La falacia de una gran verdad. Apuntes sobre las problemáticas científicas del análisis discursivo

September 30, 2017 | Autor: A. Sánchez Castel... | Categoría: Discourse Analysis, Linguistics, Discorse Analysis, Methodology, Metodología de la investigación científica
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LA FALACIA DE UNA GRAN VERDAD Apuntes sobre las problemáticas científicas del análisis del discurso

Alejandro Sánchez Castellanos Universidad de La Habana

Entre las maneras de abordar un hecho comunicativo, desde nociones de la lingüística, el análisis del discurso ha sido de las más usadas. La plataforma teórica de aquellos que tienen como objeto de estudio la unidad, ya hoy día muy popular, denominada discurso, convence cada vez más a investigadores que en un final se autoproclaman, orgullosos y, a veces, con despreciativos hacia su diferente, analistas del discurso. Descubrir lo que hay “detrás de las palabras”, lo que provoca un daño o consecuencia cualquiera, atender a la compleja realidad de la comunicación, son motivos suficientes para el triunfo de este paradigma científico. En este sentido, J. Virgilio Niño (1999) hace poco más de diez años dijo que “hablar de complejidad, pensamiento complejo o de sistemas complejos se está convirtiendo en un acto caso religioso, pues se los presenta en cierta medida como una panacea para el desarrollo de las ciencias” (27).

Lo cierto es que estudiar la comunicación desde la perspectiva del análisis del discurso atrae a no pocos; sobre todo cuando conciben que su unidad de estudio, el discurso, es, como dijese Teun A. van Dijk (1991), “el uso real del lenguaje por locutores reales en situaciones reales” (cit en Mainguenea, 1996/2003: 16). Todo científico quiere examinar la realidad, no su contrario ni siquiera una aproximación a esta. Así la teoría, los conceptos que integran la base epistemológica del analista del discurso, confirma la eficiencia y la validez de los resultados. Pero la operatividad de las categorías no siempre se consigue establecer en su cabal expresión.

En parte todo ello sucede porque las obras que proponen una metodología de trabajo son todavía insuficientes. Existe una teoría que seduce al investigador en tanto el marco metodológico, que debe organizar y justificar la lógica del trabajo científico, deja algunas dudas. Con frecuencia estas limitaciones se ocultan en la exposición de los resultados. Hay entonces nociones que se utilizan a medias o se ignoran por lo complejo que resultaría su constatación en la realidad. Se oculta al cabo la deficiencia; y sin vacilación, y esto es lo realmente nefasto y un problema para la ciencia, se hacen

alardes de grandes verdades. Se manifiesta, así, una postura irresponsable por parte del analista.

El presente trabajo, atendiendo a lo antes dicho, estudia la operatividad científica de la relación teoría y práctica en el análisis del discurso. En consecuencia se propone los siguientes objetivos: 1) caracterizar la teoría general que es base del análisis del discurso; 2) identificar las limitaciones científicas que existen en el análisis de los datos de la realidad; y 3) explicar prácticas científicas solucionadoras de casos probables de conflicto científico.

Se pretende con el examen desarrollado a continuación aportar a la comunidad científica algunas claves que le permitan, por un lado, reconocer la exacta complejidad del procesamiento de datos que se adhiere a una base epistemológica del análisis del discurso; y por otro, lograr ajustar, de manera más efectiva, los resultados de la labor científica al comportamiento real y dinámico del hecho comunicativo. Aunque el problema científico atañe a la verdad de la ciencia, que se sabe relativa, si no siempre, en muchas de las ocasiones, con el algoritmo de trabajo propuesto al abordar el último objetivo de este estudio se tributa a la efectividad y humanización de la ciencia, en el sentido de que sea realmente una producción de conocimiento para el mejoramiento de la sociedad.

I. El análisis del discurso, sus unidades de estudio El acercamiento al uso de la lengua, desde cualquiera de los instrumentales teóricoprácticos que brinda la ciencia del lenguaje, ha reconocido entre sus métodos efectivos, como se apuntaba antes, el que propone el análisis del discurso. En esta tendencia de estudio, por llamarle de algún modo, se prioriza la atención al complejo textoco(n)texto1 . Precisamente de ahí nace para los estudios de lengua la categoría de discurso, de la relación influyente entre el texto, su contexto de producción, y el ambiente textual, el cotexto, relación que solo puede comprenderse desde el punto de vista dialéctico.

Si la lengua es la mayor abstracción categorial que se puede distinguir del órgano de la

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Cuando se quiera referir la realidad distinguible texual y extratextual de las condicionantes del texto, se escribirá “co(n)texto”, por contexto y cotexto.

comunicación verbal, el discurso es la concreción de mayor veracidad de una lengua. Para entender este vínculo inclusivo se debe precisar primeramente que por lengua se entiende “un sistema de signos que expresan ideas”, al decir de F. de Saussure (1916/1990: 60), el que “no existe más que en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de la comunidad” (58), que “no está completa en ninguno” de los individuos, pues “no existe perfectamente más que en la masa” (57). Es, pues, en el sistema donde encontramos el nivel potencial, el código que brinda a la identidad lingüística de un usuario una pluralidad, posiblemente enorme, de relaciones sintagmáticas y paradigmáticas. Según la cultura lingüística aprendida (siempre será aprendida, pues el lenguaje se considera no inherente a la biología humana), un sujeto o grupo selecciona el modo de relacionar las unidades de ese código que es la lengua. De este proceso de selección se tiene como resultado la otra categoría apuntada por Saussure (1916/1990): el habla. Es por ello que en el Curso de lingüística General aparece esta categoría definida como “el acto individual de voluntad y de inteligencia”, por el cual un sujeto “utiliza el código de la lengua con miras a expresar su pensamiento personal” (57). Sin embargo, cuando F. de Saussure utiliza el término „habla‟, lo hace atendiendo a la diferencia entre lo potencial y lo concreto, pero sin cuestionarse la realidad del uso, es decir, la contextualización del habla cuando un usuario la convierte en realidad.

El habla es, pues, la concreción de la lengua, en tanto un sujeto hace suyo un complejo de relaciones lingüísticas propias de un sistema de signos que solemos llamar idioma. Es esta una categoría útil para el análisis de la lengua, todavía, aunque parezca paradójico, en una fase de abstracción. Se puede describir el habla del “camarero del bar de la esquina”, pero con ello no se tienen por qué estar apuntando rasgos reales del cómo este sujeto-emisor se comunica verbalmente; porque aspectos circunstanciales de la comunicación, imprescindibles, pudieran quedar fuera al instrumentar la noción de habla como categoría para el estudio de la lengua.

A estos aspectos circunstanciales se le llaman propiedades del co(n)texto. Estas propiedades, tenidas en cuenta, adjudican en el mayor grado posible un sentido de veracidad al hecho de lengua en un estudio. Pero no se suele plantear la relación entre habla y co(n)texto, sino entre un texto y su co(n)texto. I.I. El texto

El texto es la categoría que se emplea en la conjunción de la lengua con los elementos extralingüísticos, entiéndase no unidades del código, y con otros que constituyen su ambiente textual. Es representación de un habla específica; resultado de la actividad comunicativa de una identidad hablante que ha seleccionado del código una serie de relaciones para componer un producto que sólo se entiende a partir de su textura (Halliday y Hassan, 1976) en un sentido sintagmático y paradigmático. Con ello se define el texto desde su carácter esencialmente lingüístico, como un compuesto necesariamente del código.

