La guitarra en los folletines españoles de La Correspondencia de España (1859-1925): un enlace entre diversos mundos

July 24, 2017 | Autor: Vinciane Trancart | Categoría: Guitar, Press and media history, Representations of Music in Literature, Litterature and Music
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Descripción

LA GUITARRA EN LOS FOLLETINES ESPAÑOLES DE «LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA» (1859-1925): UN ENLACE ENTRE DIVERSOS MUNDOS Vinciane Garmy

Université Paris 3 – La Sorbonne Nouvelle

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a referencia a la música en un texto literario responde principalmente al objetivo estético de evocar en él una presencia sonora de carácter artístico. Naturalmente, esta evocación sólo puede ser ficticia ya que, por mucho que se describa la música, el sonido no llega al lector sino a través de su imaginación. Ahora bien, el uso de referencias musicales puede obedecer a otras exigencias y funciones, como cuando los escritores introducen en sus textos un instrumento musical cuyas múltiples facetas incrementan el interés literario de los mismos. La presencia material del objeto no sólo evoca el sonido sino que llena también el espacio de forma visual, remitiendo a un conjunto de ideas que pertenece al imaginario colectivo. Los autores españoles de los textos de ficción que aquí examinamos juegan con esta múltiple dimensión del instrumento musical a un tiempo visual, auditiva e imaginativa. Atendiendo al caso específico de la guitarra, su evocación resulta todavía más sugerente debido a la presencia secular del instrumento en la Península ibérica, a su protagonismo en situaciones variadas y a su empleo en todas las clases sociales, al ser el origen de este instrumento popular y noble. Objeto de este ensayo es analizar las variadas funciones que desempeña el uso referencial de la guitarra en los veintidós cuentos y novelas de escritores españoles publicados en el diario madrileño «La Correspondencia de España» durante los sesenta y seis años de su existencia, desde @859 hasta @925. Estos relatos comprenden cuatro folletines publicados en la sección “La Biblioteca de La Correspondencia de España”. Se trata de La niña expósita de Eduardo Zamora y Caballero, en @867, Honor de esposa y corazón de madre de Ramón Ortega y Frías, en @898, Los Monfíes de las Alpujarras de Manuel Fernández y González, de @922 a @923, y Los fueros de Cataluña o un Corpus de Sangre de Manuel Angelon i Broquetas, en @924. @ A estas cuatro novelas por entrega se añaden tres cuentos incluidos en secciones denominadas “Para los niños” o “Cuentos del domingo”. Se titulan: Canto  

@   Eduardo Zamora y Caballero, La niña expósita, «La Correspondencia de España: diario universal de noticias», Madrid, @@ de junio de @867, pp. @-2. Todos los cuentos se refieren a este periódico, por lo cual a continuación sólo se indicará la fecha de publicación. Ramón Ortega y Frías, Honor de esposa y corazón de madre, @3 de abril de @898, pp. @-2; Manuel Fernández y González, Los Monfíes de la Alpujarras, del @0 de abril de @922, pp. 5-6 al @4 de mayo de @923, pp. 3-4; Manuel Angelon i Broquetas, Los fueros de Cataluña o un Corpus de sangre, @2 de julio de @924, pp. 3-4.

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de amor de Juan B. Enseñat y Morell, publicado en @894, igual que El heredero de Álvaro L. Núñez, y El sepulcro de Golferico del Conde de las Navas, aparecido en @924. @ La guitarra aparece también en once relatos cortos escritos especialmente para la sección “Una novela corta inédita”, en @920. Sus títulos son: Azofaifa de Cristóbal de Castro Gutiérrez, El bautizo del moro de Agustín Rodríguez Bonnat, La copla de sangre de Alfonso G. del Busto, Las dos sierpes (leyenda aristocrática) y La princesa Blanca, ambas de Víctor Garibondo, Aventuras de Blas Gil de José de Laserna, Una aventura del Caballero Audaz, El clavel rojo de Narciso Díaz de Escovar, ¡Eran rivales! de Jaime Ripoll Lamarca, Cosas de los chicos de César García Iniesta y El príncipe de Hircania de José Ortega Munilla. 2 Por último, se publicaron cuatro textos sueltos que no pertenecen a ninguna sección especial, pero que otorgan también importancia a la guitarra. Se denominan: El estilo es el hombre (cuento campesino) de Antonio de Trueba en @862, Venganza de Miguel Sawa en @902, Los vencidos de Martín Lorenzo Coria y Amar es vivir de José Aznar Pellicer, los dos últimos publicados en @903. 3 Si se atiende a las fechas de publicación de todos estos textos, se advierte un importante aumento de las referencias a la guitarra en los últimos años del diario. En efecto, después de una alusión esporádica entre @862 y @903 (sólo quince referencias en ocho novelas) y de una ocurrencia inexistente entre @903 y @920, nos encontramos con al menos cincuenta menciones entre @920 y @925, es decir, en menos de cinco años. Esta breve presentación de las obras permite proponer el siguiente esquema para su estudio. En primer lugar, se analizarán las representaciones de la guitarra como elemento de unión entre varios espacios ficticios, resaltando la función social que cumple dentro de la ficción. En segundo lugar, se mostrará en qué medida este instrumento de cuerda tiene la función de estructurar la narración desde el interior de la historia principal. Y, por último, se verá cómo la guitarra estructura la narración desde el exterior en el caso de que existan varios niveles de ficción.  





