“La extinción de los focos irredimibles”: Política de reconstrucción y control en el extrarradio madrileño. El caso de la barriada del Tercio y el Terol

July 21, 2017 | Autor: Daniel Oviedo Silva | Categoría: Urbanism, Social Control, Franquismo, Postwar reconstruction, Madrid, Postconflict Reconstruction
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Descripción

Daniel Oviedo Silva Seminario Complutense “Historia Cultura y Memoria” Universidad Complutense de Madrid

¿Es la ciudad (o un conjunto de ciudades) un sitio meramente pasivo o red preexistente, el lugar donde aparecen y se expresan corrientes más profundas de la lucha política? A primera vista podría parecer así; pero también está claro que ciertas características ambientales urbanas son más propicias a las protestas rebeldes que otras […] El poder político suele tratar por eso de reorganizar las infraestructuras y la vida urbana atendiendo al control de las poblaciones levantiscas David Harvey, Ciudades Rebeldes.1 La reconstrucción de los barrios devastados ha de remediar tan grandes defectos, precisando cuáles tienen posibilidades de entrar en una ordenación mínima con todos los servicios previstos, y decidiendo sin debilidades la extinción de todos los focos irredimibles, aprovechando esta circunstancia única que nos ofrecen por un lado las destrucciones y por otro la fe en una España nueva. Pedro Bidagor, Primeros problemas de la reconstrucción de Madrid.2 La redención del espacio En abril de 1940 Pedro Bidagor ofrecía a los lectores de la revista Reconstrucción su receta para la actuación en la maltrecha capital. Tras su paso por la Sección de Arquitectura de la CNT, Bidagor se situaba entonces al frente de la Junta de Reconstrucción de Madrid siendo por ello uno de los máximos responsables del modelo y política a seguir para remediar la situación legada por la contienda.3 En aquel artículo, el urbanista repasaba las líneas maestras de su propuesta y las principales tareas a completar, pero, muy particularmente, se detenía en aquellos “focos naturales de insubordinación” en que “la vida es agria y propensa a cualquier género de revolución”: el extrarradio. 4

* Esta comunicación se enmarca en el “Proyecto Posguerras” del Seminario Historia Cultura y Memoria de la UCM. Agradezco a los miembros del Seminario sus comentarios, que han contribuido decisivamente a mejorar el texto. David HARVEY: Ciudades Rebeldes, Madrid, Akal, 2013, pág. 173 1 David HARVEY: Ciudades Rebeldes, Madrid, Akal, 2013, pág. 173 2 Pedro BIDAGOR: “Primeros problemas de la reconstrucción de Madrid”, Reconstrucción, nº1, Abril 1940, pp. 17-21 3 Sofía DIÉGUEZ: “Pedro Bidagor. Dos contextos: los años de guerra y posguerra en Madrid. De la Sección de Arquitectura de CNT a la Junta de Reconstrucción” en Carlos SAMBRICIO (ed.): Plan Bidagor 1941-1946, Madrid, Nerea, 2003, pp. 19-34. 4 Pedro BIDAGOR: “Primeros problemas de…”, pp. 17-18.

Su diagnóstico de errores se resumía en tres defectos fundamentales presentes y reconocibles en estos barrios: especulación, la suciedad y la insolidaridad. El carácter rebelde de aquellos espacios tendría que ver, a su juicio, con el hecho de haber relegado a las clases humildes fuera de la ciudad a enclaves carentes de orden y servicios, “en la anarquía más completa, sin posibilidad de sentirse incorporados a la misión colectiva de la ciudad”. Favorecía igualmente este perfil subversivo una “anarquía moral” atribuida a la falta de una organización que socorriese sus necesidades y agravada por la carencia de iglesias, plazas de reunión, mercados, escuelas, centros sanitarios o lugares de esparcimiento. Hacía ya largo tiempo que aquellos incontrolables brotes urbanos empañaban la imagen de la capital y entrañaban un grave trastorno para los gestores de la ciudad. Demasiado tiempo.5 Ciertamente el análisis del autor carecía de originalidad. En él resonaban interpretaciones previas a la guerra y no pocos especialistas y profanos se expresaban en términos semejantes en aquellos momentos de inmediata posguerra. Todos proferían torrentes de palabras vejatorias sobre el extrarradio proyectando un tupido collage de estampas urbanas a medio camino entre el odio de clase y los pánicos morales con denominación de origen. Periódicos, publicaciones especializadas o ponencias de lo más variado se referían a un “cinturón sucio, hosco, aguardentoso y cochambre” que encerraba “miserias materiales y morales”, una “existencia infrahumana” y, por tanto, un “dolor permanente”. Aquellas miserias provocarían tanto una “contaminación de los espíritus” como una “depauperación física y moral de la raza”, alimentarían “bajas pasiones y malvados instintos” e “ideas de venganza y rencor” y crearían, en definitiva, verdaderos “brotes de gangrena social”. En el mapa madrileño de los horrores todos parecían convenir al situar la guarida del mal. De aquellos barrios de miseria y degeneración, habrían salido los “tarados”, “asesinos” o “antropoides” responsables de la “revolución comunista” y la violencia de retaguardia.6 Y Bidagor sentenciaba: a la destrucción material había acompañado más de un siglo de destrucción moral del orden urbano. Su reconstrucción y reproducción se antojaba intolerable. Insistiendo en el desorden como motivación, aunque revistiendo siempre el argumentario de un barniz de humanitarismo y paternalismo, el hombre fuerte de la Junta de Reconstrucción lanzaba su propuesta; la apuesta del régimen: la tarea en el extrarradio no debía consistir en reunir los fragmentos legados por el colapso físico y simbólico provocado por la guerra, sino en hacer tabula rasa: construir sobre los escombros de lo viejo una nueva realidad adecuada al proyecto del nuevo estado. El régimen tallaba piezas nuevas para un viejo rompecabezas. En caso contrario se reconstruiría el “caos pasado dejando viva una fuente constante e importantísima de desorden”. La coyuntura exigía, por lo tanto, discernir entre los espacios que podrían adecuarse a la nueva ordenación de carácter orgánico y aquellos otros “focos irredimibles” cuyos restos serían eliminados aprovechando las “destrucciones” y la “fe en una España nueva”.7

