La gallina de los huevos de cobre. Fabricación de moneda menuda en la Edad Media

August 23, 2017 | Autor: Julio Torres | Categoría: Medieval Coinage, Moneda Medieval, Historia de la fabricación de moneda
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GACETA NUMISMATICA

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JUNIO 2006

XVIII ENCUENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA MONEDA

Ponencias LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE COBRE. EMISIÓN Y FABRICACIÓN DE MONEDA MENUDA EN LA EDAD MEDIA JULIO TORRES Según Peter Spufford, casi el 20% de los ingresos de Felipe IV de Francia en 1296 (101.000 libras parisinas sobre un total de 550.974) provenían de los derechos de acuñación. Estas cifras se elevaron espectacularmente en los periodos siguientes, convirtiéndose la acuñación de moneda en la principal fuente de ingresos, a causa de las sucesivas devaluaciones de la moneda realizadas por este monarca( 1 ). Sin salir de Francia, algo más de un siglo después, hacia 1420, todos los pretendientes a la sucesión de Carlos VI emitían su propia moneda y rebajaban su contenido de plata para afrontar los gastos de la guerra que les enfrentaba. El aporte de los beneficios de las cecas llegó a ser once veces superior al resto del presupuesto(2). Se trataba, en este caso, de rebajas de la calidad de la moneda del tipo del gros, inicialmente de plata fuerte. En Castilla y León, Alfonso X de Castilla habría seguido una política de envilecimiento de la moneda en tiempos difíciles para responder más tarde con la emisión de monedas aparentemente más fuertes pero sobrevaloradas en exceso. Un ejercicio de ingeniería monetaria que, aunque ya se ha estudiado bastante, todavía resulta difícil de entender en toda su complejidad( 3 ). Los reyes de Aragón rebajaron ligeramente las sucesivas emisiones de croats de finales del siglo XIII y primera mitad del XIV, aunque quizá no sólo para lucrarse con ello(4). Más tarde, casi todos los monarcas castellanos desde Pedro I a Enrique IV recurrieron a la rebaja de la moneda como medio de obtener recursos. La castellana fue, según Spufford, 1

SPUFFORD 1991:388. SPUFFORD 1991:396ss. 3 La bibliografía fundamental sobre la moneda de Alfonso X está citada en LADERO 2000:146, nota 24. Hay que añadir ROMA 2000:171 ss. 4 CRUSAFONT 1996:80s. A causa de una errata o despiste se da como peso del croat tallado a 74 piezas por marco la cifra de 3,25 g, cuando debería ser 3,16 g. 2

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“la peor de todas las series de devaluaciones europeas en los siglos XIV y XV”. Según los datos del historiador británico, un florín florentino pasó de valer 20 maravedís a mediados del siglo XIV a 375 en 1480(5). En el preámbulo de la ordenanza de Madrid de 1462, Enrique IV menciona el mecanismo para obtener beneficio de la moneda de vellón mediante lo que los reyes consideraban su derecho a disminuir el valor intrínseco, en este caso la ley, de cada pieza. En esa ocasión dice renunciar a ese derecho a cambio de recibir el beneficio en forma de un impuesto general(6). Ciertos monarcas en algunos momentos históricos se dieron cuenta de que podían manejar la moneda en general, y la moneda menuda en particular, a su antojo y obtener beneficios de ello. Pero, aparte de posibles abusos que dieron lugar a alguna literatura sobre la teoría del dinero, el problema fundamental de la Edad Media no fue tanto la inflación de moneda menuda, como lo sería más tarde, sino su escasez, que llegó a ser muy grave. Hacia 1460 la escasez de plata era tan grande en Europa que, en algunos casos se acuñó moneda con pérdidas en lugar de beneficios para el poder emisor. Por ejemplo, Carlos VII de Francia subvencionó (en 1458 y 1461) la producción de moneda negra o de vellón. También el gobierno de la ciudad de Barcelona estuvo dispuesto a sufragar una acuñación en 1460, pero los cambistas barceloneses, que eran los suministradores de metales a las cecas, no lograron aportar ni un marco de plata por cabeza(7). La escasez de plata durante la primera mitad del siglo XV estuvo a punto de dar lugar a las primeras monedas de puro cobre, o por lo menos a las primeras reconocidas como tales. En 1463, en Venecia se estudió esta posibilidad, que se abandonó para acuñar la nueva plata de las minas de Tirol y Sajonia. Pero, paradójicamente, durante esta nueva etapa de abundancia del metal blanco, a partir de la década de 1470, fue cuando se 5

