; S. Casali, “Impius Aeneas, Impia Hypsipyle: Narrazioni Menzognere dall’Eneide alla Tebaide di Stazio”, Scholia 12, 2003, pp. 60-68. Más reciente es el análisis que R.T. Ganiban hace en el cap. 4 (“Hypsipyle’s narrative of nefas”) de su op cit. pp. 71-95. 30 Para C. Newlands, art.cit. pp. 141-142, el influjo de Ovidio reside sobre todo en la utilización de una narradora interna femenina y en la descripción del paisaje de Nemea.

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esto ...) y el interés que tal interrupción provoca en su audiencia (105: ardemus scitari et quaerere causas, ardemos en deseos de saber y de preguntar los motivos). Estacio en boca de Hipsípila relata extensamente31 a los argivos (5.29498) los dos grandes episodios que la lemnia protagoniza en toda la tradición: el nefas de Lemnos y la llegada de los Argonautas; narra el furor que domina a las mujeres lemnias, instigadas por Polixo, la primera víctima de la locura insuflada por Venus, y la decisión de matar a todos los hombres, nefas que Hipsípila describe a la manera ovidiana, en una clara relación intertextual con la “Perseida” y la Centauromaquia; también refiere cómo ella misma salvó a su padre de la matanza acordada con la ayuda de Baco; a continuación informa de la llegada de los Argonautas a Lemnos, con el tópico del catálogo de héroes y con la novedad de la inclusión del motivo épico de la descripción de una tempestad, en el momento mismo en que la Argo intenta acercarse a la costa; recuerda la descendencia habida de su unión con Jasón, el descubrimiento por parte de las lemnias de que Hipsípila no había matado a su padre y la apresurada huida de la reina que, al no contar en esta ocasión con la ayuda de Baco, es apresada por unos piratas que la venden como esclava32. Como señalan López Cruces y García González, la nave Argo, símbolo del amor de Jasón, ocupa en la tragedia por completo la mente de la lemnia; así se desprende de la pregunta que le hace el coro (752f Kn = I ii Bond, 1921): 31 Tal vez sea su extensión lo que determinara no estar incluido en la monografía de W.J. Dominik, Speech and Rhetoric in Statius’ Thebaid, Hildesheim 1994. Tampoco encuentran acomodo el pasado y el presente de Hipsípila, y cuando la citan es una especie de preterición, en los estudios de C. Criado, La teología de la Tebaida estaciana. El anti-virgilianismo de un clasicista, Hildesheim 2000 y el mucho más reciente de F. Bessone, La Tebaide di Stazio: epica e potere, Pisa-Roma 2011. Un somero análisis sobre Hipsípla se lee en F. Delarue, Stace, poète épique. Originalité et cohérence. Louvain-Paris 2000, pp. 333-337, y ha sido motivo de estudio en dos tesis doctorales canadienses: la citada de J.L. Kenyeres, de 2001, y la de K.G. Gervais, Dealing with a Massacre Spectacle, Eroticism, and unreliable Narration in the Lemnian Episode of Statius’ Thebaid, Ontario 2008, alojada en http://qspace.library.queensu.ca/bitstream/1974/1241/1/Gervais_Kyle_G_200806 _MA.pdf; sobre el episodio de la muerte de Ofeltes-Arquémoro, el investigador de Groningen J. Soerink, tiene previsto, según nos ha comunicado, defender en 2013 su Tesis Opheltes-Archemorus. P. Papinius Statius Thebaid 5.499-753 with Introduction and Commentary. 32 De todo ello hará más adelante la propia Hipsípila un resumen en 5.608-635.

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h\ ta;n ≠Argw; ta;n dia; sou' stovmato~ ajiei; klh/zomevnan penthkovnteron a[[i]dei~ De ello es consciente Estacio y, por eso, los primeros versos del relato autoexculpatorio de la narradora interna, son una descripción de Lemnos, que viene precedida por una sentencia del poeta, clara variante del virgiliano renovare dolores (5.48-51): dulce loqui miseris veteresque reducere questus. incipit: ‘Aegaeo premitur circumflua Nereo Lemnos, ubi ignifera fessus respirat ab Aetna Mulciber’;

Dulce es hablar para los desgraciados y rememorar sus antiguos dolores. Comienza: ‘Lemnos, circundada de olas, es oprimida por el egeo Nereo, donde Vulcano, agotado desde el Etna preñado de fuegos, viene a recuperar el aliento’.

Ya defendió Aricò33 que estos versos están relacionados con otros, también del coro, que encontramos un poco más adelante (752f Kn = I ii Bond, 25-28): mnamosuvna dev soi ta'~ ajgciavloio Lhvmnou, ta;n Aijgai'o~ eJliv[s]swn kumoktuvpo~ ajcei'É Después se extiende en la descripción de la masacre que hemos resumido supra, en la que, también según Aricò34, el hecho de que en las epopeyas de Apolonio, Valerio y Estacio las lemnias maten a los hombres durante su sueño (que en los poetas romanos sigue al festín), es un eco de unos versos del diálogo de la nodriza con Euneo (fr. 759a 1597-1599 Kn = 64, 76-78 Bond):

33 34

Art. cit. p. 65. Art. cit. p. 62.

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ijw; tevkn≠, oi|av te Gorgavde~ ejn levktroi~ e[kanon eujnevta~ Novedoso en la epopeya es lo referente a la intervención de Baco en 5.265-28935. La aparición del dios, que no procede de Apolonio, puede estar inspirada, aunque el estado del texto no permite llegar a una conclusión definitiva, en la Hipsípila de Eurípides (fr. 759a, 1626-1627 = 64, 105-106 Bond)36: (Eu[n.) Qova~ [k]omivzei so;~ path;r †duoin tevknw†. (ïUy.) h\ ga;[r] sevs[w]t[a]iÉ (Eu[n.) Ba[k]c[ivou] ge mhcanai'~.

