La Guerra de Campesinos Helvética de 1653

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Descripción

Universidad de Granada Facultad de Filosof´ıa y Letras Departamento de Historia Moderna Asignatura: Historia Moderna Universal II Profesor: Antonio Jim´enez Estrella Curso 2016/2017 - 1er Cuatrimestre

Campesinado en movimiento La Guerra de Campesinos Helv´etica de 1653

Carlos Emmanuel Vincenz P´erez C/. Dr. Ol´oriz 12, 6o Derecha, 18010 Granada [email protected] 9 de enero de 2017

´Indice 1. Introducci´ on

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2. Concepto de campesinado y marco te´ orico

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3. Contexto sociopol´ıtico e internacional

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4. La Guerra de Campesinos Helv´ etica de 1653

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5. La memoria hist´ orica y la Guerra de Campesinos

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6. La actualidad del debate historiogr´ afico

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7. Consideraciones finales

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8. Referencias

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1 Introducci´on En los u ´ltimos a˜ nos, venimos asistiendo a un nuevo debate en la historiograf´ıa dedicada a la Edad Moderna. La visi´on que ha prevalecido hasta hace poco nos presenta una Historia Moderna como un proceso previo a nuestra era, que crea los condicionantes necesarios para el desarrollo de las potencias europeas del s. XIX. Por ello es predominante el uso de distintas categor´ıas hist´oricas de forma abstracta y abusiva. Por ejemplo, hablamos sin tapujos de absolutismo, o de cualquier otra fenomenolog´ıa, sin tener en cuenta muchas veces lo que queremos transmitir exactamente. El absolutismo, no s´olo sufre de la connotaci´on negativa que se le atribuye en el s. XIX, por significar todo aquello opuesto a las libertades conquistadas en los procesos revolucionarios que se dan en Europa a partir de 1789, si no que tambi´en es v´ıctima del discurso ideol´ogico de la burgues´ıa que justifica una linealidad hist´orica en la que se suceden patrones claros y definidos. Es por ello que Henshall, considerando que es un t´ermino que no es empleado durante la misma Edad Moderna, cree que carece de rigor hist´orico y es utilizado a juicio del historiador de turno1 . Algo parecido sucede cuando estudiamos la Guerra de Campesinos de 1653, d´onde veremos que existe una discusi´on bastante actual entorno a c´omo caracterizar a los mismos procesos y c´omo construir una memoria hist´orica a partir de ella. Suiza es un pa´ıs que arrastra desde hace ya m´as de ciento cincuenta a˜ nos una tradici´on de consulta popular o refer´endums. Es una pr´actica excepcional en el panorama europeo que se utiliza de forma sistem´atica hoy en d´ıa. Es por ello que la historiograf´ıa suiza est´a obsesionada con buscar resquicios en eventos hist´oricos que ayuden entender estas particularidades en el sistema pol´ıtico actual. Paralelamente, se desarrolla un fort´ısimo sentimiento nacional, que sostiene a las ´elites del pa´ıs en una posici´on favorable, y reproduce sentimientos de superioridad y xenofobia hacia lo for´aneo. A pesar de que estemos trabajando con producciones literarias y cient´ıficas, todo esto es fundamental para entender la v´ıa discursiva de la historiograf´ıa suiza. Afrontamos por tanto un complejo reto, al tratar de abarcar todas las perspectivas que construye la historiograf´ıa suiza en todas sus variantes, desde la marxista, pasando por una tendencia nacionalista, y llegando hasta la m´as actual (en un pa´ıs cuya diversidad y cuyo papel a nivel europeo resulta m´as que interesante). Para ello, intentaremos, por medio de un recorrido a trav´es de las obras m´as destacadas, analizar los distintos relatos y posteriormente labrar una valoraci´on de los mismos dentro de la realidad material de nuestro tiempo que permita visualizar un proyecto de c´omo 1

Henshall, Nicolas., “El absolutismo de la Edad Moderna 1550-1700 ¿Realidad pol´ıtica o propaganda?”. en ASCH, Ronald G., Duchhardt, Heinz (eds.), El absolutismo (1550-1700), ¿un mito? Revisi´ on de un concepto historiogr´ afico clave, Barcelona: Idea Books, 2000, pp. 82-83

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han de construirse discursos hist´oricos en un marco tan complejo. Son distintos los conceptos que debemos debatir para construir esto. A modo introductorio, discutiremos sobre la teorizaci´on de lo que es el campesinado para entender las implicaciones de su definici´on en los niveles de interpretaci´on. Cuando nos sumerjamos en la complejidad de la Guerra de Campesinos de 1653, tambi´en intentaremos desgranar el t´ermino de revoluci´on y las contradicciones que suscita en el desarrollo pol´ıtico y econ´omico de los eventos a mediados del s. XVII, tanto a nivel helv´etico, como en el marco internacional de las hegemon´ıas europeas. La revuelta que origina la guerra, se inicia en enero del mismo a˜ no con el levantamiento de los campesinos del Entlebuch por la devaluaci´on forzosa de la moneda por parte de las autoridades cantonales de Lucerna. Para muchos campesinos esto supuso un punto de inflexi´on, que justificaba luchar abiertamente contra las injusticias que ven´ıan sufriendo desde ya demasiado tiempo. Una comuna tras otra se fue organizando y para marzo y abril del mismo a˜ no la mayor´ıa de los campesinos se hab´ıan reunido y preparado militarmente con la firma de varios tratados. El objetivo era claro: recuperar el estatus de ciudadan´ıa y crear herramientas que permitieran controlar los abusos de la clase patricia de las ciudades. A pesar de contar con muchos m´as efectivos militares, la experiencia de los ej´ercitos patricios, comandados por veteranos de la Guerra de los Treinta A˜ nos, hicieron a˜ nicos el sue˜ no campesino antes de que terminara el a˜ no. No obstante, el territorio que ocupa la revuelta alcanza la mitad de lo que hoy es el territorio de Suiza, y la cifra de campesinos implicados en la causa lleg´o a los doscientos mil. Adem´as la dimensi´on de las batalla cre´o un clima de guerra a gran escala. Es por eso que la Guerra de Campesinos supone un episodio excepcional en la historia del pa´ıs, hasta hoy lleno de debates y contradicciones no resueltas.

2 Concepto de campesinado y marco te´orico En la historiograf´ıa actual, hablar del campesinado siempre nos enfrenta a una serie de dificultades. El movimiento campesino es profundamente complejo y diverso en su existencia a lo largo de la historia, lo que hace que su definici´on sea tan complicada como necesaria. Se trata, ni m´as ni menos, del sujeto social que produce los alimentos b´asicos para la subsistencia y la materia prima necesaria para articular desarrollos m´as complejos en una sociedad. Sin embargo, su situaci´on dentro de una realidad pol´ıtica determinada, hace que est´e muy condicionado por la misma. Esto es algo que a menudo no se tiene en cuenta, y lleva a que su conceptualizaci´on est´e llena de ambig¨ uedades. Es un sujeto social muy heterog´eneo que ha generado m´ ultiples debates, particularmente en lo que concierne a nuestro objeto de estudio: un 4

