La filosofía de la ciencia, una promesa del siglo XX

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Descripción

historia DE LAS DISCIPLINAS CIENTÍFICAS

Ensayos • Pensamiento Universitario Esta colección plantea una polifonía de ideas y conocimientos sobre temas esenciales como la salud, el humanismo, la política, la sociedad, la cultura y la ciencia, y hace honor, a los géneros literarios y textuales más cercanos al espíritu plural de la Universidad.

© Universidad de Antioquia Mauricio Alviar Ramírez Rector Carlos Vásquez Tamayo Vicerrector General Primera edición: noviembre de 2015 Coordinación general: Gisela Sofía Posada, Asesora de la Rectoría para las Comunicaciones Diseño y diagramación: Luisa Fernanda Bernal Bernal, Imprenta Universidad de Antioquia Impresión y terminación: Imprenta Universidad de Antioquia Impreso y hecho en Colombia / Printed and made in Colombia Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la Universidad de Antioquia Universidad de Antioquia Teléfono: (574) 219 50 24 Correo electrónico: [email protected] Imprenta Universidad de Antioquia Teléfono: (547) 219 53 30. Telefax: (574) 210 50 13 Correo electrónico: [email protected] El contenido de la obra corresponde al derecho de expresión del autor y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad de Antioquia ni desata su responsabilidad frente a terceros. El autor asume la responsabilidad por los derechos de autor y conexos contenidos en la obra, así como por la eventual información sensible publicada en ella.

Cuadernos Carlos Vásquez

Cada ciencia se mira en el espejo de su incertidumbre. Tanto mirando atrás como adelante, las ciencias tropiezan con sus propias preguntas. Estas ponen a temblar las pequeñas certezas. Pues pensar y conocer reivindican para sí su provisionalidad. Lo que menos le conviene al conocimiento es la seguridad. Su estado se parece más a la fragilidad. Todo en él es tropiezo, rodeo, pesimismo. Lo que el conocimiento da es la certeza de la ausencia de soporte. La verdad misma se parece más a la duda. Es un acicate, un estímulo. Un punto parcial. El hombre de conocimiento es por naturaleza humilde. Duda y sabe que duda. Solo sabe que no sabe. Y ni siquiera está seguro de que duda. No sabe que conoce que no conoce. Su actitud es por esta razón irónica. Su ignorancia no es docta. Su no saber no es sólido. No sabe siquiera que no sabe. Pasamos por tiempos en que la duda misma ha dejado de ser metódica. El hombre de conocimiento no tiene una idea clara de sí mismo. El vacío lo envuelve. Él mismo es

esa inquietud encarnada. Por eso está preparado para internarse en un movimiento que no tiene metas, pues el conocimiento es un fin en sí mismo. No se deja instrumentalizar. Un fin en que todo medio es el fin. Un movimiento desinteresado. El pensamiento científico no piensa, no deja que nada lo piense. Pensar es para él no pensar. El conocimiento es un lujo. No responde a un espíritu de cálculo mecánico y tosco. Se despliega, se gasta, se dona. El conocimiento empieza donde la vida calculada termina. Y a la vez, el conocimiento es un lujo para todos. No es un privilegio de unos cuantos. Lo terrible es compartimentarlo. Repartirlo como el pan del hambre. Estamos en los tiempos en que el desinterés tiene que volver a nosotros en la forma de saber. Con él regresa la alegría de vivir, el desprendimiento, la entrega. El conocimiento es un regalo. Basta respirar para estar en él. Toda respiración es su propia conciencia. Conocer y respirar son lo mismo. Como la respiración, el conocimiento se repite, no se agota. No se cansa. A nadie le piden que calcule el beneficio de respirar. Otra vez es su tiempo, esta única vez su verdad. El conocimiento es la certeza inmediata de la inmensidad. Tenemos la historia para entrar por la puerta del recuerdo en lo que no tiene nombre. Lo ya sabido. Lo desconocido siempre. La viveza entrañable de una única vez.

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La filosofía de la ciencia, una promesa del siglo xx Jorge Antonio Mejía Escobar

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Un nombre y una subyugación

L

a denominación filosofía de la ciencia surgió y se hizo corriente en el siglo xx, especialmente con el movimiento denominado «positivismo lógico». Este  movimiento, cuyo centro fue la Universidad de Viena, no solamente se propuso plantear asuntos relativos al conocimiento científico, sino al mismo tiempo generalizar una emancipación de los científicos respecto de la tradición filosófica.1 Muchos científicos habían hecho, simultáneamente con el desarrollo de sus teorías, formulaciones que tenían que ver con la forma como se desarrollaba el conocimiento científico (método) y con las consecuencias que sus conocimientos tenían para la concepción del mundo (filosofía). Así, los científicos que formaban el núcleo del Círculo de Viena (que era otra de las formas de llamar al positivismo lógico) emplearon la palabra Weltauffassung (fassen – coger, auffassen – agarrar, de ahí comprehensión del mundo) para distanciarse de la forma de llamar en la filosofía de la época a la concepción integradora, que 1 Ninguno de ellos es de los así llamados filósofos «puros», sino que todos han trabajado en algún ámbito científico particular. Ellos provienen, más precisamente, de diferentes ramas de la ciencia y originalmente de distintas posiciones filosóficas. Manifiesto. p. 110. Revista Redes. Con el transcurso de los años, sin embargo, apareció una creciente unidad; esto también fue el efecto de la orientación específicamente científica: «lo que se puede decir, se puede decir claramente (Wittgenstein)». Neurath, O; Hahn, H; Carnap, R. La concepción científica del mundo. El Círculo de Viena. Revista Redes. Argentina. Vol. 9 N.° 18. p. 110.

