\"La familia Otero Ariza y otros personajes en un paisaje de ruinas y recuerdos\" (Baelo Claudia y la familia Otero. Una relación centenaria, 2015): 197-207.

June 15, 2017 | Autor: A. Jiménez Martín | Categoría: Cultural Heritage, Roman Architecture, Conjunto Arqueológico Baelo Claudia
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Descripción

ORGANIZAN

UNIVERSIDAD AUTONOMA

COLABORAN

U N I V E R S I DA D AU T Ó N O M A D E M A D R I D

archivo general de andalucía

Baelo Claudia y la familia Otero

Una relación centenaria

Juan Blánquez Pérez, lourdes roldán Gómez darío Bernal Casasola y ánGel muñoz ViCente (Editores Científicos)

EDITA Ediciones UAM, 2015 Servicio de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Madrid Campus de Cantoblanco C/ Einstein, 1 28049 Madrid Tel. 914974233 (Fax 914975169) http://www.uam.es/publicaciones [email protected]

Editorial UCA, 2015 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz C/ Doctor Marañón, 3 11002 Cádiz Tel. 956015268 (Fax 956015634) www.uca.es/publicaciones [email protected]

UAM Ediciones y Editorial UCA son miembros de la UNE, lo que garantiza la difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional UAM Ediciones and Editorial UCA are the UNE members, which ensures the diffusion and commercialization of its publications at the national and international level EDITORES CIENTÍFICOS Juan Blánquez Pérez Lourdes Roldán Gómez Darío Bernal Casasola Ángel Muñoz Vicente

DISEÑO Juan Blánquez Pérez Trébede Ediciones, S.L.

DOCUMENTALISTA Gabriela Polak

IMPRIME Estugraf, S.L.

AGRADECIMIENTOS Archivo General de Andalucía, Sevilla; Archivo Histórico Ejército del Aire (SHYCEA), Ministerio de Defensa; Casa de Velázquez, Madrid; Catálogo Monumental de España (IPCE), Ministerio de Cultura; Centro Documental de Arqueología y Patrimonio (CeDAP) de la UAM; Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía; Conjunto Arqueológico de Carmona, Consejería de Cultura, Junta de Andalucía; Museo de Artes y Costumbres Populares de Sevilla, Consejería de Cultura; The Hispanic Society of America de Nueva York. ISBN UAM: 978-84-8344-485-6 ISBN UCA: 978-84-9828-526-0 Depósito Legal: M-23044-2015 © de la edición: Servicio de Publicaciones de la Universidad Autónoma de Madrid © de la edición: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz © de los textos y fotografías: los autores Este libro se enmarca en los trabajos del Centro Documental de Arqueología y Patrimonio (CeDAP) y del Grupo de Investigación Arqueología y Fotografía: historia de la arqueología en España (HUM-F.003 UAM), de la Universidad Autónoma de Madrid, en colaboración con la Universidad de Cádiz (HAR2013-43599-P) y el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Todos los derechos reservados. De conformidad con lo dispuesto en la legislación vigente, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reproduzcan o plagien, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.

Índice

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Historia de una colección: las Monografías expositivas del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia ánGel muñoz ViCente Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia

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Historias de Arqueología: los protagonistas no son los objetos Juan Blánquez Pérez Catedrático de Arqueología. Universidad Autónoma de Madrid lourdes roldán Gómez Profesora titular de Arte Antiguo. Universidad Autónoma de Madrid darío Bernal Casasola Profesor titular de Arqueología. Universidad de Cádiz

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Historia de las investigaciones en la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia ánGel muñoz ViCente Director del Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia

53

La ciudad romana de Baelo Claudia en el contexto de la arqueología de Andalucía occidental durante los inicios del siglo xx José Beltrán Fortes Catedrático de Arqueología. Universidad de Sevilla

73

La tutela del patrimonio arqueológico en Andalucía: el caso de Baelo Claudia. Una especial referencia a los guardas de monumentos JaVier VerduGo santos Conservador de Patrimonio de la Junta de Andalucía. Miembro de ICOMOS

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Biografía Isidoro Otero Rodríguez isidoro BarranCo otero Arquitecto Carolina VerdeJo otero LICEUS, Servicios de Gestión y Comunicación, S.L.

