La etapa precientífica de la historiografía puertorriqueña, 1493-1838: el relato histórico como medio de promoción de las oportunidades comerciales y económicas de la Isla.

June 14, 2017 | Autor: Luis Burset | Categoría: Siglo XVI, Historiografía
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Descripción





Pedro L. San Miguel. "La historiografía: ¿se desvanece en el aire?". En Antonio Gaztambide Géigel y Silvia Álvarez Curbelo, editores, Historias vivas: historiografía puertorriqueña contemporánea (San Juan: Asociación Puertorriqueña de Historiadores y Editorial Posdata, 1996), 21.
Isabel Gutiérrez del Arroyo. Historiografía puertorriqueña. Desde la Memoria Melgarejo (1582) hasta el Boletín Histórico (1914-1927) (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1957), 3.
Manuel Úbeda y Delgado. Isla de Puerto Rico. Estudio histórico, geográfico y estadístico de la misma (San Juan: Academia Puertorriqueña de la Historia, 1998), iii. Prólogo de Manuel Fernández Juncos.
Elsa Gelpí Baíz. Siglo en blanco. Estudio de la economía azucarera en Puerto Rico, siglo XVI (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2000), 3.
Francisco Manrique Cabrera. Historia de la literatura puertorriqueña (Río Piedras: Editorial Cultural, 1965), 18.
Enrique Moradiellos. Las caras de Clío. Una introducción a la Historia (Madrid: Siglo XXI, 2009), 133.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña, 3.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 19.
Omaira Hernández Fernández. "Tiempo de Indias: crónicas e imágenes del Nuevo Mundo y la expresión literaria latinoamericana. Sapiens, Vol 9, Núm 1 (jun 2008), 215-217.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 20.
Juana Gil-Bermejo García. Panorama histórico de la agricultura en Puerto Rico (Sevilla: Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1970), 13-17.
Josep Fontana. Historia: análisis del pasado y proyecto social (Barcelona: Editorial Crítica, 1982), 51.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña, 4.
Francisco José Arnáiz, S.J. Bitácoras, yelmos y cruces (Santo Domingo: Colección Quinto Centenario, 1992), 117.
Roberto Victoria B. Colón: Génesis del crímen en América (Santo Domingo: Bravo International Publisher, 1992), 119.
Pedro Mártir de Anglería. Décadas del Nuevo Mundo (Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1989). Pedro Mártir de Anglería nació en Milán en 1456. Era un hombre letrado que se desempeñó inicialmente como médico, y alrededor de 1491, estando en España, entró a la vida religiosa. Trabajó y mantuvo correspondencia con personajes importantes de la aristocracia y del clero en las cortes italianas y españolas. Pasó a España en 1487, y una vez se comenzó a organizar la cosa administrativa de las Indias, fue nombrado miembro del Consejo de Indias, y luego, cronista de la Corona. Más tarde le fue asignada la Abadía de Jamaica, puesto que no ocupó. Murió en Granada en 1526.
Gonzalo Fernández de Oviedo. Sumario de la natural historia de las Indias. Edición de Manuel Ballesteros Gaibrois (Madrid: Dastin, sin lugar, 2002). El editor incluye un listado de 19 obras de la autoría de Fernández de Oviedo, catalogadas en seis categorías.
Gonzalo Fernández de Oviedo. Historia general y natural de las Indias.
https://archive.org/details/generalynatural01fernrich. Capturado el 10 de noviembre de 2014.
Juan Durán Luzio. Bartolomé de las Casas ante la conquista de América: las voces del historiador. (Heredia: Editorial de la Universidad Nacional, 2014). Este investigador incluye casi una docena de obras en la bibliografía de este trabajo.
Bartolomé de Las Casas. The Devastation of the Indies. A Brief Account (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1992). Traducido al ingles por Herma Briffault.
Bartolomé de las Casas. Historia de las Indias (Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1987).
Fray Ramón Pané. Relación de Fray Ramón Pané acerca de las antigüedades de los indios (México: Siglo Veintiuno, 2008).
Sebastián Robiou Lamarche. Taínos y Caribes. Las culturas aborígenes antillanas (San Juan: Editorial Punto y Coma, 2005), 55-56.
Arnáiz, Bitácoras, yelmos y cruces, 121. Añade los siguientes: Francisco de Jerez, Pedro Cieza, historiadores de Pizarro; Antonio Solís; Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Francisco de Salazar, Pedro Meriño de Lobera, Miguel de Olvarría, Mendoza de Monteagudo, Pedro Aguado; a los misioneros fray Tomás de Ortiz, fray Tomás de San Martín, fray Toribio de Benavente, fray Bernardino de Sahagún, fray Diego Durán, fray Marín de Morúa, fray Juan de Betanzos, y el padre José de Acosta "que estuvo un tiempo aquí en La Española".
Fernando Pérez Memen. "La idea de América en el pensamiento de Pedro Mártir de Anglería". La Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Núm. 2 (ene-jun 1986): 86.
Elsa Gelpí Baíz. De crónicas, cronistas, memorias y algo más. Ponencia realizada ante la Sociedad Puertorriqueña de Genealogía el 23 de octubre de 2010.
Hay otras coincidencias notables entre estos tres cronistas. Fernández de Oviedo y Anglería estuvieron relacionados con el príncipe don Juan, el primero como criado y el segundo como tutor y maestro. Las Casas y Anglería abrazaron la vida religiosa en su adultez, siendo aquél considerado el primer sacerdote ordenado en las Indias. Las Casas y Oviedo pasaron a Indias y residieron en La Española. En sus crónicas, tanto Oviedo como Anglería demuestran conocimiento de literatura clásica, astronomía y navegación en sus escritos.
Ángel Rodríguez Álvarez. Conquista y colonización de Puerto Rico según el Cronista de Indias: Gonzalo Fernández de Oviedo (San Juan: Editorial Nuevo Mundo, 2007), 2.
Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, 5.
Alvaro Huerga. Primeros historiadores de Puerto Rico (1492-1600) (Ponce: Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, 2004), 35.
Fernández de Oviedo, Sumario de la natural historia de las Indias, 8-9. Fernández de Oviedo trabajó para la familia real como criado del infante don Juan, y acompañó a uno de los generales de Aragón a Italia. Pasó a Indias con Pedrarias Dávila, estableciendo casa en Castilla del Oro y luego en La Española.
Isabel Gutiérrez del Arroyo. Conjunción de elementos del medioevo y la modernidad en la conquista y colonización de Puerto Rico (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1974).
Arnáiz, Bitácoras, yelmos y cruces, 118.
Fernández de Oviedo, Sumario de la natural historia de las Indias, 56.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 21.
Ángel Rodríguez Álvarez, editor. Conquista y colonización de Puerto Rico según el cronista de Indias: Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés (San Juan: Editorial Nuevo Mundo, 2007), 1.