5 Ibid., pp. 17-18. 6 El entrecomillado procede de artículos anónimos en prensa y de textos de Luis Pérez Mínguez, José Moreno Torres y el propio Bidagor recogidos en Sofía DIÉGUEZ: un nuevo orden urbano: El Gran Madrid (1939-1951), Madrid, Ministerio para las Administraciones Públicas y Ayuntamiento de Madrid, 1991. Pp. 148-155; Gabriel UREÑA: Arquitectura y urbanística civil y militar en el periodo de la autarquía (1936-1945): Análisis, cronología y textos, Madrid, Istmo, 1979; Olivia MUNÓZ-ROJAS: Ashes and granite: destruction and reconstruction in the Spanish Civil War and its aftermath, Eastbourne; Portland, Sussex Academic Press, 2011, pp. 24, 28. 7 Pedro BIDAGOR: “Primeros problemas de…”, pp. 17-18. Superando los vicios implantados por el zoning y la iniciativa privada desbocada “la posición tradicional y orgánica” estaba llamada a proporcionar a cada núcleo todos los servicios indispensables. Podrían así convertirse en “miembros vivos”, definidos para cumplir el papel que tenían reservado “en la misión conjunta de la ciudad como órgano del estado”.

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“LA EXTINCIÓN DE LOS FOCOS IRREDIMIBLES”: POLÍTICA DE RECONSTRUCCIÓN Y CONTROL EN EL EXTRARRADIO MADRILEÑO. EL CASO DE LA BARRIADA DEL TERCIO Y EL TEROL.*

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El extrarradio en disputa Desde las últimas décadas del siglo XIX, un insistente flujo migratorio y los problemas del ensanche, provocarían la irrupción de un fenómeno de urbanización marginal, informe y espontánea que daría lugar al extrarradio madrileño. Las zonas periféricas, generalmente en torno a las vías de acceso desde municipios cercanos, resultaron las más afectadas por la implantación de estos grupos de infravivienda huérfanos a menudo del más elemental equipa8 Luis ROJO DE CASTRO: “La vivienda en Madrid durante la posguerra. De 1939 a 1949” en Carlos SAMBRICIO (ed.): Un siglo de vivienda social (1903/2003), Tomo I, Madrid, Nerea, pp. 226-243, pág. 234. 9 Sergio GARCÍA: Co-producción (y cuestionamientos) del dispositivo securitario en Carabanchel, Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2012, pp. 117, 211-212.

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miento e infraestructura. Tetuán, Guindalera, Prosperidad, Puente de Vallecas o los núcleos en torno a la carretera de los Carabancheles, fueron algunos de los ejemplos más representativos. Espacios que iban a ser ocupados preferentemente por inmigrantes que desempeñaban los empleos más precarios de la capital como jornaleros y trabajadores no cualificados. El patrón de ocupación del espacio por lo tanto, proyectaría una segregación socioespacial de importantes consecuencias en la historia social de la capital.10 Aquellos espacios se convertirían pronto en fuente de preocupación por el desorden urbanístico que implicaban pero también por su potencial como focos de insubordinación en que se gestaban comportamientos “no deseados” y una desafiante cultura obrera contestataria. Sin duda, es Barcelona la ciudad que ha inspirado los estudios más atinados en que se conjugan espacio, sociedad, barrialidad y procesos de politización.11 Los barris, tal como los estudia Ealham constituían un entorno social completo para los trabajadores con un orden propio basado en la reciprocidad colectiva. En ellos, la experiencia cotidiana, la lucha por la supervivencia y el aprendizaje de la opresión y la explotación generaban un sentimiento de comunidad, una conciencia local y un conocimiento de las relaciones de poder localizado en un espacio determinado. Aquellos lugares serían “espacios culturales, éticos, psicológico, sociales y físicos de contestación”, organizados desde abajo y con un grado considerable de autonomía, en que los marginados “crearon la base de una fuerte resistencia obrera al capitalismo y al estado”. Esta cultura de barrio sería, por lo tanto, crucial para la emergencia de una “esfera pública proletaria”. En su análisis de la lucha por el espacio en el primer tercio del siglo XX, Ealham estudia también los mecanismos de control de diversa naturaleza –de los cuerpos policiales a las casas barataspromovidos a fin de pacificar estos barrios y demuestra que “el espacio urbano se desarrolla a imagen y semejanza de una determinada estratificación social”. Sus trabajos ofrecen por ello un modelo inspirador para la espacialización del análisis de las relaciones de poder.12 Este tipo de investigaciones demuestran asimismo que la comprensión de la problemática del extrarradio en la posguerra requiere estudiar su trayectoria previa tanto en términos materiales como en lo relativo a la construcción cultural de espacios de alteridad. Son muchas las preguntas que pueden vehicular la investigación en este sentido ¿Qué papel tuvo en Madrid el extrarradio en la creación de una esfera pública proletaria? ¿Qué se hizo por controlar estos espacios ya antes de la guerra? ¿Acaso no se forjó desde la segunda mitad del siglo XIX una 10 Ángel BAHAMONDE y Luis Enrique OTERO CARVAJAL: Madrid. De territorio fronterizo a región metropolitana, Madrid, Espasa Calpe, 1989; Rubén PALLOL, Borja CARBALLO y Fernando VICENTE: El ensanche de Madrid. Historia de una capital, Madrid, Editorial Complutense, 2004; Santos JULIÁ, David RINGROSE y Cristina SEGURA: Madrid: historia de una capital, Madrid, Alianza Editorial, 2008; Charlotte VORMS: Bâtisseurs de banlieue à Madrid. Le quartier de la Prosperidad (1860-1936), Paris, Creaphis Éditions, 2012; Javier GONZÁLEZ LÓPEZ: Madrid y su extrarradio: El distrito de Tetuán en el primer tercio del siglo XX, TFM, Universidad Complutense de Madrid, 2010. 11 Chris EALHAM: La lucha por Barcelona. Clase, cultura y conflicto 1898-1937, Madrid, Alianza, 2005; José Luis OYÓN y Juan José GALLARDO (Coords.): El cinturón rojinegro. Radicalismo cenetista y obrerismo en la periferia de Barcelona, Barcelona, Carena, 2005. 12 Chris EALHAM: La lucha por… pp. 43-45, 63, 68-69, 71-72, 77-78. En esta comunicación se parte de esa identificación entre el extrarradio y determinadas culturas políticas contestatarias. Se ha optado, por motivos de espacio, por simplificar una cuestión que, no obstante, merecería un análisis más detenido y oportunas puntualizaciones. Se entiende que tal punto de partida es válido pero ello no implica que se afirme una correspondencia e identidad inamovible, homogénea y excluyente entre adscripciones o prácticas políticas y espacios urbanos determinados. A este respecto, resulta imprescindible evitar una simplificación excesiva derivada de una lectura acrítica de las fuentes que lleve a dar por buenas las generalizaciones franquistas. Precisamente de la correcta comprensión e interpretación de ciertas construcciones culturales inscritas en la geografía urbana y su relación compleja con la realidad de agitación política depende un adecuado análisis en profundidad de las problemáticas planteadas.

