La formación para el ejercicio de la ciudadanía: una posibilidad para la promoción del civilismo en la escuela

June 14, 2017 | Autor: M. Villa Sepulveda | Categoría: Education, Citizenship, Educación, Ciudadanía
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Descripción

La formación para el ejercicio de la ciudadanía: una posibilidad para la promoción del civilismo en la escuela María Eugenia Villa Sepúlveda1

Villa, María. (2011). La formación para el ejercicio de la ciudadanía: una posibilidad para la promoción del civilismo en la escuela. En Liliana Del Basto y Nidia Chaparro (Editoras), Memorias V Coloquio Colombiano de Investigadores e Investigadoras en Ciudadanía (pp. 244-254). Ibagué: Universidad del Tolima y Universidad de Ibagué.

Resumen En los procesos de formación continua de docentes es recurrente la preocupación de ellas y de ellos en torno a la posibilidad de desarrollar los procesos formativos, que les ha encargado la sociedad histórica en la que se desenvuelven profesionalmente, en un ambiente pacífico dados los niveles de conflictividad violenta que se verifican en la institucionalidad educativa escolarizada colombiana. Con el propósito de tratar de responder a esta preocupación colectiva que asalta, en lo cotidiano, a docentes y directivas docentes -y como fruto de las reflexiones que se han suscitado en torno a ella en el Grupo de Investigación Comprender- esta ponencia gira en torno a la idea de que la formación para el ejercicio de la ciudadanía posibilita que en la escuela -y en otros ámbitos de interacción social- se sucedan procesos de convivencia que pueden ser pacíficos en tanto la formación humana que se sucede en la escuela atienda, como una de sus finalidades, la de formar ciudadanas y ciudadanos y que, esta formación, se desarrolle en el sentido de promover, entre las distintas subjetividades que en la escuela confluyen, relaciones de carácter civilista a través de la formación política dado que el ámbito del ejercicio de la condición ciudadana es el político desde el que se ordenan, por medio del poder político, las sociedades históricas. Para desarrollar esta idea se tratarán, en esta ponencia, los siguientes aspectos: un concepto de Ciudadanía; una concepción de los procesos de Formación Ciudadana; unas reflexiones en torno a la pregunta ¿para qué la formación ciudadana? y una sugerencia referida a una posible vía para la realización de procesos de formación ciudadana. Palabras clave: Educación, Formación para el Ejercicio de la Ciudadanía, Ciudadanía, Poderes Sociales.

Un concepto de ciudadanía Para conceptualizar la condición ciudadana se acudirá al planteamiento de cinco características con las que se busca evidenciar la dimensión política de lo que el ejercicio de esta condición social implica. Docente de la Facultad de Educación de la Universidad de Antioquia; Integrante del Grupo de Investigación Comprender de la Universidad de Antioquia. Correo: [email protected] 1

En primer término las y los ciudadanos portan poder ideológico que guarda eficacia política (Baca, 1995, mayo-agosto). Esto quiere decir que cuando se afirma que las y los ciudadanos portan poder ideológico se enfatiza en que guardan la posibilidad de construir consensos y disensos, o acuerdos y desacuerdos, con otras subjetividades y colectividades que portan poder político con el que es posible ordenar las sociedades históricas. De esta manera se puede colegir que el ejercicio de la ciudadanía afecta los ordenamientos sociales históricos que se realizan, principalmente, mediante el ejercicio del poder político que es un poder de carácter coactivo que suele transmutarse en coercitivo. Lo anterior se entiende atendiendo a la siguiente tipología que caracteriza las formas en las que se pueden portar y ejercer los diferentes poderes que, en las sociedades históricas, son susceptibles de identificarse. Dichos poderes se definen en el siguiente esquema: Tipología de los poderes sociales que se pueden identificar en los contextos sociales históricos Tipo de poder social

