La finalidad del conocimiento en Platón

September 10, 2017 | Autor: Israel Barajas | Categoría: Plato and Platonism, Ética, Platón, Mundo de las ideas en Platón
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Descripción














El conocimiento en algunos diálogos de Platón

Israel Regino Islas Barajas






Asignatura: Introducción a la investigación filosófica
Profesora: Mtra. Montes Suárez María Areli
Fecha de entrega: 27 de Diciembre del 2014
Introducción

En la filosofía griega nos encontramos al origen la filosofía en sí misma. Primeramente, los presocráticos se ocupaban de los fenómenos naturales y el universo. Cosmogonías y cosmologías. Con Platón los problemas cambian. Ya no se trata acerca del nacimiento y la estructura del universo o teologías, sino del conocimiento del hombre.

El pensamiento de Platón es extenso y denso. En los Diálogos de Platón se puede abordar casi cualquier problema y tema. Pero ¿sirve el conocimiento que Platón nos ha dejado? ¿Son solamente textos de un griego antiguo? o ¿realmente pueden servirnos en el día a día? Se pretende responder a esas preguntas que se pueden resumir en ¿cuál es la finalidad del conocimiento en Platón?

Se abordarán cuatro textos principales que son Fedón, Menón, Teeteto y Republica. Pero también se tomará en cuenta La Apología.

El texto será concentrado en encontrar la finalidad del conocimiento en Platón a la cual se plantea la hipótesis de que tiene una función ética y no es un conocimiento meramente para la mente sino para la forma de convivencia en todo lo que corresponde a la vida del hombre desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por el proceso de desarrollo que existe en la naturaleza del hombre.

Este texto pretende dar respuestas a las diferentes cuestiones sobre la dualidad antropológica y epistemológica. ¿Para qué sirven?






Platón nos habla de un mundo que no es el sensible. Un mundo en donde las cosas se conocen realmente, es un mundo superior y dividido al que nos encontramos cotidianamente. Lo auténtico se encuentra en el mundo inteligible al cual no se accede mediante las percepciones o lo material. En este mundo, nada cambia ni nada puede ser corrompido, las ideas son eternas. Es el alma fuera del cuerpo lo que puede llegar a ese mundo y, entonces, a la verdad.

Platón nos habla del mundo inteligible a partir de la Teoría de las Ideas o Teoría de las formas. Las ideas o formas son las esencias de las cosas. Platón tiene una jerarquía para estas ideas, en la cima se encuentra la idea del Bien. Después la Idea de belleza, de la verdad, unidad y posteriormente las ideas de las matemáticas y la dialéctica admitiéndolas como conocimiento superior. De todas estas ideas son de las que parte todo lo demás. Pero no hay ideas de cosas con valor nulo o insignificante como una uña. En la alegoría de la caverna habla sobre ello, tomando como referencia que, el lugar con la luz del sol en la alegoría representa a este mundo.

Habla también sobre nuestro mundo sensible, lo material y en donde el cuerpo nos estorba para llegar a la auténtica realidad pero nos permite iniciar el ascenso dialectico. En este mundo sensible el cambio, el tiempo y lo corruptible está presente en todo momento. Nada es eterno y se está en movimiento constante, es por ello que no se puede llegar al verdadero conocimiento, solamente podemos hablar de la mera opinión. Los objetos son percibidos por los sentidos, y ya desde este momento la apariencia es un obstáculo para llegar a la verdad.

Así como esa dualidad, nos encontramos también con el dualismo antropológico. En donde se podría hablar sobre el origen a partir de los contrarios. El alma es contraria al cuerpo y superior. El alma es pura, inmaterial y a partir de ella se puede llegar a la auténtica realidad. Debe ser "entrenada" y cuidada para desarrollarse en su máximo esplendor.

El cuerpo es la parte material del hombre. Éste actúa en base a los conocimientos sensibles. De aquí nacen las pasiones, los deseos y los apetitos. Por su estado material, es cambiante y corrompible. Puede hacer que el alma no alcance a ver el verdadero conocimiento confundiéndolo por las apariencias a las que es susceptible.

Dentro del dualismo, Platón plantea un dualismo epistemológico que corresponde a la posición del hombre frente al conocimiento en el que en principio, nos encontramos en un estado de ignorancia. En este dualismo se hace evidente la participación del anterior, el antropológico.
En la alegoría de la caverna, cuando el hombre está atado y solamente puede observar las sombras frente a él, Platón se refiere al mundo sensible en donde el cuerpo es completamente susceptible a los constantes cambios y apariencias que es encuentran en este mundo. Al desatarse y avanzar un poco, observando cómo la llama es la que alumbra al jarrón y que entonces proyecta la sombra hacia el muro, sigue en el mundo sensible pero en un nivel superior de conocimiento que el anterior. Al subir y salir fuera de la caverna, pudiendo observar las sombras de los árboles, las plantas, y llegar a ver su propio rostro reflejado en el agua de un rio, se encuentra ya en el mundo de las ideas, pero en su nivel inferior en donde apenas se es capaz de observar las sombras o proyecciones de las ideas originales de las cuales todo lo demás deriva.

