La filosofía de Antonio Rodríguez Huéscar (a los 25 años de su muerte)

July 24, 2017 | Autor: Fernando García-Cano | Categoría: Spanish philosophy
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Descripción

LA FILOSOFÍA DE ANTONIO RODRÍGUEZ HUÉSCAR (a los 25 años de su muerte)
Fernando García-Cano Lizcano
Introducción.
La figura del filósofo manchego Antonio Rodríguez Huéscar (Fuenllana 1912-Madrid 1990) destaca como uno de los más importantes discípulos de Ortega y Gasset, junto a Manuel García Morente, Xabier Zubiri, José Gaos, María Zambrano, Manuel Granell y Julián Marías entre otros. A raíz de la muerte del filósofo, acaecida de manera repentina en abril de 1990, se celebraron en la Facultad de Letras de Ciudad Real tres conferencias sobre su pensamiento a cargo de Julián Marías, Manuel Granell y Javier Muguerza, que son, en buena medida, el inicio de un reconocimiento de su trayectoria que no ha hecho sino crecer durante estos 25 años trascurridos desde su fallecimiento.
La vida y obra de Rodríguez Huéscar podría sintetizarse en los cuatro periodos en que la divide Padilla:
a) Años de formación y guerra (1912-1945)
b) Primeros escritos (1945-1955)
c) Años de madurez en Puerto Rico (1956-1971)
d) El regreso a España: la herencia y el reto de Ortega (1972-1990).
En cada uno de esos periodos hay no sólo acontecimientos vitales decisivos sino también producción filosófica que se va gestando al hilo de la circunstancia de cada momento. Por desgracia mucho de lo escrito en sus años de formación se perdió en la guerra civil española, de manera que, aunque se conservan algunos manuscritos inéditos, son pocos los textos de aquella época de primeros escritos que fueron publicados en vida, como, por ejemplo, un texto de 1939 que vio la luz el año 1952 en la revista Theoria . Sin duda que de haberse conservado sus apuntes de clase, sus trabajos durante la licenciatura, así como su diario del famoso crucero por el Mediterráneo -que realizaron profesores y alumnos de la Facultad de Filosofía durante el verano de 1933-, tendríamos hoy una visión mucho más ajustada sobre el influjo real recibido de sus maestros, en aquella Facultad de Madrid en la que estudió desde el curso 1930/31 hasta junio de 1936. Fue una suerte para Rodríguez Huéscar pertenecer a aquel grupo de estudiantes que disfrutaron del renovado plan de estudios de la Facultad de Filosofía que se implantó el curso 1931/32. A ello se añade el plantel excepcional de profesores que protagonizaron aquella aventura histórica, que Julián Marías se atrevió a calificar como la mejor etapa de la filosofía española desde el siglo de Oro. Este era el claustro: Ortega era el catedrático de Metafísica desde 1910, Besteiro el de Lógica y Teoría del conocimiento desde 1912, García Morente el de Ética, también desde 1912; Zubiri enseñaba Historia de la Filosofía desde 1926, Zaragüeta enseñaba Psicología racional desde 1932 y José Gaos impartía la Introducción a la Filosofía desde 1933.
Rodríguez Huéscar disfrutó de un plan de estudios en la carrera de Filosofía donde no había asignaturas de acuerdo con un plan rígido, sino en el que tanto profesores como alumnos gozaban de una libertad académica inaudita. Paradójicamente sería la carencia de esa libertad interior y exterior, durante la postguerra, la que impediría al filósofo una trayectoria académica a la altura de sus capacidades, injustamente ignoradas y no reconocidas hasta que un decreto del 22 de mayo de 1953, publicado en el BOE de 14 de junio de 1953, reconoció como profesores adjuntos permanentes de institutos nacionales a todos los que aprobaron el cursillo oposición de 1936, en el que Rodríguez Huéscar fue número uno.
Con todo, en el caso del filósofo manchego su nombramiento como profesor no se hizo efectivo hasta que el 23 de julio de 1959 tomó posesión del Instituto de Ávila. Pero en noviembre de ese mismo año cesó en el cargo en virtud de una excedencia voluntaria, pues estaba por entonces dedicado a su Tesis y disfrutaba de una beca Carnegie. La docencia universitaria que había ejercido desde enero de 1956 hasta 1971 en la Universidad de Río Piedras, Puerto Rico, se convirtió finalmente en docencia de enseñanzas medias en España cuando en octubre de 1972 se incorporó al Instituto Brianda de Mendoza, en Guadalajara, trasladándose el curso siguiente al Instituto Tirso de Molina, en Madrid. En junio de 1982 se jubiló, tras haber ejercido prácticamente una década como profesor de filosofía en las enseñanzas medias en diversos Institutos.
La tensión entre su vocación filosófica en estado puro y su trabajo como docente de la filosofía la puso de manifiesto cuando, en un homenaje a los profesores de instituto jubilados en 1982, dijo sin ambages: "Tengo la impresión de que mi dedicación a la enseñanza ha representado para mí una considerable pérdida de tiempo; percibo como un desajuste o desproporción entre el esfuerzo realizado y los resultados obtenidos". Con todo, es evidente que fue durante esos años de docencia e investigación donde se fraguaron sus obras filosóficas, si bien él consideró que le hubiera rendido más el tiempo en otras circunstancias. Por eso se impone un repaso de sus principales aportaciones a la filosofía, al hilo de sus obras.
Vida con una diosa (1955)
La primera obra que Rodríguez Huéscar publicó fue una novela, con la que concursó en el Premio Nadal de 1948, llegando a quedar finalista. La edición es siete años posterior y salió a la luz en la editorial Puerta del Sol, de la que el propio Rodríguez Huéscar era su alma inspiradora, aunque estaba financiada por un adinerado amigo suyo: Dionisio Fernández-Tomás. La temática narrativa está centrada en los temas de la caza y el amor, el amor y la violencia, el amor y el sacrificio, la soledad… y presenta un tono muy semejante al de otro escrito del autor, titulado "Caza y amor en una siesta de verano", publicado en abril de 1954 en la revista Cuadernos Hispanoamericanos. Este interés por la novela no fue algo puntual en Rodríguez Huéscar, sino algo que le acompañó durante toda su vida y de la que estos dos escritos mencionados son tan sólo la punta de un iceberg. El conjunto de su labor narrativa es muy amplia y, a decir de Juan Padilla, permanece en su mayor parte inédita.
Biográficamente esta primera obra se pudo empezar a gestar, tal vez, durante los años que ejerció de maestro en la Torre de Juan Abad, durante el final de la guerra civil, o en sus comienzos docentes en el colegio madrileño privado Fray Luis de León, que se continuaron luego en Tomelloso, entre 1940-1945, como director y profesor de filosofía del colegio Santo Tomás de Aquino, para acabar en el madrileño Colegio Estudio (desde octubre de 1945 hasta diciembre de 1955).