Durante los años setenta y ochenta, sobre todo, hubo una considerable producción bibliográfica que trató de explicar qué se entendía por texto. Uno de esos autores fue Enrique Bernárdez (1982), quien planteó una definición de texto que aún en los inicios del siglo XXI tiene validez: unidad lingüística comunicativa fundamental, producto de la actividad verbal humana, que posee siempre carácter verbal; está caracterizado por su cierre semántico y comunicativ o, así como por su coherencia profunda y superficial, debido a la intención (comunicativa) del hablante de crear un texto íntegro, y a su estructuración mediante dos conjuntos de reglas: las propias del nivel textual y las del sistema de la lengua. (: 85)

Quizás solo habría que apuntar que al decir reglas del sistema de la lengua, se debe comprender aquellas que son de tipo textual: no es la oración la unidad última de la lengua, sino, precisamente, el texto2 . Dentro de las reglas de estructuración y funcionamiento de una lengua se reconocen aquellas que atienden a la oración, del mismo modo que las privativas del nivel textual. El sistema de la lengua ofrece e impone las relaciones para la producción de oraciones al mismo tiempo que de unidades textuales. No es de otro repertorio, sino de la lengua, de donde cualquier identidad hablante sigue las reglas (lingüísticas) para la conformación de textos eficientes.

De este modo queda explicada la relación entre texto y lengua, como la de un compuesto (texto) resultado de la selección de un modo concreto (habla) de usar las posibilidades de un sistema de signos verbales (lengua). I.II. El discurso 2

Para la clasificación de los niveles de la lengua se sigue a César Hernández Alonso (1995), quien entiende que “en nuestra lengua distinguimos los siguientes niveles: fonema, morfema, palabra, sintagma, cláusula, oración, parágrafo, monólogo, dialogo”. Las cinco primeras son las unidades de los niveles intratextuales, y las otras cuatro de los niveles textuales. Aquí se tiene a la oración como unidad fronteriza, que participa en los mecanismos de construcción intratextuales y textuales (23).

El texto, entendido de esta manera, conjuntamente con su ambiente textual y extratextual, que lo rodea-afecta, hace que se revele la categoría de discurso, unidad que para muchos lingüistas es el signo que condensa con mayor veracidad un hecho de lengua. El discurso es, volviendo a la cita de de Teun A. van Dijk (1991), “el uso real del lenguaje por locutores reales en situaciones reales” (cit en Mainguenea, 1996/2000: 16). La noción de uso es fundamental en el empleo del término „discurso‟. Se apunta así el carácter de proceso que comprende dicha categoría: “el texto como producto (texto en sí mismo) y texto como proceso (discurso), resultante e inmerso en un contexto, en unas condiciones de producción y unos mecanismos enunciativos” (Otaola, 2011, s.p.). La comunicación es

resultado y proceso. La primera noción (resultado) refiere el sentido

de construcción que tiene toda textualidad, la que responde a modelos que, según la situación, fijan formas. La segunda noción (proceso) atiende a la idea propia de los estudios discursivos de concebir, por un lado, la comunicación como acción que se realiza durante una situación determinada, y por otro, la comunicación como un continuum de intercambio de sentidos, dentro del cual cercenamos momentos que suelen ser identificados por un autor, es decir, el discurso de un autor.

En síntesis, el discurso puede quedar definido, siguiendo a J.-M. Adam (1990), como el texto más las condiciones de producción: un discours est un énoncé caractérisable certes par des propriétés textuelles, mais surtout comme un acte de discours accompli dans une situation (participants, institutions, lieu, temps); ce dont rend bien compte le concept de “conduite langagière” comme mise en œuvre d'un type de discours dans une situation donnée. Le texte, en revanche, est un objet abstrait résultant de la soustraction du contexte opérée sur l'objet concret (disco urs). (23)

Desde este enfoque, se ha dicho, y no equivocadamente, que el análisis del discurso se puede definir como el estudio del uso lingüístico co(n)textualizado. En efecto, su objeto de estudio, el discurso, es el compuesto lingüístico resultado de la selección de un código, visto conjuntamente con las condicionantes co(n)textuales que lo afectan.

I. III. EL CO(N)TEXTO DEL TEXTO

Como se ha dicho, “el análisis de discurso tiene como base principal la interrelación de las partes del discurso” (Rodrigo, 1999:158); por lo que, luego de haber explicado nociones relacionadas con el texto, es necesario que se revisen detalladamente algunos planteamiento que definen la otra parte integrante, el co(n)texto. Esta categoría es, lo que ya se ha venido diciendo, una parte imprescindible (sine qua non) para el estudio de discurso;

como

advirtiera

E.

Coseriu

(1955-1956),

“los

entornos

intervienen

necesariamente en todo hablar, pues no hay discurso que no ocurra en una circunstancia, que no tenga un «fondo» (...) los entornos orientan todo discurso y le dan sentido” (cit. en Calsamiglia y Tusón, 1999/2002: 107).

Sobre el contexto existe alguna bibliografía que pudiera considerarse suficiente, aunque todavía, como suele pasar, no hay muchas ideas compartidas entre los autores. Quizás sea a la hora de definir, en términos del “qué” general y del “para qué”, donde más planteamientos comunes se leen. En este trabajo se comparte el concepto de Teun A. van Dijk (1998/2000), quien entiende la categoría de contexto como “el conjunto estructurado de todas las propiedades de una situación social que son posiblemente pertinentes para la producción, estructuras, interpretación y funciones del texto” (101).

A este parecer habría que añadirle una característica fundamental para entender la evolución de los modelos co(n)textuales: según la experiencia comunicativa, en el decurso de la codificación y decodificación, se van diseñando (y rediseñando) modelos co(n)textuales que influyen en el texto. Esto indica, por un lado, que los modelos contextuales, ese entramado de componentes extralingüísticos que afectan al texto en tanto lo fijan a un mundo

(posible o real), no son estáticos, sino susceptibles a un

proceso de mutación resultado de la acción comunicativa, la que nunca debe entenderse como idéntica, según la lógica del heracliteísmo. Hay que advertir un movimiento de formación, de retroalimentación, que se evidencia en la experiencia discursiva, entre las funciones formativas de la actividad comunicativa (con su realización textual) y el co(n)texto:

EXPERIENCIA DISCURSIVA

CO (N)TEXTO

(TEXTO )

COMUNICATIVA

ACTIVIDAD

FUNCIÓ N FO RMATIVA

El co(n)texto afecta a la actividad comunicativa, específicamente a su realización concreta, el texto, como ya se ha dicho, a la vez que determina la selección de las relaciones del código; es decir, condiciona, en gran medida, la disposición de la textura, en el orden sintagmático y paradigmático. En tanto la actividad comunicativa, a partir de un proceso de revisión de las condicionantes del co(n)texto que en ella sucede, confirma o reajusta las propiedades co(n)textuales: “el proceso de formación del texto puede describirse como una sucesión de pasos (acciones) dependientes del contexto [y el corexto,] y, al mismo tiempo, modificadores (creadores) del contexto [y cotexto]” (Bernárdez, 1995: 166). H. Calsamiglia y A. Tusón (1999/2002), en este sentido, plantean que “estos parámetros [del co(n)texto] son de tipo cognitivos y sociocultural, son dinámicos y pueden estar sujetos a revisión, negociación y cambios” (15). Las autoras también anotan una idea básica a la hora de establecer la correlación entre texto y co(n)texto: el carácter modélico de tipo sociocultural y cognitivo de lo que se identifica como contexto. Así, este reajuste de las propiedades co(n)textuales puede manifestarse como un cambio circunstancial que no

afecta el modelo

predeterminado

(se

negocian y solo

coyunturalmente se rediseña el co(n)texto) o como un cambio que sí afecta el modelo y configura nuevos valores predeterminados.

