La gestión del Centro Histórico de la Ciudad de México: 1980-2012

September 2, 2017 | Autor: D. Sánchez Bonilla | Categoría: Políticas Públicas, Patrimonio Cultural
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Descripción

MAURICIO RODAS ESPINEL Alcalde del Distrito Metropolitano de Quito

DORA ARÍZAGA GUZMÁN Directora Ejecutiva del Instituto Metropolitano de Patrimonio

Habitar el Patrimonio. Nuevos aportes al debate desde América Latina. Editores:

Lucía Durán, Eduardo Kingman Garcés y Mónica Lacarrieu. Quito: IMP, FLACSO, UBA, 2014.

Instituto Metropolitano de Patrimonio Venezuela N5-10 y Chile PBX (593-2)399 6300 www.patrimonioquito.gob.ec Coordinación editorial:

Nathalia Molina K. Corrección de textos:

Yonne Cárdenas y Nicolás Jara Miranda Diseño y diagramación:

Gloudigital Art Dario Vallejo y Ma. Luisa Bermeo Dirección de arte:

Dario Vallejo Imprenta:

Graffitex Impreso en Ecuador Quito, 2014 Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización de los editores.

Índice

INTRODUCCIÓN 01 PARTE I: Políticas de patrimonio: transitar, vivir y habitar



DESENCAJE Y EXCLUSIÓN. PRESERVACIÓN CULTURAL, DESARROLLO Y VIDA COTIDIANA. Antonio Arantes, Brasil

• • • • • •



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POLÍTICAS DE PATRIMONIO Y PROCESOS DE GENTRIFICACIÓN/RECUALIFICACIÓN: NEGOCIACIONES Y TENSIONES ENTRE LA ESTÉTICA PATRIMONIAL Y EL CAMPO PÚBLICO DE LO SOCIAL. Mónica Lacarrieu, Argentina

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LA GESTIÓN DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO: 1980-2012. Eduardo Nivón Bolán y Delia Bonilla Sánchez, México

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ENTRE EL ESPECTÁCULO, EL ESTIGMA Y LO COTIDIANO: ¿ES POSIBLE HABITAR EL PATRIMONIO? Lucía Durán, Ecuador

66

SER VECINOS: “RESCATE” Y DISTINCIÓN DE CLASE EN EL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO. Alejandra Leal, México

86

LA CANDELARIA “DE PUERTAS PARA ADENTRO”. PATRIMONIO Y ACTORES URBANOS. Thierry Lulle y Amparo de Urbina, Colombia URBICIDIO O LA PRODUCCIÓN DEL OLVIDO. Fernando Carrión, Ecuador

PARTE II: Políticas de patrimonio, memoria y gubernamentalidad



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MEMORIA SOCIAL, POLÍTICAS POBLACIONALES Y PATRIMONIO. Eduardo Kingman Garcés, Ecuador MARCAS TERRITORIALES, PATRIMONIO Y MEMORIA.

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• • • • •

¿CONSERVAR O TRANSMITIR?. Elizabeth Jelin, Argentina

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PODER Y DISPUTA EN LA MONUMENTALIDAD DE LA NACIÓN: BUENOS AIRES, BRASILIA Y SANTIAGO. Francisca Márquez, Chile

174

LA MEMORIA INSOLENTE. LUCHAS SOCIALES EN CENTROS HISTÓRICOS. Manuel Delgado Ruiz, España

196

CENTRO HISTÓRICO, CASAS Y BARRIOS OBREROS EN LIMA. HABITANDO EL OLVIDO: VIVIENDA POPULAR COMO PATRIMONIO HISTÓRICO. Wiley Ludeña, Perú

210

PATRIMONIO, CONCEPTO Y ALTERNATIVAS. Xavier Andrade, Ecuador

228

REFLEXIONES DE UNA ETNÓGRAFA SOBRE EL TEMA DE PATRIMONIO. Blanca Muratorio, Argentina

248

APORTES DE BECARIOS DEL FORO LATINOAMERICANO HABITAR EL PATRIMONIO, 2013

• •

259

LA PRODUCCIÓN DE LA OTREDAD “AFRO” Y LA (IM) POSIBILIDAD DE PATRIMONIALIZACIÓN EN LAS ÁREAS DE PROTECCIÓN HISTÓRICA DEL CENTRO DE BUENOS AIRES. Soledad Laborde, Argentina

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MERCADOS DE QUITO, MEMORIA COLECTIVA Y PATRIMONIO. Erika Bedón, Ecuador

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RESEÑAS DE AUTORES

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PARTE I POLÍTICAS DE PATRIMONIO: TRANSITAR, VIVIR Y HABITAR

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LA GESTIÓN DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO: 1980-2012 Eduardo Nivón Bolán y Delia Sánchez Bonilla Departamento de Antropología, Universidad Autónoma Metropolitana, México

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Introducción

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n 1978 la UNESCO publicó los nombres de los primeros monumentos que integrarían la lista de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Se trató de 32 bienes presentados por países que habían ratificado la Convención de Patrimonio Mundial aprobada por la Asamblea General de la organización, en 1972. Dos ciudades tuvieron el honor de ser las primeras en ser distinguidas como Patrimonio de la Humanidad: Cracovia y Quito, en esta última ciudad la preocupación por los bienes culturales contaba ya con una cierta tradición. En efecto, en 1967 se desarrolló en Quito una discusión continental sobre la conservación y utilización del patrimonio monumental que dio origen a un documento conocido como “Normas de Quito”, el cual, a casi cincuenta años de su formulación, es aún un texto lleno de actualidad. Diez años más tarde, en una nueva reunión convocada, esta vez por la UNESCO, y que por lo tanto tuvo una dimensión mundial, se realizó un Coloquio sobre la preservación de los Centros Históricos ante el crecimiento de las ciudades contemporáneas1 en donde se definió la noción de

Centros Históricos de la siguiente manera: “aquellos asentamientos humanos vivos, fuertemente condicionados por una estructura física proveniente del pasado, reconocibles como representativos de la evolución de un pueblo. Como tales se comprenden tanto los asentamientos que se mantienen íntegros desde aldeas a ciudades, como aquellos que a causa de su crecimiento, constituyen hoy parte de una estructura mayor. Los centros históricos, por sí mismos y por el acervo monumental que contienen, representan no solamente un incuestionable valor cultural sino también económico y social. Los Centros Históricos no solo son patrimonio cultural de la humanidad sino que pertenecen en forma particular a todos aquellos sectores sociales que los habitan.”2

