La falta de comunicación, un problema irresuelto en el conflicto social peruano

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La falta de comunicación, un problema irresuelto en el conflicto social peruano Por: Franklin Cornejo Urbina [email protected] Director, Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya Lima, junio 2015 En los primeros días de mayo del año 2015, el Perú asistió al conflicto social entre los pobladores y la policía en Tía María, en la provincia arequipeña de Islay. En este contexto de crispación social la comunicación no se logró, y la única comunicación fue la que se dio entre los pobladores, que interactuaban entre ellos, y los policías que dictaban órdenes. Hablar de comunicación implica establecer relaciones interpersonales de mutuo entendimiento o aspirar a que así sean, compartir ideas, intercambiar pareceres, escuchándose, mirándose y reconociéndose en la conversación. Ese tipo de comunicación empática, de acercamientos y reciprocidades no existe en este conflicto, ni en los otros conflictos mineros peruanos. Por ello resulta difícil hablar de diálogo, porque las partes del conflicto se agreden, no se escuchan. Quisiera remarcar aquí que los actores de los conflictos son casi siempre los que perseveran en sus posiciones, radicalizadas y cerradas, es decir, los pobladores con sus propuestas en contra de la minería, o en todo caso a favor de espacios de negociación entre comuneros y mineros y, en contraposición; la policía, los ministros, los congresistas y los alcaldes. El diálogo no es un discurso demagógico o un anuncio político. Es un acto comunicativo concreto que se realiza en un proceso planificado, no se improvisa. La idea es que los empresarios, políticos y ciudadanos reconozcan a los interlocutores de la comunicación para el desarrollo, los vean, hablen con ellos, que los identifiquen como promotores del desarrollo local y no como receptores pasivos frente a medidas y propuestas políticas. Lo que se escapa frecuentemente del análisis de la comunicación en los conflictos sociales es el hecho que los que promueven el desarrollo económico y el diálogo (en este caso el Estado y la empresa minera) no terminan de entender que es necesario incluir a las personas en el desarrollo. No se trata de imponer medidas, hay que dialogar, planificando y construyendo con la gente estrategias de comunicación. Si esto no sucede, entonces estamos hablando de una comunicación instrumental, corporativa o mediática, que si bien tiene efectos en la información masiva y la productividad organizacional, no permite repensar el desarrollo a partir de las culturas, los desarrollos locales, la historia de las localidades y las cosmovisiones. Las fotos en las portadas de los periódicos, reportajes en el noticiero o el programa dominical, entrevistas en la radio y listas de mensajes por Facebook y twitter no van a calmar los ánimos inquietos, ni la desconfianza del lugareño frente al empresario minero y las oficinas estatales a favor de la minería. El tema de fondo aquí es que las relaciones interpersonales e interinstitucionales están viciadas, por intereses creados, entre aquellos que quieren polarizar a la sociedad y los que insisten en imponer unilateralmente a través de la minería un negocio rentable para todos los peruanos.

2 Una comunicación participativa se construye, se planifica, se piensa en un gabinete de especialistas. No se logra sobornando autoridades, ni otorgando regalías o dadivas a periodistas y comunicadores que buscan defender a toda costa los beneficios de la minería. Si esto se da entonces se produce el efecto contrario, que se evidencia en la desconfianza de la población, falta de credibilidad y rechazo para establecer acuerdos. ¿Qué comunicación podemos seguir en el contexto del conflicto social peruano? Ensayando algunas respuestas propongo lo siguiente: 1. El Estado y la población tienen que reconocer que sin interlocutores válidos no será posible generar comunicación, por ello deben encontrar voceros que faciliten el diálogo. 2. El Estado tiene que explicar a los pobladores, en castellano y las lenguas locales, los impactos que trae la minería. 3. Incluir el tema del desarrollo agrícola es parte del desarrollo minero. Y este es un tema que debería desarrollarse como parte de un plan de comunicación. 4. Habría que incluir a un grupo de actores de la sociedad civil, los gobiernos regionales, las universidades y las instituciones locales para generar una red de promotores del desarrollo e institucionalizar el diálogo. Esto permitirá diversificar a los actores locales, evitando que los voceros sean solamente los medios, políticos locales, fanáticos anti mineros y dirigentes. 5. Unas oficinas estatales de desarrollo económico local en las zonas mineras tendrían que asegurar el trabajo permanente de monitoreo y cumplimiento de las medidas en pro del desarrollo minero agrícola. 6. Repensar la comunicación en las zonas del conflicto pasa por una voluntad de hacer menos técnico y más cercano el lenguaje del desarrollo económico minero, visibilizando el rol activo de los grupos sociales y las comunidades en este proceso. 7. No escatimar las inversiones en el rubro social y participativo del desarrollo minero, porque el riesgo de ello es que los proyectos mineros queden desestimados por la población, y se pierdan inversiones. 8. Diversificar la creación de radios comunitarias para promover experiencias interculturales. 9. Se deben definir bien los objetivos de la comunicación, sin omitir o confundir tendenciosamente instrumentos, campañas de marketing, publicidad con procesos participativos, deliberativos e inclusivos. El resultado de una interpretación errónea entre enfoques modernizadores y participativos de la comunicación es que no se reconozca a los públicos con sus necesidades y demandas reales. Hemos aprendido a salir de las crisis que trajo el terrorismo, el autoritarismo fujimorista y la crisis económica a partir de creer en una sociedad que se da oportunidades, fortaleciendo su institucionalidad a través del trabajo, los estudios y los valores de la familia. Estamos por cumplir, en julio próximo, 15 años de regreso a la democracia. Pero nuestro drama, y eso se ve en el contexto de los conflictos sociales, es que tenemos crecimiento económico, pero a la par existe descontento social, desigualdad, inseguridad ciudadana, pobreza, niños con anemia. Y todo esto en entornos de informalidad, ilegalidad e inseguridad. Ninguna inversión y ningún Estado por más riqueza acumulada que alcance, si no refuerza la ciudadanía y la democracia corre el riesgo de que se desencadene el descontento social, la violencia y ante ello posturas extremas autoritarias o coactivas.