Del amor platónico a la libertad (1957)
Con la publicación de este libro Rodríguez Huéscar reúne doce introducciones a obras clásicas de filosofía que fueron apareciendo, entre 1953 y 1955, en la Biblioteca de Iniciación Filosófica que la editorial Aguilar publicó en Argentina. En esas introducciones se sitúa cada una de las obras en su contexto filosófico, a la vez que se destaca el contenido esencial en verdaderos resúmenes. Los autores van desde Platón hasta Stuart Mill, pasando por medievales y modernos entre los que no falta un árabe como Abentofail. Tal vez con ello pretendiera una obra de mayores dimensiones en la que se mostrase cómo la mejor manera de introducir a la filosofía es a través de la lectura de los principales textos filosóficos de los clásicos.
Lo que se desprende de esta obra es cómo el trabajo filosófico de Rodríguez Huéscar quiere fraguarse en contacto con los textos de la tradición occidental, para extraer de ellos los mimbres de una comprensión personal de los problemas. El hecho de que el libro sea una recopilación de textos indica también cómo su trayectoria filosófica le hace buscar inspiración en el conocimiento de los clásicos, hasta que decida centrarse en la asimilación personal de la filosofía de su maestro Ortega, opción que no llegará a cotas verdaderamente originales hasta la elaboración de su Tesis, con las subsiguientes continuaciones de la misma que son el resto de sus obras. Esta obra se ha reeditado en la editorial Biblioteca Nueva en 2009.

