La explicación del comportamiento social. Más tuercas y tornillos para las ciencias sociales

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Descripción

Jon Elster, Explaining Social Behavior. More Nuts and Bolts for the Social Sciences (Cambridge, Cambridge University Press, 2007) Javier Cárdenas Díaz

Hace más de veinte años Jon Elster afirmaba que una de las mayores divisiones en las ciencias sociales era la oposición entre dos líneas de pensamiento asociadas a las figuras de Adam Smith y Emile Durkheim; entre el homo economicus y el homo sociologicus (Elster, 1989). Así, Elster reconocía la frontera que separaba dos formas aparentemente opuestas de comprender y entender la vida social: mientras la explicación del comportamiento del primero descansaba en el supuesto de la racionalidad instrumental, el comportamiento del segundo estaba determinado por los constreñimientos derivados de las normas sociales. Por esa misma época Elster escribiría un manual sobre la Teoría de la Elección Racional cuyo propósito era, básicamente, introducir en las discusiones académicas los supuestos de esta teoría en el ámbito sociológico. Nuts and Bolts for the Social Sciences fue para entonces, junto con Solomonic Judgements: Studies in the Limitations of Rationality y The Cement of Society: A Study of the Social Order su contribución más decisiva al individualismo metodológico, quien para entonces libraba una contienda tanto académica como ideológica respecto a las explicaciones opuestas del orden social funcionalistas y “colectivistas” de corte marxista. El pensamiento de Elster está fuertemente vinculado al individualismo metodológico, es decir, a aquella doctrina que sostiene que todos los hechos sociales, incluidos su estructura y sus factores de cambio, son explicables al menos en principio desde la perspectiva de los intereses, creencias y acciones del individuo. En otras palabras, toda agenda académica que busque comprender la realidad social desde otros “agentes” diferentes al individuo, como los Estados, las organizaciones, los movimientos sociales, las clases sociales, etc., caen en el error de postular un propósito sin un actor intencional. En ese sentido, la unidad básica y exclusiva de la vida social la constituye el individuo, de tal manera que cualquier intento por dar cuenta del cambio social debe concentrase en las transformaciones en las interacciones de los individuos que provocan dicho cambio. El debate sobre la acción y la agencia colectiva sigue abierto, pero no es la intención de esta reseña adentrarse en tal discusión. Sin embargo, aquí cabe introducir una importante advertencia: la contribución de Elster al individualismo metodológico no está dada por una simple adhesión a sus supuestos fundamentales, ni mucho menos a un propósito amplificador que pretenda explicar todo tipo de fenómenos sociales desde los supuestos de la racionalidad (Becker); por el contrario, su contribución radica en poner de manifiesto los límites explicativos de la teoría de la acción racional y en reconocer la importancia del estudio de las normas sociales en la medida en que estas últimas resultan irreductibles al principio de racionalidad.

Aquí sale a la luz una incompatibilidad entre dos categorías que usualmente han sido asociadas: la teoría de la acción racional y el individualismo metodológico. Si bien el individualismo metodológico ubica su unidad de análisis exclusivamente en el individuo, no se deduce de ello que acoja como suyo los supuestos de maximización de utilidad propios de la teoría de la elección racional. Este divorcio ha estado presente en Elster desde 1989, cuando en Cement of Society encontró dos aspectos fundamentales del orden y la cohesión social: la predictibilidad y la cooperación. Allí Elster reconoce que el contenido de las normas sociales está determinado por la propensión en las sociedades de anticipar la sanción dispuesta para quienes se comporten de una manera particular (prohibida). La mayoría de estas normas no son el resultado de la reducción instrumental de un cálculo costo-beneficio, sino que en su mayoría de veces estarían atadas a contenidos normativos colectivamente vinculantes. El lector se preguntará ¿cuál es la razón de este largo rodeo en el propósito general de reseñar la última obra de Elster? Bueno, la razón es que Explaining Social Behavior, nuestro texto en cuestión, sintetiza esta tensión que ha estado vinculada al recorrido intelectual de Elster, sumado al hecho de que esta última obra es producto de una revisión de Nuts and Bolts for the Social Sciences. Pero también esta corta introducción a las preocupaciones académicas que han inspirado el trabajo de este autor se justifica para aclarar quizás el propósito de una de sus ideas más significativas: “Ahora creo que la Teoría de la Elección Racional tiene menos poder explicativo que el que pensaba previamente” (Elster, 2007, p.5). Esta expresión, desde el marco general de la discusión que aquí se ha esbozado, no resultaría sorprendente. Sin embargo, existen todavía referencias que dejan entrever el desconocimiento de la discusión general de la que se desprende el texto anteriormente mencionado (Vidal de la Rosa, 2008). El mismo Elster, recientemente, ha puesto de manifiesto que los subtítulos de al menos tres de sus trabajos traducidos al inglés dejaban en claro la insuficiencia de la teoría de la acción racional1. El propósito de Explaining es ubicarse en el debate acerca de cuál es la naturaleza de la explicación del comportamiento social desde las ciencias sociales. Según Elster el objetivo primordial de las ciencias sociales debe ser poner en evidencia “mecanismos”, en lugar de descubrir leyes generales - tal como lo haría a física - . Las leyes generales ofrecen proposiciones de carácter general que parten del reconocimiento de un conjunto de 1