SPUFFORD 1991:404ss. TORRES 1998:101-102: “de aquí adelant devía mandar labrar otra moneda de villón, e porque aquella fuese de mejor ley, my merçed non devía por el presente mandar descontar nyn llevar de la dicha moneda derechos algunos de los que yo e los reyes mys anteçesores… abíamos llevado e acostumbrado levar de las monedas que se labravan en las dichas mys casas de moneda, porque aquello que yo avía de llevar se acreçentase en la ley de la dicha moneda e andovyese moneda más valyosa en estos dichos mys reynos… salvo que solamente mandase llevar para mý, en reconosçimyento de señorío por todos mys derechos, dos maravedís de cada un marco de toda la moneda que agora se labrase en las dichas mys casas, e que en emienda de la demasýa que yo devía aver de los dichos mys derechos de la moneda que yo agora mandase labrar, los dichos mys reynos me devían servir con otra tanta contía como montava lo que devía aver de los dichos mys derechos”. 7 SPUFFORD 1991:465s. 6

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empezaron a emitir monedas de cobre puro. Las pioneras fueron, según Spufford, Venecia y Nápoles, dos de las mayores ciudades en ese momento(8). Pero Gomes Marques fecha a principios del siglo XV (como mínimo en 1435) las primeras monedas portuguesas de cobre puro, los reais pretos de João I o Duarte I(9). Pero si la gallina de los huevos de cobre, como su pariente de los huevos de oro producía unos beneficios evidentes a corto plazo, a medio plazo producía perjuicios en forma de pérdida de poder adquisitivo, y a largo plazo otros perjuicios económicos no tan evidentes, y cuyas causas tardaron muchos siglos en ser comprendidas y atajadas(10). Cuestiones de terminología Las primeras ordenanzas de fabricación conservadas, el Privilegio de Lorca, de 1296, y una ordenanza dada en Sevilla para la ceca de Murcia en 1334, hablan de moneda de plata de dos y tres dineros, es decir, de 1/6 y 1/4 de pureza respectivamente(11). Con esto no se trataba de engañar a nadie, los emisores de estas piezas estaban convencidos de que eran monedas de plata. Para ellos el cobre no era más que una forma de dar cuerpo a unas piezas que, de otro modo, serían o excesivamente pequeñas o excesivamente delgadas. Las piezas de Lorca y Murcia tenían 145 y 217 miligramos de plata respectivamente. Para hacernos una idea, y como simple anécdota, el valor de estas cantidades de plata en la actualidad podría ser de unos 3 cts y 5 cts(12).

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SPUFFORD 1991:478ss. MARQUES 1996:137ss. 10 SPUFFORD 1991:388s. 11 El Privilegio, publicado inicialmente por ESPÍN 1936, se ha editado en varias ocasiones, y recientemente en ROMA 2000:222, nota 20. La ordenanza murciana, en TORRES FONTES 1983:310-312. Ambas en TORRES 1998:48-64. 12 Cantidades calculadas al precio de unos 0,23 € el gramo, tomado de la prensa diaria. El contenido de plata de las piezas se ha calculado partiendo de un marco castellano de 230,046 g, que era su peso en el momento del paso al sistema métrico decimal, y de una aleación de 2 y 3 dineros de plata pura. Pellicer, a partir de cálculos teóricos, postula en varios de sus trabajos un peso para el marco castellano de 233,14 g. La aleación podría realizarse partiendo de plata fina, es decir, de plata con una pequeña liga de cobre, y no de plata pura cien por cien. Las variaciones son mínimas en el contenido de cada pieza, pero serían apreciables al tratar de grandes cantidades. Un problema añadido es que la ley de la plata fina no es uniforme en las distintas ordenanzas castellanas conocidas. Los contenidos de plata de las piezas de Lorca y Murcia serían de 135 y 202 g respectivamente partiendo de una plata fina de 11 dineros y 6 granos. 9

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En esas primeras ordenanzas aparecía el término bylon y bullon. Pero su significado era el de metal en bruto con un contenido fino indeterminado, y no el de un tipo de moneda. Sólo en 1442(13) y más tarde en 1461(14) aparece la denominación ‘moneda de villón’ en contraposición a ‘moneda de oro’ y ‘moneda de plata’, y además se habla de vellón de ley alta (2,5 ds – 20,8 %) y vellón de ley baja (0,5 ds – 4,16 %). En la ordenanza de 1461 la forma en que se pueden presentar los metales es en moneda o en pasta, desapareciendo el vellón con este sentido. La fecha 1442 o 1461 puede ser demasiado tardía como fecha post quem, pues la documentación de la primera mitad del XV es escasa, pero en una ordenanza fechada hacia el cambio de siglo(15), todavía el villón es una de las formas en que se puede presentar la plata: “en pasta o en baxilla o en billón”. Por tanto, podemos decir, que, en lo que se refiere a Castilla, el concepto de ‘moneda de vellón’ nace en algún momento de la primera mitad del siglo XV. En el ámbito catalán el cambio pudo ser anterior, pues ya se habla de ‘moneda de billó’ hacia 1370, cuando se fabrica en Zaragoza moneda castellana(16). En Cataluña se emplearon indistintamente los términos billó y bolsonalla, llegando el uso de este último hasta Huesca. También se empleó para denominar al metal en bruto el término cambi que pasó también, quizá por copia directa, a algunos documentos castellanos. Podemos dar por supuesto que la moneda de vellón propiamente dicha, es decir, la emitida desde finales del siglo XIV, es moneda menuda, aunque por tamaño y peso no era tan menuda como la del tipo de los dineros, a la que también podemos llamar moneda menuda, aunque durante mucho tiempo fue, sencillamente, el único tipo de moneda de plata circulante. Conceptualmente es posible que no tuvieran mucho que ver los dineros iniciales, concebidos como moneda de plata, con las piezas del tipo posterior de la blanca y sus continuadoras, concebidas primero como múltiplos del dinero y luego como múltiplos del maravedí y divisores del real. Paradójicamente, siendo más menudas en todos los sentidos las primeras, seguramente tuvieron un mayor poder adquisitivo en algunos momentos. Un segundo problema inicial. Teniendo en cuenta que la moneda del tipo del dinero de Carlomagno se fue debilitando en el transcurso del tiempo, 13