La crítica coincide en que la actuación de Baco en la tragedia a favor de su hijo Toante también habría influido en Valerio Flaco pese a que en Argonautica no se habla de la actuación directa de Baco, sino tan sólo de que Hipsípila, tras rogar a su padre que emprenda la huida, lo conduce a su templo, para que se esconda durante la noche y suplica que lo proteja; viste a Toante con ropaje báquico y, haciendo creer que es una estatua de la divinidad, facilita su huida (Arg. 2.249-295). Pero Estacio desarrolla lo afirmado o sugerido en la tragedia y, mezclando los procedimientos compositivos de ambos géneros y siguiendo las huellas de Ovidio, presta su voz a una mujer que reproduce las palabras de un personaje masculino, como Galatea las de Polifemo (Met. 13.789-869) o la sierva de Circe las de Pico (14.378-381) y lo refleja así en 5.265-289: “tunc primum sese trepidis sub nocte Thyoneus detexit, nato portans extrema Thoanti subsidia, et multa subitus cum luce refulsit. agnoui: non ille quidem turgentia sertis tempora nec flaua crinem distinxerat uua: nubilus indignumque oculis liquentibus imbrem 35 Así lo sostuvimos en MªC. Álvarez & R.Mª Iglesias, “Voces femeninas en la épica latina”, Ponencia de Literatura Latina, XIII Congreso Español de Estudios Clásicos (Logroño, 18-22 de julio de 2011), de lo que son deudoras las líneas que siguen. 36 El propio G.W. Bond lo defiende en la p. 135 de su edición.

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adloquitur: ‘dum fata dabant tibi, nate, potentem Lemnon et externis etiam seruare timendam gentibus, haud umquam iusto mea cura labori destitit: absciderunt tristes crudelia Parcae stamina, nec dictis, supplex quae plurima fudi ante Iouem frustra, lacrimisque auertere luctus contigit; infandum natae concessit honorem. accelerate fugam, tuque, o mea digna propago, hac rege, uirgo, patrem, gemini qua bracchia muri litus eunt: illa, qua rere silentia, porta stat funesta Venus ferroque accincta furentes adiuuat - unde manus, unde haec Mauortia diuae pectora?-: tu lato patrem committe profundo. succedam curis’. ita fatus in aera rursus soluitur et nostrum, uisus arcentibus umbris, mitis iter longae clarauit limite flammae. qua data signa, sequor; dein curuo robore clausum dis pelagi Ventisque et Cycladas Aegaeoni amplexo commendo patrem.

Entonces por primera vez a los que temblábamos en la noche se hizo visible Tioneo, que llevaba los auxilios postreros a su hijo Toante, y al punto brilló con un gran resplandor. Lo reconocí; ciertamente él no había adornado con guirnaldas sus sienes hinchadas ni su cabello con uva bermeja; sombrío y con los ojos que manaban lluvia indigna de un dios dice: ‘Mientras el destino te daba a ti, hijo, la poderosa Lemnos y también preservar a la que habría de ser temible para pueblos extranjeros, nunca mi cuidado faltó a tu justo esfuerzo; las siniestras Parcas han desgarrado los crueles hilos de su rueca y ni con las palabras que en gran número suplicante proferí en vano ante Júpiter ni con las lágrimas que derramé se consiguió alejar el dolor; a su hija le ha concedido este inenarrable honor. Apresurad la huida y tú, oh ilustre progenie mía, doncella, dirige a tu padre por aquí, por donde los dobles muros avanzan como brazos hacia la costa; en aquella puerta, en la que crees que hay tranquilidad, se yergue Venus siniestra y ceñida de espada presta su ayuda a las enloquecidas mujeres. ¿De dónde le vienen a la diosa las manos, de dónde ese coraje propios de Marte? Tú confía tu padre al vasto mar. Yo te reemplazaré en tus cuidados.’ Habiendo hablado así, de nuevo se desvanece en el aire e, impidiendo las sombras la visión, propicio iluminó nuestro camino con un sendero de abundante fuego. Sigo por donde las señales marcadas; después a mi padre, encerrado en un cóncavo navío lo encomiendo a los dioses del mar y a los Vientos, también a Egeó(n) que abraza las Cícladas.

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Vessey, que no tuvo en cuenta las posibles influencias de la Hipsípila, defendía que quizá Estacio se basó en la alusión de Valerio Flaco al templo de Baco para así dar al dios un papel principal en su narración. Pero, además, pensaba que sigue muy de cerca a Virgilio en la huida de Eneas de Troya37. Nosotras no vemos tan clara esa estrecha relación, pues, si bien es cierto que hay muchas similitudes entre el libro II de Eneida y el relato de Hipsípila, no creemos que la salvación de Toante y la de Anquises tengan paralelismo, como tampoco la aparición de Héctor es comparable a la de Baco, pues Héctor tan sólo aconseja al caudillo Eneas que se marche de Troya, mientras Baco aconseja y promete ayuda. En cuanto al posible influjo de Valerio Flaco, sí estamos de acuerdo con Vessey; Estacio se basa en la protección que Hipsípila pide al dios en los Argonautica para hacer a Baco copartícipe de la salvación de Toante. También creemos que ha influido en esto la Eneida en general, pues del mismo modo que Venus trata siempre de proteger a Eneas, su hijo, de los peligros que le acechan, Baco se preocupa por su descendencia. Pero, en nuestra opinión, sobre todo Estacio trataría de presentar este episodio, ya relatado por su contemporáneo Valerio Flaco y conocido por sus oyentes, con las suficientes variantes para atraer la atención hacia sus versos. De ahí que, aquí como en el resto de su epopeya, encontremos nuevos ingredientes del mito, destinados a conseguir un especial interés38. Al igual que en las epopeyas argonáuticas, no hay un gran lapsus temporal entre la masacre, la entronización de Hipsípila, y la llegada de los Argonautas: “el año anterior” según Apolonio (paroicomevnw/ lukavbanti, 1.610), impreciso en el libro II de Valerio Flaco; pero influjo indudable de la tragedia es el recuerdo que tiene la lemnia de cómo percibió la aproximación de la nave a la isla en 5.340-345: ast ubi suspensis siluerunt aequora tonsis, mitior et senibus cygnis et pectine Phoebi vox media de puppe venit, maria ipsa carinae accedunt. post nosse datum est: Oeagrius illic acclinis malo mediis intersonat Orpheus remigiis tantosque iubet nescire labores. Art. cit. p. 47 y op. cit. p. 176. Todas estas anotaciones provienen de R.Mª Iglesias, op. cit. pp. 259-260. A los paralelismos entre Eneida y Tebaida en este pasaje, dedica R.T. Ganiban el apartado “Bacchus and the Virgilian Venus”, op. cit. pp. 82-86. 37

