La exposición del Aziliense en el Museo Arqueológico de Asturias. De los matices del discurso científico al minimalismo del discurso museográfico

August 20, 2017 | Autor: J. Fernández de C... | Categoría: Museology, Museography, Museologia, Aziliense, Azilian, Museografia
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Descripción

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La exposición del Aziliense en el Museo Arqueológico de Asturias. De los matices del discurso científico al minimalismo del discurso museográfico

José Antonio Fernández de Córdoba Pérez*

Resumen El estudio del Aziliense en el Cantábrico, especialmente en Asturias, fue una de las líneas de investigación principales del profesor Juan Antonio Fernández-Tresguerres. Tomando como excusa su colaboración en el diseño de la exposición permanente del Museo Arqueológico de Asturias, este estudio presenta una síntesis del trabajo de Juan sobre el momento final del Paleolítico superior. Se aprovecha también para revisar la plasmación material del discurso científico sobre el Aziliense en Asturias en el Museo desde el punto de vista museológico y museográfico. Palabras clave: Aziliense, museografía, Museo Arqueológico de Asturias.

Abstract The study of the Cantabrian Azilian, particularly in Asturias, was one of the main research lines of Prof. Juan Antonio Fernández-Tresguerres. Taking his contribution to the design of the permanent exhibition of the Museo Arqueológico de Asturias as a starting point, this essay offers a synthesis of Juan’s work on the final stage of the Upper Paleolithic. It also revises how the scientific speech about the Azilian in Asturias has been expressed in the museum from a museologic and museographic point of view. Key words: Azilian, museography, Museo Arqueológico de Asturias

* Arqueólogo de la Consejería de Cultura y Deporte Gobierno del Principado de Asturias

Juan Ramón Muñiz Álvarez (Coord.) AD ORIENTEM. Del final del Paleolítico en el norte de España a las primeras civilizaciones del Oriente Próximo. Universidad de Oviedo · Ménsula Ediciones, 2012. Págs. 149-168 ISBN: 978-84-8317-921-5 · ISBN: 978-84-940141-2-3

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Introducción En el año 2008 el Gobierno del Principado de Asturias encargó a Carmen Fernández Ochoa, catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, la redacción del Programa de Contenidos del Museo Arqueológico de Asturias. Con esta finalidad se reunió bajo su dirección a un comité científico cuyos miembros se distribuyeron por épocas y especialidades los diferentes temas y aspectos a tratar en la futura exposición. Como apoyo a este comité científico se organizó un equipo técnico compuesto por varios arqueólogos cuyo objetivo fue localizar las piezas indicadas por cada experto y dar la forma definitiva con criterios homogéneos al Programa de Contenidos.1 Juan Antonio Fernández-Tresguerres Velasco fue uno de los miembros de ese comité científico como principal conocedor del Aziliense en la cornisa cantábrica. Como tal participó en las diferentes sesiones del comité que se reunió varias veces al completo y por secciones (Prehistoria y arqueología histórica). También llevó a cabo un trabajo activo en la selección de piezas en los almacenes del Museo Arqueológico de Asturias, revisando las colecciones de materiales azilienses a los que no había tenido acceso con anterioridad. Durante la fase de concreción del programa (redacción del discurso expositivo, de las fichas museográficas y de las fichas de las piezas) supervisó y dirigió todos los trabajos relacionados con el Epipaleolítico, incluyendo el momento crítico de reducción del número de piezas seleccionadas para ajustarse a las limitaciones impuestas por el proyecto museográfico. En los últimos meses del montaje, pocas semanas antes de su baja médica definitiva, colaboró facilitando algunas imágenes, llegando a poder ver la exposición permanente el día de su inauguración, el 21 de marzo de 2011. A lo largo de estas páginas pretendemos hacer un balance historiográfico de la investigación del Aziliense en Asturias que permita reflejar el peso de las investigaciones de Juan FernándezTresguerres en este campo, así como destacar su aportación a la exposición del Museo Arqueológico. También nos parece interesante mostrar el resultado de este trabajo, la exposición permanente del Aziliense en el Museo Arqueológico de Asturias, desde la perspectiva conjunta del discurso del científico y la práctica museográfica.2 1 El comité científico estuvo formado inicialmente por Adolfo Rodríguez Asensio, Javier Fortea Pérez, Marco de la Rasilla Vives, Mario Menéndez Fernández, María Soledad Corchón Rodríguez, Rodrigo de Balbín Behrmann, Juan A. Fernández-Tresguerres Velasco, Miguel Ángel de Blas, Ángel Villa Valdés, Carmen Fernández Ochoa, Fernando Gil Sendino, Rosa Cid López, José Avelino Gutiérrez González, Lorenzo Arias Páramo. En el año 2009 se sumaron a este comité Jorge Camino Mayor y José A. Fernández de Córdoba Pérez. El equipo técnico de apoyo estuvo formado inicialmente por los siguientes arqueólogos: Fernando Gil Sendino, María Noval Fonseca, Carmen Benéitez, Marta Luisa Corrada y José A. Fernández de Córdoba Pérez. En el año 2009 se añadió al equipo técnico a Belén Madariaga García. A lo largo de esos dos años se contó con la ayuda puntual de Alejandro Sánchez Díaz, Santiago Calleja Fernández, Rosario Suárez Vega, María González-Pumariega Solís, David Santamaría Álvarez, Rubén Montes López y Susana Hevia González gracias a cuya colaboración fue posible terminar la redacción del Programa de Contenidos en el plazo previsto. 2 Como miembro del equipo técnico recibí el encargo de asistir a Juan Fernández-Tresguerres durante la redacción del Programa de Contenidos, razón que explica la redacción de estas líneas. Agradezco a la profesora Carmen Fernández Ochoa su confianza y esta oportunidad que me permitió disfrutar del magisterio de Juan.