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era Weltanschauung (anschauen – mirar, de ahí visión de mundo). En castellano podemos decir, que quisieron remplazar la expresión filosófica visión del mundo por una menos usual, literalmente aprehensión de mundo. El uso de aprehensión quería significar un alejamiento de la filosofía tradicional, identificada por ellos como metafísica por su distancia de la materialidad de lo real. Así, el manifiesto del movimiento, que escribieron tres miembros relevantes del grupo, se llamó «La aprehensión científica del mundo. El Círculo de Viena». Hay que anotar que la palabra castellana concepción proviene del verbo latino capio, que significa coger, pero la metáfora original que late en la palabra concepción ha ido desapareciendo gradualmente y por eso no resulta hoy claramente asociada con la acción de coger o agarrar. En la situación contextual del momento de publicación del manifiesto, en 1929, era clara la pretensión de introducir un cambio en el manejo del conocimiento, llevándolo de la filosofía a la ciencia (lo cual se expresaba en el cambio de palabras), y buscando que esa aprehensión científica del mundo generara repercusiones culturales perceptibles claramente en la vida social. Los positivistas decían que se trataba de lograr «una reestructuración racional del orden social y económico» (Manifiesto. p. 111). El análisis de los problemas filosóficos en esta perspectiva, debía conducir, de una parte, a descartar algunos de ellos por ser producto de confusiones de lenguaje, por tanto pseudoproblemas, y a transformar otros en problemas empíricos para que pudieran ser resueltos por medio de

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la experiencia. De esa manera se redefinía la tarea de la filosofía porque ahora debía producir esas aclaraciones en vez de producir teorías alternativas a las de la ciencia, que no apuntaran directamente al esclarecimiento de lo dicho o a mostrar cómo se podía traducir en experiencias (p. 112). La filosofía de la ciencia fue así el resultado de un movimiento filosófico alternativo, generado y manejado por científicos. Las pretensiones de estos científicos iban más allá de tener una mera discusión técnica y académica, querían ser un movimiento social soportado en el conocimiento científico, que repercutiera integralmente sobre la cultura de la época y permitiera rediseñar las formas de la vida social. Debía llegar a tener consecuencias éticas y políticas que ellos nombraban con el término eudemonismo, utilizado desde la Antigüedad griega para referirse a la conquista de la felicidad (aunque en su contexto de nacimiento quería decir literalmente «estar bendecido por un buen genio», algo muy metafísico, ahora se traducía a través del concepto de felicidad). Así, el movimiento de Viena tenía muy amplias aspiraciones: esta filosofía de la ciencia apuntaba hacia una utopía social y personal fundamentada en el conocimiento científico. Un problema que surgía como consecuencia de este propósito era cómo fundamentar un conocimiento para que fuera científico y a su vez sirviera de base para construir un nuevo ser humano y una nueva sociedad. Esta pregunta se la planteó Moritz Schlick en un artículo que publicó en el primer número de la revista Erkenntnis

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(1930), una revista ya existente, adquirida y renombrada por el movimiento con ese nombre (en castellano Conocimiento). Ese artículo se titulaba de una manera programática y a la vez publicitaria «El viraje de la filosofía», que también podía traducirse, buscando igualmente llamar la atención, «La revolución de la filosofía» o «El vuelco de la filosofía». Schlick decía en el artículo que «todo conocimiento lo es sólo por virtud de su forma. Es a través de su forma como representa situaciones conocidas». Y más adelante, «Es cognoscible todo lo que pueda hacer parte de expresiones y esta es toda la materia sobre la cual pueden hacerse expresiones con sentido». Y la manera de identificar el sentido tenía que ver con una técnica que había sido planteada tanto por Ludwig Wittgenstein en el Tractatus (1922) como por el físico estadounidense Percy Bridgman en La lógica de la física moderna, un libro aparecido en 1927, y del cual Schlick acababa de publicar en 1929 una reseña crítica. En ese libro afirmaba Bridgman: [...] si recordamos que las operaciones para las cuales un concepto físico es equivalente son operaciones físicas reales, los conceptos sólo pueden ser definidos en el ámbito de un experimento real, y son vagos y carentes de sentido en regiones que aún no hayan sido alcanzadas por ese experimento. Se sigue de aquí que hablando estrictamente no podemos de ninguna manera hacer enunciados sobre regiones que no sean alcanzables [por dicho experimento], y que cuando hagamos dichos enunciados, algo que será inevitable,

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estaremos haciendo extrapolaciones gracias a una convención, de cuya laxitud tenemos que ser plenamente conscientes, y cuya justificación recae sobre un experimento futuro.2

Ese es uno de los muchos apartes del libro que muestran de qué manera en la ciencia física, según la concepción que lideraba Bridgman, que terminó volviéndose una escuela y fue llamada operacionalismo, se trataba de dar contenido a los conceptos por medio de operaciones idénticas tomadas como base de la definición de los conceptos. Según el trabajo de Schlick, la única tarea de la filosofía era aclarar el sentido de las proposiciones de la ciencia y esa era la forma de cimentar o fundar toda la pirámide de los conocimientos científicos que serviría de base para la reconstrucción de la vida cotidiana en una nueva sociedad. Esta actividad, vista desde otra perspectiva, permitiría excluir la orientación antigua de la filosofía, que aquí se nombraba como metafísica, y que durante mucho tiempo había confundido a la filosofía con la ciencia por considerar que ambas producían el mismo tipo de conocimientos y el mismo tipo de enunciados. Al proceder de esa manera y reducir la filosofía a la tarea exclusiva de aclarar los contenidos de los enunciados científicos sobre la base de operaciones comunes, terminó excluyéndosele cualquier otra función y magnificando a la ciencia como dimensión central de la vida. 2 Bridgman, P. The Logic of Modern Physics. New York. The Macmillan Company. 1958. p. 7.

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La concepción operacionalista era la base de una teoría del sentido que prolongaba el empirismo radical, en cuanto reducía todo conocimiento a lo fáctico, y afirmaba la carencia de sentido de los enunciados cuyo fundamento no fueran los hechos. A través de este recorrido hay elementos para afirmar que el conflicto de los científicos con la filosofía se resolvía por la extensión de la mentalidad reduccionista que subyacía a la propuesta de Schlick y del Círculo de Viena. Podía ser claro que la orientación operacionalista rendía dividendos en el ámbito del trabajo de laboratorio, porque permitía superar equívocos derivados del uso del lenguaje ordinario y con ello producía ante todo una estandarización adecuada a los fines de la ciencia física. Pero su adopción generalizada como criterio de sentido hacía desaparecer de la filosofía otros enunciados que eran imprescindibles en el ámbito más amplio de la vida humana. En la propuesta positivista la ciencia subyugaba a la filosofía. El positivismo prometió una filosofía de la ciencia pero solamente concretó un sometimiento de la filosofía a la ciencia para aclarar el sentido de sus proposiciones.