Bartolomé de las Casas. Historia de las Indias. Vol. I (Santo Domingo: Sociedad Dominicana de Bibliófilos, 1987), ix-xv.
Ricardo Alegría. "The Study of Aboriginal Peoples: Multiple Ways of Knowing". Wilson, Samuel M., editor. The Indigenous People of the Caribbean (Gainesville: University Press of Florida, 1999), 15-16.
Juan Durán Luzio. Bartolomé de las Casas ante la conquista de América: las voces del historiador (Heredia: Editorial de la Universidad Nacional, 2014), 214.
Ibid, 218.
Ibid, xi.
Alegría, "The Study of Aboriginal Peoples…", 15-16.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña…, 4.
Arnáiz, Bitácoras, yelmos y cruces, 119.
Fernández de Oviedo, Sumario de la natural historia de las Indias, 43.
Ibid, 40.
Pané, Relación…, XI, XV.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 23.
Eugenio Fernández Méndez. Crónicas de Puerto Rico. Desde la conquista hasta nuestros días (1493-1955) (San Juan: Publicaciones Gaviota, 2007), xix.
Allen L. Woll. Puerto Rican Historiography (New York: Gordon Press, 1978), 5-6.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 24.
Woll, Puerto Rican Historiography, 6.
Gutiérrez del Arroyo. Historiografía puertorriqueña…, 5 y 6.
Huerga, Primeros historiadores, 121.
"Juan Troche Ponce de León II". Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura. Edición septiembre 26, 2013. https://puertoricoentresiglos.wordpress.com/tag/johan-de-melgarejo/ (capturado el 17 de septiembre de 2014).
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 35-37.
Ibid, 26.
Cecilia Hernández de Mendoza. Juan de Castellanos, poeta americano. Centro Virtual Cervantes. Tesauro Histórico. Libro LII, Núm. 1, 2, y 3 (1997).
http://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/52/TH_52_123_336_0.pdf (capturado el 24 de septiembre de 2014).
Benjamín Flores Hernández. "Pelear con el Cid después de muerto: Las Apologías y discursos de las conquistas occidentales de Bernardo Vargas Machuca, en controversia con la Brevísima relación de la destrucción de las indias, de fray Bartolomé de las Casas". Estudios de Historia Novohispana. Vol. 10, Núm. 10 (1991): 45-106.
Fundación El Libro Total. http://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=5026_5024_1_1_5026 (capturado el 25 de septiembre de 2014).
Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico, 168.
Gordon K. Lewis. Main Currents in Caribbean Thought: The Historical Evolution of the Caribbean Society in its Ideological Aspects, 1492-1900 (Nebraska: University of Nebraska Press, 2004), 70-71.
Gutiérrez del Arroyo. Historiografía puertorriqueña…, 7.
Ibid, 8.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 26.
Pío Medrano Herrero. Don Damián López de Haro y don Diego de Torres y Vargas. Dos figuras del Puerto Rico Barroco (San Juan: Editorial Plaza Mayor, 1995), 35.
Ibid, 10. Roberto Fernández Valledor escribió el prólogo del libro de Medrano. Nos hacemos eco de Medrano, considerando que este error se comete en la evaluación historiográfica de nuestro país contínuamente. De igual manera, historiadores contemporáneos critican a los autores ilustrados del siglo XVIII, ignorando la mentalidad y la sociedad para la que escribían.
Alejandro Tapia y Rivera. Mis memorias. O Puerto Rico como lo dejé y como lo dejo (Río Piedras: Editorial Edil, 1996), 32. Tapia termina su reflexión señalando "El soneto a que antes me referí concluía con este verso: "Y es lo mejor de todo un poco de aire". Esto que era lo único bueno que había en la ciudad, según el autor del dicho soneto, se dificultaba hoy; pues para respirarlo como antes, habría qu abatir murallas…".
Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico, 168.
Fernández Méndez, Crónicas de Puerto Rico, 168.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 26.
Citado por Álvaro Huerga. La familia Torres y Vargas Zapata (San Juan: Academia Puertorriqueña de la Historia, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y del Caribe, Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, 2008), 141.
Woll, Puerto Rican Historiography, 6-7.
"Puerto Rico en 1646: Diego de Torers Vargas". Puerto Rico entre siglos: Historiografía y cultura. http://puertoricoentresiglos.wordpress.com/2010/12/04/puerto-rico-1646-diego-de-torres-vargas/ Capturado el 21 de septiembre de 2014.
Medrano, Don Damián…, 15.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña…, 8.
Ibid, 7.
Nos sorprende que Torres y Vargas utilice a los gobernadores como representantes de la admiración a la mujer criolla. En las visitas y residencias que se tomaron a los gobernadores abundan las acusaciones de su acoso a la mujer criolla, tanto soltera como casada.
Gutiérrez del Arroyo. Historiografía puertorriqueña…, 9-10.
Woll, Puerto Rican Historiography, 7.
Fernando Picó. "Historiography of Puerto Rico". General History of the Caribbean. Vol. VI. Methodology and Historiography of the Caribbean (Londres/Oxford: UNESCO, 1999), 420.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña…, 10.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña…, 10.
Abbad y Lasierra, Historia geográfica, civil y natural…, XX, XXIX.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña, 11-12.
Abbad y Lasierra. Historia geográfica, civil y natural…, XXXIII.
Ibid, VII.
Francisco Antonio Avelino y Carmen Durán. La Ilustración francesa, la Revolución norteamericana y la Revolución francesa (Santo Domingo: Academia de las Ciencias de República Dominicana, 2000), 33-34.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña, 13
Picó, "Historiography of Puerto Rico", 420-421.
Woll, Puerto Rican Historiography, 8.
Manrique Cabrera, Historia de la literatura puertorriqueña, 28.
Woll, Puerto Rican Historiography, 12.
Ibid, 17.
Manuel Úbeda y Delgado. Isla de Puerto Rico. Estudio histórico, geográfico y estadístico de la misma (San Juan: Academia Puertorriqueña de la Historia, 1998), IV. En su prólogo a la edición facsímil de esta obra, Luis González Vales señala que las fuentes para la sección de historia de ésta fueron, precisamente, Miyares, Abbad y Córdova.
Josefina Rivera de Álvarez. "Pedro Tomás de Córdova como precursor del cultivo literario en Puerto Rico". Atenea. Año IV, Nueva Serie, Núm. 1 (marzo 1967): 56.
Woll, Puerto Rican Historiography, 20.
Ángel López Cantos. "El gaditano Pedro Tomás de Córdova, autor del ´Triunfo del trono y lealtad puertorriqueña´, primera pieza teatral editada en Puerto Rico (1824)". Andalucía y América en el siglo XIX: Actas de las V Jornadas de Andalucía y América. Sevilla, Universidad de Santa María de la Rábida, 1985: 361-362.