@   Juan B. Enseñat y Morell, Canto de amor, 6 de agosto de @894, p. @; Álvaro L. Núñez, El heredero, @3 de agosto de @894, p. @; El conde de las Navas, El sepulcro de Golferico, 20 de marzo de @924, p. 5. 2   Cristóbal de Castro, Cuentos al chiquitín: “Azofaifa”, 26 de enero de @920, p. 9; Agustín Rodríguez Bonnat, El bautizo del moro, 6 de febrero de @920, pp. 9-@0; Alfonso G. Del Busto, La copla de sangre, 23 de febrero de @920, pp. 9-@0; Víctor Garibondo, Las dos sierpes (leyenda aristocrática), 5 de marzo de @920, pp. 9-@0; José de Laserna, Aventuras de Blas Gil, 9 de marzo de @920, pp. 9-@0; El Caballero Audaz, Una aventura, @2 de abril de @920, pp. 9-@0; Víctor Garibondo, La princesa Blanca, @9 de junio de @920, pp. 9-@0; Narciso Díaz de Escovar, El clavel rojo, @0 de septiembre de @920, pp. 9-@0; Jaime Ripoll Lamarca, ¡Eran rivales!..., 2@ de septiembre de @920, pp. 9-@0. César García Iniesta, Cosas de los chicos, @7 de noviembre de @920, pp. 3-4; J. Ortega Munilla, El príncipe de Hircania, @8 de diciembre de @920, pp. 3-4. 3   Antonio de Trueba, El estilo es el hombre (cuento campesino), 3@ de julio de @862, pp. @-3; Miguel Sawa, Venganza, @0 de agosto de @902, p. 5; Martín Lorenzo Coria, Los vencidos (novela original), @@ de abril de @903, p. 3; José Aznar Pellicer, Amar es vivir, 5 de julio de @903, p. 6.

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La función social de la guitarra en el seno de la ficción Junto con su aportación estética, la primera función de la guitarra en los textos analizados es la de aproximar los personajes entre sí, a pesar de la distancia espacial, social, cultural o religiosa que los separa. Este acercamiento mediante la intervención musical de la guitarra se constata en numerosos textos a través del topos del joven enamorado que canta a su amada acompañándose con la guitarra. Como medio de seducción, la guitarra permite que los sentimientos experimentados en secreto salgan a luz, entablando una comunicación que da paso a la sucesiva declaración de amor. Exterioriza pues la pasión del personaje enamorado, dándola a conocer al ser deseado para vincular a ambos en un nexo amoroso. Este lugar común es notable por su frecuencia desde la primera novela publicada en @862, El estilo es el hombre de Antonio de Trueba, hasta la última publicada en @924 en el «Diario universal de noticias», Los fueros de Cataluña o un Corpus de Sangre de Manuel Angelon i Broquetas. Aparece también en otros cuentos, como El príncipe de Hircania de José Ortega Munilla, donde Álvaro de las Osces, el hijo del Infanzón, deseando declarar su amor a la hija del administrador de su padre, la bella Leonida, prevé mandar una orquesta de siete guitarras, a las que luego se añadirán otros cuatro instrumentos. Este ejemplo es significativo porque Álvaro de las Osces no ha hablado nunca con la joven, y el padre de Leonida, Lupercio, explica a su hija cómo tiene que esperar al pretendiente y responder a su deseo: Lupercio, así que hubo cenado, dijo a Leonida: – Habrás de saber que esta noche va a venir la gran música del Infanzón para honrarte… Siete guitarras, dos violas, un violín y una trompeta máxima… Dirige esta orquesta el gran músico Bernardino de la Antigua. Espero que te asomes a la ventana, que recibas el ramo de flores que el mismo Infanzón D. Álvaro va a entregarte, y que le des las gracias por este servicio. Leonida contestó: – No me asomaré a la ventana, ni tomaré el ramo de flores, y aun quisiera quedarme sorda para no escuchar esa música. @  

A pesar de la reacción negativa de la moza, el proyecto de intervención musical con un septeto de guitarras se propone transmitir el deseo íntimo del galán para conseguir que la dama salga de su habitación – «que te asomes a la ventana» – y acepte su don, consumando así el trato amoroso esperado. De esta forma, incluso antes del potencial diálogo visual y verbal de Álvaro de las Osces y Leonida, el sonido de los instrumentos de cuerdas sustituye la comunicación. La música se convoca asimismo para dar a conocer los sentimientos íntimos y profundos de un personaje de modo que el destinatario los entienda sin mediación, haciendo pues las veces de un verdadero lenguaje amoroso. Así aparece al comienzo de la novela Los Monfíes de las Alpujarras de Manuel Fernández y González: en Granada, en @546, un amor imposible nace entre dos vecinos, la muy cristiana Isabel de Córdoba y de Valor y el morisco Juan de Andrade, que   J. Ortega Munilla, @8 de diciembre de @920, p. 3.

