La esgrima y el mundo de la espada en la España Moderna

May 30, 2017 | Autor: David Nievas Muñoz | Categoría: Modern History, Medieval History, Swordsmanship, Historical Fencing, History of Fencing, Swords, Fencing, Swords, Fencing
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Descripción

  La esgrima y el mundo de la Espada en la España Moderna   Master universitario oficial “La Monarquía Católica. El Siglo de Oro español y la Europa Barroca”, 2012

DAVID NIEVAS MUÑOZ Tutor: Antonio Jiménez Estrella

 

 

 

A Jaime Girona Durán, historiador, esgrimista y amigo. A Antonio Jiménez Estrella, por su labor como tutor en este trabajo.

Imagen de la portada: Francisco José de Goya y Lucientes, Portrait of Francisco Sabatini, 1775-1779. Oil on canvas. Meadows Museum, SMU, Dallas. Algur H. Meadows Collection, MM.67.03.

Diseño de la portada: Noemí Duvallon-FECIT

 

Esta obra fue escrita como Trabajo Fin de Máster (TFM) en el marco del máster oficial de la Universidad de Granada “La Monarquía Católica. El Siglo de Oro español y la Europa Barroca” en su edición 2011-2012. Fue defendido ante un tribunal compuesto por los doctores don Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz y doña María Magdalena Guerrero Cano, y presidido por el doctor Francisco Sánchez-Montes González el día 18 de septiembre de 2012. Obtuvo en esta defensa la nota máxima (10), y posteriormente la matrícula de honor en las actas oficiales de la convocatoria.

 

 

Índice      ‐ Siglas y abreviaturas más utilizadas ............................................................................................ 9  ‐ Introducción. ............................................................................................................................. 11  ‐ Metodología y fuentes. ............................................................................................................. 18  1‐ Escuelas de esgrima y tratadística. La esgrima como práctica, “sciencia” y arte. .................. 21  1.1‐ El mito del origen español de la esgrima. ........................................................................ 21  1.2‐ Pietro Monte y Heredia: la “destreza vulgar”.................................................................. 33  1.3‐ La escuela de la Verdadera Destreza ............................................................................... 42  1.4‐ Los epígonos de la verdadera destreza en el siglo XVII ................................................... 56  1.5‐ El largo camino hacia la implantación de la esgrima francesa en España ....................... 64  2‐ Maestros de armas ................................................................................................................. 73  2.1‐ El origen del oficio............................................................................................................ 73  2.2‐ El sistema español de maestros de armas ....................................................................... 77  2.3‐ Los entornos de práctica: la sala de armas, la plaza y la palestra.................................... 88  2.4‐ La práctica de la esgrima dentro y fuera de una sala de armas..................................... 104  3‐ Aspectos sociales sobre el uso de la espada......................................................................... 113  3.1‐ El marco legislativo ........................................................................................................ 113  3.2‐ El espectro social de la espada....................................................................................... 119  3.3‐ La cuestión del duelo ..................................................................................................... 125  3.4‐ Lances de cuchilladas y violencia espontánea ............................................................... 136  4‐ Las armas empleadas. Espadas civiles y militares................................................................. 143  ‐ Nota introductoria .............................................................................................................. 143  4.1‐ Espadas civiles y militares de 1470 a 1550 .................................................................... 144  4.2‐ Espadas civiles de 1550 a 1815 ...................................................................................... 157  4.3‐ Espadas militares de 1725 a 1815.................................................................................. 169 

 

‐ Conclusiones. .......................................................................................................................... 174  ‐ Bibliografía. ............................................................................................................................. 181  ‐ Obras modernas (monográficos y artículos)....................................................................... 181  ‐ Impreso y manuscrito ......................................................................................................... 188  ‐ Documentación de archivo ................................................................................................. 190  ‐ Recursos electrónicos y de video ........................................................................................ 190  ‐ Glosario de términos............................................................................................................... 193 

 

­ Siglas y abreviaturas más utilizadas     

• AEEA: Asociación Española de Esgrima Antigua. • AGI: Archivo General de Indias. • AGS: Archivo General de Simancas. • ARMA: Association for Renaissance Martial Arts. • Escorial: Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial. • GNM: Germanisches Nationalmuseum de Nuremberg. • HEMAC: The Historical European Martial Arts Coalition.

9   

10   

­ Introducción.   

La cuestión de la esgrima y el mundo de la espada siempre ha generado gran interés entre los más diversos sectores de la producción intelectual, desde el cine hasta las obras de divulgación. La espada, imbuida de una “mística” que se prolonga desde tiempos medievales hasta nuestros días, ha sido objeto de las más variadas interpretaciones, tanto dentro del análisis científico como fuera de él. Es una temática tan comentada como incomprendida, que arrastra numerosos mitos1 que lastran el conocimiento de lo que realmente hay de histórico y serio en ella. Uno de estos mitos ha sido el del peso de las armas, cuestión sobre la que muchos autores han escrito en una asociación ineludible entre antigüedad de las armas y su peso, especialmente en lo que se refiere a una cierta línea de evolución de tipo positivista que atribuye a las armas y armaduras medievales un peso desproporcionado, que dificultaba su manejo y la posibilidad de “esgrimirlas” siguiendo ciertos principios, frente a tipologías de espada posteriores, y muy especialmente las del siglo XVI en adelante. Nada más lejos de la realidad. Tanto la espada de la Edad Antigua como la de las edades Media y Moderna, fueron diseñadas siguiendo principios de ergonomía y facilidad en el uso. Esto se traducía, por supuesto, en que la cuestión del peso nunca fue un problema. Las espadas fueron el reflejo, en muchos casos, de lo más avanzado de la ciencia metalúrgica de su tiempo. Y como tales, constituyen en sí mismas piezas dignas del más alto interés en cuanto a su estudio arqueológico o arqueometalúrgico. El peso de las armas no ha sido el único mito que ha afectado al estudio de la esgrima y las espadas. Dentro del propio análisis científico de la materia, se consolidaron numerosos mitos durante las primeras obras que estudiaron esta parcela de la Historia, especialmente las producciones decimonónicas y de comienzos del siglo XX de autores anglosajones como Egerton Castle2 o Alfred Hutton3. Estos autores                                                              1

http://bushidojo.blogia.com/2009/021001-mitos-y-falsedades-de-la-esgrima-antigua-las-armas-etc..php, [revisado: 23-08-2012]. Egerton Castle, Schools and Masters of Fencing: From the Middle Ages to the Eighteenth Century, 1923. 2

Alfred Hutton, Old Swordplay – The Systems of Fence in Vogue During the XVIth, XVIIth, and XVIIIth Centuries, with lessons arranged from the works of ancient masters, 1892. 3

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acometieron una primera investigación que en algunos casos pretendía “rescatar” escuelas de esgrima perdidas por el paso de los siglos. No obstante, debemos entender que fruto de la historiografía y la mentalidad de su tiempo, sus obras están impregnadas de un análisis positivista y, en muchos casos, reductor. Se trataba a veces de establecer una genealogía de la esgrima y de ensalzar a los esgrimistas patrios frente a las escuelas extranjeras, a las cuales se denostaría. Y la más denostada, sin duda alguna, fue la escuela surgida en España a finales del siglo XVI, la de la verdadera destreza, que como ya analizaremos, llevaba a la aplicación de la geometría y los principios matemáticos al arte de la esgrima (propuesta por maestros italianos del siglo XVI) a su máxima expresión. Esta escuela fue tildada de oscurantista y poco eficaz, simplemente basándose en la forma en que estaban escritos sus tratados, que carecían en muchos casos de ilustraciones e incluían largas disquisiciones de cientos de folios sobre las materias consideradas anejas a la práctica de la esgrima (como la filosofía o el esquema de temperamentos de la medicina de Galeno). Ya en el siglo XX, aunque continuaría esta tendencia de estudios en torno a la bibliografía de la esgrima o el establecimiento de una genealogía, surgirían nuevos enfoques y áreas de estudio. Sin embargo, éstos poseían un carácter sectorial, y se enfrentaban a la cuestión desde diversos puntos de vista: 1. La historia de la esgrima en sí misma y la evolución de su práctica y tratadística: esta vertiente ha sido bien estudiada desde el siglo XIX, cuando se vivió una suerte de “revival” de la esgrima y de la mística a la que se la asociaba. Trabajos clásicos en este sentido son los ya mentados Old swordplay, de Alfred Hutton o el Schools and Masters of Fencing, de Egerton Castle. En España, destacaron sobretodo las obras de Enrique de Leguina4 y el análisis de José de Gestoso de la documentación en torno a los esgrimistas sevillanos5, ya a comienzos del siglo XX. 2. La cuestión del duelo y la violencia interpersonal: el duelo ha sido un fenómeno que ha suscitado muchos estudios e interpretaciones. Entre los                                                              Enrique de Leguina, Libros de esgrima españoles y portugueses, Madrid, 1891; Bibliografía e historia de la esgrima española, Madrid, 1904 y Glosario de Voces de Armería, Madrid, 1912. 4

José de Gestoso y Pérez, “Esgrimidores sevillanos. Documentos inéditos para su historia”, Revista de archivos, bibliotecas y museos, Madrid, 1911.

5

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académicos que lo han investigado destaca Victor Gordon Kiernan y su libro Historia del duelo6. La violencia interpersonal es una línea de investigación, en lo que se refiere a Historia Moderna, que ha llegado a cristalizar la creación de grupos de trabajo especializados, como es el caso del centro de Investigación del Crimen de Durango (que edita la publicación Clio&Crimen) con historiadores como Tomás Antonio Mantecón Movellán. 3. La legislación de armas y las pragmáticas contra el duelo: esta ha sido unas de las líneas de investigación académica clásicas entre historiadores del derecho, destacando para España los trabajos de Claude Chauchadis, de la Universidad de Tolouse7, y Rafael Martínez del Peral8. 4. Los catálogos de armas blancas y el estudio arqueometalúrgico de las piezas: desde una perspectiva más científica. Los catálogos de armas se suceden desde la propia creación de armerías, museos y colecciones. Se han beneficiado enormemente de un análisis químico y físico más moderno, conforme la ciencia ha ido avanzando en los siglos XX y XXI. 5. Otra vertiente más “mística”, ensalzando las curiosidades de la esgrima y los personajes históricos que la practicaron: como el conocido Blandir la espada, de Richard Cohen9. En tiempos más recientes, finales de los 90 y primera década del siglo XXI, han surgido nuevos estudios que han tratado de aportar ópticas diferentes que se benefician de algunas de estas grandes obras y de un método de análisis más científico. Una de las obras clave es la escrita por Sidney Anglo en 2001 The martial arts of the Renaissance Europe10. En ella se nos señala la importancia de esta área de estudio, la de esgrima y                                                              Victor Gordon Kiernan, El Duelo en la historia de Europa : honor y privilegio de la aristocracia, Madrid, Alianza Editorial, 1992.

6

Claude Chauchadis, La loi du duel. Le code du point d'honneur dans l'Espagne des xvi-xvii siècles. Toulouse, Presses Universitaires du Mirail, 1997.

7

Rafael Martínez del Peral Fortón, Las armas blancas en España e Indias: ordenamiento jurídico, Madrid, Mapfre, 1992. 8

Richard Cohen, Blandir la espada: Historia de los Gladiadores, Mosqueteros, Samuaris, Espadichines y Campeones Olímpicos, Barcelona, Destino, 2003.

9

10

Sidney Anglo, The martial arts of Renaissance Europe, New Haven, Yale University Press, 2001.

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las artes marciales occidentales (que no terminan en ella) y de la importancia que tuvieron dentro de su propia época, y especialmente en la Edad Moderna. Anglo realiza un análisis más o menos exhaustivo de una gran cantidad de obras relativas a la Historia de la esgrima y analiza numerosa documentación de archivo y tratadística manuscrita e impresa de manera rigurosa y con interesantes conclusiones en cada capítulo. Su estudio es amplio, y abarca desde los problemas que plantea la tratadística y la documentación referente a estas artes marciales occidentales (que poseen sus limitaciones a la hora de tratar de explicar algo tan complejo como el movimiento humano y el desarrollo de un combate, siempre imprevisible) hasta el análisis de tratados que no conocían los autores anteriores, y que el académico rescata de archivos, museos y bibliotecas. Paralelamente a este nuevo análisis de la cuestión, continuado por autores como Pascal Brioist en su obra colectiva Croiser le fer11, surgió un nuevo enfoque fruto del desarrollo de una práctica deportiva y marcial: la esgrima antigua. Esta disciplina, generalmente disociada del ámbito de la esgrima deportiva u olímpica, trata de rescatar mediante el análisis comparativo de los tratados de las edades Media y Moderna con las actuales artes marciales y deportes de combate la práctica de la esgrima en tradiciones que ya se han perdido. Esta práctica se ha extendido enormemente y cuenta con grupos en América (especialmente en Estados Unidos12) y Europa, con asociaciones de salas internacionales como la HEMAC13. En España, la Asociación Española de Esgrima Antigua14 fue la primera en abordar esta problemática. Le siguieron otras asociaciones y organizaciones. Fruto de su trabajo, han ido apareciendo manuales de uso15, ediciones

                                                             Pascal Brioist; Hervé Drévillon y Pierre Serna, Croiser le fer. Violence et culture de l’épée dans la France moderne (XVIe-XVIIIe siècle), Seyssel, Champ Vallon, 2002. La obra de Brioist ofrece una excelente simbiosis entre el análisis de la esgrima propiamente dicha y de los aspectos sociales que le son anejos, desde la cuestión del duelo a las razones de la popularización de la espada civil, pasando por análisis de documentación forense de cadáveres en el París del siglo XVIII.

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12

Entre las que destaca ARMA, la asociación pionera en esgrima antigua y que cuenta entre sus asesores con Sidney Anglo: http://www.thearma.org/, [revisado: 23-08-2012].

13

La Historical European Martial Arts Coalition: http://www.hemac.org/php/main.php, [revisado: 23-082012].

14

http://www.esgrimaantigua.com/, [revisado: 23-08-2012].

Como: Eduardo Pérez Pellitero, Iniciación a la verdadera destreza, Barcelona, ACEA, 2012 o Manuel Esquivel, Vademécum de la destreza general, México D.F, Asociación de Esgrima Histórica de la Ciudad de México, 2010. 15

14   

críticas de tratados poco conocidos16 o artículos de opinión en la red, que ayudan a esclarecer uno de los aspectos más oscuros de la esgrima, que es su propia dinámica, el desarrollo de su práctica y principios con una espada en la mano. La finalidad de este trabajo es ofrecer una visión de conjunto uniendo las conclusiones de los trabajos previos en torno a estas cinco o siete vertientes. La necesidad de una visión de conjunto viene dada por la percepción, propia de los hombres de la Edad Moderna, de que estas diversas facetas formaban parte de un todo. Una descripción de un combate de la época, contenía todos estos datos: “En esto, el maestro, con el montante, barriendo los pies a los mirones, abrió la rueda, dando aplauso a la pendencia vellorí, pues se hacía con espadas mulatas; y partiendo el andaluz y el estudiante castellano uno para el otro airosamente, corrieron una ida y venida sin tocarse al pelo de la ropa, y a la segunda, don Cleofás, que tenía algunas revelaciones de Carranza, por el cuarto círculo le dió al andaluz con la zapatilla un golpe de pechos, y él, metiendo el brazal, un tajo a don Cleofás en la cabeza, sobre la guarnición de la espada; y convirtiendo don Cleofás el reparo en revés con un movimiento accidental, dio tan grande tamborilada al contrario, que sonó como si la hubiera dado en la tumba de los Castillas17 ”. En la misma descripción poseemos varios elementos destacados que formaban parte de un todo: 1. La mención del maestro de armas y su símbolo, el montante, un tipo de espada a dos manos que ya estaba en desuso en el contexto bélico en la fecha en la que se escribió esta obra (siglo XVII). 2. La mención al tipo de espada que utilizaban los contendientes. Esta era una espada “negra” (de ahí lo de “mulata”), sin filo ni punta, que solía ser guarnecida con una zapatilla de cuero en la misma para una práctica segura.

                                                             16

Como las de las editorial AGEA: http://ageaeditora.com/, [revisado: 23-08-2012].

17

Vélez de Guevara, El diablo Cojuelo, 1641, tranco sexto, pág. 93-94 (edición de 1785).

15   

3. Se cita a Carranza. Don Jerónimo Sánchez Carranza es y fue considerado como el fundador de la escuela de esgrima española, de la “verdadera destreza”, citado por contemporáneos como Cervantes. 4. Los movimientos que realizan los contendientes están escritos en el lenguaje de la escuela de la verdadera destreza. Así, “brazal” es una treta de la escuela de la “destreza vulgar”, considerada como una conclusión . “Movimiento accidental” sería un movimiento del brazo y la espada hacia el contrario, “reparo” designa a una parada hecha con el plano de la espada desviando la trayectoria del arma contraria de la línea de su ataque, y “revés” es un tajo dado por el lado contrario (de derecha a izquierda). Es decir, en la misma descripción se incluye como parte de un todo aspectos que podríamos considerar como particulares: menciones al tipo de armas y sus partes, menciones a la escuela de esgrima que empleaban los combatientes y uso de su terminología para describir el combate, y por último, situar el combate dentro de su dimensión social: se trataba de un combate de exhibición hecho con armas embotadas y celebrado como parte de los festejos en la plaza mayor de la localidad. Descripciones de este tipo pueden encontrarse en la literatura, la poesía, el teatro o la simple mención de sucesos acaecidos en crónicas, documentos administrativos, causas judiciales o cualquier otro tipo documental de la España Moderna, y especialmente de los siglos XVI a XVIII. Por tanto, el enfoque de este trabajo propone ser interdisciplinar, basándose en fuentes de carácter diverso: la literatura, el arte o la documentación escrita del periodo. Por ello, y tras mi investigación sobre los tipos documentales y las principales áreas de estudio, he decidido delimitar el trabajo en cuatro partes: 1. Escuelas de esgrima y tratadística. La esgrima como práctica, “sciencia” y arte. 2. Maestros de armas 3. Aspectos sociales sobre el uso de la espada. 4. Las armas empleadas. Espadas civiles y militares.

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Uno de los objetivos de este trabajo es, pues, analizar la esgrima, la espada y el mundo que la rodea desde una perspectiva amplia, contestando a una serie de preguntas clave: ¿Quién practicaba esgrima?, ¿cómo se practica?, ¿con qué fin?, ¿en que entorno?, ¿quiénes eran los maestros de armas?, ¿cuáles eran las armas con las que se practicaba y con las que se combatía?, ¿por qué se combatía?, ¿qué formas de violencia, además de la guerra, involucraban el uso de la espada?, ¿por qué vestirla era tan frecuente en los siglos de la Edad Moderna? Estas y otras muchas preguntas definen este trabajo y su vocación, que no es otra que de la explicar un fenómeno de amplio espectro que permea a través de las más diversas capas de la sociedad, y que conviene situar en su justa medida. Rechazando mitos y análisis sesgados, a los que se trata de desterrar, y al mismo tiempo, comprendiendo la dimensión del área de estudio y situándola en su lugar, sin caer tampoco en una visión enaltecedora o exagerada. En cuanto al desarrollo de las partes de este trabajo, el lector notará que las dos primeras, junto a la última, son las más extensas. La razón de esta aparente descompensación es que en torno a las cuestiones sociales es mucho lo que se ha escrito, y he seleccionado simplemente aquellos trabajos que considero más representativos y que poseen unas conclusiones que reflejan las últimas tendencias en torno a estos estudios. El trabajo en esta parte estaba hecho, o casi hecho. No sucede lo mismo en el resto de las partes, ya que en torno a cuestiones como la esgrima o los maestros de armas, resulta necesario extenderse por lo desconocido del área y por la importancia que reviste en un trabajo como este, que pretende poner en conocimiento de la comunidad científica y universitaria tanto conclusiones poco conocidas o que hasta ahora habían tenido poco eco en publicaciones del ámbito de la historia, como los resultados de mi propio estudio profundizando en la materia. Sirva, pues, la parte tercera a modo de complemento en torno a la dimensión social de la esgrima y el uso de la espada, necesaria en un trabajo de estas características, pero sin extenderse más allá en la idea de proponer ideas revolucionarias o redundar en un área de estudio que ha suscitado y suscita innumerables trabajos. Y que, en mi opinión, bien merecía la redacción de otro trabajo, centrado solo en estos aspectos sociales, para los que el uso extensivo de la documentación de archivo se tornaría determinante. Por último, conviene señalar que este trabajo trata de cumplir los objetivos propuestos por la coordinación del máster La Monarquía Católica: El Siglo de Oro 17   

español y la Europa Barroca, con respecto a los criterios que atañen a los trabajos fin de master (TFM). Durante la realización de dicho máster he adquirido herramientas y conocimientos valiosos para cumplir estos objetivos y elaborar el trabajo, del mismo modo que la realización de los módulos presenciales y las tutorías del curso me han resultado útiles, sobretodo en lo que se refiere a sugerencias bibliográficas, pero también por los conocimientos impartidos, relacionados con el área que pretendo estudiar en este trabajo, y los consejos dados en las tutorías por los diferentes profesores.

­ Metodología y fuentes.   

La documentación en torno a la esgrima y la espada es muy diversa. Este hecho complica el análisis historiográfico y, al mismo tiempo, lo favorece con la posibilidad de contrastar la documentación escrita con otras fuentes como la arqueología o la museología, pero también el arte o la literatura. En primer lugar, se han analizado obras de bibliografía contemporánea, desde comienzos del siglo XX hasta del propio año de redacción de este trabajo (2012). Estas obras, como ya hemos señalado, cubren los más diversos aspectos referentes a la esgrima, la espada y su contextualización, conteniendo la mayoría de ellas frecuentes referencias a documentación histórica. En segundo lugar, se encuentra la propia documentación del periodo. De entre ella, destaca especialmente la tratadística de esgrima, tanto en letra impresa como manuscrita, de los siglos XV a XIX. Este tipo documental es especialmente rico, como puede fácilmente imaginarse, para el estudio de esta área, ya que no solo contiene la descripción de principios y técnicas, sino que además puede contextualizar a su autor mediante las aprobaciones y tasas del comienzo del libro, e incluyen también referencias del propio tratadista a los métodos de enseñanza, propios y ajenos, citas de obras que se han perdido o ilustraciones y grabados que merecerían un estudio en sí mismo. La tratadística analizada es “española”, pero también se compara dicha tratadística con las producciones foráneas, especialmente la de maestros italianos y del

18   

Sacro Imperio, en busca de paralelismos y explicación a diversas lagunas o breves citas de la documentación castellana y aragonesa. Lo mismo puede decirse de los documentos de archivo: causas judiciales, privilegios y nombramientos en su mayoría, que se ponen en relación con testimonios portugueses, alemanes o italianos. La contrastación de las fuentes adquiere una mayor dimensión si consideramos que se conservan testimonios gráficos: pinturas, grabados, xilografías,

ilustraciones

e

iluminaciones

que

sirven

tanto

para

establecer

comparaciones como para ilustrar muchos de los aspectos de los que habla la documentación escrita. Por último, se analiza una gran cantidad de artículos científicos de producción moderna, en torno a las cuestiones que se tratan y otras anejas al discurso, que se emplean como uno de los sostenes bibliográficos fundamentales. Tal diversidad de fuentes se analiza con diferentes métodos. En lo que respecta a las obras modernas, se analiza y compara lo que diversos autores han escrito sobre una materia, con las propias referencias a la documentación del periodo. Luego, se analiza esta misma, tanto dentro de cada propio documento como comparando lo que estas fuentes dicen con relación a otras parecidas, en el periodo estudiado, producidas dentro o fuera de las fronteras de las coronas de Castilla y Aragón. Estas fuentes se comparan, asimismo, con la literatura del periodo, rica como pocas, que hace alusiones en algunos casos y directamente a diversos tratados, tipos de espadas o fenómenos sociales relacionados con el uso de las espadas o la práctica de las armas. El análisis comparativo se redondea con el estudio de la documentación gráfica, que ayuda en algunos casos a comprender pequeñas referencias en el resto de tipos documentales, y a conocer la forma de espadas y guarniciones, tanto como de palestras y salas de esgrima. Sobre esta cuestión, se realiza un uso intensivo de documentación gráfica, sobretodo extranjera, para comparar y en cierta medida conocer la realidad existente en las salas de armas españolas del periodo. Por último, cabe reseñar que como parte de la propia complejidad terminológica y de conceptos de las áreas de estudio de este trabajo (esgrima, duelo, espadas, armería…) he decidido emplazar al lector a un glosario incluido al final del trabajo, ordenado alfabéticamente, a fin de no saturar de notas al pie las páginas en las explicaciones de los diferentes conceptos. Asimismo se halla antes de la introducción 19   

listado de siglas, tanto de archivos, bibliotecas y colecciones como de otras instituciones a las que alude este trabajo, al que igualmente se emplaza al lector para resolver sus dudas a este respecto. Como testimonio de la riqueza documental y de fuentes utilizadas en este trabajo, no queda sino hacer referencia al apartado de bibliografía, dividido en varias secciones según los diversos tipos documentales: obras modernas (monográficos y artículos), libro y manuscrito histórico, documentación de archivo, recursos electrónicos y de video, etc. En total, más de 130 documentos de la más variada extensión, desde tratados de esgrima que superan las 500 páginas a documentos que no llegan a ocupar un folio entero.

20   

1­ Escuelas de esgrima y tratadística. La esgrima como  práctica, “sciencia” y arte.   

1.1‐

El mito del origen español de la esgrima. 

La Real Federación Española de Esgrima redactó en 1993 un manual de uso oficial para los esgrimistas españoles que fue publicado por el Comité Olímpico Español. El autor, Joaquín Campomanes Grande, desempeñó durante 30 años el cargo de director técnico de la Real Federación y recibió en 2011 la medalla de plata al mérito deportivo18. Al margen de sus méritos deportivos, el primer capítulo del manual coordinado por Campomanes, dedicado a la historia de la esgrima, afirmaba lo siguiente: “La mayoría de los autores actuales citan a España como punto de partida de la esgrima moderna, y ello en base a la publicación, en torno a 1470, de tres obras, consideradas los tres primeros tratados de esgrima, debidas a los maestros españoles Diego Valera, Juan Pons de Perpiñán y Pedro de la Torre, a los que cincuenta años después seguiría otra obra española el "Tratado de esgrima" de Francisco Román.19" En un texto web de la Federación Internacional de Esgrima, se expresa la misma idea, aunque se cita con mayor brevedad a estos maestros de finales del siglo XV y principios del XVI y se hace para denostar rápidamente a la escuela de esgrima española como “anticuada” para comienzos del siglo XVII20. Otros autores contemporáneos se han hecho eco de este “origen español”, que ha sido utilizado como eslogan y frase recurrente desde entonces. Pero, ¿qué hay de verdad y qué de mentira en esta afirmación?                                                              RFEE, Joaquín Campomanes, medalla de plata al mérito deportivo, http://www.esgrima.es/ampliar.asp?id=2737 [revisado: 28-06-2012].

18

Joaquín Campomanes Grande y Víctor Sánchez Naranjo (coords.), Esgrima, Comité Olímpico Español, 1993, pág. 22. 19

FIE, Fencing History, http://www.fie.ch/download/en%20bref/en/Histoire%20escrime-ANG.pdf [revisado: 28-06-2012], pág. 9.

20

21   

Lo primero que cabe preguntarse es el origen de este mito. Los trabajos más relevantes de la primera historiografía española con respecto a la esgrima, son los de Enrique de Leguina21 y José de Gestoso y Pérez22. En la obra más antigua de Leguina, escribe lo siguiente: “La esgrima moderna empieza en el siglo XVI. Antes fue el manejo de la espada más bien un ejercicio de equitación, hasta que los maestros españoles establecieron las bases del Arte de las Armas23”. Como vemos, el adjetivo “esgrima moderna” usado por Campomanes es una cita directa a la obra de Leguina. Sobre los maestros de comienzos del siglo XV, añade el autor: “siendo los mayores compiladores de estos preceptos Pedro de la Torre y el mallorquín Jaime Ponz de Perpiñán, cuyas obras permanecen inéditas24”. Aunque afirma que a través de las referencias que hacen de ellos otros tratadistas, puede conocerse su estilo y líneas fundamentales. Gestoso, veinte años más tarde, se hace eco de estos autores25, aunque no redunda en el origen español de la esgrima, dándolo más bien por supuesto. Como puede verse, ambos maestros, Leguina y Gestoso, inciden en el hecho de que estos tratados primigenios, los de Pons, de la Torre y Francisco Román, se hallan desaparecidos. A día de hoy, la situación es la misma. Sobre la cantidad y características de las tan mentadas citas de estos autores en obras posteriores, es elocuente el artículo de Manuel del Valle y Mary Dill Curtis26 que pasa a diseccionar estas referencias. Nos damos así cuenta de que el estudio de los tratados del siglo XVII por parte de autores decimonónicos como Egerton Castle27 o Parise28 ya incluían referencias a estos escritores españoles antes de que lo hicieran Leguina y Gestoso. La mayoría de las citas a estos tres maestros de armas proceden, a su vez, de los escritos de don Luis Pacheco                                                              Enrique de Leguina, Bibliografía e historia de la esgrima española, 1904 y del mismo autor: Libros de esgrima españoles y portugueses, 1891.

21

José de Gestoso y Pérez, “Esgrimidores sevillanos. Documentos inéditos para su historia”, Revista de archivos, bibliotecas y museos, Madrid, 1911.

22

23

Leguina, Op. cit., 1891, pág. 9.

24

Ibíd., pág. 13.

