LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA: LA DISCUSIÓN HISTORIOGRÁFICA y POLÍTICA SOBRE SU INICIO

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DISCURSO DE INCORPORACIÓN A LA ACADEMIA PARAGUAYA DE LA HISTORIA

LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA: LA DISCUSIÓN HISTORIOGRÁFICA y POLÍTICA SOBRE SU INICIO por Eduardo Nakayama (*) El 5 de marzo de este año 2015 el Congreso Nacional sancionó la Ley de la República Nº 5.401/2015, promulgada por el Poder Ejecutivo el 18 del mismo mes por la que declara “Sesquicentenario de la Epopeya Nacional” el lapso comprendido entre el 11 de noviembre de 2014 y el 1 de marzo de 2020, como “homenaje al heroísmo y el sacrificio del pueblo en armas durante la Guerra de la Triple Alianza”. Más allá de la buena fe que haya existido en los congresistas buscando difundir el conocimiento de los principales episodios de la Guerra de la Triple Alianza en su sesquicentenario, se ha cometido la equivocación de marcar como punto de inicio de la Guerra la captura del Marqués de Olinda por parte de la Armada Paraguaya como el primer acto de guerra del conflicto, olvidando por completo la invasión brasileña al Uruguay verificada un mes antes, el 12 de octubre de 1864. Este acto de guerra marcó el verdadero punto cero del conflicto. Su ocurrencia y relevancia jurídica fue sostenida por nuestra diplomacia desde entonces. La toma de la Villa de Melo sería el primer episodio bélico de aquella espiral de violencia que cobraría cientos de miles de vidas humanas. La historia de la humanidad está manchada de sangre. Guerras entre hermanos, reinos, países amigos o enemigos, vecinos y no tan vecinos fueron responsables de millones de muertes en todo el mundo a lo largo de todos los siglos. El matemático inglés Lewis Fry Richardson (1881-1953), autor de “Statistics of Deadly Quarrels”, situó a la Guerra de la Triple Alianza como una de las peores calamidades de la Historia Moderna, alcanzando el grado 6 dentro de una escala cuya máxima magnitud es 7. A más de 150 años del inicio de las hostilidades, la guerra que enfrentó a la Triple Alianza conformada por Argentina, Brasil y Uruguay contra el Paraguay sigue siendo la mayor contienda bélica internacional desarrollada en el continente. Por el número de bajas, es la tercera de la historia americana, sólo superada por dos conflictos internos ocurridos en América del Norte y que fueron la Guerra de Secesión en los Estados Unidos (1861-1865) y la Revolución Mexicana (1910-1920). Sin embargo, el desconocimiento de este importante conflicto armado que enlutó a cuatro países con miles de muertos civiles y militares es aún muy grande, sobre todo en lo relacionado a los orígenes del mismo, y que se traduciría en profundos cambios de orden geopolítico, económico y social en la región. Para el Paraguay, que soportó seis largos años de guerra (de 1864 a 1870), se sumarían otros más de ocupación militar (1869-1878), totalizando 14 (catorce) años que marcarían a fuego y sangre varias generaciones que tendrían la misión de reconstruir el país de los escombros. Es por eso que el tema de la

Guerra de la Triple Alianza afecta al Paraguay como a ningún otro, y es quizá también por este motivo que a lo largo de la historia paraguaya de posguerra hasta nuestros días, la conmemoración de los hechos, su estudio y análisis resultan tan actuales como interesantes y contradictorios. Sabemos que la historia influye en la política y que la política influye en la historia. En esta guerra, tanto de uno como de otro lado existen versiones contradictorias y hasta fantásticas, de quiénes fueron los buenos y quiénes los malos, que nos alejaron de la verdad histórica aunque sea ésta una utopía inalcanzable. Pero he aquí la difícil tarea de analizar con pasión, pero desapasionadamente, las causas, el inicio, el desarrollo y las consecuencias del mayor conflicto internacional de la historia de América Latina. Las distintas corrientes políticas o ideológicas existentes al momento del conflicto tuvieron mayor o menor influencia en la producción historiográfica sobre la Guerra de la Triple Alianza antes, durante y después de la guerra. La estrecha relación entre los medios de prensa y los gobiernos (o su oposición) marcarían estas primeras tendencias. Al tornarse la guerra el principal foco de atención en América del Sur, el mundo puso sus ojos en el Paraguay y surgirían los primeros análisis externos de lo que estaba ocurriendo. Antes y durante el conflicto, a excepción de las publicaciones que desde Buenos Aires impulsaban los miembros de la “Asociación Paraguaya”, contrarios al régimen de los López, en nuestro país prácticamente no existió oposición ni opinión pública que se manifestase en contra de las decisiones del Supremo Gobierno. Tanto “El Semanario” como después los célebres periódicos de trinchera cumplirían una labor propagandística gigantesca a favor de la “causa nacional” amalgamando la figura del Mariscal Presidente, Francisco Solano López con la de la Nación Paraguaya. En la posguerra sin embargo, a excepción de algunos núcleos, generalmente de ex combatientes que seguían rindiendo culto al líder caído en Cerro Corá, la nueva clase política emergente literalmente le dio la espalda a López. Aún en plena Guerra y con Solano López vivo, el Triunvirato creado a instancias de las fuerzas de ocupación en 1869 se encargaría de imponer por Decreto la desnaturalización del Mariscal Presidente, dejándolo fuera de ley, arrojado del suelo paraguayo como asesino de su patria y enemigo del género humano. El Decreto estaría firmado por los legionarios Carlos Loizaga y José Díaz de Bedoya; y por el tercer triunviro Cirilo Antonio Rivarola, quien hasta meses antes luchaba en filas de López, habiendo caído prisionero por segunda y definitiva vez en los bajos de Ascurra el 25 de mayo de 1869. Sucederían distintos gobiernos que integrarían por igual a “legionarios” y “hombres de López”, sin que ninguno elevase la más tímida voz en defensa de su antiguo líder. Sólo años después se daría nuevo impulso al lopismo teniendo como promotor principal a su hijo, Enrique Solano López, que a su vez encontró en la pluma de Juan Emiliano O`leary la clave para iniciar la reivindicación la figura de su padre; mientras que el antilopismo encontraría en el Dr. Cecilio Báez casi su personificación. Ambos, O`leary y Báez protagonizarían una encarnizada polémica periodística que por su profundidad y nivel de debate, no pierde vigencia. Oficialmente, la primera tentativa para derogar aquel Decreto de 1869, que había sido confirmado con fuerza de Ley el 15 de julio de 1871 se daría recién el 16 de julio de 1826, cuando a días del 24 de julio, fecha de su aniversario y que ese año se creía ese centenario del natalicio del Mariscal Francisco Solano López Carrillo, los diputados liberales Pablo Max Ynsfrán, Miguel Duarte y Eusebio Lugo presentaron un proyecto de derogación de aquel Decreto de 1869 y la Ley de 1871. El proyecto fue ampliamente debatido en la sesión del 31 de agosto de 1926 y finamente la Comisión de Legislación en Mayoría dictaminó a

