\"La Geografía y la Mineralogía en El Minero Mexicano (1873-1879), en Celina A. Lértora (coord.), Geografía e Historia Natural: hacia una historia comparada, Buenos Aires, 2010

October 6, 2017 | Autor: L. Morelos Rodríguez | Categoría: Historia Social Y Cultural, Historia de la prensa mexicana del siglo XIX
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GEONATURALIA Geografía e Historia natural: Hacia una historia comparada Estudio a través de Argentina, México, Costa Rica y Paraguay 2010 ****

Lértora Mendoza, Celina Ana Geografía e historia natural, hacia una historia comparada : estudio a través de Argentina, México, Costa Rica y Paraguay / Celina Ana Lértora Mendoza; Ignacio Daniel Loria; Ana Mirka Seitz; coordinado por Celina Lértora. - 1a ed.- Buenos Aires: FEPAI, 2011. 386 p. ; 21x15 cm. - (Geonaturalia / Celina Lértora) ISBN 978-950-9262-57-7 1. Historia de la ciencia. I. Loria, Ignacio Daniel II. Seitz, Ana Mirka III. Lértora, Celina, coord. IV. Título CDD 509

Los trabajos que contiene esta publicación han sido sometidos a evaluación de pares especialistas La edición de esta obra ha sido subsidiada en su totalidad por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH) Proyecto GEO 01.2010 e HIST 01.2010

© 2011 Ediciones F.E.P.A.I. Fundación para el Estudio del Pensamiento Argentino e Iberoamericano Marcelo T. de Alvear 1640, 1º E – Buenos Aires E. Mail: [email protected] Queda hecho el depósito que marca la ley 11.923 Impreso en Argentina – Printed in Argentina

ISBN 978-950-9262-57-7

GEONATURALIA

Geografía e Historia Natural: hacia una historia comparada Estudio a través de Argentina, México, Costa Rica y Paraguay

2010 **** Coordinación Celina A. Lértora Mendoza

Buenos Aires Ediciones F.E.P.A.I.

La Geografía y la Mineralogía en El Minero Mexicano (1873-1879) Alejandro García Luna Lucero Morelos Rodríguez 1. Presentación Durante el último tercio del siglo XIX se experimentó en México un proceso de modernización que afectó todos los aspectos de la vida nacional; entre los factores que hicieron posible estas transformaciones, como refiere Alberto del Castillo, pueden mencionarse la construcción de vías de comunicación, -tendido de vías férreas y líneas telegráficas-, la centralización de la vida política, económica y cultural del país, así como la introducción y adelantos de novedades técnicas y tecnológicas1. Asimismo, fue la etapa de mayor efervescencia en la fundación de sociedades científicas e industriales, que contaron muchas de las veces con sus respectivos órganos de difusión. En este escenario, un útil instrumento para acercarnos al acontecer de la época, a sus actores, intereses y contexto son las publicaciones periódicas. Para valorar la importancia de la lectura en el último tercio del siglo XIX es necesario buscar sus antecedentes en la primera mitad de la centuria, particularmente en las primeras tres décadas de vida independiente, pues desde esos años el fomento a la lectura y a la libertad de imprenta fueron tópicos de interés de los distintos gobiernos para brindar instrucción a la población. Sin olvidar que hubo grupos de hombres ilustrados, tanto en la capital del país como en diferentes regiones, que invirtieron grandes sumas en empresas

1

Alberto Del Castillo Troncoso, “El surgimiento de la prensa moderna en México”, La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, Vol. II, México, UNAM, 2005, p. 109.

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editoriales, sobre todo, revistas literarias y periódicos, publicaciones que en algunos casos contaron con subsidio del gobierno2. Sería en el último tercio del siglo cuando se presentó un auge de las publicaciones como órganos difusores de instituciones políticas, de enseñanza y de sociedades científicas; para este último caso contamos con El Minero Mexicano, publicación impresa, regida de acuerdo con los cánones modernos, en cuanto a la forma de presentar contenidos, secciones, anuncios comerciales, misceláneas científicas y avisos de ocasión, bajo un amplio espectro temático orientado a la especialización, lo que determinó que su recepción fuera atendida por un público específico, lo cual quedó acotado en el plan de trabajo al despuntar la circulación: “No pertenecemos a la escuela de los que creen que para las grandes empresas es necesaria la influencia de los gobiernos... la estimamos nociva... sólo queremos leyes sabias y justas que arranquen de cuajo antiguas preocupaciones, y que haciendo de la minería un ramo tan libre e independiente como el de la agricultura, desaparezca el absurdo de que el dominio de las minas pertenece al Estado, y que sus súbditos solo las pueden explotar merced a su generosidad, y con las limitaciones que tenga a bien imponerles”3. Desde los primeros números, El Minero Mexicano fue posicionándose en el gusto del público inmerso en el ámbito de la minería. al grado de ser tomado como una referencia obligada, en cuanto a la difusión de aquellas cuestiones de índole científica e industrial asociadas con la ciencia minera, pues “[tenía interés por cultivar] el ramo interesantísimo de la Minería, [así como] todos los 2

Anne Staples, “La lectura y los lectores en los primeros años de vida independiente”, en Historia de la lectura en México: Seminario de historia de la educación en México, México, COLMEX, 1988: 94-126. 3 Los redactores, El Minero Mexicano, T. I, n. 1, jueves 10 de abril de 1873, p.1; Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel (Coord.), Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX: 1856-1876 (Parte 1), México, UNAM, 2003, p. 391.

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demás ramos de la ciencia encontrarán en él un lugar; y sus columnas están abiertas para todos los hombres de estudio”4. Durante este lapso de tiempo quedó de manifiesto la especialización y con ello la adecuación a los cánones del conocimiento del momento, lo cual fue visible para el caso de las publicaciones cuyos contenidos giraron en torno a la ciencia minera y que por ende, fomentaron el cultivo de otras ramas del conocimiento que mantenían estrecha relación con ella. Dichas ciencias y ramas del conocimiento contaron con otros espacios para la publicidad, principalmente los órganos de algunas sociedades científicas mexicanas como el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (1851) y La Naturaleza (1869) revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, las cuales se distinguieron por difundir el conocimiento elaborado en y sobre México. Aunque también existieron otras revistas de divulgación científico-técnica5. De esta manera, los límites temporales del presente trabajo comprenden los años de 1873 a 1879, delimitación de la primera época de El Minero Mexicano6, lo cual coincide con la organización 4

Los redactores, “Dos años”, T. II, n. 52, México, 8 de Abril 1875, p. 631. Como ejemplo se encuentra la Revista Científica Mexicana, cuyo primer número fue de 1879, con un tiraje mensual, en cuadernos de 16 páginas impresas a doble columna ilustradas con grabados y litografías. Su objetivo fue divulgar los conocimientos científicos, con especial énfasis en las aplicaciones a las artes y a la industria, por lo que estuvo dirigida a un público diverso que iba desde los artesanos, agricultores, telegrafistas, industriales, estudiantes, así como a todas las personas dedicadas a las especulaciones intelectuales o a las aplicaciones prácticas. La geografía y la historia natural fueron materias ampliamente atendidas en la revista. “Aviso”, Revista Científica Mexicana, T. I, n. 18, México, 1882, Tipografía Literaria de Filomeno Mata, s/p. 6 En la historia del El Minero Mexicano pueden ubicarse claramente tres etapas en su desarrollo. La primera va de 1873 a 1879, siendo Mauricio Levek el editor responsable. La segunda abarca de 1880 a 1890, con el periodista Filomeno Mata como editor, y la tercera correspondiente a los últimos años de la década de los noventa hasta 1904, siendo entonces su editor el ingeniero de minas Richard E. Chism. 5

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de las asociaciones mineras y sus respectivos medios de publicación. Pues durante los primeros dos años, desde su nacimiento- fue el órgano de difusión de la Sociedad Minera Mexicana, orientada a difundir las aplicaciones de la ciencia en aras de impulsar la economía nacional a través del conocimiento de los recursos naturales, diseñando para ello una red de corresponsales en los principales distritos mineros y principales localidades de la geografía nacional. De acuerdo a lo anterior, durante buena parte del siglo XIX la tendencia general fue impulsar la divulgación y la instrucción mediante la lectura; la literatura y la cultura impresa se convirtieron en el campo de prácticas del autoconocimiento y del raciocinio de los actores sociopolíticos de la nueva nación. La lectura, bajo una idea ilustrada, se volvió una fuerza productiva social, además de cumplir una función emancipadora, pues elevaba el horizonte moral y espiritual del lector y lo convertía en un miembro útil de la sociedad. Además, le permitía perfeccionar el dominio de las tareas que se le asignaban y servía como factor de ascenso social7. 2. La emergencia de la prensa minera mexicana La minería ha constituido desde la época colonial, en la Nueva España y en México, uno de los principales motores de la economía. Por ello, la actividad resultó favorecida con la creación de un colegio, el Real Seminario de Minería, donde se formarían los técnicos y facultativos en minería y metalurgia, contando, además, con un Tribunal y las Ordenanzas de Minería, que eran un código para su ejercicio8.

