La explotación sexual. Prevención y gestión del \" Consumo Cultural \" del cuerpo de las mujeres

May 24, 2017 | Autor: M. Andrade | Categoría: Trata De Mujeres Y Personas Con Fines De Explotación Sexual
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Descripción

La explotación sexual. Prevención y gestión del “Consumo Cultural” del cuerpo de las mujeres

Marcela Alejandra País Andrade1

Introducción “(…) Marx nunca podría haber supuesto que el capitalismo allanaba el camino hacia la liberación humana si hubiera mirado su historia desde el punto de vista de las mujeres (…) las mujeres siempre fueron tratadas como seres socialmente inferiores, explotadas de un modo similar a formas de esclavitud. Calibán y la Bruja (Federici, 2010: 24)

Observar y reflexionar acerca de la trata de personas2 como ¿nuevas? formas de esclavitud del siglo XXI no es un acto de amplificación, sino una dolorosa lectura de la realidad. Si pensamos específicamente la trata con fines de explotación sexual, podemos distinguir que quienes se encuentran más vulnerables a este delito son los grupos menos beneficiados socioeconómica y culturalmente, ciertos grupos etarios (niñas, niños y jóvenes) y las mujeres3. Si hacemos foco histórico en la biografía de “las mujeres”, podemos encontrar ejes que nos han definido a lo largo del tiempo como la inferioridad, la cosificación, la opresión, la invisibilización, el aislamiento y la violencia. Hemos sido destinadas a espacios reducidos en la vida política, educativa, social y económica construyendo, en las culturas occidentales, nuestros reinos en el “hogar” y en “la familia”. Este largo amaestramiento cultural nos adiestró para ser buenas mujeres y buenas madres. Sin embargo, muchas no aprendieron la lección y fueron llamadas salvajes, pecadoras, brujas y demonios. En el pasado reciente y en la actualidad, quienes no han asimilado “las buenas costumbres femeninas” son identificadas como felinas o les gritan feministas4 (o ambas). Se les “permite”, entonces, “vender los cuerpos” y/o quemar corpiños. Esta dicotomía entre buenas y malas mujeres tiñó largos siglos en las formas de hacernos mujer. Las buenas construyeron casas y familias; las malas ocuparon burdeles y veredas. Mientras tanto, los hombres (en diferentes formas, por supuesto) fueron beneficiados con los mejores manjares que ofrecieron y siguen ofreciendo los réditos del Patriarcado y el capitalismo 5. Entre estos “manjares” se encuentran los cuerpos femeninos. No obstante, las últimas décadas han puesto en tensión este poder de dominación masculino en todos los ámbitos cotidianos (en algunos más que en otros). Las hogueras (que han justificado la quema de niñas y mujeres a lo largo de varios siglos) comienzan a encenderse (ahora) en manos de ciertos grupos 1

Licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Doctora por la Facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad (Área Antropología). Docente de Antropología en la Facultad de Ciencias Sociales en la UBA e Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones científicas y Técnicas (CONICET). Correo electrónico: [email protected]/[email protected] 2 Ley 26364 - Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus Víctimas. 3 Aproximadamente 4.000.000 de personas son víctimas de trata cada año. La mayor parte de las víctimas son niñxs y mujeres. Entre el 10 y el 30% de mujeres tratadas son menores de edad. Según la OIT, mas de 12.3 millones de personas padecen situaciones laborales equivalentes a la esclavitud. Estimativamente la trata moviliza 12 millones de dólares por año. En América Latina, 2 millones de niñxs y adolescentes son víctimas de explotación sexual comercial o laboral (indigencia). (OIT, 2005 en Nieto, 2010 ). 4 Por cuestiones de espacio editorial no podremos realizar un análisis profundo del movimiento feminista y de los estereotipos que se han construido a su alrededor. Recomendamos leer: BONDER (1998); CANGIANO, M.C. y DUBOIS, L. (1993); MOLINA PETIT; SCOTT, J (1993); entre otrxs. 5

Invitamos a leer el imperdible artículo de Roberta Connell (1995) “La organización social de la masculinidad” prestando especial atención al concepto del divendo patriarcal.