Ibid, 364.
Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña, 14.
La etapa precientífica de la historiografía puertorriqueña, 1493-1838:
el relato histórico como medio de promoción
de las oportunidades comerciales y económicas de la Isla.

Luis Rafael Burset Flores, Ph.D.

Pedro San Miguel señala que uno de los objetivos de la historiografía es "estudiar las transformaciones que han sufrido las sociedades humanas". Desde sus más tempranos escritos, dada la condición colonial, la historiografía puertorriqueña refleja la evolución de nuestras relaciones con las metrópolis. En el siguiente ensayo abordaremos parcialmente la producción historiográfica bajo el dominio español de Puerto Rico, desde las más tempranas crónicas hasta la primera mitad del siglo diecinueve. Catalogado como historiografía precientífica, este periodo incluye las obras producidas antes de la publicación de la Biblioteca Histórica de Alejandro Tapia y Rivera.
Nos son numerosas las obras que tenemos para catalogar bajo este periodo. Refiriéndose a él, Isabel Gutiérrez del Arroyo denunciaba "la pobreza de nuestro acervo historiográfico". Aun desde el siglo pasado, Manuel Fernández Juncos atribuía el desconocimiento reinante sobre la historia de nuestro país entre los jóvenes instruidos a "la carencia casi absoluta de libros destinados a propagar el conocimiento de aquellas materias".
Elsa Gelpí Baíz afirma que "ninguna obra de historia es autosuficiente ni existe en el vacío". Coincidiendo con ella, creemos relevante discutir las obras de este ensayo en el contexto histórico en que se desarrollaron. En su expansión por el mundo a finales del siglo XV, como una continuación de la gesta de la Reconquista de la península ibérica, los castellanos cruzaron el mar océano y llegaron a tierras hasta entonces desconocidas por ellos. Esto los expuso a gentes, costumbres, fauna, y flora que sólo podrían describir utilizando como referentes conceptos y objetos conocidos a los europeos.
Sobre este hecho, Francisco Manrique Cabrera expresa: "Cerebros alimentados por las maravillosas leyendas medievales, encontraron, con el hallazgo de la realidad americana, algo más asombroso que todo lo que habían podido soñar jamás". Para beneficio nuestro, a su paso por estas tierras, casi al punto de la obsesión, los castellanos lo registraron todo en documentos escritos. Enrique Moradiellos añade que este periodo "generó una producción historiográfica muy parecida a la de Heródoto y los logógrafos por su incorporación de temas geográficos, naturalistas y etnográficos en la narración histórica: la llamada Cronística de Indias".
En esta etapa predominaron las crónicas y las cartas. Éstas eran las herramientas más convenientes y utilizadas para cumplir con el propósito de relatar a la Corona todo lo que se había descubierto. Gutiérrez del Arroyo destaca su pragmatismo como elemento unificador de estas primeras obras. Sobre ellas, ha afirmado que las relaciones y las memorias son más bien fuentes históricas que obras históricas, pero justifica su inclusión en el canon por la misma pobreza antes señalada. Manrique Cabrera define la carta como "el primer instrumento literario que cobra realidad en tierra puertorriqueña", e incluye bajo esta categoría las de Ponce de León y los primeros colonos.
En relación a la evolución de las crónicas, Omaira Hernández Fernández señala que de ser documentos informativos éstas pasaron a ser
un escrito en el cual convergen ideas personales, mitos del medioevo, el germen del pensamiento renacentista y las ideologías personales de sus autores, que pretenden descripciones detalladas y minuciosas de la geografía y el modo de vida de los indios americanos y de las colonias.
Apoya su tesis en la carta de Colón a Luis de Santángel, en la cual el Almirante refleja la cosmovisión adquirida a través de la lectura de los clásicos, entre los que se incluyen a Cayo Plinio y a Ptolomeo.
Tan pronto como la empresa descubridora, encargada inicialmente a Colón, se abrió a varios Adelantados, se entronizó la crónica. Sobre ellos, Manrique Cabrera señala que "los innúmeros Cronistas de Indias son testigos de alta valía para compulsar las reacciones diversas de los conquistadores españoles ante el espectáculo de América". Juana Gil-Bermejo considera que el denominador común de las crónicas, a las que añade las de Herrera, era el mensaje de la fertilidad de la tierra como oportunidad para la Corona.
Josep Fontana cita a Ranke cuando declara que los cronistas de Indias "contemplaron la conquista como un todo". Cabe señalar que ninguno de estos cronistas escribió exclusivamente sobre nuestra Isla; su enfoque fue la región descubierta. Siendo San Juan la segunda isla en ser colonizada, inevitablemente fue incluida en los relatos enviados a la península. No obstante, para Gutiérrez del Arroyo, la aportación de estas obras es su "descripción etnográfica de primer orden sobre nuestro pueblo aborigen".
El jesuita Francisco José Arnáiz se refiere a estos escritos como "literatura de testimonio", calificándolo de género literario inédito y a la vez de historiografía curiosa. La caracteriza como "sencilla y alada, familiar y oficialista, artesana y artística, cautivadora y alucinante". Entre los autores que incluye en esta categoría se encuentra primeramente Colón, con sus diario y sus cartas a los Reyes Católicos. En un discurso contra Colón, el dominicano Roberto Victoria afirma que
Se propone Colón llevar un Diario de todas las incidencias que merecieran reportarse, tal como le había prometido a los Reyes, y anota, después de salir de Las Canarias, que él lleva dos cuadernos de bitácoras; uno de él que registra la verdad y del cual nadie tiene conocimiento, y un segundo, en el que los registros son falsos, siendo éste del conocimiento de la tripulación; él alega que recurre a este engaño para no preocupar a los marineros por los días que iban a esar mar adentro, alejado de todo vestigio de tierra.
En este periodo temprano del descubrimiento y conquista de lo que se llamaría el Caribe, se destacan tres cronistas. El milanés Pedro Mártir de Anglería (1456-1526) publicó Décadas del Nuevo Mundo, considerada la primera de las crónicas de Indias. El madrileño Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557) publicó dos obras: el Sumario de la natural historia de las Indias, e Historia general y natural de las Indias. El sevillano Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566) publicó varias obras a lo largo de su intensa vida, constando en el canon dos: La Brevísima relación de la destrucción de las Indias e Historia de las Indias. Conocida a través de las obras de otros cronistas, también contamos con la Relación de las antigüedades de los indios, de Fray Ramón Pané.