7

Reinhard Wittmann, “¿Hubo una revolución científica en la lectura a finales del siglo XVIII?”, en Guglielmo Cavallo y Roger Chartier, Historia de la lectura en el mundo occidental, España, Taurus, 1997, pp. 464-465. 8 Para 1761 Francisco Xavier Gamboa presenta los Comentarios a las Ordenanzas de Minas; para 1774 se presenta la Representación que a nombre de la minería de esta Nueva España hacen al rey nuestro señor… por Joaquín Velázquez Cárdenas de León y Juan Lucas de Lassaga,

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Después de la independencia, las actividades económicas, como la minería, la agricultura y las demás industrias, recibieron especial atención por parte de los distintos gobiernos de la República y el efímero Imperio, a través de las actividades de fomento, legislación y reactivación. El Estado se convirtió así en promotor de la creación de establecimientos, comisiones y asociaciones, orientadas a inyectar dinamismo a las actividades productivas, se sirvió de la ciencia (y a la vez acabó sirviendo a ésta), haciendo uso del saber científico y de la tecnología para el mejor control y administración de su territorio y su población, para su sostenimiento material, y para ganar legitimidad a los ojos de sus gobernados y de las naciones civilizadas del orbe. Todo ello resultó visible de manera más contundente durante el Porfiriato, cuando las élites abrazaron la idea que la nación había alcanzado un “progreso”9. Regresándonos en el tiempo, es necesario referir que en 1853, durante la última administración de Antonio López de Santa Ana se creó la Escuela Práctica de Minas de Fresnillo, subalterna del Colegio de Minería de la ciudad de México, con la finalidad de que los estudiantes practicaran en las minas y haciendas de beneficio de la Cía. de Proaño. En 1861, la escuela se trasladó a la ciudad de Guanajuato, distrito minero de gran importancia desde la época virreinal, donde bajo los auspicios del gobernador Manuel Doblado se publicaron los Anales de la Minería Mexicana ó sea Revista de Minas, Metalurgia Mecánica y de las Ciencias de Aplicación a la Minería, dirigida por los profesores de la escuela de minas, Pascual Arenas, José María César, Miguel Velázquez de León, Carlos Barrón, Diego Velázquez de la Cadena, Juan B. Andonaegui y

lográndose con ello la expedición de las Reales Ordenanzas de la Minería, publicadas en Madrid en 1783. 9 Lucero Morelos y Luis Sánchez G., “Fuentes extranjeras para el estudio de la historia de la ciencia y la tecnología en México: Las Transactions of the American Institute of Mining Engineers (1871-1904)”, Primeras Jornadas de Estudiantes de Historia y Filosofía de la Ciencia, la Tecnología y la Medicina Mexicanas, Museo Tezozómoc, Ciudad de México, 12-13 de agosto de 2009.

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Justino Ramírez, -quienes unos años después colaborarían en El Minero Mexicano-, que buscaban: “promover por cuantos medios sea posible, los adelantamientos de ese importante ramo, pasando en revista su estado actual, indicando las mejoras que se van introduciendo en él… y proporcionando una ocasión a los jóvenes ingenieros de minas de dar a conocer su instrucción, para que los empresarios particulares y los encargados de la administración pública utilicen realmente y con provecho propio los frutos de la enseñanza minera”10. Así, con la consigna de adelantar y difundir los conocimientos técnicos, la revista se dividió en tres secciones: memorias descriptivas y observaciones sobre la explotación de minas, la metalurgia y la mecánica de los distritos, y de toda clase de trabajos científicos relacionados con la minería; un boletín de los adelantamientos de la industria en países europeos y americanos y la crónica estadística11. En este sentido, a partir de los años sesenta del siglo XIX emergieron diversas publicaciones periódicas enfocadas a la minería mexicana, las cuales no fueron numerosas pero no por ello menos interesantes, entre ellas figuran los Anales de Ciencias, Literatura, Minería, Agricultura, Artes, Industria y Comercio en la República Mexicana (1860), los Anales de la Minería Mexicana de Guanajuato (1861), El Minero Mexicano (1873-1904), El Propagador Industrial (1875-76) y El Explorador Minero (1876-77). Éstas dos últimas publicaciones de corte especializado en temas de minería e industria y con una duración de un año, nacieron a la luz durante el período comprendido entre la primera y segunda época de El Minero Mexicano, momento álgido en la política mexicana con el arribo al poder de Porfirio Díaz.

10

Anónimo, Anales de la Minería, o sea: Revista de Minas, Metalurgia Mecánica y de las Ciencias de Aplicación a la Minería, Guanajuato, T. I, entrega 1, 1861, pp. VI-VII, IX. 11 Ibíd., Miguel Ángel Castro, op. cit., p. 57.

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El Propagador Industrial fungió como segundo órgano de difusión de la Sociedad Minera Mexicana, después de El Minero Mexicano, desde el 1 de abril de 1875 hasta el 5 de julio de 1876 como ya lo habíamos mencionado y fue Manuel Gutiérrez Gómez el responsable, gerente y encargado de la publicación, que contó con corresponsales en Puebla, Culiacán, Rosario, Ameca, Jal. y Jacala, y también en el extranjero: Francia, Alemania, Inglaterra e Italia. Algunos de los redactores más conspicuos fueron Gumersindo Mendoza, Miguel Pérez, Francisco Díaz Covarrubias, A. J. Barragán, A. Fenochio, L.K. Simonin, Santiago Ramírez, Valentín Vidaurreta, Mateo Plowes, Fiacro Quijano, Antonio Moreno, Manuel Gutiérrez, y Manuel Gutiérrez Nájera. Sus secciones fueron: Relaciones estadísticas, Agencia de negocios, Editorial, Crónica, Prensa nacional, Variedades, Oficial, Extranjero, Remitidos e Historia. Se reprodujeron artículos de la Revista universal, el Ilustrador universal, El Minero Mexicano, La Naturaleza y Diario Oficial y también de los periódicos extranjeros siguentes: American Journal of Mining. The Ilustrated London, London Minning Journal, Revista Minera de Madrid, London News, El Eco de ambos mundos, La Revista del mercado de San Francisco, California, Journal des Travaux de la Société Francaise de Statistique Universelle y la Gaceta de Frankfurt12. Otra publicación minera fue El Explorador Minero, que inició el 4 de noviembre de 1876 y culminó el 29 de diciembre de 1877. Fue un periódico científico destinado al estudio, progreso y desarrollo de las industrias nacionales en general y muy especialmente de la minería en sus diversas fases, cuyo responsable, redactor y fundador fue el ingeniero de minas Santiago Ramírez (1836-1922). La revista estuvo dirigida a los diversos grupos que componían la clase minera, como el propio director lo asentó en los siguientes términos: “…nosotros venimos hoy a presentar, como en un cuadro, este conjunto en el mayor número posible de detalles; y llamar en nuestro auxilio para obtener un resultado, al poder con su influencia, al capital con sus recursos, al ingeniero con 12

Ibíd., p. 467.

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su ciencia, al economista con sus meditaciones, al industrial con sus necesidades y al hombre pensador con su consejo. Buscaremos soluciones prácticas, Las polémicas científicas, los datos que el minero necesite para emprender sus trabajos de exploración o beneficio serán nuestro principal objeto”13. Las secciones fueron: Conferencias mineras, Revista Nacional, Revista Extranjera, Bibliografía, Necrología, Variedades y Crónica. Entre sus redactores se encontraban el propio Santiago Ramírez, Mariano Bárcena, Francisco Jiménez, James Napier, Miguel Pérez, Vicente Reyes y Miguel Velázquez de León. No obstante a un año de labores, con sesenta números dados al público, Ramírez hizo una recapitulación de los trabajos realizados y anunció la suspensión, entre otras razones por la falta de interés mostrado por sus colegas para colaborar con artículos, pese a que lo contenido en El Explorador Minero, emanó casi totalmente de la pluma de su promotor. Sin embargo, el ocaso de este periódico trajo un saldo positivo, dado que Santiago Ramírez, Mariano Bárcena y Miguel Pérez liderarían El Minero Mexicano en su segunda época (1880), quienes fomentaron ramas del conocimiento de su interés, como la geología, sismología, litología y minería. Debe señalarse que El Minero Mexicano, fue la publicación periódica industrial más conspicua, longeva y casi exactamente coetánea con las Transactions of the AIME, que a lo largo de sus cuarenta y siete años de vida, constituyó uno de los principales medios de difusión e intercambio a nivel internacional de conocimiento científico y tecnológico especializado en materia de geografía, geología, mineralogía, tecnología minera, tecnología metalúrgica y química metalúrgica, siendo notable el cosmopolitismo de la publicación, que acogió artículos y ponencias de científicos e ingenieros de los cinco continentes, sobre locaciones de los cinco continentes14. 13