de mujeres e iluminan diversos espacios sociales que han comenzado a desdibujarse y que se ponen en cuestión. Ya se ha entrado a los hogares y se ha visto violencia, se ha ingresado a las distintas instituciones estatales y se ha visto desigualdad, se ha caminado por la calle y se ha sentido miedo, se ha visto televisión y se ha sentido humillación en el nombre de la belleza femenina, se ha entrado a los burdeles y se ha visto explotación y esclavitud 6. Hablar de Trata de niñas y niños, jóvenes y mujeres con fines de explotación sexual es inmiscuirse en la sexualidad de los cuerpos; es tensionar las relaciones de género imperantes; es ahondar en los procesos globalizadores que generan exclusión social y migraciones; es profundizar en los procesos mundializadores y en las prácticas y consumos culturales que naturalizamos en nuestras vidas cotidianas; es identificar ciertas características etarias; es cuestionar las políticas nacionales y globales que reproducen los estereotipos de género y la pobreza; y, por sobre todo, es empezar o profundizar en la militancia cotidiana de nuestras formas de crianza, de enseñanza, de solidaridades, de comunidades. Es, en definitiva, comenzar a construir acciones de prevención y de gestión de diversas prácticas cotidianas, proyectos comunitarios, espacios escolares y recreativos, políticos, vecinales donde nuestros niños y niñas, jóvenes y mujeres (re)conozcan sus cuerpos y su sexualidad como espacios de empoderamiento y no como objetos de consumo e intercambio. Se trata también de invitar a los varones a (de)construirse como “clientes” de los cuerpos de otros y a (re)construirse como sujetos pares en el reconocimiento y la demanda de los derechos que tenemos todxs por ser humanos. De las (re)lecturas teóricas, de la experiencia militante realizada desde el Colectivo “Las Juanas” en prevención y empoderamiento de las “brujas” entrerrianas y de la necesidad de imbricar ambos espacios se trata este capítulo 7. Construyendo una mirada teórica para pensar la trata con fines de explotación sexual. El 27 de junio de 2011, la Oficina para el Monitoreo y Lucha contra el Tráfico de Personas del U.S. Department of State, Diplomacy in action, publicó un informe sobre Trata de Personas en relación con los primeros años del siglo actual en nuestra región. En el apartado en el que menciona a la Argentina observaba: “Argentina es un país de origen, tránsito y destino de hombres, mujeres y niños víctimas de la trata de personas con fines específicos de prostitución y trabajo forzoso. Muchas de las víctimas provenientes de zonas rurales o provincias del norte son forzadas a ejercer la prostitución en centros urbanos o provincias prósperas del centro y sur del país. La zona de la triple frontera con Paraguay y Brasil constituye un área importante para la captación de víctimas argentinas de la trata con fines de explotación sexual y una zona de tránsito para las víctimas de trata con fines de trabajo forzado proveniente de Paraguay. Gran cantidad de mujeres y niños extranjeros, principalmente de Paraguay, Bolivia y Perú y en menor grado, de Brasil y República Dominicana son forzados a ejercer la prostitución en Argentina. (…) El turismo sexual infantil ocurre en la zona de la triple frontera y en Buenos Aires. Argentina es un país de tránsito para mujeres y niñas extranjeras víctimas de la trata con fines de explotación sexual en Chile, Brasil, México y Europa Occidental. Asimismo, algunas mujeres y 6

Tanto la trata de niñxs y mujeres con fines de explotación sexual como la prostitución forzada instituyen una violación de los derechos humanos fundamentales de las personas. 7 El mayor reconociendo y agradecimiento a las mujeres con quienes hemos construido, aprendido, peleado, acordado, reflexionado, con quienes hemos compartido horas de reflexiones, intimidades y sueños. Con ellas la verdadera experiencia de un colectivo de trabajo, los aciertos y los errores y sobre todo la posibilidad de un mundo mejor e igualitario: Mariela, Cynthia, Natalia, Luz, Carola, Eugenia, Anahí y a todas aquellas con las que hemos compartido capacitaciones, seminarios, presentaciones, clases, volanteadas, etc. A las mujeres de los barrios, de las organizaciones, de los comedores, a lxs hermosxs estudiantes. Nuestra mayor admiración y cariño a todas las Juanitas de Chajarí que son el mejor ejemplo de que el compromiso y la fuerza para el cambio son posibles. Y a aquellos hombres que han caminado junto a nosotras las calles entrerrianas, en especial a Rodrigo, Rubén y Bernardo, por la confianza incondicional que siempre han tenido en nosotras y las tareas emprendidas. Por último, a mi amiga Cata por la permanente y afectuosa relación de amistad y de brujas que nos une la cual ha permitido discutir, (re)pensar y aportar a este escrito.

niñas son encontradas ejerciendo la prostitución forzada en Europa Occidental. Las extensas fronteras de Argentina dificultan el monitoreo y convierten al país en lugar de tránsito para los tratantes y sus víctimas”.