favor de la derogación con la firma de los diputados Maximiliano Cardozo y Segundo Sánchez en la 63ra. Sesión Ordinaria bajo la presidencia de la Cámara de Diputados del Doctor José Patricio Guggiari1. El lopismo y el antilopismo sin embargo no se limitarían al “ámbito oficial” y las discusiones, que desde fines del siglo XIX en Paraguay permeaban las editoriales y columnas de los periódicos, los debates académicos en Colegios, la Universidad Nacional e Institutos, llegarían incluso al seno de las familias, continuando hasta entrada la primera mitad del siglo XX donde otras prioridades y discusiones robarían el protagonismo a aquel debate. Finalizada la Guerra del Chaco, el ascenso del Cnel. Rafael Franco a la primera magistratura luego de la Revolución Febrerista de 1936 marcaría el inicio del militarismo en el Paraguay, que se afianzaría años después con Morígino y Stroessner, y que tuvieron como denominador común, desde el punto de vista del discurso histórico, la elevación de la figura del Mariscal Francisco Solano López como héroe máximo de la nacionalidad paraguaya. Este proceso, que polarizó los estudios, las investigaciones y las opiniones en cuanto a la figura del Mariscal López y que es abordado muy ligeramente a modo de introducción en esta presentación, fue mucho más profundo, polémico, a veces enriquecedor pero también dañino, debe ser analizado necesariamente pues las distintas opiniones en torno al inicio de la Guerra también otorgan un gran protagonismo a López, y en este sentido, así como algunos lo consideran un monstruo sin par y único responsable de la guerra, otros lo consideran un héroe impoluto, eximiéndole de cualquier responsabilidad en el inicio de la guerra, su desarrollo y su infeliz desenlace. Sin lugar a dudas, lo que hoy día se impone es el estudio del conflicto desde un abordaje científico y multidisciplinario, que analice los aspectos económicos, sociales, geopolíticos, diplomáticos, jurídicos, militares, etc. para obtener una conclusión que sirva a las futuras generaciones. Pero antes, también hagamos una breve reseña de las principales corrientes historiográficas y posturas en los distintos países de la Alianza, de antes y de ahora: En el Uruguay, los seguidores del derrotado Partido Nacional, conocido como Partido Blanco y aliados de López, abrazarían la “causa paraguaya”, siendo en la posguerra su máximo exponente Luis Alberto de Herrera; mientras que los del Partido Colorado en su mayoría adoptarían una postura muy crítica al régimen de López, lo que se verifica incluso en los documentos oficiales de condonación de la deuda y devolución de trofeos por parte del Uruguay durante el gobierno del Gral. Máximo Santos. La hegemonía del Partido Colorado en el Uruguay desde la asunción del mando del Gral. Venancio Flores en febrero de 1865 fue absoluta por casi un siglo, hasta que en 1959 el Partido Nacional asumió el Consejo Nacional de Gobierno con figuras muy recordadas en nuestro país como el caso de Eduardo Víctor Haedo. El Uruguay fue siempre un importante centro de producción historiográfica sobre la Guerra Guasú, más aún en lo que a este tema respecta que incluye el análisis del desenlace de la Revolución de Flores y dónde ésta se conecta con el inicio de la Guerra de la Triple Alianza al internacionalizarse el conflicto. Hoy, y desde hace varias décadas, la postura casi conteste de gran parte de la historiografía oriental es de convencimiento de que el Uruguay fue innecesariamente arrastrado a un conflicto que no debía combatir contra un enemigo que ni circunstancialmente debía tornarse como tal.

“El Mariscal López: Una sesión histórica en la Cámara de Diputados” en Cuadernos Históricos Vol. 4, Publicación Documental del “Archivo del Liberalismo” fundado por iniciativa del Doctor Alfredo Seiferheld. 1