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Pero cuando el mar guardó silencio al estar en alto los remos, más dulce que los cisnes moribundos y que la lira de Febo, una voz llega desde el centro de la nave; las propias olas se acercan al navío. Después tuvimos la oportunidad de conocerlo: allí el hijo de Eagro, Orfeo, apoyado en el mástil, canta en medio de los remeros y les ordena ignorar sus peligrosos trabajos.

En efecto, por más que el canto de Orfeo sea importante en la epopeya de Apolonio, se ve la huella del fr. 752g 8-14 Kn =I iii 8-15, Bond) en que la lemnia, dialogando con el coro, evoca el momento de la llegada de la nave Argo y el lastimero canto de la cítara de Orfeo: mevsw/ de; par≠ iJstw'/ ≠Asia;~≠ e[legon ijhvion Qrh'/ss≠ ejbova kivqari~ {≠Orfevw~} makropovlwn pituvlwn ejrevtaisi keleuvsmata melpomevna, tovte me;n tacuvploun, tovte d≠ eijlativna~ ajnavpauma plavta[~] El colorido épico se ve intensificado por la novedad que introduce Estacio, pues ningún otro autor menciona la tormenta que Júpiter provoca cuando la nave está ya cerca de la costa: el sol desaparece, las aguas se oscurecen, los vientos agitan el mar que, embravecido, levanta enormes olas, el navio zozobra violentamente, el mástil se rompe y cae (5.361-375), una descripción en la que se reconocen otras tempestades o tormentas provocadas por los dioses contra héroes tan señalados como Ulises o Eneas, en especial Aen. 1.81141, y que cuenta con el valioso intermediario de la sufrida por Céix en Met. 11.480-572; no obstante, en Odisea, Eneida o Metamorfosis, la descripción la hace el poeta, en tanto que en la Tebaida es la heroína la que recuerda sus más mínimos detalles, lo que de nuevo interpretamos como una influencia de la párodos de la tragedia, en la que la protagonista rememora todos los detalles de la llegada del navío que le trae a Jasón. Los versos en los que va desgranando Estacio, siempre por boca de la lemnia, las reacciones ante la llegada de la Argo, son una invitación a sus oyentes-lectores a que descubran, recordando escenas anteriores, cómo ha ejecutado la mezcla de imitatio y aemulatio con los autores que le preceden, cómo ha ido creando su especial intertexto: las lemnias, que por acción de Venus y Amor secundados por Juno (5.445-448) no se reúnen en asamblea,

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están lejos de enzarzarse en las deliberaciones que leemos tanto en Apolonio como en Valerio Flaco, pero el lector no puede sustraerse al recuerdo de que Estacio ha adelantado la asamblea y que en las deliberaciones sobre cómo castigar a los hombres de la isla, había tenido importantísimo papel la anciana esposa de Coropeo, quien, enfurecida por Venus, había sido la instigadora (5.90-138) de la masacre (148-203) de la que se autoexculpa Hipsípila; tampoco les pasaría desapercibido el nombre de la anciana: Polixo, el mismo que en la epopeya de Valerio Flaco tiene la sacerdotisa de Apolo cuyas palabras son determinantes para decidir si ofrecen hospitalidad o no a los Argonautas; en Apolonio Rodio, el nombre de Polixo es tan sólo el de la nodriza de la reina de Lemnos, sin que tenga papel significativo en la asamblea. Original se muestra Estacio en lo que respecta a la duración de la estancia de los huéspedes y la clase de afecto que unió a Hipsípila y Jasón. Ya hemos visto que la heroína trágica tiene en su mente la llegada de la nave Argo, lo que presupone un nostálgico recuerdo del amor que sintiera por Jasón, sentimientos que también aparecen en Apolonio y Valerio Flaco, como lo demuestran en la epopeya griega las lágrimas que vierte la reina lemnia cuando los Argonautas, tras una estancia corta, anuncian su marcha (1.886 s.: wJ~ de; kai; ïUyipuvlh hjrhvsato, cei'ra~ eJlou'sa / Aijsonivdew, ta; dev oiJ rJeve davkrua chvtei ijovnto~), y en Valerio Flaco, cuya Hipsípila, como Dido de Eneas en la Eneida, se enamora del pagaseo mientras lo contempla en la celebración del banquete que las lemnias ofrecen a sus huéspedes y, al modo de la reina de Cartago, pide a Jasón que les relate sus aventuras y propósitos (2.351-356). Muy lejos de la Dido virgiliana y de la propia heroína que presenta Ovidio (Her. 6.55), que se enamoró de Jasón tan pronto como lo vio, está la Hipsípila de Estacio porque pone por testigos a sus antepasados de que no se unió voluntariamente a Jasón, sino que (como aparece en toda la tradición) el héroe es hábil en someter a nuevas vírgenes (5.454-457): cineres furiasque meorum testor: ut externas non sponte aut crimine taedas attigerim - scit cura deum -, etsi blandus Iason virginibus dare vincla novis39; 39 La expresión que sigue (sua iura cruentum / Phasin habent, alios Colchi generatis amores, Sus propias leyes gobiernan el sangriento Fasis, vosotros, Colcos, creáis otros amores.) demuestra que Estacio está pensando en la Hipsípila de la Heroida VI.

