La fe: melodía intemporal que penetra el tiempo

July 24, 2017 | Autor: Santiago Huvelle | Categoría: Faith, Interreligious Dialogue, Secularism, Fe Y Razón, Secularismo, Diálogo Inter-religioso
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Descripción

LA FE: MELODÍA INTEMPORAL QUE PENETRA EL TIEMPO CONFERENCIA DEL RABINO MEIR SOLOVEICHIK, director del Centro Straus para la Torá y el Pensamiento Occidental de la Universidad de Yeshiva. 25 de marzo de 2015, Universidad Francisco de Vitoria (Madrid)

Transcripción y traducción: Santiago Huvelle

Es una alegría estar aquí con tan distinguidos panelistas y estupendos alumnos. Os agradezco a todos por habernos recibido tan cálidamente a mi mujer y a mí en España por primera vez. Soy el rabino de una sinagoga conocida en EEUU como la Sinagoga Española-Portuguesa. Fue fundada por judíos españoles que, después de haber sido expulsados de España, fueron a Ámsterdam y luego a Recife, Brasil. Y luego cuando Recife, Brasil fue tomada por los portugueses, todos los judíos de Brasil se subieron a los botes y se encaminaron a Ámsterdam; 23 judíos nunca llegaron a destino, pues fueron capturados por piratas, y luego los piratas fueron a su vez capturados por franceses, quienes preguntaron a los judíos a dónde se dirigían y ellos respondieron Vamos a Ámsterdam. Y el capitán les dijo Bueno, nosotros no vamos a Ámsterdam, pero sí a Nuevo Ámsterdam; que luego pasó a llamarse Nueva York. Y esto fue en 1654. Y por ello hasta el día de hoy somos la Sinagoga EspañolPortuguesa. Por lo tanto, llegar a ser el rabino de la Sinagoga Español-Portuguesa y luego ser invitado a España y venir aquí a celebrar en la Universidad la traducción al español del libro de mi tío es algo asombroso. Así que tuvimos que venir, a pesar de que, como señalaba el doctor Miranda, tenemos cinco hermosos hijos y si Dios quiere en cualquier momento nacerá nuestro sexto hijo. Y aunque estaríamos muy contentos de que nuestro hijo fuera español, esperamos que eso no ocurra y que no nazca aquí y ahora. Así que, esperamos que todo vaya sobre ruedas y podamos volver para regresar en algún momento con nuestro sexto hijo… Damas y caballeros, me gustaría comenzar esta reflexión sobre fe y secularismo con un pequeño relato, una historia sobre un profesor y sus alumnos en una universidad. Es una historia sobre un profesor que está corrigiendo unos exámenes. Está revisando un examen y ve que el estudiante ha escrito sobre la hoja de las preguntas un mensaje al profesor. El estudiante ha escrito: Profesor, me gustaría que supiese que si sólo contase con una hora de vida, me gustaría pasar esa hora sentado en una de sus clases. El profesor, por supuesto, se sintió muy halagado, y al dar la vuelta a la hoja, vio que el estudiante había continuado con su mensaje: porque, profesor, una hora en su clase equivale a una eternidad…Me gusta escuchar como algunos de vosotros os reís; y a otros os llega un poco más tarde la traducción y también os reís. 1