Santiago Ramírez, “Nuestro programa”, El Explorador Minero, T. I, n. 1, México, 4 de noviembre de 1876, p. 2. 14 El Instituto Americano de Ingenieros en Minas (AIME), fundado en el año de 1871 por 22 ingenieros, fue una de las primeras asociaciones

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Las publicaciones especializadas aludidas se caracterizan no sólo por las temáticas comunes, sino también por tratarse de publicaciones contemporáneas y por compartir un común interés por la explotación de las riquezas mineras de México, con un particular y nuevo énfasis en el beneficio de los metales para la industria. Dicha prensa especializada en actividades industriales fue impulsada principalmente por los empresarios e ingenieros, éstos últimos fueron los artífices del proyecto modernizador en el Porfiriato. 3. El Minero Mexicano (1873-1879) En este contexto, la necesidad de una publicación especializada en temas de minería, aunado al interés de los lectores por este tipo de contenido y la urgencia de un sector empresarial por tener un órgano de difusión sobre las ideas más modernas para impulsar la actividad, nos permiten explicar el surgimiento en 1873, del primer periódico especializado en temas alusivos a la ciencia minera y sus auxiliares, que enunció en su título, sus alcances y metas: El Minero Mexicano. Periódico dedicado a promover los adelantos de la industria en general y muy particularmente de la minería y clases mineras, pues fue creado como un espacio de difusión en el ramo de la minería para servir como órgano oficial de la Sociedad Minera Mexicana fundada en la ciudad de México el 20 de febrero de 1873 con la participación de los tres grupos más interesados en el fomento minero: los ingenieros, los empresarios y los políticos. Al mismo tiempo, en el estado de Sinaloa se convocaba a la constitución de una sociedad con similares fines de unir esfuerzos en profesionales de ingenieros en los Estados Unidos, y entre sus propósitos fundamentales tuvo la organización de congresos y conferencias, así como la publicación de una revista, todo ello con el objetivo de propiciar el intercambio de conocimientos y experiencias entre los ingenieros de minas de todo el mundo. Información de la página oficial del Instituto, que continúa en activo, y que tras diversos cambios de denominación y tras haber ampliado sus campos de interés, lleva actualmente el nombre de “The American Institute of Mining, Metallurgical and Petroleum Engineers”: http://www.aimehq.org/history.cfm. Cf. Lucero Morelos y Luis Sánchez, op. cit.

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el desarrollo de las mejoras materiales en la industria minerametalúrgica, y legitimar a la clase minera a través de su organización en sociedades. Esta amalgamación de los actores interesados en la industria minera-metalúrgica dio como resultado la constitución de la primera asociación minera en el México independiente, contando ésta al momento de su erección con 150 miembros, los que aumentaron al correr de los años15. El elenco aproximado de miembros de la Sociedad Mexicana de Minería se estima en cerca de 300, destacando entre ellos ingenieros, abogados y empresarios mineros, según se desprende del seguimiento de esta publicación16, algunos de los cuales fueron activos colaboradores, ya fuera remitiendo correspondencia al periódico o tomando parte en discusiones y aclaraciones respecto al contenido publicado en sus páginas. Entre sus socios destacan los ingenieros Antonio del Castillo, Manuel Ma. Contreras, Eduardo Martínez Baca, Luis Salazar, José Guadalupe Aguilera, Ezequiel Ordoñez, Rafael Aguilar y Santillán y Richard E. Chism, quienes eran a su vez socios del AIME y buscaban por igual fomentar la explotación y exploración de los recursos naturales e industriales de México. Los contenidos en el semanario minero ofrecen elementos suficientes para analizar los derroteros de la ciencia minera, así como 15

Una década después, el 5 de febrero de 1883, la Sociedad Minera Mexicana se constituyó en la Sociedad Mexicana de Minería con el auspicio del Secretario de Fomento, Colonización, Industria y Comercio, Gral. Carlos Pacheco. 16 Lucero Morelos, “La minería y su difusión a través de cuatro publicaciones de la segunda mitad del siglo XIX”, pp. 931-961 en José Alfredo Uribe Salas y Abel Padilla Jacobo, De la Colonia al Estado Moderno. Ruptura, cambios y continuidades, División de Estudios de Posgrado, Facultad de Historia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2009. En dicha ponencia presentamos un elenco aproximado de los colaboradores y redactores de El Minero Mexicano y El Propagador Industrial, órganos de difusión de la Sociedad Mexicana de Minería, donde se contabilizaron 255 miembros de acuerdo a su profesión y tipo de socio donde fue posible.

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también la multiplicidad de intereses de la clase política y empresarial en el último tercio del siglo XIX en México. Esta publicación corrió en simultáneo al proyecto modernizador del régimen porfirista, mismo que abarcó la ampliación de las comunicaciones (tendido de vías férreas y telegráficas), el fomento industrial, agrícola y minero17, se enfocó particularmente en la atracción de inversiones extranjeras, sobre todo en el ramo minero18. El discurso en la prensa escrita fue de corte liberal, pues “ensalza las bellezas y los recursos naturales del territorio, las bondades de su población, sus potencialidades…”19, discurso plasmado en las páginas del periódico, a través los temas más recurrentes como la legislación en el ramo, el mejoramiento de las prácticas mineras, la supresión o disminución de los gravámenes e impuestos a la actividad y todas aquellas novedades técnicas y tecnológicas útiles para el desarrollo de la industria. Las secciones de El Minero Mexicano fueron: Crónica minera, Correspondencia para la Sociedad Minera Mexicana, Editorial, Transacciones mercantiles, Tecnología minera o adelantos científicos e industriales, Casa de Moneda (acuñación), Variedades, Colaboración de los estados o remitido, Contestaciones, Prensa extranjera, Revista científica, Sección científica, Avisos, Necrologías. 3. 1. Imágenes de la modernidad En su génesis, la hemerografía y por tanto, la hemerografía científico-técnica fue una manifestación de la modernidad20, sus 17 No debe debemos obviar los esfuerzos encaminados al fomento industrial desde 1843 en que se decreta la creación de las escuelas de agricultura y artes, hecho consumado una década después en que se crean las Escuelas de Agricultura y la Práctica de Minas en Fresnillo. 18 Charles B. Dahlgren, Minas históricas de la República Mexicana, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1887, p. V. 19 Nora Pérez-Rayón, “La prensa liberal en la segunda mitad del siglo XIX”, en Belem Clark de Lara y Elisa Speckam, La República de las Letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico, Vol. II, México, UNAM, 2005, p. 149. 20 Se entiende por modernidad, “el conjunto de mutaciones que se produjeron en el área de la civilización europea… cuyo efecto se hace sentir

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contenidos y la disposición temática dividida en secciones específicas así lo revelan. Estos canales de sociabilidad estaban orientados a la formación del ciudadano útil, de individuos pertenecientes a las élites intelectuales y vinculados al gobierno; pues expresaron intereses particulares pero en nombre del bien público, con el objeto de ilustrar para buscar el bien común. De tal suerte, la imagen de la ciencia se presentó de manera escrita y visual, con un carácter público, dado que el conocimiento fue un factor de legitimación social y política. En este tenor, las publicaciones especializadas como empresas culturales contienen elementos que permiten la construcción de discursos sobre diversos tópicos, ya sea social, político, económico y científico, entre otros. Las publicaciones periódicas arrojan datos sobre la cultura visual implementada por los redactores, caracterizada por la reproducción de dibujos y grabados, así como datos característicos de la dinámica especulativa en función de una ciencia moderna, “que formularía con objetividad y exactitud las leyes necesarias para salvaguarda de la estabilidad política y social”21, sostenida en la difusión de innovaciones o modificaciones útiles para el progreso de actividades industriales. Actividades orientadas a la conservación de la humanidad, a través de medios de uso más seguros, económicos, de fácil manejo y eficaces para la producción -para explorar minas, para abrir pozos artesianos, tajos abiertos, canteras y toda clase de perforaciones subterráneas en busca de sal, petróleo, piedra de carbón y materiales industriales-. En este semanario encontramos descripciones a manera informes, ensayos o artículos, muchas de las veces acompañados ilustraciones del instrumental, las herramientas y la maquinaria trabajo, que garantizaban la factibilidad en las actividades

de de de de

espectacularmente en la segunda mitad del siglo XVIII. Mutaciones que no son cambios aislados, sino elementos de un nuevo sistema global de referencias que comprende no sólo ideas nuevas, sino también un nuevo imaginario social, nuevos valores y nuevas relaciones sociales y nuevas instituciones”. Citado en Castillo, op. cit., p. 105. 21 Ibíd., p. 109.