El falsacionismo como contestación a la verificabilidad de las teorías Las discusiones que se realizaban en el seno del movimiento positivista todavía no se habían decantado por una salida suficientemente amplia para servir de unifica-

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dora del movimiento cuando ya uno de los discípulos de Schlick, suficientemente crítico para no deponer sus argumentos ante el prestigio de su maestro, se erguía con una respuesta polémica al pronunciamiento sobre el viraje de la filosofía. Su crítica compartía con los positivistas la valoración de la lógica formal como instrumento privilegiado de construcción del conocimiento científico y se apoyaba en ella para afirmar que había un error lógico al pretender afianzar desde la inducción la verificabilidad de las teorías. Su argumento aseveraba que había una clara asimetría entre verificabilidad y falsabilidad porque la repetición de aciertos en las predicciones era prácticamente insignificante en relación con la universalidad requerida en las leyes de la ciencia y por esa razón no podía afirmarse que constituyera una verificación de una hipótesis, mientras de otra parte un solo contraejemplo bastaba para demoler la universalidad de una ley. Al mismo tiempo cuestionaba que el criterio operacionalista aplicado en la física pudiera extenderse a los enunciados de la filosofía y afirmaba que el sentido de ellos estaba relacionado con la necesidad de resolver problemas humanos que trascendían las posibilidades de una solución simple. No estaban circunscritos a lo que se puede manejar en un laboratorio y no eran galimatías generados por un mal uso del lenguaje, sino perplejidades genuinas que escapaban a una posibilidad de solución que se basara en una técnica simplificadora. No obstante, también compartía con los positivistas la búsqueda de un criterio para separar la ciencia de la no ciencia o los conocimientos legítimos de los pseudoconocimientos.

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Guiado por la existencia de la asimetría lógica aquí descrita, propuso que la característica que permitía identificar a la ciencia no era la verificabilidad, dada la imposibilidad de que ella fuera el resultado de un procedimiento de lógica y le opuso la falsabilidad como criterio de demarcación. La falsabilidad era inicialmente el resultado de una forma de enunciar las teorías, consistía en presentarlas de tal manera que prohibieran ciertas experiencias. Mientras más experiencias prohibieran más «contenido empírico» tendrían las teorías porque resultaban más inexorablemente ligadas a la posibilidad de que en el conjunto de los hechos se presentara un contraejemplo. Una consecuencia de la exaltación de la falsabilidad como criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia fue la vituperación de las teorías escurridizas o proteicas cuya formulación les permitía evadir el choque con múltiples contraejemplos. Visto el asunto de esa manera, la falsabilidad tenía connotaciones de ética de la ciencia porque dependía de una actitud del científico, que exigía a sus teorías desafiar con nitidez la posibilidad de ser desmentidas por la experiencia. Por esa razón Popper utilizó posteriormente el adjetivo atrevidas (bold) para referirse a las teorías científicas. También utilizó repetidamente la metáfora de que las teorías no podían ser tratadas por sus autores como mascotas, sino con severidad y exigencia. Ante estas críticas los positivistas lógicos dieron muestras de tener un comportamiento ético, no por haber depuesto su formulación sobre la verificabilidad como característica distintiva de las teorías científicas,

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sino por haber publicado en la colección que habían fundado para dar vía a sus ideas el libro en que Popper criticaba tan enérgicamente su propuesta. Así apareció en 1934 La lógica de la investigación como parte de la serie Escritos para la concepción científica del mundo. Había más detalles que es necesario destacar, Popper no se limitaba a afirmar que había asimetría entre verificabilidad y falsabilidad, sino que aseveraba que la inducción ni siquiera existe como proceso cognitivo, sino que es la interpretación errónea de un proceso de contrastación de expectativas cuya médula es la selección pero se manifiesta como si la experiencia hubiera permitido al mundo escribir en la mente del sujeto. Esta posibilidad era denominada por él «instruccionismo». Esta era una crítica psicológica a las teorías de la tradición empirista y era un producto de su formación como maestro, que lo había llevado a estudiar críticamente las teorías explicativas de los procesos de aprendizaje de los seres humanos. Frente a las teorías asociacionistas del empirismo, que asumían que el sujeto era pasivo ante el mundo como un tablero limpio (tabula rasa) en el cual el mundo escribe a través de la experiencia asociando ideas simples, Popper estaba convencido de que el sujeto aprendía activamente porque siempre se anticipaba a cualquier experiencia posible con expectativas que eran el resultado de procesos endógenos y que resultaban contrastadas por medio de las experiencias efectivas. En vez de un tablero en blanco el sujeto era un apostador que jugaba en cada experiencia y luego sacaba conclusiones que lamentablemente apa-

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recían como si él hubiera estado solamente reflejando, como un espejo, lo que pasaba por sus sentidos. De otra parte, la teoría de la demarcación era curiosa, la ciencia estaba formada por teorías atrevidas y honestas cuyo éxito no era tan importante. Así, en esta versión de la cientificidad, su relación era más con la ética que con la producción de una relación de adaptación entre el sujeto y el mundo: era científica una teoría muy honesta aunque produjera pocas ganancias en la capacidad de relacionarse con el mundo. En cuanto a la forma de llevar a cabo una falsación, inicialmente parece bastante simple, pero en realidad no lo es. Una falsación es el resultado de un proceso sofisticado y no se logra simplemente presenciando un contraejemplo. De por medio estaba la afirmación de que la ciencia se realiza por medio de enunciados y no es posible mezclar percepciones con enunciados porque si ello se produce hay una deformación del proceso lógico que Popper califica como «psicologismo»: las percepciones de un individuo no pueden pasar al circuito lógico de la ciencia sin una mediación, esa era una parte de la discusión que se había iniciado en el seno del Círculo de Viena sobre los «protocolos de observación» o «enunciados básicos» que tenían la función de conectar el razonamiento lógico con los hechos del mundo que servirían de «átomos» en la composición del discurso científico. Además Popper proponía que el procedimiento de la falsación era deductivo y entonces hay que explicar cómo se puede relacionar la deducción, que es un proceso analítico, con la singularidad de los hechos. Una

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gran parte de los problemas de comprensión del proceso de falsación se debió al ejemplo que Popper utilizó para difundir su propuesta falsacionista. El ejemplo era la afirmación universal Todos los cisnes son blancos, asumida como ejemplo de teoría de extensión universal, que resultaba enfrentada al hecho aquí hay un cisne negro. Con ese ejemplo muchos supusieron que era posible contrastar directamente enunciados universales con percepciones de un individuo y entonces se tendría una falsación. Pero las teorías científicas universales son más complejas que el ejemplo esquemático y la contrastación no es directamente con las percepciones sino con enunciados singulares falsadores. Popper había explicado finamente el procedimiento en La lógica de la investigación científica, pero el ejemplo era el que había adquirido el protagonismo para difundir su teoría y generaba muchas simplificaciones antitécnicas. La manera de aplicar el modus tollens de la lógica formal (quitar quitando), base de una falsación, exigía poner en conjunción las suposiciones universales que conformaban la teoría científica con condiciones iniciales (que le añadían un componente espaciotemporal) y formular la predicción de un hecho, esa predicción se debía comparar con enunciados descriptivos de observaciones realizadas para ver si la predicción había tenido un resultado positivo o negativo. Pero esos enunciados, que tenían que ver con experiencias de individuos concretos, solo entraban al procedimiento de falsación cuando eran corroborados intersubjetivamente por una comunidad de pares observadores, y la fuerza de ellos provenía del consenso de la colectividad de ob-