Sobre este sentido modélico se ha apuntado que las propiedades/componentes co(n)textuales participan en la comunicación como representaciones que se tienen de situaciones comunicativas. Así, pues, se habla de modelos de representaciones: cómo se suele

(sentido modélico) actuar en tal situación, cuáles son las relaciones del código

efectivas que suelen usarse para una situación comunicativa determinada (sentido modélico).

Teun A. van Dijk (1997/1998), por ejemplo, habla del carácter de interfaz del contexto, como mediador entre el discurso (texto según la definición aquí empleada) y la situación social y la estructura social: “context are so to speak the interface between discourse as action on the one hand and social situations and social stuctures on the other” (7). Es este mismo autor quien aporta el inventario más completo de los constituyentes del contexto, los que serán reconocidos como construcciones cognitivas de carácter modélico. Por ello se dice que “no son las propiedades mismas [del co(n)texto] las que influyen en el discurso (o que están influidas por el discurso), sino su construcción mental” (p. 270). Estas propiedades son: - Dominio social (o institucional específico): define clases globales de género, tales como discurso político, discurso médico y discurso académico. - *Interacción global, tipo de evento comunicativo: se orienta hacia los tipos de disc ursos, tales como conversación, reunión, lección, debate parlamentario, etcétera3 . - Funciones: funciones específicas (hacia donde está orientado el evento comunicativo) en una secuencia de acción o dominio, por ejemplo, como condición, consecuencia, propósito, objetivo de otros actos o acontecimiento social. - Intención: modelos mentales de actos discursivos que refieren la intención del enunciador, la que puede estar declarada u oculta. - Propósito (u objetivo): modelos mentales de las consecuencias más amplias de los actos discursivos, por ejemplo, de las funciones. - Fecha y tiempo: fecha y duración específicas. - Lugar: Lugar específico. - Circunstancias: Circunstancia o condiciones sociales específicas, las que pueden ser discursivas en sí mismas, definiendo, entonces, complejos intertextuales, como sesiones judiciales o conferencias. - Soportes, objetos importantes: se refiere a soportes como mobiliario, uniformes, objetos, etc., los que tienen implicaciones sociales y simbólicas. - Rol de participante: se refiere a roles comunicativos tales como el de hablante, escribiente, oyente, lector, etc. - Rol profesional: se refiere a roles legales tales como profesor, juez, oficial de policía, etc. - Rol social: se refiere a roles tales como amigo, enemigo, aliado, defenso r u oponente de otros participantes, etc. - Afiliación: pertenencia de los participantes a una organización que representen en la comunicación.

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Esta propiedad se ha marcado con un asterisco pues, como se explica a seguida, p refiere identificarse “el tipo de evento comunicativo” con la propiedad cotextual “tipos secuenciales del texto”.

- Pertenencia: se refiere a categorías tales como ser hombre o mujer, blanco o negro, viejo o joven, etc. - Otros sociales: se refiere a los referentes del discurso, que pueden ser coparticipantes o no del acto de comunicación. - Representaciones sociales: refiere a que los hablantes tienen conocimientos mutuos (estos es, tienen un modelo sobre sí mismo al igual que sobre los otros) y ese conocimiento puede ser un ejemplo particular de conocimientos y creencias más generales sobre el grupo al que pertenecen los otros 4 .

Por otra parte, también ha habido, en ocasiones, una identificación del contexto con el entorno textual de un enunciado. Contexto es desde esta perspectiva tanto el ambiente lingüístico

intratextual como extratectual de un enunciado. Se buscan entonces

justificantes en este “contexto lingüístico” para las relaciones intratextuales de cohesión y de coherencia; a veces incluso, como se ha dicho, a partir de una textualidad otra, anterior o posterior, que, no es menos cierto, aparece en todo texto como efecto del dialogismo bajtiniano. Así se reconocen vínculos transtextuales que afectan de igual forma la selección que se hace de las posibilidades del código (textura) y se habla de “contexto intertextual, es decir, [d]el conocimiento que las personas tienen de ese «río» de textos producidos a lo largo de la historia que nos permite reconocer aquellas maneras de hablar y de escribir apropiadas a cada situación” (Calsamiglia y Tusón, 1999/2002: 109).

Se concibe así como un componente del contexto esa realidad lingüística que constituye el ambiente del texto y en ocasiones se le otorga, merecidamente, una importancia considerable en el análisis: Parler de discours, c‟est considérer la situation d‟énonciation-interaction toujours singulière et l‟interdiscursivité dans laquelle chaque texte est pris. Un texte ne devient un fait de discours que par sa mise en relation avec l‟interdiscours d‟une formation sociodiscursive, elle-même définie comme lieu de circulation de textes (intertextualité propre à la mémoire discursive d‟un groupe) et de catégories génériques (interdiscursivité des genres et sous genres)5 . (Adam, 2005: 28)

Sin embargo, se prefiere separar ese componente lingüístico del contexto, y se usa el 4

Cf. Dijk, 1998/2000: 270-284. De las palabras de J-M. Adam solo habría que acotar que las relaciones intertextuales de un discurso con otros de su propia o antagónica (o simplemente diferente) formación discursiva también participan en el proceso de formación o afectación del texto; es decir, son también importante tenerlas en cuenta. 5

término de cotexto según A. García Berrio (1978), por el que se entienden “las relaciones internas, intencionales, construidas por los componentes textuales en el seno de la extensión del discurso verbal”6 (García Berrio y Petöfi, 1978: 88)7 . Se aclara que cuando se dice “relaciones internas” no constituye esto una limitación para concebir como relación cotextual, además de la que se establece entre un enunciado y los enunciados con-formantes de una textualidad con una intención y cierre prescrito, la que se establece entre ese enunciado y una textualidad otra, precisamente por las relaciones posibles de tipología secuencial, de coherencia, de intención continuada 8 y, en menor medida, de cohesión entre ellos.