levantamiento campesino. Muchas veces, supone un problema explicar la naturaleza del campesinado a la hora de movilizarse, sobre todo desde una posici´on externa. Protagonistas de grandes procesos de ruptura, como Lenin o Mao Tse Tung se quebraban la cabeza intentando averiguar como pod´ıan conseguir que el campesino, el peque˜ no propietario, aquel que no era burgu´es por que estaba explotado, pero que si buscaba mantener su propiedad por encima de todo, pod´ıa participar en un proceso revolucionario protagonizado por el movimiento obrero. Un movimiento obrero que en ese momento se encontraba mucho m´as homog´eneo y organizado que la realidad que se viv´ıa en el a´mbito rural. Estudiar por tanto al campesinado y a la estructura agraria sobre la cual se articula, permite una profundizaci´on y un entendimiento de la realidad material que condiciona los eventos hist´oricos. Por ello nos centraremos en un primer momento en analizar lo que son los conceptos de campesinado y movimiento con ayuda de Henry Landsberger2 . Aunque la definici´on de campesinado siempre vaya muy ligada a la disciplina que se estudia, ya sea antropolog´ıa, sociolog´ıa o historia, la dificultad, seg´ un Landsberger est´a por un lado, en clasificar grupos concretos de seres humanos por estar dentro o fuera de alguna categor´ıa, y por otro lado, en realizar esta categorizaci´on sobre la base, preferentemente, de un solo criterio, o de tan pocos como sea posible: posesi´on o control del proceso de producci´on u orientaci´on parcial hacia un mercado, o cultura (intentando aglutinar las distintas perspectivas, ya sean todos estos factores o la exclusi´on de los mismos, definitorios del campesinado3 ). Mientras algunos autores entienden la cuesti´on de la posesi´on como algo central, otros ponen por delante el trabajar la tierra de forma indistinta, o el proceso cultural al que van ligados por sus comportamientos en una comunidad etc. Por tanto, la mejor manera que tenemos de emplear esta aportaci´on en nuestro trabajo es ver cuales son exactamente los elementos que convierten al campesinado en un actor y sujeto revolucionario en una situaci´on determinada. Las dimensiones econ´omicas y pol´ıticas son decisivas en este asunto. Unas dimensiones que forman y deforman al campesinado, y que Landsberger divide en tres. Utiliza una tabla multidimensional, para medir el estatus econ´omico y el estatus pol´ıtico de agricultores de estatus inferior4 . ¿Por qu´e los de estatus inferior? Por que precisamente a partir de esta premisa podemos abrir el debate para definir campesinado. Las enormes diferencias entre campesinos pobres y campesinos ricos hacen que sea necesaria una constante relativizaci´on a la hora de trabajar con revueltas campesinas. En consecuencia, lo que plantea Landsberger en su esquema interpretativo, es que se ha de hacer una clasificaci´on previa del campesinado que 2

Landsberger, Henry. (ed.), Rebeli´ on campesina y cambio social. Barcelona: Cr´ıtica, 1978 Ibid., p. 19 4 Ibid., p. 26 3

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vayamos estudiar. Para ello crea una secuencia de la participaci´on del campesinado en cada fase del proceso de producci´on: posesi´on de recursos (inputs), participaci´on en los procesos de transformaci´on y la participaci´on en los beneficios o producto (outputs). Esto permite definir la infinidad de campesinados que pueden existir, creando m´as bien una herramienta para definir en lo pr´actico que una definici´on te´orica absoluta. Las subdimensiones que generan esta clasificaci´on utiliza las subcategor´ıas campesinas que tanto interesaban a Marx y a Lenin e incluso Mao Tse-Tung y al mismo tiempo apoyan la visi´on del bandolerismo social de Hobsbawm5 . El debate que se abre a partir de aqu´ı, es qu´e subcategor´ıa es la protagonista en determinados movimientos revolucionarios y qu´e subcategor´ıa no lo es. Por sorprendente que esto pueda parecer, el comportamiento revolucionario no se puede atribuir u ´nicamente al campesinado m´as bajo, si no tambi´en a capas intermedias y altas. Por ejemplo: muchas veces el campesinado se moviliza de forma muy violenta, a pesar de estar en una situaci´on objetivamente favorable, cuando ven amenazados su estatus por una alteraci´on de la estabilidad. Algo que Landsberger define como la inestabilidad del status6 , un concepto central para entender los cambios de comportamiento del campesinado suizo en los episodios de 1653. Con esta propuesta multidimensional podemos definir las razones por las que se moviliza el campesinado y se˜ nalar las condiciones necesarias para el surgimiento de un movimiento campesino organizado, entendiendo que las causas econ´omicas han de complementarse con otros factores como el la ideolog´ıa. Adem´as de esto hay que trazar una perspectiva en el tiempo y reconocer las estructuras del momento hist´orico con una perspectiva diacr´onica7 . En u ´ltima instancia, algo que pretenderemos conseguir tambi´en en este trabajo, es valorar y relativizar los ´exitos de un determinado levantamiento campesino, y explicar este balance intentando dejar de lado las categor´ıas absolutas de los meta-relatos que tanto se reproducen en el discurso hist´orico8 . La conceptualizaci´on que hacemos de campesinado en este trabajo, se atribuye de forma generalizada a la poblaci´on rural, Jonas R¨omer los denomina “habitantes del campo”9 . En este conflicto, como vere5

Hobsbawm, Eric J. “Bandolerismo Social” en: Landsberger, H. A.(ed), Rebeli´ on campesina y cambio social. Barcelona: Cr´ıtica, 1978, pp. 192-213 6 Landsberger, op. cit., p. 33 7 Perez Morales, Mario. Rese˜ na sobre el libro: Landsberger, H. A.(ed), Rebeli´on campesina y cambio social, Barcelona: Cr´ıtica, 1978, [en l´ınea] Relaciones estudios de historia y sociedad 16, vol. IV, oto˜ no 1983, pp. 117-121 (Consulta 8.11.2016) http://www.colmich.edu.mx/relaciones25/ index.php/numeros-anteriores/9-numero/155-relaciones-16-otono-1983-vol-iv p. 120 8 Ibid., p.121 9 ¨ ¨ mer, Jonas Romer, Jonas. “1653: Geschichte, Geschichtsschreibung und Erinnerung”. En: Ro (ed.): Bauern, Untertanen und Rebellen”: eine Kulturgeschichte des Schweizerischen Bauernkrieges von 1653. Z¨ urich: Orell F¨ ussli Verlag AG, 2004, p. 19

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mos a lo largo del trabajo, se enfrentan campesinos a terratenientes y ´elites urbanas. Los rebeldes son colectivo social muy heterog´eneo que aglutina a la poblaci´on de un conjunto de localidades, incluyendo a sus ´elites pol´ıticas. Los intereses de las ´elites involucradas en la causa rebelde, tambi´en estaban ligados a las estructuras agrarias que coliden con las mayores estructuras mercantiles que se estaban desarrollando a nivel cantonal, confederado e internacional.

3 Contexto sociopol´ıtico e internacional En 1650 la Antigua Confederaci´on Helv´etica malvive en un per´ıodo de grandes conflictos y luchas a nivel Europeo, que no volver´an a alcanzar tal magnitud hasta los procesos revolucionarios de finales del s. XVIII. La primera larga mitad del S. XVII acarrear´a profundas transformaciones en el sistema pol´ıtico y social, aunque veremos que con resultados muy distintos en el panorama geogr´afico. Numerosas son las guerras originadas en revueltas que hacen peligrar la construcci´on de los grandes aparatos fiscales. A´ un as´ı, son revueltas estrechamente vinculadas al surgimiento de estos nuevos estados y a las emergentes estructuras administrativas y burocr´aticas centralizadas. Es una resistencia provocada por las agresiones de aquellos que justificaban el nuevo papel del estado mon´arquico a una escala desconocida hasta entonces. Las teorizaciones de Thomas Hobbes en relaci´on a la subordinaci´on incondicional de los s´ ubditos a un Leviat´an, o la divinizaci´on de la figura real por Bodin, muestran, aunque de manera limitada, los alcances que muchos ve´ıan en este complejo desarrollo pol´ıtico. Por su parte, las revueltas, como respuesta l´ogica a esta dial´ectica, abrir´an, desde intereses muy distintos, ya sea de la nobleza, del campesinado, o el artesanado empobrecido de las urbes, brechas estructurales que ser´an imposibles de cerrar. A´ un as´ı hay que entender, que estas nuevas revueltas tendr´an un car´acter defensivo, protectivo, que anhela lo anterior. Con el fin de la servidumbre, muchos campesinos consiguen una relativa independencia, pero que en seguida se ve agravada con la imposici´on de numerosos impuestos. Sin tener clara esta premisa a la hora de estudiar estos movimientos, nos ser´a complicado entender la actitud conservadora de los campesinos en la Suiza del S. XVII, de los protestantes del sacro Imperio, de los Moriscos y Hugonotes, o los Grandes de Francia en la Fronda. Valga la redundancia que estas insurrecciones no se puedan comparar con los movimientos las revoluciones burguesas a partir 1789. En ellas nace un esp´ıritu de emancipaci´on, de liberaci´on del ser humano de todas las cadenas que lo atan a una vida primitiva. Surge la idea de que no existen barreras, de que el ser humano no tiene que dar nada por hecho y que tiene la capacidad de moldear la sociedad a su manera. Primero por parte 7