Medio que se busca monopolizar

Finalidad

Posibilidad de acumular, de manera que busca ser monopólica y mediante el trabajo humano, recursos materiales e inmateriales que cobran valor en un determinado contexto social histórico con la finalidad de obtener provechos. Posibilidad de utilizar, de manera que Ordenar y dirigir, de una determinada busca ser monopólica, instrumentos que forma y de manera que busca ser instituida, permiten ejercer coacción o aquel tipo de una o varias sociedades históricas. Político acciones ejecutadas con fuerza o violencia con respecto a una alteridad para direccionar sus acciones. Posibilidad de construir o servirse y de Construir consensos y disensos, es decir, difundir, de manera que busca ser respectivamente, acuerdos y desacuerdos con individualidades y colectividades que Ideológico monopólica, saberes y, o, conocimientos que permiten portar capacidad de portan poder político. influencia sobre la actuación de diversidad de alteridades. Es el arreglo o composición -que se atiene a Impide que el poder político se ejerza todo lo situacional- entre el poder ideológico y el el tiempo y con la misma o creciente poder político. intensidad lo que configuraría, Coercitivo contingentemente, una situación de guerra Es el poder político transmutado por la que se define como aquella situación en la concurrencia del poder ideológico. que se busca la eliminación física de quien se ha constituido como enemigo. Posibilidad de algún ego de aprehender - Guiar las acciones de quien se identifica asimilar, asir, hacer propio pero de manera como alteridad. Poder distanciada- el entramado motivacional Socializar las individualidades humanas e que genera las actuaciones de alguna integrar y cohesionar las colectividades alteridad. humanas. Fuente: Bobbio, 2000a; Luhmann, 1995; Baca, 1995, mayo-agosto. Económico

Como puede leerse en el esquema anterior el poder ideológico estriba en la posibilidad de la que disponen las subjetividades humanas de construir o servirse y de 2

difundir, de manera que busca ser monopólica, saberes y, o, conocimientos que permiten portar capacidad de influencia sobre las actuaciones de diversidad de alteridades. La finalidad del porte y del ejercicio del poder ideológico es la de construir consensos y disensos, es decir, respectivamente, acuerdos y desacuerdos con subjetividades y colectividades que portan poder político. Por ello, se puede afirmar que el ejercicio del poder ideológico guarda eficacia sobre los ordenamientos sociales históricos que se realizan mediante el ejercicio del poder político. En segundo lugar, la ciudadanía es un estatus o una condición social política en el sentido en que su ámbito de acción es el de la política dado que, con el ejercicio del poder ideológico, se pueden reordenar las sociedades históricas. Esto quiere decir que, cuando se tipifica la condición ciudadana como una condición mediante la cual se ejerce poder ideológico y éste se caracteriza por su eficacia política se alude, claramente, a que la ciudadanía es una condición social que se ejerce en el ámbito de la política. La ciudadanía alude, por tanto, de suyo, a la política que es el ámbito social desde el que se ordenan las sociedades históricas mediante el poder coactivo que suele transmutarse en poder coercitivo si se entiende que la capacidad de coacción no puede ejercerse todo el tiempo, ni con la misma intensidad, en tanto encararía la posibilidad de eliminar físicamente a quien, o a quienes, se pretende dominar. Como se visualiza en el esquema, que tipifica las formas de porte y ejercicio de los poderes sociales, el poder coercitivo combina, situacionalmente, el poder coactivo y el poder ideológico. De esta forma, las situaciones de dominación implican el uso de técnicas o maneras de proceder coactivas que se combinan, según la situación, con técnicas o maneras de proceder disuasivas. En el ámbito de la política pueden intervenir quienes portan poder ideológico afectando el ejercicio del poder de quienes portan poder político mediante el cual buscan ordenar, según sus ideologías, las sociedades históricas. Quienes intervienen en el ámbito de la política haciendo uso del poder ideológico que portan actúan como ciudadanas y ciudadanos que, con el ejercicio del poder ideológico, afectan los ordenamientos sociales políticos que son de carácter coactivo y coercitivo. De ello se deriva que no podría hacerse referencia a ciudadanas y a ciudadanos armados ya que, si bien su ámbito de actuación es el de la política, que es el de la coacción, que suele transmutarse en coerción, su forma de accionar es en el sentido de la disuasión. Esto significaría que cuando las y los ciudadanos se arman para reordenar, según lo prescriban sus ideologías, las sociedades históricas, pierden el estatus o la condición ciudadana. Un tercer aspecto consiste en que -en el contexto de la relación de las y de los ciudadanos con los estados y con otras asociaciones que mediante diferentes medios buscan instituir, en su favor, situaciones de dominación- desde la condición ciudadana se pretende construir situaciones de igualdad y de equidad social a través del reconocimiento de derechos. La condición ciudadana relaciona las poblaciones con los estados que, en la Época Moderna, se han configurado, preferentemente, bajo la forma de estados nacionales. Desde este punto de vista la ciudadanía, como condición social política, se refiere a la posición legal o normatizada que ocupan algunas subjetividades en un ordenamiento 3

