La globalización y sus repercusiones.

July 6, 2017 | Autor: Fernando Gerbasi | Categoría: Relaciones Internacionales
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Descripción

Foro "Tendencias Básicas de Nuestra Época"
Instituto de Altos Estudios Diplomáticos "Pedro Gual" del Ministerio de
Relaciones Exteriores











LA GLOBALIZACIÓN Y SUS REPERCUSIONES






Embajador Fernando Gerbasi
Embajador
en la República de Colombia






Caracas, Junio de 2000
LA GLOBALIZACIÓN Y SUS REPERCUSIONES

Fernando Gerbasi

No hay duda que la caída del muro de Berlín produjo la revolución
incruenta más importante que haya vivido la humanidad. A partir de ese
momento todo ha sido distinto y diferente en nuestro mundo. Ello, aunado a
la revolución de las tecnologías en el sector de las comunicaciones – la
llamada tercera revolución tecnológica después de la maquina al vapor y de
la electricidad - ha llevado a la gran mayoría de los pobladores de
nuestro planeta a identificarse con el pensamiento único, que no es otra
cosa que el pensamiento liberal.

No es que convenga o tengamos que rechazar el pensamiento único per
se; por el contrario, es necesario comprenderlo, interpretarlo y hasta
cierto punto obtener lo mejor de él partiendo del principio que lo que
deseamos es una mayor democracia participativa, mayor justicia y equidad
social, y una apertura de nuestras sociedades que sea compatible con
nuestro grado de desarrollo y nuestras propias circunstancias.

Lo que ocurre, como bien lo señala Alain Touraine, es "que el
neoliberalismo parte de una observación justa y la transforma en una
afirmación falsa. Lo justo es observar la descomposición de todos los
sistemas sociopolíticos de control, de orientación y de utilización de la
economía. No sólo se ha hundido el sistema comunista, sino que las
socialdemocracias europeas, así como los regímenes nacional –populares de
América Latina y los nacionalistas de los países descolonizados, están en
crisis o se han hundido. Es inútil volver la vista atrás, ya no existe
prácticamente ningún país en el mundo que haya conservado un modo nacional
de desarrollo vuelto "hacia dentro", como dicen los economistas
latinoamericanos de la CEPAL. Por todas partes se ha aceptado la
competencia internacional. Reconozcamos sin reservas este análisis
"negativo". Los modelos sociopolíticos de desarrollo nacional han dado paso
a cierto número de fenómenos que se pueden denominar globales, para indicar
que se ejercen en todas partes del mundo. De ahí a hablar del advenimiento
de una sociedad liberal, es decir, dominada por los mercados
autorregulados, hay una inmensa distancia".[1]

La economía liberal, tal cual la percibimos hoy en día, tanto a escala
mundial como nacional, es en realidad salvaje, excluyente y aumenta las
desigualdades, multiplicando los desórdenes monetarios y financieros.

Hoy por hoy, en la mayoría de las sociedades el pensamiento único
tiende a edificar una ideología cerrada, que no hace tan sólo referencia a
lo económico sino a la representación global de una
realidad basada en que "el mercado es que gobierna y el Gobierno quien
administra lo que dicta el mercado".[2] No extraña constatar que los
valores del liberalismo económico se manifiestan, como forma de expresión
dominante, en las actitudes de los gobiernos, en las organizaciones
internacionales, en las universidades, en los medios de comunicación, en
aquellas personas que tienen la responsabilidad de orientar a la opinión
pública y a los sectores privados a través de sus estudios y análisis.

¿Cuántas veces no hemos escuchado o leído frases axiomáticas como las
siguientes?:

El mercado lo resuelve todo
No hay democracia sin liberalismo económico
El capital extranjero es imprescindible y es la solución
Las privatizaciones son la panacea
Reducir el Estado es signo de modernidad
Hay que adoptar el modelo neoliberal pues es el que se aplica en todo el
mundo
Es propio de la naturaleza humana el que existan desigualdades

En su libro "Un mundo sin rumbo. Crisis de fin de siglo"[3] Ignacio
Ramonet señala, "El primer principio del pensamiento único es tan sólido
que un marxista distraído no lo cuestionaría: lo económico predomina sobre
lo político." Más adelante indica que los otros conceptos del pensamiento
único son ampliamente conocidos y se resumen, en mucho, en frases
axiomáticas como las que citara anteriormente.