Ordenamiento sobre la moneda vieja e nueva, HEISS 1865, I, 303, XIX y SÁEZ 1786, p. 100, VIII. 14 Ordenamiento de Aranda. Archivo Municipal de Murcia, Cartulario real 14531478, fols. 120r-124v. Editado en MOLINA GRANDE 1988, doc. 149, pp. 349-365. También en TORRES 1998:77-99. 15 Ordenamiento de Cuenca. Archivo General de Simancas, Diversos de Castilla 4, 57. Editado en TORRES 1996:132-139 y TORRES 1998:69-76. 16 BOTET 1908-1911, tomo III, pp. 338 ss.

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¿a partir de qué momento se convierte en moneda menuda?, o enunciado de otro modo, ¿a partir de qué ley o contenido de fino podemos considerar que una moneda es de plata baja? Las monedas de tipo cuaternal (33%) o ternal (25%), eran consideradas en su tiempo de buena calidad con respecto a la que sólo tenía un 16,6% de plata, y seguramente la cuaternal, en el momento en que circulaba, se encontraba en el límite, si no de lleno, de lo que sería una moneda fuerte(17). Seguramente la respuesta no está tanto en la ley de las monedas cuanto en su poder adquisitivo en el mercado de su época y en la posibilidad o no de un uso alternativo de otro tipo de monedas. En este sentido, la aparición del grueso como múltiplo del dinero deja a éste en condición definitiva de moneda menuda. Antes de la aparición de la moneda fuerte se había utilizado la plata en lingotes para grandes transacciones, mientras que la moneda gruesa se empleó incluso en la vida cotidiana, por ejemplo para el pago de salarios. Habría que estudiar si los dineros funcionaron como moneda menuda con respecto a la plata en lingotes o eran dos sistemas completamente autónomos. Los tres metales Recordemos que las monedas hasta hace muy poco tiempo, y, por tanto, en la Edad Media, tenían el valor intrínseco que les proporcionaba su contenido de metal precioso, un valor por sí mismas y no un valor simbólico como tienen nuestras monedas y billetes. El proceso de fabricación le añadía también a cada pieza un cierto valor por encima del intrínseco. Este valor añadido se componía de gastos más beneficios. Y los beneficios eran de dos tipos: los correspondientes al fabricante y los correspondientes al rey. Los metales preciosos eran dos: el oro y la plata. En ciertos momentos, también la moneda de cobre puro se valoró por el intrínseco de su metal. La emisión de monedas de oro y de plata ha estado en función de la disponibilidad de uno y otro metal. En la Edad Media el oro venía sobre todo del centro de África con un intervalo de principios del XIV a principios del XV en que estuvieron a pleno rendimiento las minas de oro húngaras. La plata ha sido históricamente el metal monetario por excelencia. Se ha emitido en diversas calidades y se ha convertido en el metal más versátil para ser amonedado. La ley de la moneda de plata se medía en dineros, que no hay que confundir con las monedas llamadas dineros de las que ya hemos hablado: las monedas de plata se llamaron inicialmente dineros en Castilla y otros territorios peninsulares. Procedían del dinero de buena plata instaurado por Carlomagno a finales del siglo VIII. El dinero de

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CAMPO/ESTRADA-RIUS/CLUA 2004:133.