Con Ortega y otros escritos (1964)
En el año 1953, con motivo del 70 cumpleaños de Ortega, se celebró en Madrid un coloquio bajo el título "Nuestra imagen de Ortega", que organizó Julián Marías y en el que intervino Rodríguez Huéscar con una conferencia titulada "Aspectos del magisterio orteguiano". Esa fue la primera ocasión en la que el filósofo manchego expuso públicamente cómo se situaba ante la figura de su maestro, así como aquel escrito constituye el inicio de una larga serie de ensayos sobre él, que van a constituir el centro de su propia filosofía. No en vano la mencionada conferencia es la primera que recoge este segundo libro recopilatorio que editó Taurus cuando Rodríguez Huéscar tenía ya 52 años.
En octubre de 1955 falleció Ortega y eso provocó un nuevo escrito de Rodríguez Huéscar titulado "Relato personal. En la muerte de Ortega" que publicó en la revista La Torre de Puerto Rico y que también incluyó en la recopilación de este nuevo libro. Otros escritos de este libro están referidos a cuestiones teóricas como el origen de la actitud, la relación entre la filosofía y la vida individual o la noción unamuniana de muerte colectiva. Pero entre todos ellos sobresale uno, por su originalidad y arraigo manchego, el dedicado al homo montielensis, que data de 1958 y tuvo difusión hasta en francés, gracias a la traducción de Dominique Quentin-Mauroy.

Perspectiva y verdad (1966)
Desde finales de los años ´50, una vez instalado en Puerto Rico el año 1956, Rodríguez Huéscar centró su trabajo en la elaboración de su Tesis doctoral, incentivado por el interés de la Universidad en la que trabajaba de que los catedráticos tuvieran el título de doctor. Bajo la dirección de José Luis Aranguren su Tesis fue aprobada en junio de 1961 con el título "El problema de la verdad en Ortega (Verdad y perspectiva)". Con este trabajo Rodríguez Huéscar consigue descubrir el sistematismo conceptual que encierran los textos de Ortega, particularmente en lo relativo al problema de la verdad, que es abordado de manera general en el conjunto de la obra orteguiana (en la primera parte) y de manera sincrónica (en la segunda parte). En un largo Apéndice, que ocupa más de la mitad del trabajo, se profundiza el acercamiento sincrónico al problema de la verdad, para situar las notas esenciales de la idea de perspectiva y sus instancias de complejidad. El libro fue publicado como el primer número de la colección "Estudios orteguianos" de la Revista de Occidente. En 1985 salió la segunda edición, en Alianza Editorial, ampliada y actualizada en el apéndice.