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Historiografía del Aziliense En 1887 Édouard Piette inició sus excavaciones en la cueva de Mas-d´Azil ubicada en el macizo de Plantaurel, que forma parte de los Pirineos de Ariège, en Francia. Allí localizó de forma clara la existencia de un nivel que separaba el Magdaleniense, en aquel momento denominado “Edad del Reno”, donde todavía se utilizaba la industria lítica tallada, del Neolítico, caracterizado por el uso de la piedra pulimentada y la cerámica. La interpretación del Aziliense tuvo desde el primer momento matices negativos ya que fue considerado como una degeneración de la cultura material y espiritual magdaleniense, que se distinguía por una explosión de su industria lítica y en hueso, así como por un arte rupestre y mueble extraordinario. En consecuencia, aunque se observó desde el primer momento una clara continuidad en la tecnología lítica o en la evolución de la confección de los arpones, el Aziliense se caracterizaba por la decadencia de la industria ósea, el abandono del arte rupestre y la práctica de un arte abstracto no figurativo aplicado solamente sobre cantos rodados, olvidando el naturalismo más espléndido del arte paleolítico. A partir de 1909 se empezó a documentar este nivel en España en las cuevas de Valle, el Pendo, Morín y El Castillo, todas ellas en Santander; y también en Asturias, en las cuevas de La Paloma3, Cueto de la Mina4, Balmori y La Riera5. Después de la Guerra Civil no hubo avances en la investigación del Aziliense en Asturias, si exceptuamos la identificación de un canto pintado en la cueva de El Pindal tras los trabajos de Francisco Jordá Cerdá y Magín Berenguer Alonso.6 Juan Fernández-Tresguerres resume en su tesis doctoral la concepción existente sobre el Aziliense cuando él inició su labor en la cueva de Los Azules7. Desde las investigaciones de Piette, la identificación del Aziliense habría permitido superar la idea de que se habría producido un hiato entre los tiempos prehistóricos y la neolitización. La nueva cultura de producción de alimentos se explicaba hasta entonces a través de la irrupción de influencias foráneas. Además de esto, parecía claro que el Aziliense habría sido una creación cantábrica (salvo para Jordá y Barandiarán). Se consideraba una degeneración de la cultura magdaleniense sobre la que se observaron influencias africanas (capsienses) debido al hallazgo de microlitos geométricos en algunas zonas (Valle y Santimamiñe). Técnicamente estaba caracterizada por el uso de arpones aplanados, por una industria ósea depauperada y degenerada, por una industria lítica de tradición magdaleniense y por la pervivencia de un arte esquemático y simbólico. Y se achacaba al clima la causa de todos estos cambios.8 3 4 5 6 7 8

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Hernández Pacheco (1923). Vega del Sella (1916). Vega del Sella (1930). Jordá Cerdá y Berenguer Alonso (1954) y Jordá Cerdá (1957). Fernández-Tresguerres (1980). Fernández-Tresguerres (1980), fundamentalmente capítulo II.

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Ad Orientem Hubo que esperar hasta la década de 1970 para que nuevas excavaciones ofrecieran datos relevantes sobre este periodo, tal y como sucedió con la cueva de La Riera9, Cueva Oscura de Ania10, pero sobre todo con la cueva de Los Azules, yacimiento al que Juan FernándezTresguerres dedicó la mayor parte de su trabajo como investigador y su esfuerzo en Asturias. Gracias a su labor se amplió, se documentó y se actualizó con exhaustividad nuestro conocimiento sobre el Aziliense, lo que permitió matizar con fuerza el discurso tradicional sobre el Epipaleolítico cantábrico.