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exploración y explotación, como ejemplo, las representaciones más recurrentes fueron sobre el instrumental empleado en las observaciones científicas, como barómetros y microscopios; de las herramientas útiles para el desempeño laboral, como cuñas, picos, barrenas, atacadores, cucharillas, varas, palas, lámparas, sustancias explosivas y maquinaria de trabajo, morteros, turbinas, máquinas de extracción, máquinas para quebrar mineral, fraguas, para la ventilación con flechas y poleas, bombas giratorias, calderas de seguridad, ventiladores de mano, molinos de engranaje, máquinas de vapor, maquinaria de trituración, fundición y concentración, taladro de diamante, ferrocarriles, telégrafos, entre otros, lo que nos habla de la profesionalización de los quehaceres y como los productos literarios se convirtieron en “mercancía”22. Algunas imágenes de la ciencia surgen con la premisa de sustituir el trabajo manual por el trabajo mecánico, en la lógica de las sociedades civilizadas, desahogadas y con goce de mayores comodidades y mejores condiciones de salud. Fue así que la imagen de la ciencia construyó su referente a través de diversos vehículos para su difusión, algunos de ellos fueron las exposiciones nacionales y extranjeras y la factura de publicaciones especializadas. El lenguaje vertido en las páginas del periódico fue muy técnico, debido a que prácticamente la mayoría de sus suscriptores eran los miembros de la Sociedad Mexicana de Minería, aunque su costo fue asequible para una gran parte de la población, ya que la suscripción mensual en la capital costaba un peso y fuera de ella 1.37. Por lo tanto, El Minero Mexicano representó el mecanismo mejor consolidado para comunicar las opiniones de la clase minera y de los interesados en el ramo; en sus más de tres décadas de vida, respondió a la existencia y congregación de individuos representantes de los sectores medios y los grupos políticos del último tercio del siglo XIX interesados en las actividades industriales: los hombres de ciencia, funcionarios públicos y empresarios.

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Ídem.

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3. 2. Los colaboradores Las diversas secciones de las que se componía el periódico estuvieron redactadas a cargo de José Olmedo y Lama (10 abril-22 mayo 1873), Lorenzo Elízaga (5 junio-11 septiembre 1873), José Joaquín Arriaga (18 sep. 1873-5 feb. 1874), Miguel Bustamante (¿21 mayo 1874), Gabriel Mancera (30 jul.-30 agosto 1874), Manuel Rivera Cambas (14 enero-8 abril 1875), M.M. Zarzamendi y Francis Gres (6 julio 1876-10 enero 1877), Lisandro Lameda Díaz (21 dic. 1876), Manuel M. de Landa (20 sept. 1877), Antonio Moreno (3 enero 1878) y Juan B. Ochoa (31 julio-9 octubre 1879).23 En 1876 se anunció en el editorial del número uno del tomo cuatro la nueva redacción colectiva24, la cual no cobraría sueldo alguno con el fin de evitar la desaparición del semanario. Desde su primera época, la continuidad que tuvo el semanario que se publicaba cada jueves, se vio reflejada en los números impresos foliados25, por ejemplo el tomo I estuvo integrado por 53 números del 10 de abril de 1873 al 9 de abril de 1874; el tomo II agrupó 52 números del 16 de abril de 1874 al 8 de abril de 1875, reunidos en 640 páginas; el tomo III comprendió 51 números en 620 páginas del 15 de abril de 1875 al 30 de marzo de 1876; el tomo IV reunió 52 números en 626 páginas, del 13 d abril de 1876 al 26 de julio de 1877; el tomo V también de 52 números, en 645 páginas, del 2 de agosto de 1877 al 26 de julio de 1877 y el tomo VI, de 638 páginas, comprendió 52 números del 1 de octubre de 1878 al 9 de octubre de 1879. El semanario dejó de imprimirse en el periodo del 12 de enero al 2 de mayo de 1877 y reapareció el 3 de mayo; la suspensión fue motivada por la ausencia de su director, el Sr. Mauricio Levek, quien 23

Castro, op. cit., p. 390. La redacción quedó integrada por Manuel M. de Anda, Ismael Castelazo, Antonio del Castillo, Manuel Contreras, Juan N. Cuatáparo, Telésforo García, Lic. Manuel Orozco y Berra, Basilio Pérez Gallardo, Santiago Ramírez y Sebastián Segura. 25 A partir del tomo II los números semanales fueron foliados. 24

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emprendió un viaje a los Estados Unidos con la idea de emular las publicaciones norteamericanas, lo que impidió la conclusión del tomo cuarto.26 Durante su viaje, del 27 de septiembre al 9 de diciembre por el vecino país, el periódico quedó a cargo de Juan N. Cuatáparo, y los colaboradores fueron Matías Romero, Luis F. Muñoz Ledo, Manuel M. de Anda y Vicente E. Manero. A su regreso se introdujeron mejoras en el periódico, entre ellas: “el establecimiento de relaciones con activos e ilustrados corresponsales, americanos como europeos, quienes deben con toda regularidad tenerlo al tanto del movimiento y progreso mineros en esos países clásicos del saber. Con este motivo, los grabados, tan útiles para formarse una idea perfecta de aquello que se quiere describir, no escasearán en nuestros números siguientes”27. La nómina de colaboradores estuvo integrada, entre muchos otros, por Luis Alva, Manuel M. de Anda, Agustín Barroso, Manuel Flores, Perfecto Badillo, Mariano Bárcena, José María Barros, Sebastián Camacho, Ismael Castelazo, Antonio del Castillo, J.P. Clemens, Manuel Ma. Contreras, Juan N. Cuatáparo, Vicente Fernández, Manuel Fuertes, José María Gómez del Campo, J. González de la Torre, Joaquín A. Gallo, Telésforo García, Trinidad García, Cristóbal C. Gauch, J. Fermín Huarte, Juan Bautista Migloria Crepel, Teodoro Laguerenne, L. Simonin, Pedro López Monroy, Miguel Mancera, Antonio Moreno, A.F. Nogues, Juan Noriega, Joaquín Obregón González, Manuel Orozco y Berra, Basilio Pérez Gallardo, Santiago Ramírez, Sebastián Segura, Luis E. Torres, Luis Robles, Miguel Velázquez de León y Juan Zalace28. Un rasgo común de los colaboradores y redactores fue la pertenencia a tres de las 26

Anónimo, “A nuestros apreciables colegas de la capital”, El Minero Mexicano, T. IV, n. 40, México, 3 de mayo de 1877, p. 482 27 Anónimo, “Crónica. Nuestro periódico”, T. III, n. 36, México, 16 de diciembre de 1875, p. 429. 28 Los redactores, “Colaboración”, El Minero Mexicano, T. I, n. 1, México, 10 de abril de 1873, p. 7; Anónimo, “Colaboración”, El Minero Mexicano, T. I, n. 25, México, 25 de septiembre de 1873, p. 1; Castro, op. cit., p. 391

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clases más representativas de la sociedad mexicana decimonónica: 1) empresarios; 2) políticos y 3) intelectuales (ingenieros, abogados y científicos), los que a la sazón de la actividad especulativa, en muchos de los casos, jugaron los tres roles. Asimismo, varios de ellos fueron miembros de las sociedades científicas mexicanas más importantes: Geografía y Estadística, Historia Natural, Antonio Alzate, de Ingenieros y Arquitectos, Humboldt, Larrey, Academia Mexicana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y de algunas extranjeras. Pertenecieron a instituciones de educación media y superior, Escuela Nacional Preparatoria, Escuela Nacional de Ingenieros, Escuela Práctica de Minas, Escuela Nacional de Agricultura, así como algunos otros centros de enseñanza, el Museo Nacional y el Observatorio Meteorológico Central. Colaboraron, de manera simultánea, también en otros periódicos de la época y ocuparon puestos administrativos y de mando en el gobierno, en sus instancias estatal o federal. A través de la prensa, los redactores vertían sus propias demandas al sistema político y sus acciones implementadas; fue una tribuna propicia para la discusión, intercambio y difusión del conocimiento, pero con pretensiones facciosas. Pues hay que mencionar que El Minero Mexicano se pronunció en contra del gobierno por las reformas legislativas que atentaban contra el grupo que representaron: los mineros. 3. 3. Lectores Los lectores académicos de El Minero Mexicano, entre los que se contaban a catedráticos, egresados y estudiantes de los centros educativos, encontraron en sus páginas una publicación esencialmente industrial y científica, destinada a la “numerosa e inteligente clase minera” la que estaba interesada en tener a su alcance “una crónica que [abrazara] los diferentes ramos de la ciencia”29.

