\'\'La estancia rioplatense a fines del siglo XVIII: los ‘‘hacendados’’ de Cañada de la Cruz (1789)\'\', en II Jornadas de Investigación \'\'Rogelio C. Paredes\'\', Universidad de Morón, 14 de noviembre de 2014.

June 30, 2017 | Autor: M. Pelozatto Reilly | Categoría: Historia colonial, Historia Economica, Historia Local
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Descripción

Jornadas de Investigación ‘‘Rogelio C. Paredes’’ 14 y 15 de noviembre de 2014. La estancia rioplatense a fines del siglo XVIII: los ‘‘hacendados’’ de Cañada de la Cruz (1789). Mauro Luis Pelozatto Reilly

Introducción Sin dudas, la estancia colonial rioplatense ha integrado uno de los temas más trabajados y debatidos de la historiografía colonial de nuestro país y gran parte de Hispanoamérica. Dentro de la misma, se pueden desmenuzar diversos subtemas vinculados a la explotación de la tierra el ganado, la extensión de las unidades productivas, sus características y estructuras internas, su relación con el mercado local, regional y exterior, sus orígenes, los rasgos distintivos de las poblaciones que en entorno a ella giraban, etc. La idea central de este trabajo es continuar con esta discusión, acaso algo bastante descuidada en los últimos años, ya que los especialistas en el período han profundizado últimamente sobre otras temáticas como la guerra, las relaciones en la frontera, los conflictos y alianzas con los grupos indígenas, las estructuras del mercado, entre otras cuestiones. Ahora, si bien se buscará estudiar las características de la estancia rioplatense y algunas de las problemáticas vinculadas, se intentará hacerlo desde una perspectiva local, es decir, centrada en el estudio de una población específica durante un período de tiempo específico: se analizará a los ‘‘hacendados’’ de Cañada de la Cruz (Gobernación-Intendencia de Buenos 1

Aires) en el año 1789. La fuente seleccionada para dicho análisis es el padrón de ‘‘hacendados’’ del partido de Cañada de la Cruz de ese mismo año. Vale la pena aclarar que se trata de una fuente editada, encontrada en el apéndice documental de una compilación de diversas investigaciones llamada Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial (1996), dirigida por Eduardo Azcuy Ameghino. Con respecto a los objetivos, se buscará indagar acerca de las características de los establecimientos productivos, teniendo en cuenta diferentes condicionantes como la extensión territorial, la cantidad de ganado, los tipos de animales que se criaban, los diferentes sectores sociales que intervenían en la producción y se tratará de establecer una relación entre los mismos y la propiedad-usufructo de los recursos fundamentales: tierra, ganados y mano de obra. Además, se buscará profundizar sobre las características de los actores sociales y de las variantes económicas ofrecidas por la ganadería. En cuanto a la metodología de trabajo, se realizará un estudio de carácter cualitativo sobre la fuente elegida, para apreciar las caracterizaciones de la población, las tierras y el ganado hechas por el Alcalde de la Santa Hermandad de Cañada de la Cruz en ese entonces, Don Francisco Casco. Por otra parte, se encarará un análisis cuantitativo, con el fin de discutir estos temas desde las estadísticas.

La estancia colonial rioplatense: diferentes discusiones sobre el tema Ya se ha dicho anteriormente que la estancia ha sido un tema de intensos debates y grandes investigaciones dentro de la historiografía argentina y latinoamericana. Sin embargo, creo que es importante analizar las diferentes cuestiones que salen de este gran tema, pero desde una mirada más reducida e intensiva, como lo es haciendo un estudio de caso. Me parecería un valioso aporte contrastar los puntos de vista de los diferentes historiadores que han trabajado el tema mediante diversas fuentes y con el caso de los empadronados de Cañada de la Cruz, ya que dicho partido no estaba al margen de las características económicas y sociales del Antiguo Régimen que tanto condicionaron el desarrollo de la región pampeana y rioplatense durante la Época Colonial. Por otra parte, durante la segunda mitad del siglo XVIII, como se verá con más detalle, se produjeron 2

importantes transformaciones en la economía rural (y más específicamente sobre la ganadería), y las poblaciones del campo no escaparon a dichos cambios. A continuación se tratará de poner en discusión algunos temas relacionados a la estancia rioplatense y los cambios socio-económicos que tuvieron lugar en dicha región hacia finales del S. XVIII.