103 El Legado Documental de la familia Otero y Baelo Claudia (Tarifa, Cádiz). Una lectura arqueológica y social de valor patrimonial Juan Blánquez Pérez Catedrático de Arqueología. Universidad Autónoma de Madrid lourdes roldán Gómez Profesora titular de Arte Antiguo. Universidad Autónoma de Madrid darío Bernal Casasola Profesor titular de Arqueología. Universidad de Cádiz

125 La catalogación del Legado documental familia Otero GaBriela Polak Personal Investigador en Formación (PIF).Universidad Autónoma de Madrid

147 Seis años en Baelo Claudia antonio álVarez roJas Conservador de museos jubilado. Ex-director de Baelo Claudia

153 El guardián de las ruinas. Isidoro Otero, «memoria viva» de Baelo Claudia José Castiñeira sánChez Arqueólogo de la Delegación Provincial de Educación, Cultura y Deporte de Sevilla. Junta de Andalucía ana maría troya Panduro Arqueóloga de la Delegación Provincial de Educación, Cultura y Deporte de Cádiz. Junta de Andalucía

161 Isidoro… lorenzo PerdiGones moreno Arqueólogo de la Delegación Provincial de Educación, Cultura y Deporte de Cádiz. Junta de Andalucía

167 Isidoro Otero Rodríguez. Cincuenta años más tarde Claude domerGue Catedrático de Universidad emérito

173 Petite histoire d’une rencontre dans la baie de Bolonia myriam FinCker Architecte à l’Institut de Recherche sur l’Architecture Antique

181 A Isidoro Otero et à tous les fouilleurs de Baelo Claudia Pierre sillières Casa de Velázquez

187 El Trajano de Baelo ramón Corzo sánChez Profesor titular de Historia del Arte. Universidad de Sevilla

193 ¿Quién lo habría dicho? José remesal rodríGuez Catedrático de Historia Antigua. Universidad de Barcelona

197 La familia Otero Ariza y otros personajes en un paisaje de ruinas y recuerdos alFonso Jiménez martín Arquitecto

209 Todo empezó un día de primavera manuel martín-Bueno Catedrático de Arqueología. Universidad de Zaragoza

227 Por las Marinas desde Málaga a Cádiz… Isidoro Otero y su Baelo Claudia en mis recuerdos Pedro rodríGuez oliVa Catedrático de Arqueología. Universidad de Málaga

235 Mi actuación arqueológica en Baelo manuel PelliCer Catalán Profesor emérito vitalicio de Arqueología. Universidad de Sevilla

241 Una puerta a otro tiempo Guillermo Vázquez ConsueGra Arquitecto

249 Tiempo lejano. Recordando a Isidoro Otero en sus ruinas de Baelo Claudia raFael manzano martos Arquitecto. Premio Richard H. Driehaus

255 El uso social y lúdico en los yacimientos arqueológicos. Baelo, modelo de convivencia José Juan díaz rodríGuez Profesor Contratado de Arqueología. Universidad de Cádiz

263 R epertorio bibliográfico sobre las excavaciones en Baelo Claudia FranCisCo roJas PiChardo Técnico catalogador y bibliotecario del Conjunto arqueológico Baelo Claudia. Consejería de Educación Cultura y Deporte. Junta de Andalucía

281 Catálogo de Piezas FranCisCo roJas PiChardo José anGel exPósito álVarez iVán GarCía Jiménez maría luisa millán salGado maria del Pilar otero ariza GaBriela Polak