Las bases del discurso científico del Museo Arqueológico11 Generalidades sobre el Aziliense y yacimientos en Asturias Tras los estudios realizados durante los últimos años el Aziliense ha quedado mejor definido como la última cultura paleolítica que finaliza paralelamente al tránsito hacia el Holoceno. En total perduró unos 2000 años, datada entre los 11 500 y los 9500 BP. Desde un punto de vista climático, a lo largo de este periodo se observa una progresión hacia unas condiciones más benignas con un retroceso del frente polar, la subida del nivel del mar, un clima más cálido y una mayor humedad. Como consecuencia se expande el bosque atlántico, primero a base de coníferas y más tarde a base de especies caducifolias, observándose la sucesión del dominio del avellano y del roble. Este bosque “cierra” el paisaje, alejando definitivamente al reno; se mantiene el predominio del ciervo en general y de las cabras, los rebecos y los corzos en las zonas más rocosas; aumenta con fuerza la cantidad de jabalíes. Los cambios culturales habrían sido causados por el nuevo ambiente boscoso. Un mejor aprovechamiento de los recursos forestales justificaría algunas modificaciones en la composición de la caja de herramientas que favorecieron el uso de la madera frente al hueso; este fenómeno, a su vez, explicaría la desaparición de los buriles. Un entorno silvoso y un clima más templado habrían propiciado también la vida al aire libre y la fragmentación de las relaciones a larga distancia, lo que produjo la estabilización de las poblaciones. Este hecho sería la razón de la reducción del número de yacimientos en cueva que presentan ocupaciones azilienses y podría ser el motivo de la desaparición del arte rupestre, entendido como un lenguaje simbólico y comunicativo de comunidades itinerantes y con frecuentes contactos intergrupales, el cual habría perdido su sentido. Así el arte habría quedado limitado a manifestaciones geométricas y abstractas en objetos muebles. 9 Straus y Clark (1986). 10 Gómez-Tabanera et alii (1975) y Pérez Pérez (1977). 11 La esencia del discurso histórico sobre el Aziliense se encuentra recogida en los diferentes estudios que publicó Juan A. FernándezTresguerres a lo largo de su vida. Por ello no citamos ninguno de ellos de forma concreta. Otras aportaciones de este homenaje permiten hacer un recorrido completo sobre la obra científica de Juan. Por nuestra parte, en el apartado bibliográfico de este estudio se recogen las referencias principales. La última síntesis completa publicada sobre el Aziliense data de 2007.

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Por el contrario, en otros aspectos se advierte la culminación de algunos fenómenos propios del Paleolítico como la tendencia al microlitismo y a engastar estos útiles líticos en madera. La continuidad es clara también por el hecho de que las ocupaciones azilienses se realizan sobre yacimientos utilizados en fases anteriores, aunque en menor número, según ya hemos indicado. Como quiera que sea, Juan Fernández-Tresguerres ha insistido en que es un error considerar que un cambio climático provocara el fin de los comportamientos paleolíticos, al producirse la degeneración y el agotamiento de las culturas paleolíticas. Para él el Aziliense supuso un cambio en el modo de actuar y de pensar de las sociedades prehistóricas, no siendo posible achacar este cambio a una sola causa. El principal yacimiento aziliense de Asturias es la cueva de Los Azules (Contranquil, Cangas de Onís) excavada desde 1973 por parte de Juan Fernández-Tresguerres. En esta cueva se definió un complejo nivel 3 que se interpretó como los restos de una ocupación que dataría del Aziliense reciente o clásico, y un nivel 5 que se correspondería con un uso de la cueva durante el Aziliense antiguo o inferior. El segundo yacimiento más importante se encuentra en la cuenca del Nalón; se trata de la Cueva Oscura de Ania, descubierta en 1958 y excavada desde 1975 por Manuel Pérez Perez y José Manuel Gómez Tabanera, quienes citan un nivel aziliense con dos momentos o subniveles.12 El tercer yacimiento con ocupación aziliense clara es la cueva de La Riera, en Llanes. El Conde de la Vega del Sella y Obermaier identificaron un nivel aziliense; posteriormente el equipo de arqueólogos dirigidos por Strauss y Clark (1986) interpretan su nivel 28 como una ocupación aziliense; también documentaron un nivel dudoso, el 26-27, que sitúan entre el Magdaleniense y el Aziliense. De este yacimiento data un arpón plano típico aziliense de una fila de cuatro dientes y con una perforación en el ojal. Por último la cueva de La Lluera I, excavada por Adolfo Rodríguez Asensio desde 1981, contiene un nivel 1 revuelto en cuya base se localizó un arpón con perforación en forma de ojal. En el nivel 2, junto con los materiales habituales, se localizó un arpón plano con una hilera de dientes decorados y con una posible perforación con forma de ojal (Rodríguez Asensio, 1986).13 Para el resto de cuevas asturianas con presencia del Aziliense carecemos de datos publicados de forma solvente, hay problemas estratigráficos, existen problemas con la interpretación de los materiales o simplemente sus materiales no estaban en el Museo Arqueológico de Asturias ni hubo posibilidades de conseguirlos para la ocasión.14 12 Gómez-Tabanera et alii (1975) y Pérez Pérez (1977). La estratigrafía de esta cueva ha sido revisada por Adán Álvarez et alii (1999) confirmando la existencia de estos dos niveles y su atribución al Aziliense. 13 La principal aportación de Juan durante la redacción del Programa de Contenidos consistió en la revisión pormenorizada de los materiales de Cueva Oscura de Ania y de la cueva de La Riera. La primera solo la conocía por las publicaciones mientras que la segunda le resultaba más familiar puesto que había sido miembro del equipo dirigido por Straus y Clark. Una a una revisó todas las piezas de estas excavaciones con el fin de completar y matizar su visión sobre el Aziliense y llevar a cabo una selección lo más equilibrada posible de las piezas para la exposición permanente. 14 Se han citado ocupaciones azilienses en estas otras cuevas de Asturias: Balmori (Llanes), Coberizas (Llanes), Collubil (Amieva), Cueto de la Mina (Llanes), Cueva Oscura de Perán (Carreño), el abrigo de Panes (Peñamellera Baja), El Pindal (Ribadedeva), del Río (que sería la cueva de La Lloseta de Ribadesella), La Paloma (Las Regueras), Sofoxó (Las Regueras), la cueva del Ángel (Santo Adriano de Tuñón).