Varios son los elementos claves que deben destacarse de esta definición: el carácter “vivo” de los centros históricos, su vinculación con una “estructura física proveniente del pasado”, su conexión con la “evolución de un pueblo”, la consideración integral tanto de su valor cultural como de lo económico y social, y el que “pertenecen” tanto a la humanidad como a los sectores sociales que los habitan. El documento Conclusiones, al que nos estamos refiriendo, también resume los problemas principales de los centros históricos y ofrece algunas consideraciones sobre su conservación. De entre los primeros señala los siguientes: • Fuerte movilidad y segregación social con alternativas de hacinamiento y abandono de estas áreas. • Conflicto entre las estructuras y dimensión de las vías públicas y las de los nuevos sistemas de transporte.

1 (UNESCO/PNUD, QUITO, ECUADOR, 1977). Las conclusiones de este coloquio se pueden leer en el documento titulado Normas de

Quito http://ipce.mcu.es/pdfs/1967_Carta_de_QUITO.pdf 2 Ídem

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• Realización de obras públicas inadecuadas. • Inmoderada expansión de las actividades terciarias. Entre las consideraciones sobre la conservación integral de los centros históricos destacan los siguientes puntos: • La conservación de los centros históricos debe ser una operación destinada a revitalizar tanto los inmuebles como la calidad de vida de quienes los habitan. • La rehabilitación debe realizarse respetando y potenciando la cultura. • La revitalización supone un enfoque de planeamiento, es decir, debe integrársela en los planes directores de desarrollo urbano y territorial. Para el año en que este documento fue redactado (1977), resulta sorprendente la previsión de las medidas más significativas para el éxito de las acciones de revitalización. En forma más precisa se propone que las tareas de rescate del patrimonio histórico atiendan los siguientes principios: integralidad de los programas de vivienda con los de conservación del patrimonio, diversificación de los mecanismos de financiamiento, inclusión de los distintos actores en los procesos de toma de decisión, intervenciones meditadas y racionales basadas en el estudio y planeación de los procesos de intervención, formación de especialistas en la gestión de las diversas actividades que se realizan como parte de los programas de conservación, y, amplias campañas de información y concienciación de la importancia de los centros históricos. Es muy notable la coincidencia de las medidas tomadas por los organismos responsables de la preservación del Centro Histórico de la ciudad de México, con las recomendaciones que desde muy temprano formuló la UNESCO, y también son fácilmente observables las diferencias dado que cada ciudad es obviamente distinta. Sin embargo, aún en el caso del reconocimiento de la especificidad del Centro Histórico de la ciudad de México, debido a la historia y a las pautas políticas con que se rige, pueden distinguirse algunos elementos útiles para otros contextos. En el trabajo que ahora presentamos van a ser destacados algunos de estos elementos propios de la preservación del Centro Histórico de nuestra ciudad capital, los mismos que pueden ser explicados a partir de elementos históricos, de las formas políticas a partir de las cuales se relacionan las instituciones públicas y los ciudadanos y de los ordenamientos legales que rigen las políticas de patrimonio en México. Ponemos a consideración de los lectores los siguientes elementos:

1. Claridad de las causas del deterioro urbano El deterioro de los centros urbanos es un fenómeno común, tanto que algunos autores hasta le han asignado una carga psicológica: una especie de “parricidio”, en este caso, urbano (Ca-

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rrión, 2007:10). Sin embargo, a pesar de que puede tratarse de una trayectoria compartida por muchas ciudades, tan importante como las medidas que se toman para la conservación o la rehabilitación de los centros históricos, es el estudio de los procesos que llevaron a estos espacios a su alarmante declinación. En el caso del centro de la ciudad de México, es indudable que el deterioro del centro histórico estuvo asociado a cierta pérdida de su centralidad. Por ejemplo, a partir de los años treinta se hace evidente la “huida” de la zona central de la ciudad de importantes instituciones: varias secretarías e instituciones del Estado mexicano construyen sus sedes en terrenos relativamente alejados de ciudad central (la Secretaría de Salud a la entrada de Chapultepec, la Secretaría de Defensa en la zona próxima a las Lomas de Chapultepec, la de Comunicaciones y Obras Públicas en la colonia del Valle, la de Recursos Hidráulicos en la zona del Paseo de la Reforma, el Seguro Social en el eje Reforma, etcétera); una moderna Ciudad Universitaria levantada a más de 10 kilómetros al sur del centro histórico impone el vaciamiento de escuelas y facultades, así como de todos los servicios que comúnmente se asocian a ellas; las casas matrices o las direcciones de las grandes compañías buscaron espacios más prestigiosos al poniente de la ciudad, como también lo hicieron muchos centros de ocio o diversión. Pero aunado a que el centro de la ciudad empezó a ser disfuncional para la realización de muchas funciones burocráticas y de servicios, la zona vivió un evidente proceso de deterioro a partir de un factor político: los decretos de congelación de rentas de los años cuarenta, el último de los cuales se prorrogó durante casi cuatro décadas. Es importante tomar en cuenta esta medida, pues es el resultado de la confluencia de varios objetivos. Los decretos de congelación de alquileres fueron el inicio de la política estatal en materia habitacional ya que hasta ese momento el gobierno no tenía una política de construcción de vivienda y, por otra parte, también fueron una concesión al naciente sector popular del partido que a la postre resultó el más numeroso y de gran influencia política (PRI). En este sentido, la política de congelación de renta atrapó al gobierno federal y local en un círculo vicioso: fue la expresión de una política social en favor de los sectores populares del centro de la capital y también un instrumento de control político, de modo que en tanto la base popular del partido y los dirigentes políticos se enredaron con esa política, la vivienda popular en el centro histórico se deterioró inevitablemente. Más aún, la falta de reconocimiento de la importancia del patrimonio monumental por grandes sectores de la población, mantuvo un centro histórico vivo pero con condiciones de habitabilidad precarias; a la zona solo se acudía por ser sede de actividades comerciales que eran muy apreciadas por los sectores populares o porque, hasta mediados de los años setenta, fue el punto a partir del cual se organizaba prácticamente todo el transporte público. Tal vez lo más notable en la historia del centro histórico, es que a pesar de la precarización de la vivienda de alquiler, del crecimiento de los actividades terciarias, de los problemas de tráfico ocasionados por los trasportes públicos y privados, y del abandono del centro por parte de instituciones; alrededor de los cuales se desarrollaban actividades de servicio y apoyo, el centro histórico de la ciudad mantuvo su alto valor político-simbólico, aunque su imagen fuera muy cuestionada por los sectores medios y altos de ciudad.