de la clase burguesa, y despu´es por parte de la clase trabajadora. P´erez Zagor´ın aplica el t´ermino de prometeanismo 10 . El concepto est´a asociado a la idea de que la revoluci´on se convierte en algo religioso y cultural: una admiraci´on por la centralidad del ser humano en el progreso de la civilizaci´on. Las rebeliones que surgen en el s. XVII son algo totalmente distinto. Retener los pocos privilegios que pod´ıa tener cada individuo, en una sociedad donde la inmensa mayor´ıa resolv´ıa sus problemas en la vida comunal, delimitaba el horizonte pol´ıtico de aquellas gentes. Veremos a lo largo de este trabajo, que en ning´ un momento los participantes en la revuelta cuestiona a las autoridades y al sistema para construir una cambio estructural. Las injusticias, seg´ un ellos, vienen de los abusos e del incumplimiento de unas reglas establecidas por parte de la clase dominante, que est´an universalmente aceptadas a trav´es de la cultura y la religi´on. Para entender estas relaciones sociales, un buen ejemplo a seguir es el caso de Francia. No s´olo por su cercan´ıa geogr´afica, si no por su implicaci´on directa en muchos de las problemas que afectan a la realidad suiza11 . Adem´as sufren tambi´en continuas oleadas de revueltas: desde los Croquants de Sainogne, Angoumuis, Poitou (1636), de P´erigord (1636), los Nupieds de Normand´ıa hasta los Torreb´en de Breta˜ na. Otros ejemplos los encontramos en Arag´on, Catalu˜ na, Portugal, Escocia, Irlanda o Rusia. Perez Zagor´ın, al contrario que Roland Mousnier cree que muchas de estas revueltas tienen un car´acter provincial y m´as que de una guerra revolucionarias. Una fenomenolog´ıa que estudia bajo el nombre de provincialismo. Esto no es del todo aplicable a los sucesos de 1653 de Suiza ya que muchos autores lo califican como un conflicto b´elico en toda regla, superando una escala regional. El regionalismo en las grandes monarqu´ıas como la Hisp´anica o la Francesa, permit´ıa a comunidades, al igual que el nacionalismo escoc´es o catal´an de la actualidad, manifestar una autonom´ıa cultural e identitaria, como v´ıa para liberarse de presiones econ´omicas y construir una resistencia12 . Es algo que concuerda con la idea patrimonial del estado de los monarcas modernos. A trav´es de matrimonios de conveniencia, se aglutinaban enormes territorios que lo u ´nico que ten´ıan en com´ un era su pr´ıncipe. Eran monarqu´ıas que se sustentaban en una negociaci´on constante con las ´elites con las que estaban asociadas. El continuado abstentismo de algunos monarcas de algunos de estos territorios, y el despotismo de algunos de los delegados del monarca, est´a asociado directamente 10

Zagor´ın, P´erez. Revueltas y Revoluciones en La Edad Moderna. Madrid: C´atedra, 1986, p.

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¨ ppi, Daniel. “Das Staatswesen Als Kollektives Gut: Gemeinbesitz Als GrundlaSchla ge Der Politischen Kultur in Der Fr¨ uhneuzeitlichen Eidgenossenschaft”. Historical Social Research / Historische Sozialforschung, vol. 32, no. 4 (122), 2007, pp. 169–202. [en l´ınea] www.jstor.org/stable/20762246 12 Ibid., p. 12

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con el surgimiento de este provincialismo. P´erez Zagor´ın eleva esta concepci´on a una mayor escala cuando asocia much´ısimos conflictos a este fen´omeno: desde la revuelta de la Fronda a la guerra de Flandes. A ello se le suma, que muchas de estos levantamientos, estaban capitaneadas y apoyadas por las ´elites locales de cada lugar, que o bien por que ve´ıan peligrar sus beneficios con la nueva centralidad burocr´atica o por que cre´ıan poder beneficiarse de la coyuntura. Roland Mousnier, por su parte, no da tanta importancia a la cuesti´on del provincialismo. Aunque si tiene en cuenta el localismo para explicar las revueltas de los S. XVII. Se ci˜ ne especialmente en estudiar la transformaci´on de las instituciones y el condicionamiento de factores externos en estos conflictos13 . La sucesi´on de malas cosechas, acompa˜ nado por un enfriamiento la Peque˜ na Edad del Hielo y la inmensa presi´on fiscal que generan los aparatos del Estado son claves a la hora de analizar las causas. El provincialismo o la municipalidad, permiten, seg´ un ´el, delimitar simplemente las causas concretas en un lugar para que hubiese alg´ un tipo de revuelta. Adem´as se puede calificar el tama˜ no de la revuelta y su estado de acci´on. Esto lo hace partiendo de que las revueltas pasan por distintas fases o grados de acci´on, algo parecido a lo que plantea Andreas Suter, con los “cinco actos de drama social”14 : de los problemas de pol´ıtica dar´ıa en una comunidad a descontento; de descontento a revuelta; de revuelta a revoluci´on; de revoluci´on a guerra abierta; y de guerra abierta a represi´on tiranicida15 . Por tanto, tanto para Suter como para Mousnier, la fenomenolog´ıa propia de la provincialidad, a´ un siendo un elemento complementario, es m´as bien un instrumento para medir la talla de los conflictos, m´as que una categor´ıa hist´orica.

4 La Guerra de Campesinos Helv´etica de 1653 En la misma l´ınea Andr´e Holenstein y otros autores elaboran una tabla comparativa (trad. del ingl´es) entre los distintos reg´ımenes pol´ıticos europeos, que a grosso modo nos pueden servir para entender la realidad suiza frente al modelo Franc´es o 13

Mousnier, Roland. Furores campesinos. Los campesinos en las revueltas del siglo XVII (Francia, Rusia, China). Madrid: Siglo XXI, 1976, pp. 267-268 14 Suter, Andreas. Der schweizerische Bauernkrieg von 1653. Politische SozialgeschichteSozialgeschichte eines politischen Ereignisses. T¨ ubingen: Bibliotheca Academica Verlag, 1997 15 Kern, Edward. Rese˜ na sobre el libro: Andreas Suter: Der schweizerische Bauernkrieg von 1653. Politische Sozialgeschichte eines politischen Ereignisses. T¨ ubingen: Bibliotheca-Academica-Verlag, 1997, 687 S. (Fr¨ uhneuzeit-Forschungen 3). [en l´ınea] The Journal of Interdisciplinary History, Vol. 29, No. 2 (Autumn, 1998),The MIT Press, pp. 304-305 (Consulta 27.09.2016) http://www.jstor. org/stable/207062

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Habsburgo16 : Sectores sociales Gobierno Comercio Producci´ on Religi´ on ´ Elites Base del poder social Modo Escenario de acci´ on Ej´ercito Dimensi´ on espacial Interrelaciones Consolidaci´ on pol´ıtica y legal

Rep´ ublicas Oligarqu´ıa por cooptaci´on Comercio internacional Manufactura Coexistencia Burgues´ıa Negocio Intercambio competitivo Redes Milicia, mercenarios Discontinua Colaboraci´on Local y urbana

Estados din´ asticos Monarqu´ıa con sucesi´on hereditaria Comercio regional Agricultura Uniformidad Aristocracia Guerra Regulaci´on y coerci´on Territorios Profesional permanente Continua Dominaci´on Central (corte)