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Ad Orientem Los aspectos socioeconómicos e industriales Durante el Aziliense se vislumbra una movilidad más reducida sobre un territorio generoso en recursos. Continúa el predominio de la práctica de la caza como actividad principal de subsistencia y se mantiene como especie preferida el ciervo, seguido de la cabra, el corzo, el jabalí y el rebeco mientras que el consumo de bovinos y caballos tiende a la baja. También se advierte un crecimiento progresivo de las actividades de pesca y recolección. Así, en La Riera se ha documentado la pesca marina (sargo) y, tanto en este yacimiento como en Los Azules, la pesca fluvial (salmónidos y trucha). Continúa la presencia de los moluscos habituales del Paleolítico, con un aumento del consumo de lapas, bígaros, mejillones, erizos de mar y con persistencia del uso de Trivias como adorno. La industria lítica muestra una clara continuidad con la tradición magdaleniense aunque se observan profundas transformaciones. Hay una clara despreocupación por la calidad, una pérdida del gusto magdaleniense por las piezas regulares y de su tendencia a la “perfección”, con una mayor abundancia del uso de la cuarcita que se talla con cierta tosquedad. El uso del sílex se reserva casi en exclusiva para la fabricación de puntas azilienses, hojitas de dorso rebajadas y para los raspadores. El instrumento más representado son las hojitas de dorso rebajadas, adecuadas para ser armadas en útiles más complejos, los raspadores pequeños y con forma circular, así como las puntas azilienses. Durante el Aziliense antiguo se observa el predominio del sílex como materia prima para confeccionar ciertos útiles, dinámica que persiste más tarde. Apenas hay buriles, abundan los disquitos raspadores, las hojitas de dorso, los denticulados, las muescas, más o menos circulares; se trata en general de una industria microlítica pensada claramente para armar artefactos compuestos. El Aziliense clásico muestra una versión “occidental” del Aziliense cantábrico. Se acentúan diferencias tipológicas zonales que persistirán en momentos posteriores, con un aumento del microlitismo, la preferencia por la cuarcita y la intensificación del “descuido” a la hora de fabricar los útiles. Se documentan más raspadores (más toscos), abundan las laminillas de dorso, se ven menos puntas de sílex (más cortas, más anchas y más gruesas), y hay más denticulados y muescas en cuarcitas, de lo que se infiere un mayor trabajo de la madera. En Asturias no se documentan los microlitos geométricos frente a lo que se aprecia en el Cantábrico oriental, donde aparecen algunos, y en el Cantábrico francés, con bastantes más; otra muestra de la evolución divergente de subculturas locales. La industria ósea muestra una reducción drástica de sus tipologías, pero se mantiene en la tradición magdaleniense. Los escasos restos óseos del Aziliense antiguo muestran arpones todavía alargados, ya planos, con una hilera de dientes angulosos sin distinguirlos del fuste con nitidez, con una base bien definida. Los arpones típicos del Aziliense clásico son mucho más abundantes. Más cortos, también de sección plana y de una hilera de dientes angulosos,

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muestran una base destacada con una perforación en forma de ojal, que va ascendiendo desde la base hacia la parte central del instrumento. Aparte de los arpones hay algunas azagayas, algunos punzones y algunas espátulas, en general más pobres en calidad y cantidad que en periodos anteriores. Destaca la presencia de algunos anzuelos, todos ellos rectos. Hay pocos adornos salvo algunos colmillos de ciervo perforados y conchas de Trivias sin decoración.

Los aspectos simbólicos: el arte y el mundo funerario Las pocas muestras de arte durante el Aziliense se concentran en los objetos muebles y evidencian un estilo geométrico y abstracto. Característicos de este momento son los cantos pintados con puntos y rayas rojas y negras. También se han localizado algunos objetos óseos como arpones, puntas o espátulas con decoraciones incisas a base de rayas y puntos. Aparte de los objetos, las excavaciones han revelado gran abundancia de ocre, así como algunos machacadores tintados. Dada la ausencia de arte rupestre se atribuye el uso de este ocre al adorno del cuerpo. Además de las manifestaciones artísticas, del Aziliense data el enterramiento más antiguo documentado hasta el momento en Asturias. Se trata de una tumba en fosa excavada en la cueva de Los Azules para albergar el cuerpo de un varón de más de cuarenta años de edad, de 1,70 m de altura y de complexión fuerte. El estudio antropológico mostró la presencia de una deformidad de nacimiento en un pie que habría impedido a esta persona desarrollar una vida activa normal, lo que revela a su vez el apoyo de su comunidad o de su grupo para garantizar su subsistencia. Asimismo hay evidencias de cierto ritual ya que el cadáver se dispuso sobre un suelo teñido de colorante rojo con pequeños bloques de piedra rodeando el cuerpo y definiendo el perímetro de la tumba, que fue tapada con una capa de tierra y guijarros encima y con una laja sobre las piernas. Al cuerpo le acompañaba un ajuar compuesto por sílex y asta de ciervo para fabricar útiles, algunos raspadores, buriles, percutores, grandes moluscos, unos cantos pintados, varios arpones y un cráneo de tejón.15

La selección de piezas para la exposición permanente El Museo Arqueológico de Asturias custodiaba en el año 2008 un total de 569 cajas de materiales provenientes de las excavaciones de la cueva de Los Azules. En la antigua exposición del Museo, clausurada en 2003, se encontraban en vitrina, a disposición del público, unas 60 piezas más la recreación del enterramiento de Los Azules que constaba de 59 piezas originales. 15 De forma muy elocuente Camino (2005) describe este ajuar como “kit de supervivencia para el más allá”.