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Alfonso VI de León y Castilla era ya, tres siglos después, de una aleación que seguramente no llegaba a un tercio de plata. Cada rebaja en la ley de la moneda suponía un mejor aprovechamiento de la plata disponible, pero, si su valor de curso no correspondía aproximadamente con su valor intrínseco, tarde o temprano se realizaba un reajuste de los precios y de los valores en general. La moneda de plata reducida se utilizaba en la vida cotidiana y las variaciones de valor de sus emisiones con respecto a las monedas fuertes podían llegar a ser insoportables si a uno le sorprendía una devaluación con una gran cantidad de ellas. O si se tenían que recibir pagos en moneda de menor calidad pero con el mismo valor de curso que la que circulaba en el momento en que se valoró el pago. En el siglo XV los salarios se pagaban en Europa en moneda de plata gruesa (varias piezas diarias), si bien algunas tenían la mitad de valor de lo que en su día fueron los gruesos originarios(18). Sin embargo, y en contraste, una sola pieza era algo insólito para un campesino belga(19). En la segunda mitad del siglo XIV y principios del XV, en muchos lugares de Italia, como, por ejemplo, Florencia, prácticamente no se acuñaba moneda de plata buena, con lo que el sistema monetario quedaba reducido al oro y el vellón. Pero la distancia entre los valores respectivos era enorme para permitir un juego fluido de valores y precios. En Florencia, el florín valía más de 200 quattrini. En Venecia, donde el problema era menos pronunciado, la distancia todavía era grande, con un ducado que valía 124 soldini(20). Por tanto, la moneda menuda se usaba en la mayor parte de las transacciones. La emisión de moneda menuda Aunque ya hemos visto que la moneda menuda no fue sino una evolución paulatina de la inicial moneda de plata y que, como todo lo que evoluciona paulatinamente, resulta difícil discernir en qué momento se puede hablar de moneda menuda, una vez que este tipo de moneda se populariza podemos hablar de una sociedad monetarizada. Además, el uso de la moneda menuda en este tiempo es fundamentalmente urbano. Cuando la sociedad se acostumbra al uso de este medio de pago, el rey, que en aquellos tiempos consideraba la emisión de moneda como un derecho privativo suyo, se considera también obligado a mantener el mercado surtido de suficientes piezas. La rebaja progresiva del valor de la moneda no nace necesariamente del deseo de enriquecerse de los monarcas medievales. Sólo

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SPUFFORD 1991:415ss. SPUFFORD 1991:418. 20 SPUFFORD 1991:428s. 19

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en tiempos de guerra se utilizó la gallina de los huevos de cobre para suministrar unos fondos desmesurados. Antes de la aparición de la moneda gruesa, la inicial moneda de plata del tipo del dinero fue perdiendo valor intrínseco poco a poco como resultado de lo que se ha llamado renovatio monetae o renovación monetaria. Este fenómeno está bien estudiado en algunos territorios, como Inglaterra, donde está mejor documentado, y poco o nada en otros, como en Castilla, donde la única señal de que pudo existir la tenemos en los pactos tipo moneda forera o monedaje, que indican que en un momento dado los representantes de los distintos estamentos sociales prefieren comprar al soberano su derecho a acuñar mediante el pago de un impuesto, antes de que éste emita una moneda baja que perjudicaría enormemente la vida económica, pero especialmente los pagos de rentas y deudas(21). La compra de los beneficios de la moneda a cambio de un impuesto, aunque a primera vista pueda parecer un abuso por parte del poder, en realidad supone un avance teórico hacia una administración financiada con impuestos en lugar de con participaciones en los beneficios de diversas operaciones económicas obtenidos aquí y allá por el poder. La renovatio es uno de los posibles tipos de mutaciones monetarias. Podemos establecer la siguiente clasificación teórica de las mutaciones monetarias: 1.-modificación de peso sin cambiar la ley (con o sin modificación de valor nominal). 2.- modificación de ley sin cambiar el peso (con o sin modificación de valor nominal). 3.- modificación de peso y ley (con o sin modificación de valor nominal y/o intrínseco). 4.- modificación de valor sin cambiar los parámetros metrológicos. 5.- modificación tipológica de la moneda en combinación o no con los cambios anteriores(22). Los cambios se podían realizar retirando la moneda antigua (renovatio) o manteniéndola en circulación. La renovatio, que fue la que se practicó en Inglaterra para renovar periódicamente la moneda desgastada, solía ir acompañada de un beneficio adicional en el cambio de unas piezas

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LADERO 2000:143. La clasificación es básicamente la que hizo Nicolás de Oresme en su tratado De origine, natura, iure et mutationibus monetarum (c. 1355), en los capítulos VIII y ss.: 1) in figura (en forma); 2) proportionis monetarum (equivalencias); 3) appellationis monetarum (nombre o valor); 4) ponderis (peso); 5) materiæ (ley); 6) mutatione composita (mezcla de más de un tipo de mutación).

