La Expansión Capitalista y el Comercio a larga Distancia

July 21, 2017 | Autor: E. Sandoval Herná... | Categoría: Capitalism, Karl Polanyi, Comercio Internacional, Comercio a larga distancia
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Descripción

Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, UANI: Quinta época, Año IX, No.20, julio-diciembre 2014, Periodicidad: Semestral

Hugo Gabriel Ignacio Verduzco Arg María Eugenia Flores T Luis Enrique Pérez Dina El izabeth Corté Rebeca Mariana Velase Julieta Óscar Efraín H Leonardo Iglesias Go Tzitel Pérez A José Luis Cisneros Ar Juan Nicolás Efrén Sandoval He Ilustración de portada: Saskia Fotografía: Daniel Rodríguez

La expansión capitalista y el comercio a larga distancia

Efrén Sandoval Hernández Introducción En este ensayo me remito a reflexionar sobre la importancia histórica del comercio a larga distancia en las conexiones entre diferentes tipos de economía. Para realizar esta demostración me baso en el proceso histórico de formación y expansión del capitalismo en el mundo. Lo hago consciente del riesgo que implica el alejamiento en términos empíricos, temporales y geográficos, pero con la certeza de que es un acontecimiento actual y no del pasado. Me refiero al hecho de que la producción económica capitalista funciona a través de conexiones con lógicas y prácticas económicas locales distintas de ella, con la única salvedad de que las economías locales actuales sólo se entienden en el marco de las sociedades mayoritariamente mercantilistas a las que finalmente pertenecen. Al describir el marco histórico de la expansión capitalista, en este texto subrayaré la importancia del comercio a larga distancia como forma de conexión económica histórica entre diferentes modos de producción a favor del modo capitalista. Para ello especificaré qué entiendo por comercio a larga distancia y cuál es su relevancia, para después explicar en varias secciones, la conexión entre diferentes modos de producción y el dominio sobre ellos de la expansión capitalista. En cuanto que ensayo, el objetivo es reflexionar más sobre un tema y demostrar menos una tesis en específico. Comercio a larga distancia: pacificador y demonio El comercio es uno de los medios por los cuales "los bienes producto del trabajo se distribuyen" (Molina y Valenzuela 2006:182), sea en la manera de reciprocidad, redistribución e intercambio. En el caso de la sociedad urbana capitalista, esta forma de distribución sucede

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mayoritariamente dentro o como parte de una institución llamada mercado. Que actualmente podamos hablar de sociedades mercantilistas no se refiere a la característica antes señalada toda vez que "la institución del mercado fue bastante común desde la última época de la Edad de Piedra", sino al hecho de que el mercado domina, "controla", al resto de las instituciones sociales. Para Polany (1975: 89), "un mercado es un lugar de reunión para efectuar trueques o compras y ventas", es un lugar "de encuentro del comercio". Existen diferentes tipos de mercado, y de acuerdo con Molina y Valenzuela (2006: 193), se puede hablar en términos generales de "mercados primitivos y/o campesinos, en los que se obtiene un complemento de la economía doméstica, mercados locales con la presencia de comerciantes especializados y mercados regionales, regulados o no, conectados a una amplia red geográfica". Este último tipo se debe en buena medida al comercio de larga distancia, a tal grado que si los mercados son lugares de encuentro del comercio, lo son principalmente para aquel que es "de larga distancia" (Polany 1975: 91). En su explicación sobre la gran transformación que implicó el ascenso de la sociedad industrial, Karl Polany (1975: 91-92) destaca la importancia del comercio a larga distancia cuando critica a los economistas clásicos quienes asumen que el hombre en general tiene una "propensión individual al trueque" de la cual se derivan varias consecuencias que se sucedieron en el tiempo, a saber: 1) la necesidad de mercados locales, 2) la división del trabajo, 3) la necesidad del comercio, 4) la necesidad del comercio exterior incluyendo el comercio a larga distancia. Para Polany, en realidad se trata de un proceso invertido, donde el punto de partida es el comercio a larga distancia debido a la situación geográfica de los artículos, de lo cual se deriva