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permanece fiel a su religión musulmana y cuyo nombre moro es Yaye. Por esta diferencia de culto que al principio Isabel ignora, Yaye intenta evitar a la joven durante un mes, pero gracias a la guitarra que acompaña su canto, la cristiana logra restablecer el contacto a través de las paredes y los obstáculos visuales que se interponen entre ellos: «Isabel le había esperado en vano, en la galería al amanecer; por las tardes, en la celosía que correspondía a la calle, y desde donde se veía la puerta de la casa de Yaye. Todas las noches éste había escuchado la dulcísima voz de Isabel, que en la habitación vecina, cantaba al son de una guitarra tristísima romances moriscos». @ En esta cita, la expresión de la pena de la protagonista femenina se explicita de dos formas distintas: por una parte, a nivel de la acción, Isabel toca la guitarra para hacer oír lo que no puede comunicar mediante la mirada o la palabra, ya que no tiene contacto con el ser amado; y por otra, en el plano lingüístico, el autor se vale de la personificación del objeto mediante el grupo nominal «una guitarra tristísima». Se trata de una figura de estilo que se aplica con frecuencia a la guitarra, lo que muestra su adecuación para expresar los sentimientos humanos. El instrumento de cuerda cumple pues el objetivo de sustituir los lenguajes verbal y visual entre dos planos escénicos no conectados dentro de la ficción. Este juego con el espacio ficticio puede producir mayores efectos sobre la acción dramática cuando la intervención del instrumento motiva la reunión de los personajes. Así ocurre, en este mismo relato, cuando Yaye, dejándose llevar por las armonías melodiosas de la guitarra, acaba acudiendo a la cita que Isabel solicitara:  

El reloj de Santa María de la Alhambra marcó a lo lejos las once de la noche y retumbaron tres sonoros golpes de la campana de la Torre de la Vela. Poco después, hizo estremecer a Yaye el preludio de una guitarra. Armonías fugitivas que se exhalaban de las sonoras cuerdas del instrumento, como suspiros de amor: flexibles ráfagas, que parecían destinadas a llevar a los oídos del amado el alma de una mujer. Yaye sintió vacilar su alma acariciada por aquella armonía que parecía poner en contacto dos seres nacidos el uno para el otro, separados solo por el fanatismo, por la educación. Luego la voz de Isabel, grave, sonora, dulce, enamorada, entonó las coplas siguientes […]. – No iré a la cita, se dijo [Yaye]. Pero hay negativas que se pronuncian con demasiada audacia: instantáneamente pensó que era una cobardía huir del peligro […]. 2  

Un cuarto de hora después, Yaye se encuentra en el jardín de Isabel. La salida de la casa es provocada por la música de la guitarra, que poco a poco logra seducir al moro. Merece relevarse el desarrollo temporal de la música que avanza paso a paso; la melodía, que fluye en forma de “ráfagas”, consigue aproximar a los dos seres. El instrumento sirve tanto de llamada como de lazo invisible, interior, entre dos corazones enamorados, sin la mediación del intercambio verbal, engendrando por fin una acción visible, el acercamiento físico del joven musulmán a la dama católica mediante la salida de su casa y su entrada en el jardín ajeno. @

  Manuel Fernández y González, @0 de abril de @922, p. 6.   Manuel Fernández y González, @@ de abril de @922, p. 5.

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Explorando ulteriormente el papel unificador de la guitarra, se observa que es un elemento recurrente para reunir a personajes de clases sociales heterogéneas. El esquema utilizado por el escritor suele ser el siguiente: individuos de extracción popular llegan a tocar (y bailar o cantar) para figuras de la alta sociedad. Desde un punto de vista espacial, la guitarra sirve para hacer penetrar a los primeros en ámbitos habitualmente reservados a los más poderosos. Este uso de la guitarra como un pase para abrir fronteras sociológicas se observa sobre todo en tres de los cuentos publicados en «La Correspondencia de España»: en el primero, Aventuras de Blas Gil, el protagonista epónimo, que carece de recursos económicos, logra introducirse en el mejor hotel de Madrid, el Ritz, haciéndose pasar por un exportador. Durante la noche, participa en una «comida de moda» y un caballero le habla de diversos invitados, entre los cuales se encuentran la cantaora La Espinela y su «acompañante de guitarra». @ Blas Gil parece no entender que en un hotel tan lujoso puedan entrar una artista gitana y un “tocaor” de flamenco, pero su interlocutor le explica la peculiar situación en España: «Sí, Señor. En este país, tan calumniado, no ocurre lo que en otros países que presumen de democráticos. En este país, nobles y plebeyos, altos y bajos, todos convivimos en una sociedad, sin prejuicios de castas ni de clases». 2 Mediante esta explicación, bien se entiende que la guitarra pertenece al mundo de los “plebeyos” pero al mismo tiempo constituye el divertimiento de los aristócratas – duquesas, marquesas, condesas – que frecuentan el hotel. Así pues, a través del flamenco, el ocio de moda, queda confirmada la importancia de la guitarra como conector de estamentos opuestos. Si los músicos y la alta sociedad conviven en edificios supuestamente reservados para una élite, ocurre también recíprocamente que los aristócratas se trasladen a los cafés cantantes donde actúan los flamencos; lo explica Blas Gil más adelante en el mismo cuento:  



