La hagiografía de Javier Sicilia

October 7, 2017 | Autor: R. Jiménez Cataño | Categoría: Hagiography, Vicente Leñero, Javier Sicilia, Ricardo Garibay
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Descripción

La hagiografía de Javier Sicilia* Rafael Jiménez Cataño Resumen. La narrativa hagiográfica de Javier Sicilia se mueve entre la novela y la biografía propiamente dicha, aunque por encima de la historia su interés está en testimoniar el drama interior del hombre y la presencia del misterio en la vida humana. Esto, unido a una pluma brillante, da como resultado unas obras que nunca dejan indiferente al lector.

Como sucede con muchos poetas, tal vez Javier Sicilia preferiría ser presentado ante todo por su poesía. Su hagiografía, como es obvio, es narrativa de modo predominante. Sin embargo, tiene un buen número de poemas (sonetos muchos de ellos) sobre vidas santas, que menciono por rigor de catálogo: “Juan Bautista”; “Juan, el amado”; “El pescador”; “El perseguidor”; “Juan en Patmos”; “Francisco de Asís”; “Maestro Eckhart”; “Juan de Yepes”; “Teresa de Lisieux”; “Concha Armida”; “Agustín Pro”; “Charles de Foucauld”; “Edith Stein”; “Maximiliano Kolbe”; “Lanza del Vasto”; “Teresa de Calcuta”1. Las obras de narrativa relevantes para el tema son otras. El Bautista, una biografía que evidentemente exige mucha invención, pero el mismo Sicilia dice que no pretende escribir “una novela biográfica ni mucho menos histórica”2. Y es significativa la formulación de lo que sí intenta hacer: “escribir una meditación espiritual de mi propio drama y, porque todo aquello que es interior es universal, del drama interior del hombre”.

“La hagiografía de Javier Sicilia” Revista de Lenguas Modernas (Universidad de Costa Rica) 6(2007): 339-344. 1 Vigilias, México: Ixtus, 1994. *

2 El reflejo de lo oscuro3 dice “novela” en la portada –¿por razones editoriales?–, aunque narra la vida de Jacques Fesh (condenado a muerte en Francia por homicidio, que vivió una admirable conversión durante los años que pasó en la cárcel) con el apoyo del archivo del proceso penal y tras haber entrevistado a la mujer y a la hija, entre otros actores de la historia. La amante de Cristo4 es la vida de Concepción Cabrera de Armida, fundadora de los Misioneros del Espíritu Santo, en proceso de beatificación. Es una biografía en un sentido más estricto (más tradicional), si bien con la peculiaridad de presentar un vivísimo diálogo entre el autor y la biografiada, un diálogo donde aquél no esconde sus extrañezas, sus dificultades para entender la vida de ésta. Viajeros en la noche5 es una novela breve en cuyo protagonista se reconoce a Charles de Foucault, recientemente beatificado. Por último, A través del silencio6 es más propiamente una novela, sin ningún personaje real identificable, lo cual no impide al autor indicar los modelos en los que se basó para los diferentes personajes. Para un personaje, por ejemplo, dice haberse basado en sus propias tentaciones7. Y quien conoce al autor, a su familia y a sus amigos, adivina algunos modelos más. El Bautista me abrió un horizonte que tal vez para algunos de los presentes será muy banal. Me puso en crisis la impresión, que siempre había tenido, de que Juan sabía todo, sabía bien lo que tenía que hacer. En la presentación de Sicilia, los hechos sobrenaturales que acompañaron su concepción y su nacimiento quedan en

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México: Jus, 1995: 6. México: Fondo de Cultura Económica, 1998. 4 México: Fondo de Cultura Económica, 2001. 5 a México: Jus , 2006 (1 ed.: Aldus, 1999). 6 México: Aldus, 2002. 7 Cfr. A través del silencio: 10. 3

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3 el pasado, de manera que tanto para Juan como para sus padres es un misterio compaginar aquellas vivencias con la grisura de la vida. Juan aparece como un hombre que se resiste a la voz de Dios. Voz que escucha, pero no quiere seguir. Cuando por fin cede y se va al desierto, adonde la voz lo llamaba, Dios calla. Tiene que aprender, tiene que sufrir. Hay rebeliones contra Dios, como cuando su maestro espiritual muere: ¡Tú no eres un Padre! –gritó–, eres, como siempre lo creí, un monstruo todopoderoso que te burlas de los hombres. ¿por qué callas?, ¿qué más quieres que haga? Me he rendido a Ti. Me reconcilié con mi padre. (...) Renuncié a María y a mi madre. Rompí con el mundo y ahora que vuelvo al desierto y me entrego a uno de tus más fieles servidores me lo arrebatas sin más. ¿Qué he hecho para merecer un Dios como Tú? ¡Háblame ahora, estoy harto!8

Esa María es la Magdalena. La pobre María Magdalena, convertida en comodín para cualquier trama, diríamos. Pero ya vimos que aquí no hay pretensión de historicidad, y hay, por el contrario, honda comprensión de la vida espiritual. El perfil de la Magdalena en El Bautista es espléndido. Aunque todo termina con la muerte de Juan, es una figura que se dirige muy naturalmente hacia una misión excelsa: hacia un apostolado ejercido sobre los apóstoles. No obstante su reacción, Juan conserva las últimas palabras de su maestro: hay que saltar.