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la necesidad de la división del trabajo. Así, para "buscar los orígenes del comercio, nuestro punto de partida debería ser la obtención de artículos desde una distancia, como en una cacería". Principalmente el comercio a larga distancia "origina mercados, una institución que entraña actos de trueque y, si emplea dinero, de compra y venta ... De esta manera ofrece a algunos individuos la oportunidad, eventual pero no necesariamente, de entregarse a su supuesta propensión al regateo y negociación" (Polany 1987: 91). Así, mucho antes de que se pudiera hablar de capitalismo o globalización siquiera en algún lugar del mundo, "En cada uno de los dos hemisferios ocurrió en forma separada el surgimiento de imperios que atrajeron hacia sí los sobrantes producidos por grupos variados y múltiples" a través del comercio a larga distancia (Wolf 1987: 41). Ahora bien, el comercio a larga distancia consiste en ir a buscar a otro territorio objetos que no se tienen en el propio o en llevar a otro territorio los bienes que sólo existen en el de uno. Esta actividad, la de buscar bienes en otros territorios, puede suceder de diferentes maneras, la cacería es de alguna manera eso, pero también lo podrían ser el robo o la piratería. En principio, es una acción unilateral cuando los viajeros sustraen recursos. Pero dicho acto también puede ser bilateral, cuando los poseedores del bien en disputa aceptan un cambio. Esta acción de cambiar puede ser realizada bajo la amenaza de la guerra, también por el "chantage [sic] practicado por las autoridades locales; o mediante acuerdos de reciprocidad". Así, estos cambios se podían llevar a cabo bajo "la guisa de obsequios recíprocos y generalmente en forma de devolución de visitas". Y es que el comercio "está organizado más bajo el principio de reciprocidad que bajo el de trueque" De acuerdo con la tesis de Polany, al rastrear los datos históricos se puede encontrar la existencia de diferentes formas de economía que permanecieron siempre supeditadas a principios no económicos, es decir, a otras instituciones sociales que de diferente manera hacían que la economía no existiera como un ente aparte. La reciprocidad como principio económico, por ejemplo, está subordinada a una "estructura simétrica de organización"; la redistribución se subordina a la forma política y social de la "centralización",

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la economía doméstica a la "autarquía", y el trueque a "la estructura del mercado". Todas estas formas económicas pueden permanecer en la sociedad sin predominar en ella, es decir, mientras esas formas económicas se llevan a cabo, otros principios sociales "están en ascendencia" (Polany 1975: 89). El comercio entonces queda organizado bajo los designios de instituciones sociales que lo protegen pero que no existen sólo para él. Al final, tanto el comercio local como el comercio exterior son asuntos de mucha menos relevancia que otros como la costumbre y la ley, la religión y la magia. Estas instituciones sociales, solían limitar "los actos de cambio con respecto a personas y objetos, tiempo y ocasión. Por regla general, el que realiza un trueque entra simplemente en un tipo de transacción en la que se dan los objetos y sus cantidades equivalentes" (Polany 1975: 94). Dicho de otra manera, la transacción aparecía más bien como un acto voluntario, en donde el regateo y menos aún la competencia, tenían algo que ver. El mercado servía para mantener la paz, sirviendo no como principio económico, sino más bien como principio político y social. Polany está pensando en la Europa de la Edad Media e incluso en la del siglo XVIII, donde el mercado local es entendido como lugar de intercambio entre vecinos, entre la ciudad y la comarca que la rodea, y el comercio exterior como intercambio entre zonas climáticas. Entendidos así, no hay diferencia entre estos tipos de mercado y aquellos de cualquier sociedad del África Central o Mesoamérica, ya que en todos los casos, aunque el mercado local es importante para la vida de la comunidad, "en ningún punto mostraron señal alguna de reducir el sistema económico existente a su estructura" (Polany 1975: 96). Los mercados locales funcionaban de manera aislada, incluso su ausencia podía modificar en muy poco al sistema económico de una sociedad determinada. El paso de una economía con mercados aislados a otra de tipo mercantil tuvo que ver con la propagación de los mercados, pero ésta no es su explicación. Hay una razón más poderosa que tiene que ver con: a) la transformación del trabajo y con ella del modo de producción objetivado en la máquina; y con b) las regulaciones que las sociedades fueron imponiendo a dicho cambio las cuales trajeron como consecuencia la creación del