político jurídico -caracterizado por tener unas formas de ejercicio de la coacción normatizadas- constituido por los estados con relación a las poblaciones sobre las que pretenden ejercer dominación portando y ejerciendo los distintos tipos de poder que se han tipificado pero siempre teniendo como alternativa la posibilidad de ejercer coacción. En el contexto de la relación de las poblaciones con las asociaciones que buscan instituir situaciones de dominación que les favorezcan, desde el ejercicio de la ciudadanía como condición política, se puede lograr el reconocimiento de derechos. Esto se entiende si se definen los estados como asociaciones políticas que, por medio del ejercicio de los poderes coactivo y coercitivo, constituyen situaciones de dominación sobre las poblaciones que devienen en los territorios que han definido y sobre los que los estados proclaman, también, su preeminencia con respecto a otros estados que, de igual forma, los pretendan dominar. Dada esta situación, desde el ejercicio de la ciudadanía, como condición social política, las y los ciudadanos pueden lograr que los estados reconozcan derechos y, también, pueden desconfigurar las situaciones de dominación que, los estados, por vocación, suelen erigir. En cuanto al reconocimiento de derechos, que las y los ciudadanos pueden lograr, es posible argumentar que cada subjetividad humana, por el hecho de serlo, tiene la opción de reclamar los derechos que históricamente se han constituido para devenir con dignidad. Los derechos, por principio, se oponen a los privilegios. En este sentido se reclaman para la totalidad de las poblaciones dado que sin su goce la existencia de cada individualidad humana puede tornarse tortuosa e, incluso, amenazarla. El reconocimiento de derechos implica controvertir la existencia en las sociedades de privilegios que le permitan a algunas subjetividades y colectividades configurar situaciones de dominación que hacen que, correlativamente, otras ocupen lugares en los que tengan que desarrollar actuaciones sumisas características de la condición de vulnerabilidad. En tanto los derechos pueden ser reclamados por las poblaciones a las asociaciones para el ejercicio de la dominación, o estados, se pueden clasificar en dos tipos. El primer tipo de derechos son los derechos negativos o lo que los estados no le pueden hacer a las poblaciones que dominan. El segundo tipo de derechos son los positivos o lo que los estados le deben garantizar a las poblaciones que dominan. Un cuarto elemento hace referencia a que la ciudadanía es una condición social que se adscribe a individualidades por lo que su ejercicio toma ese carácter: el individual. En este sentido para que, con el ejercicio de la ciudadanía, se pueda lograr el reconocimiento de derechos por parte de los estados -y de otras asociaciones como las empresas y las iglesias- se ha de promover la acción social colectiva ciudadana por medio de asociaciones ciudadanas que se sirvan del tipo de poder que le corresponde a la ciudadanía: el ideológico. No puede afirmarse lo mismo con respecto a las mafias que son asociaciones que se realizan para el empoderamiento económico mediante el ejercicio de un tipo de coacción que se configura como violenta. El carácter escatológico de la acción mafiosa no tolera -por simple incapacidad de resistencia- el carácter vivificante de las acciones sociales de las asociaciones o de las subjetividades que portan poder ideológico. Las borran con sólo entrever la capacidad ordenadora y reordenadora de las sociedades históricas que tiene la disuasión en cuanto ésta, para desarrollarse, siempre esta presta a habitar el ámbito de la cultura o aquellos espacios 4