¿Estancieros o hacendados? En el estudio de estos temas de Historia social y económica correspondientes al período de la Colonia, suelen aparecer términos empleados en textos y documentos que dar lugar a confusiones y errores. Vale la pena aclarar, y mucho, que cuando uno se refiere a ‘‘hacendados’’, al menos en el caso que se estudia aquí, no se está hablando de grandes terratenientes o estancieros propietarios de considerables extensiones de tierras productivas y un cuantioso número de cabezas de ganado. Más bien se habla, en el caso de este padrón, de todos aquellos que tenían ‘‘hacienda’’, es decir ganados, en menor o en mayor medida. Pese a que el empadronador, el Alcalde de la Hermandad don Francisco Casco, aclare antes de exponer los datos obtenidos que se tomó ‘‘por apunte a todos los del partido’’ de su jurisdicción, queda más que claro que no se incluyó a todos los habitantes de esos pagos, ya que, como veremos, el número de esclavos, indios y otras castas es casi inexistente, lo cual es muy poco confiable. Claramente, se trata de un padrón de ‘‘hacendados’’ y no de ‘‘estancieros’’, puesto que sobre un total de 192 empadronados, 142 tenían tierras 1, mientras que los restantes 50 solamente tenían ganados o directamente ‘‘no tenían nada’’2. Eso quiere decir que no se consideraba solo a los que tenían tierras como ‘‘hacendados’’. Con respecto a los ‘‘estancieros’’, hay que aclarar que se hace referencia cuando se los menciona, más que nada, a los propietarios de estancias, es decir, unidades productivas rurales, quedando al

1 AZCUY AMEGHINO, E. (Director) (1996). Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial. (Apéndice documental). Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, pp. 229-258. 2 Con esa terminología se los define en la fuente.

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margen los que únicamente tenían ganado o los que no tenían otra cosa que su fuerza de trabajo. Justamente, el carácter de estos ‘‘estancieros’’, ha sido motivo de innumerables investigaciones, las cuales devinieron en diferentes puntos de vista y definiciones. Por ejemplo, Carlos Mayo, aunque no los diferencia claramente de los hacendados, discute la visión que los tiene como ‘‘adinerados y poderosos miembros de la elite’’, así como la de ‘‘una estructura colonial agraria dominada por latifundios y una clase adinerada de estancieros compuesta por burócratas, comerciantes y militares’’3. Durante la discusión, el autor trae la palabra de Prudencio Mendoza, quien a comienzos del siglo XX elaboraba una visión tradicional cuya escala social establecía ‘‘en la cima los ricos estancieros, y los pobres, los gauchos y los indios en la base’’4. Por su parte, Tulio Halperín Donghi sostiene que a finales del siglo XVIII el status del hacendado no era tan importante como sería en los primeros años del siglo XIX, mientras que la ‘‘era de oro’’ de los hacendados vino sólo después de 1820 con la expansión de la frontera del ganado5. Seguiremos esta última línea, sosteniendo que las condiciones de vida de los estancieros y hacendados no eran adinerados y poderosos miembros de elite, y que además la campaña de Buenos Aires no estaba dominada por estos grupos y por las grandes propiedades, sino que más bien predominaban los pequeños y medianos campesinos. En diferencia con esto, Eduardo Azcuy Ameghino defiende la idea de que en la investigación histórica se ‘‘ha impugnado severamente la noción de cierto poder terrateniente, reemplazándola por una visión que tiende fuertemente a la eliminación de los grandes propietarios como sujeto social diferenciado, portador de una papel distintivo, cualquiera sea la poca importancia que 3 MAYO, C. (2004). Estancia y sociedad en la pampa (1740-1820). Buenos Aires, Editorial Biblos, p. 53. 4 MENDOZA, P. (1928). Historia de la ganadería argentina. Buenos Aires, pp. 95-98. Citado en MAYO, C. (2004). Op. Cit. Ibídem. 5 HALPERÍN DONGHI, T. (1969). ‘‘La expansión ganadera en la campaña de Buenos Aires’’ en DI TELLA, T. y HELPERÍN DONGHI, T. (Editores). Los fragmentos del poder: de la oligarquía a la poliarquía argentina. Buenos Aires, pp. 41-45. Citado en MAYO, C. (2004). Op. Cit., p. 54.