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mercado nacional o interno. La creación de este mercado tiene mucho que ver con el comercio exterior y a larga distancia. Y la posterior expansión capitalista se benefició de la existencia milenaria de rutas para el comercio a larga distancia. Veamos. El mercado autorregulado En las ciudades de la Europa medieval de la que habla Polany, y en el contexto de las intensas rutas transregionales y transcontinentales de las cuales da cuenta Erick Wolf, el comercio local y el exterior permanecían separados. Los comerciantes extranjeros no podían vender sus mercancías al menudeo, y los productores industriales, organizados en gremios de artesanos, debían supeditar su producción a las necesidades locales, teniendo en consecuencia un sistema meramente remunerativo. Sin embargo, para las exportaciones no se fijaban límites, de tal manera que la industria de exportación, si es que para la época se puede usar tal término, estaba ya organizada sobre la base del trabajo asalariado. Esta ausencia de límites evidencia la falta de un mercado interno regulado formalmente, y los burgueses de las ciudades se resistieron al máximo a la aparición de dicho mercado, toda vez que era muy arriesgado para el equilibrio social y económico permitir a los mercaderes extranjeros comerciar en el interior. Varios principios sociales estaban detrás de esto. El principal de ellos era el abatimiento de la forma de vida rural, basada hasta entonces en el autoconsumo, y limitada al intercambio local. Otro principio tenía que ver con los oficios, la producción de herramientas para el trabajo y el ofrecimiento de servicios que eran actividades más bien remunerativas. La ganancia, el lucro, la competencia, estaban todavía ausentes. La organización de un mercado interno, nacional, significaba la inclusión del campo dentro del compás del comercio y la iniciación de un comercio sin discriminación entre las ciudades del país. Este acontecimiento hizo necesaria la creación de un Estado regulador como si fuera un último intento por evitar al máximo la competencia y su contraparte, el monopolio. El intento funcionó en cierta medida hasta la primera parte del siglo XVIII, cuando el sistema económico que permaneció en Europa "fue absorbido en el sistema social" (Polany 1975: 107).

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En un inicio, el proceso de mercantilización, a través de la creación de "mercados nacionales", fue respetuoso del principio que libraba a la tierra y al trabajo, en cuanto que "elementos básicos de la producción" de convertirse en "objetos de comercio". Hasta entonces, se podía seguir hablando de un mercado regulado por principios sociales y políticos separados de aquel, y de una economía mercantil en una sociedad no mercantil. El cambio en esta condición es lo que Karl Polany llama "la gran transformación". En la gran transformación hacia una sociedad mercantil e industrial, los comerciantes multiplicaron su relevancia histórica en el tejido de las relaciones económicas. Tal y como lo apunta Wolf (1987: 109-110), ya desde tiempos muy remotos, "los comerciantes traían y llevaban mercancías sobre amplios territorios"; en sus travesías encontraron en muchas latitudes "redes ya antiguas de relaciones comerciales" con las cuales se conectaron. Los comerciantes, "especialistas en obtener un provecho mediante intercambios, compra y venta de mercancías", eran expertos en sacar mercancías de un sistema económico para introducirlo en otro, tomaban bienes de sistemas de subsistencia o de prestigio de los modos económicos basados en el parentesco, para llevarlos a los sistemas tributarios, o al sistema del intercambio de mercancías, es decir, del mercado. En la Europa de la Edad Media y más allá de ella, el comerciante era quien conocía "los mercados, el volumen y la calidad de la demanda; y podía garantizar también los abastecimientos..." (Polany 1975: 11). Y "Mientras la máquina fue una herramienta poco costosa y no específica", la creación de artículos continuó entrañando "la reciprocidad de la ayuda mutua; ... la preocupación del dueño de casa por aquellos cuyas necesidades están a su cargo; ... el orgullo del artesano en el ejercicio de su oficio;... la satisfacción del elogio público". Esto cambió hacia finales del siglo XVIII en Europa, cuando la producción industrial dejó de ser "un simple accesorio del comercio" debido a la creación de "maquinaria y equipos complicados y por tanto específicos". Fue esto lo que cambió de raíz "la relación del comerciante con la producción" (Polany 1975: 114). La supremacía de la producción y sus necesidades significó la transformación de la relación con tres elementos fundamentales

