La franca mirada del viajero Vila-Matas, no lugares e implicaciones coloniales

August 5, 2017 | Autor: G. Cruz-Grunerth | Categoría: Colonialism, Post-Colonialism, Travel Literature, Non-Places, Enrique Vila Matas, NO LUGARES MAR AUGE
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Descripción

La franca mirada del viajero Vila-Matas, no lugares e implicaciones coloniales Gerardo Cruz-Grunerth Cruz-Grunerth, Gerardo (2013) “La franca mirada del viajero Vila-Matas, no lugares e implicaciones coloniales” en Geometría Fractal: Transposiciones a la Obra de Enrique VilaMatas. Ed. Alejandro Palma Castro. Puebla, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. ISBN: 978-607-487-624-6.

El lugar y el no lugar son más bien polaridades falsas: el primero no queda nunca completamente borrado y el segundo no se cumple nunca totalmente: son palimpsestos donde se reinscribe sin cesar el juego intrincado de la identidad y de la relación Marc Augé

El texto “El otro Frankfurt” apareció en la prensa española y posteriormente su autor, Enrique Vila-Matas, lo incluyó en su libro Recuerdos inventados (1994) como un relato. En esta pieza, como de costumbre en la obra del español, la frontera (si es que la hay) entre voz del narrador y la voz del escritor se diluye para dar ese tono autobiográfico-ficcional. Así, aunque sin autodenominarse el narrador Enrique Vila-Matas, se presenta como un personaje que viaja a Frankfurt, Alemania, donde describe la ciudad y una sección de esa ciudad, la Feria del Libro. Este trabajo parte de la consideración de la voz narrativa-personaje Vila-Matas como el portador de una mirada y un discurso afectado por un profundo eurocentrismo, siguiendo la crítica postcolonial, con la que se identifica para formar un nosotros que señala el ámbito de sobremodernidad en que vive Frankfurt y a la que no se siente ajeno, pero desde la que desprecia al otro, por una suerte de posición colonialista. Aunque el texto es breve y el centro del discurso está sobre el punto que he precisado, también se debe mirar otra vez el artículo-cuento, desde su esencia de crónica, una anécdota personal que se construye en términos de la ficcionalidad. 1

Como se mencionó, “El otro Frankfurt” se refiere a una estancia, por lo tanto un viaje, del narrador Vila-Matas a Frankfurt, esta es la señal para entender el artículo como un relato de viaje. Además, el etnólogo postmoderno Marc Augé recuerda en su obra Los no lugares, citando a Certeau, que los relatos atraviesan y organizan los lugares, sosteniendo que “todo relato es un relato de viaje”, que porta una necesidad de hacer y de ver (2000; pp. 86-87). Lo anterior significa una intencionalidad por modificar el mundo que está ante la vista (ficcional o no) del narrador, e instaurar un orden en el mundo posible que elabora con su texto. La obra porta, así, las descripciones que nos permiten saber las posiciones que se asumen y las afirmaciones que se exponen sobre el mundo y sus constituyentes. En el prólogo del libro Los no lugares, el antropólogo abre con un relato (más o menos ficticio) que bien podría ser la antesala previa o posterior a la estancia del VilaMatas del mundo posible en el Frankfurt del mundo posible. Ahí, Augé nos expone a un viajero que registra sus maletas y se dispone a hacer un viaje en avión, que acredita su legal estancia con su boleto y su pasaporte, y una vez franqueada esa frontera de la identidad, se diluye entre los demás viajantes en el anonimato de la sala de espera, en las tiendas libres de impuestos de una zona cosmopolita pero sujeta a un proceso de consumo. Es decir, el personaje que calza sin problemas los zapatos del escritor español, se encuentra en un no lugar, quizá al día siguiente de abandonar la Feria del Libro de Frankfurt, pero sin dejar sus preferencias y frecuentes estadías en estos no lugares. Pero no todo en los viajes está mediado por los verificadores de consumo que hacen patentes los no lugares. Alfonso Morales Carillo escribe una coda o epílogo para el libro de Franciso Hinojosa Mexican Chicago (libro de viaje), donde, luego de haberse presentado 2