Para un rabino eso es magnífico, porque nos gusta que se rían de nuestros chistes, y si ello se duplica, mejor. Bien. Damas y caballeros, es una historia entretenida, pero es también una historia que nos recuerda que por muy ocupados que estemos en las facultades o en los grados, a menudo pensamos mucho en el aquí y en el ahora, y muy poco en la eternidad. Pensamos qué carrera queremos hacer, pensamos en nuestros trabajos, pero no en aquello que, si realmente tuviésemos sólo una hora de vida, sería de suma importancia para nosotros Esta historia nos inspira a pensar en lo que un amigo mío, un prominente escritor en Nueva York, David Brooks llama la diferencia entre las resume virtues y las eulogy virtues (virtudes del currículum y las virtudes postmortem). Las resume virtues son aquellas que uno pone en su currículum, como David dice, estas son las habilidades para el mercado, mientras que las eulogy virtues son aquellas que se dicen en el discurso fúnebre, y cito a David: “estas son más profundas, quién eres en realidad, cuál es la naturaleza de tus relaciones, eres amable, se puede confiar en ti…” La mayoría de nosotros, dice David, diremos que las euology virtues son las más importantes, sabemos que nadie dirá en nuestro funeral cuánto tiempo pasábamos en la oficina, no es lo más importante cuando nos paramos a pensar en ello. ¿Pero son estas las virtudes en las que más pensamos a lo largo de nuestra vida? La respuesta es no. El problema está en que sabemos qué es lo más importante, pero a la vez parece que lo olvidamos. David Brook habla de un libro, el mismo que celebramos hoy aquí. Este libro fue escrito por mi tío abuelo, y por ello estoy aquí, para celebrar su traducción al español: The lonely man of faith. David Brooks cita este libro mientras piensa en el problema. Y si os interesa la religión, la filosofía, la psicología o la naturaleza del hombre, o simplemente leer un libro profundo, ahora que está traducido al español les recomiendo vivamente que lo leáis. Pero por ahora os lo voy a resumir, volviendo sobre la reseña que hiciera en su momento David Brooks. El rabino Soloveitchik señala en su libro que hay dos versiones de la creación del hombre, de la humanidad, en el Génesis. El primer capítulo del Génesis y el segundo. En el primer capítulo, se nos enseña que el hombre es creado a imagen de Dios, está bendecido y mandado por lo divino a someter el mundo, “llenad la tierra y sometedla”. Por el otro lado, en el Génesis 2, el hombre es creado a partir del polvo y se le manda que se quede en el Jardín del Edén. Por lo que parece que tenemos una contradicción. A los judíos nos encantan las contradicciones como esta porque eso significa que tenemos que salir al paso con respuestas. Y tenemos que pensar sobre ello. Nada nos gusta más que resolver contradicciones en los textos. Excepto tal vez comer, nos gusta todavía más comer, pero aparte de ello, esto es lo que amamos hacer. Y así, mi tío abuelo argumenta que aquí no hay ninguna contradicción. Estas dos versiones lo que hacen es hablarnos de dos aspectos de la naturaleza humana; lo que llama, en paralelo a Génesis 1 y Génesis 2, Adán 1 y Adán 2. Adán 1 es el lado ambicioso de nuestra naturaleza, la parte en nosotros que quiere construir, crear, montar empresas, alcanzar logros científicos, innovar. Adán 2 es el lado humilde de nuestra naturaleza; Adán 2, como David Brooks dice, no sólo quiere hacerlo bien sino ser bueno, vivir de una manera que honre a Dios, a la creación y a nuestras posibilidades. 2