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servadores y no de la certeza subjetiva de cada observador, que sin la sanción colectiva no podía entrar en el proceso. El fundamento de una falsación estaba en la manera como los enunciados particulares se producían gracias a una mediación social y no en la certeza íntima de cada sujeto sobre sus sensaciones y percepciones, así se superaba el psicologismo. Esta explicación también era parte del libro de Popper, pero parecía haber sido omitida en la lectura por muchos de sus colegas que años después de la aparición del libro seguían criticando su teoría como idealista. El procedimiento tenía un núcleo lógico, pero era irrealizable sin mediación sociológica, dependía de la comunidad científica porque para convertir sensaciones y percepciones en enunciados era imprescindible una comunidad de intérpretes coincidentes que les diera a las observaciones el estatus de enunciados básicos o enunciados protocolares. Este procedimiento que Popper había propuesto no hacía desaparecer definitivamente dos difíciles problemas, el primero de ellos conocido como «la carga de teoría» de todo enunciado de observación o de toda descripción de experiencias individuales. Consiste en que no hay un lenguaje neutro o un lenguaje depurado que no contenga prejuicios o presuposiciones, por eso los enunciados básicos o protocolares siempre contendrían prejuicios y su depuración nunca agotaba esa necesidad. La solución popperiana de acudir a la refrendación social era buena pero no definitiva, porque una comunidad científica comparte muchos rasgos culturales que «cargan sus observaciones» de presupues-

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tos ya no individuales sino colectivos. De aquí surgía el segundo problema, la falta de seguridad en las falsaciones porque en cualquier momento podría ser necesario revisar las descripciones y dar marcha atrás en las decisiones aceptadas, la ciencia resultaba inconstante, «móvil cual pluma al viento». Y ¿qué es para el falsacionismo la filosofía de la ciencia? Una lógica del descubrimiento, que va más allá de la lógica formal y de la aplicación del modus tollens para producir falsaciones. Esa lógica del descubrimiento permitió mostrar a) de qué manera la ciencia depende de una actitud ética hacia las teorías propias (en vez de protegerlas de la experiencia las enfrenta a ella para ver si la soportan) y también b) que los consensos, y no la realidad misma, son los que permiten introducir los hechos en el circuito de la ciencia bajo la forma de enunciados particulares, esto se logra gracias a la mediación intersubjetiva, que es una forma de conversación. El excedente que hay entre la lógica del descubrimiento y la lógica formal es el resultado de una reflexión incondicionada, no de la aplicación mecánica de un algoritmo, nos muestra el valor agregado que ha producido la actividad filosófica convertida en filosofía de la ciencia.

El cuestionamiento a la historiografía acumulativa de la actividad científica Al comienzo de los años 60 los positivistas dieron un nuevo ejemplo de una ética del conocimiento que no

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rehuía la crítica. En su edad de posguerra, con su centro de operaciones ya en los Estados Unidos, publicaron como fascículo de la Enciclopedia Internacional de la Ciencia Unificada (llamada también genéricamente Enciclopedia de Chicago), su nuevo proyecto editorial insignia, la monografía de Thomas Samuel Kuhn La estructura de las revoluciones científicas. En esa monografía, Kuhn, un físico que se había dedicado a la historia de la ciencia, criticaba la imagen continuista de la actividad científica para la cual la ciencia era en cada momento del tiempo la superación racional de antiguas limitaciones y una muestra por excelencia de crecimiento cognoscitivo a través de las épocas. En vez de esa imagen triunfal y ascendente de la ciencia Kuhn leía cada momento histórico como una Gestalt diferente cuyo sentido se construía por la interacción ecológica con todos los conocimientos y creencias disponibles. Así lo que en el momento actual era para la física alguna teoría «incompleta», «superada» y hasta «irracional», Kuhn proponía leerlo como un producto armonioso de cada época, que había resultado de las relaciones de equilibrio establecidas entre la totalidad de productos de la vida espiritual y material de las comunidades culturales. La racionalidad de la teoría de la ciencia, según el positivismo y el falsacionismo, era el producto de la acumulación de argumentos y experiencias desarrollados en una discusión interna, Kuhn la interpretó como resultado de una armonización con el resto de las ideas y prácticas de cada época y por tanto abierta a las interacciones externas y a los accidentes inesperados que termina-

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ban dejando huellas muy fuertes. Para los primeros era un hilo bien separado de los demás y prácticamente «autista» y para Kuhn una parte coherente del paisaje, esa concepción de los objetos conocidos era la que impulsaban los partidarios de la psicología de la forma o gestaltistas: el sentido de la parte depende del fondo sobre el cual aparece. Kuhn había llegado gradualmente a esas ideas a partir de la extrañeza que le produjo la lectura de textos clásicos de la historia de la ciencia que no le habían permitido reconocer la versión simplificada que los manuales de enseñanza universitaria le habían transmitido de la historia cognoscitiva de su disciplina. Y le habían parecido muy convincentes las interpretaciones ecológicas de los conocimientos, basadas en armonías sincrónicas de la cultura, que había hallado en las reconstrucciones de casos históricos hechas por Alexandre Koyré y Ludwik Fleck, entre otros. Kuhn amplió su reflexión con elementos que provenían de su propia biografía y trató de explicarse cómo había llegado a pensar a la manera de los físicos. Encontró que la formación en una disciplina es la producción en el individuo de una visión del mundo característica de la comunidad académica en la cual ha recibido admisión. En vez de ser el resultado espontáneo de las interacciones del individuo con el mundo es un proceso de adquisición de un estilo que tiene una forma propia de reproducirse relativa a unas teorías y unas prácticas que han sido calibradas en el tiempo, toda una cadena de montaje. Los manuales de enseñanza, las publicaciones seriadas, la repetición de ejercicios prácti-