como acompañante del narrador por Chicago bajo el nombre de Pancho, expone la inasibilidad de la esencia del viaje. [Para] el escritor francés (Paul Morand) los viajes comenzaron antes de que un boleto y unas maletas nos acreditaran, de modo oficial, como pasajeros […] los caminos del mundo no se cuentan a partir del silbido de los trenes, el ronroneo de los omnibuses o el aleteo de los aeroplanos. […] Viajar sería algo así como la historia clínica de los contagios de que fuimos víctimas por causa de paisajes, geografías, mares, montañas, monumentos, construcciones, gentes y costumbres distantes que entraron a circular a nuestro cuerpo en la inocente forma de un relato de trasmano, una estampa que nos hizo guiños, una dirección extraviada en la memoria de nuestros antepasados. (Hinojosa, 1999; p. 151)

Lo anterior implica una afirmación del destino de viaje como un lugar, y el desprecio por los verificadores de los no lugares, como los tickets para abordar. La palabra es el referente de un lugar, el nombre de la ciudad en la postal, el anuncio que indica cómo se llama el poblado próximo al ir sobre la autopista. Sin embargo, lugares y no lugares se entrelazan en la sobremodernidad, sin posibilidad de eludirlos, pues se relacionan, producen sentido y se interpretan. Para precisar los términos, recordemos qué es eso que, entre otras cosas, Marc Augé entiende como no lugar. Por no lugar, el francés entiende los espacios que se establecen en relación a fines precisos y comercializables, sean para fines de transporte, comercio, ocio. Además, son espacios que están siendo precisados por textos e instrucciones de uso. Así, retornando al cuento de Vila-Matas, se observa que esta gran urbe alemana, Frankfurt, es en suma, un lugar que es diluido por los no lugares que posee, un lugar que, primordialmente es un no lugar. Y es en este no lugar, en el que el narrador participa como un observador y 3

reconstructor del espacio en el texto, cumpliendo la suerte de codificación del etnólogo que se señalaba párrafos atrás: la cultura (y el lugar) como un texto que el antropólogo lee para crear otro texto donde reescribe la cultura. Desde el título del relato de viajes, “El otro Frankfurt”, encontramos una relación de otredad. Aunque esta otredad es expresada en singular, en la pieza narrativa hay una multiplicidad de otredades. Frankfurt es Frankfurt, pero también es Bankfurt, la gran metrópoli europea del comercio. Pero su feria del libro también es un Frankfurt, un Frankfurt que tiende a ser un Bankfurt. Como se dijo atrás, estos no lugares son producto de la sobremodernidad, y por sobremodernidad se entiende un constructo de tres elementos complejos, que son, en sí excedentes. Excedente de tiempo (y de sucesos), excedente de espacios, y excedente del yo, una sobrevaloración del individuo que, paradójicamente, tiende a ser diluido por el anonimato que los no lugares producen. La contractualidad es el paso a un sistema en el que priva la soledad, como recuerda el etnólogo: [La sobremodernidad] impone en efecto a las conciencias individuales experiencias y pruebas muy nuevas de soledad, directamente ligadas a la aparición y a la proliferación de no lugares. (Augé, 2000; p.96)

Y es esta la soledad de la que habla también Vila-Matas, la soledad triple de Frankfurt, Bankfurt y la feria del libro. Para ello, recuerda las palabras de Schopenhauer sobre la ciudad, a la que expresa como: “…una galería de sombras que a veces parecía un hospital de locos y otras un encuentro de gente creativa”. Y es esta demarcación de la feria, la que se vuelve, en palabras del mismo autor, una “ciudad dentro de la ciudad, dentro de esa