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Los gobiernos federal y local (que eran prácticamente uno en la medida en que el presidente gobernaba al Distrito Federal, a través del “jefe del departamento”) realizaron desde los años sesenta importantes estudios para impulsar la renovación del centro. Jorge Legorreta consigna el documento Renovación Urbana México de 1970 en el que se propone una política de reconstrucción total del área que fue denominada “herradura de tugurios”, una enorme zona urbana que iba desde los talleres de los ferrocarriles en Nonoalco hasta la colonia Morelos, y que giraba hacia el sur, cubriendo las zonas de la Merced y la Candelaria y volvía hacia el poniente abarcando lo que ahora se conoce como Alameda Sur hasta llegar al Eje de Paseo de la Reforma. Entusiastas arquitectos de la talla de Mario Pani, impulsaron el proyecto que “solo” quedó en la construcción de la Unidad Nonoalco-Tlatelolco y que previamente supuso la demolición de cientos de viviendas, incluida la destrucción de la traza urbana. Al arquitecto Legorreta este proyecto le evocaba la reconstrucción de las ciudades destruidas durante la segunda guerra mundial (Legorreta 2001) y la recuperación de una imagen de lo que hubiera significado este proyecto en la transformación de la panorámica del centro en la que las calles de Ángela Peralta y López aparecen convertidas en una avenida semejante a 20 de Noviembre.

2. La construcción de una narrativa compartida En este trabajo asumimos que el patrimonio es una noción con múltiples significados. Es, desde luego, una relación social, una galaxia de objetos plenos de significación a partir de los cuales los miembros de la sociedad nos relacionamos para identificar el pasado y encontrar vías para transitar hacia el porvenir. Es también, un conjunto de objetos que se ha decidido separar de los demás, preservarlos mediante técnicas de conservación, utilizarlos como recurso de identificación y que son objeto de una normatividad precisa. En la irrenunciable consideración de estas dos perspectivas, la social y la legal o técnica, encontramos un puente que nos ayuda a comprender mejor el despliegue y la originalidad de nuestra política de patrimonio. Los bienes que decidimos excluir de su ciclo de desgaste y deterioro mediante diversas técnicas de intervención, requieren ser incluidos en una narrativa que permita distinguirlos, llenarlos de sentido, asignarles un valor, imaginarlos formando parte de un porvenir. Recurrimos a diversas estrategias para formular estos relatos: su sentido originario (el centro de la ciudad de México es la cuna de la civilización mexica, pero también el lugar —en una sola calle— en que se fundaron la primera universidad, la primera imprenta y la primera academia de artes de la América continental); el lugar donde se acumulan bienes inmuebles que han estado en contacto con personajes de relevancia histórica (los monumentos reciben un valor social por haber sido lugar de residencia, trabajo o estudio de algún o algunos personales históricos); espacio donde adquieren “materialidad” relatos míticos (el lugar donde hubo un islote donde se expresó el mito cosmogónico de la eterna lucha entre el sol —el águila— y la tierra —la serpiente—), territorio en el que se observa la permanente dialéctica entre el recubrimiento del patrimonio de un aura de sacralidad laica semejante a la de los objetos religiosos. Al identificar algo como patrimonio hacemos muchas cosas: expresamos nuestro sentido de pertenencia y también miramos nuestro pasado eligiendo momentos primigenios en detrimento de objetos o sucesos que nos recuerdan épocas menos gloriosas.

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Estas mismas contradicciones se observan en el ámbito internacional. Si el patrimonio supone la activación de medidas alrededor de objetos simbólicos cuyo valor se sostiene en su importancia para el arte, la ciencia o la naturaleza, resulta difícil comprender por qué se asigna valor patrimonial a un campo de exterminio e infamia como Auschwitz o por qué convertimos en México el lugar de una matanza, como la Plaza de Tlatelolco, en un sitio que rinde homenaje a toda una generación. La clave está en que la asignación de valor a objetos, monumentos o lugares se define a partir de lo que tiene sentido para un determinado grupo. Como señaló Ana María Rosas hace veinte años a partir de un estudio sobre el público asistente al museo de Sitio del Templo Mayor: la eficacia de la institución se encuentra en la identificación de los asistentes con los mexicas y en la forma como estos son mitificados al grado de proyectar las expectativas, frustraciones y sueños aunque no siempre sea producto de un mejor conocimiento histórico del grupo mexica, sino posiblemente de lo contrario. Estos procesos, concluye Rosas Mantecón a partir de su estudio, nacen fuera del museo, tal como evidencia el que “dos terceras partes del público mostraron una imagen idealizada de los mexicas, y declararon como fuentes principales de su conocimiento la escuela y los libros” (Rosas Mantecón, 1993: 231). En el caso del Centro Histórico esta narrativa nace en la segunda mitad del siglo XX, cuando la ciudad inicia su proceso de metropolización y también cuando intelectuales y artistas, preocupados por las incesantes intervenciones aplicadas a la zona desde hacía muchos años, decidieron no solo poner un hasta aquí –como fue el caso del rechazo a la ampliación de la calle Tacuba a inicio de los sesenta- sino impulsar una política de verdadera recuperación del Centro Histórico.

