LA FALTA DE HOMBRES

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Descripción

DESDE EL TAMESIS
LA FALTA DE HOMBRES

Londres, 20 de febrero

Uno de los problemas más complicados que tiene Inglaterra ante sí, se
ofrece ahora con la actuación de los tribunales creados, a propósito del
servicio militar obligatorio, para decidir a quienes debe eximirse del
servicio de las armas. En una de mis anteriores cartas a LA VANGUARDIA, ya
hice una breve reseña de lo que significa teórica y prácticamente el plan
militar de lord Derby para la obtención de reclutas, sujetando a la ley del
servicio obligatorio a todos los hombres soltero que se encuentren en edad
de sacrificarse por la patria. A todos los hombres no casados que habían
pasado a la reserva, se les ha notificado ya la fecha en que deben
presentarse para su instrucción. Pero muchos de dichos hombres, por estas o
aquellas razones, lograron ser eximidos completamente, o en otros casos
presentan una demanda para que se les permita el pase a los últimos grupos,
es decir, pretender librarse del servicio inmediato.

En el examen minucioso de dichas demandas se ocupan ahora los tribunales a
que ya he hecho mención, y un curioso dilema se presenta: el país necesita
cuantos hombres puedan ser reclinados para el sostenimiento de los
ejércitos que luchan, y al mismo tiempo la industria nacional reclama
también brazos varoniles, con tan apremiante necesidad, que ha de ponerse
buen cuidado en que no se vayan por ser soldados los que conviene que se
queden por ser obreros. Asimismo las fábricas de municiones imperiosamente
requieren el esfuerzo varonil, haciendo tanta falta los hombres junto a los
tornos y en las fundiciones como en las trincheras.

Si no hay hombres suficientes para que se continúe la producción en las
industrias nacionales y disminuye la exportación de nuestros géneros,
surgirán entonces dificultades graves al no encontrarse el dinero que
precisa para continuar la guerra, y si no se ocupan hombres bastantes en
la fabricación de munición de nuestros ejércitos en los distintos frentes,
no podrán seguir peleando como hasta aquí.

Hasta cierto punto ha podido facilitarse la resolución del problema
empleando mujeres en labores quo antes eran exclusivas de los hombres. En
los trabajos agrícolas el esfuerzo femenino está resultando muy eficaz,
viéndose que, a veces, supera al del hombre. Del mismo modo y en número muy
crecido, se ocupan las mujeres en las fábricas de municiones, y el éxito
obtenido en la práctica sólo es comparable al entusiasmo que ponen las
obreras en su cotidiana labor. La deuda que Inglaterra ha contraído con sus
mujeres jamás podrá ser pagada, de modo que, cuando la guerra concluya,
deberá la patria igual reconocimiento y gratitud profunda a los hijos que
la defendieron peleando y a las hijas que aquí trabajaron mientras tanto
sustituyendo a los hombres ausentes hasta en los trabajos más rudos. Y como
está pasando lo mismo en Francia y en Rusia, verdaderamente la historia que
en el porvenir se escribirá de esta guerra, tendrá consagrado uno de sus
capítulos a rendir tributo de gloria a la mujer, que parte tan activa está
tomando en la defensa nacional.

Pero como mi intención, al comenzar esta carta, no era precisamente hacer
el elogio de las mujeres en la guerra, vuelvo a los hombres, pues que de
éstos se trata en el problema expuesto.

Los casos estudiados por los tribunales, en este asunto de la redención del
servicio militar, aportan datos curiosos como una luz para estudiar la
actitud de ciertos patrones respecto a la guerra. Se ha ofrecido el caso de
un jefe de cierto establecimiento comercial de Londres, que solicitó se
eximiera del servicio militar a un dependiente suyo por serle necesario a
sus negocios La contestación del presidente del tribunal es asimismo
interesantísima: reprochó con suavidad al demandante, advirtiéndole que, en
opinión del consejo, líos dependientes comerciales son un lujo que no
pueden permitirse los negocios en tiempo de guerra.

Otro patrón solicitó igual favor para un joven obrero de su casa, dando
como razón poderosa la de ocuparse dicho joven en el embalaje de ejemplares
de la Biblia, destinados a los bravos ingleses que luchan en las
trincheras. Cierto es que el obrero en cuestión, en cierto modo, atendía a
las necesidades espirituales de nuestros soldados; pero pudo caer en la
cuenta, su principal, de que el mismo trabajo lo desempeña una mujer
perfectamente, en tanto el joven dependiente ocupaba su puesto en las
filas.

Se ha comentado igualmente la demanda de un encuadernador establecido en la
metrópoli, a favor de un maquinista, quien argüía que, por haberse alistado
diez de sus obreros en el ejército, quedaron sin oficiales o maestros los
aprendices, habiéndole éstos también abandonado. Y en efecto, los
aprendices están siendo solicitadísimos y en todas partes les ofrecen
salarios espléndidos. Pero el presidente del tribunal fue inflexible. "La
patria necesita hombres", dijo, "y hay que tomarlos allí donde se
encuentren".

Otro pedía que se eximiera a su tenedor de libros, y le contestó el
tribunal que podía substituirlo con una mujer. "Ya he tenido una, y no me
ha servido", replicó el demandante. "Pues busque otra mejor". Estas fueron
las últimas palabras del tribunal.

La magna labor que estos tribunales tienen a la vista podrán comprendería
mis buenos lectores sólo con decirles que, únicamente en Londres, las
demandas presentadas ascienden a 14.000, comprendiendo en sólo los primeros
grupos de reclutas sean los solteros de 20 a 24 años. Todos los casos son
resueltos con admirable celeridad y aquellas demandas fundas basadas en
razones fútiles son recibidas con poca simpatía. Los tribunales se atienen
a un principio inmutable, y es que las necesidades puramente personales
deben someterse al interés general del Estado.

Sin embargo, en algunos distritos, los privilegios do excepción se están
repartiendo con excesiva benevolencia. La lista de reserved trades, titulo
acomodaticio al que acuden cuantos desean esquivar el deber de ir a la
guerra, se hacen muy extensas, y seguramente serán sujetas a una minuciosa
revisión. Parece ser que los tribunales ocupados en el examen de demandas
han recibido nuevas instrucciones a las que deberán atenerse en lo futuro
como orientación para sus fallos. Inglaterra necesita hombres, y hay que
regatearlos a las ocupaciones secundarias. Probablemente se ha tenido
demasiado en cuenta la protección a la industria local, y esta línea de
conducta será sin duda modificada de hoy en adelante. – J. PARKER HEYES –
La Vanguardia, Sábado 4 de marzo de 1916, Página 8, Sección "La Guerra
Europea", Primera, Segunda y Tercera Columnas
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