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cos, en el campo o el laboratorio, acompañados de las interpretaciones respectivas, conducen paulatinamente al individuo en formación a la posibilidad de compartir no solo las grandes teorías sino las sensaciones y percepciones más sencillas que terminan siendo el resultado de una homogeneización. Para Kuhn no era solamente el descubrimiento de algo que tuviera que ver con él como persona, sino que al compararlo con lo que observaba en otras disciplinas fue también la explicación de la gran productividad de la física como ciencia: la actividad estaba organizada muy claramente con base en las rutinas de formación y trabajo. Y esas rutinas estaban modeladas de muchas maneras que se podían describir con un término común: paradigma. Tal palabra no era usual en el ámbito de estudio de las teorías científicas y fue él quien le dio la generalidad de la que goza hoy, 53 años después de la aparición de su libro. En la actualidad hace parte de casi todos los vocabularios sobre teoría de la ciencia y desde ahí se ha expandido a entornos tan diversos como las artes, la técnica y hasta las ventas. Su irrupción espectacular en el mundo de la ciencia no deja de sorprender porque la palabra significa según el diccionario de Liddell Scott «un patrón o modelo de la cosa que será llevada a cabo. Su traducción al latín es exemplar»3. Kuhn probablemente la había encontrado en el ámbito del aprendizaje de las lenguas que sigue plantillas de declinación y con-

3 Liddell, Scott. An Intermediate Greek - English Lexicon. Oxford. 1980. p. 595.

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jugación. «La palabra es de la 1.ª declinación, se transforma como (su paradigma es) rosa, rosae. Satisfacer se conjuga como (su paradigma es) hacer etc.» No parecía que esa palabra hubiera sido tomada en préstamo de uno de los autores que lo habían inspirado, en Génesis y desarrollo de un hecho científico, de Fleck, aparece una sola vez. Así que desde un punto de vista lexicográfico tal estampida no dejaba de ser sorprendente y el encanto que produjo probablemente está vinculado con la novedad en el habla corriente. La palabra era la más usada en el libro, claro está, independientemente de las palabras funcionales que siempre están por encima de las llamadas «llenas». Le seguían en frecuencia «ciencia», «teoría», «científicos» y «problemas». En la medida en que la publicación se volvió un best seller y aparecieron nuevas ediciones, también comenzaron a hacerse reseñas críticas. En un trabajo que se presentó en un congreso sobre las teorías de Kuhn y de Popper, Margaret Masterman estudió el contenido del término en el libro de Kuhn y afirmó que tenía al menos 22 sentidos diferentes y por eso generaba tantos equívocos. Como respuesta, para la edición de 1969, Kuhn escribió una posdata que revisaba los sentidos y realizó una agrupación y una poda para tratar de darle a su planteamiento mayor precisión. Este trabajo posterior lo llevó a diferenciar entre un uso amplio que definió como «[...] la completa constelación de creencias, valores, técnicas, etc., compartidos por los miembros de una comunidad dada» y un uso más restringido de

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[...] una especie de elemento en tal constelación, las soluciones concretas de rompecabezas que, empleadas como ejemplos, pueden reemplazar a reglas explícitas como base para la solución de los rompecabezas restantes de la ciencia normal [...] El segundo es el más profundo de los dos.4

A ese primer sentido amplio propuso renombrarlo como matriz disciplinal y considerar que abarca a) generalizaciones simbólicas (en general, fórmulas abstractas); b) componentes metafísicos (creencias que incluyen variedades heurísticas); c) valores compartidos (cuya jerarquía puede variar); d) ejemplares (en los cuales la aplicación operativa del lenguaje trasciende de lejos la mera enunciación de reglas) que permiten solucionar repetidamente problemas porque orientan hasta las sensaciones y percepciones. Este último componente lo considera el significado por excelencia y el que logra dar cohesión al grupo humano llamado «comunidad científica»5. La característica clave es la manera como transforma al sujeto en su capacidad de percepción y acción a diferencia de la transformación del discurso que se queda en la superficie porque por sí sola no logra el mismo grado de cohesión del grupo. Cuando este cambio con repercusiones perceptivas y operativas se produce, hay mucho más claramente un mundo común a la mano para los miembros de esta comunidad y tam-

4 Kuhn, T. S. La estructura de las revoluciones científicas. FCE. México 1975. p. 269. 5 Op. cit. p. 286-287.

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bién una separación de otros grupos que perceptiva y operativamente no «viven» ni actúan en el mismo mundo. Esta barrera se nombra como inconmensurabilidad (imposibilidad de una métrica compartida) y genera de entrada dificultades de comunicación que rehúyen a la posibilidad de una traducción completa entre uno y otro lenguaje. En medio de este análisis, Kuhn continuó compartiendo el juicio del Círculo de Viena de que la física era el modelo de cientificidad y todas las disciplinas debían copiarlo, pero añadió un elemento causal: porque en ella había unificación alrededor de un paradigma, esa unificación hacía de la física una «ciencia madura». Este era un elemento novedoso, porque concebido de esa manera el fisicalismo se justificaba por la cohesión social que generaba en su comunidad el uso de ejemplos compartidos. La vida de la ciencia se daba en medio de la alternancia de dos ciclos muy diferentes. Uno de dominación de un paradigma, que se nombró como «ciencia normal», caracterizado por sus períodos largos de exploración rutinaria empleando un modelo o paradigma, y otro de transición, usualmente de períodos más cortos, en los cuales el protagonismo lo asumen las dificultades de explicación de los datos por parte del paradigma, que se llamó «ciencia revolucionaria». El trabajo reflexivo presente en La estructura es muy fácil de detectar; para muchos se trata de un análisis sociológico pues está claro en el libro que la estructura que genera cohesión de esta comunidad es la que le da

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a su producto (la ciencia) la posibilidad de ser reconocido ampliamente como conocimiento disponible. Este análisis es a la vez análisis histórico, pues la constitución de esa sociedad se produce en un devenir. De todas maneras no está determinado por la aplicación de un algoritmo o de un metamétodo riguroso y estandarizado. En esa indefinición, y en su relación con la conversación filosófica previa de la cual se nutrió, es a la vez un producto que se puede inscribir en la filosofía de la ciencia.