Frente a la pregunta de una posible evolución respecto al reconocimiento de las acciones irracionales en el marco del individualismo metodológico, Elster responde: “Bueno, no ha sido realmente una evolución, pero tal vez no tan fuerte como se podría pensar, ya que, si echa un vistazo a los subtítulos de mis tres libros en inglés sobre el tema, el primero incluye la palabra "irracionalidad", el segundo la expresión "subversión de la racionalidad" y el tercero, la frase "limitación de la racionalidad". Ver: When the lottery is fairer than rational choice. Interview with Jon Elster (texto y video), consultado el 3 de marzo de 2011 en: http://www.laviedesidees.fr/Whenthe-lottery-is-fairer-than.html

condiciones iniciales o principios (por ejemplo, los síntomas de una enfermedad) de los cuales se desprenden unas consecuencias esperadas (la muerte). Elster sostiene que toda explicación es causal (Elster, 2007, p.7). Es decir, la existencia de un fenómeno (el explanandum) debe ser entendido como el efecto de una causa previa (explanans); o en términos de lógica clásica, que toda conclusión se deriva de una o varias premisas verdaderas. Para explicar por qué un evento sucede, debemos citar a un evento anterior como su causa. Estas leyes se expresan en fórmulas tan sencillas como “fumar produce cáncer de pulmón”, de manera que su explicación es determinista: dados los antecedentes, sólo una consecuencia es posible. Podemos explicar la victoria de Barack Obama en las últimas elecciones presidenciales de los Estados Unidos, por ejemplo, identificando su causa en la crisis financiera originada en el año 2008. Pero ¿realmente esta respuesta nos satisface?, y más aún, ¿existe una relación positiva y unívoca entre la crisis financiera y la elección de Obama? Este tipo de afirmaciones generales ocultan la(s) causa(s) específicas que vinculan la victoria del Partido Demócrata y la crisis financiera, así como el acto de fumar con el desencadenamiento de una enfermedad. En otras palabras, la ley - o la proposición - general no nos explica si fueron los desempleados estadounidenses, o los empresarios, o el grupo de ciudadanos sin filiación política quienes acudieron masivamente a las urnas para desequilibrar el resultado de las elecciones, así como tampoco nos aclara cuál fue el papel de la propuesta de los impuestos, o de la imagen del candidato, o de la responsabilidad del Partido Republicano en la crisis financiera dentro del marco general de la victoria de Obama; del mismo modo la frase “fumar produce cáncer” no nos explica si tal relación es consecuencia de que el tabaquismo sea la causa del cáncer de pulmón, o si, tomando una explicación alternativa, los genes que predisponen el cáncer de pulmón están relacionados con genes que hacen que unas personas sean más propensas a volverse adictos a la nicotina. Esta última explicación, afirma Elster, nos obligaría a trazar una cadena de causas y efectos de tipo fisiológico entre el acto de fumar y el cáncer de pulmón, de manera que ofrecería una explicación mucho más concreta y convincente que aquélla que afirma “fumar produce cáncer”. Pero a ello debemos añadir una consideración significativa: las leyes generales, en las que la correlación entre la causa y la consecuencia es relativamente precisa y por ende constituye principios desde los cuales pueden generase inferencias verdaderas, no son útiles para ofrecer explicaciones a los fenómenos que son objetos de estudio de las ciencias especiales, de las ciencias sociales. Ello en razón a un hecho fundamental que en ciertas ocasiones es perdido de vista, y es que las explicaciones en ciencias sociales deben ser consideradas un número indeterminado de variables causales cuyas consecuencias no son necesarias, sino que dependen de una serie de factores inestables que resultan imposibles de controlar.