El ambiente que condiciona el texto es de tipo contextual, extralingüístico, como se ha explicado en detalles al principio; pero también de tipo cotextual, lingüístico-social. Existe una realidad-textual-ambiente,

constituida por una producción anterior o

posterior, caracterizada por las siguientes propiedades: - Tipologías secuenciales de textos (superestructuras): refiere a la organización de los tipos/géneros de discurso, que modela un orden del material lingüístico, a partir de relaciones de architextualidad; y que ayuda a la producción/recepción eficiente de los textos 9 . - Microestructuras verificables: el enunciador/coenunciador siempre parte de una proposición expuesta en una textualidad anterior, de la que se sirve para justificar la lógica semántica (coherencia) y/o sintáctica (cohesión) de un texto al establecer relaciones intertextuales, metatextuales, hipertextuales y paratextuales en la producción/recepción del discurso; por

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Para García Berrio (1978) “la ampliación del concepto de texto aportada por la dimensión semánticoextensional y por la gramática textual, lleva a la necesidad de constatar como relaciones del contexto lingüístico a las establecidas en el orden social, histórico, religioso, comunicativo, etc., del texto” (Garc ía Berrio y Petöfi, 1978: 88). 7 J-M. Adam (2005) al respecto, aunque no desarrolla el tema, precisa, entendiendo lingüística textual como análisis de discurso, que la “linguistique textualle est une théorie de la proction co(n)textualle de sens” (28). 8 Por intención continuada se entiende la posibilidad de reconocer una continuidad de un acto discursivo, consciente o no, por más de un enunciador o por el mismo: un enunciador (o distintos) puede(n) en varios momentos ser agente(s) de un mismo acto discurs ivo, como sucede a veces en el dominio religioso: en periodos de la historia la homilía del cura en la iglesia católica suele tener la misma intención comunicativa, a pesar de que los agentes del discurso (los curas en este caso) cambien. 9 Aquí debe comprenderse también la segunda propiedad contextual presentada por T. A. van Dijk (1998/2000), “Interacción global, tipo de evento comunicativo”, pues se entiende que el material que conforma es de tipo textual; y su característica fundamental coincide con la llamada propiedad cotextual “Tipologías secuenciales del texto”. Esto no quiere decir que las secuencias textuales no sean afectadas, además de por una relación architextual con el cotexto, por las propiedades del contexto. En consecuencia, aunque con demasiado absolutismo, C. Fuentes (2000) plantea que “la situación afecta tanto a la superstructura como a la macro y microestructura. Es la que determina el tipo de texto que elegimos, su organización y las unidades lingüísticas empleadas” (52).

ejemplo, específicamente, para la producción/recepción de sobreentendidos y presupuestos, o para concebir un esquema cognitivo. - Microestructuras posibles: el enunciador/coenunciador conoce/supone un noción posible, que pudiera ser enunciada en una textualidad posterior al acto comunic ativo, que permite el sentido sugestivo, o simplemente justifica la lógica semántica (coherencia) y/o sintáctica (cohesión) de un texto.

Estas propiedades tienen un carácter lingüístico en la medida que la base de todo cotexto es de tipo textual, pero su concepción atiende a razones sociales, a veces de formación personal. La realidad textual precedente o posterior que condiciona la producción/recepción de los textos está en correspondencia con las características específicas del enunciador/coenunciador, las que son de índole psicológica, social, cultural, genérica y etaria. En ocasiones son las condicionantes cotextuales de la recepción de un texto las que no se han tenido en cuenta en la selección de las relaciones del código, por lo que falla la comunicación, aunque generalmente se intenta concebir un cotexto común atendiendo a una cognición social compartida.

Desde este punto de vista, se concibe un análisis, al decir de C. Fuentes (2000), en el que “cada elemento lingüístico tiene que interpretarse en virtud del contexto y el cotexto”, pues se procura una “lingüística [que] tiene que abarcarlo todo: la perspectiva textual o la dimensión textual en sus unidades, y la interpretación en contexto, en situación pragmática” (48). No obstante, implementar esta postura traerá consigo limitaciones a la lingüística discursiva.

II. La gran verdad y por más compleja del análisis del discurso Hasta aquí se han expuesto y explicado las categorías fundamentales que conforman la base epistemológica del análisis del discurso. La tesis general de esta epistemología la constituye la idea de que el hecho comunicativo real, el que se denomina discurso, es el producto textual condicionado y afectado por un co(n)texto. Dicho así más que problemas se presiente haber conquistado una gran verdad, y que de esta manera se llegaría ciertamente a entender la comunicación social.

Sin embargo, hay varias cuestiones que problematizan el trabajo científico y que a la postre repercuten en la fidelidad de los resultados, si no se las consideran como limitaciones de la investigación. Muchos de estos sistemas complejos han sido “el

espacio natural de la intuición creativa, la visión de conjunto, la capacidad de síntesis. También ha sido el espacio donde con más frecuencia se ha desconfiado del método científico y de sus conclusiones” (Lage, 2001: s.p.). Precisamente el pretender abordar la realidad a partir de su complejidad, entiéndase con esto a partir de su escabroso entramado de relaciones entre las unidades, es lo que revela un problema de actuación imposible. Este problema se resume en la imposibilidad de obtener un contenido, específicamente de expresar los sentidos del texto y describir plenamente su co(n)texto.

II. I. Del tiempo del discurso al momento de la investigación La comunicación como producto o resultado sucede en una fecha determinada, la que por lo general no coincide con el momento de la investigación, aunque no es menos cierto que cada vez más se examina el habla contemporánea a partir de comunicaciones concertadas antes del análisis. No obstante, la mayoría de las veces se estudia un escrito publicado hace algún tiempo, a veces bastante, o se analiza una grabación hecha distante al momento de la investigación.

De esta manera se presenta el primer problema para una ciencia del lenguaje que procura defender el paradigma del análisis del discurso: ¿cómo puede el analista reconstruir un contexto del cual no ha sido testigo? Incluso ocurre que se es testigo del hecho comunicativo pero no se tiene consciencia investigadora en ese momento. Hay entonces que recurrir a fuentes de información como entrevistas, cartas, periódicos y libros de historia, en los que pudieran hallarse datos que ayudan a describir algunas de las propiedades del co(n)texto. Entre estas fuentes llega a mencionarse, con mucha razón, también el texto que se analiza, porque realmente el texto contiene muchos indicios de cuáles y cómo son los constituyentes co(n)textuales.

Esta reconstrucción de la situación comunicativa es generalmente deficiente, entiéndase con esto que será incompleta sobre todo en el comentario de propiedades como soportes del discurso y los papeles10 que desempeñan los participantes identificados como receptores. Esta deficiencia marca la supuesta efectividad de los resultados de una investigación. Por ejemplo, en el análisis del escrito de una conferencia pronunciada por un científico hace 50 años en un lugar X, puede que quede ocultada la identidad (vista 10

Se ha usado la palabra papel, aunque la bibliografía (Dijk, 1998/2000) emplea el término „rol‟, pues se considera más adecuada en lengua española.

aquí como representación social) de algún participante del auditorio que pueda afectar el modo de decir y con ello el sentido de alguna frase.

II. II. El medio: la comunicación escrita u oral, la internet Al igual que el tiempo es una categoría que afecta el análisis de un discurso, el medio, el canal por el que se transmite, devela nuevas problemáticas que se vuelven limitaciones para conseguir la veracidad en los resultados científicos. Desde que Claude Elwood Shannon y Warren Weaver (1949) publican su modelo de comunicación, que se populariza en la comunidad científica, se suceden acercamientos, cada vez con más asiduidad, que examinan el modo y soporte en que se transmite un mensaje. Se llega a hablar de una disciplina orientada solo a los medios de comunicación denominada mediología, y se diversifica una taxonomía de los medios que hoy día, en la generación de la hipermedialidad de internet y la libertad de pronunciación de géneros discursivos, llega a identificar clases insospechables quince años antes.

