La frontera septentrional de Mesoamérica durante el Epiclásico (600-900 A.D.). Una Mirada a través de la teoría de sistemas mundo de la arqueología en Aguascalientes, México

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Descripción

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Agradecimientos Para la realización de este trabajo se contó con el apoyo de CONACYT, a través de su programa de Becas Nacionales y Becas Mixtas, con la cual se pudieron realizar los trabajos de campo necesarios para la obtención de datos y la estancia de investigación en la Universidad de California Merced. También quisiera agradecer el apoyo del Cuerpo Académico "Estudios Regionales y de Frontera Interior en América Latina" de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades por financiar la visita al Archivo Técnico del Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el objetivo de enriquecer la bibliografía de este trabajo. Gracias a la Mtra. Eugenia y al Dr. Aponte por sus valiosos comentarios sin los que este trabajo estaría incompleto. De la misma manera, es necesario agradecer el Dr. Nicolás Caretta, que, aunque en la distancia hiso sentir su presencia en este trabajo. De manera particular, gracias al Ca Dr. Peter Jiménez Betts por sus comentarios que entraron en tiempo extra, pero que le dieron redondez a las conclusiones. Gracias a los que colaboraron de alguna manera en los trabajos de campo, pero de manera particular a los pasantes Guillermo Aguilar Martínez, Mario Alberto Jasso Díaz de León por su ayuda en las excavaciones. Aguantamos días de torrencial lluvia, enfermedades e intransigencias de los lancheros. Gracias a la Arqueóloga Ana María Pelz Marín, encargada de la parte de Arqueología en el Centro-INAH Aguascalientes por su apoyo y facilidades para utilizar los materiales del sitio arqueológico del Ocote. Por último, gracias a Miriam y a tu infinita paciencia. Sin ti esto no tendría sentido.

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Contenido Introducción .................................................. 8 Problema ................................................... 8 Descripción de la zona de estudio ........... 10 Justificación ............................................ 14 Objetivos ................................................. 15 Marco Teórico ......................................... 15 Capítulo I Perspectiva teórica ..................... 19 1.1 Sistemas Mundo, un modelo de interacción............................................... 19

Capítulo III Arqueología del Norte del Río Verde Grande ...................................... 72 3.1 El sitio arqueológico de Santiago ...... 78 3.2 El sitio arqueológico de El Ocote ...... 83 3.3 El sitio arqueológico de El Cerro de en medio................................................. 89 Capítulo IV Las Redes de interacción ........ 98 4.1 Redes de bienes de bulto en el Río Verde Grande ....................................... 100

1.1.2 Tipos de sistemas ....................... 21

4.2 Un sistema de unidades equipolentes: redes políticas y de bienes de prestigio ................................ 104

1.1.3 Los ciclos en los sistemas mundo: Auge y caída .......................... 22

3.2.1 Esfera septentrional (Pseudocloisonné) ......................................... 105

1.2 El Sistema Mundo Mesoamericano .. 24

4.2.2 Esfera Altos/Juchipila (Bases anulares/bordes revertidos/Negativos) ...................... 113

1.1.1 El concepto de redes anidadas ... 20

1.3 El Sistema Mundo Mesoamericano durante la transición del Clásico al Epiclásico ................................................ 34 Capítulo II La frontera norte de Mesoamérica durante el Epiclásico. La expansión de un Sistema Mundo. ............... 39 2.1 Los estudios arqueológicos en la frontera .................................................... 41

4.2.4 Esfera Policromo San Luis........ 123 4.2.5 Tablillas .................................... 127 4.2.6 Figurillas Cerro García ............. 129 4.2.7 El comercio de Concha Marina 130 4.2.8 Turquesa .................................. 132

2.1.1 Las primeras aldeas sedentarias ............................................................ 42

4.3 Las redes de información................ 135

2.1.2 Los desarrollos culturales del clásico en la frontera ........................... 46

Capítulo V ¿Dentro o fuera de Mesoamérica? .......................................... 143

2.1.3 El Apogeo durante el Epiclásico ........................................... 53

Bibliografía............................................... 158

4.3.1 Juego de Pelota ....................... 137

2.2 La Cuenca del Río Verde Grande ..... 63

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Lista de Figuras Figura 1. Mapa con la ubicación de los sitios arqueológicos objeto de investigación en este trabajo. 1 Casa de Indios; 2 Cerro de en medio; 3 Santiago; 4 Garabato; 5 Barranca de las Cabras; 6 Montesita; 7 El Zapote; 8 El Jaral; 9 El Ocote

Figura 2. La mayoría de los sitios se encuentran dentro de la subprovincia Sierras y Valles Zacatecanos, pertenecientes a la sierra madre occidental. Figura 3. Las subcuencas hidrológicas tributarias del Río Lerma-Santiago son los ejes de la dispersión del modo de vida mesoamericano a finales del formativo, principios del clásico. Figura 4. Tipo de clima de la zona de estudio.

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Figura 5. A) Fotografía tomada cerca de la presa Calles, en el Estado de Aguascalientes durante la temporada de secas. Nótese la vegetación xerofita. Foto Manuel Dueñas. B) Fotografía tomada desde el sitio arqueológico hacia la barranca de las cabras. En época de lluvia se logran ver pastizales. Foto Manuel Dueñas.

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Figura 6. Cronografía de contactos entre subsistemas y sistemas mundo. (De acuerdo con Wilkinson 1987) (Redibujado de Chase-Dunn 1997 Figura 3).

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Figura 7. Áreas Funcionales del sistema mundo mesoamericano. Postclásico. Berdan y Smith 2004 Fig.3.

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Figura 8. Circuitos de intercambio y núcleos comerciales. Berdan y Smith 2004. Fig.4 Figura 9. La frontera Norte de Mesoamérica, delimitada en tres trabajos. Gorenstein y Foster 2000 fig. 1.1

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Figura 10. Cerámica Chupícuaro. Arqueología Mexicana, vol. xvi núm. 92, pág. 64

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Figura 11. Figurilla tipo H4, Chupícuaro, Guanajuato. MNA.

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Figura 12. Dibujo de una Tumba de Tiro con dos cámaras. Cuevas y Pickerin 2004. Tomado de Williams 2000 fig. 22

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Figura 13. Tumba de Tiro, variante en forma de “Bota”. Tumba de Tabachines, Zapopan, Jal. (Vela, 2014: 24)

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Figura 14. Recreación de las ofrendas de una tumba de tiro. Sala de Occidente MNA.

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Figura 15. Mapa que ilustra las áreas ocupadas por las culturas con rasgos mesoamericanos durante el periodo preclásico. Las flechas indican la dirección de la expansión de los rasgos culturales de las tradiciones.

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Figura 16. Fotografía aérea del sitio arqueológico “Guachimontones”, Teuchitlán Jalisco. Olay 2015 Figura 7.

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Figura 17. Maqueta de Occidente, representando algún ritual sobre un “Guachimonton”. The Art Institute of Chicago

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Figura 18. Dibujo de planta de un “Guachimontón” en el sitio arqueológico Navajas, Jalisco, tras las excavaciones realizadas en el sitio por Beekman 2007 Figura 6

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Figura 19. Cerámica Morales. Los estilos de formas y decoraciones continúan con la tradición iniciada en Chupícuaro durante buena parte del clásico. MNA, sala Norte y Occidente de México.

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Figura 20. Distintos tipos de arreglos arquitectónicos del conjunto Patio Hundido Cárdenas 2008, figura 5.

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Figura 21. Conjunto de Doble Templo y Patio Hundido, y Recinto de los Gobernantes. Peralta, Guanajuato. Cárdenas Arqueología Mexicana, 2008: 24

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Figura 22. Mapa que ilustra las áreas culturales en expansión durante el clásico hacia el norte. Figura 23. Fotografía del sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas.

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Figura 24. Cerámica pintada y esgrafiada del sitio arqueológico Alta Vista. Excavada durante las exploraciones de Manuel Gamio. Dibujos de L. Orellana T. (Marquina 1951:250).

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Figura 25. Ilustración 26 Fotografía que ilustra el conjunto patio (Patio Compound) en el sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas

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Figura 26. Esquema de un montículo saqueado en Villa de Reyes, SLP. Crespo 1976, Figura 30

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Figura 27 Plano del sitio arqueológico Villa de Reyes, o Electra. Crespo 1976 Figura 31

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Figura 28. Dibujos de la cerámica Policroma Valle San Luis. Braniff 1992, figura 15.

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Figura 29. Mapa que ilustra la distribución del tipo cerámico Policromo Valle San Luis

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Figura 30. Mapa con la distribución del complejo Cerámico copa/olla Pseudocloisonné

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Figura 31. Mapa con la sobre posición de las esferas de interacción de los materiales diagnósticos en la frontera norte mesoamericana.

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Figura 32. mapa que muestra la expansión de la esfera de los Altos-Juchipila hacia la parte norte de la cuenca del Río Verde Grande durante el Epiclásico.

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Figura 33. Plano y poligonal de protección del sitio arqueológico de Teocaltitán, Jalisco. Nótese el patio hundido con montículo y el juego de pelota en la zona central del sitio. Montejano 2015 Figura 4

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Figura 34. Fotografía del montículo que cierra uno de los patios en el sitio arqueológico de Teocaltitlán. Montejano 2015 figura 5

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Figura 35. Mapa con la posición de los sitios arqueológicos con que objeto de estudio de esta investigación.

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Figura 36. Ubicación de los sitios arqueológicos en la cuenca del rio verde Figura 37. Mapa de los limites políticos del Estado de Aguascalientes con la ubicación de todos los sitios arqueológicos hasta ahora registrados en el INAH Aguascalientes, y la delimitación de las 3 Zonas que han sido objeto de estudios sistemáticos desde 2000.

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Figura 38. Zonas arqueológicas de la Zona #1 de Aguascalientes

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Figura 39. Zonas arqueológicas de la Zona #2 de Aguascalientes

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Figura 40. Zonas arqueológicas de la Zona #3 de Aguascalientes

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Figura 41. Plano General de Santiago con la ubicación de las excavaciones realizadas en el sitio por el proyecto arqueológico Cerro de Santiago.

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Figura 42. Plano de la Zona Ceremonial del sitio arqueológico Cerro de Santiago.

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Figura 43. Izquierda: Dibujo de los patios hundidos. Derecha: Patio hundido de Santiago.

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Figura 44. Tres zonas habitacionales en el sitio arqueológico Cerro de Santiago

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Figura 45. Ejemplo de unidades habitacional de Santiago

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Figura 46. Zona Ceremonial del Sitio Arqueológico El Ocote. Pelz 2006: 31.

Figura 47. Panel de pinturas rupestres del sitio arqueológico de El Ocote. Ortofoto elaborada mediante fotogrametría, y procesada en DStretch.

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Figura 48. Entierro infantil #4 del Ocote. Pelz 2006: 522

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Figura 49. Entierro #5. Pelz 2006:52

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Figura 50. A) Vista frontal del cráneo con deformación tabular erecta del individuo A del entierro 1, temporada 2000 (Palomo 2015: Figura 51. B) Vista Posterior del mismo cráneo. C) Vista sagital del mismo cráneo. D) Cráneo femenino con deformación tabular erecta, Entierro E de “los terreros”, alrededor del sitio de La Quemada. Faulhaber, 1960 Figura 5

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Figura 51. Dibujo del pozo de excavación realizado por Castellanos.1994

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Figura 52. Fotografía del pozo de excavación realizado por Castellanos 1994

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Figura 53. Plano redibujado del sitio arqueológico realizado por Castellanos 1994.

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Figura 54. Plano del Sitio arqueológico Cerro de en medio.

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Figura 55. Plano con la ubicación de los patios hasta ahora encontrados en el sitio Cerro de en medio. Figura 56. Localización de los elementos depositados debajo del piso de la estructura 26.

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Figura 57. Recursos faunísticos recuperados en el Ocote. A) Tibi izquierda asada de venado cola blanca (Odocoileus virginianus) B) Mandíbula asada de un perro (Canis familiaris). C) Pelvis derecha asada de una liebre (Lepus sp.). D) Mandíbula derecha asada de pecarí de collar (Tayassu tacaju) E) Cráneo de tuza asado (Thomomys umbrinus). fotografías tomadas de Pérez 2016, Anexo 1.

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Figura 58. Artefactos de lítica encontrados en el sitio arqueológico de El Ocote. Pelz 2006: 78.

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Figura 59. Malacate encontrado en el Ocote. Pelz 2006: 81 Figura 60. Mujer usando un malacate (Códice Mendoza 1980: Folio 68r), y diferentes tipos de malacates. Figura 61. Tejos encontrados en Santiago (a) y Cerro de en medio (b) Figura 62. Copa decorada al Pseudo-cloisonné. Nótese la imagen central, representando un ritual. LACMA, colección Occidente de México.

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Figura 63. Vasija pseudo-clóisonne encontrada en Alta Vista. MNA

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Figura 64. Pseudo-cloisonné El Cóporo. Pérez 2007, figura 30.

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Figura 65. Pseudo-cloisonné del Huistle, Jalisco (Hers 1983:33)

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Figura 66. Pseudocloisonne Buenavista (Pérez 2007:151

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Figura 67. Pseudo-cloisonné Ocote (Jiménez 2014)

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Figura 68. Pseudo-cloisonné Santiago (Torrez 2014: 53)

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Figura 69. Pseudo-cloisonné encontrado Cerro de en medio

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Figura 70. (a) Plato hondo con decoración al negativo, (B)cajetes trípodes decorados al negativo Cabrero 2014: 33

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Figura 71. Izquierda: Negativo, rojo/café, cajete de base anular y fondo punzonado. Al interior tiene los diseños en negativo. Jiménez 2014: 26. Derecha, misma imagen utilizando filtros en DStretch.

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Figura 72. Fragmentos de cerámica decoradas al negativo asociadas a la estructura 58. A) Colección L70-7-C28 B) Colección L70-7-C7 C) Colección E53-U1-SI-CII-597. (Puch Ku 2014:35; Torres 2014:53)

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Figura 73. A) Cuello y borde revertido de una olla encontrado bajo el piso de la estructura 26, del patio #2 del Cerro de en medio (Dueñas 2015). B) Borde Revertido recuperado en prospecciones sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). C)Base Anular recuperada en prospección sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013) . D) Base Anular recuperada en prospecciones sobre el Cerro del meco, esta pieza presentaba restos de pigmento gris tipo Pseudocloisonné (Dueñas 2013).

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Figura 74. Figurillas Rio Verde. A) Fotogrametría de Leopoldo Batres, exhibida en el museo Smithsoniano, propiedad de la familia Franco, dueños de la hacienda de La Quemada, y asociada al sitio arqueológico homónimo (Batres 1903). B) Figurilla recuperada en Buenavista, Sureste Zacatecano (Pérez 2007). C) dibujo de una figurilla recuperada en los Altos de Jalisco (Czitrom 1986,1995). Tomado de Pérez 2007: 189

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Figura 75. Figurilla Tipo Rio Verde, El Ocote. Pelz 2006.

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Figura 76. Mapa de la distribución conjunta de bases anulares, negativos, bordes revertidos y figurilla rio verde, que conforman la sub-esfera de interacción “Rio Verde Grande”, además de zonas donde se han reportado como materiales foráneos (Cañón de Bolaños Hrdlicka (1903), Cuenca de Sayula y Valle de Atemajac (Shondube 1983)

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Figura 77. Dibujo Figurilla Rio Verde de Santiago. Figurilla Rio Verde, Cuadro B2, Capa III. (Modificado de Puch Ku 2014:40)

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Figura 78. Policromó San Luis reportado en el sitio Buena Vista, Zacatecas. Pérez 2007:164

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Figura 79. Tipos de cuello y bordes asociados a la decoración Policromo San Luis. (Braniff 1992:71).

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Figura 80. Dos fragmentos de Policromo San Luis. Fragmento de Olla (A Colección CA3B4-II-9) y fragmento de cajete (B colección E53-U1-SIV-CII1683) asociados a la estructura 58.

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Figura 81. Olla Policromo San Luis, localizada en la bodega del Museo de Historia Regional de Aguascalientes. Nótense los diseños solares en delineado negro. Cabe señalar que su procedencia es desconocida. INV 10436819 REG 679 P.J

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Figura 82. Tablillas con decoración geométrica esgrafiada, y Tablilla completa rojo y negro/bayo. Cabrero 2014: 38

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Figura 83. Tablillas. El Ocote. Jiménez 2014: 45

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Figura 84. Fotografía Tablilla. Cerro de En medio.

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Figura 85. Clasificación de Figurillas Cerro García. Gómez y de la Torre 1996, Figura 1.

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Figura 86. Izquierda, Figurilla “Cerro de Garcia” recuperada en El Ocote. Derecha, Figurilla Cerro Garcia Tipo F (Gómez y de la Torre 1996 Figura 8)

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Figura 87. Placas de Concha, asociadas al entierro 6 Pelz 2006:54

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Figura 88. Ornatos de concha recuperados en el Ocote, Pelz 2006:79

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Figura 89. Mapa del Comercio de la Turquesa. Melgar 2010 Figura 3

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Figura 90. Tesela de piedra verde encontrada en la estructura 29 del Patio#2 del Cerro de en medio (Dueñas 2016) Figura 91. teselas de piedra verde recuperadas en el sitio arqueológico de El Ocote Pelz 2006 Figura 92. Maqueta de Juego de Pelota. Nayarit. MNA Figura 93. Esquema evolutivo del juego de pelota. Taladoire,2000 Arqueología Mexicana.

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Figura 94. Juego de Pelota de la Quemada, Zacatecas.

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Figura 95. Juego de pelota en Casas Grandes, Chihuahua. Branniff 2008

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Figura 96. foto aérea de wupakti National Mnument ballcourt, Arizona. Tomado de su página web.

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Figura 97. Mapa topográfico del juego de Pelota de Santiago y la tipología de juegos de pelota y sus cronologías, según Taladoire (2001:104). Aunque los cabezales no son fácilmente discernibles, podemos establecer un parecido con el tipo XIII v.1 del formativo tardío, al igual que el tipo 1. Diferentes versiones podrían presentarse si se profundizará en el estudio del espacio arquitectónico.

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Figura 98. Dibujo de un fragmento de figurilla Tipo I, encontrada en el sitio de Santiago (Nicolás 2013). La figurilla es parte de los materiales diagnósticos de la esfera septentrional de Mesoamérica. Dibujo Elaborado para esta tesis por Manuel Dueñas.

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Figura 99. A) Mapa que esquematiza el posible origen de las poblaciones al norte del Río Verde, ubicándolo en los Altos de Jalisco, de donde sabemos existen tradiciones culturales más antiguas. B) Propuesta de cronología para el Norte del Río Verde Grande. C) Modelo de Difusión blanda de Kelley (1974 Fig. 1) ..

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Figura 100. Tabla que presenta las regiones de la frontera septentrional y sus diferentes fases a través del tiempo. Los vacíos representan el alcance de la frontera en determinado momento.

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Figura 101. Mapa de la Frontera Septentrional en distintos momentos, además de la distribución de las “Naciones Chichimecas” reportadas en el trabajo de Wigberto Jiménez (1943 Figura 5) .

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Introducción

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l pasado prehispánico de Latinoamérica es de suma importancia para entender su presente. Durante ese periodo se gestaron las características culturales que, al mezclarse con las que llegaron desde el viejo continente, le dieron personalidad única a las naciones que eventualmente emergerían. Sin embargo, no siempre es reconocida dicha importancia y en su estudio, la complejidad que las sociedades precolombinas tuvieron es muchas veces subestimada. Los pueblos indígenas del continente americano no fueron simples moradores de sus territorios, muy por el contrario, se vieron envueltos en complicadas dinámicas sociales, de intercambio e interacción, que involucraron el movimiento de bienes y personas a través de caminos que no serían abandonados durante el proceso de colonización en el siglo XV. La presente investigación es un acercamiento a las dinámicas de interacción regional que vincularon antiguas sociedades sedentarias localizadas en lo que hoy es el estado de Aguascalientes, México, con otras regiones. Para lograr lo anterior, esta investigación se apoya en la Teoría de Sistemas Mundo, en los datos recabados durante las exploraciones del sitio arqueológico Cerro de en medio, municipio de San José de Gracia, Aguascalientes, en un análisis estilístico y tipológico de distintos materiales provenientes de las intervenciones en el sitio, así como de datos ubicados en publicaciones sobre otros sitios arqueológicos.

Problema El pasado prehispánico del territorio al norte del Río Lerma-Santiago en México, ha sido mal estereotipado como un lugar en donde no se desarrollaron sociedades ni culturas diferentes a la de los cazadores-recolectores que habitaban estas regiones al momento del contacto. De las entidades que recorren las aguas del Río Lerma-Santiago y sus afluentes tributarias, el estado de Aguascalientes cuenta con una investigación arqueológica reciente comparándola con las otras entidades; sin embargo, actualmente gracias a los esfuerzos que la Arqueóloga Ana María Pelz, titular del departamento de Arqueología en 8

el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) del estado, realiza en el sitio arqueológico del Ocote y en colaboración con la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (UASLP) en otros sitios arqueológicos del estado, es que se está esclareciendo el panorama de los habitantes prehispánicos de esta región, mostrando que también existen vestigios que dan muestra de la presencia de sociedades agrícolas sedentarias con una fuerte carga cultural mesoamericana. Ahora sabemos que también se cuenta con una ocupación de grupos sedentarios, con rasgos mesoamericanos claramente identificables y no solamente bandas de cazadores recolectores. De esta manera, las evidencias arqueológicas nos presentan una contradicción. Por un lado, tenemos a las fuentes históricas, textos provenientes de militares, frailes y colonizadores de estas regiones que simplificaron y caricaturizaron al eterno “bárbaro norteño”, hostil ante todo intento de integración al sistema colonial, y a su nuevo orden territorial. Por otro lado, tenemos los vestigios arqueológicos, que desde principios del siglo XX han sido objeto de estudio por arqueólogos profesionales y que nos dan cuenta de un panorama más complicado. El concepto que emergería para explicar esta contradicción es el de “Frontera Fluctuante”. Esta frontera encontraría su máxima extensión durante el periodo de tiempo conocido como “Epiclásico”, término acuñado por el investigador Wigberto Jiménez Moreno (1959:1063), para referirse al periodo de tiempo entre los años 600 al 900 d.C, un periodo caracterizado por el declive de Teotihuacán e inmediatamente anterior al desarrollo de Tula. En el occidente de México, en este periodo se observa el final de la tradición de Tumbas de Tiro, y se inicia con lo que algunos investigadores llaman la “mesoamericanización” del Occidente (Schöndube 1980). Para el mismo periodo, los investigadores hablan de un momento de conflicto, inestabilidad política y por lo mismo, de un aislamiento entre sus regiones, que preceden a un periodo sumamente militarizado (Florescano 2000:225-228). No obstante, en la frontera norte se vivió el periodo de máxima expansión, con una amplia dispersión de objetos y rasgos culturales que muestran la existencia de una red macrorregional (Solar 2002, ver también Jiménez y Darling 2000; Jiménez 2005, 2006, 2007).

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En el territorio que hoy ocupa el estado de Aguascalientes hubo una ocupación humana importante durante el Epiclásico, que fácilmente podría trasladarse mucho antes en el tiempo dadas ciertas asociaciones estilísticas en la cerámica recuperada por los distintos proyectos arqueológicos que el centro INAH y la UASLP llevan a cabo. Además de esos proyectos, esta tesis presenta algunos de los resultados de trabajo dentro del Proyecto Arqueológico Cerro de en medio (PACE), que desde 2012 lleva realizando labores de prospección y excavación. Desde el planteamiento de la investigación, los objetivos fueron contribuir al conocimiento de esta región y buscar datos que nos permitieran acercarnos a un mejor entendimiento de las relaciones culturales y sociales de estos asentamientos (Figura 1) con el resto de Mesoamérica.

Descripción de la zona de estudio La porción norte del Río Verde Grande se encuentra actualmente en lo que hoy es el estado de Aguascalientes, en donde podemos encontrar 3 zonas orográficas, la tercera 10

parte correspondiente al este pertenece al Altiplano Mexicano, o mesa central y la parte oeste a la Sierra Madre Occidental y la parte sur pertenece al eje neo volcánico transversal (Figura 2). El territorio de Aguascalientes es atravesado en la parte oeste por una cadena montañosa que proviene de Zacatecas, recibiendo el nombre sucesivamente de norte a sur de Sierra Fría, del Pinal, del Pabellón, de Guajolotes y de Laurel a lo que se le conoce como Sistema Montañoso Occidental. El municipio de San José de Gracia se encuentra ubicado al oeste del estado, y dentro de su territorio se encuentra la Sierra Fría cuya máxima elevación es de 3050 msnm, ubicada en el cerro de la Ardilla. En general se encuentra dentro de la sub provincia fisiográfica de Sierras y Valles Zacatecanos. Estas sierras se encuentran formadas por riolitas que alternan con extensos bancos horizontales de tobas, formando una serie de mesetas escalonadas (92.6% del territorio cumple con esta topoforma), debido a la diferencial resistencia a la erosión de cada clase de rocas (Valencia 1991:6).

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Elaboró Manuel Dueñas

Figura 2. La mayoría de los sitios se encuentran dentro de la sub-provincia Sierras y Valles Zacatecanos, pertenecientes a la sierra madre occidental.

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El suelo dominante en la región, y según la carta edafológica, la que compete al sitio arqueológico, es el Leptosol cubriendo un 37.4% del municipio (INEGI 2014). Tal vez de mayor importancia para las explicaciones del surgimiento de las tradiciones culturales en el norte del país, la región hidrográfica conecta al sitio con la cuenca del Río Verde, y subsecuentemente con el sistema Santiago-Lerma (Figura 3). En el Río Santiago se encuentran las siguientes cuencas: •

Chapalagana o Huaynamota (Nayarit)



Mezquitic – Bolaños (Jalisco)



Malpaso-Juchipila (Zacatecas)



El Río Verde Grande (Aguascalientes)

Elaboró Manuel Dueñas

Figura 3. Las subcuencas hidrológicas tributarias del Río Lerma-Santiago son los ejes de la dispersión del modo de vida mesoamericano a finales del formativo, principios del clásico.

Los climas asociados a la porción norte del Río Verde Grande (Figura 4) son: El tipo BS1kw(w) es de subtipo semiseco (1), con grado de humedad mayor que 22.9 (coeficiente que resulta de la relación precipitación/temperatura). Por otro lado, en el 12

clima BS0kw(w), el subtipo (0) indica que es seco, pues su grado de humedad es menor de 22.9. La condición de temperatura (k), que es una característica establecida considerando las temperaturas medias anual del mes más frío y del más cálido, corresponde a templado con verano cálido, que presentan una temperatura media anual entre 12 y 18 °C, la media del mes más frío esta entre -3 y 18 °C y la del más cálido > 18 °C. El régimen de lluvia (w), que define el comportamiento de la lluvia durante el año indicando la temporada en la que se concentra la mayor cantidad, es de verano. Esto significa que el mes de máxima precipitación cae dentro del período mayo-octubre, donde se recibe por lo menos diez veces mayor cantidad de precipitación que el mes más seco del año. El último término (w) indica que su porcentaje de lluvia invernal (cantidad de lluvia que cae en este periodo con respecto a la total anual) es < 500 mm (INEGI 2000).

Elaboró Manuel Dueñas

Figura 4. Tipo de clima de la zona de estudio.

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Justificación Los restos arqueológicos en el estado de Aguascalientes proveen una oportunidad para estudiar los efectos sociales a gran escala de la integración e interacción que las sociedades de esta región norte de Mesoamérica entablaron con sociedades de otras regiones. Las unidades habitacionales que podemos encontrar representadas por los vestigios encontrados en sitios arqueológicos como Santiago y el Cerro de En medio, son

A B

Figura 5. A) Fotografía tomada cerca de la presa Calles, en el Estado de Aguascalientes durante la temporada de secas. Nótese la vegetación xerofita . Foto Manuel Dueñas. B) Fotografía tomada desde el sitio arqueológico hacia la barranca de las cabras. En época de lluvia se logran ver pastizales. Foto Manuel Dueñas.

el núcleo de la expansión del modo de vida de la frontera mesoamericana durante el periodo Epiclásico en la región. Durante este tiempo, dichas unidades habitacionales fueron sujetas a fuerzas de aculturación que acompañaron la llegada de un modo de vida y un sistema económico durante esta época. Por eso, es necesario comparar la información de sus unidades habitacionales y el material cultural entre estos sitios, en una escala local, para después ampliar la escala a nivel regional y macrorregional. Aunque sabemos de la existencia de más sitios arqueológicos en el estado de Aguascalientes, tanto Santiago como Cerro de En medio son sitios que cuentan con proyectos arqueológicos aprobados por el Consejo de Arqueología y son apoyados por el Centro INAH Aguascalientes, dándoles el aval institucional necesario para realizar investigación, siendo esta la razón para centrar los esfuerzos de esta tesis en ellos.

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Objetivos Vincular los sitios arqueológicos que se encuentran en el actual estado de Aguascalientes con el resto de las sociedades contemporáneas (tanto al norte como al sur) a través de la perspectiva teórica de Sistemas Mundo para poder entender y explicar los procesos de interacción a nivel de sitio, a nivel regional y a nivel macrorregional. Para ello será necesario:



Recabar más información sobre los bienes de prestigio presentes en dichos sitios.



Analizar materiales cerámicos mediante la metodología de tipo variedad, para identificar tipos cerámicos y otros materiales diagnósticos.



Comparar la información obtenida mediante prospecciones y excavaciones con la información bibliográfica en dos niveles: o Comparar la distribución de bienes de prestigio dentro de los sitios o Comparar la distribución de bienes de prestigio a partir del concepto de esferas de interacción con otras regiones



Explicar el porqué de las similitudes y diferencias de la cultura material utilizando el aparato conceptual de la Teoría de Sistemas Mundo.

Marco Teórico En el presente trabajo, abordaremos distintas escalas de investigación, partiendo del análisis de materiales arqueológicos provenientes de unidades habitacionales en sitios arqueológicos en Aguascalientes para así poder continuar con las relaciones entabladas dentro de cada asentamiento, particularmente la distribución de bienes foráneos, que nos permitirá entender también que papel tenía en relación con los sitios arqueológicos aledaños a ellos, para después poder acercarnos a entender como interactuaban con una región más amplia, como lo es el norte de Mesoamérica, el Suroeste estadounidense y en general con el resto de Mesoamérica. Partimos desde las unidades habitacionales, porque en las últimas décadas los arqueólogos han encontrado en los estudios de ellas respuesta a preguntas complejas de 15

orden social. Dichas unidades, que están compuestas por arquitectura, artefactos y áreas de actividad particulares, son elementos encontrados constantemente en los sitios arqueológicos, que dan cuenta del rango en la variación de la división social y que son la unidad básica de producción, consumo, transmisión y reproducción cultural (Sweitz 2006:1). Siendo tales sus componentes, se encuentran al frente de la adaptación a los cambios ambientales, tanto naturales como sociales. Dándose cuenta de esto, los arqueólogos interesados en las sociedades complejas, cada vez utilizan más estas unidades para conseguir respuestas sobre la organización social y la adaptación (Sweitz 2006:1). Estas investigaciones centran su atención en la articulación que existe entre unidad habitacional, una comunidad mayor (ciudad, aldea o pueblo) y los sistemas culturales regionales y pan-regionales. La Teoría de Sistemas Mundiales de Wallerstein (1974, 1978, 1979, 1980) examina cómo es que el desarrollo de sociedades que se vuelven núcleos en términos políticos y económicos influye a otras sociedades periféricas, principalmente por el control de sus recursos mediante la creación de una estructura en la que diferentes regiones son interdependientes y en las que existe una división del trabajo. El concepto Sistemas Mundo fue desarrollado para explicar las relaciones globales de los últimos 650 años, durante el periodo de expansión europea. Esto hace que existan algunas consideraciones cuando se trata de aplicar esta teoría a épocas anteriores; dichas consideraciones serán tratadas en el siguiente capítulo a detalle, no obstante es necesario aclarar que para aproximarnos a las sociedades pre-capitalistas desde la teoría de Wallerstein, se utilizan conceptos como “modos de producción” (Terray 1975; Meillassoux 1981; Godelier 1982) y el concepto de “economía basada en bienes de prestigio” (Frankenstein y Rowlands 1978; Gledhill 1978). El concepto de modos de producción lo definió Karl Marx como todos los materiales, energía, trabajo humano y conocimientos necesarios para la producción de bienes y las relaciones que su producción generan, es decir, las relaciones reciprocas entre las personas que producen bienes (Marx 1968).

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El modo de producción regulado por parentesco puede ser entendido como una manera en la que el trabajo social se organiza a través de filiaciones, matrimonios, consanguineidad y afinidad de los individuos que adquieren poder y prestigio a través de la manipulación de la fuerza productora de su linaje y estableciendo, a través del matrimonio, alianzas con otros linajes (Wolf 1982:91). En ambos modos de producción pueden existir distintas sociedades que se dirigen políticamente por caciques, por elites o estados. Sin embargo, el énfasis de este análisis son las relaciones de intercambio entre los individuos y grupos, no en las formas políticas de organización. En cuanto a las relaciones de intercambio, una variedad de diferentes sistemas económicos ha aparecido a través de la historia, como el capitalismo (Marx 1967; Laclau 1977), el mercantilismo (Marx 1967:331; Wolf 1982:83-8), y los bienes de prestigio (Frankenstein y Rowlands 1978; Gledhill 1978). El último tipo es el más relevante para la discusión de las interacciones entre Mesoamérica y las poblaciones de su frontera norte. Los sistemas económicos de bienes de prestigio están basados en la asociación que hay entre poder político y el acceso a bienes foráneos con importante valor social. Este concepto tiene sus orígenes en los trabajos sobre economías primitivas (Strathern 1971, Sahlins 1972, Schneider 1974), y en el trabajo arqueológico de Frankenstein y Rowlands (1978) y Gledhill (1978). Dichas economías se asocian comúnmente con los modos de producción por parentesco, con los que puede generar conexiones con modos tributarios. Los líderes de las sociedades conectadas por este sistema poseen un potencial ilimitado sobre la demanda de excedente de producción, pero las condiciones materiales (medio ambiente, tecnología y densidad de población) limitan las capacidades de producción de una sociedad. Si un líder intenta exceder estas limitaciones u obtener más trabajo del que los subordinados están dispuestos a ceder, ocurre que la economía colapsa o los productores derrocan al líder. Solo si las fuerzas productivas de la sociedad se incrementan, o si los líderes obtienen una fuerza coercitiva más grande, estas contradicciones pueden superarse y el sistema se transforma en un modo de producción más explotador de sus subordinados.