La innovación metafísica de Ortega (1982)
Con motivo del 25º aniversario de la muerte de Ortega en 1980 el Ministerio de Educación y Ciencia convocó un concurso de trabajos en torno a la figura de Ortega y Gasset. Rodríguez Huéscar obtuvo el primer premio con un trabajo titulado La innovación metafísica de Ortega, que fue publicado por el Ministerio de Educación y Ciencia en 1982 y después sería reeditado en la editorial Biblioteca Nueva en 2002.
Se trata, en opinión de Padilla, de la obra cumbre de Rodríguez Huéscar, ya que en ella se encuentran las categorías de la vida de su propio pensamiento metafísico. En dos partes se afronta el tema capital de la filosofía orteguiana, o sea, la superación del idealismo. En esta obra se desvelan de manera sintética las ideas que fue fraguando durante años en sus clases de la Universidad de Puerto Rico, así como algunas otras que constituyen el germen de su segunda y última obra póstuma, sobre la lógica del pensar ético. Esta obra se ha reeditado en la editorial Biblioteca Nueva en 2002.
Discurso de ingreso en el Instituto de Estudios Manchegos (1988)
Cuando Rodríguez Huéscar es elegido miembro del Instituto de Estudios Manchegos recibe en vida uno de los nombramientos que más satisfacción le debieron causar, así como el justo reconocimiento a una trayectoria filosófica digna de ser estudiada. Su discurso de ingreso es un elogio al arte de Antonio López Torres, a la vez que una ocasión para poner de manifiesto sus principales ideas estéticas.
Tras una justificación de la elección del tema pasa Rodríguez Huéscar a confesar que este discurso le permitirá plantear los principales problemas de la estética, entre los cuales ocupa un lugar central el problema radical del sentido del arte. Semejante cuestión no se puede responder sin describir los principales rasgos del arte contemporáneo, que es un arte revolucionario, rupturista e inconformista. El arte de vanguardia se caracteriza por haber planteado una guerra generalizada contra los valores artísticos establecidos, aferrándose a una idea de libertad que habría que calificar, más bien, de pura arbitrariedad. La carencia total de vigencias estimativas ha llevado a una desintegración de la forma y ha generado un nihilismo contemporáneo del arte, en opinión de Herbert Read. Es lo mismo que, dicho con otras palabras, Ortega definió como deshumanización del arte en 1925. Sin llegar a proponer Rodríguez Huéscar una descalificación global del arte contemporáneo sí que detecta en él que ha estado sometido a la presión de tener que librar una formidable e incierta batalla por la condición profundamente crítica del siglo XX.
En medio de ese complejo panorama emerge la radical autenticidad del arte pintado por Antonio López Torres, que al margen de todo interés por el éxito a corto plazo se sitúa en una selecta minoría de artistas que cabe encuadrar en la gran tradición realista, prosiguiendo el mejor impresionismo, hasta lograr una inspiración originaria que le hace destacar en medio del pandemónium de las vanguardias y retaguardias. López Torres llegó al pleno dominio de su oficio, solventando así el dilema dorsiano entre los dos posibles linajes de artistas: los falsarios y los aprendices. Por eso se atreve Rodríguez Huéscar a calificarlo como un verdadero "rebelde", que se resolvió a demostrar con hechos que el arte sigue estando vivo en medio del panorama caótico que le rodeó, precisamente porque practicó la sabiduría de la limitación. Su arte pertenece al de los guardianes o custodios de las esencias del arte y estuvo imbuido de un profundo deber artístico que sabe combinar adecuadamente el querer y el poder artísticos. En la gran feria de las vanidades e incluso de las estulticias era preciso llevar a cabo una reorientación artística y un cambio de sensibilidad.
Con esas características la pintura de López Torres cabe enmarcarla en la gran tradición pictórica europea comparándola con Picasso y con Velázquez. Si el primero practicó un constante nomadismo artístico que le convierte en el gran intérprete de la situación del arte en el siglo XX, el segundo encarnó una versión del pintor puro, que practicó una pintura de instantes. El estudio de Bonet y Correa, sobre la pintura del tomellosero, lo etiqueta como un pintor realista cotidiano, que se basa en un personal tratamiento de la luz y del color, de la forma y de la perspectiva aérea. Ese quaternio terminorum es analizado en detalle por Rodríguez Huéscar en el cuerpo de su discurso, al hilo de conversaciones personales que mantuvo con el pintor y que sería interesantísimo saber si su trascripción está entre los inéditos del filósofo.
Se pasa después revista a la producción juvenil del pintor en la que anticipándose al hiperrealismo inicia su camino hacia la pintura aéreo espacial pura, para llegar finalmente a elaborar, en su madurez, auténticos pictoremas, un arte ensimismado que refleja su introversión y tendencia al aislamiento en su terruño natal, en la que practica una hermandad con el mundo rural, de evidente linaje franciscano. Sólo la sencillez de su vida casi monástica, llena de una profunda vida interior, podía llevarle a esa regeneración y rehumanización de su arte. Con ellas, como dos caras de una misma moneda, López Torres logró la salvaguardia de los valores artísticos esenciales.

Semblanza de Ortega (1994)
Una vez fallecido el filósofo manchego, de manera repentina en abril de 1990, habían quedado prácticamente preparados para su publicación una serie de artículos escritos en razón de distintas conmemoraciones y homenajes a la figura de Ortega, que Rodríguez Huéscar había ido acumulando durante más de treinta años (desde 1953). Gracias al trabajo de edición de José Lasaga vieron la luz esos ensayos en 1994 en la editorial Anthropos y con la colaboración de la Diputación de Ciudad Real. En el prólogo que había escrito Rodríguez Huéscar explica la unidad de esos escritos sobre Ortega: pretenden exponer el pensamiento de su maestro, sin desarrollarlo por cuenta propia. Esa aclaración va acompañada de la indicación de que otros artículos y ensayos no incluidos en esa recopilación sí que ofrecen un desarrollo personal de las ideas de Ortega, que pensaba publicar con el título Invitación a la metafísica.
El interés de esta obra reside en la variada procedencia de los capítulos que lo conforman, a través de los cuales se nos ofrece el testimonio discipular de Rodríguez Huéscar sobre su maestro Ortega, así como la percepción que tenía sobre cómo se había dado una auténtica recepción de su filosofía y una sistematización de la misma. Es de agradecer que el editor, José Lasaga, revisara todas las citas de Ortega dando la referencia de las mismas en la edición de Obras Completas, en doce volúmenes, de Alianza Editorial (1983).