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Pongo por testigos las cenizas y furias de los míos: que yo no busqué antorchas nupciales extranjeras ni voluntariamente ni mediante una acción criminal -lo sabe el celo de los dioses-, aunque Jasón es zalamero para encadenar a nuevas doncellas.

Insiste la otrora reina de Lemnos en lo forzado de su unión al mencionar que, al cabo de un año (5.459-460), dio a luz gemelos (5.463-465): nec non ipsa tamen thalami monimenta coacti enitor geminos, duroque sub hospite mater nomen avi renovo;

Incluso yo misma, sin embargo, doy a luz gemelos, como recuerdo de una unión forzada, y madre por un extranjero implacable, hago renacer el nombre del abuelo.

En estas palabras se ve cómo reelabora Estacio lo que la tradición literaria le ha legado sobre los hijos de Hipsípila, pues insinúa que los niños nacieron estando todavía Jasón en Lemnos, alejándose de las palabras que Apolonio pone en boca de Jasón (1.904-909) con el ruego a su enamorada para que, en caso de no llegar él a superar los peligros de la expedición a la Cólquide, si da a luz un varón lo envíe a Iolco como consuelo para sus abuelos (pevmpe min hJbhvsanta Pelasgivdo~ e[ndon≠ Iwlkou' / patri; t≠ ejmw'/ kai; mhtri; duvh~ a[ko~); nada dice al respecto Valerio Flaco, pero Ovidio sí había seguido a Apolonio, pues la joven en Her. 6.119-122 escribe que ha tenido prole gemela cuando, tras dos años de demora en Lemnos, ya Jasón ha caído en los brazos de Medea. Puesto que en los Argonautica de Valerio Flaco no se menciona que Hipsípila haya quedado grávida a lo largo de los cuatro meses que los Argonautas estuvieron en la isla, podemos pensar que es Eurípides el que sirve de guía a Estacio para sugerir que el parto tuvo lugar estando presente Jasón; pero la dependencia no es total, porque en la tragedia se llevó a sus hijos en la nave Argo hasta Colcos, según informa Euneo a Hipsípila (≠Argwv me kai; tovnd≠ h[gag≠ eij~ Kovlcwn povlin. fr. 759a 1614 Kn = 64, 93 Bond)40, en tanto que en la epopeya se lamenta de que nada ha sabido 40 No prosperó la teoría de Μ.Τ. Colombo, quien en “L’Ipsipile di Euripide”, Dioniso 11, 1948, p. 49 sostenía que Jasón volvió de nuevo a Lemnos, recogió a sus hijos y regresó a Cólquide con ellos; nada hay en las fuentes que apoye esta opinión.

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en los veinte años que han pasado desde que los confiara a Licaste (5.465467): nec quae fortuna relictis nosse datur, iam plena quater quinquennia vergunt, si modo fata sinunt aluitque rogata Lycaste

Y no me es permitido conocer qué suerte han corrido los abandonados; ya transcurren completos veinte años, si los hados lo permiten y los ha alimentado Licaste, a quien se los encargué.

De Licaste, nombre sin duda inventado por él, ha hablado Estacio al describir la masacre (5.226-230) para poner de manifiesto su pietas in fratrem, tan contraria a la actuación de las otras lemnias, incluida su propia madre41; el lector de Estacio será sensible, por tanto, a que la lemnia actuó correctamente al confiar sus hijos a una mujer que habría obrado como ella, así como que lo que más añora la ahora esclava de Licurgo es a sus hijos y que todo lo que ha contado no tiene otro fin que demostrar su inocencia tanto en la masacre como en el sometimiento a Jasón, una inocencia que no ha sido recompensada con la compañía de sus hijos, de los que ni siquiera tiene noticias. También es significativo que haga aquí mención Hipsípila del nombre que dio a sus retoños, si bien Estacio no dirá cómo se llaman hasta el libro VI, cuando, ya realizada la anagnorisis, participen en los Juegos en honor de Ofeltes-Arquémoro, donde explica por qué fueron así llamados (6.343 s.): nomen avo gentile Thoas atque omine dictus Euneos Argoo, Toante, llamado con el nombre de familia del abuelo y Euneo con el augurio favorable de la Argo. En 5.465 “nomen avi renovo” indica que Estacio, que sabe que desde Il. 7.468 y 23.747 Euneo es el nombre de uno de los hijos en toda la tradición, quiere dejar claro que él adopta para el otro hijo la denominación que le diera Eurípides, pues todos los editores, puede que influidos por el poeta napolitano, dan el nombre de Toante y Euneo a los jóvenes que salen a escena tras la párodos, si bien en los fragmentos supérstites sólo se nombra a Euneo. Termina Hipsípila la autobiografía relatando sus últimos días en Lemnos y el motivo de su esclavitud: una vez que los Argonautas se han ido, llega a la isla la noticia de que Toante no ha muerto; las lemnias le piden cuentas por 41

Cf. “El treno..”, p. 898 y n. 10.

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no haber seguido su ejemplo y, previendo el castigo, ella trata de huir usando los mismos medios que su padre, pero Baco no acude a socorrerla y es apresada por unos piratas que la llevan como esclava (5.494-498). Toma ahora la palabra Estacio para reprochar y exculpar a la vez a su heroína del mucho tiempo que ha empleado calmando su dolor, sin pensar en los peligros a los que ha dejado expuesto a su pupilo (5.499-501): talia Lernaeis iterat dum regibus exul Lemnias et longa solatur damna querella, inmemor absentis - sic di suasistis! - alumni,

Mientras la exiliada reina repite tales cosas a los reyes lerneos y consuela su dolor con la larga queja, sin acordarse -así lo aconsejasteis los dioses- de su pupilo ausente.