Así pues Adán 1 quiere conquistar el mundo, Adán 2 escucha una llamada y se apresta a obedecer. Adán 1 ama los logros, Adán 2 una sólida interioridad y fuerza interior. El modelo de Adán 1 es el éxito, mientras que el de Adán 2 es el amor y la redención. El truco es, dice David Brooks, el truco de estos dos aspectos de nuestra naturaleza es que tienen lógicas diferentes. La primera lógica (la de Adán 1) es una lógica externa que es económica. El input lleva al output, el riesgo a la recompensa; pero la otra lógica, la de Adán 2, es una lógica interna, moral, y funciona a la inversa: tienes que dar para recibir, a veces tienes que rendirte, rendir algo de ti mismo para alcanzar fuerza interior, o, podríamos decir, para encontrarte a ti mismo, tienes que perderte a ti mismo. Así pues, estos son dos costados de nuestra naturaleza. ¿Pueden ser reconciliados? ¿Podemos salir exitosos de nuestro encuentro con el mundo y a la vez mantenernos fieles a la voz de Dios en nuestras vidas, vivir una vida llena de sentido? El rabino Soloveitchik responde que sí. El problema es que resulta muy fácil adoptar sólo una parte de nuestra naturaleza, Adán 1, y olvidarnos de la otra. Por ello me gustaría sopesar esto con ustedes a través de otra historia. Esta historia habla a nuestra situación contemporánea y recientemente fue recogida por uno de los periódicos más leídos en EEUU. Esta es la historia: años atrás un escritor del Washington Post decidió probar un experimento. Buscaría a uno de los jóvenes más talentosos con el violín del mundo, un virtuoso del violín, y le preguntaría si podía tocar en una de las más bulliciosas paradas de metro en Washington D. C. durante la hora pico, en la cual cada uno se apresura por llegar al trabajo. Y le pediría a este violinista que tocase un concierto, mientras él observaba si alguno se paraba a escuchar. ¿Se detendría alguno a escuchar? Gene Weingarten fue a ver a un famoso músico, Leonard Slatkin, director de la Orquesta Sinfónica Nacional en EEUU, y le preguntó, antes de realizar el experimento: ¿Qué crees que sucederá si hacemos esto? Y le respondió: Pues es claro que una multitud se reunirá en torno al violinista, la gente le dará dinero, reunirá tal vez 150-200 dólares. Bien. El músico que Weingarten eligió para hacer el experimento, fue el violinista Joshua Bell. Joshua Bell es uno de los genios musicales de nuestra época, aclamado internacionalmente como un violin virtuoso. El violín que Joshua Bell eligió tocar para esta función de incógnito, fue hecho a mano en 1713 por Antonio Stradivari, un Stradivarius valorado en 5 millones de dólares. La pieza que escogió para tocar era Bach´s Partita No. 2 in D minor. El mismo Joshua Bell dijo de esta pieza que no sólo era una de las mejores piezas jamás escritas sino una de las mayores conquistas del hombre en la historia, y fue escrita para un solo de violín. Entonces Joshua Bell se visitó con una camiseta y una gorra, se prepara y se dirige a L´Enfant Metro Plaza, en Washington D. C., el metro más concurrido de Washington y empieza a tocar. Gene Weingarten describe lo que sucede: “el violín es un instrumento diseñado para sonar como una voz humana, y en las manos de este genial músico, sollozó, rió, cantó…extático, triste, provocador, adorable, coqueto, irascible”. ¿Qué ocurrió cuando Bell comenzó a tocar esta gloriosa melodía desde las entrañas de su Stradivarius? [Acabando la conferencia podéis verlo por vosotros mismos; id a Google, y teclead: Joshua Bell Metro, y ved el vídeo que salta a la vista] Veréis que nunca se concentra una multitud. Veréis que las personas pasan sin más, desconocedores de que tienen la posibilidad de obtener gratis una entrada de primera fila a una experiencia que normalmente les costaría miles de 3

dólares. Veréis a uno de los más talentosos violinistas del mundo, tocando una de las piezas más hermosas que jamás se haya escrito en un fabuloso violín, único en el mundo, ¿y nadie se da cuenta? Y a nadie le importa. Una semana después del experimento, concluye el artículo, el violinista ignorado por incontables y apresurados hombres y mujeres, fue galardonado con un premio que lo reconocía como el mejor músico clásico de EEUU. Lo que me pareció interesante de esto, damas y caballeros, no fue el artículo en sí mismo sino la respuesta al artículo. Weingarten (el autor) comentó que le llegaron cartas de personas que lloraron cuando leyeron el artículo. ¿Por qué? ¿Por qué llorar por esto? Todavía era posible oír a Joshua Bell tocar; si has perdido la oportunidad, puedes ir y comprar un ticket o comprar un CD o descargarlo de iTunes; pero el estudio de La soledad del hombre de fe nos permite entender esto: que tendemos a enfocarnos sólo en una parte de nosotros, Adán 1, y solemos amputar la otra parte. La historia del Stradivarius en la estación de Metro, de un modo simple nos recuerda que una parte de nosotros nos empuja a buscar el éxito material, a hacer carrera, y esto puede ser bueno en sí. Pero cuando sólo pesa ese aspecto de nosotros, puede que seamos negligentes o incluso no nos percatemos de algunas de las partes más importante de nuestra vida. David Brooks en su reflexión a partir de La soledad del hombre de fe, lo dice así: hoy, vivimos en una sociedad secular, “una sociedad que favorece a Adán 1, y que suele rechazar a Adán 2”, y el problema de esto, dice David, es que te transformas en un animal perspicaz que trata la vida como un juego y te vuelves frío, calculador, una criatura fría y calculadora que se sumerge en una suerte de mediocridad, en la que te das cuenta de que hay una diferencia entre el yo que deseas ser y el que eres realmente. No estás ganando ese enaltecimiento que desearías que alguna vez alguien hiciese de ti, o, como el autor del artículo del periódico escribió, las personas lloraron cuando leyeron el artículo no porque perdieron la oportunidad de escuchar a Joshua Bell tocando el Stradivarius, sino porque pensaron para sí mismos: Si el surgir de la vida moderna nos aplasta hasta el punto de que somos sordos y ciegos para algo ASÍ, entonces ¿qué otras cosas nos estamos perdiendo? Y la verdad es que si hoy nos estamos centrando, en la edad Moderna, sólo en nuestras virtudes curriculares y no en nuestras virtudes encomiables, pues entonces creo que nos estamos perdiendo de mucho. Y si nos importa lo encomiable, y nos importan las virtudes que conectan con ello, las virtudes que celebraríamos que nos refieran en nuestro funeral… entonces nos importan porque en lo hondo tenemos la convicción de que nuestras vidas no carecen de sentido, sino que importan. Y lo que hacemos de nuestra vida y el cómo seamos recordados es importante. Y yo creo que esta convicción nace de la fe. Porque sólo la fe nos provee de la creencia de que somos parte de algo más grande que nosotros mismos. Y en este respecto creo que el experimento de Joshua Bell encaja tanto aquí, porque la fe se puede comparar con la capacidad de apreciar la música. Y es importante para nosotros que recordemos esto, damas y caballeros, porque vivimos en un mundo que es hostil a la fe. El rabino Jonathan Sacks tiene una historia sobre la fe y el fútbol soccer. La historia que cuenta es que cuando fue nombrado como Chief Rabbi en Inglaterra coincidió con que nombraron a un nuevo arzobispo de Canterbury y los medios llamaron la atención en que 4