La metodología de los programas de investigación científica Los partidarios de la lógica, que originaron el movimiento de la filosofía de la ciencia, trazaron un camino que generó sus propios obstáculos y su agotamiento. Una situación que coincide con las interpretaciones usadas en la filosofía hegeliana: una situación termina produciendo su propio contrario. Explorar las perspectivas de la lógica formal para reducir el razonamiento de la ciencia permitió conocer mejor cuáles eran sus alcances efectivos más allá de las esperanzas que se habían desatado en un comienzo. Así se produjo un cambio importante y surgió una propuesta significativa que tenía que ver con que la ciencia es sinónimo de lo sabido pero en la medida en que sabemos algo queremos saber más: una expansión del horizonte es simultáneamente una expansión de lo desconocido y ello sirve de acicate a la curiosidad o al

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deseo de saber, que mencionaba Aristóteles al comienzo de su Metafísica. Una excursión a los orígenes de la palabra nos lleva a darnos cuenta de que scientia significaba «las cosas sabidas» pero no las que queremos saber y por eso en su sentido literal la ciencia no mueve, no lleva en ninguna dirección. Un poco antes se había dicho de manera semejante que no bastaba saber sino que era importante que lo sabido tuviera algún interés para el ser humano. Por eso la ciencia no podía ser una lista infinita de trivialidades de cuya verdad no albergáramos ninguna duda. En este caso, entonces, se trató de recuperar la función del conocimiento como motor, es decir, como algo-que-mueve a la humanidad en alguna dirección, y para ello surgió la idea de los programas de investigación científica. ¿Qué diferencia podía haber entre ciencia y programa de investigación como formas de nombrar actividades humanas? Ya hemos dicho que la denominación ciencia tiende a describir una acción culminada, mientras que pro-grama, gracias a la partícula pro, nos habla de un desplazamiento hacia adelante: pro-yecto (tiro adelante), pro-pongo (pongo adelante), pro-gnato (la mandíbula por delante en el rostro), pro-duzco (llevo hacia adelante). Hablar de programa implica mirar hacia adelante y establecer una relación entre el futuro posible y el presente efectivo, ciertamente algo que no podemos calificar de realidad sino más como ensoñación. El deseo y la ensoñación no se pueden igualar a lo que sabemos efectivamente en un momento deter-

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minado, pero tienen que ver con la vida de individuos y sociedades por la dinámica que permiten establecer, son una fuerza que impulsa a saber más de lo que ya sabemos, la metodología de los programas de investigación científica permite conciliar lo que sabemos con lo que queremos saber, pero a su vez maneja la situación de modo que no se confunda lo uno con lo otro. La metodología no es la ciencia pero cuenta antropológicamente en cuanto dinamiza el conocimiento al vincular a la ciencia con su porvenir. La metodología de los programas de investigación científica es una rutina para generar una dinámica de crecimiento, conservar lo sabido y depurar el proceso de tránsito de lo deseado a lo sabido. Gran parte de las patologías de la teoría del conocimiento ha provenido de la confusión entre ambos polos de esta relación y por tratar los deseos como si fueran conocimientos ya adquiridos. El manifiesto del Círculo proyectaba a la física como modelo de la actividad cognoscitiva, recortando a su vez enormemente el conocimiento humano. El fisicalismo tuvo consecuencias depresivas sobre otros ámbitos cognoscitivos de gran interés. Este efecto del rigor como depresor de la riqueza del conocimiento humano había sido detectado desde hacía mucho tiempo por la humanidad, pero esa reflexión había caído en el olvido. Decía Maupertuis en 1742: [...] en la medida en que los objetos nos resultan más interesantes, son más difíciles e inciertos los conocimientos que podemos adquirir. Estaríamos expuestos a muchos errores, algunos muy peligrosos, si no

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guardamos la mayor circunspección [...] Abstengámonos de creer que empleando el mismo método o las mismas palabras que en las ciencias matemáticas se alcanza la misma certeza.6

No hay duda de que la física era a comienzos del siglo xx un modelo de cómo podía construirse una enciclopedia confiable, pero ello no podía llevar a suprimir los sectores del conocimiento que no pudieran ser modelados completamente tomando a la ciencia física como patrón. La física era un modelo imitable, pero no podía definir el universo del conocimiento. La Metodología de los programas de investigación científica de Imre Lakatos era un proyecto encomiable porque permitía evitar el efecto depresor del rigor de la lógica sobre el conjunto del conocimiento científico, trataré de introducir muy brevemente en qué consistía con palabras del mismo Lakatos: «El programa consiste en reglas metodológicas: unas nos dicen qué senderos de investigación hemos de evitar (heurística negativa), y otras nos dicen qué senderos hemos de seguir (heurística positiva). Incluso la ciencia como un todo puede considerarse un inmenso programa de investigación con la suprema regla heurística de Popper: «inventar conjeturas que tengan más contenido empírico que las precedentes». Tales

6 Pierre Louis Moreau de Maupertuis. De los deberes del académico. Discurso en la Academia Real de Ciencias y Bellas Letras. París. 1742. Publicado en Oeuvres de Maupertuis. Tome troisième a Lyon Chez Jean Marie Bruyset. 1768.

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reglas metodológicas pueden formularse, como señaló Popper, como principios metafísicos. [...] (a) Heurística negativa: el «núcleo del programa». Todos los programas de investigación científica se pueden caracterizar por su «núcleo». La heurística negativa del programa nos prohíbe dirigir el modus tollens a este núcleo. En lugar de ello, debemos emplear nuestro ingenio en articular o incluso inventar «hipótesis auxiliares» que formen un cinturón protector en torno a este núcleo, y es a éstas a quienes debemos dirigir el modus tollens. Es este cinturón protector de hipótesis auxiliares quien tiene que resistir el peso de las contrastaciones e irse ajustando y reajustando, o incluso ser sustituido por completo para definir el núcleo que de ese modo se hace más sólido. Un programa de investigación tiene éxito si todo esto lleva a un cambio de problemas progresivo; no tiene éxito si lleva a un cambio de problemas degenerativo. [...] hemos de exigir entonces que cada paso de un programas de investigación aumente consistentemente el contenido; que cada paso constituya un cambio teórico de problemas regularmente progresivo. Todo lo que necesitamos además de esto es que al menos de vez en cuando el aumento se vea retrospectivamente corroborado, es decir, que el programa como un todo muestre también un cambio empírico intermitentemente progresivo. No exigimos que cada paso produzca inmediatamente un nuevo hecho observado [...] (b) Heurística positiva: la construcción de un «cinturón de protección» y la autonomía relativa de la ciencia teórica. [...] la heurística positiva consiste en un conjunto parcialmente articulado de sugerencias o indicaciones