El adjetivo “Lernaeis” no es casual: los argivos van a ser, por más que sea de modo inconsciente, tan letales para el niño como lo era la Hidra de Lerna, pues Ofeltes será la víctima inocente del ataque de una serpiente. Tal como advertíamos, al igual que en el caso de Lino, ahora (5.534-540) el poeta dirige una apóstrofe proléptica al niño lamentando su muerte a tan temprana edad, por más que fuera esta desgracia la que determinara la instauración de los juegos nemeos. No nos detendremos en el análisis de la prolija descripción que hace Estacio, para lo que remitimos a nuestro ya citado “Dos pasajes...”42, pero sí queremos recordar que, en la combinación de fuentes que hace Estacio, no olvida al trágico ni siquiera para el aspecto del temible ofidio, pues ya desde Grenfell-Hunt43 se compara 5.508-511: livida fax oculis, tumidi stat in ore veneni spuma virens, ter lingua vibrat, terna agmina adunci dentis, et auratae crudelis gloria fronti prominet. 42 En especial las pp. 26-36 en que se estudian los paralelismos e influencias de diferentes modelos, entre los que está la Hipsípila de Eurípides. 43 Seguido por G.Aricò, art. cit., p. 66, aunque precisa que la auténtica fuente es Met. 3.3234, en lo que insistiría en “Ovidio in Stazio. Theb. V, 505 ss.”, Aevum 37, 1963, p. 121, desestimando la influencia de Nicandro que había defendido I. Cazzaniga, “Alcuni ‘colori’ nicandrei in Stazio e Claudiano (Theb. V, 505: Gigant. II, 25)”, Acmé 12, 1959, p. 127 n. 4.

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Hay una mortecina luz en sus ojos, en su boca la verdeante espuma de un veneno que hincha, vibran sus tres lenguas, las tres hileras de ganchudos dientes, y un inhumano adorno sobresale de su dorada frente.

con el fr. 754a 1-4 Kn (=18,1-4 Bond) de Hipsípila: krhvnh [s]kiaz dravkwn pavroik[o~ [g]orgwpa; leuvssw[n phvlhka seivwn, Es ese intento de aprovechar todos los datos que tiene a su alcance lo que le lleva a presentar de modo distinto cómo ha sido la muerte de Ofeltes cada vez que la menciona: en 5.538 s. el niño muere golpeado por los últimos anillos de la cola sin que la serpiente fuera consciente de ello; en 5.551 sugiere más bien que lo ha matado con el veneno de su triple lengua; y, por último, en 5.596-536 parece indicar Estacio que la muerte de Ofeltes se ha debido a que los anillos no han golpeado sino estrangulado su pequeño cuerpo. En este último caso sí que podemos encontrar una posible influencia de la expresión ei{lixen ajmf[i; de Eurípides fr 757, 905 Kn (= 60,74 Bond). La diferencia de géneros permite que la muerte del niño y el castigo de la serpiente sean narrados de modo diverso: en la epopeya, Hipsípila oye el gemido que exhala Ofeltes al morir, busca aterrada al niño y, cuando lo descubre exangüe con la cabeza del monstruo sobre su vientre, con un grito desgarrador alarma a los argivos y les hace acudir presurosos a matar al ofidio; Hipomedonte (5.558-565) le lanza un enorme peñasco con los mismos resultados que la roca que arroja Turno a Eneas en Aen. 12.896-911, pero es Capaneo quien la abate con un dardo que el monstruo malherido se arranca y acude a depositar en el templo de Júpiter (565-578); Estacio da a estos dos caudillos un papel simbólico que no tienen en la tragedia, en la que, según se desprende del fr. 757, 906-907 Kn (= 60, 75-76 Bond), es Anfiarao el que da muerte a la serpiente, aunque, como bien apuntara Vessey44, la brevedad del testimonio no permite saber si el sacerdote estuvo acompañado de otros guerreros: hJmei'~ d≠ ijdo[nte~ / ejgw; d≠ ejtovxeus[≠

44

art. cit., p. 51.

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Al abandonar la serpiente el “escenario trágico” creado en la epopeya, la nodriza se apresura a coger el niño en sus brazos y, tras un largo silencio motivado por el profundo dolor, entona lo que nosotras convinimos en llamar “El treno de Hipsípila”, trabajo al que remitimos para un análisis más profundo. Este tipo de lamento por la muerte de un niño o un joven es muy del gusto de Estacio tanto en la epopeya como en su poesía de ocasión45, pero concretamente este que entona Hipsípila en 5.608-635 rezuma toda la fuerza trágica que hemos ido detectando a lo largo del episodio: o mihi desertae natorum dulcis imago, Archemore, o rerum et patriae solamen ademptae/ servitii que decus, qui te, mea gaudia, sontes extinxere dei, modo quem digressa reliqui lascivum et prono vexantem gramina cursu?/ heu ubi siderei vultus? ubi verba ligatis inperfecta sonis risus que et murmura soli intellecta mihi? quotiens tibi Lemnon et Argo sueta loqui et longa somnum suadere querella. sic equidem luctus solabar et ubera parvo iam materna dabam, cui nunc venit inritus orbae lactis et infelix in vulnera liquitur imber. nosco deos: o dura mei praesagia somni nocturni que metus, et numquam inpune per umbras attonitae mihi visa Venus! quos arguo divos? ipsa ego te - quid enim timeam moritura fateri? exposui fatis. quae mentem insania traxit? tanta ne me tantae tenuere oblivia curae? dum patrios casus famae que exorsa retracto ambitiosa meae - pietas haec magna fides que! -, exsolvi tibi, Lemne, nefas; ubi letifer anguis, ferte, duces, meriti si qua est mihi gratia duri, si quis honos dictis, aut vos extinguite ferro, ne tristes dominos orbam que inimica revisam Eurydicen, quamquam haud illi mea cura dolendo 45 El de Hipsípila recuerda mucho el de la madre de Meneceo en Theb. 10.793 ss. y, sobre todo, sus epicedios de Silvas 2.1, 2.6 y 5.5 en que lamenta la muerte de jóvenes: Glaucias de 12 años, Filete de 17 y el esclavo del poeta, respectivamente.

