«La fe como experiencia de Dios, en Edith Stein»

July 27, 2017 | Autor: Haddy Bello | Categoría: Edith Stein, Faith, Teologia
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Descripción

LA REVISTA

CATÓLICA

Fundada el 1 de abril de 1843 Publicación Trimestral Editada por el Seminario Pontificio Mayor Arzobispado de Santiago

Editorial

"El amor es mdJ fuerte": Discípulos y misioneros 180

de Jesucristo en el Bicentenario de la Patria

Actualidad Pastoral HomilCa Te Dellm del Bicentenario

Cardo Feo. J. Errázuriz O. 183

Con gratitud y esperanza

Comité Permanente y Comisión Pasror.l de Obispos de la CECH

191

Teologra De una teolog(a estética a la belleza del

ftrS

crlebmudi P. Juan J. Flores Arcas, os. 197

L1 participación teológica del cardenal Raúl Silva Hendqucz en el Concilio Vaticano 11: Una clave para cmcnder el espíritu y la letra del mismo

Rodrigo Álvarez G., OSB

223

La fe como experiencia de Dios, en Edirh Srcin

Haddy Bello D.

244

Jorge Faleh F., PBRO.

253

Jorge Falch F., PBRO.

259

Historia

300 aÍlos celebra la Parroquia de la Santa Cruz, Sama Cruz, Diócesis de Rancagua

En recuerdo y ejemplo Libros

264

Fotos y frases

267

179 La Revista Católica, Jullo/Septlemlwe, 201 O

¡

la fe como experüencia de Dios, en EdDth Steant HADDY BELLO D.

1. Introducción Para entender la fe como experiencia de Dios en Edith Stein, debemos necesariamente situarnos en su contexto vital, conocerla, acercarnos a su mundo, puesto que si bien "solo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo ... no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano"'. Y por tanto, el acto de fe, está encarnado dentro de una experiencia de vida, única, singular y concreta; afectada, y determi­ nada por cada lino de los acontecimientos que han tocado a la persona. ¿Quién es Edith? es primero que todo, persona, mujer e hija. A mi parecer, la condición filial es una buena pauta (aunque no la única), para la compren­ sión de su historia. Algo similar podríamos decir que descubrió el papa Juan Pablo U, cuando describió la síntesis de su vida: "Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel

e

hija al mismo tiempo del Carmc­

lo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo a lín hoy... ; síntesis al mismo tiem­ po de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios"l.

Entonces, en esta primera parte del trabajo, nos dedicaremos a recorrer -de modo muy breve-, y tocandQ algunas de las experiencias vitales de este ser

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* Facultad

tólica de

de Teologra

Pontificia Universidad

Ca­

Chile, Simposio Edilh Stcin "Hacia la

pregunta por la mujer", 7

de mayo de 2010.

hija,

que podrían ayudarnos a enlrar en la forma

mentis

de la Santa. Ivlien­

tras que, en la segunda parte, presentaré algunas claves teológico-filosófi­ cas, para desentrañar la experiencia de fe según el ¡,ensamiento de Edith Stein. l.!. Hija

defamiliajlldía

Nace el 12 de octubre de 1891. Su padre, Sigfried Stein muere cuando ella tenía solo 2 años, y su madre, Augusta, asume la crianza de ella y sus 6 hermanos mayores. Pese a ser una familia de arraigadas prácticas hebreas, Edith llevaba más bien una vida de piedad ritual y fidelidad a la ley mosaica. Al parecer, esta fidelidad era ,mIs de corte moral que espiritual, al menos eso es lo que se trasluce de uno de sus testimonios: "Mi madre no iba sola a la sinagoga... Nadie se eximía del ayuno, incluso cuando no compar­ tíamos más la fe de mi madre y no observábamos más las prescripciones rituales fuera de nuestra casa"). Quizás, por esta exigencia de una práctica ritual más que de una experiencia personal, fue que en sus años de universi­ dad, Edith se fue alejando de la fe jndía, llegando a afirmar sin problemas que, en aquellos años había abandonado conscientemente y por propia deci­ sión el hábito de rezar'. Incluso, a sus 20 años se confiesa corno no creyen­ te'. Pese a esto, su vinculación al pueblo de Israel se mantuvo presente de forma latente, lo que se verá más adelante.

1.2. Hija de la filosofía y discíp"la de Hllsserl

(Sil mayor illlerés file la fellomellología) "Estudió lelras germánicas, historia y psicología; su preocupación principal fue, sin embargo, la filosofía.

( ... ]

Edith se sentía inundada de un profundo

idealismo ético, que no le permitía. aún alejada de la fe, callar la voz interior que la impulsaba a la búsqueda de Dios"6.