29

Los redactores, “Editorial”, El Minero Mexicano, T. V, n. 1, 2 de agosto de 1877, n. 1. Las cursivas son nuestras.

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Este lector académico se caracterizó por la necesidad de leer libros, manuales, folletos y revistas que abordaran la práctica minera. Fue a mediados del siglo XIX, cuando comenzó un proceso de diferenciación de nuevos grupos lectores deseosos de contenidos científicos, entre ellos los estudiantes de enseñanza superior, en particular los estudiantes del Colegio de Minería. Estos lectores necesitaban materiales que los auxiliaran en su educación, de tal manera, las publicaciones periódicas se volvieron el medio ideal para ayudar en la formación de los futuros ingenieros, en ellas encontraron contenidos especializados, material educativo de apoyo y fungieron como medio de difusión de los trabajos académicos de los profesores30. Los diversos editoriales de esta publicación retrataron al lector académico al cual se dirigían. Por ejemplo, en la editorial del quinto tomo se retomó el programa inicial referida a que no habría espacio para notas de política, pues la minería y lo que directa o indirectamente se relaciona con ella, era la razón de ser del semanario, lo que en la práctica no operó, pues evidentemente fue una tribuna para la defensa y protección del gremio minero. Lograr tal objetivo fue el empeño que durante una década tuvieron a bien realizar los hombres más instruidos de México en el ramo minero con la invaluable vía que representó esta importante publicación. Además, fue el medio ideal para llevar a una gran parte de la población nacional los adelantos científicos-técnicos para el mayor y mejor aprovechamiento de la industria minera mexicana y a su vez, claro está, lograr el progreso añejamente anhelado. Los editores declararon, como se venía haciendo desde los años treinta en las diferentes publicaciones, su interés de convertir este semanario en una publicación de carácter nacional e invitaban encarecidamente a los lectores a participar con sus colaboraciones.

30 Rodrigo Vega y Ortega y Ana Eugenia Smith, “Nuevos lectores de historia natural. Las revistas literarias de México en la década de 1840”, Celina Lértora Mendonza (Coord.), Geonaturalia. Geografía e Historia Natural: hacia una historia comparada. Estudio a través de Argentina, México, Costa Rica y Paraguay, Buenos Aires, FEPAI, 2009, p. 77.

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Residentes en distintas poblaciones y principales distritos mineros buscaron establecer comunicación con el periódico a través de la corresponsalía, de esa manera la publicación sería el medio más efectivo para comunicar poblaciones tan distantes, desde Álamos, donde se encontraba el Ing. Antonio Moreno, hasta Taxco con el Ing. Roberto Brendell, pasando por Zacatecas con Damián Floreci, Catorce en San Luis Potosí con el Ing. Pedro López Monroy, Guanajuato con el Ing. Luis Robles Pezuela, Pachuca con el Ing. Ramón Almaraz, Toluca con el Ing. Jesús Fuentes Muñiz y un largo etcétera. Con cada cambio editorial y gracias a una colaboración constante entre estos distritos mineros (de hecho se convertía en una especie de carta colectiva entre antiguos compañeros de aula de las escuelas de minas) el periódico logró adaptar los cambios para mantenerse en el gusto de un determinado grupo lector, evidentemente instruido. No hay que ignorar que sin la ayuda de los jóvenes ingenieros como activos corresponsales que enviaban noticias sobre descubrimientos, sobre las exitosas o infortunadas adaptaciones de la maquinaria moderna a la realidad nacional, el periódico quizá no hubiera conseguido el éxito entre el gremio. Las mejoras del semanario con secciones mejor definidas y una apertura a temas tan diversos como astronomía, matemáticas, física, química, antropología, medicina, métodos terapéuticos, remedios e higiene cotidiana dieron a la publicación la diversidad científica necesaria para hacerla más interesante aún. Estos temas estaban estrechamente relacionados con los conocimientos vertidos en las cátedras de geodesia y astronomía práctica impartida por el Ing. Francisco Díaz Covarrubias, de geometría analítica, algebra y cálculo infinitesimal que enseñó Leandro Fernández, de química y análisis química de la cual fue profesor Guillermo Hay, y de mineralogía, geología y paleontología impartidas por Antonio del Castillo en la Escuela Nacional de Ingenieros31. Por esta razón se infiere el interés de los alumnos por incrementar y actualizar sus conocimientos con las novedades que se publicaban en El Minero 31

Clementina Díaz y de Ovando, Los veneros de la ciencia mexicana. Crónica del Real Seminario de Minería (1792-1892), tomo III, México, Facultad de Ingeniería, UNAM, 1998, pp. 2979-2980.

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Mexicano, donde escribían destacados profesores. En una de las secciones que componían el periódico en el año de 1877, se daba lugar a los artículos relativos a la discusión técnica de alguna cuestión y a la exposición de doctrinas científicas. En la sección “Progreso científico” se integraban una serie de artículos pequeños y amenos, todas las noticias relativas a invenciones y adelantos realizados en el campo de la ciencia, particularmente en esta sección se publicaron los artículos de historia natural y geografía. De esta forma, podemos identificar a un lector cuyos intereses giran alrededor del ámbito académico propio de la actividad minera, con un bagaje cultural e intelectual muy específico en los temas ya mencionados. Son los egresados, estudiantes y catedráticos del antiguo Colegio de Minería, los hombres que habían pasado por los muros de la Escuela Nacional de Ingenieros quienes sabían descifrar el discurso publicado en sus páginas. El Minero Mexicano fue un excelente ejemplo de una publicación que aglutinó alrededor de sus páginas este tipo de lector especializado y específico. Como muestra de ello, artículos como “Lecciones orales sobre minería dadas en la Real Escuela de Minas de Londres por el profesor W. W Smyht”32 y traducidas por M.M. Zarzamendi, ofrecen indicios para inferir qué tanto los científicos reconocidos como los estudiantes de la preparatoria y escuelas e institutos nacionales eran ávidos lectores del periódico. Los artículos, con un lenguaje más técnico, eran de interés tanto para la comunidad científica mexicana, que actualizaba sus conocimientos con noticias europeas y norteamericanas, como para los futuros ingenieros que buscaban por todos los medios, incrementar y adelantar en la medida de lo posible sus conocimientos académicos. Sin duda fue una publicación que “estaba al día” de las novedades y avances del conocimiento elaborado en otras latitudes.

32 , W.W. Smyth, “Lecciones orales sobre minería dadas en La Real Escuela de Minas de Londres, El Minero Mexicano, T. IV, ns. 27-30, 32-34, 39-52; T. V, ns. 1-18 y 20.

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Otro ejemplo que indica cómo se tenía en mente al lector estudiantil es el que da el editorial “Consejos a los ingenieros jóvenes”, en el cual se invita a los recién titulados ingenieros a aprender con los operarios lo que las aulas no podían enseñar, la experiencia práctica33. La primera advertencia que se encuentra en el extracto es: “os falta la experiencia práctica”, haber aprendido las matemáticas en lo fundamental, mecánica, química y principios físicos de ingeniería, no es suficiente, e insiste: “no son ingenieros prácticos”. Cada operario de máquinas en las fábricas, en los caminos de fierro, en los puentes, en los molinos, tiene algo que enseñar a los jóvenes ingenieros sin experiencia. El redactor aconsejaba no fijarse en el salario o en empeñarse a conseguir un puesto que fuese superior a su capacidad, sino procurar una plaza donde pueda, por medio de la observación y el trabajo rudo, “aprender más y ser útil”. Llamaba el autor a evitar las “supersticiones de varios oficios”, proponiendo que la experiencia práctica fuera primero que la enseñanza teórica y advertía insistentemente en la importancia de conocer las reglas cardinales de la teneduría de libros, esto último, “absolutamente necesario si se desea hacerse estimar”. Finalizaba puntualizando que las cuestiones salariales, contratos e informes debían ser tratados con justicia, claridad y honestidad respectivamente34. En este mismo tenor, en el número 41 del tomo segundo en el editorial titulado “Necesidad de retribuir competentemente a los ingenieros” Manuel Rivera Cambas mencionaba que: “Si bien es preciso que todos los científicos estén bastante remunerados, debe serlo de preferencia el ingeniero de minas, á cuya falta se debe atribuir que México esté lleno de minas

33 Editorial, “Consejo a los ingenieros jóvenes [Extractado del discurso de B. Eckley de Coxe, pronunciado el 19 de junio de 1878 ante los alumnos de la Asociación de la Gran Universidad], El Minero Mexicano, T. V, n. 49, México, 15 de agosto 1878, pp. 593-595. 34 Ibíd., p. 594.