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ciudad a la que muchos, por ser uno de los grandes centros financieros del mundo, llaman Bankfurt”. Es la ciudad un museo, un museo del dinero, y por lo mismo, un no lugar donde todo transita por el énfasis comercial. Es, además, llamada la Manhattan europea. Y aquí entra un encadenamiento a la urbe neoyorquina, un espacio donde suele verse a sí mismo Vila-Matas sin mayor complicación. Pero volviendo a Frankfurt-Bankfurt, no se puede pasar por alto que se ha mencionado al espacio como un museo de no lugares. Por su parte, Augé asegura que las ciudades logran constituirse como museos, pero por otras causas, sus edificios, sus lugares de interacción social no supeditada a formas contractuales, al consumo; es esa ciudad-museo llena de lugares de la que la sobremodernidad y sus no lugares buscan sacar, no sé si expulsar, a sus habitantes. Para ello, las estaciones de trenes, las autopistas, son las vías para evitar los lugares. Nuestras ciudades se transforman en museos (monumentos devastados, expuestos, iluminados, sectores reservados y calles peatonales), a pesar de que nos apartan de ellos una serie de desvíos, autopistas, trenes de gran velocidad o vías rápidas. Estos desvíos, sin embargo, no se producen sin remordimientos, como lo atestiguan las numerosas indicaciones que nos invitan a no ignorar los esplendores del terruño y las huellas de la historia. (2000; p. 78)

Son estos elementos apartados en el centro de la ciudad, eludidos por la narración de VilaMatas por cierto, los que sirven para el comienzo de un viaje, en los términos que mencionaba Morales Carrillo sobre Morand; son estas indicaciones de la ciudad, en un afiche en la terminal de aviones, sobre la autopista, los que remiten al corazón olvidado de la ciudad, a sus lugares. Así, las invitaciones a los lugares de la ciudad son expuestos por

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los no lugares, que son a la vez que accesos, formas de conseguir la lejanía con esos sitios. Los habitantes hacen uso de las vías para alejarse, dice el narrador: “Poco a poco la clase financiera […] va retirándose en interminables colas de taxis hacia sus cálidos hogares y hoteles, y entonces el nuevo personal va apoderándose de las calles”. La ciudad es un cascarón de la sociedad del consumo, los suburbios podrán ser los lugares. Pero aún más, llama la atención que el autor expresa: “el nuevo personal”; ahí, en esta categoría, de personal, una categoría que refiere al empleo, al contrato y a la remuneración, al no lugar, ahí convoca a la naturaleza. Otro Frankfurt que no he mencionado hasta aquí es posible, un Frankfurt de los lugares, quizá. Aunque mencioné que Vila-Matas evita mencionar por su nombre a los lugares de la ciudad, son expresados por oraciones que tienden a hablar de lo natural. Dice en el cuento: “En Bankfurt, cuando cae la tarde, comienzan a aparecer los pájaros”. Y entonces reaparece la categoría de “personal”: “La premura de personal se realiza en riguroso silencio, y poco a poco los pájaros nocturnos se van apoderando del centro de la ciudad, haciendo patente que no es oro todo lo que reluce en Bankfurt”. Así, los pájaros, este personal, esta naturaleza con el contrato de la rutina de la tarde-noche, reluce, dice, pero no llega a ser ese oro que mueve a la ciudad compuesta por no lugares. Hay, además, otra categoría que lanza Vila-Matas, la de “ámbitos”. Un guiño de ojo corre hacia Truman Capote y la novela que escribió a los 24 años Otras voces, otros ámbitos. En la novela del estadounidense, todo sucede en una zona no urbana de Estados Unidos, en Ciudad Mediodía, en el camino al pueblo de Termentina, donde los caminos pocas veces sirven para llevar a algún paseante o para expulsar a sus habitantes; un espacio de quietud, un lugar. Así, en el cuento se lee: “…que al atardecer dan pasos otros rostros, 6