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se le asigne’’6. Por otro lado, distingue el término ‘‘hacendado’’ de los terratenientes, aclarando con bajo la primera denominación se menciona no necesariamente a terratenientes o al sector de campesinos ‘‘acomodados’’, sino más bien a los propietarios de ganado o ‘‘vecinos criadores’’7. En esta última conceptualización coincido con este autor. Con respecto al tamaño de las propiedades territoriales, Raúl Fradkin sostiene que en Buenos Aires, en las tierras más alejadas de la ciudad, había una mayor presencia de propiedades grandes, pero la forma de organización predominante de la producción eran las unidades basadas en el trabajo familiar 8. José Luis Moreno, quien analizó los padrones de Buenos Aires del año 1744, llegó a la conclusión de que existía una proliferación de medianas y pequeñas explotaciones, más que grandes estancias, como las que aparecerían en el siguiente siglo9. Luego de analizar varios inventarios para el período 1750-1815, Juan Carlos Garavaglia llegó a confirmar la existencia de una amplia capa de productores rurales pequeños y medianos, argumentando que ‘‘el dominio de un sector de estancieros poderosos que controlarían el mercado y fijarían el precio a su antojo, es inverificable a través de estas fuentes’’10. Pues bien, entonces veamos qué nos dicen las fuentes al respecto para el caso de las propiedades rurales en Cañada de la Cruz hacia 1789. Por un lado, hay que resaltar que sobre un total de 192 empadronados como ‘‘hacendados’’, 142 tenían propiedades territoriales, lo cual equivale a un 74%. Esto quiere decir que, al menos para este caso 6 AZCUY AMEGHINO, E. (1996). ‘‘Hacendados, poder y Estado virreinal’’. En AZCUY AMEGHINO, E. (Director). Poder terrateniente, relaciones de producción y orden colonial. Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, p. 15. 7 Op. Cit., p. 21. 8 FRADKIN, R. (2000). ‘‘El mundo rural colonial’’. En TANDETER, E. (Director). Nueva Historia Argentina. La sociedad colonial. Tomo II, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, p. 264. 9 MORENO, J.L. (1989). ‘‘Población y sociedad en el Buenos Aires rural a mediados del siglo XVIII’’. En Desarrollo económico, Vol. 29, Nº 114, julio-septiembre de 1989, pp. 277 y 280. 10 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Pastores y labradores de Buenos Aires. Una historia agraria de la campaña bonaerense 1700-1830. Buenos Aires, Ediciones de la flor, p. 241.

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localmente situado, podrían haber ‘‘hacendados’’ que tenían ganados pero sin acceso a la tierra. Por otra parte, se contabilizaron un total de 63.493 varas de frente entre todas las unidades productivas, dando un promedio de 447,13 varas de frente por cada propiedad 11. Al mismo tiempo, es importante tener en presente que no todas las propiedades, si las analizamos por separado, llegaban a tales extensiones de frente 12: sobre un total de 142 propiedades, solamente consta de que 54 de ellas superaban las 500 varas, mientras que el resto (el 62% del total) no llegaban a ese tamaño 13. En pocas palabras, podría decirse que había en todo el partido un número mayor de pequeños y medianos propietarios que de grandes terratenientes.

38% 1 a 500 varas Más de 500 varas 62%

En definitiva, está claro que cuando nos referimos a ‘‘hacendados’’, no estamos hablando de terratenientes (en menor o mayor medida), sino re propietarios de aunque sea una mínima porción de hacienda o ganado. De hecho, en el padrón analizado figuran 11 Padrón de ‘‘hacendados’’ del partido de Cañada de la Cruz, 1789. Op. Cit., pp. 229-258. 12 Las propiedades se medían en varas de frente. 13 Ibídem.

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campesinos que no tenían propiedad sobre la tierra: por ejemplo, Tadeo Sanbrano no tenía tierras pero poseía 30 cabezas de vacas y 10 caballos con sus respectivas marcas 14; Pedro Gómez, agregado español, no tenía más que una vaca y 8 caballos 15; Inocencio Barrios, pardo agregado, no tenía tierras, vacas ni ovejas, pero sí 30 yeguas y 10 caballos 16. Éstos, entre otros casos que similares figuran en el mismo registro, eran considerados ‘‘hacendados’’ como también lo eran los grandes terratenientes dueños de numerosas cantidades de ganado. Ésta conceptualización difiere de la realizada por Garavaglia, quien luego de analizar 281 inventarios de entre mediados del siglo XVIII y comienzos del XIX, concluye que los hacendados casi siempre eran propietarios de la tierra y dueños de considerables rebaños de vacunos, yeguarizos y ovinos17. Además, si se observan las estadísticas anteriormente mencionadas y que fueron volcadas en el gráfico anterior, se puede apreciar una notoria supremacía de las propiedades que van desde 1 a 500 varas de frente (a las cuales se ha clasificado aquí como pequeñas y medianas explotaciones), contra las que excedían las 500 (grandes). Si se sigue la línea expuesta por Garavaglia, quien realizó un modelo de análisis para las estancias del período 1750-1815, denominado ‘‘establecimiento típico’’, tampoco podríamos hablar de muchas estancias propiamente dichas en Cañada de la Cruz, sino más bien de un abundante número de pequeñas y medianas explotaciones. Según este autor, la estancia ‘‘típica’’ contaba con una extensión de 2.500 hectáreas18, mientras que la propiedad más grande registrada en el padrón de 1789 fue la del teniente coronel don Joseph Antonio Otalora, quien tenía 10 leguas de circunferencia, y que además tenían varias porciones en arrendamiento19. En 14 Padrón de hacendados…, p. 229. 15 Op. Cit., p. 239. 16 Op. Cit., p. 242. 17 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Op. Cit., p. 326. 18 Op. Cit., p. 131. 19 Padrón de hacendados…, p. 256.