Es cierto que muchos de estos puntos est´an siendo foco de las cr´ıticas hacia la visi´on tradicional de los reg´ımenes absolutos. Ni unos eran tan absolutistas, ni los otros tan burgueses. En ambos casos deb´ıa existir una gran capacidad de negociaci´on con las ´elites locales para mantener la hegemon´ıa. En este sentido, los casos de Suiza y los Pa´ıses Bajos, son la excepci´on que confirma la regla. Son pa´ıses, que tremendamente condicionados por la falta de recursos y su reducido tama˜ no, construyen realidades pol´ıticas muy interesantes. De este modo consiguen resolver las dificultades que van afrontando, pero sin alcanzar una centralizaci´on y uniformidad territorial y pol´ıtica. En todo caso, no suponen, desde nuestra perspectiva, una contraposici´on ni una ruptura con la l´ogica que reinaba bajo las grandes dinast´ıas europeas. Estas por su parte, a pesar de construir grandes aparatos burocr´aticos centralizados, tambi´en ten´ıan que lidiar con una tremenda heterogeneidad social. Deb´ıan mantener una convivencia continuada entre sistemas pol´ıticos llenos de interdependencias y conexiones que se desarrollaban en planos muy distintos. Al igual que otras peque˜ nas regiones, Suiza, a pesar partir de un desarrollo interno particular, no ser´a capaz de esquivar la fuerza de las olas de revueltas que azotan a Europa en la mitad del s. XVII. Es m´as, su pasado reciente y la construcci´on de las estructuras estatales est´an estrechamente vinculados a las distintas relaciones que se manten´ıan con las grandes hegemon´ıas europeas: la casa Habsburgo y los reyes Franceses. En un primer momento, con la conformaci´on de la Antigua Confederaci´on Helv´etica en 1293, para poder sobrevivir frente a la constante amenaza extranjera, 16

Holenstein, Andr´e; Maissen, Thomas; Prak, Maarten. The republican alternative: the Netherlands and Switzerland compared. Amsterdam: Amsterdam University Press, 2008 p. 12

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los confederados consiguieron aunar sus fuerzas en un marco de fuerte colectividad social y vida comunal. La posici´on de Daniel Sch¨appli, propone que el proyecto de la confederaci´on es, en un primer momento, lograr una pacificaci´on tanto externa como interna. Esto se logra con la construcci´on de dos ejes centrales: una homogeneizaci´on jur´ıdica del territorio y un impulso de la vida pol´ıtica a nivel comunal, entorno a los cuales se puede articular la sociedad y la econom´ıa. Considera que la propia aristocracia emergente depende desde el principio del entendimiento comunal para poder lograr esta unificaci´on territorial inicial17 . El triunfo de la liberaci´on del feudalismo de los Habsburgo marcar´a fuertemente la l´ınea discursiva e ideol´ogica de los confederados, central en la construcci´on de su identidad cultural. Posteriormente, con el triunfo en la Guerra de Borgo˜ na, se ganaron un alto prestigio en el campo de batalla y comenzaron a ser reclutados para los grandes ej´ercito de las potencias europeas. Tenemos que entender que la superficie habitable y cultivable en Suiza era muy limitada, y la salida de efectivos militares como mercenarios, supon´ıa una importante fuente de ingreso para los cantones18 . De hecho, uno de los comandantes que particip´o en la represi´on de la revuelta de 1653, el general Von Zwyer, consigui´o enriquecerse repartiendo los ingresos de los mercenarios en el cant´on de Uri19 . Al mismo tiempo, los grandes conflictos de la Edad Moderna, desde la Guerra de los Ochenta A˜ nos a la Guerra de los Treinta A˜ nos requer´ıan de constantes movimientos de tropas por tierras helv´eticas. Esto se traduc´ıa en el ingreso regular de pensiones por el paso de aduanas. Al ritmo que esto avanza, dentro de las ´elites locales van emergiendo facciones pol´ıticas claramente enfrentadas. Unos se alinean con los intereses de los Habsburgo y otros con los de los reyes de Francia, recibiendo la correspondiente financiaci´on de la casa a la que apoyan. Todo este proceso, va acumulando el poder en las manos de una oligarqu´ıa cada vez m´as peque˜ na. No obstante, las teor´ıas entorno a la centralizaci´on del poder en los cantones est´an llenas de controversia. Algunos autores como Guggenb¨ uhl, nos hablan de un acaparamiento por parte de las ´elites patricias urbanas del control sobre los impuestos, los valores monetarios y los ingresos del extranjero20 . Se producir´ıa as´ı un imitaci´on a menor escala de lo que sucede en las grandes monarqu´ıas europeas. Pero esta afirmaci´on no est´a tan clara para otros autores. Mientras que muchos historiadores defienden que la absolutizaci´on del poder est´a llena de matices, no podemos olvidar que gran parte 17

¨ ppi, op.cit., p. 178 Schla Grimm, Robert., Schweizer Klassenk¨ ampfe. Reformation, Bauernkrieg, B¨ urgerliche Revolution, Landesstreik Z¨ urich: Unionsverlag Z¨ urich, 1976, pp. 45-46 19 Ibid., p. 49 20 ¨ hl, Gottfried., Der schweizerische Bauernkrieg von 1653. Z¨ Guggenbu urich: Verein gute Schriften Z¨ urich, 1953, p. 17 18

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de la poblaci´on urbana y rural, gozaba todav´ıa del estatus jur´ıdico de confederados o ciudadano con plenos derechos. Y aunque bien es cierto que en la primera mitad del s. XVII la compra del t´ıtulo de confederado se restringe de manera importante, las ´elites mantendr´an un pulso continuo con la facci´on contraria, por quien es capaz de conseguir una mejor financiaci´on. Esto se traduce en pugnas electorales, en las que los magistrados urbanos tendr´an que estar muy atentos a las demandas del pueblo llano y de la incipiente burgues´ıa urbana. La vida comunal se politiza a gran escala y se vuelve cada vez m´as compleja, aunque no como lo entendemos a d´ıa de hoy. Daniel Sch¨appli hace uso de la sociolog´ıa empleando el concepto de informalidad de lo p´ ublico para definir esta realidad. Entiende que estamos ante una situaci´on que no es concebible como una participaci´on cr´ıtica en los asuntos pol´ıticos, sino m´as bien como una interacci´on constante de numerosos factores en la vida pol´ıtica de una localidad determinada, en el marco de sociabilidad multifac´etica helv´etica de la ´epoca. Todo esto es entendible en una l´ogica de relaci´on, aparentemente ca´otica, pero en la pr´actica t´ıpica de una sociedad comunitaria con una cultura corporativa21 . Esta percepci´on, no obstante, no entra en contradicci´on con una realidad de sumisi´on total a las estructuras y sistemas de gobierno existentes. Los campesinos de la revuelta de 1653 se enorgullec´ıan de ser los v´alidos descendientes de los fundadores de la Confederaci´on, llevando por bandera la lucha contra la dominaci´on externa e ileg´ıtima, pero sin cuestionar en ning´ un momento esta dominaci´on. La realidad que desata el conflicto, est´a relacionada tambi´en con la inestabilidad que se reactiva en las grandes monarqu´ıas de Francia y Espa˜ na. Una segunda cuesti´on, es la implicaci´on de las grandes guerras en el panorama suizo. En Edad Moderna se produce la transici´on de una agricultura de subsistencia, que permite malvivir a la mayor´ıa de la poblaci´on, a una agricultura con una producci´on masiva que genera grandes excedentes. Con la Guerra de los Treinta A˜ nos, Suiza monopoliza gran parte de la producci´on de trigo y de otros alimentos que no se pod´ıan producir en Centroeuropa por la guerra. Esto hace que suban los precios en la Confederaci´on, algo que repercute de forma desigual entre campo y ciudad. Con la firma de las Paces de Westfalia (1648) todo esto cambia radicalmente. No s´olo se produce una tremenda deflaci´on que perjudica el valor de las inversiones de los campesinos, si no que para la regular la balanza con esta ca´ıda de exportaciones, las ´elites patricias de algunos cantones, especialmente Lucerna y Berna redujeron dr´asticamente el valor monetario, lo que en muchos sitios hizo insoportable la situaci´on. A esto, se le un´ıa la falta de llegada de dinero del exterior por la debacle financiera que sufr´ıan las grandes monarqu´ıas europeas, que por su parte deb´ıan lidiar tambi´en 21