en los que se construyen los saberes y los conocimientos que le dan sentido a la vida que, para la humanidad, se torna en existencia cuando las manos se liberan de la locomoción y se disponen para la prensión (Freire, 2009, pp. 49-52). Si los estados, las empresas, las iglesias e inclusive las mafias son instituciones o asociaciones, es decir, colectividades constituidas por acuerdos entre diversidad de subjetividades. La ciudadanía es una clasificación oficial otorgada a una subjetividad que determina sus derechos en un determinado ámbito político o de organización de una precisa sociedad histórica. Por lo anterior, es claro que, en principio, la ciudadanía se ejerce de forma individual, por parte de las subjetividades que gozan de tal condición, frente a los estados y a otras asociaciones que, de suyo, corresponden a colectividades. De esta forma, para que desde la condición social ciudadana se puedan desarrollar transformaciones en el entorno de la dominación de otras asociaciones que se amplifiquen en el tiempo y en el espacio, es necesario que las y los ciudadanos promuevan acciones sociales colectivas en asociaciones que por estar integradas por ciudadanas y ciudadanos actúan en el sentido de la civilidad. Tales asociaciones corresponden, entonces, a la denominada Sociedad Civil (Bobbio, 2000b) en cuanto se opone, por los medios de los que se sirve, los disuasivos, a las asociaciones políticas que se distinguen por emplear medios coactivos. Finalmente, el ejercicio de la condición social ciudadana posibilita desconfigurar las situaciones de dominación que plantean los estados con respecto a las poblaciones en los territorios en los que, éstas, devienen. En general, desde la condición ciudadana es posible desconfigurar las situaciones de dominación que instituyen los estados y otras asociaciones que se pueden organizar para el ejercicio de la dominación utilizando la posibilidad de movilizar recursos tangibles o intangibles o sirviéndose de la coacción o de la disuasión como lo pueden hacer por ejemplo, las empresas, las mafias o las iglesias. Una concepción de los procesos de Formación Ciudadana En esta ponencia se pretende sustentar la viabilidad de desarrollar procesos formativos para el ejercicio de la ciudadanía que posibiliten que en la escuela, y en otros ámbitos de interacción social humana, se sucedan procesos de convivencia que puedan ser calificados de pacíficos en tanto la formación ciudadana promueva relaciones civilistas a través de la formación política dado que el ámbito de ejercicio de la ciudadanía, como se sustentó, es el político. Para ello se ha definido la condición ciudadana por su atributo, por su ámbito de interacción, por su finalidad y por su potencialidad. Con respecto al atributo distintivo de la condición ciudadana se sustentó como las y los ciudadanos portan poder ideológico que guarda eficacia política. Con relación al ámbito de ejercicio de la ciudadanía se hizo énfasis en que, éste, es el de la política debido a que con el ejercicio del poder social ideológico se pueden reordenar las sociedades históricas. En referencia a la finalidad del ejercicio de la ciudadanía se planteó como las y los ciudadanos propenden por la configuración de situaciones de igualdad y de equidad social a través de su lucha por el reconocimiento de derechos por parte de los estados y de otras asociaciones que se constituyen, y buscan instituirse, para el ejercicio de la dominación. Finalmente, con relación a la potencialidad del ejercicio de la ciudadanía 5

se planteó como las y los ciudadanos pueden lograr que se desconfiguren situaciones de dominación. De esta forma, las ciudadanas y los ciudadanos portan poder ideológico que ejercen en el ámbito político tornándolo civil dado que se expresan mediante acciones sociales de carácter disuasivas con respecto a quienes, portando poderes políticos, buscan configurar situaciones de dominación que sean funcionales a sus intereses. Dada la anterior definición se puede plantear que es posible la formación ciudadana en tanto este tipo de formación, como todo proceso formativo, es una forma de educación intencionada que implica pensar, de manera explícita, en sus finalidades de las que se desprenden unos procedimientos o métodos para su realización. Ello significa que, como lo ha afirmado Fernando Bárcena (1997), la Formación Ciudadana no puede limitarse a elaborar instrumentos inmediatamente aplicables a las prácticas en ausencia de una reflexión crítica (Freire, 2009, pp. 39-42) que prescriba el sentido que, tales prácticas, han de tener. Por el contrario, la formación para el ejercicio de la ciudadanía ha de pensarse con relación a sus finalidades de las que se desprenden sus métodos o procedimientos que requieren de unos medios específicos -o de unas mediaciones- y de procesos de evaluación entendidos como maneras de autorregulación de los procesos de enseñanza y de aprendizaje. Para sustentar este punto de vista se desarrollará una diferenciación entre la educación entendida como socialización y como formación. La educación es humanización. Ello significa que la educación puede ser entendida como un proceso mediante el cual cada individualidad humana, en el transcurso de su existencia, y en interacción con sus alteres en las temporalidades y espacialidades que figuran las sociedades históricas, se humaniza o se torna en parte de la humanidad. Definida la educación como un proceso de interacción (Federici y otros, s.f.) que humaniza se puede plantear como la educación es una forma de interacción humana intencionada que se desarrolla con respecto a unos procedimientos o unos métodos y unos contenidos que se pueden definir como saberes o simbolizaciones que son construcciones de sentido plural. Los contenidos también pueden consistir en conocimientos o significaciones que son construcciones de sentido que pretenden ser unívocos. En el siguiente esquema se puede visualizar la diferencia entre los procesos de socialización y los de formación.