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cesserit. quae me prius ima sub umbras mergat humus?

Oh dulce recuerdo para mí de los hijos que ya no tengo, Arquémoro, oh de mis bienes y de mi patria perdida consuelo, y de mi esclavitud gloria! ¿qué dioses culpables a ti, que eras mi contento, te han hecho perecer, a ti a quien ha poco al alejarme te he dejado juguetón y maltratando las hierbas en tu correr a gatas? Ay! ¿dónde está tu rostro que como las estrellas resplandece? ¿dónde tus palabras de sonidos imperfectamente ligados, y tus risas y tus balbuceos sólo para mí comprensibles? ¡Cuántas veces de Lemnos y de la Argo tenía por costumbre hablarte y empujarte con mi interminable queja al sueño: así, ciertamente, consolaba mi dolor y al pequeñín mis pechos ya como si fuera su madre se los ofrecía yo, a quien ahora, totalmente sola, le llega una lluvia de leche en vano y estéril sobre tus heridas se derrama. Reconozco a los dioses: ¡oh, verídicos presagios de mis sueños, y terrores nocturnos y Venus, que nunca sin daño en apariciones se presentó ante mi estupor! ¿A qué dioses les echo la culpa? Yo misma fui la que a ti -¿ por qué voy a temer a punto de morir confesarlo? te dejé expuesto a la muerte. ¿Qué locura mi mente arrastró? ¿Un tan gran olvido de tan gran cuidado de mí se ha adueñado? Mientras rememoro las desgracias de mi patria y las empresas de mi renombre llenas de ambición (¡éste es mi gran amor y ésta mi gran lealtad!) te he expiado a ti, Lemnos, el crimen; a donde la serpiente portadora de muerte esté llevadme, caudillos, si algún agradecimiento merezco por mi terrible servicio, si algún respeto a mis palabras, o matadme vosotros mismos con vuestras espadas, a fin de que no vuelva a ver, ya enemiga, a mis entristecidos dueños y a la sin hijos Eurídice, aunque mi cuita en el dolor a la de ella no habrá de ser inferior. ¿Transportando este peso que ya no da alegrías de su madre en el regazo la voy a poder depositar? ¿Qué tierra cuanto antes en sus profundidades bajo las sombras me puede sumergir?

Ya hicimos notar46 que este especial monólogo de Hipsípila, colocado inmediatamente después de la muerte y antes de que se intente castigar a la nodriza y de que se instauren los juegos, sirve no sólo de resumen de lo ya dicho sino para realzar lo que pudiera pasar inadvertido, a la vez que de anticipador de lo que ocurrirá más adelante; con ello se pone más de relieve el carácter hasta cierto punto débil de Hipsípila, víctima de su destino y del ren-

46

“El treno...”, p. 897.

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cor de las divinidades pese a la pietas de que continuamente hace gala, y por otra parte no deja de haber una cierta ironía para el lector que conoce el desenlace de que, pese a que ella pedirá la muerte, será por fin recompensada de sus vicisitudes con la recuperación de sus hijos. Este treno nos lleva a deducir, con respecto a todo el relato anterior, que la Hipsípila estaciana sabe que en la tragedia, según deja entrever el Coro (752f 19-21 Kn = I ii 19-21 Bond), la nodriza tenía de continuo en su boca Lemnos, el nefas, la Argo, pero, según ella misma indica, tenía que abandonar esos temas cuando entonaba una nana que debía tener unos contenidos más adecuados al sueño y cuidado de un niño47 (752f 9-14 Kn = I ii 9-14 Bond): ouj tavde phvna~, ouj tavde kerkivdo~ iJstotovnou paramuvqia Lhvmnia Mou'sa qevlei me krevkein, o{ti d≠ eij~ u{pnon h] cavrin h] qerapeuvmata provsfora [p]aidi; prevpei nearw'/ tavde melw/do;~ aujdw'. Pero la Hipsípila de Estacio no sólo no abandona tales referencias luctuosas de su pasado sino que, como hace en el treno, sin duda añadiría lo que más le hacía sufrir, la pérdida de sus hijos, y todas esas desgracias eran por tanto el contenido de las palabras de las que se valía para entretener al niño despierto, pero también las que acompañaba de música para entonar la nana, con lo que rompía las convenciones de este tipo de canto, ya que el dolor no le permitía cambiar de argumento. También deducimos que, al igual que Eurípides, Estacio ha aceptado que de los pechos de Hipsípila manaba leche, por más que los veinte años transcurridos lo hacen físicamente imposible. Y, puesto que Hipsípila “ha leído” la Hipsípila de Eurípides, en este treno que tanto le debe al trágico nada dice de que fuera forzada al matrimonio. Volverá a tener presente el drama griego en los versos finales del treno, pero aquí introduce el tema de la venganza de los dioses, de Venus en particular, que le ha servido de hilo conductor para la unidad del poema; ahora,

47

Véase el fino análisis de López Cruces y García González , art. cit. pp. 188-190.