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sobre cómo cambiar, desarrollar las «variantes refutables» del programa de investigación, cómo modificar, sofisticar, el cinturón «refutable» de protección. La heurística positiva del programa salva al científico de llegar a estar confundido por un mar de anomalías. La heurística positiva expone un programa en el que hay una cadena de modelos cada vez más complicados que simulan la realidad: la atención del científico se concentra en construir sus modelos siguiendo las instrucciones expuestas en la parte positiva de su programa. [...] en ocasiones ocurre que cuando un programa de investigación entra en una fase degenerativa, una pequeña revolución o un cambio creador en su heurística positiva puede empujarlo otra vez hacia adelante. Nuestras consideraciones muestran que la heurística positiva avanza haciendo casi por completo caso omiso de las «refutaciones»: parece que más que las refutaciones son las verificaciones quienes proporcionan los puntos de contacto con la realidad [...] son las «verificaciones» las que mantienen el programa en marcha, a pesar de los ejemplos recalcitrantes. [...] La idea de programas de investigación científica en competencia nos lleva al siguiente problema: ¿Cómo son eliminados los programas de investigación? [...] Nuestra respuesta es, en líneas generales, que tal razón objetiva la proporciona un programa de investigación rival que explique el éxito previo de su oponente y lo supere haciendo patente un mayor poder heurístico. [...] El folklore científico está impregnado [...] de teorías de la racionalidad instantánea. La historia que he descrito aparece adulterada en la mayoría de los relatos y reconstruida en términos de alguna teoría errónea de la racionalidad.

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[...] la racionalidad trabaja mucho más lentamente de lo que la gente tiende a creer [...] la continuidad en la ciencia, la tenacidad de algunas teorías, la racionalidad de una cierta dosis de dogmatismo, sólo pueden explicarse si entendemos la ciencia como campo de batalla de programas de investigación más que de teorías aisladas.7

Algunos comentarios para detallar y aplicar las palabras de Lakatos. Los programas de investigación no se circunscriben a lo ya sabido, sino que se proponen acrecentarlo. Esto se logra por la interacción de dos partes constitutivas, la primera postula que ciertos hechos no pueden darse y la segunda se adelanta a lo ya sabido anticipando experiencias posibles, o anticipando hechos inesperados a la luz de lo que se sabía previamente. En el balance de las dos partes la segunda prevalece sobre la primera, porque si los hechos prohibidos llegasen a aparecer, todavía es posible hacer como si no se hubieran dado, haciendo recaer su costo letal sobre hipótesis auxiliares que serán descartadas, de modo que no se afecte el núcleo central de suposiciones que constituye una teoría científica. Ese conjunto de hipótesis auxiliares se denomina «cinturón protector» del corazón o núcleo de la teoría. Esta doble naturaleza de los programas, pues su composición involucra dos partes tan diferentes, les permite una pervivencia en el tiempo si se compara con la propuesta del falsacionismo, que 7 Lakatos, I. La falsación y la metodología de los programas de investigación científica. En Lakatos, I; Musgrave, A. La crítica y el desarrollo del conocimiento. Grijalbo. México. 1975. pp. 244 y ss.

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conducía hacia una historia de la ciencia como secuencia veloz de teorías efímeras. Pero la duración de los programas no depende de que las suposiciones en que se basan hayan sido validadas como conocimientos (y hagan parte de la ciencia) sino de que las comunidades de conocedores, o comunidades científicas, les den crédito pese a sus dificultades. Esto es muy importante: en la metodología de los programas de investigación científica se puede observar de qué manera la confianza es un componente imprescindible en el proceso de conocer, pese a que es siempre un riesgo porque no se apoya en certezas y constataciones sino en decisiones que no están completamente justificadas. Esta actitud resulta ser una extrapolación de la experiencia interpersonal, es de índole antropológica, no epistemológica. La teoría de la ciencia basada en constataciones y apoyada en el rigor de la lógica buscaba afianzar la seguridad en el ámbito del conocimiento, pero la abundancia de seguridad conduce el conocimiento hacia la esterilidad y el estancamiento. Su revitalización proviene en este caso de una introducción del riesgo controlado, pero riesgo al fin y al cabo, y un riesgo que se asemeja al de las relaciones interpersonales. Un segundo comentario tiene que ver con el valor heurístico de las hipótesis o conjeturas: la dirección de los programas está dada por ellas y no pueden quedarse siempre como posibilidades incumplidas, deben retroalimentarse con algunos éxitos que producen un ritmo entre anticipaciones y éxitos. Pero el ritmo no se mide con una métrica rigurosa, ni con una lógica formal,

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sino con un juicio prudente sobre la posibilidad de refrendar la confianza. Mientras en la propuesta positivista la refrendación dependía de la inducción y en la falsacionista dependía de la aplicación del modus tollens, lo cual permitía una racionalidad inmediata (porque el juicio es instantáneo), en la metodología de los programas se requiere un tiempo largo, a veces muy largo, que a pesar de la demora no se resuelve definitivamente sino que permite reformulaciones y retrocesos, no es un algoritmo irreversible sino un tanteo imperfecto y desdecible. ¿Cómo suele definirse una situación de transición? ¿Por argumentos negativos? No, por la aparición de un competidor más acreditado. En el falsacionismo se afirmaba que ante la aparición de un contraejemplo corroborado se debía eliminar la teoría, aquí se propone que se requiere que haya un competidor acreditado que muestre que hace al menos lo mismo del anterior y además cumple predicciones adicionales de su heurística positiva. El análisis perspicaz que se cristalizó finalmente en La metodología de los programas de investigación científica podría describirse bien como una teoría de la administración de empresas de conocimiento; es un resultado reflexivo directamente vinculado con la filosofía de la ciencia y no el resultado mecánico de un procedimiento estereotipado. Incluso es discutible adscribirlo completamente a la creatividad de Lakatos, porque a través de sus párrafos se capta que procede de una reflexión comprensiva sobre La lógica del descubrimiento de Popper, quien presentó en algunos capítulos de su autobiografía articulaciones parecidas bajo

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el nombre de «Programas metafísicos de investigación» pero no llegó a considerarlo una metodología. Así pues, se nutre de una reflexión amplia y continúa el diálogo que hemos llamado filosofía de la ciencia.

Una historia alternativa: un divorcio razonable En un escrito de 1965 el filósofo de la ciencia suizo Jean Piaget afirmaba que la filosofía era la coordinación de conocimientos y valores que permitía una toma de posición razonada frente a la totalidad de lo real.8 Esta definición evitaba el recorte positivista de la filosofía que la había sometido al único fin de esclarecer los enunciados de la ciencia. Las afirmaciones de Schlick y su generalización en las tesis del movimiento positivista habían reeditado en el siglo xx el sometimiento de la filosofía a una disciplina pretendidamente superior: en este caso la ciencia se abrogaba el papel de guía que en otro período de la historia se había autoatribuido la teología. La teología medieval judeocristiana se había considerado la guía de la humanidad con base en su función supracognoscitiva y expresaba armonía con la cultura centrada en la trascendencia propia de la sociedad globalizada en la cual cumplió su función de liderazgo. Con el viraje positivista se afirmaba que el liderazgo le 8 Piaget, Jean. Ciencias y filosofía. En: Sabiduría e ilusiones de la filosofía. PUF. París. 1965.