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Bidagor y las autoridades franquistas aspiraban, en definitiva, a ordenar nuevos espacios que ayudasen a moldear la vida social de acuerdo con los patrones propugnados del régimen. Suprimir los focos del “desorden” y con ellos cualquier vestigio de la esfera pública de los trabajadores para sustituirlos por barrios controlables en que los nuevos símbolos del poder deviniesen hitos fundamentales del paisaje y lo estructurasen. Un proceso de ingeniería social encaminado a la domesticación del Madrid rebelde. Esta comunicación forma parte de un proyecto más amplio en que se parte del convencimiento de que, tal y como señala Rojo de Castro, estos “planes de viviendas y sus múltiples variantes permiten ordenar físicamente no únicamente el tejido urbano sino también el tejido social”.8 Se pretende atender al potencial del urbanismo como instrumento de control y su papel en la desarticulación del tejido social de aquellos barrios en que con mayor pujanza se había forjado una esfera pública, activismo político y cultura de los trabajadores. Para ello es preciso detenerse en las diversas corrientes de opinión presentes en los organismos involucrados en las labores descritas. Pero se antoja también crucial el estudio de su evolución en el tiempo y la influencia de las ideologías y la coyuntura demográfica, económica o política. Resulta imprescindible asimismo preguntarse por la segregación socioespacial o la política de concesión de viviendas considerada dentro del universo de recompensas y castigos del momento. Bucear en el problema de la vivienda y el urbanismo franquista requiere andar muchos caminos, de la vivienda de lujo a la de autoconstrucción, de la legislación a la experiencia, de la promoción pública al sector privado, etc. Un estudio de mayor alcance debe igualmente tener en cuenta las dinámicas previas y detenerse en los problemas y repertorios de control urbano-espacial operativos ya antes de la guerra. Ello permitirá reflexionar sobre la medida en que se asiste a la puesta en escena de nuevas tecnologías de poder o a la reformulación de la experiencia previa a través de la poderosa cultura de exclusión política presente en el periodo franquista. Dado que la extensión y las características del trabajo planteado no permiten abordar en toda su profundidad tales cuestiones, se ha optado por un primer acercamiento a la materia a través del barrio del Tercio y el Terol. Localizado en lo que entonces constituía el término municipal de Carabanchel Bajo, el barrio fue erigido a partir de un primer plan de 1941. Durante los años finales del siglo XIX y el primer tercio del XX, la zona había protagonizado un acelerado proceso de urbanización desordenada propia del extrarradio y, en la guerra, el frente se localizó en sus inmediaciones provocando que, junto al resto de Carabanchel Bajo, fuese declarada zona devastada y adoptada por Franco para su reconstrucción. Con las cicatrices de la contienda muy presentes, diversas instituciones participarían en la construcción de este barrio de particulares características al que siempre rodeó un archipiélago antiguo y nuevo de infravivienda sólo recientemente liquidado. En los últimos tiempos se hemos asistido a una revalorización del lugar –rebautizado por Nancho Novo como “Beberly Urgel”- e incluso hay quien vaticina que podríamos presenciar un paulatino proceso de gentrificación de Carabanchel a partir de la pinza que integrarían el Tercio y el Terol y el tándem PAU/Islazul.9

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13 Sobre la proyección de imágenes negativas en ciertos espacios madrileños véase la interpretación sobre los “barrios del miedo” en Fernando VICENTE: Los barrios negros: el Ensanche Sur en la formación del moderno Madrid (1860-1931), Tesis Doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2011. “Geografía imaginada” en Edward SAID: Orientalism, London, Penguin, 1995. El “defensismo social” en Luis GARGALLO y Pedro OLIVER: “Desarrollo y colapso del penitenciarismo liberal” en Pedro OLIVER (Coord.): El siglo de los castigos. Prisión y formas carcelarias en la España del siglo XX, Barcelona, Anthropos, 2013. Los “condenados de la ciudad” tomado de Loïc WACQUANT: Los condenados de la ciudad: gueto, periferias y Estado, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007. 14 Antonio MORENO JIMÉNEZ: Carabanchel. Recuperar el espacio vivido Madrid, Junta Municipal de Carabanchel, 1983, pp. 59-128. 15 Carabanchel Bajo fue adoptado por decreto de 9 marzo de 1940. BOE, 16-03-1940. El 18 del mismo, el pleno del ayuntamiento acordaba la incoación del expediente para la reconstrucción del pueblo como adoptado y la toma de contacto con Regiones Devastadas para su tramitación. AVM. Fondo de Pueblos anexionados. Carabanchel Bajo. Libros de acuerdos del Ayuntamiento Pleno. Sesión extraordinaria del Pleno de 18 de marzo de 1940. Jorge M. REVERTE: La Batalla de Madrid, Barcelona, Crítica, 2004; Miguel LASSO DE LA VEGA: Quintas de recreo. Las casas de campo de la aristocracia alrededor de Madrid. Libro segundo: Los Carabancheles. Madrid, Ayuntamiento de Madrid, 2007, pág. 55, 82; Antonio MORENO JIMÉNEZ: Carabanchel. Recuperar el…, pág. 118; José M. SÁNCHEZ MOLLEDO: Carabanchel. Un distrito con historia, Madrid, Junta Municipal de Carabanchel, Ediciones La Librería, 1999, pp. 131-132,141; JUNTA DE RECONSTRUCCIÓN DE MADRID: “Labor realizada por la Junta de Reconstrucción”, Reconstrucción, nº 24; Daniel OVIEDO SILVA: “Paisaje urbano y mapa de la represión: Carabanchel Bajo 1939-1945” en Carmen ORTIZ (coord.): Lugares de represión, paisajes de la memoria: La cárcel de Carabanchel, Madrid, Catarata 2013.

