LA GRAN COSMÓPOLIS, LOS MODERNISTAS LATINOAMERICANOS EN NUEVA YORK

September 1, 2017 | Autor: A. Herreria Ferna... | Categoría: Spanish Literature, Literature, Rubén Darío, Modernismo, Modernismo Nueva York
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Descripción

LA GRAN COSMÓPOLIS, LOS MODERNISTAS LATINOAMERICANOS EN NUEVA YORK

Antonio Herrería Fernández Arizona State University

Desde la antigüedad, en todas las sociedades, ha existido un debate constante entre renovación y tradición; entre lo nuevo y lo viejo, entre lo conocido y lo desconocido, entre ceñirse a unos valores aceptados o el rechazo y regeneración de los mismos en un proceso histórico de génesis continuo; un movimiento perpetuo circular en donde el fin de lo uno produce el comienzo de lo otro. Un clinamen constante en eterno retorno transformativo. Esta transformación, en términos actuales, está intrínsecamente ligada a la idea de tiempo; tiempo en evolución hacia el infinito, que a su vez se relaciona con la idea de progreso, ya que el progreso no se entiende sino bajo parámetros temporales. Sin embargo, estas dos nociones ahora relacionadas estuvieron originalmente distanciadas, ya que en su momento “la sociedad cristiana medieval imagina al tiempo histórico como un proceso finito, sucesivo e irreversible; agotado ese tiempo, reinará un presente eterno” (Paz, Hijos 44). Esta imagen de un tiempo limitado sufrió en el siglo XV una revolución conceptual al desplazarse la finitud del tiempo hacia una trayectoria lineal inacabable que se perdía en el horizonte del infinito, la idea del futuro. El movimiento del tiempo produjo que se relacionara el tiempo futuro con la noción de progreso, ya que en ambos casos se producía un impulso hacia adelante, cuya connotación se establecía entre el pasado viejo y el futuro moderno. Esto condujo a que “del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII el centro de la discusión acerca de lo ‘moderno’ fue[ra] virando del dominio de la imitación a la idea de progreso”1 (Riggiano 95). 1 Palabra que José Cadalso utilizó por primera vez en castellano en este sentido en las Cartas marruecas (1793).

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Con la entrada del romanticismo “del sentido temporal del adjetivo moderno se pasó al concepto modernista con significación ético-moral y estética que implica toda una Weltanschauung cultural” (Riggiano 94). Es decir, toda una nueva cosmovisión a la luz de los cambios producidos por la revolución francesa y la revolución industrial, en donde progreso y, por tanto, modernidad se relacionaban con los avances de la ciencia, la técnica y la libertad del individuo. La máquina de vapor y la locomotora2 fueron el detonante de una carrera hacia el desarrollo tecnológico que originó una transformación del individuo, tanto a nivel económico3 como social y religioso, en relación con la idea de modernidad. Modernidad ejemplificada en la ciudad, al desarrollar ésta en su interior fábricas, edificios, parques, puentes, alumbrado, redes de saneamiento y transporte público para alojar a un innumerable gentío de todas las edades, géneros y grupos sociales. Dentro de la imagen de la ciudad como representante de la modernidad en siglo XIX se debe destacar, entre todas las grandes urbes, Nueva York. Nueva York, a la cabeza de Estados Unidos, se convirtió en un referente a seguir por su desarrollo acelerado, el cual competía con las grandes urbes del momento como Londres o París; ciudades a las que Nueva York superó en las primeras décadas del siglo XX. Es debido a ello por lo que este estudio pretende ahondar en la imagen de modernidad de Nueva York en los escritores modernistas hispanoamericanos. Para ello se van a analizar dos aspectos: por un lado, la imagen de Nueva York proyectada desde la propia polis hacia los países hispanoamericanos por medio de las crónicas periodísticas y, por otro, la percepción de la urbe a través de los poemas que los propios autores modernistas escribieron en sus estancias en Nueva York a finales de siglo XIX. Además se incluirán poemas o textos de autores no modernistas si es pertinente. La ciudad como constructo físico y teórico, definida por su contraposición respecto al campo, ha sido motivo de reflexión al intentar aclarar su formación y clasificación tanto en términos teóricos como en la práctica. Dicha práctica dirigida a la satisfac2 “The railway depended on standardized time and strict timetabling, and these ushered in a new time consciousness” (Daly 46). 3 “Las nuevas doctrinas económicas que se oponían al mercantilismo [monopolios del estado y empresas exclusivas] eran parte de una tendencia intelectual del liberalismo, producto de la Ilustración del siglo XVIII que procuraba liberar al ser humano de los impedimentos que limitaban la realización de la capacidad del individuo” (Montanaro 4).

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ción de las necesidades físicas para su desarrollo, como acueductos, alcantarillado, vías de comunicación, alimentación de la población, etc. La urbe, según la “tesis del núcleo vórtice”, incluida en “La teoría general de la ciudad” (1989), de Gustavo Bueno, nace de fuerzas direccionales opuestas: la poblacional, que empuja del extrarradio o campo hacia el núcleo o ciudad y otra llamada “curso de desarrollo” que sale del núcleo de la ciudad hacia el exterior. Estas fuerzas se forman por medio de lo que Edward Soja denomina “sinecismo”4 o ventaja económica de agrupación poblacional y espacial. A su vez, acorde a Bueno, existen cinco tipos de ciudad: la ciudad absoluta, la ciudad enclasada, en relación con otras ciudades y ciudades estado, la ciudad imperial, la ciudad nacional, convertida en capital del estado moderno, y la ciudad cosmopolita. La ciudad cosmopolita es relevante para este estudio al coincidir en sus características con Nueva York, ya que lo característico, es que las ciudades, por vía industrial o comercial, se desarrollan de un modo muy rápido, al margen de los procedimientos clásicos de subordinación política. La ciudad cosmopolita es el resultado de la revolución industrial. (Bueno 46)

Ciudad en cuyo interior se producen una serie de “transformations and appropriations, the object of various kinds of interference but also a subject that is constantly enriched by new attributes, it is simultaneously the machinery and hero of modernity” (Certeau 105). Los cambios continuos de la ciudad de Nueva York son descritos por el flâneur o “paseante anónimo” en las crónicas, escenas y cuadros de costumbres, en donde el observador describe el folklore urbano.5 “Paseante anónimo que sabe que su relación 4 “El sinecismo, en tanto fuerza activa y motriz de la geohistoria, supone la formación de una red regional de asentamientos nucleados y anidados de modo jerárquico, capaces de generar innovación, crecimiento y desarrollo social (así como también individual) desde el interior de su dominio territorial definido. En este sentido, se asemeja a aquello que los geógrafos económicos han denominado economías de aglomeración, las ventajas económicas (y, en ciertos casos, desventajas) que se derivan del denso agrupamiento de la gente y de los lugares de producción, consumo, administración, cultura y demás actividades relacionadas con las concentraciones que forman los puntos centrales de un sistema regional de asentamientos, una red anidada de «lugares centrales» y sus hinterlands dependientes” (Soja 43). 5 Folklore no basado el campo sino en la ciudad, como dice Michael Certeau en su libro The Practice of Everyday Life (1984).