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por otras, a veces bastante alto, por lo que podía resultar muy lucrativa si se consideraba necesario(23). Las mutaciones podían dar lugar a una moneda totalmente diferente, pero que interesaba, o bien desligar de la anterior, siendo relativamente semejantes, para lo cual podía cambiarse el tipo, o bien confundirlas siendo diferentes, lo que se podía intentar manteniendo la tipología anterior. El principal motivo para disminuir la ley o el peso, o ambas magnitudes a la vez, de una moneda debió de ser, al menos inicialmente, la escasez de plata disponible. Otro motivo sería el desgaste, que obligaba a sucesivas emisiones en las que se iba rebajando el peso de las piezas nuevas para que la renovación no resultase deficitaria. Un tercer motivo fue la necesidad urgente de numerario por parte del emisor, que se creía en su derecho de obtener ingresos por este medio. Este tipo de emisiones eran un impuesto encubierto y fueron evitadas por los gobiernos más inteligentes mediante el recurso a verdaderos impuestos. Por tanto, la progresiva mezcla de cobre a la moneda del tipo del dinero parece responder inicialmente a la necesidad de dar una mayor consistencia a lo que, a causa de la renovatio, habrían sido monedas excesivamente pequeñas en caso de fabricarse de plata fina, pero el producto se sigue considerando moneda de plata. La rebaja de contenido va convirtiendo esa inicial moneda de plata en moneda de valor bajo, apta para el comercio menudo de las ciudades. A partir de la aparición de la moneda gruesa, los dineros se van debilitando o modificando para adecuar sus valores a los gastos de la compra diaria(24). Para Spufford, la necesidad de emitir las monedas gruesas tipo gros podría haber aparecido cuando el crecimiento urbano hace que resulte incómodo pagar (o cobrar) gran cantidad de salarios en moneda menuda. Aporta datos para rebatir la idea de que el origen de estas emisiones deriva de las necesidades del comercio internacional, que, según él se continuó realizando con plata en barras hasta que hubo disponible moneda de oro para tal fin(25). Se suele asociar la circulación de moneda de vellón con el fenómeno de la inflación, a causa de los abusos o la incapacidad de los gobiernos, pero durante la Edad Media el principal problema para las autoridades emisoras fue conseguir que hubiera en circulación suficiente moneda menuda para 23

La emisión lucrativa de una moneda más baja que la anterior sólo se podía realizar si se convencía a los súbditos de que llevaran la anterior a las cecas, y para ello había que pagar por ella un precio (a veces muy) superior al facial (SPUFFORD 1991:408). 24 SPUFFORD 1991:308. 25 SPUFFORD 1991:305-306.

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permitir una vida económica tranquila. Las medidas en un sentido u otro daban lugar a problemas que se alternaban o coincidían, como la escasez, la inestabilidad en las equivalencias entre las monedas de los diferentes metales o con la moneda de cuenta, y la extracción de unas monedas y la entrada de otras de territorios foráneos. En los casos de peor planificación podían producirse también episodios de inflación(26). Todos estos problemas, por lo que se refiere al reino de Castilla, se agravarían durante el siglo XVII, y no se resolverían mínimamente hasta el abandono de la moneda con valor intrínseco y su sustitución por una moneda fiduciaria con garantías de convertibilidad. La solución teórica a los problemas de la moneda menuda no se encontró hasta los inicios del siglo XX. Se trataba de sustituir la moneda menuda por moneda fiduciaria, con un valor definido por el gobierno y garantizado, es decir, una moneda sin valor pero convertible en moneda con valor(27). Esta solución necesita que se den tres requisitos, lo que explica que se haya tardado tanto en adoptarla( 28 ). Un primer requisito sería de tipo teórico, se requiere un concepto adecuado de moneda fiduciaria, algo completamente ajeno al pensamiento medieval. Un segundo requisito de tipo político: el gobierno debe elaborar un cuadro de equivalencias para la moneda fiduciaria, hacerlo respetar y respetarlo él mismo. Ejemplos fallidos de ensayos de prueba y error en este aspecto hay muchos en la historia de la moneda, como la emisión de los torneselli venecianos para circular en Grecia (siglo XV), o los casos de Castilla y Alemania en el XVII. El tercer requisito es de tipo tecnológico: la fabricación de moneda fiduciaria es muy atractiva para los falsificadores( 29 ), así que, si se quiere emitir moneda fiduciaria habrá que incrementar la vigilancia y disponer de una tecnología que dificulte la falsificación. Cada vez que ha habido novedades tecnológicas se ha intentado poner en marcha esta solución, pero los experimentos han chocado con la desconfianza del público, a causa de la falsificación, hasta el siglo XIX. Etapas de la emisión de moneda menuda en el reino de Castilla Desde el punto de vista de su apariencia, su tamaño y su peso, se pueden establecer dos etapas en la emisión de moneda de plata baja en la

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VELDE 2002:1. VELDE 2002:3. 28 SARGENT/VELDE 2002 desarrollan estas ideas extensamente. 29 SARGENT/VELDE 2002:64 ss. establecen una somera clasificación de tipos de emisión de moneda no oficial y exponen algunos casos históricos y su tratamiento. 27