En los últimos diez años dos palabras han adquirido cada vez mayor
notoriedad e importancia: globalización y sostenibilidad.

Hoy, en el marco de este seminario sobre las "tendencias básicas de
nuestra época" estimo que resulta pertinente reflexionar sobre estas dos
palabras y su relación, ya que, al estar profundamente ligadas entre sí,
dependerá del modelo de desarrollo que un país escoja para que se pueda o
no integrar al mundo de manera sostenible o insostenible en el largo plazo.

Por globalización se entiende hoy al conjunto de decisiones y políticas
tendentes a eliminar o reducir a su mínima expresión las barreras a los
movimientos de capital monetario y a las exportaciones entre países, bajo
el supuesto que esto permitirá mayor acceso al desarrollo tecnológico y
sobre todo que facilitará la competitividad y el flujo de capital
financiero, lo cual a su vez debe resultar en un uso y asignación más
eficiente de los recursos. Se busca entonces consolidar un "mercado único a
escala del planeta" que eventualmente beneficiaría a todos.

Los defensores del modelo de la globalización señalan con ahínco que los
desarrollos científicos y tecnológicos de los últimos veinticinco años,
equivalentes a los del resto de la historia de la humanidad en número y
significado, se han dado principalmente gracias a un entorno de competencia
y productividad que consideran inherente a la economía de mercado.

La eficiencia en la asignación de los recursos (que realmente enfatiza en
el capital monetario y financiero) sostiene que las ventajas comparativas
de los países ricos en recursos naturales (petróleo y carbón, por ejemplo)
son cada vez menos importantes y que el capital económico y el conocimiento
y la tecnología (por ejemplo, la informática) son los que determinan las
verdaderas ventajas competitivas.

Así, según ellos, lo que determina la capacidad de crecer de una economía
es la cantidad de conocimiento y organización que se ponga en cada nuevo
producto o servicio que se ofrezca al mercado y por lo tanto el cambio
tecnológico es un determinante principal.
El modelo globalizador actual se caracteriza primordialmente por el
creciente poder del capital financiero y del mercado con relación tanto al
trabajo como a los recursos naturales y al propio Estado, acompañado de una
gran volatilidad de los capitales internacionales, los cuales al menor
indicio de riesgo en un país emigran hacia otros países.

Otros dos rasgos predominantes son la privatización de los servicios
públicos a manos de compañías multinacionales y la fusión de grandes
compañías para conformar aun más grandes empresas, disminuyendo el número
de competidores en el mercado mundial. De acuerdo con un informe del PNUD
sobre desarrollo humano, de las 100 "economías" más grandes del mundo
actual, incluyendo países, 52 son en realidad compañías transnacionales y
la tendencia es creciente en esa dirección.

La globalización, vista de una manera más integral, puede pensarse como
un proceso amplio y profundo de transformaciones en las relaciones entre
sociedades, naciones y culturas que representa una nueva etapa del
capitalismo mundial.

Ahora bien, la principal crítica al modelo de globalización capitalista
actual es esencialmente la de que no conduce a la equidad y, por el
contrario, resulta en una creciente y dramática iniquidad y concentración
de la riqueza, tal como lo ha señalado la Organización de las Naciones
Unidas: mientras que en 1960 la diferencia entre el 20% más rico y el 20%
más pobre de la población mundial era de 30 a 1, esta relación en 1990 era
de 60 a 1 y en sólo siete años después, en 1997, es de 74 a 1.