Sin entrar en mayor detalle sobre las innumerables labores que desempeñó la santa, podemos destacar, que fue discípula y ayudante de Eclmund Husserl, y tomó clases también con Max Scheler; ambos filósofos fueron contribuyendo al camino definitivo de su conversión hacia Dios -marcando hitos importantes-, pero no decisivos.

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�OGIA 1.3. Hija de la Iglesia nacida de la Pasióll de Cristo Justo en noviembre de 1917, cuando muere Adolf Reinach (asistente de Husserl y amigo de Edith), fue que ella tuvo a bien, visitar a Anna, viuda del filósofo. "\...e produce casi temor el encuentro COIl la joven viuda tan duramente SOI11C� lida a prueba, [.

. .

]

y al constatar, con asombro, la fuerza que la joven viucla

recibía de la fe cristiana, Edith Stein se siente perturbada y no está tan segura de su atcíslllo"1..

y confIesa: "Este fue mi primer encuentro COIl aquella fuerza divina que da la Cruz a aquellos que la llevan. Por primera vez me apareció visiblemente la Iglesia, nacida de la Pasión de Cristo y victoriosa sobre la muerte. En aquel momen­ to mi incredulidad cedió, el judaísmo empalideció a mis ojos, mientras se elevaba en mi corazón la luz de Cristo"s.

Algo se había rcmecido en el alma de Edith. La experiencia de fe pasó para ella, como una experiencia íntima de la Cruz. Por fin todo lo que había aprendido de pequeña sobre el judaísmo y la historia de Israel, había cobra­ do carne. Pudo sentir, palpar el sufrimiento de la muerte y la miseria, unidas a la fortaleza de tener puesta la esperanza en un Dios liberador, y que salva desde la Cruz. Probablemente ella, recién en ese instante, en ese primer encuentro, pudo sentirse solidaria a los sufrimientos de SIlS Padres en Israel, solidaria a su joven madre viuda, y solidaria a Cristo crucificado. Algunos años más tarde, en el verano de 1921, y durante una estadía en la casa de su buena amiga Hedwig Conrad-Marthius (discípula de Husserl), Edith encontró un libro que le cambió la vida: "Tomé casualmellle un libro de la biblioteca; llevaba por título Vida de santa Teresa narrada por ella misma. Comencé a leer y no pude dejarlo hasta que no lo terminé. Cuando lo cerré, me dije: 'Esta es la verdad'

"!).

Ciertamente Edith no se convirtió a la fe en Cristo por casualidad, es claro que luego de su paso por la esclle/a de Scheler, y animada por la experiencia vivida junto a Anna Reinach; su proceso de abandono del ateísmo ya había comenzado. En este contexto, es probable que la lectura de la Vida de la

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Santa, fuera aquello que la confirmó en la fe católica (y no protestante). Pero ¿qué le habrá llamado tanto la atención de la experiencia de Teresa de Ávila?, ¿qué fue lo que llevó a Edith Stein a la coüversión? Habría que entrar en dicho texto para saberlo, pero fuera lo que fLlera, definitivamente estremeció hasta los cimientos de sus huesos, puesto que, tal como decía CongarlO: "Para que haya 'conversi6n', hace falta algo más que una pura informaci6n intelectual o que una convicción especulativa: un investigador, un técnico, un estadista, pueden saberlo todo sobre la miseria o sobre el hambre de los hombres, y no estar para nada 'convertidos' a luchar contra ellos. Es preciso que haya habido una experiencia personal, en la cual la propia existencia se haga problemática y se origine la exigencia de cambiar algo en la propia vida"ll,

Justamente en Edith Stein, es su experiencia personal, la que hace de su existencia una experiencia problemática. Evidentemente, su ateísmo no era suficiente para dar respuesta a las preguntas fundamentales sobre el hombre. Ni su ser judío, daba solución al problema sobre el sentido del sufrimiento (ni el personal, ni del pueblo hebreo, ni el de la misma Humanidad). La justicia, la retribución y el deber, no llegaron a ser suficientes. Era preciso un desborde, un exceso, un cuanto más que pudiera superar, transformar, y sanar las heridas de Israel, y del mundo entero. Fue así, que en Cristo crucificado, encontró la posibilidad de hacerse solidaria con los padecimien­ tos de su Pueblo, y de esa manera, darle sentido. Dicho descubrimiento exigía convertir su vida al Crucificado, y estar dispuesta a entregarse de la misma manera en que Él se entregó: en la Cmz.

1.4. Hija de lafamilia Carmelita pasaron casi 10 años" desde la conversión de Edith Stein, hasta que pudiese concretar una consagración plena y total, al Dios que había conocido desde pequeña, pero del cual solo había hecho experiencia viva e íntima, en su juventud. Pero el tiempo no pasó en vano, sino que le sirvió para madurar -entre muchas otras cosas-, su conciencia de pertenencia a Israel. Edith, vio cómo el destino de los israelitas llegaba a ser llI/O con el suyol3. Recibió el hábito CarrÍlelita, el 15 de abril de 1934, adoptando el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz, y su búsqueda por "la verdad" fue saciada

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'.