Igualmente yo acompañaba [a la Kitty] a los teatros de “varietés”; pero en estos espectáculos acostumbraba a reunirse con nosotros el señor barón, y a la salida nos íbamos a cenar los tres a un reservado de los restaurantes de moda, o a veces a un colmado, donde nos amenizaban la velada los artistas de la casa, tañendo la sonanta, lanzando jipíos y meneando los pinreles con la más extremada corrección. 3  

Si bien las Aventuras de Blas Gil no están inscritas en un preciso período histórico, siendo el flamenco a finales del siglo xix y principios del xx un divertimiento de moda entre las clases altas, no sorprende que la guitarra o «sonanta» – uno de los tres pilares del flamenco, junto con el baile y el cante – se utilice en el relato como elemento que atrae a las clases elitistas a los cafés cantantes. Esta reunión sorprendente se subraya en el discurso por la antífrasis irónica de Blas Gil: «tañendo la sonanta […] y meneando los pinreles con la más extremada corrección». Aunque esta expresión final da a entender que los movimientos de la danza del flamenco son poco refinados, ello no impide que la «sonanta» permita el acercamiento físico y hasta la convivencia provisional entre los dos extremos de la sociedad.   José de Laserna, 9 de marzo de @920, p. 9.   Ibídem, p. @0.

@ 3

  Ibídem.

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La guitarra puede encarnar también la faceta popular de personajes de la alta sociedad que asumen por sí mismos dicha pluralidad social. Este caso sorprendente aparece en el cuento ¡Eran rivales! de Jaime Ripoll Lamarca, donde se describe a una condesa viuda a quien le gusta encanallarse bailando todo tipo de danzas, incluidas las más populares, acompañadas por la guitarra. He aquí la presentación de la “extraña” condesa: Pepita Luján, condesa viuda de Serradales, era una heredera del espíritu de majas y chisperos y de aquella estirpe de mujeres que fueron a un tiempo de rango y de rumbo; que a veces disfrazaban su señorío con atavío de manolas, para mejor gozar de pícaras aventuras verbeneras […]. En ella reencarnaron las “usías” del pasado siglo […]; las que mezclaron delicados perfumes de salón con el humo nauseabundo de las churrerías y hermanaron el minué o la gavota, danzados a los acordes suaves del clave, con el fandango o el bolero, rasgueado en la guitarra y repiqueteado con las castañuelas. @  

El personaje de Pepita Luján es interesante porque reúne las características populares y cultas de los textos literarios en los que la guitarra está presente. Sin embargo, en este caso concreto, la guitarra y también las castañuelas son consideradas instrumentos propiamente populares, a diferencia, por ejemplo, del clave. Con ello se concreta aún más el carácter literario de la guitarra como factor de cohesión social: se trata de un instrumento humilde que posee la doble cualidad de atraer a los poderosos y de poder ser introducida en ámbitos selectos. La adecuación de la guitarra a todos los medios sociales es una de las características principales que suelen atribuir a ese instrumento los textos analizados. En el cuento de Cristóbal de Castro titulado Azofaifa, presentado en la sección “Al Chiquitín”, la guitarra deviene el pretexto para introducir una tribu gitana en un ambiente social diferente. En él se cuenta de una familia de gitanos que instala su campamento al lado de la casa de un hortelano llamado Agustín. Madre e hija le piden primero un poco de manteca y aceite y, viendo que el hortelano está bien dispuesto, la niña, Azofaifa, está dispuesta a cantar para él. Dado que el hortelano no tiene guitarra, los gitanos toman la excusa de traer una para entrar todos juntos en su casa: [Azofaifa] iba a cantar; pero como el hortelano no tenía guitarra, salieron a la puerta y dieron gritos hacia el campamento: – “¡Jerrús!” “¡Tente-Tieso!” ¡Traesus la guitarra! ¡Venid!... ¿Para qué te voy a decir la que se armó? Apenas oyeron los gritos, el campamento en masa acudió a la huerta. Eran lo menos quince, entre hombres mujeres. 2  

A partir de ahí, se organiza una fiesta en casa del hortelano, a quien emborrachan, mientras Azofaifa procura seducirlo cantando con acompañamiento de guitarra rítmico y armónico. Como se ha visto, la falta de guitarra es el pretexto utilizado por la familia gitana para juntarse con la del hortelano. Desde un punto de vista sociológico, en la historia narrada la guitarra cumple su función de concentración de grupos culturalmente distintos en un solo lugar, sirviéndose de su condición @

  Jaime Ripoll Lamarca, 2@ de septiembre de @920, p. 9.   Cristóbal de Castro, 26 de enero de @920, p. 9.