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Espacio, poder y control en el barrio del Tercio y el Terol. En julio de 1941 la Dirección General de Arquitectura presentaba el proyecto para la construcción de este nuevo barrio localizado entre las barriadas del Tercio y el Terol. Sólo un mes más tarde, el consejo asesor del Instituto Nacional de la Vivienda lo aprobaba y decidía hacerse cargo de emprenderlo directamente con la colaboración de Regiones Devastadas. El plan inicial contemplaba la creación de 640 viviendas -más adelante aumentadas a 682- para “familias modestas”. Sobre el papel, aspiraba a dar vivienda a “numerosas familias de la clase trabajadora que vivían en aquella zona del extrarradio cuyos hogares fueron destruidos por la guerra”. La constructora Mauricio Arbellay se encargaría de unas obras para las que se concedía un plazo de dos años. Todavía inacabado, y debido a la anexión de los Carabancheles, el grupo pasó a manos del Ayuntamiento de Madrid en 1950. No obstante, tan sólo 3 años después volvería a ser propiedad del INV cuando el Patronato Municipal de la Vivienda16 devolvió las viviendas ya completas.17 El grueso del conjunto lo integrarían viviendas unifamiliares de dos plantas adoptándose la agrupación en hilera. Sólo un pequeño grupo constaba de tres alturas: las unifamiliares con bajo destinado a comercio y algunos bloques para varias familias situados al sur del conjunto. Las viviendas unifamiliares contaban con un patio y espacio destinado a huerta pensado para el desarrollo de actividades semirrurales, como el cuidado de animales domésticos y cultivo de hortalizas. El proyecto original situaba en un extremo el centro cívico, formando una plaza en que se debería levantar la iglesia el mercado y los servicios municipales. También en los bordes debían localizarse unas instalaciones deportivas y grupo escolar, mientras se reservaba una pequeña plaza en el centro del barrio a los servicios sanitarios y Auxilio Social. Según Luis Moya, en la barriada se adivinan influencias de la ciudad jardín y las experiencias previas a la guerra en construcción de vivienda social. Por su parte, la retícula, la parcelación y su relación con la edificación, recuerdan a las Siedlungen de los arquitectos del nacionalsocialismo alemán y a las propuestas del fascismo italiano. El modelo responde igualmente a los cánones de la Dirección General de Regiones Devastadas en sus poblados destinados al medio rural.18 ¿Cómo podía ejercerse el control a través de la construcción de un barrio semejante? Entre los especialistas más acertados en el análisis crítico de la política urbanística y de vivienda franquista se encuentra sin duda Rojo de Castro, autor también de reflexiones de gran interés sobre el barrio que nos ocupa. Para él, la barriada formaría parte de un proyecto de segregación socioespacial o “estandarización espacial de los niveles sociales”, destinada a promover una diferenciación social y económica a través de la localización de diversos grupos en barrios y viviendas que a juicio del nuevo estado les correspondían.19 Su argumentación demuestra asimismo un sobresaliente potencial explicativo y gran aplicabilidad al caso del Tercio y el Terol cuando se refiere a la “fabricación de ambientes”. Según esta, el modelo de vivienda rural 16 El papel del Ayuntamiento en materia de vivienda en Manuel VALENZUELA RUBIO: “Ciudad y acción municipal, la política de vivienda del Ayuntamiento de Madrid (1868-1978)”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, nº 15, 1978, pp. 327-361. 17 ARCAM. INV. 56.109, 91.742. Para el análisis del proyecto véase Luis MOYA.: Barrios de promoción oficial. Madrid 1939-1976, Madrid, COAM, 1983, pp. 101-102; ÍD.: “Los barrios del Tercio y el Terol” en SAMBRICIO, Carlos. (ed.): Un siglo de…, Tomo I, Madrid, Nerea, 2003, pp. 292-293. 18 ARCAM.INV. 91.742; “Urbanización y construcción de 640 viviendas entre los barrios de El Terol y El Tercio, Carabanchel Bajo (Madrid)”, Revista Nacional de Arquitectura, nº 14, 1943, pp. 58-64; Luis MOYA: Barrios de promoción…; ÍD.,: “Los barrios del Tercio…”. 19 No todas las posturas defendían esta segregación, aunque ésta, sin duda, prevaleció. Sobre los debates al respecto y el modelo falangista de cohabitación de clases véase: Jesús LÓPEZ DÍAZ: “Vivienda social y Falange: ideario y construcciones en la década de los 40”, Scripta Nova. Revista electrónica de Geografía y ciencias sociales, Vol. VII, núm. 146(024), 1 de agosto de 2003. http:// www.ub.edu/geocrit/sn/sn-146(024).htm#_ednref17.