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con la urbe moderna supone nuevas condiciones de experimentación” (Urioste 310), lo que le lleva, en general, a mostrar una dualidad en la descripción de Nueva York, intercalando elementos positivos y negativos que se observan tanto en “la ciudad burguesa, sofisticada e ilustrada, como con la historia de la marginación y del crimen” (Urioste 321). Estas crónicas, cuadernos de viaje y cuadros de costumbres “modernizados”, que tuvieron su antesala en los textos de escritores románticos hispanoamericanos que habían visitado la ciudad,6 son descritos bajo la óptica del flâneur o escritor modernista,7 entre cuyas características generales destaca su eclecticismo, el cual está ligado a un individualismo8 anárquico que exploraba las distintas facetas del ser humano, como la sexualidad, la espiritualidad y el subconsciente; aspectos que chocaban contra el rígido ideal positivista de la sociedad burguesa. Motivo por el cual, se observa en el Modernismo, corroborado por los propios autores modernistas, un rechazo al positivismo. Sin embargo, la orientación cientificista del positivismo no fue completamente desdeñada, sino que ciertos aspectos fueron incorporados, como el “espíritu crítico, reformador, y la refutación de nociones tradicionales, absolutas por consagradas. De ahí, en la literatura, el deseo de abrirse a los cuatro vientos, de recibir influencias extranjeras, de conocer otras culturas”9 (Schulman, Modernismo 34). Es decir, se observa en los escritores modernistas una visión cosmopolita de la sociedad que se desarrolla en la ciudad industrial, compaginando y alternando los valores positivos y negativos de la misma. La visión contradictoria se empezó a formular con los primeros escritores románticos, ya que fueron ellos los que comenzaron a utilizar la ciudad como tema central; temática que fue con6 Los mexicanos Justo Sierra Méndez y Guillermo Prieto, el guatemalteco José Millá, el chileno Benjamín Vicuña Mackenna, que fundó en Nueva York la revista La Voz de América (1865), los colombianos Salvador Camacho Roldán y Rafael Pombo, éste último con su poema “Las norteamericanas en Broadway”, o el argentino Domingo Faustino Sarmiento, entre muchos otros. 7 “Desde 1888 Darío emplea la palabra modernismo para designar las tendencias de los poetas hispanoamericanos. […] Del mismo modo que el término vanguardia es una metáfora que delata una concepción guerrera de la actividad literaria, el vocablo modernista revela una suerte de fe ingenua en las excelencias del futuro o, más exactamente, de la actualidad […] el modernismo busca insertarse en él ahora” (Paz, “Caracol” 249). 8 Observación ya apreciado por Rodó, para el cual “el movimiento de las ideas tiende cada vez más al individualismo en la producción y aún en la doctrina” (cit. en Schulman, Modernismo 36). 9 “En labios de Rubén Darío y sus amigos, modernidad y cosmopolitismo eran términos sinónimos. No fueron antiamericanos; querían una América contemporánea de París y Londres” (Paz, “Caracol” 249).

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tinuada en los autores modernistas y demás corrientes posteriores. En este sentido, al igual que los modernistas, “the Victorians did hold directly contradictory ideas. The machine is both the unwearied iron servant and the sacrificial god to whom mankind has offered its soul” (Sussman 7). Es por ello por lo que “the romantic poets, when they wrote of machine at all, took up the contrast between the factory and its pastoral surrounding as a figure what they saw as the profound unnaturalness of mechanization” (Sussman 8). La mecanización como elemento no natural se relacionó con lo terrorífico/grotesco, tanto en los autores anglosajones, como Poe,10 como en los autores modernistas hispanoamericanos. Afirmación que se corrobora al comparar la observación de Nicholas Daly con la siguiente crónica de José Martí: As the Era reported, an American play, Augustin Daly’s Under the Gaslight, had already featured ‘the sensational incident of the man bound and left to be cut to pieces by an express train. This play had been performed in New York in August 1867 at the Worrell sisters’ New York Theatre. (11) ¡Una pobre italiana cortada en dos por la máquina ciega! ¡La sangre de la infeliz chirreando de los rieles, los empleados del ferrocarril recogiendo deprisa en la calle la carne majada! (cit. en Cañas 63)

La inclusión de la máquina en la sociedad, aparte de producir extrañamiento e ironía11 por su artificialidad, sirvió como modelo para analizar la sociedad y el cuerpo humano bajo una concepción maquinista, en donde cada órgano tenía una función que cumplir. La concepción de la funcionalidad del individuo dentro de la sociedad llevó a los poetas y a los escritores anglosajones a observar “the decline of individualism” (Sussman 20). Individualismo también defendido por los poetas modernistas hispanoamericanos en contraposición a los sectores inmovilistas y socializantes que pretendían limitar la libertad individual. Sin embargo, el individualismo de los escritores no estaba exento de 10 La influencia de Edgar Alan Poe en los autores modernistas hispanoamericanos es notoria: “uno de los primeros traductores de El Cuervo de Poe había sido, en la penúltima década del XIX, el poeta venezolano Juan A Pérez Bonalde. Guillermo Valencia también introdujo a Poe y José Asunción Silva había imitado los ritmos de ‘The Bells’. Darío elogiaría a Poe en Los Raros. Martí había escrito acerca de su obra” (Sánchez 165). 11 Paz comenta que la literatura moderna contiene: “el gusto por el sacrilegio y la blasfemia, el amor por lo extraño y lo grotesco, la alianza entre lo cotidiano y lo sobrenatural. En una palabra, la ironía –la gran invención romántica” (Hijos 65).