A partir de estas clasificaciones se caracterizan los discursos y se orienta la investigación. El medio es un factor que más allá de constituir una variable que impone modos de decir, pues, por ejemplo, como se habla no es como se escribe, constituye una categoría que según se reconozca tiene una implicación mayor o menor en la posibilidad de describir un co(n)texto.

El discurso oral que ha emitido el presidente de un país en una actividad X, que se recupera a partir de una grabación, será analizado atendiendo a propiedades co(n)textuales relacionadas con dicha actividad. Pero si el análisis se realiza a un discurso escrito, cuya recepción inevitablemente tendrá tantos representantes como decodificadores asistan a partir de la lectura al encuentro con el hecho comunicativo, las propiedades contextuales se relativizan al punto de caer en un vacío cognoscitivo. Piénsese en un libro como Calibán de Roberto Fernández Retamar, el que puede ser susceptible de un análisis entendiendo una comunicación cuyos receptores son los grupos sociales, de Cuba, que coexistían a principio de la década del 70. Pero también se puede decir que ese libro participa en una comunicación cuyos decodificadores no solo son cubanos, o que ocurre en la década del 80, o en años más recientes.

Se advierte en el análisis del discurso escrito, más aún producido hace algún tiempo, una relatividad potencialmente infinita de lo que se denominaría comunicación. En consecuencia, muchos teórico solo atienden a la comunicación oral, procurando que esta limitación no fracture sus tesis, si bien no acotan en ocasiones su distinción: “básicamente el contexto general en el que se realiza la producción/comprensión del texto es el mismo, debido al carácter temporal, cronológico del proceso (y de recepción/comprensión) del texto” (Bernárdez, 1995: 165-166).

Este hecho ocurre en general, en mayor o menor medida, con los llamados medios de comunicación de masas, del cual el libro es un tipo. Los periódicos, revistas, cine, radio, televisión, publicidad, etcétera, si bien tienen un consumidor pensado previamente por los enuciadores institucionales, en la realidad pueden ser hoy día consumidos por cualquier persona con la infraestructura según sea el caso y la voluntad para hacerlo. La comunicación de masas, cuando permite el encuentro recurrente de las estructuras de significado con decodificadores tan diversos en su identidad epocal, regional, cultural, etcétera, exige al científico del lenguaje que tome y declare una decisión habitualmente obviada. Por ejemplo, un tipo de análisis de discurso que tiene hoy día muchísimos trabajos es aquel que examina los mensajes en periódicos de impacto social, es decir, los de más demanda. Este es un estudio de una producción escrita, para el cual no se tiene en cuenta generalmente las identidades de los lectores, a veces diversa, o simplemente se reduce la compleja realidad de los participantes que decodifican a un sector, que para peor de la ciencia constituye una variable acomodada para probar lo que se quería decir a priori.

Hay que acotar que en situaciones en las que el discurso oral es copiado con el fin de ser reproducido y así socializado, como por ejemplo los discurso de políticos que se copian, sucede similar a lo que ocurre con los discursos escritos. En estos casos la limitación en la explicación del co(n)texto afecta sobre todo a propiedades como la fecha, soportes y los papeles de los receptores.

Otra problemática científica relacionada con esta dicotomía, que separa en dos grandes grupos los hechos comunicativos del lenguaje verbal, se da en la oralidad. La comunicación oral se apoya normalmente en los signos no verbales de la cinésica y los tonos y las vocalizaciones incluidos en los llamados paralenguajes. Mientras más

informal es la situación comunicativa más elevada es la tendencia al uso de estos otros códigos en auxilio de un discurso. En el estudio de una muestra de audio, de la cual se tiene solo copia del hecho fónico, se debe reconocer que se pudiera estar trabajando con una textualidad ficticia, pues las estructuras de significado se identifican normalmente en estos casos en los signos verbales conjuntamente con los signos no verbales, principalmente los propios de la cinésica o prosémica. Dicho problema se evidencia en los trabajos que analizan un discurso copiado en archivos de audio, que no tienen observaciones sobre estas cuestiones.

El espacio de la internet por su parte ha propiciado el surgimiento de géneros discursivos que se aprovechan de las relaciones que permite el medio. Esto, unido a la noción de anonimato o identidad virtual, muchas veces inventada, hace de no pocos textos en internet una comunicación bastante compleja. El foro, uno de estos géneros, incluso llega a permitir en su textualidad la composición de varios enuciadores, de los que habitualmente apenas no se conoce más que un “nombre de usuario”. En resumen, se plantea en relación con los medios, principalmente los usados para la comunicación de masas, una problemática científica que alude a un complejo entramado de identidades decodificadoras; o, como en este último ejemplo, a codificadores virtuales.

II. III. El discurso como producto de un sujeto: cuestiones de cognición El discurso es una construcción humana, la codificación y decodificación que dos actores11 realizan en una situación determinada. Al decir de Teun A. van Dijk (1978/1980), “tanto la producción como la comprensión del discurso como texto y como acto de habla dependen de varios factores cognoscitivos importantes, que incluyen los conocimientos, las creencias, los deseos, los intereses, los objetivos, las actitudes, las normas y los valores de los usuarios de la lengua” (98). El aspecto cognitivo de la persona incide en los modos en que se manifiesta la comunicación. Se habla de modelos cognitivos compartidos, los que expresan las maneras que culturalmente un colectivo social ha probado y propone que ocurran los hechos para lograr su efectividad.

11

Normalmente los “dos actores” de la comunicación, identificados al menos como emisor y receptor, se relacionan con dos o más individuos, no obstante es posible el caso de la comunicación del que monologa y desdobla al enunciador en los papeles de codificador y de decodificador.

Desde la perspectiva en que se declara el co(n)texto, el aspecto cognitivo lo es todo, en el sentido de que el mismo co(n)texto es definido como una construcción mental que comparte una comunidad. El problema aquí se presenta cuando se debe describir la propiedad denominada representaciones sociales y/o las intenciones y propósitos de algunos discursos del coloquio. Llegar a apuntar cuál es el conocimiento que un enunciador comparte con un receptor y que permite la comunicación de sentidos, se convierte a veces en una tarea muy complicada y en su mayoría imposible.

Ciertamente la identidad social, reconocida a parir de los papeles que desempeña un usuario de la lengua, ayuda a la hora de saber cómo se piensa de algo: un estudiante cubano de Filología de hoy día, normalmente, ubica en una escala de valores un estilo musical como el reggaetón diferente a como lo hace un estudiante de la carrera de Cultura Física. La generalización se hace y suele ser efectiva, sin embargo, se reconoce que las historias particulares afectan cada vez más la comunicación. Si bien se siguen modelos cognitivos de representaciones sociales tanto para la codificación como para la decodificación, también se tiende a la invención en un caso, o son de muy variada naturaleza los códigos que inducen a una persona a usar tal estrategia discursiva y no otra. Se tendrían entonces cuatro modelos de sujetos: -

se ajustan plenamente a una serie reducida de modelos cognitivos establecidos, que son fáciles de identificar y estudiar por su comportamiento estereotipado;

-

se ajustan plenamente a una serie expandida de modelos cognitivos establecidos, que para comunicarse parten de un entretejido de muy variados códigos, y por consiguiente imponen al analista un estudio más particularizado;

-

establecen, en ocasiones, nuevas relaciones entre los signos que componen una serie de modelos cognitivos establecido, para de esta manera presentar una modelización distinta, y exigir del analista un ejercicio de interpretación que no siempre logra buenos resultados;

-

establecen, en ocasiones, nuevas relaciones entre los signos que componen una serie expandida de modelos cognitivos establecidos, para de esta manera presentar una modelización distinta y de explicación compleja, lo que hace que el analista deseche muchas variables por su carácter ininteligible.