Según cifras del PNUD, en las dos últimas décadas ha habido un aumento
espectacular del crecimiento en 15 países, que ha propiciado un rápido
incremento de las rentas de muchos de sus 1.500 millones de habitantes.
Empero, durante el mismo período, el estancamiento y el declive económico
han afectado a 100 países, reduciendo las rentas de 1.600 millones de
personas, algo mas de una cuarta parte de la población mundial. En
consecuencia, no es temerario afirmar que la globalización polariza la
distribución de la riqueza a escala mundial, y produce un incremento
sustancial del índice de pobreza, no sólo en los países en vías de
desarrollo sino también en los desarrollados.

Los cuatro principales multimillonarios del mundo actual cuentan con
activos superiores al PIB de los cuarenta países menos adelantados y sus
600 millones de habitantes. Mil millones de personas sobreviven con menos
de un dólar diario en un planeta que hoy cuenta con seis mil millones y que
en el 2050 tendrá alrededor de diez mil millones de seres humanos.

Quizás y en parte conscientes del incremento desproporcionado de la
pobreza a nivel mundial, y sobre todo, de la pobreza extrema, se reunieron
recientemente en Berlín catorce Jefes de Estado y de Gobierno, ubicados
políticamente entre el centro y el centro izquierda. La invitación se
formuló en función de una posición ideológica aunque es difícil encuadrar a
todos en una misma categoría. Ellos trataron las relaciones entre la
política, la sociedad civil y la modernización del Estado, en el marco de
una economía globalizada. Al parecer sus conclusiones serán llevadas a la
próxima cumbre del Grupo de los 8.

En lo ambiental y lo social, los detractores de la globalización señalan
el tema del "subsidio" que los países pobres brindan a los países ricos por
el "comercio injusto": la competencia entre los pobres para colocar sus
productos en el mercado internacional con sus monedas nacionales cada vez
más débiles frente al dólar o al euro, resultan en la necesidad de
incrementar volúmenes o disminuir los costos de producción, lo cual resulta
afectando los salarios cada vez más pequeños y también los ecosistemas por
la necesidad de expandir el área de cultivos o de ganadería extensiva bajo
modelos exportadores de recursos naturales con muy bajo nivel agregado, en
los cuales también entra la minería.

El trabajo de baja remuneración, cuya eliminación plantean los países
desarrollados, es paradójicamente una de las ventajas "comparativas" de
muchos países. El poco valor de la mano de obra, es tal vez el único
recurso que queda para ofrecer en varios países en esa competencia feroz de
los pobres para capturar algo del comercio mundial, en una lucha en la cual
la naturaleza y la dignidad de la vida disminuyen cada vez más.

Permítanme al respecto destacar lo siguiente; el autor francés Emmanuel
Todd, en su libro "La ilusión económica" [4] señala lo siguiente " el hecho
que entren en competencia las poblaciones activas de todos los países lleva
a la introducción, en las sociedades avanzadas, de iniquidades de ingresos
existentes a escala planetaria e instala, en las ciudades americanas como
en los suburbios europeos, pedazos del tercer mundo"

Pero al margen de sus defensores o detractores, el hecho cierto es que
hoy por hoy nos vemos inmersos en un mundo globalizado consecuencia del
imperio de un pensamiento único, inspirado en el mercado, en la defensa de
los valores del liberalismo económico y que se ha presentado como una idea
predominante e indiscutible en gobiernos, organismos internacionales,
medios académicos y medios de comunicación.

Pensamiento único que, sobre la base del principio básico de que lo
económico predomina sobre lo político, se sustenta en el libre albedrío del
mercado, la apertura ilimitada, la competencia, la privatización, el libre
cambio, la mundialización, la división internacional del trabajo, la moneda
fuerte como factor de estabilización y que, en aras de la eficiencia y la
eficacia, se aleja peligrosamente de lo social.
Pero si bien ello es cierto, no es menos cierto también que existe un
malestar creciente respecto al modelo actual de la economía internacional.
Así, a escala mundial está surgiendo, con más fuerza, una corriente de
pensamiento y ética diferentes a la de la lógica del mercado imperante, que
busca establecer un lenguaje más universal y sobre todo más equitativo con
la gran mayoría de la humanidad.