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resumen, tanto en el modelo elaborado por Garavaglia como en el caso anteriormente citado, nos encontramos muy lejos de lo que se podría denominar como un latifundio, sobre todo los que supo tener esta región a lo largo del siglo siguiente. A continuación se analizarán las características de éstas unidades productivas, haciendo hincapié fundamentalmente en los rasgos de la población y en las prácticas ganaderas que en ellas tenían lugar.

La ganadería Otro de los grandes temas que han surgido en torno a la estancia colonial rioplatense y las demás unidades productivas rurales ha sido, en el marco de una economía fundamentalmente rural, la ganadería y sus diferentes variantes. Se intentará contrastar los datos ofrecidos por la fuente con las conclusiones elaboradas por otros autores que estudiaron el desarrollo de la ganadería y la organización de la producción a finales del siglo XVIII, para finalizar con algunas conclusiones momentáneas al respecto. En primer término, hay que decir que el padrón realizó un conteo de los animales por ‘‘hacendado’’ empadronado, separándolos en las siguientes categorías: vacas (o simplemente ‘‘ganado’’), bueyes, ovejas, caballos y yeguas, con lo que quedaron afuera otros tipos de ganado como el porcino y los mulares. No se sabe si no fueron incluidos porque no estaban presentes en los establecimientos productivos, lo cual es casi improbable, o si fue por otra razón que desconocemos. Lamentablemente, no se pueden sacar estadísticas para analizar sobre otros animales que no sean las vacas, bueyes, caballos, yeguas y ovejas. Se intentará elaborar cifras lo más confiables posibles, aunque sea para llegar a algunas reflexiones sobre la explotación del ganado. Mucho se ha debatido sobre qué tipo de ganadería era la más importante, tanto para el mercado local como el regional y las exportaciones. En este sentido, las respuestas pueden ser varias. Tulio Halperín Donghi destaca los envíos de mulas, lanas y carretas hacia los distritos de la ruta altoperuana, destinados al Norte minero 20, mientras que la ganadería 20 HALPERÍN DONGHI, T. (2010). Historia contemporánea de América Latina. Buenos Aires, Alianza Editorial, p. 41.

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vacuna fue destructiva hasta por lo menos mediados del siglo XVIII 21. Garavaglia sigue esta línea argumentando que ‘‘hasta los acontecimientos alto peruanos afecten duramente el tráfico mular con el Alto Perú y el Perú, es erróneo asimilar la ganadería bonaerense a los vacunos’’22, demostrando la importancia que tenía la cría de mulas, equinos y ovinos dentro de las estancias del período (componían el 43% del total del rubro ganados) 23. En una obra conjunta, el mismo autor junto con Raúl Fradkin, sostienen la misma idea, diciendo que el crecimiento que experimentó el Litoral rioplatense durante la segunda mitad del siglo XVIII estuvieron relacionados a la integración de la economía pecuaria con el Atlántico, mientras que las relaciones con Potosí siguieron ocupando un lugar central en los flujos económicos y financieros de todo el espacio hasta que la continuidad del tráfico mular con el Alto Perú se viera interrumpido por las guerras que se desarrollaron en dicha región desde las primeras décadas del siglo XIX24. Tulio Halperín Donghi, en un análisis que hizo de la estancia betlemita Fontezuela, entre mediados del siglo XVIII y comienzos del XIX, comprobó que tanto la ganadería mular como la vacuna eran importantes, según los registros que pudo tomar 25. Esto se debe a que estos tipos de ganadería se orientaban a diferentes rutas mercantiles. Según este mismo autor, la producción tenía un doble mercado: para los productos del vacuno se orientaba hacia Buenos Aires, mientras que las mulas se vendían dentro de la misma estancia, para luego ir a los mercados del Norte26; Garavaglia también sostiene que las mulas estaban 21 Ibídem. 22 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Op. Cit., p. 142. 23 Ibídem. 24 FRADKIN, R. y GARAVAGLIA, J.C. (2009). La Argentina colonial. El Río de la Plata entre los siglos XVI y XIX. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, p. 87. 25 HALPERÍN DONGHI, T. (1993). ‘‘Una estancia de la campaña de Buenos Aires, Fontezuela, 1753-1809’’. En FRADKIN, R. (Comp.). La Historia agraria del Río de la Plata colonial. Los establecimientos productivos (I). Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, p. 60. 26 Ibídem.

