La frontera entre rejas de papel: listas para perseguir el contrabando en España (1733-1800)

June 24, 2017 | Autor: M. Melón Jiménez | Categoría: Siglo XVIII, Contrabando, Fronteras
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Descripción

M MÉLANGES

Pour faire une histoire des listes à l’époque moderne

Acerca de una historia de las listas en la Época Moderna

TOME 44-2

de la Casa de Velázquez

2014 NOUVELLE SÉRI E

Coord. Gregorio Salinero, Christine Lebeau

Dossier

La frontera entre rejas de papel: listas para perseguir el contrabando en España (1733-1800) Miguel Ángel Melón Jiménez

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Sommaire Pour faire une histoire des listes à l’époque moderne Towards a history of lists in the Modern Age

Présentation de Gregorio Salinero et Christine Lebeau 9-13 Matteo Giuli Le contrôle par les listes en Italie : le cas de Lucques à l’époque moderne Control through lists in Italy: the case of Lucca in modern times 15-39 Aude Argouse Les énumérations testamentaires : être et avoir dans le vice-royaume du Pérou au xviie siècle Lists of heirs: to be and to have in the Viceroyalty of Peru in the 17th century 41-60 Rocío Sánchez Rubio, Isabel Testón Núñez «Para tener memoria de los que están en aquellas partes»: listas de pasajeros y pobladores de Indias

«To keep a record of the people who are over there»: lists of passengers and settlers in the Indies 61-82

Guillaume Gaudin La démesure des listes du Conseil des Indes au xviie siècle : le Nouveau Monde vu depuis les bureaux madrilènes

The overblown lists of the Council of the Indies in the 17th century: the New World as viewed by bureaucrats in Madrid 83-103

Marco Penzi Les listes de proscriptions au temps de la Ligue : un enjeu politique contemporain et un enjeu historiographique

Lists of proscriptions in the times of the League: a contemporary political stratagem and a historiographic challenge 105-118

Julien Alerini Mettre en liste les foules de guerre en Savoie : xvie-xviie siècle Listing «woes of war» in Savoy 16th-17th centuries 119-137 Miguel Ángel Melón Jiménez La frontera entre rejas de papel: listas para perseguir el contrabando en España (1733-1800)

The frontier behind paper bars: lists for prosecution of smugglers in Spain (1733-1800) 139-160

Contrepoint

Markus Meumann « Le monde dans une noix » : une liste en images pour servir à l’apprentissage de l’histoire «The world in a nutshell»: a pictorial list as an aid to learning history 161-179

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La frontera entre rejas de papel Listas para perseguir el contrabando en España (1733-1800) Miguel Ángel Melón Jiménez Universidad de Extremadura

La historia del Estado Moderno se escribió, en gran medida, en la periferia de los territorios que lo integraban, en sus fronteras. Faltos de concreción, inestables casi siempre, necesitados de control y sometidos a vigilancia permanente, centraron la preocupación de los soberanos desde fechas relativamente tempranas. Ya fuera por la propia inseguridad, por los miedos, suspicacias y recelos que generaban, o bien por la inestabilidad que sufrían como consecuencia de la presión continuada que sobre ellas se ejercía, las tierras de frontera dieron lugar a un incalculable número de listas que intentaban atrapar sobre el papel la complejidad de las relaciones y comportamientos que se producían y que solo en contadas ocasiones afloraban en su mínima expresión. Éste, entre otros, sería el fin último de cualquiera de los miles de repertorios nominativos que produjeron estas regiones indómitas y a partir de los cuales se obtiene un conjunto de categorías que reúnen, desde lo general hasta el detalle más efímero que encierra la singularidad de lo irrepetible y que se manifiesta en la intención de articular el esquema de un orden posible y el deseo, en última instancia, de darle forma1. Solo así se puede intentar explicar y conceptualizar la articulación básica del aparente caos que preside las relaciones en la periferia y aportar unas trazas mínimas de racionalidad a un mundo donde, de no mediar la autoridad y la aplicación de un componente elevado de disciplina, tendería a imponerse un juego de fuerzas conformado con arreglo a su propia lógica, alternativa y diferenciada de la dominante, pero operativa y válida para quienes la convertían en razón de ser, por muy al margen de la ley que se situaran determinados comportamientos, excesivos en la mayoría de sus manifestaciones. 1

Eco, 2009, p. 12. Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto de Investigación «Las fronteras del Imperio español (1659-1812). Procesos de definición, formas de ocupación del espacio, y sistemas de control del territorio» (HAR2010-17797), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (España), y en el seno del Grupo de Investigación para la Historia del Occidente Moderno Peninsular (GEHSOMP). Gregorio Salinero et Christine Lebeau (coord.), Pour faire une histoire des listes à l’époque moderne Dossier des Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

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Michel Bertrand y Natividad Planas, en un muy sugerente estudio, sostienen que las fronteras pueden convertirse en espacios saturados de coacciones donde el poder político y las instituciones expresan una voluntad de control fuerte que se proyecta a diario sobre los actores que en ellas se dan cita2. Como están dotados de un estatus propio, las actuaciones que se planificaron y llevaron a efecto para su vigilancia y control produjeron listas que constatan la complejidad de relaciones y comportamientos que cada cierto tiempo emergían en su vertiente más enconada, en tanto que elementos palpables y directos relacionados con una contigüidad que les confería su razón de ser en el tiempo y en el espacio3. Tal eventualidad sugiere la posibilidad de aglutinar en torno a ella y a los movimientos que allí se producían una serie inagotable de imágenes que ilustran aspectos parciales de una totalidad cuya captación resulta imposible a base únicamente de la adición de los elementos sustantivos que se anotan y que requiere necesariamente de una interpretación de conjunto. Máxime cuando se trata de unos mundos, como los diseñados por los personajes que llenan con sus nombres los documentos que serán objeto de análisis en estas páginas, donde, precisamente, orden y forma eran lo último a lo que se aspiraba y pretendía conseguir, por ser sus contrarios la razón misma que justificaba su existencia y razón de ser. La sociedad de frontera, por su propia idiosincrasia, se presenta como algo escasamente estable debido a las múltiples tensiones, fricciones y violencias interiores y exteriores que en sus márgenes concurren. Unas relacionadas directamente con la guerra y con enfrentamientos ancestrales y recurrentes, pero no pocas surgidas al socaire de los universos complementarios e interdependientes que se generaron en torno a las prácticas comerciales de carácter ilícito y que contribuyeron no poco a su afirmación y esencia identitaria4, en tanto que recurso decisivo para diluir una alteridad a menudo distante. Es sabido que el contrabando experimentó un creciente impulso desde la instauración de la monarquía borbónica en España, hasta el punto de que las transacciones de esta naturaleza llegaron a convertirse en una parte esencial del sistema de intercambios. Las causas del problema y su controvertida deriva marginal han sido abordados por los historiadores modernistas en los últimos años, lo que ha permitido establecer una aproximación a su estructura y su desarrollo, si bien no todo el camino se encuentra andado y las listas de acusados no se han considerado elemento central del análisis, que se limita a los aspectos fiscales, sociológicos y antropológicos del sustrato social que lo soporta, pero no al recurso que permite su identificación5. Algo similar se 2

Bertrand y Planas, 2011, p. 8. Normand, 1998, pp. 10 y 13, e Id., 2007, pp. 19-30. 4 Ara y Magris, 2007, pp. 15-16. 5 Sánchez Mantero, 1981a, pp. 19-40, e Id., 1981b; Melón Jiménez, 1999; Pérez Carrión, 2005, pp.  97-117; Roura, 1995, pp.  277-294; Azcona Guerra, 1996, pp.  208-229; Escobedo Romero, 2000, pp.  695-730, e Id., 2005, pp.  119-132; García-Zúñiga, 1994,