25

Gestoso, Op. cit., pág. 2.

Manuel Jesús Valle Ortíz y Mary Dill Curtis, Un texto de esgrima española del siglo XVI, Materiales para la Historia del Deporte, 2009, págs. 35-42.

26

27

Egerton Castle, Schools and masters of fence, Londres, 1885.

28

Masaniello Parise, Trattato teorico-pratico della scherma, Roma, 1884.

22   

de Narváez, uno de los autores principales y más fecundos de la escuela de la verdadera destreza, así como de otros especialistas de los siglos XVI a XVIII como son Aries de Porres, Díaz de Viedma, Carranza, Cruzado y Peralta o Abreu de Lima29. Así, se puede afirmar, en lo tocante a la veracidad de estas referencias, que dada la cantidad de las mismas y la diversidad de autores, tanto espacial como temporal, gozan de credibilidad, aunque están sujetas a cierta controversia. El especialista más antiguo citado, Jaime Pons, escribió una obra en torno a 1474. La existencia de este maestro de armas queda atestiguada por Llompart Moragues30, y sobre esto nos habla Manuel Valle: “un documento sobre el examen de maestro de armas de Arnau de Castellbó en 1466 describe a uno de los candidatos como discipulus olim venerabilium magistorum Jacobi Pons ville Perpiniani”. Su tratado, al parecer, fue escrito en “lemosino” (catalán). Del mismo año es la obra de Pedro de la Torre, citado extensamente por Díaz de Viedma, Aries de Porres y Abreu de Lima. No obstante, si analizamos dichas referencias, nos damos cuenta de que se trata de consejos de carácter técnico que no permiten hacerse una idea demasiado profunda de cuál era el estilo que propugnaban estos maestros, ni de su novedad, ya que las citas están escritas por maestros de armas de la escuela de la verdadera destreza, que emplean su propia terminología para describir su contenido. Estableciendo una comparación sencilla para el lector, es como intentar comprender la medicina de la Grecia Clásica a través de comentarios de galenos del siglo XII, estudiados por historiadores positivistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Lo que se puede extraer de un análisis semejante es algo que debería estar lejos de conformar una suerte de dogma de fe. Sobre el tratado de Francisco Román, figura en la que incidiremos de nuevo en lo tocante a los maestros de armas, el problema es el mismo. Su Tratado de esgrima con figuras, publicado en Sevilla en 1532 tampoco ha llegado a nuestros días, y es conocido principalmente por las referencias que de él hacen los autores de la escuela de la verdadera destreza.

                                                             29

Valle y Curtis, Op. cit., págs. 35-38.

Gabriel Llompart Moragues, Ideal caballeresco y escuela de esgrima en Mallorca en el siglo XV, Cuadernos de Historia Jerónimo Zurita, 1976.

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Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿En qué se basa este mito del origen español de la esgrima? O más bien, ¿qué diferencia a esta esgrima de la anterior? A pesar de que autores como Campomanes se empeñen en hablar de la esgrima medieval como algo tosco y donde primaba la fuerza bruta, la realidad es algo diferente. La esgrima no surgió en España, ni tuvo en ella un desarrollo sensiblemente diferente en la baja Edad Media o comienzos del siglo XVI, ya que en esto nada pueden aportar las referencias a Pons, de la Torre o Francisco Román, por más que se empeñaran los autores decimonónicos.

(Ilustración 1) Página ilustrada del tratado I-33, mostrando a las parejas de esgrimistas desarrollando técnicas con espada de una mano y broquel.

Ya son varios los tratadistas que han señalado que el primer tratado de esgrima, o manuscrito concerniente a esta materia, es el llamado I-33, fechado a finales del siglo XIII. Este manual, posiblemente escrito por la mano de un secretario del obispo de Würzburgo, se centra casi monográficamente en la esgrima de espada y broquel, y se

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halla ilustrado por una serie de parejas de esgrimistas, uno con el papel de maestro y reconocible por su tonsura eclesiástica. I-33 fue el primero de los fechtbuch, los tratados de esgrima y artes marciales del Sacro Imperio que se prolongaron hasta el siglo XVII siguiendo unas características similares. Estas características, tanto en la metodología de las artes de combate que se enseñaban como en la estructuración de los propios libros, forman lo que en la época se consideraba como una “tradición”. El mayor exponente de esta tradición, y el autor que sentó las bases de estos fechtbücher fue Johannes Liechtenauer. Su tratado, conocido por su nombre de catalogación en su primera edición (de 16), el “MS 3227a” fue dedicado íntegramente a un nuevo estilo y arma: la espada de mano y media, desde entonces muy asociada a la esgrima en el Sacro Imperio y su tratadística31. Los principios generales de esta tradición se amplían en los sucesivos autores de los siglos XIV y XV: Hanko Döbringer, Andres Jud, Jost von der Nyssen, Niklaus Preuss, Peter von Danzig, Sigmund Ringeck, Hans Talhoffer, Johannes Lecküchner o Hans von Speyer. Y aún en los siglos XVI y XVII, con Paulus Hector Mair, Joachim Meyer o Jakob Sutor. Antes de proseguir, conviene hablar sobre esta escuela alemana y sus principios, ya que no cabe desdeñar la influencia que esta escuela pudo ejercer a lo largo de casi 400 años. Su corpus técnico es extenso y evolucionó, aunque seguía una serie de ideas principales ya planteadas por Liechtenauer: • La importancia del ataque. El mejor ataque se realizaba de la más forma más rápida y directa. También se insiste en que debemos tener claras cuáles son las técnicas de ataque que se van a emplear con objeto de intentar abrumar al adversario mediante una ofensiva continuada (vorlsag). • Ante la dificultad de enseñar las técnicas mediante palabras, se insistía en la importancia de la instrucción y el entrenamiento repetitivo. “El ejercicio es mejor que el arte, puesto que el ejercicio sin arte es útil, pero el arte sin ejercicio es inútil”32.

                                                             31 32

Christian Henry Tobler, Secrets of German Medieval Swordsmanship, Chivalry Bookshelf, 2001. Nürnberger Handschrift GNM 3227a, 15r.

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• Insistían en la importancia del movimiento de los pies, una guardia y distancia correctas. Así como de ocultar las intenciones al oponente mediante fintas. En la tradición de Liechtenauer existen una serie de movimientos de ataque básicos dados con el filo de la espada, los hauen, presentes en todos los tratados. Estos movimientos eran: 1. Oberhau: un corte realizado de arriba abajo, hacia la cabeza del rival. 2. Mittelhau: un corte realizado de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, que el adversario recibía por el costado (desde la cabeza a las piernas). 3. Unterhau: al revés del oberhau, el corte se realizaba de abajo a arriba, con el objeto de atacar no solo las piernas del rival, sino su vientre y parte del torso.

(Ilustración 2) Ilustración del folio 1v del fechtbuch de Peter von Danzig, 1452, mostrando las guardias del arado (pflug) y el buey (ochs)33.

                                                             33

Bibliotheca dell'Academica Nazionale dei Lincei e Corsiniana, MS 1449, fol. 1v.

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Asimismo, existían las estocadas (stechen) y los cortes longitudinales, dados con el filo de la espada apoyado sobre el cuerpo del oponente, y dejándolo resbalar por su cuerpo (abschneiden). Cada tratadista incluía luego una serie de “cortes maestros”. Estos cortes eran ataques, o secuencias de ataques, que por su complejidad se pensaba que estaban reservados a aquellos que obtuvieran cierta pericia con el manejo de las armas, y que les proporcionarían cierta ventaja con respecto a sus oponentes. Los cortes maestros más frecuentes eran: 1. Zornhau: un corte en diagonal que salía usualmente de la guardia de vom Tag. El corte se realizaba con un desplazamiento, no lineal, sino angulado, de manera que al término de la acción se controlara la espada del rival y se la apartara del cuerpo de quien lanzaba el ataque34. 2. Krumphau: un corte vertical que salía desde la guardia Ochs, desde la izquierda hasta la derecha (o viceversa). 3. Zwerchhau: un corte horizontal con el contrafilo desde la guardia vom Tag. 4. Schielhau: otro ataque de contrafilo, pero de arriba abajo, con una secuencia de movimientos pensada para vencer a otras guardias de la escuela como Pflug o Langen ort. 5. Scheitelhau: un corte vertical descendente que termina en la guardia Alber. Sobre las guardias, son posiciones que en la tradición de Liechtenauer suponen una transición entre dos episodios del combate (un ataque o una defensa, una finta, etc.). Existen una serie de guardias que se repiten en todos (o casi todos) los tratados, y que como hemos visto están relacionadas con los ataques: 1. Vom Tag: “desde el tejado”. Una posición básica en la que la espada se empuña sobre el hombro, con la punta hacia atrás o arriba. 2. Ochs: “el buey”. La espada se coloca tendida hacia el rival y a unos centímetros de la frente, protegiendo ésta con la guarnición. La punta nuevamente hacia el rostro del rival (ilustración 2).                                                              Hans Heim y Alex Kiermayer, The Longsword of Johannes Liechtenauer, Part I -DVD-, ISBN 1891448-20-X. 34

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3. Pflug: “el arado”. En esta posición la espada se lleva a la altura de la cadera, apuntando hacia el rival en un ángulo de 45º. 4. Alber: “el loco”. La espada se empuña a la altura de la cadera, pero la punta mira hacia el suelo. Esto es considerado algo “de locos”, porque teóricamente expone al cuerpo a un ataque con relativa facilidad, pero ofrece gran protección ante ataque bajos o a las piernas. Los maestros de la tradición de Liechtenauer también hablan de numerosas fintas procedentes desde esta guardia. Además existen otras guardias como: Zornhut (la guardia de la ira), wechsel (el cambio), nebenhut (guardia lateral), eisenport (la puerta de hierro35), schlüssel (la llave), einhorn (el unicornio) o schrankhut (guardia de la barrera). Las guardias en la tradición de Liechtenauer son algo flexible, más que una postura desde la que recibir ataques. Los cambios de una guardia a otra parecían frecuentes, y dependían tanto de las intenciones propias como de las del oponente, ya que no era lo mismo recibir un ataque alto desde una guardia baja y viceversa. Por último, la tradición de Liechtenauer introduce un elemento presente en toda la tratadística europea hasta la segunda mitad del siglo XVI: tratados de artes marciales, y no solo de esgrima. El número de armas y estilos de combate es numeroso, sobretodo en los fecthbücher. Entre los estilos más reflejados en la tratadística se cuentan: 1. El ringen o lucha desarmado. Una especie de lucha grecorromana, considerada la base de todas las demás disciplinas. 2. La lucha con daga, sobretodo con “daga de rodela”36. 3. La esgrima con espada de mano y media, pero también con espada y broquel, o con espada de una mano. 4. El combate con armas de asta, como la lanza, la alabarda o el martillo de lucerna.                                                              35

La guardia de la puerta de hierro también aparece en los tratados de la escuela italiana de esgrima inaugurada por Fiore dei Liberi. La daga de rodela o roundel dagger era una daga que se empuñaba hacia abajo, de hoja de sección triangular y poco flexible, diseñada para intentar penetrar la armadura de un caballero.

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5. Lucha entre caballeros con armadura, con espadas o con armas de asta (ilustración 3). 6. Consejos sobre como enfrentarse en situaciones de desigualdad: jinete contra soldado a pie, hombre con daga contra espadachín, luchador desarmado contra un hombre armado con una daga, etc. Como se puede apreciar, la escuela alemana disponía de conceptos muy refinados en lo concerniente al manejo de la espada. Conviene precisar, no obstante, que la imagen de “brutalidad” puede venir asociada a la unión de las técnicas de combate con espada con las de combate cuerpo a cuerpo, e igualmente por el carácter agresivo, de “atacar primero” que impregna los consejos de los tratadistas alemanes. Sin embargo, esto es más bien un consejo sobre táctica y psicología en combate, más que una muestra de una práctica tosca. Muy influenciada por la escuela alemana surgirá a comienzos del siglo XV una nueva tradición: la italiana. En 1409 el maestro de armas Fiore dei Liberi da Premariaco escribió su manual Flos Duellatorum in armis, sine armis, equester, pedester. Según se ha investigado en el prólogo de su contenido, estudió con un maestro que parece ser de tradición germánica: Johannes Suevi, discípulo de Nicholai von Toblem. Sobre el origen del propio Fiore, se ha especulado mucho. Ya que su tratado está escrito en italiano, en las diversas versiones que se conservan (Getty, Pisani-Dossi, Morgan y Florius37), Anglo38 defiende la tesis de que era de esta nacionalidad. Sin embargo, otros investigadores han planteado hipótesis diversas: que era austriaco, dálmata o esloveno, o de algún territorio del Sacro Imperio. Sea como fuere, el propio tratado es claro en señalar los conceptos comunes entre la escuela alemana bajomedieval y la naciente italiana, que proseguirá con Philippo di Vadi di Pisa con su Liber de Arte Gladiatoria Dimicandi39 (1483). Ambos tratados ahondan en la tradición alemana, incluyendo la

                                                             Referencias tempranas a estos tratados se dieron en: Francesco Novati, Flos Duellatorum, Il Fior di Battaglia di Maestro Fiore dei Liberi da Premariacco, Bérgamo, 1902. En la actualidad pueden encontrarse versiones digitalizadas en la red, y reediciones modernas.

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Sidney Anglo, The martial arts of Renaissance Europe, New Haven, Yale University Press, 2001.

Filippo Vadi, Arte Gladiatoria Dimicandi: 15th Century Swordsmanship of Master Filippo Vadi. Trans. Luca Porzio and Gregory Mele. Union City (California), Chivalry Bookshelf, 2002.

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esgrima con espada de mano y media40 como corpus técnico principal, aunque también con lucha cuerpo a cuerpo (llamada abrazare en esta tradición italiana), daga, armas de asta, etc. Esta tradición alemana, ahora desgajada en otro tronco, el italiano, será reinterpretada y dotada de nueva terminología, aunque se basaba en principios similares. Esta nueva terminología habría de formar la base sobre la cual se escribirían los tratados de finales del siglo XV, y comienzos del XVI. Con la presencia de las escuelas alemana, o del Sacro Imperio, e italiana durante los siglos XIII a XV (y prolongándose en el caso de la italiana hasta el siglo XX), anterior a las referencias de los maestros de armas del siglo XV tan citados por la historiografía española, queda desmontado el origen del mito. Sin embargo, cabe preguntarse su porqué. Y éste puede ser debido a una mala interpretación o a un error de base en el análisis de la documentación. Se arguye en algunos casos que la esgrima fuera más “cosa de la caballería”, y si nos fijamos en la tratadística bajomedieval, vemos que se trata de una práctica orientada muchas veces a la educación y entrenamiento de la clase guerrera europea por excelencia: la nobleza. Aunque estas enseñanzas puedan trascender al ámbito civil, lo cierto es que en las ilustraciones vemos con frecuencia a hombres de armas empuñando alabardas y martillos de lucerna, o peleándose con sus armaduras de placas. No obstante, y por paradójico que pueda parecer, la esgrima a caballo nunca formó el corpus principal de estos tratados, sino la que se desarrollaba a pie y entre oponentes que no vestían armadura alguna. Antes bien, las escasas láminas referentes al uso de armas cuando se va a la grupa y el texto que las acompaña nos hablan de que se consideraba que, al introducir un elemento motor externo al combatiente e impredecible (el caballo), las técnicas que podían desarrollarse a la grupa eran muy simples y limitadas. La confusión de estos autores puede, asimismo, venir suscitada por el hecho de la inclusión de otras artes de combate en estos tratados y el uso de otras armas. Es cierto que a partir de la segunda mitad del siglo XVI la tratadística, como ahora veremos, se centrará en el combate a espada de manera casi monográfica. Pero este hecho tiene una sencilla explicación. Por una parte, el aumento del uso de la espada como elemento de                                                              40

Llamada longsword en el ámbito anglosajón, y langes schwert en la escuela alemana.

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autodefensa civil, permitido en el atuendo de diario en naciones como España, Italia o Francia, llevó a un aumento de la demanda de una tratadística “civil”. Y por otra, que aun existiendo la demanda de tratados en el mundo militar, la “revolución militar” hizo que ésta abordara nuevos temas (desde la disciplina hasta el manejo de la pica y el arcabuz). Así pues, la tratadística vino a desgajarse en varias ramas, algunas de las cuales murieron por causas naturales, mientras que otras nuevas surgieron al albur de los cambios que se estaban operando en los campos de batalla europeos.

(Ilustración 3) Ilustración de Flos Duellatorum mostrando a dos caballeros con arnés combatiendo con espadas de mano y media.

Geoffrey Parker estudió bien estos cambios, en los que el ejército señorial y la mesnada de tipo feudal fue dando paso a un ejército profesional y centralizado, que fue progresivamente adoptando las tácticas de “pica y mosquete” junto al uso del cañón y un papel cada vez más secundario de la caballería (al menos hasta el siglo XVIII)41. A diferencia de lo que suele aseverarse, el aumento de las armas de fuego en la guerra europea no terminó con la esgrima o la presencia de la espada en los campos de batalla, sino que vio tanto su auge (durante los siglos XVI y XVII) como su decadencia. Esta decadencia es, sin embargo, muy relativa y matizable. Si tenemos en cuenta la gran                                                              El primero en tratar la Revolución Militar fue el de Geoffrey Parker en su obra: The Military Revolution: Military Innovation and the Rise of the West, 1500-1800, Press Syndicate of University of Cambridge, 1996. Otros autores ahondaron luego en el concepto como René Quatrefages, La revolución militar moderna : el crisol español, Madrid, Ministerio de Defensa, 1999.

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cantidad de espadas y sables de reglamento, producidos en masa, en contiendas como las Guerras Napoleónicas, debemos pensar que, de hecho, al aumentar el número total de combatientes en estas guerras con respecto a las de, por ejemplo, el siglo XVI, había una mayor abundancia de espadas en estas batallas que en las de finales del siglo XV. Se trata, más bien, y como ya tendremos ocasión de analizar, de una decadencia de la esgrima civil como fenómeno de autodefensa. A tenor del mito del origen español de la esgrima, y a modo de reflexión final en vista de los datos aportados, la pregunta que es preciso hacerse a continuación es: ¿Existía una relación entre las escuelas de esgrima alemana e italiana y la esgrima que se desarrollaba en España durante la Baja Edad Media? Dado que no conservamos obras del siglo XV y la primera mitad del XVI hispano, salvo por las referencias que hacen de ellos autores posteriores, tenemos que fijarnos en una fuente que sí es coetánea a Pons y de la Torre: el nombramiento de Gómez Dorado como maestro de armas en ambas coronas. En él leemos “vos el Maestro Gómez Dorado, criado nuestro del arte de Palestrina, dicho en vuestro vulgarmente, de Espada, y Broquel, y maestro de otras armas de su Espada, y Capa, y Espada, y Adarga, y de un Puñal, e de una Lanza...42”. Las referencias a la espada y el broquel, que como hemos visto se remontan a la primera tradición alemana (I.33), así como las armas en las que era ducho y enseñaba este maestro, entre las que se cuentan la lanza y la daga o puñal, sirven para pensar que estos maestros bajomedievales trabajaban con un cuerpo técnico similar, con armas similares, y como en el caso de la tradición italiana de Fiore y Vadi (con respecto a los autores alemanes), también posiblemente con planteamientos técnicos muy similares. Este hecho, por si solo, nos habla de un alto grado de relación entre estas escuelas, lo que nos lleva a pensar que existía una escuela “europea”, común a grandes rasgos en la Baja Edad Media. Aunque esto no deja de ser una hipótesis que necesitaría ser demostrada.

                                                             42

Alfonso de Ceballos-Escalera y Gila, “El Maestro Mayor de la Destreza de las Armas (un oficio bajomedieval en los orígenes de la esgrima española)”, Colaboraciones, 6 (1997), pág. 95.

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1.2‐ Pietro Monte y Heredia: la “destreza vulgar”.   

En 1702, en plena crisis sucesoria en el trono de la Monarquía Hispánica, vio la luz un libro impreso en Zaragoza, escrito por Manuel Cruzado y Peralta43 cuyo título era toda una declaración de intenciones: Las tretas de la vulgar y común esgrima, de espada sola y con armas dobles. Que reprobó don Luis Pacheco de Narváez y las oposiciones que dispuso en la verdadera destreza contra ellas. Ya en 1569, don Jerónimo de Carranza, en la primera edición de su libro De la philosophia de las armas se refería a esta escuela “común o vulgar”. De hecho, para ilustrarnos acerca de ella, utilizaron las ya mentadas referencias a los maestros del siglo XV, Pons y de la Torre, además del Tratado de esgrima con figuras de Francisco Román. Durante el siglo XVII, Pacheco hará continuas referencias en sus tratados a esta “esgrima vulgar”, así como sus discípulos, hasta el siglo XVIII. A la obvia pregunta, “¿Qué era, pues, la esgrima común o vulgar?”, nos responde Alberto Bomprezzi, maestro de la Asociación Española de Esgrima Antigua: “Las conclusiones que se han ido obteniendo nos conducen a inferir que la Esgrima Común española era, en sus principios fundamentales, la misma que la practicada en toda Europa y en su ejecución muy parecida a la escuela italiana de la misma época. Presenta, lógicamente, características propias, así como diferencias formales y de planteamiento, sobre todo táctico, además de un cierto número de tretas que no hemos visto, hasta el momento, en manuales de la escuela italiana contemporánea44” Según Bomprezzi, la destreza vulgar convivió así al menos siglo y medio con la destreza verdadera, adaptándose a la nueva realidad de la esgrima europea, y ofertando un corpus técnico renovado y útil. Pero, ¿es posible tener una idea de esta escuela más allá de las citas de los tratadistas de la verdadera destreza? Sidney Anglo, en su obra The martial arts of the                                                              43

Según él mismo, “Ayuda de Furrier de la Real Cavalleriza de la Reyna Reinante Nuestra Señora”.

Alberto Bomprezzi, Las Escuelas de Esgrima Españolas La "Verdadera Destreza" y la "Esgrima Común", http://www.esgrimaantigua.com/EsgrimaComun.php [revisado: 3-7-2012].

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Renaissance Europe nos habla de dos figuras casi desconocidas tradicionalmente disociadas del panorama esgrimístico español. La razón de esto es que sus obras fueron publicadas fuera de las fronteras de la monarquía. Estas obras son De Dignoscendis Hominibus y Exercitiorum Atque Artis Militaris Collectane” de Pietro Monte, y Traité des Armes de Pedro de Heredia. La figura de Pietro Monte ha sido analizada en profundidad por Sidney Anglo en un trabajo de estudio que abarca dos publicaciones separadas por casi 11 años de diferencia45.

A pesar de que se había especulado sobre el origen italiano del

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personaje , las referencias de Anglo a su origen, 11 años después, parecen concluyentes: en su artículo del año 89 cita varias cartas de los Reyes Católicos dirigidas a Galeazzo de Sanseverino que citan a Monte como uno de sus hombres de confianza en Italia, y asegurando que unas cuantas copias de Collectanea están escritas en castellano y les fueron enviadas. Esta idea se apoya en el hecho de que se conserva en la Biblioteca de El Escorial una traducción de dicho tratado, bajo el nombre Ejercicios de las Armas, fechado en el mismo año de 150947. Además, Anglo cita que el personaje se definía a sí mismo como español y que el vocabulario incluido en la primera parte del Collectanea contiene términos en castellano, cosa que el propio Monte explica y justifica48. Entonces, ¿Quién era Pietro Monte, y cómo es su obra? Nacido en 1457, quizá en Italia, o quizá en España, pareció desarrollar allí su carrera como maestro de armas, principalmente en la Corte del Milán de los Sforza, donde sirvió también como condottiero. Asimismo escribió sobre historia y filosofía. Monte aparece mencionado en varios libros coetáneos, especialmente en Libro del Cortegiano, de Baltasar

                                                             45

En primer lugar: Sydney Anglo. “The man who taught Leonardo darts. Pietro Monte and his lost fencing book”, Antiquaries Journal, LXIX (1989), págs. 261-78 y tras esto su ya citada obra The martial arts of the Renaissance Europe, publicada en el año 2001.

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Marie-Madeleine Fontaine contestó en 1991 al origen español de Monte asegurando que procedía de la familia de los Marqueses de Monte de Santamaría, aunque hablaba español. Marie-Madeleine Fontaine, Le condottiere Pietro del Monte, philosophe et écrivain de la Renaissance, 1457-1509, Ginebra-París, Slatkine, 1991.

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Escorial MS A.IV.23.

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Anglo, Op. cit., 2001, pág. 39

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Castiglione49 que lo describe como el “el verdadero y único maestro de cualquier forma de destreza o agilidad”. Igualmente, afirma que enseñó a Galeazzo de Sanseverino (capitán de las armas de los Sforza) en “lucha, salto ecuestre y blandir varios tipos de armas50”. Personaje de cierta relevancia intelectual en su época, Anglo cita como curiosidad que Leonardo da Vinci le escribió para consultarle acerca de las trayectorias de lanzamiento de los dardos, ya que al parecer tenía conocimientos sobre matemáticas aplicadas al combate51. En 1492 salió a la luz en las imprentas de Milán la única obra sobre artes marciales que publicó en vida, De Dignoscendis Hominibus52 (Sobre la Dignidad del Hombre). Según Sidney Anglo, este fue el primer libro impreso sobre esta materia en Europa Occidental53. El Dignoscendis trata con profundidad el estilo de lucha cuerpo a cuerpo de Monte, entroncando así con la idea de la escuela alemana, que él comparte, de que esta era la base de todas las artes de combate, porque desarrolla fuerza y habilidad necesarias en todos los juegos de guerra y sobre todo porque enseña a los combatientes a caer correctamente cuando se está combatiendo por la propia vida54. A diferencia de la escuela alemana, Monte no recomienda la lucha de suelo y deja claro que considera el combate como algo indisociable del “arte de las armas”, ya que sus enseñanzas se aplican para la guerra y la autodefensa, y no con fines deportivos. Sobre su sistema de combate, es bastante completo. Incluye una serie de

agarres, derribos, llaves,

lanzamientos, escapes y contratécnicas bastante pragmáticas. Asimismo, describe y lista

                                                             49

Compuesto entre 1508 y 1516 y publicado definitivamente en 1528.

Pascal Brioist; Hervé Drévillon y Pierre Serna, Croiser le fer. Violence et culture de l’épée dans la france moderne (XVIe-XVIIIe siècle), Champ Vallon, 2002, pág. 43.

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Anglo, Op. cit., 1989.

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Una copia de esta obra en latín humanístico se conserva en la Biblioteca Nacional de París, y otra en la Biblioteca Provincial de Córdoba. El tratado con el que se disputa este honor es “Das Landshuter Ringerbuch” de Hans Wurm, un tratadista de la escuela de Liechtenauer que publicó una primera edición de su obra en la década de 1490, íntegramente en torno a la cuestión del ringen o lucha cuerpo a cuerpo.

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En las artes marciales orientales modernas, sobretodo en las que incluyen lucha de suelo, el “caer correctamente” es una de las primeras enseñanzas, ya que evita que los luchadores se lesionen con facilidad.

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las técnicas que conoce de otras naciones europeas como Inglaterra, el Sacro Imperio, Francia, Portugal, Sicilia e incluso Grecia55. Mucho más relevante, en lo que a la esgrima se refiere, es su obra, publicada a su muerte en 150956 Exercitiorum Atque Artis Militaris Collectanea. Este libro, impreso en Milán en latín humanístico, se encuentra dedicado por Monte a Galeazzo de San Severino, y consta de tres partes: 1. Vocabularium expositio. Un vocabulario extenso sobre artes de combate y descripciones de armas y armaduras. 2. “Sobre el ejercicio físico y cualquier tipo de combate a pie o a caballo”. Asegura también que deben conocerse los diferentes humores de la medicina de Galeno para adaptar las enseñanzas a cada tipo de persona, y recomienda sobretodo a los luchadores “flemáticos” y “sanguíneos”, ya que como otros tantos maestros en épocas posteriores, considera que debe tenerse la cabeza fría en el combate, para poder responder a los ataques de manera precisa y calculada, y no dejarse arrastrar por las pasiones57. 3. De arte militari. Asegura que el conocimiento de un arte puede ser usado para practicar otra. Así, puede usarse el combate personal para entender y practicar la guerra en general. Su visión sobre la misma se basa en la obra de Vegecio58. La primera parte del Collectanea, el Vocabularium Expositio, parece que reviste cierta originalidad, además de señalar una problemática que se haría patente a lo largo de los siglos de la Edad Moderna: la ausencia de terminología concreta para las artes de combate, entre ellas la esgrima, y la necesidad de crear un nuevo lenguaje. A pesar de que la obra se escribe en latín, Monte utiliza términos en su castellano natal59, ya que los considera más apropiados. Describe en esta parte muchos términos sobre lucha, armas y                                                              John Clements, Pietro Monte - from Medieval to Renaissance Master ...once again, http://www.thearma.org/essays/Monte.htm, [revisado: 2-7-2012].

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Según Marie-Madeleine Fontaine murió luchando en la Batalla de Agnadello, ese mismo año.

57

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 197-201.

58

Ibíd., pág. 283.

59

Monte justifica esto diciendo que, salvo alemanes y españoles, otras naciones no poseían una terminología propia para describir las artes del combate. Op cit., pág. 177.

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armaduras, y da gran importancia a la terminología concreta de la esgrima, sobre la que se extiende en el resto de capítulos donde trata sobre esta materia60. A pesar de esta introducción teórica, el maestro milanés se define a sí mismo como teórico y práctico, ya que para él es tanto o más importante que las explicaciones se complementen debidamente con demostraciones prácticas61. Su estilo podría definirse como pragmático, ya que sus consejos encuentran un gran paralelismo con principios básicos del combate que aún hoy se enseñan en dojos y salas de armas.