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destinadas al mercado peruano27, mientras que la ganadería vacuna estaba dirigida tanto al mercado local, para el abasto de carne y otros géneros, como para las ferias regionales (comercio de grasa, sebo y animales en pie tanto en Buenos Aires como en el Interior), y la exportación (cueros)28; Para Carlos Mayo, también la ganadería mular y la vacuna eran las más importantes dentro de los establecimientos productivos, luego de que una vez que analizara varios inventarios para el período 1740-1820, llegó a la conclusión de que el vacuno, los caballos y las yeguas eran casi infaltables, siendo criados en el 93,92 % de los establecimientos relevados29; Raúl Fradkin también piensa que en las estancias del siglo XVIII se criaban diferentes tipos de ganado, y que la cría de mulas eran desarrollada tanto por medianos y grandes propietarios como por criadores de poca monta30. Pues bien, ¿qué nos dice la fuente seleccionada al respecto? Sobre un total de 91.622 cabezas de ganado contabilizadas en el Partido de Cañada de la Cruz, 38.355 eran vacas, mientras que los equinos (caballos y yeguas), sumaron 16.654 animales, correspondiendo al 41,9 y 18,2% respectivamente31. Si se tiene en cuenta tanto a las vacas como a los equinos, entre ambas especies corresponden a más del 60% del ganado disponible 32, lo cual no es poco significativo.

27 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Op. Cit., p. 218. 28 Op. Cit., pp. 216-217. 29 MAYO, C. (2004). Op. Cit., p. 40. 30 FRADKIN, R. (2000). Op. Cit., pp. 271-272. 31 Padrón de hacendados…, pp. 229-258. 32 Ibídem.

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40% Vacas y equinos Resto del ganado 60%

Otro detalle relevante en los datos disponibles es la disparidad existente entre la cantidad de yeguas y caballos, cuyos motivos hay que buscarlos en la cría de mulas para el mercado potosino. Para autores como Assadourian y Gustavo Paz, la región pampeana formaba parte del ‘‘espacio peruano’’, cuya característica principal era que ‘‘la demanda de mercancías por parte de Lima y Potosí generaba una especialización regional de la producción de las diferentes subregiones dentro del espacio peruano. La consecuencia fundamental fue la formación de un mercado interno de mercancías provistas por las diferentes regiones y consumidas dentro del espacio peruano, en particular en los dos centros de desarrollo’’33. Volviendo a la fuente, hay que decir sobre este tema que del 100% de equinos, las yeguas comprendían el 75,3 %, mientras que los caballos solamente el 24,7 %. Esto se debe a que las yeguas no solamente eran empleadas para la cría de caballos (los cuales eran utilizados principalmente como animales de carga), sino que eran parte fundamental en el proceso de crianza de los mulares. Ésta era una actividad muy compleja que requería una gran atención: había que lograr que las yeguas madres se mezclaran con los burros ‘‘hechores’’, 33 PAZ, G. (1999). ‘‘A la sombra del Perú: mulas, repartos y negocios en el Norte Argentino a fines de la colonia’’. En Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana ‘’Dr. Emilio Ravignani’’, Tercera Serie, Nº 20, p. 45.

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mediante la estimulación de las hembras por parte de los caballos ‘‘retarjados’’ 34, para que finalmente los primeros terminaran con el proceso de reproducción35.

Caballos; 25%

Yeguas; 75%

En palabras de Assadourian la cría de mulas era una actividad muy compleja, mucho más que el usufructo del vacuno, ya que ‘‘la mula es un animal doméstico que exige ciertas técnicas para su reproducción y una especial dedicación en las diferentes etapas que llegan hasta su venta: seleccionar y separar los conjuntos reproductores, cuidar de la alimentación de las pequeñas crisis, capar los machos, marcar los animales con el hierro, amansados’’36 En el gráfico anterior se puede ver la enorme proporción de yeguarizos que había sobre el número total de equinos37. La misma importancia fue demostrada en una escala mayor por Carlos Mayo, quién registró un 50% de yeguas y un 50% de caballos en 66 34 Caballos que eran operados de tal modo que podían estar en celo pero no fecundar a las yeguas. 35 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Op. Cit., pp. 210-211. 36 ASSADOURIAN, C.S. (1982). El sistema de la economía colonial. Mercado interno, regiones y espacio económico. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, p. 42. 37 Los porcentajes fueron redondeados.