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tenebrosa geografía imaginada del extrarradio? ¿Qué papel jugaron los procesos de criminalización en este fenómeno? ¿Empeoró aquella imagen proyectada con el giro hacia el defensismo social de la Segunda República? Es preciso estudiar, en definitiva, qué ingredientes previos podemos detectar en el surgimiento y consolidación de unos “condenados de la ciudad”, y cómo trascienden o son reciclados y reformulados en el franquismo a la luz de una poderosa cultura de exclusión política.13 Carabanchel Bajo fue uno de los municipios limítrofes sometidos a estos procesos. Desde las últimas décadas del siglo XIX, había experimentado un notable aumento de su población vinculado, principalmente, a la atracción de la capital. Este reclamo indujo el crecimiento de barriadas próximas a Madrid habitadas por clases populares y llevó la localidad hasta los 31.000 habitantes en 1931. En los vastos terrenos que comprendía su término municipal, y a ambos lados de la carretera de Madrid a Fuenlabrada, brotaron diferentes asentamientos que irían conformando barriadas como la del Terol, Blandón, Opañel o El Tercio. Aquellos lugares, si bien se situaban en terreno perteneciente a Carabanchel Bajo, formaban parte de ese emergente extrarradio madrileño.14 Cuando en noviembre de 1936 la guerra llegó a las puertas de Madrid, el pueblo de Carabanchel Bajo fue rápidamente tomado por las tropas sublevadas. No obstante, los defensores redoblaron el ímpetu resistente en aquellos barrios nacidos del crecimiento desordenado, obligando a que la lucha se desarrollase casa por casa. En un frente con escaso avance y excesivo castigo durante la contienda, los rigores de la batalla legaron un panorama de destrucción especialmente sangrante en los barrios próximos al Manzanares. Esta circunstancia valió al municipio la calificación de zona devastada y adoptada por Franco. Así, en la posguerra, además de alojar la nueva cárcel y un sinfín de instituciones benéficas, asistenciales y disciplinarias, la localidad de Carabanchel Bajo sería escenario de una actuación intensiva en materia de reconstrucción. Fueron muchas y de muy diverso cariz las actuaciones que varios organismos (Instituto Nacional de la Vivienda, Dirección General de Regiones Devastadas, Dirección General de Arquitectura, etc.) desplegaron en la localidad. Entre estas se encontraba la construcción de un nuevo barrio llamado a erigirse sobre parte de aquellos enclaves destruidos en el combate: el barrio del Tercio y el Terol.15

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20 Luis ROJO DE CASTRO: “La vivienda en…”, pp. 226-243. 21 Ibid., pág. 238. 22 Antonio MORENO JIMÉNEZ: Carabanchel. Recuperar el…, pág. 157. 23 Véase Enrique FIDEL: “Tetuán de las Victorias: Ayer y Hoy de un barrio de Madrid”, Urban Idade, Memorias de las redes urbanas, 2008 (http://urbancidades.wordpress.com/2008/08/07/tetuande-las-victorias-ayer-y-hoy-de-un-barrio-de-madrid/). 24 ARCAM. Comisaría General para la Ordenación Urbana de Madrid y sus Alrededores. 137.047, 216.851. 25 Luis MOYA: “Los barrios del…”, pág. 292. 26 Antonio MORENO JIMÉNEZ: Carabanchel. Recuperar el…, pp. 155-160; Carlos SAMBRICIO (ed.): Plan Bidagor... Madrid, Nerea, 2003; VV:AA: Los planes de Ordenación Urbana de Madrid, Madrid, Dirección General de Urbanismo y Planificación Regional, Comunidad Autónoma de Madrid, 2006.

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casa al avance de las tropas sublevadas durante el asedio a la capital. Según González Ruibal, parte de las actuaciones del régimen en la localidad durante la inmediata posguerra -entre ellas el planeamiento urbano- se conducirían por la expresa voluntad de tomar represalias por su resistencia. A ello podría añadirse, sin duda, la intención de implementar mecanismos de control efectivos para el futuro.27 Barrer el barrio resistente del mapa, rediseñar sus espacios, su planimetría y callejero y convertirlo en un enclave habitacional de baja densidad y segregado contribuirían a la tarea. Por otra parte, al tratar la cuestión de la vivienda como espacio a habitar, la arquitectura y el diseño son considerados herramientas transformadoras de la vida cotidiana y se les atribuye un decisivo potencial generador de comportamientos. Así, en un artículo publicado en 1942 en Reconstrucción, Luis García de la Rasilla reflexionaba sobre el hogar cristiano, sus características ideales y el papel del arquitecto católico. Partía de la convicción de que “el hogar es un aula abierta. Un taller cotidiano de aprendizaje. Una fragua donde continuamente se modelan los cuerpos y las almas de los hijos” Recalcaba la obligación de contar con dormitorios independientes “para cada sexo y para cada edad” execrando las soluciones inmorales “que tienden a convertir el hogar en una fonda”. Pero ante todo primaba que el hogar fuese el agradable “reino” de cada hombre español y que se convirtiese en “un baluarte contra la injerencia del mundo exterior”. Debía así ser capaz de neutralizar “el aliciente de los lugares públicos” previniendo que el cabeza de familia “este deseando salir a la calle”.28 Es el hogar cristiano como antídoto contra la calle y sus efectos nocivos. La calle como símbolo que reúne todos los males, peligros y pánicos morales. Al fin y al cabo, era en la convivencia, en la vecindad, en la experiencia cotidiana y compartida de la subalternidad; era, en definitiva, en la calle, donde se había forjado buena parte de la esfera pública de los trabajadores, su socialización política y su constitución en verdadero contrapoder y agente transformador. Los años de la república y la revolución dejaban pocas dudas al respecto. Del planteamiento se desprende que debían encaminarse los esfuerzos a convertir los hogares en reinos en que sus monarcas permaneciesen cautivos. Huertas y patios constituirían un universo indoor que, en el caso del barrio que nos ocupa, merma considerablemente el espacio de uso común disponible.29 De puertas afuera las relaciones sociales y la vida pública aparecían estructuradas por los símbolos y espacios del poder. Así, la única plaza de dimensiones considerables proyectada inicialmente para la colonia se abría frente a la iglesia. Esta labor de atomización complementaría a otras operaciones de extirpación de la cultura obrera forjada durante décadas y se completaría con programas de socialización en los valores del nuevo estado. ¿Fracaso de un proyecto? Retrasos, variaciones en el proyecto y defectos en la ejecución constituyen los incumplimientos más palpables en el ámbito material del plan inicialmente diseñado. Pese a que la obra había sido pensada para un plazo dos años, los trabajos no concluyeron hasta 1951-52. El constructor achacó la demora a la escasez en el suministro de los materiales y productos inter27 Alfredo GONZÁLEZ RUIBAL: “Topography of terror or cultural heritage? The monument of Franco’s Spain” en Robin PAGE y Guillermo PÉREZ (eds.): Europe’s deadly century. Perspectives on 20th century conflict heritage, Kemble Drive, Swindon, English Heritage, 2009, pp. 65-72, pág.69. 28 Luis GARCÍA DE LA RASILLA: “Viviendas de renta reducida en Carabanchel Bajo (Madrid)” Reconstrucción, nº 26, 1942, pp. 353-363. Si bien se refiere a otras viviendas de la misma localidad, las reflexiones acerca del espacio a habitar son de carácter general y aplicables a nuestro caso de estudio. 29 Durante la revisión del proyecto en 1941, el propio arquitecto jefe apuntaba que no se había previsto un espacio de juego para los 600 niños de la barriada contraviniendo las ordenanzas. ARCAM.INV. Caja 56.109.