¨ ppi, op.cit., p. 174 Schla

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con revueltas de car´acter provincial22 . Gran parte de la poblaci´on campesina suiza es empujada as´ı a una situaci´on l´ımite, que desata un conflicto que moviliza a cerca de doscientos mil campesinos y un contingente militar de casi ochenta mil. Estamos entonces ante un conflicto, que al igual que la mayor´ıa de las insurrecciones europeas, surge en consonancia a la construcci´on de los nuevos estados europeos. En el caso suizo, desde un punto de vista antropol´ogico, hasta ese momento las comunidades rurales resolv´ıan sus problemas de forma comunal e informal. No obstante, con la llegada de las instituciones burocr´aticas y de figuras como el Vogt (corregidor), se ven obligados a acudir a nuevas instancias para resolver los problemas. Andr´e Holenstein ve que en las causas del conflicto, el mismo desarrollo estructural que genera complicaciones a la poblaci´on campesina, se ve agudizado por problemas coyunturales que amenazan a la estructura del hogar campesino23 . Tenemos entonces, a un campesinado empobrecido por las distintas razones que hemos enumerado, que se enfrenta a un patriciado urbano enriquecido por las nuevas din´amicas que generan las dimensiones mercantiles y b´elicas europeas. El desarrollo del conflicto resulta interesante por alcanzar unas dimensiones temporales y espaciales sorprendentes para el momento. Comienza con el levantamiento de los campesinos del Entlebuch, una comuna que representa en su historia la defensa de los valores y la simbolog´ıa del movimiento campesino24 . En cuesti´on de meses la rebeli´on se expande y los campesinos acuerdan, en una sucesi´on de tratados, la defensa unitaria de sus demandas: en el Sumiswalderbrief (lit. carta de Sumiswald)25 , preparan el consecuente Huttwilerbund (Uni´on de Huttwil). Estos acuerdos, seg´ un Guggenb¨ uhl, suponen la superaci´on de las diferencias entre cat´olicos y reformados, para construir un proyecto auto-organizativo que plante cara al poder´ıo patricio26 . Los campesinos comienzan a controlar la mayor´ıa de las comunas rurales. Se organizan en asambleas y autogestionan el reparto de recursos, algo que tanto Guggenb¨ uhl como otros, coinciden en caracterizar como revolucionario. Eso 22 En estas fechas se suceden la Fronda en Francia, la sublevaci´on de Catalu˜ na de 1640 y las revueltas en N´ apoles y Sicilia para la monarqu´ıa Hisp´anica, as´ı como la Revoluci´on Inglesa. Adem´as se reanuda la guerra franco-espa˜ nola. Suter, Andreas. “Kollektive Erinnerungen an historische Ereig¨ mer, Jonas (ed.): Bauern, Unnisse: Chancen und Gefahren Der Bauernkrieg als Bespiel”. En: Ro tertanen und Rebellen”: eine Kulturgeschichte des Schweizerischen Bauernkrieges von 1653. Z¨ urich: Orell F¨ ussli Verlag AG, 2004, p. 146 23 Holenstein, Andr´e. “Der Bauernkrieg von 1653. Ursachen, Verlauf und Folgen einer gescheiterten Revolution (mit kommender Transkription des Wolhuser und Huttwiler Bundesbriefes”. En: ¨ mer, Jonas (ed.): Bauern, Untertanen und Rebellen”: eine Kulturgeschichte des Schweizerischen Ro Bauernkrieges von 1653. Z¨ urich: Orell F¨ ussli Verlag AG, 2004, p. 31 24 ¨ hl, op.cit., p. 21 Guggenbu 25 Ibid., p. 38 26 Ibid., p. 41

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s´ı, es a la hora de intentar concebir como revolucionario al acontecimiento cuando surgen los debates que m´as adelante desarrollaremos.

5 La memoria hist´orica y la Guerra de Campesinos Muchas veces los historiadores creemos en la actualidad, que los debates historiogr´aficos que puedan surgir en la Historia Moderna suelen estar ya m´as que superados. Son temas aparentemente muy depurados que hoy quedan demasiado lejanos para reinterpretar. No obstante, el caso de la Guerra de Campesinos de 1653 demuestra que muchas veces, y especialmente en los u ´ltimos cinquenta a˜ nos, muchos de estos debates se han venido agudizando con fuerza. Algo que comienza con el surgimiento de corrientes centradas en aspectos econ´omicos y sociales, impulsados en gran parte por la herencia marxista de las escuelas de los Anales. Estas han suscitado grandes debates que han tenido como respuesta una fuerte instrumentalizaci´on a nivel pol´ıtico y simb´olico. En la introducci´on de este trabajo, coment´abamos los problemas a nivel historiogr´afico que generan las excepcionalidades en el panorama pol´ıtico suizo. Tanto en el nivel acad´emico, como en la opini´on p´ ublica, esto y el tremendo nacionalismo que lleva ya mucho tiempo existiendo en Suiza, ha moldeado la presentaci´on de los acontecimientos hist´oricos. Es importante, que tengamos en cuenta que a nivel acad´emico, los discursos se mueven en otro nivel que el de la opini´on p´ ublica, pero aun as´ı est´an condicionados de una u otra manera por la misma. La Guerra de Campesinos Suiza es para muchos, la confirmaci´on de que los suizos, llevan en el ADN la rebeld´ıa y la lucha por la justicia, argumento suficiente para estar orgullosos de su pa´ıs y de su identidad colectiva. Para otros es, como veremos a continuaci´on, un evento que se enfoca de una u otra manera, dependiendo de la l´ınea pol´ıtica o la base te´orica. En el caso de la Guerra de Campesinos Suiza tenemos que entender que el estudio de este acontecimiento estuvo censurado hasta bien entrada la Revoluci´on Helv´etica (1798-1803). El inter´es por parte de las ´elites liberales llega realmente en la ´epoca de la Restauraci´on, una vez bien entrado el siglo XIX27 . Los primeros trabajos monogr´aficos sobre el tema corresponden a Theodor von Liebenau, que se centra en analizar y clasificar de forma sistem´atica las fuentes escritas. Las conclusiones de esta obra son algo pobres y no van m´as all´a de relatar el desarrollo del conflicto. Pocas d´ecadas despu´es el marxista Hans M¨ uhlenstein elabora un minucioso relato que se mantiene durante mucho tiempo como u ´nica obra de referencia. Este autor, condenado en Suiza por su participaci´on en las brigadas internacionales en la Guerra 27

¨ mer, op.cit., p. 16 Ro

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Civil Espa˜ nola (1936-1939), adem´as de criticar el positivismo y el simplismo de Liebenau, desarrolla una teor´ıa en la que se ayuda del marxismo cl´asico para entender el desarrollo de los acontecimientos. Muchas veces sumergi´endose y compar´andolo con realidades posteriores, que no son atribuibles a la realidad de las revueltas del s. XVII. A pesar de esto, la obra abarca una enorme cantidad de fuentes y sigue teniendo una gran validez cient´ıfica a d´ıa de hoy. Posteriormente, la cr´ıtica a su obra es instrumentalizada por pol´ıticos conservadores, en el marco de fuerte anticomunismo durante el comienzo la Guerra Fr´ıa en los a˜ nos cincuenta. El diputado suizo Otto Studer reincid´ıa en un art´ıculo en 1953, en que no se trataba de un proceso revolucionario en ning´ un momento, considerando que el conflicto era insignificante comparado con otros eventos. En 1953, se cumpl´ıa adem´as el tricentenario de la Guerra, y a pesar de los intentos, las autoridades no consideraron en ning´ un momento rememorar el 28 acontecimiento . Es por ello, que hasta final de siglo, no se ha favorecido por parte de las instituciones una construcci´on de una memoria hist´orica adecuada. Posteriormente, y como coment´abamos al comienzo de este cap´ıtulo, con el nuevo desarrollo de las corrientes de la historia social y econ´omica, aumenta la producci´on cient´ıfica sobre las estructuras y la cotidianidad en Edad Moderna. Sin embargo, estos estudios se interesan sobre todo en evoluciones particulares en las localidades estudiadas, sin recopilar un estudio de la guerra que actualice las posiciones. Aun as´ı, supone un punto de partida importante para volver a estudiar sistem´aticamente al conflicto. Esta corriente repliega su protagonismo despu´es de la ca´ıda del Muro de 29 Berl´ın y encontraremos que los estudios sobre este a´mbito se reducir´an de forma importante. No obstante, en los u ´ltimos diez-quince a˜ nos ha despertado de nuevo el inter´es de algunos cantones en el acontecimiento. Especialmente el cant´on de Lucerna ha promovido estudios sobre el tema en la universidad del mismo nombre. Con ayuda del Instituto de Ciencia Cultural de Lucerna, Jonas R¨omer dirige una recopilaci´on de estudios bajo el t´ıtulo de Campesinos, S´ ubditos y Rebeldes 30 . Este estudio actualiza, con reinterpretaciones de muchos de los tratados y acuerdos, gran parte del debate historiogr´afico. Hace una revisi´on de la memoria hist´orica y una reflexi´on sobre los peligros que conlleva la misma. Dando por superadas las tesis economicistas de M¨ uhlenstein, se discute sobre el legado pol´ıtico que deja el conflicto, una vez derrotado. Andreas Suter, que tambi´en participa en esta actualizaci´on, ve, al igual que en su monograf´ıa sobre la guerra31 , el fin de las intentonas, por parte la aristo28