Cuando por fin el hombre puede observar las cosas verdaderas y por sí mismo, como los árboles, las plantas y el sol, es entonces cuando comprende la realidad, conoce la realidad y se da cuenta de la verdad. Este es el más alto nivel de conocimiento. Después de darse cuenta de este conocimiento intenta regresar a la cueva para advertirle a sus demás compañeros que siguen dentro pero termina asesinado porque eso no corresponde a la supuesta realidad en la que ellos viven, su cuerpo no les ha dejado poder ver más allá de lo que se puede materialmente dejando así al alma encerrada sin utilizar su capacidad.

De esta alegoría podemos obtener el dualismo epistemológico en el cual se distinguen dos divisiones generales: episteme o conocimiento verdadero y doxa u opinión.

Del conocimiento verdadero podemos encontrar de nuevo dos subdivisiones las cuales son: noesis y dianoia. En la noesis, el mayor alcance en la ascensión dialéctica, nos encontramos con el conocimiento último y autentico. Su objeto de conocimiento son las ideas en si mismas. En dianoia, nos encontramos con las sombras del conocimiento verdadero y autentico, siendo que aún falta camino por recorrer en el ascenso dialectico aunque ya se esté en el mundo de las ideas. Su objeto de conocimiento son las entidades matemáticas. A partir de ese momento el alma se dirige hacia la conclusión y no al principio.


En la doxa u opinión, encontramos también dos subdivisiones: pistis y eikasia. Este conocimiento se encuentra en el mundo sensible al cual es percibido por el cuerpo. Pistis corresponde a las meras opiniones que, aunque pueden ser verdaderas, son corruptibles y cambiantes. Existe porque hay una relación entre la percepción humana y los objetos sensibles. No dan una respuesta clara y no son universales, más bien particulares. En la eikasia nos encontramos con el más bajo grado de conocimiento. El contacto de las sensaciones del hombre con las sombras y reflejos crean este pequeño conocimiento del cual apenas se pueden hacer conjeturas y mayormente estaría plasmado por la imaginación de cada persona. Su objeto de conocimiento son las imágenes de los objetos sensibles.

Todo este conocimiento no es solamente para tenerlo. El conocimiento tiene una función y finalidad.

Los sofistas fueron conocidos en la antigua Grecia como aquellas personas a las que se les consideraban sabios porque tenían los conocimientos de cualquier cosa. Principalmente se consideraron a tres tipos de sabios y a los cuales Sócrates "confronta" cuando es avisado sobre el "No" que el Oráculo de Delfos había respondido ante la pregunta ¿Hay alguien más sabio que Sócrates? del cual nos ocuparemos un poco más adelante.

Los sofistas se dedicaban a propagar su conocimiento que no eran más que creencias que ellos inventaban a partir de lo que percibían con sus cuerpos. No entrenaban su alma en lo más mínimo. Utilizaban su supuesta sabiduría para tener bienes económicos y ascender políticamente. La falta de preparación del alma y en vez de eso utilizar la percepción como máximo medio hacia el conocimiento los hacia completamente corruptos. Es en ellos en donde se puede ver claramente lo que sucede cuando solamente se utiliza el cuerpo en el mundo sensible y ni siquiera para alcanzar el conocimiento o la verdad pues consideran a la verdad como lo que cada quien percibe. La percepción y el conocimiento que los sofistas adquieren, solamente es una herramienta para ganar la aceptación de todos los demás y obtener un beneficio egoísta. La vocación sofistica conduce a ganar ante los demás, a tener la veracidad, una supuesta utilidad y ser reconocido por los otros como un sabio.

Por otro lado se encuentra la vocación filosófica que busca la virtud y el verdadero conocimiento sobre todo lo demás, incluso sobre las pasiones y deseos que atan al cuerpo a su mundo sensible y no dejan avanzar o al menos obstaculizan el camino o ascenso dialectico a la que el alma le corresponde avanzar. Siguiendo con el pasaje del Oráculo de Delfos, Sócrates va con los tres tipos de persona a los cuales son considerados sabios y se da cuenta de que él sabe más que aquellos sofistas porque al menos sabe que no sabe, que su conocimiento es limitado y no como ellos creen saberlo todo. De ahí nace la docta ignorancia socrática. El no saber sobre las cosas es por donde se inicia el ascenso dialectico, claramente. El filósofo no busca el reconocimiento de los demás para él mismo, no busca fama ni fortunas pues no le son necesarias ya que sabe que es sólo temporal cuando el cuerpo las disfruta y promueve las pasiones. Pero existe una constante preparación para la muerte, es decir, para quitar de una vez por todas la obstaculización que causa el cuerpo ante el verdadero conocimiento dejando al alma llegar a conocerse y entonces conocer la Idea del Bien.