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de instrumento ligero y de fácil transporte, que explica tanto su popularidad como su aptitud para contribuir al progreso espacial de la acción narrativa. Por último, el instrumento de cuerda, presentado como típicamente español, constituye el lazo de unión por excelencia entre distintos periodos temporales. Por su presencia antigua y duradera en España, la mención de la guitarra establece de inmediato un vínculo entre el pasado árabe de la Península y el presente del relato. Así en la novela ya mencionada Los Monfíes de las Alpujarras, en la que se compara dos veces el presente (es decir, el siglo XVI, en el folletín) con el pasado árabe, destacando que la guitarra es un elemento importante de la herencia recibida por los españoles: En poesía, en música, [los árabes] nos dieron su carácter y sus instrumentos; la buena poesía española de nuestros tiempos aún conserva el sonido cadencioso y la forma hiperbólica de la poesía árabe, y aún conservamos la guitarra como instrumento de placer […]. @ Y presenciad sus bailes, acompasados por una guitarra […]; oíd el repique de las castañuelas, las palmas de las gentes del corro, acompañando a la guitarra, a la copla, al baile […] y podréis afirmar que casi habéis visto una zambra árabe. 2  



En ambos pasajes de la novela, el objetivo del discurso es demostrar que la herencia árabe sigue tan viva en la España de @546 que de hecho las dos culturas se hallan prácticamente fundidas. Esta fusión es patente sobre todo en el arte, como muestra el protagonismo de la guitarra como instrumento de acompañamiento de cantos y bailes. Más allá de la referencia histórica al legado de Zyriab, mencionando el origen árabe del popular instrumento de cuerda se pretende poner de relieve algunos puntos en común de las culturas árabe y cristiana, fruto de su secular convivencia. Inscrita además en manifestaciones festivas de la actualidad – como aparece en las dos citas apenas transcritas –, la guitarra pone en evidencia el vínculo del pasado guitarrístico de España con el momento presente. La función narrativa de la guitarra dentro de la ficción Al unir el mundo interior y el mundo exterior la guitarra influye en el curso de la acción dramática por medio de tres subfunciones: @) sólo tiene importancia en las peripecias, 2) influye directamente en la acción suscitando los cambios e incluso el desenlace final, y 3) adquiere importancia fuera de la acción principal. Si bien la primera de esas subfunciones ha sido ya presentada a través de los análisis anteriores, cabe añadir algunas variantes, ya que a veces la referencia a la guitarra es meramente léxica, es decir, no se alude para nada a la música que emana de ella. Es un caso interesante desde el punto de vista de la narración, puesto que la sola nominación del instrumento construye una determinada atmósfera. Su presencia se asocia con un modo de vivir y unas costumbres, en particular del flamenco, en un ambiente a la vez festivo y viciado por el alcohol, la prostitución, la grasa y el humo de la atmósfera, la pobreza e, incluso, la ceguera o la vejez. Así ocurre en Una aventura, una novela corta del Caballero Audaz, en la que se describe la salida de la joven Angustias con unas amigas a un café por la   Manuel Fernández y González, @2 de mayo de @923, p. 3.   Manuel Fernández y González, @4 de mayo de @923, p. 4.

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noche, sin que lo sepa su pareja, un hombre maduro presentado como conservador. Al llegar al café, Angustias mira a su alrededor y observa a los parroquianos que la rodean y la suciedad del lugar: Angustias sorbió de un trago su pocillo y púsose a inspeccionar el local, bajo de techo, de muros desconchados y renegridos. En una mesa un grupo de golfos discutían, jugando con unos naipes mugrientos. Más allá, una mujerzuela, vieja, fea y miserable, se dejaba acariciar el rostro por un mendigo ciego, que tenía entre las piernas sujeta una guitarra…. @  

En esta descripción satírica, se entremezclan los defectos físicos y morales, la pobreza y la discapacidad, la suciedad y la deshonestidad. La guitarra se inserta en la descripción sin tener ninguna función musical, ya que el ciego que la lleva tiene las manos ocupadas en su vecina prostituta. En un primer nivel de interpretación, la guitarra sólo está asociada a personajes cuya forma de vida es objeto de crítica. En un segundo nivel, aumenta la sugestión erótica, dado que la guitarra, con formas parecidas a las femeninas, está posicionada entre las piernas del mendigo. Por último, el instrumento de cuerda sirve para reforzar la sátira social, en la medida en que se están denunciando prácticas ligadas al flamenco en los cafés cantantes españoles entre los siglos xix y xx. En todo caso, la guitarra no interesa por su papel musical sino por asociarse a los vicios, siendo para la joven Angustias un símbolo visible de todo lo que juzga negativamente. En otros textos la guitarra contribuye a describir una atmósfera sin que tampoco intervenga su función musical. Así ocurre, por ejemplo, en El bautizo del moro, donde el autor menciona el instrumento para crear un juego de palabras. El protagonista, Godínez, enumera junto con una amiga artista los personajes allí presentes, todos ellos vinculados al mundo teatral. La lista acaba con la mención de un «tocador». Al final de esta enumeración, el lector espera lógicamente que se trate de un guitarrista, pero el narrador lo desengaña precisando que está hablando del mueble del mismo nombre: «En aquellos dos metros cuadrados, se amontonaban los siguientes “objetos”: la cupletista, su señora madre, ¡que había que verla!, una compañera que bailaba, Salmuera, autor de cuplés, un agente teatral […], un tocador – no de guitarra, sino para hacerse ante él la “toilette” la artista – y algún que otro chisme suelto». 2 La ambigüedad polisémica del término «tocador» pone de manifiesto la función lingüística y literaria de la guitarra, siendo los juegos de palabras un rasgo característico del estilo festivo del periodista y escritor Agustín Rodríguez Bonnat. En este ejemplo, el humorismo brota del nexo que establece la guitarra entre dos mundos distintos, entre el espacio escénico donde hay tocadores de guitarra y el decorado del que forma parte el mueble tocador. También el cuento El sepulcro de Golferico presenta la guitarra independientemente de su función musical. Ahí se narra la historia del conde Golferico Velliti, quien afecto de megalomanía, ha dispuesto levantar una torre para su hija. La construcción de ese edificio resulta muy enojosa porque es preciso llevar sillares a la cumbre de una montaña y al subirlos los cables se rompen, aplastando a  

  El Caballero Audaz, @2 de abril de @920, p. 9.   Agustín Rodríguez Bonnat, 6 de febrero de @920, p. 9.