Ibid., pp. 10-11 Ibid., p. 17 30 ¨ mer, Jonas (ed.): Bauern, Untertanen und Rebellen”: eine Kulturgeschichte Del alem´ an: Ro des Schweizerischen Bauernkrieges von 1653. Z¨ urich: Orell F¨ ussli Verlag AG, 2004 31 Suter, op. cit. 29

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cracia patricia, de instaurar un r´egimen absolutista como el de Francia. A partir de la Guerra de 1653, la aristocracia tomar´ıa una posici´on “paternalista”32 respecto a la dominaci´on sobre el campesinado. La puesta en marcha de estos trabajos sobre la Guerra suponen un buen punto de partida para seguir construyendo una memoria hist´orica que se enfrente a los distintos puntos de vista que plantea la historiograf´ıa suiza.

6 La actualidad del debate historiogr´afico Est´a claro que la guerra de Campesinos de 1653 es uno de los mayores episodios de confrontaci´on entre s´ ubditos y las autoridades en la historia del pa´ıs helv´etico. No obstante, no recibe la misma atenci´on que reciben otros conflictos de menor magnitud pol´ıtica, como la Revoluci´on Helv´etica de 1798. Precisamente la comparaci´on entre ambos eventos, abre uno de los debates m´as actuales: tildar o no al conflicto de revolucionario. S´olo la Revoluci´on Helv´etica es aceptada como revolucionaria de forma un´anime en el panorama acad´emico suizo33 . Es algo que a un pa´ıs tan nacionalista, por la confianza generalizada en el sistema de democracia directa, genera gran incertidumbre. Otros pa´ıses, como Francia, tienen constantes revoluciones, y Suiza, con una democracia “radical”, apenas encuentra resquicios revolucionarios en su historia que expliquen esta tradici´on. Tiene que ver tambi´en con una idealizaci´on del presente suizo, y un fuerte nacionalismo. Buscan, de forma casi desesperada, encontrar el antecedente de la u ´nica revoluci´on que se dio en suelo Suizo —y muchos de ellos lo hayan precisamente en la Guerra de Campesinos de 1653—. Tenemos que tener en cuenta, que las propias autoridades de Z´ urich, que reprimieron en su territorio el levantamiento, llamaron revoluci´on a lo que estaba ocurriendo. Para algunos, esta es una de muchas premisas que posibilitan entender la Guerra de Campesinos como una revoluci´on34 . No obstante, es un concepto atribuido en Edad Moderna a cualquier tipo de revuelta o inquietud pol´ıtica, por lo que el argumento pierde gran validez a nivel pr´actico. Entendemos como revoluci´on, desde la francesa a la rusa, un proceso hist´orico complejo y estructural, que rompe con el status quo previo, abriendo una brecha en las estructuras sociales y econ´omicas. El calibre de la ruptura, permite construir la sociedad desde una perspectiva totalmente nueva. Caracterizar por tanto como revo32

¨ ppi, op.cit., p. 177 Schla ¨ mer, Jonas. “Der Bauernkrieg als Revolution und die Revolution als Bauernkrieg”. En: Ro ¨ mer, Jonas (ed.): Bauern, Untertanen und Rebellen”: eine Kulturgeschichte des Schweizerischen Ro Bauernkrieges von 1653. Z¨ urich: Orell F¨ ussli Verlag AG, 2004, p. 133 34 Ibid., p. 131 33

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lucionaria a la Guerra de Campesinos, resulta complicado. Tambi´en concluir que es un antecedente a la Revoluci´on Helv´etica, es una afirmaci´on demasiado generalizada y precipitada. Jonas R¨omer35 , en un an´alisis sobre los conceptos utilizados en la correspondencia entre las delegaciones cantonales durante la revuelta, destaca, que al igual que revoluci´on, el concepto guerra de campesinos (del alem´an Bauernkrieg), es utilizado de forma muy puntual y excepcional. Por desgracia, el estudio no va mucho m´as all´a de la catalogaci´on de estos conceptos y su relaci´on con la revoluci´on de 1798. Por tanto, no nos permite afirmar con certeza, que ambos conceptos (revoluci´on y guerra de campesinos) puedan tener una connotaci´on revolucionaria. En relaci´on a lo que mencion´abamos al principio de este punto, se desarrollan distintas corrientes que sufren el contagio los patrones que han marcado el desarrollo de la historia en el s. XIX y XX. Pero precisamente, el hecho de que se considere como el u ´nico conflicto interno a gran escala junto a la Revoluci´on Helv´etica, urge a muchos a justificar la magnitud del conflicto a trav´es de una repercusi´on, que ellos mismos dan por hecha, y por tanto es ficticia. Esto asienta sus bases en las corrientes del s. XIX, sumergidas en el prometeanismo del que nos hablaba Zagor´ın con anterioridad (p.6). Buscan ensalzar la tradici´on revolucionaria, para poder creer en una construcci´on del estado suizo basado en los ideales de la lucha contra la aristocracia. Por ello no dudar´an en tildar al conflicto de revolucionario y destacar la facilidad que ten´ıa el conflicto para transformar la realidad del momento. Esta afirmaci´on es tan incongruente como la cr´ıtica que hacen algunos de los autores marxistas (en especial Grimm y M¨ uhlenstein). Estos coinciden en llamar tambi´en revolucionario al proceso, pero el an´alisis que hacen gira entorno a la posibilidad que podr´ıa existir una peque˜ na burgues´ıa urbana, potencialmente revolucionaria. Utilizan el ejemplo de la incipiente burgues´ıa en la regi´on del Willisau, que se llega a comparar con los revolucionarios peque˜ no-burgueses de Cromwell36 . Sin embargo, eran m´as artesanos que otra cosa, y todav´ıa no ten´ıan poder, ni dinero suficiente como para protagonizar un proceso de emancipaci´on. Por otra parte, estos autores consideran que el conflicto fracas´o por negociar demasiado con los se˜ nores, lo que los desgast´o y desuni´o en muchos casos a los rebeldes. Esto se debe a la situaci´on objetiva del campesinado, cuyas condiciones de vida lo hacen m´as individualista y lo acercan al anarquismo. A pesar del fracaso, Hans M¨ uhlenstein37 y otros, atribuyen un cierto ´exito a la revuelta, al dar un primer paso hacia una sociedad burguesa, que abre el paso al socialismo. Este an´alisis, que se dice marxista, es incre´ıblemente determinista y no tiene en cuenta la diversidad 35

¨ mer, op.cit., p. 136 Ro Grimm, op.cit., p. 54 37 ¨ hlenstein, Hans. Der grosse schweizerische Bauernkrieg. Z¨ Mu urich: Unionsverlag Z¨ urich, 1977 p. 644 36