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crítica a las problemáticas sociales observadas. Esto les llevó en múltiples ocasiones a promover y a defender la educación, las mejoras tecnológicas y económicas de los sectores más desfavorecidos, incluido el suyo propio,12 en el intento por insertarse en el mercado económico.13 Este último aspecto relacionado con “la apertura de nuevos espacios dentro del incipiente mercado de capital defendido por el liberalismo económico”14 (Acereda, Rubén 51) que hacía posible vivir o subsistir15 del periodismo. Un nuevo tipo de periodismo llamado de prensa amarilla que ya fue observado y expuesto por Rubén Darío en el siguiente artículo publicado por el periódico chileno La presa y Libertad en 1890:

Los que han impulsado por este camino el periodismo actual son los yanquis. Ellos, por su mercantilismo y por su aprecio del tiempo, han hecho que el telegrama se anteponga al editorial; han establecido el reinado de la información sobre la doctrina […] El Heraldo va a la cabeza con sus millones. Triunfa en Nueva York, triunfa en París y triunfa en Londres, que es cuanto hay que decir. (Darío, OC 4, 124)

La posibilidad de vivir del periodismo junto con la libertad de expresión son los motivos expresados por José Martí para residir en Nueva York, tal como aprecia en la carta a Manuel Mercado fechada el 22 de abril de 1886:

Todo me ata a Nueva York, por lo menos durante algunos años de mi vida: todo me ata a esta copa de veneno […] A otras tierras, ya sabe V porqué no pienso ir. Mercado literario aún no hay en ellas ni tiene por qué haberlo […] mis instrumentos de trabajo que son mi lengua y mi pluma, o habrían de quedarse en el mismo encogimiento en que están aquí,

Recuérdense los poemas “Hierro” de Martí y “El rey burgués” de Darío. No es casual que en la primera visita de Darío a Nueva York uno de los lugares a los que acude, por intermediación de Martí, sea la imprenta y la editorial del periódico The Sun. 14 En este sentido habría que notar el estudio de Alberto Acereda titulado Rubén Darío y el proyecto modernista (2012) y la tesis doctoral de Edward Montanaro titulada “La construcción del imaginario económico de José Martí en las crónicas de Estados Unidos”. 15 La precariedad económica de los escritores modernistas como Julián del Casal, Porfirio Barba-Jacob, José Asunción Silva, Rubén Darío o José Martí es bien conocida. Blanca Zacarías de Baralt muestra este aspecto de Martí en el siguiente comentario: “los artistas que nos lo muestran encorvado, desaliñado, no han comprendido, en absoluto, el personaje, que era lo que los americanos llaman un live wire, un alambre vivo, alerta, erguido, cuidadosamente vestido, aunque a veces con pobreza” (42). 12 13

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o habrían de usarse en pro o en contra de asuntos locales en que no tengo derecho ni voluntad de entrar, y los que, sin embargo, como ya me sucedió en Guatemala y en Venezuela, ni el silencio me es permitido. (cit. en Antúnez 63)

El referente económico intelectual, relacionado con el liberalismo económico de nuestros autores, tomaba como modelo a los Estados Unidos, y a Nueva York como metonimia16 de este país, pese a que buena parte de la crítica se ha enfocado erróneamente en su antiamericanismo

silenciando el que muchos modernistas, desde Martí a Darío, pasando por Leopoldo Lugones –y cada uno a su manera–, reconocieron expresamente y admiraron en ocasiones la libertad, el pragmatismo y la constancia de los Estados Unidos. Darío mismo elogió a los grandes poetas norteamericanos, a sus hombres de ciencia, y, en general, a una cultura apoyada en el ideario liberal conservador donde el trabajo y la independencia intelectual constituían el éxito de una sociedad en progreso. (Acereda, Rubén 62)

El ideario liberal-conservador de los autores modernistas, que se relaciona con la modernidad, fue divulgado por los periódicos y revistas de Nueva York en lengua española. Estas revistas, aparte de abastecer el mercado interno de lectores en español en los Estados Unidos, llegaban también a buena parte de los países hispanoamericanos transmitiendo un ideario de modernidad basado en Nueva York y en los Estados Unidos.17 Esta idea de exportar la modernidad norteamericana a sus vecinos del sur se observa el siguiente artículo de Martí titulado “La Casa Editorial Hispanoamericana” (1884): César Zumeta, crítico sagaz, y estilista de mérito y color, amigo de lo grande y de lo joven, es el alma de la empresa que hace llamamiento a todas las fuerzas vivas de la América pensadora y literaria, a fin de lograr que cada uno de nuestros pueblos, desde México y Cuba hasta la

16 La relación metonímica se produce en la insistencia reiterada de personajes radicados en Nueva York, la descripción de la misma y guiños, como por ejemplo incluir la palabra “excélsior” en el poema de Darío “Salutación al águila”, ya que esta palabra está incluida en el emblema de Nueva York. 17 Estos corresponsales “attempted to inspired its Latin-American readers to emulate the United States’ cultural and technological development whenever appropriate” (Schulman y Chamberlain, Revista 5).

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Argentina y Chile, sea abierto a las corrientes del pensamiento americano. (Martí, OC 5, 441)

Otros ejemplos destacados de periódicos y revistas editados por directores hispanoamericanos desde Nueva York son: La Revista Ilustrada (1885), La América (1882), El Porvenir (1891), El periódico La Juventud (1889), La Edad de Oro18 (1889), la revista El Progreso (1884) o Patria (1892), entre muchos otros. En otro sentido, los mismos colaboradores de los periódicos y revistas editados desde Nueva York también publicaron para revistas y periódicos situados en países hispanoamericanos en múltiples ocasiones. Entre estos colaboradores hay que destacar la figura de Martí, el cual colaboró con: El Partido Liberal de México, La Opinión Pública de Montevideo, La República de Honduras, La Opinión Nacional de Caracas y La Nación de Buenos Aires. Periódicos de gran tirada que influyeron en el pensamiento del individuo y en la sociedad en general. Baste notar la influencia que ejercieron los artículos de Martí, publicados en La Nación de Buenos Aires, sobre Darío, como él mismo expuso.19 Así mismo, la importancia de algunas revistas editadas e impresas desde Nueva York se exterioriza en La Revista Ilustrada, dirigida por Elías de Losada, la cual tuvo entre sus colaboradores ocasionales a José Martí, Emilia Pardo Bazán, Juan Valera, Benito Pérez Galdós, Domingo Estrada, Juan de Dios Peza, Nicanor Bolet Peraza, Román Mayorga Rivas, entre muchos otros. En este sentido, hay que observar que esta revista sirvió como nexo de múltiples escritores modernistas, no sólo por la calidad y el nombre de sus contribuyentes sino también por la difusión de la misma en diferentes países del ámbito hispano. Nexo observable en las figuras de Martí, Darío y Losada, los cuales coincidieron en Nueva York en 1893 y promovieron un mismo espíritu de modernidad, con sus matices, en sus crónicas. No es casual que la Revista Ilustrada publicara, entre otras colaboraciones, el ensayo Nuestra América de Martí en enero de 18 Escrita para un público infantil por Martí. Esta revista sólo contó con cuatro números, todos ellos editados en 1889. 19 Véase el artículo de Darío titulado “José Martí”, el cual se encuentra dentro de Los Raros (1896), en donde comenta: “Quien murió allá en Cuba era de lo mejor, de lo poco que tenemos nosotros los pobres; era millonario y dadivoso: vaciaba su riqueza a cada instante, y como por la magia del cuento, siempre quedaba rico: hay entre los enormes volúmenes de la colección de La Nación tanto de su metal fino y piedras preciosas que podría sacarse de allí la mejor y las más rica estatua” (OC 2, 481).