(Ilustración 4) Portada del Collectanea de Pietro Monti.

Sobre su esgrima, el estilo resulta curioso. A diferencia de otros maestros, no hace muchas distinciones en el uso de armas de una mano de las de dos manos, ya que debe considerarse que en esta época la espada a una mano era “de punta y corte”, y                                                              60

Ibíd., pág. 39.

61

Sobre este particular existe una gran controversia entre los que han analizado los tratados medievales y modernos, ya que en su mayoría se trata de conjuntos de técnicas más que de sistemas de combate descritos al detalle. Y, aún en estos casos, es difícil tener una idea precisa de como serían en realidad, ya que los maestros publicaban sus obras para “mostrar algunas de sus mejores técnicas”, pero sin describirlo todo al detalle, de modo que para aprender deberían contratarse sus servicios.

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todavía empleaba muchas acciones de tajo, revés y cuchillada, y Monte lo cita como precursor de la maniobra del fondo en el uso de espada a una mano. Pietro Monte aplica una gran simplicidad a su esgrima, con solo dos guardias (una con el brazo en alto sobre el lado derecho, y otra sobre el hombro izquierdo, especialmente cuando se usa un escudo o broquel con esa mano), aunque afirma que ninguna guardia es totalmente segura. Sobre los cortes, prefiere los descendentes, al considerarlos más potentes, aunque no resta efectividad a los ascendentes, y recomienda ejecutarlos de derecha a izquierda, ya que así no dejan al descubierto al tirador. Sobre los ataques, considera que tres son los principales: dos cortes ascendentes oblicuos y un ataque de estocada (stocchata vel puncta) al que considera el más efectivo de los tres, ya que se puede ejecutar desde cualquier lado o inclinación. Las combinaciones de ataque que más le satisfacen son tajos ascendentes, que utiliza para provocar una apertura en la guardia del contrario, seguidos inmediatamente por una estocada que entra por el hueco que se ha formado62. Da igualmente una gran importancia a las fintas, hasta el punto de que se considera que su sistema de combate está basado en ellas. Así, Monte cree de gran importancia que el esgrimista nunca se quede quieto y que mueva las piernas y las manos casi de continuo, ya que para él los ataques desde guardias estáticas son fácilmente “leídos” por un enemigo hábil. Los consejos de Monte, aunque acertados, frescos y novedosos, cayeron en saco roto. El autor es poco citado, fuera de propia época, y su obra resultó casi desconocida a posterioridad. Para Sidney Anglo, la clave de este fracaso estriba en dos puntos fundamentales: el primero, el propio tratado. Al parecer, Monte escribía de forma poco estructurada y clara, dejando explicaciones para posteriores capítulos, y citando su propia obra en saltos hacia adelante y hacia atrás que confundían al lector. En segundo lugar, se encuentra el hecho de la decisión de haber publicado sus tratados en latín, y no en lenguas modernas, como el italiano, el castellano o el francés, lo que restringió mucho su mercado de lectores potenciales. Asimismo, la tipografía del impresor, Scinzenzeler, resulta tosca y poco atractiva63.                                                              62

Igualmente recomienda, citando a Liechtenauer, los ataques de filo que terminan convirtiéndose en una estocada.

63

Anglo, Op. cit., 2001, pág. 132-34.

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Tras la obra del pragmático Pietro Monte, la esgrima común o vulgar no tendrá otro exponente en un tratadista conocido hasta la publicación en francés de la obra de Pedro de Heredia en torno al año 1600, a excepción de las citas de los maestros de la verdadera destreza sobre Pons, de la Torre y Francisco Román, de las que ya hemos hablado. Olivier Dupuis64, Lionel Lauvernay65 y otros traductores e interpretadores de la obra de Heredia han analizado las tres copias del tratado66, que fue conocido como Livre des leçons o Traité des Armes67 y que ha sido atribuido a Pedro de Heredia por una nota adjunta a una de las copias68, aunque no se cite el nombre del autor en el propio tratado. Pedro de Heredia era un militar al servicio del rey a comienzos del siglo XVII. Se sabe que en 1618 contrajo nupcias, y que desarrolló su carrera militar en Flandes. En la década de 1630 se le cita como capitán de una compañía de caballos corazas, y posteriormente en 1648 como gobernador de la villa de Leau, en Brabante (actual Zoutleew belga), por lo que es de suponer que estuvo presente en la zona durante la Guerra de los Treinta años. A pesar de que, por las fechas, la obra podría estar enmarcada en la escuela de la verdadera destreza, Lionel Lauvernay sostiene que el tratado dista mucho de esta tendencia, ya que no incurre en una interpretación plenamente matemática de la esgrima, y además incluye numerosos términos de procedencia italiana, como brocade (de imbrocatta), gagner (de guadagnare) o caver (de cavare). Además, Heredia emplea los términos españoles ganancia, garatusa y daga69. La garatusa será una de las tretas de la esgrima común listadas por Cruzado y Peralta, lo que sitúa la obra de Heredia en la órbita de la esgrima común o vulgar, justamente contemporánea a la época del auge de                                                              64

Olivier Dupuis y Lionel Lauvernay, Le livre des leçons. Pedro de Heredia, 2011.

A.A.V.V., Transcription du « livre des leçons », manuscrit attribué à "Pedro de Heredia", http://ardamhe.free.fr/biblio/pdf/Livre_des_lecons_Heredia-v1.0.pdf, [revisado: 4-07-2012].

65

66

Dos en la colección RL Scott Library del Museo de Glasgow. Una que consta de 210 folios (MS E.1939.65.360), y otra de 54 planchas con ilustraciones que acompañan al texto (MS E.1939.65.359). La otra copia se encuentra en la Biblioteca Nacional de Suecia, con más ilustraciones que la copia de Glasgow (X 911).

67

Título con el que se cita a la obra en la bibliografía de Leguina.

68

La nota reza: “Don pedro de Heredia. Manuscrito sobre papel en torno a 1600. Traité des Armes por don Pedro de Heredia, capitán de caballería, miembro del consejo del rey de España, y gobernador, por su majestad, de la villa de Leáu, en Brabante…”. En Dupuis y Lauvernay, Op. cit., 2011, págs. 2-3.

69

Ibíd., pág. 4.

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la verdadera destreza, con la misma publicación en el año de 1600 de la obra de Pacheco de Narváez Libro de las grandezas de la espada. La esgrima de Heredia resulta así un interesante sujeto de estudio referente a esta “esgrima vulgar”. La base italiana queda clara, ya que las guardias principales están numeradas: primera, segunda, tercera y cuarta. Se introduce asimismo el concepto de “contraguardia”, una posición que trata de cerrar la línea de ataque abierta por el rival. Al igual que en la escuela de la verdadera destreza, las manos pueden estar giradas en 8 posiciones diferentes (arriba, abajo, izquierda, derecha y sus diagonales). La espada se divide en cuatro partes, o tres, para simplificar70. Los desplazamientos son complejos, tanto con un pie como con los dos, y se tiene en cuenta la distancia con el oponente en la realización de los mismos, y el “medio de proporción71”. Dupuis y Lauvernay citan en su glosario 14 tipos de desplazamiento, 11 ataques, 13 acciones sobre el rival y 7 sobre movimientos concernientes a la punta del arma y la estocada, que mezclan tanto conceptos españoles (como el estramazón72) como italianos (como el ataque a contratiempo). En general, la esgrima de Heredia es compleja y muy técnica, pero al mismo tiempo, bien estructurada y fácil de comprender, gracias a la utilización de conceptos italianos y españoles en una mezcla que busca la efectividad sin mayores consideraciones filosóficas ni matemáticas. Fruto del tiempo en que fue publicado, Traité des Armes incluye no solo esgrima con espada sola, sino también con espada y daga, e incluso lucha con daga sola o con dos espadas. Muy significativamente, Heredia incluye en su tratado varias láminas y explicaciones alusivas al combate cuerpo a cuerpo, materia que ya no encontramos en la tratadística de la verdadera destreza73, y que sí era frecuente en autores bajomedievales                                                              Al igual que en la escuela francesa posterior: tercio débil o foiblee, el de la punta, más fino y ligero, el tercio medio y el fuerte, más ancho, con el que se realizan mejor las paradas.

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71

El medio de proporción es la distancia óptima para comenzar a “jugar las armas”, calculada con base en la longitud del brazo y el arma propias, y las del oponente, tratando de que sea una distancia equitativa, y al mismo tiempo posibilite las acciones sobre el hierro en ataques y paradas.

72

Según Alberto Bomprezzi el estramazón es “una acción de corte fulminante que se ejecuta con el brazo estirado la mano en tercera y solo con la muñeca. Es un corte de poca potencia pero rápido y que no descubre la línea de ataque”. Domenico Ángelo lo cita como un movimiento característico de la escuela española. En: Alberto Bomprezzi, Breve comentario sobre la Esgrima Española en el tratado de Doménico Angelo, http://www.esgrimaantigua.com/EsgrimaAngelo.php, [Revisado: 7-7-2012]

73

Anglo, Op. cit., 2001, pág. 181.

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y de la primera mitad del siglo XVI, pero que irá desapareciendo progresivamente de los tratados de esgrima, y suscitando su propia tratadística diferenciada. Como puede apreciarse, esta esgrima “común” varió ostensiblemente adaptándose a diferentes épocas y tendencias: de un “corpus” de técnicas orientado hacia el combate entre caballeros y la guerra, como el de Pietro Monte, que incluía consejos hasta para luchar a caballo o con arnés completo, a una esgrima sofisticada de espada ropera, más orientada a la autodefensa en ambientes civiles, de Pedro de Heredia, que sin embargo retenía de la tratadística anterior, tanto española como italiana, todos aquellos elementos que se consideraban útiles para sobrevivir a un duelo o un asalto callejero, como el uso de la daga o el combate cuerpo a cuerpo.

(Ilustración 5) Lámina 13 de una traducción alemana de 1644 de la obra de Nicoletto Giganti de 1606 Scola, overo, teatro74. Como se puede apreciar, la escuela italiana todavía contemplaba acciones de cuerpo a cuerpo como el agarre al tercio fuerte o la guarnición del rival, algo sobre lo que también nos habla Pedro de Heredia.

Era esta esgrima, pues, algo pragmático, por lo que no es de extrañar su falta de normalización. Hombres de acción, más que hombres de palabras, los maestros de la escuela “vulgar” emplearían sus esfuerzos en formar a los tiradores para sobrevivir a un                                                              Nicoletto Giganti, Scola, overo, Teatro: nelquale sono rappresentate diverse maniere, e modi di parare, e di ferire di spada sola, e di spada, e pugnale; dove ogni studioso portra essercitarsi e farsi prattico nella professione dell' Armi, Venecia, 1606.

74

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lance, y no se preocupaban tanto de la propaganda de su propio estilo, al que considerarían sólido al estar fundamentado en antiguos y contrastados principios. Cuando en 1702 Manuel Cruzado y Peralta publicó su obra Las tretas de la vulgar y común esgrima, el corpus teórico de la esgrima vulgar había aumentado considerablemente: ahora se listaban 30 tretas a espada sola, 5 de espada y daga y 2 de espada y capa. Sin consideramos que una treta es un conjunto de acciones simples agrupadas que se traducen en una técnica que puede aplicarse con efectividad ante varias situaciones de combate, podemos deducir que la esgrima común gozaba de una relativa buena salud a comienzos del siglo XVIII, a pesar de que la escuela de la verdadera destreza fue ganándole terreno en el plano teórico y propagandístico, con tanta efectividad que, de no ser por las propias menciones de estos tratadistas, el estilo nos hubiera sido desconocido en nuestros días.

1.3‐ La escuela de la Verdadera Destreza   

En 1582 apareció en las imprentas de Sanlúcar de Barrameda un libro titulado De la Philosophia de las Armas y de su Destreza y de la Aggression y Defensa Cristiana, que vendría a revolucionar el panorama esgrimístico español. En torno a la biografía de su autor, Jerónimo Sánchez de Carranza, no son muchos los datos que tenemos, y debemos fiarnos de los contemporáneos que escribieron sobre él y de sus propias impresiones vitales contenidas en su obra. Nacido posiblemente en 153975, era natural de Sevilla. En un punto indeterminado de su vida, entró a servir al VII duque de Medina Sidonia, don Alonso Pérez de Guzmán, ejerciendo como gobernador de la villa de Sanlúcar de Barrameda donde terminó de escribir este tratado. En 1580 participó como capitán de caballería en la invasión del Algarve por parte de las tropas del duque, por mandato del rey Felipe II, donde parece que destacó más por sus empeños como diplomático que por sus hazañas bélicas, pues

                                                             75

Pacheco de Narváez afirmó que terminó su obra en 1569, a la edad de 30 años, a pesar de que se publicara trece años más tarde.

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los portugueses apenas opusieron resistencia76. Como pago por sus servicios, o sus conexiones con el duque, recibió una encomienda de la Orden de Cristo, y posteriormente la gobernación de Honduras de 1589 a 1594, donde entre otros problemas debió enfrentarse a la situación de guerra con Inglaterra, cuyos corsarios atacaron la costa hondureña en varias ocasiones77. Regresó a la península, donde murió en torno al año 1600. Además de su tratado de esgrima, escribió otras obras que fueron publicadas a su muerte, como Los cinco libros sobre la ley de injuria de palabra o de obra publicada en 1605, y Discurso sobre armas y letras sobre las palabras del proemio del emperador Justiniano, impresa al año siguiente78. De la filosofía de las armas es una obra singular dentro de la tratadística de esgrima, ya que pertenece al género dialogístico. Contiene cuatro partes o diálogos tocantes a la enseñanza de la destreza, el arte/ciencia de manejar la espada. Sobre si la destreza es arte o ciencia, hay que considerar que esta problemática se resuelve de una manera curiosa. Mientras otras ciencias intentaron a lo largo del siglo XVII dejar de ser consideradas como “arte”, los tratadistas de la verdadera destreza terminaron aunando ambos conceptos en una filosofía renacentista, casi leonardiana, calificando su práctica como “ciencia filosófica y matemática”. El primer diálogo de la obra de Carranza trata de dignificar el manejo de las armas, diferenciando a la destreza de la forma de tirar de los vulgares o bravos, tratando de establecer la dignidad de esta ciencia/arte. Para aseverar este extremo, Carranza se apoya más en la filosofía que la descripción de la técnica, citando autores como Platón, Aristóteles, Euclides o Galeno. Carranza es el primero que señala que un diestro, o al menos un diestro pleno, es alguien versado tanto en la práctica como en la teoría, para la cual es necesaria la competencia o conocimiento en muchas ramas del saber79.

                                                             José María Hermoso Rivero, “Jerónimo Sánchez de Carranza y el primer tratado de esgrima español publicado en Sanlúcar de Barrameda (1582)”, en El rincón malillo. Anuario del Centro de Estudios de la Noroeste de Cádiz, 3, pág. 13.

76

Lourdes de Ita Rubio, “El primer ataque inglés a Campeche por William Parker en 1596”, en Tzintzun. Revista de estudios históricos, 41 (2005), págs. 117-130.

77

78

Hermoso Rivero, Op. cit., pág. 13.

79

Claude Chauchadis, “Didáctica de las armas y literatura: Libro que trata de la Philosofía de las armas y de su Destreza de Jerónimo de Carranza”, en Criticón, 58 (1993), pág. 74.

43   

 

(Ilustración 6) Portada del libro de Carranza De la Philosophia de las Armas con retrato del autor.

 

En el segundo diálogo, Carranza nos presenta uno de estos maestros “vulgares”, que trata de justificar que enseña de una manera inadecuada, para lo cual describe minuciosamente sus tretas y técnicas. Esto prepara el diálogo siguiente, en el que muy minuciosamente se detallan las ciencias que tocan a la esgrima, como las matemáticas, la aritmética, la música o la anatomía. A tal efecto, describe desde los músculos del cuerpo necesarios para manejar una espada hasta la conveniencia de utilizar la combinación de espada y rodela o espada y daga. En esta parte del diálogo, se detallan las técnicas con bastante precisión, y se establece el corpus teórico de la escuela de la verdadera destreza. En el cuarto y último diálogo, trata de conciliar la práctica de las armas con la religión cristiana, estableciendo un arquetipo moral para el esgrimista, que solo debe emplear su saber para defenderse a sí mismo, salvaguardar o aumentar su honra, conservar la fama y servir a Dios80. Como otros tratadistas de la destreza, y contemporáneos de la escuela italiana, Carranza parece estar en contra del duelo, al

                                                             80

Chauchadis, Op. cit., 1993, pág. 75.

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menos del duelo sin una causa muy justificada y siempre que el combate se haga de forma proporcionada y en condiciones de igualdad81. El impacto de la obra de Carranza, considerado una autoridad en la materia por sus propios contemporáneos, se hizo notar. Incluso en la literatura diversos autores citaron su obra, la mayoría con admiración, como Vélez de Guevara en El diablo Cojuelo82”o Miguel de Cervantes en su inmortal El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, donde hay de hecho una escena protagonizada por el bachiller Corchuelo y un licenciado diestro en las armas, el cual vence fácilmente a una esgrima tosca y basada en la fuerza desplegada por Corchuelo83. Carranza había fundamentado una nueva escuela de esgrima en base a unas ideas que ya habían sido sembradas por autores italianos como Achille Marozzo o Camilo Agrippa. La esgrima de Carranza discurre en torno al uso de la espada de una mano. El desarrollo de la esgrima centrada en el uso de la espada a una mano está mejor documentada en Italia, donde el tratado de Achille Marozzo, de tradición boloñesa, Opera Nova84 (1536), abrió nuevos caminos. Aunque en este tratado se incluye espada y broquel, lucha con daga de rodela, armas de asta o lucha a mano desnuda, también aparece en él el uso de la espada sola, una espada a una mano, “de punta y corte” que usa también conjuntamente con una daga de mano izquierda empuñada hacia arriba (como Monti) o con una capa (como se citaba en el nombramiento de Gómez Dorado). Muy significativamente, don Luis Pacheco de Narváez, uno de los grandes maestros de la escuela española de la verdadera destreza, cita el trabajo de Marozzo como uno de los precedentes de lo que él considera como la línea de maestros de los cuales deviene el arte de la esgrima85.

                                                             Claude Chauchadis, La loi du duel. Le code du point d’honneur dans l’Espagne des XVIe-XVIIe siècles, Tolouse, Presses universitaires du Mirail, 1997, págs. 259-271. 81

82

Vélez de Guevara, El diablo cojuelo, 1641.

Stefano De Merich, La presencia del "Libro de la filosofía de las armas” de Carranza en el "Quijote" de 1615, Bulletin of the Cervantes Society of America, 2007 (traducción al castellano de 2009).

83

Achille Marozzo y Giovanni Rapisardi, Achille Marozzo, Opera Nova dell'Arte delle Armi, Gladiatoria, 1999. 84

Luis Pacheco de Narváez, Al duque de Cea: carta dirigida por D. Pacheco de Narvaez a dicho Sr. dando su parecer sobre la obra de Carranza, 1618.

85

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Más importante incluso para la relación entre la esgrima española y la italiana fue el trabajo de Camilo Agrippa, Trattato di Scientia d'Arme, con vn Dialogo di Filosofia (1553), que algunos consideran como la primera obra “científica” de esgrima. Este cientificismo se basaba en la aplicación de las matemáticas a la comprensión y práctica de la esgrima con la espada, espada que en Agrippa pasa de ser “de punta y corte” a espada. El surgimiento de la esgrima matemática, que basaba los movimientos y acciones del esgrimista en un complejo sistema de ángulos, vectores y líneas de fuerza, pero también introducía cuestiones filosóficas y anatómicas. Patri J.Pugliese afirmó en su artículo de 2005 Parallels between fencing and dancing86 que tanto la escuela italiana como la española tienen un sistema de pasos y “posturas” en sus guardias y desplazamientos que recuerda a las diferentes escuelas de baile regionales, y que pasos similares a los de la escuela de la verdadera destreza se pueden ver en tratados de baile como el Discursos sobre el arte del dançado de Esquivel Navarro (1642). Quizá sea por esto que autores de la verdadera destreza como Pacheco recomienden el danzar entre las actividades que deben fomentarse en el aprendizaje de un esgrimista87.

(Ilustración 7) Diagrama presente en la obra de Esquivel Navarro, fol. 22r.

Ya hemos hablado de la relación de Agrippa con Carranza, como padre de la esgrima matemática. Pero las relaciones entre ambas escuelas llegaban en ambas                                                              Patri J. Pugliese, Parallels between fencing and dancing in late sixteenth century treatises, The Raymond J.Lord collection of historical combat treatises and fencing manuals, 2005, http://www.umass.edu/renaissance/lord/pdfs/Parallels.pd, [revisado: 04-08-2012].

86

Luis Pacheco de Narváez, Libro de las grandezas de la espada, en que se declaran muchos secretos del que compuso el comendador Gerónimo de Carrança. En el qual cada uno se podrà licionar, y deprender à solas, sin tener necesidad de maestro que le enseñe, 1600, fol. 29r.

87

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direcciones. Y en 1587, un autor boloñés, Frederico Ghisliero, publicó su tratado Regole do molti cavagliereschi esserciti, estudiado también por Anglo. Este autor asegura que Carranza influenció la esgrima de Ghisliero, que también plantea una esgrima de pasos circulares (más bien radiales) y muy parecida a la de Carranza, y refleja en sus láminas la aplicación de conceptos matemáticos al movimiento, en figuras que nos muestran tanto guardias como líneas y planos, y aún esgrimen enfrentándose por parejas con capas y dagas de mano izquierda88.

(Ilustración 8) Lámina del Regole di molte mostrando una rectitud o guardia y una figura geométrica sobre la que se realizan los desplazamientos.

La influencia carrancista fue aún más allá, impregnando la obra de maestros portugueses como Diogo Gómes de Figueireido o Gerard Thibault, maestro en Amberes. Thibault, autor de uno de los tratados más bellamente ilustrados de la Edad Moderna, Academie de l’espee (1628), estaba relacionado con los diestros carrancistas89 mediante la figura de Méndez de Carmona, alumno de Carranza con el que parecía tener

                                                             88

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 68-71.

89

En adelante, la voz carrancista designará a los seguidores de las enseñanzas de Carranza, mientras que los pachequistas seguirán los preceptos de Pacheco. Aunque parecidas, sus destrezas diferían en algunos puntos que se consideraban de gran relevancia.

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amistad, llegando de hecho a visitar Sevilla, donde Carranza tenía su sala, en varias ocasiones90. Si los tratados españoles de los siglos XVI y XVIII adolecían de una falta de ilustraciones galopante, si los comparamos con tratados italianos o imperiales, la obra de Thibault viene a suplir este hecho de forma más que competente, ya que al parecer gastó una fortuna contratando a varios de los mejores grabadores flamencos de su tiempo. En estos grabados podemos ver un diagrama que divide el cuerpo humano en una serie de líneas o planos de gran complejidad matemática, y que los esgrimistas que combaten por parejas lo hacen sobre círculos de inspiración carrancista, donde vemos los pasos que realizan, y mediante líneas, el movimiento de sus brazos. La esgrima de Thibault era la sublimación de la espada ropera, y el uso de la punta frente al tajo, aunque Carranza lo comentara e incluyera en sus discursos. Para Thibault, la esgrima de punta llevaba a la perfección, y podía de hecho vencer a la esgrima de tajos y cuchilladas de otras armas, lo cual intenta demostrar en algunas de sus láminas91.

  (Ilustración 9) Detalle de la “Tabula III” del Libro I de Thibault, mostrando un esgrimista en una planta similar al ángulo recto de la escuela de la verdadera destreza.

                                                             Herman Fontaine de la Verwey, “Gerard Thibault and his Academie de l'Espée”, Quaerendo, 7 (1978), pág. 289.

90

91

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 75-82.

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Antes de entrar en profundidad en el estilo de la verdadera destreza, tratando de sintetizar lo propugnado por sus dos principales figuras, Carranza y Pacheco, conviene hablar sobre la segunda. Don Luis Pacheco de Narváez nació en Baeza en torno al año 1570, falleciendo en Madrid en 1640. Antes de llegar a la capital para ocuparse de la maestría de los pajes del príncipe heredero (1618) había servido en el ejército, concretamente en las islas de Lanzarote y Fuerteventura, llegando a alcanzar el rango de sargento mayor. A pesar de que se ha querido ver en él un alumno de Carranza, parece que este dato es erróneo, y no se sabe a ciencia cierta cuándo entró en contacto con su obra92. Lo que si sabemos es que, antes incluso de su nombramiento como maestro mayor en 1624 (cargo que no ocuparía Carranza), había escrito ya su gran obra, Libro de las grandezas de la espada, en que se declaran muchos secretos del que compuso el comendador Gerónimo de Carrança. En el qual cada uno se podrà licionar, y deprender à solas, sin tener necesidad de maestro que le enseñe, publicada en al año 1600 (poco después de la muerte del propio Carranza). A pesar de que inicialmente Pacheco parece hacerse eco de lo propugnado por Carranza, sus diferencias comienzan a pesar a medida que su propia fama crece.

  (Ilustración 10) Ilustración que representa al propio Pacheco de Narváez en su libro Grandezas de la espada.

                                                             Aurelio Valladares Reguero, “Luis Pacheco de Narváez: Apuntes bio-bibliográficos”, en Seminario de Bio-Bibliografía Giennense "Manuel Caballero Venzalá", 3 (1999), 45 (173), págs. 509-577.

92

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En 1608 escribe otro voluminoso tratado bajo el nombre de Las Cien conclusiones o formas de saber de la verdadera destreza, donde “reduce” toda la destreza a cien puntos que intenta explicar en profundidad. Las diferencias con los carrancistas comienzan a acentuarse a raíz de su manuscrito, la conocida como Carta al duque de Cea93. Desde su gran obra del año 1600, Grandezas de la espada, Pacheco aprovechaba cada publicación para tratar de clarificar sus ideas. Así lo hizo en 1612 en su nueva publicación Compendio de la filosofia y destreza de las armas, de Gerónimo de Carranza. Dada la complejidad de los conceptos filosóficos y matemáticos que propugnaba, algunos autores como don Francisco de Quevedo comenzaron a satirizar su obra, denostándola por aparentemente inútil y excesivamente farragosa, además de denunciar a los diestros como personajes que pregonaban por activa y por pasiva la supuesta superioridad de su ciencia. Dada la afinidad de Pacheco con el círculo culterano de Luis de Góngora, la sátira quevedesca contra él, bien conocida, llegó a tal extremo que se afirmaba que el propio Quevedo había tenido un lance con Pacheco, en el que aparentemente consiguió volarle el sombrero de una estocada mediante una añagaza94. Sea como fuere, y a pesar de estas críticas, Pacheco siguió publicando sin cesar, convirtiéndose, quizá, en el tratadista de esgrima más prolífico de la historia. Ya como maestro mayor, publicó en 1625 un manual de uso para los esgrimistas de su escuela el Modo facil, y nuevo par examinarse los maestros en la destreza de las armas: y entender sus cien conclusiones, ó formas de saber. Ya como maestro, reacciona fuertemente contra los carrancistas, tal vez en una maniobra tendente a asentar su propio prestigio, cuestionado por algunos contemporáneos, imprimiendo en 1635 Engaño y Desengaño de los errores que han querido introducir en la destreza de las armas. Al igual que Carranza, Pacheco no se limitaba a la publicación de obras relacionadas con la esgrima, sino que trataba de abordar otros géneros, como en el libro que bajo su nombre apareció el mismo año de 1635 Historia ejemplar de dos constantes mujeres españolas. Ya casi al final de su vida, publicó otro de sus grandes manuales, el Advertencias para la enseñanza de la Filosofia y destreza de las armas (1638). A su muerte, sus alumnos                                                              93

Pacheco de Narváez, Op. cit., 1618.

Aurelio Valladares Reguero, “La Sátira quevedesca contra Luis Pacheco de Narváez”, Epos. Revista de Filología, 17 (2001), págs. 165-194.

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recopilaron sus notas de un tratado de esgrima que preparaba con celo, y que se suponía iba a estar a la misma altura del Grandezas de la espada. Este libro, aparecido en 1672, tenía como título Nueva ciencia, y filosofía de la destreza de las armas. En general, Pacheco era incluso más teórico que Carranza, y es en la teoría donde se perdía en largas descripciones, criticadas por sus contemporáneos. Si bien es cierto, un estilo tan difícil de conceptualizar, necesitaba de estas grandes explicaciones, que derivaban en tratados con más de 500 páginas95. Si consideramos que a la obra de Carranza hay que sumarle la de sus discípulos y otros tratadistas de la verdadera destreza, entendemos por qué el mito anglosajón, aun hoy mantenido por referencias en la obra de Sidney Anglo, categorice a la verdadera destreza como un estilo farragoso, inútil y anquilosado en la esgrima matemática que fue decayendo en Europa a lo largo del siglo XVII. Como veremos, nada más lejos de la realidad96. ¿Qué es la verdadera destreza? La verdadera destreza, según sus propios autores, no designaba un estilo adaptado a un arma particular. Se trataba, quizá de forma pretenciosa, del combate en sí mismo, de la forma de desenvolverse con una espada en la mano en términos generales97. Para esto, eran muy importantes las matemáticas, que ayudaban a entender los movimientos y las líneas (las “rectitudes”). Carranza consideraba el círculo como la forma perfecta, y que los movimientos de los esgrimistas se desarrollaban mediante arcos y líneas descritas por los pies98. Los tratadistas de la verdadera destreza listan seis tipos de movimientos “simples”99: • Violento: el que sube. • Natural: el que baja. • Remiso: el que se aparta de cualquiera de los lados.