otras voces que vienen de lejos, de otros ámbitos”. Esta forma de reunir lo natural en la categoría ámbitos, será reutilizada por el autor más adelante. Sin embargo, los ámbitos no son propiamente el espacio de Vila-Matas. El mundo expuesto al inicio del cuento, el de Frankfurt símil de Manhattan, compuestos primordialmente por no lugares y un afán de comercio y finanzas, que al anochecer expulsa a los sujetos anónimos, así como la feria del libro, un espacio del comercio de lecturas de ocio, de derechos de edición, traducción, distribución, reimpresión, etcétera, son los espacios de pertenencia del personaje Vila-Matas. En su libro Yo no soy Auster, el español expresa la presencia de un símil, otro similar a él, en la figura del novelista estadounidense Paul Auster, con quien, recuerda, comparten editor, éxito editorial, pero uno vive en Barcelona y el otro en Nueva York. La cercanía y la lejanía entre ambos es expresada así por Vila-Matas: ¿Leer a Auster es encontrar mi mundo? Todo lo contrario, es encontrar al otro. Y aprender a llevarlo conmigo cuando me encuentro sentado ante mi ordenador en esta mañana invernal”. (2008; p. 28)

Así, Auster no es él, pero sí otro similar con el que queda conforme, al que, incluso, envida, con el que también comparte su gusto por Nueva York. Así, Barcelona, Manhattan, Frankfurt, serán espacios de confort para el Vila-Matas personaje de sus propias narraciones, no así Argel. En su labor por ser el visor de la cultura de Frankfurt y sus no lugares, el autor cumple con la lectura de la cultura para generar el texto, el relato de viaje, con que traducirá su cultura. Es Vila-Matas, en este sentido, un etnólogo en la pieza que aquí se revisa, y por lo tanto, establece una posición respecto al otro, al que mira. Es esta mirada parte de la 7

posición de Vila-Matas, una posición que se ubica sin titubeos en la simpatía con los procesos de consumo, con los no lugares, los espacios contractuales, financieros, con su agrado por mostrar la similitud con su otro similar en Paul Auster, un neoyorquino. A partir de esta posición es que surge su mirada franca, una mirada antropológica que destaca al otro, al diferente, que se encuentra en las calles de Frankfurt anochecido, la naturaleza enunciada como “el personal”, ligada a formas de labor y retribución, como mencioné atrás. Pero también, al describir la feria del libro, aparece otra vez la diferenciación de él, europeo, primermundista, con respecto al otro. Así, leemos que, por accidente, el personaje tropieza con los stands distintos a los españoles, norteamericanos con cámaras de circuito cerrados, y a los alemanes, por supuesto; todos estos, estadounidenses, españoles y alemanes, poseedores de argumentos de competencia en una feria de libro, competencia cuantitativa y cualitativa, como se verá. Por el contrario, al toparse con los stands de los países del “tercer mundo”, como él los denomina, halla nombres que no le remiten al arte, sino a temas de viaje: “confusión de colores, banderas y olores; nombres de vagas resonancias viajeras: Macao, Tanzania, Singapur […] posicionando sus frágiles alambres librescos, un sensacional mundo de pájaros de otros ámbitos”. Leemos una descripción del tercer mundo, en la cual surge de nuevo la presencia de los pájaros y, notablemente, la categoría de ámbitos, una vez más y ahora doblemente, asociada a la naturaleza, y la naturaleza como formas carentes de argumentos para tipificarlos en lo alto de las categorías de países, cayendo al puesto tercero, al tercer mundo. En estos espacios casi intrusos en la feria del libro, aparecen más elementos que conforman las imágenes de desprecio a estas naciones, se evoca al totalitarismo, el colorido, pero también a la falta del elemento indispensable en una feria del libro: literatura. 8