En ese sentido, una ley de carácter general sobre la muerte, basada en la naturaleza fundamental de una enfermedad cualquiera, no explica si la muerte fue causada por la enfermedad en sí misma o fue provocada por un suicidio o un accidente de tránsito (Elster, 2007, p. 32). Las explicaciones expresadas en términos generales son, por lo tanto, poco satisfactorias, en la medida en que operan de tal manera que excluyen la posibilidad de la existencia de un factor explicativo ajeno a la correlación establecida. En ciencias sociales, contrario a lo que ocurre usualmente en las ciencias exactas, las relaciones entre las causas y los hechos no son unilaterales o excluyentes, y están mediadas por unos grados de incertidumbre que no pueden ser eliminados. Dicho en otras palabras, la investigación experimental propia de las ciencias físicas tiene la capacidad de eliminar las explicaciones rivales, mientras que las hipótesis en ciencias sociales deben considerar un mayor número de supuestos alternativos siempre que los fenómenos sociales pueden ser explicados en función de una serie relativa e indeterminada de variables independientes. Incluso si pudiéramos comprobar un fuerte vínculo entre el acto de fumar y el cáncer pulmonar (algo intuitivamente cierto), no podríamos conformarnos con esta correlación, sino que querríamos saber cómo el acto de fumar hace que se desencadene una enfermedad pulmonar, así como también cómo la crisis financiera impactó la percepción de los ciudadanos estadounidenses respecto a las elecciones presidenciales. La explicación es correcta, y sin embargo no estamos satisfechos con ella. Hace más de una década, por ejemplo, la Revista Nature publicó un artículo que sostenía que los niños que duermen con la luz encendida son más proclives a desarrollar miopía en la edad adulta. No obstante, estudios posteriores comprobaron la inexistencia de tal relación causal. Lo que demostraron los nuevos estudios, que tuvieron en cuenta la miopía de los padres, es que existe una fuerte predisposición genética a desarrollar esta enfermedad, notando también que los padres miopes eran más propensos a dejar encendidas las luces de las habitaciones de sus hijos. Este tipo de falacias nos dejan en claro que, a pesar de que promueven una nueva ley general – en este caso, que la miopía se produce por predisposición genética -, las explicaciones deterministas no nos muestran “cómo” se producen tales relaciones causales. El propósito de la explicación en ciencias sociales estará dado, en consecuencia, por la necesidad de dar cuenta de lo que sucede en el interior de la caja negra de las leyes, es decir, en saber realmente lo que ocurre entre la explanans y el explanandum. Aspiro que resulte un poco más claro el hecho de que ahora, después de más de veinte años, resulten necesarias más tuercas y tornillos (more nuts and bolts), siempre que la tendencia general de sostener proposiciones generales o leyes universales en las ciencias deje sin resolver las razones por las cuales ocurren ciertos eventos. El argumento central de Elster, en consecuencia, es que debemos reemplazar la idea general y abstracta de una ley general por la identificación y construcción de mecanismos. Estos últimos constituyen “frecuentes y fácilmente reconocibles patrones de causalidad que se activan en condiciones generalmente desconocidas o con consecuencias indeterminadas que no nos permiten predecir, pero sí explicar” (Elster, 2007, p.36).