                                                             95

Nueva Ciencia tenía exactamente 765, más un índice llamado “tabla de las cosas más notables que en este libro contienen”. 96

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 82-90.

97

Eduardo Pérez Pellitero, Iniciación a la verdadera destreza, Barcelona, ACEA, 2012, pág. 43.

98

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 68-69.

99

Pérez Pellitero, Op. cit., pág. 16.

51   

• Extraño: el que va hacia atrás. • Accidental: el que va hacia delante. De estos seis movimientos simples salen, en combinación, los movimientos mixtos, como pueden ser por ejemplo el movimiento natural remiso (a la izquierda o a la derecha). En Nueva Ciencia, Pacheco incluye además otros dos movimientos: el oblicuo, que se aparta hacia el lado sin subir ni bajar realizando un semicírculo y el circular (el que describe un círculo completo)100. Luego de los movimientos, se hallan las rectitudes, que no son guardias, sino posturas extremas en las que hombre puede afirmarse101. En la escuela de la destreza se recomienda utilizar la postura del ángulo recto, en la que el esgrimista se halla erguido, con los pies casi juntos, formando un ángulo de 90 grados con la punta del pie derecho (cuando se es diestro) mirando hacia el oponente. Es la misma guardia que observamos en el tratado de Thibault. No obstante, a pesar de esta recomendación, y a diferencia de la esgrima italiana, la destreza no posee el concepto de guardia, y el esgrimista bascula entre seis rectitudes generales (arriba, abajo, lado izquierdo, derecho, atrás y adelante) que tienen un límite en la postura extrema del cuerpo marcado por las matemáticas. Este diagrama de las rectitudes está incluido en la obra de Ettenhard, Compendio de los fundamentos de la verdadera destreza, y filosofia de las armas102. La geometría del diestro se completa luego con una serie de líneas y planos que lo dividen103: • Líneas y planos verticales: línea diametral (o de pecho), línea vertical derecha o izquierda (la que pasa por el extremo derecho o izquierdo del torso), y las líneas colaterales y diametrales izquierda y derecha que derivan de esta. • Líneas y planos horizontales: plano superior (el que va de hombro a hombro), plano medio (el que pasa por la cintura) y plano inferior (la del suelo).                                                              100

Ibíd., pág. 17.

101

Pacheco de Narváez, Op. cit., 1675, pág. 14.

Francisco Antonio de Ettenhard y Abarca, Compendio de los fundamentos de la verdadera destreza, y filosofia de las armas, 1675, pág. 23. 102

103

Pérez Pellitero, Op. cit., pág. 22-25.

52   

• Otras líneas: como las líneas o planos oblicuos o la línea racepta (donde la mano tiene su coyuntura y centro de movimiento).

  (Ilustración 11) Lámina IX de la obra de Ettenhard de 1675. 

La geometría del plano inferior es bastante importante, ya que de ella vendrán los movimientos del esgrimista. Como Carranza propugnaba que la forma más perfecta era el círculo, el plano inferior, a nivel de suelo, se divide en una serie de círculos104: • Común: el que cuyo diámetro separa a ambos esgrimistas. • Particular: el círculo que se dibuja a partir del diámetro particular (el desplazamiento que ejecuta el enemigo por una de las líneas transversales). • Máximo: el que se dibuja desde el talón derecho de un esgrimista y el de su oponente. • Propio: el de cada combatiente, tenía el diámetro del talón del pie derecho al del izquierdo.

                                                             104

Ibíd., pág. 33-35.

53   

Además, sobre estos círculos se aplican una serie de ángulos, obtusos, agudos o rectos. El diestro, cuando camina en el combate, ejecuta pasos y compases. Los pasos son movimientos ejecutados con un solo pie, mientras los compases se efectúan con los dos, quedando el diestro en una posición similar de los pies a la de partida, que le permita seguir moviéndose. Este es el llamado por los anglosajones “círculo mágico” de la verdadera destreza, muchas veces representado en los tratados. El dibujo de este círculo representa de la forma más pedagógica posible, a entender de sus creadores, la forma en que un diestro debe moverse. Los compases principales son105: • Recto: hacia adelante. • Extraño: hacia atrás. • Transversal: hacia los lados. • Trepidante: en diagonal hacia delante. • Curvo: es el que se da por la curva por cualquiera de los lados de la circunferencia. Existen, además, los compases mixtos (transversal y curvo, trepidación y extraño). Las líneas y ángulos se complementan con las posiciones de la mano empuñando el arma: uñas arriba (la palma hacia arriba), uñas abajo (dorso hacia arriba), uñas adentro (girada con la palma hacia el torso) y uñas afuera (al revés) con posiciones intermedias o participios106. Toda esta complejidad se introduce sin que tengan nada que ver las tretas o maniobras de esgrima, por lo que evidentemente el sistema trata de explicar todo el movimiento del cuerpo humano en el combate de forma sistemática. Realmente, un diestro introducía al combate un elemento que parece poco clarificado en los tratados italianos o alemanes, que era la cuestión del movimiento circular, lateral o transversal, sin seguir líneas rectas. Si tenemos en cuenta que un esgrimista de la verdadera destreza debía procurar ganar a su enemigo “los grados de perfil” (o sea, buscar flanquearle para no luchar en la “línea del diámetro”, cosa que Carranza desaconsejaba), mientras intentaba mantener el medio de proporción (distancia óptima                                                              105

Ibíd., págs. 37-40.

106

Ibíd., págs. 48-49.

54   

para combatir calculada a partir de la altura del rival, la longitud de ambas espadas, etc.107) un tirador de esta escuela resultaba casi como un bailarín, pero si tenemos en cuenta la fama de los españoles que empuñaban una espada, uno particularmente letal108. El sistema de la verdadera destreza se completa con la descripción de las propias acciones que realiza el esgrimista, las tretas, donde se intenta tener en cuenta lo imprevisible del combate, y al mismo tiempo, como otros maestros, tratar de ofrecer soluciones a problemas comunes. A pesar de que en los ataques primaba la estocada, el ataque de punta, también daban los diestros tajos y reveses (golpes de filo ejecutados con una combinación de giro de muñeca y dominio y presión sobre la hoja del rival). Como no toda la esgrima es ataque, sino fundamentalmente, defensa, se tenía en cuenta la necesidad de ejecutar reparos (paradas)109.

  (Ilustración 12) Detalle de la Tabula VI, libro II de Thibault. Un esgrimista se defiende tirando a espada y daga, mientras otro le ataca en un movimiento dentro de su círculo.

 

                                                             107

Ibíd., págs. 54-56.

En la obra de Brantôme, Bravuconadas de los españoles, se citan a menudo historias particulares relacionadas con esta efectividad, o al menos, con la fama de los españoles de animosos y dispuestos a la pelea. 108

Manuel Esquivel, Vademécum de la destreza general, Asociación de Esgrima Histórica de la Ciudad de México, 2010, págs. 63-67.

109

55   

A pesar de esto, el sistema de la destreza basa sus ataques y defensas en un control de la espada del rival a través de un intenso trabajo “sobre el hierro110” donde el atajo se muestra como una de las tretas principales, un medio por el cual apartar la punta de la espada del rival de nosotros, de modo que podamos actuar de manera más segura111. Como culmen de tal principio general, se encontraba el llamado movimiento de conclusión, o conclusión, una acción por la cual el diestro alcanzaba una superioridad plena en la que, no solo se encontraba seguro, sino que podía decidir entre desarmar, herir o matar a su oponente. Traducido en la práctica, un movimiento de conclusión solía acercar a los esgrimistas más allá del medio de proporción, pero la ejecución de una treta que permitiera a uno de ellos poder realizar sobre el otro estas acciones con una seguridad casi completa112. Estos eran, a grandes rasgos, los principios de la escuela, sobre los que tratadistas se extendieron en manuscritos y letra impresa formando una de las escuelas de esgrima más prolíficas de Europa. Y, a pesar del mito, de efectividad acreditada simplemente por su larga duración en el panorama esgrimístico europeo, compitiendo con otros estilos al alza como fueron la esgrima de autores italianos, imperiales y posteriormente franceses durante más de 200 años.

1.4‐ Los epígonos de la verdadera destreza en el siglo XVII 

Carrancistas y pachequistas compitieron tanto en las palestras como en el plano intelectual, dada la fecundidad del estilo, que se tradujo un número impresionante de tratados publicados en letra impresa durante el siglo XVII. Estos epígonos, o seguidores de la destreza, consumían con voracidad estos escritos, y aportaban a éstos obras propias. Es el caso de Miguel Pérez de Mendoza y Quijada, natural de Logroño, que                                                              Los maestros de la tradición de Liechtenauer hablaban del fulen, el trabajo basado en el contacto de una hoja contra la otra, donde el esgrimista debe guiarse por la sensación del contacto, llamada por la escuela francesa “sentiment du fer”.

110

111

Pérez Pellitero, Op. cit., págs. 72-87.

112

No obstante, hay que tener en cuenta la dimensión del pugilismo y la lucha, cuestión en la que no se hace casi hincapié en la verdadera destreza, al igual que Academie de l’espée de Thibault, al considerarlo algo zafio y burdo.

56   

alcanzó en 1646 el cargo de maestro del infante Baltasar Carlos y, a su muerte, el de maestro de don Juan José de Austria. A la muerte del propio Mendoza y Quijada en 1679, se procedió un año más tarde al inventario de sus bienes. Entre ellos se contaba una numerosa biblioteca, donde se encontraban obras de geometría de Euclides, las Décadas de Tito Livio, un Quijote y cuatro obras de Quevedo, además de numerosos libros sobre religión y espiritualidad. Entre estos títulos, destacan al menos 6 tratados de esgrima, la mayoría de Pacheco, pero incluyendo también una edición del Philosophia de las armas de Carranza y una obra contemporánea a la suya, escrita por Arias de Porres Resumen de la verdadera destreza en el manejo de la espada (publicado en torno a 1667)113.

  (Ilustración 13) Lámina X de la obra de 1695 de Rada Respuesta philosophia y mathematica. 

La tratadística de los epígonos de la destreza, que ocupa a un sinfín de figuras más allá de los dos maestros fundadores, comienza en torno al mismo año de 1600 con la publicación de la obra de Jerónimo Salvador Araujo Delgado Argvmento con qve se                                                              113

José Luis Barrio Moya, “La biblioteca de Don Miguel Pérez de Mendoza. Maestro de Armas riojano del Rey Carlos II (1679)”, Militaria, Revista de cultura militar, 15 (2001), págs. 127-131.

57   

intenta probar qve la phylosophia, y destreza de las armas es scientia, segvn Aristóteles114, con un título de intención reveladora. También de datación imprecisa en torno al año 1600 se encuentra la obra de don Carlos Casalilla y García Methodo que deve observar el Maestro para enseñar á sus discipulos la filosofia y destreza de las armas115. En ese año, sí tenemos la certeza de que Lucas del Olmo publicó Romance de las excelencias de la spada116. En 1623, después de la redacción de la Carta al duque de Cea de Pacheco, don Juan Fernando Pizarro publica Apología de la destreza de las armas, defensa del libro de Carranza117, aunque según cita Leguina, Pacheco reivindicó la autoría de la obra en el prólogo de su libro Engaño y desengaño. En 1632 aparecerá una obra importante de entre las de los seguidores de Carranza, la de Tamariz Luis Méndez de Carmona Compendio en defensa de la doctrina y destreza del comendador Gerónimo de Carranza. En el qual hallará el diestro documentos, y auisos importantes para la inteligencia, y excercicio de las armas118. Díaz de Viezma, maestro de armas en Guadix, publicó siete años más tarde sus dos interesantes obras: Epitome de la enseñanza de la filosofia y destreza, matematica de las armas que ha de dar el maestro al discípulo y Método de enseñanza de maestros en la ciencia filosófica de la verdadera destreza matemática de las armas119 (1640) vio otro nuevo tratado de Méndez de Carmona, más generalista Libro de la destreza verdadera de las armas120. Dos años más tarde, Cristóbal de Cala publica Desengaño de la espada, y norte de diestros. La lista de tratadistas se va ampliando así de forma exponencial121: • Sánchez de la Cruz, Mateo, Aqui se contienen dos obras maravillosa, nueua mente compuestas por Mateo Sanchez de la Cruz. La primera, es una platica                                                              114

Leguina, Op. cit., 1904, págs. 35-36.

115

Ibíd., pág. 47.

116

Ibíd., págs. 102-103.

117

Ibíd., págs. 122-123.

118

Ibíd., págs. 89-90.

119

Leguina, Op. cit., 1904, págs. 54-56.

120

Ibíd., págs. 88-89.

121

La lista se ha elaborado a partir de la bibliografía de Leguina.

58   

muy sentida entre el cuerpo, y el alma. La otra es un juego de esgrima a lo diuino, de mucho sentido, 1652. • Garay, Salvador Jacinto de, Tratado de la philosophia y destreza de las armas, c.1664. • Mendoza y Quixada, Miguel Pérez de, Defensa de la doctrina y destreza de las armas, 1665. • Mendoza y Quixada, Miguel Pérez de, Espejo de la filosofia y mathemática de las armas. Breve resumen de la verdadera destreza, 1665. • Arias de Porres, Gomez, Resumen de la verdadera destreza en el manejo de la espada, 1667. • Mendoza y Quixada, Miguel Pérez de, Principios de los cinco sujetos principales, de que se compone la philosophia, y mathemática de las armas practica, y especulativa, 1672. • Garay, Salvador Jacinto de, Tratado de la philosophia y destreza de las armas, 1672. • Ettenhard y Abarca, Francisco Antonio de, Compendio de los fundamentos de la verdadera destreza, y filosofia de las armas, 1675. • Lara, Gaspar Agustin de, Cornucopia numerosa alphabeto breve de principios assentados y rudimentos conocidos de la verdadera filosofía y destreza de las Armas. Colegidos de las obras de Don Luis Pacheco de Narváez príncipe de esta ciencia, 1675. • Mendoza y Quixada, Miguel Pérez de. Resumen de la verdadera destreza de las armas, en treinta y ocho asserciones resumidas y advertidas con demonstraciones prácticas, deducido de las obras principales que tiene escritas su autor, 1675. • Texedo Sicilia de Teruel, Pedro, Escuela de principiantes, y promptuario de questiones en la philosophia de la berdadera destreça de las Armas, en que ban 59   

resumidas con demostraciones practicas, y especulatibas la major parte delas prinçipales desta nobillissima çiençia, 1678. • Rogel García y Delgado del Pino, Juan, Tratado de las armas, intitulado carta y respuesta, 1693. • Lorenz de Rada, Francisco, Respuesta philosophia y mathematica, en la qual se satisface á los Argumentos, y Proposiciones que á los Professores de la verdadera Destreza y philosophia de las Armas se han propuesto por un papel expedido sin nombre de Autor, 1695. • Tamariz, Nicholas. Cartilla, y luz en la verdadera destreza, sacada de los escritas de D. Luis Pacheco y Narváez, 1696. • Ettenhard y Abarca, Francisco Antonio de. Diestro italiano y español, explican sus doctrinas con evidencias máthematicas conforme a los preceptos de la verdadera destreza, y filosofia de las armas, 1697. • Rejón de Silva, Diego, Compendio de las definiciones y principios de la ciencia de las armas, 1697. La presente lista cuenta un total de 25 tratados, aunque no he incluido los manuscritos y otras obras menores que engloban otras temáticas, y también tratan entre sus páginas sobre la destreza. En general, son estas obras voluminosas, al estilo de Pacheco o Carranza, que tratan de clarificar los preceptos de ambos maestros bajo una nueva luz, aportando en ocasiones interesantes grabados, ilustraciones y diagramas para tratar de explicar mejor los esquivos conceptos matemáticos en los que se fundamentaba la escuela. Algunas de estas obras, quizá la mayoría, no han sido estudiadas en profundidad. La verdadera destreza se nos revela así como un fenómeno de amplio espectro, tan solo en la tratadística, y que escapa más allá, como hemos visto, con referencias en la literatura del Siglo de Oro e incluso en el arte de la Edad Moderna. Este es el caso de un conjunto de azulejos conservados en una escalera del Rectorado de la Universidad de Sevilla, antigua fábrica de tabacos, que muestran unas parejas de esgrimistas que se enfrentan entre sí en un entorno campestre, y cuyas posturas nos

60   

recuerdan poderosamente a las rectitudes de la verdadera destreza y la “guardia” del ángulo recto122. De entre los tratadistas listados destacan varios, por el impacto de su obra o la profundidad de su nuevo enfoque. Aries de Porres, en su obra de 1667 “Resumen de la verdadera destreza”, consigue sintetizar el sistema en 147 páginas, logro nada desdeñable a tener en cuenta el número de publicaciones que sobre el tema que habían visto la luz a esas alturas. Más importante es la labor de Pérez de Mendoza, que trata de explicar el estilo de un modo más cartesiano y ordenado, en una de cuyas obras se incluye un curioso grabado que, por motivos de espacio, trata de sintetizar todo lo que un diestro debe saber en una sola lámina123 (ilustración 15).

  (Ilustración 14) Uno de los azulejos mostrando a dos diestros plantados en ángulo recto, el de la  derecha parece estar realizando un desplazamiento o compás. 

 

En general, estos tratadistas del último cuarto del siglo XVII aportaban al sistema novedades o una franca intención de mejorar o clarificar sus preceptos. Este es el caso de Ettenhard, que al no ser español de origen, procuraba conciliar o explicar otros estilos en clave de la terminología de la destreza, y además aportaba una serie de

                                                             122

La Real Fábrica de Tabacos de Sevilla se construyó entre 1751 y 1770, aunque las obras mayores, incluida la azulejería, estaban completas en 1756, y la fábrica funcionando desde 1758. José Manuel Rodríguez Gordillo, Historia de la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla: sede actual de la Universidad de Sevilla, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005. Miguel Perez de Mendoza y Quijada, Resumen de la verdadera destreza de las armas en treinta y ocho aserciones, 1675, pág. 69.

123

61   

interesantes grabados de su propia factura, que resultan bastante didácticos para entender los conceptos matemáticos de la escuela124.

  (Ilustración 15) El grabado “todo en uno” de Pérez de Mendoza, incluyendo figuras geométricas, el dibujo del círculo para aprender los pasos, la graduación o partes de la hoja de la espada y las posturas del cuerpo.

 

Pero de entre todos estos epígonos destacó con luz propia Don Francisco Lorenz de Rada Arenaza y Osma, nacido en Laredo en 1665. Primo político de un importante y adinerado indiano, José de la Puente, marqués de Villapuente125, Lorenz de Rada tuvo una intensa carrera militar y política, y además se reveló como uno de los mejores tratadistas de la escuela de la destreza. En 1695 publica Respuesta philosophia y mathematica, en la qual se satisface á los Argumentos, y Proposiciones que á los Professores de la verdadera Destreza y philosophia de las Armas se han propuesto por un papel expedido sin nombre de Autor donde expone sus ideas, que completa                                                              124

Anglo, Op. cit., 2001, pág. 82.

125

La vida de José de la Puente se analiza en este sorprendentemente bien documentado artículo de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_de_la_Puente, [revisado: 07-08-2012].

62   

magistralmente en su obra de 1705 Nobleza de la espada, articulada en tres libros o discursos126. A pesar de que en ellos sigue basando y justificando la aplicación de la geometría y las matemáticas en la esgrima, fundamento de su propia escuela, califica los escritos de Pacheco y Carranza como oscuros y poco comprensibles. En este sentido, prefiere la obra de Thibault, profusamente ilustrada, y por este hecho, incluye sus propias ilustraciones. En ellas intenta plasmar un método de notación del movimiento diferente al de Carranza o Pacheco, aunque basado en los mismos principios geométricos (ilustraciones 13 y 16). No obstante, lo que Rada denuncia es que cualquier forma de movimiento en el cuerpo humano genera líneas y direcciones en la fuerza que se emplea para el mismo. Y ya que el ojo humano es incapaz de seguir en la rapidez del combate estas sutilezas, propone que las figuras geométricas que incluye en sus ilustraciones sirvan para entender estos movimientos. Sin embargo, y aunque reacciona en contra la oscuridad del estilo y trata de explicar y clarificar, vuelve a perderse como otros tratadistas en demostraciones, hipótesis, definiciones, principios y vastos análisis que vuelven a recaer en los mismos defectos que él a ha detectado, y que Sidney Anglo califica como un “monumental callejón sin salida127”. Sea como fuere, la destreza había traspasado las fronteras de Castilla y Aragón, para influir en autores italianos (como Ghisliero), portugueses (como Figueireido128 y Thomas Luis129), flamencos (como Thibault) e indianos, como comprobaremos en el siguiente capítulo. La escuela de la verdadera destreza, que algunos se apresuraban en enterrar pronto, gozaba sin embargo de buena salud.                                                                Lorenz de Rada, Francisco, Nobleza de la espada, cuyo esplendor se expressa en tres libros, segun ciencia, arte y experiencia. Libro primero: De la ciencia del instrumento armigero espada. Libro segundo: Arte del instrumento armigero espada. Libro tercero: Experiencia del instumento armigero espada, 1705. 126

127

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 82-90.

128

Diogo Gomes de Figueyredo, Oplosophia e Verdadeira Destreza das Armas, 1628.

Luís Thomás, Tratado das lições da espada preta e destreza, que hão de usar os jogadores dela, Edición critica por Valle Ortiz, AGEA, Edizer, 2010. (Original de 1685). 129

63   

1.5‐ El largo camino hacia la implantación de la esgrima francesa en España   

El siglo XVIII español se inicia, en lo que a la tratadística se refiere, con una continuidad clara en la escuela de la verdadera destreza, siguiendo sin duda el impulso de finales del siglo XVII. En 1702 Lorenz de Rada publica Las tretas de la vulgar, y comun esgrima de espada sola, y con armas dobles. Tres años después verá la luz su gran obra Nobleza de la espada, sobre la que ya hemos tratado. Rada fue un tratadista activo hasta 1712130, y en sus últimas obras respondió a la polémica del surgimiento de la llamada destreza indiana, una rama que pretendía desgajarse de la destreza de la península reivindicando ciertas diferencias. La primera publicación de la que tenemos noticia sobre este estilo, es la de Diego Rodríguez de Guzmán, Doce conclusiones de la destreza de la espada. Dedicadas al marqués de Castelldosrius, Virrey de estos Reinos131 publicada en Lima con datación imprecisa, antes de 1712, y posiblemente entre 1707 y 1710, periodo de gobierno de Castelldosrius.

(Ilustración 16) Grabado en la obra de Rada Nobleza de la espada mostrando su círculo de compases.

                                                             130

Leguina, Op. cit., 1904, págs. 82-83.

131

Leguina, Op. cit., 1904, págs. 129-130.

64   

Rada reacciona contra esta publicación en su Defensa de la verdadera destreza132, siendo contestado posteriormente en una publicación del mismo año, la Ilustración de la destreza indiana133. A pesar del intento de defensa de Rada de la destreza peninsular, o más bien, de su propia interpretación de la misma, el caso es que la destreza indiana se prolongará a lo largo del siglo, finalizando la Edad Moderna con el tratado del mexicano Simón de Frías Tratado elemental de la destreza del sable (1809). No sería la primera adaptación del sistema a un arma nueva, que no era la tradicional espada ropera. La continuidad de la tratadística comienza a ser una cuestión no tan evidente si analizamos los títulos de algunos tratados anteriores al reinado de Fernando VI134: • Cerón Mancha y Girón, Martín, Fiel Dispertador y Mayor amigo de la malicia; confundiendo su exaltación en la duda que padece en la destreza y Filosofía de las Armas; siguiendo las doctrinas que entabló á la común vtilidad Don Luis Pacheco de Narváez, el Fénix entre los Españoles, Jaén, 1708. • González de Villaumbrosa, Santiago, Destierro vulgar y compendio sucinto en que se incluyen los términos mas escenciales y propios del arte, y ciencia de la espada y sus apropiados: con verdad, claridad, y distincíon para toda mediana inteligencia y razón natural, 1724. • Noveli,

Nicolas

Rodrigo,

Crisol

especulativo,

demostrativo

practico

mathematico de la destreza, tome primero divido en dos pártes o tomas, 1731.

                                                             Francisco Lorenz de Rada, Defensa de la verdadera destreza de las armas y respuesta dada por el M. de campo D. Francisco Lorenz de Rada Caballero del Orden de Santiago, Marqués de las Torres de Rada, Chanciller mayor, y Registrador perpetuo de las Reales Audiencias de esta Nueva España, y de las de las islas de Santo Domingo, y Filipinas a la Carta Apologética que le escribió Diego Rodríguez de Guzmán, graduado de Maestro de Esgrima en la Universidad del Engaño. Con licencia de los Superiores, 1712.

132

Francisco Santos de la Paz, Ilustración de la destreza indiana. Epístola oficiosa que escribió don Francisco Santos de la Paz Al Maestro de Campo Don Francisco Lorenz de Rada, del Orden de Santiago, Marquès de las Torres de Rada &c. sobre varios discursos publicados por el referido Marquès en la que intitulò Defensa de la Verdadera Destreza de las Armas. Sácala a luz el capitán Diego Rodríguez de Guzmán, Guarda mayor de la Real Casa de Moneda d[e ]esta Ciudad de Lima, Corte del Perù. Con licencia de los Superiores, Lima, 1712. 133

134

Lista elaborada nuevamente según la bibliografía de Enrique de Leguina de 1904.

65   

• A.C.O, Libro de armas y doctrina para el reguardo de los afficionados de dicha ciencia con contras y explicaciones de toda la arte que se encierra en la espada, hecho por un aficionado, c. 1750-1760. En 1758 se publica la que Leguina considera la primera obra escrita por un autor español relativa a la escuela de esgrima francesa, el Arte d’esgrimir florete y sable, por los principios más seguros, fáciles y inteligibles de Juan Nicolás de Perinat, que según cita el propio tratado, era maestro de armas en la academia de guardiamarinas de la Armada135. En este tratado, podemos ver un total de 36 láminas, la mayoría de las cuales hacen referencia al combate entre esgrimistas que empuñan un espadín, pero incluye unas pocas alusivas al uso del sable (y por primera vez en la tratadística española). La escuela francesa de esgrima evolucionó a partir de la esgrima italiana de tratadistas como Ridolfo Capoferro, autor de un importante tratado en 1610136, que concentraba su esgrima en la estocada. En general, los tratados de esgrima italiana resultaban mucho más sintéticos, de un racionalismo cartesiano (divididos en capítulos cortos acompañados por bellos grabados e ilustraciones) y que progresivamente irán dejando menos conceptos básicos (como las guardias, los pasos y el movimiento) al albur de las enseñanzas del maestro de armas, incluyendo sistemas completos que trataban de explicarse de principio a fin. Es esta esgrima de la que beben los primeros autores franceses como el Philibert de La Touche137, que consideraba, contrariamente a Thibault y los maestros españoles, que la respuesta al problema común de la esgrima (desplazarse de un lugar a otro con la mayor rapidez posible), no tenía tanto una explicación geométrica como mecánica138. Se trataba, pues, de aprender la mecánica de los movimientos a ejecutar, sin dejar de lado por otra parte consideraciones como el trabajo sobre el hierro, o la necesidad de apartar la punta del rival al atacar, para lo cual la esgrima francesa se basaría fundamentalmente en la oposición. La escuela francesa fue ganando gran aceptación en Europa, ya que resultaba muy didáctica al beneficiarse de un racionalismo cartesiano a                                                              135

Leguina, Op. cit., 1904, pág. 122.

136

Nick Thomas, Rapier The Art and Use of Fencing by Ridolfo Capo Ferro, Swordworks, 2007.

137

Philibert de la Touche, Les Vrays Principes de l’espée seule, 1670.

138

Brioist, Drevillón y Serna, Op. cit., pág. 164.

66   

la hora de redactar sus tratados y por propugnar un estilo de esgrima que progresivamente fue convirtiéndose en algo más sintético, reduciéndose a imitación de la esgrima italiana en un conjunto de guardias o posturas para el ataque y la defensa, numeradas del uno al diez. Los maestros franceses utilizarían el florete como arma negra, e instrumento pedagógico para acostumbrar a los esgrimistas a ejecutar sus acciones con la hoja de la espada, y sin confiar tanto en su guarnición (algunos autores como Liancourt propugnaban usar para esto un florete carente de guarnición), al mismo tiempo que pasaron a entrenar un arma más ligera y rápida, el espadín, que comenzó a popularizarse por la creciente influencia francesa139, en todos los ámbitos, durante las últimas décadas del siglo XVII y todo el XVIII.

(Ilustración 17) Lámina X del tratado de Perinat, “Estocada de quarta uñas arriba quitada con semi-círculo, y oposición de la mano izquierda”.

 

Maestros muy destacados de la escuela francesa y fundadores del estilo fueron el mentado sieur de La Touche, Charles Besnard140, André Wernesson, sieur de Liancourt141 o Labat142. Les seguirían otros en el siglo XVIII, que fundarán un estilo que Brioist califica como “la esgrima de las sensaciones”, en el que aparece con fuerza el concepto “sentimiento del hierro”, que como ya hemos visto estaba presente en las                                                              139

Brioist, Drevillón y Serna, Op. cit, págs. 166-197.

140

Autor de un tratado de 1653 “Le maistre d’armes liberal”.

141

Sieur de Liancourt, Le maistre d’armes ou l’exercice de l’épée seule, 1684.