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Edad Media castellana(30). Una primera etapa que llamaremos la etapa del dinero. Una segunda etapa que llamaremos la etapa de la blanca, por una de las piezas más representativas. Y entre ambas etapas situaremos un período de transición. Los dineros introducidos por Alfonso VI a finales del siglo XI eran unas piezas de menos de 2 cm de diámetro y de un peso en torno a 1 g. Estas monedas fueron la pieza básica del sistema monetario castellano-leonés hasta el siglo XIII. La moneda de plata fina se empezó a acuñar en algunos territorios (Aragón, Francia, Inglaterra, Italia) desde principios del siglo XIII. Generalmente, estas piezas, con un contenido de plata cercano a la pureza, actuaban como múltiplos de los dineros ya muy devaluados, y, a menudo, reproducían la misma imagen de los propios dineros. En Castilla parece que también Alfonso X intentó en la segunda mitad del siglo XIII introducir la buena moneda de plata, pues se conocen algunas piezas muy raras, y otra aún más rara, de su sucesor Sancho IV. Pero no sería hasta mediados del XIV cuando Pedro I comenzaría la acuñación regular de las piezas que hoy conocemos como reales de plata. En este retraso pudo influir la dificultad de conseguir plata, mientras que el oro había sido relativamente fácil de conseguir a través del comercio con el sur musulmán o de las parias. Tras una etapa de experimentos, iniciados durante la guerra entre Pedro I y su hermanastro Enrique II, durante el reinado de Enrique III, hacia finales del siglo XIV, se introdujo un nuevo tipo de moneda menuda, que recibiría el nombre de blanca y sería la moneda de uso común, con un valor inicial de medio maravedí. La blanca continuaba la tipología de castillo y león, ya iniciada anteriormente y que se seguirá usando durante la Edad Moderna. Se trata de piezas de mayor peso que el dinero y que terminarían siendo consideradas, ya en la Edad Moderna, como divisores de la moneda de plata fuerte y múltiplos del maravedí. Con la blanca se inicia en Castilla, aunque la denominación aparece algo más tarde, el concepto de moneda de vellón. Sin embargo, antes de dar paso a la moneda de vellón grande de los siglos XVI y XVII sufrió una disminución de todos sus parámetros durante el siglo XV, pasando de un contenido de plata teórico de 0,1 gramos en tiempos de Enrique III a 0,0389 de la conocida como blanca del rombo de Enrique IV y a los 0,02837 gramos de las blancas de iniciales de los Reyes Católicos. Entre finales del siglo XIII y las primeras monedas del tipo de la blanca en la segunda mitad del XIV se emiten unas monedas que podemos llamar de transición o considerar como un tercer tipo, aunque siguen siendo 30

Estas etapas coinciden más o menos con la división que, teniendo en cuenta una mayor cantidad de factores, hace LADERO 2000:136 ss.

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dineros. Las monedas más destacadas de este período son los coronados o cornados, llamados así por tener en el anverso la cabeza coronada del rey. Fabricación de moneda menuda(31) Desde el punto de vista de los fabricantes, la fabricación de moneda menuda era poco rentable para las fábricas, que preferían fabricar las mismas cantidades en moneda mayor. El proceso era más rápido y las ganancias superiores. Cuando el contenido de plata era excesivamente bajo, la fabricación conforme a las ordenanzas podía incluso acarrear pérdidas a las cecas. Ése era uno de los motivos de que se produjera a veces escasez de moneda menuda, porque los responsables de las cecas, si podían, eludían su acuñación, y también podría haber sido uno de los factores que en sucesivas épocas históricas (siglos XI, XIII-XIV y XV-XVI) impulsaron la creación de monedas primero de mejor ley y luego, además, de mayor peso(32). El personal de las fábricas de moneda medievales se dividía en tres clases: los oficiales, los obreros y los monederos. También se puede hablar de oficiales mayores y menores, siendo estos últimos los obreros y monederos. Los oficiales, u oficiales mayores, eran aquellos que desempeñaban las labores más especializadas o de mayor responsabilidad. El fundidor (fig. 6) era el encargado de fundir los metales a su entrada en la casa. El ensayador comprobaba el contenido de metal fino que tenían los metales ingresados. El tallador o entallador, al que hoy día llamaríamos grabador, era el encargado de realizar la parte artística de los troqueles o cuños con que se acuñaban las monedas. La parte puramente mecánica de elaborar los cuerpos de los troqueles era encargada por el tallador a un herrero (fig. 8). El escribano (fig. 7) anotaba todas las operaciones realizadas y llevaba las cuentas del movimiento de metales y materiales en un conjunto de libros, uno para cada una de las operaciones. Otros oficiales eran los guardas. Eran dos funcionarios que vigilaban que todo lo ordenado por la norma acuñadora se cumpliera a rajatabla, y tenían que estar presentes o controlar todos los actos importantes. En las primeras ordenanzas aparece el maestro de moneda como cúspide de la jerarquía de la fábrica. Era el encargado de elaborar las aleaciones y entregar el metal a los que fabricaban los cospeles. Este oficial se va transformando paulatinamente en el llamado maestro de la balanza, cuyo cometido era el pesaje de los metales en cada uno de los momentos en que era necesario, salvo el peso de los cospeles individuales, que era 31

Para todo lo relativo a la fabricación de la moneda medieval remito a TORRES 2002 y a TORRES 1998, donde se publican reunidas todas las ordenanzas medievales que tratan sobre la fabricación de la moneda. 32 SPUFFORD 1991:423.