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arruinadas, de obras costosísimas, erradas por no haberlas guiado la luz de la ciencia”35. El texto describía las dificultades y peligros de los ingenieros de minas, y explicaba lo importante de recompensar debidamente esta profesión pues de lo contrario: “los padres irán retirando a sus hijos de la utilísima profesión de ingenieros de minas”,36 con el nefasto resultado que eso acarrearía a la riqueza de México. En el tomo quinto, se encuentra un editorial que llevó por el título: “Manejo de minas” artículo tomado del Minig and Scientific Press de San Francisco, que, a juicio del suscriptor, contenía muchas similitudes con la realidad mexicana, entre ellas el malgasto en las minas por sus directores y administradores que la mayoría de las veces eran personas de mala fe o incapaces para llevar tan importante labor, pues en México se había permitido que los negocios de minas más importantes se quedaran en manos de incompetentes, situación que se enmendaría cuando los jóvenes ingenieros de minas que aceptaran un cargo de tal envergadura vieran con buenos ojos los consejos sobre administración, que a la par de los conocimientos científicos eran necesarios, pues como decían los operarios “para saber mandar se necesita saberlo saber hacer”37. Era evidente el llamado a las empresas mineras a utilizar ingenieros egresados del Colegio de Minería para así obtener la experiencia práctica en beneficio de las negociaciones y de la producción minera del país. 3. 4. La geografía y la historia natural en sus páginas Como vimos en párrafos precedentes, un elemento dinamizador del conocimiento de los recursos naturales distribuidos en el 35

Manuel Rivera Cambas, “Exploraciones Científicas. Necesidad de retribuir competentemente a los ingenieros”, El Minero Mexicano, T. II, n. 41, 21 de enero de 1875, p. 497. 36 Ibíd., p. 498. 37 Un suscriptor, “Editorial. Manejo de minas”, El Minero Mexicano, T. V, n. 10, 4 de octubre 1877, p. 114. Se trata de una traducción hecha por un suscriptor mexicano de un artículo publicado en el Mining ans Scientific Press, de San Francisco.

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territorio nacional lo constituyeron las investigaciones editadas en diversas publicaciones de corte más especializado como aquellas dedicadas al fomento del ramo minero. A través de sus páginas se ampliaron los conocimientos sobre regiones productivas de yacimientos minerales, en aras de vincular el conocimiento generado por los peritos e ingenieros con los trabajadores para así fomentar la economía nacional a través de las políticas públicas puestas en marcha que incluyeron la enseñanza y la legislación del ramo, en el ánimo de unificar criterios a lo largo y ancho de la República con la difusión y divulgación de los conocimientos que con el paso de los años derramarían beneficios económico-sociales. Es así que, el hilo conductor del sector minero, conformado por empresarios, políticos, científicos y técnicos, vertido en los diversos impresos permitió acercar a las personas interesadas en dicho ramo a través de la difusión y asociacionismo materializado en la prensa periódica de la época. En lo que se refiere a la naturaleza y el territorio, encontramos en El Minero Mexicano una amplia gama de artículos que abarcan los tres reinos de la historia natural de la época y dos tipos de artículos que versan sobre cuestiones geográficas; por medio de notas cortas intentan instruir de manera amena a los lectores e incrementar sus conocimientos geográficos, es decir, entretener instruyendo y otros que presentan un conocimiento geográfico práctico a través de las estadísticas, memorias o exploraciones mineras que muestran y describen con mucha precisión los diferentes espacios y lugares que por sus características han sido tradicionalmente distritos mineros. Además de dar a conocer los sistemas de beneficio del metal en diversas haciendas, asentadas en los distritos de minas más productivos, en consonancia con los saberes y práctica profesada en la Escuela Nacional de Ingenieros y sus dependencias subsidiarias como la Escuela Práctica de Minas de Fresnillo, Pachuca y Guanajuato. A través de las prácticas de campo realizadas anualmente por los alumnos de dichas escuelas técnicas se logró la ampliación del conocimiento territorial, particularmente de la historia natural a través de la colecta de especímenes de rocas, minerales, fósiles, flora

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y fauna, así como de los sistemas productivos empleados en varios distritos. Lo anterior permitió sistematizar el cúmulo de datos en cartas, perfiles y mapas, que permitieron la interpretación de la estadística minera del país, el sistema de beneficio usado en la minería, la ubicación de las principales formaciones geológicas en México y comparar la información generada en otras latitudes. Queda claro que la opción gubernamental y privada mexicana desde los tiempos coloniales, apostó por la explotación de los recursos subterráneos en consonancia con el fomento agrícola que debía atenderse. Es por ello que las ciencias auxiliares de la minería fueron cultivadas en sus páginas, pues “el arte minero que se ocupa de los procedimientos por cuyo medio se obtienen los minerales útiles, sacándolos de los lugares que ocupan, y que por lo general se hallan á mayor ó menor profundidad de la superficie de la tierra”, necesitó de otras ciencias para el fomento de la actividad económica. La geología nos enseña “los lugares donde se encuentran los minerales útiles, la mineralogía contiene a su vez a la química ya que se trata “no solo de los minerales que se benefician sino también las sustancias unidas a ellos”, la mecánica que está directamente relacionada con las máquinas y aparatos mineros y la física la cual “nos pone en capacidad de encontrar la solución científica de las dificultades que se nos presentan en el curso de las operaciones”38, Los artículos sobre mineralogía fueron publicados en las secciones de Orictognosia, después sustituida por la sección denominada Mineralogía, a la que se agregó la sección Geología y Progreso Científico, la cual integró textos correspondientes a la historia natural y a la geografía. En el primer tomo, la sección científica contenía cuatro artículos alusivos a la Orictognosia (estudio sobre el bismuto), en el cual se indica la situación geográfica en donde fue hallado el mineral, su historia y un completo análisis del ocre de bismuto. En dicha sección, encontramos el artículo de los ingenieros Mariano Bárcena titulado “Los ópalos de México” y de Pedro López Monroy, “Ejemplar argentífero procedente del mineral de Catorce”. En el primero Bárcena se enorgullece de los descubrimientos que día a día enriquecen el 38

Smyth, op. cit., p. 318.

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catálogo de las especies minerales de México. Expone la idea equivocada que se tenía que en las montañas de la Republica Mexicana sólo existían oro y plata. Su texto demuestra la variedad de piedras preciosas que existen en el país, los topacios en San Luis Potosí, los rubíes en Durango, las esmeraldas en la Sierra Gorda y los ópalos de Zimapan, Real del Monte y Querétaro. El artículo de López Monroy es una descripción detallada del descubrimiento de este ejemplar de 1,075 libras de peso, que fue presentado en la exposición municipal de 1873 y fue donado al Museo Nacional. En la sección de Geología del segundo tomo destacó el trabajo del Ing. Santiago Ramírez con el título: “Apuntes geognósticos, estadísticos, mineralógicos y geográficos sobre el Mineral del Oro”, cuyo extenso estudio en primer lugar intentó explicar cómo en la naturaleza existen, o deben existir leyes de relación entre la constitución geológica de una localidad o una formación y los minerales que en ella se encuentran, a estas leyes las llama leyes de la mineralización. El objetivo de Ramírez al presentar este texto a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística fue ir agrupando el material y la información necesarios para formar una carta geológica mexicana. En tanto que en la sección de Mineralogía se publicó el artículo “Fierros meteóricos de México” de la autoría de Ignacio Cornejo, donde explica las características de las dos variedades en que se dividen mineralógicamente estas grandes masas de fierro y níquel. Aclara que el origen de estos fierros meteóricos no está perfectamente conocido y hace un recuento por las varias hipótesis que se han inventado para explicar su presencia en la superficie de la Tierra. En la sección de Mineralogía, en el tercer tomo, ubicamos el “Examen y clasificación de algunas especies minerales de México” de José Burkart, texto en el que menciona la comunicación y el envío de muestras por parte de Antonio del Castillo al propio Burkart y al célebre químico alemán Sr. Rammelsberg, para rectificar la clasificación de Del Castillo y así estimular el estudio de la mineralogía en México. Son varios artículos los que publica Burkart entre ellos cabe destacar el de la “castillita” una nueva especie de mineral de México que el sr. Rammelsberg propone se llame así en