La definición de mecanismo está fuertemente asociada a la idea de una “cadena de causalidades”, es decir, denota la presencia de un grupo de asociaciones causales que, engranadas, provocan un efecto u evento determinado. La credibilidad de una explicación se incrementa, asegura Elster, cuando logramos deshacer las leyes generales en términos de cadenas de causalidades secuenciales en las que podemos agregar los terceros factores que antes no controlábamos, de manera que queden lógicamente vinculados a una explicación en serie en las que se aclare lo que sucede al interior de las cajas negras que hemos reconocido. La ley de la demanda, por ejemplo, nos indica que cuando los precios suben, los consumidores compran menos. Sin embargo, si comparamos esta ley con la de la gravitación, que no sólo nos indica que a medida que la distancia entre dos objetos aumenta la fuerza de atracción entre ellos disminuye, sino que además nos dice cuánto disminuye (inversamente con el cuadrado de la distancia), encontramos que la “ley” se comporta relativamente. En ese aspecto, de acuerdo con Elster, no hay nada análogo a la ley de la gravitación para las ciencias sociales en la medida en que ninguna – que podamos considerar ley en ciencias sociales - nos permite predecir la magnitud del cambio. Para explicar por qué los consumidores compran menos de un bien cuando se vuelve más caro se tiene que poner a prueba una hipótesis específica sobre los consumidores individuales – recordemos, individualismo metodológico - para determinar cómo ellos reaccionan frente a un cambio de precios. Y estas hipótesis deben por lo menos plantear la presencia de un mecanismo que explique cómo y por qué tal individuo reacciona frente a un estímulo negativo o positivo en los precios (por ejemplo, recurrir a estrategias heurísticas, o atajos mentales, que le permitan actuar como si calculase racionalmente en un contexto de información incompleta). Los mecanismos actúan como lo hacen los proverbios de la sabiduría popular. Es decir, se comportan como frases cortas que expresan un principio general o una situación común, de tal manera que cuando uno lo dice todo el mundo sabe exactamente lo que se quiso decir. Además, siempre actúan por oposición: “Entre iguales se atraen” o “polos opuestos se atraen”; “de tal palo, tal astilla” o “padre promedio, hijo pródigo”. En el caso de los mecanismos, Elster recurre al dilema académico en saber si la violencia en la televisión estimula la violencia en la vida real (excede) o la atenúa (compensa), así como a la disonancia cognitiva en la que se mantienen dos ideas que entran en conflicto a través de dos mecanismos (el deseo) y las (creencias). Ahora podemos, junto con Elster, determinar lo que no es una explicación en ciencias sociales. Primero, no basta con que se enuncie la proposición de una ley general: citar una causa no es suficiente. El mecanismo causal también debe ser proporcionado o por lo menos sugerido (Elster, 2007, p. 21). En el caso anterior, el primer enunciado no especificaba el tipo de mecanismo que mediaba entre el hecho de dejar la luz encendida y el