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percibe respecto a los servidores de la ley que intentaron erradicar esta clase de fraude, cuyos estadillos de tropas y partes de campaña no se convierten en motivo de estudio en sí mismos, por lo que resulta esencial una exploración de las líneas abiertas en esta dirección sobre las fuerzas policiales empleadas en misiones de orden público6. Por lo general, la persecución del delito en estas demarcaciones recaía sobre el Resguardo de rentas, que era auxiliado ocasionalmente por otros cuerpos de vigilancia cuyo radio de actuación y capacidad operativa se encontraban muy reducidos, por ser el compromiso personal de buena parte de sus integrantes casi inexistente y su grado de profesionalidad poco menos que pura entelequia. Ahora bien, conforme avanzaba la centuria, y una vez que las previsiones más optimistas de atajar el mal no se cumplieron, la Corona se vio obligada a acudir al Ejército, dado que dicha institución era la única que disponía de jurisdicción sobre todo el territorio nacional y permitía, según opinión generalizada de los gobernantes ilustrados, la persecución del fraude sin corta­ pisas. Craso error, como se constataría a partir de 1784, cuando para un mejor desempeño de estas labores, los responsables ministeriales de los gabinetes de Hacienda y del Ejército procedieron a nombrar una serie de comisionados militares a los que se confirieron plenos poderes y el mandato de terminar con la delincuencia. No obstante, y a pesar del fracaso en sus objetivos, los listados de delincuentes que salieron de las plumas de los escribanos que actuaban bajo sus órdenes resumen el talante y el espíritu de quienes, desde el seno de la ley y convencidos de ser los abanderados de una especie de misión redentora, no dudaron en sacrificarlo todo para enfrentarse a los indómitos contrabandistas y bandoleros-contrabandistas que fluyen a través de las relaciones nominales de centenares de individuos que fueron objeto de persecución y castigo. Personajes, en ambos lados, extremos todos ellos, que asumieron conductas en las que apenas nada tenían que reprocharse por superar a diario los límites propios de un mundo regido por reglas que ninguno respetaba. Contrabandistas, militares y dependientes de rentas La primera intervención sistemática del Ejército en la represión del contrabando de que se tiene noticia en la España borbónica se produjo en los territorios del denominado Cordón del Ebro, en la frontera entre el norte de Castilla la Vieja y Navarra. Al parecer, fue tan considerable y escandaloso su incremento en las localidades de esta demarcación, durante el primer tercio del siglo xviii, que Felipe V se vio obligado a enviar en 1733 cuatro destacamentos de caballería

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pp. 79-87; Angulo Morales, 1995; Gómez Rivero, 1981, pp. 209-244; y Bibiloni Amengual, 1988, pp. 65-97, e Id., 2000. 6 Palop Ramos, 2004, pp.  453-486; Pazzis Pi Corrales, 2004, pp.  487-508, p.  488; Martínez Ruiz, 1995, pp. 191-225; Melón Jiménez, 2009; Antonielli, 2003, 2006a, 2006b. Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

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para combatir los desmanes que se producían7. Con la colaboración de los militares, los dependientes del Resguardo de rentas averiguaron la identidad de los defraudadores, los cuales, convencidos de sus delitos o temiendo el castigo, los confesaron y acudieron a la piedad del rey. Obtuvieron su perdón tras comprometerse los habitantes de las localidades de Cervera del Río Alhama, Aguilar, Inestrillas, Navajún y Valdemadera, por escritura de obligación que firmaron el 12 de julio de 1733, en su nombre y el de sus subcesores, hipotecando a su cumplimiento los vienes y Propios de los pueblos, y de cada vecino en particular, de celarse y aprehenderse unos a otros de no permitir en su territorio defraudadores ni personas sospechosas; de no tener comercio en Francia ni comerciar en cacao, azúcar y demás géneros, pues si alguna vez lo sacavan de Navarra, devía ser con ciertas restricciones, y de sugetarse a las demás reglas que se impusieron y creyeron suficientes a su enmienda8. 142

El compromiso suscrito fue pronto papel mojado y los encausados volvieron a su vida fugitiva y a sus oficios al margen de la ley. En un escenario distante del mencionado, pero también fronterizo, la localidad cacereña de Ceclavín, se elaboró a mediados de siglo una primera relación de los indómitos sujetos que poblaban los bordes del Estado. Fue enviada a Joseph de Carvajal y Lancáster, responsable de la Superintendencia de Hacienda, por Blas Rodríguez Caballero, encargado de la Real Compañía de Comercio y Fábricas de Extremadura establecida en la localidad de Zarza la Mayor, el 26 de octubre de 1751, y su encabezado reza del siguiente modo: «Memoria zierta de los sujetos mal entretenidos y ladrones vezinos de esta villa de Zeclavín». El listado es prolífico en información y registra las entradas individualizadas de cada delincuente o sospechoso con su nombre y uno o los dos apellidos, así como el parentesco que guardan unos con otros; su lugar de procedencia o vecindad; condición y estado social; el oficio que practicaron en su vida anterior o los delitos por los que se les acusaba. Incluye una amplia nómina de ladrones, desertores, presos, salteadores de caminos, asesinos (matadores), vagos y contrabandistas, y descubre la peripecia vital de estos outsiders que poblaban «una tierra de nadie, refugio de los sin ley procedentes de cualquier parte9». Figuran entre los registrados e identificados por su nombre y apellidos, apodo o parentesco, personajes que se empleaban anteriormente como mesoneros, albarderos, jornaleros, dos hidalgos, vástagos de militares y gitanos, que son acusados de los delitos de deserción, contrabando, latrocinio y asesinato. El documento menciona, entre otros, a un tal «Basilio, hijo de Basilio el arbardero, ladrón, matador, deshertor, contravandista vago

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y amanzevado»; «los Alpedrinas, tres hermanos ladrones jornaleros, viven en lo fragoso del río Alagón, en cuebas»; o «Joseph Álvarez, ladrón y matador, quitó la vida a uno de Villamiel, marido de la torrexoncillana, y pasando por el puerto, término de Zeclavín, por robar a otro forastero, le mató, y el dicho estava amanzebado con la mujer de el primero»10. Campaban a sus anchas arropados por el silencio cómplice que impedía penetrar los más oscuros y recónditos secretos de la frontera, a la vez que garantizaba la seguridad de los avezados representantes de este simpar Patio de Monipodio cuya permanencia se prolongaría en el tiempo, por medidas represoras que se tomaran para extirpar tan arraigadas conductas. Unos años después, como consecuencia del amotinamiento que se produjo el 15 de enero de 1755 en dicha población de Ceclavín, al intentar, sin éxito, los dependientes del Resguardo de rentas prender a unos significados contrabandistas del lugar, las autoridades recurrieron al Ejército. Se designó a Bernabé de Armendáriz, gobernador militar y político de la villa de Alcántara, para que pasara a la población levantisca y justificara, breve y sumariamente, lo ocurrido en el expresado lance, apresara a los autores del tumulto e hiciera las diligencias de embargos y demás que procedieran para identificar a los promotores y participantes en la asonada y darles un castigo ejemplar11. Pese a tratarse de unos meses de frenética actividad, son pocas las relaciones que se conservan y sí numerosos los informes y estadillos dando cuenta de cómo avanzaban las pesquisas. El listado de los encausados pendientes de sentencia pormenoriza sus nombres y alias, cuando lo tenían, y los castigos que se les impusieron finalmente por su desviada conducta. Destacan entre éstos los de pena ordinaria de muerte de horca y perdición de todos sus bienes, trabajos forzados en las minas de Almadén, de presidio en el Peñón, Ceuta, Melilla y la Carraca de Cádiz; condenas a galeras, en algunos casos a perpetuidad; destierro de su lugar de residencia; reclusión en la cárcel de la Galera de Madrid o en otra de las Recogidas del reino para las mujeres; además de las mencionadas, el castigo conllevaba a menudo una sanción pecuniaria12. Ahora bien, si la sensación de vértigo por listar es perceptible en todos los ámbitos de la periferia, ésta alcanza uno de sus momentos culminantes con ocasión de la reestructuración —purga— a que fue sometido el sistema aduanero de Cádiz a finales del siglo xviii, cuando todavía ostentaba la condición de puerto principal de los tráficos indianos. La «limpieza» o depuración de las covachuelas que albergaban a los empleados de la administración cuyas conductas resultaban de dudosa moralidad y más propias de atribuirse a quienes, teóricamente, debieran perseguir, se tradujo en una sucesión de listados que ilustran el entramado de las múltiples prácticas fraudulentas