142

Labat de Tolouse, L’Art en fait d’armes, 1696.

67   

tradiciones alemana, italiana y española, pero que siguiendo las máximas de la escuela francesa se enuncia de un modo simplificado y fácil de comprender y entrenar mediante ejemplos y ejercicios concretos adaptados a las situaciones más comunes de la lucha entre dos espadines143. Algunos de estos maestros fueron Guillaume Danet144, que simplificó el asunto de las guardias reduciéndolas a una sola, pero conservando las diferentes posiciones de la mano dentro de ella (esto es lo que los franceses terminarían conociendo como guardia)145, La Boëssière146 o Domenico Angelo147, autor nacido en Italia y que terminaría fundando una prestigiosa sala de armas en Carlisle House, Londres. La influencia de los maestros de la escuela francesa era grande, tanto que el propio Angelo redactó la entrada relativa a la esgrima en la Enciclopedia de Diderot y d’Alambert. A pesar del triunfo de la esgrima francesa en Europa, España, o los territorios peninsulares de la Monarquía Hispánica, parecía resistirse al cambio, enrocada en su propia escuela de esgrima. Es significativo que la llegada de un rey francés, como era Felipe V, que fue acompañada por un rápido cambio en el mundo militar, que ya estaba adaptándose a un modelo francés con Carlos II, no conllevara casi inmediatamente la adopción de la esgrima francesa. Más si tenemos en cuenta que todos los soldados en la Guerra de Sucesión, según las ordenanzas de 1704, portaban un espadín al cinto, junto a la bayoneta y el fusil, arma que también llegó con rapidez a la armada148, pero que en la segunda mitad del siglo quedaría circunscrita a los oficiales, como las demás espadas (exceptuando los cuerpos de caballería)149.                                                              143

Brioist, Drevillón y Serna, Op. cit., págs. 181-197.

Guillaume Danet, L’Art des Armes, ou la manière la plus certaine de servir utilement de l’épée soit pour attaquer, soir pour se défendre et démontrée dans toute son étendue et sa perfection, suivant les meilleurs príncipes de théorie et de pratique adoptés actuellement en France, 1766. 144

145

Nick Evangelista, The Encyclopedia of the sword, Greenwood Publishing Group, 1995, pág. 155.

La Boëssière. Observations sur le traité de l’art des armes pour servir de défense à la vérité des príncipes enseignés par les maîtres d’armes de Paris, 1766. 146

147

Autor de L’École des armes, 1763.

M. Gómez Ruiz, El Ejército de los Borbones: organización, uniformidad, divisas, armamento, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1989. 148

Adoración Juárez Sánchez, Ejército de los Borbones: reinados de Felipe V y Luis I : 1700-1746, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1989. 149

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Nada más llegar España, Felipe V reivindicó su “españolidad”, frente a sus detractores, con un retrato de Hyancinthe Rigaud, de 1701150 (ilustración 20). En este retrato, podemos ver como el rey viste “a la española”, según la moda del finado Carlos II. Significativamente, el atuendo incluye una espada ropera, considerada aquí como parte indisoluble de la moda española. Este detalle, sin embargo, muere con la propia Guerra de Sucesión. En el ambiente cortesano, desde entonces, se representará a la nobleza y a los reyes portando un espadín, como es el caso del retrato de Luis I de Houasse, también conservado en el Museo del Prado, y datado en 1717. A pesar de que la nobleza palatina adoptó la nueva arma con rapidez, la falta de tratados autóctonos de escuela francesa anteriores a Perinat151 nos lleva a pensar que, si se tiraba esgrima francesa en España, lo haría con maestros de esta nación, o empleando directamente las obras de los tratadistas franceses. A pesar de esta suposición, lo cierto es que los maestros mayores, como Rodríguez del Canto, basaban sus enseñanzas primordialmente en los preceptos de la verdadera destreza.

(Ilustraciones 18 y 19) Figuras 43 y 44 del tratado de Domenico Angelo L’ecole des Armes, mostrando a un esgrimista de escuela francesa parando un ataque de un español.

 

                                                             Hyancinthe Rigaud, Felipe V, Museo del Prado, óleo sobre lienzo, 130 x 91 cm, firmado, 1701 [P2337]. 150

Leguina cita una obra de Rodríguez del Canto, maestro mayor, anterior a la de Perinat: El Discípulo instruido y Diestro aprovechado en la Ciencia Philosophica, y Mathemática de la Destreza de las Armas, cuya tercera parte o tratado versaba sobre “Seis Reglas Generales para obrar las proposiciones, ó Tretas de la verdadera Destreza, mediante el tacto y contacto de las Espadas ó Floretes. Usando el Diestro de una primorosa Doctrina Mixta de Española, Francesa é Italiana”. Leguina, Op.cit., 1904, págs. 126-127. 151

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En este sentido, resultan reveladoras dos láminas del tratado de esgrima de Domenico Angelo, L’ecole des armes152, aparecida ya en la década de 1750 en la entrada correspondiente a la esgrima que redactó para la Enciclopedia. En ella, podemos ver a un español empuñando una espada ropera, enfrentándose a un esgrimista francés, sobre el que ejecuta una treta conocida como estramazón, que el francés detiene con una técnica llamada croise d’épée153 (ilustraciones 18 y 19).

(Ilustración 20) En el retrato de Felipe V de Rigaud podemos ver al joven Borbón vistiendo un traje a la española, y ciñendo una espada ropera con guarnición de taza.

Una lamina similar es visible en el tratado de Pierre Jacques François Girard, Nouveau traité de la perfection sur la fait des armes. Enseignant la manière de combattre, de l’épée de pointe seule, toutes les gardes étrangeres, l’espadon, les piques, hallebardes, bayonnettes au bout du fusil, fleaux brisés et bâton à deux bouts publicado                                                              152

Figuras 43 y 44.

Alberto Bomprezzi, Breve comentario sobre la Esgrima Española en el tratado de Doménico Angelo, http://www.esgrimaantigua.com/EsgrimaAngelo.php, [revisado: 09-08-2012]. 153

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en 1736. En ella, podemos ver a un esgrimista español plantado en la guardia del ángulo recto, que empuña una espada que recuerda a una ropera tardía, quizá de guarnición de plato o conchas, o un espadín especial de hoja más larga y gruesa, con dos gavilanes. Estos testimonios parecen confirmar lo que evidencia la propia tratadística. Y si atendemos a ella, vemos que el siglo XIX comienza con dos obras escritas en castellano que propugnan la adaptación del sistema de la verdadera destreza a otras armas en boga, como el sable (en el mentado tratado de Simón de Frías) o el espadín. En este sentido, es significativa la obra de 1805 Principios universales y reglas generales de la verdadera destreza del espadín del maestro mayor Manuel Antonio de Brea154, para el Real Seminario de Nobles de Madrid. El tratado de Brea constituye un experimento curioso, que trata de adaptarse a los nuevos tiempos. Escrito mediante una organización de capítulos y temáticas que recuerda a los tratados franceses (desde las partes de una espada hasta las curiosidades, como el uso del sombrero en la mano izquierda para protegerse o el modo de saludar al oponente al principio del combate, pasando por las guardias)155, a los que imita en la forma de intercalar ilustraciones y un texto sintético en el que hace referencia ocasional a las mismas, trata de aplicar los principios geométricos de la verdadera destreza al arma que parecía haberse impuesto en el ámbito de la esgrima civil, el espadín. No obstante, Brea se revela como mucho más pragmático que otros tratadistas, abogando por esta “doctrina mixta” empleada por otros autores, de la que extrae sabiamente conceptos y acciones que aplica a una esgrima curiosa, que pareció tener continuidad en las obras de autores posteriores. Así, Eudaldo Thomase desarrollará en su obra de 1823 Tratado de esgrima a pie y a caballo un estilo netamente francés, basado en la esgrima de Danet156.

                                                             Manuel Antonio de Brea, Principios universales y reglas generales de la verdadera destreza del espadin, según la doctrina mixta de francesa, italiana y española, dispuetos para instruccion de los caballeros seminaristas del Real Seminario de Nobles de esta corte, Madrid, 1805. 154

155

Brea, empleando un sistema de inspiración francesa e italiana, nos muestra 6 posturas diferentes en una lámina, listando ocho “posturas diagonales”, nombradas de primera a octava, sobre una guardia neutra.

156

El propio Thomase escribe en el prólogo de su obra: “Como la esgrima francesa está admitida en casi toda la Europa, y estando fundada en principios ciertos, que es menester ecsaminar y meditar, no puede aprenderse bien con la sola práctica; me he determinado á publicar esta obra, en que he recopilado de los

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A lo largo del siglo XIX, todavía algunos tratadistas españoles seguirán escribiendo con la terminología y algunos de los principios de la escuela de la verdadera destreza. Es el caso de los Merelo, Jaime157, José158 y Alfredo159, que escribirán fundamentalmente para el estamento militar. Esto prolonga el estilo, aunque con cambios sustanciales, desde su aparición en 1582 hasta 1882, trescientos años después. Un éxito nada desdeñable, y que habla por sí solo de su efectividad.

(Ilustración 21) Lámina 12 del tratado de Brea Destreza del espadín, mostrando una treta o acción y su círculo de compases.

                                                                                                                                                                               mejores autores tanto antiguos como modernos cuanto se enseña en las mas célebres academias de Francia” De Jaime Merelo tenemos Tratado de la verdadera esgrima del fusil armado con bayoneta (1858), Tratado completo de la esgrima del sable español (1862) y Elementos de esgrima para instruir al soldado de infantería en la verdadera destreza del fusil ó carabina armados de bayoneta (1863). 157

José Merelo fue autor de dos tratados: Resumen de las tretas más principales que constituyen la verdadera esgrima del sable español y el florete (1878) y Manual de esgrima del fusil armado con bayoneta (1882). 158

Alfredo Merelo, Manual de esgrima de sable y lanza para el arma de caballería y sable para infantería, 1880. 159

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2­ Maestros de armas   

2.1‐ El origen del oficio   

En la ciudad de Londres, se publicó en el año 1189 un bando por el que se prohibían las escuelas de esgrima dentro de su término municipal. El dato, que resulta sorprendente, nos habla de escuelas de esgrima ya en el siglo XII, regentadas por verdaderos maestros de armas160. Según Nedo Nadi, en la Italia de ese mismo siglo, la esgrima asumió “casi una dignidad de ciencia y que poco a poco va a ir imponiéndose en los demás países europeos161”. En el siglo XIII las referencias se multiplican. Sidney Anglo nos habla de que los maestros de armas ingleses, especialmente los londinenses, fueron requeridos en numerosas ocasiones para entrenar a reos que iban a ser enjuiciados mediante una ordalía162. En la taille de París pagada en 1292, se listaban seis hombres con el oficio de “esgrimidores”163. Sobre estas referencias bajomedievales, en lo que concierne a Londres, Anglo asegura que la visión del poder y la población del momento oscilaba en dos extremos. Por una parte, se denunciaba a las salas de armas (de ahí la prohibición) por formar a una masa de “buscabroncas” armados con espada y broquel que provocaban altercados callejeros (hasta el extremo de prohibir las justas y combates a espada y broquel en 1496 por decreto real). Por otra parte, la demanda y el prestigio social del rango de maestro de armas hacían que a pesar de la prohibición se intentaran abrir salas durante los siglos XIV, XV y XVI, y que los maestros de armas vendieran sus conocimientos de forma privada y sorteando las ordenanzas164. En 1540, durante el reinado de Enrique VIII, Inglaterra se sumaría a la tendencia europea de organizar a los esgrimistas en algo parecido a un “gremio” que poseía unas                                                              160

Anglo, Op. cit., 2001, pág. 7.

161

Nedo Nadi. “Scherma”, en Enciclopedia Italiana, tomo 50, Roma, 1950, pág, 69.

162

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 5-7.

163

Henri Daressy. Archives des Maitres d’armes de Paris, Paris, Maison Quantin, 1888, pág. 11.

164

Anglo, Op. cit., 2001, pág. 8.

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ordenanzas aprobadas por el rey, de quien dependían algunos nombramientos. Sistemas similares ya se habían dado en “países” como Italia, Francia o el Sacro Imperio. También en la Península se fijaron estatutos semejantes, como el dado en Córdoba en 1478, que fijaba el número de maestros a los que se podía examinar, y se otorgaba a la “compañía de esgrimidores” un escudo de armas165. En el Sacro Imperio, las “hermandades de esgrimistas” han sido bien estudiadas. Para el año 1487, el emperador Federico III concedió a la Hermandad de San Marcos (de la que se tiene constancia ya en 1474) el monopolio del título “maestro de la gran espada”, constituyéndolos de hecho como gremio de esgrima. Su posición monopolística, al mando de los hermanos de Marx, fue contestada en 1575 por la decisión del concejo de Frankfurt al reconocer como gremio de esgrima a los Freifechter (esgrimistas libres), hermandad fundada en Praga cinco años antes. Como puede apreciarse, España se enmarcaba en una tendencia a nivel europeo, de regulación del oficio de maestro de armas y la práctica de la esgrima y el combate con armas166. El aumento de referencias a escuelas, maestros de esgrima y gremios a finales del siglo XV pueden tener parte de responsabilidad en un análisis primigenio a finales del siglo XIX, en que los diversos autores atribuyeran a su respectiva nación el “nacimiento” de la esgrima. Posiblemente, la situación fuera mucho más sencilla. Ya que están atestiguados los maestros de armas y entrenadores en la Edad Antigua (Roma, Grecia o Egipto), la figura tendería a mantenerse, o recuperarse, por razones eminentemente prácticas (la necesidad de formar buenos guerreros y entrenar a la nobleza para el combate estuvo siempre presente), y las técnicas que enseñaban variaron obviamente a lo largo de los siglos, adaptándose a nuevas armas y formar de guerrear. Fijado así el rango de maestro de armas mediante unas ordenanzas, la figura, sin embargo, del propio maestro, parece tener unas atribuciones comunes en toda Europa. En primer lugar, el maestro era una figura respetada y a la que se pedía consejo en cuestiones de armamento y combate. Si atendemos a la figura de Hans Talhoffer (1410-

                                                             165

Ibíd., pág. 9.

166

En dos artículos bien documentados y contrastados de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Hermandad_de_San_Marcos y http://es.wikipedia.org/wiki/Federfechter.

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1485)167 y sus tratados, nos damos cuenta de que incluye no solo combate con espadas y cuerpo a cuerpo, sino la representación de máquinas de guerra al uso, y algunas otras de “diseño propio”. Asimismo, incluía numerosas referencias a torneos y juicios por combate, en los que el maestro de armas parecía ejercer como una suerte de director o asesor técnico. Esto parece coincidir con las referencias del siglo XIII dadas por Anglo, y coinciden igualmente con una tendencia que pareció repetirse en el siglo XVI. En torno a 1550, las hermandades de San Marcos y los Freifechter eran llamadas regularmente a la Corte imperial para ser consultados en cuestiones de honor. En España, los maestros de armas gozaban de la misma atribución. Así, sobre la figura de Carranza tenemos esta referencia: “Más de un año se juntaban en el patio de Palacio el capitán don Diego de Vargas y el capitán Canales y el capitán Torres y otros capitanes de Flandes y soldados bien entendidos, y en presencia deste testigo se juntaban todos con el dicho Jerónimo de Carranza todos los días, y cada uno traía dudas que preguntalle… quanto oían decir al dicho Jerónimo de Carranza, lo escribía cada uno en su casa168”. Los maestros de armas eran, pues, no solo peritos en su arte (las del combate), sino asesores en materia de armamento, duelos y honor. De otra manera, no tendría sentido que tratados como el de Pietro Monte se perdieran en la descripción de armas y armaduras o juicios de valor acerca de los duelos realizados sin carteles de desafío y combatidos sin arnés. Tampoco se entendería que maestros imperiales como Talhoffer dedicaran gran parte de sus manuscritos a la descripción de juicios por combate, o incluso armas de asedio para la guerra convencional. Todo encaja. Tanto las ordenanzas como el procedimiento de acceso al rango de maestro de armas variaban, al parecer, en las distintas naciones y territorios de Europa. El modelo de referencia, el imperial, nos arroja datos interesantes. Con motivo de la pugna a raíz del surgimiento de los Freifechter en Praga, sabemos que existía una gran demanda por parte de los concejos municipales para crear escuelas de esgrima con los maestros más                                                              167

Natural de Suabia, Talhoffer escribió un total de seis tratados. Se sospecha que perteneció a la Hermandad de San Marcos como uno de sus primeros maestros. http://wiktenauer.com/wiki/Hans_Talhoffer. 168

Claude Chauchadis, “Libro y leyes del duelo en el Siglo de Oro”, en Criticón, 39 (1987), pág. 94.

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aptos. El concejo anunciaba una convocatoria y los aspirantes realizaban una serie de exhibiciones. El maestro que impresionara más al concejo, recibía el cargo de maestro de armas y se le daba un espacio al aire libre para poder practicar y crear una escuela. En España, como veremos, el procedimiento era sensiblemente diferente, basado en un sistema de “maestros mayores” y “exámenes de grado”. Sin embargo, este sistema “real” se complementaba con otro más antiguo. Al parecer, las casas reales poseían sus propios maestros de esgrima. Y en 1646, ante la necesidad de escoger un maestro de esgrima para el infante Baltasar Carlos, se dispuso en los jardines del Retiro un tablado o palenque en el que, ante un nutrido público y con miembros de la nobleza como jueces, una serie de aspirantes demostraron sus conocimientos teóricos y prácticos enfrentándose en combate. Por aclamación del público y destreza acreditada, Miguel Pérez de Mendoza obtuvo el cargo hasta la muerte del infante169. Debemos creer que el Sacro Imperio fue un lugar donde estas tradiciones, las de la liturgia de los maestros de armas, se mantuvieron en un periodo muy dilatado de tiempo. Existen evidencias del uso, todavía en el siglo XVIII, de las armas tradicionales del estilo de Liechtenauer en las salas de esgrima (como el Dussack o la espada de mano y media170), y del cierre de una escuela al aire libre en Gdansk a partir de los años 30 de dicho siglo, que ya se caía de vieja171. Por ello, emplearemos el ejemplo imperial como un método de comparación básico para comprender mejor las referencias que los autores españoles dan en torno a la cuestión de la enseñanza de la esgrima y la práctica de las armas, tanto dentro de una sala como parte de una gran exhibición. De este modo, trataremos de analizar el sistema hispano de maestros de armas desde una óptica comparada, rechazando de una vez por todas las tesis acerca de lo “radicalmente diferente y único” en el supuesto país cuna de esta práctica.

                                                             Manuel Valle y Jaime Girona Durán. Principios de los cinco sujetos principales de que se compone la filosofía y matemática de las armas, práctica y especulativa, de Miguel Pérez de Mendoza, AGEA editora, 2011, págs. 7-10. 169

170

http://fechtschule.wordpress.com/2010/03/13/last-fechtschule/ [revisado 18-07-2012].

171

http://talhoffer.wordpress.com/2011/12/12/the-end-of-the-fechtschule-in-gdansk/ [revisado 18-072012].

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2.2‐ El sistema español de maestros de armas 

El 4 de junio de 1478 los Reyes Católicos emitieron una Real Cédula nombrando a Gómez Dorado como Examinador Mayor y maestro en todos sus reinos y señoríos. Se iniciaba así la figura que en España perdurará hasta el reinado de Isabel II, la del maestro mayor, luego llamado en el siglo XVIII “maestro de la ciencia filosófica y matemática de la destreza de las armas”172. El número y variedad de armas en las que el maestro enseñaba y examinaba varió a lo largo de los casi cuatro siglos de la institución, pero en 1478 seguían la dinámica europea: espada y broquel (principalmente), seguido de “otros artes tocantes a su espada y capa, y espada y adarga, y de un puñal, é de una lanza173”. Una panoplia similar a la de maestros coetáneos como Vadi, Fiore dei Liberi o Talhoffer. El nombramiento de Gómez Dorado incluye una serie de puntos que son reveladores en cuanto al oficio de maestro de armas a finales del siglo XV. En primer lugar, establece que mediante el nuevo sistema solo él puede examinar a los tres tipos de rangos que se contemplaban en los gremios de esgrimistas: bachiller, preboste y maestro, so pena pecuniaria que percibían, mitad el maestro y mitad la Cámara de Castilla. También se prohibía, significativamente, a otras personas “poner en la Plaza los dichos juegos” so pena de 600 maravedíes (a repartir entre maestro y cámara) además de perder estos “juegos”. El maestro poseía asimismo derecho de corrección sobre prebostes y maestros, a los que emplazaba para reunirse con él, estableciéndose la misma pena pecuniaria en caso de incumplimiento. Podía, asimismo, volver a examinar a maestros que tuvieran su carta correspondiente, prohibiéndoseles enseñar entretanto. Por este examen adicional cobraba el maestro mayor dos doblas de oro castellanas. Asunto muy importante era la prohibición de enseñar a moro, judío o esclavo, tanto por parte del maestro mayor como de sus maestros examinados, con penas pecuniarias muy gravosas. En los juramentos posteriores a maestro de armas, se especificaba claramente el “no mostrar dicho oficio a moros ni a judíos, ni a esclavo                                                              172

Ceballos-Escalera, Op. cit., pág. 97

173

Ibíd., pág. 95

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blanco ni negro, ni a aquellos que fueran contra la fe católica, ni a rufianes174”. Otra de las competencias del maestro Gómez Dorado eran el poder cerrar las escuelas que estaban regentadas por maestros sin carta de examen, pudiéndoles “tomar todos sus juegos”. El maestro mayor tampoco debía consentir que se practicara “sin birrete fuerte en la cabeza, y guante de defensión175”, so pena monetaria. Sobre las ordenanzas cordobesas del mes siguiente, Jose Leva-Cuevas nos aporta datos adicionales citando a autores como Leguina. Además de proveerse al gremio con un escudo de armas, usando los maestros como distintivo una espada o montante176 bordada en el pecho, cobraban estos por derechos de examen dos doblas castellanas y pagaban en concepto de media annata 3.650 maravedíes. El examen se realizaba tanto para los rangos de bachiller como de preboste y maestro, y era un acto solemne hecho en público y ante uno o varios maestros congregados, que preguntaban al aspirante y les movían luego a demostrar en la práctica lo que habían aprendido en la teoría. El maestro mayor concedía a los aspirantes la carta de examen, elaborada por los escribanos de la ciudad, donde se tipificaban las armas a las que se optaba para la maestría. A comienzos del siglo XVI un “maestro de todas las armas” era ducho en “espada de dos manos, espada y broquel chico, espada y broquel grande, espada y rodela, espada sola y puñal, bastón y hacha177”, luego había aspirantes para varios tipos de armas y combinaciones (maestro de armas), o solo para un tipo de arma (maestro del arma). Una vez que el maestro mayor concedía la carta de examen, el nuevo maestro juraba de rodillas (en el siglo XIX se hacía con la mano sobre el montante) ante los examinadores y “por Dios, la virgen y los Evangelios”, haciendo la señal de la cruz (todo esto se verificaba en presencia del escribano y testigos) mostrar su arte “clara y                                                              174

Leva Cuevas, Josefa. “La caballería y el arte de la esgrima en la ciudad de Córdoba en los siglos XV y XVI. La Plaza de la Corredera como marco de su ejercicio”, en Ámbitos, revista de de estudios de ciencias sociales y humanidades, 11 (2004), pág. 120. 175

Se trataría de una primitiva protección para la cabeza y la mano, dos de las partes más expuestas y sensibles, aún hoy, en la práctica de la esgrima. 176

Al parecer, el montante era un símbolo del maestro de armas. Aún en el siglo XIX los maestros mayores “juraban con la mano en el montante”, y este arma, junto a un largo bastón a dos manos, era empleada para poner paz entre los esgrimistas dentro y fuera de la sala, así como corregir el alumno, bajo la expresión “meter el montante”.

177

Leva Cuevas, Op. cit., pág. 119.

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ciertamente sin argucias ni encubrimientos con su leal saber178” ante Dios y el rey. Asimismo, juraban las ya mentadas disposiciones sobre no enseñar a minorías étnicas ni religiosas, que se repiten en el nombramiento de Gómez Dorado. El sistema articulado fue respetado escrupulosamente durante los siguientes 400 años, aunque la nomenclatura varió ostensiblemente, fruto de la adaptación a nuevos tiempos, como la cantidad de armas que se enseñaban. En los nombramientos del siglo XVIII el maestro mayor y sus tenientes estaban genéricamente facultados para poder “enseñar en cualquesquier Ciudades, Villas, y Lugares de los dichos mis Reynos a esgrimir y jugar todas armas179”. Sobre el sueldo y las ventajas del maestro mayor, aparte de la provisión a Gómez Dorado, Ceballos-Escalera nos aporta datos para los maestros de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, en los respectivos reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV. Pablo de Paredes, nombrado maestro mayor y maestro de los pajes del rey en 1593180 recibía “a la usanza borgoñona” un estipendio de cien plazas de gajes al día, unos diez maravedíes diarios (alrededor de 100 ducados al año). Además, como sirviente de la casa del rey tenía derecho a casa de aposento, librea regia y servicios de médico y botica de la Real Casa181. Sobre si el sueldo dado era suficiente para el personaje, aunque Ceballos-Escalera indica que el cargo era disputado (posiblemente por los honores que comportaba) también nos aporta el dato de que el sucesor de Pablo de Paredes, Juan de Morales, que recibía el mismo sueldo y prebendas, es autorizado por el rey en 1612 para complementar sus “exiguos emolumentos” sacando del reino unos 4.000 cueros182. Otro dato parece indicarnos lo parco del sueldo de este maestro mayor. Al parecer, como maestros de los pajes del rey, oficio que se consideraba anejo al de maestro mayor, no recibían sueldo alguno, salvo las propinas que daban de los dichos pajes cuando entraban en la casa del rey. Por este motivo, sumado al pago de la media annata para acceder al cargo (que estaba institucionalizado ya en 1675), el maestro mayor Juan de                                                              178

Ibíd.

179

Ceballos-Escalera, Op. cit., págs. 97-99

180

Los cargos de maestro mayor y maestro de los pajes de la casa del rey parece que se daban con relativa frecuencia a la misma persona.

181

Ceballos-Escalera, Op. cit., pág. 81

182

Ibídem

79   

Castañeda y Figueroa, que lo ocupó el 4 de junio de ese mismo año, pidió varias veces al rey, aunque sin éxito, una plaza de ujier de cámara183. Poseemos varios testimonios de finales del siglo XVIII que nos ilustran acerca de los usos y costumbres de este cargo de maestro mayor y el asociado maestro de los pajes, así como la documentación que generaban. Ceballos-Escalera recoge en su artículo las transcripciones del nombramiento de Pío de Cea y Carrillo como maestro de armas, por parte de su padre, don Diego de Cea, con carta de examen adjunta (1787)184, y posteriormente su nombramiento como teniente de maestro mayor al año siguiente185. Asimismo nos aporta el dato de que ya en el siglo XVIII era frecuente nombrar maestros para una determinada provincia, reino o demarcación territorial, incluidas las de Ultramar, como es el caso del nombramiento de José de Cadaval y Chacón como teniente de maestro mayor en Matanzas, Cuba (1859)186. Al parecer, como ya he indicado, el cargo se hallaba tradicionalmente unido al de maestro de los pajes del rey, ahora llamado maestro de los Caballeros Pajes, según costumbre “inmemorial187”. Esta tradición se rompió como consecuencia de la muerte del maestro mayor Fulgencio de la Rosa y Mata, que por prematuro fallecimiento solo ocupó el cargo durante un año (1781-1782). El cargo de “maestro de los caballeros pajes” recayó sobre don Diego de Cea y Carrillo, pero comenzó una serie de acontecimientos que separarían ambos cargos a la muerte de Cea. El cargo de maestro mayor, tras consulta del rey al Consejo y Cámara de Castilla, y mediación del caballerizo mayor del rey, marqués de Villena, fue obtenido cinco años más tarde, abonando para él un impuesto de media annata valorado en 21.267 maravedís. Nombró ese mismo año como maestro de armas                                                              183

Ibíd., pág. 85

184

“Título de Maestro de la ciencia filosófica, y matemática de la destreza de las armas, en todos los reinos y señoríos de su magestad por Don Diego de Cea y Carrillo, maestro del rey nuestro señor, y mayor de la expresada ciencia, a favor de Don Pío de Cea y Carrillo. Madrid, 27 de abril de 1787”, en Ibíd., págs. 97-102

185

“Título de Teniente de Maestro Mayor de la ciencia filosófica y matemática de la destreza de las armas, en todos los reinos y señoríos de su magestad a favor de Dn. Pío de Cea y Carrillo por don Diego de Cea y Carrillo, maestro del rey nuestro señor, y mayor de la expresada ciencia. Madrid, 8 de febrero de 1788”, en Ibíd., págs. 102-105

186

Ibíd., págs. 105-108.