Calificándolos como "principales cronistas de los taínos", Sebastián Robiou Lamarche añade al listado a Hernando Colón. Destaca que era cosmógrafo, y que poseía la más importante biblioteca de la época; señala que es a través de Colón que conocemos la obra de Pané. Su Historia del Almirante utilizó los diarios de Cristóbal Colón, su padre, como fuente. Robiou menciona a otros cronistas que aportaron información sobre los taínos, incluyendo a Diego Álvarez Chanca, el padre Andrés Bernáldez, Francisco López de Gómara, Antonio de Herrera y Girolamo Benzoni. Arnáiz añade un extenso listado de cronistas, a quienes llama historiadores, entre los que incluye a Antonio de Herrera y a muchísimos otros.
Fernando Pérez Memen reta la posición de la historiografía en cuanto a que Anglería fue el primer "cronista oficial", mientras que a Colón sería el primer "historiador de Indias", basado en los relatos de sus cuatro viajes en su diario. Plantea que las cartas de Colón no constituyen historia en si misma. Para demostrarlo, cita a Demetrio Ramos Pérez, quien ofrece la base de su argumento: "… ni son escritos públicos…ni se redactaron como crónicas, para asumir unos hechos reflexivamente, que es lo que requiere el relato historial…".
Anglería coincidió con Fernández de Oviedo y Las Casas en dos importantes eventos emblemáticos de la consolidación de los reinos de Castilla y Aragón como potencia económica y política mundial; a saber, la rendición de Granada en 1492, y el regreso de Colón a Barcelona en 1493. Entendemos que estos hechos pudieron impactar la tónica de sus obras: los reinos cristianos de España se hacían grandes ante sus ojos, y los escritos sobre sus nuevas posesiones debían reflejar esa magnitud. La importancia de las crónicas fue tal para la Corona, que en 1525 se instituyó la posición de "Cronista de Indias".
Bernardo Vega destaca que mientras Anglería comenzó a escribir sus cartas en 1494, Fernández de Oviedo dirigió su Sumario al rey Fernando en 1526, y no publicó la versión final y extendida, Historia natural, hasta 1545. También considera, con lo que estamos de acuerdo, que al escribir desde la distancia, el milanés no vio sus escritos afectados por la subjetividad que hubiese conllevado tener que justificar ante las autoridades castellanas una empresa conquistadora o una gestión administrativa.
En relación a Anglería, Álvaro Huerga opina que "a pesar de los defectos, su relato es interesante por ser la primera crónica, más que por el amasijo de verdades y de fábulas de adoba". No estamos de acuerdo. Al recoger los testimonios de varios viajeros y protagonistas de la empresa desde el primer descubrimiento, Anglería nos presenta, con la suma de muchas miradas y experiencias, una visión más completa, y podríamos decir más objetiva, de los hechos que culminaron en la colonización de las Indias. Entendemos que es ésta una de las mayores fortalezas de su obra. La narración de Anglería homogeniza una gama de cuentos para presentarnos un relato consistente que nos inspira credibilidad, aun tomando en cuenta que ésta se encuentra condicionada por la cosmovisión medieval del autor.
También cronista de Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo estuvo expuesto a la Corte castellana de diferentes maneras. En la edición de Manuel Ballesteros Gaibrois se presentan los escritos de Fernández de Oviedo en el contexto del asombro y maravillamiento que provó el constante descubrimiento y la expansión de las tierras nuevas, la creación de organismos gubernativos para administrarlas, y el cambio de visión del mundo que supuso pasar del medioevo a la modernidad. Gutiérrez del Arroyo coincide en que la Era de los Descubrimientos constituyó la coyuntura transicional del medioevo a la modernidad. Para Arnáiz, la de Fernández de Oviedo es "la mejor de las historias sobre el Nuevo Mundo al momento del descubrimiento".
El Sumario de la natural historia de las Indias fue escrito en España como una antesala a la Natural Historia que su autor había redactado para el rey, pero que se encontraba en La Española. Fue dirigida a Carlos V, con menciones a los detalles de la versión que se encontraba en Indias. Su propósito era "traer a la real memoria de vuestra majestad lo que he visto en vuestro imperio occidental de las Indias, islas y tierra firme del mar Océano…" Excluye noticias de Nueva España, justificándose por el hecho de que ya Cortés había relatado sobre ella.
Ballesteros Gaibrois identifica como una de las más importantes aportaciones del Sumario lo relacionado a la botánica. Sobre esto, señala "no sólo se detiene en contar y describir cómo son las plantas (y sus frutos y flores) de las Indias, sino que se adelanta a los sistemas descriptivos que serán patrimonio de los científicos casi ciento cincuenta años después". En el caso de Puerto Rico, Fernández de Oviedo destacó el palo santo. A pesar de pertenecer al canon de historiografía puertorriqueña, en la opinión de Ángel Rodríguez Álvarez, editor de la Serie V Centenario de la Colonización de Puerto Rico, el texto de Fernández de Oviedo es poco conocido en la Isla.
La subjetividad natural de las crónicas se acentúa en las que reseñamos porque había varios cronistas redactando al mismo tiempo. Esto se hace evidente en el Sumario: el autor está compitiendo por presentar la crónica con "mayor base de verdad". En la dedicatoria, Fernández de Oviedo establece que la función de los libros es conservar en la memoria de los hombres las obras de la naturaleza, "verdaderas y auténticas". La infinidad de menciones de experiencias directas con lo que relata y describe parecen perseguir hacer su historia más creíble que la de otros cronistas. Por eso, en el caso de que relatara algo con lo que no tuvo experiencia de primera mano, se ocupa de establecer que se lo contaron personas "de crédito" que sí lo habían visto. La Historia General y Natural de las Indias se terminaría en 1535 en Sevilla.
La tríada de crónicas tempranas del Caribe, y de Puerto Rico, queda completada con Historia de las Indias, de Fray Bartolomé de las Casas. Esta obra es considerada como la principal fuente para el conocimiento de los orígenes remotos de esta región del mundo. Moya Pons señala que "a casi 500 años del Descubrimiento de América, la crónica más consultada, más leída y más respetada entre todas las que narran los primeros años de la primera colonia española en el Nuevo Mundo". Además se le atribuye incluir datos tomados de documentos que se conocen gracias a la publicación de ella, incluyendo documentos de Colón. Para Ricardo Alegría, Historia de las Indias, obra inconclusa de Las Casas, es más importante que su Brevísima relación por ser aquélla una rica y útil fuente de información sobre las costumbres de los indígenas.
Sin embargo, esta obra no fue escrita para ser publicada. Juan Darío Luzio ha propuesto que "el libro en el cual el Apóstol de los Indios invirtió años de observación, de recolección de informaciones, de redacción y escritura de sus cientos de capítulos, no estaba destinado a la imprenta". En su tiempo, con sarcasmo, Fernández de Oviedo justificó la decisión del fraile en función de su contenido: estaba esperando a que murieran todos los que podían refutar las mentiras que contenía.