Esta reflexión ya la realizó el célebre combatiente español al servicio del Ejército Uruguayo, Cnel. León de Pallejas al afirmar en 1866, poco antes de morir en la Batalla de Boquerón del Sauce que “considero una guerra estúpida, la que hagan entre sí orientales y paraguayos. Naciones de un origen y de causas idénticas; aunque por distintos medios, están destinadas a mantener una política común y a ser hermanas y no enemigas”; y en otra misiva mencionaba que “ésta es una guerra de exterminio; guerra que no está ni con nuestros intereses, ni con los de la infortunada Nación Paraguaya, digna de mejor suerte. Al reflexionar sobre esto, creo ver lucir tristes nubarrones en el nuevo horizonte político que surja de la caída de López”2. Desde el punto de vista de la político, por su parte, en julio del año 2014 el entonces Presidente de la República Oriental del Uruguay, José “Pepe” Mujica afirmaría que “participamos de alcahuetes en una guerra inútil, y contribuimos a un genocidio que tuvo consecuencias históricas, en un país que era un ejemplo raro de desarrollo autónomo en el contexto de su época”. Las declaraciones de Mujica nos interesan aún más en este caso porque además se refirió enfáticamente al inicio de la Guerra de la Triple Alianza al destacar que “nunca tenemos que olvidar que el doloroso genocidio que significó la Guerra del Paraguay comenzó en el Uruguay”3. En la Argentina la producción no fue menor que en el Uruguay ni tampoco menos influenciada por las distintas corrientes ideológicas o políticas a lo largo de siglo y medio. La impopularidad del conflicto contra el Paraguay en gran parte del interior argentino y que generaron más de un dolor de cabeza a Mitre se presentaron incluso en plena campaña, obligándolo a él y a varios de sus generales a retirarse del front para mitigar las revueltas en el interior argentino. Una vez finalizada la guerra, los resabios federalistas, así como muchos disidentes del mitrismo continuarían sus ataques a Don Bartolo, lo que derivó sin querer en la creación de una copiosa fuente de consulta a través de las misivas y las polémicas que él, junto con otros protagonistas mantuvo tanto dentro como fuera de la Argentina. El revisionismo histórico argentino también colaboró con nuevos enfoques, aunque no puede negarse que también trajo aparejado su cuota de confusión, principalmente al sostener, bajo un criterio marcadamente ideologizado, que Gran Bretaña cumplió el papel de “cuarto aliado” bajo la tesis principal que le interesaba la destrucción del Paraguay por temor a que complique su comercio en la región. La tesis del “cuarto aliado” inglés cobraría fuerza en la década de 1970 y se extendería con gran éxito en Paraguay, Uruguay e incluso el Brasil. Era, sin embargo, una manera fácil para los involucrados de deslindar responsabilidades, eximirse de ellas y “tirar el fardo” a la potencia mundial de turno, cuando la gestación y eclosión del conflicto respondieron a causas estrictamente regionales y donde todos los participantes tendrían su cuota de responsabilidad. El mito del proteccionismo paraguayo frente al “voraz imperialismo británico” pierde fuerza ab initio simplemente al leer el Tratado de 1853 firmado entre Don Carlos Antonio López y Sir Charles Hotham por la cual la Corona Británica reconocía la independencia nacional y se otorgaban recíprocamente grandes facilidades a los súbditos de ambos países. En efecto, el intercambio comercial que el Paraguay tuvo entre 1854 y 1864 con Inglaterra fue muy vigoroso e incluyó la contratación de cientos de técnicos y profesionales ingleses con una importante “transferencia de tecnología”. Estos profesionales ingleses colaborarían no sólo con el desarrollo del país sino también en su

2“Diario

de la campaña de las fuerzas aliadas contra el Paraguay” de León de Palleja. Serie “Escritos en Combate”, Servilibro, Asunción, 2015 3Declaración del Presidente del Uruguay José Mujica en Diario Última Hora, edición del lunes 21 de julio de 2014

defensa durante la Guerra. Trabajos como el de Juan Carlos Herken Krauer y María Isabel Giménez de Herken4 colaboran grandemente a derribar este mito. Desde el punto de vista político, el gobierno argentino demostraría desde principios de la década de 1940 y sobre todo desde el ascenso de Juan Domingo Perón a la presidencia, una marcada simpatía a la “causa paraguaya”, coronada hace unos años con la denominación de un Grupo de Artillería Blindada con el nombre de “Mariscal Francisco Solano López”, decisión duramente replicada por la editorial del Diario La Nación de Buenos Aires5, cuyo Director, Bartolomé Mitre, es tataranieto del General homónimo, fundador del periódico. La actual presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, cada vez que le cabe la ocasión, ha profesado su admiración a la figura de Solano López y su condena de la destrucción del sistema de desarrollo autónomo paraguayo. En el Brasil, la Guerra de la Triple Alianza continúa siendo una “cuestión de Estado”, y esa política también se ha reflejado en su historiografía sobre la Guerra de la Triple Alianza, la cual es magistralmente descrita por el historiador gaúcho Prof. Dr. Mário Maestri al decir que: “La historiografía republicana consolidó la instauración, consolidación y ampliación de la narrativa nacional patriótica construida a través de la selección y organización de las apologías del Estado y de las clases dominantes imperiales, en el momento de la Guerra. Esa producción no se preocupó de las razones ni de los escenarios sociales y nacionales de la Guerra, enfatizando la presentación cronológica del conflicto, definido siempre como el choque entre la civilización (el Imperio) y la barbarie (el Paraguay), promovido por la agresión de Solano López, calificado de “tirano”, “dictador”, “megalómano”, etc. La tesis de la lucha entre la civilización y barbarie fue engendrada sobre todo por la propaganda liberal porteña, desde antes del conflicto, al identificar el liberalismo económico con la civilización y a la autonomía económica regional o nacional como barbarie. Para corroborar la visión del embate querido por el dictador paraguayo, esa historiografía consolidó como punto cero del conflicto el apresamiento del vapor mercante Marqués de Olinda en noviembre de 1864 en aguas paraguayas, sin declaración de guerra. En general, como fue señalado, poco destaque fue dado a la invasión del Imperio, un mes antes, al Uruguay, apoyado por la Argentina mitrista. Esa historiografía ignoró el hecho de que el imperio se preparaba para la guerra hacía más de una década, de ser posible con el apoyo y la participación del unitarismo argentino, que ni siquiera reconocía la independencia nacional paraguaya”6. El Brasil es el país donde menos pluralidad de corrientes historiográficas surgió en torno a la Guerra y quizá, donde más desconocido es el conflicto, pese a que principales avenidas, calles y plazas de Río de Janeiro, antigua capital imperial y otras importantes ciudades del país llevan nombres de combatientes o relativos a pasajes y batallas de la Guerra de la Triple Alianza. La principal excepción a esta corriente casi unívoca brasileña la encontramos en el período inmediatamente posterior a la proclamación de la República, llevada adelante por un ex combatiente de la Guerra, Deodoro da Fonseca en 1889 y que contó en su entorno con intelectuales conocidos como “positivistas ortodoxos”: Benjamín “Gran Bretaña y la Guerra de la Triple Alianza de Juan Carlos Herken Krauer y María Isabel Giménez de Herken. Editorial Arte Nuevo, Asunción, 1983 5 “Absurdo tributo a un dictador”, editorial del Diario La Nación de Buenos Aires de fecha 6 de diciembre de 2007 6 “A Guerra do Paraguai: História e Historiografía: Da instauracao á restauracao historiográfica” del Prof. Dr. Mário Maestri. Memorias del Segundo Encuentro de Historia sobre las operaciones bélicas durante la Guerra de la Triple Alianza, Editorial Tiempo de Historia, Asunción, 2010, pág. 139 4