Corriente que como en la ciudad de Seattle ha llegado incluso a
reacciones violentas en contra de la globalización, contra la lógica
económica, a la que se le ha dado prelación por encima de las prioridades
políticas y sociales.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) realizó meses atrás en Seattle
lo que se llamó la "Ronda del Milenio", en la cual no se logró llegar a
ningún acuerdo para consolidar y concretar el modelo globalizante de las
economías.

Mientras se desarrollaba la conferencia se presentó una gigantesca
manifestación en la que participaron cerca de 60 mil activistas de una gama
muy amplia de grupos, organizaciones ambientalistas como "Greenpeace" o
"Human Society", grupos anarquistas, gremios campesinos y activistas
anticonsumo.

Los manifestantes de Seattle mostraron su inconformidad contra la
globalización y reclamaban por lo que consideran un mundo crecientemente
desigual entre ricos y pobres y fueron acompañados en su empeño por
protestas en otras ciudades del mundo: 6 mil filipinos coreaban en las
calles de Manila contra la OMC; en Londres decenas de anticapitalistas
atacaron la policía con botellas y latas; en Berlín se movilizaron los
estudiantes y en París los agricultores le declararon la guerra a
McDonald's.

Ese mismo movimiento de Seattle, también se hizo presente en Washington
en ocasión de la asamblea anual del Fondo Monetario Internacional y el
Banco Mundial, donde en una nueva faceta de sus protestas criticaron
duramente la labor que realizan estas instituciones.

Así, los detractores del sistema capitalista y de las políticas
neoliberales, que consideran al FMI y al BM como sus principales
instrumentos y los acusan de provocar con sus programas desde la
marginación de las mujeres en el Tercer Mundo hasta la deforestación de los
bosques, se reunieron para protestar contra la deuda externa de casi 300
mil millones de dólares que asfixia a los países pobres y que achacan a las
políticas de ajuste impuestas por estas entidades.

En ambas manifestaciones, Seattle y Washington, se pudo apreciar
claramente la protesta de muchos segmentos sociales que sienten que, en
aras de la globalización, se está desarrollando el salvaje modelo
neoliberal que empuja a la gente a vivir cada vez más en el seno de una
sociedad de mercado.

Llegados a este punto, se hace entonces necesario reflexionar sobre las
causas y características de ese reclamo que insiste en que por el rumbo
actual vamos hacia una mayor insostenibilidad mundial.

La verdadera globalización no es lo mismo que internacionalización de la
economía, puesto que consiste en la formación de una sociedad global que va
atravesando fronteras entre naciones, genera nuevas geografías económicas y
políticas consecuentes con la territorialización de la vida económica y
política y con el desarrollo de nuevas estrategias de organización del
proceso de trabajo y con la trasnacionalización de diversas categorías del
capital.

La globalización es un proceso complejo, en el cual los sectores
económicos, financieros y productores de la economía de mercado de los
diferentes países todavía tienen un largo camino de acuerdos por recorrer,
pero, más importante aún, es una gran incógnita acerca de lo más
conveniente para el mundo respecto a las formas de intercambiar e
interactuar entre los países, las regiones y las culturas.

La globalización está generando cambios estructurales tales como el de la
transformación de la lógica y naturaleza de los Estados-naciones y el de la
relación del Estado con la sociedad civil.

Con respecto a lo primero, conviene destacar que desde que se habla de
globalización la desaparición del estado-nación ha sido ampliamente
proclamada. Mas aun, las mentes mas brillantes han señalado esto durante
los últimos 200 años, comenzando con Emmanuel Kant en su ensayo "Paz
perpetua" de 1795, pasando por Marx hasta los encendidos discursos de
Bertrand Russell en los años cincuenta y sesenta. Mas recientemenete
apareció un libro titulado "The sovereign individual" de Lord William Rees-
Mogg, antiguo editor del London Times y James Dale Davidson, en el cual
sostienen que el Internet permitirá evadir los impuestos de una manera tan
fácil y poco riegosa que la soberanía se deslizará inevitablemente hacia el
individuo, dejando al estado-nación morir por inanición fiscal.