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para la producción: el trabajo, la tierra y el dinero. Para que la economía mercantil se reprodujera era necesario convertir esos elementos en mercancías y hacer que estuvieran siempre disponibles para adquirirlos a favor de la producción. Esto se convirtió en el nuevo "principio organizador de la sociedad". En una economía mercantil el sistema económico está controlado, regulado y dirigido exclusivamente por los mercados. Si la tierra, el trabajo y el dinero habían sucumbido ante la organización del mercado regulado, al Estado no le quedaría más que cuidar que los ingresos sólo se generaran a través de las ventas. Así, el mercado era una institución dedicada exclusivamente a la economía, y el Estado aparecía subordinado a él garantizando que otras instituciones sociales tomaran ese mismo papel. Así, "En toda la línea, la sociedad humana se había convertido en un accesorio del sistema económico" (Polany 1975: 115). El proceso descrito en los párrafos anteriores tiene como lugar inicial: la Europa de la Edad Media y un poco más acá en el tiempo. Pero no se trata de una Europa aislada sino con intensos contactos con el resto del mundo a través del comercio a larga distancia, tal y como mostraré enseguida. Y para entonces el mundo ya era mundo Ya para finales del siglo XV, al viejo comercio europeo con Asia y África se había agregado aquel con América. Para cuando la economía medieval europea comenzó a mercantilizarse e industrializarse, el mundo o al menos muchas regiones de él ya estaban conectadas gracias a muy añejas y diversas rutas de tráfico y comercio. ... por doquier había poblaciones interunidas. Grupos que se definían a sí mismos como culturalmente distintos estaban vinculados por parentesco o por alianza ceremonial... El Nuevo Mundo también se caracterizó por conquistas, incorporaciones, recombinaciones y comercio. En ambos hemisferios las poblaciones chocaban unas con otras, cruzaban límites sociales, permeables, creaban entidades intermedias, entretejidas social y culturalmente. La existencia milenaria de sistemas de organización económica subordinados a formas políticas y culturales dispersas, pero conectadas

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con regiones muy distantes. Se trata de los sistemas con los cuales entraría en relación y sobre los cuales se expandiría posteriormente la forma económica mercantil capitalista europea cuyo surgimiento expliqué en el apartado anterior. Más allá de las amplísimas geografías que implicaban, las rutas comerciales conectaban distintos tipos de economías y formas de organización política y social. Para el caso de la expansión de la economía mercantilista e industrial esto es un dato relevante, pues fue a través de esas conexiones ya creadas que se expandió como una ola incontenible la nueva forma de economía. En su geografía sobre las economías del mundo y la expansión capitalista, Wolf se basa en la descripción de los modos de producción capitalista, el modo tributario y el de parentesco, aunque no niega la existencia de otros. Basado en Marx, el autor entiende por modo de producción "un conjunto concreto, que ocurre históricamente, de relaciones sociales mediante las cuales se despliega trabajo para exprimir energía de la naturaleza por medio de utensilios, destrezas, organización y conocimiento" (Wolf 1987: 100). Además de diferenciarse por la conversión a mercancía de la tierra, el trabajo y el dinero, el modo capitalista se destaca por tres características entrelazadas. [primera] Los capitalistas tienen el control de los medios de producción; segunda, a los trabajadores se les niega el acceso independiente a los medios de producción y deben vender su fuerza de trabajo a los capitalistas; y tercera, la maximización de los excedentes producidos por los trabajadores con los medios de producción de los capitalistas trae consigo 'acumulación incesante a la cual acompañan cambios en los métodos de producción' (Wolf 1987: 103). El proceso de expansión capitalista supone en un primer momento la interacción del modo capitalista con otros, pero en un segundo y muy acelerado periodo, el dominio del primero sobre los demás. De acuerdo con Wolf, el modo capitalismo se expandió por el mundo subordinando otros modos tales como el tributario y el de parentesco. El primero consiste en la extracción por parte de gobernantes políticos o militares de excedentes generados por productores primarios, que pueden ser