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1891 y diversas obras de Darío como secciones de Azul, tres cuentos parisienses, “La ninfa” y, finalmente, “La risa”, dedicada a Martí. Así mismo, hay que destacar la reseña positiva publicada en La Revista sobre Darío. Aparte de enlace, La Revista Ilustrada20 y otras revistas neoyorquinas compaginaban un interés por el desarrollo científico21 y económico con otro cultural. Esto se observa en la declaración de intenciones de La Revista, en donde se muestra el interés porque el público hispanoamericano asimile descubrimientos científicos, culturas diferentes y nuevas formas de pensar, tal como expone Losada en 1890:

Como sucede al artista que en la mente lleva un ideal superior a los vuelos de su talento y superior a la habilidad de sus nervios, así llevamos nosotros un ideal de publicación, por el cual vive suspirando nuestro anhelo y vive luchando nuestro espíritu. Por delante de nosotros tenemos un vasto campo que nos convida a colmarlo con grandezas de pensamiento, con revoluciones de progreso, con maravillas de libertad, con resplandores de ciencia, con sublimidades de poesía y con un aliento fecundo de fe y de entusiasmo por los destinos de este mundo para quien trabajamos con amor y valentía: la América generosa, la tierra del porvenir. (cit. en Schulman y Chamberlain, Revista 7)

Este mismo ideario se observa en la carta fundacional de la revista El Progreso al declarar que el objeto principal “es dar a

20 Originalmente la cabecera de La Revista Ilustrada se llamó La Revista Mercantil. En su declaración de intenciones, en relación con la idea de modernidad y que se mantendrá al reconvertirse en La Revista Ilustrada, se expone: “Será especial cuidado de LA REVISTA MERCANTIL el mantener una sección muy circunstanciada sobre muchas industrias pequeñas y grandes que pueden ser adaptadas en Sur América y que por falsa de un conocimiento práctico de ellas no se acometen allá. LA REVISTA MERCANTIL que cuenta con relaciones valiosísimos en este país, las cuales le dan acceso a todos las fábricas y talleres, está en aptitud de estudiar los métodos prácticos de esas industrias y describirlas con toda propiedad, de manera que con solo seguir el texto de dichos artículos pueda cualquiera plantearlas” (cit. en Schulman y Chamberlain, Revista 5). 21 Véase, por ejemplo, el artículo sin firmar “La mecánica y la invención” en donde se expone la visión del autor respecto al rumbo que deberían tomar los países hispanoamericanos para progresar: “ Si buscamos la base del rápido progreso que a nuestros ojos se va desenvolviendo todos los días a manera de un panorama sin fin; si preguntamos quien horada montañas, pone en comunicación los lugares, enlaza los pueblos con cintas de hierro, impulsa a través de los mares esos castillos flotantes que transportan hombres y mercancías con increíble rapidez de un punto a otro del globo; […] nos responderán: El inventor y la máquina […] el gas alumbraba ayer al mundo; la electricidad oscurece hoy al gas. La riqueza y bienestar de un país no dependen hoy de la fertilidad de su suelo, ni de la extensión de su territorio, ni de la laboriosidad y número de sus habitantes; depende solamente del número de mecanismos que emplea: pende del inventor” (Progreso 1, 2).

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conocer en español lo principal que se publique en idiomas extranjeros, especialmente lo que se refiere a invenciones y adelantos en Mecánica, Industrias, Artes, etc. La Política, la Medicina, la Filosofía y la Religión tendrán también sus secciones correspondientes” (Progreso 1, 1). Sin embargo, estas revistas no pretendían simplemente trasplantar el modelo norteamericano a las sociedades hispanas, sino tan sólo aprovechar aquello que les parecía beneficioso. Por ello, en las crónicas, en numerosas ocasiones, conviven tanto las actitudes positivas como las negativas en cuanto a la representación del estilo de vida de la sociedad norteamericana. Las crónicas fueron un elemento primordial para expandir la idea de modernidad; crónicas que se escribieron desde Nueva York hacia los periódicos hispanoamericanos en forma de corresponsalía, entre las cuales destacan las de Martí por su número,22 calidad y servir de modelo a futuros cronistas. Este tipo de crónicas se formulaban sobre el estilo de vida de Nueva York y los avances tecnológicos y culturales que mostraba la gran urbe, los cuales, en su época y aún hoy en día, son símbolos reconocibles de Nueva York. Entre estos símbolos se encuentran la Quinta Avenida, el Parque Central, Coney Island, el Puente de Brooklyn, la Estatua de la Libertad […] son los cinco puntos neoyorkinos que, a lo largo de la década del ochenta, Martí menciona y analiza. […] al escribir sobre las estructuras más impresionantes de la ciudad que fueron planificadas específicamente como expresiones simbólicas de modernidad. (Núñez 9)

En este sentido, Martí, como principal cronista de los símbolos neoyorquinos,

destaca los valores positivos con los que intenta conciliar los aspectos antitéticos de la modernidad. Los conceptos antropocéntricos de libertad, concordia y comunicación humana, participación de todos los miembros de la sociedad, son valores metafóricos que él imprime a su propia visión de estos monumentos y los organiza como un sistema de objetos cuya belleza y carácter monumental unifican a los neoyorquinos en particular y a la humanidad en general. (González 150)

22 Ejemplo de ello son las crónicas para La Opinión Nacional en 1882, en donde “Martí trabaja con rapidez y asiduidad casi increíbles. No menos de ocho crónicas salen cada mes de Nueva York para Caracas” (Henríquez 24).