Las propiedades del cotexto microestructuras verificables y microestructuras posibles, entendidas como lecturas de otros textos hechas o esperadas, están también dentro de lo que pudiera investigarse a partir de registros de datos personales o de grupos sociales (si se admite, por ejemplo, que un grupo como los profesionales de la medicina conoce unos tipos de textos comunes). Sin embargo, mucha de las veces el científico sospecha,

con toda razón, que hay lecturas, detrás de la comunicación de un enunciado determinado, que no se avienen a lo habitual en su grupo social; o, peor, ni se tiene esta duda.

Son estas en definitiva otras problemáticas en un estudio de discurso, las que inciden en la explicación del comportamiento del enunciador y el coenunciador. El carácter cognitivo de los mecanismos de codificación y decodificación es indudable ya hoy día, en el momento en que se entiende (o es entendida por muchos) la comunicación como la puesta en escena de modelos de creencias. Sucede también que, a pesar de que se hable de marcos o modelos cognitivos sociales, hay una parte de estas “respuestas mentales” que atiende a la historia individual (en oposición a historia compartida) del sujeto, a esa construcción única, generalmente, de una persona a partir de todas las interacciones de su experiencia.

II. IV. El sujeto de la ciencia Los resultados científicos se exponen en una unidad textual, que reconocida como unidad discursiva está condicionada por determinantes co(n)textuales al igual que cualquier discurso. Es una comunicación, pues, originada sobre la base de creencias compartidas y caracterizadoras de una comunidad científica. En el caso del analista del discurso, el marco cognitivo dentro del cual enuncia sus ideas constituirá un filtro de selección, por más que se declare científico objetivo. Estos supuestos, que operan de igual manera para cualquier gestor de conocimiento, pudieran objetar la fidelidad de los resultados del investigador del discurso que parte de una concepción analíticointerpretativa.

El análisis del discurso, bajo esta concepción, sigue principalmente un enfoque cualitativo.

No suele haber, por ende, en el diseño teórico de la investigación una

hipótesis a probar: se interpreta la realidad, y se clasifica según el repertorio de categorías del que se sirve el lingüista para representar y explicarse el mundo. Las hipótesis se generan durante el proceso [investigativo] y “se afinan paulatinamente conforme se recaban más datos12 , o… son un resultado del estudio” (Hernández,

12

Patton (1980, 1990) entiende por “datos cualitativos”, de modo general, descripciones detalladas de situaciones, eventos, personas, interacciones, conductas observadas y sus manifestaciones” (Hernández, Fernández y Baptista, 1991/2006: 8).

Fernández y Baptista, 1991/2006: 533). Por ellos se dice que El enfoque cualitativo puede definirse como un conjunto de prácticas interpretativas que hacen al mundo visible, lo transforman y convierten en una serie de representaciones en forma de observaciones, anotaciones, grabaciones y documentos. Es naturalista (porque estudia a los objetos y seres vivos en sus contextos y ambientes naturales) e interpretativo (pues intenta encontrar sentido a los fenómenos en términos de los significados que las personas les otorguen). (Ibídem: 9)

El

método

empírico

usado

por

el analista

del discurso

se

apoya,

pues,

fundamentalmente en las técnicas de análisis de documento e interpretación. La problemática en este punto radica en el hecho de que el contenido extraído a partir de los datos decodificados de la realidad estudiada, y codificados en el metalenguaje de la ciencia del lenguaje, se entiende como “algo que cada individuo crea o re-crea mentalmente, seleccionando e interpretando señales físicas. En este sentido resulta siempre difícil superar la subjetividad de la interpretación, influenciada además por la educación, las creencias o incluso por circunstancias del momento” (Colle, 2000: s.p). Al decir de Roberto Hernández Sampieri, Carlos Fernández Hernández y Pilar Baptista Lucio (1991), el investigador “se introduce en las experiencias individuales de los participantes y construye el conocimiento, siempre consciente de que es parte del fenómeno estudiado” (Ibídem: 9), es decir, su marco cognitivo condiciona la interpretación.

Por otro lado, el científico dedicado al análisis del discurso no es ajeno a las orientaciones ideológicas. En el discurso de la ciencia del lenguaje ya en este sentido se han hecho estudios, por ejemplo, de cómo las obras lexicográficas están marcadas con ideologemas de grupos sociales. El análisis crítico del discurso, vertiente del análisis del discurso, parte de antemano de un concepto discutido y disputado por las ideologías de todos los tiempos. La noción de justicia social es a veces entendida para algunos de una manera, mas para otros puede ser contrariamente.

Según T. A. van Dijk (1994), la investigación crítica del discurso parte del concepto de análisis crítico. Un análisis crítico tiene como objetivo fundamental evidenciar, a través del análisis del discurso, problemas sociales y políticos. No es nuestro interés ocuparnos de aplicar un modelo o una teoría o validar un paradigma, nuestro interés es evidenciar los problemas sociales como el poder y la desigualdad a través del discurso. (s.p.)

Desde esta perspectiva se realizan numerosas obras en la actualidad, todas insertadas en

un movimiento de nuevo lingüista transdisciplinario, que se funde a veces en colectivos multidisciplinarios y participa de cierta forma, ahora con su investigación, en el debate ideológico de los procesos discriminatorios.

Ahora bien, ¿decidirá que hay justicia de idéntico modo, siempre, un investigador que siga, por ejemplo, una política capitalista estadounidense que el defensor de una socialista cubana? ¿A partir de la objetividad de la ciencia, dos actores científicos que instrumenten iguales teorías y métodos, sobre un mismo objeto de la realidad, no deberían llegar a parecidos (y no digo idénticos) resultados? Más allá del saber enciclopédico que diferencia a un actor del otro, en el análisis crítico del discurso hay otra variable que declaradamente (pues siempre ha condicionada) afecta los resultados en una situación como la antes descrita. De esta manera, se da el caso de dos trabajos que analizan el discurso económico del actual gobierno de Venezuela, que resultan una crítica, en uno, negativa y, en el otro, positiva.

III. Soluciones posibles para probables casos Más que soluciones prácticas, que también serán abordadas en este acápite, se tratará de aportar ideas, presupuestos científicos que deben orientar el trabajo del analista del discurso. Primero, debe reconocerse que la verdad de la ciencia es un signo, en términos semióticos, construido a partir de la experiencia. Esta es una de las ideas con toda intención olvidada del pensamiento escolástico. Recuérdese la idea de Guillermo de Ockham de que de un modo [se toma “signo”] por todo aquello que, aprehendido, hace llegar al conocimiento de alguna otra cosa, aunque no haga llegar a la mente al conocimiento primero de eso sino al [conocimiento] actual a partir del [conocimiento] habitual de lo mismo. Y así la palabra significa naturalmente, como cualquier efecto significa por lo menos su causa .