Constant y Quintino Bocaiúva. Éstos pregonaban sobre las causas de la Guerra una suerte de responsabilidad compartida por parte del Imperio y el Gobierno de Solano López. Serían los primeros en proponer la devolución de los trofeos de guerra y la condonación de la deuda, e incluso propondrían a la Argentina hacer lo propio, a fines del siglo XIX. Otro hito historiográfico importante de destacar en el Brasil, pese a la crítica que pueda hacerse sobre parte de su contenido, fue la aparición de la obra de J. J. Chiavenatto “Genocidio Americano” durante la Dictadura Militar, de gran impacto editorial, y que seguía en gran medida la línea revisionista argentina de León Pomer. Recordamos que este breve recorrido historiográfico se torna necesario para comprender las distintas interpretaciones que se tienen sobre el inicio del conflicto, del cual ya nos ocuparemos luego de realizado un análisis jurídico de ciertos conceptos sobre la guerra a la luz del Derecho Internacional, el Derecho Romano y el Derecho de Gentes, que nos ayudarán a dilucidar, con la mayor objetividad posible, cuál fue el punto cero de la Guerra de la Triple Alianza. En las sociedades primitivas, los hombres se hacían justicia por sí mismos. Nada había que limitara la ira del agraviado. Las represalias que se imponían eran ilimitadas y no guardaban proporción con el daño causado. Después vino la llamada Ley de Talión, que pese a lo bárbara que hoy nos parece, representó un avance en comparación con la venganza ilimitada anterior, porque estableció al menos una proporcionalidad entre el daño inferido y la represalia de la víctima; de cierto modo fue una limitación en el ejercicio de la venganza. Los orígenes de la Lex Talionis son muy antiguos y casi todos los pueblos antiguos la pusieron en vigencia. En el Código de Hammurabi, compuesto 17 siglos antes de la era cristiana ya se encuentra la Ley de Talión. Los hebreos, griegos, romanos, germanos y otros pueblos de la Antigüedad aplicaron diversas modalidades de la ley del talión y sus normas autorizaron al ofendido o a sus parientes cercanos a perseguir al ofensor para reparar la ofensa recibida. Pese a que la evolución del Derecho en Roma y en occidente contempló desde hace dos mil años la figura resarcitoria o indemnizatoria por sobre la antigua Ley del Talión, en el Derecho de la Guerra, la situación no había cambiado bastante. Los postulados de Francisco de Vitoria7 y Hugo Grocio8 se enfocarían en el Derecho de Guerra e indiscutiblemente tendrían influencia en la manera de desarrollarse los conflictos, así como su calificación moral y legal. El Derecho de Guerra es la parte del Derecho Internacional que trata de las relaciones entre los Estados que se encuentran en estado formal de guerra o llevando a cabo hostilidades reales en una guerra no declarada. Constituye un vasto cuerpo de normas consuetudinarias y establecidas en los tratados. Muchas de las normas sobre la manera de hacer la guerra pertenecen al más antiguo Corpus Iuris Gentium. En su forma actual, el Derecho de Guerra es el resultado de los hechos y experiencias del siglo XIX. Entre el siglo XIX y la primera mitad del XX ese Derecho ha seguido un proceso de codificación parcial por medio de diversos instrumentos, en especial las Convenciones de Ginebra y de La Haya, inexistentes al momento del estallido de la Guerra de la Triple Alianza, en cuyo período son constantes las referencias a las estipulaciones del Congreso De Jure belli Hispanorum in barbaros, 1532 De jure belli ac pacis (Sobre el derecho de guerra y de paz) - París, 1625 (segunda edición en Ámsterdam, 1631) 7 8

de París9, cuyo incumplimiento por parte del Imperio del Brasil es denunciado por el gobierno paraguayo en su nota del 30 de agosto de 186410. Para analizar el estallido de la Guerra de la Triple Alianza es necesario comprender que dentro de su estudio existen dos guerras que aunque inicialmente separadas, se confunden a partir de un nuevo elemento y que se hallaba condicionado, según la diplomacia paraguaya, como disparador del conflicto y que era la ocupación militar por parte de fuerzas imperiales brasileñas del territorio uruguayo. Este hecho, de producirse, marcaría el punto de inflexión entre lo que hasta ese momento era una revuelta interna y se transformaría a un conflicto bélico internacional por la intervención armada de una potencia extranjera sobre un país soberano e independiente. La Política de Equilibrio de los Estados del Plata invocada Francisco Solano López encuentra consecuencia lógica y sustento jurídico en su política exterior desde años antes de la creación de la Triple Alianza. En efecto, existiendo una revolución armada en el Uruguay desde 1863 emprendida por el caudillo Venancio Flores, y ante la abierta ayuda que éste recibe de su amigo y antiguo compañero de armas Bartolomé Mitre para emprender su cruzada, el Paraguay realiza por los medios diplomáticos correspondientes su protesta y pedido de explicaciones por implicar la conducta argentina, al mismo tiempo una violación al deber de neutralidad debida por la Argentina ante un conflicto interno de otro país (aunque el gobierno de Mitre insistiera en su más perfecta observancia), y una intromisión en los asuntos internos de un país soberano perturbando el principio de libre determinación del pueblo oriental. El gobierno de Montevideo había enviado a Asunción, en julio de 1863, al Dr. Octavio Lapido como jefe de una nueva misión diplomática que alertó al gobierno paraguayo del apoyo del gobierno de Mitre a los revolucionarios colorados encabezados por Flores. El Canciller paraguayo José Berges requirió al gobierno argentino sobre la denuncia hecha por el gobierno de Montevideo de que Buenos Aires alentaba propósitos contrarios a la independencia oriental y Mitre se negará una y otra vez a satisfacer el pedido de explicaciones de López, suspendiendo las conversaciones con miras a solucionar las cuestiones de límites pendientes con Paraguay. En medio de este clima de tensión, agravados por detenciones de buques argentinos que conducían pertrechos de guerra y tropas para el revolucionario Flores, se pasó de la ruptura diplomática a un estado de guerra de hecho entre la Argentina y el Uruguay. Se acababa el año 1863, y el Paraguay inició aprestos ante un eventual conflicto bélico contra la Argentina poniendo a punto los campamentos de Cerro León y Humaitá. Bartolomé Mitre, al tanto de los cambios en el Gabinete Imperial del Brasil y del ascenso de Zacarías Góes e Vasconcellos a principios de 1864, envió a Río de Janeiro al diplomático José Mármol para informar de la situación en el Plata y eventualmente obtener apoyo. Mármol escribiría a Mitre desde Río de Janeiro describiéndole el escenario que observaba: “Esta situación va pareciéndose mucho a la de 1850. El gobierno (del Brasil) va a remolque de la opinión riograndense, y aquí mismo lo impelen a una política interventora. La reparación de agravios propios es el pretexto, pero el verdadero motivo es la política