El conocimiento, finalmente, nos proporciona una forma de actuar. Al saber lo que algo es verdaderamente y no lo que se cree, se puede actuar correctamente y tener una convivencia con las demás personas puesto que nos mejora en cuerpo y en alma aunque sea el cuerpo aun susceptible a la corrupción y constantes cambios a los que es destinado.


El alma justa será capaz de llevar a cabo una vida justa y por lo tanto mejor. La justicia es la excelencia del alma. Puesto que en la muerte ocurre la liberación del alma, es la muerte para lo que el filósofo se prepara toda su vida, esperando la liberación de su alma para llegar al verdadero conocimiento fuera del cuerpo.

Es notable el juego de contrarios que se exhibe constantemente en los diálogos de Platón. Cada cosa nace de su contrario. Los dualismos antropológico y epistemológico están fuertemente ligados a partir de la ascensión dialéctica coincidiendo cada mundo con su respectiva forma de ser conocida. En tanto que el cuerpo pertenece al mundo sensible y el alma es capaz de observar y ver más allá de lo material, utilizando la razón como medio para alcanzar el objeto que son las Ideas en el mundo inteligible.

La vocación filosófica, se posiciona superior a la vocación sofistica y ellos, aun con los bienes que obtienen y el reconocimiento que adquieren sobre los otros, no es suficiente para estar al nivel de un filósofo que espera paciente su muerte, que sabe que el placer es acompañado por dolor y que lo acepta sin temor alguno.

Platón nos da las principales claves para la interpretación del mito: la región visible es una metáfora de la morada-prisión y la luz del fuego que hay en ella del poder del sol. El ascenso y contemplación de las cosas exteriores es semejante al camino del alma hacia el mundo inteligible.

El objeto último y más difícil de alcanzar del mundo cognoscible es la Idea del Bien, de lo cual todo lo demás es relativo a ésta. En el mundo inteligible es la productora de la verdad y de la inteligencia; es la realidad que es necesaria ver para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

En Platón la posibilidad del conocimiento estricto tiene como fundamento su teoría de las Ideas, que divide lo real en dos ámbitos distintos y a los que le corresponderá saberes muy distintos: la ciencia, se ocupa de las Ideas, lo permanente, y la opinión, o conocimiento del mundo sensible, de lo que está sometido a generación y corrupción, y se divide en creencia. En la ciencia, distingue Platón el pensamiento discursivo y la dialéctica. El primero se identifica con la matemática, que, a pesar de su valor, posee dos deficiencias: el uso de signos sensibles y el apoyarse en hipótesis: el matemático no reflexiona sobre el ser de los objetos con los que trata. La dialéctica es el conocimiento superior, se refiere al Mundo de las Ideas, a lo inmutable y universal, lo eterno, y se identifica con la filosofía. Platón la concibe de dos modos: como método racional que no usa de signos sensibles, pues emplea sólo la razón, ni descansa en hipótesis, pues intenta prescindir de todo supuesto; la filosofía es el saber más reflexivo, el saber que no deja ninguna cuestión sin examen o evaluación; el objetivo de la dialéctica es descubrir las relaciones existentes entre las Ideas. La auténtica filosofía es "una ascensión al ser": el filósofo debe "ascender" del mundo sensible al Mundo Inteligible o de las Ideas y en éstas a la Idea del Bien, fundamento del ser y de la inteligibilidad de las Ideas y de todo lo real.