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correspondía ahora a la ciencia como expresión de un conocimiento inmanente del cosmos y correspondiente a una sociedad laica. Pero detrás de este proyecto había también la pretensión de que se reconociera un estatus social sobresaliente a los científicos. El primer elemento que resalta en la definición de Piaget es «toma de posición» y tiene que ver con estar más allá de una fundamentación que derive de la experiencia. Esa fundamentación en la experiencia funciona claramente en la metodología de las ciencias, pero en el caso de la filosofía implica reconocer con claridad que la filosofía de las ciencias no es una ciencia y menos una superciencia. Se la denomina toma de posición porque expresa una decisión y su fundamento es más la voluntad que el intelecto. El déficit fundador del conocimiento no lo desvaloriza, se produce por imposibilidad de que este sea autosuficiente y se suple con decisiones. Es resultado de un proceso histórico de autocomprensión de la humanidad y la generalización de una sabiduría expresada otras veces desde la Antigüedad pero no muy ampliamente reconocida. Tiene que ver con la subjetividad, y la refleja, pero en cuanto es razonada busca moderar la arbitrariedad modulando con argumentos las preferencias. No lleva necesariamente al subjetivismo porque no exalta al yo como fuente del criterio (no se refugia en una máxima como «es así porque yo lo decidí») sino que las preferencias tienden a ser colectivas o compartidas con un grupo y por tanto consensuadas o casi consensuadas. La argumentación expresa la búsqueda de conven-

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cer y en ese sentido se recarga sobre la búsqueda de cohesión social como sucede en la «propaganda», que busca la ampliación de una comunidad. En ese sentido es cohesionante pero no toma la cohesión como una finalidad a toda costa, también podría ser la forma de expresión de una minoría y por eso la propaganda no aspira a una unificación forzada, como en el autoritarismo, sino que concibe pluralmente el comportamiento en la sociedad. No es dogmática porque no pretende tampoco afianzarse en el conocimiento como fuente de una autoridad. El otro elemento de la definición es la «totalidad de lo real» que no puede nunca corresponder a un conocimiento efectivo sino a una proyección. En cuanto tal implica especulación o un pensamiento que trasciende los alcances de lo ya sabido, su soporte es lo posible a la luz de lo conocido. En vez de recortar pretende ampliar sin apresurarse a asumir la expansión como verdad, es un mapa en el que figuran algunas ilusiones. Así también es parcialmente una realización a la cual subyace una concepción del hombre. La original filosofía de la ciencia del positivismo lógico era «polémica» y militante porque en la concepción de sus fundadores el dogmatismo de los filósofos se combatía con el dogmatismo de los científicos. Estas tendencias no se han extinguido. Que el positivismo hubiera tenido un manifiesto expresa este combate. Su dogmatismo trató de afianzarse por medio del operacionalismo y de la noción de sentido lingüístico en el conocimiento fundado en la experiencia.

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En la propuesta de Piaget se remplaza por la función de crear coordinaciones, que no son compulsivas (no generan obligación como las demostraciones lógicas) y se basan en armonías que no todos perciben y no todos comparten. Son asunciones más gratuitas que obligatorias, son formas de apreciación construidas con un fundamento ecológico, o relativo a una Gestalt o totalidad, que incluye componentes que no son autoevidentes. Expresa una ontología (realidad como posibilidad) enmarcada en una cultura y por tanto impregnada de creencias, esperanzas y futuribles (en el vocabulario de la discusión a todo esto se le llamó «teorías»). Aunque para muchos la ontología debe tener un contenido unívoco y ello coincide con que aparece casi espontáneamente como resultado del uso de una lengua, en una concepción crítica su univocidad tiende a desaparecer en cuanto adquirimos la capacidad de emplear otra lengua y llegamos a captar que puede haber múltiples matrices de significación y en consecuencia múltiples versiones de la totalidad. De esa manera captamos también la pluralidad de contenidos tácitos de las palabras mundo y realidad. El título de este aparte menciona un divorcio porque Piaget tuvo como proyecto intelectual estudiar el desarrollo del conocimiento de una manera científica y puso los medios para ello, pero separando a la filosofía de la ciencia y evitando que se confundieran sus formas de trabajo. Ello contrasta con lo que se planteó en la escuela de Viena, someter la filosofía a una función de esclarecimiento de los enunciados de la ciencia. La ciencia, incluso la totalidad de la ciencia, que también requiere la existencia

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de coordinaciones para llenar los vacíos, no agota la totalidad de la vida humana porque la dimensión valorativa no tiene fundamentos que estén anclados estructuralmente a los hechos, se generan en accidentes que son retenidos por su significado. La nueva coordinación, la de los conocimientos y los valores es función de la filosofía y permite darle contenido y margen de desarrollo a lo humano.

A manera de conclusión El nombre filosofía de la ciencia comenzó a usarse con ocasión de una promesa del movimiento positivista que resultó incumplida. Pese a ello se originó una conversación sobre filosofía y ciencia en la cual está en juego la pregunta por la identidad de cada una y por las relaciones entre ambas. La filosofía de la ciencia ha terminado siendo esa conversación, su resultado no es uno solo, y tampoco es un esclarecimiento completo sobre identidades y relaciones. Pese a ello, que para muchos puede ser decepcionante, en medio de la conversación ha crecido ampliamente la comprensión de ambas actividades y la capacidad de tomar decisiones sobre los asuntos que las involucran: el conocimiento y lo humano.

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Jorge Antonio Mejía Escobar Licenciado en Filosofía y Letras de la Universidad Javeriana de Bogotá. Se doctoró en Filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma con una tesis sobre la historia interna de la filosofía de la ciencia de Karl Popper. Es profesor de la Universidad de Antioquia desde 1976 y se dedica a la Filosofía de la ciencia, la Historia de la ciencia y la Lingüística computacional aplicada a la interpretación de textos. Es coautor del programa computacional Cratilo® para la elaboración de concordancias de textos.

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Teléfono: (574) 219 53 30. Telefax: (574) 219 50 13 Correo electrónico: [email protected] Impreso en noviembre de 2015

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