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realizado en el taller donde se cortaban. El puesto de máximo responsable del taller es ocupado entonces por el tesorero, un personaje que tenía un perfil más financiero que técnico. Los obreros y monederos eran los operarios más numerosos. Los obreros eran los encargados de fabricar los cospeles, y trabajaban en grupos a cuyo frente había un capataz. Los monederos eran los acuñadores, aunque en algunos contextos cuando se habla de monederos se trata de todos los empleados de la casa de moneda. El proceso de fabricación de la moneda menuda no era muy diferente del de la moneda de plata fuerte o la moneda de oro. Básicamente, consiste en la acuñación de un disco o cospel colocado entre dos cuños. Así se acuñó la moneda en las antiguas civilizaciones mediterráneas y así se acuña todavía hoy en máquinas sofisticadas que trabajan a una velocidad difícil de creer. Para llegar al momento de la acuñación son necesarios, dentro de la casa de moneda, dos procesos previos convergentes: la fabricación de los cuños y la fabricación de los discos o cospeles. Podemos considerar como específicos de la moneda menuda algunos procesos de la preparación de cospeles, como la aleación o el blanqueo, aunque este último también se efectúa a veces sobre la moneda de plata fuerte, salvo error en la redacción de las ordenanzas de Segovia y Medina del Campo. Los dos procesos previos a la acuñación a su vez necesitan el aprovisionamiento de materiales. No sólo los metales que se acuñarán, que en el caso de la moneda menuda serán la plata y el cobre, o sólo este último, sino los materiales necesarios para su transformación: carbón, hierro, madera, sal, agua, etc. Este aprovisionamiento de materiales era mucho más complicado de lo que hoy día resulta conseguir los materiales necesarios para cualquier actividad. Para empezar, la fabricación y emisión de moneda está condicionada por la disponibilidad de metales, y los metales son y eran en las Edades Media y Moderna mercancías no muy fáciles de conseguir. Su disponibilidad atravesó periodos de extrema escasez, dependiendo de los descubrimientos de minas que se fueron sucediendo por lo general en el centro de Europa hasta el predominio de las minas americanas. A finales del siglo X se inicia en Europa un relanzamiento de la economía monetaria (fabricación, distribución y uso de la moneda) gracias a la explotación de las minas de plata de Sajonia (Goslar) durante alrededor de un siglo(33). El uso de la moneda, aunque organizado en la época carolingia, había decaído durante el siglo IX a causa, entre otras cosas, de las 33

SPUFFORD 1991:108, 132.

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incursiones normandas. Hasta el siglo XIV se fueron descubriendo, explotando y agotando sucesivas cuencas mineras en el centro de Europa y en Italia, pero durante todo el siglo XIV y parte del XV no aparecieron nuevas minas de plata, lo que, junto a una economía cada vez más monetarizada que fabricaba mucha moneda de plata gruesa, llegó a producir una gran escasez de nueva plata acuñable durante la primera mitad del XV, hasta el descubrimiento de nuevas minas en Sajonia y Tirol. Otros materiales necesarios y documentados para la fabricación de la moneda eran acero, hierro, plomo, aguafuerte, carbón, rasuras (ros de bota), sal de Iniesta (para el blanqueo y para la preparación del cimiento real, con ladrillo molido). Las ordenanzas medievales castellanas intentaban dar todo tipo de facilidades para que, por un lado, los particulares aportaran metales en bruto o en forma de monedas antiguas, y por otro para que, tanto los metales amonedables como los materiales necesarios en los talleres pudieran desplazarse por los territorios de la monarquía libres de las tasas y pagos habituales: aduana, alcabalas, almirante, almojarifazgo, diezmos, pasaje, portazgo, quinto, roda. Conviene insistir en que las ordenanzas medievales castellanas solían incluir un apartado en el que se permitía y se animaba a los particulares a llevar sus metales a acuñar a las cecas. Y resaltar que en las últimas, especialmente en la de Medina del Campo, se indica a los tesoreros que deben proporcionar a los particulares un lugar donde fundir sus metales dentro de la casa. Los metales para fabricar moneda de vellón se ensayaban al entrar en la fábrica. El ensaye consiste en averiguar su ley o contenido fino. En la Edad Media ya se practicaba el método conocido como copelación para ensayar la plata y sus aleaciones. Se trataba de una fundición de precisión, o afinación a pequeña escala. El metal se pesaba antes y después y la diferencia daba el contenido de liga. La siguiente operación era la aleación. La realizaba el maestro de moneda y consistía en mezclar en estado sólido los metales disponibles para conseguir uno de la ley establecida por la ordenanza. Esta operación la realizaban mediante cálculos aritméticos. Recientemente se ha editado un manuscrito del Archivo de San Isidoro de León donde, entre otras cosas, figuran problemas de aleaciones resueltos(34). También existían unas tablas previamente realizadas que ayudaban a mezclar los metales. Una vez realizadas las aleaciones se procedía a la fundición y vaciado en forma de rieles o lingotes. Serían rieles con forma de tira, de un grosor y una anchura lo mas cercanos posible a la futura moneda. 34