A pesar de todo lo anterior el estado-nación ha sobrevivido. En verdad no
existe ninguna otra institución capaz de lograr tal integración política y
una efectiva membresía en la comunidad internacional. Es casi seguro que el
estado-nación sobreviva la globalización de la economía y de la revolución
de la información que la acompaña, pero sufrirá cambios que tendrán que ver
con las políticas fiscal y monetaria, la política exterior, el control
internacional de los negocios y quizás hasta en la manera de conducir las
guerras. En otras palabras, la soberanía, tal como concebida, tenderá a
modificarse. Para bien o para mal? Aun es prematuro para pronunciarse.

En cuanto a la importancia adquirida en los últimos tiempos por la
sociedad civil ello es consecuencia de la crisis de la representación, de
la pérdida de legitimidad de los partidos políticos y del avance de la
globalización económica estimulada por la sofisticación de las
comunicaciones.

Ante este panorama, es necesario el desarrollo teórico y político de
modelos alternativos al que hoy predomina, que busque un desarrollo más
humano, más integral, más equitativo, más sostenible.

Los imperativos de la eficacia económica no pueden subestimar a los
imperativos de la eficacia social, a riesgo de que las fuerzas del libre
mercado se tornen socialmente inaceptables. La globalización económica,
paradójicamente, no puede ser global, unidimensional, no puede unificar.
Debe ajustarse al ritmo de la cultura, del conocimiento, de las
oportunidades, de las ventajas y desventajas comparativas de los diferentes
países e, incluso, de las regiones que engloban países que comparten más o
menos los mismos destinos.

Los conceptos de desarrollo y sostenibilidad han evolucionado en los
últimos años y aunque se encuentran numerosas interpretaciones en la
literatura técnica y política que presentan la sostenibilidad como un
concepto vinculado básicamente a la protección de los ecosistemas, existe
un consenso creciente acerca de que la sostenibilidad es mucho más integral
que requiere de la equidad social y una actividad económica eficiente y
solidaria, cuyas metas no sean sólo el lucro privado en el corto plazo,
sino también el bienestar colectivo en el más largo plazo.

Por ello se vincula tan fuertemente al modelo de desarrollo requerido
para nuestros países, que tienen características culturales, ecosistémicas,
económicas, estructurales y coyunturales diferentes a las de las naciones
industrializadas.

El PNUD propuso, hace ya algunos años, el Desarrollo Humano Sostenible
(DHS), como "el crecimiento de las capacidades y oportunidades de la gente,
mediante el aumento del capital social, para lograr la mejoría de las
condiciones de calidad de la vida de las generaciones actuales sin desmedro
de las oportunidades de las generaciones futuras", como respuesta y
evolución al concepto de desarrollo sostenible que enfatizó la
sostenibilidad a partir del mantenimiento y protección de los sistemas y
recursos naturales.

El capital social está compuesto de cuatro capitales:

el capital humano (entendido de una manera más amplia que la de recursos
humanos dentro de la visión productivista), que recoge la educación
formal, el entrenamiento, la salud, la formación de los valores
individuales y que busca incentivar, promover y generar la capacidad y la
habilidad del individuo para integrarse y resolver su existencia;
el capital natural, que comprende todos los recursos naturales
(renovables y no renovables), la biodiversidad, la calidad ambiental, las
fuentes de energía primaria y en general la dotación natural de un país;
el capital artificial, que a su vez puede ser privado (lo cual incluye la
riqueza monetaria y de medios de producción y bienes muebles e inmuebles
de los individuos) y colectivo, que incluye la infraestructura y
servicios públicos y comunitarios, el espacio público y todas aquellas
formas materiales (museos, teatros, etc.) destinados a la actividad
colectiva.
el capital cívico e institucional, que debe garantizar el mantenimiento y
crecimiento armónico de los tres anteriores y que recoge todas las formas
voluntarias de organización de la sociedad, las instituciones y el
aparato estatal, las leyes y la reglamentación.