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propuesta para este barrio, con patio y agrupación de baja densidad sería impuesto como una tecnología de poder encaminada a satisfacer las necesidades de control social del régimen en el extrarradio madrileño. El modelo rural, además de adecuarse a la coyuntura económica, aspiraba a relegar los conflictos asociados a la ciudad sustituyéndolo por la estabilidad rural y fomentando una suerte de regeneración moral por medio del modo de vida tradicional.20 Tal y como señala el autor: La arquitectura del barrio del Tercio y el Terol en Carabanchel Bajo reproducía, por medio del artificio construido, la ficción de un equilibrio social asociado al ambiente rural y ajeno a los conflictos sociales, políticos y de clase que el régimen deseaba suprimir. Escenario más adecuado para el fomento de los valores patrios, como eran el apego a la tierra y sus tradiciones, a la familia o al purificador trabajo manual.21 Para Antonio Moreno Jiménez, en este tipo de proyectos “la fachada de ruralismo bucólico encubría unas pretensiones de segregación social inequívocas”.22 Madrid cuenta con otros planes que guardan semejanzas con las características del barrio del Tercio y el Terol. Es el caso del barrio de la Ventilla, en la zona norte de la capital, cuyos primeros proyectos vieron la luz durante la segunda mitad de la década de los 40.23 Quedaban estos resueltos, en su mayoría, con viviendas unifamiliares para clases humildes con patios privados que reservaban igualmente “espacio para el desarrollo de actividades semirrurales” descrito como el del Tercio y el Terol. En cuanto a los deseos de forzar la segregación socioespacial, resulta reveladora la rectificación en 1948 de un primer proyecto del 46, por la que se decidía aumentar la “dignidad” y la “calidad arquitectónica” de las construcciones previstas. El cambio se debía a que los proyectos de prolongación de la Castellana y construcción de la estación de ferrocarril de Chamartín iban a conferir a la zona un protagonismo que hacía recomendable transformar las viviendas en otras de “mayor categoría social”, “a tono con la importancia de la zona a que se destina”.24 En el caso del Tercio y el Terol, el barrio aparecía además como un núcleo cerrado e independiente. Tal como señala Luis Moya, la estructura centrípeta y la localización de los bloques plurifamiliares, de mayor altura, en el límite sur, implica un intento de reforzar la unidad e integración del conjunto.25 Como ha estudiado Moreno Jiménez, el primer proyecto diseñado por Bidagor en 1940 para el espacio comprendido entre el Puente de Toledo y Carabanchel Bajo, contemplaba la creación de varios núcleos separados: uno en el Puente de Toledo, otro en torno al barrio del Tercio y el Terol, y un tercero creado a partir del pueblo de Carabanchel Bajo. El núcleo en que se incluía el Tercio y el Terol quedaba así aislado de su entorno al apartarlo de la ciudad de Madrid un anillo verde y de Carabanchel Bajo una zona industrial.26 El nuevo paisaje diseñado por el régimen aspiraba a reemplazar al sinnúmero de viviendas que habían proliferado en las décadas precedentes como consecuencia de la atracción de Madrid, ahora ilocalizables en los planos de los proyectos. Se eliminaría uno de esos focos irredimibles, incontrolables y, muy particularmente, un espacio en que se había resistido casa por