La Declaración de París fue una declaración sobre el derecho marítimo europeo en tiempos de guerra realizada en París, Francia, el 16 de abril de 1856. El objetivo principal de dicha declaración fue el tratar el tema de los corsarios 10 Publicada in totum en “El Semanario” el 1 de septiembre de 1864, Colección Río Branco CRB 2975 9

tradicional de este gobierno, o más bien, de este país; es decir, tomar parte siempre en los negocios orientales, porque alguna ganancia se saca de ese modo”11. En la misma nota, le da “aviso de la salida para el Río de la Plata de cinco buques de guerra, los más fuertes de esta Marina, equipados para Estado de Guerra y conduciendo aumento de tripulantes para otros cinco que están allí; y además, dos regimientos que van a la frontera”12. Excesiva flota, si se piensa en las menguadas fuerzas del Estado Oriental. Es evidente que ya entonces “se piensa en el Paraguay, pasando por el Uruguay”13. El Gobierno Imperial, que décadas atrás había sofocado con mucho esfuerzo la Revolución Farroupilha que escindió temporalmente la Provincia de San Pedro del Río Grande del Sur del resto del Brasil, enfrentaba ahora nuevos reclamos por parte de los fazendeiros riograndenses, muchos de los cuales, en número superior a cuarenta mil vivían dentro del territorio uruguayo. De esta manera, y sin lugar a dudas también por las seguridades brindadas por Mármol sobre la posición argentina ante una eventual intervención imperial en el Uruguay, el Brasil sumaría un nuevo conflicto al ya debilitado gobierno uruguayo, enviando a Joâo Antonio Saraiva al mando de una misión que buscaría obtener respuestas perentorias a un pliego de reclamos imperiales. La “Misión Saraiva” llegó a Montevideo con una cantidad de exigencias de imposible cumplimiento para el gobierno uruguayo y preveía como represalia la invasión armada por parte del Imperio al territorio uruguayo. El Barón de Mauá, gran conocedor de la política regional, alertó al gobierno imperial de que una intervención en el Uruguay implicaría arrastrar a la guerra al Paraguay, que había ofrecido su mediación y esfuerzos diplomáticos para evitar el conflicto. Saraiva presentaría su “ultimátum” al Uruguay el 4 de agosto de 1864, el cual sería devuelto por el gobierno uruguayo por considerarlo “indigno de permanecer en sus archivos”. El Imperio sabía por tanto que invadir el Uruguay sin un entendimiento previo con la Argentina sería un error grave, y fue así que para no dejar cabos sueltos, se negoció y selló una alianza argentino-brasileña el 22 de agosto de 1864 con el Protocolo “SaraivaElizalde”, por medio del cual la Argentina de Mitre daba “luz verde” al Imperio en su intervención en el Uruguay. En la interpretación de McLynn14, las maniobras de la diplomacia mitrista fueron las que promovieron la alianza con el Imperio del Brasil en contra del régimen paraguayo y percibe en el Protocolo Saraiva-Elizalde la concreción de la política de alianza con Brasil buscada por Mitre en su afán de destruir la presencia de la tiranía paraguaya en el escenario rioplatense. Pero hasta este punto, no se habla de GUERRA sino de REPRESALIAS del Imperio contra el gobierno uruguayo, que debería ahora lidiar tanto con el revolucionario Flores como con las fuerzas imperiales. Sin embargo, las acciones que amenazaba el Imperio con llevar a cabo no se enmarcaban dentro de lo que se conoce como represalia sino más bien eran actos de guerra y como tal, de marcada hostilidad. La represalia es una medida que sin llegar a la ruptura violenta de relaciones, adopta un Estado contra otro para responder a los actos o determinaciones adversos de éste o a sus intereses y en el Derecho Internacional, son las medidas legítimas de índole política y 11De

José Mármol a Bartolomé Mitre, Río de Janeiro, 16 de abril de 1864 en “Efraim Cardozo, “El Imperio del Brasil y el Río de la Plata”, pág. 194 12Íbidem 13“La Diplomacia Oriental en el Uruguay”, citado por Sergio Abreu en “La Vieja Trenza: la alianza porteñolusitana en la Cuenta del Plata (1800-1875)”, pág. 253 14 F.J. McLynn, "The Causes of the War of Triple Alliance: An Interpretation", Inter-American Economic Affairs, vol. 33, Nº 2, Autum, 1979, pág. 40.