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establecimientos del período 1740-182038. Por otra parte, Tulio Halperín Donghi resalta la importancia de la cría de mulas, registrando dentro de Fontezuela la compra de 910 yeguas y 9 burros ‘‘hechores’’ en 1755, y la venta de 322 mulas en 177139. Con respecto a la ganadería vacuna, hay bastante que desarrollar. Entre otras cosas, habría que decir que tenía diversas variantes productivas. Por un lado, estaban los bueyes destinados a ser animales de transporte, labranza y carga, lo cual fue muy importante no solamente para la agricultura del cereal, sino además para el acercamiento de los productos pecuarios y artesanales hacia el mercado urbano y otros puntos de la región. Por el otro, estaban las vacas, con sus alternativas económicas: bien podían servir como productoras de leche, así como también reproductoras de terneros, fuentes de carne y otros efectos como la grasa, el sebo y los cueros (exportables estos últimos). Así las presentadas las cosas, no resulta para nada extraño encontrar, tanto a escala regional como local un fuerte predominio de los vacunos entre la rama que llamamos aquí bovinos. En Cañada de la Cruz, sobre el total las vacas representaban el 98%, contra un insignificante 2% de bueyes, lo cual demuestra en cierto punto la supremacía de la producción de géneros pecuarios sobre los animales de carga y usados como herramientas agrícolas. A su vez, vale la pena destacar que, en la mayoría de los casos, tampoco se trataba de importantes propietarios de ganado, en el sentido que la mayor parte de los ‘‘hacendados’’ que contaban con este tipo de ganados tenían entre 1-50 vacunos y entre 1-10 bueyes, lo cual nos habla de pequeños y medianos pastores. Los siguientes gráficos ilustran bien este panorama:

38 MAYO, C. (2004). Op. Cit., p. 40. 39 HALPERÍN DONGHI, T. (1993). Op. Cit., p. 60.

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80 70 60 50 Propietarios

40 30 20 10 0

120

100

80

Propietarios

60

40

20

0

En pocas palabras, eran muy pocos los grandes productores ganaderos, apenas un 0,02% si tomamos las vacas y un 0,04% sobre el total de bueyes. Podría sostenerse, entonces, que en este caso local, la importancia numérica de los terratenientes hacendados de mayor envergadura era todavía menor a lo sostenidos por los autores que se oponen a la versión

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‘‘clásica’’ de nuestra campaña. Si uno se traslada a una escala más amplia, podrían tomarse las estadísticas elaboradas por Garavaglia y Mayo entre mediados del siglo XVIII y las primeras décadas del siguiente: el primero, en su establecimiento ‘‘típico’’, sacó un promedio de 790 vacunos y 12 bueyes (99,9% y 0,1% sobre el total de vacunos respectivamente)40; el segundo registró 59 vacunos y 42 bueyes en 66 establecimientos del período 1740-1820, dando una relación del 58% contra el 42% 41. En síntesis, ambas visiones coinciden con la elaborada en este artículo, por lo menos en cuanto a la superioridad de las vacas por sobre los bueyes, aunque porcentualmente nos acerquemos mucho más al trabajo de Garavaglia para el período 1751-1815. Asimismo, esta tendencia se repite en el caso de la posesión de caballares y yeguarizos, utilizados para la carga, el transporte y la cría de mulas (como parte del proceso de reproducción, ya fueran caballos retajados o yeguas reproductoras). Puede apreciarse que también predominaban las personas que poseían un número no demasiado grande de cabezas, como se ve a continuación: 120

100

80

Propietarios

60

40

20

0

40 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Op. Cit., p. 131. 41 MAYO, C. (2004). Op. Cit., p. 40.

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90 80 70 60 50 Propietarios 40 30 20 10 0

Como puede denotarse, los porcentajes de pequeños productores es considerablemente más elevado que el de los grandes ganaderos: una relación de 92,4% contra 0,008% en el caso de las yeguas, y un 44,5% contra el 0,005% entre los poseedores de caballos. En resumen, la situación es casi idéntica al de la propiedad de bóvidos, y guarda directa relación con la concentración de la propiedad de la tierra: eran muy pocos los ‘‘hacendados’’ que realmente eran verdaderos estancieros terratenientes, dando de baja a la visión más tradicional que predominó hasta no hace muchas décadas atrás. Otro punto destacable en el rubro ganado es, con diferencia, la fuerte presencia de ovino dentro de las unidades productivas o en manos pequeños campesinos de Cañada de la Cruz. Entre 192 productores rurales, la presencia de éste tipo de animales representa el 39% del ganado total, siendo superados solamente por los vacunos (42%). Con respecto a su influencia en la producción y el mercado local, podría decirse que eran importante fundamentalmente como fuentes de lana (materia prima utilizada para los textiles artesanales y otras manufacturas que en esa época se realizaban en talleres urbanos y rurales), aunque también servían como proveedores de carne (aunque no tanto como la carne vacuno, pero es estimable que se consumiera entre los porteños). Ahora bien, ésta 16

presencia también fue, en cierta medida, destacada por el trabajo de Garavaglia, cuyo modelo de análisis cuenta con 490 ovejas42, mientras que resulta extraño que Mayo no haya encontrado ningún lanar en los 66 establecimientos de 1740-1820. Lo que sí podemos afirmar ahora, es que, al menos a escala local y regional, los ovinos ocupaban un lugar importante dentro de los establecimientos. Para mirarlo de otra forma y comparar con otro caso, dicha relevancia está presente en el consumo de textiles artesanales, los cuales, por ejemplo, ocuparon un total de 6.536, 7 pesos de los productos adquiridos por la estancia betlemita de Fontezuela entre 1753-180943. Luego de haber arribado a algunas conclusiones respecto al ganado y sus características cualitativas y cuantitativas, es preciso hablar sobre la sociedad rural local.