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Zuaznavar, Informe al Excelentísimo Señor, pp. 16-19. Archivo General de Simancas (AGS), Secretaría y Superintendencia de Hacienda (SSH), leg. 2.306. 9 Magris, 2009, pp. 363-364; véase asimismo Melón Jiménez, 2012, pp. 255-274. 8

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 AGS, SSH, leg. 852. AGS, SSH, leg. 1.060. 12 Melón Jiménez, 1999, pp. 190-233. 11

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que se producían en el interior del propio sistema, pero también las conductas ejemplares de muchos de los dependientes de rentas. Cádiz y su torbellino de oportunidades mercantiles se había convertido en un problema de gran envergadura que las autoridades de la Hacienda no estaban dispuestas a mirar con indiferencia, por influir lo que allí ocurriera en el conjunto de la economía de la nación. El 31 de julio de 1785 era nombrado Francisco Pérez de Mesía, alcalde de casa y corte, como visitador general, con facultades plenas, comisionado para el arreglo de las Aduana y el Resguardo de rentas de Cádiz, tras persuadirse el rey de lo mal servidas que están sus reales rentas en la ciudad de Cádiz, y de la escandalosa conducta de muchos de los empleados en ellas, así en la administración de la Aduana, como en el Resguardo de la bahía, a quienes se atribuye haberse enriquecido a costa del erario, causándole, por otra parte, el daño de lo que por estos medios han lucrado los contribuyentes13.

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Un segundo despacho contenía la «Instrucción reservada para proceder a la Visita general que se le ha confiado de la Aduana y Resguardo de Cádiz y su bahía». El documento se acompaña de una «Lista de los empleados que han de salir, que se han de observar y que son buenos», contándose entre los que deben abandonar la ciudad, José Pont, que «está notado de corto talento, ninguna inteligencia, falto de expedición, adicto a hacer gracias a los comerciantes, inútil, que nada ha aprendido en 18 años de exercicio, ni dexar esperanzas; que va por donde quieren llevarle y siempre le engañarán; y que es un simplote más perjudicial que útil»; José de Murcia, «que aunque tiene instrucción y mérito, goza poca salud, y no es puro, estando desacreditado en el concepto público»; Mateo de Cereceda, «que es de mucha instrucción y mérito, pero que hace mal uso de su inteligencia; que es adicto a hacer gracias por su propia utilidad; que es capaz de apropiarse y extraviar las tres partes de derechos y regalías»; Clemente Cabrera, «que no tiene más habilidad que la de hacer su negocio en perjuicio del Rey»; José Gabriel de Arozarena, «que es de mucha inteligencia, pero que lo es mucho más en hacer su negocio, como se comprueva en que habiendo entrado pobre cinco años ha, se considera su caudal de más de cien mil pesos». Como buenos empleados se mencionan Manuel Machón, «que es de grande expedición y que tiene los mayores conocimientos sobre comercio y fábricas»; Celestino Ortiz de la Riva, «que nadie le excede a buena conducta, pureza y zelo, y que es de admirable talento», y Manuel González Miera, «que es desinteresado, zeloso y hábil, y que desde que se le confirió la plaza de vista está declamando contra los desórdenes que observa, sin contemplación»14. 13

 AGS, SSH, leg. 2.314.  AGS, SSH, leg. 2.314.

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En parecidos o similares términos se procede con los cuatro oficiales de la mesa del administrador general y vistas, y con los doce empleados de la Contaduría principal: el primer contador, Andrés Montero, lleva cincuenta años sirviendo: «Que no es puro, que está animado de un espíritu mercantil. Que sin correr los despachos ni pagar los derechos permite a los comerciantes lleven los géneros a sus casas. Que en el exercicio de la interinidad actual obra con parcialidad e indiscreción»; el segundo contador, Juan José Morzo, «que está dotado de medianas luces; pero que es perezoso, poco subordinado y nada puro»; el primer oficial, Miguel Sánchez Bernal, «que no tiene circunstancia buena, pues además de ser casi inútil, es holgazán, gastador de mal trato y tramposo»; el quinto contador, Pablo Partearroyo, «que es de mala conducta, sindicado de embriaguez, y que se les ha probado haber dado bueltas de guía falsas»; el segundo contador, Francisco Alberro, «que ha tenido zelo, inteligencia, aplicación y desinterés, y que es inútil por estar demente». Y así se actúa también en la Contaduría de entradas, las Provisiones de hojas, la Tesorería de aduana y libre comercio, los interventores de almacenes, los marchamos, el alcaide o guarda de almacén y porteros, los porteros de almacén subalternos del alcaide (Juan Martínez y Antonio Gregori «merecen un presidio perpetuo por sus codicias y mala conducta, y que el tercero está reputado por bueno, Alexandro Ladris, aunque se hace sospechoso por no haber delatado a sus compañeros»). Se dejan al margen los siete empleados de la contaduría principal y los ocho escribientes para la formación del registro en el Libre comercio de Indias, fieles cumplidores con sus obligaciones. El listado número dos incorpora una «Relación de los sugetos que deben pasar a Cádiz para los destinos que se expresan»; el tercero incluye la «Relación de los sujetos que deven salir de Cádiz», y el cuarto «Varias notas que demuestran el número y clases de dependientes que costea la Real Hacienda para el Resguardo de rentas del casco de Cádiz y su bahía». La lista número cinco, siguiendo lo prevenido en la instrucción, aporta una relación pormenorizada de las obligaciones de los empleados y las advertencias sobre el mejor modo de prevenir los fraudes y extracciones en las puertas de la ciudad, así como los procedimientos utilizados y los lugares en que se hacía el contrabando; un hervidero de negocios que los visitadores y funcionarios de rentas componen con la información que se les facilita y que aportan una estampa de época minuciosa. La sexta presenta una relación de los malos dependientes del resguardo, veinticinco en total, algunos de ellos ya ancianos, para cuya sustitución se sugiere la conveniencia de traer para el servicio de tierra a los mejores guardas de Extremadura, Cataluña y Valencia, por este orden, y para el marítimo a los de Cataluña, Valencia, Coruña y Cartagena. La séptima establece la composición de los «Sueldos que devengan los empleados en la Real Aduana de Cádiz y varios individuos de fuera de ella, anualmente»; la octava, por su parte, proporciona la «Relación de los yndividuos que están empleados en el Resguardo de mar y tierra de esta ciudad Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