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A estos símbolos de modernidad, que a veces se relacionan con el lujo, como dijo Paz, se deben sumar el tranvía aéreo, el Madison Square Garden,23 el hotel Waldorf-Astoria24 o incluso la joyería Tiffany’s,25 todos ellos reconocibles a nivel mundial. Crónicas que despedían una gran vitalidad por el desarrollo acelerado de momento, ya que Nueva York pasó de tener 60,000 habitantes en 1800 a 3.437,202 en 1900.26 Al incremento poblacional se aunaba un desarrollo tecnológico futurista, como por ejemplo ser la primera ciudad en contar con iluminación eléctrica en 1888, unir las orillas del East River con el puente de Brooklyn, contar con cabinas de telefónicas para 1889 y, sobre todo, el crecimiento vertical de la ciudad, con sus ciclópeos edificios como dejaron constancia Martí y Darío. La inauguración o el uso de todos estos adelantos técnicos fueron motivo de una vívida descripción por parte de los cronistas hispanoamericanos27 en sus escenas, crónicas y artículos. Entre estas crónicas, y pertenecientes a Martí, se observan: “Exposición de electricidad”, publicado en La América Nueva York en marzo de 1883, “Tranvías de cable”,28 publicado en La América de Nueva York 23 El Madison Square Garden será descrito por Martí en 1891 en la crónica para La Nación “La exhibición de las flores”. 24 Esta afirmación se observa en la crónica “El Waldorf-Astoria”, escrita por el mexicano Francisco Santamaría y fechada en 1928, en la cual se comenta que en el tiempo en que se construyó el hotel “América era vista por aquel entonces como potencia de segundo orden, los Estados Unidos, sintetizando mejor. Nueva York iba a tornarse de una gran ciudad en la metrópoli mundial. Y el Waldorf-Astoria vino a ser entonces a manera de un símbolo de aquel cambio maravilloso” (122). Este mismo hotel será referido por Darío en su poema “La gran cosmópolis”. 25 Martí hará mención a Tifanny’s en por lo menos dos ocasiones: en el artículo “Un domingo de junio” y en el artículo “Caballero Frelinghuysen. Todo, todo, todo. Flores pascuales”. Este último escrito desde Nueva York el 24 de diciembre para La Opinión Nacional de Caracas. 26 “La población de Nueva York ha tenido casi todo su extraordinario aumento dentro de los últimos cien años. […] en 1800 a 60,515; en 1810 a 93,373; 3n 1820; a 123,706; en 1830 a 202,589; en 1840 a 312,710; en 1850 a 515,477; en 1860 a 805,585; en 1870 a 942,292; en 1880 a 1.206,299; en 1890 a 1.515,301, y en 1900 a 3.437,202” (Espasa 38, 1472). 27 Entre los escritores hispanoamericanos que escribieron acerca de Nueva York, aunque algunos ya en los primeros años de 1900, encontramos a Rubén Darío, el pintor argentino Eduardo Schiaffino o el mexicano Francisco Santamaría. En otros autores del ámbito latino encontramos al francés Paul Morand y a los españoles Federico García Lorca y Julio Camba, entre otros. 28 “Las ciudades que quieran establecer ahora tranvías, deben antes de echar sus rieles para carros de caballos, hacer examinar los que andan sin ellos, por ser su motor constante un cable que corre dentro de un gran tubo, colocado bajo la superficie de la calle, como se colocan las cañerías de gas o agua. […] Que el sistema no es ilusorio lo prueban, no sólo el ferrocarril del puente de Brooklyn, a pesar de las dificultades especiales que allí presenta la vía por tener que ir el cable sobre el borde de la ruedillas enclavadas en trecho en los durmientes aéreos; lo prueban mejor Chicago y San Francisco de California” (Martí OC 8, 446).

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en junio de 1884 y “El carbón”, publicado en el mismo periódico en noviembre de 1884. En este último artículo se plasma el pensamiento de Martí respecto a su tiempo y la realidad de la modernidad: “Siglo de ferrocarriles, de electricidad y de maquinaria es el nuestro, y de todo eso es alma el calor, para producir el cual necesitamos el carbón” (Martí, OC 8, 447). El hierro es otro elemento relacionado con los adelantos tecnológicos, el cual llega a ser sinónimo de Nueva York y de los Estados Unidos, tal como expresa Darío sobre “Manhattan, la isla de hierro”.29 La misma idea se observa en la referencia a Walt Whitman, ya que “en su país de hierro vive el gran viejo”,30 o en el uso de palabra “hierros” en el poema “La gran cosmópolis” (1914). El “Hierro”, perteneciente a Versos libres (1882), también fue utilizado por Martí para titular uno de sus más famosos poemas. La importancia de este metal radicaba en que en base a su producción se medía el vigor nacional. Así mismo, dentro de la idea de progreso tecnológico, cabría destacar especialmente los artículos “Los ingenieros del puente de Brooklyn: Roebling, padre e hijo”, que detalla las características tecnológicas del puente, y el artículo “Fiestas de la Estatua de la Libertad”, publicado en 1887 para La Nación. Estatua de la Libertad convertida en símbolo tanto por su mensaje ideológico como por su revolución arquitectónica al contar con un esqueleto de metal. La unión de ambos elementos en la Estatua centraba los ideales de modernidad. Ésta fue objeto de narración tanto por Martí como por Darío, aunque bajo puntos de vista diferentes. Martí describe la colocación de la Estatua, bajo la impresión del gentío, de la siguiente manera: parecía que estaba viva: el humo de los vapores la envolvía: una vaga claridad la coronaba: ¡Era verdad como un altar, con los vapores arrodillados a sus pies! ¡Ni el Apolo de Rodas, con la urna de fuego sobre su cabeza y la saeta de la luz en la mano fue más alto! Ni el Júpiter de Fidias, todo de oro y marfil, hijo del tiempo en que aún eran mujeres los hombre. Ni la estatua de Sumnat de los hindúes, incrustada, como su fantasía, de piedras preciosas. Ni las dos estatuas sedentes de Tebas, cautivas como el alma del desierto en sus pedestales tallados. Ni los cuatro colosos que defienden, en la boca de la tierra, el templo de Ipsambul. (cit. en Núñez 15)

29 Véase “Edgar Allan Poe; fragmento de un estudio” perteneciente a Los raros (1896). 30 Véase “Walt Whitman”, perteneciente a la segunda edición de Azul (1890).