Moya Pons atribuye la complejidad de esta obra al hecho que es "el resultado de un drama íntimo de conversión cristiana, y como tal, resulta en un esfuerzo de sublime honradez intelectual". La honestidad y exactitud que el historiador dominicano atribuye al autor nos choca, pues la lectura de Brevísima relación de la destrucción de las Indias revela una manipulación de estadísticas en función de la conciencia moral o agenda liberadora para el indio que la posteridad atribuyó a Las Casas. Alegría señala que esta obra se convirtió en la fuente principal de la llamada "Leyenda Negra" sobre la crueldad de la conquista española.
Quizás en este sentido, Las Casas es muestra de una característica que Gutiérrez del Arroyo asigna a los memoralistas: "responden más bien a estímulos ajenos, no necesariamente ligados al quehacer historiográfico". Es decir, el fraile no respondía a la necesidad de la Corona de recabar información sobre sus nuevos dominios. Escribía para retratar una situación particular en un momento determinado en la historia española, con la intención de provocar una acción redentora para con los indígenas. Arnáiz señala que "todos los detractores de la obra de España en América en él [Las Casas] han buscado la confirmación o el fundamente de sus tesis o ataques".
Ballesteros Gaibrois apunta al conflicto abierto que enfrentó a Las Casas con Fernández de Oviedo, cuando aquél acusó a éste de ser partícipe de los crímenes que se cometieron contra los indígenas en Castilla del Oro. Justifica esta situación señalando que "Fernández de Oviedo fue leal relator de los hechos históricos de la fallida colonización utópica de Fray Bartolomé en Cumaná, y no la relata por informe de otros, sino que conocía muy bien toda su gestación y desarrollo y muy certeramente recuerda que había predicho la catástrofe".
Como complemento de estas tres crónicas, en 1498 se terminó de redactar la Relación acerca de las antigüedades de los indios, por fray Ramón Pané. Éste es el único de los escritos más tempranos que se dedica en su totalidad a recoger los mitos y ceremonias de los aborígenes de La Española. Juan José Arrom señala que la Relación "constituye la piedra angular de los estudios etnológicos en este hemisferio". En desacuerdo, Ballesteros Gaibrois reserva este título para la obra de Fernández de Oviedo, siendo una de sus fortalezas "una intuición etnográfica y etnológica que le sitúa entre los pioneros de la descripción de las primeras comunidades indígenas conocidas por los europeos, con una inclinación de tipo indigenista – no coincidente con la de Bartolomé de las Casas – insólita en un secular".
La obra de Pané cumple con una de las características medulares de la crónica. Comparando datos generales que ofrece al fraile sobre su estancia en la isla, Arrom valida su veracidad, y las corrobora con otros datos que ofreció Las Casas. Conocemos la Relación a través de la publicación de la Historia del almirante don Cristóbal Colón por su hijo don Fernando, de la Apologética historia de Las Casas, y de uno de los capítulos de Anglería. En el listado de obras recogidas en su Historia de la literatura puertorriqueña, Manrique Cabrera incluye una crónica del cosmógrafo Juan López de Velasco: Descripción de la isla de San Juan de Puerto Rico (1571). Este documento recoge descripciones de árboles y frutas, e incluye datos sobre el número de ingenios y la población de la Isla.
Tras el agotamiento del modelo económico de explotación minera en la década de 1540, Puerto Rico pasó a la economía azucarera. Para la segunda mitad del siglo se produce el documento titulado Memoria y descripción de la isla de Puerto Rico, que conocemos como La memoria de Melgarejo (1582). Éste es un informe oficial del gobierno isleño en respuesta a un cuestionario enviado por la Corona a todas las colonias. Eugenio Fernández Méndez las cataloga como "Memorias informativas de Indias". La intención general era conocer las particularidades de cada isla, incluyendo geografía, flora, fauna y hasta culturas indígenas.
Debemos recordar que aunque las crónicas reseñadas tuvieron el rol de informar, y maravillar, no fueron escritas en nuestro territorio. En la opinión del historiógrafo estadounidense Allen Woll, la Memoria es posiblemente la primera noticia histórica escrita en la Isla de naturaleza informativa. Manrique Cabrera, por su parte, opina que "en otros momentos de esta relación, su autor hará constar en tono quejumbroso la realidad precaria en que vivía la colonia durante los últimos años de este siglo".
A pesar de su proximidad temporal a los eventos de la conquista y colonización de la Isla, Woll señala que la sección sobre la historia de Puerto Rico en el informe contenía numerosos errores, particularmente en las fechas. Quizás por esto la considera más reveladora como fuente histórica que como obra de historia. Gutiérrez del Arroyo reconoce en la Memoria de Melgarejo, que califica como "relación", el valor de "ser representativo de la solución a uno de los problemas de mayor complejidad que el descubrimiento del Nuevo Mundo planteó a España: el del conocimiento amplio, si posible exhaustivo, de América como requisito previo a la estructuración de una sabia política administrativa".
La tarea fue encomendada por el gobernador Juan de Melgarejo a dos importantes vecinos de San Juan: Juan Troche Ponce de León y el bachiller Antonio de Santa Clara. Como dato que no se conoce comúnmente, hubo dos aspectos del informe que trabajaron el gobernador y el obispo Diego de Salamanca, como jefes de lo civil y militar, y de la Iglesia, respectivamente. Mario Cancel enfatiza en el papel de Juan Ponce de León, como descendiente del conquistador, "en llamar la atención del Rey sobre las posibilidades de la colonia". Sin embargo, ésta no era una meta personal de nadie; era el objetivo oficial del cuestionario de 50 preguntas que se solicitó a Puerto Rico y a las demás colonias.
Durante la segunda mitad del siglo XVI surgen otras obras cuyo propósito era resaltar el valor de los hombres que hicieron posible la vida en el Nuevo Mundo. Respondiendo a un género híbrido entre el poema épico y la crónica, encontramos la Elegía de varones ilustres de Indias (c. 1577-1578), del sevillano Juan de Castellanos (1522-1606). Esta obra es catalogada por Manrique Cabrera como literatura épica, cuya meta era "perpetuar en poemas de proporciones la gran gesta…", aunque considera que Castellanos era imitador de Alonso de Ercilla, autor de La Araucana. La "Sexta Elegía" está dedicada a la muerte de Juan Ponce de León. Para el crítico literario, una de las aportaciones de Elegía estriba en su conservación para la posteridad de los nombres toponímicos de la Isla.
Se considera ésta la única de las obras hasta ahora referenciadas que fue escrita en nuestra Isla. Manrique Cabrera estima que Castellanos estuvo en Puerto Rico antes que en otro lugar de las Indias, en o antes de 1528. Estructurada en cuatro partes, sólo la primera vio la luz en vida de su autor, quien, al igual que otros cronistas, abrazó la vida religiosa. En su análisis de esta obra, Cecilia Hernández de Mendoza propone que su género combina la crónica con el poema épico, y la defiende como obra histórica: "No literatura, realidades. No imaginaciones, cosas vividas. No selección de palabras, hechos".