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y su partido», mientras que la novena relaciona la estructura de las rentas del tabaco15. El entramado que se movía en torno a las fronteras terrestres o marítimas, sus dependientes legales y los mundos irregulares que cobijaban, eran, pues, susceptibles de ser repertoriados. En los bordes de la ley: listas de servidores del orden público

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La Real Instrucción de 29 de junio de 1784, expedida para la persecución de malhechores y contrabandistas en todo el Reyno constituye la columna vertebral sobre la que se apoyó la persecución del fraude de esta naturaleza a finales del Antiguo Régimen16. En el primero de los treinta y ocho artículos de que consta se autorizaba la movilización de la tropa disponible para este cometido, «que en tiempo de paz es el más preferente». Una de las tareas fundamentales que se le encomendó consistía en recabar noticias exactas y seguras del número de bandidos y contrabandistas que hubiera en cada provincia, los parajes en que se refugiaban, los caminos y trochas por donde transitaban, los protectores, aviadores, espías y encubridores que tuvieran en los pueblos de su distrito, y cuanto condujera para perseguirlos hasta lograr su total extinción. Las capitanías generales limítrofes con Portugal y Francia vigilarían además los caminos, veredas y territorios de su frontera para que no pasara contrabando ni persona alguna sin ser reconocida, que sería arrestada en caso de que su porte y señas dieran motivo de sospecha. La normativa fue acompañada de la creación de varias comisiones militares integradas por soldados y contrabandistas arrepentidos (indultados) que se convertirían en transitoria salvaguardia de los intereses de los vecinos honrados ante los abusos que defraudadores y facinerosos cometían a diario. Con esta medida se implicaba en tareas de orden público a militares que, como ellos mismos manifestaron a menudo, se sentían distraídos de su verdadero oficio, la guerra, para emplearlos en la persecución de delincuentes y vulgares rateros cuyas maniobras terminaban por empeñar su reputación y manchar sus hojas de servicios y cuantos méritos habían acrisolado en el campo de batalla. No obstante, y a pesar de sus protestas, se aplicaron con vigor al cometido que se les encomendaba e intentaron trasladar a sus partidas de soldados el ritmo de la vida en los cuarteles, sus normas de conducta, y una estricta contabilidad, lo que a la postre lastró sus actuaciones. Los resultados demostrarían que, excepto en esta última de sus intenciones, el fracaso fue la nota dominante, pero proporcionaron a la posteridad un abultado número de listas que permiten un mejor conocimiento del delito

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en la España de la Ilustración. Los militares que se incorporaron a las comisiones así formadas, su emplazamiento y las operaciones en que tomaron parte contra la delincuencia serían objeto de seguimiento minucioso desde sus acuartelamientos de origen. Las listas que se formaron para cumplimiento de lo dispuesto en la normativa fueron elaboradas, primeramente, por las propias capitanías generales, al objeto de hacer balance de los soldados que cedían y de sus destinos, por si hubiera necesidad de movilizarlos en caso de guerra. Los responsables máximos de las diferentes regiones militares, que nunca vieron con buenos ojos la participación del ejército en acciones de este tipo y pusieron toda clase de trabas a que así fuera, tuvieron siempre a su alcance información detallada de la ubicación de sus hombres. Obstáculos, por otra parte, derivados de la aplicación de competencias asignadas a cada uno de los cuerpos implicados en la persecución de la delincuencia y cuyas raíces se encuentran en los continuos roces que sobrevenían entre unas y otras instituciones, en los problemas surgidos de encomendar al Ejército tareas específicas para las que no estaba preparado y por la necesidad de acudir a nuevas fórmulas organizativas en su propio seno17. Un ejemplo de ello es el «Estado que manifiesta el número de ofiziales, sargentos, tambores, cavos, y soldados de infantería y cavallería que se hallan empleados con acuerdo del Intendente General de esta Provincia para la persecución en ella de contravandistas, ladrones y malhechores», firmado en Badajoz, el 7 de octubre de 1788. Una información de este tenor se conserva también para Mallorca o la Costa de Granada, «Estado que manifiesta los oficiales y tropa de infantería y caballería que en el día están empleados en auxilio de rentas», remitida a Madrid desde Málaga el 14 de octubre de 1788. Todas se ajustan a la misma estructura: número y clase de efectivos militares (oficiales, sargentos, cabos, soldados), el regimiento del que procedían y el lugar en que se hallaban destinados, y solían completarse con relaciones sobre el destino de los soldados pertenecientes a cada regimiento. En enero de 1788, el coronel Casimiro de Bofarull daba cuenta asimismo de las circunstancias en que se encontraban los 790 oficiales y soldados del Segundo Regimiento de Infantería Ligera de Cataluña, con sede en Puerto de Santa María, y del destino de sus hombres: 204 en Lucena, a las órdenes de Juan de Ortiz; 32 en comisión también a las del teniente José Cañellas; 9 a las de un teniente de caballería; 27 a las del ayudante de esta plaza; 12 en La Carlota; 74 en Sevilla más un enfermo; otros 33 en igual estado en Sanlúcar; 49 de bandera en Barcelona y Reus; 4 estudiando Matemáticas; 3 con real licencia; 1 en América; 30 destacados en la guarnición; 29 enfermos en los hospitales; y 36 de ranchos y cuarteleros18. 17

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AGS, SSH, 2.314. 16 Colección de todas las instrucciones generales y particulares… Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160.

ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

Antonelli, 2006b, pp. 5-10. «1788. Sobre noticias reservadas pedidas a los Capitanes Generales en asunto de auxilio para persecución de contrabandistas», AGS, Guerra Moderna (GM), leg. 4.252. 18

Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

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Dada la movilidad de los objetivos que se perseguían, solía ser frecuente la reubicación de los destacamentos, para de ese modo corregir las deficiencias observadas en las misiones de vigilancia y control del territorio. Esta operación era conocida con el nombre de «arreglo», el cual daba lugar a la configuración de dos tipos de listas que fueron concebidas bajo los mismos parámetros que las expuestas anteriormente. Así lo demuestra la modificación propuesta desde Madrid por Juan José de Vertizo, el último día de mayo de 1786, que contiene las relaciones siguientes: «Noticia de los oficiales y tropa empleada en la persecución de contravandistas y malhechores», y el correspondiente «Arreglo que se considera conveniente para el establecimiento de las partidas de los regimientos de milicias destinadas a la persecución de contravandistas y malhechores»19. La diferencia entre un documento y otro procede de la circunstancia de que el primero responde a una situación real, mientras que el segundo parece que quedó relegado al siempre voluntarioso universo de las intenciones, ya que no consta que se concretaran sus disposiciones sobre el terreno. Otra clase de listas, confeccionadas en este caso a partir de centenares de partes de operaciones, se encuentran en los «Diarios de la tropa destinada a la persecución de contrabandistas y malhechores20». Se remiten al máximo responsable de la Secretaría del Despacho de Hacienda, Pedro López de Lerena, y refieren los pormenores de las operaciones y los nombres de los arrestados o perseguidos por las partidas del ejército, así como las localidades que fueron sometidas a vigilancia entre finales de 1785 y 1788. A partir de la adición de dichos listados, se obtiene una radiografía completa de los movimientos efectuados por los soldados y un cartografiado del territorio sobre el que operaban estas partidas, que sometieron a estrecho control el interior de Andalucía, la Axarquía malagueña, la bahía y la Sierra de Cádiz, El Aljarafe, las campiñas y las vegas del Guadalquivir, las sierras de Córdoba y las comarcas del sur de Huelva inmediatas a Portugal, de la Sierra de Aracena y de Extremadura. A los estadillos de situación aludidos se sumaban los que ofrecían periódicamente los jefes de los destacamentos, según puede observarse en el «Detall de los puestos que ocupa la tropa de la Comisión que ejerze el coronel don Juan Ortiz, en que se demuestra quedar cubiertos los quatro reynos de Andalucía y sujetas las partidas de ladrones», de 178521; o bien en 1795 con la «Relación que acredita la tropa, así de caballería como de ynfantería e yndultados que tiene a su cargo el coronel don Juan Ortiz para la persecuzión de contrabandistas y malhechores en los quatro reynos de Andaluzía, a virtud de Real Orden, en la que resultará el destino y distribuzión que en el día tienen dichas fuerzas22». 19

 AGS, GM, leg. 4.248. AGS, GM, leg. 4.247 a 4.252. 21 AGS, SSH, leg. 2.292. 22 AGS, SSH, leg. 2.297.