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Esta misma estatua fue descrita por Darío a su llegada en barco en 1893 en el artículo “Edgar Allan Poe”, incluido en Los Raros (1896):

En una mañana fría y húmeda llegué por primera vez al inmenso país de los Estados Unidos. Iba en el steamer despacio, y la sirena aullaba roncamente, por temor de un choque. Quedaba atrás Fire Island con su erecto faro; estábamos frente a Sandy Hook, de donde nos salió al paso el barco de Sanidad […] Sobre la cubierta se agrupaban los pasajeros […] Luego, levantando sobre su cabeza la antorcha simbólica, queda a un lado la gigantesca Madona de la Libertad, que tiene por peana un islote. […] Manhattan, la isla de hierro; New-York, la sanguínea, la ciclópea, la monstruosa, la tormentosa, la irresistible capital del cheque. (OC 2, 57)

Aparte de adelantos tecnológicos, como parte de la modernidad, las crónicas de Martí, y de otros autores hispanoamericanos en general, recalcan el valor del self made man,31 que muestra, a través de los habitantes de Nueva York, un sistema social abierto no vinculado exclusivamente a un sistema de castas sociales, lo cual posibilitaba la inserción del individuo en la élite económica a través de la industria y la educación.32 Es por ello por lo que las crónicas y artículos que salen desde los escritores y los periódicos de Nueva York, como la Revista Ilustrada, recalcan positivamente los modelos y la enseñanza educativa en Nueva York. Entre los artículos martinianos que ayudan a promover un modelo educativo universal se encuentran: “Pedro Cooper”, escrito el

31 La promoción del self made man se observa en las crónicas martinianas “Pedro Cooper ha muerto” o “Emilio Agramonte”, entre otras. 32 Véase, por ejemplo, el siguiente artículo publicado en la Revista Ilustrada en donde se observa la comunión de los ideales de individualidad, libertad, fe en la ciencia y educación como modelo ideal de la modernidad que se quiere exportar a los países hispanoamericanos: “Todo está cambiando y todo sigue cambiándose con la marcha de estos tiempos de revolución infatigable. A los concilios de la fe, se han sucedido los Congresos de la paz; a las Coaliciones de las Conferencias; a las Cruzadas las Exposiciones; a las Conquistas los Ferrocarriles; a la pasión de la guerra el ardimiento de la fraternidad. Gutenberg venció a Torquemada; Morse desacreditó a Bonaparte; Fulton destronó a Nelson, y entre todos esos hombres que han hecho luz con el fósforo de los cerebros y con la química de los cielos, han alumbrado las conciencias y reformado el criterio […] Los tiempos no van hacia atrás; no van hacia la Fuerza sino hacia el Derecho. Los privilegios van escaseando, las aristocracias van cayendo en ridículo; todo lo que el hombre inventó para dominar al hombre se va pudriendo. El talento y la virtud se adelantan. El amor es el verdadero conquistador moderno, y el Progreso es su aliado. La máquina redime, el telégrafo une los corazones y esparce las ideas; con el vapor viajan los intereses en activo cambio; el periódico va al lecho del trabajador y los despierta con el eco de voces que parten de todos los pueblos del globo; y entretanto los ejércitos se tullen en las barracas y los artilleros se duermen sobre las cureñas de sus cañones, aguardando en vano una guerra que no llega, porque la guerra es un fiasco en las evoluciones de la humanidad moderna” (cit. en Schulman y Chamberlain, Revista 10).

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4 de marzo de 1882 para La Opinión Nacional de Caracas, “El colegio de Tomás Estrada en Central Valley”33 publicado en Patria el 2 de julio de 1892 o el artículo “Sobre la ciencia”, publicado tanto en El Partido Liberal de México en 1887 como en La Nación de Buenos Aires ese mismo año:

Los colegios están en Nueva York abandonados durante el verano. En el campo es ahora donde se estudia, bien sea en Amherst o agricultura en los paseos científicos del Colegio de Bryant, en Roslyn, o filosofía, divinidades u oratoria en las clases que juntan desde mayo buenos maestros, quienes con sus discípulos se entran por la montaña, a abrigar del estío la escuela libre en un grato retiro. […] En Nueva York, ni el Colegio de la Ciudad, que educa gratuitamente para las carreras universitarias, abre su biblioteca, lóbrega ahora, a sus alumnos numerosos. (Martí y Sorel, José 273)

Esta misma preocupación por educar, con fines nacionales en el ámbito obrero, es tratada a su vez en el artículo “Trabajadores franceses” publicado en La América en 1883:

De un hermoso vapor de la Compañía Transatlántica desembarcan pocos días hace en Nueva York unos pocos hombres de faz abierta y franca […] Era la comisión de trabajadores franceses que el municipio de París […] envía a estudiar en la Exposición de Boston, y en los talleres de Norteamericanos [ven] ventajas y modos de fabricación de los productos americanos. París, pueblo industrial, envía a sus trabajadores a examinar en los pueblos extranjeros las industrias rivales: así la América del Sur, comarca agrícola, debería enviar sus cultivadores a aprender el cultivo agrícola en las comarcas en que está perfeccionando. (Martí, OC 8, 330)

Se observa, tras estas lecturas, una preocupación por promover un sistema económico ligado de forma simbiótica a la educación y a los adelantos científicos para conseguir el desarrollo económico y el bienestar de los países de Hispanoamérica. 33 “Rodeado de montes, por sobre cuyas mansas curvas o súbita eminencia corre el cielo, está a las puertas de New York, un valle feliz, cultivado a mano por cuáqueros prósperos e hijos de alemanes, donde un cubano edificador levanta a puño, lo mismo que a hijos, a los discípulos que le vienen de los pueblos de América, a prepararse para el estudio de las profesiones útiles” (OC 5, 259).

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El sentido cultural de Nueva York, en conexión con la educación, también fue un referente para el Modernismo hispanoamericano, ya que “the flow of art from Europe to the United States expressed the new economic power relations that began to evolve during those years” (Beckert 259). La inserción de Nueva York dentro de las corrientes culturales modernas de su momento se muestra, por ejemplo, en el estilo neogótico de la Catedral de San Patricio o en el hecho de que la joyería Tiffany’s ofreciera un departamento de heráldica;34 observaciones que corresponden con la búsqueda exótica del Medievo en la cual tanto influyeron John Ruskin y Willian Morrys35 y de cuya cosmovisión estética Martí y la mayoría de los escritores modernistas fueron influidos. Ejemplo que se observa en la siguiente crónica de Martí: de castillos feudales, de palacios rosados, de mansiones de pórfido, se está adornando Nueva York aprisa, como mujer que entra al gran mundo adelantada en años, y toma con desorden y a gran precio maestros de artes mundanas, que no logran quitarle de súbito aquella rustiquez y atolondramiento que delatan a los advenedizos. Es la cultura sutil como el aire, y más es vaporosa que visible, y es como un perfume. Pero ya es señal de ella el desearla, y Nueva York anda en esto. (Martí, OC 10, 132)