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de la barriada se ven salpicadas por este tipo de viviendas en calles como Sansón Carrasco, el Toboso, Particular o el Camino Viejo de San Isidro. En el patio de una casa de la calle Manuel Zanón, por ejemplo, se descubrieron tres chabolas, una de ladrillo y dos de madera, en que vivían sendas familias.35 El propio cura de la Parroquia de San Roque y Santa Micaela se dirigía al INV en noviembre de 1956 para hablarle de unos vecinos en los siguientes términos: en una chabola, en ruinas, de la calle Particular nº 6 de tras (sic) de Mataderos, barriada Tercio-Terol, […], reside el matrimonio […] con tres hijos menores, él vendedor ambulante, ella enferma, en una sola habitación donde tienen dos camas y hacen la comida, y sin más elementos de higiene. Por todo lo cual les es urgente y necesaria una vivienda.36 Tampoco la pretensión de destinar una única familia a cada vivienda pudo verse satisfecha. Cuando la titularidad del grupo de viviendas volvió a recaer en el INV, sus informes indican que el PMV ya había autorizado numerosos subarrendamientos y muchos otros se producían sin consentimiento explícito. En un recuento firmado el 21 de febrero de 1955, se cuentan 135 casas en las que se dan bien convivencias autorizadas por el ayuntamiento o subarrendamientos ilegales. En espacios concebidos, según el proyecto, para entre 4-8 personas, se llega a documentar la cohabitación de 20 inquilinos, en una casa de la calle Recesvinto, en que conviven tres matrimonios con 7, 3 y 3 hijos respectivamente y un abuelo. Si bien el caso constituye la excepción, son muy numerosos los domicilios en que habitan más de 10 personas casi siempre procedentes de varios núcleos familiares. Con ocasión de una denuncia en que un vecino enemistado con otros se quejaba de que “las viviendas habían llegado a convertirse en verdaderas pensiones” uno de los responsables de la barriada se dirigía a sus superiores asegurando que: cuando este organismo se posesionó de la citada barriada, se les hizo firmar a todos los vecinos una declaración jurada de los que convivían en sus domicilios respectivos y se intentó desalojar a todos los subarrendados no autorizados por el Patronato Municipal de La Vivienda, pero dado el gran número de ellos se paralizó este trámite a consecuencia de órdenes superiores.37 En la documentación conservada para la década de los 50, se comprueba como con cierta regularidad los vigilantes notificaban al administrador de la barriada la existencia de alquilados no autorizados, a menudo en casas que ya contaban con varias familias. El procedimiento habitual consistía en ordenar la expulsión en el plazo de 8 días bajo amenaza de emprender otro tipo de acciones que podían comenzar con una sanción pecuniaria. No obstante, también a menudo los argumentos de los titulares de los alquileres lograban que se concediesen permisos temporales o autorizaciones indefinidas. Situaciones de grave penuria económica o enfermedad, e incluso la perspectiva de un crudo invierno al raso, podían favorecer este desenlace. También, en no pocos casos, eran los titulares del alquiler quienes acudían a las autoridades preventivamente para pedir permiso.38 La imposibilidad de imponer el modelo de una familia por vivienda en muchos domicilios frustraría el potencial generador de conductas que se atribuía al proyecto pero no implica ausencia de control. Los vigilantes de la barriada prestaban mucha atención a los movimientos de los vecinos e informaban tanto de conductas punibles o inmorales –en los domicilios o en la calle- como de cualquier presencia susceptible de convertirse en un nuevo subalquilado. Pese a la permisividad observada en algunos casos, nadie recibía autorización para alojar nuevos inquilinos en la barriada sin que antes se hiciesen las preceptivas averiguaciones sobre la conducta moral del titular. En cualquier situación que se considerase oportuno se solicitaban los correspondientes informes a la Guardia Civil. Lo fundamental era estar al

30 Luis MOYA: “Los barrios del…”, pág. 292. 31 ARCAM, INV. 56.109, 91.742. 32 ARCAM. INV. 93.364. 33 ARCAM. INV. 56.109. 34 ARCAM. INV. 91.742.

35 ARCAM. Comisaría General para la Ordenación Urbana de Madrid y sus Alrededores. 137.673, 137.456, 137439, 137.169, 137.145. 36 ARCAM. INV. 74.657. 37 ARCAM. INV. 93.364. 38 ARCAM. INV. 74.657.

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venidos, circunstancia agravada por el mal estado en que se encontraba el terreno por haber sido minado durante la guerra. El paso de los años impuso la revisión de precios contradictorios en innumerables ocasiones y el proyecto sufrió varias modificaciones entre las que se cuenta la desaparición de la plaza y la iglesia o el centro sanitario y de Auxilio Social, llamado a ocupar el corazón del núcleo. Los elementos más sobresalientes de este último emplazamiento acabarían siendo el depósito de agua y el transformador, todo un símbolo de la prevalencia de la funcionalidad para Moya.30 Por su parte, las 176 bocas de riego, pensadas sin duda para las actividades “semirrurales”, fueron sustituidas por solo 18, para casos de incendio.31 Muchas viviendas presentaron diferentes problemas casi inmediatamente. En el año 1955 en la Calle Gesaleico fueron declarados en ruina dos locales comerciales y se obligó a los inquilinos de otras dos viviendas a abandonarlas por el peligro que su estado representaba. Ese mismo año, los vecinos de 15 viviendas de la calle Amalarico firmarían una petición para que se reparasen una goteras que estaban causando graves deterioros. Los fallos se multiplicarían en aspectos como el tendido telefónico o el suministro de agua y las autoridades debieron proceder muy pronto a estudiar las oportunas reparaciones.32 Resulta complicado ponderar la efectividad real del proyecto de control a través de la arquitectura y la planificación urbana. No obstante, parece evidente que muchos de los resortes dispuestos a tal efecto en el plan original quedaron desvirtuados. La construcción de un espacio bucólico y segregado sufrió otros contratiempos aparte de los mencionados. Como era de esperar, y pese a que la versión oficial repetía que el objetivo fundamental del grupo proyectado era paliar la situación de carencia de vivienda de la zona, el barrio del Tercio y el Terol no contribuyó decisivamente a remediar el problema de la infravivienda. No sólo tardó casi una década más de lo proyectado en llevarse a efecto, sino que la zona habría precisado un número mayor de casas a disposición de la creciente población. El propio arquitecto encargado de revisar la memoria original señalaba en agosto de 1941 que los precios de los alquileres de las nuevas viviendas podrían resultar problemáticos en un barrio en que tendían a ser más bajos. Al mismo tiempo, se mostraba en desacuerdo con el patrón de ocupación del suelo adoptado al entender que la política del INV debía ser fomentar el máximo aprovechamiento del mismo y optar por una mayor densidad de población.33 En cualquier caso, el grupo continuaba conviviendo con parte de las antiguas construcciones a las que de modo paulatino se sumaban otras nuevas resultado de la riada migratoria. Es incluso posible, dado el retraso, que las obras empeorasen la situación de la vivienda dado que, como apunta una memoria emitida en 1944, el problema se había agravado al sumarse a las destrucciones la “necesidad de desalojar las chozas y barracas de latas que albergaban a los propietarios y vecinos que ha sido preciso expropiar y derribar para la construcción de nuevas viviendas”.34 Si bien sería preciso estudiar en qué medida la propia existencia de una brecha entre la infravivienda y la vivienda de mayor calidad preferentemente al alcance de los simpatizantes del régimen, puede ser empleada como instrumento de control y tener efectos pedagógicos, parece que el problema del chabolismo escapaba al control del régimen. Y con el chabolismo, el cumplimiento fiel de un plan de barrio cerrado en que sólo había lugar para la vivienda recogida en los planos. Los censos de infraviviendas de la segunda mitad de los años 50 documentan centenares de hogares en deplorables condiciones: casas, chabolas, naves o cuevas, tanto en el Tercio y el Terol como en otros enclaves cercanos: Caño Roto, Jauja o el Matadero. Las inmediaciones