Definición

La educación como socialización y como formación Educación como socialización humana  procesos educativos  desarrollados con finalidades implícitas  en contextos educativos que se constituyen de manera ordinaria y cotidiana

   

Educación como formación humana Procesos educativos Desarrollados con finalidades explícitas en contextos educativos que instituyen extraordinariamente, que rompen con la cotidianeidad se valoran, regulan o evalúan de manera explícita con respecto a las finalidades o intencionalidades explicitadas a fin de tomar decisiones sobre su orientación.

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Contenidos

Educación como socialización humana  Saberes ancestrales  Conocimientos de sentido común  reales o  imaginarios (Villa, 2009, Diciembre) si un conocimiento de sentido común no logra pasar de su origen subjetivo a un estado de carácter objetivo por medio de su validación en una lucha o una confrontación intersubjetiva

Educación como formación humana  Conocimientos científicos  Conocimientos escolares  Conocimientos para formativos no escolarizados

contextos

Definida la educación de este modo se puede ensayar una definición de los procesos de formación para el ejercicio de la condición ciudadana como formas de interacción humana que se desarrollan con una finalidad explícita y en contextos educativos extraordinarios en los que se despliegan unos métodos, o procedimientos, relacionados con unos contenidos que pueden definirse como saberes y, o conocimientos. De esta forma los procesos de formación para el ejercicio de la ciudadanía son susceptibles, como todo proceso formativo, de valorarse para generar acciones de autorregulación de los procesos de enseñanza y de aprendizaje que tal formación implica. Por lo anterior, podría afirmarse que la formación ciudadana existe cuando, en un proceso educativo, se explicita la intencionalidad de formar subjetividades que devengan en la condición social de ciudadanas o ciudadanos y, para ello, se definen unas temporalidades en unas precisas espacialidades que hacen del tiempo de la formación un espacio extraordinario o diferenciado en la vida cotidiana. En concordancia con ello, la formación ciudadana implica procesos de valoración que se desarrollan con respecto a las finalidades o intencionalidades explicitadas a fin de tomar decisiones sobre su orientación. Por lo que formar ciudadanas y ciudadanos significa formar subjetividades que sean conscientes de que portan un poder social de carácter ideológico que puede ser desplegado en el ámbito de la política debido a que, con el ejercicio del poder social ideológico, se pueden reordenar las sociedades históricas en un sentido en el que se configuren situaciones de igualdad y de equidad social a través de la lucha, de las y los ciudadanos, por el reconocimiento de derechos a las poblaciones por parte de los estados, y de otras asociaciones, que se constituyen, y buscan instituirse, para ejercer dominación que, del mismo modo, puede ser diluida por el poder ideológico de las y los ciudadanos. Unas reflexiones en torno a la pregunta ¿para qué la formación ciudadana? Definida la formación para el ejercicio de la ciudadanía como una formación en la que se interaccione en torno a la conciencia de que las y los ciudadanos portan un poder social de carácter ideológico con el que pueden reordenar las sociedades históricas a través de la lucha por el reconocimiento de derechos que, desde su punto de vista opuesto, consiste en difuminar la existencia de privilegios, se puede plantear que un énfasis de la formación para el ejercicio de la ciudadanía es la formación para el civilismo.