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El sistema económico basado en bienes de prestigio es inestable, puesto que estos cambian constantemente debido a la entrada de nuevos bienes o a la resignificación de los viejos. Además, la dependencia de estas economías en líderes externos contribuye a su inestabilidad, ya que individuos o grupos competidores dentro de la sociedad tienden a romper los monopolios sobre bienes extranjeros, desplazándose unos a otros. El abasto de bienes de prestigio foráneos depende del intercambio que conecta a los líderes de sociedades distantes, sobre las que nadie tiene el control directo. Perturbaciones ambientales, políticas o sociales a muchos kilómetros de distancia pueden interrumpir el flujo de bienes a los líderes y hacerlos perder su prestigio. Estas interrupciones del flujo de bienes de prestigio pueden ocasionar descontento con el grupo en poder, llegando incluso a la disociación del conjunto como es el caso, argumentamos en este trabajo, de la frontera norte de Mesoamérica. Comencemos entonces por explicar a que nos referimos cuando decimos “Sistema Mundo Mesoamericano”.

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Capítulo I Perspectiva teórica

E

n el presente capítulo abordaremos la Teoría de Sistemas Mundo, y sus conceptos claves. Además, se presenta de manera general el caso de Mesoamérica visto desde esta perspectiva teórica. 1.1 Sistemas Mundo, un modelo de interacción Los Sistemas Mundo son redes de interacción humana que oscilan entre expansión y contracción, que ocasionalmente unen en un solo sistema a regiones y sociedades anteriormente separadas y que condicionan en muchos casos la reproducción y el cambio social (Chase-Dunn y Jorgenson 2001:1). Para establecer los límites espaciales de un sistema mundo se debe comenzar por observar sus componentes locales, ya que todas las sociedades, incluso los cazadores recolectores nómadas, tienen interacciones importantes con las sociedades vecinas inmediatas, pero eso no significa que constituyan un sistema mundo. Teniendo esto en cuenta, si se consideran todas las interacciones (incluso las más indirectas) podemos observar que los sistemas son muy amplios, y que las redes de interacción, aunque siempre son intersociales, no siempre son “mundiales”, en el sentido de que los acontecimientos en una región tengan efectos rápidos e importantes en regiones distantes. Es decir, el impacto que tienen dichos acontecimientos sobre las distintas sociedades que están conectadas bajo el mismo sistema está limitado por el alcance que tenga el transporte y la comunicación en un momento determinado (Chase-Dunn y Jorgenson 2001:4). Esta perspectiva teórica emergió como propuesta para modelar e interpretar los comienzos y la expansión del sistema europeo que ha unido al globo desde los últimos 500 años (Wallerstein 1974; Arrighi 1994; Shannon 1996; Chase-Dunn 1998;). La idea de una jerarquía núcleo/periferia basada en el desarrollo económico, estados fuertes dominando y explotando a estados “menos desarrollados” y periféricos fue el concepto central de esta teoría. Sin embargo, en las últimas décadas la perspectiva se ha extendido para analizar a los más tempranos y pequeños sistemas intersociales.

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En su libro “The World System: Five hundred or Five Thousand years?”, Andre Gunder Frank y Barry Gills (1993) proponen que el sistema mundial contemporáneo solo es la continuación de un sistema cuyos orígenes se dieron hace 5000 años con los primeros estados, particularmente en Mesopotamia. Chase-Dunn y Hall (1997) modificaron aquellos conceptos básicos para hacer más útil el estudio comparado entre distintos tipos de sistemas, que pueden ir desde pequeñas redes intergrupales compuestas por recolectores sedentarios (Chase-Dunn y Mann 1998), hasta grandes sistemas regionales en los que se ven conectados cacicazgos, estados prístinos, imperios agrarios y el mundo contemporáneo (Chase-Dunn y Jorgenson 2001:4). Veamos cuales son esos conceptos. 1.1.1 El concepto de redes anidadas Los distintos tipos de redes de interacción tienen importancias relativas dependiendo del tipo de sistema, y siempre hay que tener en cuenta la naturaleza y grado de las interacciones entre dos sistemas locales por encima de la relación núcleo/periferia, que de echo debe ser puesta a prueba en vez de asumir que es una característica general. Chase-Dunn y Hall (1997) introducen los conceptos de redes anidadas explicando que en muchos de los sistemas intersociales existen interacciones a diferentes escalas espaciales y en intensidades relativas que influyen en cualquier localidad particular, estas redes son: •

Las redes de información (RI)



Las redes de bienes de prestigio (RBP)



Las redes político/militares (RPM)



Las redes de bienes de bulto (RBB)

La más extensa de las redes es la de información. La información es ligera, y viaja grandes distancias. Siguiéndola en extensión, la red de bienes de prestigio está compuesta por el intercambio de objetos de lujo con un alto valor. La siguiente red de interacción está compuesta por unidades políticas que están aliadas o en conflicto. Y la más pequeña 20

de las redes son aquellas que tienen que ver con la división del trabajo en la producción de bienes básicos como comida y materias primas. 1.1.2 Tipos de sistemas Retomando a Chase-Dunn y Hall (1997), ellos dividen la conceptualización de las relaciones núcleo periferia en dos aspectos analíticos: •

La diferenciación entre núcleo y periferia



La jerarquía entre núcleo y periferia.

La diferencia entre núcleo y periferia existe cuando en dos sociedades que tienen interacciones sistémicas una tiene mayor población y/o mayor complejidad social que la otra. El segundo aspecto, la jerarquía, existe cuando una sociedad (usualmente del núcleo) domina o explota a otra (usualmente en la periferia). Estos dos aspectos suelen ocurrir

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juntos porque una sociedad con mayor población y complejidad usualmente tiene mayor poder (con sus respectivas excepciones, como los mongoles). Esta separación analítica (núcleo/periferia) debe ser puesta a prueba en cada una de las redes de interacción descritas arriba. Usando este aparato conceptual, se pueden construir cronografías espaciotemporales (Figura 6) como la que Chase-Dunn (1997) reconstruye respecto a cómo las estructuras sociales y sus redes de interacción cambiaron las escalas espaciales para, eventualmente, llegar a la economía y política global que tenemos hoy en día.

1.1.3 Los ciclos en los sistemas mundo: Auge y caída Estudios comparativos (Chase Dunn y Hall 1997) revelan que todos los sistemas mundo exhiben procesos de cambio cíclicos, los más importantes son el surgimiento y caída de unidades políticas grandes, y pulsaciones en la extensión espacial e intensidad de las redes de comercio. “Auge y caída” corresponden a cambios en la centralización de las redes político/militares, es una cuestión de tamaño relativo y distribución de poder entre unidades políticas que se define por el término “ciclo”, que ha sido utilizado para describir este fenómeno entre sociedades de tipo cacicazgo por David G. Anderson (1994), en su estudio sobre el auge y caída de los grupos del valle Savannah del Río Mississippi. En su estudio, el ciclo está compuesto por una primera fase en la que unidades cacicales extienden control sobre caciques vecinos y forman una administración jerárquica de dos niveles, centralizando el poder regionalmente para eventualmente desintegrarse y volver a unidades políticas más pequeñas y menos jerárquicas.

Todos los sistemas mundo en los que intervienen unidades políticas jerarquizadas experimentan un ciclo en el que algunas de estas unidades crecen en poder y tamaño para luego declinar (Frank y Gills 1993). También todos los sistemas, incluyendo los más pequeños e igualitarios, exhiben expansiones y contracciones cíclicas en su extensión espacial e intensidad en sus redes de intercambio. A esta secuencia de expansión y contracción se le llama “pulsación”. Incluso los pequeños en escala y muy igualitarios

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sistemas como el de los recolectores sedentarios del norte de california (Chase-Dunn y Mann, 1998), aunque no tienen ciclos de auge y caída, si experimentan pulsaciones.

Diferentes tipos de comercio (especialmente los bienes de bulto o los bienes de prestigio) usualmente tienen diferentes características espaciales. También es posible que diferentes tipos de comercio muestran diferentes secuencias temporales de expansión y contracción. No obstante, está a prueba para cada caso que el cambio en el volumen de intercambio corresponda a cambios en la extensión espacial.

Chase-Dunn y Hall (1997) sostienen que el proceso causal para el ascenso y caída difiere en cada sistema depende del modo de acumulación predominante. Una diferencia enorme entre el surgimiento y caída de imperios y el surgimiento y caída de hegemonías modernas está en el grado de centralización adquirida dentro del núcleo.

Los sistemas tributarios alternan entre estructuras de múltiples núcleos competidores y un sistema con un solo núcleo (pocos) en toda su extensión. El sistema moderno experimenta auges y caídas de hegemonías, pero estas nunca destruyen a los otros estados núcleo para formar un sistema imperial de un solo núcleo, principalmente porque las hegemonías modernas buscan una forma de acumulación capitalista, y no tributaria.

Visto de la manera anterior, auge y caída funciona diferente también entre los sistemas compuestos por cacicazgos porque las instituciones que facilitan la extracción de recursos de grupos distantes no están tan desarrolladas. Los caciques se valen de relaciones jerárquicas de parentesco, control de rituales, y control de bienes de prestigio más que otros sistemas. Estas técnicas de poder son altamente dependientes de una normativa de integración y consenso ideológicos. En cambio, los estados desarrollan organizaciones para extraer recursos que los cacicazgos no tienen, por ejemplo: ejércitos y burocracias. Y los estados e imperios en sistemas tributarios son más dependientes de su capacidad para movilizar tropas a largas distancias que los estados modernos hegemónicos, ya que se han desarrollado modos de producción y mecanismos financieros 23

de control, así como técnicas burocráticas para ejercer poder que permiten a las hegemonías modernas extraer recursos desde lugares distantes sin la necesidad de ejercer violencia directa.

En resumen, olas de integración caracterizan a los sistemas mundo, entendiéndose por integración al incremento de sociedades interactuando económica y culturalmente, estableciendo redes de intercambio cada vez más extensas geográficamente. Estas redes de interacción son conexiones empíricamente determinables entre distintos grupos de personas, lo que nos permite analizar el aspecto espacial de subgrupos dentro de las sociedades (sobre todo a la interacción entre elites) así como a las formas en las que sus miembros están interconectados.

1.2 El Sistema Mundo Mesoamericano La idea de fondo en la teoría de sistemas mundo es que la interacción es un agente de cambio social (Adams 1974), visto como una red que puede motivar cambios masivos y rápidos, a la vez que motiva movilidad y liderazgo en las sociedades. Veamos cómo se ha aplicado esta idea en Mesoamérica.

En 1943 el historiador mexicano de origen alemán Paul Kirchhoff dictó una importante conferencia en la Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología (SMA), en la que propuso el concepto de “Mesoamérica” como: “una región cuyos habitantes, tanto los inmigrantes muy antiguos como los relativamente recientes, se vieron unidos por una historia común que los enfrentó como un conjunto a otras tribus del Continente, quedando sus movimientos migratorios confinados por regla general dentro de sus límites geográficos una vez entrados en la órbita de Mesoamérica. En algunos casos participaron en común en estas migraciones tribus de diferentes familias o grupos lingüísticos” (Kirchhoff 1960 [1943]:5).

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También propuso sus límites geográficos, su composición étnica y sus características culturales. No obstante, su propuesta estaba limitada al siglo XVI (Kirchhoff 1960 [1943]). El gran impacto que ha tenido la idea propuesta de Kirchhoff a partir de entonces y hasta la fecha en la antropología y arqueología mexicanas es ampliamente conocido, siendo un concepto utilizado incluso por el estado mexicano, sin embargo, como todo concepto, éste está sujeto al devenir de nuevas investigaciones, a innumerables críticas y debates en torno a su validez teórica y conceptual, las cuales han dado origen a las más acaloradas discusiones y han sido el origen de la identificación de toda una serie de problemáticas de diferente índole ligadas a dicho concepto (Olivé 1958; Litvak 1975; Matos 1994; López 2000). A manera de consenso, Mesoamérica es vista como una macrorregión multicultural, con distintas unidades políticas a distintos niveles de complejidad que compartieron ciertos rasgos ideológicos, sociales, políticos y tecnológicos y aunque utilizado de manera clasificatoria estrictamente en un principio, la aproximación a Mesoamérica desde el concepto de área cultural dejó una serie de preguntas sin responder, como: ¿Cuáles son los contextos sociales dentro de los cuales se dieron las conexiones entre unidades políticas en Mesoamérica? ¿Cómo y porqué estas conexiones cambiaron a través del tiempo y el espacio? ¿Estas interconexiones tuvieron por si solas impacto sobre la variabilidad cultural que se observa en las sociedades que participaron de estas conexiones? Para responder estas y otras preguntas, surgieron alternativas al término de área cultural, como por ejemplo el término “esfera de interacción” (Flannery 1968; Flannery y Shoenwetter 1970) o “imperio”. Ambos han tenido su utilidad, aunque ni separados ni juntos pueden describir o explicar la complejidad de las relaciones políticas y económicas que caracterizaron a la Mesoamérica prehispánica. Es de remarcar que Mesoamérica nunca fue un imperio (es decir, una sola unidad política), en el sentido romano, persa,

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chino o incluso inca (Wolf 1959:149151; Adams 1979; Millon 1981). Ni siquiera las tierras de la Cuenca de México y sus territorios adyacentes al tener el mejor caso documentado de una sola unidad política controlando un territorio extenso, como lo es el de la triple alianza (Blanton 1976:200, Pasztory 1978), se escapa de ser cuestionado fuertemente. El “imperio” mexica fue difícilmente un imperio en el sentido del concepto, y más bien fue un área a penas dominada con el propósito de recaudar tributo, con una amplia evidencia de procesos continuos de sometimiento, rebelión y re-sometimiento de distintas regiones. En este texto preferimos el uso de “esfera de interacción”, concepto que surgió para explicar la naturaleza de los intercambios entre sociedades igualitarias o de rango simple de los habitantes de los bosques ubicados al este de Norteamérica (Caldwell 1964), y ha sido de utilidad para interpretar las redes e intercambio de bienes de lujo, como pareció ser el caso en algunas partes de Mesoamérica, en determinados tiempos (Flannery 1968; Flannery y Shoenwetter 1970; Friedel 1979). Sin embargo, cuando se hablan de sociedades más numerosas o sociopolíticamente más complejas, como lo podrían ser las sociedades del Clásico o Postclásico del centro y sur de Mesoamérica, el concepto podría ser menos útil, pues se tienen claros los limites políticos de dichas unidades. Como se ha mencionado, el concepto de esfera de interacción es un tanto estático, y no explica por si solo las inequidades regionales que se pueden desarrollar cuando una región explota a otra, es ahí donde el marco más general de los sistemas mundo (núcleo-periferia/auge-caída) nos permite darles una interpretación dinámica a las esferas de interacción. Ahora bien, la perspectiva de Sistemas Mundo, aunque desarrollada primordialmente para entender mejor el surgimiento del capitalismo europeo, ofrece un marco más productivo para entender la naturaleza de Mesoamérica como una entidad social (Pailes y Whitecotton 1979; Whitecotton y Pailes 1979, 1983). Por supuesto que una propuesta desarrollada para analizar el cambio social y económico del siglo XVI en Europa no va a ser aplicable a Mesoamérica en todas sus particularidades. Lo que se sugiere en este trabajo, al igual que en otros (como Blanton y Feinman de 1984), es que el marco general si es aplicable.

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Bajo el esquema de sistema mundial, la riqueza y poder relativo se derivan principalmente a la habilidad con que las unidades políticas manipulan el flujo de materiales, energía y gente a una escala macrorregional (a nivel de sistema mundo), al establecer relaciones de subordinación y dependencia. En esta visión, los centros acumulan excedentes y controlan los flujos de bienes y la mano de obra a niveles macrorregionales, resaltando las tensiones y la competencia entre centro y periferia, enfocando la atención en los cambios provocados por dichas tensiones. Esto nos entrega una ventaja interpretativa adicional del modelo teórico, que es su dinamismo. Las sociedades que se encuentran en los núcleos viven dentro de una continua tensión por convertirse en núcleos. Pero la pregunta obligada para los arqueólogos es ¿puede ser Mesoamérica categorizada como un sistema mundo, aunque no tuvo las instituciones que normalmente se asocian con el capitalismo, y el flujo de materias primas fue económicamente menos significativo que la Europa capitalista?, es decir ¿Qué tan aplicables son estos criterios a los mundos geográficamente extensos y culturalmente diversos de la antigüedad? Para dar respuesta, varios criterios del esquema original de Wallerstein necesitarán ciertos refinamientos para adaptarse mejor a sistemas antiguos. Dichas modificaciones se pueden resumir en:

1.- Reconocer la importancia de los objetos de prestigio en las redes macrorregionales (Shneider 1977), ya que Wallerstein descartó los bienes lujosos como mercancías importantes para el moderno sistema mundial, pero antropólogos e historiadores reconocen a los bienes de prestigio como importantes para la acumulación y conservación del poder entre elites, mediante la distribución calculada de símbolos de estatus (Blanton y Feinman 1984:676). 2.- Cambios en el entendimiento de las relaciones centro/periferia. Con la excepción de los imperios tributarios, el concepto tradicional de centro y periferia es menos relevante para el mundo antiguo. La teoría de sistemas mundo que se maneja actualmente en arqueología (Peregrine 1996; Sherratt 2000), propone que tal vez los sistemas mundiales evidenciaban una “diferenciación entre centro y periferia”, pero no 27

existe una jerarquía entre centro y periferia, en el sentido de que los centros no necesariamente dominan política y económicamente a las periferias, como en el moderno sistema mundial capitalista. Lo anterior no quiere decir que no existieran unidades políticas que tuvieron en grados más intensos actividad económica y política en territorios extensos, por esta razón se sigue hablando en términos de centro y periferia. La diferencia radica en que el término “Núcleo, o Centro”, no necesariamente atribuye dominio o control. Como se ha mencionado, las periferias son lugares a los que es necesario prestar más atención e investigación, ya que pueden ser zonas altamente especializadas, internamente diferenciadas e innovadoras. 3.- Dejar de pensar las periferias como entidades sin poder, incapaces de determinar los términos en los que se efectúan los intercambios económicos. Las periferias suelen tener contacto con varios núcleos, lo que les permite tener cierta influencia (Edens y Kohl 1993:18), lo que nos permite también estudiar las relaciones entre distintas periferias, aunque no necesariamente estas relaciones están mediadas por un centro. 4.- Retomando el punto anterior, reconocer distintos núcleos en un mismo sistema mundo (Blanton y Feinman 1984:769; Kohl 1987; Carmack 1996). Esto permite que la teoría de sistemas mundo pueda estudiar las relaciones entre unidades políticas equipolentes, y no solo entre núcleos y periferias. 5.- La introducción del término “Subsistema” (o esfera de interacción), como una extensión de la idea de múltiples núcleos y así concebir a los sistemas mundo más amplios. De esta manera, Abu-Lughod (1989) describió ocho subsistemas interrelacionados del sistema mundial que abarcó desde Europa hasta China entre los siglos XIII y XIV. 6.- El modelo de interacción del sistema mundo necesita incluir varios tipos de redes de nexos entre los elementos del sistema. El intercambio económico tiene gran preponderancia en el establecimiento, preservación y transformación de las relaciones dentro del sistema, pero siguiendo a Chase-Dunn y Thomas Hall (1997), la dimensión 28

económica no es la única que aporta conexiones sistémicas claves. Su esquema de redes anidadas de bienes de bulto, objetos de prestigio, redes político/militares y las redes de información es práctico porque muestra que distintos tipos de red sirven para unir a las unidades constituyentes del sistema de diversas maneras. Por ejemplo, las redes donde transitan bienes de bulto emergen en espacios geográficos reducidos, mientras que los bienes de prestigio vinculan regiones distantes. Las redes político militares pueden incluir a más de una red que maneje bienes de prestigio o bienes de bulto. Si se acepta que más de una red puede estar operando, entonces también se acepta que las unidades constituyentes del sistema tal vez no tienen límites claramente definidos y que dicha fluidez puede señalar potenciales futuros en el cambio de las relaciones. Estas ideas han sido ampliamente debatidas en años recientes en un esfuerzo por cuajar una teoría de sistema mundo capaz de entender mejor a las sociedades antiguas (Peregrine y Feinman 1996; Blanton y Peregrine 1997; Feinman 1999; Sherrat 2000; Ratnagar 2001). No obstante, existen arqueólogos que han criticado la aplicación de la teoría de a las economías antiguas. Gil Stein (1999, 2002), es un ejemplo de investigador que encuentra limitada e inapropiada para el análisis de las economías precapitalistas. Lamentablemente, estas críticas se enfocan más en el modelo original de Wallerstein, sin tomar en cuenta los estudios arqueológicos recientes que usan esta perspectiva. Las ideas de los autores citados arriba van más lejos que las ideas de Wallerstein, al grado que las alternativas que utiliza Stein al sistema mundial, como diásporas de comerciantes, o colonización, de hecho, son compatibles con la perspectiva que intenta criticar. Entonces, la respuesta a la pregunta ¿puede ser Mesoamérica un sistema mundo? Es un rotundo sí, si podemos ser capaces de definir un sistema económico precapitalista, basado principalmente en el intercambio de bienes de prestigio escasos, fungibles, duraderos y de amplia reputación de finesa (Adams 1981: 8), aunque con otros tipos de redes de interacción funcionando al mismo tiempo, con múltiples subsistemas, núcleos y periferias en distintos momentos de su historia.

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Para el caso de la última etapa de Mesoamérica prehispánica, el Postclásico, Berdan y Smith (2004) reconocen ciertas áreas (además de los núcleos) que eran de gran importancia para la interacción macrorregional (Figura 7), y que dicen, debemos enfatizar la importancia sistémica de dichas áreas, así como a sus nexos, identificando las siguientes unidades espaciales:

Figura.7Áreas Funcionales del sistema mundo mesoamericano. Postclásico. Berdan y Smith 2004 Fig.3.

1.-Centros comerciales macrorregionales, que operaban como núcleos comerciales que atraen comerciantes y bienes de lugares del sistema remotos y diversos. 2.- Prosperas zonas productivas, que son zonas densamente pobladas con actividades económicas entretejidas en las redes comerciales a gran escala. 3.- Zonas de extracción de recursos, que son sitios donde se obtenían importantes materias primas de uso panmesoamericano, como obsidiana y metales. Estas tres zonas son parte de las periferias, explican, pero se distinguen de las “Periferias Generales” como “Periferias especializadas”, porque las primeras tienden a ser poblaciones menos densas, y con actividades productivas y funciones relativamente sin especialización (Berdan y Smith, 2004:25). Lo anterior enfatiza son los múltiples y complejos nexos que el sistema mundial tiene, y que no están mediados por un núcleo.

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En Mesoamérica, los bienes de lujo suelen jugar un papel importante en el rol en la acumulación y permanencia de poder por parte de una elite, a través de la distribución controlada de símbolos de estatus. Según Graziano (1975:27): “Uno da porque en una sociedad altamente estratificada, una manera de controlar el conflicto es estableciendo una red de obligaciones personales; una da, al mismo tiempo, para poder imponer obligaciones a clientes y rivales con obligaciones onerosas sancionadas por el dador. Uno da (…) porque es una manera racional de acumular poder”. Existen registros en la Cuenca de México de tales prácticas, denotando en detalle el rol que los bienes de lujo juegan en el mantenimiento del control político. Líderes y dirigentes utilizaron los símbolos mesoamericanos ampliamente aceptados de estatus, incluyendo mantas de algodón, joyas y decoraciones de plumas. Tlacaelel, dignatario Tenochca, emitió el siguiente mandato: “Sepan ahora que el rey, quien está presente, desea que los bezotes, guirnaldas de oro, plumas de distintos colores, orejeras, brazaletes, escudos, armas, insignias y mantas no serán compradas en el mercado por hombres valientes. De ahora en adelante, el soberano entregara estos como pago a cambio de logros memorables. Cada uno de ustedes, cuando vallan a pelear, deben pensar que han viajado a un mercado donde encontrarán piedras preciosas. Aquel que no quiera ir a la guerra, aunque sea el hijo del rey, de ahora en adelante será privado de tales cosas. Tendrá que vestir las ropas de los hombres comunes. Y en este sentido, su cobardía y su corazón débil serán conocidos por todos. No utilizará mantas de algodón, no utilizará plumas, no recibirá flores, como los grandes señores. No recibirá tabaco, no beberá chocolate, no comerá fina comida. Será contemplado como un hombre de bajo rango.” (Durán 1964:142)

La nobleza rebelde de Tlatelolco, después de ser sometida por la capital mexica, fue castigada privándoseles de acceso a la ropa y ornamentaciones finas (Durán 1964: 160). Este control del flujo de bienes de lujo por parte de la elite tenochca es un claro ejemplo de la importancia que tienen los materiales para el funcionamiento de un estado en Mesoamérica.

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Estos hechos provén de un argumento valioso para el entendimiento de la política mesoamericana. Controlar el flujo de los materiales fue la mayor motivación para las guerras y expansiones de la triple alianza liderada por los tenochcas, y otros grupos mesoamericanos. La conquista se realizaba para asegurar e incrementar el flujo de bienes de lujo, o de las materias primas necesarias para la elaboración de tales bienes, como lo muestra la matrícula de tributos, y en general el códice mendocino (Berdan 1975; Drennan 1984; Molins 1954). Este trabajo sigue la propuesta de que el comercio a grandes distancias de bienes de prestigio fue una causa fundamental para el desarrollo de estados nucleares en Mesoamérica, y que el efecto de estas actividades en el núcleo se sintió lejos de las áreas militarmente dominadas por estas unidades políticas, además de que es posible producir cambios inducidos desde las áreas periféricas, como consecuencia de un intenso intercambio que no puede ser entendido como mera introducción, adopción o difusión de rasgos, y más bien estas alteraciones en las relaciones entre núcleos y periferias son más complejas, reflejando sin duda las nuevas conexiones macrorregionales así como las economías políticas que existieron a lo largo de los cambios de organización que sufrió el sistema mundo. Aunque estos procesos de interacción y cambio son encontrados claramente durante las últimas fases del Postclásico, el periodo de tiempo del que se tienen abundantes registros escritos sobre las sociedades prehispánicas, existe una abundante evidencia de que estos patrones tienen una profundidad temporal considerable. Investigaciones sobre los estados de Teotihuacán y Tula nos muestran cambios dentro de estas urbes, que afectaron otras regiones mesoamericanas durante el Clásico y Postclásico temprano respectivamente (Diehl 1976; Millon 1981; Filini 2007). La magnitud de estos cambios fue grande en áreas que se piensa estuvieron bajo el control administrativo directo de estos núcleos (Hirth 1978; Hirth y Angulo 1981), aunque también se han postulados efectos políticos y económicos para regiones fuera de las esferas de control directo, incluso regiones como el suroeste de los Estados Unidos (Blanton 1978; Pailes y Whitecotton 1979; Starbuck 1975; Weigand, Harbottle, y Sayre 1977; Weigand 1980; Willey 1974).

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Figura 8. Circuitos de intercambio y núcleos comerciales. Berdan y Smith 2004. Fig.4

Chapman (1957:132) propone que la estratificación social y política, las guerras internas, así como la economía de la producción y consumo estuvieron dependientes de las relaciones comerciales más allá de las fronteras étnicas. Como apunta Bergman (1969:96): “Existe evidencia de que el cacao estaba expandiendo su distribución para las épocas de la Conquista. Desde sus principales centros de cultivo en el área Maya, el cacao y su cultivo fueron llevados al sur a través de centro américa tan lejos como Costa Rica, por colonos de habla nahua, así como al noroeste, tan lejos como las tierras bajas de Colima, México.” Muy seguramente la producción expandida del cacao puede explicarse más allá de un cambio en los hábitos alimenticios de la población indígena. En su lugar, podemos sugerir que al tiempo que los centros nucleares se volvían más poderosas estimularon la producción de bienes de lujo. Esta demanda pudo extenderse más allá de los territorios 33

controlados por los núcleos, influenciado la producción de bienes estratégicos en nuevas áreas y así incorporándolas a la economía mundial Mesoamericana (Berdan 1980: 38, 39). Como un ejemplo más de cómo pudo operar este fenómeno, Saindon (1977) menciona cómo provincias tributarias de algodón no necesariamente tenían que producirlo todo ellos mismos, sino que se verían forzados a obtener parte (tal vez todo) de provincias próximas, no tributarias. Bajo esta visión, el sistema mundial mesoamericano del postclásico fue una red definida espacialmente con unidades constituyentes tales como núcleos, periferias especializadas, y periferias generales, que se encuentran ligadas a través de una gama de redes sociales. Estas redes dieron al sistema un dinamismo económico, político, social y cultural (Figura 9).

1.3 El Sistema Mundo Mesoamericano durante la transición del Clásico al Epiclásico Nuestro análisis del sistema mundo mesoamericano comienza cuando colapsan los grandes centros del clásico. Los siglos que transcurren entre esos eventos son testigos de ciclos de expansión y diversificación en el comercio y comunicaciones a larga distancia que afectaron gran parte del continente norteamericano. El primer ciclo económico siguió al colapso de la zona ceremonial central de Teotihuacán en el siglo VII d.C (Millon 1988), que implicó una extensa reorganización del comercio y de las comunicaciones a larga distancia a lo largo de toda Mesoamérica. Es posible que desde mediados de la fase Xolalpan (400/500 d.C.) el sistema que tenía su epicentro en Teotihuacán hubiese iniciado su contracción, a partir de que varios sitios y regiones comenzaron a desincorporarse paulatinamente de su sistema. La tendencia se habría acentuado durante el transcurso del siguiente siglo, y se complementaría hasta finales de la fase Metepec (600/650 d.C), cuando Teotihuacán deja de ser la potencia económica y política que durante siglos fuera motivo de cohesión macrorregional (Solar 2002: 229). Lo anterior no significa que desde su fase Xolalpan comenzara a decaer, puesto que es en este momento cuando experimenta su clímax urbano, pero si significa que el sistema construido hasta ese entonces se desestabiliza. 34

Aunque pareciera paradójico que se considere al momento de mayor esplendor de Teotihuacán como causa de su decadencia, desasociar ambos fenómenos ha sido el principal motivo para recurrir a cambios violentos y drásticos como explicativos del “colapso teotihuacano”. Es probable que los procesos que propiciaron el clímax teotihuacano anunciaban con ellos su posterior desenlace. La fragmentación social que derivó en el casi completo abandono destrucción del centro ceremonial, y en una evidente modificación del patrón de asentamiento en la Cuenca de México, pudo ser un desenlace irreversible desde Xolalpan, pero el desbordamiento de este fenómeno, que tardó siglos en gestarse, sería perceptible hasta finales de la fase Metepec (Jiménez 2010). “Lo que aparenta ser estático es en realidad muy dinámico, pero temporalmente balanceado” (Chase-Dunn y Hall 1997a:70). El mecanismo de des-incorporación es uno de los principales fenómenos que reducen los alcances y efectividad de un sistema distributivo y de interacción, lo que a la larga contribuye al decline de lugares centrales (como en este caso, Teotihuacán), “AugeDeclive” es otro comportamiento cíclico en sistemas mundiales, esta vez entre sus componentes: “Todos los sistemas mundiales en los que hay unidades políticas jerarquizadas experimentan un ciclo en el que unidades relativamente mayores incrementan su poder y tamaño y luego declinan” (Chase-Dunn y Hall 1997b:5, 1997a:206, 225, 228, 1999:5, Wallerstein 1974:350). De manera simultánea y progresiva, al desencadenarse el proceso de decline de un lugar central, se gestan condiciones favorables para sociedades cuyo desarrollo se había visto coartado o impedido por el florecimiento de esos centros (Abu-Lughod 1989:3-39, 352-369; Chase-Dunn y Hall 1997a:33, 75, 206, 226, 1991:21) a pesar de que inicialmente fueron estimulados por él. Esto principalmente se debe a que: “[…] auge y decline corresponden a cambios en la centralización del poder político/militar en un conjunto de unidades sociopolíticas. Es un problema de tamaño relativo y distribución del poder al interior de una serie de unidades interactuando” (Chase-Dunn y Hall 1997b:5). Esto significa que el decline de lugares centrales conllevan una reestructuración del panorama sociopolítico, y no implica necesariamente una reducción

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espacial homogénea de los sistemas globales, al contrario, en el caso mesoamericano parece que lo extendió. Para finales del Clásico, algunas sociedades se desincorporaron al núcleo teotihuacano, y fortalecieron sus lazos con otras sociedades vecinas (Solar 2002:229). Pero esto no ocurrió de manera homogénea o simultánea, sino que el decaimiento del principal subsistema (el teotihuacano) pudo haber ido dejando vacíos sucesivamente ocupados por otros subsistemas. De este modo, lo que se estaría observando no sería la reducción del sistema (mucho menos su desaparición), sino una transformación sistémica paulatina, que paso de un carácter céntrico a uno multicéntrico, donde entrarían en juego un conjunto de unidades políticamente autónomas. Ya para el 750/800 d. C. (Mitad del Epiclásico) este sistema en su nueva modalidad habría rebasado los alcances espaciales del anterior sistema, enriqueciéndose con la expansión social y territorial que implicaba aquel fortalecimiento de lazos entre grupos vecinos, durante su periodo de desincorporación (Solar 2002:230). La aparición y distribución de algunos elementos (como ciertos estilos cerámicos), la consolidación de esferas interregionales como la esfera septentrional (la frontera norte de Mesoamérica) y el cambio en la postura de algunas sociedades en las redes de intercambio, como por ejemplo los sitios cercanos a la sierra de las navajas, podrían ser evidencia temprana del proceso ocurrido durante la primera mitad del Epiclásico (600-750 d. C.). Este proceso se habría completado en la segunda mitad del periodo (750-900 d. C.), a partir del engranaje de las esferas de interacción, el incremento en la participación activa de sociedades antes secundarias y la consecuente distribución macrorregional de algunos objetos. La red se habría consolidado como lo sugiere la distribución de placas de jade, cuya aparición en el sector septentrional del Altiplano y hacia el norte parece haber ocurrido aproximadamente un siglo después de que su uso se generalizara en el sur de Mesoamérica (el área maya). La aparición de la turquesa parece representar el fenómeno inverso, es decir, una integración del norte (desde el Suroeste de los Estados Unidos) en las redes mesoamericanas. Luego entonces, la efectividad que alcanzó dicho sistema radicó en la combinación de dos fenómenos principales, la creciente incorporación de distintas 36

unidades políticas al sistema y el carácter integrador de este, que tuvo que ver con una conexión entre regiones que incrementaron el repertorio de bienes y productos disponibles y la diversidad de demandantes de dichos bienes. Pero no solo se trató de la integración de grupos y territorios excluidos en el sistema anterior. El caso de los asentamientos cerca de los yacimientos de obsidiana de la Sierra de las Navajas, un espacio que territorialmente estaba incluido en el sistema teotihuacano, pero que no gozaba de autonomía, al desincorporarse obtiene el control de los yacimientos experimentando un auge. El sistema del Epiclásico entonces, habría incorporado no solo nuevos territorios, sino a participantes del anterior, pero con nuevas posibilidades. La cuenca de México se incluye en este nuevo sistema, pero ahora ya no es el otrora núcleo, sino más bien compitiendo ahora con unidades políticas pares.