a lFonso J iménez m artín Arquitecto

La familia Otero Ariza y otros personajes en un paisaje de ruinas y recuerdos

En el último año del siglo xx participé en un curso de verano de la Universidad de Cádiz que se impartió en la ciudad de San Roque, donde relaté las luces y sombras de mi actuación como arquitecto en el Conjunto Arqueológico de Baelo Claudia, allá por los años 70. Ahora, cuando presento mis respetos a la memoria de Isidoro Otero Rodríguez, me cuesta mucho trabajo hilvanar los recuerdos, ya que no tengo a mano los documentos que usé entonces, pues hace unos meses deposité en el citado Conjunto todo lo que conservaba de la época en que intervine en aquellas ruinas, la primera obra que, como tal, tuve el honor de dirigir. El 17 de noviembre de 1971 me gradué como arquitecto en las únicas especialidades, «Urbanismo» y «Edificación», de la Universidad de Sevilla, que no ofrecía nada relacionado con los monumentos. Afortunadamente, mi titulación previa en la Escuela de Aparejadores me permitió simultanear los estudios superiores con el ejercicio profesional, ayudando desde 1967 en obras de restauración del arquitecto Rafael Manzano Martos y, en menor medida en las de otro veterano, Félix Hernández Giménez, arquitecto jefe de la Sexta Zona del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional.1 Gracias a ellos participé en las obras del anfiteatro de Itálica y el santuario de terrazas de Munigua y así pude conocer a Antonio Blanco Freijeiro, que me dirigió la tesis doctoral, y a Theodor Hauschild, de quien aprendí las cuestiones metodológicas esenciales. Por lo tanto, mi formación en materias patrimoniales fue la propia de un aprendiz ocasional de grandes maestros que, más allá de una larga experiencia, cultura a raudales y una notable solemnidad, poco tenían en común. Una semana después de mi graduación Manzano, que había sucedido a Hernández, me mandó a Bolonia por encargo de la Dirección General de Bellas Artes; quizás algunos recuerden que, por entonces, este organismo desmontaba la experimentada organización territorial que había heredado de la República, creada cuarenta y cuatro años antes, transformándola en un ente con vocación de Ministerio, centralizado en Madrid. Mi viaje a Baelo Claudia, primero por la recién estrenada autopista Sevilla-Cádiz y luego por la eter1. La continuidad de la organización, los criterios, los arquitectos y las empresas y toda la legislación desde la República, pasando por la Guerra Civil, hasta llegar a los años setenta es, quizás, la más sorprendente de las pocas pervivencias que se detectan durante aquellos interminables cuarenta años, cfr. Esteban Chapapría, 2008.

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na calzada Malaca-Gades, lo hice con unos contratistas con mucha experiencia —Juan Becerra Romana y Tomás Reina Aguilar— que, por entonces, se desgajaron de la empresa familiar, la más acreditada en el tema de Andalucía Occidental. Por el camino me informaron que las ruinas romanas estaban siendo excavadas por una institución extranjera que las usaba para entrenar a sus becarios y que en ellas habían intervenido los arquitectos José Menéndez-Pidal y Álvarez, en 1967, y Javier de Navascués y de Palacio en aquel mismo año, 1971. Supongo que el viaje lo hice aprovechando un permiso de los escasos que disfruté durante la etapa final de mi glorioso desempeño como soldado raso de Infantería. Muchas cosas me impresionaron en Fig. 1. Arco del acueducto sobre el arroyo Churriana. aquellos dos días de noviembre, pues era la © CeDAP de la UAM. Legado documental familia Otero, nº inv. 02578 (hacia 1972) primera vez que visitaba la zona. No olvidaré el cambio del paisaje a partir de la Barca de Vejer, cuando la calzada, que entonces era una carretera infame, bordea la que fue laguna de la Janda, con el fondo de los peñones de Facinas, que hoy son asiento de gigantescos molinillos desacompasados. Al final, cuando el viaje de bache en bache se había convertido en una pesadilla insufrible, aguardaba el descubrimiento sobrecogedor del Estrecho al coronar el puertecillo que domina la ensenada de Bolonia, en medio de un paisaje yermo de lentiscos, tunas y palmitos, vacas escuálidas, cortijos y ranchos con techo de castañuela. Al fondo, tras el relámpago azul del océano, aparecía la silueta de la costa de Tánger, casi al alcance de la mano. Eterna se hacía la bajada hasta la playa por la destrozada carreterilla, dejando a los lados los restos desmembrados de un acueducto, mientras veíamos a los niños que salían de la escuela dispersándose por las veredas. Los primeros adultos con quienes tropezamos parecían soldados, quizás los más desarrapados que he visto en mi vida y puedo asegurar que, en aquella época, los quintos y otros representantes de la tropa éramos especialmente impresentables, pero estos, que sufrían una mili interminable en la batería costera, allá por el extremo de la ensenada, eran patéticos. Nos remitieron a unos guardias civiles, serviciales y renegridos, que nos orientaron hasta el guarda oficial, el solemne, prudente y dispuesto Isidoro. Como era la hora de almorzar comimos a la puerta de su casa, mientras él, seguramente el personaje mejor hablado y más 198

