La figura del dandy en Alexander Pushkin y Oscar Wilde

May 23, 2017 | Autor: Juanjo Jimenez | Categoría: Comparative Literature, Contemporary Literature, Oscar Wilde, Alexander Pushkin, Dandyism
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Descripción

Jiménez 1 Juan José Jiménez Gil 1/6/2016 La figura del dandy en Alexander Pushkin y Oscar Wilde La figura del dandy albergará una larga trayectoria a lo largo del s. XIX, teniendo en la novela Eugenio Oneguin de Alexander Pushkin (1799 - 1837) una de las primeras manifestaciones literarias. Será interesante ver cómo la figura del dandy se desarrolla independientemente del contexto geográfico, existiendo ejemplos literarios en Francia, Gran Bretaña o Rusia. El objetivo de este trabajo es analizar precisamente la evolución del dandy desde Pushkin, en quien aún se perciben rasgos románticos, hasta llegar al dandy wildeano de fin de siglo. Fruto de una hibridación cultural, Eugenio Oneguin es el resultado de la occidentalización rusa que venía siendo constante desde el s. XVIII, acrecentándose aún más en el s. XIX. En Pushkin encontramos elementos vernáculos de la literatura inglesa como el héroe byroniano extraído del poema narrativo Las peregrinaciones de Childe Harold (1812 – 1818), obra que el autor ruso tenía como referente. Por tanto, se entiende que Eugenio Oneguin es la consecuencia literaria de la porosidad e influencia de la literaria foránea, siendo por definición ambiguo en algunos de sus planteamientos. El choque cultural entre el dandy ruso de los años 20 con el dandy inglés de fin de siglo se materializará a través de una serie de incongruencias que terminan por confundir al lector, tal como llega a expresar Tatiana señalando a Oneguin como la versión moscovita de Childe Harold o bien un imitador de extravagancias ajenas (Pushkin 445). Eugenio Oneguin (1823 - 1831) es una novela en verso en la que predominará la acción amorosa en detrimento del desarrollo psicológico de sus personajes –hecho que sí consigue Wilde en sus obras de teatro– quedando la evolución perceptible del dandy minimizada. Por otro lado, la narración en tercera persona evidenciará un distanciamiento entre el autor y su obra, siendo muy distinta de la narración en primera persona de los fértiles diálogos del dandy wildeano. Además, Existirá una distancia entre el personaje principal y el narrador en Eugenio Oneguin –eliminando cualquier posibilidad de extrapolación– no encontrando por tanto un paralelo literario en el autor, como sí ha querido verse en las obras de Oscar Wilde. De hecho, el propio Pushkin aclarará el hecho de que él es un mero observador/narrador que no participa de las actividades asociadas al dandy (Pushkin 145) Al igual que en el caso del dandy wildeano, el de Pushkin –tal vez por los términos en que lo describe el narrador– despierta cierta simpatía en el lector, pese a tratarse de un individuo bastante

Jiménez 2 cínico. El dandy de Pushkin sigue la estela moderna, contraponiéndose por tanto al dandy de inspiración francesa del s. XVIII, preocupado por el refinamiento y la discusión intelectual de salón. Con el dandy del s. XIX, Pushkin fija su mirada en la sociedad inglesa durante el periodo georgiano, y en referentes reales como George Brummell (1778 – 1840), que sirve de inspiración para el personaje de Eugenio Oneguin. La vida del dandy desde el punto de vista de Pushkin será paralela a la experimentada por personajes como Lord Goring en Un marido ideal, consistente en asistir de forma sistemática a fiestas nocturnas, dormir hasta largas horas y llevar una vida monótona de diversiones banales que no le satisfacen. La desilusión y melancolía de Oneguin –denominada en el original ruso como spleen– no se conduce por la vía romántica de la literatura, lo que habría conducido al protagonista – como bien apunta Pushkin– al suicidio, ya que encontramos en Eugenio Oneguin el inicio de la superación del personaje romántico con un destino fatal. A este respecto, el dandy compartirá con el héroe byroniano la tendencia a la melancolía, adentrándose en un estado de languidez típicamente decadentista: “En su primera juventud fue víctima de las pasiones y extravíos desvariados. Por el ambiente consentido, vivió Eugenio encantado por unas cosas y por otras desencantado al instante. Le consumían los deseos y a un mismo tiempo le agotaban conquistas fáciles y prontas” (Pushkin 256). Eugenio Oneguin se siente “indiferente” ante la vida, abandonando la cuestión amorosa inclinándose por la vida intelectual sin resultado digno de mención, siendo algo previsible en el dandy. Pasará su madurez –descrita de esta forma aunque el personaje sólo tiene veintiséis años– en un estado de languidez decadente. Lo decadente se materializará por medio de las descripciones de los ambientes –si bien son cuando menos escuetas– permitiendo observar cierta tendencia al preciosismo que trae a colación el gusto por lo exótico del fin de siglo: “Se dejan ver por todas partes preciosas pipas incrustadas con ámbar de Constantinopla, antiguas porcelanas, bronces, tallados frascos de perfume […]” (Pushkin 107). Al lector habitual de Oscar Wilde le será familiar esta serie de objetos de tinte orientalista del agrado del dandy hedonista de fin de siglo como Dorian Gray o Lord Henry Wotton. Eugenio Oneguin es el arquetipo del dandy urbano, que al igual que los personajes masculinos de Wilde sólo pueden desarrollar esta faceta en la gran ciudad. Por tanto, una vez se ha trasladado al campo, podríamos suponer que se desliga de esta tendencia para reintroducirse en la sociedad más convencional sin presentar un comportamiento extravagante. No obstante, Eugenio Oneguin no abandonará su estatus de dandy sino para evolucionar psicológicamente y actuar de maestro para un joven aspirante a dandy. Se trata del poeta Vladimir Lensky, de quien se convertirá