Hemos de recordar que Francisco Román, autor de “Tratado de esgrima con figuras”, era maestro mayor y maestro de los pajes del emperador ya en la fecha de redacción de su tratado, 1532. 187

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a su hijo, don Pío, y un año después lo elevó al rango de “teniente de maestro mayor”, preparando de esta manera la sucesión. Pero en el año de la muerte de don Diego de Cea, 1790, y contra el dictamen de la Cámara de Castilla, no fue su hijo, sino don Manuel Antonio de Brea (tratadista del que ya hemos hablado) quien recibió el cargo de maestro mayor. Don Pío, tres años más tarde, recibiría el de maestro de los caballeros pajes, durando la separación de los cargos hasta la muerte de Brea en 1810. A estas alturas, finales del siglo XVIII y principios del XIX, el método de examen y acceso al cargo era claro. En primer lugar, se obtenía el título de maestro, para el cual se examinaba públicamente en la teoría y la práctica, jurando posteriormente con su carta de examen y nombramiento preparados con la mano posada sobre la cruz del montante “en la creencia de nuestra Santa Fe Católica, su observancia y defensa, como igualmente de la pureza de la madre de Dios y señora nuestra la Virgen María” de desempeñar su oficio con las condiciones estipuladas, e igualmente manteniendo la promesa de no enseñar a moro, judío o esclavo188. Asimismo, parece que era preceptiva la limpieza de sangre a la hora de ser evaluado para obtener el título de maestro189. Una vez nombrado, intentaba hacer méritos para alcanzar la maestría mayor, para lo cual tras la muerte de quien ocupaba el cargo, presentaba sus memoriales a la Cámara de Castilla, que junto al rey dictaminaban en última instancia. No obstante, parece que en algunos casos era determinante un servicio anterior al rey como maestro de los pajes, fuera en una casa de palacio (como la de la reina o el infante) o del propio monarca. También parece que era motivo de mérito haber sido teniente de maestro mayor. Una vez recibido el cargo mediante provisión real, tenían que abonar antes de ocuparlo el impuesto de la media annata, cuyo valor variaba, y presentarse luego en la Sala de los Alcaldes de Casa y Corte y el corregidor de Madrid, para poner al día su privilegio en cuanto a portar armas, defensivas u ofensivas, en la corte del rey190. Recibía entonces el permiso para ejercer las funciones propias de su oficio, aunque no recibía una sala propia, más allá de la casa de aposento de la corte (que podría usar como sala privada), ni la prerrogativa de fundar una “academia oficial de esgrima”,                                                              188

Ceballos-Escalera, Op. cit., pág. 104

189

Ibíd., pág. 101

190

Ibíd., pág. 86

81   

hasta que se concedió este privilegio a don Pío de Cea en su nombramiento de 16 de septiembre de 1814191. Hemos de suponer que, al menos durante los siglos XVII y XVIII, y especialmente en el primero, sería una cuestión de peso a la hora de ser nombrado como maestro mayor el número de publicaciones en torno al arte de la esgrima, así como su impacto y el prestigio intelectual del autor. Al menos, esta fórmula pareció servir a Pacheco de Narváez, ya que tras sus publicaciones de la primera década del siglo XVII, fue llamado a servir en 1618 como maestro de los pajes del príncipe, obteniendo posteriormente el cargo de maestro mayor por nombramiento el 30 de enero de 1624. Es muy posible que el impacto de su gran obra Libro de las grandezas de la espada publicada en el año 1600, y de las posteriores Cien conclusiones (1608) y Compendio de la filosofía y destreza de las armas (1612) y el prestigio que ya poseía Pacheco le allanaran el camino hacia el cargo de maestro mayor. Sin embargo, en muchos casos, el número e importancia de las publicaciones y tratados no parecía corresponderse con la obtención de cargos. Tan es así que, Miguel Pérez de Mendoza, del que ya hemos hablado, pide en 1665 a la reina que le deje publicar sus obras con el título de maestro mayor, sin pedir retribución adicional (como los gajes que correspondían al cargo), y aunque la reina y el consejo a quien envía estos libros, deciden que puede publicarlos, no dicen nada sobre su reclamación del título192. Hemos de creer, entonces, que lo que reportaba el título de maestro, y por ende el de maestro mayor, eran honores, o una cierta imagen de preminencia social y en su mayor parte, prestigio entre la comunidad de esgrimistas. Antes de proseguir en torno a los maestros de armas, y a fin de demostrar esta falta de relación entre el éxito como tratadista y la obtención del cargo de maestro mayor o el de maestro de los pajes, es necesario tener una lista de dichos maestros mayores. Basándome en las referencias de la documentación y gracias a los estudios preliminares de Ceballos-Escalera, Manuel Valle o Jaime Girona, así como las referencias que se dan en la base de datos del equipo IULCE193 dirigido por Martínez                                                              191

AGP, caja 230, exp. 9.

192

Girona y Valle, Op. cit., pág. 11.

193

“Solo Madrid es Corte. SMCCMC-CM” http://iulce.es/, [revisado: 26-07-2012].

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Millán y la bibliografía de Enrique de Leguina194, la lista de ocupantes del cargo de maestro mayor y maestro de los pajes de las diferentes casas queda así: Nombre del maestro

Tipo de maestría

Cronología

Gómez Dorado

Maestro mayor sin

1478-¿?

aparente maestría de los pajes195 Francisco Román

Maestro mayor y de los

¿?-(1523)-¿?

pajes del emperador Maese Gaspar

Maestro de los pajes de

1534

las casa de Borgoña 1548 Benito Pérez

Maestro de los pajes de

c.1569-1585

la casa de Borgoña Pablo de Paredes196

Maestro de los pajes de

1588-1593

la casa de Borgoña Pablo de Paredes

Promociona a maestro

1593-1605

mayor Juan de Morales

Maestro de los pajes de

1601-¿1605?

la casa de Borgoña Juan de Morales

Promociona a maestro

1605-1623

mayor Luis Pacheco de

Maestro de los pajes del

1618-¿1624?

                                                             194

Leguina, Op. cit., 1904.

195

Se supone que el maestro mayor lleva anejo el cargo de maestro de los pajes del rey, aunque ha de confirmarse para todos los casos. No se sabe a ciencia cierta de cuando procede esta costumbre, ya que en el nombramiento de Gómez Dorado no se hace mención al cargo de maestro de los pajes, aunque tal vez por la procedencia aragonesa del personaje. 196

“Maestro de armas de los pajes de la casa de Borgoña, al menos entre 1588 y 1593. Ese año recibió título de maestro y examinador de esgrima, que tuvo hasta su muerte en 1605 (reinado de Felipe III). Fue maestro de armas del príncipe don Carlos, el emperador Rodolfo y los archiduques Ernesto y don Juan de Austria. Sustituido por Juan de Morales, dado que el rey había concedido a Pablo de Paredes, el 10 de julio de 1601, que pudiera pasar su plaza en Morales, maestro de armas.”, http://iulce.es/verpersonaje.aspx?idio=1&id=3089, [revisado 2-08-2012].

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Narváez

Príncipe

Luis Pacheco de

Promociona a maestro

Narváez

mayor

Domingo Ruiz

Maestro de los pajes del

1624-1640

1643-1645

rey Domingo Ruiz

Promociona a maestro

1645-1663

mayor Juan Caro de

Maestro mayor, maestro

1663-1675

Montenegro

de los pajes desde 1662

Juan de Castañeda y

Maestro mayor

1675-1694

Pedro de Solera

Maestro mayor

1710

Andrés de la Herrán

Maestro mayor

c.1750-¿?

Rodríguez del Canto197

Maestro mayor

¿?-1780

Fulgencio de la Rosa y

Maestro mayor

1780-1781

Diego de Cea y Carrillo

Maestro mayor

1787-1790

Pío de Cea y Carrillo

Maestro de los pajes del

1793-1809

Figueroa

Mata

rey Faustino de Cea

Maestro de los pajes del

1810-1814

rey Manuel Antonio de

Maestro mayor sin

Brea

maestría de los pajes

Pío de Cea y Carrillo

Maestro mayor y de los

1790-1811

1814-1827

pajes

                                                             197

Aunque Ceballos-Escalera indica que antes de Fulgencio de la Rosa detentó el cargo Rodríguez del Canto, la bibliografía de Leguina cita una obra suya que hace referencia al año 1722. Posiblemente se trate de un maestro de la época de Felipe V, o un hijo de ese Rodríguez del Canto.

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A pesar de las grandes lagunas que constituyen los reinados de Carlos V, Felipe II y Felipe V, de los maestros listados solo cuatro son tratadistas de esgrima de conocida fama: Francisco Román, Pacheco de Narváez, Rodríguez del Canto y Manuel Antonio de Brea. Aunque es probable que muchos de los otros maestros mayores fueran tratadistas, y todavía no conocemos sus tratados o no han llegado hasta nosotros, el dato resulta significativo. Personajes como Lorenz de Rada, Pérez de Mendoza o Tamariz no aparecen en los listados a maestro mayor en el reinado de Felipe IV y su hijo, Carlos II. Ya que ni Rada ni Cruzado y Peralta ni otros tratadistas de comienzos del siglo XVIII firman como maestros mayores, hemos de creer que no obtuvieron el prestigioso título. Y que, a pesar de los ingentes esfuerzos de la escuela de la verdadera destreza por crearse un prestigio intelectual, y su elevado número de publicaciones y manuscritos, estos esfuerzos no se vieron recompensados con el cargo que ostentara Pacheco de Narváez. Pero esto era algo común, dentro y fuera de la escuela de la verdadera destreza. A pesar de la progresiva implantación de la esgrima francesa en España, autores como Perinat tampoco se incluyen en la lista (contemporáneo de Andrés de la Herrán y Rodriguez del Cantó), y a finales del siglo XVIII tenemos, de hecho, la sorpresa de que un tratadista que propugna la fusión de la escuela de la destreza con la esgrima francesa para espadín, Brea, arrebata la maestría mayor al hijo de Diego de Cea. Tras esta hipótesis preliminar, resulta interesante preguntarse acerca de la extracción social de estos maestros, tanto de los mayores como los maestros de armas de su entorno. Si cabe pensar que al ser cargo relativo a la corte, la nobleza sería quien lo desempeñara en primer término, titulada o hidalga, varios datos parecen desmentir esta afirmación, que sin embargo se cumple en algunos casos. El maestro mayor Domingo Ruiz era hijo de un teniente de maestro mayor de Pacheco, Francisco Ruiz, hijo de soldados, y sargento durante 24 años en la flota del rey. Su padre, Francisco Ruiz, había alcanzado el cargo de teniente al perderlo Sebastián Sánchez “hijo de un çapatero de viejo” ahorcado en 1627 por numerosos asesinatos y otros delitos de bastante gravedad que se le imputaron198. Al parecer, Pacheco había obtenido del rey la licencia para designar a este teniente de maestro mayor, para que se ocupara de la                                                              Jerónimo Gascón de Torquemada,. Gaceta y nuevas de la Corte de España desde 1600 en adelante, Madrid, Real Academia Matritense, 1991, págs. 259-260.

198

85   

enseñanza de los pajes. El cargo continuará hasta el siglo XVIII, al parecer, funcionando como una especie de sistema sucesorio. Este es el caso de Domingo Ruiz, ya que su padre, que obtiene el rango de teniente en 1628, sufre un accidente en 1635, delegando en su hijo las funciones del cargo hasta su muerte en 1643. Cabe señalar que Francisco Ruiz había sido previamente maestro de los pajes del príncipe Filiberto, con lo que nuevamente se nos vuelve a señalar la maestría de pajes de otras casas como trampolín en el cursus honorum hacia la maestría mayor. El propio Pacheco de Narváez había sido maestro de los pajes del príncipe heredero antes de alcanzar la maestría mayor, y recordemos que según su biografía, había sido sargento mayor en las islas Canarias. A pesar de la condición humilde de la familia Ruiz, salida de los cuadros bajos de la oficialidad militar, su hijo Domingo, que seguiría los pasos de sus predecesores, había servido durante treces años en las galeras de Portugal, la Armada y la Carrera de Indias, alcanzando asimismo el rango de sargento. Habida cuenta de que había estado ocupando el cargo de teniente de maestro mayor desde 1635 a 1643 de manera interina, y desde ese mismo año la maestría de los pajes, recibió en 1645 la maestría mayor sucediendo a Pacheco. Siguiendo la misma línea, Juan Caro de Montenegro, que ya era maestro de los pajes en 1662, recibió a la muerte de Domingo Ruiz en 1663, jubilado ese mismo año por sus muchos achaques, la maestría mayor. Así pues, hemos de suponer que desde antes del propio Pacheco de Narváez se había institucionalizado una especie de cursus honorum, que Diego de Cea intentó con su hijo Pío a finales del siglo XVIII (con poco éxito), y que parecía constar de varias fases: 1. Se alcanzaba el título de maestro, siendo examinado por el maestro mayor. 2. Se obtenía el rango de teniente de maestro mayor del actual maestro mayor, ayudándole a desempeñar una de sus funciones, parece que para enseñar a los pajes de la casa del rey de manera interina. 3. Poco antes de la previsible muerte del maestro, aspiraba a desempeñar o desempeñaba la maestría de los pajes, ya que esta carecía de sueldo, dejando al maestro mayor recibiendo sus gajes hasta su muerte, tras la cual la Cámara de Castilla y el rey fallaban a su favor concediéndole el cargo de maestro mayor. El maestro también podía serlo de una de las casas de palacio, como la del rey, el

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príncipe o la de Borgoña. Es el caso de Juan de Morales, que recibió la maestría de los pajes de la casa de Borgoña para sustituir a Pablo de Paredes. Es por este motivo que la ruptura que ejemplifica el asunto de Pío de Cea resultaba tan traumática. Al recibir la maestría de los caballeros pajes (o quedar confirmada públicamente) pero no la maestría mayor, se rompía así el cursus honorum imperante, ya que Pío de Cea había teniente de maestro mayor nombrado por su propio padre. Asimismo, se quedaba sin los ingresos propios del cargo de maestro mayor. Por este motivo, tras la muerte de Brea y la finalización de la Guerra de la Independencia, se restablece la “normalidad”, nombrándole como maestro mayor y recuperando la maestría de los pajes, que ostentaba su hijo Faustino en su ausencia. Al tener, así pues, el maestro mayor la competencia de designar a su teniente de maestro, cabe preguntarse por qué Pacheco otorgaría este cargo a sargentos del ejército o personajes de dudosa catadura moral como Sebastián Sánchez y no a seguidores de su propia escuela y tratadistas que comentaban y ampliaban su obra. Si hemos de dar crédito a lo que Gascón de Torquemada dice sobre Sebastián Sánchez, este fue hasta el conde de Puño en rostro, gentilhombre de cámara del Cardenal Infante, y le dijo que había recibido el encargo de asesinarle, para lo cual le habían pagado muy bien. Se entiende pues que, con al menos diecisiete muertes acreditadas el día en que fue ahorcado, se trataba de alguien especialmente letal con la espada. Quizá era una cuestión de efectividad, al fin y al cabo, de verdadero desenvolvimiento en el arte de la esgrima, ya fuera dentro de una sala o fuera de ella, como espada de alquiler o soldado que había conseguido llegar a sargento por méritos propios sirviendo al rey. Por esta razón, cabe imaginarse que Pío de Cea, a pesar de los desvelos de su padre, no halló mejor modo de alcanzar la maestría mayor que abandonar Madrid, poniéndose al servicio del general Freire en 1809, que lo nombró sargento en el regimiento Lusitania, donde enseñó esgrima, algo que haría posteriormente en las academias de infantería y caballería de la gaditana isla de León, alcanzando el grado de subteniente. Así pues, el oficio de las armas parecía un todo: milicia, esgrima y la defensa de la propia vida y el uso de la espada en la calle199.                                                              199

Sobre la contribución del oficio militar al prestigio como esgrimista, cabe señalar que Francisco Lorenz de Rada, tratadista de finales del siglo XVII y principios del XVIII, llegó a ser maestre de campo, gobernador militar de Veracruz y teniente de capitán general, con una hoja de servicios muy curiosa.

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2.3‐ Los entornos de práctica: la sala de armas, la plaza y la palestra 

Con frecuencia, se hace referencia en la documentación a la sala de armas, el lugar donde los maestros y sus prebostes enseñaban esgrima. Hoy en día, se utiliza el mismo término para designar el lugar donde los tiradores de esgrima deportiva entrenan en el marco de un club. Pero la pregunta obligada es: ¿cómo era una sala de armas? Y, basándonos en el análisis documental, cabe también preguntarse, ¿era el único lugar donde los maestros enseñaban su arte? A pesar de lo que pudiera parecer, dado el gran número de ilustraciones y grabados que acompañan a los manuales de esgrima, las representaciones de las salas de armas que aparecen en ellos reproducen en su mayor parte entornos idealizados, con grandes salones de techos altos y profusa decoración. También, en las ilustraciones vemos muchas escenas en las que los esgrimistas están simplemente en un entorno al aire libre, de una gran extensión, con elementos arquitectónicos donde abundan los arcos y pilares. En otros casos, se trata de un lugar aparentemente campestre, que evoca escenas de tipo militar o marcial como telón de fondo200. Pero las ilustraciones más comunes son, simplemente, las de parejas de combatientes en un lugar llano, o simplemente “sobre la nada”, mostrándonos un instante de la ejecución de una determinada técnica. Sidney Anglo ha llamado a la prudencia a la hora de interpretar estas imágenes, ya que parecen reflejar entornos idealizados o hacer llamadas a elementos clásicos sobre el ideal guerrero201. Las referencias a salas de armas hay que buscarlas, más bien, fuera del propio contexto de los tratados de esgrima, o contrastando lo que los propios maestros nos dicen de ellas por escrito, con las pocas ilustraciones que tratan de representar correctamente, o al menos de forma más fidedigna, el entorno donde se entrenaba. Antes de proseguir acerca de las salas de armas, cabe hacer un inciso en lo                                                                                                                                                                                Según esta, sirvió durante 15 años, 8 como soldado en el tercio del maestre de campo don Pedro Fernández Navarrete, uno como capitán de una compañía de infantería de la capitana real, dos como capitán reformado y cuatro como gobernador de las armas de Veracruz y teniente de capitán general. A pesar de esto, no se conoce si Rada ejerció la maestría mayor, y ya que no se le nombra como tal, es de su poner que no la obtuvo. AGI, leg. 136, fol. 154. 200

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 11-17.

201

En las portadas de muchos tratados los maestros aparecen rodeados, además de por armas, por elementos arquitectónicos de estilo neoclásico o renacentista, con referencias al dios Marte y empleando lemas latinos referentes a las virtudes.

88   

referente a las propias ilustraciones presentes en los tratados. Aunque la tratadística española no es prolija en imágenes, otras obras derivadas del estilo, de las que ya hemos hablado, como Regole di Molte de Frederico Ghisliero o Academie de L’espée de Thibault presentan algunas muy interesantes. Las primeras, añadidas al texto por deseo del propio Ghisliero que mandó dibujarlas a mano, reflejan una destreza de inspiraciones carrancistas, en la que pretende clarificar mediante ángulos y dibujos geométricos muy elaborados, junto a una gran sensación de plasticidad, el movimiento descrito en sus páginas. A diferencia de los pasos y compases carrancistas, el sistema de movimiento en la esgrima de Ghisliero parece radial, y no circular202. Anglo nuevamente llama nuestra atención sobre el hecho de que los tratados de esgrima europeos, anteriores al siglo XVIII, tratan de representar el movimiento con sistemas de notación genuinos, buscando soluciones propias a un problema general. Cada escuela y cada tratadista resuelve esta cuestión, la de la representación del movimiento, de forma diferente. En el caso de los autores españoles, las pocas ilustraciones presentes en las obras de Pacheco o Carranza parecen hacer más hincapié en las matemáticas aplicadas al combate, el círculo pedagógico para explicar los pasos y compases y la postura del cuerpo que en el propio desarrollo de la técnica. Aunque autores posteriores de la escuela, como Miguel Pérez de Mendoza, Gaspar Agustín de Lara, Etthenhard o Lorenz de Rada incluyen imágenes más elaboradas, estas parecen centrarse en la cuestión de los ángulos, la postura del cuerpo o la mano, aunque en algunos casos lleguen a presentar a los esgrimistas enfrentados entre sí203. Dado que otras obras contemporáneas se hallaban profusamente ilustradas, hemos de creer que esta fue una decisión consciente por parte de los propios tratadistas de la destreza, en la conciencia de estar enseñando un sistema de combate universal basado en el movimiento del cuerpo, que se comprendía a través de la geometría. Thibault ofrece, sin embargo, una visión más interesante. Su obra, descrita por Anglo como “un monumental fracaso204”, refleja en sus numerosísimas ilustraciones un                                                              202

Anglo, Op. cit., 2001, págs. 68-72.

203

Ibíd., págs. 82-90

204

La historiografía anglosajona ha denostado desde los primeros análisis y aproximaciones en el siglo XIX a la escuela de la verdadera destreza. Al estar Thibault basada en ella, y al no haber tenido aparente relevancia en el desarrollo posterior de la escuela francesa, que triunfó en el siglo XVIII, el autor opina que este tratado fue un gasto inútil.

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sistema que guarda enormes semejanzas con la destreza que se practicaba en España, a la cual Thibault conocía. Es interesante ver que, aunque combatiendo en el entorno idealizado y barroco de una gigantesca sala de armas, las parejas de esgrimistas representadas nos muestran en algunos casos secuencias de movimientos completos y, mediante un sistema muy ingenioso, aplicando el círculo de los pasos y compases usado en la destreza, nos explica tanto el movimiento de la mano como el de las piernas y el cuerpo durante la ejecución de una determinada técnica. En este sentido, la obra de Thibault resulta enormemente didáctica205 (ilustración 12).

(Ilustración 22) La parte inferior de la iluminación del folio 3r del Hausbuch, mostrando a los dos esgrimistas practicando. Nótese la imagen de las parejas de armas tiradas en el suelo, y al maestro empuñando la vara símbolo de su rango.

¿Cómo eran, entonces, las salas de armas? Varios grabados de finales del siglo XV y comienzos del XVI pueden darnos una idea de qué elementos eran comunes en una sala de armas temprana. En el Mittelalterliche Hausbuch von Schloss Wolfegg206, manuscrito redactado en torno a 1480, una ilustración del folio 3r muestra a una serie de “artistas” (ilustración 22). Realmente, incluye también personajes realizando                                                              205

Anglo, Op.cit., 2001, págs. 75-82.

206

Traducido como “Libro de la casa de von Schloss Wolfegg”. “Los Hausbuch eran libros que inicialmente se transmitían de padres a hijos en las familias nobles y que reunían escritos y notas sobre la administración de sus propiedades o el arte de la guerra, aunque también oraciones y textos teológicos. En el caso del Hausbuch de Wolfegg, el libro contiene también, entre otras cosas, mapas astronómicos, ilustraciones de la vida y costumbres de los nobles, explicaciones detalladas de torneos, un amplio recetario fármaco-alquimista y hasta la descripción de una casa de baños.”, http://www.medievalum.com/index.php/tag/hausbuch-de-wolfegg/, [revisado 2-08-2012].

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entrenamientos orientados a la práctica de las armas, quizá confundiendo las dos prácticas englobadas dentro del concepto de “arte”. En la parte inferior de esta escena podemos ver a un maestro de armas, caracterizado con una vara o bastón a dos manos (uno de sus símbolos más recurrentes), observando como dos alumnos entrenan con “espadas pluma”. A sus pies se encuentran dussacks, bastones y dagas de rodela, todas ellas armas que se enseñaban en los fechtbuchër. Sobre ellos, una serie de parejas realiza ejercicios gimnásticos, saltos y cabriolas. Uno de los artistas parece estar echando “fuego por la boca”. La práctica de la esgrima aparece aquí reflejada como una suerte de exhibición o entrenamiento para el deleite del señor, que mira desde un lado de la iluminación. En el mismo manuscrito, se presenta a partir del folio décimo la llamada “secuencia de los planetas”, que representa a los planetas conocidos, de modo alegórico, y bajo ellos sus hijos. Entre los “hijos del sol” mostrados en la ilustración del folio 14r (ilustración 23), hay músicos y devotos, pero justamente debajo del propio sol se encuentran unas parejas de luchadores que practican con bastones a dos manos, lucha cuerpo a cuerpo y lanzamiento de unas grandes rocas. Significativamente, en el suelo bajo la pareja de luchadores hay dos espadas pluma de mano y media.

(Ilustración 23) Detalle de la ilustración del folio 14r del mismo manuscrito. Se nos presenta asociado un ejercicio para el desarrollo de la fuerza explosiva (lanzamiento de pesadas rocas) con la práctica de las armas, aquí representada por dos parejas de luchadores a mano desnuda y con bastón.

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Otro testimonio relativamente cercano es una iluminación datada en torno a 1490207, que muestra a un grupo de personas ejercitándose al aire libre (ilustración 24). En ella, vemos a una pareja de esgrimistas con espada y broquel, luchadores a mano desnuda y con bastón, bajo la mirada de un hombre que porta una maza. Significativamente, se puede apreciar que varios de los presentes están realizando ejercicios para aumentar su fuerza, destreza y coordinación, como un hombre que trata de mantener el equilibrio haciendo el pino sobre una mesa.

(Ilustración 24) Un grupo de esgrimistas y luchadores ejercitándose al aire libre, c.1490.

Otra representación temprana es una xilografía del libro dedicado al emperador Maximiliano Des Weisskunig compuesto entre 1510 y 1517 por Leonard Beck (14801542), Hans Burgkmair (1473-1531), Hans Schäuffelein (1480-1540) y Hans Springinklee (1490-1540), aunque la mayoría de los grabados fueron realizados por Burgkmair. Este en particular (ilustración 25), resulta interesante, ya que por primera vez vemos a una pareja de esgrimistas bajo techado en un entorno creíble. Esta sala de armas es pequeña, o relativamente pequeña, de techo bajo. El maestro de armas sostiene su bastón, mientras espera para mediar si hiciera falta en un combate entre dos jóvenes usando espadas pluma. A sus pies hay otra pareja de espadas, estas más cortas (quizá a una mano) con lo que parece un añadido al agarre. También se muestra una pareja de

                                                             207

La iluminación está presente en un artículo checo sobre las espadas pluma, pero no se da una referencia exacta de su procedencia: http://gesellschaft-lichtenawers.eu/tsc/en/knowledge-base/fencig/70sermiari-a-ich-zbrane.html, [revisado: 02-08-2012].

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dussack, o quizá messer208 y junto a ellos dos extraños guantes, de cuero o piel, con solo tres dedos. Quizá se trataba de un recurso pedagógico para aprender mejor los agarres, obligándose a tomar el arma de una determinada manera. Como vemos, en esta xilografía se introduce un elemento que se mencionaba en el nombramiento de Gómez Dorado, 30 años antes: el “guante de defensión”.

(Ilustración 25) Representación de una sala de armas en Des Weisskunig. Los esgrimistas pelean bajo la mirada del maestro, dispuesto a “meter la vara” para separarles. Empuñan espadas de mano y media. En el suelo, podemos ver guantes o manoplas de cuero, dussacks o messer, bastones a dos manos y espadas a una mano.

Podemos inferir de esta manera que durante una primera etapa la sala de armas no era un espacio físico, sino simplemente el lugar donde se practicaba, que podía ser al aire libre, o bajo techado. No obstante, conviene precisar que los autores de los siglos                                                              Messer significa literalmente “cuchillo”. Designaba a un arma del tipo espada corta, de un solo filo y guarnición muy sencilla. 208

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XVII y XVIII nos hablan de la existencia de dos lugares fundamentales para la práctica de las armas. Por un lado la sala de armas, que parece tener un carácter privado. Y por otro, las plazas y palestras, con un carácter público209. La palestra era el entorno que, desde la Edad Antigua, estaba reservado para los ejercicios deportivos así como para otros usos puntuales (como ejecuciones). Las palestras parecen ser un elemento todavía presente en las plazas de las ciudades de la Edad Moderna, pues se hace referencia a ellas con frecuencia. Josefa Leva Cuevas nos indica en su artículo sobre la plaza de la Corredera que a los maestros de armas, cuando recibían el cargo, se les permitía enseñar en un lugar determinado, fuera una plaza o una sala de armas210. En la introducción de la obra de Luis Díaz de Viedma, se cita explícitamente que, para formarse, el maestro acudió a las plazas a “ver tirar a los vulgares”, antes de crear su propia escuela211.

(Ilustración 26) Representación de la sala de armas de la Universidad de Tüblingen. En la leyenda podemos leer la palabra “palastra”.

                                                             209

En el nombramiento de Pío de Zea como teniente de maestro mayor, fechado en 1788 se lee: “debo prometerme que la Destreza de las armas tomará nuevo fomento, viendo que se trata con honor y decencia de que en Escuelas particulares o Palestras públicas […] se observe que no concurra persona alguna de las que refuta las ordenanzas establecidas por los Señores Reyes Católicos”. Ceballos-Escalera, Op. cit., pág. 104. 210

Levas Cuevas, 2007, pág. 119

211

Es curiosa la asociación, para el siglo XVII, de la esgrima practicada en la plaza con la escuela de la destreza vulgar. Debemos suponer entonces que la verdadera destreza pretendía ser una escuela más elitista, que desarrollaba su práctica en salas privadas. Díaz de Viedma, Luis. Método de enseñanza de maestros en la ciencia filosófica de la verdadera destreza matemática de las armas, 1638

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El término parece confuso. Al parecer se usa la voz palestra, en latín, para designar a las salas de armas. Así ocurre en una ilustración del año 1600 relativa a una sala de armas en la Universidad de Tüblingen212 (ilustración 26). En ella nuevamente podemos ver a parejas de luchadores empuñando dussack (esta vez de madera), espadas pluma de mano y media, espadas roperas con daga de mano izquierda y bastones a dos manos bajo la atenta mirada del maestro con su bastón. Por el suelo, bastones, martillos de lucerna y dagas. El uso del término palestra para designar a la sala de armas puede llamar la atención acerca del hecho de que, quizá en un primer momento lo común fueran las salas al aire libre o en el entorno de la palestra. Si leemos cuidadosamente el nombramiento de Gómez Dorado, al que ya hemos aludido, se imponen penas a quien ose “poner juegos en la calle” sin permiso del maestro mayor, al que se nombra como “maestro del arte de palestrina”. Es significativo que, en una provisión real, se emplee este término: maestro en el arte de la palestra. Muy posiblemente, se asociara indefectiblemente la palestra con la sala de armas, siendo esta de hecho su antecesora. ¿Cómo era, pues, una palestra? El diccionario de la Real Academia acoge una definición muy escueta y generalista: el lugar donde se lidiaba o luchaba. Quizá no había una diferencia real en el espacio físico con el de la plaza donde se practicaba esgrima, pero varios testimonios gráficos del Sacro Imperio nos aportan datos interesantes. Un grabado de 1623 nos muestra una palestra en Nüremberg, propiedad de la sala de armas de la hermandad Klopffechter213 (ilustración 27). Los esgrimistas están practicando bajo la atención de los maestros, dentro de unas paredes de madera, o una especie de palco, donde el público les observa. La palestra representada se encuentra en una plaza, desde cuyos balcones la gente también observa a las parejas de esgrimistas que tiran usando diferentes armas de la escuela alemana. Dos representaciones de inicios del siglo XVIII nos muestran la continuidad de la palestra, aunque al parecer, su forma era variable. En la primera, fechada entre 1725 y                                                              Johann Christoph Neyfer y Ludwig Ditzinger, Illustrisimi Wittembergici ducalis novi colegii quod Tublingae quam situm quam studia exercita accurate delineatio, c.1600.