Además de la obra de Castellanos – aunque fuera del canon de historiografía puertorriqueña – en la Cuenca del Caribe surgió Apología y discursos de las conquistas occidentales, de Bernardo de Vargas Machuca (1555-1622), publicadas en 1879. La función de esta obra era rebatir los planteamientos de fray Bartolomé de las Casas, y presentar la obra de la Conquista desde su aspecto constructivo. En este sentido, Vargas Machuca perseguía la misma meta que su contemporáneo, Juan de Castellanos. Aunque años después de la muerte de fray Bartolomé, esta obra pretendía redimir a los conquistadores de la mala fama que habían cobrado en consecuencia de los esfuerzos del fraile. La intención del libro quedó confirmada en una carta que el licenciado Francisco Manso de Contreras escribió a su autor en 1609:
Aseguro a vuestra merced que ha de ser bien recibido este libro particularmente de su Majestad y de aquellos señores de su Consejo, porque conviene al buen gobierno de estos Reinos tener cierta y verdadera relación de la forma en las pacificaciones de ellos y necesidad de castigo en los indios que con poca o ninguna causa se rebelan, y del descargo contra las ordinarias calumnias que a los conquistadores injustamente les imponen…
Aunque no trata de Puerto Rico, incluye un capítulo titulado "Discurso y apología primera en favor de la particular conquista de la isla Española", en el que habla de las costumbres de los indígenas de esa isla. ¿Por qué mencionamos esta obra en el análisis de la historiografía puertorriqueña? Entendemos que su inclusión quedaría validada con la misma justificación que se utiliza con la Relación de las antigüedades de los indios de fray Ramon Pané: sus comentarios etnográficos sobre los indígenas de La Española – aunque denigrantes en este caso – aplicarían a los de Puerto Rico.
La historiografía nos juega una pesada broma, porque de estos documentos, escritos más de 40 años antes de que la ocupación holandesa cambiara la vida en la Isla ("no se atreven a salir a pescar en un barco porque los coge el holandés", diría el obispo López de Haro), nos catapulta a tres obras escritas sobre 20 años después de ese evento. Queda un vacío de 65 años que nos hubieran permitido un atisbo a la perspectiva isleña sobre la decadencia española y el fin de su hegemonía política y militar en el Caribe, con los ataques de Drake, Cumberland y Enrico.
A nivel económico, se prohibió el cultivo del tabaco, y el establecimiento de extranjeros en las islas del Caribe oriental habrían incentivado el comercio ilegal. Mueren Felipe II y la reina de Inglaterra, cuyas rivalidades afectaron la vida en las Indias. En la vecina isla de La Española se realizaron además las nefastas despoblaciones de la banda norte, que causó una enorme pérdida de riqueza; sin duda, este evento habría tenido repercusiones en nuestra isla.
En la década de 1640, se producen de golpe dos "memorias" por parte de religiosos: la del obispo fray Damián López de Haro (1644), y la del canónigo Diego de Torres Vargas (1647); unas décadas después aparecerá la conocida como Memoria Anónima (1679). Lo que tienen en común estas obras, en la opinión de Gordon Lewis, es que como "memorias" o "relaciones", son muy ilustrativas y a la vez pragmáticas en su estilo. Lewis coincide con Mario Cancel en caracterizar las obras del siglo XVII, junto a la Memoria de Melgarejo, como expresiones del espíritu del criollismo. Gutiérrez del Arroyo coincidiría con Lewis y Cancel, pues considera la Descripción de Torres Vargas como "la primera manifestación de que tengamos noticias de regionalismo, de criollismo o puertorriqueñismo". Voluntariamente o no, esta historiadora excluye del canon la Descripción de López de Haro, mencionándola en función de la de Torres Vargas.
Tradicionalmente se han contrastado las obras de los dos religiosos, llegándose a decir que la Descripción de uno eran contestatarias a las de otro. La propia Gutiérrez del Arroyo favorece a Torres de Vargas sobre López de Haro, afirmando que su obra "es precisamente el reverso de la impresión que sobre nuestra Isla y para esa misma época nos deja el Obispo López de Haro, quien en un rapto de decepción y resentimiento nos da una visión pesimista de nuestra Isla, al extremo de exclamar que 'lo mejor que tiene esta ciudad son las brisas y el aire'". Manrique Cabrera se suma a las voces que atacan a este autor, particularmente por el poema escrito a una dama de Santo Domingo, y declara "con este soneto, a juicio nuestro, se inicia una corriente detrimental, de tipo satírico, la más de las veces destacando equívocamente el nombre actual del país –Puerto Rico– frente a su ya crónica pobreza".
Pío Medrano se ha convertido en un rectificador histórico y defensor de la figura del Obispo. Ha asumido la difícil tarea de reevaluar y desmitificar a López de Haro, partiendo de una contextualización de su carta y de un cotejo de las fuentes originales. Atribuye el error evaluativo de la carta del prelado al anacronismo histórico. Señala:
al acercarnos a la figura de López de Haro, no podemos hacerlo sirviéndonos de categorías mentales de hoy … sino teniendo en cuenta las coordinadas espacio-temporales en las que vivió el fraile en los últimos años del siglo XVI y la primera mitad del XVII, muy distintas a las de finales del siglo XX.
Por su parte, Roberto Fernández Valledor llega a calificar la evaluación prevaleciente a López de Haro como "censura despiadada". Cabe señalar que el propio Alejandro Tapia y Rivera citará algunos versos del poema de López de Haro, coincidiendo con su valoración del calor que hacía en la ciudad. En su referencia no hay crítica alguna al escrito del Obispo.
Estamos totalmente de acuerdo con ambos. Libre de todo prejuicio, la Descripción de López de Haro tiene muchísimas semejanzas a la Memoria de Melgarejo. En ambas se incluyen detalles estadísticos sobre la isla a la que acababa de llegar. Más aún, sus argumentos sobre la escasez de población y alimentos coincide con las numerosas cartas que los gobernadores escribían al monarca solicitando ayuda y atención a esta situación. A diferencia de la Memoria, la Descripción del Obispo es más subjetiva, pues no responde a un cuestionario: va acompañada de su juicio y de sus vivencias. Como un punto final a favor del Obispo, citamos una línea de su Descripción: "Mas dejando aparte esto que toca al Gobierno, la familia lo pasa alegremente, porque lo que falta del sustento, se suple en abundancia con otros de este país…".