Ethos y Logos (1996)
La publicación de esta segunda obra póstuma de Rodríguez Huéscar se debe también a José Lasaga, que en una Introducción del editor explica los pormenores del proceso de preparación del texto. El apoyo de Javier Muguerza y la ayuda de Javier San Martín son agradecidos por el editor, así como los herederos de Antonio Rodríguez Huéscar y la UNED. El libro contiene el último proyecto en el que trabajaba el filósofo antes de morir y que puede concebirse como el intento de elaborar una lógica del pensar ético, entendiendo por tal la búsqueda de las bases teoréticas que hacen posible una mutualidad entre el pensar lógico y el pensar ético.
Es una prolongación original de la apropiación de Ortega que constituye la filosofía de Rodríguez Huéscar, en un campo –la ética- que su maestro no cultivó en exceso, como tantos otros filósofos importantes del siglo XX. La comprensión de una obra póstuma inacabada encierra la dificultad de tener que suponer algunos planteamientos que se quedaron en el tintero del filósofo y que hay que imaginar creativamente.

Conclusión
La presentación sintética de la obra filosófica de Antonio Rodríguez Huéscar realizada permite apreciar que se trata de uno de los mayores filósofos manchegos del siglo XX, en la estela de su egregio maestro Ortega. Su trayectoria intelectual, entremezcladas la docencia y la investigación, es un modelo de trabajo riguroso por asimilar la filosofía raciovitalista orteguiana para proyectarla a nuevos planos, particularmente en los terrenos de la metafísica y la ética.
A falta de una edición de las obras completas del autor que facilite el acceso y estudio de su legado no es poco que en la bibliografía filosófica contemporánea estén presentes los esfuerzos de algunos estudiosos por profundizar en sus principales aportaciones. El mejor homenaje a su figura, sin duda, será el rebrotar de su vocación filosófica en los páramos de su provincia natal. De esa vocación y dedicación a la filosofía siguen siendo buenos botones de muestra los profesores e investigadores que anualmente reúne la Sociedad de Filosofía de Castilla la Mancha desde que viera la luz allá por el año 1998. Han sido ya 16 las Jornadas de Filosofía celebradas hasta la fecha, en distintas ciudades de la región, muchas de ellas publicadas en papel, otras en soporte informático o en la red.
Si la enseñanza de la Filosofía en la enseñanza secundaria y el bachillerato ha sufrido durante los últimos 25 años sus altibajos en el sistema educativo español, lo cual daría para un análisis muy interesante de en qué medida se han logrado acortar las distancias entre ciencias y humanidades, recordar la figura de Antonio Rodríguez Huéscar, en cuya trayectoria no faltaron las dificultades docentes, es hoy todo un estímulo para continuar la tarea del pensar, en la que estamos empeñados los profesores de filosofía de los institutos y universidades, trabajando en la ingenuidad institucionalizada, como un filósofo contemporáneo gusta llamar a las facultades de filosofía actuales.

BIBLIOGRAFIA:
A. RODRÍGUEZ HUÉSCAR, La innovación metafísica de Ortega. Crítica y superación del idealismo, Biblioteca Nueva, Madrid, 2002.
A. RODRÍGUEZ HUÉSCAR, Ethos y logos, UNED, Madrid, 1996.
A. RODRÍGUEZ HUÉSCAR, Semblanza de Ortega, Anthropos, Barcelona, 1994.
A. RODRÍGUEZ HUÉSCAR, Del amor platónico a la libertad. Textos para un desarrollo histórico de la filosofía, Biblioteca Nueva, Madrid, 2009.
A. RODRÍGUEZ HUÉSCAR, Antonio López Torres. Su lugar en el arte del siglo XX, Cuaderno de Estudios Manchegos, 18 (nov., 1988), 145-186.
J. PADILLA MORENO, Antonio Rodríguez Huéscar o la apropiación de una filosofía, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004.
J. PADILLA MORENO, Ortega y Gasset en continuidad. Sobre la Escuela de Madrid, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.
J. PADILLA MORENO, "Antonio Rodríguez Huéscar, a medio camino entre el exilio interior y exterior", Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 20 (2003), 321-336.
J. PADILLA MORENO, "El problema de la raíz ética de la verdad", Pensamiento, 260 (2013), 487-491.
J. E. ESTEBAN ENGUITA, "Vida, perspectiva y metafísica: Antonio Rodríguez Huéscar y José Ortega y Gasset", Bajo Palabra. Revista de Filosofía, II Época, 7 (2012), 455-467.




