212

213

Un análisis de la imagen se encuentra en: http://fechtschule.wordpress.com/2010/05/28/thequintessential-fechtschule-location-the-heilsbrunner-hof-in-1623/#more-49, [revisado: 03-08-2012]

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1750214 (ilustración 28), vemos una suerte de valla de madera que separa a los espectadores de los esgrimistas. En la segunda, de 1726, podemos ver una escena similar: los espectadores se encuentran tras una valla a ras de suelo (ilustración 29). Quizá es por eso que se acuñó la expresión castellana “saltar a la palestra”. A pesar de estas representaciones en las que apreciamos esta “palestra” o valla que separa a los espectadores de los esgrimistas, la voz palestra parece designar también el entrenamiento en la plaza, sin ningún tipo de barrera. Las representaciones de este tipo de salas parecen bastante comunes.

(Ilustración 27) Grabado de 1623 representando una palestra en Nüremberg. Podemos ver que el ejercicio de la esgrima tenía un carácter público, ya que los esgrimistas practican bajo la mirada del público, a pie de palestra o desde las balconadas cercanas.

                                                             214

Se encuentra reseñada en este artículo: http://www.hroarr.com/a-call-to-arms/, [revisado: 03-08-2012]

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(Ilustración 28) Representación de una palestra alemana del siglo XVIII.

En la Cosmographia universalis de Sebastian Münster, publicada en 1544, podemos apreciar en una de sus xilografías una sala de armas ubicada en una plaza bastante realista. En ella, los esgrimistas se encuentran peleando nuevamente por parejas y con armas iguales: espada pluma de mano y media, bastones a dos manos y dussack (ilustración 30).

(Ilustración 29) Otra palestra, 1726.

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(Ilustración 30) Sala de armas en una plaza. Xilografía de la Cosmographia de Sebastian Münster.

Un grabado muy interesante del gran artista Franz Hogemberg, de 1585, muestra una exhibición215 o torneo de una sala de armas en la plaza Fürstenhof 216 de Düsseldorf (ilustración 31). Se introduce, como en otros casos, el elemento musical, tal vez un reclamo para atraer al público. En la plaza no se aprecian barreras físicas entre los espectadores y los esgrimistas. Un poema acompaña al grabado: “El tambor fue rápidamente a su alrededor El Maestro de la Espada se acerca En el Fürstenhof en la plaza Es la escuela en nombre de Dios. El esgrimista corteja a su escuela Y pasa en verdad un bien reservado, Golpes a la cabeza y la oreja, palmadas en la boca también rompen la resistencia y el coraje de los esgrimistas                                                              215

Aspecto, el de las exhibiciones en el que incidiré en el próximo capítulo.

216

Actualmente llamada Burgplatz.

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Pertenece a la tropa de un color determinado Por él se ¿comercia?, por él se lucha Quien ha nacido en el aire (alguien relajado) porta y recoge tales frutos217”

(Ilustración 31) Grabado de Franz Hogemberg mostrando una exhibición de esgrima en la plaza Fürstenhof de Düsseldorf, 1585.

Palestra, sala de armas y plaza parecen la misma cosa. O más bien, palestra puede servir para designar tanto a la sala de armas como a la plaza, aunque originariamente, y para mayor concreción, designara al lugar acotado en la plaza tras la valla en la que se situaban los espectadores. Pero, al parecer, las salas de armas bajo                                                              217

Original en alemán. La traducción es libre a partir de una traducción inglesa en este artículo: http://talhoffer.wordpress.com/2011/06/08/1585-fechtschule-in-dusseldorf-at-the-julicher-hochzeit/, [revisado: 03-08-2012].

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techado tomaron cada vez mayor importancia en la práctica de la esgrima, desapareciendo la práctica en palestras y plazas durante el siglo XVIII218. Una de las representaciones más realistas de una sala de esgrima del siglo XVII es un grabado de W. Swanenburg que nos muestra una sala de armas de Leiden en 1610219 (ilustración 32). Esta representación contiene una curiosa mezcla entre ejercicios de equitación, armas de fuego y esgrima en el marco de un lugar ahora llamado “academia”, de techo alto. En este “gimnasio” se encuentra a los pies de un abanderado (junto al maestro de armas y su vara) un círculo parecido al usado por la escuela española de la verdadera destreza para enseñar pasos y compases. Aunque se ha querido identificar este círculo con el de Thibault y afirmar que se trataba de su sala de armas, esto parece incorrecto. Más bien se trata de un círculo diferente, aunque posiblemente tuviera inspiración en las enseñanzas de este maestro220. Otra prueba más de la aparente extensión de la escuela de la verdadera destreza, o al menos, de sus principios generales, incluso entre los enemigos de la propia monarquía. Aparte de la unión de varias actividades de tipo marcial o militar (entrenamiento con mosquetes), la imagen muestra unos elementos curiosos, que pueden pasar desapercibidos a simple vista: en la pared, están colgadas una serie de espadas con la punta abotonada, y aunque abundan las roperas, también están presentes los dussack y las espadas pluma de mano y media. Además, hay una serie de alumnos o espectadores sentados en un banco pegado a la pared. Las representaciones del siglo XVIII nos muestran una sala de esgrima que va conformándose como espacio específico para la práctica de este arte, que poco a poco irá convirtiéndose en deporte o práctica “de sala”, al mismo tiempo que afecta a la instrucción militar mediante su propia tratadística. En un grabado de la portada de la obra de 1713 de Johann Andreas Schmidt Gründlich lehrende Fechtschule, podemos ver con detalle la sala de armas de este maestro de Nüremberg221 (ilustración 33). Esta                                                              218

Esta idea es compartida por varios investigadores de las fechtschule imperiales. De entre estas obras destaca: Christoph J. Amberger, The secret history of the sword, Multi-Media books, 1999. 219

Anglo, Op. cit., 2001, pág. 15.

Mathew Howden, Comparison of Thibault's circle and the Leiden circle, http://matthewhowden.wordpress.com/comparison-of-thibaults-circle-and-the-leidencircle/, [Revisado: 908-2012].

220

221

Anglo, Op. cit., 2001, pág. 16.

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se nos presenta como un espacio grande, sencillo, de suelo liso y despejado. Aparte de los esgrimistas, que tiran con floretes o espadines abotonados, hay luchadores cuerpo a cuerpo, y alguien se ejercita en un potro de madera. En la pared de la derecha, podemos ver igualmente colgadas las armas de entrenamiento abotonadas.

(Ilustración 32) Sala de armas en Leiden, 1610.

(Ilustración 33) La sala de armas de Johann Andreas Schmidt en 1713.

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  (Ilustración 34) Grabado holandés de 1745 mostrando una sala de esgrima.

El artista holandés Johann Caspar Luyken nos muestra en un grabado compuesto en torno al año 1745 una sala de armas holandesa. La sala es muy parecida a la representada en la obra de Schmidt. En este grabado podemos ver claramente como los esgrimistas utilizan floretes abotonados, la presencia del potro y, como novedad, una pareja de sablistas practicando con armas negras222 (ilustración 34). Estos elementos: las armas abotonadas colgando de la pared, el potro y el suelo liso donde practican los esgrimistas se repiten. A estas alturas parece que el bastón como símbolo del maestro se desecha, ya que el propio Schmidt decide representarse a si mismo con un simple florete en la mano. No obstante, en algunas salas de armas “tradicionales” en el Sacro Imperio, todavía era posible ver a maestros empuñando la vara223. En la segunda mitad del siglo la sala de esgrima toma su forma definitiva, lo cual se ejemplifica en el famoso cuadro de Thomas Rowlandson I shall conquer this                                                              222

El grabado es reseñado en este artículo: http://fencingclassics.wordpress.com/2008/12/07/fencingschool-dutch-late-17th-century/, [revisado: 02-08-2012] 223

En un testimonio de alrededor de 1720, podemos ver esgrimistas en una “pista de tenis” (o deporte de raqueta), con maestros usando la vara para separar a los esgrimistas, que todavía usan armas arcaicas como el dussack o la espada pluma de mano y media. http://www.thearma.org/arttalk/at17.htm, [revisado: 03-08-2012]

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(1787) que representa la sala de armas de Henry Angelo donde se encuentra tirando en primer plano el, afamado en su época, caballero de St. George (ilustración 35). La imagen resulta de una claridad significativa. Si atendemos a la escena, vemos que ante un público formado por curiosos y esgrimistas, combaten dos hombres con floretes abotonados. En las paredes hay colgadas armas de práctica, un retrato (posiblemente del maestro fundador de la sala, el tratadista Domenico Angelo), dibujos, grabados, lo que parecen protecciones adicionales para cubrir el brazo y como símbolo de la tradición en una sala de armas inglesa, dos singlestick224. A los pies del esgrimista que se abrocha las zapatillas hay tirada una máscara, antecesora de la careta de esgrima, y un guante.

(Ilustración 35) I shall conquer this, de Thomas Rowlandson, 1787.

La sala de esgrima, ya no sala de armas, había tomado su forma más o menos definitiva. Lo único que cambiará con el correr del siglo XIX serán las protecciones utilizadas por los esgrimistas, aunque seguirán la tendencia representada por                                                              224

Los singlestick eran varas de madera con una guarnición simple del mismo material, o mimbre, que se usaban para entrenar la backsword, la espada o sable de un solo filo, con pequeño contrafilo, y guarnición que cubría toda la mano a modo de jaula. Este tipo de arma se asociaba a los highlander escoceses durante las guerras jacobitas, y posteriormente sería ceñida por las unidades del ejército británico formadas por escoceses.

103   

Rowlandson: chaquetillas y plastrones, guantes y máscaras, que posteriormente se convertirán en las caretas de rejilla de acero aún hoy utilizadas en los clubs de esgrima. El potro, como elemento presente para realizar ejercicios gimnásticos de flexibilidad y coordinación, aún seguía presente en salas de armas alemanas en 1796225.

2.4‐ La práctica de la esgrima dentro y fuera de una sala de armas   

Ya conocemos, a través del nombramiento de Gómez Dorado, la existencia a finales del siglo XV de tres rangos fundamentales a los que se optaba por examen: maestro, preboste y bachiller. Si el teniente de maestro mayor era la mano derecha del maestro mayor, los prebostes parecen cumplir la misma función en el marco de una sala de armas. Sobre el rango de bachiller, debemos inclinarnos a pensar que al designar la voz “bachiller” a alguien instruido o experto en alguna materia, se tratara de la primera acreditación a la destreza del alumno. Pacheco de Narváez en su famosa obra Grandezas de la Espada, dedica un capítulo entero a hablar sobre cómo deben comportarse los maestros de armas para con sus alumnos. En primer lugar, recomienda conocer su condición para poder enseñarles mejor y evitar en ellos la soberbia, que para él es “enemiga del ingenio226”. Quizá fruto del elitismo de su escuela, asegura preferir a los alumnos nobles, ya que considera que no son tan animosos como los de condición más baja. Recomienda asimismo que comiencen a ejercitarse en la esgrima a los 18 años, edad en la que “se van endureciendo”, pero también gozan de la suficiente inteligencia para comprender lo que se les explica, y que no pasen en principio de los 25 años por las mismas razones227. Como otros maestros contemporáneos, según hemos comprobando con los testimonios gráficos, recomienda una serie de ejercicios para el desarrollo de la fuerza y la coordinación, como correr, tañer, danzar, “tirar la barra” y jugar a la pelota. Curiosamente recomienda también, citando a Carranza, que para comenzar a habituarse                                                              225

http://hiebfechtkunst.wordpress.com/2011/09/09/fruhes-hiebfechten-in-deutschland/, [revisado: 03-082012]. 226

Pacheco de Narváez, Op. cit., 1600, fol. 29r.

227

Ibíd.. fol. 29v.

104   

en los pasos, se usen zapatillas que contengan plomo entre ambas suelas, para que al cabo de unos días los movimientos les resulten fluidos y ligeros a los alumnos al quitárselas. Pacheco

se

extiende

hablando

del

vínculo

maestro-alumno,

y

del

comportamiento correcto que el segundo debe guardar ante el primero, sin mostrarse animoso o desordenado, o incluso teniéndole que contar siempre la verdad “como si fuera su confesor228”. Y al igual que Pietro Monte, propugna a su vez que el maestro conozca bien el temperamento de su alumno, y usando los conceptos de la medicina de los humores los divide en sanguíneos, coléricos, flemáticos y melancólicos. Cada tipo de alumno debe ser orientado a una enseñanza concreta, como las heridas de primera intención para los sanguíneos, o atajos y defensas para los melancólicos. Por último, citando a Séneca, alaba al maestro que se siente complacido al ver como sus alumnos aprenden tras tomar gran esfuerzo en “llegar hasta ellos”, para que el aprendizaje resulte más sencillo229. Las enseñanzas del maestro variaron, no obstante, y como ya hemos visto, a lo largo de los siglos de la Edad Moderna, adaptándose a la escuela y las armas que se pretendían emplear. Sin embargo, desde el primer momento parece que el elemento de seguridad estaba muy presente en la enseñanza de la esgrima. Así, en el nombramiento de Gómez Dorado de 1478 se cita que ningún maestro permita enseñar en su escuela sin “birrete fuerte y guante de defensión230”. Patri J.Pugliese en su artículo monográfico Practice for the duel231 analiza estas protecciones. En primer lugar, se encuentra lo que en castellano se designa con frecuencia como “espada negra”, que no tenía filo ni punta, y sobre la cual se colocaba una zapatilla de cuero232. También existían versiones del arma que tenían una punta en forma de botón, realizada durante la forja. Varios                                                              228

Ibíd., fol. 31v.

229

Pacheco de Narváez, Op. cit., 1600, fols. 31v-32r.

230

Ceballos-Escalera, Op. cit., pág. 96.

Patri J. Pugliese, Practice for the duel, The Raymond J.Lord collection of historical combat treatises and fencing manuals, 2007, http://www.umass.edu/renaissance/lord/pdfs/Practice.pdf, [revisado: 04-082012]. 231

232

En el combate de don Cleofás del tranco sexto de “El Diablo Cojuelo”, este da a su oponente “con la zapatilla un golpe de pechos”. Vélez de Guevara, Op. cit., pág. 94.

105   

ejemplares de estas armas parecen conservarse en el Victoria&Albert museum, incluyendo roperas y dagas de mano izquierda233. Para diferenciar estas espadas de las afiladas, las segundas se llamaban simplemente “espadas blancas” o “espadas”. La distinción venía motivada por el acabado de las espadas. Al parecer, las negras eran de hierro, y su color negro devenía de que tras forjarlas no se las acicalaba o amolaba, lo que si se hacía con las “blancas”234. En un percance ocurrido en la calle del León, en el Madrid de 1628, un sastre que estaba tirando en la casa y sala de armas de un maestro de armas, terminó saliendo a la calle con los hermanos Ibarra, a uno de los cuales había lesionado en la mano tirando violentamente en los entrenamientos. Al salir a la calle, sacaron “las espadas que traían” (las blancas) y se dieron de estocadas hasta que el sastre resultó muerto235. Dado que no parecen conservarse ejemplos de “espadas pluma”, ni de mano y media ni de espadas de una mano, en los museos españoles, no sabemos si este tipo de armas se utilizaron en la Península durante la Edad Moderna. La “espada pluma” o federschwert236, eran una versión aligerada de las espadas negras, con un estrechamiento en el filo a partir de la bigotera o escudete (primeros centímetros de la hoja) que se dejaba ancho para poder colocar allí los dedos según los agarres de la escuela alemana. El estrechamiento del filo las hacía hojas más ligeras, ya que aún hoy, las réplicas de entrenamiento utilizadas en esgrima antigua resultan más pesadas que las que están afiladas y reproducen modelos conservados en museos y colecciones, ya que en una espada negra se buscaba además la seguridad de que pudiera soportar un castigo más continuado que una espada afilada (que podía usarse en contadas ocasiones). Ya que tampoco podemos constatar si en España se usaba la espada de mano y media en el ámbito de la enseñanza de la esgrima, no podemos asegurar que se entrenara en las salas de armas. Aunque Pietro Monte, de origen “español”, como                                                              233

Ibíd., págs. 1-4.

234

Germán Dueñas Beraiz, “Introducción al estudio tipológico de las espadas españolas: siglos XVIXVII”, Gladius, 24 (2004), pág. 220. Tomás Antonio Mantecón Movellán, “Lances de cuchilladas y justicia en la práctica en la Castilla del siglo XVII”, en José Antonio Munita Loinaz (coord.), Conflicto, violencia y criminalidad en Europa y América, 2004, pág. 221.

235

236

El término “espada pluma” parece ser contemporáneo, al no haber evidencias de que se usó en el Sacro Imperio durante la Edad Moderna: http://en.wikipedia.org/wiki/Federschwert, [revisado: 04-08-2012].

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hemos señalado, no diferenciaba en exceso el uso de un arma de una mano de la de dos237. Lo que sí parece a ciencia cierta es que, al menos para finales del siglo XVI y principios del XVII, la época de Carranza y Pacheco, los españoles habían abandonado la esgrima con armas a dos manos, a excepción del montante (considerando que este era el símbolo del maestro). Sobre el montante, es importante precisar que se conservan varios ejemplares en la Real Armería, uno perteneciente a Diego García de Paredes238, capitán de Gonzalo Fernández de Córdoba en las guerras de Italia, de quien las crónicas señalan que utilizaba este tipo de arma debido a complexión extraordinariamente robusta239. También a comienzos del siglo XVI se tiene constancia mediante las crónicas de los conquistadores que acompañaron a Hernán Cortés, que Pánfilo de Narváez, al mando de las tropas enviadas por el gobernador de la isla de Cuba para apresar al de Medellín, portaba un montante durante la defensa del templo mayor de Zempoala, donde él y varios de sus hombres plantearon una última defensa ante el ataque de los hombres de Cortés, siendo finalmente capturado240. San Pablo, en una pintura de El Greco datada entre 1610 y 1614 que se conserva en el Museo del Prado, sostiene un montante entre sus manos241. Otra pieza regalada por el Papa Pío V a Don Juan de Austria se conserva en el Museo de la Armada242. Además de símbolo del maestro, como lo era la vara en las ilustraciones del Sacro Imperio que hemos analizado, el montante se utilizaba de modo práctico en la sala. Al igual que la vara, se decía cuando el maestro quería detener un combate “metía el montante”, y además se servía de su aspecto imponente para “abrir la rueda” en las                                                              237

Anglo, Op.cit., 2001, págs. 132-34

238

Real Armería de Madrid, Pieza 35.367.

239

Prisco Hernández Ríos, “Los duelos de Diego García de Paredes: motivos, rituales y práctica de armas en el combate personal cuerpo a cuerpo a fines de la edad media”, Revista de historia militar, 109 (2011), págs. 81-112. 240

Pablo, Martín Gómez, Hombres y armas en la conquista de México, Almena ediciones, 2001.

Manuel Jesús Ruíz Moreno, El montante de San Pablo (El Greco), Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, Museo de El Greco, http://museodelgreco.mcu.es/web/docs/dsanpablo.pdf, [revisado: 04-082012]. 241

242

http://www.armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/multimedia_visitas/09_visita_vi rtual-01_museo_naval_es?_imageNodeID=126239&_imageNodeNumber=22&_imagePageNumber=1&_page Action=changeImage, [revisado: 04-08-2012]

107   

exhibiciones, apartando a los curiosos que se acercaban demasiado243. Sobre la vara, los maestros ibéricos parecían emplearla también. El tratado de Diogo Gomes de Figueyredo, diestro carrancista y maestro de armas portugués, Oplosophia e Verdadeira Destreza das Armas publicado en 1628244, incluye una descripción del bastón que manejan los maestros para separar a los alumnos, de una altura de 8 palmos y seis pies (la longitud del brazo y la espada estiradas) y que se maneja separando las espadas con un movimiento ascendente o descendente, dando además reglas y descripción de tretas para su uso. Figueyredo considera, además, que es lícito separar las espadas de los alumnos con una espada negra, pero desaconseja el uso de un montante o alabarda para tal fin.

(Ilustración 36) El príncipe Baltasar Carlos en la ilustración del tratado de Miguel Pérez de Mendoza.

Un testimonio excepcional de 1675 nos ayuda a comprender tanto lo que consideraba un “maestro de todas las armas” a finales del siglo XVII como atestiguar el                                                              243

Vélez de Guevara, Op. cit., pág. 93-94.

244

Academia das Ciências de Lisboa, MS Vermelho, nº.91.

108   

empleo en esta época de espadas negras con un botón en la punta. Se trata de una ilustración de portada del tratado de Miguel Pérez de Mendoza, conocido como Treinta y ocho asserciones245. En ella vemos una representación del Infante Baltasar Carlos que de forma anacrónica viste a la moda de la época del “hechizado” (ilustración 36). El joven se nos presenta con coraza, espada al cinto y bengala de mando. Bajo él, las armas en las que el maestro Pérez de Mendoza le enseñó o puede enseñar: el montante, el mangual, la daga, el broquel y la rodela (para tirar en conjunción con la espada) y dos espadas roperas con guarnición de taza. Como puede apreciarse, tanto las dagas como las roperas aparecen con un botón en la punta. Con la llegada de un nuevo siglo y una nueva arma, el espadín, se introduce en España el uso del florete. A pesar de la confusión terminológica, el florete no es un arma blanca, sino negra, concebida a finales del siglo XVII por los maestros franceses como arma de entrenamiento para el espadín. Ya que la práctica de la esgrima con la finalidad de la autodefensa en un entorno civil fue decayendo durante la segunda mitad del siglo XVIII y todo el XIX, es natural que la esgrima que quedó circunscrita a la práctica en la sala de armas popularizara la voz florete para referirse a la espada en general, y a la que se utilizaba en las salas de armas en particular. La portada este estudio constituye un magno ejemplo pictográfico, en los pinceles de Francisco de Goya, del uso del florete abotonado en España, en manos de quien se ha identificado como Francisco Sabatini246. Como ya hemos señalado en el capítulo anterior, a raíz del análisis del cuadro de Thomas Rowlandson, es en esta época cuando comienzan a normalizarse las protecciones en las salas de esgrima. Domenico Angelo, que se encargó de redactar la entrada relativa a la esgrima en la Enciclopedia de Diderot y d’Alambert, incluye una ilustración relativa a las protecciones utilizadas en las salas de finales del siglo XVIII. En ella podemos ver la antecesora de la careta de esgrima, la máscara, además del uso de un guante grueso, un plastrón o coleto que se ponía sobre la ropa, unas zapatillas

                                                             Miguel Pérez de Mendoza y Quijada, Resumen de la verdadera destreza de las armas en treinta y ocho aserciones, Madrid, 1675.

245

Francisco José de Goya y Lucientes, Portrait of Francisco Sabatini, 1775-1779. Oil on canvas. Meadows Museum, SMU, Dallas. Algur H. Meadows Collection, MM.67.03. 246

109   

especiales y las armas de entrenamiento en su sala: un florete abotonado y un singlestick247.

(Ilustración 37) Figuras 48 a 62 de la entrada “Escrime” de la Enciclopedia.

Sobre las protecciones corporales anteriores, aparte del mentado “birrete fuerte” y el “guante de defensión”, Patri Pugliese nos habla de unos jubones acolchados conservados en Royal Scottish Museum de Edimburgo, que Janet Arnold estudió en un artículo de 1979, identificándolos como propios de los esgrimistas de comienzos del siglo XVII248, y que según Pugliese revisten un gran parecido con unas ilustraciones del tratado de Michael Hundt de 1611 Ein new Kůnstliches Fechtbuch im Rappier249. Pero la práctica de la esgrima, como hemos visto, no se circunscribía solo al ámbito de la sala de armas, estuviera esta en una plaza o bajo techado. Al parecer, en el Sacro Imperio eran comunes las exhibiciones de los gremios de esgrima, que competían entre ellos en público. Joachim Meyer, tratadista imperial del tercer cuarto del siglo XVI, pidió al concejo de la ciudad de Estrasburgo en reiteradas ocasiones entre los años 1561 y 1568, el poder realizar un evento (exhibición), entendemos que en una plaza pública250. Si hemos de creer lo escrito por Vélez de Guevara en El Diablo Cojuelo, este                                                              247

Domenico Angelo, “Escrime”, 1765, figuras 48-53, en Diderot, Denis y d’Alambert, Jean. L'Encyclopédie ou Dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, 1751-1772 Janet Arnold, Two Early Seventeenth Century Fencing Doublets, Waffen- und Kostümkkunde, Jahrgang, 1979, pág. 120. 248

249

Pugliese, Op. cit., 2006, pág. 5

Christopher van Slambrouck, The Life and Work of Joachim Meyer, Meyer Frei Fechter Guild, http://freifechter.com/joachim_meyer.cfm, [revisado: 05-08-2012]. 250

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tipo de exhibiciones se realizaban también en Castilla. En este caso, cita la plaza de la Corredera de Córdoba, donde estaban desarrollándose unos “juegos de esgrima”, que en opinión del autor se ponen en la plaza precediendo a las fiestas. En la descripción del combate, Vélez de Guevara demuestra que conoce la terminología de la verdadera destreza, y elogia de hecho a Carranza y Pacheco. En esta exhibición, al parecer, los espectadores podían participar. Así lo hace Cleofás cuando uno de los esgrimistas, un mozo de Montilla, dejó la espada negra y él la recogió con resolución, levantándola, dando luego una capa y una espada a su compañero (Cojuelo) para tirar con armas dobles. Aparece entonces el maestro separando a los curiosos con el montante, y comienza el combate que es descrito en terminología de la verdadera destreza, y en el que sarcásticamente el autor dice que se empleaban espadas “mulatas”, hemos de entender que mezcla de blanca y negra, conservando cierto riesgo el usarlas y, de esta manera, quizá atrayendo a más público. “Y partiendo el andaluz y el estudiante castellano uno para otro airosamente, corrieron una ida y venida sin tocarse al pelo de la ropa, y a la segunda, don Cleofás, que tenía algunas revelaciones de Carranza, por el cuarto círculo le dio al andaluz con la zapatilla un golpe de pechos, y él, metiendo el brazal, un tajo a don Cleofás en la cabeza, sobre la guarnición de la espada; y convirtiendo don Cleofás el reparo en revés con un movimiento accidental, dio tan grande tamborilada al contrario, que sonó como si la hubiera dado en la tumba de los Castillas. Alborotáronse algunos amigos y conocidos que había en el corro, y sobre el montante del señor maestro le entraron tirando algunas estocadillas veniales al tal don Cleofás, que con la zapatilla, como con agua bendita, se las quitó, y apelando a su espada y capa, y el Cojuelo a sus muletas, hicieron tanta riza en el montón agavillado, que fue menester echalles un toro para ponellos en paz, tan valiente montante de Sierra Morena, que a dos o tres mandobles puso la plaza más despejada que pudieran la guarda tudesca y española, a costa de algunas bragas que hicieron por detrás cíclopes a sus dueños, encaramándose a un tablado don Cleofás y su camarada, muy falsos, a ver la fiesta, haciéndose aire con los sombreros, como si tal no hubiera pasado por ellos251”.                                                              251

Vélez de Guevara, Op.cit., págs. 94-95.

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Aunque mordaz y muy cómica, la referencia resulta reveladora en los detalles. Por las tretas descritas, el combate pareció violento, abundando en él los golpes fuertes y los agarres (la treta del brazal). También se ve el papel del maestro, tratando de poner paz, y utilizando para ello el montante de forma disuasoria. Al final, los triunfadores, Cleofás y el Cojuelo, se “suben al tablado” para saludar al público252. Esta referencia, tan aparentemente extraña, se entiende ahora mejor. Se trataba de un combate de exhibición, organizado por una sala de armas, donde se permitía tirar a los espectadores, y donde a pesar de las apariencias el mayor reclamo para el público era la violencia que los combatientes desarrollaban, aunque en este caso, por elogio del autor a la escuela de la verdadera destreza, es Cleofás, que tiene “revelaciones de Carranza253”, el que prevalece aún sobre la fuerza bruta. Existía, por último, un tipo de exhibición en la que solo participaban los maestros, que realizaban técnicas con sus montantes para deleitar al público. Uno de estas demostraciones, llamadas “florear”, se produjo en Toledo en el año de 1560 con motivo de la entrada de la reina en la ciudad, y según Cabrera de Córdoba hubo una demostración “de maestros de esgrima con sus montantes en extremo bizarros254”.