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Tanto el ejército como las comisiones militares fueron el complemento que el Conde de Floridablanca había movilizado para auxiliar al Resguardo de rentas que se responsabilizaba de la persecución del contrabando, principalmente de tabaco. Las relaciones entre los integrantes de uno y otro cuerpo de vigilancia estuvieron siempre presididas por los recelos y dieron lugar a continuos enfrentamientos, dado que ninguno llegó a asumir ni dar por buenas nunca las injerencias en sus respectivos terrenos de actuación. Esto propició, en algún caso, que se generaran listas, como la que remite el comisionado Juan de Ortiz en 1787 a sus superiores, que se recrean en la descripción de los integrantes de dicho resguardo en la ciudad de Lucena, localidad desde la que organizó sus operaciones contra la delincuencia. El encabezamiento reza así: «Noticia de la ronda bolante que existe en Lucena, dotada de quinze hombres montados, a saber, guarda mayor, teniente, escribano y doze ministros23», integrada por un guarda mayor, Juan José Trujillo, que sirve en ella hace diez años, es natural de Baena, y hermano del Comisario General de Indias, muy bueno en su trabajo, pero está inutilizado para cabo de una ronda por no poder montar a caballo; el teniente Manuel Sánchez, casado hace tres años con «hija de vecino», que es muy apto, pero tiene pocos años y su quietud de genio vale más para una oficina que para mando de una ronda, y «está adornado de buena pluma»; Timoteo Pérez, natural de Indias, que sirve desde hace dieciséis años en este departamento, está enfermo y pasa de los sesenta años, por lo que no sirve para la fatiga del caballo y acreedor ya a un descanso; José Ramírez, de Lucena, quien tiene invertido en sus negocios particulares de siembra, compras y ventas de caballos —«que alguno de ellos me consta ha vendido a contrabandistas»—, y con muchos parientes en Lucena y en sus inmediaciones indiciados en el fraude; Andrés Roldán, de Lucena y «todo empapado en sus negocios de siembras y otras granjerías, cercado de parientes viciosos en el exercicio del fraude»; Luis Morales, de igual vecindad, con ocho años de servicio y un hermano ocupado en el ejercicio del fraude desde tiempo atrás, «que me ha dado bastante que hazer y el que ha entrado más tabaco en Lucena; y últimamente lo cogí y tengo preso en la cárzel de Lucena; está cercado de parientes, compadres y amigos, todos dedicados en el contrabando»; por último, Ginés Lorente, natural de Murcia y aplicado desde hacía quince años a la siembra y a las granjerías, con muchos amigos, compadres y ventas de caballos encontrados después a contrabandistas y beneficiario de un indulto que le permitió incorporarse a las rondas de rentas. Al finalizar su comisión, Ortiz quiso que el monarca recompensara a sus hombres. Para ello elaboró una serie de listados en los que informaba a sus superiores del puesto que habían ocupado, el tiempo de servicio, sus virtudes

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y los méritos contraídos. Entre los que se conservan24, se han seleccionado y sintetizado los contenidos, a título de ejemplo, de la propuesta enviada a Lerena el  29 de  mayo de  1788, porque ilustra los perfiles humanos de estos servidores del orden público. Respecto del primero de ellos, Miguel Salcedo, capitán de la Primera Compañía de Escopeteros de Granada, que sirve desde hace tres años, sugiere que permanezca en la comisión y solicita se le otorgue una pensión de 3.000 rs. anuales y la graduación de teniente coronel. Fernando Medina, teniente que sirvió en los Guardias de corps y visitador de los almacenes de Málaga, «es mozo arrogante, de 30 años, y está en su mayor vigor»; se quedará y solicita como recompensa 3.000 rs. y el ascenso a capitán. Blas Cándido, alférez del Regimiento de Dragones de Lusitania, quien se incorporó a la comisión desde el principio y desde hace dos años, disfrazado de paisano, actúa al frente de las partidas de indultados, lo cual no agrada demasiado a sus jefes y por ello desea retirarse del servicio activo con la plaza de visitador o guarda mayor de alguna ronda de resguardo. Domingo Mestre, sargento del Regimiento de Lusitania, sirve también desde su constitución con el encargo de cuidar de los presos, «es de buen nacimiento y de alguna distinción su familia, de unos 30  años, mozo de espíritu y de la mayor agilidad y robustez, mui juicioso y mui fiel en sus cuentas, con un total desempeño en su obligación en quantos lances le han ocurrido; por las distinciones que le he hecho en la Comisión por su perfecto obrar se halla con alguna tema (sic) de sus gefes, y desea apartarse de la carrera militar, considerando el poco ascenso que tendrá por esta emulación»; solicita se le nombre teniente de una ronda a caballo. Finalmente, y entre otros ejemplos que podrían aducirse, Andrés Rodríguez, cabo de escuadra del Regimiento de Villaviciosa, hombre de toda confianza, «por su genio duro y grande espíritu», para el que solicita su nombramiento como cabo del resguardo a caballo o a pie25. La lista, reflejo de las virtudes castrenses y destinada a recompensar servicios, traslada asimismo el agradecimiento de alguien que se encontraba de vuelta de todo y quería despedirse con un gesto de gratitud hacia los subordinados que se comportaron con lealtad. Del otro lado de la no siempre bien fijada línea que separaba a los guardianes del orden de los delincuentes, las cosas no parecían estar tan claras.

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«Primer plan demostrativo de los yndividuos que en el servicio del Rey se han distinguido en el grave trabajo de la Comisión y se deven quedar siguiéndola», «Estado que demuestra los ofiziales que en servicio del Rey y Comisión de mi cargo se han distinguido con particularidad en bentajosas presas y aprehensión de barios fazinerosos que ynfestaban estas Andaluzías»; «Estado que demuestra todos los ofiziales que han servido la Comisión de mi cargo», «Recompensas para los oficiales que han participado en la Comisión, realizada por Real Orden comunicada a Pedro de Lerena», AGS, SSH, leg. 2.296. 25 AGS, SSH, leg. 2.296. Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160.