Jiménez 3 en ejemplo ejerciendo sobre él una influencia equiparable a la relación helenística entre maestro y discípulo. En este contexto, imaginamos que se trata de un aprendizaje e iniciación en el arte amoroso, una transgresión homoerótica revestida de amistad en el caso de Oscar Wilde, que tampoco pasa por Pushkin exenta de connotaciones sexuales de esta índole. Del mismo modo, el contacto con la naturaleza que experimentan estos jóvenes se encuentra ligada al pensamiento pedagógico griego, dotado de un carácter aristocrático genuinamente dandy. Uno de los elementos literarios más característicamente romántico se dará con el duelo entre Eugenio Oneguin y Lensky, siendo consecuencia de un atrevimiento por parte del primero para con Olga, amada del poeta. Pushkin se deja llevar por la tendencia romántica por la que él mismo se conducía –ya que de hecho murió en un duelo– y sin embargo, tenemos la sensación de que se ha introducido un elemento propio del dandy. Se trata por un lado de lo trivial y absurdo del duelo – evitable por ambas facciones– unido a la transgresión de clases cometida por el dandy al llevar de padrino a un empleado. Es por ello por lo que lo artificioso es el acompañante del dandy, y en este sentido parece que Pushkin quisiera librarse maliciosamente del poeta romántico para alzar al dandy como protagonista indiscutible. No es extraño por tanto que Baudelaire incluya una pequeña alusión al duelo en El pintor de la vida moderna (1863): “El dandismo es una institución vaga, tan extravagante como el duelo” (Baudelaire 136). En relación con lo artificial retomamos la obra de Baudelaire para señalar el gusto del dandy por el adorno y el maquillaje como forma de superar la naturaleza. En este sentido, cabe destacar que el protagonista de El retrato de Dorian Gray asiste al teatro –ocupación ociosa habitual en el dandy– para admirar a Sybil Vane, por la que la únicamente se siente atraído en su faceta de actriz. Al dandy le fascina lo artificial de la presencia femenina, tal como sucede en Eugenio Oneguin con el duelo, que pasa a convertirse en una representación teatral. Continuando con lo artificial, Tatiana se convierte en el objeto de amor de Oneguin, no siendo ésta una joven sencilla, enamoradiza e ingenua, sino cuando ya está casada y se la describe como “diosa inaccesible”. Se la compara con el fruto prohibido de la Biblia, la iniciación al pecado – hecho extrapolable a la transgresión sexual– inscribiéndose de nuevo en la tradición romántica de Oneguin, personaje a medio camino entre dos tendencias literarias. El encaprichamiento de Oneguin por Tatiana una vez ésta está casada es artificial, sólo responde al deseo por parte del dandy de alcanzar lo socialmente condenado, combinándose de esta manera las dos corrientes principales de la novela: el amor imposible como destino romántico y la sublimación del deseo sexual a través del hedonismo.