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cultivadores o pastores, y que tienen acceso a los medios de producción. Al excedente extraído se le llama tributo. Aquí, la propiedad de los medios de producción y las condiciones están subordinadas a una relación "directa de dominio y de servidumbre". En este contexto, el trabajador y su economía "doméstico-rural" sufren de una coacción política, por lo que "en este modo el despliegue del trabajo social es una función de la sede del poder político" y "diferirá según esta sede cambie de posición" (Wolf 1987: 105). Además de estar fuertemente vinculado con la producción agrícola intensiva, el modo tributario también estaba basado en "modelos ideológicos" que le permitían reproducirse. Esos modelos "ofrecen una representación jerárquica del cosmos, en la cual el orden sobrenatural dominante, que se deja sentir a través de los principales tenedores del poder, abarca y sujeta a toda la humanidad". A través de estas creencias, el modelo "desplaza la relación real entre tomadores-de-excedentesdetentadores-del-poder y productores dominados hacia la relación imaginada entre la superior deidad y el inferior 'súbdito'. De este modo ... al 'sujeto' se le invita a hacer méritos manteniendo el orden por medio de la regulación de su propia conducta" (Wolf 1987: 109). Para la consolidación ideológica y práctica de la superioridad de los "señores" o de la élite gobernante eran muy importantes las mercancías elitistas o de lujo del comercio a larga distancia, por lo que en este modo "los comerciantes traían y llevaban mercancías sobre amplios territorios". El modo productivo basado en el parentesco, por otra parte, se desarrolló principalmente en la periferia de las regiones en donde la agricultura era más intensiva y en donde dominaba más el modo tributario. Huelga decir que a lo largo del orbe los vínculos de parentesco se han entretejido, organizado y extendido de manera muy distinta en cuanto a su intensidad y normatividad. No obstante, muchos de ellos implican obligaciones "jurídicas y políticas" que sirven para "encauzar el trabajo social a la transformación de la naturaleza mediante llamamientos ala filiación y al matrimonio, y ala consanguinidad y afinidad" (Wolf 1987: 118). Definido así, el parentesco supone:

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a) Construcciones simbólicas (`filiación/ matrimonio; consanguinidad/afinidad') que b) continuamente sitúan a los actores, natos y reclutados, c) en relaciones sociales recíprocas. Estas relaciones sociales d) permiten a la gente que de modos diversos invoque la porción de trabajo social realizado por cada quien, a fin de e) efectuar las necesarias transformaciones de la naturaleza (Wolf 1987: 119).

El lenguaje del parentesco soporta una ideología y organización muy jerárquica que construyen a su vez un orden político en donde hay mediadores que resultan claves para la reproducción del sistema pues en ellos se basa la aceptación del orden jerárquico hacia adentro, y la relación con otros grupos hacia afuera, incluyendo aquellos organizados en otros modos de producción. A estos actores, Wolf (1987: 124) los denomina "administradores influyentes", y sugiere sobre ellos que el mismo sistema jerárquico del parentesco facilitó que estos "administradores" tomaran ventaja al momento de organizar las transferencias con grupos tributarios o capitalistas ya que: Los jefes pueden emplear estos recursos externos para inmovilizar la operación del orden del parentesco. Esto explica por qué los jefes han resultado colaboradores excelentísimos de traficantes de pieles y de tratantes de esclavo en dos continentes. Su conexión con los europeos ofrecía a los jefes acceso a armas y artículos valiosos y a un séquito fuera del parentesco y no estorbado por él (Wolf 1987: 125).

Nuevamente, el comercio a larga distariCia aparece como un medio para reproducir un sistema local. Tanto el sistema tributario como el de parentesco suponían la presencia de ciertos actores (comerciantes y jefes en el primero, jefes en el segundo) que funcionaban como intermediarios que parecían estar preparados para la interacción con otros modos de producción. Principalmente los jefes del modo tributario se consolidaron como un actor cuya función era extraer excedentes, tal y como haría después el capitalista del modo mercantil. Fueron estos intermediarios los pilares de la entrada del sistema mercantilista a sociedades que habían vivido siempre bajo el cobijo de otras formas de organización social, política y económica.