Así mismo, las ideas de Ruskin y Morris, que Martí conocía,36 a la hora de formular una ciudad en comunión con la naturaleza, se apoyaban en la planificación urbana, como fue el caso de Central Park,37 al cual Martí se refirió en múltiples ocasiones, o el Prospect Park de Brooklyn. 34 “Searching from a cultural repertoire appropriate to a rising elite, bourgeois New Yorkers increasingly turned toward European aristocratic culture. Fashion, for example, was derived from the tastes of European monarchs (truly wealthy New Yorkers had the same tailors as European rulers)[…] Tiffany & Co. opened a heraldry department in the 1870s to design coast of arms” (Beckert 258). 35 Para más información véase el libro de Lily Litvak A Dream of Arcadia: Antiindustrialism in Spanish Literature, 1895-1905 (1975). 36 “Carece el pintor yanqui de aquella paleta luminosa que en nuestros artistas, como en los españoles e italianos, no es mérito personal sino de sus tierras y su sol, ni posee, […] aquel arte sereno y juicioso, sin rebuscamiento ni extravagancias […] ¡cuánto hay aún de profundo y no enseñado en los cánones del arte, que América sabe, y que no pudieron saber ni Fromentin, ni Blanc, ni Ruskin!” (Martí, OC 13, 479). 37 “El primero de los parques de Nueva York es el Central Park, comenzado en 1857, que ocupa una extensión de 840 acres, de los que unos 400 están cubiertos de bosque: tiene 14 kilómetros de caminos para carruajes y cerca de 50 kilómetros de caminos de a pie, y en él se encuentran muchos puentes y túneles, varios lagos, un gran depósito de aguas de 1.800 metros de circuito, numerosas estatuas. Jardines Botánico y Zoológico y campo para tenis y baseball Entre sus curiosidades está el obelisco egipcio enviado por el jedive en 1880, y entre sus monumentos una estatua ecuestre de Simón Bolívar, regalo de la República de Venezuela” (Espasa 38, 1469).

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Sentido cultural ligado al plano económico con la creación de teatros, salones, museos y tiendas abastecidas en gran parte por la propia industria de Nueva York. Además hay que apuntar que Nueva York tenía no sólo uno de los mayores índices de periódicos del mundo, con sus respectivas imprentas, sino que también era uno de los mayores fabricantes de imprentas para el mercado doméstico e internacional que se refleja, por ejemplo, en los anuncios insertados dentro de las guías de viajes sobre Nueva York para el turista decimonónico. Otro elemento, a modo de anécdota, que sirve como reflejo de la importancia del peso económico de la cultura de Nueva York, fue la huelga de fabricantes de piano en 1880,38 lo que es un indicador de la importancia del sector. Recuérdese a su vez que el poeta modernista colombiano José Asunción Silva tuvo un negocio de venta de instrumentos musicales, probablemente importados desde Nueva York. Estas crónicas ayudaron a difundir un ideal en los países emergentes hispanoamericanos que tenía como referente a Nueva York, por ser el núcleo y motor de los Estados Unidos, tal como se desprende del artículo de Darío titulado “José Martí”, incluido en Los raros (1896): Anduvo, pues, de país en país, y por fin, después de una permanencia en Centro América, partió a radicarse a Nueva York. […] Con una magia incomparable hacía ver unos Estados Unidos vivos y palpitantes, con su sol y sus almas […] ¡Oh, Maestro, que has hecho…! (Darío, OC 2, 492)

No obstante de los adelantos técnicos y sociales expresados en las crónicas, la noción de progreso, ligado a los elementos anteriores, obligaba a una constante transformación o marcha hacia delante en la búsqueda de la perfección, lo que producía una sensación de “aceleración del tiempo histórico” (Paz, Hijos 21). Aceleración sentida por el poeta y político mexicano Guillermo Prieto, para el cual la aceleración era “the predominant note in the North American spirit. Open competition kept the people in constant motion” (Onís 119). Esta idea de movimiento y transformación fue percibida, años más tarde, por La Revista Ilustrada: “Todo está cambiando y todo sigue cambiándose con la marcha de estos tiempos de revolución infatigable” 38 Para más información sobre el peso de la cultura en la burguesía neoyorquina véase The Monied Metropolis: New York City and the Consolidation of the Bourgeoisie, 1850-1900 (2001).

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(cit. en Schulman y Chamberlain, Revista 10). La transformación acelerada del ambiente conlleva una sensación de inmediatez, en donde el presente, en el momento de ser presente, ya es pasado, por ello “la modernidad nunca es ella misma: siempre es otra” (Paz, Hijos 16). La velocidad con la que se relacionaba a la modernidad se debía a la observación de la multiplicidad de eventos en cosmos paralelos insertados dentro de la ciudad de Nueva York. Esta observación y la constante transformación del ambiente, en donde los edificios eran construidos, derruidos y sus solares reutilizados para volver a construir edificios aún mayores,39 ayudaron a crear este imaginario de aceleración transformativa. A su vez, el incremento poblacional exponencial y la vitalidad de la actividad humana, diurna y nocturna, obligatoria para quienes alimentaban los hornos de las fábricas, reforzaba la idea de una Nueva York en constante estrés, cuya marea humana tragaba al transeúnte en las horas punta. Esta idea se observa en la siguiente crónica de Darío llamada “Edgar Allan Poe; fragmento de un estudio”, insertada en Los raros (1896):

En su fabulosa Babel, gritan, mugen, resuenan, braman conmueven la Bolsa, la locomotora, la fragua, el banco, la imprenta, el dock y la urna electoral. El edificio Produce Exchange entre sus muros de hierro y granito, reúne tantas almas cuantas hacen un pueblo… He allí Broadway. Se experimenta casi una impresión dolorosa; sentís el dominio del vértigo. Por un gran canal cuyos lados los forman las casas monumentales que ostentan sus cien ojos de vidrios y sus tatuajes de rótulos, pasa un río caudaloso, confuso de comerciantes, corredores, caballos, tranvías, ómnibus, hombres-sandwichs vestidos de anuncios y mujeres bellísimas […] El vendedor de periódicos, rosado y risueño, salta como un gorrión de tranvía en tranvía […] Temeríase a cada momento un choque, un fracaso, si no se conociese que este inmenso río que corre con una fuerza de alud, lleva en sus ondas la exactitud de una máquina. Calibán reina en la isla de Manhattan […] Ha conseguido establecer el imperio de la materia desde su estado misterioso con Edison. (Darío, OC 2, 259)

Se percibe en el flâneur un efecto de ansiedad en la Babel norteamericana que bien podría corresponder con el personaje pictórico de Edvard Munch en “El grito” (1893), producto del 39

Véase por ejemplo la alusión de Santamaría sobre el Waldorf-Astoria.