ambos eran fans del mismo club de fútbol: el Arsenal. De ese modo, invitaron al Arzobispo y al Chief Rabbi a un partido del Arsenal para que bendijeran al equipo. Y la noche elegida coincidió en que el Arsenal se enfrentaba contra su más odiado rival: el Manchester United. El rabino Sacks cuenta que la gran noche llegó, “nos dieron una espléndida recepción, los altavoces del Estadio mencionaron al público de nuestra presencia y el público clamó. Fuese la dirección teológica del Arsenal judía o cristiana, esa noche tendrían sí o sí amigos en las altas esferas…si el poder de la oración contaba para algo, el Arsenal NO podía perder esa noche”. Esa noche, dice el rabino Sacks, el Arsenal recibió la peor paliza en casa de los últimos 63 años, perdiendo 2-6 frente a su rival el Manchester United. Y así, al día siguiente, The Guardian, acaso uno de los periódicos menos amables con la religión de la Civilización Occidental, publicó la historia en una de sus columnas para concluir: “Si el Arzobispo de Canterbury y el Chief Rabbi no pueden juntos traerle una victoria al Arsenal, ¿no es esta la prueba definitiva de que Dios no existe?” Al día siguiente, el rabino Sacks escribió a The Guardian una carta, en la que decía: al contrario, lo que esto prueba es que Dios sí existe, sólo que Dios es del Manchester United. Es una historia entretenida, pero la verdad que el punto de esta historia es que la fe no es simplemente una cuestión de pruebas. Es verdad que en la Biblia, tanto la judía como la cristiana, se relatan milagros, y esos milagros importan. La semana que viene los judíos celebraremos el Pesaj, uno de los milagros centrales de nuestra historia. Pero, al mismo tiempo en muchos pasajes de la Biblia la fe es descrita no como el fruto de ver milagros, de hecho, no como un “ver”, sino más bien, como lo usa la Biblia hebrea no ver sino oír. Escucha Israel, el Señor tu Dios es el único Señor…Y esto nos enseña que la fe es a menudo como oír música, un prestar atención. Y como la música, recordarnos que somos parte de algo más, algo que nos trasciende. El rabino Sacks señala justamente esto cuando nos habla de un prominente musicólogo, llamado Clive Wearing, que tuvo una grave infección, derivando en severa amnesia sin poder recordar nada. Sólo dos cosas podían librarse de la amnesia. Una de ellas era el amor que recibía y sentía por su esposa. Y la segunda cosa era la música, era capaz de tocar el órgano o dirigir un coro. Un hombre que en general no podía recordar nada después de unos segundos. ¿Por qué? Un neurólogo citando a un filósofo de la música, decía: escuchar una melodía es, haber escuchado y estar a punto de escuchar, todo al mismo tiempo. O como lo dice el rabino Sacks, la música es una forma de sentir continuado que a veces puede romper las más pesadas formas de desconexión de nuestra experiencia del tiempo. Y así, la fe se parece más a la música que a la ciencia. La ciencia analiza, la música integra. Y así como la música conecta nota con nota, así la fe conecta episodio con episodio, vida con vida, y edad con edad, generación con generación, en una melodía intemporal que penetra el tiempo. Dios, en esta perspectiva, es el compositor y director, y nosotros estamos llamados a ser voces en el coro, cantar las canciones de Dios. La fe nos enseña a escuchar la música debajo del ruido. Y si ello es verdad, qué terriblemente simbólico resulta en nuestra época que el mayor violinista de su generación esté de pie tocando y todo el mundo en su camino al trabajo pase a su lado y no lo note. La historia es importante no porque se haya perdido una oportunidad musical sino porque representa una modernidad en la que muchos han perdido una parte de sí mismos, una