(Okham, 132?: 15).

Este supuesto es el que permite la evolución de la ciencia: las nuevas relaciones de conocimiento que se sucedan irán aportando nuevos datos del mundo, los que serán organizados en un campo científico determinado, lo que puede completar o negar los datos existentes. Verdaderamente los criterios de objetividad y racionalidad están “sometidos a cierta contingencia y determinación histórica. La construcción de un saber objetivo

siempre

se

logra

dentro

de

marcos

conceptuales

y

metodológicos

preestablecidos” (Núñez, 1999: s.p.). En consecuencia Max Weber decía que

En la ciencia, por el contrario, sabemos que lo realizado envejece al cabo de diez, veinte o cincuenta años. Este es el destino y el sentido del trabajo científico, al que este debe obedecer de un modo especifico, en comparación con las demás esferas de la cultura, a las cuales se aplica lo mismo, en general. Toda "realización" científica plantea nuevas "cuestiones"; exige ser superada y quedar anticuada. El que quiere dedicarse a la ciencia debe tener en cuenta este hecho… No es posible trabajar sin la esperanza de que otros han de progresar aun más que nosotros, en un proceso que en principio es infinito. De este modo desembocamos en el problema del sentido de la ciencia. (Weber, 1919/2000: 122-123)

La verdad del análisis del discurso, por más verídicas que sean sus categorías y estricta la investigación, como cualquier verdad (científica o no), nunca debe entenderse como concluyente

(exceptuando

aquí,

por supuesto,

el reducido

grupo

de sentidos

universales).

Sin olvidar lo antes dicho, se admite que lo que explica la teoría del análisis del discurso, y conquista al científico del lenguaje, es la real complejidad del fenómeno objeto de estudio. Sucede, al decir de Jorge Sandoval Paris (2001), que “los sistemas complejos adaptativos humanos captan información del entorno interno y externo, configuran esa información a través de una red de múltiples procesos coordinados y cooperativos de conocimiento” (52). Las unidades discursivas se revelan, pues, solo si se establecen relaciones diversas y múltiples. De este modo, se llega a la resolución de aceptar, sin pronunciarse contradicción alguna, una concepción compleja de las relaciones entre los sistemas, con lo que el resultado del escrutinio y explicación del comportamiento de las unidades gana en fiabilidad. En el análisis de las propiedades del co(n)texto, el sentido de evolución de la comunicación y la correlación entre estrategia discursiva, texto y co(n)texto, por ejemplo, se reconoce una realidad que se conforma holísticamente en un todo a partir de la coexistencia y compleja organización de sistemas de significación. Para la explicación científica y la organización de los datos se “diluye” esta indiscutible complejidad de las relaciones en el propósito de sistematizar el fenómeno de la realidad que se estudia:

concepción holística

mundo en sus relaciones complejas identificación de elementos-relaciones mundo categorizado (científicamente)

concepción analítica

La concepción compleja es entonces base a priori de la concepción analítica, de tal modo que la primera sirve para identificar los datos (elementos-relaciones) del universo que afectan al objeto de estudio; si bien será la segunda la que indique cómo se organizan

los

datos

pertinentes

en

la

re-presentación

y

cometario-explicación

científicos.

A veces, advertidos de tales complicaciones los investigadores se centran solo en el estudio de las estructuras textuales de una comunicación. No identifican ninguna de las propiedades del co(n)texto, a pesar de que se denominan analistas del discurso. La solución científica atiende entonces al deber del investigador de declarar la orientación teórica-metodológica de su trabajo. Se tienen, en este sentido, tres categorías, el texto, el contexto y el cotexto, que son separables solo como una práctica metodológica en la investigación: a) Estudios de discurso: partiendo de una descripción de las unidades textuales, realizan una pesquisa de la pertinencia de los us os (estratégicos) de aquellos componentes textuales teniendo en cuenta las propiedades del contexto y del cotexto. b) Estudios de texto: describen las unidades textuales, sus relaciones de tipo lingüística, es decir, aquellas que permiten las leyes del código; a veces se tiene en cuenta las condicionantes cotextuales.

En a) se suele hablar de análisis del discurso (AD), mientras en b), de estudios de lingüística/gramática

del

texto.

De

cualquier

forma,

ambos

acercamientos

son

necesarios todavía hoy: si es cierto que con el AD se logra una descripción y explicación más extendida de la realidad lingüística, del acto de la comunicación; con los estudio de texto se suele alcanzar una mayor intensidad en la descripción y explicación puramente lingüística, lo que si bien por sí solo ya es de reconocida

importancia, también con ello se consiguen algoritmos eficientes para el trabajo en la primera fase del AD.

En un estudio de discurso, es importante escoger la muestra. La confección de corpus debe estar condicionada por la posibilidad de reconocer y describir las variables que se quieren estudiar. En los casos que la muestra sea de un tiempo muy anterior al de la investigación, y no se tenga suficiente documentación sobre, por ejemplo, el papel que desempeñan los decodificadores de la situación comunicativa, entonces se recomienda reconocer la limitación y expresarla en la exposición de los resultados.

Interpretar fenómenos cognitivos, como son los modelos de representación de creencia compartidas/individuales, que encontramos en el plano contextual y cotextual es un problema en ocasiones resuelto, pero muchas de estas veces insatisfactoriamente. Se tiene el hecho de lengua y, con suerte y agudeza investigativa, una cantidad suficiente de rasgos caracterizadores de lo que es el co(n)texto de este hecho. Aquellos rasgos contables de la realidad física suelen ser susceptibles a una caracterización objetiva; empero para los rasgos de la realidad metafísica, como son los fenómenos de tipo mental, generalmente no existe un instrumental objetivo que logre su aprehensión a profundidad.

Normalmente se tiene, pues, una descripción desigual del co(n)texto, marcada por la profundidad con que se suele re-presentar (re-construir) su realidad física y la superficialidad con que se suele re-presentar (re-construir) su realidad metafísica. Y, peor aún, también se puede dar el caso de estudios en los que la desigualdad está en el método para describir ambas realidades. En estos trabajos para los aspectos físicos co(n)textuales se aprovechan técnicas de experimentación científica, las que aportan datos de alta fiabilidad;

mientras que para los metafísicos, para los esquemas

cognitivos, por ejemplo, se opera con técnicas de comprobación del comportamiento partiendo, lo que puede ser nefasto, de una tesis plenamente subjetiva motivada por supuestos estereotipos.

Para tener el modelo de microestructuras verificables del enunciador/coenunciador, o las representaciones sociales del enunciador/coenunciador, se piensa qué esquema cognitivo dirige las proyecciones de una persona, con tal investidura socio-cultural

(cubano, periodista, maestro, representante de un partido político, de un género determinado, etcétera). Desde este punto vista, el recorrido se hace de lo general a lo particular, es decir, se deduce según características tipificadoras que algo pertenece a tal especie, por lo que debe ostentar los mismos rasgos que el elemento estereotipado. Sin embargo, tiene siempre que comprobarse la actualidad de los rasgos, y para ello habría que

hacer

un

análisis

particular,

atendiendo

a

la

realidad

específica

del

enunicador/coenunciador más que a una idea general que se pueda tener de estos, a decir, de su investidura socio-cultural.