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los obreros. El autor compara los cables a las cuerdas del instrumento musical: «frecuentemente, los cables, en el máximum de tensión, faltos ya de elasticidad, saltaban como cuerda de guitarra». @ La comparación con un objeto cotidiano conocido de todos tiene en este caso finalidad didáctica, puesto que el cuento se dirige a los pequeños, como precisa la sección a la que pertenece: “Para los niños”. De nuevo, la guitarra sirve de puente, esta vez entre el mundo de los adultos y el de los niños, gracias a la sencillez misma de la comparación. Cabe precisar, sin embargo, que las citas en las que la guitarra se menciona prescindiendo de su función musical son escasas. Más significativos son los pasajes en los que la guitarra acompaña la evolución de la acción. En Amar es vivir, Aurelio Méndez y Antonina se casaron y tuvieron un hijo, pero llevan tres años sin verse por la falta de recursos económicos que provocó su separación. De forma inesperada, un día de San Isidro, Aurelio Méndez reconoce a Antonina bajo el disfraz de una gitana que canta al son de una guitarra. La música sirve para describir la alegría y emoción del encuentro: «Como un rayo, rompiendo el círculo formado por los espectadores, se lanzó en los brazos de su amada al compás de las notas de la guitarra, que se agolpaban torrencialmente, como queriendo solemnizar el acto». 2 La guitarra, ajena hasta entonces a la emoción experimentada por los dos cónyuges, se inserta en la acción para darle más fuerza y para describir la pasión como un flujo que arrasa los obstáculos y la separación misma. Una vez más queda patente la capacidad de la música guitarrística de exteriorizar la interioridad y de poner en acto el juego interior/ exterior a nivel de la acción: la guitarra, externa a lo que sienten los enamorados, comenta y “solemniza” la acción, reduplicándola. Refuerza la importancia de la guitarra la frase que sigue: «Lo que pasó por aquellas dos almas no se puede escribir.» Cuando faltan las palabras, la guitarra es capaz de explicitar la emoción de los personajes. Más todavía. La presencia del instrumento es a veces significativa en los cambios de acción y aun en el nudo o el desenlace. La guitarra desempeña entonces el papel simbólico de reduplicar la progresión dramática. Así ocurre, por ejemplo, en el relato de Miguel Sawa, Venganza, donde el protagonista masculino utiliza en cada uno de sus gestos la guitarra. He aquí la trama de la historia: un cantaor apodado Maoliyo dedica a María Pepa una copla de amor. María Pepa le responde con el mismo tono. Es entonces cuando Juan Manuel, el marido de María Pepa, se levanta de golpe y contesta a su vez mediante coplas dedicadas a cada uno de ellos. Luego cuelga la guitarra, concluyendo así la fiesta y despidiendo a Maoliyo. Inmediatamente después, Juan Manuel coge de nuevo el instrumento y exige a su mujer que vuelva a cantar. Ésta se niega, temiendo la creciente violencia de su marido; le pide perdón prometiéndole que no volverá a hacerlo. Juan Manuel rompe la guitarra, se lanza sobre su mujer y la ahoga al tiempo que canta la copla anteriormente interpretada por su esposa. 3 En este caso, el instrumento tiene una función tanto visual como musical: si se atiende a sus gestos, Juan Ma 





  El conde de las Navas, 20 de marzo de @924, p. 5.   José Aznar Pellicer, 5 de julio de @903, p. 6. 3   Miguel Sawa, @0 de agosto de @902, p. 5. @