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Fig. 2. Restos del acueducto sobre el arroyo Churriana. Dibujo Alfonso Jiménez. © Legado Alfonso Jiménez. Conjunto Arqueológico Baelo Claudia (1972)

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Fig. 3. Restos del acueducto sobre el arroyo de la Chorrera (hacia 1972). © Legado Alfonso Jiménez. Conjunto Arqueológico Baelo Claudia (040)

erudito en muchos kilómetros a la redonda, nos informaba con detalle de la peculiar situación del yacimiento. Por la tarde recorrimos con él las ruinas y supimos que al día siguiente nos ilustrarían los responsables de las excavaciones, que eran el director y su inspector. Estos tres personajes principales, Isidoro y los dos jefes, monopolizaron todo mi contacto con las ruinas y las personas e instituciones involucradas, de tal manera que, solo gracias al primero, aquellos años de trabajo fueron soportables, pues pronto se hizo evidente que mi forma de ser y trabajar constituían un problema serio para el director y su inspector, que jamás se molestaron en ponerme en contacto con otros miembros de la institución concesionaria de las excavaciones o con alguno de los profesionales que visitaban las ruinas. Solo a través de Isidoro conocí a otras personas en Bolonia. A María —la matriarca— que ponía de comer a cualquier hora; las tres hijas de la pareja, Remedios, que nunca daba la callada por respuesta, Oliva, cuyos ojos completan los colores de la ensenada y Pili, que era entonces un personajillo inquieto, visto y no visto. Recuerdo a algunos vecinos del lugar, como Francisco y su hermano, estupendos canteros, que en aquellos años llevamos con nosotros a las obras de una iglesia gótica de Zufre, en Huelva: hablaban tan cerrado que rara vez les entendí alguna frase completa. El resto fueron los quintos, los guardias y gente muy rara, presuntos contrabandistas. En vacaciones y fiestas de guardar se regocijaba el paisanaje con la ansiada visita de las guiris. Vistas las circunstancias con la perspectiva que da la experiencia es evidente que no se daban las condiciones para acometer ninguna restauración. Lo correcto hubiera sido 200

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Fig. 4. Obras de restauración del ninfeo en el lado norte de la plaza del foro, principios de los años 70. © Legado Alfonso Jiménez. Conjunto Arqueológico Baelo Claudia (005)

esperar a que las investigaciones avanzaran y se consolidaran, y que se publicaran las memorias detalladas, todo ello antes de intervenir; tampoco los trabajos de documentación, que se producían con la parsimonia geológica de los estudios de posgrado de los becarios, permitían otra cosa; como en tantas y tantas ocasiones lo sensato hubiera sido volver a enterrar lo descubierto una vez identificados, datados y documentados los hallazgos. Pero no era eso lo que se me pedía. Lo que las autoridades fácticas querían es que las ruinas, de lo que llamaban misteriosamente «Beló», crecieran inmediatamente para atraer turismo; según me comunicaron habían decidido acrecentar lo más vistoso de las excavaciones que, por entonces, eran los templos «capitolinos» y las terrazas y escaleras adyacentes, cuya arqueología daban por agotada, pues habían sido excavados durante la Primera Guerra Mundial y la documentación publicada era escasa, contradictoria e incompleta, como puede verificarse cotejando la evolución de los dibujos que mostraban, con mucho retraso, en las memorias anuales. Ni que decir tiene que los ensayos de restitución sobre el papel eran prácticamente inexistentes en aquellos momentos. Con Isidoro y algunos amigos y familiares como ayudantes croquicé, medí y dibuje los restos romanos de la fuente, las escaleras y los templos y, muy pronto, tuve conciencia de que muchos detalles fundamentales no respondían a lo que suponía que era un templo clásico, ni a lo que estaba más o menos documentado. Fue inútil pedir información, dibujos mejores o consejos pues, además de presuntas referencias a Vitrubio y a los prodigiosos La familia Otero Ariza, y otros personajes, en un paisaje de ruinas y recuerdos