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Vista general de la exposición dedicada al Aziliense en el Museo Arqueológico de Asturias.

De la cueva de La Riera provenían 740 cajas, si bien los niveles identificados como azilienses apenas ofrecieron materiales como para llenar media docena y los materiales significativos para el Aziliense se concentraban en dos cajas. Cueva Oscura de Ania contaba con 85 cajas, 12 de las cuales fueron entregadas en el año 2001 por los herederos de Manuel Pérez Pérez.16 A estos materiales habría que añadir aquellos que estaban en manos del propio Juan, provenientes de Los Azules. De ellos en octubre de 2008 fueron entregadas 25 piezas selectas para la exposición permanente. Asimismo el Departamento de Prehistoria de la Universidad de Oviedo tenía dos piezas de gran interés, concretamente un arpón aziliense de la cueva de Llonín y otro de la cueva de La Lluera, que también fueron entregados al Museo. En una primera selección, en marzo de 2009, se incluyeron en el Programa de Contenidos 475 piezas. En la revisión final de 2010 se redujeron a 264 piezas. De ellas 149 eran de la cueva 16 Extraviadas durante el traslado de los fondos en 2003, fueron localizadas a finales de 2008 en el marco de estos trabajos.

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Trasera de la vitrina dedicada la industria aziliense. A la derecha, en la página siguiente, el grupo característico de este momento seguido de los demás conjuntos.

de Los Azules (incluidas las 59 del enterramiento); 82, de Cueva Oscura; 29, de La Riera; 1, de Llonín; otra ,de Pindal; y otra, de La Lluera. Durante el proceso de selección de piezas Juan mostró gran preocupación porque las piezas seleccionadas fueran una muestra estadísticamente fidedigna de la realidad, es decir, de la cantidad de fondos existentes de cada cueva, de la relación entre industria ósea y lítica, entre los diferentes tipos y entre las diferentes materias primas. Tras estudiar varias opciones se desechó esta idea por dos razones: en primer lugar, porque no están hechos este tipo de estudios estadísticos para los diferentes yacimientos; y en segundo lugar, porque este planteamiento chocaba con el interés de mostrar determinadas piezas (aquellas más relevantes, como los arpones), lo que rompería la relación proporcional entre las tipologías de instrumentos.

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El montaje museográfico del Aziliense en el Museo Arqueológico de Asturias Características generales de la exposición permanente17 El Programa de Contenidos del Museo Arqueológico de Asturias partió del principio de ilustrar a través del registro material la evolución histórica de Asturias. Para ello se sugirió una exposición 17 Para una descripción general de la nueva exposición del Museo puede consultarse el análisis realizado por la coordinación científica en Fernández Ochoa et alii (e.p). La visión de los directores del contrato se encuentra en Izquierdo et alii (e.p.). Otra descripción general la ofrece García de Castro (2011). Sobre la restauración del edificio puede consultarse el artículo de Pardo y García (2004).

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Detalle del grupo de industria ósea, de los arpones y de los útiles necesarios para elaborar un arpón. En el grupo del medio, los dos arpones centrales de la segunda fila proceden de la Cueva Oscura de Ania (Las Regueras).

clásica, es decir, con una selección amplia de piezas arqueológicas que permitieran reflejar todos o la mayoría de los yacimientos asturianos y la tipología de piezas completa, ofreciendo varios ejemplos de cada tipo. La justificación de este criterio radicó en el deseo de que el Museo fuera la cabecera de la red de museos arqueológicos de Asturias, un centro versátil para docentes de las distintas etapas de la educación, desde los niveles primarios hasta los especializados. Para compensar el riesgo de crear una exposición tradicional, accesible solo para iniciados, se planteó una batería de recursos museográficos variados y didácticos que abrieran el discurso a la comprensión por parte del público general.18 18 Fernández Ochoa (2009). En concreto, el planteamiento museológico de la exposición permanente se desarrolla en el Documento D, cuyos autores son Carmen Fernández Ochoa, Fernando Gil Sendino y José A. Fernández de Córdoba Pérez.