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como decíamos supra, se entiende que la diosa ha culminado su castigo: la hija de Toante pierde al niño que amaba como a su propio hijo y, consciente de que ella es la única culpable, reclama ser castigada por los argivos, creando así un enlace con la parte final de la tragedia. Según Estacio, en variante con lo que conocemos de Eurípides, la fatal noticia de la muerte de Ofeltes ha llegado ya al palacio de Licurgo en el momento en que el rey regresaba de ofrecer un sacrificio a Júpiter. Y, a causa de los siniestros presagios que ofrecían las víctimas, estaba pensativo y apesadumbrado (5.638-642), pues no ha olvidado los augurios salidos, desde antiguo, del santuario, que le habían asegurado que daría la primera sangre a la guerra tebana, por lo que no había querido participar en ella (5.643-647); sin embargo el destino se ha cumplido: cuando Hipsípila llega al palacio con el cadáver del ya Arquémoro, la madre, Eurídice, sale entristecida a recibirlo con un cortejo de plañideras, pero Licurgo no se abandona al llanto, sino que se encoleriza y trata de castigar a Hipsípila para quien, según dice, resulta una alegría la muerte del pequeño. No coinciden Eurípides y Estacio, pues en la tragedia el rey no está presente y no aparece en los fragmentos que quedan, aunque en opinión de Bond48 es presumible que saliera a escena antes del final. En el bien conservado fr. 757 Kn (= 60 Bond) es Eurídice la que quiere tomar inmediata venganza sobre Hipsípila, a la que acusa de la muerte de Ofeltes (fr. 757, 832-835 Kn = 60, 1-4 Bond). Hipsípila le replica lamentando que la culpe y condene antes de escuchar lo que ha ocurrido (836-840 = 5-9). Después de reafirmar los sentimientos que le inspiraba el niño en los versos 841-843 Kn (= 1012 Bond), que sin duda han inspirado los primeros lamentos del treno de Estacio (5.608610), reclama la presencia de Anfiarao para que se muestre como testigo de su desgracia, ya que no encuentra a nadie cerca que la socorra (846-852 =1521). Cuando aparece Anfiarao, Hipsípila le reitera sus súplicas y le pide que, puesto que estuvo presente y ha sido testigo ocular, cuente a Eurídice la muerte del niño, pues la reina acusa a la nodriza de haberla provocado voluntariamente y de conspirar contra su casa (865-867 = 3436). Υ, en efecto, Anfiarao sale en defensa de Hipsípila: relata a Eurídice, en un fragmento muy mutilado en el que, como hemos visto supra, más se puede adivinar que concluir, la muerte de Ofeltes por la serpiente y cómo él la ha asaeteado; consuela a Eurídice, predice los juegos y da al niño el nombre de Arquémoro. En Estacio no aparece en absoluto este jui48

Op cit., p. 16

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cio al que Hipsípila es sometida por Eurídice, ni la inmediata intervención en su defensa de Anfiarao, quien, no obstante tendrá gran protagonismo; cuando Hipsípila llega al palacio con el niño en brazos y acompañada de los guerreros argivos, Licurgo quiere golpearla, pero la defienden con el escudo (Tideo) e incluso con la espada desenvainada (Capaneo, Hipomedonte y Partenopeo), lo que provoca que los Nemeos se agrupen junto a su rey y esté a punto de entablarse una lucha entre argivos y nemeos, enfrentamiento que logran impedir el anciano Adrasto y Anfiarao, apaciguando la cólera del padre y la de los argivos. Estacio pone fin a su tragedia de Hipsípila apartándose de Eurípides, pues, con una técnica habitual, sin duda heredada de Ovidio, lo “corrige” a fin de dar más coherencia y verosimilitud al relato en lo relativo a la anagnorisis: en la tragedia, según se desprende de la hypothesis de Hipsípila, que se encuentra en el POxy. 2455, fr. 1449, el reconocimiento tiene lugar porque los jóvenes, sin que se especifique de dónde procedían, habían recibido hospitalidad de Eurídice cuando llegaron a Nemea, y, una vez instaurados los juegos, participaron en ellos y vencieron en una prueba (21-25 Kn = 192-196 Bond); es entonces cuando, tal vez por la declaración del heraldo, se produce el encuentro madre-hijos, noticia que en cierto modo contradice las palabras de Anfiarao de que él había propiciado tal reconocimiento (fr. 759a,1586 Kn = 64,65 Bond: ajpevdwka kajgw; soi; provqum≠ ej~ pai'de swv50), en el que es determinante el regalo que Baco había entregado a su hijo Toante, un ramo de vid dorado que llevaban los jóvenes, tal como leemos en los fragmentos 759a, 1632 Kn = 64, 111 Bond (keiv[ ] Qovanto~ oijnwpo;n bovtrun) y 765N (oijnavvqa trevfei to;n iJero;n bovtrun). La misma versión de la hypothesis (y tal vez de la tragedia) es la seguida por el autor del relieve de la cara oeste del templo que Átalo y Eumenes levantaron en honor de su madre en Cízico, pues la descripción que precede al epigrama de Anth. Gr. 3.10 informa de que están representados Euneo y Toante reconocidos por su madre Hipsípila, a la que muestran una rama de vid dorada (símbolo de su linaje), a la vez que la Está reproducida por los editores, si bien con discrepancias, precediendo a los fragmentos de la obra: Kannicht en p. 737, Bond en p. 21, y Cockle en p. 50. Sobre las diferentes interpretaciones que se pueden extraer de ella relativos al reconocimiento, a si los juegos tenían lugar en la tragedia y si es casi simultánea la orden de Eurídice de matar a Hipsípila con la victoria de sus hijos en una prueba, cf. G.W. Bond. op. cit. , pp. 18-19. 50 El dual ratifica la seguridad de que para Eurípides Hipsípila tuvo dos hijos, aunque sólo da el nombre de uno: Euneo 49

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defienden del castigo que quería imponerle Eurídice por la muerte de Arquémoro; en el epigrama se exhorta a los jóvenes a que realicen las acciones que muestra el relieve y se añade que se lleven a su madre a Lemnos, dato que no aparece en la hypothesis, pero sí recoge Lactancio Plácido en su comentario a Theb. 4.740 (qui ab rege impetrarunt ut matrem recuperatam Lemnum reuocarent) y, con muy pocas variaciones, el Myth.Vat. 2.14151. En Estacio el reconocimiento es muy anterior a estos hechos. Tiene lugar antes incluso de que los argivos determinen celebrar juegos fúnebres en honor del niño; como en la tragedia, Euneo y Toante han llegado buscando a su madre; y, para que el lector sea informado de lo que Hipsípila desconoce, aclara que los jóvenes, sin duda criados por Licaste, han permanecido en Lemnos, desde donde los ha guiado Baco, con lo que el poeta vuelve a dar protagonismo al dios que, atento a sus descendientes, no sólo ha retrasado la caída de Tebas sino que proporciona por fin una compensación a las desgracias de Hipsípila (5.712-714): tu gentis conditor, Euhan, qui geminos iuvenes Lemni de litore vectos intuleras Nemeae mirandaque fata parabas.