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Al margen de la ley y el orden: listas de contrabandistas y bandoleros-contrabandistas Durante el tiempo que duró su cometido en el sur peninsular, Juan de Ortiz redactó en  1784 varios informes que plasmaban sus primeras impresiones al llegar a Andalucía y advertían de la peligrosa deriva social hacia el bandolerismo en la que desembocaba el contrabando26. La raíz principal de los males, a su entender, se encontraba en varias localidades de la provincia de Córdoba (Encinas Reales, Cuevas Altas, Cuevas Bajas, Comares, Colmenar, Rute, Casabermeja y Algarinejo), cuyos moradores repelían de sus demarcaciones a las partidas de vigilancia para encubrir sus delitos y los de otros compinches. Tales atrevimientos necesitaban de rápida solución ante el temor de que se generalizaran al resto de Andalucía, por lo que el 30 de junio de 1784 presentaba a la consideración de López de Lerena el Plan de operaciones para cercar Encinas Reales, Cuevas Bajas y Cuevas Altas27, confiscar a sus habitantes las armas que tuvieran (trabucos, encaros, pistolas, sables, puñales, etc.), y detenerlos por sospechosos, cambiar sus caballos por mulas y jumentos, y restablecer la orden que prohibía utilizarlos con sillas y albardones. En el segundo Informe que remite a López de Lerena, desde Lucena, el 17 de julio de 1784, incorpora el resumen de sus primeras averiguaciones sobre el particular a partir de una «Razón de las noticias que me han dado los confidentes de los defraudadores de la real renta de tabaco y generales en estos reynos, y he podido adquirir para conocimiento de la comisión que S.M. se ha servido poner a mi cargo28». En ella, verdadero modelo de listado policial, acude a una serie de elementos identificativos cuando la nominalización no es posible, lo que solía ser habitual en estos casos. La pesquisa, efectuada con el concurso de delatores, se vale entonces de gentilicios, características y atributos de los sospechosos o convictos para proceder a su reconocimiento: lugar de origen o residencia (Lucena, Encinas Reales, Rute, Algarinejo, Benamejí, Cabra, Fuenteovejuna, Córdoba, Posadas, Miragenil, Puente de Don Gonzalo, Alameda, La Jara, Écija, Cuevas Bajas, considerados los principales enclaves que controlaban las prácticas del contrabando en Andalucía); gentilicio (Padilla, el de Colmenar, el Cordobés, Patricio de Montalbán); nombre de pila o apodo (El paleto, Tío Rufo); oficio que desempeña o desempeñaba en una vida anterior el sospechoso (peluquero, mercader, capellán, religioso, arrendador de la aduanilla, zapatero, criada, ama, Jacinto el Platero); categoría social (Don Antonio Carrillo, Don Juan Carmona, Don Onofre Ramírez, Don Ignacio de Porras, Don José del Campo, Don Timoteo Cabello, Don José Higueruelo, escribano); o bien se procede a clasificarlos a partir del parentesco (el hijo de 26

AGS, GM, leg. 4.245. AGS, SSH, leg. 2.292. 28 AGS, GM, leg. 4.245. 27

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Raya, los hermanos Valverde, «los tres hermanos que llaman los Borreros», «un sobrino de don Agustín»), las taras o defectos físicos (Francisco Moreno el Cojo), los rasgos de su fisonomía (Paulo Senero, «muy moreno de color»), por alguno de sus actos («Alonso del Valle, que mató a Cabrera y al soldado», «Miguel París, desertor de presidio, el que por tabaco de polvo fue a él y se desertó del barco»; «Diego Calero, ladrón justificado»); o bien por los puestos que ocupaban en el dispositivo operacional del fraude (jefe, carguero, mochilero, vendedor). En ocasiones, la lista va mucho más allá de la mera enumeración y se convierte en una descripción minuciosa de la personalidad, trayectoria y  actividades de los delincuentes. Cumple el cometido de individualizarlos a través de la confección de una especie de ficha exhaustiva donde se anotan todas sus vicisitudes, adelantándose así a instrumentos de control personal desarrollados en época contemporánea. La descripción que envía Ortiz a Lerena durante el verano de 1786 de una de las muchas cuadrillas de contrabandistas que operaban en la frontera de Extremadura con Portugal es bastante explícita al respecto, por cuanto el militar y su primer escribano se recrean en aportar detalles de la errada vida de quienes acompañaban a Pedro Artero, capitán de bandidos, indicando sus nombres, alias, procedencia geográfica, así como los delitos cometidos. Figuraban en esta cosmopolita cuadrilla, además del mencionado Artero, «o Toro, que en La Mancha le llaman el Estudiante de la Yegua, natural del Almendral, fugitivo por robo de unas cavallerías, gefe de todo», contrabandistas de Olivenza, de Talavera la Real, Valverde de Leganés, Zalamea de la Serena, Hornachos, Santa Marta, Zafra (Manuel García, que «fue soldado miliciano; con un mozo suyo se están curando en un molino, el que ignoro dónde está, de lo que dará razón el cura de Torremayor, que lo sabe de cierto»), Salvaleón y Alconchel, y Pepe el Valenciano, casado en Hornachos, que «fue compañero de algunos de los que están en Almagro, y ahora ha estado preso en Olivencia por haver hurtado un caballo, y no ha mucho tiempo que lo estuvo por hurto de unas yeguas». A estos se añadía una descripción de los conmilitones que habían participado en un asalto cuyas actuaciones y recorridos detalla, comenzando por «Juan García Mulero, Blas el de Alconchel, un hijo de Juan García Mulero, Gozalo Delicao, otro de Ornachos (que ignoro su nombre), Diego Mellizo, los quales hurtaron dos caballos al maestro de postas de Mirandilla; dos mulas en el Arroyo de Mérida; un macho a los Mendozas, de Mérida; y para su venta pasaron a La Mancha, donde en el día se hallan los más que llevo dichos en España, desunidos como de dos en dos», a los que se sumaban otras partidas y un número indeterminado de mochileros imposible de identificar, «porque son un sinfín los que conozco»29. 29

AGS, SSH, leg. 2.293.

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Los listados carcelarios completan con datos precisos la información que de cada delincuente tenían sus perseguidores. Así ocurre con la relación de presos custodiados en 1787 en la cárcel de Antequera, que incluye sus nombres y apodos, su patria, su profesión, y los delitos que se les imputan, además del contrabando, entre los que se cuentan las muertes, deserciones o las mutilaciones a que sometieron a sus víctimas. De Marcelino Valdivia «dicen que tiene varias muertes»; sobre Francisco Muñoz, alias Chapera, de Colmenar, se informa que es desertor miliciano, que cortó la lengua a un ventero, que ayudó en la muerte de Moniche, que mató a un soldado del Saboya que se retiraba ciego con su licencia, al guarda de Santa Bárbara y al de Écija; finalmente, de Gertrudis Palomo, esposa de Francisco García, de Comares, se anota que es «de edad de veinte y cinco años y bien paresida»30. Conforme avanzaba en el tiempo el encargo real a los militares, éstos fueron incrementando el número de listas de esta naturaleza, particularmente cuando se decidió poner fin a las comisiones que se habían movilizado para perseguir la delincuencia. De principios de 1788 data la «Relazión en que manifiesto los reos que tengo en el día por la Comisión en la cárzel de Ronda», en la que refiere el destino de 81 presidiarios o liberados bajo fianza, de los que 9 son mujeres31. Meses más tarde, el 19 de octubre de 1788, Ortiz trasladaba a Lerena otra «Relazión de los presos que he traído en esta última salida, de sus delitos, y que con otros, que también expreso y tengo aquí se ban a embiar al depósito de la Cárzel de Osuna, hasta que formadas sus sumarias con notizia de las Justizias y remitidas al Excelentísimo Sr. Conde de Florida Blanca, les dé el destino que sea de su superior agrado32». Figuran en ella huidos de presidio, de trabajos forzados en caminos, implicados en delitos de homicidio y latrocinio, desertores de los regimientos de Voluntarios de Aragón, de las Guardias españolas, del Primer Regimiento de Cataluña, de los Dragones de la Reina, del Regimiento de Galicia, del de Caballería de Alcántara, y de la Marina, naturales en su mayoría de algunos de los enclaves más significados de Andalucía por su delincuencia. En todos los casos considerados, la lista constituye un documento extraordinario en sí mismo y que no tiene parangón con ninguna de las demás comisiones militares de esta naturaleza que se pusieron en marcha durante los reinados de Carlos  III y Carlos  IV; de hecho, el coronel Ortiz no volvería a ofrecer ninguna relación tan pormenorizada como las que salieron de las plumas de sus escribientes durante el tiempo que duró su principal encargo (1784-1788), pese a que no fuera el único en su dilatada y azarosa carrera por tierras meridionales. En una dirección similar apuntan las correspondientes 30