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Ad Orientem Entre enero y octubre de 2010 este Programa de Contenidos fue adaptado a la propuesta museográfica por la empresa adjudicataria del contrato de suministro y montaje de la exposición permanente del Museo Arqueológico de Asturias.19 Así, en el discurso sobre el Paleolítico, la industria se explica a través de la muestra de las piezas, dispuestas en horizontal y en vertical (esto es, en la pared trasera de aquellas vitrinas que tienen tal desarrollo). Su organización es tipológica, agrupando las diferentes familias de objetos; de forma muy sutil se destaca una panoplia tipo característica de cada momento al inicio de cada vitrina: en vertical haciendo sobresalir un poco más los soportes hacia delante; en horizontal cambiando el color de la base o peana sobre la que se ubicaban estas piezas. También se ha optado por mostrar el arte en relación con la industria, y el arte mueble en relación con el arte rupestre. Los procesos técnicos que afectan a todo el Paleolítico, como puedan ser los modos técnicos o el trabajo del hueso, se reparten a lo largo de la exposición para evitar su repetición en cada fase cultural. Los recursos museográficos generales que se han utilizado son los siguientes: textos en cuatro niveles; un mapa para ubicar los yacimientos de cada momento; un esquema geológicocronológico para contextualizar de forma concreta en qué momento nos encontramos en cada caso; un gran dibujo de una escena que contextualiza cada unidad expositiva, que coincide con cada tecnocomplejo; dibujos específicos a escala de cartela de piezas, para ilustrar detalles técnicos como el engaste de los microlitos sobre un soporte de madera; audiovisuales en vertical de gran formato para explicar los grandes procesos (la evolución de los homínidos, la investigación sobre los neandertales, la evolución del concepto territorial y los intercambios culturales paleolíticos, el arte rupestre o el peso del Conde de la Vega del Sella en la investigación arqueológica de Asturias); y audiovisuales más pequeños sobre soporte horizontal para ilustrar procesos técnicos complejos como los modos de talla o la confección de un arpón. El resultado es un montaje en el que los contenedores y los soportes de contenidos (el mobiliario) han quedado muy bien integrados en el edificio. Pese a las dificultades del espacio, la circulación es lineal con escasos tramos en los que es necesario volver sobre los pasos para continuar la visita. El diseño general es sobrio y muy neutro, pensado para durar largo tiempo. Resulta innegable que el centro de la exposición son las piezas, cuya disposición frecuente suspendidas en el aire dota de una gran elegancia al Museo. El principal problema de la exposición permanente, a nuestro entender, radica en el exceso de sus virtudes. Al centrarse en las piezas ha relegado un poco al otro elemento fundamental de una exposición: el mensaje que se desea transmitir. Su sobriedad, su neutralidad, su excelente integración en el edificio provocan cierta planitud, cierta pasividad, cierta apatía. En definitiva, se echan de menos algunos recursos para la comunicación de forma puntual que doten de fuerza y vitalidad al discurso para aumentar una correcta transmisión del mensaje. 19 El montaje de la exposición permanente del Museo Arqueológico de Asturias fue dirigido y financiado por el Ministerio de Cultura. La empresa adjudicataria del contrato fue una UTE compuesta por Jesús Moreno y asociados, Ypunto Ending y SEIS, correspondiendo al primero la tarea de diseño y a los segundos la de fabricación y montaje.

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La exposición del Aziliense La adaptación del Programa de Contenidos al proyecto museográfico y su definitiva plasmación, supuso una reducción de las piezas previstas, 264, a 195 incluyendo las 59 del enterramiento de Los Azules.20 Los textos, escritos por nosotros, recogen la esencia del discurso y los matices que se pretendían transmitir. La necesaria síntesis, connatural a cualquier texto expositivo, obliga a que se complementen con el resto de los elementos museográficos de forma eficaz, algo que en algún caso no se ha logrado con éxito. Así, el mapa muestra los yacimientos con ocupación aziliense conocidos. La falta de un pie de texto que refuerce la idea fundamental respecto de la ocupación del territorio, el menor número de cuevas utilizadas y la hipótesis de una vida al aire libre, lo convierte en un elemento un tanto pasivo. Es mucho pedir que el visitante recuerde la media docena de mapas anteriores y los vaya comparando mentalmente para darse cuenta de diferencias tan sutiles como la cantidad y la distribución de los yacimientos. El dibujo con una escena cotidiana para contextualizar este apartado adolece del defecto general de todas ellas: la falta de fuerza. Se trata de dibujos realizados en escala de grises, que apenas llaman la atención, salvo por su tamaño. Sí permiten al guía o al docente centrarse en diferentes cuestiones concretas puesto que reflejan los contenidos que se solicitaron: muestran la ocupación en cueva y al aire libre, reflejan la fauna propia de un entorno boscoso y destacan la pesca como actividad creciente que caracteriza este periodo, aunque predominara la caza, como en todo el Paleolítico. El simple uso del color, aunque solo fuera para iluminar algunos aspectos clave, como los arpones, los peces pescados o la acción de pesca en el caso del Aziliense, habrían dotado de animación a estos dibujos. En cuanto a los audiovisuales, se ha aprovechado la exposición del Aziliense para instalar un vídeo en el que un artesano actual muestra cómo se confeccionaba un arpón. En este caso, se habría sacado más partido de este audiovisual si se hubiera añadido la comparación con un arpón magdaleniense, con algo tan sencillo como una imagen de dos ejemplares, uno junto a otro indicando sus diferentes filiaciones culturales. Las piezas aparecen ordenadas como en el resto de la exposición, agrupadas por familias. Las cartelas se refieren de forma general a los grupos indicando qué tipos son y de qué cuevas provienen cuando son tres o menos, sin referencia concreta a cada pieza. Cuando hay más de tres orígenes se indica “Cuevas de Asturias”. Las razones de esta solución son la falta de espacio para disponer suficientes cartelas y/o el riesgo de que un exceso de cartelas llegara a eclipsar la vista de las piezas. La solución a este problema, detectado demasiado tarde, atañe a todo el diseño de la exposición, es decir, tanto al diseño de las vitrinas, como a la concepción 20 En esta última fase se mantuvo la coordinación científica y técnica. La participación de los miembros del comité científico fue puntual para resolver dudas o facilitar materiales de apoyo de última hora. El resto del equipo técnico pasó a depender de la empresa encargada del montaje. La urgencia a que obligaba la necesidad cumplir los plazos previstos, condicionó muchas de las decisiones que se tomaron en este último periodo.