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Conclusiones El objetivo de esta comunicación era delinear a partir de un caso concreto algunas de las características fundamentales de un posible control social vehiculado a través del ordenamiento urbano y la arquitectura en la realidad concreta del extrarradio madrileño. Con apoyo de otros autores y fuentes tanto institucionales como hemerográficas, se han identificado y descrito algunos mecanismos de control y se ha hecho una somera radiografía de las limitaciones más elementales de los mismos a la hora de plasmar el proyecto. Si bien consideramos que la barriada escogida se presta bastante bien al enfoque propuesto y ofrece resultados y un punto de partida sugerentes, un estudio en profundidad exigiría un vaciado sistemático de la documentación conservada de cada una de las instituciones implicadas en las labores de reconstrucción, urbanismo y vivienda del Madrid franquista. La aproximación microanalítica se muestra acertada por cuanto permite alcanzar un grado de finura en el análisis difícil de lograr de otro modo. Se requiere un enfoque de este tipo para 39 ARCAM. INV. 74.657. 40 Luis MOYA: Barrios de promoción…, pág. 101; ARCAM. INV. 74.657, 93.364. 41 VV.AA.: “Del monumentalismo al primer funcionalismo” en Carlos SAMBRICIO (ed.): Un siglo de…, Tomo II, Madrid, Nerea, 2003 pp. 1-125.

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desenterrar los mecanismos de dominación ocultos tras estratos de propaganda y rastrear los dispositivos de poder implementados a nivel micro. No obstante avanzar en la consecución de las metas propuestas en la introducción exige una ampliación en diversos sentidos. En primer lugar geográfica y cronológica para estudiar similitudes y discontinuidades a nivel espacial y temporal. Máxime teniendo en cuenta la irrupción paulatina del sector privado. En segundo lugar, el acercamiento más institucional debe complementarse con una mirada desde abajo que prime la experiencia y se apoye sobre fuentes de otra naturaleza como las orales o los egodocumentos. Estas objeciones son aplicables al propio caso de estudio presentado. De entre los numerosos cabos sueltos puede destacarse la posibilidad de acudir a los padrones municipales para determinar la extracción social de aquellos sus habitantes y compararla con la de sus vecinos alojados en las miríadas de infravivienda presentes en los alrededores. Asimismo, poner en relación la política de vivienda con la cultura de exclusión del gobierno pasa por estudiar las concesiones en el barrio y cruzar la documentación relativa a la represión de posguerra con los habitantes del mismo y de sus inmediaciones.

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corriente de quién vivía donde y evitar en la medida de lo posible la llegada de nuevos vecinos, aunque también se solicitó en no pocas ocasiones que se trasladase a los subarriendos a poblados de absorción o a otras colonias.39 ¿Lograron al menos vaciar la calle? Lo cierto es que la trama urbana y la distribución de espacios hacen del barrio un lugar poco propicio para las actividades de exteriores. El propio Luis Moya indica, al referirse a la vida del barrio en los años 80 que “la escasez de lugares de encuentro tanto cerrados como abiertos no generan vida urbana”. No puede precisarse a la luz de la documentación consultada hasta qué punto se produjo una vida social o comunitaria más o menos intensa en los espacios comunes del barrio en sus primeros años. Tan sólo conocemos por las acusaciones de algunos vecinos involucrados en riñas y las respuestas de las autoridades que el tráfico rodado era escaso y ello hacía posible que los niños jugasen a la pelota en las calles, para enfado de algunos habitantes. Estos mismos lamentaban que pese a tener espacios privados suficientes algunos vecinos prefiriesen reunirse sentados en las aceras frente a sus casas.40 Como se ha visto, la intención de mantener un núcleo “sano” y aislado se topó con graves problemas. Es más que probable que la demora en la finalización de los trabajos jugase en contra del proyecto original. La influencia ideológica y también urbanística del Eje en 1941 se había diluido durante la década, lo que podría explicar que no se hubiese puesto tanto celo en cumplir algunos de los presupuestos más organicistas. Máxime cuando la realidad económica imponía la necesidad de optar por el máximo ahorro. También marcaba ciertos límites la incesante marea humana procedente de la emigración que desbordó el pulcro dibujo trazado a priori. La desesperada situación de la vivienda en la zona podría haber acabado por forzar un cierto funcionalismo que iría dejándose notar en la arquitectura franquista durante los años 50. Desde la segunda mitad de los 40, ninguno de los planes surgidos en la zona retomaría la idea de la vivienda unifamiliar. Las siguientes décadas iban a presenciar un protagonismo cada vez mayor de la iniciativa privada que acabaría por devenir hegemónico legando un paisaje urbano muy diverso del soñado por el “ruralismo bucólico”. 41 No debe, sin embargo, confundirse esta situación, con la ausencia de resortes efectivos de control de la población ni con el abandono de la preocupación por el extrarradio. Al fin y al cabo, sí se cumplió el propósito básico de consolidar la segregación espacial en la ciudad; propósito que sobrevivió a las circunstancias y al tiempo en la urbe madrileña.

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