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El civilismo puede entenderse como una situación contraria al imperio del militarismo, del mercantilismo y del clericalismo en las sociedades históricas en cuanto a que la terminación -ismo indica actitudes que estarían orientadas hacia lo militar, lo mercantil o la sumisión a una estructura que pregona representar lo trascendental. Lo civilista se refiere a lo que implica lo ciudadano o la preeminencia de actitudes caracterizadas por el empleo de la disuasión y por el distanciamiento de la coacción. La disuasión implica el servirse de la argumentación y de la contraargumentación en ámbitos de discusión en los que prevalecen las discursividades que sean el fruto de una profunda reflexión. Por lo que podría afirmarse que, en la institución escolar, como espacio dispuesto para la formación, se deben desarrollar procesos de formación de ciudadanas y ciudadanos que profundicen las relaciones políticas de carácter civilista en los espacios íntimos, privados y públicos. Si la institución escolar se logra comprometer en la tarea de formar ciudadanas y ciudadanos que profundicen la civilidad, la formación ciudadana puede ser una posibilidad para la convivencia pacífica escolar y para la generación de procesos de convivencia que humanicen en las diferentes espacialidades y temporalidades de interacción que crean, en lo cotidiano, las y los seres humanos. Una posible vía para la realización de procesos de formación ciudadana Los procesos de formación ciudadana han de atender a análisis de los contextos sociales históricos que permitan -como ha sugerido Immanuel Wallerstein(2005) a propósito de la función que, en la contemporaneidad, tienen quienes realizan un trabajo de carácter intelectual- comprender ¿dónde estamos?; ¿a dónde queremos ir? y ¿cómo organizarnos para llegar a dónde queremos ir?. En este contexto comprender significa hacer parte de algo que aparecía, antes de la reflexión que lleva a la comprensión, como exterior. Por ello, el comprender impele o colma el sentido de la participación. Esto significa que la formación ciudadana ha de posibilitar que quienes interaccionan en los procesos de formación -docentes y discentes- afinen y logren gozar de una aguda capacidad para comprender los contextos sociales históricos que les son contemporáneos; imaginar futuros posibles deseables para la dignificación de la condición humana -es decir, construir utopías- y planificar, organizar, realizar y autorregular, de manera colectiva, propuestas susceptibles de ser «existencializadas» si se atiende a que la vida, para la humanidad, se transforma en existencia. Para ello existe una herramienta trascendental: el conocimiento científico social y las humanidades. Por tanto, la formación ciudadana en la escuela para la convivencia civilista pasa por una sólida formación científica social y científico humanista. De esta forma, en los procesos de formación ciudadana es necesario afinar la enseñanza de las Ciencias Sociales y las Ciencias Humanas con el horizonte de saber dónde estamos; idear hacia dónde quisiéramos llegar y definir el procedimiento para pasar del lugar dónde estamos al lugar dónde quisiéramos estar. En este sentido se podría afirmar que la formación ciudadana se puede curricularizar a condición de que sea la intencionalidad de la formación social y humanística en la educación escolarizada con miras a construir civilismo que resulta intempestivo en una sociedad que pasó de vivir con referencia al clericalismo y al militarismo y que, ahora, se vuelca, irreflexivamente, hacia el mercantilismo. 8

Referencias Baca, Laura. (1995, mayo-agosto). La concepción del intelectual en Bobbio. Análisis Político, 25, 24-33. Bárcena, Fernando. (1997). El oficio de la ciudadanía, introducción a la educación política. Barcelona, Paidós. Bobbio, Norberto. (2000a). Política. En Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (Directores), Diccionario de Política. (pp. 1215-1225). Madrid: Siglo XXI Editores. Bobbio, Norberto. (2000b). Sociedad Civil. En Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino (Directores), Diccionario de Política. (pp. 1519-1524). Madrid: Siglo XXI Editores. Federici, Carlo; Mockus, Antanas; Charum, Jorge; Granés, José; Castro, María; Guerrero, Berenice y Hernández, Carlos. (s.f.). Límites del cientificismo en educación. Extraído el 20 de agosto de 2011 desde http://www.pedagogica.edu.co/storage/rce/articulos/14_08pole.pdf Freire, Paulo. (2009). Pedagogía de la autonomía, saberes necesarios para la práctica educativa. México: Siglo XXI Editores. Luhmann, Niklas. (1995). Poder. Barcelona: Anthropos. Villa, María. (2009, Diciembre). Los imaginarios sociales. Uni-pluri/versidad, Vol. 9, 3, 75-83. Wallerstein, Immanuel. (2005). Los intelectuales en una era de transición. Un mundo incierto (pp. 69-100). Buenos Aires: Libros del Zorzal.

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