��������������������������������������������������������������������������������������� «Relasión de presos que tengo a mi disposición en esta Real Cárzel de Antequera, correspondientes a la Comisión de mi cargo», AGS, SSH, leg. 2.294. 31 AGS, SSH, leg. 2.295. 32 AGS, SSH, leg. 2.295. Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

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a la comisión del eficiente e ilustrado coronel Pedro de Buck33, en las que relaciona las detenciones efectuadas por sus soldados en 1792 a lo largo de Andalucía y Extremadura y anota en cada asiento la fecha y el lugar de la detención, la clase de delito cometido, el nombre del reo, los géneros aprehendidos y las armas y monturas incautadas. De ellas emana una tipología del delito imposible de compendiarse en ninguno de los tratados y corpus legislativos de la época, así como un tratado práctico de policía al que acudieron las instituciones encargadas de hacer observar la legalidad en los bordes del Estado34. En el ámbito judicial, y de no menor entidad respecto al tema tratado, ha de considerarse el listado con origen en la Chancillería de Granada y formulado a instancias de su presidente, Juan Mariño: «Remite un estado que manifiesta las prisiones hechas por el cuerpo de Escopeteros Voluntarios de Andalucía, desde 27 de enero de este año [1786] hasta 19 de julio, cuio número asciende a 101 individuos ladrones, contravandistas y desertores35». La actuación contundente en la represión del delito ejercida por Antonio de Alarcón Lozano entre 1793 y 1797, en calidad de fiscal del Consejo de Hacienda y máximo responsable de proponer el establecimiento donde debía recluirse a los acusados de contrabando, proporciona un filón informativo cuya explotación solo se ha efectuado parcialmente. En esos años, Alarcón consulta al soberano y solicita su aprobación para las penas que les impone36; según consta en el cuarto expediente, de julio de 1797, eran 4.974 los reos a los que se le había asignado destino. El listado recoge el nombre del reo, su vecindad y el lugar de procesamiento, así como el tiempo de condena y la institución o el centro en que había de cumplirse: en el Ejército, la Marina, los presidios de Ceuta y Puerto Rico, Ibiza, con trabajos forzados en el Canal de Aragón, en casas de corrección, hospicios o casas de galera. Constan asimismo las peticiones de clemencia que familiares y particulares elevaron al comisionado y que se incrementaron de manera notable a partir de enero de 1799, siendo numerosas las provenientes de Valencia, Andalucía, Extremadura y Cataluña. Otra clase de listas que confeccionaron estas comisiones militares afectaban a aquellos sujetos que, tras haber sobrepasado todas las líneas rojas del problema, decidían acogerse al indulto real, ya fuera a título individual o colectivo, y reconducir sus vidas. Así sucede con la población cordobesa de Cuevas Altas, cuyos contrabandistas arrepentidos se ofrecen para capturar a antiguos compañeros de correrías como medio de reivindicarse ante los ojos de la autoridad. La delación adquiere entonces carta de naturaleza y es 33

«Relación de las aprehensiones de contrabandos y de reos de este delito y otros, que ha verificado el coronel de Dragones de Almansa Don Pedro de Buck»; «Razón de las prisiones y aprehensiones ejecutadas por las partidas de mi cargo», AGS, SSH, leg. 2.303. 34 Melón Jiménez, 2008, pp. 635-662. 35 AGS, GM, leg. 4.247. 36 AGS, SSH, leg. 2.309-2.312. Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160.

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expresión de un clima de inseguridad interna que rompe la omertá ancestral en que siempre basaron sus tratos las gentes que actuaban al margen de la legalidad: nadie está seguro de nada y todos sospechan de todos; como contrapartida, el rey tendrá en ellos «unos basallos humildes y sin desorden alguno37». Contiene los nombres de veintiún arrepentidos, las cabalgaduras de que disponían, las armas que empleaban (escopetas, bayonetas, trabucos, encaros, pistolas, cuchillos) y las corachas de tabaco fraudulento que estaban en su poder. Bastante más singular es la conformada por el gobernador militar de Puigcerdá (Cataluña), en la que constan las identidades de los desertores arrepentidos de contrabando que solicitaron acogerse al indulto real y de los que ofrecen detalles sobre los pormenores de la agitada existencia de varios de ellos oriundos de las poblaciones de Urgel, Granada, Montiel, Benabarre, Oliana, San Julián, Ciruelas, Moncortés, Mer y San Martín de Seserra38. Curiosas por su contenido e impagables por la información que aportan son las que se realizan con motivo de los embargos efectuados a contrabandistas y que se materializaron durante la primera época de las comisiones militares en Andalucía, de las que el mencionado Juan de Ortiz fue máximo responsable y agente principal por su contumacia y obstinada persistencia en la persecución de toda suerte de malhechores. Producto de su empeño es el listado completo que se obtiene de los sucesivos expedientes en que se informa de esta clase de castigo39. Abarcan 33  procedimientos realizados entre 1785 y 1787 y consta en cada uno la fecha en que se produce, las poblaciones donde se encuentran las propiedades raíces y enseres domésticos que se embargan, el militar responsable de la actuación, el nombre del embargado y la vecindad del mismo, para concluir con los bienes que se les incautan. Se cuentan entre éstos los animales (de transporte, yuntas), fincas rústicas (viñas, cortinales, huertas, bancales, majuelos, obradas), inmuebles urbanos, bienes muebles, productos agrícolas (trigo, cebada, garbanzos, guijas), enseres personales, ropas, utensilios de la casa, cultivos, monedas y armas. A partir de este documento, el investigador puede determinar los bienes de los encausados o indiciados en el fraude; en segundo lugar, le permite radiografiar esos mundos marginales y desentrañar las conexiones que subyacen y operan en su entorno (tanto familiares, como vecinales); por último, se facilita una mirada panorámica sobre el ambiente cotidiano en que desarrollaron una parte de sus vidas. 37 «Notizia ������������������������������������������������������������������������������������� que manifiesta los defraudadores de Cuebas Altas que se han presentado solizitando la piedad de S.M., con expresión de sus nombres, días de su presentazión, armas, cavallos y servicio que ofrezen hazer», Lucena, 25 de septiembre de 1784, AGS, GM, leg. 4.246. 38 ��������������������������������������������������������������������������������������� «Nota de los contravandistas, desertores de regimientos que se han presentado al Governador de Puigcerdá, Don Domingo de Tencilla, solicitando indulto», Puigcerdá, 29 de octubre de 1787, AGS, GM, leg. 4.250. 39 AGS, SSH, leg. 2.296.