“…el mundo mesoamericano del Epiclásico parece haber llegado a integrarse en un sistema de intercambio […] en el cual todos los sistemas regionales partícipes se vieron beneficiados. Esta interacción generó un auge en casi todos los ámbitos de los sistemas regionales […] ninguna de las regiones ni esferas parece haber jugado un papel hegemónico, sino que fue un tiempo de unidades equipolentes al interior de varias esferas de interacción interregional entrelazadas…” (Jiménez 2010:163)

El Epiclásico es una nueva faceta de las redes macrorregionales consolidadas en periodos anteriores, y a su vez, constituye la base de redes posteriores (Jiménez y Darling 1992:5, 19, 22, Jiménez 1998:300). Visto a gran escala, todas las regiones mesoamericanas recibieron y exportaron objetos, pero la mayoría de estos alcanzaron regiones distantes, tal vez a partir de relaciones indirectas, lo que no necesariamente implica interacción o afectación mutua. Tampoco para que el desarrollo o comportamiento en una región afecte al

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comportamiento de otra es indispensable el contacto directo. Hay que buscar entonces los indicadores de interacción sistémica, por encima del traslado y coincidencia de objetos. Y aunque aún no comprendemos del todo las implicaciones sistémicas y causales del sistema mundo mesoamericano, pensar en el área en estos términos, nos provee de una estrategia para interpretar algunas de las similitudes y diferencias entre las unidades políticas mesoamericanas. Por principio, comparando el ejemplo de Wallerstein acerca de las diferentes estrategias para el control de la mano de obra dentro del mundo capitalista, es interesante notar como mientras los pochtecas mexicas eran mercaderes/transportistas, sus contrapartes mayas eran esclavos (Chapman 1957:134). Las diferencias y similitudes dentro de las unidades políticas mesoamericanas no pueden ser entendidas solamente a través de investigaciones a escala regional, o de factores ambientales. Por ejemplo, aun cuando el Centro de México, que ha sido el escenario del surgimiento de estados nucleares durante el periodo Clásico y partes del Postclásico, fue también periférico y poco desarrollado comparado con otras áreas durante partes del formativo temprano y medio y principios del postclásico (Sanders et al. 1979). El Epiclásico introdujo nuevos patrones de relaciones económicas entre las regiones; a diferencia del Clásico, cuando buena parte del comercio a distancia giraba en torno a grandes centros como Teotihuacán, Monte Albán y las principales ciudadesestado Mayas, en el Epiclásico el comercio estaba más descentralizado, e incremento su intensidad también en zonas periféricas. La caída en Teotihuacán es el hito que marca el comienzo de la efervescencia de los grupos que habitaban al norte de la urbe. Pero estos ya estaban ahí cuando Teotihuacán se alzó como el centro de un sistema multirregional. ¿Quiénes eran estos habitantes norteños? ¿Cuáles sus características culturales? ¿desde cuándo habitan estas zonas? Estas preguntas encontrarán respuesta en el siguiente capítulo.

38

Capítulo II La frontera norte de Mesoamérica durante el Epiclásico. La expansión de un Sistema Mundo.

C

omo vimos en el capítulo anterior, Mesoamérica es un ejemplo de una región cultural geográficamente diversa compuesta por múltiples sociedades que estuvieron interconectadas económica, política y culturalmente. También vimos que podemos estratificar dichas relaciones económicas, políticas y sociales en cuatro niveles de interacción a través de sus materiales arqueológicos: bienes de bulto, redes político-militares, bienes de prestigio y las redes de información; Estas redes se consideran dentro de la investigación antropológica como factores de la estructuración de un sistema social y son fundamentales para su reproducción, pero en las sociedades pre-capitalistas son las redes de bienes de prestigio las que tienen mayor impacto cuando de cambios y adaptaciones al medio ambiente natural y social hablamos, y su función es la legitimación de las elites locales, como capital político. Explicamos también que estas redes se contraen y expanden, dando lugar a lo que conocemos como pulsaciones. Ejemplificamos dichas pulsaciones en Mesoamérica con el caso Teotihuacano, y seguimos la propuesta de otros investigadores que aluden el desarrollo y auge de las sociedades que se encontraban en la periferia a la descentralización del sistema producto de la caída de la gran urbe (Jiménez 1998; Solar 2002; Pérez 2007). En el presente capítulo exploraremos el entorno socio-cultural de dicha periferia mesoamericana. La caracterización del mundo mesoamericano como una unidad coherente se ha basado sobre todo en elementos culturales compartidos (Kirchhoff 1943). Bajo esta perspectiva, contamos con un marco comparativo explícito de materiales arqueológicos que son muestra de las redes de intercambio entre sociedades a nivel tanto espacial como temporal. Mesoamérica, como muchos otros conceptos que nacieron dentro del marco de la Historia Cultural, son constantemente debatidos puesto que la teoría arqueológica ha cambiado desde que se acuñaron (Figura 9). Es importante mencionar como surge el concepto, puesto que junto con él surgieron un conjunto de problemáticas que definirían el curso de las investigaciones arqueológicas posteriores, como es el caso de la frontera norte de Mesoamérica, que fue identificada a la par del nacimiento mismo del concepto de Mesoamérica, pues Kirchhoff en su trabajo menciona que: “…la frontera norte de Mesoamérica, se distinguió de la frontera sur por un grado mucho mayor de movilidad e inseguridad, alternando en ella épocas de expansión hacia el norte con otras de retracción hacia el sur” (Kirchhoff 1960 [1943]:6). Además, desde entonces Kirchhoff hizo énfasis en que hacían falta: “más excavaciones en regiones que en el momento de 39

la conquista quedaban fuera de Mesoamérica, pero que en tiempos anteriores formaban parte de ella, como ya sabemos, acerca de una amplia zona del norte de México” (Kirchhoff 1960 [1943]:6).

Figura 9. La frontera Norte de Mesoamérica, delimitada en tres trabajos. Gorenstein y Foster 2000 fig. 1.1

Gran parte de dicha discusión gira entorno a las interacciones que debieron de haber existido entre las sociedades del centro de México, y otras sociedades ubicadas al Occidente y Norte de ellas (Frisbie 1983; Mathien y McGuire 1986; Jiménez 1989), en distintos tiempos a lo largo de su historia1. Al respecto, hay tres posiciones desde las cuales los investigadores han vertido sus propuestas para entender la naturaleza de dichas interacciones: Están los investigadores que sostienen que la parte septentrional de Mesoamérica era simplemente su límite, en donde las incursiones de los comerciantes y otros eventos de orden político fueron determinantes en el desarrollo de todas estas sociedades al norte del Río Lerma (Di Peso 1974; Kelley y Kelley 1975; Reyman 1978; Foster 1986). Existen otros investigadores que prefieren ver el desarrollo de esta región como un evento autóctono y, aunque reconocen que existen elementos de origen mesoamericano fundamentales 1

Esto no quiere decir que las investigaciones no sigan otros puntos de interés, como por ejemplo la discusión sobre la caracterización cultural de los grupos de la región (Kelley 1971; Jiménez y Darling 2000), o el origen y desarrollo de culturas locales, para así poder identificar el momento en el que se adoptó un modo de vida mesoamericano y las dinámicas que debieron de haber existido entre las sociedades de la Mesoamérica Central, el Bajío, el Occidente y Norte de México y las sociedades del suroeste de lo que hoy es Estados Unidos de América.

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como lo es la agricultura y algunos tipos cerámicos, consideran que la interacción con sociedades del centro del país no puede ser considerada importante (Haury 1976; McGuire 1980; Nelson 1981, 1986). Por último, y en propuestas más recientes, algunos académicos gustan tomar posiciones menos radicales, y más propensas a buscar respuestas que den explicación a esta problemática de interacción, y el impacto que pudo haber provocado en las sociedades norteñas, y también del suroeste estadounidense (Weigand 1982; Kelley 1986; Le Blanc 1986; Mathien y McGuire 1986; Riley 1986; Whittecotten y Pailes 1986; Jiménez 1989, Jiménez y Darling 2000). La historia de Mesoamérica esta intrínsecamente ligada a los sistemas de intercambio comercial y a las distintas rutas que funcionaron a nivel regional y panmesoamericano. La vida económica de las sociedades dentro de esta área estuvo basada en la redistribución de bienes de prestigio. La creación de este mecanismo económico requirió que las sociedades desarrollaran un nivel de integración caracterizado por la diferenciación social y la especialización artesanal. La diferenciación social permitió controlar el acceso a los recursos económicos y la especialización, la producción de bienes para su intercambio (Cabrero 2005). Estos dos elementos aparecieron desde que se integraron las aldeas durante el preclásico y su complejidad se incrementó conforme avanzó el tiempo. Los sistemas de intercambio que establecieron los grupos mesoamericanos trascendió sus fronteras; favorecieron su desarrollo aun cuando estuvieran a gran distancia unos de otros y proporcionaron la cohesión cultural y la competitividad del control de bienes y productos

2.1 Los estudios arqueológicos en la frontera Cuando se habla de la frontera noroccidental de Mesoamérica realmente se está hablando de un proceso de fluctuación que ha sido detectado en por lo menos cuatro diferentes momentos:



Al final de preclásico y principios del clásico, con una fecha más o menos entre el 150

a.C al 200 d.C; momento que da cuenta de la primera expansión hacia el norte de sociedades con un modo de vida y características culturales mesoamericanas;



Durante el clásico, es decir 200 al 600 d.C que nos muestra el surgimiento de los grandes

centros ceremoniales y posiblemente de sociedades que sobrepasaron la complejidad de simples aldeas.

41



El momento que representa la mayor expansión de la cultura mesoamericana hacia el

noroeste, aproximadamente entre el 600-900 d.C;



Y finalmente la frontera que representa la ocupación retirada hacia el sur, casi junto al

Río Grande de Santiago, en época del contacto español (900-1521 d.C) 2 A el área que se encuentra dentro y subsecuentemente fuera de esta frontera se le conoce dentro de las investigaciones arqueológicas con distintos nombres, como por ejemplo “Gran Chichimeca” (Hers 1989), en relación con los pueblos cazadores recolectores con los que se encontraron los conquistadores españoles en su expansión colonial hacia el norte; Beatriz Braniff la llamo “Mesoamérica Marginal” (Bell 1974), principalmente porque, según ella, la existencia e influencia de la cultura mesoamericana en esta región se manifiesta claramente, pero en esta frontera florecieron tradiciones particulares, diferentes unas de otras y, al decir Mesoamérica Marginal, la autora considera que el septentrión de Mesoamérica carece de mejores condiciones tanto sociales como naturales para el desarrollo de una cultura más sostenible. Por último, y con el termino con el que nos referiremos en este texto a esta región, Pedro Armillas (1991) propone el nombre de “La Frontera Septentrional”. Sin importar el nombre que le den, la mayoría de los investigadores concuerdan en que la presencia mesoamericana en esta región no es producto de una evolución local, sino de movimientos migratorios, de grupos venidos del sur, con rasgos muy característicos ya formados, y que siglos antes de la llegada de los españoles abandonaron los principales sitios ceremoniales. (Hers 1995; Kelly 1974; Jiménez 1998).

2.1.1 Las primeras aldeas sedentarias Es importante recordar que desde los inicios de la arqueología regional del septentrión mesoamericano se ha propuesto a la cultura Chupícuaro como la responsable de la dispersión de asentamientos en el noroeste durante el periodo Preclásico Tardío y Clásico Temprano, esto con base en la similitud de cierto tipo de cerámicas. Así Braniff Figura 10. Cerámica Chupícuaro. Arqueología Mexicana, vol. xvi núm. 92, pág. 64

(1974) nos menciona que la cultura

2

(cfr. Kelley et al. 1961; Kelley 1963, 1971, 1974, 1990; Armillas 1964, 1969, 1987; Braniff 1965, 1974, 1989, 1994, 2001; Jiménez 1989, 1995; Jiménez y Darling 2000.),

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Chupícuaro se desarrolló en el Bajío, cerca de lo que hoy es el sur de Guanajuato y norte de Michoacán, ubicando una serie de aldeas esparcidas más allá de esta zona nuclear entre Guanajuato y Michoacán, llegando hasta Hidalgo, Querétaro, todo Guanajuato y posiblemente también Jalisco y Zacatecas, compartiendo una sola cultura que se logra identificar por cerámicas afines (Figura 10 y 11) y relacionadas a las del sitio arqueológico de Chupícuaro, y que posteriormente se desarrollarían independientemente de dicho centro. Aunque, comenta Braniff (1974), los hallazgos también sugieren un origen dentro del Preclásico Medio, de relación estrecha con Tlatilco, y Cuicuilco, ambos ubicados en el Centro de México. La cultura Chupícuaro es mencionada por primera vez en 1926-1927, cuando los arqueólogos Juan Palacios, Ramón Mena y Porfirio Aguirre exploraron por primera vez la región, pero no fue hasta 1945 que iniciaron verdaderas excavaciones dirigidas por Rubin de la Borbolla. Este trabajo no pudo lograr una cronología cerámica para la cultura, principalmente porque las metodologías de trabajo no se ejecutaron de manera adecuada, y los sondeos y trincheras no fueron controlados estratigráficamente lo que imposibilitó definir una secuencia cerámica. Dicha secuencia se lograría en años después con los trabajos de Mauriel Porter en 1956. El Valle de Acámbaro, el cual se considera el lugar donde surgió la cultura Chupícuaro, se encuentra entre los poblados de Acámbaro y Tarandacuao, al sureste del estado de Guanajuato. El Río Lerma lo atraviesa, sobre un conjunto de pequeñas colinas, en una de las cuales se encuentra el actual Chupícuaro, en donde se encuentran los vestigios de los primeros asentamientos que atrajeron la atención de los primeros investigadores en los años veinte del siglo pasado. Entre 1946 y 1949 se construyó la presa Solís que provocó la inundación de la mayor parte del valle, y cubrió muchos pueblos, las mejores tierras de cultivo y la mayoría del patrimonio arqueológico. El rescate de dichos vestigios corrió por cuenta de Rubín de la Borbolla, sin embargo, sería Muriel Figura 11. Figurilla tipo H4,

Porter quien publicaría los resultados de las excavaciones, dando Chupícuaro, Guanajuato. MNA. cuenta de números entierros y más de 1000 piezas completas de cerámica (Figura 12).

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Los datos arqueológicos recientes muestran que el valle fue colonizado durante el 700 a.C, teniendo su apogeo entre el 400 y el 100 A.C., el valle esta bordeado por macizos volcánicos que resguardan yacimientos de obsidiana y cinabrio, a la vez que en el fondo del valle existía una red fluvial densa, generando terrazas aluviales ricas en depósitos arcillosos y zonas pantanosas altamente propicias para la agricultura. Otra tradición cultural que nos sugiere contactos hacia el norte por parte de grupos mesoamericanos, es la Tradición Tumbas de tiro (Figura 13). Su influencia proviene de las regiones culturales de Occidente, en los actuales estados de Jalisco, Colima, Nayarit, Michoacán, sur de Sinaloa, la zona de los cañones en Zacatecas y el oeste de Guanajuato (Solar 2010).

Figura 12. Dibujo de una Tumba de Tiro con dos cámaras. Cuevas y Pickerin 2004. Tomado de Williams 2000 fig. 22

Esta tradición se caracteriza porque lo único que se conserva de sus asentamientos son sus obras arquitectónicas funerarias, y los ajuares que ahí se depositaron. Estas consisten en tumbas, con un tiro subterráneo que va de los 3 a los 8 metros de profundidad, en cuyo fondo se encuentran una serie de cámaras mortuorias, donde se depositaron cuerpos y ofrendas. Las tumbas con ofrendas más abundantes se encuentran cerca o debajo de arquitectura pública en centros ceremoniales, evidenciando una dicotomía social que puede traducirse en estratificación social, por ejemplo, las tumbas más modestas como las de Tabachines (Galván 1991) (Figura 14) en comparación a las tumbas el Arenal o Huitzilapa (Corona 1955; Ramos y López 1996) (Figura 15). Al parecer talleres de obsidiana y el intercambio de la misma (Weigand

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et. al. 2004) son los factores decisivos para la interacción y expansión de dicho modo de vida (Beeckman 2010). Los bienes importados presentes en las ofrendas suelen ser similares en muchos aspectos a los encontrados en las tumbas tempranas del Opeño, sugiriendo conexiones externas similares desde sus primeras etapas, tales como las maquetas, figurillas y adornos de concha que conectan ideológicamente a los grupos de elite del formativo tardío dentro de una misma cosmovisión (Beekman 2010: 63). En 1970, Betty Bell excavó el sitio arqueológico de El Cerro Encantado, muy cercano a la población actual de Teocaltiche, en los Altos de Jalisco. Los Figura 13. Tumba de Tiro, variante en forma de “Bo ta”. Tumba de Tabachines, Zapopan, Jal. (Vela, 2014: 24)

hallazgos

fueron

por

demás

interesantes,

encontrándose entierros, cerámica, objetos de concha, y las peculiares figurillas de barro cocido decoradas

al

negativo,

conocidas

como

“cornudos”. Estos materiales se encuentran asociadas a entierros primarios en Tumbas de Tiro en otras partes de Jalisco, pero que en este sitio no aparecieron dichas formas de enterramiento. Betty Bell también pudo conseguir fechamientos por radiocarbono,

que

ubicaron

al

sitio

en

funcionamiento por lo menos entre el 100-150 d.C, siendo contemporáneo de la tradición de Tumbas de Tiro. Esto hace pensar que ambas tradiciones, Chupícuaro y Tumbas de Tiro, se excluyen .

mutuamente, salvo en esta zona de los Altos de

Figura14 Recreación de las ofrendas de una tumba de tiro. Sala de Occidente MNA.

Jalisco (Figura 16).

En dicha región, Investigadores del INAH Jalisco como López Mestas pudieron identificar un patrón de asentamiento, presentando que los sitios arqueológicos se encuentran en la parte alta de los cerros. Explican que este patrón se caracteriza por tener un área 45

cívicoceremonial con arquitectura monumental de grandes plataformas, plazas, patios interiores, sectores de residencia, juegos de pelota y adoratorios que muchas veces están delimitados por muros que defienden y separan los distintos sectores que componen los sitios, de difícil acceso. Dicha configuración parece existir en los sitios que se encuentran en el estado de Aguascalientes, como el Cerro de En medio, Santiago y el Ocote.

Fgura 15. Mapa que ilustra las áreas ocupadas por las culturas con rasgos mesoamericanos durante el periodo preclásico. Las flechas indican la dirección de la expansión de los rasgos culturales de las tradiciones.

2.1.2 Los desarrollos culturales del clásico en la frontera Los primeros asentamientos sedentarios en territorios del noroeste pertenecen a un horizonte de cultura aldeana regional con raíces culturales de carácter mesoamericano (Kelley y Abbott 1966, 1987; Kelley 1971, 1974). Existen propuestas sobre una influencia procedente de regiones al sur, principalmente de regiones como el occidente de México, el Bajío, o de regiones más alejadas como el centro de México vía la región del Bajío (Weigand 1978: 213; Kelley 1971, 1974; Kelley y Abbott 1987).

46

La llegada al norte de poblaciones sedentarias provenientes del sur se manifiesta en la región de Chalchihuites en la fase Canutillo. Esta fase está compuesta de pequeñas aldeas localizadas principalmente en el valle del río Colorado en el área de la cultura Chalchihuites, en donde las investigaciones de Charles Kelley pusieron al descubierto un patrón arquitectónico y un complejo artefactual asociado con estos primeros aldeanos mesoamericanos (Kelley y Abbott 1966; Kelley 1971)3. Durante esta fase se inician las actividades mineras de la cultura Chalchihuites y las actividades de intercambio de turquesa a larga distancia (Kelley y Abbott 1987). Al respecto, Weigand (1978: 215) menciona que: “las explotaciones de cantera y tal vez de las minas fueron abiertas. El objetivo principal de las empresas mineras…parece haber sido la explotación de una serie de piedras azul verde… Estos colores y hasta las piedras tenían un gran significado ceremonial en las altas culturas de Mesoamérica. Ellos representan la lluvia, el agua y la fertilidad”. Sitios contemporáneos y relacionados con esta dinámica cultural Canutillo se encuentran en la región del Valle de Malpaso, ubicado en la boca norte del río Juchipila, en donde algunos materiales cerámicos, principalmente de las excavaciones de Armillas en el valle e investigaciones posteriores, han sido correlacionados con la fase Canutillo de Chalchihuites y han permitido inferir su contemporaneidad (Trombold 1974, Weigand 1978, Jiménez, 1988, 1989, 1992, 1995, Jiménez y Darling 2000). Igualmente se había reportado la presencia de fuertes desarrollos culturales mesoamericanos locales en el área de Juchipila y en la región contigua de Mezquitic-Bolaños (Kelley 1971), regiones que han sido consideradas como plenamente mesoamericanas y ocupadas desde el Preclásico (Weigand 1978). No obstante, al sur del valle de malpaso en el Cañón de Juchipila existen materiales cerámicos que parecen ser también muy tempranos, pero que están más relacionados con la tradición de tumbas de tiro del occidente de México y con el complejo Morales descrito por Braniff como afín a Chupícuaro (1972), las otras dos presencias mesoamericanas en la región durante esta época.

3

Kelley ubica la fase Canutillo de la cultura Chalchihuites entre los años de 200 a 650 d.C. mencionando una fecha para la construcción del centro ceremonial de Alta Vista en el año de 450 d.C. (Kelley 1985): “Probablemente alrededor de los años 350 a 400 d. C. los participantes de esta cultura establecieron una población que más tarde se convertiría en el gran centro ceremonial de Alta Vista, localizado a unos ocho kilómetros de la población moderna de Chalchihuites, Zacatecas, en el lado poniente del río Colorado (río Chalchihuites) tributario del río Suchil” (Kelley y Abbott 1987:153).

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El formativo tardío y principios del clásico en la frontera norte están caracterizados por ser fases con desarrollos poblacionales expansivos hacia nuevas áreas dando muestra de una mayor diferenciación social (Beekman 2010:21). Muestra de esta complejidad son las tradiciones culturales como la del Bajío en la que se desarrolló un patrón arquitectónico que tiene como elemento central patios hundidos, mientras que, en los valles de Tequila cerca del volcán, también se desarrolló un complejo cultural con un patrón arquitectónico distintivo Los centros ceremoniales de la tradición Teuchitlán incluyen dos nuevas formas arquitectónicas en la región, con funciones sociales similares. La primera de ellas son las canchas para juego de pelota, dispositivos arquitectónicos difundidos ampliamente por todo Mesoamérica y cuya posible función pudiese ser la de un mecanismo para canalizar competencias sociales entre distintos grupos a formas menos violentas, además de otros usos rituales (Taladoire y Colsenet 1991). La segunda forma constructiva es la del Guachimonton, que se compone de una plataforma alrededor de un altar circular escalonado; sobre la plataforma se alzan estructuras, usualmente ocho, creando un complejo de apariencia distintiva (Weigand, 1985, 1996, 1999) (Figura 17). Según algunas interpretaciones, estos templos materializan el universo multinivel de la cosmología Mesoamericana (Kelly 1974; Beekman 2003) (Figura 18). Ya desde 1997, Pollard proponía que los sitios con guachimontones pertenecían a un solo Estado, idea que continuó Weigand (1985), concluyendo que para ejecutar este tipo de arreglos arquitectónicos es

Figura 16. Fotografía aérea del sitio arqueológico “Guachimontones”, Teuchitlán Jalisco. Olay 2015 Figura 7.

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necesaria una organización social a tal nivel que permita dispersar y ejecutar la misma idea en distintas regiones, no obstante que esta interpretación está basada primordialmente en información de superficie. Con datos recientes, a través de las excavaciones llevadas a cabo en el sitio del Llano Grande y Las Navajas, Beekman (2005) encuentra que las construcciones sobre las plataformas alrededor de los altares circulares están construidas con una variedad de materiales y distintos sistemas constructivos que le hacen suponer que se trataba de diferentes grupos construyendo bajo un mismo modelo arquitectónico de ocho estructuras, lo que él interpreta como grupos de elite compartiendo autoridad. Los centros ceremoniales pueden tener de uno a diez guachimontones de distintos tamaños (Weigand 1985, Ohnersorgen y Varien 1996), creando una aparente relación núcleo (alrededor del Volcán de Tequila) y periferia a lo largo de Occidente en la distribución de los sitios arqueológicos con presencia de esta arquitectura.

Figura 17. Maqueta de Occidente, representando algún ritual sobre un “Guachimonton”. The Art Institute of Chicago

49

Dichas excavaciones de Beekman en el Llano Grande, Navajas (Figura 19) y Guachimontones dan más datos sobre este tópico, ya que las evidencias de ocupación más antiguas datan desde el 300 a.C, aunque las primeras construcciones tipo Guachimontón son del 100 a.C. también se tienen evidencias de sitios fortificados a las entradas del valle de Tequila, quizá como evidencia de que el valle se volvió una unidad política entorno al sitio arqueológico

en

Teuchitlán

(Beekman 1996). También los

Figura 18. Dibujo de planta de un “Guachimontón” en el sitio arqueológico Navajas, Jalisco, tras las excavaciones realizadas en el sitio por Beekman 2007 Figura 6

estudios de Stuart (2003, 2005) revelaron un sistema de canales utilizado para la intensificación de la agricultura en el valle, fechándose para comienzos del periodo clásico (200 d.C). Esto, aunado a las ricas ofrendas con materiales producto del intercambio a larga distancia en sitios ceremoniales

(Teuchitlan,

Grande)

como

así

en

Navajas, tumbas

Llano

de

tiro

contemporáneas como las de Huitzilapa y San Sebastián (Galván 1991; Ramos y López 1996; Beekman 2005; Beekman y Weigand 2008) proponen la hipótesis de un incremento en la centralización del poder. Versiones de menor tamaño han sido reportadas al norte de la región nuclear de los guachimontones, en el actual Cañón de Bolaños, fechados entre el 200 d.C y el 600 d.C, y en Tepizuasco en el sur del Cañón de Juchipila, sugiriendo un dinamismo cultural y político ya Figura 19. Cerámica Morales. Los estilos de formas y decoraciones continúan con la tradición ini ciada en Chupícuaro durante buena parte del clásico. MNA, sala Norte y Occidente de México.

que muy seguramente estas

formas

arquitectónicas no fueron impuestas, más bien

50

fueron adoptadas por elites locales buscando su asociación con rituales agrícolas u oportunidades de consolidar prestigio dentro de sus propias poblaciones (Beekman 2010:65). En contraste, las sociedades del Bajío continuaron a partir de la tradición Chupícuaro en cuanto al trabajo en cerámica se refiere (Figura 20), pero la arquitectura pública de estos sitios se diversifico alrededor de un principio constructivo: “el patio hundido”. La arquitectura de patio hundido consiste en una plataforma que configura una banqueta alrededor de un espacio hundido en relación a esta, y sobre la cual desplantan cuartos o basamentos piramidales (Figura 21). Para acceder a los edificios que rematan las plataformas, es necesario utilizar una escalinata, la cual distingue a este arreglo arquitectónico de otros lugares, por ejemplo, Teotihuacán, donde se accede a construcciones similares por callejones abiertos entre edificios contiguos. Excavaciones realizadas en Cerrito de Rayas, San Bartolo Aguacaliente, y Plazuelas dan muestra clara de este tipo de arquitectura de patio hundido (Cárdenas 1999). Un cambio importante en relación a la etapa anterior es la complejidad social que los asentamientos arqueológicos presentan, habiendo una segmentación jerárquica evidenciada por la distribución de sus sitios, con centros de poder controlados por elites (Cárdenas 1999) (Figura (22).Es importante mencionar que, para investigadores como el Arqueólogo Efraín Cárdenas, el área cultural del Bajío durante el clásico se encuentra fuera de la esfera de influencia teotihuacana, siendo casi nulos los nexos materiales que los liguen, y más bien hablan de un conjunto de comunidades que se expandieron desde la región de Chupícuaro

Figura 20. Distintos tipos de arreglos arquitectónicos del conjunto Patio Hundido Cárdenas 2008, figura 5.

51

llevando consigo un estilo de construcción hacia el norte de Guanajuato y sur de Michoacán. El proceso cronológico de dicha expansión es desconocido aun, pues hacen falta fechamientos absolutos. Sin embargo, sabemos que dicho proceso se encuentra dentro del clásico, 200-600 d.C.

Figura 21. Conjunto de Doble Templo y Patio Hundido, y Recinto de los Gobernantes. Peralta, Guanajuato. Cárdenas Arqueología Mexicana, 2008: 24

De esta manera, el Bajío se unificó en el sentido de compartir una tradición arquitectónica, con distintas unidades

políticas identificadas a partir de análisis espaciales (Cárdenas 1999), que interactuaron con otras áreas de manera diferenciada. Por ejemplo, los asentamientos más al oeste presentan pequeños guachimontones, que parecen ser intrusivos (Beekman 2000; Weigand 2000) (Figura 23). Por el contrario, la parte este del Bajío tuvo contactos y conexiones con el centro de México, evidenciando contactos con la urbe Teotihuacana, principalmente por que el tipo arquitectónico de plaza hundida tiene sus primeras apariciones durante la fase Tzacualli (1-100 d.C) de la gran ciudad (Beekman 2010, 66), compartiendo también algunos tipos cerámicos encontrados en el sitio Barrio de la Cruz, en Querétaro, mientras que en el resto del Bajío existen algunos tipos relacionados con las fases Tlamimilolpa-Xolalpan (200-600 d.C) (Brambila y Velasco 1988; Castañeda López et al. 1996; Saint-Charles 1996:148, 1998:337–339; Crespo 1998:325–326, 330).

La mayoría de dichas cerámicas aparecen en contextos de enterramiento, a lo que Filini y Cárdenas (2007) sugieren ser muy poco significativos para hablar de dominio, e incluso contacto directo con Teotihuacán. Incluso, Filini utiliza información recabada en la Cuenca de Cuitzeo y la Teoría de Sistemas Mundo para proponer que los artefactos parecidos al naranja delgado y a la obsidiana de pachucha son bienes escasos de prestigio importados por las elites locales, y que son más comunes copias locales con simbología cuidadosamente seleccionada, puesto que claramente la iconografía teotihuacana posee importancia para la validación de las elites locales autónomas.

52

Artefactos de la fase Loma Alta, y quizás gente de la región occidente, han sido identificados en múltiples contextos en Teotihuacán (Gómez Chávez 1998, 2002; White et al. 2004; Gómez Chávez y Gazzola 2007), por lo que se puede inferir que la comunicación es bidireccional. Es innegable la importancia que Teotihuacán tuvo durante este periodo a nivel macrorregional, sobre todo como núcleo de un sistema que exporta términos ideológicos y cuya conexión confiere prestigio, pero hay poca evidencia de una incursión directa teotihuacana en el Occidente y Norte de México.

Figura 22. Mapa que ilustra las áreas culturales en expansión durante el clásico hacia el norte.

2.1.3 El Apogeo durante el Epiclásico El termino Epiclásico denomina el periodo de tiempo comprendido entre la caída de Teotihuacán y el surgimiento de Tula como núcleo dentro del sistema mundo mesoamericano (Florescano 2000). Este es un periodo de cambios con implicaciones en distintas partes de Mesoamérica. Este periodo es la etapa que quizás esta mejor comprendida en la frontera norte, dada la intensa investigación arqueológica en los grandes centros ceremoniales en esta parte periférica de Mesoamérica, que entre el 550 y 600 d.C fueron construidos, y que para el 700 u 800 d.C viven su absoluto apogeo (Hers 1989, 1995; Kelley 1990; Trombold 1990; Nelson 1997; Jiménez

53

1998; Jiménez y Darling 2000; Braniff 2001), expresado en la intensificación y ampliación de campos agrícolas, la proliferación de productos suntuarios y la actividad constructiva en dichos centros ceremoniales, con lo que podemos proponer una existencia de elites locales, con una intensa interacción interregional, manifestada por la dispersión extendida de materiales como el pseudocloisonne, las figurillas tipo I y algunos elementos arquitectónicos como el patio cerrado con altar central (Jiménez 2006:381; Lelgemann 2000:24-25).

Figura 23. Fotografía del sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas.

En el valle de Malpaso las últimas investigaciones mostraron que el periodo Epiclásico es en el que el sitio de La Quemada (Figura 24) se alza como un sistema regional (Jiménez 1989, 1997, 1998; Jiménez y Darling 2000; Lelgemann 2000; Nelson et.al. 1993, 1997; Trombold 1990), en el llamado complejo La Quemada que se data aproximadamente entre 600/650 y 850 d.C., en el que alcanza su máxima extensión y nuevos tipos cerámicos entran en uso. Entre los tipos diagnósticos de este periodo para La Quemada se encuentran el Coyotes Inciso-Esgrafiado, Ramos Rojo sobre Café y Tepozán Negativo, este último se

muestra

como

una

cerámica

sumamente elaborada y representativa de la tradición cerámica local, aunque es conocido que en este periodo diversas cerámicas al negativo parecen proceder de regiones al sur como el Cañón de Juchipila y Altos de Jalisco Figura 24. Cerámica pintada y esgrafiada del sitio arqueológico Alta Vista. Excavada durante las exploraciones de Manuel Gamio. Dibujos de L. Orellana T. (Marquina 1951:250).