Este párrafo muestra la gran complejidad en la que se encontraba nuestro país en relación con la temática, y daba cuenta de que la trata de personas –especialmente de niñxs y mujeres con fines de explotación laboral y sexual – era una problemática alarmante que violentaba permanentemente y en todos sus aspectos los derechos humanos. Ante esto, surgió la necesidad de contar con herramientas claras para pensar cómo, por qué y cuáles son las dimensiones que intervienen en un fenómeno multidimensional y global. Este diagnóstico respondió al fuerte compromiso adquirido internacionalmente en continuidad con el Protocolo de las Naciones Unidas para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, especialmente Mujeres y Niños, adoptado por las Naciones Unidas en la ciudad de Palermo (Italia) en 2000. Entró en vigor el 25 de diciembre de 2003 y para junio de 2012 había sido firmado por 117 países. Respecto de los lineamientos del Protocolo, en nuestro país se sanciona el 29 de abril de 2008 la primera Ley de Prevención Y Sanción De La Trata De Personas Y Asistencia A Sus Víctimas (ley 26.364), la cual fija penas de prisión a quienes estén implicados en este delito. Asimismo, en julio de 2011 el gobierno sancionó por decreto la prohibición de Publicación de Avisos Gráficos de Oferta Sexual en los diarios como una medida para prevenir la trata (no sin tensiones por supuesto) y comenzó a funcionar la Oficina de Monitoreo de Publicación de Avisos de Oferta de Comercio Sexual por decreto 936/2011. En diciembre de 2012, luego de conocerse el triste fallo en el caso emblemático de Marita Verón, se sancionó la reforma a la ley de 2008 por medio de la cual se ajustaron algunos puntos que generaban discusión: se aumentaron las penas, se modificaron las formas en las que las víctimas deben declarar y, sobre todo, se modificó uno de los puntos más discutidos en la ley 26. 364: sobre la condición de “consentimiento” de la víctima se afirma que en ningún caso se eximirá de responsabilidad 8 penal a quien o quienes fueran autores de la transgresión. Si bien, nuestro territorio viene avanzando judicialmente en estos temas, en muchos casos las niñas y mujeres continúan en situaciones de extrema vulnerabilidad económica y social, que generan diversas formas de “caer” en las redes de trata. Ante esto, necesitamos acompañar las transformaciones judiciales con (re)construcciones sociales y culturales. En este apartado, proponemos un breve recorrido teórico para visibilizar las dimensiones básicas que debemos tener presentes a la hora de diseñar e implementar estrategias de prevención para luego centrarnos en sus limitaciones. Desde la experiencia realizada en diversos espacios del territorio nacional, y focalizándonos específicamente en la experiencia entrerriana, creemos que es necesario entender que la Trata de niñas y niños, jóvenes y mujeres con fines de explotación sexual reviste un carácter multifacético, multidimensional, mundial-regional y complejo. Desde esta mirada, entenderemos a la Trata de personas con fines de explotación sexual como una compleja red social que interpela las dimensiones de Género, Edad y Sector Social (sin restarle importancia a 8

Luego de inagotables críticas Ley 26.364 sancionada en abril de 2008, el 19 de diciembre de 2012 se reforma y se promulga la ley 26.842, que entre sus puntos principales: 1) Castiga con prisión de cuatro a seis años al que explote económicamente el ejercicio de la prostitución de una persona y al que promueva o facilite la prostitución. Asimismo, cuando la víctima fuere menor de 18 años, la pena sería de 10 a 15 años de prisión. 2) el consentimiento dado por la víctima de la trata no constituirá en ningún caso causal de eximición de responsabilidad penal, civil o administrativa de los responsables. 3) Se obliga al Estado a brindar asistencia médica y psicológica gratuita a las víctimas; otorgar capacitación laboral y ayuda en la búsqueda de empleo, y a colaborar en la incorporación de la víctima en el sistema educativo. http://www.lanacion.com.ar/1540692-promulgaron-la-ley-de-trata