3. La política de patrimonio Las políticas culturales en todos los campos han tenido como impulsor clave organismos internacionales, iniciando por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura (UNESCO), pero es muy común también que las orientaciones de este organismo sufran un proceso de apropiación y adaptación que a veces ocurre de manera muy lenta. México es un caso especial en esta materia. Los estudios de Cottom3 muestran que el interés del Estado mexicano por legislar en materia de patrimonio son muy antiguos, pero uno de los momentos decisivos ocurre en los años treinta cuando la Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos y Bellezas Naturales de 1930 y la Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos Arqueológicos e Históricos, Poblaciones Típicas y Lugares de Belleza Natural de 1934, abrieron la puerta a considerar el “aspecto típico y pintoresco de las poblaciones”, aunque la definición de poblaciones típicas y pintorescas no fuera precisa. En 1972 esta idea quedó plenamente establecida en la vigente Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Históricos y Artísticos que definió zona de monumento histórico como aquella área “que comprende varios monumentos históricos relacionados con un suceso nacional o la que se encuentre vinculada a hechos pretéritos de relevancia para el país” (art. 41). Hacemos estas referencias porque fue muy importante que antes que la UNESCO aprobara la Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural afines de 1972, el país ya contara con un instrumento para la defensa de zonas de monumentos como el Centro

3 Son muchos los trabajos de Cottom sobre esta materia. Puede encontrase una visión muy completa sobre este tema en Cottom, 2008.

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Histórico. Tal vez esto explique la tardanza de México en incorporarse a la Convención (12 años y fue el septuagésimo segundo país en hacerlo) y que en cambio fuera la declaratoria del Centro Histórico como zona de monumentos en 1980 la que iniciara seriamente el proceso de salvaguarda y recuperación de nuestro centro. Antonio Arantes,4 antropólogo brasileño comprometido con la política de su país sobre el patrimonio inmaterial, encontró un parecido entre los casos de Brasil y México en este aspecto. El gran país sudamericano legisló sobre el patrimonio inmaterial antes que la UNESCO promulgara en 2005 la Convención sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones culturales, y “tardó” en adherirse a ella más de un año (fue el cuadragésimo país en hacerlo). Estas diferencias que no son exclusivas de México o Brasil, sí son en cambio indicativas de un cierto predominio de la legislación interna sobre las orientaciones internacionales y, sobre todo, de la importancia de los actores y contradicciones internos. Las instituciones responsables del patrimonio en México aprovecharon inmediatamente la normatividad sobre zonas de monumentos contenida en la Ley de 1972 y lograron establecer algunos protocolos de actuación e intervención en dichas áreas que a la fecha suman más de sesenta. Por otra parte, las políticas de patrimonio siguen cursos de numerosos meandros. ¿En qué consiste el patrimonio monumental del Centro Histórico? En el caso de esta zona de alrededor de nueve kilómetros cuadrados, el trabajo de los especialistas en arte colonial, principalmente arquitectos, se vio acompañado por el de los historiadores que contaban con estudios muy cuidadosos de la ciudad del siglo XIX, tanto desde el punto de vista de los procesos como del territorio. A la conjunción de estos dos tipos de estudiosos se unieron los trabajos puntuales de rescate arqueológico que se sucedían casi siempre a la realización de alguna obra de infraestructura. Patrimonio arqueológico e histórico, este último colonial y republicano, se encontraban en toda la zona en un número de 1 500 bienes catalogados. Sin embargo, no fue el patrimonio en general lo que disparó la política de rehabilitación del centro, sino el hecho fortuito del descubrimiento del monolito de la Coyoxautli el último día de febrero de 1978. El suceso dio origen a ese gesto fáustico de José López Portillo de “descubrir, sacar a la luz: darle otra vez dimensión a las proporciones centrales de nuestro origen. Abrir el espacio de nuestra conciencia de nación excepcional. Y pude hacerlo. Simplemente dije: exprópiense las casas. Derríbense. Y descúbrase, para el día y la noche, el Templo Mayor de los aztecas”.5 Lo paradójico es que siendo el descubrimiento del Templo Mayor el motor de las políticas de rehabilitación del centro, la zona delimitada por el decreto de 1980 y la mayoría de los monumentos que contiene, corresponden a la época de la República hasta 1900 y de entre estos solo eran considerados valiosos los grandes palacios y casas señoriales, no así la vivienda vernácula.6 Es

4 Comunicación personal. 5 El texto es citado por Ana Rosas Mantecón, 1993: 202 y corresponde al prólogo del libro El Templo Mayor, México, Bancomer, 1981,

25-27. 6 El 9 de abril de 1980 se emitió un decreto presidencial que declaró la creación de la Zona de Monumentos Históricos denominada

“Centro Histórico de la Ciudad de México”. De acuerdo a los lineamientos establecidos en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, en aquel decreto se delimitó un polígono de 9.1 kilómetros cuadrados constituido por 668 manzanas y se enlistaron 1 436 edificios como monumentos históricos (construidos entre los siglos XVI y XIX) para ser protegidos por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Dentro de la zona se estableció la creación de dos perímetros: el “A”, con 3,2 kilómetros cuadrados y en el que se encuentra la mayor concentración de monumentos, y el “B” con 5,9 kilómetros cuadrados, que funcionaría como zona de amortiguamiento del primero. http://sic.conaculta.gob.mx/documentos/573.pdf

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parte de los mitos levantados alrededor del patrimonio en México, suponer que nuestro Centro Histórico es colonial y mucho menos indígena. Pero a partir de esa mezcla de elucubraciones se ha construido la legitimidad, el prestigio y sobre todo el aprecio por el centro viejo de la ciudad de México.