(Jiménez y Darling 2000; Jiménez 2006:383-384) (Figura 25). 54

En Alta Vista, asentamiento ubicado muy cerca del Trópico de Cáncer, es notoria la implementación de cálculos astronómicos en la orientación de los principales edificios (Aveni et al.1982), además de la traza del centro ceremonial de que éste responde a la replicación de un paisaje ritual y un sistema cosmológico comparables a sus vecinos del centro de México y del área maya (Medina 2000). Además son notables los cambios en la cerámica de la fase Alta Vista (600-850 d.C.) en la que las cerámicas del tipo Michilia Negro Inciso Esgrafiado y relleno de pigmento rojo incluye ya diseños geométricos antropomorfos y zoomorfos así como elementos pseudoglíficos en una especie de reborde alrededor del exterior de la vasija y justo debajo del borde, así como el tipo cerámico Suchil Rojo sobre Café en donde, de la misma manera, están plasmados los diseños antropomorfos y zoomorfos (Jiménez 2006:381; Kelley y Abbott 1987). Acompañando a estos materiales se encuentra un patrón arquitectónico muy característico, que el arqueólogo Achimm Lelgemann menciona como: “La arquitectura ceremonial o no habitacional no sólo de La Quemada sino también de otros sitios mayores de la periferia noroccidental mesoamericana se caracteriza por un conjunto altamente canonizado en su composición que se ha bautizado conjunto-patio (patio compound) […] se trata de un grupo de edificios erigidos encima de plataformas elevadas que rodean un patio hundido. Este patio cuenta invariablemente con un altar en su centro y en la mayoría de los casos una pirámide de reducidas dimensiones en uno de los lados. Generalmente forma parte del conjunto una sala de extensión considerable, mientras que las de más construcciones que conforman el conjunto se componen de varios cuartos” (Lelgemann 1997:101-105). También en el sitio de La Quemada se ha estudiado un complejo sistema de planeación arquitectónica en el que están presentes orientaciones astronómicas, mediciones exactas de las distancias entre los puntos principales, y el cálculo de sus áreas de manera que los valores numéricos corresponden a los periodos calendáricos mesoamericanos (Lelgemann 1997:99) (Figura 26).

55

Figura 25. Ilustración 26 Fotografía que ilustra el conjunto patio (Patio Compound) en el sitio arqueológico de La Quemada. Foto Manuel Dueñas

Otra área que vivió su apogeo fue en cuanto al crecimiento de sus poblaciones sedentarias fue la región del Tunal Grande, en el actual estado de San Luis Potosí. Los sitios arqueológicos son descritos como asentamientos de pequeñas aldeas ubicadas regularmente al pie de los cerros y cercanas a las fuentes de abastecimiento de agua (Braniff 1992; Crespo 1976:38), cuya arquitectura consiste en habitaciones de planta rectangular con cimientos de piedra y muros de adobe (Braniff 1992), los techos eran probablemente construidos con materiales Figura 26. Esquema de un montículo saqueado en Villa de Reyes, SLP. Crespo 1976 , Figura 30

perecederos. 56

El asentamiento prehispánico mejor conocido de esta región es el sitio que se encuentra en Villa de Reyes, también conocido como “Electra” (Braniff 1961, 1992). En este sitio Braniff llevó a cabo una investigación arqueológica formal durante los años de 1966 y 1967, y como resultado propone tres fases de ocupación en el asentamiento (Braniff 1992). Es importante notar que inicialmente se propuso una continuidad entre las tres fases ocupacionales propuestas. Posteriormente Braniff identificó un largo periodo de abandono entre la primera y la segunda fase (Braniff 2001), por lo que el tiempo de la primera fase de ocupación se reduce considerablemente. Con respecto a las tres fases anteriores, Braniff nos menciona (nótense los ajustes en la cronología para las primeras dos fases):

“Lo interesante de estas tres fases es que no muestran una evolución que llevara de una hacia la otra, sino totalmente diferentes, de lo cual se infiere que fueron colonizaciones de poblaciones distintas y que la separación cronológica entre las primeras dos fases implica un abandono del sitio por muchos años. La primera fase, que ubicamos cronológicamente hacia 70-200 d.C., se distingue por cuartos de muros de tierra y una cerámica bien hecha, cuya vajilla decorada con líneas rojas recuerda lejanamente la tradición de diseños simétricos originada en Chupícuaro y que persistió en Guanajuato. La fase principal, llamada San Luis y ubicada cronológicamente entre 650 y 900 d.C., está representada por un gran pueblo planificado, donde hay plataformas y casas bien construidas de tierra y un ‹‹centro ceremonial››-pirámide (Figura 26 y 27), que curiosamente no está en el centro del pueblo. La cerámica característica es policroma con diseños lineales en negro sobre el fondo rojo naranja y el color natural de ollas y platos. Esta cerámica está muy bien elaborada, y aparece en grandes cantidades desde su inicio, lo que nos sugiere que viene de otra parte. La cerámica intrusiva proviene de la región vecina de Río Verde, donde destacan las pipas de cazoleta. Esta fase San Luis corresponde cronológicamente a los tiempos de auge de toda la región septentrional mesoamericana…Inmediatamente después, hacia 900 d.C., hace su aparición la gente que lleva la cerámica de Tula, caracterizada por las figurillas Mazapa, el Naranja a Brochazos, el Blanco Levantado, las vasijas con soportes zoomorfos y el Plomizo. Si bien esta nueva población se dispersa en la aldea, no parece haber construido nada nuevo. La cantidad de materiales es muy escasa, de lo cual se infiere que su presencia aquí no era importante. 57

En el Valle de San Luis, luego de la desaparición de los toltecas no encontramos nada indígena sino hasta tiempos de la Colonia” (Braniff 2001:111-112). La fase San Juan, con una cronología propuesta en 100 y 600 d.C., fase que corresponde con el periodo Clásico Temprano, caracterizada por el uso de cerámicas de color rojo, bayo, rojo sobre bayo y blanco sobre rojo (Braniff 1992), correspondiente a la llegada de los colonos sureños. La fase San Luis, del 600 al 900 d.C., misma que corresponde al periodo Epiclásico o Clásico Tardío (Braniff 1992), caracterizada por la cerámica policroma típica del Valle de San Luis, por figurillas y pipas, y por cerámicas muy semejantes a las de la Huasteca, como los tipos San Diego naranja fino y Zaquil Negro (Braniff 1992, Crespo 1976:31).

Figura 27 Plano del sitio arqueológico Villa de Reyes, o Electra. Crespo 1976 Figura 31

58

Braniff (1992:118) comenta: “es interesante ver que el tipo Valle de San Luis representa el 82% del total de tiestos que provienen de excavación y este porcentaje puede utilizarse para inferir que la ocupación más intensa del sitio (Villa de Reyes) corresponde a la Fase San Luis, esto es, el Clásico Final.” (Figura 28). Braniff reporta en distintos sitios la presencia

de

tipos

cerámicos

pertenecientes a la Huasteca, como el Zaquil Negro Esgrafiado, lo que le permite proponer una interacción entre ambas zonas durante esta fase San Luis. Y por último la fase Reyes, correspondiente al Postclásico Temprano, en la que identifica algunos elementos culturales toltecas caracterizada por el uso Figura 28. Dibujos de la cerámica Policroma Valle San Luis. de cerámicas como los tipos Reyes gris,

Braniff 1992, figura 15.

Mazapan, Naranja sobre Blanco, Blanco Levantado, Café, Tohil Plumbate, Naranja Fino, braseros, figurillas y pipas (Braniff 1992). Para Braniff el apogeo cultural en el sitio de Villa de Reyes ocurre en la fase San Luis (650-900 d.C), que corresponde al periodo de mayor ocupación y complejidad del sitio, así como en cantidad de materiales arqueológicos recuperados, siendo visible también una mayor variedad en los tipos de la arquitectura presente (Braniff 1992, 2001). “El Tunal Grande se diferencia fácilmente de las subáreas arqueológicas vecinas: al este, los grupos de la cuenca del Río Verde y del norte de Querétaro son poblados mucho mayores con construcciones de piedra como pirámides y conos truncados, juegos de pelota, plazas, etcétera…Hacia el sur, en Guanajuato, los sitios arqueológicos son también distintos y ellos se caracterizan por otras cerámicas; por la presencia de la pirámide que limita por un lado a plazas rectangulares usualmente cerradas y hechas de piedra. Hacia los Altos de Jalisco, Zacatecas y Durango parece continuarse este complejo pirámide-plaza y, por consiguiente, 59

nuestro Tunal Grande es una unidad muy simple comparada con las contiguas” (Braniff 1992:17) (Figura 29).

Durante la fase San Luis, Crespo describe elementos como muros de piedra y terrazas y nos menciona que el asentamiento de Electra estaban distribuido en cinco unidades habitacionales, dos de ellas construidas con piedra y adobe y levantadas sobre un sistema de terrazas encima de algunas construcciones de época anterior, una tercera unidad muestra cimentos de cuartos, sin embargo no hay restos de terrazas, sino que las construcciones se levantan desde el suelo, y las otras dos unidades restantes se ubican en una loma (Crespo 1976:74).

En esta fase Crespo menciona la existencia de especialistas religiosos, esto por la presencia de edificios destinados a actividades religiosas (Crespo 1976:96), De esta manera Villa de Reyes es un desarrollo regional que participó de una activa dinámica de intercambio con asentamientos en zonas periféricas (Crespo 1976:100).

. Figura29 Mapa que ilustra la distribución del tipo cerámico Policromo Valle San Luis

En sitios como El Cerrito, en Zacatecas y Cerro de Silva, en San Luis Potosí, Braniff hace mención de la presencia de elementos que demuestran la existencia de grupos no mesoamericanos, tales como entierros y gran cantidad de artefactos de piedra como raspadores y puntas de proyectil, asociados a los grupos nómadas. Esto la lleva a inferir que entre unos y 60

otros existían buenas relaciones, ya que menciona que dichos sitios son abiertos y no muestran características defensivas (Braniff 2001:111). La explicación a los cambios a través de Mesoamérica durante este periodo tiene que ser multifactorial. Por un lado, una interpretación extendida tiene que ver con una posible reorganización política, a veces conceptualizada como una reestructuración del sistema mundo mesoamericano (Jiménez 2006, 2007). El sistema político centrado en los valles de Tequila colapsó, y el uso de los guachimontones y las tumbas de tiro cesó en el occidente (Weigand 1990; Beekman y Christensen 2003), a la par que múltiples centros políticos nuevos de distintos tamaños emergieron. Como ya mencionamos, el centro ceremonial de Alta Vista y la Quemada viven su esplendor, pero también nuevos centros ceremoniales aparecen, tales como El Grillo (Galván y Beekman 2001), Ixtepete (Galván 1975), Santa Cruza de Barcenas (Weigand 1990) y la Higuerita (López y Montejano 2003) en los valles centrales de Jalisco. También nuevos poblados son fundados en este periodo, como Tingambato (Piña Chán y Oi 1982), Urichu (Pollard y Cahue 1999), Guadalupe (Arnauld y Faugére Kalfon 1998; Pereira 1999), Zaragoza (Fernández Villanueva 2004), y Jiquilpan (Noguera 1944) en lo que hoy es el actual estado de Michoacán, que emergieron como nuevos centros de población en lo que se ha descrito como “Fase Lupe” (Pollard 2008:221–223). Este fenómeno se conecta con la intensificación en la producción de bienes de prestigio, ya que la multitud de relativamente (en comparación a la etapa anterior) pequeñas (y probablemente inestables) unidades políticas compiten por la legitimación en un ambiente altamente volátil, incrementando la demanda de materias exóticas y de la iconografía y símbolos de autoridad (Pollard y Cahue 1999; Beekman y Christensen 2003:145–149). Se ha propuesto que la metalurgia, sobre todo el trabajo en cobre, hizo sus primeras apariciones en Mesoamérica a través de una interacción con orfebres del noroeste de Sudamérica. Esta tecnología sería usada para producir cascabeles, anillos, agujas y pinzas a través de técnicas como la cera perdida y martillado (Hosler 1994:44-85). Sin embargo, las investigaciones que proponen sitios del Epiclásico donde hubiese sido posible la práctica de dicha tecnología no son claros o no están bien publicados. No así los trabajos sobre la turquesa.

61

Los talleres de procesamiento en Alta Vista estuvieron extremadamente activos, además de la importación de este recurso desde el Suroeste de lo que hoy son los Estados Unidos (Harbottle y Weigand 1992; Weigand y García de Weigand 2001). Las minas extensivas cercanas al sitio de Alta Vista estaban dedicadas a la extracción de rocas verdes, así como de diversos minerales utilizados probablemente como pigmentos, principalmente para decoraciones como el Pseudo-Cloisonné (Holien 1977), cuyo uso se extendió a lo largo de los actuales territorios de Jalisco, Zacatecas y Guanajuato (Figura 30). Es fera Septentrional de Mesoamerica

Figura 30. Mapa con la distribución del complejo Cerámico copa/olla Pseudocloisonné

Las minas de obsidiana de Ucareo y Zináparo al norte de Michoacana incrementaron su explotación, y los productos derivados de ella fueron transportados a lo largo de Mesoamérica (Darras 1999, Healan 2004), conectando así con sitios del centro de México como Xochicalco. Las minas de cinabrio de la sierra gorda de Querétaro, como lo parece indicar el sitio de San José Ixtapa que data para este periodo (Barba y Herrera 1986). La producción de sal en la parte sur de Jalisco indica que también se incrementó la demanda de materiales que no necesariamente son de prestigio votivo, sino también de bienes que son utilitarios (Figura 31), pero igualmente lujosos (Liot 2000). 62

Figura 31. Mapa con la sobre posición de las esferas de interacción de los materiales diagnósticos en la frontera norte mesoamericana.

En la presente tesis nos afiliamos a la propuesta de cambio motivada por un incremento en la interacción económica y una reorganización política, sin dejar de lado las propuestas que estudios paleo-climáticos plantean (Metcalfe et al. 2007; Metcalfe y Davies 2007; Metcalfe 2006; Fisher et al. 2003).

2.2 La Cuenca del Río Verde Grande El apogeo durante el Epiclásico de la región noroccidental de México tuvo como eje de comunicación la región hidrográfica del Lerma-Santiago. Dentro de esta, la Cuenca del Río Verde Grande (RH121) se ubica desde lo que hoy es el sur de Zacatecas, la mayor parte del estado de Aguascalientes, una pequeña porción del noroeste de Guanajuato y la mayor parte de los altos de Jalisco, que conforman la porción meridional de la cuenca. Los desarrollos culturales que ahí sucedieron durante el Epiclásico no tuvieron barreras naturales que limitaran los contactos entre ellos, tal vez por eso evidenciando similitudes muy profundas (López et al. 1994: 280). La porción mejor estudiada de esta cuenca es la de los Altos de Jalisco, en la que se han llevado a cabo investigaciones arqueológicas formales más abundantes que en las partes 63

correspondientes a Aguascalientes, o el sureste de Zacatecas, por lo que contamos con mejor conocimiento acerca de las características de los asentamientos, así como de sus materiales arqueológicos y los principales tipos cerámicos. El primer sitio que mencionaremos es el de Cerro Encantado, cerca de la actual comunidad de Teocaltiche. En dicho sitio, la arqueóloga Betty Bell realizó excavaciones en el año de 1970, revelando desde sus 43 pozos de sondeo tipos cerámicos que se volverían diagnósticos de las relaciones de esta porción con Mesoamérica, como lo son las figurillas “Cornudos”, que encontró ofrendadas en un entierro primario, que junto con fechamientos por radio carbono revelan una ocupación temprana, relacionada a las tumbas de tiro, a la par de que encuentra cerámica relacionada con la cultura Chupícuaro (Bell 1974). Una de las conclusiones a las que llega la investigadora al notar el traslape en esta zona de las dos culturas es que muy probablemente se trata de una población anterior que recibió influencia desde los dos epicentros culturales de la época, tanto Chupícuaro como la tradición Tumbas de tiro. A partir de estas poblaciones, proponemos una expansión hacia el norte de poblaciones con características similares, pudiendo ser parentela, aunque la interacción podría ser más compleja, como veremos más adelante (Figura 32).

Figura 32. mapa que muestra la expansión de la esfera de los Altos-Juchipila hacia la parte norte de la cuenca del Río Verde Grande durante el Epiclásico.

64

Apoyando esta idea de la población autóctona recibiendo influencias, Glyn Williams en 1974 realizó recorridos de superficie en la parte norte de los altos de Jalisco, en los límites con el estado de Zacatecas, identificando trece asentamientos prehispánicos de diversos tamaños y complejidades en los cuales recolectó y clasificó figurillas dando lugar a una interpretación con la cual propone existen similitudes estilísticas entre estas y las Chupícuaro. Sin embargo, concluye que la influencia de dicha cultura se modificó por una tradición local, que se combinó con otra procedente de las cuencas más norteñas, como la del Río Magdalena en Nayarit, dando lugar a una tradición propia durante el formativo tardío (Williams 1974).

Figura 33. Plano y poligonal de protección del sitio arqueológico de Teocaltitán, Jalisco. Nótese el patio hundido con montículo y el juego de pelota en la zona central del sitio. Montejano 2015 Figura 4

La investigación llevada a cabo en 1976 por Piña Chan y Taylor en el sitio arqueológico de El Cuarenta, en el municipio de Lagos de Moreno concluyó que sus exploraciones indicaron una relación de este asentamiento con sitios como el de La Quemada, Chalchihuites y El Teúl, y proponen que esta expansión cultural parte de Zacatecas y alcanza el sitio de El Cuarenta en Jalisco y se proyecta hacia el Tunal Grande en San Luis Potosí en sitios como Electra o Villa de Reyes (Piña Chan y Taylor 1976).

65

En la década de los ochenta, los investigadores Caloryn Baus y Sergio Sánchez se propusieron identificar los asentamientos caxcanes, cocas y tecuexes de las crónicas españolas del siglo XVI en el estado de Jalisco, por lo que realizaron recorridos de prospección y mapeo en la zona. En 1986 publicaron “Arqueología en la región Tecuexe”, en el que informan de materiales recuperados en Cerro Támara, Teocaltitán y Tlacuitapan, ubicados cerca de las actuales poblaciones de Jalostotitlan, Teocaltitán y Lagos de Moreno al noreste de los Altos (Baus et al.1986:5). Dentro de dichos materiales, ellos reportan elementos dentro de los tipos cerámicos como “borde evertido”, “base anular” y ciertos tipos de figurillas que según la clasificación de Williams (1974) son los tipos I y IV que se volverán diagnóstico de toda la Cuenca durante el Epiclásico4. Para el sur de la cuenca, en 1988, Blás Roman Castellón y Jorge Ramos realizaron recorridos de prospección por parte de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) en la región de Atotonilco-Totolán. Resultados de estos trabajos fueron la localización de 29 asentamientos. Para el comienzo de la década de los 90´s el INAH Jalisco generó el Proyecto Arqueológico Altos de Jalisco, que llevó a cabo prospecciones de asentamientos prehispánicos. Dicho proyecto aportó datos importantes con respecto al patrón de asentamiento regional, tipos de asentamientos, arquitectura y sus materiales arqueológicos asociados (López et al. 1994). Ellos Identifican tres tipos de patrón de asentamiento (López et al. 1994), en el primero de ellos los sitios están ubicados en la parte alta de los cerros, mismos que pueden formar parte 4

En el mismo trabajo los autores también hacen referencia al patrón de asentamiento regional y a las características generales de la arquitectura presente, al respecto mencionan: “Respecto al patrón de asentamiento, dichos sitios se sitúan en cimas de cerros que presentan en su mayor parte abruptas laderas y están cercanos a los cauces de agua. Su situación topográfica privilegiada, además de presentar resguardos naturales como son afloramientos rocosos, muestra modificaciones hechas por el hombre. Hay altos taludes en terrazas y plataformas, así como posibles muros […] El pleno dominio visual de las regiones circundantes da a estos sitios un carácter defensivo y estratégico que parece indicar una gran inestabilidad en la época en que fueron construidos. En el aspecto arquitectónico podemos decir que el patrón básico de elementos no difiere de muchos sitios localizados en el Bajío, ya que la idea es la misma. Sólo varían en cuanto a su distribución en función de la topografía del terreno al igual que aquéllos. El patrón al que nos referimos es que dichos sitios presentan un conjunto arquitectónico relevante de estructuras cuya función parece que fue cívico-religiosa. Es la asociación de patios cerrados o “hundidos”, o plazas delimitadas por plataformas planas, con un montículo de mayor altura de planta cuadrada, situado en el lado oriental de aquel elemento. Los otros elementos periféricos son también plataformas cuadradas o rectangulares, patios, plazas, y en dos casos un par de estructuras alargadas paralelas que sugieren canchas de juego de pelota. Hay también un sistema de terrazas con muros de contención de rocas bien adaptado a la topografía” (Baus y Sánchez 1986:2-4).

66

Figura 34. Fotografía del montículo que cierra uno de los patios en el sitio arqueológico de Teocaltitlán. Montejano 2015 figura 5

de algún sistema montañoso o ser cerros aislados como en el caso del Peñol del Chiquihuitillo (Weigand y García de Weigand 1999), este patrón de asentamiento es común en la parte sur de los Altos, en los sitios localizados por Blas Román Castellón (et al. 1988 apud López Mestas et al. 1994), así como en algunos sitios de la zona norte del río Verde Grande, como el de Cerro de los Antiguos, El Tuiche y el Cerro de Chihuahua, cercanos a Nochistlán, Zacatecas. En cuanto a las características de estos sitios mencionan la presencia de un área cívico ceremonial representada regularmente por arquitectura monumental como grandes plataformas asociadas a otros espacios y estructuras como plazas, patios interiores, sectores de residencia y habitación, juegos de pelota y adoratorios, así mismo mencionan que en algunos casos las grandes plataformas se encuentran delimitadas por muros que definen y diferencian los distintos sectores de los asentamientos, las áreas habitacionales están relacionadas con la terrazas, mismas que generalmente están ubicadas en las laderas de los cerros y relacionadas con actividades agrícolas, sirviendo las áreas aledañas como áreas de sustentación del asentamiento para el abastecimiento de agua, caza y recolección de alimentos, así como para la extracción de materias primas (López Mestas et al. 1994). De manera preliminar, los autores proponen varias fases de ocupación, de las que la que va del (300-900 d.C.) está representada por las cerámicas del grupo Naranja/Guinda que se caracteriza por ser muy abundante, representando a las cerámicas de tradición local, en este tipo de cerámicas son las ollas con borde revertido, las ollas pequeñas con representaciones antropomorfas en los bordes y los cajetes de base anular las cerámicas que, en opinión de los autores, definen una clara asociación con la fase Ixtépete-El Grillo del valle de Atemajac, de 350 a 700 d.C. Otros tipos de este periodo son el Rojo/Bayo y Rojo/Naranja, de los que mencionan 67

que su presencia es más útil en cuanto a la información que proporcionan con respecto al aspecto espacial ya que temporalmente son cerámicas que en el occidente de México tienen un amplio rango desde el Preclásico hasta el Epiclásico. Así mismo mencionan el tipo Negativo Tardío, que consideran como indicador más directo con Zacatecas en donde tiene una asociación temporal de 600 a 900 d.C. y se caracteriza por cajetes de base anular, ollas globulares, platos y escudillas. Entre los elementos de esta fase mencionan nuevas formas como la base anular, los soportes sólidos, punzonados, bordes distintivos, el uso de la técnica decorativa del pseudo-cloisonné y una distribución diversificada de estilos cerámicos, que en opinión de los autores marcan una nueva forma de interrelación entre los grupos humanos del norcentro de Mesoamérica. Con base en la información anterior los autores concluyen preliminarmente que la región central de Los Altos muestra una ocupación humana desde el Formativo Tardío (200 a.C.–300 d.C.), misma que está representada principalmente por las cerámicas pulidas relacionadas con la tradición de tumbas de tiro del valle de Atemajac, notando una clara ausencia, como ya se dijo, en materiales de superficie de los negativos tempranos que caracterizan este momento en la zona norte del río Verde Grande. Como también ya se mencionó, el periodo Clásico (300-900 d.C.) está representado por las cerámicas de tradición local (Grupo Naranja/Guinda variantes policromos y Negativo Tardío), mientras que el periodo Postclásico no está representado aun en sus investigaciones a pesar de las referencias históricas que mencionan la presencia de grupos como los tecuexes y cocas al momento del contacto con los españoles (López Mestas et al. 1994:287-288). Ya en 1992, Roy Brown, en un trabajo sobre arqueología y paleoecología del norcentro de México, incluye a los sitios identificados por Williams (1974), así como al sitio de Cerro Encantado excavado por Bell (1974) y los incorpora dentro de lo que él llama la sub-área cultural río Verde, misma que a su vez propone queda insertada en el área cultural del Bajío (Brown 1992:30), aunado a que en 1944 la doctora Isabel Kelly mencionaba, acerca del área del Cañón de Juchipila, que ésta debe ser estudiada en conjunción con el área de los Altos de Jalisco. Para lo que corresponde a la porción del Río Verde que se encuentra en lo que hoy es el estado de Aguascalientes, podemos mencionar que las primeras aportaciones de arqueología comenzaron 1928 en el “Cuadro sinóptico de las ruinas de la república mexicana hasta la fecha conocidas” donde se reportó un sitio llamado Monte Huma, en el Municipio de Calvillo compuesto por una estructura arquitectónica, una gruta y una fortificación, que fue publicado por Moisés Herrera.

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En 1939 se presentó un mapa arqueológico de Aguascalientes para el proyecto “Atlas Arqueológico de la República Mexicana” en donde se ubican tres sitios: Jalpa, Mecatabasco y Monte Huma. Posteriormente Eloy Castellanos (1994) menciona que, de estos tres sitios, solo Monte Huma se encuentra dentro del estado de Aguascalientes, aunque hasta la fecha no se ha podido localizar; en cuanto a los otros dos sitios se ubican en Zacatecas. Cabe mencionar a “Topete”, un cronista de la ciudad que en 1968 menciona la presencia de materiales cerámicos y líticos prehispánicos en el municipio de Asientos y Tepezalá en la “Guía para visitar la ciudad y el estado de Aguascalientes”. Pero no fue hasta el año de 1986 que comenzaron las investigaciones arqueológicas formales, encabezadas por los arqueólogos Lorena Mirambell y José Luis Lorenzo que realizaron recorridos de superficie y reportaron la existencia de tres asentamientos prehispánicos que presentaban manifestaciones gráficas-rupestres y material lítico: Tepozán I y II, ubicado en el municipio de Calvillo, y Las Raíces, actualmente El Ocote. (Lorenzo y Mirambell 1986). Más adelante en 1989 gracias a una denuncia, Baudelina García y Peter Jiménez Betts realizaron nuevamente recorridos en el sitio de El Ocote en el municipio de Aguascalientes y corroboraron la existencia de vestigios culturales, y los catalogaron como Ocote I y Ocote II. Observaron la abundancia de material lítico en la superficie de diversas materias primas como riolita, pedernal, cuarzo, y obsidiana además de material cerámico sin decoración. En el Ocote I ubicaron pequeños muros de contención formando terrazas escalonadas. Para 1991 y 1992 el arqueólogo Eloy Castellanos realizó recorridos de superficie para la identificación y catalogación de asentamientos prehispánicos en el Estado de Aguascalientes, por parte del proyecto Atlas arqueológico Nacional. En donde identificó campamentos estacionales en las cercanías de los arroyos temporales y pequeños ojos de agua. Castellanos señala que el patrón de asentamiento es sumamente disperso y que característicamente las estructuras son de planta cuadrangular, construidas sobre plataformas de baja altura, aunque también registró pequeñas estructuras circulares. Dentro de este mismo proyecto realizó excavaciones de sondeo en varios sitios: Cerro de en Medio, Santiago, Cerrito del Meco, Plan de Potrerillos y San Mateo. Estos sondeos los realizó dentro de unidades habitacionales, señala la escasa presencia de material arqueológico, por lo que plantea que la mayoría de las actividades se llevaban afuera de estas. En total identificó 17 sitios, la mayoría ubicados en cerros y los clasificó en: Sitios con estructuras (SE), sitios con cerámica y lítica (CL) y sitios con pintura rupestre (PR) (Castellanos 1994).

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Otro gran aporte en las investigaciones del estado fue realizado por el arqueólogo Daniel Valencia, quien realizó recorridos de superficie en los años 1992 y 1993. Obteniendo como resultado la identificación de 39 sitios que incluyen centros ceremoniales, talleres líticos, frentes rocosos con pinturas, campamentos estacionales y petrograbados. Un aspecto significativo fue que propuso una cronología tentativa, basada en los materiales cerámicos obtenidos en superficie, los principales tipos que menciona son: Rojo sobre bayo, Negro esgrafiado, Negativo, Negro sobre naranja y Reyes gris y sugiere que los sitios con pintura rupestre fueron ocupados entre el año 100 d. C. y el 1200 d.C. (Valencia 1994). En ese mismo año el arqueólogo John W. Foster (1994) con el objeto de proponer la región de la Sierra fría como zona natural protegida, llevo a cabo una inspección superficial en donde detectó ocho sitios que comprenden en su mayoría campamentos y cuevas con vestigios de ocupación humana (Foster 1994). Más adelante en el año 2001 y hasta la fecha los arqueólogos del centro INAH Aguascalientes, Ana Pelz Marín y Jorge Luis Jiménez Meza, han llevado a cabo diversas temporadas de excavación y restauración en el sitio de El Ocote, por lo que actualmente representa el único proyecto de la entidad en el que se han realizado actividades continuas de excavación y por ende en donde el proceso de investigación ha sido más extenso. Para el año 2003 el arqueólogo Nicolás Caretta, junto con el Biólogo Mario Pérez llevaron a cabo un rescate arqueológico con motivo de la construcción de la carretera MontoroAguascalientes, en donde identificaron asentamientos y concentraciones de material, además de realizar una delimitación parcial del sitio de Santiago. Este proyecto se enfocó a la protección y aprovechamiento de la barranca de Santiago y sus recursos naturales y, gracias a esto, fue posible la modificación al trazo del libramiento carretero, logrando que no se pusiera en riesgo a la zona arqueológica de Santiago. En este mismo sitio desde el año 2004 se han llevado a cabo investigaciones por parte del Dr. M. Nicolás Caretta, quien trabaja conjuntamente con el biólogo Mario Pérez Chávez y Jorge Martínez, en donde efectuaron el reconocimiento y levantamiento topográfico del área ceremonial o zona “A”, la cual cuenta con una extensión aproximada de 28 hectáreas. En esta zona se identificaron 14 plataformas, 12 montículos, 25 estructuras, 2 patios, 17 muros de contención y un juego de pelota, en cuanto al material encontrado en superficie se encuentra la presencia de diversos materiales cerámicos como cerámica café con engobe rojo, rojo sobre bayo, además de obsidiana gris veteada, raspadores de sílex y diversos materiales de molienda (Nicolás 2006). Entre las investigaciones más recientes se encuentra las realizadas por los arqueólogos Ignacio Macías Quintero y Gerardo Fernández Martínez, de la Universidad Autónoma de 70

Zacatecas (UAZ), quienes en el proyecto de prospección arqueológica en el sur occidente del estado de Aguascalientes dieron a conocer 20 nuevos asentamientos, dentro de los cuales se reportaron: aldeas, sitios ceremoniales, cuevas con ocupación humana, zonas de petrograbados y abrigos rocosos con pintura rupestre (Macías 2006, 2007). Nuevos datos aparecen en esta región a partir de los trabajos de prospección y excavación llevados a cabo por el presente proyecto. En el siguiente capítulo presentaremos las metodologías de trabajo que se llevaron a cabo en campo y en gabinete para poder explorar el conjunto mobiliario e inmobiliario arqueológico de la región Norte del Río Verde, hoy perteneciente al estado de Aguascalientes (Figura 35).

Figura 35. Mapa con la posición de los sitios arqueológicos con que objeto de estudio de esta investigación.

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Capítulo III Arqueología del Norte del Río Verde Grande

E

sta investigación tomó como área de estudio la porción norte del Rio Verde Grande, y los sitios arqueológicos que en la actualidad se encuentran dentro de los limites políticos del estado de Aguascalientes. Como se mencionó en la introducción, el Río Verde Grande tiene sus orígenes a 20 kilómetros al sur de la ciudad de Zacatecas, en territorio del municipio de Genaro Codina, es ahí en donde se encuentra el colector básico que forma en sus inicios este río, su cuenca tiene una superficie aproximada de 3 123.390 km² y tiene una longitud de 350 km en dirección suroeste (Síntesis Geográfica de Zacatecas SPP INEGI 1981:29) (Figura 36). Desde el sur de Zacatecas se interna en el norte del estado de Aguascalientes para posteriormente volver a internarse en territorio del sureste zacatecano en donde irriga algunos terrenos del municipio de Luis Moya, sigue su curso hacia el sur y atraviesa el estado de Aguascalientes, se interna en la región de los Altos de Jalisco para finalmente desaguar en el Río Grande de Santiago, evento que sucede a pocos kilómetros al noreste de la ciudad de Guadalajara, para finalmente desembocar en el Océano Pacífico, aunque algunas de sus aguas llegan a formar parte de la laguna de Chapala.