la etnia y la religión). Esta problemática debe ser contextualizada con los marcos culturales, históricos y económicos globales; localizada en las producciones sociales y de poder micro; e, imbricada con las posibilidades y limitaciones de las políticas internacionales, nacionales y locales actuales. Exploremos brevemente algunas de estas dimensiones. 1. Género, Sector Social, Edad Un aspecto que no puede dejar de ser tomado en cuenta a la hora de reflexionar y pensar estrategias para prevenir este flagelo son los estereotipos y la construcción de género hegemónica que sostiene la posibilidad de que un cuerpo pueda ser utilizado como una mercancía –intercambiado como tal por dinero– y que, además, pueda ser consumido por otros. Para esto es necesario referirse al concepto de género (subrayando su complejidad) como una noción binaria9 desde la cual la relación de poder es “desprendida” de lo biológico y/o natural (mujer-varón) y construida socio históricamente donde se ponen en juego las diversas dimensiones políticas, económicas, culturales, jurídicas, de etnia, etarias y de clase. En otras palabras, el género es producto de las relaciones sociales dadas en un momento socio histórico particular y constituye lo que entendemos por ser mujer/varón y la construcción de los roles femeninos/masculinos. Ahora bien, desde las ciencias sociales se utiliza el término Patriarcado para dar cuenta de la organización social humana desde la instalación de las religiones judía-cristiana e islámica y su profundización a través del feudalismo. Esta forma de consolidación social se caracteriza por la hegemonía del Señor Feudal y la Iglesia Católica, y encuentra analogía en la autoridad del patriarca donde los varones eran reconocidos por la comuna como cabeza de familias. En otras palabras, desde tiempos lejanos las construcciones de género de nuestras sociedades occidentales han producido y (re)producido a través de la historia diferentes espacios y roles sociales de presencia/ausencia que conformaron diferencias y desigualdades entre hombres y mujeres. Mientras que los hombres han ocupado los espacios de producción, el lugar de la fuerza, la independencia y el ser sostén económico familiar, a las mujeres les han designado los espacios privados, la reproducción, el sostén afectivo, la pasividad, sensibilidad y dependencia. Las relaciones de poder que produjeron estas desigualdades dejaron a las mujeres vulnerables y marginadas ante la conformación de vínculos sociales, espacios de discusión y debate; como también, de lugares de reflexión y construcción de experiencias en común. Estas nociones matizan las relaciones de poder y las prácticas socioculturales que han concebido y naturalizado la violencia de género10. Entendemos por violencia contra las mujeres: “(…) toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes”11. Si bien no queremos caer en generalizaciones, sí es necesario señalar que estas desigualdades (en mayor o menor medida y visibilizada de una forma u otra) tiñen todas las clases sociales. Sin embargo, es en las niñas y 9

Nos parece importante señalar que existe una actual discusión en torno a las “Bondades” de la utilización del concepto de género ya que ciertas diversidades-sociosexuales ponen en tensión la idea binaria y estigmatizante de la construcción de “un” femenino y “un” masculino. Estimulamos la lectura de Butler (2002,2010); Liska (S/D); Spargo (2006), Ortner (1979); entre otrxs. 10 Existen diferentes formas de violencia naturalizadas hacia las mujeres: Violencia psicológica; Violencia física; Violencia sexual; Violencia económica; Violencia reproductiva, entre otras. 11 Artículo 4 de la ley argentina 26.485: “Ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales” (2009).

mujeres y en los sectores más pobres donde se observan mayores complejidades al respecto. Dicha situación da cuenta, en muchos casos, de las relaciones de sometimiento y vulnerabilidad a las que las mujeres y niñas están expuestas. A lo cual se le suma la idea naturalizada/legitimada de que hay dos clases de mujeres: las que representan el ideal femenino de madre, pasiva, tierna, contenedora, etc., y las que se alejan de estos estigmas y a quienes se etiqueta como mujeres productoras de placer y/o mujeres sexuales (entiéndase amiga íntima, amante, prostituta, gato, trola, gauchita, etc.) Estos estereotipos machistas (re)construyen cotidianamente a las mujeres en espacios donde lo que prima es la discriminación generalizada por ser mujer (no conducen bien, no pueden manejar dinero, no pueden ser jefas porque son muy sensibles, etc.); el desempleo (no están capacitadas para trabajos “duros”, no pueden disponerse a tiempo completo porque son o serán madres, realizan trabajos “secundarios”, etc.); la violencia, que se basa en la desigualdad de los géneros (en las casas, en las calles, femicidios, etc.); la falta de información, entre otras. Asimismo, son estereotipos que naturalizan las formas de ser varón que son (re)producidas en la vida cotidiana: una idea social compartida del macho sexual, con instintos irrefrenables (necesidad “natural”) y con la necesidad de mujeres dispuestas a calmar esos impulsos (legitimación de la existencia de actividades como la prostitución femenina, burdeles, pagar por sexo, etc.). La relación entre el poder-dinero que deben tener los varones encargados del abastecimiento del hogar y la relación poder-mujer que legitima la dominación, en todos los sentidos, normaliza lo masculino sobre lo femenino. 12 En estos complejos entramados, se hace necesario también entender que las construcciones poblacionales etarias como niñez, juventud y adultez son construcciones sociales que permiten darle sentido, significado y orden a los diferentes sujetos que conforman nuestras sociedades. Y que también se construyen, en muchos momentos de la historia, como poblaciones problema (Foucault, 1978). Afirmamos entonces que es necesario relevar la importancia acerca de las relaciones de poder en las políticas y en la construcción tanto de los “problemas” que se abordan, como de las “poblaciones” a las que se intervienen. Por eso nos parece imprescindible subrayar que hay que entender a la niñez, la adolescencia y la juventud como categorías heterogéneas, diversas y desiguales en cuanto a sus prácticas, sentidos, representaciones y comportamientos; y hacer hincapié en la necesidad de visibilizar que existen tantas infancias, adolescencias y juventudes como distintos hombres y mujeres. Los grupos etarios son heterogéneos porque son interpelados por dimensiones de clase, género, etnia, cultura, región, contexto socio histórico (no es lo mismo ser niñx urbano que rural, joven migrante o nativo, mujer negra o blanca, hombre gay o heterosexual, travesti, etc.). Por tanto, son categorías que necesariamente deben ser encuadradas temporal y espacialmente; es decir, que cobrarán sentido y significado en el contexto social en el que se encuentren. En el mundo actual, los espacios y prácticas de aprendizaje y esparcimiento destinados a niñas, niños y/o jóvenes se encuentran interpelados por formas de comunicación “novedosas” para las generaciones pasadas, que en muchos casos no permiten que se construya un diálogo común. La Internet, los ipod, las redes sociales (facebook, twiter) son ejemplos de espacios comunicacionales a los cuales muchas veces no les prestamos atención. Por tanto es de suma importancia enseñar y acompañar a nuestrxs niñxs y jóvenes en el uso de estos espacios cibernéticos ya que se han convertido en campos de engaño virtual de las redes ilícitas de trata. Estos canales también son caminos en los que las nuevas generaciones construyen identidades. En resumen, los cambios políticos y económicos en nuestras sociedades interpelan los diferentes grupos genéricos y forjan diversas transformaciones según el grupo social y etario al cual se 12