desarrollo de la miopía en los niños. Los estudios posteriores, al menos, sugirieron la predisposición genética como mecanismo que desencadena la enfermedad. En segundo lugar, las explicaciones causales no deben confundirse con la existencia de posibles correlaciones. Por lo general se asume que la naturaleza de una causa está dada porque antecede a un evento. Sin embargo, puede existir la posibilidad de que los dos eventos sean efectos comunes de un tercer evento. Por ejemplo, Elster toma la relación causal propuesta por Tocqueville entre casarse por amor y tener un matrimonio infeliz. Esta correlación se obtiene, según Tocqueville, debido a que sólo en las sociedades en las que los matrimonios por amor son la excepción y los matrimonios “arreglados” son la regla. Dado que la gente obstinada va contra la corriente, el matrimonio entre dos personas difíciles es más propenso a tener un matrimonio infeliz. Además, la presión social induce la amargura y la infelicidad. Lo que deja en evidencia Elster es que no existe la relación causal planteada debido a que lo que explica la infelicidad matrimonial no es casarse por amor, sino un tercero, esto es, el contexto social en el que este tipo de prácticas es excepcional. Tercero, toda explicación debe distinguirse de los supuestos “necesarios”. Explicar un evento significa dar cuenta de las razones y los hechos por los cuales sucedió. Si se considera una persona que tiene cáncer y que debido a esta enfermedad se pronostica su muerte dentro del rango de un año, no vale la pena acudir al supuesto de que murió porque estaba en el momento presupuestado si la causa de la muerte fue la decisión de suicidarse debido al dolor que sentía. Cuarto, las explicaciones no son narraciones de cuentos, por el contrario, constituyen la descripción de lo que ha pasado realmente, no lo que tuvo o tenía que haber pasado. En este aspecto Elster resulta bastante crítico respecto a las aproximaciones metodológicas que suponen la capacidad racional de los individuos “como si” fuesen capaces de hacer cálculos infinitos con el fin de lograr maximizar su utilidad. La teoría de la elección racional no explica nada, básicamente porque no existe un mecanismo no-intencional que pueda simular o imitar la racionalidad. Las únicas excepciones la constituyen el “aprendizaje por refuerzo”, así como algunas analogías con el mecanismo de selección natural aplicado a contextos sociales. Elster sostiene, como quinta diferenciación, que las explicaciones deben distinguirse de las explicaciones estadísticas. Aun si la tendencia general en ciencias sociales consiste en correr modelos estadísticos, éstos son explicativamente insatisfactorios en la medida en que no toman como unidad de análisis los eventos individuales. En ese sentido, inferir causalidades particulares desde las evidencias estadísticas constituye un grave error científico. Las correlaciones estadísticas suponen el problema, ya abordado, del control de terceras variables que no fueron tenidas en cuenta dentro del modelo.

Y finalmente, las explicaciones no deben confundirse con el hecho de querer hacer predicciones. En algunos casos es posible explicar, sin poder predecir, así como en otros es posible hacer esto último sin ofrecer alguna explicación. A veces los supuestos de las teorías nos permiten hacer las dos cosas, pero en ciencias sociales esto representa la excepción y no la regla. Esto sucede por la razón fundamental de que el reconocimiento de los mecanismos causales sólo es posible, la mayoría de las veces, cuando los acontecimientos o eventos ya han sucedido. El lector encontrará, aparte de lo ya esbozado hasta aquí, un texto empapado de la erudición que suele exhibir Elster en cada una de sus obras. Su mayor fortaleza consiste en aquello que ha recibido la popular etiqueta de “interdisciplinariedad”, es decir, en la articulación sólida de los recientes progresos de varias disciplinas en una estructura de explicación posible para las ciencias sociales. Explaining profundiza y supera considerablemente las ideas expresadas veinte años atrás, de manera que solamente se conservan de manera casi exacta los planteamientos sobre los deseos y oportunidades, así como lo relativo a la acción colectiva (expuestos en los capítulos 9 y 24 de esta nueva obra). El contenido restante es completamente inédito y novedoso. A pesar de que aborda un mayor rango de temas con mayor profundidad respecto al primer Nuts and Bolts, el texto de Elster no pretende constituirse en un tratado sistemático. Por el contrario, su lenguaje, cargado de la simplicidad pedagógica necesaria, pero hoy en día extraviada en lo que él mismo denomina el oscurantismo posmoderno, permite que un lector relativamente informado pueda discernir las premisas y conclusiones que plantea el autor. Por ello mismo, estas reflexiones provocativas, presentadas en un lenguaje informal, no pueden dejar de ser leídas por aquéllos estudiantes que se acercan al problema de la explicación en las ciencias sociales, como tampoco para quienes navegan desde hace tiempo en el agitado e intempestivo mar de la filosofía de la ciencia.

REFERENCIAS Elster, J. (1989). “Social norms and Economic Theory”, en: The Journal of Economic Perspectives, Vol. 3, No. 4, pp. 99-117 Elster, J. (2007). Explaining Social Behaviour. More on Nuts and Bolts for the Social Sciences, Cambridge University Press. Vidal de la Rosa, G. (2008). “Reseña. Explaining Social Behaviour. More on Nuts and Bolts for the Social Sciences”, en: Revista Sociológica, 23 (66), pp. 273-277.

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