Quisiéramos añadir que una lectura liviana del texto de esta carta revela, si acaso, un grado de ironía. Sin embargo, no nos parece que esté dirigido a los habitantes de la Isla, cuyas limitaciones el obispo comparte al momento de escribir. Más bien, parecen dirigidas a la Corte, pues la realidad que enfrentó distaba abismalmente del cuadro paradisíaco, como él mismo expresa, que le fuera pintado. Las siguientes líneas recogen este sentimiento:
También me dijeron en esa corte preguntando si había médico y botica, que no se trataba de eso porque todos estaban sanos y morían de viejos, con que yo juzgué que venía al Paraíso, pero el mes pasado enterramos más de 50, y ha habido muchos enfermos, y estoy persuadido a que no se han muerto tanto de mal curados como de mal comidos, porque el sustento de los miserables es la vaca y el carey, esto ha faltado muchos días y nos tenemos que ha de faltar en los que vienen.

En contraposición con López de Haro, la historiografía puertorriqueña ha convertido al canónigo Diego de Torres y Vargas en el niño símbolo de un sentido de orgullo patrio, por no llamarlo puertorriqueñidad, en el siglo XVII. Manrique Cabrera inicia su repaso de esta obra refiriéndose a ella como "el reverso de esta moneda" [a la obra de López de Haro]. Adolfo de Hostos califica la Descripción de la isla y ciudad de Puerto Rico, y de su vecindad y poblaciones, presidio, gobernadores, obispos, frutos y minerales, la "piedra miliar de la historiografía boriqueña". Fuera de sentimentalismos, Woll identifica como una de las fortalezas de esta obra el hecho que fue la primera vez que se utilizaron métodos críticos en el estudio de la historia puertorriqueña. Este historiógrafo apoya su argumento en los planteamientos de Torres Vargas cuando señalaba incongruencias en los datos aceptados como hechos históricos, y presentaba posibles teorías, dirigiendo al lector a las fuentes relevantes.
Cancel nos recuerda que Torres y Vargas escribió para el historiador español, Gil González Dávila. Con una meta similar a la Memoria de Melgarejo, la Descripción del canónigo sería incluida en una recopilación de datos sobre las Indias, el Teatro eclesiástico de las primitivas iglesias de las Indias Occidentales, publicado en 1649. Es por esto que Cancel clasifica la obra como historia eclesiástica: "Torres Vargas desemboca en la práctica de sugerir la praxis de la Fe como componente determinante de la Identidad".
Sin restar mérito a la obra de Torres Vargas, Medrano aclara que la carta del canónigo no era de modo alguno contestataria a la del Obispo. Aunque el contenido varíe, se tocan fundamentalmente los mismos temas en ambas. La Descripción de Torres y Vargas es igualmente subjetiva. En ella encontramos una mirada idealizadora al paisaje y a la gente, con la utilización de "términos hiperbólicos" que contrastaría con el método analítico que le otorga Woll. Por esta característica, Gutiérrez del Arroyo la califica como muestra de la modalidad barroca dentro del género de "Relación". Reproducimos unas líneas a continuación:
Las mujeres son las más hermosas de todas las Indias: honestas, virtuosas, y muy trabajadoras, y de tan lindo juicio, que los gobernadores don Enrique y don Iñigo decían que todos los hombres prudentes se habían de venir a casar a Puerto Rico, y era su ordinario decir: para casarse, en Puerto Rico.
Las obras de mediados del siglo XVII se completan con una Memoria Anónima. Esta obra es un alzar de voz de uno o más ciudadanos contra dos gobernadores. Para Gutiérrez del Arroyo, que la cataloga como "relación", la característica definitoria que justifica su inclusión en el canon es su tono y contenido de protesta. La obra contiene los elementos antes mencionados: fondo histórico, marco geográfico, y noticias sobre los núcleos urbanos. Sin embargo, Woll la considera fuente histórica y no obra historiográfica. Haciendo referencia a una aseveración de Gutiérrez del Arroyo, Woll reafirma su clasificación con el argumento de que no aporta al conocimiento del desarrollo del pensamiento histórico en la Isla.
El cambio de dinastías en España a principios del XVIII, de la casa de Habsburgo a la de Borbón, representó para la Isla un renovado interés metropolitano en su desarrollo. En ese siglo se comenzaron a ejecutar las llamadas Reformas Borbónicas que generaron nuevos ímpetus económicos, una apertura comercial, y a la misma vez, mayor atención a las barreras que impedían la explotación de las oportunidades de la colonia. Sin embargo, a nivel historiográfico, Fernando Picó destaca que entre 1647 y 1765 no hubo esfuerzo de registrar la historia de la Isla de algún significado.
La actividad no se limitó a la economía. Con la primera obra, publicada en 1765, Gutiérrez del Arroyo refiere que la expresión historiográfica "del Dieciocho es mucho más rica y de mayor importancia que la del Diecisiete". Contamos con por lo menos cuatro Memorias: la del Mariscal de Campo, Alejandro O´Reilly, titulada Relación circunstanciada del actual estado de la población, frutos y proporciones para fomento que tiene la Isla de San Juan de Puerto Rico (1765); las Noticias particulares de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, de Fernando Miyares González (1775); la Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, de fray Íñigo Abbad y Lasierra (1788); y la Relación del viaje a la Isla de Puerto Rico, del naturalista francés Pierre Ledrú (1797).
Gutiérrez del Arroyo asocia estas memorias con el nuevo foco de la política imperial hacia América. Afirma que con excepción de la de Miyares, estas obras reflejan el clima ideológico del siglo XVIII en el que se desplaza la doctrina mercantilista por el liberalismo económico; el Despotismo ilustrado reemplazaba al absolutismo monárquico. Sobre ellos, señala que tenían como motor "…el programa de reformas que, apoyado en las nuevas corrientes filosóficas, científicas, económicas, etc., tratan de concretar los regímenes ilustrados".
El monge benedictino catalán, fray Íñigo Abbad y Lasierra, escribió su Historia por encargo del Conde de Floridablanca. Para ello, aprovechó sus viajes por los pueblos de la Isla en los que acompañó al obispo fray Manuel Jiménez Pérez, de quien era secretario y confesor. Gutiérrez del Arroyo destaca la Historia de Abbad como la que más prestigio ha alcanzado. Entre las razones para ello, considera que es ésta nuestra primera historia formal: "Ha habido una elaboración de acuerdo con ciertas normas metódicas, con ciertos criterios de interpretación comprensiva, a la vez que un esfuerzo cuidadoso por la forma".
En su análisis de la obra de Abbad y Lasierra, esta historiadora señala:
La historiografía del XVIII es ante todo de tipo filosófico: responde a un nuevo humanismo. Su sujeto es el hombre como ser dotado de razón. Apoyándose precisamente en este hecho, el criterio universalista e igualitario del pensamiento dieciochesco presenta el postulado de la radical unidad del ser humano. Interesa, pues, conocer al hombre en su íntima esencia: buscar aquellas actitudes constantes y universales que confirmen dicho postulado. Determinar, asimismo, cuáles son sus relaciones con la naturaleza y la Divinidad.