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Aunque de manera excepcional, también el propio delincuente elaboraba listas y llevaba una contabilidad de sus tratos y negocios. Así quedó de manifiesto con ocasión de la captura de fray Manuel Benito Jiménez, clérigo de la orden de los trinitarios descalzos, a quien se tomó declaración el 26 de noviembre de 1785 en la cárcel de Lucena40. Durante el interrogatorio, a la cuarta de las preguntas que se le formula, reconoce como suyos los papeles contenidos en una cartera que se le confiscó y que el escribiente relaciona detallando el contenido de cada uno de ellos: licencias eclesiásticas, títulos que acreditaban la vinculación del contrabandista con la Iglesia, correspondencia mantenida con particulares, relación de préstamos en dinero y  géneros, cartas de pago, papeles de pleitos, cuentas de sus transacciones y un borrador de cierta representación hecha por el declarante a Miguel de Múzquiz, solicitando que se le oiga en una causa de fraude. Ahora bien, con ser interesante lo expuesto, lo más sorprendente aparecerá al pormenorizarse las entradas correspondientes a los individuos deudores que figuraban en las partidas contenidas en el papel número seis, contándose entre los aludidos vecinos de varias poblaciones andaluzas y manchegas a los que vendía productos de contrabando o prestaba dinero. La lista se convierte entonces en fiel reflejo de lo que podría denominarse una contabilidad volante que, por necesidades del oficio, debía llevar el encausado siempre consigo. La perspectiva de análisis modifica de este modo radicalmente los puntos de referencia considerados hasta ahora y ha de anotarse, a  propósito de tan singular documento, que, aparte de proporcionar una idea del carácter meticuloso del clérigo apóstata convertido en contrabandista, la información contenida en él resulta impagable para reconstruir los operativos que sostenían el día a día del fraude, los contactos de que se valían, los compañeros de aventuras, la identidad de los compradores de los productos que circulaban por este mercado alternativo y las actividades que, como las crediticias, complementaban sus ingresos. Consideraciones finales Las relaciones y estadillos confeccionados por los militares implicados en labores de persecución de la delincuencia fronteriza, atrapados a menudo en sus redes de intrigas, introducen matices de subjetividad que enriquecen la sociología de ciertos comportamientos, impensables fuera de esta área. Se conciben y producen al dictado de los criterios estadísticos o de policía que desarrollan los Estados, cada vez más sofisticados, que pretenden conseguir 40 «Copia ���������������������������������������������������������������������������������������� de la declaración recivida a fray Manuel Benito Jiménez, religioso profeso y presbítero del orden de trinitarios calzados, que en el siglo y tiempo de su apostasía se nombrava don Pedro de Luna», AGS, SSH, leg. 2.293. La peripecia vital de este personaje se recoge en Melón Jiménez, 2009, pp. 364-369.

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una gestión eficiente de sus recursos y apuntalar los resortes que permitían el ejercicio de su soberanía sobre zonas inestables por su propia naturaleza. El tachado o el borrón no encuentran acomodo en los manuscritos; cuando el error sobreviene y se plasma, se introduce en el margen la oportuna apostilla aclaratoria o la consabida diligencia de rectificación. El resultado es un documento limpio, fiable hasta donde lo permiten la integridad de su ejecutor o los vicios del propio sistema, pero cuyas evidencias revelan una parte de la totalidad y apuntan indicios o pruebas fehacientes, según los casos, acerca de las actitudes de quienes asumían la discutible condición de ser algo más que meros sospechosos habituales. Traslucen la personalidad y el modo de obrar de individuos muy capacitados para su trabajo, esmerados en las anotaciones, pulcros —no es infrecuente encontrar el carboncillo utilizado para secar la tinta al abrir los legajos y los caracteres presentan un trazado hecho con letra de molde—, identificados con su oficio, conscientes de ser las piezas clave de un sistema perfectamente ensamblado por ríos de tinta. Una de las cuestiones que subyacen en esta aproximación al estudio de las listas en tierras de frontera pasa por dar respuesta a la inevitable, por obvia, pregunta de por qué, a medida que discurre la Edad Moderna, el Estado precisa conocer con todo lujo de detalles y gestionar con garantías de éxito los espacios sobre los que proyectaba su soberanía. La evolución de sus estructuras exige que así sea y contribuye a ello de manera notable el cambio dinástico que se produce en España a principios del siglo xviii, la delimitación de la propia frontera, las peculiaridades que se dan cita en las demarcaciones a través de las cuales avanza la línea divisoria y que definen el dispositivo internacional y las formas minúsculas de la contigüidad propias de estos espacios, no bien definidos en sus primeros compases, pero que se asientan conforme avanza el tiempo. La formulación de aquella como un ente heterogéneo e inasequible en muchas de sus partes así lo corrobora, siendo tarea del investigador arrojar luz sobre los aspectos transversales y las aristas que allí convergen, desde la esencial inconcreción de estos territorios, hasta la inseguridad que en ellos late o se genera y la inestabilidad que este factor introduce, tanto si el enemigo es exterior, como si se bordea el sistema en forma de proscrito; los miedos atávicos que espontáneamente o de manera inducida se manifiestan; las suspicacias y los recelos mutuos que sustentan las relaciones; la tensión contenida entre la aceptación de lo propio y la repulsa de lo ajeno; la reivindicación, en suma, de unos modos de vida alternativos y poco convencionales, obligan a buscar una forma coherente de interpretación y a articular un modelo explicativo que agrupe los elementos definidores de su compleja idiosincrasia, sin por ello desdeñar en su configuración el plus de solidaridad que en determinadas circunstancias emerge y al amparo del cual llegan a suscribirse acuerdos inverosímiles o de imposible cumplimiento (Marvão y Valencia de Alcántara así lo hicieron, en 1682, sobre aprovechamiento de recursos agropecuarios, ratificando el firmado en época de Mélanges de la Casa de Velázquez. Nouvelle série, 44 (2), 2014, pp. 139-160. ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

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Carlos  V y que se mantendría hasta el siglo  xix; Badajoz y Campomayor, en plena Guerra de Sucesión española, otro de no agresión). Porque es en la práctica cotidiana donde la porosidad de la frontera se mide a partir de la amplitud o estrechez de las complicidades y del patrimonio relacional de quienes la franquean con sus decisiones, con independencia de la cobertura que éstas tengan, pero que son el origen de un tejido social transfronterizo cuyo comportamiento varía para adaptarse a las situaciones de hostilidad o de confraternización que han definido su historia social41. Sometidas a continua redefinición en razón de la movilidad de su objeto, las listas forman parte de ese repertorio de instrumentos que las autoridades utilizan para controlar y encauzar el discurrir de la periferia, con la salvedad de que suelen realizarse a veces desde la distancia y el desconocimiento e insensibilidad más lacerantes (Madrid, capital del reino), o encargarse a personas que no hubieran nacido en las comarcas sobre las que informaban, buscando de ese modo un pretendido distanciamiento con respecto al objeto de análisis, que es esencial para ganar en perspectiva y asegurar la veracidad de los diagnósticos que se emiten y los remedios que se proponen. A ello contribuyeron en gran medida los repertorios nominales que se han definido a lo largo de este trabajo y que, en zonas proclives al desorden, como las consideradas, se convierten en uno de los principales y más precisos instrumentos de control a los que acudió el Estado Moderno en su devenir progresivo hacia formas de poder absoluto.

miguel ángel melón jiménez la frontera entre rejas de papel

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Palabras clave Contrabando, ejército, frontera, listas, resguardo de rentas

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ISSN : 0076-230X. © Casa de Velázquez.

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