Así, en el stand de Argel, sin ningún libro qué exhibir, aparece: “…tan solo un individuo, que tal vez era un hombre-libro”; en el de Libia, miró un folleto verde que ofrecía los libros de esa nación, “un folleto verde de propaganda, y mi sorpresa fue grande al ver que en él no había nada escrito. Me marché pensando si no estarán en ese país todavía en un estado de pre-escritura”. En Rusia, el personaje que bien funge de etnólogo, encuentra sólo en exhibición la guía telefónica de Moscú que le ofrecieron como “una absoluta novedad editorial” de aquél país. En el local de Ankara: “un hombre que, con tan solo –los conté muy bien– siete libros en las estanterías […] justo al lado de sus folletos publicitarios, había un plato con dos manzanas y dos plátanos”. Así, el narrador se dice desconcertado, precisando encontrar la salida a estas exhibiciones. Finalmente, el narrador muestra la oposición entre él, europeo, y los exhibidores de la literatura del tercer mundo, al marcar una vez más las distancias y las posiciones, recitando a Juan Ramón Jiménez: “Y yo me iré / Y se quedarán los pájaros cantando”. En este momento, las expresiones de la naturaleza, los pájaros, los lugares de la ciudad que ha omitido en su narración Vila-Matas, el personal nocturno de Frankfurt, conforman categorías que se oponen a los no lugares de la sobremodernidad, a esos espacios de beneplácito: los stands poseedores de libros y literatura, los altos rascacielos de la ciudad financiera, la similitud con Manhattan, su similitud con un autor de Nueva York. El narrador ha conformado, así, un texto que es la lectura de la cultura como texto para generar su propio texto, ha completado la labor de un etnólogo, con una muy franca mirada, desde la que vio, casi con el asombro con que se ve el ritual de una tribu, al hombre-libro poseedor de una pre-escritura. El relato, el relato de viaje por Frankfurt y los otros Frankfurts y los accidentes tercermundistas en la feria, configuran una posición colonialista 9

del mundo. No es extraño que el narrador exponga a los stands del tercer mundo y a la naturaleza en un tono que no dista mucho de la sorpresa y a veces repulsión con que las crónicas de la conquista española de América emiten sus sentencias. Se recordará que, ante todo, la crítica postcolonialista, y las lecturas postcolonialistas inciden sobre estos hallazgos, reformulaciones del pensamiento colonial expuestos a través del discurso occidental hegemónico, desde donde se ve al otro postcolonial desde una mirada colonial. Un discurso presente en la literatura, como es el caso de este cuento de Vila-Matas, así como en la historiografía y los medios de comunicación. Al respecto, recuerda Fernando del Toro en el libro New Intersections: Essays on Culture and Literature in the Post-modern and Post-colonial Condition [Nuevas intersecciones: Ensayos sobre cultura y literatura en la condición postmoderna y postcolonial] (2003; p. 25), que se trata de discursos eurocéntricos que niegan la identidad del otro para reafirmar la suya. Esta es la propuesta que porta el cuento, artículo o crónica de viaje, es una expresión de uso del discurso hegemónico colonial respecto a un mundo que se opone a la sobremodernidad, a un mundo que incluye lo natural; un discurso que se señala la supuesta inferioridad de la identidad del otro que no cumple con la imagen de “primermundista”, que le niega al otro, siquiera, su derecho a poseer una literatura, una escritura, y, por ello, niega su cultura.

Obras citadas Augé, Marc (2000). Los “no lugares”, espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona, España: Gedisa. Vila-Matas, Enrique (1994). “El otro Frankfurt” en Recuerdos inventados. Barcelona, España: Anagrama. 10

––– (2008). Ella era Hemingway. No soy Auster. Barcelona, España: Alfabia. Hinojosa, Francisco (1999). Mexican Chicago (Libro de viaje). México: Conaculta. Del Toro, Fernando (2003). New intersections: essays on culture and literature in the postmodern and post-colonial condition. Madrid-Frankfurt: Iberoamericana-Vervuet.

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