La sociedad rural Por último, es preciso no dejar afuera la discusión acerca de la población de la campaña y sus características. En principio, hay que empezar diciendo que no era demasiado numerosa en el siglo XVIII, si comparamos con otros períodos posteriores. Según cálculos y estimaciones, en 1744 era de 6.035, 17.000 hacia 1778 y unos 32.168 para 1797, lo cual denota un importante crecimiento durante la segunda mitad de dicha centuria 44. A nivel localizado, tampoco parecería ser muy abundante, ya que se registraron en el padrón de hacendados de Cañada de la Cruz tan solo 192 personas de esa categoría, más una lista de los habitantes de los dominios del Alcalde de la Hermandad45. En lo que mira a la condición socioeconómica de los mismos, parece ser que las necesidades primaban por sobre la vida lujosa. Si se toman los datos de la propiedad de la 42 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Op. Cit., p. 131. 43 HALPERÍN DONGHI, T. (1993). Op. Cit., pp. 51-52. 44 MAYO, C. (2004). Op. Cit., p. 31. 45 Ver Padrón de hacendados…

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tierra y los ganados, volvemos a tener a un número muy superior de pequeños campesinos por sobre los grandes estancieros, clara minoría. Ahora bien, ¿de qué vivían?, ¿de qué se ocupaban? Con respecto a éste último aspecto, el panorama es muy variado: hay capataces, militares, tesoreros, arrendatarios, agregados, etc. Los números son bastante divididos: 18

17

17

16 14

12

12 10 8

6

6 4 2

3

2

2

2

3

2

2

0

Ocupaciones

18

1

1

1

1

1

1

Tte. Cnel.; 1% Alférez ret.; 1% Capataces; 4% Alférez ; 1% Alférez mil.; 1% Arrendadores; 1% Cabos; 8%

Arrendatarios; 23% Viudas; 23% Tesoreros; 1% Maestros de posta; 3% Capitanes ret.; 3% Agregados; 16% Capitanes; 4%

Ttes. Ret.; 3% Sargentos mil.; 3% Ttes. Mil.; 3%

Pero hay datos que resultan significativos al menos: los porcentajes más altos corresponden a las mujeres viudas (la gran mayoría de las que figuran como hacendadas son las que se quedaron sin marido y administraban sus propias unidades productivas) y los arrendatarios, con un 23% cada uno, mientras que los agregados comprenden el 16% del total. Esto tiene relación, sin dudas, con la gran cantidad que había también de pequeños propietarios de ganados, algunos de ellos sin tierras. Es que, justamente, los arrendatarios y agregados eran gente sin propiedad sobre la tierra que trabajaban en tierras pertenecientes a otros a cambio de un canon, aunque solían ser relaciones informales, no escritas, entre el dueño de la tierra y éstos 46. Era, en pocas palabras, algo consuetudinario, en la cual los

46 MAYO, C. (2004). Op. Cit., p. 73.

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campesinos solían ofrecer su fuerza de trabajo a cambio del derecho al usufructo de una pequeña parcela o terreno de entre las propiedades del hacendado más grande47. En cuanto al origen y el sector socio-cultural al cual pertenecían los mismos, el panorama es bastante claro: sobre un total de 192 hacendados, 164 eran categorizados como ‘‘españoles’’48, 11 con origen no especificado, 10 pardos, 3 mestizos, 1 negro, 1 indios, 1 francés y 1 santiagueño. Los porcentajes hablan por sí solos: Población % 85.4

5.3 Pardos

1.6 Mestizos

0.5

0.5

Franceses Santiagueños

0.5

0.5

Negros

Indios

5.7 Españoles No especifica

Sin lugar a mayores cuestionamientos, los ‘‘españoles’’ constituían la gran mayoría de la población, lo cual pone en discusión otro aspecto de la visión tradicional que se tenían hasta bien entrado el siglo XX sobre la sociedad colonial: la de una estratificada en la cual los españoles y criollos eran por lo general los ricos comerciantes y grandes estancieros, y por debajo se encontraban las castas y esclavos, sin variantes ni movilidad social. Es cierto que ésta última era casi inflexible, pero también había mecanismos de ascenso socioeconómico, al menos en el caso de Cañada: por ejemplo, Tadeo Ojeda era pardo pero ocupaba un puesto