económica, que son utilizadas por un Estado en respuesta a los actos ilícitos de otro Estado. Hoy día el término “represalia” se halla en desuso y para este tipo de acciones se utiliza el término “sanciones internacionales”15. Aunque se tenía muy claro el interés paraguayo como subyacente, no se realizó cualquier alusión al Paraguay en la cuestión. Cuando llegaron a Asunción las noticias del ultimátum imperial del 4 de agosto a Montevideo, y la amenaza real del empleo de la fuerza para invadir el Estado Oriental, ésta provocó una airada protesta por parte del gobierno paraguayo que se consignó en la nota del 30 de agosto de 1864 dirigida al representante brasileño en Asunción, César Sauvann Vianna de Lima. Esta nota, su contenido e importancia muchas veces fueron omitidos, recortados o minimizados por gran parte de la historiografía brasileña de la corriente nacionalpatriótica, que en su mayoría determina que el punto cero del conflicto fue el apresamiento por parte del Paraguay del buque mercante brasileño Marqués de Olinda el 12 de noviembre de 1864 y no la invasión brasileña al Uruguay verificada el 12 de octubre de 1864, a la que insisten en llamar represalia, aunque haya sido un acto de guerra sin declaración. Juan Crisóstomo Centurión16, quien vivió aquellos momentos de cerca es de la opinión que el gobierno paraguayo se hallaba “justificado en mirar la invasión del territorio oriental por fuerzas brasileras como los preliminares de la realización de la idea de absorción que ha llegado a constituir el dogma de la política del Brasil, y que por consiguiente, considerase dicha invasión, sin previa declaración de guerra, como atentatoria del equilibrio de los Estados del Plata, que interesa a cada uno de estos como garantía de seguridad y paz”17. Las noticias de los primeros movimientos en la frontera uruguaya por parte de las tropas imperiales llegarían a los medios de prensa con gran destaque en Europa18, donde se tenía muy clara la posición paraguaya y sus intereses en juego. En efecto, las publicaciones en numerosos periódicos madrileños, parisinos y londinenses fechados en octubre anunciando la inminente invasión brasileña al Uruguay e informando que el Paraguay “se En la práctica del Derecho Internacional rige las relaciones de los Estados que hacen uso de diversas medidas coercitivas, sin proceder a la fuerza como medio de aplicación de la justicia. La mayoría de estas eran medidas de presión económica por parte del Estado afectado, tal como se manifiesta en forma de suspensión o prohibición del comercio. El primer ejemplo grabado que se conserva de la utilización de la presión económica tiene su lugar de origen en la Antigua Grecia. En el año 423 AC. Atenas, que dominaban los Hélades, prohibió a los mercaderes de Megara entrar en sus puertos y mercados mediante el llamado Decreto de Megara) 1 que fue una de las causas de la Guerra del Peloponeso. En las obras de Polibio se puede encontrar información acerca del conflicto entre los aqueos y beocios cuando Filopemen, jefe de la Liga Aquea, dio el derecho de recuperar a los beocios lo que los aqueos les habían arrebatado, lo que derivó en conflictos armados, no sólo entre los ciudadanos, sino también entre naciones enteras. 16 Escritor, periodista, político y diplomático. Nació en Itauguá, el 27 de enero de 1840. Sus estudios los realizó en su pueblo natal y los prosiguió en Asunción, en la célebre escuela del maestro Quintana. Posteriormente estudió con el francés Pedro Dupuy y el español Ildefonso Bermejo. En 1858 fue becado a estudiar en universidades de Inglaterra. Estudió Derecho e idiomas y regresó al Paraguay en 1863, trabajando muy cerca del presidente Francisco Solano López. Durante la Guerra de la Triple Alianza fue redactor de los periódicos de trinchera y fue ganando ascensos militares, llegando a coronel de la nación. Fue hecho prisionero por las fuerzas brasileñas y llevado a Río de Janeiro, de donde pasó a Francia. Se casó con una cubana y pasó a residir en Cuba, Jamaica y Estados Unidos. De regreso, se dedicó a la docencia y al periodismo; fue fiscal general del Estado, presidente del Superior Tribunal de Justicia y ministro de Relaciones Exteriores. Actuó en la diplomacia en países europeos y, posteriormente, fue senador de la nación. Falleció en Asunción, el 12 de marzo de 1909. Fue uno de los fundadores del Instituto Paraguayo y dejó unas interesantes memorias. Diccionario biográfico paraguayo de Luis Verón 17 “Memorias o Reminiscencias históricas sobre la Guerra del Paraguay, Tomo 1”, Editorial Amerindia, Corrientes, 2013, pág. 120 18 Las noticias por lo general partían de Buenos Aires y Montevideo y demoraban al menos un mes en llegar al Viejo Continente 15