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El Bautista: 60.

4 Lo que hay entre Dios y nosotros es sólo un abismo. Si quieres llegar hasta El debes saltar. No hay otro camino. Todos los demás llevan a la tierra o al infierno9.

Una de las genialidades del libro es el modo como se llega a la revelación del Mesías. Juan sabe que lo tiene que dar a conocer, pero no sabe quién es, ni cómo lo sabrá. La historia avanza y el lector siente que ya va siendo hora de que el Mesías aparezca, y Juan no sabe aún nada. Llegado el momento, todo confluye en el mismo punto y Juan descubre que ya sabía todo, y la misma experiencia es vivida por el lector. Los momentos débiles de los santos suelen estar muy bien descritos. Durante una conversación con su maestro moribundo, Juan dice como para sí: “Quién sabe si Dios en realidad sólo sea la búsqueda de Dios y las palabras de sus profetas pistas para que el hombre no olvide su búsqueda”10. Palabras amarguísimas ante las que él mismo se asusta. En Viajeros en la noche el padre Fustel –inspirado en Charles de Foucault– descubre que, durante la Primera Guerra Mundial, no le da igual Francia que Alemania. Es un duro golpe para él, pues lleva años entre tuaregs, en el desierto argelino, cada vez más desprendido de todo y desde luego no apegado a su nación. Siente que va hacia atrás en su vida espiritual. ¿Sería en ese momento capaz de estrecharle la mano a un alemán; sería capaz, contra todo lo que creía, llegado el momento, de no defender el territorio de Tamanrasset y la obra que había realizado?11

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Ibid.: 58. Ibid.: 58. 11 Viajeros en la noche: 107. 10

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5 Parece dispuesto a tomar medidas bélicas y eso lo llena de confusión12, porque siente que con eso traiciona toda su vida. Incluso un militar amigo le había aconsejado “Nunca dispare, Charles. Usted es monje. Deje los fusiles a los militares”13. Por eso ahora duda hasta de su fe. Ante el peligro de la gente a la que había servido, y de la obra que había desarrollado, se rebelaba y tomaba las armas. Si creía en Dios comenzaba a desconfiar de Él. Lejos de servir a la población con la intercesión, había decidido ponerse en estado de defensa. Renunciaba a sus convicciones más profundas y se disponía a matar14.

Esto sucede seis páginas antes del final. Cuando Fustel siente que está dando marcha atrás, es que Dios le está echando abajo lo que él estaba construyendo. Fustel está como preparando su propio martirio, y Dios quiere que sea el Suyo: Dios da el primer paso y el último15. Poco antes, en un momento de oscuridad, le había dicho a un militar que le preguntaba dónde estaba Cristo en todo eso (la muerte de inocentes, la avanzada de los violentos...): Ya no lo sé. Un día Dios nos llama. Nos ponemos de pie y como ciegos nos encaminamos en medio de la noche en pos de ese llamado. Pero en realidad nunca sabemos a dónde nos conduce. Rece por mí, rece por nosotros, porque viajamos en la noche16.

Esta “deconstrucción” operada por Dios en el alma de un siervo suyo fiel me recuerda el subtítulo de la biografía de Jeremías de Franz Werfel: Escuchad la voz es el título, y enseguida: Dios construye cuando destruye.

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Ibid.: 119. Ibid.: 139. 14 Ibid.: 139. 13

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6 Fustel morirá en la última línea de la novela. Lo mismo sucede en El Bautista y en El reflejo de lo oscuro. Es el misterio. En A través del silencio hay una muerte cuyos detalles el lector nunca conocerá con certeza, tras de la cual sólo sigue, a modo de breve epílogo, algo de la continuación de la vida de los otros personajes. La experiencia de lectura de estas novelas y biografías es excelente y dura. La que he vivido más de cerca con variedad de lectores es El reflejo de lo oscuro. He percibido siempre una sacudida y, cada quien según sus circunstancias, un proceso de conversión. En este tipo de crisis me incluyo. “¿Por qué me diste a leer esto? – me reprochaba un joven profesor de la UNAM–, ¡yo estaba tan a gusto!”. Era ya católico practicante, pero descubrió la oración, la misa frecuente, acompañado todo esto, en un primer momento, de pérdidas de sueño y hasta de kilos. En todas estas obras es notable la imposibilidad de leerlas con distancia, de presenciar como problemas de sus personajes lo que en ellas sucede. Pienso que Javier Sicilia concuerda con Vicente Leñero en su modo de concebir la particularidad del escritor cristiano. Sicilia señala como sus modelos a Bernanos y a Graham Green, entre otros. Es muy directo en su modo de declarar que no pretende ser un escritor innovativo. En una entrevista que le hacía a Leñero, éste mencionaba a esos autores como modelos suyos, a los que añadía Mauriac, y expresaba lo que muy probablemente es el sentir de Sicilia. La actitud del escritor debe ser la del testigo. Esto tiene que ver con el ser cristiano. El escritor cristiano tiene una gran ventaja sobre cualquier novelista que no es creyente: tiene introyectado en el alma el precepto de no juzgar. Ese es el mejor consejo que le puedes dar a un novelista. Tú no

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Cfr. ibid.: 144. Ibid.: 132.