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15 años después del regreso peruano a la democracia, tenemos un Estado que recauda impuestos, exporta, genera divisas y hace crecer el tesoro público, pero en contraste a eso, se está conformando una sociedad que ha hecho de la protesta y la crítica cívica, una forma de ejercicio deliberativo de la democracia, lo cual es comunicativo in extremis porque representa una forma de expresarse (véase el caso de los jóvenes que marcharon oponiéndose a la ley Pulpin, o las movilizaciones contra la televisión basura, la repartija, los jóvenes que se oponen a la construcción del bypass de la avenida 28 de julio en Lima y los conflictos socio ambientales anti mineros en Conga, Bagua y ahora en Tía María). En toda esta realidad tenemos medios de información que tienden a sesgar la información a crear al enemigo del desarrollo, al anti minero o al pueblo que protesta. Pero además, insisten en envilecer el espíritu de las audiencias con hechos sangrientos, violentos y faranduleros, al tiempo que banalizan a más no poder a políticos (por lo general de oposición), a la mujer y el trabajo crítico del periodismo. ¿Entonces si estamos en la era de la información y las comunicaciones por qué vivimos en islas de incomunicación que generan protestas y conflictos sociales? ¿Si existe crecimiento económico (con escasos espacios y protagonismos para la ciudadanía, el bien común y el desarrollo humano) es posible generar propuestas de diálogo desde el Estado? Tenemos que aceptar que el bienestar individual depende del bienestar social. Si no estamos bien todos, no podremos estar bien cada uno de nosotros. En el Perú estamos entrando a una segunda fase de la democracia, y allí vemos que en los espacios micro sociales empiezan a germinar iniciativas de ciudadanía, participación social, respeto de la diversidad cultural, así como el rescate de la memoria social. Esos espacios micro sociales (conformados por la asociación civil, el grupo de estudios, el grupo juvenil, la hermandad, la congregación, el cine fórum, los talleres universitarios, los talleres con comunidades indígenas, los conversatorios, los estudios de posgrado, los grupos de teatro, etc.), en todo estos espacios micro sociales se generan, a su vez, espacios y lugares para la comunicación, el reconocimiento del otro, el compartir en un sentido de comunidad valores, sentimientos, iniciativas, proyectos de vida. Por su parte, el espacio macro social está compuesto por las instituciones y las organizaciones, como el Ejecutivo, los ministerios, el congreso, los municipios y los gobiernos locales. Pero a veces uno encuentra que hay más omisiones y ausencias en relación a un “agire” o acción social por parte de estas organizaciones. Más políticas sociales, políticas de representación, políticas de interculturalidad que nos permitan encontrar a las personas del desarrollo es lo que hace falta para completar ese modelo de desarrollo, que suele ser demasiado económico, y por momentos hasta inhumano. Pero no soy para nada pesimista, al contrario, presento aquí un diagnóstico, en el que trato de articular ideas en relación a la comunicación, el desarrollo y los problemas en el contexto peruano de los conflictos sociales.

4 Quizás un modelo de desarrollo económico mixto, contextualizado, podría ser una opción que facilite el desarrollo agrícola y el desarrollo minero, que deje de lado posturas esencialistas, que causan fragmentación, tensiones y discordia intergrupal, por otra postura dialogante con compromiso social y en la óptica de procesos de desarrollo a mediano y largo plazo que se traduzcan en políticas públicas y de Estado. La lección que nos dejan los conflictos sociales es que los modelos de desarrollo económico no se pueden imponer a la fuerza, por el contrario se necesita un consenso que se construye en una comunicación de respeto, reconocimientos y compromisos. Una comunicación así reconoce, fortalece y promueve la agencia de los ciudadanos, no como “pacientes inmóviles” como comenta Amartya Sen (2000), sino como sujetos sociales protagonistas del desarrollo. Tenemos que aprender la lección.

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