Para profundizar en el vínculo macho-prostitución, recomendamos leer “Ir de Putas. Reflexiones acerca de los clientes de la prostitución” (2006) de J.C. Volnovich.

pertenezca. De la mano, la diversidad cultural presente en nuestro territorio –grupos de otros países y/o comunidades, etnias, religiones– (re)construye “perversos” procesos económicos que legitiman formas sociales y laborales de conducir estas diferencias y generan una fragmentación local y regional en relación con las posibilidades de las minorías de acceso o no a “los derechos”. Asimismo, el aumento poblacional de las últimas décadas y la fragmentación socioeconómica ha construido situaciones de vida/empleo teñidas por lo ilícito, la esclavitud y la explotación de los cuerpos. Estos procesos (re)producen desigualdades relacionadas con los accesos a la educación, a la vivienda, a la salud, a lo cultural, etc., y en muchos casos, es fundamento de la “aceptación” por parte de niñas, niños, jóvenes y mujeres, de trabajos precarizados, prostitución, servidumbre, movilidad a otras ciudades en busca de una vida mejor, etc. Este contexto nos plantea como relevante la necesidad de brindar información y construir estrategias de prevención que visibilicen los estereotipos y las naturalizaciones que se hacen sobre los cuerpos. 2. Contexto, política Para 2011, un total de 215 víctimas habían sido rescatadas por Trata de personas con fines de explotación sexual según el capítulo Política de Seguridad contra el delito de Trata de personas del cuadernillo de difusión Seguridad democrática, publicado por el Ministerio de Seguridad Nacional de la Presidencia de la Nación Argentina. Dentro de este grupo, las mujeres fueron mayoría. Asimismo, un dato importante en el contexto argentino es que las víctimas en su generalidad (el 70%) son extranjeras. A pesar de los avances judiciales y los nuevos programas que se abrieron en los últimos años, sigue siendo necesario profundizar las medidas de acciones políticas que se vienen realizando en los últimos años y generar nuevas prácticas y herramientas que den respuesta a todos los involucrados. Desde aquí la necesidad de aumentar los esfuerzos de aplicación y cumplimiento de la ley de combate a la trata de personas, visibilizar y problematizar las zonas que promueven y legitiman trabajos ilícitos, investigar el trabajo forzado, a los funcionarios políticos, legislativos, ejecutivos, judiciales, gobiernos, grupos económicos locales y nacionales (pensemos en el reciente fallo dictado en el “caso” Marita Verón); y, observar los cruces fronterizos, entre otras medidas. De un extremo a otro, entendemos que los avances en cuanto a la federalización y penalizaciones del delito de trata han sido de prosperidad; sin embargo, afirmamos que la dificultad de las políticas –de diseñar, legislar y ejecutar sus acciones preventivas– de intervención y de penalización del delito no logran un enfoque multidisciplinar y complejo donde se tensionen las prácticas desiguales de empleo y desarrollo de lo global, regional y nacional en perspectiva de género. Sabemos de manera generalizada que no contamos con espacios y agentes especializados para trabajar con las víctimas recuperadas de trata. Algunas consecuencias en las víctimas de este flagelo son: adicciones; embarazos; violencia física y psicológica; desarraigo familiar, local, y/o nacional; exclusión de la sociedad y discriminación; enfermedades de transmisión sexual. La necesidad de dar luz a las relaciones de poder que se construyen y se legitiman desde la cultura machista y desde la necesidad de un examen crítico al par capitalismo/consumismo siguen ausentes. Como también continúan mudas las voces de los niños y niñas, jóvenes y mujeres, los más vulnerados por estas condiciones de existencia. La experiencia en prevención de Las Juanas en Entre Ríos El colectivo Las Juanas empieza a insertarse en la localidad en 2009. No fue ingenuo que se comenzara con la presentación de la primera edición del Se Trata de nosotras ya que la Provincia de Entre Ríos es una de las principales localidades de origen, tránsito y destinos de víctimas de trata de personas con fines sexuales (como de trata laboral). Ubicada a lo largo de la