7 puedes juzgar a tus personajes, debes dejarlos vivir en libertad. Ni los santifiques ni los deturpes. Déjalos simplemente vivir y testifica por sus vidas. Esta visión la tiene muy clara el escritor cristiano que vive la pasión de la fe más que la fe en la pasión17.

En otra entrevista con un escritor, con Ricardo Garibay –una especie de antihagiografía por lo que se refiere al entrevistado–, se habla de la presencia del misterio del hombre en Bernanos y en Mauriac: En Bernanos es incesante. Es hermosísimo. Eso es vivir en serio, no ser un payaso de oropel, no sostener la pluma para asombrar más o menos a los contemporáneos. ¡Es jugarse el alma en cada página!18.

Luego añade que lo mismo sucede en el otro gran francés, en ese sinvergüenza de Léon Bloy. El hombre es un apetito de misterio, un misterio que tiene algo muy valioso. Esto que estoy tocando es Javier Sicilia, pero detrás hay algo monumental que es también Javier Sicilia. En la amistad o en el amor que nos podamos tener brota verdaderamente algo19.

Entonces Sicilia le recuerda la pregunta que dio lugar a tales respuestas: “Toda la literatura de Bernanos habla de un combate espiritual. ¿Cómo resuena esta literatura en usted?”. Insiste en que esa pregunta se refería también al arte: Si hubiera grandes autores que hablaran del amor de Dios, ¿estaríamos tan perdidos? El arte tiene que suscitar la emoción. Estos autores nos dan el alimento que nos hace falta. Nos despiertan ¿Qué sucede con usted,

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“El escritor católico o el testigo. Entrevista con Vicente Leñero”. Ixtus 35 (2002): 46. “La dolorosa inquietud de Dios. Conversación con Ricardo Garibay”. Ixtus 22 (1997): 20-21. 19 Ibid.: 21. 18

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8 hombre tan sensible, que autores así no le hacen nacer esa pasión por Dios?

Esta pregunta, y la respuesta que suscita, ofrecen con fuerza una idea de lo que según Javier Sicilia debe significar para un cristiano la tarea de escribir. La fuerza viene del vigor con que interpela a un hombre que ha rechazado a Dios y se debate en lo que él mismo llamará “la dolorosa inquietud de Dios”. Garibay llora durante la entrevista y tiene afirmaciones –confesiones– en carne viva: “Siempre tuve dos opciones, la santidad, que estaba a mi alcance, lo veo bien ahora, (...); o la pecaminosidad, que estaba también enteramente a mi alcance”20; “Siempre creí. O probablemente no creía”21. “¡Probablemente no tiene usted idea de lo que significa abandonarse al Cristo! ¡Da un miedo del carajo!”22. “¿Quién mueve para mí el terrible e infinito corazón de Dios? ¡Los invito a padecer conmigo mis insomnios!”23. Y muchas otras. (A veces habla en plural, porque a Javier Sicilia lo acompañaba Patricia Gutiérrez-Otero, del consejo de redacción de Ixtus, revista que dirige Sicilia.) La respuesta a la pregunta sobre el efecto personal de esa literatura en el entrevistado es la que sigue, en tono casi impaciente: ¡Pero me ha hecho nacer esta pasión que estoy demostrando! ¡Esta dolorosa inquietud por el misterio! No quiero decir la frase, pero en fin: esta dolorosa inquietud por Dios. Esta especie de nostalgia de Dios24.

Después de esto resultará natural leer lo que dice Javier Sicilia –con lo que voy a concluir– en un ensayo sobre la creación poética.

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Ibid.: 18. Ibid.: 17. 22 Ibid.: 18. 23 Ibid.: 19. 24 Ibid.: 21. 21

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9 Cuando escribía El reflejo de lo oscuro, la vida de Jacques Fesh, lo que me asombraba es la manera en que el mal, que a los veinticuatro años llevó a ese muchacho a convertirse en un ladrón y un asesino, y a los veintisiete lo condujo a la guillotina, estaba contenido en el bien que lo llevaría a la santidad. En él, la fealdad del mal y la hermosura del bien estaban contenidas una en la otra. Esta paradoja, que en su absurdo fermenta a la vida, en el lenguaje poético, es decir, en el arte, crea esa totalidad en la que la armonía y la tensión se unifican para hacernos reconocer, aunque el artista no lo sepa con claridad, la presencia de Aquel por el que todo ha sido hecho. Por lo tanto, la función del lenguaje poético es enseñarnos el misterio de la vida, hacernos comulgar con él y experimentar el amor que es impensable sin el sacrificio25.

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“El sentido de la creación poética”. Ixtus 22 (1997): 51.

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