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Ad Orientem general del espacio expositivo en su interior, ya que habría que haber sacrificado un poco de su elegancia y su sobriedad a favor de la didáctica y un diseño un poco más agresivo para facilitar la comunicación. En la primera vitrina se exponen, en vertical y de derecha a izquierda, siguiendo el sentido de la visita en esta zona, los siguientes materiales: la panoplia característica del Aziliense, un conjunto de elementos para el trabajo en hueso (buriles, perforadores, piezas astilladas y huesos en proceso de elaboración), los arpones, seguidos de la industria ósea (espátulas, punzones, huesos aguzados y puñal) y de la industria lítica (raederas, denticulados, piezas astilladas, escotadura y truncadura). La panoplia o selección del conjunto característico de la industria se acompaña de una cartela con un texto breve que describe las peculiaridades propias del Aziliense. El conjunto de elementos para el trabajo en hueso pretendía, en origen, explicar el proceso de fabricación de un arpón. Juan Fernández-Tresguerres estaba especialmente satisfecho de haber documentado en la cueva de Los Azules huesos en distintos estados de elaboración como arpones, y le parecía interesante mostrarlo. La falta de una sencilla explicación de este hecho a través de una cartela impide comprender esta cuestión a los no iniciados. Los arpones son doce, nueve de ellos de la cueva de Los Azules, dos de Cueva Oscura de Ania y otro de Llonín. Una de las ideas que se deseaba destacar es la tendencia a la regionalización de las industrias, especialmente entre el grupo de yacimientos de la cuenca del Sella y el grupo de yacimientos de la cuenca del Nalón. En los arpones las diferencias son evidentes ya que los dos ejemplos de Cueva Oscura son sensiblemente más pequeños que los provenientes de Los Azules y Llonín. La búsqueda de la armonía estética en la colocación de las piezas supuso mezclar los arpones, de forma que no es posible distinguir unos y otros, salvo que el visitante conozca todos estos detalles de antemano. Aunque la idea se indica en el texto general de este apartado, su falta de reflejo material en la exposición hace que se trate de un mensaje cuya transmisión queda incompleta. También ha sido un error descartar el arpón de La Riera, único ejemplo de esta cueva que mostraría la clara sintonía con la cueva de Los Azules, una de las ideas destacadas en el Programa de Contenidos inicial. En horizontal esta primera vitrina muestra en un primer bloque las laminitas y las puntas azilienses, seguidas de los anzuelos rectos. Dos dibujos en sendas cartelas muestran eficazmente cómo se engastaban las laminitas y cómo se unía el anzuelo recto al sedal. A continuación se destacan en una peana de color ejemplos de malacofauna, no en vano el marisqueo se trata de una actividad creciente advertida ya desde el Magdaleniense y que tendrá su mayor explosión durante el Asturiense, siendo el Aziliense la estación intermedia de este interesante proceso. Por último, se dispone otro conjunto de industria lítica compuesto por un hendedor, raspadores, una pieza astillada y una truncadura con un dibujo ilustrativo del uso de una pieza astillada golpeada por un percutor para abrir un hueso y extraer el tuétano.