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nuel no toca nada de música, excepto en el momento de la afinación. De hecho, incluso el templar la guitarra corresponde a una sucesión de sonidos anterior a la interpretación de una obra musical. En definitiva, la guitarra pone de manifiesto el crecimiento de la tensión en el ánimo del personaje, que anula cada uno de sus gestos con otro contrario: coge la guitarra, la cuelga, la descuelga, la tira y por fin la rompe. La guitarra reduplica exactamente sus acciones, ya que el protagonista se acerca a María Pepa, se aleja de ella y se aproxima de nuevo antes de matarla; el objeto funciona como un doble de Juan Manuel, reforzando la expresión de la pasión, los celos y la violencia, e incluso anticipando el final trágico mediante el acto de romper la guitarra. De hecho, el asesinato no es sino la prolongación de este último gesto: «Tiró la guitarra al suelo, la echó a rodar lejos de sí de un puntapié, y arrojándose furioso sobre su mujer, la cogió por el cuello». Simbólicamente, mientras hay música, sigue la vida y, supuestamente, el amor o, por lo menos, la esperanza de amor. Pero, a partir del momento en que se aniquila el factor musical, se acaba la vida igual que el cuento. Siendo a la vez símbolo de la música, de la vida humana y de la historia narrada, la guitarra vincula todos estos elementos, estructurando a un mismo tiempo la narración. La función de la guitarra como marco de la ficción Hasta ahora, sólo hemos analizado la función de la guitarra dentro del cuento principal que se está narrando. Hay veces, sin embargo, que el autor elabora un marco exterior que introduce la ficción, creando así una historia dentro de la historia. Se crea entonces un personaje que, como el romancero juglaresco, es un doble del autor, cuya misión consiste en narrar la historia al público. En dos de los cuentos publicados en «La Correspondencia de España» aparece este tipo literario, a medio camino entre el bardo y el mendigo, que tiene todos o casi todos los rasgos siguientes: es un viajero, anciano, con un bastón y un perro, que se gana la vida pidiendo dinero en la calle a cambio de contar historias. La princesa Blanca @ y Las dos sierpes, 2 ambos de Víctor Garibondo, poseen tal estructura. En la «leyenda aristocrática» de Las dos sierpes, un viejo romancero, un día de San Juan, se encuentra en la calle rodeado de gentes de todas las edades que le echan monedas para que les relate una historia. El viejo pregunta a su auditorio si en aquel día de fiesta prefiere una historia alegre o una triste. Siendo todos alegres, eligen una triste, lo que no extraña al romancero. Pasa entonces a contar la vida de la princesita Flor, que acoge a un niño pobre como compañero de juegos. Éste se convierte en paje de la corte y, al crecer, ambos se dan cuenta de que se han enamorado el uno del otro, pero su amor resulta imposible por la diferencia de su linaje. El Rey, padre de Flor, nombra al paje soldado, lo que para él representa un honor muy penoso, aunque lo acepta, no sin antes jurar amor eterno a la princesa. La ausencia del amado apesadumbra el corazón de la princesa, por lo que su padre invita a un joven príncipe para que la seduzca. Ella acaba olvidando al paje, quien regresa el mismo día de la boda. El novio traicionado hechiza la  



  Víctor Garibondo, La princesa Blanca, @9 de junio de @920, pp. 9-@0.   Víctor Garibondo, Las dos sierpes (leyenda aristocrática), 5 de marzo de @920, pp. 9-@0.

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dalmática en la que Flor había bordado dos sierpes, haciendo que éstas se despierten y muerdan el corazón de la princesa. A la mañana siguiente, el paje, a su vez, muere ahorcado. Todo el relato es interrumpido por pausas en las que la guitarra interviene con una función múltiple: permite al narrador recordar la historia o por lo menos pensar en lo que va a narrar, y al mismo tiempo le sirve para invitar a los espectadores ficticios a que se instalen y acomoden para escucharlo: «Esperad que al son de mi guitarra remoce mis recuerdos y haced corro, sin apretujaros, y reíd […]». @ Cabe añadir que este procedimiento sirve también para aumentar el suspense y la impaciencia tanto del lector como del público de la historia-marco. En cada pausa, el suspense se repite y crece. Además, la alternancia entre los acordes de la guitarra y la historia permite a todos descansar y variar los placeres auditivos: después de anunciar que el niño ha sido aceptado como compañero de juegos de la princesa Flor, el momento de descanso toma esta forma: «Hace una pausa sabia el romancero. Ilumina sus labios una sonrisa, mientras sus dedos bordan unas alegres notas en su vieja guitarra». La personificación «unas alegres notas» da a entender que la guitarra reproduce de forma sensible el placer que pueden experimentar los asistentes. La función de la guitarra es pues enlazar la historia interna y la historia-marco, estableciendo un lazo emocional entre ambas. En efecto, el placer del paje, a quien «se le dio un baño de aguas aromadas, que él chapoteó riéndose alegremente», se advierte también en los espectadores tras oír la guitarra: «Hay un murmullo de admiración y claras sonrisas y hondos suspiros en muchas bocas y en muchos pechos.» La guitarra imita y aumenta la alegría o la ansiedad de los espectadores, enfatizando incluso las emociones negativas que aparecen en esta trágica historia. Así, por ejemplo, la pena que sienten los dos jóvenes cuando comprenden que están enamorados, y la compasión de los asistentes hacia ellos, se expresan mediante la guitarra: «INTERMEDIO. Otra vez calla el romancero y gime la guitarra unas notas tristes que llegan a los opresos corazones de los espectadores, aumentando su ansiedad. En los rostros de todos se lee una inquietud, y en muchos pechos hay un desasosiego inquietante.» Se observa, una vez más, la personificación de la guitarra a través del verbo «gime» y del adjetivo «tristes» aplicado a las «notas». La música, gracias a su característica sonora, sale del instrumento para «llega[r] a los opresos corazones». Vemos aquí casi materializarse el desplazamiento físico del flujo musical, que parte del instrumento, entra en el cuerpo mediante el oído y llega hasta lo más profundo de la interioridad, hasta el lugar de los sentimientos, el corazón. De nuevo, la guitarra enlaza dos mundos, aquí el de la historiamarco y el de la llamada «leyenda aristocrática». Al final, una última alusión a la guitarra sirve para concluir ambos cuentos: «El romancero cuelga la guitarra a sus espaldas, curvadas por el peso de los años, se apoya en su cayado, y sonriendo se aleja, seguido de su perro, que pausadamente se despereza enseñando sus dientes hambrientos…». 2 Al igual que el trovador medieval, el romancero acaba su cuento parando las armonías que resaltaban la narración. La música pues circunda el relato y la acción al servir de acompañamiento de la palabra cantada o hablada y también de alternancia con la voz humana.  