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honor de Antonio del Castillo por el fomento que ha hecho de la mineralogía y geología de este país. En este tomo, la sección Progreso científico dio cabida a artículos de geografía, tales como: “El meridiano de Greenwich”, “Temperatura subterránea”, “La Tierra. Su calor y su contracción”, que son una clara muestra del intento por instruir a los lectores en temas geográficos de una manera entretenida y amena con datos interesantes. Los temas que se tratan en este tipo de artículos contienen información de todas partes del mundo como lo demostraran los diferentes títulos consignados más adelante, además de tener la característica de estar redactados en un lenguaje menos especializado, apto para un lector más amplio. En el tomo cuarto, en la sección de Progreso científico destaca el artículo “Nuevo mineral meteórico daubreelita”, mineral descubierto en el desierto de México en honor a M. Daubrée, donde mencionan sus características físicas y sus reacciones al hacerle varias pruebas. Otro artículo fue “Noticia geográfica”, que refiere a la comisión de exploración española para estudiar las islas Filipinas, donde consignarían la altura de sus montañas y las indicaciones metalíferas. En la sección Miscelánea del quinto tomo, aparece un artículo titulado “Carta geográfica del Distrito Federal”, que el Ministerio de Fomento por medio de la Comisión de Cartografía envío a la redacción del periódico, dando a conocer su precio de 60 centavos y los detalles sobre posiciones geográficas, topografía, división política y censo. Otro artículo fue “El clima de Crimea”, que considerando su situación geográfica en la que se encontraba ese país, no se explicaban el por qué de su clima; otro más fue “Una de las montañas más elevadas”, que trató sobre el Pico de Aconcagua, el más elevado de América en la cadena de los Andes; y otro artículo sobre la “Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística”, que refería la importancia de la geografía como disciplina científica. En la sección Progreso Científico, del mismo tomo, el artículo “Nuevos minerales”, refería un trabajo presentado en la Sociedad Americana de Filosofía por el Dr. Genth, en el que se anunciaron nuevas especies minerales: Magnolita y Feno-telurio, señalándose sus propiedades y características; otro artículo fue “Meteoros”, que ofreció la descripción y explicación de estos cuerpos celestes.

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El tomo sexto y último de la primera época, en su sección Progreso Científico insertó los siguientes artículos, “Profundidad de los lagos”, estudio comparativo de diferentes lagos; “El fondo del océano”, “Exploraciones en Groenlandia” y “La Expedición americana a las regiones polares”. En cuanto a la sección de Mineralogía se trató sobre la Barcenita, un nuevo antimoniato procedente de Huitzuco y la descripción de la nueva especie mineral bautizada en honor al Ing. Mariano Bárcena por el Prof. J.W. Mallet, de la Universidad de Virginia. El cultivo de la historia natural descansó en el objetivo de generalizar los más útiles y modernos conocimientos en mineralogía, metalurgia y en todo lo relacionado con la ciencia minera, lo cual se lograría a través de la publicidad de los trabajos realizados por los ingenieros mexicanos y de otros países, en cuanto a los avances en la química, la industria y la mecánica, todo con el fin de perfeccionar los procedimientos de ensaye y beneficio, para: “...ilustrar, en fin, hasta á las personas que sin vastos y profundos estudios son afectas á la Mineralogía... con el auxilio que indudablemente esperamos nos prestarán, con sus luminosos escritos y sus útiles indicaciones, nuestros apreciables compañeros los señores ingenieros de minas, y todas las personas que son afectas á las ciencias de que tratará en sus columnas el Minero Mexicano”39. El movimiento científico mexicano en las últimas décadas del siglo XIX fue de gran actividad y los descubrimientos mineralógicos tomaron un lugar muy importante para el desarrollo de la ciencia nacional, se aumentó el catálogo de las especies minerales del país y los científicos mexicanos fueron reconocidos tanto a nivel nacional como internacional. Un claro ejemplo de esto fueron los artículos publicados en el periódico como “Descubrimiento de una nueva especie mineral de México. Estudio presentado a la Sociedad

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José Joaquin Arriaga, “Nuestro Programa”, El Minero Mexicano, T. I, n. 24, 18 de agosto de 1873, p. 2.

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Mexicana de Historia Natural”40 por el Ing. Mariano Bárcena, sobre un nuevo mineral al cual nombró “Livingstonite” en honor del Dr. Livignstone ilustre viajero que murió en África. Asimismo, los descubrimientos mineralógicos de Vicente Fernández (1873), tuvieron un espacio privilegiado en las páginas de El Minero Mexicano. Existió sin embargo, una polémica científico-académica con Antonio del Castillo, reconocido mineralogista, respecto al descubrimiento de la “Guanajuatita” pues Antonio del Castillo realizando los análisis pertinentes a las muestras de dicho mineral, alcanzó los mismos resultados que Fernández, publicando así, su descubrimiento. Tal polémica ocupó varios números del periódico, asistiéndole la razón y el reconocimiento del hallazgo a Vicente Fernández41. Otro artículo de interés fue la práctica dirigida por el profesor sustituto Mariano Bárcena de la cátedra de Mineralogía de la Escuela Nacional de Ingenieros, texto que ocupó un considerable espacio en las páginas del periódico y la cual se tituló: “Memoria. Presentada al Sr. Blas Bálcarcel, director de la Escuela Especial de Ingenieros, por Mariano Bárcena, director sustituto de la práctica de Mineralogía y Geología en el año de 1872”42. Fueron cinco artículos los que trataron sobre los resultados de la práctica. En las inmediaciones de Zimapan en el Estado de Hidalgo, Bárcena vuelve a hacer noticia al presentar una flor de la familia de las Malphigiaceas, cuya descripción detallada permite afirmar que no se encontraba clasificada aún, este es el descubrimiento de una nueva planta a la

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Mariano Bárcena, “Descubrimiento de una nueva especie mineral de México, El Minero Mexicano, T. II, n. 4, México, 4 de mayo de 1874, p. 54. 41 Vicente Fernández, “La guanajuatita”, El Minero Mexicano, T. I, n. 16, 24 de julio de 1873, pp. 2-4; Vicente Fernández, “La guanajuatita”, El Minero Mexicano, T. I, n. 20, 21 de agosto de 1873, pp. 1-3. 42 Mariano Bárcena, “Memoria presentada al Sr. D. Blas Balcárcel, director de la Escuela Especial de Ingenieros, por…, director sustituto de la práctica de Mineralogía y Geología en el año de 1872”, El Minero Mexicano, T. I, ns. 42-46, del 22 de enero al 19 de febrero de 1874.

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cual pone el nombre de “Hirae Barredae” en homenaje a su profesor de botánica Gabino Barreda43. Llama la atención algunos estudios sobre la flora mexicana, en especial la de las zonas mineras, que impulsó a los editores del semanario a publicar artículos y notas en las cuales se exponían los efectos curativos de algunas plantas particularmente para tratar dolencias y enfermedades propias de los trabajadores mineros, pues sus condiciones especificas de trabajo los exponían a cierto tipo de enfermedades. Entre dichos artículos destacó “Remedio para la hidrofobia, la trompetilla procedente de México, cuyo nombre científico es Bouvardia trifilla”44; “Remedio para curar la neuralgia, la corteza del durazno machacada y hervida, poner la cabeza encima de modo que se reciba completamente el vapor que sube y la curación es cierta”45. “Las reumas y el árbol de Eucalipto”, tomado de un periódico científico de California46 menciona un caso en el que calentando las hojas de dicho árbol y colocándolas en las zonas afectadas el efecto curativo es sorprendente. Las enfermedades pulmonares eran muy frecuentes entre los mineros y por este motivo artículos como: “La yerba santa”47, que en el último número de la revista Physician and Pharmaceutist se lee sobre los estudios hechos al arbusto de la yerba santa (Eriodyction Californicum), los resultados sugieren que dicha planta puede ayudar a curar enfermedades del pulmón; y “Nuevo uso terapéutico del eucaliptos”48, donde se lee que se ha descubierto las propiedades terapéuticas del eucalipto para prevenir el catarro; fueron leídas con 43

Mariano Barcena, “Una nueva flor”, El Minero Mexicano, T. II, n. 24, 24 de septiembre de 1874, p. 12. 44 Traducción del Scientific American, “Revista Científica. Remedio para la hidrofobia”, El Minero Mexicano, T. II, n. 3, 30 de abril 1874, p. 45. 45 Anónimo, “Curación de nevralgia” (sic), El Minero Mexicano, T. II, n. 7, 28 de mayo de 1874, p. 99. 46 Anónimo, “Proceso Científico. Las réumas y el Arbol Eucaliptus”, El Minero Mexicano, T. III, n. 12, 1 de julio de 1875, p. 138. 47 Anónimo, “La yerba santa”, El Minero Mexicano, T. V, n. 24, 21 de febrero de 1878, p. 294. 48 Anónimo, “Nuevo uso terapéutico del eucaliptos”, El Minero Mexicano, T. V, n. 25, 28 de febrero de 1878, p. 311.