ruta 14 y con tres ciudades fronterizas con la República Oriental del Uruguay (Gualeguaychú, Colón y Concordia) se convierte en una de las rutas “preferidas” para las redes ilícitas. A partir de esa primera acción de concientización y de dar visibilidad al tema, emprendidos un camino sinuoso entre aciertos y errores. De la mano de las prácticas de concientización como de las de información y prevención (desde el cuadernillo producido por el colectivo y desde estrategias locales que se construyeron), nos fuimos inmiscuyendo en una realidad compleja, plagada de estereotipos machistas (invisibilidad y condena a los sujetos con prácticas sexuales diversas, prostitución, salud reproductiva, etc.) que naturalizaban la habilitación de burdeles bajo las premisas de ser espacios necesarios para los varones y fuente de trabajo para “esas” mujeres. De forma alarmante, también observamos la cantidad de oferta laboral dudosa y riesgosa que existía en la zona y a las cuales muchas jóvenes y mujeres estaban expuestas por sus propias condiciones de vulnerabilidad social. Los espacios con diferentes mujeres y en distintos espacios nos dieron la certeza de que no podíamos elaborar estrategias homogéneas y lineales (léase programas nacionales y/o provinciales destinados a tal fin, como tampoco nuestra propia línea como Colectivo). Se hizo imperante escuchar a cada mujer de cada barrio, de cada comedor, de cada escuela, de cada curso de capacitación y, por supuesto, a nosotras mismas. Por lo tanto, el trabajo cotidiano con las mujeres estuvo permanentemente imbricado con estereotipos y naturalizaciones de los roles femeninos y de clase social. En situación de talleres, sostenían que la violencia hacia las mujeres se daba en situaciones extremas y que sólo les pasaba a algunas. Sin embargo, podían visibilizar en esos encuentros cómo las situaciones de violencia les tocaba a todas: el miedo, la inseguridad, las opciones limitadas de empleo y estudio, los bajos salarios en relación con los varones en la misma tarea y la desvalorización que recibían a diario por ser mujeres. Asimismo, afirmaban que la violencia hacia las mujeres era sólo un problema de las “clases bajas” y que se relacionaba con la vida privada. Sin embargo, sabemos que las mujeres de todas las clases sociales sufren situaciones de violencia sin importar la diversidad de nuestras culturas, religiones y situaciones geopolíticas. A pesar de ser más “común” en la esfera privada –como violencia doméstica, sea sexual, física, simbólica, psicológica o abuso sexual–, la violencia hacia las mujeres ocurre también en la esfera pública, que incluye (pero no se limita a): feminicidio, acoso sexual y físico en el lugar de trabajo, mercantilización del cuerpo de las mujeres, tráfico de mujeres y niñas, prostitución, pornografía, esclavitud, esterilización forzada, lesbofobia, negación de las opciones reproductivas y autodeterminación13 y, por supuesto las infinitas situaciones de riesgos a las que están expuestas en el espacio urbano (robos, violaciones, manoseos, intimidaciones, etc.). En otras palabras, concluíamos que el silencio y la impunidad, sostienen (en muchos casos) la violencia hacia las mujeres enmarcada en las desigualdades socioeconómicas y de género. Estas desigualdades se manifiestan tanto en la esfera privada como en la pública; es decir, en la esfera doméstica (Familia) y en las políticas públicas (Estado) que naturalizan actividades y conductas de esclavitud y explotación. El ida y vuelta permanente entre la tareas militante que realizamos en todos los ámbitos de la provincia (específicamente en Concordia, Chajarí y Federación), el trabajo de campo y la teoría, la retroalimentación de los saberes femeninos y masculinos de la zona, la visibilización de los estereotipos en los roles de género que expresaban tanto las mujeres como los varones, y las experiencias vividas o escuchadas en situaciones de charlas informales y/o entrevistas nos condujeron a preguntarnos por la “construcción” y los sentidos de una política determinada; 13