Figura 36. Ubicación de los sitios arqueológicos en la cuenca del rio verde

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Actualmente se tienen localizados noventa sitios arqueológicos dentro de los limites políticos del estado de Aguascalientes, de los cuales por lo menos 35 cuentan con algún tipo de arquitectura detectada en prospecciones, siendo los demás sitios de tipo “concentración de materiales”, o “pinturas rupestres” sin arquitectura asociada. De estos 35 sitios, solo 4 cuentan con información contextualizada en excavaciones: El Ocote, Santiago, Cerro de en medio, y la Montesita. Hasta el momento, podemos identificar tres zonas donde se han identificado asentamientos arqueológicos que son objeto de este estudio (Figura 37). Con la información arqueológica disponible presentada en el capítulo anterior ha sido posible sugerir la posibilidad de que el avance de las tradiciones culturales mesoamericanas hacia el norte

pudo

seguir

principalmente el curso de las cuencas fluviales asociadas

Zona #1

hidrológico

Zona #3 Zona #2

al

sistema Lerma-

Chapala-Santiago (Jiménez 1988, 1989, 1995; Jiménez y Darling 2000), de esta manera, es posible que el cauce del Río Verde Grande, sus afluentes y las tierras de alto potencial agrícola

Figura 37. Mapa de los limites políticos del Estado de Aguascalientes con la ubicación de todos los sitios arqueológicos hasta ahora registrado en el INAH Aguascalientes, y la delimitación de las 3 Zonas que han sido objeto de estudios sistemáticos desde 2000.

asociadas con el mismo, hayan sido una de las vías por las que dicho avance tuvo lugar, y

también en donde se ubicaron las poblaciones que protagonizaron este avance. La importancia de este río radica en su funcionamiento como arteria de comunicación en época prehispánica (Jiménez y Darling 2000), dando lugar a un vínculo estrecho entre 73

antiguas poblaciones asentadas en el hoy sureste zacatecano, el estado de Aguascalientes, los Altos de Jalisco y el área del valle de Atemajac, en donde hoy se asienta la ciudad de Guadalajara. La zona 1 (Figura 38) se encuentra al centro-oeste del hoy estado de Aguascalientes. Es en esta zona donde está el sitio arqueológico Cerro de en medio y Santiago, punto de partida del análisis en esta tesis. El sitio arqueológico más grande de esta porción del Río Verde Grande hasta ahora estudiado es el sitio del Cerro de Santiago, que se encuentra a 7 km al este del Cerro de en medio aproximadamente. Además de estos dos sitios, se han podido detectar 4 asentamientos menores alrededor, Casa de indios/Cerro del meco, el Garabato/Cerro de la presa, cerca de la comunidad del milagro se detectaron algunos restos de cerámica y lítica prehispánica y a lo largo de la barranca de las cabras se localizaron caseríos y materiales cerámicos (Dueñas 2014; Castellanos 1994). Dada la evidencia recuperada en recorridos de superficie, todos estos sitios parecen ser contemporáneos durante el Epiclásico, por correlaciones cerámicas provenientes en su mayoría de recorridos de prospección, salvo en el Cerro de en medio

Figura 38. Zonas arqueológicas de la Zona #1 de Aguascalientes

74

y Santiago, donde ya se cuentan con algunas excavaciones (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku 2014; Silva 2015).

La zona 2 (Figura 39) se ubica al sur del estado de Aguascalientes, y lo que se sabe de esta zona es producto del trabajo de la arqueóloga Ana Pelz y Jorge Martínez (2000, 2005) en el sitio arqueológico del Ocote, además de los trabajos de Brenda Gonzáles (2002, 2007) e Ignacio Macías (2006, 2007). En la zona se encuentran varios asentamientos con montículos y estructuras habitacionales no obstante que solo en el Ocote se han realizado labores de excavación.

Figura 39. Zonas arqueológicas de la Zona #2 de Aguascalientes

La zona 3 (Figura 40) está al este del estado de Aguascalientes, colindando con el sureste zacatecano. Esta zona se caracteriza por ser tal vez la menos estudiada del lado aguascalientense, debido principalmente a problemas con la claridad de los limites estatales.

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No obstante, estudios en el sitio de la Montesita (Pelz et. al 2012, 2014; Schulze y Pérez 2015) proveen de la mayoría de los datos referentes a la región. La relación política que debió existir entre los distintos sitios en distintas zonas es aun difícil de discernir, principalmente porque hacen falta recorridos de prospección totales y excavaciones en las áreas ceremoniales para identificar jerarquías, no obstante, sí podemos señalar algunas semejanzas y sus implicaciones culturales.

Figura 40. Zonas arqueológicas de la Zona #3 de Aguascalientes

Hasta ahora, la mayoría de los sitios se han encontrado en la cima de cerros y mesetas, con excepción de los vestigios en el milagro (Pelz 2015). Generalmente son áreas ceremoniales en la cima con áreas habitacionales alrededor y sobre los abanicos aluviales, con excepción del Cerro de en medio, que parece ser una zona habitacional con algunos elementos ceremoniales. Este patrón es compartido para los sitios en los Altos de Jalisco (López et al. 1994), y una de las posibles explicaciones es el alto índice de

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violencia derivado de un clima político competitivo que llevo a la mayoría de las poblaciones a guarecerse en lo alto de los cerros de posibles ataques de sus vecinos. No obstante, esta explicación evita el hecho de que las zonas habitacionales se encuentran en zonas de fácil acceso y sin guarecer; ya que solo las áreas ceremoniales estarían protegidas en caso de ataques. Tal vez exista otra explicación para este patrón de asentamientos, en la cosmovisión mesoamericana y en el concepto del Altepetl. Cuando los españoles arribaron a tierras nahuas, se les informó a través de sus traductores que las sociedades con las que estaban interactuando eran llamadas altepetl, haciendo referencia a una organización del territorio y sus comunidades. Los españoles tradujeron a “pueblo” este concepto de lengua nahua, no obstante, su traducción literal es montaña (Tépetl) de agua (Átl) (Sahagún 1999), o cerro de agua (García y Zambrano 2006). Los historiadores han traducido a altepetl como un estado étnico (Lockhar 1992), ciudad estado (Hicks 2012), comunidad o provincia (Marcus 2000)

“En Mesoamérica los lazos étnicos anudaron la cohesión social del grupo, pero el altépetl fue el piso que le dio territorialidad, definió sus fronteras y lo dotó de identidad con el lugar de origen. Altépetl es una palabra nahua compuesta. Viene de in atl, in tepetl, el agua, la montaña. Se representa como un cerro con agua en su interior, una imagen que se difundió en las contrastadas regiones de Mesoamérica y fue sinónimo de estado territorial, de gente asentada en suelo propio. El altépetl (plural altepeme) es una unidad territorial y política presente en las distintas regiones de Mesoamérica. Los españoles lo llamaron pueblo, un vocablo que le sentaba bien porque cada altépetl se imaginaba a sí mismo como un pueblo separado en forma radical de los demás. “(Florescano 2009:1)

Entonces es posible que los habitantes de la región del Río Verde tuvieran predilección por esta ubicación en el paisaje por cuestiones de cosmovisión, y ubicaran los centros ceremoniales en las cimas de cerros por el significado que tienen estos como

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lugares en donde se origina el agua, la fecundidad, y también es donde se entra en comunicación con ellos. No pretendemos en este trabajo afirmar que no existiera el conflicto armado entre estas poblaciones, y que este no jugará un papel a la hora de decidir donde asentarse, sin embargo, creemos que en la organización de los pueblos sedentarios existen distintos criterios que también juegan papeles relevantes en estos asuntos, como las creencias y la ubicación de recursos naturales de importancia. Dado que hablamos de un momento de intensa interacción y comercio, proponemos que el nivel de violencia no debería ser el factor principal para decidir dónde ubicarse dentro del paisaje. Los centros ceremoniales en estos sitios generalmente están compuestos por conjuntos de edificios dispuestos alrededor de espacios abiertos, generalmente con un montículo orientado a la salida o puesta del sol (Pelz 2005; Silva 2015; Pelz et. al. 2014; Shulze y Pérez 2015).

3.1 El sitio arqueológico de Santiago El primero registro del sitio arqueológico de Santiago se llevó a cabo en el año de 1992, por parte de Eloy Castellanos. Este registro consistió en recorridos de superficie y se llevaron a cabo una serie de pozos de sondeo en tres conjuntos habitacionales (Castellanos 1994:5185). Como resultado de estas excavaciones Castellanos describe tres capas estratigráficas, parte del sistema constructivo de algunas estructuras y recolecta fragmentos de material cerámico y lítico. En el año 2004 Nicolás Caretta planteó un proyecto en el sitio al Consejo de Arqueología, esta propuesta nace a raíz de que Ana Pelz (investigadora del centro INAH Aguascalientes) realizó un recorrido de superficie en el área del sitio arqueológico de Santiago ya que se planeaba realizar una carretera la cual pasaría a escasos metros del sitio haciéndolo más propenso al saqueo, gracias a esta intervención se trazó nuevamente este tramo de la carretera quedando más alejada del sitio (Nicolás 2006:12). Hasta la fecha en el marco del proyecto PAS dirigido por Nicolás Caretta se han realizado ocho temporadas de campo, mediante las cuales se ha elaborado el mapa del polígono de protección, el mapa de zonificación del sitio, un mapa topográfico de la totalidad del sito (dentro de la poligonal), se han registrado las estructuras arquitectónicas a nivel de 78

superficie y se ha registrado la planimetría de las estructuras (generando con estos datos un mapa de distribución de las estructuras), además del análisis de los materiales culturales recolectados. El sitio arqueológico de Santiago es un asentamiento compuesto por un centro ceremonial en la cima de una meseta donde existen varios patios, montículos y un juego de pelota; y una zona habitacional a las faldas de dicha meseta con más de 190 construcciones detectadas en superficie (Figura 41). Recientes investigaciones han develado que fue ocupado durante el periodo de tiempo conocido como Epiclásico, es decir, entre los años 600-900 A.D. (Nicolás 2004; Puch Ku 2014; Silva 2015), esto determinado por correlaciones de objetos cerámicos comparados con otros sitios de la región Norcentral de Mesoamérica. El área ceremonial da cuenta de la vida ritual del asentamiento, de su organización jerárquica y de la especialización de sus habitantes. En ella podemos identificar espacios diseñados para rituales específicos como lo son los montículos y los patios hundidos, comunes y fundamentales en la cosmovisión indígena

Figura 41. Plano General de Santiago con la ubicación de las excavaciones realizadas en el sitio por el proyecto arqueológico Cerro de Santiago.

prehispánica, además de las residencias de sus líderes (Figura 42).

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El conjunto arquitectónico es clave para el entendimiento de las redes de interacción con la región norte y el resto de Mesoamérica. Como lo mencionamos en el capítulo anterior, existen tres patrones de conjuntos rituales/residenciales importantes en la tradición fronteriza de Mesoamérica, cuyo origen se encuentra profundamente en la cosmovisión mesoamericana, principalmente demostrado en la configuración de sus espacios públicos.

Figura 42. Plano de la Zona Ceremonial del sitio arqueológico Cerro de Santiago.

El patrón arquitectónico Patio hundido-altar-pirámide, descrito para la región de Chalchihuites y en particular en relación con el sitio La Quemada, la arquitectura circular, o tipo “Guachimontón” para la región de Jalisco y la arquitectura de Patio hundido en el Bajío son manifestaciones que, no obstante que comparten elementos entre si, y otros espacios arquitectónicos en el resto del continente, se han podido rastrear su origen, evolución y desuso. En Santiago encontramos pues, que el patio más grande presenta una configuración tipo patio cerrado en dos de sus flancos por montículos (oeste y sur). El patio es una plataforma que muestra una elevación en relación a su espacio circundante, no obstante que el espacio abierto sobre esta plataforma está hundida en relación a un muro circundante al norte y este. A la mitad del patio se encuentra un pequeño altar. 80

Como podemos ver, el espacio presenta características compartidas con la tradición arquitectónica del Bajío, los patios hundidos, en una de sus variantes (Ilustración 46) y al igual que estos el altar central pudo ser una adaptación a la influencia del área de Chalchihuites al final del clásico, principios del Epiclásico (Cárdenas 1999). Más adelante presentaremos los materiales cerámicos que hasta ahora se han recuperado en recorridos de superficie y excavaciones en áreas habitacionales fuera del núcleo del sitio, sin embargo es importante mencionar en este apartado que la totalidad de lo materiales diagnósticos de temporalidad han ubicado al sitio arqueológico durante el Epiclásico, y que la tradición del Bajío, para estos momentos están en un momento de transformación del patrón arquitectónico y de abandono en muchos de sus sitios (Cárdenas 1999), por lo que la región del Río Verde Grande podrían estar manifestando durante el Epiclásico una continuidad en las tradiciones arquitectónicas del Bajío, pero interactuando intensamente durante el Epiclásico con regiones preferencialmente hacia el oeste y norte (Figura 43).

Figura 43. Izquierda: Dibujo de los patios hundidos. Derecha: Patio hundido de Santiago.

El área habitacional está compuesta por más de 190 elementos entre terrazas, muros de contención y estructuras habitacionales localizadas en superficie, extendidas en 20 ha aproximadamente. Se encuentra dividido en tres partes de norte a sur. La parte norte se encuentra en un promontorio, la segunda parte sobre una mesa de menor altitud extendida de norte a sur y la tercera parte se encuentra sobre la anterior mesa, separada por lo que en algún momento pudo ser el cauce de un pequeño arrollo que baja de la mesa hacia el valle. (Figura 44). 81

Han sido dos las unidades de excavación que se han llevado a cabo en el sitio arqueológico. La primera se realizó sobre la estructura 53 y la segunda en al norte de la estructura 170. Aunque los registros han sido realizados a partir de las observaciones en superficie, cabe destacar que las relaciones en por lo menos dos conjuntos habitacionales muestran un patrón circular en su distribución (Figura 45). En el capítulo anterior describíamos este tipo de arreglos arquitectónicos, y expusimos que el epicentro de distribución se encuentra en los alrededores del volcán de Tequila,

Jalisco,

en

la

tradición

Teuchitlán (Weigand 1990, 1996). No obstante, podemos constatar que a estos patios circulares les falta un elemento fundamental en esa tradición, el altar central circular escalonado, cuya elevación rebasa a la banqueta que rodea el patio, otro elemento que no se logra encontrar en superficie en estos Figura 44. Tres zonas habitacionales es en el sitio arqueológico Cerro de Santiago

conjuntos de Santiago.

Posiblemente estemos frente a la manifestación del mismo principio de organización familiar de Teuchitlán en estos conjuntos encontrados en Santiago, sin embargo, por no 82

ser parte de las áreas principales ceremoniales del sitio, carecen del elemento ceremonial principal: el altar circular. Futuras

excavaciones

podrán

poner en evidencia con más detalle el total de elementos arquitectónicos y la relación entre ellos, sin embargo, en este apartado es importante mencionar que el sitio arqueológico cuenta en su registro arquitectónico muestra clara de las diferentes redes de interacción que desde

distintas

regiones

se

yuxtapusieron en la región norte del rio verde grande

3.2 El sitio arqueológico de El Ocote Figura 45. Ejemplo de unidades habitacionales de Santiago

El sitio arqueológico de El Ocote se localiza a 31 kilómetros al sur oeste de la capital del estado de Aguascalientes, rumbo a la ciudad de Villa Hidalgo, Jalisco, en las inmediaciones del Cerro de Los Tecuanes, aproximadamente 2 kilómetros al poniente de la población de El Ocote, en el municipio de Aguascalientes.

83

La formación denominada Cerro de Los Tecuanes, sobre y entorno a la cual se distribuye el sitio arqueológico, se localiza en lo que pudiera considerarse el extremo nororiental de la llamada Sierra El Laurel. Al pie de este cerro existen actualmente algunos ojos de agua y un arroyo permanente de bajo caudal, en cuyas márgenes se distribuyen numerosos sauces. El sitio está compuesto por una zona ceremonial, una zona habitacional y varios paneles con pinturas rupestres. La zona ceremonial del sitio se encuentra en la cima y está compuesta por 3 estructuras

y al menos 3

plataformas. La estructura número uno se encuentra orientada hacia el este, y es un basamento,

en

cuyos

trabajos

de

restauración se detectaron fragmentos de bajareque (Pelz 2002:13) (Figura 46).

Este espacio es difícil de definir en torno a patrones arquitectónicos, puesto que la mayor parte del espacio constructivo está

conformado

por

afloramientos

naturales de roca en la que poco trabajo de acondicionamiento se puede observar (Pelz 2006). No obstante, la distribución de las plataformas y las estructuras nos permite

Figura 46. Zona Ceremonial del Sitio Arqueológico El Ocote. Pelz 2006: 31.

observar una configuración ortogonal del conjunto principal, con la estructura 1, la única estructura construida de mampostería en el conjunto ceremonial, orientada hacia el este. Los recintos ceremoniales orientados hacia la salida y puesta del sol son comunes dentro de la tradición cultural mesoamericana a lo largo de su historia y de las regiones que la componen, por lo que hablar de un origen en específico de esta manifestación es sumamente difícil, lo que si podemos decir es que es significativo el uso de este espacio para hablar de las redes de información en las que el sitio del Ocote se vio envuelto, 84

puesto que los materiales encontrados en el área habitacional al pie del cerro de los Tecuanes, como veremos más adelante, dan muestra de un intenso intercambio de bienes materiales, muchos suntuosos, pertenecientes a los habitantes del asentamiento en época prehispánica. A la fecha, el sitio arqueológico de El Ocote cuenta con el proyecto de investigación que más datos aporta en cuanto a materiales arqueológicos se refiere, ya que se han realizado excavaciones tanto en el área ceremonial como en la zona habitacional.

Figura 47. Panel de pinturas rupestres del sitio arqueológico de El Ocote. Ortofoto elaborada mediante fotogrametría, y procesada en DStretch.

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En el caso particular de las excavaciones en la zona habitacional, los materiales recolectados fueron por de más abundantes, y un análisis de estos aún está realizándose. De ellos hablaremos más a detalle en el siguiente capítulo, sin embargo, cabe mencionar que con los resultados preliminares de los análisis de materiales del sitio se han podido producir tesis de licenciatura en la UASLP referentes a los sistemas constructivos del sitio (Arellano 2014), las herramientas y materiales óseos faunísticos (Pérez 2016) los entierros funerarios (Palomo 2015) y la industria de la lítica pulida (Gutiérrez 2016). Las pinturas se encuentran en la pared poniente del cerro de Los Tecuanes. Se trata de un conjunto de diseños que representan figuras humanas levantando los brazos; de animales cuadrúpedos que probablemente sean lobos, perros o coyotes y de formas geométricas como líneas horizontales y verticales, así como espirales, las cuales fueron pintadas por los antiguos pobladores prehispánicos que habitaron el lugar. La coloración del conjunto es roja, pudiéndose distinguir dos tonos (uno intenso y otro pálido) que se han asociado a dos momentos diferentes del registro pictórico, siendo la de menor intensidad la más antigua (Valencia 1994) (Figura 47). Los entierros explorados en el sitio son 14 en total, sumando un total de 32 individuos, 9 identificados femeninos, 3 masculinos y 20 no pudieron identificarse, principalmente porque se identificaron como infantiles (Palomo 2015) (Ilustración 51).

Se encontraron en

decúbito lateral (derecho o izquierdo) flexionado y de 3 se ignora la posición original, ya que se registraron los restos con poca posibilidad para identificar la forma en que fueron depositados; esta situación quizá fue producto del saqueo que sufrió el espacio y que alteró el área correspondiente a los entierros registrados con los Figura 48. Entierro infantil # 4 del Ocote. Pelz 2006: 522

números 6, 7 y 8. El denominado entierro 5 se subdividió en A, B y C, dado que los esqueletos se encontraban muy

próximos; se recuperaron en bloque, pero no se exploraron completamente y existe la posibilidad que en el conjunto A y B haya algún otro cuerpo, pues es visible la presencia de un cráneo extra. Excepto los entierros 6, 7 y 8, los

restantes están colocados 86

directamente sobre la roca madre o sobre un nivel de pequeñas piedras que se acumularon sobre el nivel estéril. Un elemento que llama la atención en los entierros explorados es la aparente ausencia de huesos de los pies; (¿Posible culto a Tezcatlipoca?) del entierro 5, por haberse recuperado en bloque y estar en proceso de excavación, no puede afirmarse lo anterior. Los entierros se encontraron en distintas zonas en el sitio arqueológico, la mayoría en el área habitacional, en donde había tanto entierros individuales como colectivos con ofrendas, de las cuales, las más ricas están asociadas a infantes y adolescentes, dejándonos ver diferenciaciones en el estatus social de los individuos. También se encontraron entierros en los asensos tanto naturales como artificiales a las partes más altas del cerro, en la estructura #1 en la cima y en un terraplén en frente de las pinturas rupestres, áreas especiales para la colocación de ofrendas. Cabe destacar que los entierros que se encontraron en posición decúbito lateral y decúbito dorsal flexionado pueden estar relacionados con la práctica del bulto funerario, que se aplica antes de que el cuerpo comience en volverse rígido, práctica por demás utilizada en otras áreas mesoamericanas e incluso en casos asociados a cazadores recolectores como la cueva de la candelaria (Pijoan 2000), por lo que es difícil asociar esta práctica a alguna zona en particular o a alguna época en especial dentro de las periodizaciones prehispánicas, pero si nos deja ver por lo menos la inclusión de distintas practicas funerarias en el sitio.

Figura49. Entierro #5. Pelz 2006:52

87

Más importante para la identificación de tradiciones culturales son las deformaciones craneanas identificadas en dos individuos femeninos (Figura 50). El denominado Individuo A5 del Entierro 1, encontrado frente al panel de pinturas rupestres identifica como un adulto femenino de entre 35 y 40 años de edad con deformación craneana de tipo tabular erecta (Palomo 2015:70). También el individuo localizado en los cuadros H8 y H9 dentro del área habitacional, ubicado entre dos bases de columnas que se trata de un individuo femenino de entre 20 y 25 años de edad. Se pudo determinar que tenía una estatura de 1.55 metros de alto, Además tiene deformación craneana de tipo tabular erecta (Palomo 2015: 122). Para el Epiclásico han sido reportados dos casos en los que individuos depositados en entierros presentaron también deformación tabular erecta muy representativos por su cercanía. El primero se encuentra en Cerro de Silva, municipio de Villa de Arriaga, San Luis Potosí, y resultados del análisis osteológico mostraron que doce de los individuos analizados provenientes de presentaban deformación craneana intencional y que en todos los casos se trató de la deformación de tipo tabular erecta (Serrano y Ramos 1984:20).

Figura 50. A) Vista frontal del cráneo con deformación tabular erecta del individuo A del entierro 1, temporada 2000 (Palomo 2015: Figura 51. B) Vista Posterior del mismo cráneo. C) Vista sagital del mismo cráneo. D) Cráneo femenino con deformación tabular erecta, Entierro E de “los terreros”, alrededor del sitio de La Quemada. Faulhaber, 1960 Figura 5

El otro caso se encuentra en el sitio arqueológico de La Quemada, en los entierros 23 y XII, la deformación es del tipo tabular erecto (Faulhaber 1960:138) (Figura 53).

5

Durante el análisis de laboratorio a los entierros que contaran con más de un individuo se procedió a distinguirlos de manera alfabética asignándoles una letra.

88

Ambos entierros provienen del sitio de La Quemada, ambos individuos femeninos y aunque no se especifica de qué lugar en el sitio provienen, junto con el ejemplo del Cerro de Silva, nos permite observar el patrón de deformación en dos zonas aledañas al Río Verde Grande, por un lado, el Gran Tunal y por otro, los sitios de la cultura Chalchihuites. No es mi objetivo en esta tesis ahondar a profundidad en la práctica de la deformación craneal intencional, pero es significativo que esté presente solo en mujeres en una muestra de 32 individuos en el Ocote, y que compartan este rasgo mujeres en regiones aledañas. Por un lado podemos hablar del canón estético presente entre ciertas mujeres del Epiclásico, muestra del flujo de información de este aspecto entre las poblaciones del norte de Mesoamérica, pero por otro nos permite hablar de que, al menos para el Epiclásico y durante un periodo que queremos exponer en este trabajo de relaciones entre unidades equipolentes en la frontera norte de Mesoamérica, la alianzas matrimoniales jugaron un papel muy importante en la política de la región, con ellas se afianzan acuerdos entre distintos grupos, además de que la circulación de mujeres permite una aculturación entre distintos grupos, pues ellas son agentes que cargan con su propio bagaje cultural que termina por difundirse y reconfigurarse en sus nuevos hogares.

3.3 El sitio arqueológico de El Cerro de en medio El

sitio

arqueológico

aparece

mencionado por primera vez por el arqueólogo Eloy

Castellanos

“Identificación

y

a

partir

del

catalogación

Proyecto: de

sitios

arqueológicos en el estado de Aguascalientes”, en cuyo informe técnico de 1991 reporta que visitó y lo clasificó como un sitio de tipo SE, que él mismo explica son: “… todos aquellos asentamientos que muestran en superficie Figura 51. Dibujo del pozo de excavación realizado por Castellanos.1994

alineamientos

de

piedra

careada

89

Figura 52. Fotografía del pozo de excavación realizado por Castellanos 1994

correspondientes a estructuras de todo tipo” (Castellanos 1994:12), registrando saqueo reciente. Acerca

de

las

estructuras, explica que se trata

de

arquitectura

rudimentaria consistente en muros

de

piedra

careada

incrustada en la tierra, sin uso de cementantes; las piedras están

hincadas

formando

rectángulos o semicírculos, posiblemente

habitaciones

con techos y paredes de materiales perecederos. Sobre los materiales en superficie Figura 53. Plano redibujado del sitio arqueológico realizado por Castellanos 199 4.

reporta algunos objetos líticos, 90

un fragmento de metate y lascas, y ningún objeto cerámico o de otra índole. Sin embargo, conforme a la tercera etapa del proyecto de Castellanos se realizaron excavaciones varios sitios, incluyendo el Cerro de en medio, en el que excavó un total 10 pozos estratigráficos tanto al interior de estructuras habitacionales como en áreas circundantes de los cuales, dice, los resultados fueron desalentadores pues no se encontró material cultural que ayudara a comprender el sitio arqueológico. Además de esta información, realiza un plano topográfico del sitio en el cual incluye dibujos de los alineamientos y dibujos esquematizados de las estructuras (Figura 53).

Con el este plano de base, en 2012 se procedió a realizar recorridos de prospección con el objetivo de corroborar la información plasmada en 1994 por el arqueólogo Castellanos. Utilizando un navegador GPS, se realizaron recorridos y se actualizó la cartografía. En total se detectaron 198 estructuras en todo el asentamiento, habiendo una concentración mayor de puntos a la mitad del sitio. Algo que también llamó la atención

Figura 54. Plano del Sitio arqueológico Cerro de en medio.

91

es que algunas estructuras estaban dispuestas en torno a espacios abiertos. Posterior a su detección se procedió a levantar una cedula por cada estructura. Además de estos registros se tomaron puntos con un GPS de precisión diferencial marca Trimble con el objetivo de delimitar las estructuras y generar un plano de las mismas. Algo que también llamó la atención es que algunas estructuras estaban dispuestas en torno a espacios abiertos (Figura 55). Posterior a su detección se procedió a levantar una cedula por cada estructura. Además de estos registros se tomaron puntos con un GPS de precisión diferencial marca Trimble con el objetivo de delimitar las estructuras y generar un plano de las mismas. El registro de las estructuras aún no se termina, pues el avance del levantamiento de cedulas apenas cubre el 60% del sitio (Figura 54). No obstante, con los datos recabados es posible comenzar a analizar algunas unidades habitacionales en su relación con las distintas tradiciones arquitectónicas definidas en el capítulo anterior, y a lo largo de este.

Figura 55. Plano con la ubicación de los patios hasta ahora encontrados en el sitio Cerro de en medio.

92

El patio #1 se encuentra formado por 4 estructuras rectangulares (estructura #33 al Este, #34 al sur, #35 al Norte y #36 al Oeste). La estructura 34 es un montículo. El patio mide 20.7m x 20.6m, con un área de 426.42m2, la estructura #34 se eleva 1 metro aprox. del nivel del patio. La estructura #31 probablemente sean los restos de un granero o Cuescomate, pero estudios más específicos determinaran su uso.

El patrón arquitectónico de este conjunto no es rastreable hacia algún área en particular, pero es importante mencionar la ausencia de altar central, característica importante en los conjuntos habitacionales de la tradición de Chalchihuites, y la orientación de lo que pudo ser una estructura de carácter ritual al sur. El patio #2 está formado por 4 estructuras (Estructura #29 al Oeste, #26 al Este, #25 circular al Sureste y 27 al Sur), y un muro al norte que delimita el espacio abierto. Este patio ha sido objeto de excavaciones que arrojan algunos datos interesantes sobre las

29

26 27

redes de interacción. La estructura #27 es de planta circular, probablemente un almacén

25

(Dueñas 2016), la 29 es una estructura con dos habitaciones, en cuyo cuarto sur se encontró ofrendado debajo del piso y en la esquina sur un cuchillo bifacial de obsidiana (Dueñas

2016) y la #26 se eleva 30 cm sobre el nivel del patio, y en ella sobre el piso se encontró una pieza de lítica pulida circular, además de que se encontraron ofrendados debajo del piso y en la parte norte una mano de metate, un cuchillo de sílex y un cuello de olla con borde revertido (Figura 56). 93

Figura 56. Localización de los elementos depositados debajo del piso de la estructura 26.

El patio #3 es el más grande del sitio arqueológico hasta ahora registrado. Sus estructuras junto con el espacio abierto miden 671.4 m2. Está formado por 16 Estructuras #43 y #165 al Oeste, #186 y #163 al Norte, #176, #190, #167 al Este, todas ellas rectangulares o

94

cuadradas, y las estructuras #173, #74, #189, #171, #170, #172, #169, #168 que son circulares

al

sur,

probablemente unas sean los cimientos

de

“Cuexcomates”

graneros

o

y

la

estructura #166 al centro, que probablemente sea un altar. Este conjunto de estructuras limita al norte con el Patio #4, que por su cercanía tal vez pertenezca a este conjunto, haciéndolo aún más grande. Futuras investigaciones podrán dar luz a esta relación, sin embargo, por el momento se considerarán como conjuntos separados, principalmente porque ambos conjuntos delimitan dos espacios abiertos diferentes. Por la localización de ambos, justo donde el cerro se hace más estrecho, su función podría considerar la de control de accesos.

El altar central es clave para observar el patrón arquitectónico del patio, y lo relaciona con la implementación de estos en la Cultura Chalchihuites al noroeste. No obstante, sin la presencia de la pirámide o montículo y el hecho de que el patio no está hundido, es difícil hacer una relación directa con el patrón arquitectónico característico. Sin embargo, la inclusión de elementos de distintas tradiciones es una característica que nos podría estar mostrando sitios arqueológicos al borde de diversas tradiciones culturales.

95

El

conjunto

arquitectónico

denominado Patio #4 está delimitado al oeste por un muro de rocas, al norte por la estructura #182, al este por la #184 y #183 que son circulares, al Oeste está delimitado por un muro y al sur por la estructura rectangular #181. Mide 18m de largo por 11m de ancho, teniendo un área de 198m2. En el centro se encuentra un pequeño arreglo de cuatro piedras, cuyo uso

aun

no

podríamos

precisar,

probablemente un fogón, o un lugar para colocar ofrendas. Este patio es el único que podríamos mencionar como hundido en el sitio, puesto que el espacio abierto está por debajo de las estructuras que lo rodean, no obstante que no está hundido en relación al espacio alrededor del patio. Las estructuras circulares al este del patio pudieron servir como graneros, que como hemos visto son elementos presentes en casi todas las unidades habitacionales. El patio #5 está compuesto por las estructuras #107 al norte, #81 al noreste, #82 al este, #83 al sur y un muro que corre de norte a sur al oeste cerrando el patio. El patio tiene un diámetro de 15.75m con un área de 201.19



dispuestas

Las

estructuras

manera

están

semicircular,

asemejándose a los patios circulares de la tradición Teuchitlán, durante el clásico (200-600 d.C) en el actual estado de Jalisco.

96

El Patio #7 está compuesto por las estructuras #87 al oeste, estructura #84 al oeste, estructura #85 al sur. Tiene un área aproximada de 188.556 m². Lo relevante de este conjunto es el espacio amurallado, que encierra un corredor y dos estructuras, la más grande cuenta con tres cuartos. Este tipo de diseños arquitectónicos con una clara intención de recluir el espacio privado nos proporciona una aproximación a la estratificación

horizontal

del

espacio

construido, ya sea debido quizás a la diversidades de funciones que las personas que habitaron este asentamiento desempeñaron para con su propia sociedad, actividades que también se diversifican al mismo tiempo que se jerarquiza el orden social, y surgen de entre los grupos individuos que clasificamos como “Elites”, principales protagonistas del comercio de bienes de prestigio. En el siguiente capítulo veremos a detalle las redes de interacción que en los que estos sitios se vieron interactuando a través de los diversos materiales arqueológicos recuperados en los trabajos de investigación en el estado de Aguascalientes.

97

Capítulo IV Las Redes de interacción

R

ecapitulando, ¿Qué son las redes de interacción? Desde la perspectiva de los Sistemas Mundo, las sociedades humanas participan inexorablemente de redes que las vinculan en un único sistema económico y político (un Sistema Mundo), cuyo límite está condicionado por las tecnológicas del transporte y la comunicación en un momento dado, pero que generalmente se extienden para unir distintas regiones en una macrorregión. De las redes en las que participan las sociedades se encuentran anidadas, algunas dejan huellas materiales y estas pueden clasificarse. Chase-Dunn y Hall (1997), identifican los componentes de un sistema, para enfocar la atención en las redes que lo integran: •

Las redes de información (RI) (Ideas y conceptos replicados que dan

trasfondo a los demás valores) •

Las redes de bienes de prestigio (RBP) (Materiales cuya distribución es

restringida o exclusiva) •

Las redes Político/militares (RPM) (Relaciones de poder intersociales)



Las redes de bienes de bulto (RBB) (Comida y materiales primas)

Este esquema es práctico para mostrar que cada tipo de red sirve para unir a las unidades constituyentes del sistema de manera distinta. Lo que vemos en los sitios arqueológicos al investigarlos son todas las redes en operación simultánea. Esto nos permite obtener una imagen de las dinámicas de interacción de una sociedad. Antes de que Europa comenzara a expender su influencia en el siglo XV, los sistemas mundo eran asuntos más o menos regionales. En los sistemas mundo precapitalistas, las redes por donde transitan bienes de bulto ocurren en espacios geográficos reducidos, mientras que las redes que mueven bienes de lujo suelen vincular regiones más grandes, a la vez que, por ejemplo, una red de tipo político/militar puede incluir a más de una red de bienes de bulto, y las redes de bienes de lujo abarcar a más de una red de tipo político/militar.