47 Op. Cit., p. 74. 48 También podían encajar bajo esa denominación los criollos.

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como capataz en la estancia de doña Isabel Gil Campana 49; Manuel Pacheco, también pardo, vivía una situación distinta teniendo solamente algunos pocos animales y sin propiedad territorial50; Luis Berna, santiagueño de origen, no tenía ni tierras ni nada, solamente se decía que era agregado y perjudicial para el vecindario51; Jerónimo Palacios, español, no tenía tierras y era arrendador, al igual que Urbano Gomes que estaba agregado52. Los casos son más, pero éstos resultan al menos suficientes para notar algo importante: el estrato social al cual uno perteneciera, o la raza bajo la cual fuera encasillado, no era indicio de una mala o buena condición socioeconómica. Según la mirada más tradicional sobre el tema, no podríamos encontrar españoles tan pobres como los divisados aquí, inclusive en menor nivel de vida que un pardo que llegó a ser capataz de una estancia. Pasando ahora a la situación de los estancieros, resulta demasiada acotada la información brindada por esta documentación para poder llegar a conclusiones concretas. Ya se ha mencionado la opinión de importantes autores como Garavaglia, Mayo y Fradkin, entre otros, sobre las grandes estancias. La mayoría coinciden en que la pequeña y mediana propiedad era la regla, lo cual también se ve reflejado en Cañada. El único caso que se podría caracterizar como un terrateniente hacendado es el de don Joseph Antonio Otalora, un teniente coronel que contaba con 10 leguas de circunferencia, 9.000 vacas, 2.000 ovejas, 4.500 yeguas, 600 caballos, 50 bueyes, todos bajo sus rodeos y marcas 53. A su vez, contaba con varios agregados y arrendatarios trabajando en sus tierras. Por razones que se desconocen, no se brindan datos sobre los esclavos ni las herramientas de trabajo. Si se compara, este caso supera la estancia típica formulada por Garavaglia, la cual tenía 2.500 49 Padrón de hacendados…, p. 229. 50 Ibídem, p. 232. 51 Ibídem, p. 236. 52 Ibídem, pp. 240-241. 53 Padrón de hacendados…, p. 256.

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hectáreas, 790 vacunos, 12 bueyes, 300 equinos, 40 mulares y 490 ovinos 54. En conclusión, estamos parados ante un auténtico gran estanciero, con importantes planteles de animales y mano de obra externa a su núcleo familiar trabajando para él dentro de su estancia. Sin embargo, no hay que olvidar que era un caso excluyente, ya que el resto se encontraba en una situación muy diferente a la suya.

Conclusiones Luego de analizar la fuente seleccionada y extraer diferentes datos, se ha arribado a importantes conclusiones que permiten una discusión a escala mínima de problemáticas planteadas en torno a la estancia colonial rioplatense, muchas de las cuales coinciden con la visión ‘‘renovada’’ del asunto:  Existía un número considerablemente bajo de grandes explotaciones, rodeadas por muchas pequeñas y medianas unidades productivas.  El ganado era indispensable para la economía rural.  Dentro de las tierras había distintos tipos de ganados, lo cual hace pensar en diversas alternativas mercantiles para los productos pecuarios.  El ganado vacuno superaba en número de cabezas y en porcentaje al resto, seguido por los ovinos y yeguarizos. Todos representan distintas actividades pecuarias: la producción de cueros, carne, sebo y grasa (bovinos), la cría de mulas para los mercados del Norte (caballos y yeguarizos), y la producción de textiles artesanales (lanares).  Dentro de los bovinos, las vacas eran mucho más importantes que los bueyes de carga, por razones obvias.  Aparentemente la cría de mulas no era despreciable, puesto que había muchas yeguas en las explotaciones, pese a que no se mencionaran los burros. De otra forma no se explica la enorme superioridad numérica de las yeguas en relación a los caballos.

54 GARAVAGLIA, J.C. (1999). Op. Cit., p. 131.

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 Entre la población, había varias ocupaciones, orígenes y castas diferentes, lo cual no se traducía estrictamente con la cantidad de tierras o ganado que un habitante tuviera.  Solamente había un terrateniente en todo el Partido, descubierto no solamente por las inmensas cantidades de animales y extensiones territoriales que tenía, sino también porque bajo su poder tenía varios arrendatarios y agregados trabajando.  Éstos últimos comprendían, si se los considera un mismo grupo, un importante

promedio

dentro

de

la

población

(39%),

encajando

coherentemente con el mayor número de pequeñas explotaciones y poseedores de stocks ganaderos reducidos.

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