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trabajos que realizaban en los otros yacimientos peninsulares que se beneficiaban de su actividad, no obtuve ninguna explicación plausible de las anomalías detectadas. Es más, creo que en la mayoría de las ocasiones mis observaciones ni siquiera fueron entendidas, como sucedió con las basas sin plinto que, durante algún tiempo, siguieron publicando con él. No tuve otro remedio que viajar y leer para verificar que los constructores de Baelo Claudia no eran los romanos de «Beló» que me querían imponer. Todo lo fui escribiendo y documentando y a su debido tiempo publiqué una síntesis en dos artículos, «De Vitruvio a Vignola: autoridad de la tradición» (Jiménez, 1976)2 y «Análisis de una propuesta de reintegración de formas arquitectónicas» (Jiménez, 1980), en los que expuse los problemas de las formas anómalas, que constituían una variedad anticuada de la consuetudo italica, y, por otra parte, analicé el grave error que suponía el uso de los repertorios renacentistas en vez del único, e inaplicable, texto coetáneo. Por cierto, al cabo de los años he verificado, en un congreso reciente sobre restauración de foros, que los dibujos de Vignola, que como es bien sabido fue, entre otras cosas, un intérprete de Vitrubio que vivió en el siglo xVi, se siguen usando para restaurar arquitectura romana, aunque ahora primorosamente digitalizados. En 1973 las autoridades de Bellas Artes debían recibir información directa sobre mis desencuentros y discrepancias con aquellos señores, pues no se explica que un lugar tan alejado de Madrid mereciera el honor de dos visitas de inspección sucesivas y exclusivas, la del comisario de arqueología, Martín Almagro Basch y la del responsable de restauraciones. Las conversaciones con Isidoro, tan alejado de los centros de decisión como yo y a quien no consideraron conveniente informar de que la solución de las discrepancias giraban, precisamente, en torno a las formas romanas que presentaban anomalías, que tratábamos de explicar examinando las piezas que cubrían grandes extensiones del yacimiento cuyo origen y características solo él conocía. Aparentemente, las dos visitas me fueron favorables pues, incluso, se activaron los expedientes de manera decisiva. La obra de los templos principales del foro y sus alrededores, que fue la única que hice con un proyecto normal y, por lo tanto, mi única fuente de honorarios, se detuvieron en cuanto tuve la seguridad de que había agotado lo seguro; es decir, cuando hube reconstruido cuanto se podía inferir de manera rigurosa de los restos existentes con el apoyo de paralelos fehacientes, allegados en los viajes o vistos en la bibliografía. Además de esta tarea esencial, la propia dinámica de las excavaciones veraniegas y de la conservación cotidiana imponían sus necesidades en el yacimiento, por lo que mediante los llamados «expedientes de obras urgentes», que eran de escasa cuantía pero fácil tramitación, dirigí varias intervenciones de emergencia; todas consistieron en apeos y cimbrados de madera y ladrillos para consolidar, 2. Los dibujos que publiqué en este artículo, correspondientes a un podio y un pórtico tetrástilo, eran parte de los que yo había levantado del templo central del «capitolio»; por prudencia no los identifiqué, ni tampoco usé fotos recientes de los mismos.