98

Si aceptamos que más de una red puede estar operando simultáneamente, entonces también cabe pensar que las unidades constituyentes del sistema no tenían límites claros, y que estas variaciones en la fluidez de los limites puede señalar potenciales cambios en las relaciones entre dichas unidades. En el presente capítulo mostraremos los bienes materiales que circularon en los sitios al Norte del Río Verde, evidenciando estas redes de interacción. Dentro de este trabajo proponemos que el sistema mundial del Epiclásico mesoamericano está constituido por distintas redes, pero no existen núcleos o periferias claros, y más bien se trata de un momento en la historia de esta región en la que se expandieron las relaciones integrando nuevas zonas en el intercambio de distintos bienes. Estos nuevos actores entrarían en competencia con sus vecinos por los bienes de prestigio que transitan en distintas direcciones, principalmente por el capital político que de ellos se extrae, y aportarían nuevos bienes a dichas redes. Durante este periodo no hay una clara hegemonía de alguna parte del sistema sobre otra, solo distintos grados de interactividad, es una época de unidades políticas equipolentes, que al interactuar van moldeando la vida diaria de sus sociedades, modificando patrones culturales a través de ciclos de expansión/contracción que se pueden observar en su cultura material. Teniendo lo anterior en cuenta, nuestro análisis del sistema mundial mesoamericano inicia con el colapso de los grandes centros del periodo clásico, los siglos que transcurren a este evento atestiguaron una expansión y diversificación del comercio y comunicación a larga distancia que afectaron a todo el sistema. Este ciclo sigue al colapso de Teotihuacán en el siglo VII d.C (Millon 1988) e implicó una reorientación del comercio y de las comunicaciones a distancia en buena parte de Mesoamérica. El Epiclásico introdujo nuevos patrones de relación entre regiones, a diferencia del periodo anterior en el que casi todo el comercio a distancia giraba en torno a grandes centros como Teotihuacán, Monte Albán o los grandes centros mayas, el comercio estaba menos centralizado, y florecía en las otrora periferias del Sistema Teotihuacano. (Beekman y Christensen 2003; Pollard 1997; Arnauld y Faugere-Kalfon 1998; Smith y Heath-Smith 1980). 99

Consideramos que durante este tiempo en la región norte no hay unidades políticas hegemónicas, sino que todos los sitios están interactuando de manera autónoma (excepto casos donde el dominio por parte de un sitio arqueológico a sus vecinos esta tan bien documentados como el Valle de Malpaso dominado por el sitio de la Quemada (Jiménez 1998; Trombold 1990), y que nos encontramos en un momento de abundante intercambio de bienes y de interacción. Para poder observar las rutas de ciertos bienes, utilizaremos el concepto de esfera de interacción cerámica, y observaremos como distintos bienes circularon entre distintas unidades políticas y conformaron subregiones con valores culturales similares.

4.1 Redes de bienes de bulto en el Río Verde Grande En los sistemas mundos previos a la hegemonía europea, existía una diferencia significativa en términos de la escala espacial entre las redes en las que se distribuía comida y materias primas básicas, y las redes en las que se distribuían bienes de prestigio. Comida y materias primas son “Bienes de bulto”, ya que tienen un valor bajo en su proporción de unidad por peso. Es decir, es difícil transportar comida lejos en condiciones pre modernas de transporte, principalmente porque el medio para hacerlo es la misma gente, ya que en Mesoamérica no se domesticaron animales de carga. Esto no quiere decir que no se intercambiara comida, sino que la razón para hacerlo tuvo que ser de suma importancia. Sabemos de la práctica de la agricultura en los sitios ubicados al norte de la cuenca del Río Verde no solo porque estamos hablando de poblaciones sedentarias6, sino que además se han recuperado en contextos de excavación controlada7 semillas de frijol, maíz y calabaza en el sitio del Ocote (Pelz 2004:36).

6

Existen extensos trabajos sobre los pobladores en el continente americano que se asentaron de manera permanente pero cuya base de subsistencia no fue la agricultura, sino la recolección. Es el caso de los grupos del Noroeste de Estados Unidos, por poner un ejemplo. 7

Las semillas y otros restos vegetales carbonizados fueron recuperadas de la zona donde mejor conservado se encontró el piso; algunas estaban sobre y/o adheridas al piso, hecho que permitió localizar bajo el mismo resto de ellas “in situ”, en un contexto poco alterado.

100

A parte de estos hallazgos importantes, el resto de materiales arqueológicos relacionados con la producción y consumo agrícola han sido encontrados en los tres sitios de nuestro interés, como metates, morteros, y sus respectivas manos son parte de la colección de materiales identificados en el Cerro de en medio, Santiago y en el Ocote (Dueñas 2016, Nicolás 2011, Gutiérrez 2016). Aunque no podemos afirmar que todos los metates o morteros fueron destinados a la molienda de granos, puesto que existen otras actividades que requieren de la trituración de materias primas8, el aprovechamiento de estos para su uso en la preparación de alimentos es altamente probable. En cuanto a los recursos faunísticos, análisis sobre los materiales óseos en sitios como El Ocote han arrojado luz al aprovechamiento de esta fuente de alimentos (Pérez 2016) (Figura 57). En una colección integrada por 2052 restos óseos de seis temporadas de excavación se han identificado huesos de venado cola blanca (Odocoiles virginianus), venado bura (odocoileus hemionus), berrendo o antílope americano (Antilocapra americana), perro (Canis familiaris), coyote (Canis latrans), tortuga (Kinosternon sp), liebre (Lepus sp.), guajolote (meleagris gallopavo), pecarí de collar blanco (Tayassu tacaju), todos con huellas de cocción y/o preparación, tanto para consumo como para la elaboración de herramientas de hueso como punzones, agujas o cucharas, pendientes, collares o pectorales (Pelz 2005; Nicolás 2011; Pérez 2016). Existen hallazgos sobresalientes entre estos materiales, como la presencia de borrego cimarrón (Ovis canadensis), bisonte (Bos bison) en el ocote, que se presentan posibilidades de contacto con poblaciones al norte del continente americano, o nichos ecológicos más al sur de lo que se tenía pensado para épocas prehispánicas de ambas especies (Pérez 2016).

8

Por ejemplo, la preparación de desgrasantes para la cerámica o la preparación de pigmentos.

101

Ilustración 1. Figura 57. Recursos Faunísticos recuperados en El Ocote. A) Tibia izquierda asada de venado cola blanca (Odocoileus virginianus) B) Mandíbula asada de un perro (Canis Familiaris). C) Pelvis derecha asada de una liebre (Lepus sp.). D) Mandíbula derecha asada de pecarí de collar (Tayassu tacaju. E) Cráneo de tuza asada (Thomomys umbrinus. Fotografías tomadas de Pérez 2016, Anexo 1)

Las materias primas para la elaboración de artefactos de lítica están presentes hasta ahora en todos los sitios arqueológicos que se han investigado al norte del Río Verde Grande. Riolita y pedernal son las materias primas más abundantes, aunque los materiales de obsidiana están presentes, sin embargo, creemos que este material circulaba dentro de una red de comercio más extensa porque los yacimientos de obsidiana más cercanos se encuentran alrededor del volcán de Tequila, Jalisco.

102

Figura 58. Artefactos de lítica encontrados en el sitio arqueológico de El Ocote. Pelz 2006: 78.

Aunque es evidente la coincidencia en las materias primas y la dieta de los tres sitios, no podemos hablar aún de una red de intercambio de estos bienes. Hasta ahora, no tenemos evidencia que nos indique que la comida o las materias primas de hueso y lítica estuvieran fuera de su área de captación, sin embargo, de esto solo podemos construir hipótesis para trabajos posteriores más detallados sobre modelos de producción, modelos que expliquen la producción más allá de satisfacer las necesidades de cada asentamiento. Una de las hipótesis nos llevaría a plantear la posibilidad de un intercambio, tal vez no de comida, o de herramientas de hueso y lítica, pero sí de otros productos más elaborados como trabajos en cuero o en fibras textiles. Evidencia de esta producción se encuentran en la cantidad de tejos y

Figura 59. Malacate encontrado en el Ocote. Pelz 2006: 81

Figura 60. Mujer usando un malacate (Códice Mendoza 1980: Folio 68r), y diferentes tipos de malacates.

103

malacates encontrados en los sitios arqueológicos del

a

b

Ocote, Santiago y Cerro de en medio (Pelz 2005; Nicolás

2011,

2012;

Dueñas 2016) (Figuras 59, 60, 61). Figura 61. Tejos encontrados en Santiago (a) y Cerro de en medio (b)

Faltan investigaciones especializadas

para

más poder

determinar el tipo de organización del trabajo, los métodos de extracción de materias primas y el destino de los bienes que con ellas se producían. Sin embargo, este primer acercamiento es revelador en cuanto a la variedad de productos que los antiguos pobladores de la región norte del Río Verde consumían, ya sea para uso de los propios asentamientos o para el comercio regional o macrorregional.

4.2 Un sistema de unidades equipolentes: redes políticas y de bienes de prestigio La región del noroeste muestra una intensa ocupación durante todo el periodo Clásico de Mesoamérica (Jiménez 1988, 1989, 1995; Nelson 1997; Trombold 1990; Cabrero 2005; Hers 1989), pero tiene su periodo de apogeo durante el Epiclásico o Clásico Tardío (Kelley 1990; Nelson 1997; Jiménez 1998; Jiménez y Darling 2000; Hers 1989, 1995; Braniff 2001; Trombold 1990). Además, en este periodo se generalizó el uso de algunos estilos cerámicos y objetos de lujo, que son diagnósticos de la participación de los sitios del noroeste en extensas redes de interacción. Entre estos materiales se encuentra la cerámica pseudo-cloisonné, y la figurilla Tipo I, elementos que se distribuyen conformando la esfera Septentrional durante este periodo, principalmente en un área que incluye el valle de Atemajac, los Altos de Jalisco, el cañón de Juchipila, el valle de Malpaso y el área de Chalchihuites (Jiménez 1989:16, 2006). Además, incluiremos a la muestra de análisis los materiales reportados para sitios vecinos para presentar una muestra más grande y así poder observar un panorama más amplio. 104

3.2.1 Esfera septentrional (Pseudo-cloisonné) La técnica decorativa principalmente de objetos de cerámica conocida dentro de los estudios arqueológicos sobre Mesoamérica como pseudo-cloisonné9, utiliza pigmentos minerales de diversos orígenes para crear piezas con una decoración polícroma única. Además de la complejidad de la técnica y su policromía, las piezas decoradas al pseudocloisonné son poseedoras de una compleja iconografía relacionada con aspectos de carácter ritual, y ha sido el factor motivó el interés por el estudio de esta cerámica (Kelley y Kelley 1966, 1971; Kelley 1971, 1974; Holien 1977; Holien y Pickering 1978; Figura 62. Copa decorada al Pseudo-cloisonné. Notese la imagen central, representando un ritual. LACMA, colección Occidente de México.

Jiménez 1988, 1989, 1992, 1995, 1998; Jiménez y Darling 2000) (Figura 62).

La distribución de los artefactos decorados con esta técnica es amplia en tiempo y espacio, aunque esta cerámica es identificada como componente básico del Epiclásico en noroccidente mesoamericano (Solar 2006:8). “La decoración fue aplicada en la totalidad de la superficie exterior de la copa y al interior

de la misma. Aparentemente después de la cocción, un recubrimiento muy delgado de pigmento gris muy oscuro o negro fue aplicado sobre la superficie rugosa del objeto. Después, un diseño muy elaborado e intrincado fue recortado sobre esta capa negra hasta la superficie del recipiente dejando las líneas del pigmento negro original como “divisores”, delineando. Estas cavidades fueron después rellenadas con pigmentos compactados de muchos colores, que después recibieron un pulimento que incluye el

9

El pseudo-cloisonné toma su nombre de una técnica utilizada principalmente en la Edad Media Europea que llamada pseudo-cloisonné, que consiste en soldar alambres de bronce en un objeto de cobre formando un diseño cuyo interior es rellenado con pasta de esmalte de diferentes colores. El objeto se coloca en un horno y, después de la cocción, el esmalte se contrae por lo que pasta del mismo color es colocada varias veces; posteriormente la superficie es pulida para poder integrar los alambres y la pasta de manera adecuada, y finalmente los alambres y superficie que no son cubiertos por pasta son bañados en oro. Esa técnica llegaría posteriormente a China, donde se popularizó y su calidad alcanzó tal nivel que es considerado un elemento cultural chino por excelencia (Holien 1977).

105

recubrimiento. Aparentemente, la decoración resultante no fue cocida y aunque el pigmento negro tiende a ser muy resistente a los elementos, los colores de relleno sí son bastante fugitivos. Pigmentos en muchos tonos y tintes de rojo, rosa, amarillo, verde, amarillo rojizo, púrpura y blanco se utilizan en la composición del diseño, y pueden diferenciarse más de treinta colores individuales o tonos” (Kelley y Kelley 1971:161).

En el continente americano, y particularmente en Mesoamérica, se desarrolló una técnica decorativa similar aplicada en diversos objetos, que consistió en que, una vez cocida la pieza, se aplicaba una delgada capa de barro fino, sobre el que posteriormente se aplicaba una capa de pigmentos color verde o negro. Esta superficie era “excavada” creando figuras geométricas y realistas que eran rellenadas con una mescla de pasta y pigmentos minerales de diferentes colores (Noguera 1975:42). El resultado final es similar a la apariencia de los objetos decorados al pseudo-cloisonné. “El tipo cerámico más distinguido del Epiclásico septentrional es el pseudo-cloisonné (Kelley y Abbott Kelley 1971, Holien 1977). La distribución de este tipo abarca además de la Esfera Septentrional varias regiones contiguas como la cañada de Bolaños, Jalisco y varios sitios dentro de la esfera del Valle de San Luis.” (Jiménez 2006:383)

Thomas Holien (1977) relaciona la cerámica decorada con la técnica del pseudocloisonné eran utilizadas dentro de un complejo de materiales relacionados con el culto a Tezcatlipoca, y al consumo de pulque. Para él, un subgrupo de la vajilla decorada al Pseudocloisonné que definió como el complejo “Copa-Olla”, muestra relación con el arte ceremonial Teotihuacano (Holien 1977)10. En el noroccidente de México, las copas con base de pedestal decoradas al pseudo-cloisonné se relacionan con los entierros del salón de las columnas en Alta Vista, y se ha propuesto una correlación de dicho complejo funerario y el rito de Toxcatl del culto a Tezcatlipoca (Holien y Pickering 1978).

10

Pero esto puede ser debido a que en un primer momento se tenían fechamientos para Alta Vista relacionados con Teotihuacán, fechamientos que corregiría Charles Kelly en un momento posterior haciendo a Alta Vista mas tardío, en el Epiclásico.

106

En el occidente y noroccidente de Mesoamérica, los primeros reportes de este tipo de materiales los tenemos gracias al antropólogo noruego Carl Lumholtz, que en su viaje por México a principios del siglo XX y en su paso por la región del occidente, obtuvo algunas vasijas decoradas al pseudo-cloisonné en Estanzuela, Jalisco, asociados de unos entierros cercanos (Lumholtz 1902). Se ha propuesto recientemente que estas vasijas podrían estar relacionadas con la cultura Ixtepete-El Grillo del valle de Atemajac, así como con áreas aledañas durante el Clásico tardío (Jiménez 1989:4, 1995); las piezas se encuentran actualmente en el Museo de Historia Natural de Nueva York en los Estados Unidos. Para el mismo año, se reportan en regiones del sur de Zacatecas y las barrancas del norte de Jalisco materiales de pseudo-cloisonné, producto de recorridos de superficie y pequeñas excavaciones del antropólogo Alex Hrdlicka (1903). También en el mismo año, Leopoldo Batres inspecciona el sitio arqueológico de La Quemada y publica una monografía en cuyas fotografías aparecen materiales decorados al pseudo-cloisonné en posesión de los dueños de una hacienda cercana al sitio arqueológico (Batres 1903, Jiménez 1988). Ya para 1910, Manuel Gamio reporta cerámica pseudo-cloisonné en sus trabajos de excavación en el salón de las columnas del centro ceremonial de Alta Vista (Figura 63). Ya para los sesenta se tenían documentados una muestra amplia con la distribución geográfica de esta cerámica, reportándose en sitios arqueológicos en los estados de Zacatecas, Jalisco, Michoacán, Nayarit y Guanajuato (Braniff 1965, Figura 63. Vasija pseudo-clóisonne encontrada en Alta Vista. MNA

1972; Castillo 1968:57), y se reconoció una temporalidad que va desde el 250 hasta el 800 d.C,

aunque en el norte se reportó una presencia más tardía en sitios de Durango y Chihuahua (Castillo 1968:57), y en Tula al sur (Braniff 1965, Castillo 1968:57, Paredes 1990:193, Cobean 1990:493), durante la fase Tollan (Solar 2006:8).

107

El complejo “copa-olla” de la cerámica decorada al pseudo-cloisonné es comúnmente asociado a cerámicas decoradas al negativo, del valle de Atemajac y la Sierra de Nayar. En dicha interacción, estos materiales son encontrados desde Durango hasta Michoacán en el eje Norte-sur, y desde Guanajuato hasta Nayarit en el eje EsteOeste (Kelley 1974:23). No obstante, esta amplia dispersión, esta cerámica es distintiva de la cultura Chalchihuites, y es característica de los sitios arqueológicos de Alta Vista, La Quemada y Las Ventanas (Jiménez 1989:13), además del sitio de La Tirisia, también en el Cañón de Juchipila. en donde se han encontrado en asociación con bases anulares, soportes mamiformes largos, figurillas de “los cornudos”, figurilla del tipo I y una cerámica característica en formas y decoración policroma al negativo, elementos cerámicos con los que se encuentra asociado el sitio de Cerro Encantado de Teocaltiche, en los Altos de Jalisco (Jiménez 1988a:49). En el valle de Atemajac, el pseudo-cloisonné se encuentra asociado a caras moldeadas a los bordes de las vasijas, piezas que también reporta Williams para los sitios de San Aparicio y otros en la región de los Altos de Jalisco (Williams 1974) y que también fueron reportadas en algunas vasijas recuperadas en el sitio del El Grillo en el Valle de Atemajac (Galván 1976, Schondube y Galván 1978, Jiménez 1995). En la zona del Río Bolaños fue recuperada esta cerámica durante los trabajos en sitios como La Florida, Zacatecas, así como en los sitios de El Piñón y Pochotitán, Jalisco (Cabrero 1989, Villalobos 2001).

108

En sitios asociados al río Huaynamota o Chapalagana se ha reportado cerámica pseudo-cloisonné en los sitios de Cerro Blanco y Cerro de las Víboras (Holien 1977) así como en el Cerro del Huistle, en donde además se ha documentado la aplicación de esta técnica sobre otros materiales, tales como textiles y guajes (Hers 2001:124) (Figura 65). En el centro de Jalisco se ha reportado esta cerámica en sitios asociados con el río Ameca como Estanzuela, Tala y Ahualulco, en Sayula y la cuenca de Zocoalco Figura 64. Pseudo-cloisonné El Cóporo. Pérez 2007, figura 30.

en los sitios de Cruz Vieja y Rancho Reparo, en la

cuenca del lago de Chapala se ha reportado en el sitio de Jiquilpan, del lado de Michoacán (Holien 1977). Por lo respecta al Río Verde Grande, se han reportado materiales cerámicos decorados al pseudo-cloisonné en Cerro Encantado, cerca de la población de Teocaltiche, Jalisco (Holien), además de los sitios de Belén del Refugio y San Aparicio en los Altos de Jalisco. Según Ramos y López (1994) estos materiales aparecen en una segunda fase de ocupación entre el 300-900 d.C, generalmente en copas con base de pedestal, cajetes de base anular y ollas, decoradas con motivos geométricos, así como con figuras antropomorfas ricamente ataviadas. En algunos casos, se pueden identificar piezas decoradas al negativo a las que se les ha aplicado la técnica del pseudo-cloisonné en un momento posterior (López y Ramos 1994:257). En la parte norte del Río Verde, en lo que hoy es el estado de Aguascalientes y sureste de Zacatecas, se tienen reportes de materiales pseudo-cloisonné en el sitio arqueológico del Ocote, Santiago, Cerro de en medio (Pelz 2006, Nicolás 2013, 2014 Dueñas 2016) y Buenavista (Pérez 2007). Además del complejo “copa-olla”, se han reportado materiales decorados al pseudocloisonné en distintos tipos de objetos. Por ejemplo, en Huitzilapa, Jalisco, en una tumba de tiro se reportó la aplicación de la técnica sobre caracoles, fechado para el 65 d.C (Ramos y López Mestas 1996). En la sierra del Nayar se ha reportado su uso sobre huajes y posibles textiles: 109

“En los ajuares funerarios, se conservan frágiles y misteriosos objetos quizás de cueros o cortezas que desaparecieron sin dejar más rastros que los de su decoración al pseudocloisonné hecha de vivos colores, mientras que cuencos de madera o guaje eran pintados, con los mismos pigmentos, con la técnica al seco más simple…” (Hers 2001:124).

Figura 65. Pseudo-cloisonné del Huistle, Jalisco (Hers 1983:33)

Se ha reportado su existencia tardía entre los materiales cerámicos en la región central del Altiplano en Tula, durante

el

Postclásico

Temprano

(Braniff 1972: 292; Holien 1977); y en la sierra nevada en el sitio de Tenenepango, en Puebla. Sin tener clara la temporalidad, Braniff menciona la presencia de pseudo-cloisonné en sitios de

la

Cuenca

de

México

como

Azcapotzalco y Culhuacán y en el área maya en Chichen Itza (Braniff 1972: 292), ya en el Postclásico Temprano Figura 66. Pseudocloisonne Buenavista (Pérez 2007:151

900- 1200 d.C. 110

De igual manera, en el Norte de México y Suroeste de los Estados Unidos se tienen reportes de materiales decorados al pseudo-cloisonné en el sitio de Guasave, en Sinaloa (Ekholm 1942), así como en los sitios de Grewe y Snaketown, en Arizona (Holien 1977). Estos hallazgos fuera de tiempo y espacio en los que se han definido los materiales de la esfera septentrional son materiales que nos permiten ver el flujo de ideas a lo largo del sistema mundo mesoamericano, no obstante que para fines de esta tesis nos enfocaremos en los materiales relacionados al complejo copa-olla para hablar de las interacciones a nivel regional. En el sitio arqueológico de Santiago se han reportado materiales decorados al pseudo-cloisonné en las dos operaciones de excavación llevadas a cabo en el sitio (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku 2014; Torres 2015) En el estado de Aguascalientes, los arqueólogos Ana María Pelz Marín y Jorge Luis Jiménez Meza reportan la presencia de esta cerámica durante sus excavaciones en el sitio arqueológico El Ocote, ubicado en el suroccidente de esa entidad y mencionan que:

“…de este tipo de decoración se han localizado fragmentos de cajete y olla miniatura, en pasta café y café compacta, paredes rectodivergente y curvoconvergente, combinando una variedad de motivos geométricos, triángulos, líneas, círculos, semicírculos y grecas, utilizando para ello una variedad de colores como negro, rojo, verde, naranja, y café... La cerámica pseudo-cloisonné localizada en el sitio servirá como un marcador cronológico aunada a los restantes materiales, lo que permitirá a su vez establecer tipologías cerámicas para el actual estado de Aguascalientes… Ramos y López Mestas (1999) mencionan esta cerámica para los Altos de Jalisco entre 700-900 d.C” (Pelz y Jiménez 2007:97).

111

Figura 67. Pseudo-cloisonné Ocote (Jiménez 2014)

En el sitio Cerro Santiago se han registrado alrededor de 22 muestras registradas en los trabajos de superficie del sector A y en los trabajos de excavación de la estructura 53, sector B, específicamente en la unidad, cala 1(capa I), cala 3 (cuadro D4-IIR), trinchera (cuadro B1, capa II, cuadro B2, capa II, cuadro B2, capa III) (Puch Ku 2014: 170-177).

Figura 68. Pseudo-cloisonné Santiago (Torrez 2014: 53)

112

En el sitio Cerro de en medio durante las excavaciones del Patio #2 en 2015 se recuperó un fragmento de pseudo-cloisonné, encontrado en la capa II cuadrante f3 de la estructura 27 y otro fragmento fue recuperado en superficie asociado a la estructura 26.

Figura 69. Pseudo-cloisonné encontrado Cerro de en medio

4.2.2 Esfera Altos/Juchipila (Bases anulares/bordes revertidos/Negativos) Los materiales que se distribuyen en la zona del valle de Atemajac, el Cañón de Juchipila, los Altos de Jalisco y el resto de la cuenca del Río Verde Grande son muy importantes para entender los canales de comunicación que se establecieron durante el Epiclásico en el septentrión mesoamericano. Uno de los materiales más emblemáticos de esta área es la cerámica decorada al negativo. Según la definición de Eduardo Noguera (1965), la técnica decorativa del negativo consiste principalmente en cubrir con algún material pastoso (quizás algún tipo de cera natural o resina) las partes de la vasija que se desea decorar, cubriendo y formando con esta pasta los motivos decorativos, mismos que fueron previamente dibujados, el resto de la pieza sólo se pinta de otro color, por lo que cuando la pieza se mete al horno el material pastoso se derrite durante el proceso de la cocción, de modo que el color natural de la vasija es el que al final forma los diseños decorativos, mismos que quedan enmarcados por una superficie más oscura (Noguera 1965:43). Este tipo de decoración es muy utilizada dentro de las culturas prehispánica del continente americano. De lo anterior dan muestra los materiales recuperados en contextos arqueológicos en Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Panamá (Barrera 2007, Cabrero 1994).

113

En Mesoamérica se tienen evidencias de su uso desde el formativo encontradas en el sitio de Tlapacoya (Piña Chan 1967), en algunas partes del golfo (Padilla 1993) y durante la fase San Miguel de la cultura Chupícuaro en el Bajío (Saint Charles et al. 2005; Braniff 1999). Ya durante el Clásico, se reporta en el área Maya (Lowe y Navarrete 1959; Muñoz 2001; Coe 1960) y en Teotihuacán (Nelson y Crider 2005; Rattray 2001). En Mesoamérica entonces, se reconoce la aplicación de esta técnica en todos los periodos de la secuencia cronología hasta el postclásico (Noguera 1965). En el Occidente de México, es común encontrar estos materiales también desde fechas tempranas como un rasgo característico (Barrera 2007; Bell 1971; Cabrero 1989, 1992, 1993, 1994, 1995; Cabrero y López 1993, 1997, 1998, 2002; Furst 1967; Galván 1976, 1991; Grosscup 1964; Núñez 1955; Jiménez y Darling 2000; Kelley 1971; Oliveros 1974, 1989; Shöndube y Galván 1978; Shöndube 1980, 1983, 1990; Townsend 1999, Weigand 1974, 1976, 1979, 1985, 1993; Williams 1994; Valdez 1994). Es común encontrar esta decoración complementando otras técnicas como el esgrafiado o pintado (Grosscup 1964). Las cerámicas decoradas al negativo pueden agruparse en complejos de los periodos preclásico tardío y clásico temprano en la tradición de tumbas de tiro, en donde se han encontrado individuos inhumados acompañados con cerámica decorada al negativo (Barrera 2007; Bell 1971; Cabrero 1989, 1992, 1993, 1994, 1995; Cabrero y López 1993, 1997, 1998, 2002; Furst 1967; Galván 1976, 1991; Núñez 1955; Long 1966; Oliveros 1974, 1989; Shöndube y Galván 1978; Shöndube 1980, 1983, 1990; Weigand 1974, 1976, 1979, 1985, 1993; Williams 1994; Valdez 1994). Esto principalmente durante el clásico temprano (100-200 d.C) periodo asociado con las primeras aldeas sedentarias en el septentrión mesoamericano.

a

b

Figura 70. (a) Plato hondo con decoración al negativo, (B)cajetes trípodes decorados al negativo Cabrero 2014: 33

114

En regiones como el Cañón de Bolaños se ha identificado en asociación con cerámicas decoradas al pseudo-cloisonné, junto con las primeras cerámicas recuperadas en el sitio de Totuate, Jalisco (Hrdlicka 1903; Kelley 1971), dentro de las tumbas de tiro descubiertas en los sitios de Chimaltitán y San Martín de Bolaños, en asociación a los edificios de los centros ceremoniales más tempranos de la región (Cabrero 1994:71), en formas cerámicas como cajetes trípodes con soportes esféricos (Jaramillo 1984:184; Cabrero 1989:215, 1994:71; Cabrero y López 1997). María Teresa Cabrero propone que el pseudo-cloisonné y los negativos son contemporáneos en el primer periodo de ocupación de Bolaños, con una fecha de 100250 d.C. en correspondencia con contextos similares en los Altos de Jalisco (Bell 1974). Dadas las similitudes entre tumbas de tiro, algunas figurillas y la decoración al negativo en la costa del Pacífico mexicano y sudamericano (principalmente Panamá, Colombia, Ecuador y Perú), se ha propuesto una posible influencia de sur a norte, posiblemente por mar (Barrera 2007; Cabrero 1994; Noguera 1955). La presencia en el noroccidente de estos materiales desde el formativo tardío/ principios del clásico (100-200 d.C) han permitido definir una esfera de interacción que articula los sitios definidos bajo la cultura Chalchihuites con el resto del eje LermaSantiago (Jiménez 1989:9). De esta manera, la técnica decorativa al negativo es diagnóstica de los canales de comunicación establecidos entre lo que es hoy en día el sureste del estado de Zacatecas, el noroeste de Jalisco (los cañones) y los Altos de Jalisco (Jiménez 1989, 1992, 1995; Jiménez y Darling 2000; Ramos y López 1992) Articulando de este a oeste las redes de interacción, existe un tipo de cajetes de base anular con decoración policroma al negativo, distribuida desde el valle de Tlaltenango y Cañón de Juchipila, atravesando la región de los lagos hasta la noreste de Guanajuato (Jiménez 1989, 1992, 1995; Jiménez y Darling 2000). De norte a sur se han encontrado de manera intrusiva en los sitios de Encarnación de Díaz (en los Altos de Jalisco), así como en Villa García (en el sureste zacatecano), y al sur en la cuenca de Sayula (López et al. 1994; López y Ramos 1992; Shöndube y Galván 1978; Loyola 1994: 79; Jiménez y Darling 2000:170). Estas piezas son consideradas diagnósticas del Epiclásico, muy similares, si no idénticas, a piezas encontradas en el valle de Atemajac

115

(Jiménez 1989: 3), dándonos indicios de los alcances de ciertas tradiciones alfareras, que en si representan la extensión de la frontera septentrional (Jiménez 1989:9).

“Hacia la parte sureste de la esfera septentrional hemos definido una “subesfera de los AltosJuchipila caracterizada por un elaborado y diagnóstico tipo cerámico de cuencos con base anular al negativo. Esta subesfera llega hasta la región de Pénjamo y León (Guanajuato), donde se traslapa con la esfera Garita/Cantinas que se extiende por el Bajío hasta la región del río San Juan (Querétaro)” (Jiménez 2005:68).

En el Bajío se han identificado bases anulares dentro de un tipo llamado “Negativo Tardío”, que se utilizó del 300 al 900 d.C (Ramos y López 1999:249-250). En el Cañón de Juchipila la cerámica decorada con esta técnica ha sido ubicada principalmente para la segunda fase de ocupación que va desde el 300/350 al 850/900 d.C. (Jiménez 1995: 43). En el valle de Malpaso (La Quemada) los cajetes policromos de base anular se consideran importados de la región del valle de Atemajac a través del Cañón de Juchipila (Jiménez 1995:49), sin embargo, también se ha reconocido un tipo negativo de manufactura local definido como tipo Tepozán (Jiménez y Darling 2000). La cerámica decorada al negativo ha sido reportada en el área de Chalchihuites desde la fase Canutillo (Kelley y Kelley 1971), en el formativo. Sin embargo, es reconocido que adquiere importancia a partir del Epiclásico (600-900), cuando aparecen tipos diagnósticos de interacción con sus vecinos sureños (Jiménez y Darling 2000). Los cajetes de base anular suelen estar decorados al negativo sobre un engobe rojo pulido, no obstante, en ocasiones aparecen los motivos al negativo en vasijas decoradas con policromía rojo sobre bayo. Baus de Czitrom y Sánchez (1986), hacen alusión a que esta modalidad se encuentra en el sitio de Iztepete-El Grillo, en el valle de Atemajac (Shöndube y Galván 1978:160 en Baus Czitrom y Sánchez 1986: 8), mismo que sitúan entre los años 600-900 d.C (Baus Czitrom y Sánchez 1986: 8).

116

También Braniff reporta la presencia de base en los materiales cerámicos del sitio de Villa de Reyes (Braniff 1992:42), asociado estratigráficamente al tipo Electra Polícromo, y que sigue presente con menos importancia en el Epiclásico (Braniff 1992:47), así como en el tipo San Luis Negativo de la fase San Luis (Braniff 1992:56), de manufactura local. Junto a los negativos y las bases anulares, existe una forma típica de borde de ollas que también es diagnóstico del Epiclásico septentrional: el borde revertido11. En nuestra área de interés, el borde revertido es también conocido como borde de “escalón”, o “de paréntesis”, y es un rasgo característico de las cerámicas naranjaguinda de los Altos de Jalisco, y se tienen reportes de su presencia en San Luis Potosí, tanto en el valle como en la región de Río Verde, como en Colima y el Oeste de Zacatecas (Ramos y López 1999). En tres sitios en Los Altos de Jalisco, Baus de Czitrom y Sánchez (1986) describen los materiales cerámicos con este tipo de borde y mencionan que la forma más común entre los objetos que recuperaron con bordes revertidos son olla (aunque también está presente en menor medida en cajetes), decorada con un engobe rojo pulido al exterior, y un engobe crema sin pulir en el interior (Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 5). Este mismo tipo de borde es mencionado por Isabel Kelly, cuando reporta los materiales del sitio de Tuxcacuexco, al sur del estado de Jalisco (1949: 95-96 en Baus Czitrom y Sánchez 1986: 6). En la parte oriente del estado de Jalisco lo reporta también Otto Schondube (19731974 I: 101; II: Lám. 59: 1-4, Lám. 60: 21-29 en Baus Czitrom y Sánchez 1986: 6) en tres complejos del área Tamazula-Tuxpan- Zapotlán con una cronología que va desde 600 hasta 1523 d.C., (Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6).