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de estos procesos, cuanto menos multifac´eticos. M´as all´a de dar una perspectiva de lucha de clases, no tiene sentido hablar de una conciencia de clase, ni de anarquismo, pues aquello que podamos llamar clase campesina, es algo que ideol´ogicamente y objetivamente no tiene nada que ver con los procesos de organizaci´on proletaria del s. XIX. Autores m´as oficialistas como Guggenb¨ uhl, ven las razones del fracaso en el analfabetismo reinante y la desorganizaci´on de los campesinos38 . Si equiparamos por tanto las razones de “analfabetismo” y “falta de conciencia” las dos utilizan conceptos muy distintos, pero hunden sus ra´ıces en un discurso hist´orico paternalista, que mira a los eventos desde un presente m´as desarrollado. Tenemos por tanto an´alisis diferentes, que coinciden en catalogar al proceso como revolucionario, pero no son capaces de superar los condicionantes subjetivos de su presente. Una vez expuesto esto, no podemos concluir tampoco que la guerra de campesinos fue una revuelta t´ıpica de la edad moderna m´as. Su extensi´on geogr´afica alcanz´o m´as de la mitad de lo que hoy ocupa Suiza39 . Adem´as, esta claro que los rebeldes mostraron una capacidad organizativa incre´ıble, fruto de un aprendizaje en experiencias anteriores. Por otro lado, algunas de sus demandas, como adelant´abamos previamente, plantean un cambio radical: participaci´on en los procesos legislativos de forma sistem´atica (algo que ya ocurr´ıa en las comunas rurales) y establecimiento de un ej´ercito campesino, que garantizara el cumplimiento de sus peticiones40 . Sin embargo, como hemos recalcado ya en varias ocasiones, no es un proceso que ideol´ogicamente proponga algo nuevo, si no que reivindica una vuelta a lo anterior, algo que tiene que ver con la madurez ideol´ogica del momento. En la pr´actica, no obstante, las demandas plantean una ruptura41 y suponen algo nuevo, pero siendo compatibles al mismo tiempo con una madurez ideol´ogica muy rom´antica y conservadora. Por tanto no podemos terminar llamando a este proceso revolucionario: las implicaciones de la ruptura, no acarrean una transformaci´on en las bases del pensamiento, ni plantean una proyecto con base estructural. Si aplicamos las herramientas que H. Landsberger nos pone a disposici´on (p. 3) vemos que son campesinos, que poseen medios de producci´on (inputs) y participan en el proceso de producci´on. Tienen cierta autonom´ıa, y es en la participaci´on en los beneficios (outputs), d´onde m´as pierden. Esto nos podr´ıa ayudar a entender en gran medida el conservadurismo ideol´ogico de este movimiento, que prefiere buscar una vuelta a lo anterior por la v´ıa de la negociaci´on. Adem´as, la relativa autonom´ıa en la participaci´on en el proceso de producci´on, facilita la construcci´on de procesos de 38

¨ hl, op.cit., p. 62 Guggenbu Suter, op. cit., 2004. p. 148 40 Ibid., p. 149 41 Grimm, op. cit., p. 52 39

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autoorganizaci´on, externos a la dominaci´on patricia. Autores como Andreas Suter, conciben una dimensi´on en la que las relaciones de estructura y acontecimiento llevan a un punto de inflexi´on en el desarrollo del absolutismo en Suiza, comenzando as´ı una nueva orientaci´on pol´ıtica por parte de las clases dirigentes42 . Entiende que la guerra pone fin a las aspiraciones absolutistas del patriciado, que se resigna a una dominaci´on de car´acter paternalista. El mismo autor cita el testimonio de Abraham Stanyan, un enviado de la corona inglesa en Berna entre 1705 y 1713, que se sorprende por los excepcionales privilegios que tienen los s´ ubditos suizos, comparado con el conjunto europeo43 . Stanyan entiende, que una pol´ıtica inteligente por parte de las autoridades, consistente en aligerar la carga fiscal sobre los s´ ubditos, explica la coexistencia pac´ıfica entre ambos. Suter concluye que esta diacron´ıa paternalista, al introducir una menor carga fiscal, permiti´o acelerar los procesos de protoindustrializaci´on en Suiza44 . Esta visi´on parte de un an´alisis, cuya metodolog´ıa es la b´ usqueda de conexiones y relaciones entre los eventos hist´oricos y el de la estructura, algo que condiciona fuertemente la manera de ver los eventos. Muchas veces se pone por delante la estructura, y la linealidad que esta establece, prevalece sobre la complejidad real que envuelven a los procesos. No debemos olvidar, que a´ un que bien es cierto que no volvemos a encontrar ning´ un evento como el de la Guerra de Campesinos hasta la Revoluci´on Helv´etica (1798), se siguen dando levantamientos de menor impacto, originados por la continuidad de fuertes desigualdades sociales. Un ejemplo es la rebeli´on de los campesinos de Lucerna durante las Guerras de Villmerger (del alem´an Villmergerkriege)45 . Esto pone en duda el ideal del paternalismo que propone Andreas Suter, autor de obras de referencia sobre la guerra de campesinos. En varios de sus trabajos se desvincula claramente de las afirmaciones historicistas y marxistas que hemos expuesto aqu´ı46 . Sin embargo, lo que plantea, sigue en la misma l´ınea que estas corrientes, pues olvida en gran medida, la complejidad y la diversidad de los procesos en las distintas realidades que coexist´ıan en la Edad Moderna. Busca construir categor´ıas hist´oricas de 42

Suter, op.cit., 2004, p. 149 Ibid., p. 152 44 Holenstein, op.cit., 2004 p. 55 45 Villmergerkriege: Son las llamadas guerras guerras de religi´on suizas, que se dan entre los cantones cat´ olicos y reformados entre 1655 y 1712. Por supuesto, al igual que en la mayor´ıa de las guerras de religi´ on, se desenvolv´ıan conflictos pol´ıticos y econ´omicos relacionados, de forma directa o no, con los motivos confesionales. Varios estudios sobre la correspondencia entre las autoridades cantonales de 1712 muestra la preocupaci´on por una revuelta de los campesinos de Lucerna, y hacen alusi´ on a los hechos de 1653 como una lecci´on a aprender, para evitar una propagaci´on de la ¨ mer, op.cit., p. 137 revuelta. Ro 46 Suter, op.cit., 1997, p. 155 43

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car´acter absoluto, creando una estructura que no es del todo real. Sabemos, gracias a los estudios de Daniel Sch¨appli, que el patriciado, antes, durante y despu´es del conflicto deb´ıa aceptar una constante de negociaci´on con los s´ ubditos para poder 47 optar a los cargos de magistratura .

7 Consideraciones finales Antes de adentrarnos en concluir las valoraciones que hemos ido extrayendo a lo largo de este trabajo, hay que destacar que durante la realizaci´on del trabajo ha habido un proceso de aprendizaje y ha sido necesario revalorizar determinadas posiciones debido a la complejidad de todo el debate que hemos presentado. Hemos desgranado en este trabajo varios conceptos clave, desde campesinado, a revoluci´on, pasando por intentar definir la complejidad real de un suceso. Nos hemos topado con interpretaciones totalmente distintas que son huella de la variedad de opini´on que existe al respecto. Para empezar la interpretaci´on cl´asica-nacionalista, muy determinista, nos ha abierto una discusi´on que colisionaba, a´ un en la misma l´ınea de metarrelato, con la perspectiva marxista. Si bien es cierto que la aportaci´on de ambas corrientes es muy importante, y no debe ser infravalorada. Tiene sentido hablar de estructuras y de la conexi´on de los procesos inmediatos con procesos evolutivos a una mayor escala, con cambios m´as lentos. La relaci´on que por ejemplo establece Andreas Suter, cuando nos habla de la interconexi´on constante del evento y de la estructura condicionante, en el que se dan cambios m´as profundos a la inmediatez del evento, son esenciales para poder se˜ nalar las distintas aristas que aparecen en el conflicto. Sin ello no podemos entender la grand´ısima complejidad y la cantidad de factores, que entrelazan los distintos niveles de interpretaci´on que generan los procesos hist´oricos. No obstante tenemos que cuidarnos de utilizar conceptos y categor´ıas hist´oricas absolutas, pues en este trabajo se ha demostrado, que no s´olo su uso genera ambivalencias, si no que a la hora de querer esquematizar un bosquejo comparativo de revueltas, es necesario especificar el uso de los conceptos. Tambi´en hemos visto que es necesario abrir nuevos espacios de investigaci´on que nos permitan tener una percepci´on abstracta de la cotidianeidad de la ´epoca. Un ejemplo, es el concepto de inestabilidad del estatus que utiliza Daniel Schl¨appi para definir realidades, que nada tienen que ver con las percepciones que tenemos desde la alta pol´ıtica. Es un concepto que categoriza comportamientos sociales y variaciones coyunturales como un fen´omeno. Adem´as, el trabajo demuestra que discutir sobre posibilidades hipot´eticas que hubiesen podido cumplir las espectativas dentro de un marco ideol´ogico no es 47