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parte importante, aferrándose sólo a una y no a la otra, sólo Adán 1 y no Adán 2, adquieran sólo virtudes curriculares y no virtudes encomiables. La fe empieza como la música, bajo una noción de continuidad, en la que nuestra vida forma parte de algo mayor que ella misma, y como si se tratase de notas en una sinfonía, estamos unidos y podemos, si así lo queremos, formar parte de la Composición de Dios, formar parte de la Historia. Y la pregunta a la que nos enfrentamos muchos de nosotros, y también vosotros en Europa, es ¿cuál es esa historia, y cómo hacemos para formar parte de ella? Y la verdad es que la noción que tenemos de ser parte de esa historia, Occidente la adquirió de Europa. Como sabemos, Europa fue tanto el centro de la Ilustración que nació de tomar conciencia de la importancia y el poder del individuo –y en su mejor versión la Ilustración ha producido algunas de las maravillas de nuestra civilización, Ciencia, Democracia, Libertad civil –; y también parte de la herencia de Europa es la idea de que no somos meros individuos, sino que hemos sido creados a imagen de Dios y creados a su imagen por Dios, porque cada uno está llamado a jugar un papel en una Historia más grande. Que podemos ser si así lo elegimos, notas en la sinfonía, en la orquesta de Dios. Y finalmente, decidir cómo contribuir a esa historia, si queremos ser recordados por virtudes encomiables…esta es la pregunta más importante que debemos hacernos. Esta es una idea que el Judaísmo trajo al mundo, es una idea que el Cristianismo recibió del Judaísmo, y es una idea que el Cristianismo dio a Europa. Y esta es la parte de la historia que creo muchos niegan hoy. Tanto es así, que la propuesta del borrador para la Constitución europea se negó a discutir en qué medida los valores cristianos, los valores judeocristianos que Europa recibió, hayan tenido que ver en el desarrollo de Europa. Y fue un judío europeo practicante, el profesor de derecho Joseph Weiler quien dijo que una Europa que reconozca sus raíces religiosas es una Europa que reconoce la igualdad para todos sus miembros, cristianos y no cristianos, religiosos y seculares; pero a la vez puede seguir siendo Europa, celebrando los valores humanistas de la Ilustración sin llegar a temer o avergonzarse del reconocimiento de que el Cristianismo es uno de los centros fundamentales en el desarrollo de esta civilización única. Y así, la cuestión de si podemos vivir integrando en nosotros a Adán 1 y Adán 2 fue afrontada por mi tío abuelo, hablando desde una perspectiva judía. Pero las conferencias que derivaron en el libro, fueron dadas por él en una escuela cristiana, por lo que creo que la cuestión os habla profundamente a vosotros también. Especialmente a ustedes hoy aquí, en una Universidad Católica en Europa. La historia del Stradivarius en el Metro, del Adán 1 y el Adán 2 en el Metro de Washington D. C., necesita de dos breves notas al pie de página. Primero, si lo googleais veréis que Joshua Bell no pudo desprenderse de esta historia, y cada vez que alguien lo reconocía lo invitaba a tocar en otra estación de Metro; y acabó tan cansado de estas peticiones que anunció que volvería al Metro, por un momento redentor. Volvería al Metro de Washington D. C. a tocar y esta vez, sabiendo lo que se iban a encontrar, cientos de americanos se presentaron para escucharlo. La segunda nota que quería hacer es que aun cuando tocó de incógnito y nadie se detuvo, eso no es técnicamente verdadero. Algunas personas sí se pararon a escucharle. Si veis el 6