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La fabricación de los cospeles es el proceso que mayor variedad de métodos ha utilizado dependiendo de los lugares y las épocas. Me ocuparé sólo del método que considero que se utilizaba para fabricar los cospeles de la moneda menuda en la Edad Media. Los discos monetales se fabricaban en talleres separados del resto de la fábrica. Estos talleres se llamaban hornazas o fornazas, y la cantidad de hornazas de que disponía una casa de moneda daba idea de su capacidad productiva. Los rieles probablemente se recibían ya vaciados a un tamaño determinado, cercano en anchura y grosor a las dimensiones de la futura moneda, aunque es probable que cada hornaza tuviese su propio horno para realizar el fundido y vaciado del metal previamente aleado por el maestro de moneda, así como un horno de recocido, aunque esta operación consta que se podía realizar en una chimenea o en unas brasas sobre el suelo. Si el riel recibido no era suficientemente fino se aplanaba primero a martillazos (fig. 1) y luego se cortaban de él unos trozos de tamaño semejante (fig. 2). Estos trozos, que serían más o menos cuadrados, pasaban a otro operario que, provisto de una pequeña balanza, los ajustaba a su peso unitario recortando las esquinas. Estas operaciones de aplanado y corte no podían realizarse de cualquier manera. Aunque no esté documentado el método, sería necesaria una planificación minuciosa, pues las ordenanzas eran muy claras en lo referente a la cantidad de metal que se podía desperdiciar (cizalla) de cada marco de aleación. Aunque la forma de los cospeles se acercaba ya a la redondez, todavía se sometían a otra operación para redondearlos, que consistía en agarrar un conjunto de ellos con unas tenazas especiales y golpear los cantos con una maza de madera sobre una superficie que posiblemente también sería de madera. Esta operación ya se realizaba en la Edad Media, como demuestra una figura de la iglesia de Santiago de Carrión de los Condes, de finales del siglo XII (fig. 4). Dependiendo del método de corte, o de las costumbres de cada taller, a veces no se aplanaban los rieles, sino los cospeles una vez cortados y redondeados. Los obreros entregaban los cospeles junto con el metal recortado al maestro para que comprobara que el peso coincidía con el que habían recibido. Posteriormente se comprobaba que los cospeles cumplían con las tolerancias de peso ordenadas. Algún autor mantiene que los buenos maestros de moneda se distinguían por fabricar los cospeles justo en los límites de la tolerancia, obteniendo así mayores beneficios( 35 ). Pero esto no está demostrado, al 35

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menos en el caso castellano, más bien parece que las ordenanzas se esfuerzan en que todas las partidas queden bastante equilibradas. Después de comprobar el peso de los cospeles se procedía a su blanqueo (fig. 5), durante el cual se perdían ligerísimas cantidades de cobre. Los cospeles perdían peso y mejoraban en ley. El blanqueado consistía en un baño caliente en una solución ácida. Como material mordiente se usaban las rasuras o ros de bota, que es la costra que se cría en los recipientes donde fermenta el vino. Se le conoce algo más técnicamente como tártaro o tartrato de potasio, y es un ácido lo suficientemente fuerte como para morder parte del cobre superficial de las monedas. El grabador de los cuños era conocido como tallador o entallador. El trabajo de los talladores medievales no está descrito en ningún sitio. Pero sí hay menciones documentales de que normalmente se les encargaba la elaboración de uno o varios pares de cuños, lo que incluía el grabado de los punzones que fueran necesarios. Cada par de cuños estaba compuesto por una pila o cuño inferior y dos o más troqueles o cuños superiores. El cuerpo del cuño, que era realizado por un herrero (fig. 8), podía ser de hierro. La parte que llevaba el grabado tenía que ser del mejor acero que permitiese la técnica, y se soldaba al cuerpo. El cuño inferior tenía un pico que lo agarraba firmemente a un cepo de madera. Al ser fijo tenía una duración mayor, y por eso había que fabricar más troqueles que pilas. En cambio, el troquel tenía una forma más o menos cilíndrica que se iba deformando en su extremo por el efecto de los golpes. Para acuñar la moneda se colocaba el cospel sobre el cuño inferior y sobre el cospel el cuño superior. Este se agarraba con una mano mientras que con la otra se golpeaba sobre el extremo del cuño superior, imprimiendo así los motivos de los troqueles en la pieza monetal (fig. 3). Los monederos trabajaban sentados en unos cajones en cuya parte posterior estaba el banco en que se sentaba el operario y en la parte anterior tenían un cepo de madera en el que se clavaba el cuño inferior. A los acuñadores les estaba permitido estropear una determinada cantidad máxima de cospeles, que eran considerados como cizalla. Si se pasaban, recibían una penalización. La última operación después de acuñadas y comprobadas las monedas era la entrega a sus dueños en los casos en que el metal hubiera sido aportado por particulares.

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1 - Aplanador

2 – Cortador

3 - Acuñador

4 - Redondeador

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5-Blanqueado

6 – Fundidor

7- Escribano

8 - Herrero

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