El desarrollo se diferencia del crecimiento en cuanto a que no sólo se
producen cambios cuantitativos de algo sino también y de manera muy
importante, cambios cualitativos.

Con base en esa elemental afirmación, el desarrollo no es sinónimo del
crecimiento del PIB per cápita anual de un país, ya que este parámetro sólo
recoge muy parcialmente una dimensión del desarrollo (la del capital
artificial).

El verdadero desarrollo es ante todo el aumento de la capacidad y de la
habilidad de una sociedad para identificar, discutir, concertar y gestionar
las soluciones más eficaces y eficientes social, económica y
ambientalmente, a los problemas que se le presentan con el paso del tiempo,
haciendo uso óptimo de sus riquezas culturales y naturales, bajo los
objetivos de una mejor calidad de vida individual, una mayor satisfacción y
equidad social, una mayor perdurabilidad de la base y sistemas naturales y
una integración digna y mutuamente provechosa con el resto del mundo, en un
horizonte de tiempo que incluya varias generaciones hacia el futuro.

La racionalidad predominante actual y convencional, de máxima eficiencia
y minimización de costos internos para maximizar el capital artificial
privado en el más corto plazo posible, no logra ni el óptimo social ni la
sostenibilidad en el largo plazo.

Para lograr el verdadero desarrollo se requiere entonces una racionalidad
más compleja, en la cual la diversidad cultural y natural, la tolerancia,
la concertación con otras visiones y expectativas sociales entren en juego
para producir un nuevo "óptimo socio-ambiental".

El resultado debe ser un aumento, o por lo menos el mantenimiento, del
capital social en el largo plazo. Se necesita reflexionar urgentemente, y
para ello estamos aquí, sobre modelos que tomen en cuenta no sólo los
aspectos del capital económico y financiero sino también del capital
humano, del capital natural y del capital cívico e institucional, cuya suma
conforma el gran capital social que es en definitiva el que consolida
sociedades realmente sostenibles.

Por ello, se hace necesaria una aproximación interdisciplinaria que
elabore una visión más integral del fenómeno de la globalización y de sus
efectos, consecuencias, riesgos y beneficios.

La globalización debe delimitarse no por el tamaño de un Estado, sino por
la visión, misión, objetivos y estrategias de desarrollo, ajustado a las
particulares condiciones de las naciones y en donde el sector privado tenga
una responsabilidad social que esté por encima del interés particular.

En el caso de Venezuela, nuestro reto es doble. Por una parte requerimos
construir, una nueva sociedad, moderna y democrática, que redefina la
relación entre lo privado-colectivo-público y que valore lo local y lo
comunitario bajo principios de solidaridad y de respeto. Por la otra, es
necesario fortalecer el sistema de investigación y educación para generar
una nueva forma de conocimiento científico interdisciplinario e integral
que aproveche la riqueza natural con ciencia y tecnología propias para
generar verdadero valor agregado y así insertarnos de una manera más digna
y mutuamente más provechosa en el contexto internacional.

Quisiera concluir con una frase de Joaquín Estefanía, que a mi modo de
ver resume en mucho donde nos debemos situar en el manejo de lo económico
para lograr un desarrollo verdaderamente sostenible: "Cuando la
intervención asfixiante del Estado no permite el desarrollo –caso de los
países de la Europa oriental – hay que sustituir el sistema pero del mismo
modo, cuando el capitalismo no facilita la equidad, el Estado debe
interferir con legitimidad. Esta es la lección de la mejor Historia: las
reformas agravan las desigualdades o nutren las políticas de
redistribución".
-----------------------
[1] Alain Touraine, Prefacio al libro "Contra el Pensamiento Único", de
Joaquín Estefanía. Santillana,S.A. Taurus, 1997.
[2] Joaquín Estefanía, "Contra el Pensamiento Ünico", Santillana, S.A.
Taurus, 1997.
[3] Ignacio Ramonet, Un mundo sin rumbo. Crisis de fin de siglo, Editorial
Debate, 1996.
[4] Emmanuel Todd, L'illusion économique,Editorial Gallimard, Francia, 1999
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