11

No obstante, es necesario decir que es una característica presente en varias culturas prehispánicas en distintas áreas del continente americano, como son las cerámicas de la fase Chorrera y Tejar, en Ecuador, así como en la fase Conchas en Guatemala, al igual que las bases anulares aparecen en culturas de Colombia, Ecuador y Panamá, poniendo una vez más un rasgo de la cultura material que relaciona Sudamérica con el occidente mesoamericano (Coe 1960).

117

Jiménez reporta estos bordes en el Cañón de Juchipila, y en el valle de Tlaltenango, con una temporalidad de entre el 300/400 al 900 d.C También existen reportes de la presencia de este tipo de borde para la región del norte de Michoacán, cerca del Río Lerma para el Epiclásico (Michelet en Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6). Lo mismo para Guanajuato (Brown, en Baus de Czitrom y Sánchez 1986: 6) Para la porción norte del Río Verde Grande, se cuentan con hallazgos en el sitio del Ocote, que decidió dividir y manejar tipos y variedades como: el Tipo Negativo, organizándolo de la siguiente manera: Tipo Negativo/Rojo; Tipo Negativo/Café; Negativo y Rojo/Café; Negativo y Rojo /Bayo, Negativo, Rojo y Blanco/Café y un apartado que se tiene denominado como Negativo Variante 1 Rojo/Negro. El Negativo/Rojo se presenta en forma de ollas, con pared curvo divergente, labio biselado y pared recto divergente, labio biselado. En forma de cajetes pared recto divergente, labio plano, pared curvo divergente, labio plano, redondeado y biselado; cajetes de silueta compuesta, labio redondeado. Los diseños son simples y consisten líneas dobles o triples esparcidas en el cuerpo. Negativo, Rojo/Café aparecen en forma de cajete con pared recto divergente, labio biselado y plano; pared curvo divergente, labio plano y redondeado; en forma de cajete de silueta compuesta, labio plano y en forma de vaso recto con el labio redondeado. De este tipo se cuenta con 2 piezas completas, son dos cajetes de base anular, pared curvo divergente, labio redondeado. Uno de ellos al exterior presenta un par de diseños geométricos en posición horizontal pintados en color rojo, posiblemente una greca; al interior tiene los diseños geométricos en negativo (muy desvanecidos (Figura 71)) con el fondo punzonado. El otro tiene al interior la decoración pintada en rojo decorando toda la pared, librando sólo el fondo, los motivos en negativo se localizan al exterior rodeando la pieza entre una banda roja y la base anular. En este caso los motivos en negativo son visualmente tenues (Jiménez 2014).

118

Figura 71. Izquierda: Negativo, rojo/café, cajete de base anular y fondo punzonado. Al interior tiene los diseños

en negativo. Jiménez 2014: 26 . Derecha, misma imagen utilizando filtros en Dstretch.

En el sitio Cerro Santiago se ha registrado alrededor de 142 muestras de la cerámica negativos pertenecientes a 13 tipos cerámicos, alrededor de 62 bordes revertidos en su mayoría del tipo Rojo pertenecientes a posibles ollas y las bases anulares han sido rastreadas en superficie en el cuadrante y en excavación se ha registrado en la estructura 53 (Puch 2014:35).

A

B

Figura 72. Fragmentos de cerámica decoradas al negativo asociadas a la estructura 58 A) Colección L70-7C28 B) Colección L 70-7-C7 C) Colección E53-U1-SI-CII-597. (Puch Ku 2014:35; Torres 2014:53)

C

119

Hasta la fecha no se han reportado negativos en el sitio arqueológico Cerro de en medio, sin embargo, si se tiene la presencia de bordes revertidos, encontrado ofrendado bajo el piso de la estructura 27 del Patio #2. En la misma estructura, pero en la capa II se encontró una base anular. En el sitio Casa de indios/Cerro del meco, ubicado al norte del Cerro de en medio se encontraron en recorridos de superficie bordes revertidos, una base anular con posible decoración al pseudo-cloisonné y materiales decorados al negativo (Dueñas 2013), por lo que el sitio también estuvo habitado durante el Epiclásico y participó de las redes de intercambio, de materiales diagnósticos de las esferas de interacción.

A Cerro del meco

B

C

D

Cerro de en medio

Figura 73. A) Cuello y borde revertido de una olla encontrado bajo el piso de la estructura 26, del patio #2 del Cerro de en medio (Dueñas 2015). B) Borde Revertido recuperado en prospecciones sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). C)Base Anular recuperada en prospección sobre el Cerro del meco (Dueñas 2013). D) Base Anular recuperada en prospecciones sobre el Cerro del meco, esta pieza presentaba restos de pigmento gris tipo Pseudo-cloisonné (Dueñas 2013).

4.2.3 Figurilla tipo Río Verde Existe un tipo de figurilla cuya presencia en la región de manera generalizada ha sido reportada solamente por Baus de Czitrom y Sánchez (1986) en los Altos de Jalisco. Ellos intentaron asociarla a la clasificación que previamente Glyn Williams (1974) realizó para la región. Así, identificaron los tipos I y IV de la clasificación de Williams, que describe

120

como de manufactura modelada, solidas, planas, y con una concavidad en la parte posterior de la cabeza (Czitrom y Sánchez 1986:10). Sin embargo, Pérez (2007:188-192), a partir de los hallazgos en el sitio arqueológico de Buenavista, Zacatecas, y tras una revisión bibliográfica, identifica claramente rasgos distintivos para reclasificar el ahora Tipo “Río Verde”, con características propias con la excepción de la nariz y nariguera que son similares al tipo I.

Figura 74. Figurillas Río Verde. A) Fotografías de Leopoldo Batres, exhibida en el museo Smithsoniano, propiedad de la familia Franco, dueños de la hacienda de La Quemada, y asociada al sitio arqueológico homónimo (Batres 1903). B) Figurilla recuperada en Buenavista, Sureste Zacatecano (Pérez 2007). C) Dibujo de una figurilla recuperada en los Altos de Jalisco (Czitrom 1986, 1995). Tomado de Pérez 2007:189

Estos materiales asociados al Río Verde Grande tienen tamaños muy semejantes

y

rasgos

altamente

estandarizados, exhibiendo un patrón de fractura también muy semejante. Todas las piezas se encuentran fracturadas a la altura de los ojos y cuello, por lo tanto, se desconocen los tocados y los cuerpos. Los únicos rasgos que comparte con la Tipo I son la nariz y la nariguera, ya que Figura 75. Figurilla Tipo Rio Verde, El Ocote. Pelz 2006.

en tamaño y grosor son diferentes, y 121

difieren en la insistencia en remarcar los dientes y las comisuras (en semejanza con representaciones de desollados en épocas más tardías) en las Figurillas Río Verde (Pérez 2007). Hasta ahora, en el sitio de Santiago y el Ocote se han reportado este tipo de Figurillas, dejándonos ver su participación en esta esfera de interacción. Por lo que respecta a Santiago, el hallazgo es por demás interesante, pues se le encontró en la capa III (contexto sellado) de la cala oeste, a un costado de la estructura 58, junto con un fragmento de borde revertido y un fragmento de pseudo-cloisonné (Figura 77).

Figura 77. Dibujo Figurilla Rio Verde de Santiago. Figurilla Rio Verde, Cuadro B2, Capa III. (Modificado de Puch Ku 2014:40)

Figura 76. Mapa de la distribución conjunta de bases anulares, negativos, bordes revertidos y figurilla verde, que conforman la sub-esfera de interacción “Rio Verde Grande”, además de zonas donderiose han reportado como materiales foráneos (Cañón de Bolaños Hrdlicka (1903), Cuenca de Sayula y Valle de Atemajac (Shondube 1983))

122

4.2.4 Esfera Policromo San Luis La cerámica policroma denominada “Valle San Luis” (Figura 78) es, junto con el tipo “Electra Policromo”, uno de los elementos diagnósticos del área definida como “Tunal Grande”, así como marcador cronológico de la Fase San Luis (ca. 650-900 d.C) (Braniff 2001:111-112).

Figura 78. Policromó San Luis reportado en el sitio Buena Vista, Zacatecas. Pérez 2007:164

El primer reporte y descripción de este material lo realizó Joaquín Meade (1941, 1942, 1942a, 1948), descripción que fue retomada posteriormente por Braniff (1992) y por Crespo (1976) para realizar un análisis de los materiales recuperados en el sitio Villa de Reyes, San Luis Potosí, que dicen se caracteriza por ser delgada, compacta y fuerte, en la que destaca la utilización de desgrasantes minerales de color blanco, el color de la pasta varía entre café oscuro y color amarillento, su cocción es en general incompleta y en algunas ocasiones se pueden ver manchas de humo en su pasta (Braniff 1992:69-70). El color de la vasija es bayo y bruñida, sobre la cual se aplica una decoración en bandas color rojo o naranja delimitadas por líneas negras, en ocasiones blanquecinas, (Braniff 1992:70) En algunas piezas se agregaron elementos al pastillaje, como bandas de pequeños botones que pueden estar hundidos o cortados en cruz (Crespo 1976:53, Braniff 1992:6992), en algunos cuencos y ollas se encontraron también decorados al negativo, en donde las líneas, puntos y manchas realizadas así se encuentran sobrepuestas a la decoración policroma particular del tipo cerámico (Crespo 1976:53, Braniff 1992: 70). 123

Figura 79. Tipos de cuello y bordes asociados a la decoración Policromo San Luis. (Braniff 1992:71).

Los principales motivos, además de líneas, desplegados sobre esta cerámica son los ganchos, volutas, y punteados que delimitan o enmarcan diferentes motivos; algunas ollas llevan una banda roja sobre el borde circundando la boca, que así queda delimitada (Crespo 1976:53). El motivo menos usual son los diseños circulares (Braniff 1992: 69-92).

En algunas ocasiones, a la franja roja del borde delimitada con la línea negra, se le agregaban otros elementos, tales como líneas paralelas, grecas, puntos, ganchos, triángulos, cruces, rombos y círculos (Braniff 1992: 69-92). En un solo caso se reporta una cabeza humana formando parte de los motivos decorativos (Braniff 1992:69-92).

La extensión de la distribución de geográfica de este material rivaliza con la extensión del pseudo-cloisonné. Su zona nuclear probablemente se encuentra en el suroeste de San Luis Potosí (en el altiplano potosino/valle de San Luis) y el norte de Guanajuato (en el Valle de San Francisco), presente en los sitios de El Peñasco (Meade 1941; Crespo 1976; Braniff 1992:69), El Salitre (Meade 1942; Crespo 1976), Hacienda de Pardo (Meade 1942; Crespo 1976), Majada del Gato (Crespo 1976), La Moctezuma (Cabrera 1958; Crespo 1976), Labor del Río (Cabrera 1958; Crespo 1976), Cerro de Silva (Lessage 1966; Crespo 1976), Santa Genoveva (Lessage 1966; Crespo 1976), Cueva del Indio (Lessage 1966; Crespo 1976) y San Juan sin Agua o Peñón Blanco (Braniff 1961, 1992: 69; Crespo 1976); en los sitios de San Bartolo de Berrio (Braniff 1961; Crespo 1976), El Cóporo (Brown 1985:224; Braniff 1963, 124

1972: 276, 1992:69; Nicolau 2005; Álvarez 2005); Cerrito de Rayas (Ramos et al. 1988:313); Agua Espinoza y Tierra Blanca (Brown 1985:224; Braniff 1972:283), La Gavia (Jiménez y Darling 2000), La Magdalena (Brown 1985:224), y Tlacote (Crespo 1991).

Pero se extiende por el noreste de Jalisco, en la región de los Altos, se ha encontrado en los sitios de Chinampas y El Cuarenta (Braniff 1992:69; Brown 1985:224), así como en Ciénega de Mata (Braniff 1992: 17-18). En el estado de Aguascalientes aparece en los sitios del Ocote (Pelz 2006), y Santiago (Nicolás 2013, 2014; Puch Ku 2014).

En el sureste zacatecano aparece principalmente en el sitio de El Cerrito, que es del que mayor mención se hace en la arqueología de esta región, en donde fue observado en superficie (Meade 1942; Cabrera 1958; Crespo 1976; Brown 1985:224; Braniff 1992:69; Ramírez y Llamas 2006; Aparicio 2003), y también fue recuperado en varios pozos estratigráficos realizados por Braniff en 1961, en asociación con cerámicas del tipo Zaquil Negro Esgrafiado (Braniff 1992) característico de la Huasteca. De la misma manera se ha reportado también su presencia en superficie en los sitios de Pinos, antiguo asentamiento cercano a la capital del municipio del mismo nombre (Crespo 1976), Santa Elena, en grandes cantidades (Braniff 1992; Crespo 1976; Aparicio 2003; Ramírez y Llamas 2006), Chepinque, ubicados en el municipio de Ojocaliente (Aparicio 2003; Ramírez y Llamas 2006), y “La Joya” en el mismo municipio, así como “Presa Montoro” ubicado en el municipio de Villa García (Ramírez y Llamas 2006; Aparicio 2003).

Aparece en el centro de Guanajuato de manera intrusiva, al igual que la región occidental del estado de Querétaro se ha encontrado en El Cerrito (Crespo 1991a). Al norte, aparece en el valle de Malpaso, se reporta para el sitio de La Quemada como intrusivo (Jiménez y Darling 2000:164-180) y en su extremo al este aparece en las cercanías de Río Verde, San Luis Potosí principalmente en el sitio de en la región de Río Verde, en donde aparece como material intrusivo, se ha reportado en el sitio de La Mezclita (Braniff 1992:69).

El área de circulación de este material es importante porque articula al noreste con el tipo cerámico Zaquil Negro Esgrafiado, que se considera diagnóstico de la Fase Panuco IV, 125

que marca el Epiclásico en la Huasteca, generando así un corredor de comercio e interacción (Braniff 1972:276, 1974: 43, 1992: 17; Crespo 1976: 56; Jiménez 2010: 6); Al sur, el policromo San Luis se articula con el bajío, principalmente en asociación con los tipos blanco levantado y con las vasijas decoradas al negativo, mostrándonos el comercio e interacción entre estas zonas (Braniff 1992:69-92).

En cuanto al uso de este tipo de cerámica, los hallazgos asociados a entierros le dan un carácter ceremonial, aunque fragmentos menos elaborados en su decoración y pulimento están asociados a actividades domésticas (Crespo 1976: 53; Braniff 1992: 39). Es importante el reporte de Crespo sobre algunos fragmentos recortados discoidalmente, utilizados como tejos en posibles juegos, aunque algunos cuentan con una perforación central, también siendo posible ser utilizados como pesas de telar o malacates, alisadores o aguzadores (Crespo 1976:56). La cerámica tipo Valle San Luis ha sido reportada en el sitio Arqueológico de Santiago (Puch Ku 2014).

Figura 80. Dos fragmento de Policromo San Luis. Fragmento de Olla (A Colección CA3-B4-II-9) y fragmento de cajete (B colección E53-U1SIV-CII-1683) asociados a la estructura 58.

Figura 81. Olla Policromo San Luis, localizada en la bodega del Museo de Historia Regional de Aguascalientes. Nótense los diseños solares en delineado negro. Cabe señalar que su procedencia es desconocida. INV 10 -436819 REG 679 P.J

126

4.2.5 Tablillas Los objetos conocidos como tablillas, placas o bateas cerámicas, han sido catalogados como de alto valor cultural tanto por el contexto arqueológico en que fueron localizadas y la dimensión temporal o cronológica a la que pertenecen. Se trata de objetos cuya función se desconoce; En el área de Bolaños se les ha encontrado planos o con una leve curvatura y tienen diseños muy variados: hay paneles en los que se combinan dobles líneas ondulantes, formando triángulos, rectángulos, todos ellos esgrafiados; bandas anchas pintadas, grecas escalonadas, motivos geométricos pintados en rojo y negro, motivos geométricos o zoomorfos incisos . Se han encontrado en la región de Bolaños (Cabrero), en el sitio arqueológico de la Quemada (Nelson 2014; Trombold 2014), en El Teúl (Solar y Jiménez 2014) y en el valle de Tlaltenango (Jiménez y Darling 2000). En el centro de Jalisco se encuentran sin motivos decorativos y de gran tamaño. Javier Galván, investigador del Centro INAH-Jalisco las asoció con el periodo Grillo de Atemajac, Jalisco.

Su uso aún no está definido, pero su temporalidad las ubica durante el Epiclásico (600-900 d.C) (Cabrero, 2005) y hasta ahora se ha reportado su presencia en el sitio arqueológico de El Ocote (Figura 83) asociados a restos óseos, con muestras de carbón dentro del espacio, los cuales ubican el contexto entre el 600 y 900 d.c. Pertenecientes a el Epiclásico mesoamericano; En el Cerro de en medio se recuperó un fragmento en recorridos

Figura 82. Tablillas con decoración geométrica esgrafiada, y Tablilla completa rojo y negro/bayo. Cabrero 2014: 38

de prospección, asociado saqueo (Figura 84).

127

Figura

83 . Tablillas. El Ocote.

Jiménez 2014: 45

128 Figura

84 . Fotografía Tablilla. Cerro de En medio.

4.2.6 Figurillas Cerro García Las figurillas Cerro García son descritas en un primer momento por Isabel Kelly (1949:120,122),

después

César

A. Sáenz (1966:47-49), pero no es sino hasta el trabajo de López-Mestas (s.f.) quien presenta una primera clasificación a partir de muestras

del

Museo

Regional

de

Guadalajara. Esta clasificación, de carácter preliminar, ha sido la base de posteriores artículos referentes a estas terracotas, como el trabajo de Gómez y de la Torre (1996) Figura 85. Clasificación de Figurillas Cerro García. Gómez y de la Torre 1996, Figura 1.

quienes serían los encargados de clasificar este tipo de figurillas a fondo. Aunque en un

primer momento se les asocio con ese elemento topográfico, el Cerro García, según estos autores el sitio de Cerritos Colorados (cs-11) en la cuenca de Sayula, es el yacimiento en donde se han recuperado más ejemplares, con un total de 236 piezas, de las cuales 139 se encontraron en superficie, y 97 en excavaciones (Gómez y de la Torre 1996: 129) (Figura 85). Estas figurillas son representaciones antropomorfas, elaboradas en arcilla modelada y muestran un acabado de superficie particular, denominado “pulimiento de palillos”. Como características generales, describen que son de cuerpo sólido y plano, en su gran mayoría son de sexo femenino, ojos, nariz y boca, así como senos y ornamentos, son agregados al patillaje. Su importancia radica en que son diagnósticas de la esfera de interacción Jalisco-Colima (Jiménez 2010), asociada a la distribución e intercambio de sal y artefactos de concha y, Por otro lado, algunas de ellas presentan restos de pintura facial, líneas de color blanco o amarillo, que han sido interpretados como lágrimas y permiten sugerir su asociación con los mitos de origen mesoamericano de la sal (Liot y Valdez 1996; Osorio 1998).

129

Gómez y de la Torre (1996) mencionan la posibilidad de que estas figurillas pertenezcan a una familia más grande, que comparte principalmente características como la forma de la cabeza, o algunos acabados. Evidencia de esto son las figurillas subtipo XVb de Carolyn Baus (1978:44) que reporta para Manzanillo, Colima, o las figurillas tipo “cara triangular”, reportadas por Shöndube para Apatzingán, Michoacán (1994:155), cuya correlación cronológica es también el Epiclásico. Estas figurillas han sido reportadas principalmente en lo que hoy es el estado de Jalisco, en el Valle de Atemajac y la zona de Chapala. En la región, hasta el momento sólo el sitio del Ocote ha reportado este tipo de figurillas, lo que nos permite observar el corredor cultural y de intercambio que conecta el Río Verde Grande con la cuenca de Sayula, el comercio de sal y los productos provenientes de la costa del pacífico, como objetos de concha. Hasta el momento se tiene identificada una figurilla de este tipo en el Ocote (Figura 86).

Figura 86. Izquierda, Figurilla “Cerro de Garcia” recuperada en El Ocote. Derecha, Figurilla Cerro Garcia Tipo F (Gómez y de la Torre 1996 Figura 8)

4.2.7 El comercio de Concha Marina Dentro de las investigaciones en el sitio arqueológico del Ocote, sobresale la gran cantidad de piezas de ornato que se encontraron en este espacio, tanto por la diversidad de formas: placas, pendientes, cuentas, anillos, como de materia prima: barro, piedra, hueso, concha, turquesa, pirita. Los materiales elaborados en concha están asociados a los entierros, y principalmente Los entierros 6, 7 y 8 se encontraron ubicados sobre un nivel más alto que 130

los demás encontrados, descansando sobre un apisonado de tierra en un espacio delimitado por piedras alineadas que conformaba una especie de cuadrángulo. Del total de entierros, este conjunto fue el que presentó la ofrenda más rica con numerosas placas de concha (Figura 87 y 88). A través del análisis biológico (Gutiérrez s/f) se determinó que los moluscos proceden de dos provincias malacológicas, la Panámica- Pacífica que comprende las costas que van desde el sur del Golfo de California hasta el norte de Perú y la Caribe que incluye el litoral del Golfo de México y Florida (Keen 1971). Así, hasta el momento se ha determinado que la mayoría de las especies pertenecen a la provincia Panámica y sólo cuatro provienen de la provincia caribeña, de la clase Bivalvia; Argopecten gibbus y Lucina pectinata y de la clase gasterópoda: Strombus gigas y Strombus alatus. Como puede apreciarse, el mayor número de especies pertenecen a la provincia Panámica, En la Cuenca de Sayula donde se han encontrado evidencias de producción similares a los de El Ocote.

Figura87. Placas de Conch a, asociadas al entierro 6 Pelz 2006:54

Figura 88 Ornatos de concha recuperados en el Ocote, Pelz 2006:79

131

4.2.8 Turquesa El mineral más buscado en los confines del norte mesoamericano fue la turquesa, un bien de lujo empleado como elemento religioso y marcador social cuyo valor se debía en parte a la lejanía de sus yacimientos de obtención y su extracción restringida. Por ello, su adquisición, circulación y consumo sistemático y constante por parte de grupos mesoamericanos, dio origen a un comercio de materiales suntuarios de larga distancia que costeaba los largos viajes y los gravosos intermediarios. No en vano se ha estimado que hay más de un millón de piezas de este material en sitios mesoamericanos de todas las épocas. Además, el incremento en la demanda de esta materia prima estimuló el desarrollo de las culturas asentadas en la región de los yacimientos, como la Chalchihuites en Zacatecas, Hohokam en Arizona y Mogollón y Anasazi en Nuevo México (Figura 89), generando nuevas pautas en la organización social y el surgimiento de grandes talleres centralizados en la manufactura de mosaicos y cuentas hechas de

Figura 89. Mapa del Comercio de la Turquesa. Melgar 2010 Figura 3

132

turquesa. Sin embargo, si bien se tienen identificados sitios y talleres a lo largo de las probables rutas, no están comprobados los orígenes de muchos materiales encontrados en contextos mesoamericanos. Por su origen geológico, no toda la turquesa de un yacimiento tiene la misma tonalidad, textura y dureza, características que influyen en su valor. La turquesa que se usó para elaborar los mosaicos y ornamentos encontrados en diversos sitios arqueológicos provino de yacimientos en el suroeste de Estados Unidos de América y el noroeste de México, en lo que se conoce geológicamente como Provincia Porfídica del Suroeste (Sánchez 2016). Esta provincia se caracteriza por tener importantes yacimientos de cobre alojadas en rocas ígneas porfídicas, a los cuales se asocian los yacimientos de turquesa que se encuentran en los estados de Nuevo México, Colorado, Arizona, Utah, California y Nevada, así como los estados mexicanos de Baja California, Sonora y más al sur en partes de Zacatecas. Las minas localizadas en el hoy territorio de Estados Unidos de América con evidencia de haber sido explotadas en época prehispánica son las del distrito minero de Cerrillos, en el condado de Santa Fe, Nuevo México, especialmente las ubicadas en la localidad de Turquois Hill y Mount Chalchihuitl. Otras minas son: Burro Mountains y Little Hachita Mountains, en el condado de Grant, Nuevo México; En el Condado de San Bernardino, en California; En el condado Conejos, en Colorado; en el condado de Clark y Lincoln, Nevada (Sánchez 2016). En México, los principales yacimientos de turquesa, aunque no de todos se tiene conocimiento de haber sido explotados en épocas prehispánicas, están en Cananea, y la Caridad en Sonora; mina Evans, en Baja California; además de los depósitos de Concepción del Oro y Mazapil en Zacatecas (Sánchez 2016) Hasta el momento hay 31 regiones con afloramientos de turquesa que tienen evidencias de explotación minera prehispánica, con cientos de minas a cielo abierto, de túnel o de tiro vertical; al igual que un utillaje de extracción como mazos, martillos, hachas, antorchas y picos hechos de materiales locales (Melgar 2010).

133

Es común que por la forma en que se presenta naturalmente las rocas de turquesa en los yacimientos, así como por sus propiedades mineralógicas influyen en la manera en que se aprovechó principalmente en la lapidaria, ya que se le puede dar cualquier forma, por lo que permitía elaborar teselas para mosaicos de hasta un milímetro cuadrado, con biseles logrados y definidos. Las piezas pequeñas tienen la ventaja de que se adapten mejor para elaborar objetos con volumen, como la serpiente bicéfala que se encuentra en el Museo Británio, o los discos encontrados en Tula, Tenochtitlán y Chichen Itzá. Para la zona denominada como frontera septentrional de Mesoamérica, es de particular importancia los hallazgos en las excavaciones realizadas durante más de un siglo en el sitio arqueológico de Alta Vita (Kelley 1980), municipio de Chalchihuites en el noroeste del hoy estado de Zacatecas, en donde se han recuperado en distintos contextos arqueológicos, teselas, cuentas y mosaicos de turquesa. El sitio arqueológico de Alta Vista, es el principal centro ceremonial de la fase súchil de la cultura Chalchihuites (200-950/1000 d.C) (Kelley 1980), localizado muy cerca del Trópico de Cáncer. Esta región fue la primera en utilizar grandes cantidades de turquesa a mediados del clásico, ya que alrededor del 500 d.C los habitantes de Alta vista ya trabajaban la turquesa y elaboraban ornamentos y objetos rituales, que junto con otros objetos de valor, formaron parte de ostentosas ofrendas en

las

estructuras

más

importantes

del

sitio

arqueológico (Kelley 1980). Por su parte, la actividad minera en las 750 Figura 90. Tesela de piedra verde encontrada en la estructura 29 del Patio#2 del Cerro de en medio (Dueñas 2016)

minas de Chalchihuites, distribuidas en ocho grupos mineros a lo largo de los márgenes de los arroyos y ríos de la región, tuvo dos momentos importantes hacia el

350 d.C. y en el 800 d.C. (Weigand 1977: 16). Aunque en esta área no hay turquesa “química”, los mineros prehispánicos explotaron una gama de piedras semipreciosas azul-verdosas (chalchihuitl) como la malaquita, azurita y cuprita (Weigand 77: 255). Debido a que la explotación de millones de toneladas de material excedía las necesidades 134

locales, se ha planteado que dicho fenómeno obedeció a la participación de los habitantes de Chalchihuites en una red de intercambio con Teotihuacán o alguno de sus intermediarios (Weigand 78: 69). Las razones por las que se asentaron los habitantes prehispánicos de Chalchihuites en esta región fueron diversas: geopolíticas, económicas, religiosas, etcétera. Sin embargo, podemos decir que la minería fue una actividad económica que, aunada a elaboración de artefactos preciosos y su intercambio a larga distancia, fue fundamental para el desarrollo de esta compleja sociedad que jugó un papel destacado en la esfera norteña mesoamericana durante una buena parte del primer milenio de nuestra era. Se

han

planteado

dos

principales vías de circulación entre los yacimientos de turquesa y los consumidores mesoamericanos que tienen las siguientes características: Figura91. teselas de piedra verde recuperadas en el sitio arqueológico de El Ocote Pelz 2006

la ruta de comunicación terrestre era la más directa y práctica entre el

Altiplano Central y el lejano noroeste, ya que se trataba de un acceso natural siguiendo los valles y cañones al este de la Sierra Madre Occidental (Harbottle y Weigand, op. cit., 1992: 82; Weigand, op. cit., 1993: 252.). Por su parte, la ruta costera estaba densamente poblada e incluía el tránsito por el río Grande de Nuevo México y Casas Grandes en Chihuahua hasta llegar al litoral del golfo de California, para después seguir costeando hasta el Occidente de México (Braniff 2008.). En los sitios arqueológicos que se encuentran asociados al Río Verde Grande se han reportado teselas de turquesa, como en El Ocote (Pelz y Jiménez 2008).

4.3 Las redes de información La información es ligera y viaja grandes distancias. Las redes de información son el trasfondo sobre el que los demás bienes se distribuyen, pues detener los flujos de 135

información es algo que ninguna unidad política ha evitado a lo largo de la historia. Aquí cabe hacer una aclaración, puesto que existe un intercambio de información intrínseco en las redes políticas, en las redes de bienes de prestigio, y e incluso en las redes de bienes de bulto. Símbolos de poder, información tecnológica, social y en general, cultural son parte indivisible de la vida social. En ese sentido, en este trabajo hemos presentado como los materiales decorados al pseudo-cloisonné contienen complejos motivos decorativos, iconografía muy particular y compartida a lo largo de la extensión de su distribución. También la arquitectura, y en particular los espacios ceremoniales nos permiten observar la información compartida por los grupos que ocuparon el norte del Río Verde Grande con el resto de Mesoamérica. Los montículos alineados a los puntos cardinales son un concepto compartido con el resto de sociedades a lo largo y ancho de Mesoamérica, además de los patios hundidos asociados a estos, y en contraste con culturas desarrolladas más al norte cuyos cánones arquitectónicos ceremoniales son distintos (por ejemplo, los templos “Kivas”). También el intercambio y uso de la sal para la conservación de alimentos, y mejorar el sabor de ciertas comidas, el valor religioso de las piedras verdes y su asociación con ciertas deidades, al igual que los pendientes de concha y todo el valor cultural que estos tuvieron para las sociedades prehispánicas son producto de los flujos de información que ocurren en el acontecer diario de las poblaciones al interactuar con sus vecinos. Figura 92. Maqueta de Juego de Pelota. Nayarit. MNA

Es por eso que las redes de información son las más extensas de las relaciones entabladas por las sociedades, y

se traslapan unas a otras, haciendo difícil discernir entre la difusión de ideas y los desarrollos en paralelo, haciendo el trazo de fronteras una cuestión complicada. En este apartado nos concentraremos en un elemento en particular, el juego de pelota, por ser una práctica con fuertes connotaciones religiosas, políticas y cuya arquitectura asociada es inconfundiblemente parte de los desarrollos culturales de los pobladores mesoamericanos. 136

4.3.1 Juego de Pelota El juego de pelota mesoamericano fue una práctica con connotaciones rituales para los pueblos precolombinos de Mesoamérica. Incluso hoy en día existe una versión moderna del juego, ulama, que se sigue practicando todavía en algunos lugares de Guatemala y México, aunque ya sin las implicaciones religiosas, económicas, sociales y aun políticas que llego a tener. Se puede considerar que el juego rebasa el papel ritual o deportivo, ya que el juego y su simbolismo no siempre requirieron de su marco arquitectónico para existir. En numerosas

Figura 93. Esquema evolutivo del juego de pelota. Taladoire,2000 Arqueología Mexicana.

inscripciones mayas se ha identificado el verbo “jugar a la pelota” y varios sitios cono Ichmul o El Resbalón, en Quintana Roo, cuentan con representaciones de jugadores, aunque no tienen canchas formales. En la escalera jeroglífica 2 del edificio 33 de Yaxchilán, Chiapas, se representaron ceremonias y ritos políticos relativos al juego, aunque disociados de este y de las canchas. Es decir que, además de ser una práctica deportiva, el juego tenía un papel político, económico y religioso, cumplía la función de resolver conflictos y ser una práctica metafórica del orden cosmogónico del universo. Es una institución que forma parte de un compendio de creencias religiosas que muestran un carácter cultural similar entre los que lo practican, convirtiéndolo en un elemento cultural importante relacionado con el poder y con el desarrollo de Mesoamérica.

137

Los campos del juego de pelota han sido encontrados incluso al sur de Nicaragua, y tan al norte como el actual estado de Arizona en los Estados Unidos. Estos campos de juego de pelota varían considerablemente en tamaño, pero todos tienen largas pistas estrechas con paredes laterales (Taladoire 2000). El juego de pelota se jugaba en una grande estructura de mampostería. Construidos en una forma identificada en más de 1500 campos de juego de pelota que han sido identificados en Mesoamérica, el 60% de estos solo en los últimos 20 años (Taladoire 2000). Aunque hay una gran variación en tamaño, en general todos los campos de juego tienen la misma forma: una larga y estrecha cancha de juego, flanqueada por paredes o taludes. A menudo las paredes estaban cubiertas de una capa de yeso y pintadas con colores brillantes. Aunque los campos de juego tempranos estaban abiertos en dos lados, los campos más tardíos tenían la zona final de la pista cerrada de planta en forma de I latina. Se ha supuesto que esta actividad surgió en la costa del Golfo de México, esto debido a los reportes de pelotas echas de hule encontradas en el sitio arqueológico del Manatí, aunque en los hallazgos del sitio arqueológico Paso de la Amada, Chiapas, se han encontrado las canchas de juego más antiguas, fechados aproximadamente entre el 1400 a.C. y 1200 a.C. (Taladoire 2000). Al parecer el juego de pelota se difundió desde las tierras bajas tropicales hacia el centro, sur y norte de Mesoamérica. Fechados para el 1000 a. C., figurillas de jugadores de pelota fueron incluidas en entierros en Tlatilco y figurillas con un estilo semejante y que datan del mismo período fueron encontradas en el yacimiento cercano de Tlapacoya, además de los hallazgos en el sitio del Opeño; aunque no se encontraron campos de juego para la misma época en ninguno de los anteriores (Oliveros 1988)

138

Figura 94. Juego de Pelota de la Quemada, Zacatecas.