4. Dos proyectos claros de salvaguarda del Centro Histórico En el caso del Centro Histórico de la ciudad de México es indiscutible la claridad con que se confrontan dos proyectos de conservación. El primero fue el presentado por el economista José Iturriaga y cuenta entre sus méritos, no solo el de ser el primer programa consistente e integral de protección del Centro Histórico, sino el de haber aglutinado en su entorno a prominentes figuras de las artes, las letras y las finanzas de nuestro país. Su nombramiento como presidente honorario vitalicio del Consejo Consultivo para el Rescate del Centro Histórico en 2001, fue totalmente meritorio así como la publicación homenaje que hizo la LXI Legislatura de sus ideas sobre el Centro Histórico y su rescate (Iturriaga 2012). Sin embargo, es indudable que en la visión de Iturriaga predominaba una preocupación estética y turística del Centro Histórico y su proyecto exigía el relevamiento de los sectores populares de la zona. El otro proyecto se hizo evidente a partir de la catástrofe de los sismos de 1985. Los años de abandono de la vivienda popular y la fuerza de la naturaleza se conjuraron para destruir grandes áreas de la zona central de la ciudad. Con ello, los movimientos populares urbanos que se habían gestado desde la década anterior se hicieron visibles en el centro y la demanda de muchos de los pobladores de “cambiar de casa, pero no de barrio” marcó una línea a seguir por parte de los defensores del patrimonio, de los movimientos sociales y de los gobernantes de la ciudad. No es ninguna novedad decir que el Centro Histórico es un espacio conflictivo, pero sí lo es posiblemente que se manifieste esta confrontación en dos proyectos claramente definidos. Emilio Padilla en su texto “La participación popular en la reconstrucción del Centro Histórico de la ciudad de México” (1995) hace claros los desencuentros entre el proyecto popular de recuperación del Centro Histórico y el proyecto elitista. Sin embargo, la puesta sobre la mesa de proyectos alternativos de recuperación del Centro Histórico no ha significado rupturas irreparables. En este punto encontramos tres factores explicativos: que la narrativa de recuperación del Centro Histórico ha podido integrar a casi todas las voces que se han expresado sobre este objetivo destacando las propuestas positivas e integradoras y ha marginado las que no conducían a consensos; que se han diseñado instrumentos normativos que abarcan casi todos los problemas que interesan a los actores del Centro Histórico: ordenamiento del comercio en la calle, limpieza, basura, subsuelo, atención al patrimonio, la señalización, la peatonalización, etcétera. Y en tercer lugar nos parece importante poner a la vista que los principales gestores del centro, actuales y de períodos pasados, gozan de un prestigio derivado del compromiso que diversos gobiernos con la reconstrucción y con la defensa del patrimonio: René Coulomb, Alejandro Suárez Pareyón, Alejandra Moreno Toscano, Inti Muñoz7 y muchos otros funcionarios públicos e intelectuales. Sería difícil que un diseñador urbano o un promotor del patrimonio sin la experiencia de haber estado cerca

7 Los mencionados han sido académicos, funcionarios públicos y asesores/participantes de movimientos urbanos que laboraron como

funcionarios del Fideicomiso del Centro Histórico, Autoridad del Centro Histórico o planificadores urbanos.

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de los movimientos sociales en el Centro Histórico pudieran alcanzar éxito en la gestión de este. La opinión de los que elaboramos este documento, es que la capacidad de los gestores del Centro Histórico de la ciudad de México de producir una narrativa que integra los dos proyectos de recuperación –el elitista y el popular– es lo que ha permitido intervenciones que garanticen la habitabilidad del centro, el ordenamiento de los comerciantes en la vía pública, el crecimiento de la dotación de su infraestructura cultural al lado de los servicios necesarios para la vida cotidiana, la inversión en la conservación del patrimonio y la modernización de los servicios públicos, el mantenimiento del Centro Histórico como símbolo político y su conversión en un paseo al que acuden alrededor de un millón de personas los fines de semana.

Énfasis en los instrumentos de gestión del centro urbano Gobierno Federal Predominio de ordenamientos sobre gestión del patrimonio Declaración como Z. de M.H.

Patrimonio Mundial.

Fideicomiso del CH

Terremotos

1980

1985

1987 1990

Etapa de estudios y planeación

Etapa de intervenciones mayores Creación Autoridad del CH

Primer gobierno elegido del DF.

1997 2000

2006 2007

2012

2013...

Gobierno del Distrito Federal

Etapa de definición de actores y objetivos

Predominio de ordenamientos sobre gestión urbana y gestión administrativa Fuente: Elaboración propia.

5. La institucionalización de aparatos de gestión del Centro Histórico Desde 1980 el Centro Histórico ha contado con dos tipos de instituciones de “gobierno”. El Decreto de Creación de la Zona de Monumentos de 1980 estableció, en su artículo 7, la creación del Consejo del Centro Histórico de la Ciudad de México, el mismo que estaría integrado, según el siguiente artículo del decreto, por cinco personas que serían los titulares de otras tantas instituciones. Vale la pena observar que dos de estas eran claramente académicas, la UNAM y el INAH (que también tenía atribuciones técnicas), dos eran responsables de la gestión urbana: la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas y el Departamento del Distrito Federal (cuyo titular presidía el Consejo), y una más, la Secretaría de Educación Pública, parecía tener la misión

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de servir de bisagra entre los dos pares de instituciones. No había ningún organismo de carácter económico, ni mucho menos alguna representación de la sociedad civil. En 1984 este organismo fue modificado quedando conformado por “los secretarios de Programación y Presupuesto, Desarrollo Urbano y Ecología, Educación Pública y de Turismo; el jefe del Departamento del Distrito Federal quien lo presidía, así como por el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y los directores generales de los Institutos Nacionales de Antropología e Historia y de Bellas Artes y Literatura”. Como se observa, fue integrada una institución académico-técnica (el INBAL), otra de gestión, la secretaría de Turismo, y otra más que podría considerarse de importancia para la gestión económica del Centro Histórico, la Secretaría de Programación y Presupuesto. El peso del gobierno federal en la gestión del Centro Histórico era evidente. Además, la verticalidad del sistema político mexicano hacía muy difícil que los organismos que dependían de él actuaran con autonomía. Esto explica la enorme crisis que vivió el Instituto Nacional de Antropología e Historia durante el conflicto derivado del intento de construcción de la línea 8 del metro en 1983, pues aun siendo evidente la violación de la normatividad sobre los monumentos y zonas de monumentos, solo los trabajadores y no las autoridades protestaron por el inicio de las obras.8 Visto en retrospectiva, el Consejo del Centro Histórico adolecía de muchos defectos como para calificarlo de instrumento de gobierno, pues estaba totalmente subordinado al ejecutivo federal, carecía de capacidad de iniciativa y de recursos propios. Con la modificación del sistema de gobierno del Distrito Federal y la elección de sus autoridades por los habitantes de la ciudad, hubo un cambio en los modos de gestión del Centro Histórico. En 1990 el gobierno de la ciudad creó el fideicomiso del Centro Histórico como una entidad privada. Los diversos trabajos que emprendió a lo largo de los noventa fueron muy importantes en términos de estudio, pero poco notables en lo que toca a la gestión y obras públicas. Tal vez por ello en los primeros años del siglo XXI se hizo evidente que era necesario dotar al fideicomiso de una institucionalidad que representara su bien ganado liderazgo y por tanto fue convertido en un aparato público. En la página web del fideicomiso9 se encuentra publicado el contrato que lo rige, del que destacan funciones de carácter operativo, caso muy diferente de la autoridad del Centro Histórico. Esta última fue creada en enero de 200710 y, a diferencia del fideicomiso, sus facultades son propositivas y de coordinación en los temas de gobierno, desarrollo urbano y vivienda, desarrollo económico, medioambiente, obras y servicios, desarrollo social, transportes y vialidad, turismo,