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gran interés por los mineros y demostraron la preocupación de los editores por mejorar las condiciones de salud dentro y fuera de las minas. De igual forma se encuentran artículos que advertían a los mineros sobre los riesgos laborales y a la vez sobre peligros cotidianos como el artículo: “Peligro de envenenamiento por caracoles”49, en el cual se sugiere que el exceso en el consumo de caracoles puede provocar envenenamiento. Según el director del hospital de Montpellier, la causa es que estos animalitos se alimentan de plantas que son venenosas al hombre, que al no ser completamente digeridas por los caracoles conservan sus venenos que actúan en el organismo humano. Se aconseja asegurarse que los caracoles destinados para ingesta humana sean privados de estos alimentos con tiempo suficiente para que digieran hasta el último rastro de estas plantas en sus estómagos. Un tema importante que tuvo un espacio en las páginas del semanario minero fue la preocupación por los animales que afectaban los cultivos y como ejemplo se encuentra el artículo “Las gallinas silvestres y las cigarras ó saltamontes”50 en el que se menciona la relación directa entre las gallinas y su alimento natural que son las cigarras, estas últimas crecen hasta llegar a convertirse en plagas sobre todo en los Estados Unidos debido a la caza furtiva que se hace de las gallinas silvestres. Otro ejemplo de la preocupación y el estudio sobre los animales en estricta relación con las actividades del hombre fue el artículo: “Los animales útiles y los dañinos”51, de Carl Vogt, el texto en una reunión de lecciones en un volumen sobre el estudio de los animales que el naturalista coloca exclusivamente bajo el punto de vista de los intereses de la agricultura y jardinería, dedicado a pequeñas especies. La primera lección está consagrada al murciélago, el topo, la 49

Anónimo, “Noticias y hechos diversos. Peligro de envenenamiento por los caracoles”, El Minero Mexicano, T. II, n. 13, 9 de julio de 1874, p. 176. 50 Anónimo, “Miscelánea. Las gallinas silvestres y las cigarras ó saltamontes”, El Minero Mexicano, T. III, núm. 19, 19 de agosto de 1875, p. 226. 51 Carl Vogt, “Noticias interesantes. Los animales útiles y los dañinos”, El Minero Mexicano, T. III, n. 19, 19 de agosto de 1875, p. 221.

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musaraña y el erizo, la segunda está dedicada a los pájaros, la tercera a los reptiles y batracios, la cuarta a los moluscos y anélidos, y las últimas seis están dedicadas a los insectos. Como ya se ha visto, otra de las disciplinas científicas útiles para la actividad minera y que tuvo un lugar privilegiado en las páginas de El Minero Mexicano sin lugar a dudas fue la Geografía, en cuanto ciencia descriptiva que señalaba los accidentes geográficos y las similitudes que expresaban regularidades en cuanto a la composición de las capas de la Tierra. Los artículos se presentaron en forma de estadísticas, descripciones o estudios geográficos e iban dirigidos al lector minero haciendo una invitación para invertir en el negocio de las minas, como ejemplo encontramos, “Estadística que la diputación del Mineral del Chico remite a la Sociedad Minera Mexicana de territorio de su comprensión”52, este artículo dividido en cuatro números, abunda sobre la posición y descripción geográfica, los edificios públicos de esta población, los paseos que frecuentaban los habitantes, entre los cuales destacan dos por su extraordinaria belleza, el primero se encuentra dentro de la villa y es una plazuela en donde confluyen dos arroyos formando una bella cascada, el otro es la carretera abierta con muy lindos paisajes; señala sus aguas y manantiales, las vistas; hace una lista de los poblados más próximos sus caminos, clima, temperatura, bosques y minería; haciendas de beneficio y por último la historia de la población del lugar. Sin duda representa una detallada exposición y descripción de los recursos naturales de este distrito minero. Otro ejemplo del conocimiento geográfico práctico y útil fue el artículo publicado bajo el titulo: “Informe acerca de las Minas de hulla ubicadas en Tecomatlán distrito de Acatlán, Estado de Puebla, dado por el Sr. D. Patricio Murphy, Ingeniero de minas”53 publicado en tres números, en los cuales describió los caracteres geográficos y geológicos de las minas.

52 Anónimo, “Estadística que la diputación del Mineral del Chico remite a la Sociedad Minera Mexicana de territorio de su comprensión”, El Minero Mexicano, T. I, n. 9-12, 5 de junio de 1873 al 26 de junio de 1873. 53 Patricio Murphy, “Informe acerca de las Minas de hullas ubicadas en Tecomatlán distrito de Acatlán, Estado de Puebla, dado por el Sr. D. Patricio

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4. Comentario final La prensa mexicana de corte científico tuvo una importante presencia en la mayoría de los estados de la República Mexicana, particularmente en los distritos mineros gracias a las publicaciones especializadas que hemos anotado con anterioridad. El Minero Mexicano contribuyó de manera importante a difundir los avances de la ciencia en el ámbito minero sin dejar de lado las diferentes ciencias útiles, entre ellas la Geografía y la Historia Natural tan ligadas a la minería. Al igual que El Propagador Industrial y El Explorador Minero, reproducía artículos de la prensa extranjera, contaba con una nómina de colaboradores destacados que supieron dar a la publicidad sus contenidos logrando un balance exitoso entre la especialización minera y la divulgación científica en general. El periódico se convirtió, al paso del tiempo, en una publicación reconocida por la prensa nacional e internacional, mantenida con el esfuerzo incansable de su propietario y sus diversos editores y colaboradores, consolidada y alimentada por sus numerosos e instruidos lectores; su larga vida lo confirma De esta manera, El Minero Mexicano y sus similares pretendieron marchar al unísono del Estado, en la tarea de construir y modernizar a la nación, en un empeño en el que ingenieros y mineros vertieron sus saberes, sus opiniones e inquietudes. Se trató, pues, de una literatura de servicio, donde estos hombres fungieron en calidad de expertos en determinados campos del saber, es por esta razón que lo publicitado tuvo una orientación aplicada, en el entendido que los saberes científicos cobraban legitimidad en tanto impactaran en la sociedad para su uso y beneficio, por ello fueron difundidas las noticias relativas a la mineralogía, la minería, la mecánica, la legislación del ramo y demás ciencias auxiliares a la ciencia minera. Las noticias relativas a las ciencias útiles, como la astronomía, química, física, historia natural y geografía, fueron adquiriendo un Murphy, Ingeniero de minas”, El Minero Mexicano, T. I, ns. 27-29, 9 de octubre de 1873 al 23 de octubre de 1873.

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mayor espacio y cobrando más importancia conforme se fue afianzando la publicación en el gusto del público lector, se definieron poco a poco las secciones que conformaron el semanario y sobre todo se luchó en todo momento por no alejarse de su objetivo inicial, expresado en distintas editoriales: ser una publicación científica que expusiera los adelantos científico-técnicos en el ramo de la minería, lo cual mantuvo al periódico en la categoría de publicación especializada. Fue en este ámbito en el que se desarrolló El Minero Mexicano, cuyas virtudes son múltiples y variadas: en primer lugar se trató de un periódico longevo, que empezó a editarse en 1873, culminando su vida en 1904; buscó integrar entre sus colaboradores no sólo a científicos y académicos, sino también a empresarios, políticos, profesionistas, inversionistas, mineros y comerciantes y logró congregar una destacada nómina de suscriptores, redactores y colaboradores, residentes tanto en la Ciudad de México como en algunos estados de la República, los cuales fungían como corresponsales. Sus páginas, organizadas por secciones, dieron cuenta de los asuntos de interés de la época, que iban desde controversias industriales, polémicas legislativas y académicas, emergencia y consolidación de áreas de conocimiento relacionadas con la minería, mejoras materiales en la industria, novedades científicas, tecnológicas y técnicas, nacionales y extranjeras, y un largo etcétera. Adicionalmente se desprende la manera como los intereses capitalistas norteamericanos fijados en nuestro país vinieron a coincidir con los intereses de las elites porfirianas en un común afán por lograr que los capitalistas extranjeros invirtieran en la explotación de los recursos minerales de México, dejando alguna derrama económica entre la burguesía y la alta burocracia porfiriana, y permitiendo a Díaz y a sus “científicos”54 seguirse ostentando 54

Recuérdese que la denominación de “científicos” fue el apelativo común de un grupo amplio de políticos, empresarios y académicos afectos al régimen de Díaz, caracterizados por abrazar y promover una fe irrestricta en las posibilidades del progreso material y espiritual de la humanidad, y en el

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como los grandes modernizadores de México, bien fuese ella una modernización predominantemente debida a los capitales y talentos extranjeros. Tales intereses y orientaciones ideológicas se vieron reflejados en la prensa minera –tanto la mexicana como la norteamericana-, siendo que para aquel momento las mayores inversiones en el rubro minero eran precisamente extranjeras, y ello gracias, en muy buena medida, a la política de Díaz de “puertas abiertas” que se traducía en grandes facilidades otorgadas a las compañías foráneas, a la vez que en una política de fomento a la ciencia nacional.

poder de la ciencia positiva para explicar y cambiar al mundo, todo ello de acuerdo con la filosofía positivista del francés Auguste Comte.

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