Ya para el Clásico, alrededor del 300 a. C., existen evidencias de la existencia del juego de pelota en el valle central de Chiapas, donde se encontraron los campos más antiguos después de los de Paso de la Amada, y en el valle de Oaxaca. Simultáneamente, en estos momentos aparecen representaciones del juego de pelota en la cerámica del occidente mexicano. En el occidente de Mesoamérica, los juegos de pelota han sido documentados indirectamente desde épocas tempranas en maquetas encontradas dentro de la tradición de tumbas de tiro, y directamente en la zona de Teuchitlán (Weigand 1991, 1993). Otros trabajos han documentado canchas en el actual estado de Michoacán (Taladoire 1990) y en Guanajuato (Taladoire 1993), así como en el norte de Jalisco (Hers-Barbot 1993) en el Cañón de Bolaños (Cabrero 1989), en el norte de Zacatecas y sur de Durango (Kelly 1991). Haciendo una revisión de los nuevos datos se hace claro que la evolución de esta práctica, que probablemente empieza en las zonas costeras de Chiapas y Veracruz, no puede entenderse solamente desde este punto. Un rasgo cultural tan complejo como este solo puede desarrollarse a partir de varios focos interactuando. De esta manera tenemos herramientas para entender las similitudes entre los distintos tipos de juego de pelota. Existen distintas variedades del mismo, pero todos comparten la complejidad que sus elementos logran alcanzar, ya que además del juego, existen rituales de preparación y uso 139

del caucho, la arquitectura particular, la presencia de esculturas, figurillas y la iconografía relacionada con el poder y el orden del cosmos (Taladoire 2000).

Figura 95. Juego de pelota en Casas Grandes, Chihuahua. Branniff 2008

Los juegos de pelota en el occidente presentan similitudes con los de sus contemporáneos en otras partes de Mesoamérica. Sería poco probable que esto sea producto de otra cosa que no sea de lazos entre las distintas sociedades, no obstante, la información disponible no es homogénea. Si bien, existen las canchas, las figurillas y las maquetas sobre el juego de pelota, solo se tienen contados ejemplos con esculturas asociadas, yugos o datos etnohistóricos en la mayor parte del occidente mexicano. Por el contrario, en cuanto a datos etnológicos contemporáneos, se tienen documentados sobrevivencias del juego en Sinaloa (Leyenaar 1978; Kelly 1943)

140

Figura 96. foto aérea de wupakti National Mnument ballcourt , Arizona. Tomado de su página web.

Al parecer, los juegos de pelota se extendieron hacia el norte mesoamericano al final del clásico, coincidiendo también con una época de interacción efervescente en esta zona, y es durante esta época que las encontramos en sitios tan al norte como lo reportan en Chihuahua en el sitio de Casas Grandes, o en el sitioarqueológico de Snaketown en Arizona que a partir de los años 650 d.C. y hasta 1150 d.C., no solo cuenta con varios juegos de pelota dentro del sitio, si no que existen varios sitios alrededor con estas canchas. Asociados a estos juegos, se encontraron cascabeles de obre, espejos de mosaicos y cerámica decorada al pseudo-cloisonné, que sugiere la presencia de la cultura mesoamericana (Braniff 2008). El juego de pelota es un rasgo presente en el sitio arqueológico de Santiago, Edificio cerrado en forma de I que mide 75m de largo (Figura 97). Se encuentra formado por bloques careados y recubierto al interior por lajas careadas. Este edificio es de mayores dimensiones al que se registró en el sitio arqueológico de La Quemada, Zacatecas, el cual mide 70m de largo, considerado el más grande del septentrión mesoamericano (Jiménez 2010:49).

141

La distribución macrorregional del juego de pelota y la parafernalia asociada durante el Epiclásico es un ejemplo constituyente del flujo de información en el continente norteamericano. El culto tiene arraigo temprano en las tierras bajas Costeras (Parsons, 1969; Pasztory 1969.), sin haber sido adoptado por Teotihuacán hasta sus últimas fases, aunque la práctica no era nueva, la amplia adopción alcanzada a finales del Clásico es muy significativa. La construcción de canchas de juego de pelota muestra características de haberse convertido en un elemento base de la cosmovisión de distintos pueblos durante el Epiclásico.

Figura 97. Mapa topográfico del juego de Pelota de Santiago y la tipología de juegos de pelota y sus cronologías, según Taladoire (2001:104). Aunque los cabezales no son fácilmente discernibles, podemos establecer un parecido con el tipo XIII v.1 del formativo tardío, al igual que el tipo 1. Diferentes versiones podrían presentarse si se profundizará en el estudio del espacio arquitectónico.

142

Capítulo V ¿Dentro o fuera de Mesoamérica?

E

n una región ignota sobre el pasado prehispánico, como lo es el estado de Aguascalientes, cuya historia comienza en la mayoría de los textos con la presencia de cazadores recolectores Chichimecas encontramos una serie de manifestaciones arqueológicas que nos muestran un panorama más complejo, en donde ahora sabemos intervinieron sociedades sedentarias con asentamientos permanentes. En la historia de la arqueología del Norte de México, pero sobre todo la asociada a los afluentes del Rio Lerma-Santiago, muestran como se ha relegado al Río Verde Grande dentro de la investigación, por no contar con grandes asentamientos prehispánicos dotados de un amplio y monumental complejo arquitectónico, concentrando los esfuerzos en los afluentes Malpaso-Juchipila, Mesquitic-Bolaños y Chapalagana

o

Huaynamota

para

realizar

investigaciones de este tipo. Si

bien,

es

verdad

que

los

sitios

arqueológicos aquí presentados no sobresalen por sus impactantes dimensiones arqueológicas, ello no quiere decir que no tengan una historia, en muchos puntos compartida con los demás grupos indígenas del Figura 98. Dibujo de un fragmento de figurilla Tipo I, encontrada en el sitio de Santiago (Nicolás 2013). La figurilla es parte de los materiales diagnósticos de la esfera septentrional de Mesoamérica. Dibujo Elaborado para esta tesis por Manuel Dueñas.

continente

arqueológica de

americano. estos

La

información

asentamientos

aquí

presentada, como lo es su patrón De asentamiento, características

arquitectónicas

y

materiales

arqueológicos cerámicos, líticos, restos óseos animales y humanos nos permiten pensar que la

región del Río Verde Grande fue una importante arteria de comunicación que durante el Epiclásico articuló a la región de Chalchihuites en el Noroeste Zacatecano y el Cañón de Juchipila con otras regiones como el Bajío, el Valle de San Luis y el Sureste Zacatecano. Este eje corresponde a la llamada “Sub-esfera septentrional Altos-Juchipila”, propuesta por Jiménez y Darling (2000). 143

La importancia que llegó a tener el Río Verde Grande como arteria de comunicación durante época prehispánica, principalmente durante el Epiclásico, ya había sido mencionada por Jiménez y Darling (2000:180): “La distribución geográfica de los cajetes de base anular de los Altos con decoración policroma y pintada al negativo está centrada en su mayor parte en el Río Verde, lo que probablemente es un indicio de su importancia como arteria de comunicación en el Epiclásico”. Y la interacción no se limitó a esta área. La cultura material hasta la fecha reportada en los sitios arqueológicos aquí presentados nos da un panorama mucho más complejo. Piedras verdes venidas desde el norte de Zacatecas o desde Arizona, pendientes y collares hechos en concha de ambos océanos (Pacifico y Atlántico), juego de pelota, montículos orientados hacia la salida y puesta del sol, patios hundidos y figurillas que nos permiten observar el comercio de sal son evidencia del amplio y complejo sistema de intercambio que vivieron los habitantes prehispánicos del Río Verde Grande. Debemos admitir que la indiferencia y poco interés por el Norte de México ha estado propiciado por la falta de información acerca de la historia de esta región y de los grupos que en ella habitaron. Sin embargo, es impensable que estas sociedades no establecieran algún tipo de interacción a diferentes grados y formas con grupos vecinos, a pesar que se insiste en verlos desde puntos de vista aislacionistas. La propuesta de investigación de este trabajo buscó desvanecer la noción de los límites de Mesoamérica, geopolíticos o territoriales que con frecuencia se utilizan de manera despectiva para las poblaciones al norte del Río Lerma en época prehispánica, y plantear una zona de interface entre los grupos de la “Mesoamérica Nuclear”, la “Mesoamérica Mayor” y “La Gran Chichimeca”. Es entonces que el Epiclásico prehispánico, lejos de ser un periodo de fragmentación, inestabilidad y conflicto constante, fue un periodo de intenso intercambio material, apogeo regional caracterizado por la interacción macrorregional de redes establecidas en tiempos más tempranos (Jiménez y Darling 2000; Solar 2002). La red de intercambio y comercio fue enorme, y nuestra área de estudio no quedó fuera de ella.

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¿Cómo se llevó a cabo este intercambio? El estudio de los sistemas macrorregionales de comercio presenta muchas dificultades. El rastreo de los elementos que dan cuenta de las interacciones entre distintas sociedades, sus afectaciones sistémicas y los antecedentes estructurales requieren de una constante y perpetua revisión de todos los componentes de los sitios arqueológicos desde una perspectiva horizontal, como la que intentamos en este trabajo, pero sobre todo, la perspectiva temporal de la que aquí solo he presentado un periodo, que se sobrepone a antiguas estructuras y que a su vez, es la base de nuevas para periodos posteriores. Esta perspectiva ha sido abordada en pocas ocasiones en Mesoamérica, principalmente por aquellos que trabajan en zonas que la arqueología nacional considera “fuera de Mesoamérica”, o en el mejor de los casos, en su “periferia”. Desde la definición misma de Mesoamérica, como un área cultural, su delimitación ha estado cargada de cuestionamientos que han dirigido a las investigaciones arqueológicas que se ocupan de esta región. ¿Qué define los límites de Mesoamérica?, ¿Qué hay más allá de Mesoamérica? Kirchoff propuso una serie de características que solo encontramos en un periodo de tiempo en específico, al momento del contacto con los europeos, entonces ¿Por qué seguimos utilizando indiscriminadamente ese límite propuesto por Kirchhoff? A partir de esa línea trazada arbitrariamente en un primer momento, y después realineada en su frontera septentrional sobre los márgenes del Río Lerma-Santiago, los investigadores arqueólogos no tardaron en notar que no todos los elementos se encuentran presentes en todas las regiones al mismo tiempo. Otras características como el modo de vida sedentario agrícola no pueden ser el elemento definitorio, pues al mismo tiempo, otras áreas geográficas del continente se sedentarisaron, algunos incluso sin uso de la agricultura como principal fuente de alimentos. Si no son rasgos culturales característicos, ni el modo de subsistencia… ¿Qué define a Mesoamérica? En esta tesis nos unimos a la propuesta de que Mesoamérica es un Sistema Mundo (o varios), es decir, un conjunto de redes anidadas de las que fueron participes un conjunto de sociedades. El uso de este concepto implica que en algunos 145

momentos el sistema creció, es decir, incluyo a mas participantes, y en otros se redujo, es decir, algunos participantes de desconectaron, a lo que comúnmente se conoce como la fluctuación de la frontera mesoamericana. En algún momento el sistema se centralizó, con la aparición hegemónica de algún centro o núcleo, y en otro se descentralizó, permitiendo la entrada de más competidores que terminaría con el alzamiento, eventualmente, de otro núcleo. Todo lo anterior significa que el sistema pulsaba. En esta investigación, pensamos que, dentro de las posibles motivaciones detrás de estas pulsaciones, el flujo de bienes de prestigio y las ideas detrás del valor que ellos tenían, jugó un papel primordial para tales movimientos, ya que le permitirían a cada uno de los grupos de elites participantes de este flujo, adquirir el prestigio necesario para aplicar de manera efectiva el poder. El apogeo de sitios como La Quemada, Alta Vista, Cerro encantado, el sitio de Villa de Reyes, Santiago, Cerro de en medio y el Ocote es simultáneo al apogeo del Tajín, Cantona, Cacaxtla/Xochitecalt, Xochicalco y Chichén Itzá. La relación que guardan estas sociedades entre sí está íntimamente ligada a la descentralización que siguió al declive teotihuacano, y a la participación activa de distintos sitios por conseguir y lograr colocar los bienes que para cada participante eran esenciales para la reproducción de la vida social. Por esta razón es difícil demarcar una frontera. Cuando rastreamos una característica cultural nos damos cuenta que se yuxtapone a otra que tiene otra dispersión. Esta investigación se propuso estudiar el sistema a partir de las características culturales que se han detectado en los trabajos de investigación de sitios arqueológicos al borde de la dispersión de los elementos culturales considerados como canónigos del área cultural de Mesoamérica, aunque estar al borde de la dispersión de un elemento cultural no significa estar al margen de un sistema mundo, ni en la periferia. ¿Qué es la expansión y contracción de la frontera septentrional? La frontera está definida por la aparición de grupos sedentarios, el eventual abandono de los centros ceremoniales, y la ocupación de sociedades nómadas o semi-nómadas. Empecemos en el formativo medio y tardío de occidente, cuando comenzó el proceso de paulatino crecimiento en el que se ocuparon nuevos valles a la ocupación de grupos sedentarios. Tumbas de tiro y Chupícuaro. ¿Cómo es que llegaron las aldeas rectangulares, la agricultura, la cerámica sencilla, y el modo básico de vida aldeana sedentaria? 146

Kelley propuso un modelo en 1974 llamado “difusión blanda” o “difusión gradual”, gradual en tiempo y espacio. Lo que Kelley propuso es que hay una serie de rasgos básicos, elementalmente mesoamericanos, otros rasgos que son desarrollados regionalmente y otros localmente. Los grupos parten desde diferentes puntos desde el centro y occidente de México, se van segmentado conforme crece su población, estableciendo poblados cada vez más al norte, utilizando tierras de cultivo no utilizadas hasta entonces. Viajando con ellos va su bagaje cultural, sus cerámicas, sus diseños arquitectónicos, su organización social. Así es como algunas cosas permanecerán, en el tiempo y en él espacio y otras irán cambiando durante el trayecto. Hasta el momento, de esta temporalidad (antes de 200 d.C.) no se han encontrado muchas evidencias en la porción norte del Río Verde, salvo algunas formas típicas de la cerámica Morales, una versión más tardía de la cultura Chupícuaro, y no se han reportado hasta el momento tumbas de tiro que den cuenta de la región desde donde pudieron acercarse los primeros pobladores. Lo anterior es el movimiento de Mesoamérica hacia el norte (Kelley 1974:20), partiendo de rasgos mesoamericanos básicos, comienza un “proceso de segregación, reducción, recombinación, variación y, al final, el flujo de cultural”. Kelley planteo otra posibilidad, con el mismo modelo. Es factible que, dado que para el 100 a.C-200 d.C) si hay aldeas sedentarias mesoamericanas que mezclan tanto la tradición Chupícuaro, junto a los artefactos asociados a las tumbas de tiro, en los Altos de Jalisco, como en el sitio de Cerro encantado (Bell 1970), estos tuvieran contacto con los grupos nómadas al norte. Estos últimos entablarían relaciones con sus vecinos sedentarios, a los que comenzarían a imitar conforme las interacciones se volvieran más intensas, hasta convertirse eventualmente en sedentarios con un modo de vida mesoamericano. Esto presenta un panorama mucho más complicado debido a que estaríamos hablando de contactos entre grupos con modos de vida y subsistencia diferentes, en los que la vida sedentaria, más compleja en sus costumbres ganaría terreno sobre el modo cazador-recolector. Kelley aun lo vislumbro más complejo, pues propone, pueden estar

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ocurriendo ambas posibilidades (La colonización y la aculturación) al mismo tiempo en distintos lugares. Aquí es donde intervienen grupos norteños semisedentarios-seminomadas que se conocen como la tradición Loma San Gabriel, identificada al sur de Durango y norte de Zacatecas. Vivieron en pequeñas chozas de casi dos por cuatro metros, con una división en ellas por la mitad, empleando cerámica sencilla y practicaron la agricultura. Sin embargo, Los grupos Loma San Gabriel presentan en sus formas de lítica tallada muchas reminiscencias de los grupos cazadores del norte de México. No se ha propuesto que los grupos Loma San Gabriel llegarán tan al sur como los valles del Río Verde Grande, pero no se descarta la presencia de grupos similares precisamente durante el formativo tardío, principios del clásico, pues hasta ahora todos los análisis de materiales líticos ubican las formas parecidas, similares a las encontradas

a

c

b Figura 99. A) Mapa que esquematiza el posible origen de las poblaciones al norte del Río Verde, ubicándolo en los Altos de Jalisco, de donde sabemos existen tradiciones culturales más antiguas. B) Propuesta de cronología para el Norte del Río Verde Grande. C) Modelo de Difusión blanda de Kelley (1974 Fig. 1)

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en la zona de las tradiciones del desierto, aunque una investigación especializada en dichos materiales podría vislumbrar con precisión este fenómeno. Durante el periodo siguiente, durante el clásico se desarrollaron tradiciones regionales que le dieron continuidad a los rasgos duros mesoamericanos llegados durante finales del formativo, y se ocuparon los que posteriormente serían los centros ceremoniales. Las dos tradiciones principales, los patios hundidos y la tradición Teuchitlán se expndieros sobre los territorios donde se dispersaron anteriormente los materiales Chupícuaro y las Tumbas de Tiro, respectivamente. Desde los dos frentes, en las sociedades ubicadas en el Rio Verde Grande podemos observar algunas reminiscencias (como los patios hundidos y las unidades habitacionales circulares), no obstantes que las investigaciones no nos han permitido establecer alguna correlación firme, pues solo se cuentan con mapeos de superficie de las áreas ceremoniales de los sitios. Sin embargo, no debería sorprender el uso de estos espacios desde este periodo, y que descubramos que los primeros asentamientos de esta porción del Rio Verde corresponden al Clásico. Después viene el momento que en esta tesis ha sido el centro de estudio, el momento de apogeo. Durante el Epiclásico, en el septentrión se vuelven de suma importancia el complejo Copa-Olla decorada al pseudo-cloisonné y las figurillas tipo I, que rivaliza junto a la distribución de la cerámica Polícromo San Luis en extensión de distribución, además de todos los marcadores de interacción que aquí se han mencionado y sus diferentes direccionalidades. Cuando vemos en el registro arqueológico materiales como estos, podemos acercarnos a la dinámica que las elites de estos sitios tenían, vinculados estrechamente, posiblemente con una misma cosmovisión, con rituales en común. Todos estos rasgos regionales se ven mesclados con rasgos duros mesoamericanos, como el Juego de Pelota, los montículos y los patios hundidos, incluso con otros rasgos arquitectónicos regionales, como lo son los patios circulares. Estos elementos son característicos de la tradición Teuchitlán, y aunque no los encontramos en las mismas proporciones y dimensiones que en las inmediaciones del volcán de Tequila, la planta es muy similar a las unidades habitacionales periféricas de sitios como Las 149

Navajas. Definitivamente se necesitan estudios focalizados en estas unidades habitacionales, puesto que pueden ser las construcciones más antiguas en Santiago y el Cerro de en medio. Los sitios arqueológicos de la parte norte del Río Verde Grande tienen características culturales compartidas con los demás sitios contemporáneos (Epiclásico 600-900 A.D). Cerámicas afines, patrones arquitectónico y modo de vida son algunas de las características que compartieron. Este apogeo es congruente con lo detectado ya por otros investigadores en areas como Chalchihuites, el Gran tunal, el sureste zacatecano y los Altos de Jalisco. Dichas regiones han sido consideradas dentro o en contacto con el mal denominado, poco estudiado y abundantemente prejuiciado "Mar Chichimeca”. Nociones como esta, que empañan, condicionan y limitan los estudios sobre el pasado prehispánico son el resultado de ejercicios deficientes de la academia, principalmente en lo pequeño de la escala geográfica y temporal de los análisis, y en la poca profundidad y detalle de los análisis de las evidencias arqueológicas. Si observamos al sur de la esfera de interacción del Río Verde-Altos-Juchipila, en lo que hoy en día es el Bajío guanajuatense podemos observar el traslape de ambas esferas en sitios como por ejemplo Plazuelas. Cerca de este sitio existe una fuente de obsidiana, Zináparo, desde donde pudieron haber estado fluyendo algunas de las piezas y materia prima de obsidiana que encontramos en los sitios de Santiago, Cerro de en medio y el Ocote. Hacia el norte de la esfera Rio Verde-Altos-Juchipila se encuentran las manifestaciones culturales Chalchihuites, de la cual ya establecimos los fuertes vínculos culturales, compartiendo materiales como el pseudocloisonné, figurillas tipo I, y otros tipos cerámicos reportados en el sitio de Santiago (Puch ku 2014), así como el comercio de turquesa que durante el Epiclásico comenzó a llegar a Alta Vista y La Quemada desde Arizona, a 1600 km (Jiménez 2011) por un lado, pero también se encuentran las grandes llanuras del noreste, donde moraban nómadas hasta épocas del contacto. La relación con estos sujetos siempre ha sido subestimada e ignorada principalmente por el estereotipo del Cazador-Recolector al que no le interesa nada más que su subsistencia y su movilidad. Pero en su alta movilidad es en donde recide el potencial integrador que estas culturas 150

presentan, y en el marco de los Sistemas Mundo y el Epiclásico mesoamericano en la frontera norte, el papel de los cazadores-recolectores como trocadores, intermediaros entre los productores de las planicies del actual Texas, los Valles del Río Mississippi y los agricultores sedentarios es de suma importancia para entender las rutas de comercio, pero principalmente la ruta comercial tierra adentro. Bajo el marco conceptual de los Sistemas mundo podemos comenzar a dejar atrás prejuicios en la zona, actualizar las agendas de investigación orientándolas hacia una mejor comprensión de los grupos nómadas que se reportan en las crónicas de los conquistadores, así como los asentamientos sedentarios que encontramos hoy en día en el registro arqueológico. Luego de los trabajos realizados en el valle de malpaso por Michelle Elliot (2007), y de que se determinará con ellos que no existió un cambio climático en el valle, y que su deterioro ocurrió hasta la época del contacto. Durante el Epiclásico la vegetación fue primordialmente bosques de pino-encino, por lo que el colapso de la frontera no se una debió a catástrofe climática. Bajo la perspectiva de sistemas mundo, podemos explicar el colapso de la frontera como un cambio en la dirección del flujo de bienes de prestigio. Para el año 900 d.C los grandes centros ceremoniales como Alta Vista y La Quemada estaban siendo abandonados. Al mismo tiempo, tal vez desde un poco antes, la red que conocemos como “Complejo Aztatlán”, y que se extiende por la costa del pacifico desde el norte de Sinaloa y llegó a entrar hasta Cholula, en el Valle de Puebla-Tlaxcala, estaba entrando en apogeo. Las redes que conectaban a los sitios del Río Verde con el Valle San Luis, y con el Valle de Malpaso caen en desuso, pues en los sitios ubicados en el valle de Tlaltenango, y Bolaños aparece la cerámica Aztatlán. A partir de este momento, las redes de intercambio tierra adentro son aisladas en favor de la ruta de las llanuras costeras del Pacifico. Esto, sin lugar a dudas, generaría una desestabilización política en el Valle de Malpaso, en la Río Verde Grande y en el Valle de San Luis. Podemos decir que, dentro del marco de los sistemas mundo, al perder los valles anteriormente mencionados los vínculos con occidente, el cual como vimos abastece de recursos de importancia para las redes de bienes de prestigio durante el Epiclásico, los principales sitios de estas regiones entraron en crisis. Solo la rama 151

Guadiana de la cultura chalchihuites, ubicada en los valles de Durango, pudo continuar conectada a las planicies costeras. Lo anterior es un ejemplo de una de las máximas de la teoría de sistemas mundo: Auge y caída se explican en la intensidad de las interacciones entre distintos puntos de la red. Lo que vemos es que la nueva red Aztatlán competía con la red septentrional durante el Epiclásico, lo que terminó con el viraje de las redes de bienes de prestigio de tierra adentro, hacia la costa. Esto nos permite hacer una nueva hipótesis sobre cómo está colapsando la frontera y se abandonan los sitios del Río Verde Grande. Cuando los sitios de Santiago, Cerro de en medio y el Ocote estuvieron enganchados a la red de interacción de bienes de prestigio, propiciaron el desarrollo de su región, por el hecho de que esta interacción demanda la producción de excedentes para el intercambio de bienes de prestigio. Por lo que los sitios con mayor jerarquía (posiblemente porque son capaces de organizar la construcción de edificios rituales, como los patios y el juego de pelota en el caso de Santiago) recurren a los sitios secundarios para poder suplir dichas demandas. Así es cómo un cacique débil va adquiriendo poder al engancharse a una red de intercambio más amplia, y comenzaría a recibir marcadores de prestigio (turquesa, cerámica cargada de una iconografía especializada, una cosmovisión que requiere de la parafernalia religiosa adecuada, etc.) lo que le permite al cacique legitimarse ante su población, a la vez que adquiere la obligación de organizar el trabajo para poder seguir produciendo el excedente e intercambiarlo por más bienes de prestigio. Pero si por alguna razón, se ve bloqueado a nuevas redes y no es capaz de engancharse, el cacique irá perdiendo legitimación. Lo anterior puede provocar una involución o de-evolución social, regresando a organizaciones menos jerarquizadas que no requieran de los bienes de prestigio para legitimarse. Volviendo al Rio Verde Grande, lo que ocurre al desincorporarse de las redes de intercambio de bienes de prestigio nuevas es que los cacicazgos complejos se van a fragmentar en unidades más simples, lo que cambiará el patrón de asentamiento, volviendo incluso a ser nómadas o semi-nómadas. Cuando los españoles se aproximaron a los márgenes del Río Verde Grande encontraron a distintos grupos de indígenas como 152

los Tecuexes, Caxcanes o los Cocas, con modos de vida sedentarios, así que más que de chichimecas, estaríamos hablando de los descendientes de los pobladores que hacia quinientos años antes vivieron concentrados en asentamientos sedentarios, ahora ya disgregados como grupos con una organización más simple, y con ellos lidiaron los españoles a lo largo de la colonia. Así es como presentamos una alternativa a las migraciones masivas, de las que no tenemos evidencias concretas, y observamos los periodos de efervescencia, cuando el poder social se concentró gracias a la interacción de las redes de bienes de prestigio, de la que si tenemos evidencias. Posteriormente vendría la desvinculación, de la que también hay evidencia, en este caso la falta de materiales Aztatlán, y del ajuste que vendría después sin necesidad de convocar migraciones o cambios climáticos.

Figura 100. Tabla que presenta las regiones de la frontera septentrional y sus diferentes fases a través del tiempo. Los vacíos representan el alcance de la frontera en determinado momento.

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Desde la perspectiva sistémica, la postura de varias regiones como marginales, desprovistas de civilización, o ajenas al desarrollo de Mesoamérica no se pueden sostener, dejándose de lado la idea de una expansión de sociedades centrales sobre poblaciones o lugares inertes, generando reductos inexplicables en espacios “no mesoamericanos”, ya que, como vimos, existe una continuidad temporal y geográfica de rasgos culturales. Sitios como Santiago, Cerro de en medio, el Ocote, La Quemada o Alta vista no son islas en “Mar Chichimeca”, sino más bien, eslabones en una cadena de interacción cultural que no empieza ni termina con ellos. Aislados, los objetos y rasgos que aquí se mencionaron apenas y nos sugieren la conexión entre los sitios arqueológicos al norte del Río Lerma-Santiago, pero bajo el panorama sistémico del Epiclásico, y en conjunto, son rasgos que denotan la intensa interacción y a distribución de materiales. Entre los avances primordiales que los conceptos que utilizamos dentro de la perspectiva de los sistemas mundo presenta se encuentra la posibilidad de abordar las coincidencias materiales y simbólicas sin buscar homogeneizar a los distintos grupos que las redes de intercambio nos muestran. La cultura es profundamente dinámica, y su cambio puede ser tan variado como para permitir la manipulación de algunos de sus componentes sin afectar radicalmente otros, perpetuando así ideas y conceptos básicos de trasfondo cultural, a la vez que también permite la individualidad y los productos locales. Sin estas diferencias regionales y desarrollos locales, de no haberse dado un alto grado de integración entre ellos, reflejado en las características en común, no podríamos hablar de redes de interacción social. Resumiendo, ¿Qué es Mesoamérica? Un conjunto de redes anidadas, demostrado por los materiales que en ellas circulaban. Bajo esta perspectiva, al comparar la cultura material podemos explicar las similitudes entre ellos debido al flujo de información entre las sociedades participantes, y las diferencias las podemos explicar a partir de las particularidades de cada asentamiento en cuanto a acceso a recursos y materias primas, incluyendo mano de obra calificada. El cambio cultural es entonces producto de los “Giros en las conexiones”, es decir, cambios en las direcciones en las que los materiales se distribuyen. Existieron momentos en que podemos identificar a un núcleo exportador de bienes de prestigio y consumidor de materias primas, y momentos en los que no es 154

posible identificar un solo núcleo y la producción se organiza de manera más compleja. Todo en aras de acumular poder político y mutua validación entre las distintas elites, así como entre las elites y las demás partes de sus respectivas sociedades. En este tipo de sistemas mundo, se puede considerar el intercambio de bienes de prestigio como el factor decisivo para la transmisión de información, y es la responsable de la materialización de las redes de interacción política y económica (Solar 2002:5) Este tipo de investigaciones son relevante en la actualidad ya que somos parte de un sistema mundial amplio, y los estudios con este enfoque hoy en día son más populares que nunca (Friedman 1974: 15). Estudiar a las sociedades como parte de un sistema más grande significa abandonar conceptos como difusión de ideas, recetas, pautas de vestimenta y objetos culturales, para, en cambio, abordar la estructura que permite que tales cosas sucedan (Friedman 1994: 15). En este trabajo estudiamos la manera en que los objetos se mueven, se identifican, se asimilan, marginan o rechazan. Lo que ocurre en estos procesos de descentralización es que el centro, debilitado y agobiado por diversos tipos de crisis (siendo el del prestigio de las elites uno de los más importantes), declina y pierde su poder hegemónico en favor de nuevos centros ascendentes de acumulación de poder. La actual declinación se relé en los análisis del mercado mundial desde la década de 1970 (17-18). Lo anterior sugiere que la estructura de centro y periferia no es inherente a la reproducción del capital, y que en el presente está ya en marcha una significativa descentralización de la producción industrial en el mercado mundial. El estudio de estos procesos actuales ha llevado a arqueólogos e historiadores a preguntarse si estos procesos de centralización/descentralización son cíclicos en el tiempo y son parte de las dinámicas entre centro/periferia de las distintas partes que componen al sistema global. En este trabajo quedaron muchas cosas pendientes de profundizar, principalmente porque los sitios arqueológicos de los que se ha hablado en este trabajo comienzan sus exploraciones, y en el caso particular de El Ocote, apenas comienzan sus publicaciones. Esto ha hecho que el trabajo se limitará a hablar de las redes de intercambio ya mencionadas o trabajadas por otros investigadores, y nuevas redes de otros materiales 155

apenas se estén planteando como hipótesis, como es el caso de las pipas y la obsidiana, materiales que indiscutiblemente son muestra de intercambios a grandes distancias, sin embargo, por la escasez de estudios específicos no podemos orientar aun la direccionalidad de las redes de comercio y contactos culturales de lo que son muestra. Con todo y estas limitaciones, podemos decir que los sitios aquí presentados tienen una marcada e intensa ocupación durante el Epiclásico, sin descartar una ocupación anterior y posterior a dicho periodo, tanto en los sitios específicamente mencionados, como en la región en general, pero tal vez sobre los valles, hoy escenario de un crecimiento urbano acelerado que amenaza con la preservación de dichos contextos. Se vuelve imperativo continuar con las exploraciones en busca de los momentos anteriores a este apogeo para poder ubicar a los cazadores recolectores, los primeros grupos sedentarios, observar el panorama completo de su apogeo, y el eventual abandono de los sitios a principios del postclásico, principalmente porque, si estos sitios mencionados aquí no dan cuenta de los cazadores recolectores mencionados en las crónicas ¿Dónde están? Wigberto Jiménez Moreno (1959) presento una división territorial siguiendo el curso del Rio Verde Grande, al Oeste menciona, habitaron Caxcanes, y al Este Guachichiles, aunque estos se movían desde Saltillo Cohahuila, hasta San Felipe Guanajuato (Valencia 1993:8), con un epicentro en San Luis Potosí. Por lo que respecta a los Caxcanes, Acuña (1988:300) los ubica en el actual sureste zacatecano, y en Guadalajara, Jalisco, incluyendo el oeste de los Altos de Jalisco, en sitios como Teocaltiche, Mechoacanejo y Teocaltitlán, en el valle de Huejucar, en lo que hoy en día es el municipio de Calvillo, Aguascalientes; ¿Fueron acaso los asentamientos localizados en la zona #1 y #2 ocupados por Caxcanes? ¿la zona #3, a pesar de compartir muchos de los rasgos culturales con la zona #1 y #2, estará relacionada con grupos ubicados en el Gran Tunal? Sin duda salta a la vista la contradicción entre los que argumentan que estos grupos ubicados en el semi-desierto tenían una organización social tipo cazadorrecolector, sin asentamientos permanentes. Lo que en este trabajo quisimos dejar patente 156

es que la complejidad social es mayor a lo comúnmente prejuiciado, que va desde asentamientos en áreas relativamente pequeñas, como el Ocote, hasta tamaños considerables como el sitio de Santiago, que tuvieron una organización social que por lo menos mantuvo a un cacique, y a un grupo de personas privilegiado, capaz de organizar la fuerza laborar para construir centros ceremoniales, como nos muestran las unidades habitacionales cercanas a los edificios ceremoniales, y entablar relaciones comerciales y políticas con los demás caciques en la región. Es interesante como el territorio que hoy ocupa el estado de Aguascalientes fue un lugar donde distintos caminos se cruzaron buscando otros destinos, pero dejando en el lugar la huella de distintos grupos humanos, cambiando la manera en que sus habitantes se relacionaban entre sí, mezclando diferentes tradiciones y costumbres, como hoy en día.

Figura 101. Mapa de la Frontera Septentrional en distintos momentos, además de la distribución de las “Naciones Chichimecas” reportadas en el trabajo de Wigberto Jiménez (1959 Figura 5)

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