8 El conflicto estalló cuando en ese entonces el Departamento del Distrito Federal, es decir el gobierno de la ciudad, inició la

construcción de una nueva línea del metro que cruzaría por el subsuelo el Centro Histórico y haría correspondencia con la estación Zócalo en la gran plaza principal del país. La acción violaba totalmente la normatividad, puesto que no se había sometido el proyecto a la autorización del Instituto Nacional de Antropología e Historia, órgano responsable de los monumentos históricos y arqueológicos. En años todavía de autoritarismo priísta y de ejercicio de lo que el historiador Enrique Krauze llamó la “presidencia imperial”, una oposición a tal medida constituía una falta de disciplina institucional, a pesar de su carácter ilegal. Fueron los trabajadores del INAH los que se movilizaron en defensa del patrimonio y de la normatividad. La confusión y la protesta fue tan grande, que el Departamento del Distrito Federal se vio obligado a suspender la obra temporalmente y luego en forma definitiva. El conflicto fue analizado por Ana María Rosas Mantecón (1994). 9 http://www.centrohistorico.df.gob.mx/fideicomiso/contrato_constitutivo.pdf 10 http://www.autoridadcentrohistorico.df.gob.mx/noticias/articulos/acuerdo.pdf

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cultura y seguridad pública. La Autoridad es “el órgano administrativo de apoyo a las actividades de la Jefatura de Gobierno en el Centro Histórico de la Ciudad de México” (artículo 1) y las diversas entidades de gobierno están obligadas a entregar a esta instancia la información que requiera para desarrollar su actividad. Se cuenta entonces con dos órganos de gobierno con funciones bien delimitadas: el Fideicomiso de índole ejecutiva y el segundo de coordinación; el primero trata con los ciudadanos o con personas morales de la sociedad civil, el segundo con las dependencias de gobierno; el Fideicomiso es la entidad responsable ante la UNESCO del cumplimiento de las responsabilidades de su inclusión en la lista de Patrimonio Mundial.11 La autoridad es la responsable de la gestión del perímetro A de la zona de monumentos; el Fideicomiso define de una manera muy interesante su área de responsabilidad que abarca los dos perímetros del Centro Histórico pero hace alusión directa y preferencial a los ciudadanos y no a los monumentos: “CLÁUSULA DÉCIMA PRIMERA: Los propietarios, promotores, arrendadores, ocupantes, prestadores de servicios, y/o usuarios de inmuebles localizados dentro del perímetro de la zona del Centro Histórico de la Ciudad de México, definido según Decreto publicado el 11 de abril de 1980 en el Diario Oficial de la Federación, que cumplan con las condiciones que se establezcan en virtud de este contrato…”.12

Todas estas atribuciones le imponen al fideicomiso el tener que gestionar mayores recursos que con los que cuenta la autoridad del Centro Histórico y una constante y delicada atención a los ciudadanos del centro.

6. Objetivo clave: la habitabilidad del Centro Histórico A lo largo de este documento se sostiene que el objetivo más relevante de las políticas emprendidas para la recuperación del Centro Histórico de la ciudad de México, es el mantenimiento y mejoramiento de la habitabilidad del mismo. Hay varios aspectos que conspiran para hacer inhabitables los centros patrimoniales, uno de ellos es la contradicción entre el discurso de legitimación del patrimonio que lleva a hacer relevante alguna característica del mismo, su unicidad, su valor estético, científico, histórico o natural y el mantenerlo activo para que lo disfruten las generaciones actuales y futuras. Esto se deriva de que la acción patrimonial es un proceso de legitimación que supone romper el ciclo “natural” de los bienes culturales de modo que lo que estaba destinado a acabarse, destruirse por el uso o simplemente terminar la función o vida útil por la que fue creado, sea conservado mediante un proceso de intervención. Conservar el patrimonio implica acometer una tarea de preservación para poder mantenerlo en uso y así tenerlo disponible en el tiempo de una manera artificial. Por otra parte, habitar en el pleno sentido de la palabra, es vivir o morar. Y tras esa palabra se esconden varias cualidades, la primera es que implica poseer las condiciones que permitan la reproducción física de un individuo y su entorno familiar: techo, agua, condiciones para preparar

11 De hecho el único informe presentado al Comité del Patrimonio de la Humanidad sobre el Centro Histórico de la Ciudad de México

ha sido elaborado por el fideicomiso. 12 http://www.centrohistorico.df.gob.mx/fideicomiso/contrato_constitutivo.pdf

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alimentos, etc. En segundo lugar, supone contar con todo aquello que tiene que ver con la reproducción social del grupo doméstico: educación, abasto, servicios de salud, esparcimiento, trabajo, reunión. Habitar en un medio urbano es también acceder a lo más básico de la vida en ciudad: movilidad, sociabilidad, reconocimiento, ciudadanía. Por último, pensamos que en el siglo XXI la habitabilidad implica condiciones de respeto al medio en que nos encontramos de modo que las generaciones que aún no han nacido puedan disfrutar de los elementos básicos que hoy tenemos. En otras palabras, habitar es vivir, reproducirnos socialmente, ejercer derechos de ciudadanía y sustentabilidad. ¿Puede el patrimonio urbano garantizar la habitabilidad hoy día? o, más bien, ¿nos estamos proponiendo un oxímoron, es decir,una contradicción en sus propios términos? La habitabilidad de los centros históricos despierta la imagen de la paradoja de Heisenberg o principio de incertidumbre: de igual modo que no podemos conocer la posición de una partícula subatómica con precisión porque su velocidad nos lo impide, no podemos preservar algo usándolo, porque al momento de hacerlo transformamos el objeto que queremos preservar. Observar un electrón impone modificar un átomo; conservar un edificio supone transformarlo para que se mantenga en el tiempo. Pero a diferencia del problema de Heisenberg nos encontramos con un hecho definitivo: los centros históricos estuvieron, están y muy deseablemente estarán habitados en el futuro y es necesario definir políticas para poder mantenerlos de esa forma. Estas políticas exigen cada día mayor refinamiento porque la congelación de rentas nos mostró qué errores se pueden cometer en caso de irnos más hacia un lado que a otro. Teniendo como ejemplo el caso del Centro Histórico de la ciudad de México, recuperamos cuatro elementos que pensamos que han sido claves para sostener su habitabilidad: • La producción de un discurso aceptado por la mayoría de los actores sociales. • El diseño de un plan o programa con los medios administrativos para alcanzarlos. • La elección de las medidas más importantes para garantizar un medio sustentable. • La definición de instrumentos culturales, políticos y financieros que tomen en cuenta a la comunidad local.