Sobre el esfuerzo de conservación de obras históricas que acometió el Departamento de Historia de la Universidad de Puerto Rico, que incluyó nuevas ediciones para las obras de Ledrú, Tapia, Flinter, Miyares y Córdova, Sebastián González García destaca "…sobre todos, la Historia de Abbad…".
Sin embargo, Abbad ha sido fuertemente criticado por su opinión de los habitantes de la Isla. Entendemos que el problema de anacronismo histórico que se acusó en la evaluación de la Descripción de López de Haro aplica a este caso: el fraile reflejaba la visión ilustrada del determinismo geográfico, propuesto por Montesquieu en su Espíritu de las Leyes. Gutiérrez del Arroyo reconoce, como fortaleza, el hecho que este autor menciona "nuestras virtudes nacionales: la hospitalidad, el desinterés, la generosidad".
En su somero resumen de estas cuatro obras, a las que califica como producto de una actividad extraordinaria, Fernando Pico señala las fortalezas y debilidades de cada una. En su opinión, la Memoria de O´Reilly es "extremadamente significativa en su conceptualización del rol de la Isla y sus habitantes en relación al imperio español". Abbad, afirma por otra parte, adquirió personalmente conocimiento de la isla al ser secretario del obispo. Esto se refleja en su descripción de cada pueblo, enfatizando en su potencial; su historia tenía una dimensión política. A pesar de sus descripciones geográficas, la gran debilidad que Picó le señala a Ledrú es que copió palabra por palabra el documento de Abbad para el trasfondo histórico que incluyó en su obra. Finalmente, Miyares ofrece interesantes informes de ordenazas militares y el régimen político.
Por su parte, Woll le reconoce a la obra de Miyares el que su autor tenía "una apreciación de la importancia del pasado puertorriqueño". Sobre Abbad, a quien Manrique Cabrera llama "el sabio benedictino", Woll denuncia que a pesar de ser una figura ilustrada, y de haber tenido acceso de primera mano a los lugares sobre los que escribiría, "seguiría a los historiadores de la Ilustración si sus ideas parecían plausibles o, los criticaría amargamente si sus opiniones le parecían erróneas".
Entre fines del XVIII y la tercera década del XIX, cuando se publica nuestra última obra, el Hemisferio Occidental experimentó importantes y profundos cambios. Ésta fue la era de las llamadas revoluciones atlánticas, iniciadas por las trece colonias británicas en Norte América, seguidas en el continente europeo, de vuelta a las Américas por el Santo Domingo francés, y ya indetenibles en el XIX en la América hispana. Este periodo también registró la pérdida de nuestra colonia vecina, La Española, primero donada a Francia y luego ocupada por Haití. Estos cambios llevaron al gobierno español a apretar el puño sobre Filipinas, Cuba y Puerto Rico, en un intento por aferrarse a lo que les quedaba de su imperio.
La última obra incluida en este ensayo es Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico, del gaditano Pedro Tomás de Córdova, publicada en seis volúmenes entre 1831 y 1833. La intención de su autor era informar al gobierno para que pudiera regir para el beneficio de sus ciudadanos. Woll señala que aunque la historia no tiene el primer lugar en el título, era de prima importancia por razones filosóficas y políticas. En el primer volumen llegó a reproducir la Historia geográfica… de Abbad, porque consideraba que había pocas copias de ella.
Manuel Úbeda y Delgado, un militar puertorriqueño que escribió su propio estudio sobre la Isla en 1878, le restaría valor al trabajo de Córdova al considerarlo un documento oficial. Sobre ellas afirma
…escritas dichas Memorias por un Jefe de Administración civil en ejercicio, tomando por base principal los datos suministrados a petición suya por los Tenientes a Guerra… era natural que resultaran algún tanto desordenadas e imperfectas, y fácil es de comprender hasta qué punto deben admitirse con reserva sus noticias y apreciaciones respecto de la parte administrativa y económica, y aun de la correspondiente a la estadística general.
Úbeda y Delgado pudo tener razón. Josefina Rivera de Álvarez destaca que las Memorias fueron publicadas en cumplimiento de los menesteres de su cargo. Woll coincide y añade que las Memorias de Córdova se convirtieron en un panegírico al gobernador Miguel de la Torre, a quien posicionó como un gobernante ideal.
Aunque excediendo el corte temporal del siglo XVIII, esta obra presenta semejanzas y diferencias con las Memorias y Descripciones de los autores ilustrados. Entre las semejanzas, podemos identificar que O´Reilly realizó su Memoria como encomienda oficial, y la de Puerto Rico era parte de un proyecto mayor que buscaba desarrollar el potencial económico de la Isla. También incluyó y repitió datos históricos y estadísticos publicados por memorialistas anteriores.
Sin embargo, hay una sutil diferencia, aunque fundamental. Los autores del siglo anterior pertenecían a la generación de pensadores ilustrados que promovían la libertad comercial, y el laisez faire. Córdova, por el contrario, llegó a Puerto Rico huyendo de las revoluciones hispanoamericanas. Trabajó para uno de los gobernadores más opresores que ha tenido la isla. Así, en su obra repercute la voz de la oficialidad. Ángel López Cantos sostiene que Córdova "se convierte en un entusiasta apologista del absolutismo y también de la situación de Puerto Rico en su unión a España frente a los acontecimientos acaecidos en Tierra Firme, llenos de miseria, desorden y terror". Gutiérrez del Arroyo lo asocia con "las reacciones más violentas del absolutismo".
La historiografía puertorriqueña catalogada como "periodo precientífico" refleja el impacto del desarrollo, del pensamiento y de las corrientes políticas de la metrópoli española en nuestra Isla a lo largo de tres siglos. Las primeras crónicas pretendían ilustrar las maravillas naturales ante los ojos de un monarca que nunca visitó sus nuevas posesiones. Quizás así se financiarían nuevas expediciones, que representaban nuevas oportunidades de enriquecimiento para los castellanos. Las cartas de los religiosos del siglo XVII, más que enfrentarse, representan dos vertientes de la actitud hacia la vida en la Isla, aparentemente abandonada a su suerte tras la pérdida de la hegemonía española del Caribe.
Los autores ilustrados también intentaron traer la atención hacia las grandes oportunidades comerciales que representaba la isla. Finalmente, Pedro Tomás de Córdova reflejó en su visión la política de puño de hierro del gobierno insular, aportando datos para el "buen gobierno" de sus superiores. Tras el fin de este periodo precientífico de la historiografía, se publicó en San Juan la Biblioteca Histórica de Puerto Rico. Ésta comenzó un nuevo periodo, que reflejaba las ansias de reformas y las preocupaciones de la élite intelectual isleña frente a las políticas de dominación del gobierno español en lo que les restaba de su imperio. Sus publicaciones llevaron a dar un rumbo propio a la historiografía puertorriqueña.


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