Tú, Euan, fundador del linaje, que a los gemelos, transportados desde la costa de Lemnos, los habías conducido hasta Nemea y les preparabas destinos dignos de admiración.

Por consiguiente, Estacio se atiene a la tradición y no sigue a Eurípides, para quien los jóvenes se fueron en la Argo con su padre, lo que habría evitado que sucumbieran a la masacre, alterando la cronología que desde Píndaro señala que la visita de los Argonautas a Lemnos tuvo lugar después del nefas de las mujeres. Cuenta Estacio con un importante precedente: en Heroida 6.125-127 Hipsípila, que ha parido cuando Jasón está ya con Medea, le dice: legatos quos paene dedi pro matre ferendos; sed tenuit coeptas saeva noverca vias. Medeam timui: plus est Medea noverca; Por influencia de Estacio ha incluido quos (sc. Hypsipyles duo filii) fugiens reliquit in Lemno. 51

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A los que casi entregué para ser llevados como embajadores en favor de su madre, pero la cruel madrastra frenó el iniciado viaje. Sentí temor de Medea, Medea es más que una madrastra.

El final feliz se acerca, ya que en pocos versos (también sería breve el reconocimiento en la tragedia) se nos dice que, buscando a su madre, acababan de arribar a Nemea y habían obtenido la hospitalidad de Licurgo cuando llega la noticia de la muerte de Ofeltes; en un primer impulso, se disponen a ayudar al rey y secundarlo en sus propósitos de castigar a la nodriza, pero, al oír de boca del propio Licurgo los nombres de Lemnos y de Toante, se precipitan a través de los batallones de guerreros y se lanzan a los brazos de Hipsípila cubriéndola de caricias (5.715-722): causa viae genetrix, nec inhospita tecta Lycurgi praebuerant aditus, et protinus ille tyranno nuntius extinctae miserando vulnere prolis. ergo adsunt comites - pro fors et caeca futuri mens hominum! - regique favent; sed Lemnos ad aures ut primum dictusque Thoas, per tela manusque inruerant, matremque avidis complexibus ambo diripiunt flentes alternaque pectora mutant.

El motivo del viaje es su madre y las siempre hospitalarias mansiones de Licurgo les habían ofrecido acogida, y al punto hasta el rey la noticia del hijo muerto por una herida que mueve a compasión. Así pues, le asisten como cortejo -¡oh suerte y mente de los hombres incapaz de ver el futuro!- y dan su apoyo al monarca; pero tan pronto como hasta sus oídos había llegado la mención de Lemnos y de Toante, se habían lanzado por entre dardos y tropas y ambos, llorando, en apretado abrazo se disputan a su madre y se la pasan de un pecho a otro.

Tampoco en la Tebaida los jóvenes vencen en ninguna prueba, aunque sí participan en una de ellas, en la carrera de carros. Vessey52 considera que una de las mayores diferencias entre la tragedia de Eurípides y el poema épico está precisamente en el encuentro de Hipsípila y sus hijos, pues en la tragedia constituía el núcleo de ella y en su torno giraban los demás acontecimientos, en tanto que en la Tebaida lo que interesa es el retraso de los argi52

Art. cit., p. 49.

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vos y los simbolismos que estos hechos, así como el relato de Hipsípila, tienen con respecto al destino de los guerreros. Ella duda de sus palabras. Como en la tragedia, son unos signos visibles los que disipan todo recelo, pero no son los mismos que en Eurípides, que relacionan el ramo de vid con Baco; Estacio, recogiendo de nuevo los versos de la Heroida en que Hipsípila dice lo mucho que se parecen a Jasón (6.123 s.: si quaeris, cui sint similes, cognosceris illis. / fallere non norunt; cetera patris habent.) hace que toda la feliz anagnorisis gire en torno a Jasón y los Argonautas (5.723-728): illa velut rupes inmoto saxea visu haeret et expertis non audet credere divis. ut vero et vultus et signa Argoa relictis ensibus atque umeris amborum intextus Iason, cesserunt luctus, turbataque munere tanto conruit, atque alio maduerunt lumina fletu.

Ella se queda quieta como un pétreo escollo con la mirada inmóvil y no se atreve a confiar en los dioses que conoce bien. Pero, cuando ve sus rasgos y la imagen de la Argo en las espadas que quedaron y Jasón bordado en los hombros de ambos, cesó el llanto y, turbada por tan gran presente, se desplomó y sus ojos se humedecieron con lágrimas de otra clase.

Es entonces cuando Anfiarao calma los ánimos de los argivos y nemeos diciendo que estaba desde antiguo decretada por los dioses la sequía, la serpiente homicida y la muerte del niño, al que deben ofrecerse honores fúnebres que permanecerán a lo largo del tiempo (5.741: mansuris donandus honoribus infans). Tales juegos serán descritos en el libro VI con todo lujo de detalles, siguiendo en buena medida los de la Ilíada en honor de Patroclo y los de la Eneida en honor de Anquises; pero todo ello muy alejado de Eurípides, pues, como hemos señalado, los jóvenes participan pero no vencen en ninguna competición, para que no se vean inmersos en la carga simbólica de que dota Estacio el desarrollo de las pruebas53. Cf. R.Mª Iglesias, “Los juegos fúnebres del libro VI de la Tebaida de Estacio”, CFC 15, 1978, pp. 167-199. 53

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