vídeo completo, y omitís todos los que pasan apresurados, veréis una mujer emergiendo de la escalera mecánica llevando consigo a un niño. Y como el periodista lo describe, la mujer está caminando muy rápido, está apurada, y por tanto el niño le sigue el paso. Podréis ver sin embargo al niño, y cito: “así es alejado de Joshua Bell, el niño se vuelve continuamente”, su madre está dirigiéndose al metro, pero el niño continúa volviéndose, porque quiere ver, quiere oír. Y ya en la puerta, veréis al niño haciendo un último esfuerzo por volverse a mirar. Ese día en el metro de D. C. el comportamiento sigue siendo consistente: cada vez que un niño atravesaba el lugar, él o ella intentaban pararse a mirar. Y en cada ocasión, el padre o la madre, arrastraba consigo al niño. Esto resulta fascinante porque muchas tradiciones intelectuales se han parado a pensar en el conocimiento que lleva en sí el niño. Fue Platón, creo que en el Critón, quien sugirió que el conocimiento nace de uno, es un acto de recordar, y sólo necesitamos de un buen maestro que sepa guiar al niño hacia sí mismo. Platón hablaba del conocimiento; cuando se refería al arte, no hablaba con tanto entusiasmo. Pero el poeta americano Billy Collins dijo que él tenía la teoría de que todos los niños nacen poetas, porque el corazón palpitante de su madre que oyen en el vientre marca un heptámetro; y es la vida la que se encarga de robarles luego la poesía que llevan en sí. Luego, ¿los niños nacen con la capacidad de razonar o con la capacidad innata de percibir lo trascendente? Para el judaísmo, la respuesta es: ambas. Se nos ha concedido ser Adán 1 y Adán 2. La pregunta que ahora nos hacemos es: ¿nuestra vida nos deja espacio para cultivar a ambos? ¿O nos empuja sólo en una dirección y no en la otra? Muchas personas, incluidas el rabino Sacks, cuentan una historia que es probablemente apócrifa, pero aun así hermosa. Es sobre el violinista judío Itzhak Perlman, que contrajo la polio siendo un niño y desde entonces estuvo sentado en una silla de ruedas. En una ocasión Izhak Perlman estaba tocando, sentado en su silla de ruedas, para un gran auditorio un concierto de violín. Y ante la expectativa de lo que haría cuando una cuerda del violín se rompió, la gente quedó admirada de que siguiese tocando sin hacer caso de lo que había ocurrido. El aplauso fue enorme, no ya por el concierto en sí, sino de lo que había conseguido hacer de la inesperada situación. Cuando se hizo silencio, fue invitado a decir unas palabras. Sentado en su silla de ruedas, como un símbolo del coraje, dijo con sencillez: nuestro trabajo, damas y caballeros, es hacer música con lo que todavía nos queda. Damas y caballeros, la noción que tenemos por un lado es que este nuestro mundo está un poco quebrado, es imperfecto. Pero por ello mismo lo que hacemos en este mundo importa tanto. Que las virtudes encomiables vencen las virtudes curriculares. Esto es lo que late en el centro de la cosmovisión religiosa. Y ahora que os embarcáis en los años adultos, en la vida, os centraréis en alcanzar el éxito, y eso es como debe ser. Pero también tendréis que elegir si estáis dispuestos a deteneros… y escuchar. Que ambos lados, Adán 1 y Adán 2, se expresen en los años que quedan. Ojalá alcancéis todos los éxitos en este mundo y que la fe llene de plenitud de sentido y música trascendente vuestras vidas. Gracias.

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