Por otro lado, concerniente a una de las problemáticas presentadas al analista de un discurso de los medios de comunicación de masas, habría que primeramente entender que la investigación se hace sobre una situación comunicativa; que el discurso es la elaboración resultante de un encuentro entre codificadores y decodificadores. Si el libro, el cine, el teatro, etcétera, tienen la peculiaridad de presentar una explosión de identidades de decodificadores según su historia de recepción, entonces el analista del discurso debe identificar en ese continuum cuál es el hecho comunicativo que estudia; es decir, cuál es la identidad decodificadora específica que se escoge. Hacer esto, y declararlo, es de suma importancia, pues, como expresa la frase, “un texto no se encuentra dos veces con un mismo co(n)texto”.

Aunque los sujetos se consideren los mismos y así las locaciones y las funciones, intenciones y objetivos discursivos, el hecho de que la variable tiempo varíe ya pronuncia un cambio posible en los resultados en tanto es otro hecho comunicativo. Ciertamente

el paso

del tiempo

transforma cualitativamente todas las demás

propiedades del co(n)texto, al funcionar como modelos de una tradición. Por ello se admite que “las sociedades, cualquiera que sea su grado de complejidad, no son solo un sistema estático sino que también cambian, aun cuando los miembros de esa sociedad puedan no ser conscientes (o no lo sean en el mismo grado) de esos cambios” (García y otros, 2001: s.p.).

Declarar con cuáles variables se trabaja será, pues, la solución más recomendada. En este sentido se recuerda que El método científico funciona cuando los fenómenos pueden ser descritos en términos de pocas variables protagónicas. Generalmente cuando el número de variables aumenta se pierde capacidad

predictiva y se recurre a la intuición. Hay que reconocer con humildad, que nuestro pensamiento es incapaz de manipular racionalmente algo más que un pequeño grupo de variables. Podemos utilizar muchos factores simultáneos de manera inconsciente o intuitiva, pero no de forma sistemática y consciente. La consecuencia es que cuando intentamos acercarnos con métodos científicos a problemas intrínsecamente complejos…, tendemos a concretar el análisis en 3 o 4 factores y a ignorar el resto. (Lage, 2001: s.p.)

En un documento-ficha pueden ser, pues, identificadas y descritas las propiedades del co(n)texto de la comunicación analizada. Los datos que sirven para la identificación y comentario de estas variables no deben considerarse definitivos, porque generalmente existe la posibilidad de la actualización de la recreación del co(n)texto ya por la aparición de nuevas fuentes o por una interpretación de los datos corregida o diferente. La información resultante es, pues, una descripción del hecho comunicativo, y constituye en todo caso, como apuntara P. Charadeaux (2012), una hipótesis de la realidad13 , construida a partir del análisis de documentos, técnica que estará siempre condicionada por la experiencia del investigador.

IV. A modo de conclusión A partir de la caracterización de una teoría general del análisis del discurso se ha podido constatar una epistemología que explica el mundo, en base a unidades que interaccionan entre sí en un entramado de relaciones complejas. El análisis del discurso se reconoce, justamente, como un paradigma científico que describe los hechos comunicativos con bastante veracidad. El pensamiento complejo diseñado para interpretar estos hechos propicia el surgimiento de problemáticas, que a la postre devienen en limitaciones de la investigación. Las probables situaciones problemáticas que existen en el análisis de los datos de la realidad atienden a cualidades de la comunicación, el objeto de estudio, tales como - Efectuada distante al momento de la investigación. - Transmitida en un medio de comunicación masiva. - Transmitida en la oralidad, en una situación de diálogo frente a frente. - Transmitida en la internet por un enunciador virtual. - Concebida a partir de marcos cognitivos. - Ajustada a un entretejido de muy variados códigos. - Reveladora de nuevas relaciones de signos.

13

Cf. Charadeaux, 2012.

Del mismo modo, la dimensión cognitiva de un investigador, de una comunidad científica, se pronuncia como limitación. Las creencias del analista del discurso parten de su pertenencia a grupos sociales, además del que denomina su comunidad científica. Estas relaciones imponen códigos, modos de interpretar la realidad, que hacen de los resultados de cualquier disciplina científica expresiones de datos susceptibles al cambio. Esta limitación es, ciertamente, ya una suposición con la que trabaja el investigador, en cualquiera que sea su campo de acción. Se plantean entonces presupuestos para “salvar” la rigurosidad científica ante los probables errores que se deducen de las problemáticas antes explicadas. Entre estas ideas esta: - Admitir una concepción compleja como base a priori de la concepción analítica. - Declarar la orientación teórica-metodológica del trabajo, según sea un estudio de texto o estudio de discurso. - Confeccionar un corpus que permita reconocer y describir las variables que se quieren estudiar. - Declarar con cuáles variables se trabaja, lo que se puede expresar en un documento-ficha. - Identificar en el continuum de discursos cuál es el hecho comunicativo específico que se estudia, entiéndase el encuentro particular entre dos identidades, una codificadora y otra decodificadora. - Expresar las limitaciones que atienden a la descripción de las propiedades del co(n)texto en la exposición de los resultados.

Además, el trabajo transdisciplinario constituye un principio de operatividad para el estudio de hechos complejos. Se entiende que solo así se podría hacer un verdadero análisis de discurso; es decir, aportar datos más veraces sobre el uso y repercusiones del lenguaje verbal. A pesar de ello no hay que olvidar la relatividad a la que está sujeto cualquier resultado científico. En el caso de la interpretación/explicación de los enunciados discursivos, es decir, el análisis de discurso, será siempre el resultado de una relación entre el hecho de lengua y variables de dos dimensiones: la dimensión del co(n)texto,

que

afecta

directamente

la

interpretación/explicación

científica

del

enunciado; y la dimensión de la investigación, que indirectamente también afectará esta interpretación/explicación científica del enunciado.

En el análisis del discurso (como en otro tipo de pesquisa) los datos que se aportan no deben concebirse plenamente como la total realidad (comunicativa), sino como una representación de esta, a la que se llega por métodos científicos que nos ayudan a re-

conocerla y luego comentarla en beneficio del ser humano. Hasta hace muy por, dice Sergio González Moena (2001), lo propiamente científico era eliminar la imprecisión, la ambigüedad, la contradicción, Recordemos que uno de los más importantes preceptos de Descartes es, justamente, que la verdad científica para ser tal debía ser clara y neta. Sin embargo, hoy estamos ob ligados a aceptar una cierta impresión y una imprecisión cierta en el método científico, y no solamente al nivel de los fenómenos, sino que también en los conceptos. (64)

De tal modo debe dejarse abierto el modelo que se implemente en el análisis, de forma tal que pueda ser completada la investigación y, según el caso, reajustadas las tesis. Señalando estas salvedades, a pesar de las limitaciones, siempre será el estudio de la lengua entendida como discurso una de las prácticas más eficientes para explicar la realidad comunicativa.

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