Jiménez 4 Eugenio Oneguin –al igual que el dandy de Wilde– mantendrá una posición de completa despreocupación por la conversación erudita, entre otras circunstancias elevadas que caracterizaban la buena sociedad de la Rusia zarista. El narrador describirá a Oneguin en los términos que nos son habituales atribuir a un dandy wildeano: “¡Qué pronto aprendió a fingir, disimular sus sentimientos, hacer creer y disuadir, mostrarse triste o celoso, pasar por dócil o altivo, por muy galante o distraído!, ¡Qué languidez cuando callaba!, ¡Con qué elocuencia se expresaba!” (Pushkin 91). En cuanto al origen de Eugenio Oneguin, si bien es frecuente asociar al dandy con la incipiente burguesía urbana, es más adecuado a este respecto situarlo en la línea de la baja aristocracia rusa. Al inicio de la novela se nos dice que Oneguin renuncia a la herencia de su padre – lo que conllevaba hacerse cargo de sus deudas– indicando así una postura más propia de la aristocracia. Tanto la negativa a reembolsar la cantidad correspondiente a sus deudas como el abandono de la fortuna económica y los pleitos, convierten a Eugenio Oneguin en el dandy contrario a lo mundano. Por tanto, podemos suponer que Oneguin procede consecuentemente de la baja aristocracia en decadencia tan contraria a la concepción capitalista. Será interesante a este respecto la ambigüedad que alberga la figura de Oneguin, viendo la conversión del aristócrata derrochador en un burgués que sabe gestionar los recursos económicos, algo impensable en el dandy. Al hilo de lo anterior y haciendo un ejercicio de extrapolación histórica contextual, podemos comparar la situación de la Rusia zarista bajo el mandato de Nicolás I con el periodo británico victoriano. Ambos comparten el ideario conservador e imperialista con el rechazo y represión de las revoluciones de carácter liberal. En este sentido, si bien es conocida la aversión –o más bien indiferencia– del dandy a los asuntos políticos y económicos, lo suponemos de ideología liberal, dado que gran parte de sus amistades participan de esta tendencia política. El personaje de Eugenio Oneguin será a este respecto muy ambiguo, ya que se desentenderá del asunto económico en tanto que la preocupación por la solvencia es característicamente prosaica y vulgar, mientras que paralelamente profesa cierta admiración hacia figuras como Adam Smith (1723 – 1790): “Leyó las obras de Adam Smith y era un gran economista, o sea, era un entendido en cómo crece un Estado y cómo existe y por qué, teniendo el producto simple, no necesita tener oro. Su padre nunca alcanzaba a entenderlo y empeñaba sus tierras para subsistir” (Oneguin 87). Los postulados de Adam Smith estaban en líneas con las exigencias decembristas, siendo Pushkin también defensor del liberalismo reformista –del mismo modo que León Tolstói– iniciándose la tradición literaria rusa contra el conservadurismo social y político del régimen zarista.

Jiménez 5 La popularidad de Eugenio Oneguin trascenderá al ámbito literario, siendo recuperada por Tchaikovski más de cuarenta años después de la muerte de su autor. Contrariamente a lo que pueda darse por sentado –dada la condición sexual del compositor y la cercanía cronológica– la adaptación llevada a cabo por Tchaikovski en 1879 de Eugenio Oneguin sigue fielmente la imagen propuesta por Pushkin. Aunque el personaje operístico es más cínico, no guarda más similitudes con la concepción del dandy que desarrolla Oscar Wilde. Tchaikovski decidió focalizar la ópera en el idilio entre Oneguin y Tatiana, siendo una historia característicamente romántica al tratarse de un amor finalmente imposible. Tchaikovski sabe condensar la esencia byroniana y lo que décadas más tarde será el dandismo wildeano, manteniendo así al personaje de Eugenio Oneguin como la transición literaria entre el héroe romántico y el dandy victoriano. Como conclusión, reiteramos la idea de que la figura del dandy en Pushkin se encuentra ligada a varias características típicamente románticas, proponiendo un héroe protagonista cuyo origen conceptual se encuentra en la Gran Bretaña de Lord Byron. Se trata de la tendencia a la introducción de elementos occidentales en un intento de desligarse de la tradición rusa, no siendo tampoco excesivamente transgresor en los planteamientos que postularía Wilde en el fin de siglo. Pushkin no será capaz de emanciparse del relato amoroso para avanzar e impulsar el hedonismo y la decadencia inherentes a la figura del dandy. Eugenio Oneguin se encuentra consecuentemente en la transición entre el héroe byroniano y el dandy decadentista de Wilde. BIBLIOGRAFÍA Baudelaire, Charles. El pintor de la vida moderna, Madrid: Langre, 2008. López Eire, Antonio. “Naturaleza, amor y deporte en la Grecia antigua”, Historia de la educación: Revista interuniversitaria, vol. IX – XV, 1995 – 1996, págs. 11 – 30. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=87514 Martínez Victorio, Luis. “Transgresión estética y perversión racionalista en The picture of Dorian Gray”, Estudios ingleses de la Universidad Complutense, nº 4, 1996, págs. 161 – 174. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=174399 Pushkin, Alexander. Eugenio Oneguin, Madrid: Cátedra, 2001. Wilde, Oscar. El retrato de Dorian Gray, Madrid: Gredos, 2011.

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