Cf. J. PADILLA, Ortega y Gasset en continuidad. Sobre la Escuela de Madrid, Biblioteca Nueva, Madrid 2007, 113-152. En los capítulos 5 y 6 Juan Padilla presenta la trayectoria bio-bibliográfica de Rodríguez Huéscar, así como desarrolla el puesto que ocupa en el grupo de autores que conforman la llamada Escuela de Madrid.
A. DOMINGUEZ, "Antonio Rodríguez Huéscar, filósofo manchego. Bosquejo de su vida y obra filosófica", en Lanza (Ciudad Real), 23 de diciembre de 1991, 8-9.
Desde la década de los ´90 del pasado siglo XX ha sido José Lasaga quien más ha contribuído al conocimiento del filósofo con la publicación de sus obras póstumas, así como con la reedición de otras que habían pasado bastante desapercibidas. También Jorge García-Gómez ha llevado la filosofía de Rodríguez Huéscar a Estados Unidos, traduciendo y editando la obra titulada José Ortega y Gasset´s Metaphysical Innovation. A Critique and Overcoming of Idealism, (Albany, State University of New York Press, 1995). Un buen conocedor de la filosofía de Rodríguez Huéscar es Juan Padilla, autor de Antonio Rodríguez Huéscar o la apropiación de una filosofía, Biblioteca Nueva, Madrid, 2004. Con motivo del centenario de su nacimiento, en 2012, ha seguido creciendo el interés por su obra, de lo que son buena muestra tanto nuevas publicaciones de artículos, en revistas de filosofía, como la celebración de jornadas filosóficas centradas en su figura, como las celebradas en la UNED de Madrid los días 28 y 29 de septiembre de 2012, tituladas: "La razón vital o histórica como proyecto metafísico. En torno a D. Antonio Rodríguez Huéscar". Sería deseable la edición de unas obras completas del filósofo, en las que se recojan sus inéditos, incluído también su epistolario, del que se conoce su correspondencia con Ferrater Mora, publicada por José Lasaga en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 16 (Abril 1993), 7-34 y 17 (Agosto 1993), 7-32.
J. PADILLA, O. c., (2004), 23-80.
Se trata del artículo: "Sobre el origen de la actitud teorética", reeditado en A. RODRÍGUEZ HUÉSCAR, Con Ortega y otros escritos, Taurus, Madrid, 1964, 93-114.
Sobre el espíritu que animaba esa reforma del plan de estudios resulta ilustrativo el artículo de M. GARCÍA MORENTE, "La reforma de la Facultad de Filosofía y Letras", recogido en Obras Completas, Fundación Caja Madrid-Anthropos, Madrid-Barcelona, 1996, I, 2, 342-347.
Citado por J. PADILLA, O.c., (2004), 69.
Cf. J. PADILLA, O. c., (2004), 44.
Cf. Pensée iberique et finitude, Univerté de Toulouse, 1972.
Cf. J. PADILLA, "El problema de la raíz ética de la verdad", Pensamiento, 260 (2013), 487-491.
Cf. J. CARVAJAL (ed.), El porvenir de la razón, UCLM, Cuenca, 2004; P. NUÑEZ- J. ESPINOSA (ed.), Filosofía y política en el siglo XXI. Europa y el nuevo orden cosmopolita, Akal, Madrid, 2009. Hay una página web de la sociedad: www.http.sfcm.filosofos.org
Cf. F. GARCIA-CANO, "Interdisciplinariedad y superación de las dos culturas", Estudios Filosóficos, nº 180 (2013), 363-370.




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