D�OGIA I /

en Dios: el Dios Uno, Eterno y Santo; no el dios de los filósofos, sino el Dios-AmorlDios-Trino de los cristianos. Y dice: "La esencia del ser cristia­ no, no es el saber, sino el amor"l4, porque Dios es Amor. El 2 de agosto de 1942, "Edith Stein, por ser judía, fue deportada junto con su hermana Rosa y muchos otros judíos de los Países Bajos. al campo de concentración de Auschwitz, donde murió con ellos [el 9 de ngosto] en la cámara de gas. [ . ] Pocos días antes de su deportación, la religiosa. . .

él

quie­

nes se ofrecían para salvarle la vida, les respondió: '¡No hagáis nada! ¿Por qué debería ser excluida? No es justo que me beneficie de mi bautismo. Si no puedo compartir el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida, en cierto sentido, queda destruida'

"'S,

"La razón que unió definitivamente a Edith con su pueblo, fue la oblación de su vida a favor de Israel, en el momento que era exterminado en los campos de concentración"16. Cada vez se hace más claro, que la experiencia de fe de la Santa, pasó por el deseo de solidaridad frente a una experiencia concreta 17. Con este paso por la vida de Edith Ste;n, podemos ver cómo ella fue hija de su propia historia, es decir, ella fue quien fue, gracias a aquello que la determinó como tal. Vemos además, a Dios que sale al encuentro de una persona concreta -pero que no siempre lo nota-, pues esa persona solo sabrá que es a Dios a quien busca, una vez que se abra a la verdad, dej ándose elevar por la fuerza de su espíritu, que solo encontrará descanso en el Espíri­ tu de Dios. Es maravilloso entender la fe como graNa gratis data, pero es igualmente maravilloso ser testigos de aquello que la fe es capaz de obrar en el hombre.

2. Algunas claves teológico-filosóficas, para desentrailar la experiencia de fe, según el pensamiento deEdith Stein "En nosotros conocer, sentir, querer}' obrar no están ciertamente separados por completo ni son independientes los unos de los otros, mHs bien, están condicionados el uno por el otro, porque dependen'8 los unos de los otros, pero todavía no forman una unidad indisoluble"'9.

Es una dependencia muy sutil, que permite la autonomía, pero a su vez, no obliga a ella. Entonces, afirmamos que hay una fuerza capaz de mantener la

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armonía dentro de la estulctnra de la persona, y al mismo tiempo, idónea para conservar sll unidad. Esa fuerza, Edith nos dirá, es el espáitu20. "Nuestra propia vida espiritual está ligada de diversas maneras a nuestro cuerpo viviente. Así, nuestro conocimiento del mundo exterior lo obtenemos de la percepción sensible, dependiente de los órganos corporales. Y el curso entero de nuestra vida espiritual dependerá directamente del estado de nues­ tro cuerpo, del cambio de salud, enfermedad, frescura y agotamiento"21.

Este vínculo significa que todo lo que afecta al hombre, lo afecta por com­ pleto. Lo mismo ha de suceder con la fe. De esta manera, lo que podemos captar por medio de los sentidos, el alma lo comprende mediante la razón; y lo que la razón capta, puede ser eJevado por eJ espíritu hacia un entendi­ miento más perfecto, ayudado por el Espíritu Santo, el cuaJ, permite nuestra apertura a Dios mediante su gracia. Es asf que, nuestra experiencia de fe, no implica solo un recibir pasivamente -y de manera abstracta- el don (como en un sólo movimiento descendente), sino que dicha experiencia implica relaci6n (multidireccional), tanto del hombre con Dios, como con la reali­ dad, con la historia, con las demás personas, y consigo mismo (en la capaci­ dad de autocomprenderse frente a un otro, y determinar la propia singulari­ dad frente a la pluralidad). Es una fe encarnada, y con rostro propio. Edith tiene plena conciencia de que la persona no puede entrar en diálogo con la realidad, sino es por medio de la totalidad de su ser. El cuerpo viviente22, lejos de ser un límite alienante, es mediación; dándole al hombre la posibilidad de relacionarse, expresarse y conocer; hasta el punto de ser capaz de Dios. Lamentablemente, el estado de "caída" en que nos encontra­ mos actualmente, nos impide llevar estas capacidades hasta su máxima ex­ presión. Con todo esto ¿sería posible plantear que el espíritu pudiera "volar" con alas propias, y ayudar al hombre a trascender hacia lo que el cuerpo -por sí sola­ no es capaz de alcanzar? Pareciera que sí, puesto que el cuerpo, ante las realidades espirituales (y ante Dios), aún siendo mediador, no es medio exclusivo de relación y encuentro. "Experimentamos en nosotros la fuerza del espíritu, capaz de hacerse inde­ pendiente en gran medida de tales influencias corporales, y podemos imagi­ nar esta libertad alcanzando el límite ideal de una separación completa del lazo corporal"lJ.