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ritmo veloz y del número de eventos que ocurren en un mismo instante. Esta apreciación queda patente en la descripción que hace Darío sobre Nueva York en El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical (1909):

Siempre que he pasado por esa tierra he tenido la misma impresión. La precipitación de la vida altera los nervios. Las construcciones comerciales producen el mismo efecto psíquico que las arquitecturas abrumadoras percibidas por Quincey en sus estados tebaicos […] Los ascensores express no son para mi temperamento, ni las vastas oleadas de muchedumbres electorales tocando pitos, ni el manethecelphárico renglón que al despertarme en la sombra de la noche solía aparecer bajo el teléfono en mi cuarto del Astor: You have mail in the office. (OC 3, 1020)

El distanciamiento emocional del flâneur de la ciudad y de sus habitantes por su frenética actividad hace que se perciba así mismo, en su aislamiento, como “el otro”,40 al no poder entender las múltiples situaciones que ocurren a su alrededor. Por ello, a las imágenes de progreso técnico y social de la ciudad se contraponen otras de vértigo y de crítica del escritor modernista, generalmente en su forma lírica. Sin embargo, el escritor moderno, pese a las críticas a la ciudad, en su otredad o ante las injusticias sociales, es consciente de su predilección41 y necesidad de ella, tal como expone el cubano Julián del Casal en su poema “En el campo”, incluido en Bustos y rimas (1893): “Tengo el impuro amor de las ciudades, / Y a este sol que ilumina las edades / Prefiero yo del gas las claridades” (Acereda, Modernismo 274). En general, el flâneur decimonónico crea la parábisis de la ciudad moderna a partir de las contraposiciones entre la quietud y el silencio del campo y el movimiento y ruido urbano, tal como describe Martí en su poema “III”, de Versos sencillos.42 Contraposiciones en donde el observador resalta la deshumanización de la sociedad urbana y la prevalencia del dinero sobre el 40 A modo de ejemplo habría que resaltar el poema “Las almas huérfanas”, incluido en Poesías (1896), del intelectual mexicano Manuel Gutiérrez Nájera o el poema “Día de fiesta” perteneciente a Nieve (1892), del cubano Julián del Casal. 41 La predilección por la ciudad también es observada en otros autores hispanoamericanos modernistas como Manuel González Prada en su soneto “Cosmopolitismo” (1901) o Tomás Morales con “Estampa de la ciudad primitiva” (1919). 42 “Odio la máscara y vicio / Del corredor mi hotel: / Me vuelvo al manso bullicio / De mi monte de laurel / Con los pobres de la tierra / Quiero yo mi suerte echar: / El arroyo de la sierra / Me complace más que el mar” (Martí, OC 16, 67).

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amor. Estos rasgos quedan manifiestos en los poemas escritos sobre y desde Nueva York “Amor de ciudad grande” de Martí, incluido en Versos libres (1882), y “La gran cosmópolis, meditaciones de madrugada” (1914) de Darío, incluido en Lira póstuma (1919). Este último poema influenciado por el poema “Amor de ciudad grande” de Martí, aunque a diferencia del primero mantiene una mayor esperanza en la humanidad. Estos poemas ligan tiempo, ciudad y muerte a través de la descripción de las pesadillas y los sueños desarrollados en una ciudad que nunca duerme y en constante velocidad: “¡La edad es ésta de los labios secos!” / De las noches sin sueño! ¡De la vida / estrujada en agraz!” (Acereda, Modernismo 187). La misma idea es explícita en “La gran cosmópolis” con la inclusión del subtítulo “meditaciones de madrugada”. Para ambos autores, la ciudad de Nueva York con su ritmo frenético produce insomnio, lo cual se puede relacionar con el tópico de “la ciudad que nunca duerme”; imagen identificadora de Nueva York y por ende parte de la modernidad, ya que la actividad constante se relaciona con la idea de progreso que obliga a una continua transformación. La velocidad de los cambios y el hacinamiento humano, con las desigualdades y actitudes egoístas de sus habitantes, son motivo del nacimiento de un sentimiento de angustia y de horror en el poeta al contemplar la ciudad. En el poema de Martí, en el sexto verso, se observa: “Corre cual luz la voz; en alta aguja, / cual nave despeñada en sirte horrenda […] ¡Así el amor, sin pompa ni misterio / muere, apenas nacido, de saciado! / Jaula es la villa de palomas muertas. En “La gran cosmópolis”, en el penúltimo heptasílabo, Darío al describir Nueva York comenta: “aquí el amontonamiento / mató amor y sentimientos”. En ambos casos el dolor y la muerte del amor son a causa de la congestión y sobrepoblación humana que reina en el ambiente materialista de la urbe. No obstante, la deshumanización de los ciudadanos generalmente es tornada en esperanza por parte del poeta, dejando a un lado el pesimismo lírico de Martí,43 tal como se observa en las dos últimas estrofas de “La gran cosmópolis” de Darío: Aquí el amontonamiento mató amor y sentimiento; mas en todo existe Dios, y yo he visto mil cariños

43 Martí muestra su escepticismo sobre la humanidad en el apotegma del último verso: “¡Tomad! ¡Yo soy honrado, y tengo miedo!” (Acereda, Modernismo 188).

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acercarse hacia los niños del trineo y los armiños del anciano Santa Claus.

Porque el yanqui ama sus hierros, sus caballos y sus perros, y su yatch, y su foot-ball, pero adora la alegría con la fuerza, la armonía: un muchacho que se ría y una niña como un sol. (Acereda, Modernismo 290)

Nueva York ha sido y todavía es un referente de modernidad a nivel mundial. Su identificación con la modernidad se enmarca dentro del contexto de crecimiento exponencial de la ciudad, que la llevó, en el siglo XIX y aún hoy en día, a estar entre las más pobladas del planeta. En ella se plasmó un laboratorio de la vida que fue modelo para las consiguientes urbes que empezaban a desarrollarse al calor de la revolución industrial, dejando atrás el neolítico urbano para adentrarse en la edad del hierro. Revolución industrial que junto con los nuevos valores de la Revolución estadounidense y de la Revolución francesa promovieron el individualismo, cosmopolitismo y fe en el progreso, tanto técnico como social. La conjunción de estos valores conformaron los ideales de la llamada modernidad, la cual fue adoptada por los escritores modernistas hispanoamericanos como modelo a exportar a las repúblicas americanas desde Nueva York, pese a la dualidad del poeta modernista de atracción y repulsión hacia ella. Nueva York ha sido una pieza fundamental en el modelo e imaginario de la modernidad, la cual subyace, pasados más de cien años, en el subconsciente del hombre actual. Esperemos que este trabajo arroje más luz y renovado interés sobre los autores modernistas hispanoamericanos y su influencia en la creación de la modernidad en el siglo XIX y principios del XX.

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