Finalmente, el conjunto de las ideas aquí expuestas nos guían hacia un único destino que, aunque falta más investigación para hacer afirmaciones más específicas y concretas, es la actitud que se tiene sobre la vida como preparación para la muerte y con ello no solamente se es egoísta para llegar al conocimiento verdadero, sino requiere de formas de convivencia en sociedad para que todos sean capaces de evitar la corrupción del cuerpo, ser consciente de que el mundo material no lo es todo y podría haber algo más allá de lo que nuestro cuerpo puede percibir, es decir, un mundo que quizá sea como el que describe Sócrates. Un mundo inteligible en donde las ideas existen, siendo eternas y universales y que al llegar y conocerlas podemos ser capaces de conocer el universo y concebirlo de tal forma que apuntemos hacia la verdad. Con ello, también nos conocemos a nosotros mismos y nuestra alma se asemeja a la divinidad que es de los dioses. Nos asemejamos a los dioses pues tendremos el conocimiento universal a nuestro alcance. Por supuesto que todo esto es imposible de comprobarse de un mundo material puesto que sería contradictorio para quien lo intentara. Quien intentara llegar a ese mundo inteligible tendría que dejar el cuerpo y poder liberar el alma que si no fuera así, estaría atrapada en la cárcel corpórea sujeta a pasiones y deseos. Pero sucedería que, dentro del mundo material, en el mundo sensible, al no poder tener el verdadero conocimiento o si quiera contemplarlo en este mundo donde solamente podemos tener opinión o conjeturas acerca de algo, tampoco podemos afirmarlo. Podemos tener esa actitud y creer firmemente en lo que se piensa. Tener fe en lo que Sócrates a través de Platón nos ha heredado por medio de los Diálogos Socráticos. Es entonces cuando el pensamiento hace su juego; la mente, así como los sentidos y las sensaciones, lo que tenemos de material y podríamos llamar también, irracionalidad o instinto animal natural o de supervivencia, nos dice que estamos en constante cambio que existen, claro, necesidades básicas que debemos cumplir si no deseamos sucumbir en este mundo puesto que, aunque la muerte no es a algo a lo que se deba de temer, tampoco debemos buscarla y apresurar las cosas. La experiencia es parte del aprendizaje y el camino o ascenso dialectico hacia el conocimiento no se llegará si no se ha obtenido tampoco el conocimiento mínimo. Si no se tiene el conocimiento mínimo, tampoco se podrá llegar al máximo y por ello no debe ser despreciado el mundo sensible, es decir, es este mundo una división del otro pero es un contrario. Aquí lo que no es eterno ni universal, ni cierto completamente. Pero es una forma de adaptar nuestro conocimiento a lo que sí es universal, eterno y completamente cierto. La verdad única no se podría alcanzar si antes no se ha podido adoptar las opiniones.

Personalmente considero que el conocimiento nos puede otorgar una liberación especial así como el ejercicio del cuerpo y el cuidado de éste. Simplemente actúan bajo áreas diferentes. Lo estético en el cuerpo y lo sensible no es malo y aunque a veces "obstaculiza" la mirada hacia la realidad, estamos en este mundo material y no podemos negarlo. Claramente no podemos vivir sólo de lo superficial y de las apariencias pero es en parte lo que tenemos que aprender si se puede distinguir la apariencia de la verdad en este mundo, ¿no sería más fácil compréndelo cuando estamos frente al conocimiento verdadero? Es el camino del filósofo que está en busca de lo verdadero, en constante búsqueda siempre.

Mientras pertenezcamos a este mundo no podríamos hablar sobre verdades absolutas pero sí aproximaciones. Es en parte lo que nos ayuda a comprender la libertad en este mundo sensible. Tal vez en el mundo inteligible no habría libertad, puesto que no habría una negación de ello. Mientras allá todo se torna universal y es que todo está realmente ligado y relacionado, correspondido y sin duda alguna, en este mundo permanecemos en soledad de cierto modo y aunque podemos unirnos, nuestra soledad solamente se sigue a partir del otro.

No podemos imponerle nuestras creencias al otro por eso mismo, son creencias. En este mundo sensible solamente nos quedaría nuestra individualidad y aceptarla como tal. Nos tocaría confiar y tener fe, que es lo que podemos hacer, ante la inmensidad del mundo inteligible que es intemporal. Habrá que comprender las verdades cambiantes que existen aquí para poder comprender las verdades eternas. Es no sólo una preparación individual para la muerte. Es una preparación del individuo para ascender al todo en un mundo inmaterial. No se pensará en ser o no ser. Se es y con todos los demás y juntos, con todo lo que existe auténticamente. En ese mundo inteligible en donde podremos encontrar la verdadera ciencia, es en donde todas las cosas son uno eternamente.















Bibliografía

Platón. Obras completas. Edición de Patricio de Azcárate, tomo 1, Madrid, 1871.
Platón. Fedón. Introducción, traducción y notas por C. García Gual, M. Martínez Hernández, E.
Lledo Iñigo, España, Gredos, 1988.
Platón. "Menón" en 4 diálogos. Traducción de Ute Schmidt Osmanczik, México, SEP, 1984.
Platón. República. Introducción, traducción y notas por Conrado Eggers Lan, España, Gredos,
1988.
Platón. Teeteto. Introducción, versión y notas de Ute Schmidt Osmanczik, Mexico, UNAM, 2007.






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