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,a expansión europea Europa previa a la expansión colonialista lie comenzó en el siglo XV era un lugar de .einos dispersos, basados en agricultura de ;ubsistencia en una economía que daba tribuos a los señores feudales. En esa Europa el ;omercio a larga distancia era importante pero lo era dominado por europeos. En las rutas narítimas del mar mediterráneo, hacia los ;iglos VI y VII, dominaban los comerciantes ;irios y judíos. En esa época el comercio más ntenso en el mundo se llevaba a cabo en Asia. Después de la caída del imperio romano, cuya lispersión y conglomerado de tan diversas ;ulturas resultó ser su talón de Aquiles, una le estas regiones, la de Bizancio (Turquía) se ;onvirtió durante siglos en el nuevo centro del ;omercio hasta que se consolidó el imperio Dtomano que, como mencioné páginas atrás, nás que en un puente representó una barrera comercial entre Europa y Asia. El comercio en el Mediterráneo jamás cedió al intenso intercambio comercial. Varios le los puertos italianos servían como enclaves para el comercio bizantino, y fue en ellos :Venecia, Pisa, Génova) en donde se gestó an desarrollo comercial que terminaría por contribuir a la intensificación del comercio el interior de Europa. Mientras tanto, varios Estados se iban consolidando en el interior europeo con base en una agricultura de subsistencia que 'agrupó a los cultivadores alrededor del fortín de un lord", en donde "Los cultivadores se asignaban a los lords conforme a acuerdos de dependencia" (Wolf 1987: 135). Hacia el siglo XI, varias implementaciones tecnológicas además de una prolongada bonanza climática, facilitaron la intensificación de los cultivos y la extensión de las tierras cultivables. Este mayor excedente significó mayor volumen militar para defender los territorios. Una mayor capacidad militar significó la posibilidad de crear reinos que se basaban en "la aptitud combinada de extraer tributo para pagar la guerra y para desarrollar un potencial bélico proporcionado a la escala de la tarea política". La principal estrategia para obtener más tributo era la expansión territorial con base en la fuerza militar. La importancia de la guerra y la obtención de territorios para ganar más tributos implicaron una mayor intensidad comercial además de la rivalidad entre los Estados del Medioevo. Rutas internas a Europa, aquellas que iban hasta Asia y otras ultramarinas, se entrelazaban. Control comercial de rutas, control

militar de territorios basado en un fuerte centralismo político (señores, lords), conformaron un ritmo de crecimiento que fue continuo al menos hasta el siglo XIV, cuando las nuevas tecnologías agrícolas llegaron a su límite, y el clima dejó de ser tan benéfico. Esto se combinó con mayores exigencias tributarias para soportar el enorme aparato militar que sostenía al orden político centralizado. A esto se le ha llamado "la crisis del feudalismo" (Wolf 1987: 141). Para superar la crisis, los Estados ya de por sí centralizados, debían ganar aún más territorios y en consecuencia tributos. Para ello, Estados como el español y el portugués se valieron de la riqueza acumulada por su nobleza, mientras que otros como Holanda e Inglaterra se aliaron con "la clase de comerciantes" para solventar los gastos de las guerras. La conquista de otros territorios implicó también engrosar las filas de la clase gubernamental, a ello se destinaron muchas de las riquezas conseguidas en los territorios conquistados, siendo el de España un caso ejemplar de esta situación. Fue en este contexto de búsqueda de territorios y excedentes que algunos reinos y provincias europeas se dieron a la conquista de nuevos territorios y rutas en América, África y Asia (en el contexto, no hay que olvidar, del bloqueo geográfico que representaba el poderío otomano). Así, se conformó lo que autores como Ferrer (1996) llaman "El Primer Orden Económico Mundial", en donde el comercio a larga distancia cobró una importancia que nunca había conocido en Europa. Fue entonces cuando el centro del comercio a nivel mundial comenzó a dejar de estar en Asia para trasladarse a Europa, siendo los mercaderes los principales protagonistas (Ferrer 1996: 193). El aumento en "el comercio intraeuropeo de productos de ultramar", provocó que las nuevas potencias europeas se enfrentaran "con problemas radicalmente distintos de los del comercio tradicional" (Ferrer 1996: 181). La gran transformación comenzaba a gestarse justo ahí, debido a la importancia financiera que fueron ganando sobre todo los comerciantes del norte de Europa, quienes terminaron financiando muchas expediciones ultramarinas, controlando rutas y aduanas, y endeudando a otros Estados. El dinero comenzaba a generar dinero. De comerciantes a capitalistas El crecimiento del comercio a larga distancia y sobre todo de su relevancia para el sostenimiento de los estados tributarios europeos,