opondrá por la fuerza a tal ocupación”19, echan por tierra la tesis de que el Brasil no pensaba en la posibilidad de una respuesta paraguaya o que fue “tomado por sorpresa”. El Gral. Augusto Tasso Fragoso, autor de la más completa y extensa obra sobre la Guerra de la Triple Alianza en el Brasil, afirma que: “frente a las categóricas afirmaciones del 30 de agosto y de los días 3 y 14 de septiembre, el Brasil debía estar de sobreaviso y no alimentar la más leve ilusión ante los acontecimientos que habrían de surgir. Sin embargo, se mantuvo confiado en su conservación de paz con Paraguay, creyendo con la más inexplicable ingenuidad que López no osaría ejecutar sus amenazas. Sólo así se explica haber consentido que un navío brasileño, el Marqués de Olinda remontase el Paraguay llevando a bordo al Coronel Frederico Carneiros de Campos, presidente nombrado para la Provincia de Mato Grosso”20. Tasso Fragoso también hace un juicio sobre la intervención brasileña en el Uruguay diciendo que: “nuestra intervención en el Uruguay, vista hoy por un espíritu ecuánime e inspirado en el verdadero patriotismo, no puede dejar de ser lamentada. Hubo, sin duda, precipitación en el Gobierno Imperial en el envío de la Misión Saraiva con el encargo final que le fue previsto. El desorden interno no daba libertad de acción al presidente uruguayo para atender como debía nuestros reclamos. Por otro lado, una experiencia larga y dolorosa nos había demostrado de modo exuberante que debíamos evitar entrometernos en la vida interna de nuestros vecinos. Eran grandes las intrigas contra los brasileños; casi todas las agrupaciones políticas nos tenían un odio injusto e incomprensible. Nuestra injerencia en el conflicto interno solamente podría aumentar ese odio y revivir las desconfianzas y rivalidades arrastradas desde los primeros años del poblamiento de nuestros territorios”21. Pero tal no era la lectura del Gobierno Imperial entonces, y fue así que el 12 de octubre, aniversario de la Batalla de Sarandí, las fuerzas al mando del general brasileño José Luis Mena Barreto invadieron el Uruguay tomando para el 16 completamente la Villa de Melo, cabeza del Departamento de Cerro Largo. El 17 los revolucionarios se apoderaron de la Villa de Salto y el 20 Tamandaré formalizó la alianza con Venancio Flores en las cercanías del Río Santa Lucía y se dispondrían a coordinar el asedio y bombardeo a Paysandú. El historiador brasileño Francisco Doratioto rescata otra crítica más a la política imperial en relación al Uruguay, donde Joâo Batista Calógeras, oficial del Ministerio de Negocios Extranjeros, en una carta fechada el 6 de noviembre de 1864 escribe a su hijo Pandiá George Calógeras cuanto sigue: “Toda nuestra política en esta cuestión fue poco feliz desde el principio. Comenzamos por enviar una misión especial, presionados por una amenaza de revolución de los riograndenses que apoyaban a Flores, y que pretenden extender su influencia al Estado Oriental. Así, nos dejamos arrastrar por un principio revolucionario y terminamos apoyando una revolución, la de Flores contra el gobierno legal de Montevideo. Exigimos satisfacciones por reclamos que habíamos abandonado desde hacía doce años, mientras que el Estado Oriental tenía otras tantas cuestiones contra nosotros, una verdadera provocación; y más aún, pues en el momento en que presentábamos semejantes pretensiones contra el gobierno de la República del Uruguay, ese gobierno estaba –y continúa estandoenfrentado con una revuelta que no consigue dominar, y que es sostenida sobre todo por los brasileños que abrazaron la causa de Flores”22.

"El Mundo Militar: Panorama Universal. Año VI, número 260. Madrid, domingo 30 de octubre de 1864" da Guerra entre a Tríplice Alianca e o Paraguai”, Vol. 1 reeditado por la Biblioteca do Exército Editora, Río de Janeiro, 2009 del Gral. Augusto Tasso Fragoso, pág. 217 21 Íbidem, pág. 256 y 257 22 “Um Ministério visto por dentro: cartas inéditas de Josâo Batista Calógeras, alto funcionario do Império” de Antonio Gontijo de Carvalho. Río de Janeiro, José Olympio, 1959 págs. 122-123 citado en “Maldita Guerra” de Francisco Doratioto 19

20“História

Desde el intercambio epistolar oficial de fines de agosto y principios de septiembre en Asunción se vivía una gran tensión por los sucesos del Río de la Plata. Aunque el gobierno y algunas personas ya manejaban informaciones sobre las hostilidades iniciadas con la invasión brasileña en la Banda Oriental, sólo se esperaba el momento para saber cuándo el Paraguay entraría en escena. La primera acción militar se había producido y el casus belli invocado por Paraguay se había cumplido. Ahora correspondía ver si el Mariscal cumpliría su Protesta del 30 de agosto. Los diarios porteños tomaron la posta y desafiaron a López: “Después de tantos anuncios y preparativos, al fin ha pisado territorio oriental una brigada brasilera al mando del general Menna Barreto (…) ¿Qué hará ahora el Presidente López? ¿Saldrá de la crisálida? Es justamente lo que queremos ver”23. Al día siguiente agregarían: “Ojalá haga efectivas sus quijotescas promesas el zar del Paraguay. Entonces el Brasil arrastrado por los sucesos, será el que contraiga la noble tarea de arrancar esa nación del abatimiento en que yace, liberándola de sus opresores, y dejándola en actitud de constituirse como pueblo libre y civilizado”24. Seguro ya de la intención del Imperio, López buscó el apoyo de Urquiza. El cónsul paraguayo José Caminos recibió instrucciones para ofrecer el apoyo nacional a cualquier pronunciamiento contra Buenos Aires. Berges escribió a Caminos que si Urquiza se pronunciaba contra el gobierno de Mitre, se los sostendría con los poderosos elementos con que cuenta el Paraguay. Mientras Caminos cumplía su misión se produjo la invasión brasileña al Uruguay, que suscitó una intensa indignación en Entre Ríos. Urquiza a su vez aseguró a Caminos que apoyaría al Paraguay en cualquier actitud frente al Imperio, y le entregó para el presidente López un memorándum, expresando que su gobierno tenía que hacer efectiva su propuesta (la contenida en la nota del 30 de agosto) si las fuerzas brasileñas entraban en territorio oriental y declarando que las tropas entrerrianas no combatirían contra el Paraguay25. El 12 de noviembre de 1864 en horas de la mañana se tiene noticia de la captura del vapor brasileño Marqués de Olinda que subía el Río Paraguay. El Gobierno paraguayo procedió a su captura en respuesta a la ocupación de Villa de Melo y menciona el Ministro José Berges que debido a esto, se tuvo que "echar mano a los medios reservados en su nota del 30 de agosto".26 A fin de ilustrar algunas de las interpretaciones sobre la importancia de ambos hechos históricos (la invasión brasileña al Uruguay o la captura del Marqués de Olinda) tomamos las visiones de tres distintos autores: “La Guerra del Paraguay comenzó con el Brasil intentando invadir el Uruguay para combatir los frecuentes ataques a las estancias de Río Grande del Sur. El Dictador paraguayo Solano López decidió entonces reaccionar a la política expansionista del Brasil en el Plata”27. “El 12 de octubre de 1864 fuerzas brasileñas invaden el Uruguay. La Marina Brasileña, con Tamandaré al frente, bloquea Montevideo. El Paraguay considera el ataque un acto de guerra y protesta contra el Imperio. El 12 de noviembre de 1864 el vapor brasileño Marqués