Recomendamos leer del Río Fortuna, Cynthia y Lavigne, Luciana (2010) “Una mirada antropológica de dos políticas públicas en sexualidad en la ciudad de Buenos Aires”.

pero también la generación del “problema público” y la “población” contextualizada a la que apunta esa política se volvieron de interés primordial. Por lo tanto, abordar la Trata con fines de explotación sexual como un complejo que (re)produce y muestra las dimensiones sociales problemáticas que la sostienen implica, como ya hemos dicho, (re)construir una red compleja entre: estereotipos de género, Sector Social y Edad. De la mano, nos provocó comenzar un fuerte cuestionamiento a nuestras acciones y nuestras formas de entender la(s) política(s) y a nuestra propia práctica militante y de mujeres de clase media. Sabemos, desde nuestras profesiones académicas, que las políticas públicas siempre han sido un instrumento de poder desde la modernidad a esta parte. Como dijimos en otros escritos (del Río Fortuna, País Andrade, González Martín, 2012) las políticas siguen definiéndose como producto de un conocimiento experto, científico y técnico, que por lo mismo se coloca por encima y por fuera de la sociedad, que lo asume neutro y objetivo. No sólo a nivel de Estado se despliegan “equipos técnicos” encargados de desarrollar, implementar y monitorear estas políticas. También a nivel internacional encontramos cada vez más agencias vinculadas a organismos como la ONU, el BID, etc., responsables por el diseño mismo de la agenda en materia de políticas públicas a seguir. “Migrantes”; “mujeres”; “jóvenes”; etc., no son sólo temas de la agenda política, sino que son, simultáneamente, poblaciones construidas como discretas, problemáticas, y destinadas a la intervención del Estado. La academia misma se ve interpelada por estas agendas que determinan seminarios y áreas de investigación cada vez más vinculadas a estos “problemas” de las políticas públicas, que siguen siendo a menudo abordados de manera igualmente esquemática y no problematizada. Desde esta mirada crítica, nos permitimos comenzar a reflexionar sobre las características, posibilidades e imposibilidades que (re)producían las mujeres con las que trabajábamos “La trata” y nuestros propios estereotipos. Pasado el tiempo, podemos sistematizar algunas cuestiones que presentamos como preguntas y/o motores y con los que deberíamos contar al momento de pensar y diseñar nuestras estrategias de prevención. Entendemos la prevención no sólo como dar información, sino como acciones constantes de concientización, información, acompañamiento y re-elaboración de diversas estrategias y prácticas concretas. Desde aquí sostenemos que es necesario: 1-Identificar la población destinataria, tanto desde su percepción y apropiación, como desde las demandas y negociaciones que se establecen tensionalmente. Es decir: qué saben del tema, qué vienen haciendo en función de la problemática, si existen redes construidas (formales o informales), estrategias que se vienen utilizando, miedos y fantasmas en relación con el tema, estereotipos naturalizados, religiones, etnias, condiciones socioeconómicas, etc. 2-Distinguir los principales agentes sociales con los que se construyen y se relacionan los espacios sexuales: Policías, Abogados, Remiseros, funcionarios de Aduana (en nuestro caso específico), punteros barriales, organizadores de comedores, periodistas, ginecólogos, organizaciones políticas, etc.14 3-Contextualizar localmente las políticas regionales, nacionales, provinciales y municipales concretas. Problematizar las tensiones que se generan entre estos diferentes niveles y los actores concretos de cada espacio social al que nos acercamos, y las discrepancias/negociaciones que las diferentes organizaciones realizan. En otras palabras, saber claramente cuáles son las contingencias y reticencias de la acción concreta en cuanto a lo que “podemos” realizar. Desde aquí, determinar las posibilidades y estrategias para delinear lo que está dado como imposible para comenzar a construirlo –a paso de hormiga en la mayoría de los casos– como posible. 4- Identificar las diferentes formas de “reclutamiento” local: promesas de empleo en el lugar o lejanas, estudio, turismo; las formas en que se realizan en los diferentes medios de 14