7. Gentrificación, elitización, boutiquización, recualificación Desde la Carta de Quito (1977), se han desplegado muchas políticas en los centros históricos de todo el mundo que han dado pie a críticas de los habitantes de los centros históricos, los gestores de los mismos y de los especialistas en conservación. Al “inyectar” grandes cantidades de dinero en una zona por lo general degradada de la ciudad, surgen inmediatamente proyectos de “recuperación” que las convierte en zonas atractivas, lo que puede dar lugar, según Fernando Carrión, a convertir el centro histórico “en un factor de gentrificación que conduzca a un recambio poblacional o, aún más, a una boutiquización que elimina la población residente para dar paso a

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los usos del suelo más rentables y exclusivos (comercios, hoteles, restaurantes, bajo la lógica boutique)” (Carrión, 2007:10). Otra posibilidad, sin duda enmarcada en una política de planeación y desarrollo social discutida democráticamente, es convertir las grandes inversiones y las ganancias que ellas producen en recursos que son redistribuidos para beneficio de la población. Los estudiosos de los centros históricos han usado el concepto acuñado por el arquitecto y exdirector general de urbanismo de Madrid José María Ezquiaga de “recualificación”, para señalar que no toda renovación supone el relevamiento de la población o la museificación de las zonas centrales: “Se entiende por recualificación la posibilidad de intervenir la ciudad con criterios transformativos, a partir de una aproximación estratégica más sensible al aspecto heterogéneo que le es propio a la urbe de hoy. Esta visión dinámica permite una intervención simultánea y coordinada en las grandes áreas en las cuales han sido individualizados los problemas, entre otros, el caso del tejido central con problemas de saturación y congestión, o de degradación y marginación, situaciones todas que demandan intervenciones integradas. Esto es, según una estrategia territorial eficaz que consienta coordinar las escalas específicas de intervención, las acciones de varios actores del sector público y privado, así como las diversas políticas sectoriales que interesan a la organización del territorio.”13

Ezquiaga sostiene que no toda planificación urbana debe pensarse como una política agresiva a los sectores de bajos ingresos, que susciten por tanto, reacciones defensivas. Coloca en el centro la acción planificadora conducida por el sector público que tome en cuenta la necesaria transformación de áreas obsoletas de las ciudades mediante operaciones urbanísticas puntuales, pero apoyadas en un programa de desarrollo y que respondan a los problemas que impiden poner en valor “oportunidades implícitas en la ciudad” (Ezquiaga 2004: 08).

Población del perímetro A del Centro Histórico 60,000

Habitantes

50,000 40,000 30,000 20,000 10,000 0 1990

Fuente: Autoridad del Centro Histórico

1995

2000

2005

2010

Población total

13 Citado por Martínez Delgado (2004:18) y corresponde al texto Ezquiaga, José María (1997) “La riqualificazione nelle aree

metropolitane: il caso di Madrid”. Paola Falin, comp. I territori della riqualificazione urbana. Università degli Studi di Roma “La Sapienza, Roma: Officina Edizione, 53-68

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De este modo, la polémica sobre los efectos de las intervenciones en el Centro Histórico que han dado lugar a cuestionamientos que sostienen que tales inversiones conducen a la gentrificación o elitización de la zona pueden ser reexaminados. Los responsables de la gestión del centro sostienen que las intervenciones —que ahora podemos llamar de recualificación— no han implicado el relevamiento de población que supone la gentrificación y fundan su argumento en que las políticas aplicadas en el Centro Histórico han posibilitado que lleguen nuevos habitantes sin relevar a los habitantes antiguos. Próximos estudios comprobarán la veracidad de estas afirmaciones. Sin embargo, para los autores de este documento, el concepto de recualificación sin elitización se ajusta en forma muy adecuada a las medidas que se han tomado. Sostenemos este criterio en tres factores: las inversiones en la zona son ampliamente diversificadas, se han distribuido democráticamente en el territorio y los diversos actores sociales tienen vías de participación que impiden marginar un sector o una zona de los beneficios de la conservación del centro.

8. “Dime quién financia el centro histórico y te diré qué centro histórico es”14 El tema de la financiación del centro histórico por lo general ha pasado a un segundo plano en favor de las definiciones políticas pero, como sostiene Fernando Carrión, “el financiamiento de la centralidad histórica se ha convertido en uno de los elementos claves y determinantes del accionar público. Por la vía de los recursos entra uno de los elementos de cambio en la planificación urbana de los centros históricos de las ciudades, en tanto cobra relevancia la lógica de proyecto por encima de la búsqueda de una cierta racionalidad venida de la “voluntad consciente de un sujeto social específico”; es decir, la planificación. También detrás del financiamiento penetran en una doble dimensión las lógicas de recuperación de las inversiones realizadas: primero nos encontramos con la obligatoriedad de la instancia pública de garantizar su devolución y, segundo, con la necesidad de que los sujetos beneficiados restituyan los recursos recibidos directa e indirectamente” (Carrión 2007: 9s).