23La

Tribuna, Buenos Aires, 24 de octubre de 1864 Tribuna, Buenos Aires, 25 de octubre de 1864 25“Política Exterior del Paraguay (de 1811 hasta la Guerra de 1864-1870)” del Dr. Antonio Salum Flecha, págs. 179 y 180 26 Artículo de la Asociación Cultural Mandu`arâ del 12 de noviembre de 2013 “La armada paraguaya captura del Marqués de Olinda aguas arriba de Asunción”. Asunción, 2013. 27“150 momentos mais importantes da História de Passo Fundo”, artículo de Elisabeth Souza Ferreira, pág. 100 24La

de Olinda es apresado por fuerzas paraguayas. Es el primer acto formal de guerra de aquel gobierno contra el Brasil, sin que haya habido declaración previa de guerra”28. “Como represalia de la invasión brasilera al Uruguay, el 12 de noviembre de 1864, Solano López manda apresar el vapor brasilero Marqués de Olinda, y con ello precipita la guerra”29. La determinación de la fecha histórica del inicio de la Guerra de la Triple Alianza no requiere de la necesidad de hacer cualquier interpretación deontológica o política sobre lo que debieron hacer o dejado de hacer los gobiernos para evitar la guerra. Nos cabe interpretar, conforme a los hechos, cuál de los dos eventos constituyó el punto cero del conflicto; y para esta tarea, luego de haber hecho un recorrido sobre las distintas posturas e interpretaciones a la luz del Derecho Internacional, podemos concluir que de los hechos estudiados, sin lugar a dudas la invasión brasileña al Uruguay, cronológicamente fue la primera de ellas y en sentido jurídico, jamás puede ser considerado como una simple represalia. La invasión imperial al Uruguay fue un hecho hostil perpetrado por una potencia contra otro Estado y aunque no haya mediado declaración de guerra, por su característica de acto de guerra, constituye el primer episodio de la Guerra de la Triple Alianza y en cuya respuesta, conforme se hallaba bien expresado en la nota del 30 de agosto, la Armada Paraguaya procedió al apresamiento del Marqués de Olinda. Para el Paraguay, conforme a los anales diplomáticos y desde el punto de vista OFICIAL, la guerra también tuvo su inicio con la invasión brasileña al Uruguay, conforme se desprende de la nota del 12 de noviembre de 1864 donde acusa al Brasil de los “actos agresivos y provocativos, ocupando las fuerzas imperiales la Villa de Melo, cabeza de Cerro Largo, el día 16 del próximo pasado octubre, sin previa declaración de guerra ni otro acto público de los que prescribe el Derecho de Gentes”30. A través de esta misiva se comunicaba además el rompimiento de las relaciones con el Brasil. Considerando a la Guerra de la Triple Alianza como uno de los primeros ejemplos de GUERRA TOTAL, debemos apuntar que luego del inicio de las hostilidades entre el Brasil y el Uruguay, y entre el Paraguay y el Brasil en 1864, al año siguiente el Paraguay declararía la guerra a la Argentina en marzo y ocuparía Corrientes en abril de ese año y que el 1 de mayo de 1865 se firmaría el Tratado Secreto de la Triple Alianza con el último convidado de piedra que sería el Uruguay de Venancio Flores. Se realiza esta mención a los efectos de ilustrar que haciendo una analogía con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, donde existe consenso casi absoluto de que la misma comenzó el 1 de septiembre de 1939 con la invasión alemana a Polonia. Francia e Inglaterra declararían la guerra a la Alemania nazi en custodia de sus intereses pese a que sus territorios no habían sido afectados directamente. El ejemplo también es aplicable puesto que el hecho que otros países se incorporaran posteriormente al conflicto como Estados Unidos o Japón no implica la modificación de la fecha original de inicio de la Guerra. Finalmente, debemos mencionar que diversos factores contribuyeron directa o indirectamente, en mayor o menor medida para el estallido del conflicto, así como también para su desarrollo y larga duración, con distintos grados de responsabilidad pero donde ninguno de los gobernantes ni países se halla exento de culpa.

“Nem Heróis nem vilôes: curepas, caboclos, cambás, macquitos e outras revelacoes da sangrenta Guerra do Paraguai” de Moacir Assuncâo, pág. 410 29 “La Conducción del Ejército Paraguayo en la Guerra contra la Triple Alianza” del Cnel. Teodoro Ramón Delgado, pág. 78 30 Publicado en “El Semanario” Nº 552 el 19 de noviembre de 1864 28

(*) EDUARDO NAKAYAMA es Abogado egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Asunción con Posgrado Internacional en Dirección Estratégica por la Universidad de Belgrano en Buenos Aires. Especialista en Derecho de Seguros, es miembro de la Asociación Internacional de Derecho de Seguros (AIDA) con sede en París, del Grupo Mundial de Seguros Marítimos de la Universidad de Hamburgo, Alemania y fundador del Instituto Paraguayo de Derecho de Seguros. Es asesor jurídico de varias compañías de seguros en Paraguay, de la Asociación Paraguaya de Compañías de Seguros, de otras aseguradoras del Mercosur y fue asesor jurídico externo a la Itaipú Binacional. En el campo histórico y cultural, ha realizado investigaciones sobre la historia del seguro en Paraguay, sobre Historia Paraguaya con énfasis en las relaciones bilaterales entre Paraguay y Brasil, las cuestiones de límites con los países vecinos y la Guerra de la Triple Alianza. Es socio fundador y actual presidente de la Asociación Cultural Mandu’arâ de fomento y difusión de la historia y la cultura paraguaya, Director de la Academia Liberal de Historia, miembro correspondiente del Instituto de Historia y Geografía de Mato Grosso do Sul, del Instituto de Geografía e Historia Militar del Brasil en Río de Janeiro, del Instituto de Investigaciones Históricas y Culturales de Corrientes (Argentina), del Comité de Fortificaciones y Herencia Militar de la UNESCO y miembro correspondiente de la Academia Paraguaya de la Historia.

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