Vale aclarar aquí que los espacios definidos fueron los posibles en nuestra experiencia dejando “conscientemente” por fuera el acercamiento a diferentes agentes sociales que nos implicaban riesgos en todos los sentidos (Proxenetas, miembros “conocidos” de las redes de trata, dueños de burdeles, etc.).

comunicación y del ciberespacio (radio, televisión, diarios, Avisos clasificados, Internet, carteles en lugares públicos, etc.). 5- Generar una permanente reflexión crítica en relación con nuestra tarea militante, con los conceptos teóricos “dados” y con nuestro propio marco ideológico feminista. 6-Reflexionar permanentemente con varones; cuidar con cariño y privacidad los espacios de mujeres; repensar la violencia, el lenguaje, la crianza, los derechos reproductivos, el amor, jugar, bailar, pintar, etc. Es decir, relevar mediante pequeñas acciones y prácticas cotidianas a todxs. 7- Utilizar el material de información y prevención existente con relación a la Trata (cuadernillos, materiales de diferentes ONGs, etc.), pero animarse a (re)elaborar la información y las estrategias de prevención con las propias poblaciones con las cuales trabajamos. 8- Rastrear y/o construir redes de apoyo, contención, seguimiento, discusión no sólo a nivel local sino municipal, provincial, nacional y mundial. 9- Empoderarnos como mujeres, cuidarnos, escucharnos, aceptarnos en nuestras diferencias y reivindicar juntas nuestros derechos. Reflexiones finales Intentar ultimar el delito de trata de personas con fines de explotación sexual, como hemos visto, es una tarea compleja que requiere un cambio cultural, una transformación en los modos de producción y comercialización y, lo más importante, la erradicación del consumo de los cuerpos. Pero que además necesita la “inversión” en las formas de construir cotidianeidades, solidaridades, comunidades y prácticas políticas; demanda la militancia en los “matices” de las relaciones de poder imperantes. En suma, necesita de todos. La Trata de niñas y niños, jóvenes y mujeres es un problema social (no es sólo de las mujeres, sino además de las mujeres pobres) y, por tanto, las responsabilidades y los compromisos para adquirir son responsabilidad de todos. Estamos frente a un fenómeno social, político y económico de alcance mundial, que necesita encontrar respuestas diversas, multifocales y multidisciplinares. En nuestras manos, está la responsabilidad de desarrollar diversas maneras y espacios que cuestionen la desigualdad social y la violencia de género y, sobre todo, (re)construirnos como sujetos que repudien el consumo de los cuerpos, la naturalización de explotación y esclavitud de las personas. Transformar los lugares donde se comercializan los cuerpos, sueños y deseos en espacios que repudien el consumo de los mismos y sus “mercados”. Por lo tanto, prevenir la trata con fines de explotación sexual es dar luz a sus múltiples raíces: cosificación de los cuerpos femeninos, demanda de servicios sexuales masculinos, vulnerabilidad social, políticas nacionales e internacionales que reproducen estos estereotipos, vacíos legales, etc. Estamos ante un momento en el que no es necesario esperar que exista una desaparición, engaño, rapto y/o denuncia más –la problemática es fuertemente visible–, sino que debemos pedir a los diarios, radios y medios de comunicación, a los grupos de mujeres, a las organizaciones mixtas, las escuelas, universidades y a la sociedad en general que se comprometan y coloquen como tema cotidiano la Trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual y la violencia de género en todas su formas, para que así se generen debates y acciones políticas, privadas y públicas que provoquen transformaciones en nuestra cultura sexista y que garanticen los derechos humanos de todos y todas. Se vuelve necesario demandar a los Estados que establezcan verdaderos protocolos que permitan describir y diagnosticar la realidad de cada lugar, que ofrezcan y exijan a sus instituciones una verdadera enseñanza en Derechos Humanos, la construcción de ciudadanos activos y comprometidos en la transformación social; y construir verdaderas redes a nivel local,

nacional e internacional que puedan encontrar estrategias de cooperación entre los países de origen tránsito y destino de las víctimas de trata. La experiencia de Las Juanas en Entre Ríos permite celebrar los caminos recorridos en cuanto a las formas y estrategias de informar y prevenir en la trata de niños y niñas, jóvenes y mujeres con fines de explotación sexual; sin embargo, alerta que aún hay mucho por recorrer. Si la sistematización y organización institucional y legal es fundamental, restan aún políticas integrales en cuanto el tema. Si el cambio cultural es prioritario, necesitamos muchas brujas y brujitas con escobas para seguir volando.

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