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provisionalmente, las infraestructuras de las termas occidentales, una parte de la muralla, una galería del teatro y parte del acueducto oriental. Todo siempre bajo la atenta mirada del guarda que, prácticamente, hacía de capataz aunque, al rato, sin dejar su tono didáctico, se ponía a servir el pescado o lo que hubiera para comer para acabar haciendo con nosotros una breve sobremesa que, a veces, el levante se encargaba de alargar horas y horas. En aquellos años, en los que pasé temporadas en una tienda de campaña instalada entre las casas de la aldea, con viajes cada vez más frecuentes, recorrí con Isidoro la ensenada de una punta a otra, apreciando la cantidad de restos de edificios y labores antiguos desperdigados en el territorio, fuera de los límites de la ciudad; desde las canteras a los acueductos, todos ellos ajenos al territorio de la concesión. Con las observaciones generales sobre la conducción romana y los dibujos que hice para el Expediente que permitió las obras provisionales, puramente ortopédicas, elaboré un artículo cuyo manuscrito ofrecí para que fuese publicado en la revista oficial, pero fue rechazado por ser mi actividad ajena a la institución y sus tareas didácticas, de manera que me consideré en libertad para presentarlo a otra publicación periódica (Jiménez, 1973). Los trabajos más interesantes fueron los de la basílica, pues como la masa de piezas que la cubrían, procedentes de su súbito derrumbe, impedían la continuación de las labores veraniegas de exhumación, proyecté y dirigí las primeras anastilosis de columnas y jambas de puertas, precisamente aquellos elementos que, por estar completos y «en conexión anatómica», permitían la restitución integral sin la más leve duda. No sé a quién atribuyeron entonces la autoría de la concepción, dirección y responsabilidad científica y técnica de estos primeros trabajos arquitectónicos, pues la publicación científica ad hoc, que se ha retrasado la friolera de cuarenta años, nada dice sobre el tema, que desde siempre estuvo claro y desde 1986 impreso.3 En algún momento de 1974, según creo recordar, con los trabajos parados por haberse agotado los fondos, me llamaron del Ministerio para decirme que cuando se reanudaran me relevaría José Menéndez-Pidal y Álvarez en todas mis tareas en Baelo Claudia; cambio que se materializó sin ningún papel por medio, como es natural en la administración española de todos los tiempos. Me despedí de Isidoro y su familia y de los amigos y de las piedras, que no volví a ver hasta muchos años después. Supongo que las discrepancias en la restauración fueron la causa de mi defenestración y esa era también la opinión de Isidoro Otero, aunque la excusa formal fue otra que conocí cuando Antonio Blanco Freijeiro, inspector técnico de Excavaciones, me mostró en 1977 una carta en la que un diplomático extranjero de alto rango pedía mi cese al último ministro de Educación Nacional de Franco. En la misiva se quejaban de la gravísima intromisión que suponía, en la exclusividad de su Gibraltar ar3. Muñoz Cosme (1989: 39), que ofrece la localización y signaturas de los expedientes de mi etapa: Capitolio (70.748), Acueducto (70.695) y Basílica (también 70.695) pues estos últimos eran expedientes de obras urgentes, sin honorarios. Todos son de 1972.

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queológico, mi artículo sobre el acueducto, que calificaban de correcto desde un punto de vista técnico; pedían mi cabeza previendo que, en otro artículo, escribiera sobre las canteras. Tal vez fuera la basílica lo que de verdad les preocupaba, pues si no cortaban de raíz las publicaciones de los trabajos que dirigía en Bolonia, que, como ya sabían, no se iban a limitar al cumplimiento de una simple obligación administrativa, podría darse el caso de que llevara a la imprenta el relato de las primeras anastilosis de la basílica y, tal vez, mis dudas sobre la solución constructiva, que había consultado con ellos, de los dinteles que iban de columna a columna del edificio romano original.4 A mediados de los años ochenta me ofreció la administración competente, la de la Junta de Andalucía, volver a Baelo Claudia como arquitecto. Pero entonces mi vida Fig. 5. Obras de apuntalamiento en el lateral del templo central del foro de Baelo. © Legado Alfonso académica y profesional estaba organizada Jiménez (D17). Conjunto Arqueológico Baelo Claudia en torno a mi cátedra de universidad y tres grandes monumentos sevillanos, demasiado cercanos e importantes como para dispersarme y, por ello, decliné el honor. Al cabo de cuarenta y cuatro años han cambiado muchas cosas. Fallecieron muy mayores María Ariza e Isidoro Otero, rodeados por los suyos y el cariño de todos, habiendo prosperado a base de esfuerzos heroicos. El yacimiento propiamente dicho es, en la actualidad, un lugar ordenado, atractivo y apreciado, del que han desaparecido las edificaciones modernas que lo cubrían. No sé si existe la batería artillera, pero cada vez hay más turistas que disfrutan de la playa y las ruinas y, según tengo entendido, del viento que a nosotros nos parecía insufrible. Recibí el Premio Nacional de Restauración y hace diez años que estoy jubilado, aunque buceando en Academia.edu nadie lo diría. Oliva tiene un hijo arquitecto y yo uno que es arqueólogo. Todo pasa y solo el levante queda.

4. Unos años después publiqué una de mis anotaciones sobre el tema, apoyándome en un paralelo muy próximo: el edificio de Carteia que había sido trasladado al Museo Arqueológico de Sevilla (Jiménez Martín, 1983: figs. 2 y 3).