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se convirtió en la principal contradicción del orden mundial que se había gestado. Una actividad mercantil ensanchada protegida y a su vez alentada por el Estado terminó por dominarlo debido a la transformación de este último, el cual pasó de ser una "estructura tributaria" que extraía excedentes "por medios no económicos" a una diseñada para apoyar la comercialización de dichos excedentes por parte de los mercaderes. El régimen feudal encarnaba una contradicción. Al alentar el comercio a larga distancia, al evitar "que los comerciantes adquirieran tierras y ganaran poder político, los señores de Europa los obligaban a reinvertir en el comercio, a arriesgar su fortuna en esa actividad en vez de invertirla ... en bienes raíces", esto trajo dos consecuencias, la primera fue que, en un contexto de ensanchamiento del comercio ultramarino, los comerciantes fueron encontrando en el dinero una mercancía con la cual hacer más dinero; y la segunda es que éstos "fueron arrastrados rápida e irresistiblemente al reino de la producción" (Wolf 1987: 324). El ejemplo más paradigmático de este proceso fue Inglaterra. Para el caso del argumento de este ensayo, este cambio del cual hablo se basó en las conexiones entre europeos y pueblos de otros continentes, pero la resultante fue la posterior transformación de muchos de los sistemas sociales, políticos y económicos preexistentes ahí en donde se encontraban las mercancías preciosas que los comerciantes europeos fueron a buscar. Uno de los ejemplos más reveladores es del comercio de esclavos. El tráfico de esclavos muestra cómo la expansión europea encajó en las formas de organización política y de comercio regional preexistentes. Este tráfico se explica no sólo por la expansión territorial europea, sino por el añejo y bien organizado comercio interno africano, el cual se desprendía de formas de organización política milenarias en medio de poblaciones dispersas y reducidas. Este sistema resultó ser muy eficiente para satisfacer las crecientes demandas europeas de esclavos a cambio de mercancías de importación. Así, en el siglo XV se consolidó un sistema en donde los europeos financiaban el comercio de esclavos mientras que grupos africanos capturaban, controlaban, mantenían y finalmente entregaban a los esclavos a los europeos. En diversas regiones de África, las alianzas matrimoniales eran una institución muy importante política pero también económicamente, ya que además de establecer la ubicación territorial de la descendencia, a través de ella circulaban bienes de prestigio. A ello habría

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que agregar que buena parte del comercio africano se basaba en la circulación de bienes de lujo para las élites. En este contexto se puede afirmar que antes de que el comercio de esclavos fuera primordial en los intercambios entre europeos y africanos, "... la expansión europea se correspondía con circuitos africanos preexistentes de intercambio, sin alterar su estructura básica, simplemente agregándose las mercancías que circulaban dentro de él". Pero una vez que los europeos buscaron más esclavos, entonces sí "se afectó la naturaleza íntima de las relaciones de producción" en el interior de África ya que por lo general no fueron los europeos los que se dieron a la cacería de esclavos, sino "reyes africanos, gente rica y mercaderes destacados" (Wolf 1987: 253). Así, los europeos no inventaron un circuito comercial sino que se adaptaron a uno ya existente, en donde los antiguos comerciantes y gobernantes africanos pasaron a ser intermediarios de esclavos a cambio de prestigiadas mercancías de importación. Conclusión El capitalismo continúa "conviviendo" con otras formas de hacer economía aunque en sociedades mercantilizadas formadas una vez que este modo de producción se expandió. Las condiciones como se organiza globalmente el modo de producción capitalista, los modos de organización y prácticas económicas locales en el mundo de hoy, son muy diferentes a los descritos en este ensayo, sin embargo en esencia reflejan el mismo fenómeno, el de la reproducción del modo de producción capitalista a partir de la conexión con otros modos, con otras lógicas económicas y culturales. Así, aunque "una economía de mercado y un capitalistmo en expansión ... se extiende como una mancha de aceite", en el nivel local subsisten otros "géneros de vida" (Braudel 1987: 12), otras formas de hacer economía que justamente al existir, contribuyen a la reproducción de aquel otro modo económico. Bibliografia Braudel, F. (1987). La dinámica del capitalismo. México: Fondo de Cultura Económica. Ferrer, A. (1996). Historia de la globalización. Orígenes del orden económico mundial. México: Fondo de Cultura Económica. Molina, J. y Valenzuela, H. (2006). Invitación a la antropología económica. Archivo electrónico en PDF. Polany, K. (1975). La gran transformación. Los orígenes políticos y económicos de nuestro tiempo. México: Juan Pablos. Wolf, E. (1987). Europa y la gente sin historia. México: Fondo de Cultura Económica.

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