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�OGIA De aquí sacamos dos ideas importantes, que confluyen en un mismo seJ1ti� do: el progreso.

L. "La fuerza del espíritu está sometida, corno la esencia entera del hom­ bre, a la ley del desarrollo; llega progresivamente y bajo condiciones adecuadas al grado alcanzable para ella [... ] pero las líneas posibles de su desarrollo están prefiguradas en la

e

f01111a esencial'N y es diferente

para cada ser".

2. La clave de esta libertad radica en poder "imaginarnos elevados". Hay tensión en esto, puesto que la imaginación nace de aquello que conoce­ mos. No [lodemos simplemente imaginar a partir de la nada, sino que dichas construcciones imaginarias deben tener su origen en la propia experiencia vivida. Lo interesante es, que de ahí en adelante, cada vez que el espíritu quiera elevarse, ya no necesitará partir desde una vía de acceso sensible. En síntesis, el conocimiento progresivo significa que partimos desde lo que nos es inmediatamente accesible, y desde abí, nos abrimos poco a poco un canuno hacia lo que no podemos captar directamente2S. Nuestra vida espirjw tual, desde la experiencia de la fe, también se rige por esta cualidad de pl'Ogresión.

3,Epílogo La fe para Edilh Stein, es más que una práctica o costumbre; mucho más que una lección. 'Fe', dice Ella:

"No se toma aquí en el sentido amplio de creencia, sino en el estricto de

fldes, de aceptación y fidelidad a ia revelación sobrenatural. Por revelación sobrenatural se entiende la automanifestación de Dios mediante la Palabra -en sentido propio-, especialmente la comunicación de los misterios divinos escondidos en Dios, y que el conocimiento natural por sí mismo no los alcanzarfa. [ . ] La fe merece el nombre de 'conocimiento' en cuanto que ella otorga la posesión de la verdad; pero es conocimiento oscuro26 en cuanto la convicción que encierra no se funda en la idea de la verdad aceptada por fe". .

.

!50 la

RevIsta Católica, Julio/Septiembre, 2010

i

TEOlO Gl, Rescato la nQClO1l de fe como 'conocimiento' a la cual apela la Santa. Definitivamente, de es" manera,

leller fe

\

deja de ser un acto físicamente

invisible, y pasa a ser personal. Conocer a otro, conocer algo o alguien, implica ponerle un semblante a aquel o aquello que se conoce. Con la visión que se ha presentado. podríamos señalar a modo de conclu­ sión, que en la noción de progresión del conocimiento por la fe, hay un aporle actual a nuestra praxis cristian�, ya que nos exige tomar más en serio los signos visibles-concretos, los

sacramentos,

dentro de la vida eclesial

-particularmente en pos de la misión evangelizadora (inherente a nuestra vocación cristialla)-, puesto que la vía sensitiva es el primer paso que da el hombre para entrar en el misterio Divino, y para dar respuesta al amor que origina la vida de fe. Seguido a esto, es primordial tener conciencia de que la fe necesita un camino de fe. Así evitaremos dormirnos en una misma etapa o proceso vital, y salvaremos de fomentar erróneamente el infantilismo espirituaC que signi­ fica, mantener en ]a gente una fe "fantástica" o de IIcuentos", e incapaz de

dar razón de Sil fe. NOTAS: Catecismo de la Iglesia Católica, n. 154. 1 2 Juan Pablo 11, con ocasión de la beatificación de Edith Stein en Colonia, cl I de mayo de 1987. Edith Stcin, Vida de wwfamiliajlld(¡l (Obras Completas 1, Burgos 2005), pp. 151-491. 3 4

CL Edilh Steill (Teresa Benedicla de la Cruz), Los caminos del silencio interior (Ed. Bonum,

Buenos Aires s 2007), p. 7.

5

Teresa Renala del Espírilu Sanlo, Edil" Sreill (Morcelliana, Srescia 1952). Ella fue priora, maestra

6 7

1, Burgos 2005), pp. 493-51�J, Y primera biógrafa de la Santa. &lith Slein (Teresa Benedicta de la Cruz), Los camillos del silellcio interior .. , pp. 7-8. Giovanni Marchesi, SJ., La ciellcia de /a Crul.. ell Edil" Slei" (Revista Humanilas 25, enero-llI
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