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La segunda vitrina expone los materiales relacionados con el arte mueble. En vertical se distribuye en tres conjuntos: arpones decorados, colgantes y otros objetos en hueso decorados. En cuanto a los arpones decorados, la pieza más importante y que debería haber sido destacada mejor es el arpón del nivel 5 de la cueva de Los Azules. Se trata de un largo arpón plano que nunca fue utilizado y que se decoró con sutiles motivos geométricos. Desgastada esta primera decoración fue decorado una vez más. Juan Fernández-Tresguerres atribuyó a esta pieza un significado simbólico que hoy se nos escapa, pero que es evidente que existió. Sin embargo este objeto no se muestra bien explicado. Por un lado, la interesante y compleja historia de este arpón se incluye en una cartela ubicada en el plano horizontal y en la otra esquina de la vitrina. Al no ser posible identificar la pieza concreta y al ubicar el texto que se refiere a ella en la otra esquina de la vitrina, resulta imposible que el visitante aprehenda ninguno de estos mensajes. Por otro lado, la sutileza de los trazos geométricos adorna este arpón, igual que los demás, hace difícil apreciar este hecho debido a la distancia entre el espectador y la pieza. El problema podría haberse resuelto con la ubicación de unos sencillos dibujos. Detalles como la mayor similitud entre las escasas muestras de arpones de la cuenca del Nalón durante el Aziliense antiguo frente al Aziliense clásico quedan para los textos generales, sin recordatorio de detalle en este punto. Los colgantes se han dispuesto formado dos hermosos collares, uno solo de conchas y otro alternando caninos atróficos de ciervo perforados. El último grupo está compuesto por punzones con decoración geométrica y por una extraordinaria espátula decorada mediante punciones oriunda de Los Azules. En el plano horizontal se han dispuesto los cantos pintados. Destacados a la derecha, sobre una peana de color, se encuentran dos provenientes de la cueva de Los Azules, decorados con punciones, y el canto de El Pindal, pintado con una banda roja. A su izquierda se encuentra un grupo de cantos con manchas de ocre, si bien no pueden considerarse cantos pintados como tales. Estas piezas no estaban previstas en el Programa de Contenidos, sino que fueron seleccionadas en el último momento para evitar que la vitrina quedara demasiado vacía. En origen pretendían ilustrar una idea incluida en el discurso sobre el mundo simbólico aziliense relacionada con el ocre. Como ya se ha indicado, se han localizado gran número de machacadores y cantos manchados, que no pintados, con ocre. Dada la ausencia de arte rupestre, una hipótesis verosímil es que ese ocre fuese utilizado como pintura corporal. Al no localizarse esas piezas se dispusieron estas otras que apenas tienen manchas de ocre. El desacierto en la elección de estas piezas y la ausencia de una simple cartela que explique este fenómeno impide transmitir, de nuevo, un mensaje relevante e introduce un elemento confuso en el discurso. Finalmente se expone la recreación del enterramiento localizado en la cueva de Los Azules. Se trata del primer enterramiento intencional documentado en Asturias y una de las grandes aportaciones de este yacimiento a la arqueología asturiana. Se aprovechó la ocasión de esta renovación de la exposición permanente para restaurar de nuevo los huesos y para actualizar el montaje de la tumba. Una cartela explica la trascendencia de este hallazgo y las interesantes

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Enterramiento de Los Azules, restaurado y ubicado en su nueva vitrina.

consecuencias sociales y simbólicas que se desprenden del mismo. Como soporte general se ha optado en esta ocasión por grava, siendo el único detalle mejorable, que dicha grava fuera de tono rojizo, con el fin de simular ese fondo de la tumba con el ocre espolvoreado, como se localizó en su momento.

Conclusiones Juan Fernández-Tresguerres inició la investigación del Aziliense en Asturias a través de las excavaciones en la cueva de Los Azules desde la década de 1970; esta cueva se reveló como un yacimiento singular, con un enorme potencial y con una ocupación epipaleolítica única hasta ahora. Poco a poco la labor de Juan permitió dar a conocer varias cuestiones singulares como el primer enterramiento documentado en Asturias, algunas piezas excepcionales como la espátula decorada del nivel 3, el arpón decorado del nivel 5 o algunos cantos decorados, y un conjunto industrial que todavía dará mucho de sí en futuras investigaciones. Con motivo de la

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renovación de la exposición permanente del Museo Arqueológico de Asturias Juan FernándezTresguerres se enfrentó a la revisión de los materiales de Cueva Oscura de Ania (Las Regueras) y de los materiales de la cueva de La Riera (Llanes). Así, la exposición permanente inaugurada en marzo de 2011 ha incorporado el resultado de esta labor investigadora de casi cuarenta años. Se ha duplicado el número de piezas expuestas sobre este periodo, que ha sido bien individualizado respecto de los demás tecnocomplejos paleolíticos, y que se muestra ahora contextualizado gracias a múltiples elementos de intermediación (textos, cartelas, dibujos y vídeos). El montaje sobre el Aziliense muestra las mismas virtudes y las mismas cuestiones mejorables que observamos para el resto del Museo; es decir, se trata de una exposición sobria, elegante, bien articulada con el espacio arquitectónico, pensada para durar muchos años, centrada en sacar el máximo partido de la exposición de las piezas, con un discurso prudente en cuanto a su extensión, que pretende llegar a todos los públicos, desde los visitantes especializados y con conocimientos previos, los docentes y sus grupos de estudiantes, y el público general en toda su extensión (infantil y adulto, con formación básica o superior). Algunas de estas virtudes constituyen la raíz de sus defectos, como el excesivo sometimiento a las cuestiones estéticas, una armonía formal que no ha permitido destacar y puntualizar determinados mensajes relevantes para el discurso. En el apartado dedicado al Aziliense nos habría gustado que quedara mejor remarcada la distinción entre los materiales procedentes de la cuenca del Nalón y del Sella, así como la comparación expresa entre los arpones azilienses y magdalenienses. Echamos de menos alguna pieza importante de este periodo como el único arpón aziliense documentado en la cueva de La Riera, una mejor exposición de la singularidad del arpón del nivel 5 de Los Azules y alguna explicación sobre el uso con finalidades sociales y/o simbólicas no relacionadas con el arte rupestre del ocre. Seguramente si hubiese sido posible compartir con Juan Fernández-Tresguerres este análisis su sobria ironía y su paciente didáctica nos habría ayudado a hacerlo más completo y atinado. A quienes seguimos aquí nos habría gustado verdaderamente poder compartir con él estas reflexiones. Gracias por tu ejemplo, Juan, por tu magisterio y por tu respeto. Descansa en paz.

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