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Fig. 6. Dibujo de uno de los capiteles de la Basílica realizado por Alfonso Jiménez, entre 1970 y 1972. © Legado Alfonso Jiménez (006). Conjunto Arqueológico Baelo Claudia

Fig. 7. Capitel de orden compuesto, de la columna del piso superior de la basílica con su revestimiento perdido por completo. © CeDAP de la UAM. Foto J. Blánquez (2002)

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P.S. Con mucho retraso he sabido que la operación de acoso y derribo no se limitó a la carta de marras pues, para apoyar una hipótesis dudosa, publicaron apreciaciones muy negativas sobre mi labor, tal y como acredita el siguiente texto que las desmonta y que transcribo íntegro. A los pocos años, en 1973, el teatro es objeto de las primeras obras de conservación por parte del arquitecto Alfonso Jiménez, que lleva a cabo apuntalamientos en las bóvedas y graderío (fig. 5), para lo cual se realizan ciertos rebajes puntuales en el terreno que en palabras de su excavador M. Ponsich, ocasionan destrucción de información arqueológica, que más adelante analizaremos. En los años 1978 y 1979 se excava el teatro dentro de las campañas organizadas por la institución francesa bajo la dirección del arqueólogo M. Ponsich. Por parte española participa Salvador Sancha, interviniendo de inspector, como delegado del Gobierno español. En la primera campaña intervinieron en la parte oeste, trazando una zanja perpendicular al escenario coincidiendo con el eje del teatro, con el objeto de determinar la estructura interior del monumento. También en esta campaña se actuó en los vomitorios, desde las entradas hacia el centro de la orchestra. Se descubrieron los cunei siguiendo los diferentes niveles de la cávea. Finalmente en 1978 se intervino en el escenario y el postcaenium. En la segunda campaña se terminó de excavar el escenario, la orchestra y sus accesos. Las excavaciones practicadas no dejaron satisfechos a los arqueólogos que propusieron una fecha bastante imprecisa de la construcción del monumento y de su abandono. Incluso, como hemos señalado anteriormente, culpan al arquitecto que realizó las obras de conservación en 1973 de haber eliminado los vestigios arqueológicos que podrían haber informado de dos fases en su construcción: «La hipótesis de una dualidad entre la existencia de dos teatros como parece indicarnos el conjunto de bóvedas sucesivas en el vomitorio número 1 del ala Oeste no ha sido mantenida al despejar el vomitorio número 7, simétrico en el ala Este. Y no puede ser confirmada a causa de una rápida y precipitada restauración, demasiado apresurada y poco afortunada, del arquitecto encargado de la consolidación del emplazamiento, el cual por propia iniciativa ha hecho desaparecer en 1973 todos los testimonios que podrían haber precisado o desmentido esta posibilidad (Ponsich, 1980)». Recientes investigaciones en los sectores restaurados en 1973 nos permiten conocer que dichos trabajos no afectaron prácticamente a los niveles arqueológicos, por lo que difícilmente pudieron destruir testimonios materiales que nos informasen de esa dualidad de teatros que plantearon estos investigadores (Muñoz Vicente, 2014: 246-247).

Vaya por Dios.

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Bibliografía esteBan ChaPaPría, J. (2008): «El primer franquismo ¿La ruptura de un proceso en la intervención sobre el Patrimonio?», Bajo el signo de la victoria. La conservación del patrimonio durante el primer franquismo (1936-1958), Pentagraph Editorial, Valencia, pp. 21-70. Jiménez martín, a. (1973): «Los acueductos de Bellone Claudia», Habis 4, pp. 273-294. Jiménez martín, a. (1976): «De Vitruvio a Vignola: autoridad de la tradición», Habis 6, pp. 253294. Jiménez martín, a. (1980): «Análisis de una propuesta de reintegración de formas arquitectónicas», Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología XLVI, pp. 165-170. Jiménez martín, a. (1983): «Notas sobre dovelas engatilladas», Cuadernos de Construcción 8, pp. 15-20. muñoz Cosme, a. (1989): Fuentes documentales para el estudio de la Restauración de Monumentos en España, Ministerio de Cultura, Madrid. muñoz ViCente, a. (2014): «El teatro de la ciudad hisparromana de Baelo Claudia. Apuntes historiográficos y de gestión», Teatros Romanos en España y Portugal ¿Patrimonio protegido?, Universidad de Huelva, Huelva, pp. 239-252.

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