¨ ppi, op.cit., p. 176 Schla

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constructivo y lleva a un callej´on sin salida. Valorar adem´as razones de ´exito o fracaso desde un el presente no tiene sentido. Importa m´as centrarse en entender realmente que est´a pasando y su por qu´e, es esto lo que nos permite avanzar en la discusi´on y encontrar interconexiones entre los procesos hist´oricos. Manuel Herreros, en su art´ıculo sobre las Paces de Westfalia, reivindica una revisi´on en el empleo de los t´erminos, cuestionando lo que suponen los discursos lineales y teleol´ogicos que hunden sus ra´ıces en las justificaciones eurocentristas del oficialismo del s. XIX. Entiende que las Paces de Westfalia dentro de la conformaci´on del entramado pol´ıtico y social europeo han sido tratados por la historiograf´ıa nacionalista como un elemento a partir del cual se crea una ruptura. Por consiguiente, se asienta la construcci´on de los modernos estados-naci´on europeos que mantuvieron la hegemon´ıa mundial hasta bien entrado el s. XX48 . El autor, sin infravalorar los procesos que son se˜ nalados, entiende que todo es mucho m´as relativo y denuncia la divisi´on indiscriminada que se hace en la historiograf´ıa tradicional a partir de las Paces de Westfalia. Esta cr´ıtica que se viene haciendo en los u ´ltimos a˜ nos en la historia moderna, est´a estrechamente ligada al viraje que ha dado el pensamiento occidental en las u ´ltimas seis d´ecadas. El historicismo anterior, mantiene una linealidad que est´a relacionada con el discurso teleol´ogico nacionalista-burgu´es que hunde sus ra´ıces intelectuales en la Ilustraci´on. El historiador Perez Zagor´ın utiliza el t´ermino prometeanismo para caracterizar el pensamiento que marca ideol´ogicamente a los procesos revolucionarios burgueses del s. XVIII y XIX. El concepto implica que la idea de la revoluci´on se convierte en algo casi religioso, una admiraci´on por la centralidad del ser humano en el progreso49 . Es un discurso, que para entender la realidad de su presente, se obsesiona con crear categor´ıas hist´oricas de car´acter absoluto, que hacen l´ogica una ascendencia lineal de un punto hacia otro en la historia y terminan por fechitizarse para legitimar una realidad actual. Sin embargo, hoy en d´ıa, los discursos tanto filos´oficos como hist´oricos est´an evolucionando hacia otra direcci´on. El existencialismo de Heidegger o el postmodernismo de Foucault que sienta las bases de este viraje, ya no cree en una ascendencia del ser humano, en una expansi´on de hegemon´ıas, y en t´erminos generales no le interesa la existencia del ser humano (si no m´as bien el sentido general del ser, el dasein). El capitalismo del s. XXI produce una ideolog´ıa mucho m´as centrada en el individuo, heterogeiniza a la sociedad. Rompe as´ı con los metarrelatos que se han impuesto con la llegada de la cientifi48

Herreros, Manuel., “Paz, raz´ on de estado y diplomacia en la Europa de Westfalia, los l´ımites del triunfo del sistema de soberan´ıa plena y la persistencia de los modelos polic´entricos (1648-1713)”. Estudis. Revista de Historia Moderna, 41, 2015, p. 45 49 Zagor´ın, op.cit., p. 262

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cismo burgu´es del s. XIX. Se centran en una visi´on de lo concreto, de lo inmediato, olvid´andose de la linealidad de la historia que ahora se descategoriza completamente, entendi´endose como totalmente irregular y caprichosa, sin ning´ un patr´on que determine su evoluci´on. Es un discurso que por su parte tambi´en tiene un relato en nuestra opini´on negativo, pero permite cuestionar una serie de percepciones que pretenden romper con la ideolog´ıa occidental. Es lo que muchos pensadores de nuestro tiempo denominan la crisis del pensamiento occidental. Personalmente valoramos esta nueva tendencia, sobre todo por el cuestionamiento de las verdades absolutas que deja atr´as el cientificismo, y nos ense˜ na a relativizar a la hora de definir procesos hist´oricos. No obstante, es necesario tener en cuenta que debemos tener en cuenta que esto mismo no debe convertirse en la ruptura con la percepci´on de estructuras y de una interpretaci´on a distintos niveles de abstracci´on. Debemos de tener unos objetivos claros y un norte. Al fin y al cabo, los historiadores, somos sujetos pol´ıticos que actuamos en nuestro presente y es algo que subjetivamente debemos plasmar en nuestros an´alisis. Muchas de las corrientes que hemos visto est´an marcados por el idealismo. La dial´ectica del idealismo construye el conocimiento a partir de unos conceptos, que una vez elaborados se atribuyen al sujeto de estudio. Nosotros por lo contrario, promovemos lo mismo que Marx reivindicaba en su Cr´ıtica de la filosof´ıa del derecho de Hegel : analizar la realidad y a partir de ella construir el discurso emp´ırico con las herramientas que el an´alisis genera. Por otro lado, observamos las dificultades que genera elaborar una memoria hist´orica en una realidad tan politizada como la suiza. Es un pa´ıs del que adem´as sabemos poco, y cuando comenzamos a estudiarlo, las excepcionalidades que observamos son innumerables. Hemos visto que es un pa´ıs, que inconscientemente aprovecha sus desventajas y es capaz de construir procesos de industrializaci´on a la escala de B´elgica o Holanda. Todo ello sin acceso al mar y sin la consiguiente provisi´on de materias primas de colonias y participaci´on en las redes mercantiles que permiten a las grandes potencias arrancar una producci´on a gran escala. A finales del s. XVIII, la burgues´ıa urbana de la que tanto habl´abamos, se especializa en la producci´on de productos de lujo, como el chocolate o los relojes. En el s. XIX Z´ urich pronto despega con una producci´on textil a gran escala y Basilea inaugura la industria qu´ımica y farmac´eutica centroeuropea. Adem´as comienza a exportar electricidad producida en las grandes presas construidas en los Alpes y construye una red ferroviaria que hoy, se ha convertido en la m´as densa en el mundo. Resulta asombroso, como un pa´ıs que parece estar condenado por su realidad geogr´afica y demogr´afica, es capaz de participar en procesos de tal calibre. Pero por otro lado, es muy complicado, como Suizo, enfrentarse a esta historia, sobre todo a la hora de construir un relato historiogr´afico serio. Pero si somos capaces de relativizar, y verlo como un suceso l´ogico, 22

nos damos cuenta que los suizos no somos especiales. De hecho, si se llega a Suiza desde el extranjero, no todo es asombro. Siguen existiendo tremendas desigualdades a nivel social, el 2 % de la poblaci´on controla el 80 % de la riqueza nacional. Es el pa´ıs con menos huelgas por trabajador anuales, y eso, teniendo m´as horas de trabajo al a˜ no que cualquier otro europeo50 . Adem´as, precisamente la admiraci´on por lo que acabamos de relatar ha generado un sentimiento de superioridad y xenofobia, que convierte a Suiza en uno de los pa´ıses m´as racistas en Europa. Si estudiamos la evoluci´on en la pol´ıtica de los u ´ltimos cincuenta a˜ nos vemos que se caracteriza por la aprobaci´on sucesiva de leyes contra la inmigraci´on y la diversificaci´on cultural. Adem´as, la ley de igualdad de g´enero no se integr´o en la Constituci´on hasta 1981 y el cant´on de Appenzell no aprob´o el sufragio femenino hasta 199751 . Es por ello que estudiar a Suiza y su historia es tan interesante como complicado. Vemos que es testigo del desarrollo de particularidades muy excepcionales, que sin embargo tienen mucho que ver con lo que sucede en Europa.

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