El estudio de Manuel Perló y Juliette Nonaffé, publicado en 2007, en el que se analiza el financiamiento del Centro Histórico de la ciudad de México, refiere a que la zona se ha financiado de manera mixta, es decir, con recursos provenientes del sector privado y público. Aunque en el momento en que ellos realizaron su trabajo la intervención en el centro de la Fundación del Centro Histórico de la Ciudad de México AC., que a su vez pertenece a la Fundación Carlos Slim, parecía implicar un giro hacia un modelo de financiación predominantemente privado. En efecto, en esos años la fuerte inversión inmobiliaria por parte de Carlos Slim parecía ser arrasadora en la zona. Los autores de este estudio hemos encontrado dos tipos de intervenciones financieras en el Centro Histórico. Las que se refieren a acciones inmobiliarias como la soñada política que diseñó José Iturriaga a principio de los sesenta, consistente en la creación de una empresa inmobiliaria que sostuviera las acciones de recuperación del centro, o el sistema de transferencia de potencialidad acordado en 1988 y que aún sigue vigente.15 Estos dos sistemas, el primero solo una propuesta y el segundo un pro-

14 Es el título de un texto de Fernando Carrión al que se alude más adelante.

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yecto todavía en marcha, se proponen la transferencia de recursos provenientes del sector privado al Centro Histórico, destinados fundamentalmente a la rehabilitación del patrimonio. Es claro que una política de este tipo no tendría capacidad ni posiblemente la intención de invertir en el espacio público. El otro sistema de financiamiento se ha sostenido en la aplicación de recursos presupuestales federales y locales que a la fecha ya alcanzan montos muy grandes y que, según afirman los responsables de la gestión del Centro Histórico, se han distribuido equitativamente por todo el territorio. Aunque los que firmamos este documento no tenemos evidencia de esto último, es muy probable que así haya sido, porque la inversión pública en el Centro Histórico está básicamente en la infraestructura subterránea de la zona y en obras de transporte y vialidad que obviamente no se pueden reducir a una parte de este lugar de la ciudad. El provocador reto que formula Fernando Carrión sobre el financiamiento de los centros históricos: “Dime quién financia el centro histórico y te diré qué centro histórico es” (2012: 517552) menciona varios sistemas de financiamiento que se han sucedido o acompañado en los centros históricos: el mecenazgo privado, la cooperación técnica internacional, la contratación de créditos internacionales y el mejoramiento de la recaudación que produce flujos locales mayores y más equilibrados (donde la formalización de las actividades económicas y la modernización del catastro pueden ser algunas de estas medidas). Cada una de estas líneas de acción suponen problemas y límites, pero lo más relevante es cómo se orientan los presupuestos y se garantiza la transparencia. La importancia de la gestión de los centros históricos, o al menos en la ciudad de México, es que su carácter central, en todos los sentidos de la palabra, impone una visible rendición de cuentas y cualquier desequilibrio en el gasto es observado con facilidad.

9. Del espacio disputado al espacio compartido Emilio Duhau y Ángela Giglia (2010), definen varios tipos de espacios y de orden urbano en la ciudad. El centro histórico y otros espacios de la ciudad con características semejantes, son denominados por estos dos autores como “espacios disputados”. Se caracterizan por ser las partes más urbanas de la ciudad donde el urbanismo moderno resultó el más coherente y completo. Son también las que están mejor ubicadas, cuentan con los servicios más completos y diversificados y con una traza urbana que es resultado de un proceso de planeación. Al conservarse como espacios habitados la conflictividad urbana se torna evidente y la amenaza por la renovación de esos espacios es temida por residentes y usuarios, puesto que supone una revalorización de los precios del suelo. Estos espacios se vuelven muy relevantes para el conjunto de la ciudad y sus dinámicas conflictivas repercuten en el conjunto de la urbe. Nadie puede negar que el centro de la ciudad tenga muchas de estas características. Tampoco podrá evitarse la reflexión sobre la fragilidad de estas políticas y que esté latente su reversibilidad.

15 En realidad es el Sistema de Transferencia de Potencialidad es un sistema público, pues los recursos que se invierten en la zona

proceden de las transferencias de potencialidades de usos del suelo definidos por el gobierno de la ciudad, pero es “privado” en tanto que son normalmente empresas de ese carácter las interesadas en hacer uso del mencionado mecanismo.

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El día a día en el centro histórico es de una lucha constante, de la amenaza del comercio ambulante por volver, de comercios establecidos que disfrutan de las muchas mejoras en el centro que han permitido recuperar la centralidad, pero también de que la protesta social puede volver inviables algunos negocios. El centro histórico es ciertamente un espacio disputado pero también puede ser un espacio compartido. Los inevitables conflictos sociales le han acompañado por años y seguramente estarán presentes en el futuro, pero corresponde a las autoridades, los gestores, la sociedad civil y los habitantes garantizar la viabilidad de un maravilloso centro histórico. La gestión del Centro Histórico de Ciudad de México ha logrado garantizar su habitabilidad frente a los afanes de elitización. El plan de manejo16 cumple con las recomendaciones de la UNESCO17 y ha sido un instrumento que permite la vigilancia de todos los actores sociales, la transparencia de las acciones realizadas y traza una línea a seguir para los próximos años: planeación, implementación, evaluación, el monitoreo de la construcción de capacidades, los impactos de las intervenciones y la asignación de recursos necesarios. Por último, presentamos algunas recomendaciones para la gestión resumidas en cuatro puntos: Conservación integral. Crear las condiciones para la habitabilidad —vivienda, servicios, movilidad, administración— y armonizarlas con el conjunto de políticas urbanas —planeación, políticas de seguridad, sostenibilidad, de desarrollo social, de cultura, etc.—. Trabajo comunitario. Involucrar a las comunidades locales en los procesos de planeación, diseño, conservación y gestión. Narrativa compartida. Es necesario generar un discurso que llegue a las comunidades locales, para trabajar con significados atribuidos al centro histórico. Para ello es necesario identificar a los actores involucrados, los conflictos y los recursos:18 producción e interpretación de significados, recursos históricos u otros, inversionistas, residentes, visitantes y autoridades. La participación19 puede analizarse en niveles de información, consulta, decisión, ejercicio y apoyo. Métodos de evaluación. Es importante incluir en el plan de manejo instrumentos de retroalimentación para los métodos participativos y los proyectos efectuados.

16 Publicado en la Gaceta Oficial del Gobierno de la ciudad y disponible en línea http://www.autoridadcentrohistorico.df.gob.mx/

noticias/articulos/plan_de_manejo.pdf 17 UNESCO/WHC (2012: 11) 18 Lezama-López, 2009. 19 Basado en David Wilcox (1994) The Guide to Effective Participation Brighton: Partnership Books y Sherry Arnsten (1969) “A ladder of

Citizen Participation”. Journal of the American Planning Association, 35 (4): 216-224.

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