  Ibídem, p. 9.

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  Ibídem, p. @0.

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Hay veces en que la guitarra no es ajena a la historia interna sino que, por el contrario, insertada en una copla, entra dentro de la historia. Siendo la guitarra un motivo recurrente dentro de las coplas, da lugar a distintos estratos de arte: en la literatura en prosa, la música se evoca mediante la poesía popular incorporada en ella. Con todo, la función de la guitarra no consiste tan sólo en añadir “espesuras de arte”. A menudo la copla que hace referencia a la guitarra tiene una función de premonición, presentimiento o incluso de eco. No siempre tiene un vínculo explícito con la historia interna, pero sí cobra una importancia fundamental en ella, dado que la anticipa o la recapitula de forma poética. La copla – y la guitarra aludida en ella – posee entonces dos funciones complementarias: la de anuncio o amenaza si aparece al principio, y la de eco o recuerdo si aparece al final. En el cuento titulado Canto de amor de Juan B. Enseñat y Morell, una joven modista llamada Elisa canta una copla que acaba de la forma siguiente: Si de tu guitarra Una cuerda hieres, Como una queja que suena en el aire Que lenta se pierde. Pues donde esa queja y tu voz se mueren, allí he soñado que nuestros amores irán a perderse. @  

Una primera personificación se consigue con el verbo herir aplicado a la cuerda de la guitarra, como si ésta fuera un ser animado. Luego, el sonido producido por la cuerda tañida se compara a una «queja que suena en el aire», convirtiéndose propiamente en gemido humano. Por fin, se reúnen la voz del amado y la queja en un mismo proceso de callamiento hacia el silencio. El sonido casi humano de la guitarra corresponde exactamente a los sufrimientos humanos que el lector va a presenciar a lo largo del relato, ya que esta copla interviene dos veces: primero la canta Elisa antes de conocer el amor con Marquilla, y después, como conclusión del relato, Marquilla la canta a su vez después de matar a su mujer Elisa, que la ha engañado con varios hombres. Igual que otras veces, el final de la copla que menciona la guitarra corresponde al final de la vida, del amor y del cuento. Reflexiones finales Este estudio ha puesto de relieve de qué forma la guitarra sirve de puente entre universos distintos en los folletines españoles de «La Correspondencia de España» examinados. Se ha visto, en primer lugar, que la guitarra, como lenguaje amoroso, exterioriza los sentimientos de los personajes haciéndolos audibles y conectándolos entre sí cuando viene a faltar la palabra. En segundo lugar, suscita desplazamientos espaciales que contribuyen a juntar a individuos o grupos de diversa cultura y condición social y a aproximar periodos de tiempo alejados entre sí. En tercer lugar, estructura la narración en varios niveles: de un lado, sirve en   Juan B. Enseñat y Morell, 6 de agosto de @894, p. @.

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la descripción de atmósferas reforzando la sátira social o creando un simbolismo erótico que, en la encrucijada de los siglos xix y xx, suele interpretarse como alusión sensual al vicio; de otro, mediante juegos del lenguaje, conecta distintos universos ficticios o facilita la comprensión del relato a los pequeños lectores. Más frecuentemente, la evocación de la música guitarrística influye directamente en la estructura narrativa, reduplicando la acción dramática y aumentando la tensión, sobre todo en las tragedias. En algunos casos, aparece incluso como el doble de un personaje, poniendo de manifiesto su profundidad psicológica. En general y fundamentalmente, suele remitir a la vida, al amor y muchas veces al transcurso de la historia que se está narrando de forma que las primeras notas de la guitarra corresponden a un hito narrativo y las últimas al final de la historia, siendo la guitarra el lazo que une la vida, el amor y la ficción. Se ha examinado por último cómo la guitarra, al igual que en la tradición medieval, puede enmarcar el relato. La figura del romancero, enlazando el auditorio a la historia narrada, permite el paso fluido del cuento interno a la historiamarco, estableciendo entre ambos como un “legato” emocional sensible. Cuando un cuento se abre y se cierra mediante una copla que lleva incorporada la guitarra, su evocación estructura también el cuento ya que anuncia de forma trágica el final y acompaña el desenlace, creando un eco sonoro entre el principio y el término de la acción. En este caso, la guitarra contribuye a poner en relación distintos artes: la música, la poesía y la literatura en prosa. Si la guitarra, en suma, logra mejor que otros instrumentos poner en relación tanto personajes como clases sociales, periodos temporales o niveles de ficción, es porque ella comprende varios instrumentos en uno: según el contexto, sirve, como se ha visto, para tocar flamenco, para acompañar bailes populares o para interpretar obras clásicas. Poder tocar un repertorio tan diverso y completo es una especificidad propia de este instrumento. Quizás es precisamente debido a su naturaleza polifacética por lo que puede tan fácilmente reunir universos distintos y a veces opuestos.

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