                                                             252

Lo cual implica que estaban esgrimiendo dentro de una palestra. Esto se cita explícitamente al decir que Cleofás “puso bizarramente sus plantas en la palestra”. Ibíd., pág. 93. 253

Ibíd., pág. 94.

254

Luis Cabrera de Córdoba, Historia de Felipe II, rey de España, 1619. (Edic. 1998, pág. 210).

112   

3­ Aspectos sociales sobre el uso de la espada   

3.1‐ El marco legislativo   

La tenencia y uso de espadas estaba contemplada en las leyes de Castilla y Aragón desde tiempos medievales. El ius gladii ferendi al que se refiere Rafael Martínez del Peral255, y la tenencia, fabricación y uso de espadas y armas blancas impregnaba varios ámbitos legislativos diferenciados: penal, militar, caballeresco, municipal, indiano, personal, económico, fiscal, judicial e industrial. Lo que más interesa y compete a este trabajo son los ámbitos penal, militar, caballeresco, personal y municipal, contestando a tres grandes preguntas: ¿Quién podía portar una espada, cuándo y por qué? A finales de la Edad Media, quedaba claro que un noble podía y debía portar espada. Así queda reflejado en la Partida II, título XXI, ley IV del rey Alfonso X. Aquí, se atribuye a la espada ser el símbolo del caballero y se la dota de excelsas virtudes como la fortaleza, la cordura o la justicia256: “E por todas estas razones, establecieron los antiguos, que la traxiesen siempre consigo los nobles defensores […] e con otra arma non, por que siempre les viniesse emiente destas quatro virtudes, que deven haber en si”. Pero, ¿Quién más podía portar una espada? Las ordenanzas municipales y las disposiciones del siglo XV resultaban contradictorias, ya que casi cada ciudad poseía una legislación diferente, penando en la mayoría de los casos el “sacar las armas”, o herir con ellas a alguien, con pocas excepciones257. A pesar de ello, las espadas parecían ser relativamente comunes, toda vez que vemos que quedan reflejadas en causas

                                                             Martínez del Peral Fortón, Rafael, Las armas blancas en España e Indias: ordenamiento jurídico, Madrid, Mapfre, 1992. 255

256

Ibíd., pág. 67.

257

Ibíd., págs. 51-60.

113   

judiciales de finales del siglo XV, principios del XVI258. Sobre esta confusión, se pronunciaría Carlos I en 1523: “sobre el traer de las armas, i quitarlas, ai debates con las Justicias, i Alguaciles […] por quitar esto: mandamos que cada uno… pueda traer una espada, i un puñal, excepto los nuevamente convertidos del reino de Granada; con tanto que los que así las truxeren, no puedan traer acompañamiento de armas de dos, ò tres personas, ni trayan las dichas armas en las mancebías, i que en la Corte no traya armas hombres de pie, ni mozos de espuela”259. Sin embargo, quien hacía la ley, hacía la trampa. A pesar de la prohibición de que los conversos del reino de Granada pudieran llevar armas, podía dárseles este privilegio mediante una licencia que dispensaba el capitán general del reino en su calidad de “cuasi virrey”, estudiada por Antonio Jiménez Estrella260. No era el único. Los reyes católicos ya concedían esta clase de privilegios, que soslayaban cualquier ordenanza o disposición contraria261, atribución que según el Libro de los Acuerdos del Concejo Madrileño se extendía en 1501 al corregidor, en nombre de los reyes, o el regidor bajo la misma premisa262. Y también, a pesar de lo dispuesto por Carlos V, la prohibición de portar armas en la corte para “gente a pie” tenía también su “trampa”. Los maestros mayores del rey, así como los maestros examinados y titulados por él, podían traer armas “defensivas e ofensivas” en la corte y cualquier lugar “de nuestros reinos y señoríos de Castilla” desde el privilegio dado al maestro Gómez Dorado por los Reyes Católicos en 1478263.                                                              258

Ricardo Córdoba de la Llave, “El homicidio en Andalucía a fines de la Edad Media. Segunda parte: documentos”, en Clío & Crímen: Revista del Centro de Historia del Crimen de Durango, 2 (2005), págs. 505-707.

259

Martínez del Peral, Op. cit., pág. 88.

Antonio Jiménez Estrella, Poder, ejército y gobierno en el siglo XVI. La Capitanía General del reino de Granada y sus agentes, Universidad de Granada, Granada, 2004, págs. 152-154. 260

261

Como por ejemplo, una notificación de los reyes, avisando a las autoridades de Burgos, Medina del Campo y Valladolid de permitir llevar armas a un vecino burgalés y a dos hombres que le acompañaban, por las enemistades que habían surgido en su oficio de alguacil de la corte. AGS, Registro General del sello, febrero 1494, fol. 138. 262

Martínez del Peral, Op. cit., pág. 50.

263

Ceballos-Escalera, Op. cit., pág. 97.

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En general, los Austrias van a permitir la tenencia de espadas y dagas (siempre que estas vayan juntas), pero van a penar las desviaciones de la norma. Felipe II en 1557 vuelve a permitir la tenencia y porte de “espada y puñal o daga”, prohibiendo no obstante que se llevaran las “armas dobladas” (por ejemplo, llevar dos espadas o dos dagas). Felipe III también se pronuncia contra las “armas dobladas”, pero “que puede traer una espada y un puñal, con tanto que no le traygan en la mancebía, ni otros lugares prohibidos264”. No obstante, las prohibiciones y recortes en cuanto a armas blancas cortas serán sucesivas, dejando no obstante la ventana abierta al uso de espada y daga. Eso parece responder tanto a la costumbre de utilizar una daga de mano izquierda diseñada específicamente para esgrimir junto a la espada, como al hecho de que se considerara más seguro el portar espada, ya que ésta no podía desenvainarse con facilidad o de modo oculto, poniendo sobre aviso al que iba a ser atacado. Esta razón tan prosaica fue una de las causas, al menos en teoría, que esgrimió el marqués de Esquilache antes de que se promulgara la ley que desataría la revuelta madrileña, y debemos entender que se trataba casi de una obsesión legislativa: prohibir el uso de armas cortas que quedaran ocultas por el embozo de la capa, y con las que se podía asesinar con rapidez y discreción. Asunto que suscitó mucha legislación prohibitiva en la España de los Austrias, en lo que espadas se refiere, fue el uso de puntas, tipos de hojas especiales, espadas excesivamente largas o aquellas que podían desenvainarse fácilmente. Así, en una pragmática de Felipe III dada el 7 de abril 1611 se prohíben las espadas largas, estrechas o de punta cuadrada, afiladas al revés o sin mesas. En 1602, se habían prohibido expresamente las espadas largas y estrechas, de más de cuatro palmos y siete dedos de hoja (más de 90 centímetros). La Real Crida de Valencia de 1619 nos informa igualmente de que se prohibían las espadas que, al dar el primer golpe, se alargaban un palmo o incluso más. En la crida de 1628 se ahonda en estas prohibiciones, dictaminando que nadie pueda salir a la calle con una espada sin vaina, sin mesas, con vaina abierta o sin contera si no quería ser multado y perder el arma265.

                                                             264

Martínez del Peral, Op. cit., pág. 88.

265

El objeto de estas desviaciones no era otro que el poder atacar con facilidad. A tal efecto se menciona en otras normas las “vainas de muelles” y “sin cerrar”. De este modo se podían desenvainar con facilidad. La contera, o remate metálico de la vaina, muchas veces de cuero, impedía que la afilada punta rompiera

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Tan importante como las propias armas era la intención de utilizarlas. Así, se condenó severamente a lo largo de los siglos XVI y XVII quien echaba mano a la espada o la desenvainaba con actitud amenazadora. En cuanto a la intención de utilizarla con malos fines, la noche, por su ausencia de alumbrado, era una hora especialmente propicia para el asesinato. Desde el reinado de los Reyes Católicos, vemos leyes municipales recurrentes y extendidas que impiden portar armas después del toque de queda que señalaba la llegada de la noche. Esta prohibición parece común a los reinos de Castilla y Aragón, y contemplaba pocas excepciones, como los soldados o los trabajadores que madrugaban, o la gente que se desplazaba de un punto a otro utilizando un fanal para alumbrarse y darse a conocer266. Los que incumplían estas normas se exponían a perder las armas, que eran requisadas por los oficiales de justicia. Obviamente, de estas prohibiciones quedaban excluidos los oficiales de justicia (que en todo caso siempre podían portar espada y daga), así como los militares, por su fuero especial. Aún en el siglo XVIII, frente a la progresiva restricción del porte de espada, especialmente en edificios públicos267, la oficialidad conservó el privilegio a jurar nuevos cargos y asistir a sus ceremonias con la espada al cinto, disposición que se reiteró en vísperas de la Guerra de Independencia. Los esclavos y conversos quedaban, como ya hemos visto, y al menos teóricamente, impedidos a portar armas desde el comienzo de la Edad Moderna, aunque una ordenanza de Tenerife facultaba a los esclavos “que andan, e suelen andar con sus señores acompañándolos puedan traer, e traigan armas, como las otras personas, así en el campo como en el poblado, y que los moriscos puedan traer y tener cuchillos despuntados, tan largos como un palmo268”. En el mundo universitario, la prohibición fue recurrente y taxativa. Los estudiantes no podían portar armas dentro o fuera de la Universidad, y ni aun guardarlas en sus aposentos269, y también se reguló, en tiempos de                                                                                                                                                                                la vaina. Suponemos que al no llevar contera, estas espadas serían susceptibles de poder clavarse en otras personas sin necesidad siquiera de desenvainarlas. Ibíd., págs. 91-93. 266

Ibíd.. págs. 108-111.

267

Las ordenanzas prohibían expresamente entrar armado en concejos y ayuntamientos, aun siendo miembro de los mismos. Ibíd., pág. 107. 268

Ibíd., pág. 113.

269

Ibíd., págs. 141-143.

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guerra, la tenencia de armas por parte de extranjeros de la nación con que la que se estaba luchando, como fue el caso de los franceses en Valencia por orden del duque de San Lúcar (1667)270. El siglo XVIII se inaugura con una cierta continuidad legislativa, y va a centrarse más, como ya hemos señalado, en las prohibiciones de armas blancas cortas, más que de espadas. Así, en la pragmática de 1748, publicada en tres ocasiones, se prohibían expresamente los cuchillos y dagas que no fuesen de cocina. En la pragmática de 1757 se cita que estas armas prohibidas, las cortas, eran consideradas objetos que solo servían para “executar muertes alevosas con gravissimo daño de la quietud pública271”. En cuanto a las espadas, se recorta por primera vez su tenencia en una pragmática real, la de Carlos III dada en Aranjuez, con fecha de 26 de abril de 1761: “Y assimismo prohíbo, que a los cocheros, lacayos y generalmente a cualquier criado de librea, sea de quien fuesse, sin mas excepción que los de mi Real Casa, traygan a la cinta espada, sable ni otra ninguna arma blanca”. Pero, ¿Cómo se explica entonces la menor presencia de espadas en cuadros y grabados durante la segunda mitad del siglo XVIII? La respuesta habría que buscarla, más bien, en el campo de las ordenanzas municipales. Por ejemplo, en Motril, una ordenanza de 1638 prohibía, en la dinámica general de Castilla, llevar armas blancas desenvainadas. A pesar de la casuística, en 1754 se prohibía taxativamente llevar cualquier tipo de armas, blancas o de fuego272. No obstante, la nobleza conservó su derecho a portar espadas, aunque se regulara su tenencia de otras armas, como las pistolas de arzón, que solo se les permite llevar a caballo y cuando están de paseo o viaje, según la mentada pragmática de 1761. El derecho nobiliario a llevar espada se reafirmó en Cataluña, tras el turbulento periodo de la Guerra de Sucesión. Ya en 1728 el capitán general de Cataluña, marqués de Risbourq publica en su edicto: “prohibimos nuevamente […] que persona alguna pueda usar, llevar ni retener en sí, ni en sus casas […] armas algunas, assi de fuego como de                                                              270

“Que ningún francés, de cualquier estado o condición que sea pueda traer consigo, ni tener en su casa armas algunas, assi ofensivas como defensivas…”. Ibíd., pág. 146.

271

Ibíd., pág. 167.

272

Porras Arboledas, Pedro Andrés, “La vida cotidiana en el Motril de la Época Moderna a través de los Autos de Buen Gobierno”, en Cuadernos de historia del derecho, 12 (2005), pág. 162.

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corte y punta… Espadas, Sabres, Bayonetas, Puñales…” y añade como excepción a “todos aquellos que gozan de la Nobleza… los cuales podrán usar, y llevar consigo espada solamente273”.

(Ilustración 38) Portada de una Real Cédula publicada en 1791 en la que se exceptuaba de las prohibiciones de la cédula de 26 de abril de 1761 a los empleados de diligencias que formaran parte de las fuerzas destinadas a perseguir a contrabandistas y malhechores.

Toda vez que la tendencia se mantiene en el mundo universitario (prohibición total) y militar (permiso para usar armas reglamentarias), así como de oficiales de justicia (a los que se excluía de la pragmática de 1761 en algunos casos)274, cabe preguntarse. ¿Cuándo se produjo la prohibición total de porte de espadas en España, tanto de la nobleza como del pueblo llano? La respuesta cabría buscarla ya en el siglo XIX. Así, en las Cartillas de la Guardia Civil se expresa reiteradamente “las armas blancas son prohibidas, por regla general, y muy particularmente las navajas de muelle, ó que sin él tengan la hoja calada, los bastones de estoque, chuzos, puñales y demás de                                                              273

Martínez del Peral, Op. cit., pág. 188.

Real cedula de S.M. y señores del Consejo en que se declaran exceptuados de la Real Pragmática de 26 de abril de 1761 los empleados en las diligencias concernientes al real servicio, que lleven cuchillos con licencia por escrito de los gefes de la tropa destinada á perserguir contravandistas y malhechores , con lo demas que se expresa. En la Imprenta de la viuda de Marin, 1791.

274

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esta especie275”. No obstante, parecía que las espadas se resistían a abandonar el atuendo del viandante, o, al menos, así sucedía en Cuba, donde por pragmática de 1842: “se permite a las personas blancas portar espada de marca en vaina cerrada y bien acondicionada, con la precisa calidad de que yendo á pie la lleven ceñida276”.

3.2‐ El espectro social de la espada  Como hemos visto, la legislación permitía, en una especie de “vacío legal implícito”, que un amplio sector de la sociedad castellana estuviera facultado a portar espadas, a pesar de las excepciones (periodos del día como la noche, o no poder entrar con ella en lugares como mancebías, garitos de juego o salas de justicia). Pero la pregunta que inmediatamente se suscita es: ¿Podían todos los sectores sociales portar espadas? Como hemos señalado, la nobleza, por privilegio de la ley de las siete partidas, podía portar armas, y se consideraba este un derecho de tradición inmemorial. Esta era la razón por la que en la Cataluña de la Guerra de Sucesión se restableciera con prontitud este privilegio. El mantenimiento de una imagen de “nobleza guerrera” ha sido bien estudiado, y parece responder a la necesidad del estamento nobiliario por confirmar lo que consideraba como la fuente de su poder y prestigio social que procedía de la concepción medieval de pertenecer a la casta de los bellatores277. Esta necesidad, junto al aura de prestigio social que comportaba (y en muchos casos, el ennoblecimiento implícito para aquellos que aspiraban a entrar en el estamento), llevó a la nobleza a copar desde un primer momento los puestos de la oficialidad militar, aunque significara “comprarlos” mediante mecanismos soterrados de venalidad (que implicaban suplencias de hoja de servicios). También se volvió frecuente a lo largo del siglo XVII el ocupar

                                                             275

Martínez del Peral, Op. cit., pág. 199.

276

Ibíd., pág. 212.

277

Un muy buen estudio sobre el ideario de la nobleza se encuentra en la tésis doctoral de José Antonio Guillén Berrendero: Los mecanismos del honor y la nobleza en Castilla y Portugal, 1556-1621, presentada en la Universidad Complutense de Madrid en 2009.

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puestos militares de modo “honorífico”, nombrando a un teniente que ocupaba realmente el cargo, y al cual se le proporcionaba un salario278.

(Ilustración 39) En este retrato nobiliario de finales del siglo XVI o comienzos del XVII, padre e hijo posan orgullosamente mostrando sus espadas279.

Estaba claro que el servicio militar, y concretamente el servicio en la oficialidad, ya fuera como capitán de infantería o alcaide de una fortaleza, comportaba un aumento de la consideración social y resultaba apetecible al sumar a la entrada o mantenimiento en la jurisdicción nobiliaria, el regirse además por el fuero militar280. La espada, considerada desde el siglo XV como propia del mundo militar, se convirtió en el XVIII en símbolo de la oficialidad, que pasó a ser casi en exclusiva (y junto a la siempre elitista arma de caballería) su portadora. En los siglos anteriores, empero, y especialmente en las unidades militares estructuradas en forma de tercio, la espada era

                                                             278

Estas ideas se demuestran, entre otros artículos, en: Antonio Jiménez Estrella y Francisco Andújar Castillo (eds.), Los nervios de la guerra. Estudios sociales sobre el Ejército de la Monarquía Hispánica (siglos XVI-XVIII): nuevas perspectivas, Granada, Editorial Comares, 2007.

279

Antón Pizarro, Retrato de caballero con su hijo, Madrid, colección particular, c.1600.

280

Antonio Jiménez Estrella, “El precio de las almenas: ventas de alcaidías de fortalezas reales en época de los Austrias”, Revista de Historia Moderna, 22 (2004), págs. 143-172.

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portada por casi todos los soldados de infantería, excluyéndose obviamente unidades como los gastadores al entorpecer su trabajo281. Portando espada nobles y militares, otros sectores sociales se les unirían, especialmente en los siglos XVI y XVII. Es conocido el privilegio del que gozaban los gremios valencianos para poder portar armas ante las escaramuzas de los corsarios y piratas de Berbería, asunto que produjo quebraderos de cabeza al poder real durante la Rebelión de las Germanías (1519-1523). Otros gremios castellanos parecían tener privilegios similares, aunque solo pudieron limitarse a la capacidad de portar espadas. Mantecón Movellán señala casos, como el de un sastre madrileño en 1628, portando espada por la calle, o una pendencia surgida entre cargadores del puerto de Triana que llegaron a utilizar las espadas para dirimir sus diferencias, resultando uno de ellos, de nacionalidad portuguesa, muerto de una estocada en la cabeza282. Casos de este tipo mueven a pensar sobre la existencia de privilegios o prácticas comunes en lo que se refería a portar espada en el seno de los gremios y los “trabajadores cualificados”. De entre los gremios destacan, obviamente, los esgrimistas. Ya se ha citado el privilegio que poseía el maestro mayor y los maestros que él examinaba para portar armas en la corte del rey, algo fuera de lo común en este entorno donde imperaba la pax regia283. Y aunque los alumnos de una sala de armas, o de un maestro, que fueran de condición baja, no pudieran portar armas blancas en la calle, siempre disponían de espadas negras, las cuales parecía que cualquiera podía solicitar al maestro284. Otros grupos sociales quedaban, en principio, excluidos de portar espadas, como eran las minorías sociales (que podían sortear, como hemos visto, la prohibición mediante permisos para portar armas) o el clero, que no podía portar armas. Este estamento podía, sin embargo, portar armas secretas, como bastones de estoque, lo cual resultaba relativamente frecuente en el siglo XVII (como analizaré posteriormente). De                                                              Julio Albi de la Cuesta, De Pavía a Rocroi. Los tercios de Infantería Española en los siglos XVI y XVII, Balkan Editores, 1999, págs. 85-120. 281

282

Mantecón Movellán, Op. cit., 2004, págs. 212 y 221.

283

Ceballos-Escalera, Op. cit., págs. 77-78.

284

El sastre madrileño Juan Francisco, que llevaba consigo una espada blanca, llegó el 23 de abril de 1628 a la sala de armas de un maestro afincado en la Calle del León, y una vez allí pidió al maestro “espadas para practicar, lo que hicieron durante un rato”. Mantecón Movellán, Op. cit., 2004, pág. 221.

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esta manera, todos, o casi todos los grupos sociales, podían de una manera u otra burlar las prohibiciones y sumarse a un panorama social donde abundaron las espadas, al menos durante los siglos XVI y XVII. Sobre su utilidad, basta asomarse a los pleitos y causas judiciales abiertas con motivo de asesinatos, amenazas o heridas producidas por espadas y armas blancas para comprobar que con frecuencia se hacía uso de estas armas. Mikel Berraondo Piudo, en un estudio de la violencia en la Pamplona de la Edad Moderna, indica que en los siglos XVI y XVII, alrededor del 60% de los homicidios cometidos se hicieron con espada o arma blanca. Este hecho, es justificado tanto por la “moda” existente en cuanto a portar estos elementos en el atuendo del viandante, como de que se esperaba “que todo el mundo pudiera defender el orden público colaborando con las instituciones del reino, aunque esto diese lugar a abusos285”. Sin duda, muchos autores han calificado la sociedad española de la Edad Moderna como conflictiva, y parece que eran frecuentes muchas formas de violencia, desde el homicidio a la violencia verbal. Mantecón Movellán en otro estudio que se pregunta sobre el descenso de la violencia interpersonal a finales de la Edad Moderna, nos indica que a finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII se inaugura la tendencia del descenso del homicidio y la agresión, aunque aumentando las causas judiciales con respecto a la violencia verbal286. No obstante, el propio Mantecón afirma que para comienzos del siglo XIX, las causas sobre insultos y violencia verbal comenzaban a afectar solo a dos individuos, y no a dos partes o grupos, lo que parece responder a la disolución progresiva del ideario del honor y la honra287. No obstante, conviene dimensionar esta violencia. A pesar de que se ha hablado de la aplicación de un “código del honor”, en apariencia bastante estricto, que era fuente de numerosos conflictos, nuevos estudios llaman a la prudencia interpretando estos datos. Dada la gran cantidad de Cartas de Perdón y perdones del Viernes Santo que se conservan en los archivos españoles, autores como Taylor Scott aseguran que más que un código, se trata de una “retórica del honor”, que aplica los dictados de la honra                                                              285

Mikel Berraondo Piudo, “La violencia interpersonal en una ciudad fronteriza: el caso de Pamplona (1500-1700)”, Manuscrits, nº28 (2010), pág. 214. 286

Tomás Antonio Mantecón Movellán, “Did interpersonal violence decline in the Spanish Old Regime?”, Memoria y civilización, nº2 (1999), págs. 117-140. 287

Ibíd., pág. 122

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cuando le conviene, y en otras ocasiones, los obvia en aras de la reconciliación y el acuerdo entre ambas partes, sea este forzado o de motu propio288. Este tipo de violencia, al contrario del duelo aristocrático (que ahora estudiaremos), era de naturaleza más flexible, y no parecía afectada por un código estricto. Es lo que Mantecón Movellán ha calificado como “lances de cuchilladas289”, y que analizaremos en este mismo trabajo. En vista de estos trabajos, cabe dar un nuevo enfoque, o preguntarse por una cuestión fundamental. ¿Respondía la generalización de tenencia de armas, concretamente espadas, durante los siglos XVI y XVII a un aumento de la inseguridad en los centros urbanos de la Península? Y, ¿hasta que punto sería causante la propia abundancia de armas blancas en las calles de esta inseguridad? La respuesta hay que encontrarla en trabajos y equipos de trabajo especializados en la violencia interpersonal en la Edad Moderna, como la revista Clío & Crimen290 o la obra colectiva Furor et rabies291, que tienden a separar de la tradicional visión de la honra, el insulto y el duelo otras formas de violencia, verbal, física o social, que permean y afectan a todos los estamentos. Pascal Brioist aporta una teoría interesante para el aumento de la tenencia de espadas en el ámbito civil durante el siglo XVI. En su obra, Croiser le fer, aporta una serie de ideas clave acerca de este triunfo de la espada civil292: 1. El aumento de la inseguridad ante una agresión en la calle, y el derecho legítimo a la autodefensa. 2. La presencia de zonas fronterizas o conflictivas donde se siente la necesidad de ir armado. 3. Un interés del mundo estudiantil acerca de la espada, relacionado con la cuestión de la defensa de la honra.                                                              Taylor, Scott K, Honor and violence in golden age Spain, New Haven, Yale University Press, 2008, págs. 9-16. 288

289

Mantecón Novellán, Op. cit., 2004.

290

Clío & Crímen: Revista del Centro de Historia del Crimen de Durango.

291

Jose Ignacio Fortea Pérez; Juan Eloy Gelabert González y Tomás Antonio Mantecón Movellán (coords.). Furor et rabies : violencia, conflicto y marginación en la Edad Moderna, Universidad de Cantabria, 2002. 292

Brioist, Drevillón y Serna, Op. cit., págs. 44-49.

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4. Muy especialmente, una crisis social generalizada en la década de 1520-1530, con un gran número de revueltas como las Comunidades (1520-1522), las Germanías (1519-1523) o la Guerra de los Campesinos Alemanes (1524-1525). Este aumento real de la inseguridad, los robos y las agresiones en un entorno de crisis social en Europa es, según Brioist, el causante de la popularización de la espada como elemento de autodefensa. Un elemento que se conservaría con fuerza durante el siglo XVI y gran parte del XVII. Así pues, no hay que desdeñar la cuestión de la autodefensa. Un problema real, que, si atendemos a la documentación, parecía especialmente grave en los grandes centros urbanos españoles como Madrid, y que convendría estudiar de forma pormenorizada. Aunque esto merecería la redacción de una tesis o un monográfico especializado. No obstante, conviene hacer algunas puntualizaciones a lo propuesto por Brioist. Durante los siglos XVI y XVII, fruto de las guerras y paces en las que se vio envuelta la Monarquía, existió un gran flujo de soldados que retornaron al hogar para recuperar su estatus de civil. Si atendemos a lo que nos informa Martínez del Peral, o el propio Brioist, resultaba difícil para el poder monárquico llegar a despojar a estos soldados de sus espadas cuando habían sido licenciados. Del mismo modo, cabría preguntarse el papel que tuvo en este aumento de la presencia de espadas en ciudades y villas, un proceso tan amplio como es del progresivo control de la violencia legitimada por parte del estado. Como han estudiado algunos autores293, este proceso llevó, paradójicamente, a un aumento de los sectores sociales que podían portar armas, más allá de la propia nobleza. Es el estado quien decide ahora quien puede portar armas, y en este marco fenómenos como la creación y movilización de las milicias ciudadanas para la defensa del territorio incentivó a que la población civil se armara294. En este proceso de conformación del estado moderno, desde finales del siglo XV, se enmarcan fenómenos que analizaremos a continuación, o que ya hemos señalado, como el control progresivo                                                              Entre ellos Jose Luis de las Heras Santos con obras como: La Justicia penal de los Austrias en la Corona de Castilla, Salamanca, Universidad de Salamanca, Servicio de Archivos y Bibliotecas, 1991, o el clásico de Francisco Tomás y Valiente, El derecho penal de la Monarquía absoluta: (siglos XVI-XVIIXVIII), Madrid, Tecnos, 1969.

293

294

Antonio Jiménez Estrella, “Las milicias en Castilla: evolución y proyección social de un modelo de defensa alternativo al ejército de los Austrias”, en J. Javier Ruiz Ibáñez (ed.), Las milicias del rey de España. Política, sociedad e identidad en las Monarquías Ibéricas, Madrid, Fondo de Cultura Económica , 2009, págs. 72-103.

124   

sobre la tenencia de las armas o la persecución del duelo como una justicia paralela que escapaba al control de dicho estado.

3.3‐ La cuestión del duelo 

En 1480, los Reyes Católicos promulgaron una ley en contra de los “carteles o desafíos”. Esto marca el inicio de una tradición legislativa en contra del combate personal como sistema de justicia al margen de la ley ordinaria. Lo que prohibió esta ley no era el duelo, ya que este concepto, que vino a España desde Italia durante las campañas militares de la Monarquía Hispánica en este territorio, no se conocía en España en esa fecha295. Lo que prohibía esta ley, eran los llamados carteles de desafío, una fórmula bajomedieval bajo la que dos caballeros se batían bajo la mirada del rey o un gran señor, que hacía las veces de juez y observador, y que disponía para ellos un “campo cerrado”, un palenque o palestra donde los dos caballeros se batían según las armas de su preferencia, espada y broquel, espada de mano y media, lanza y a caballo, etc296. Este tipo de desafío, que los autores califican como solemne, fue el primero en ser perseguido. Por sus características, era un acto público, y como tal, se publicitaba mediante estos carteles de desafío que se colgaban para público conocimiento. Por esto, el desafío personal fue combatido durante toda la Edad Moderna por el naciente estado para afirmar su poder y como parte de una doctrina tendente a excluir todo tipo de fórmulas que propusieran un derecho paralelo al real297. A pesar de ello, existieron durante la Edad Moderna intentos de recuperar este desafío de derecho antiguo. El ejemplo más paradigmático es el que Calderón de la Barca citó en su obra teatral El postrer desafío de España. Este desafío o cartel se produjo en Zamora, en el año de 1522, y enfrentó a Diego de Mazarriegos contra Diego de Monsalve. Este caso fue tan especial que el joven Carlos V terminó transigiendo en la celebración del desafío, cuyo                                                              295

Chauchadis, Op. cit., 1987, págs. 81-85.

296

Chauchadis, Op. cit., 1997, págs. 67-80.

297

García Hurtado, Manuel-Reyes, “La muerte en diagonal: el duelo en Francia. Siglos XVI-XVIII”, Obradoiro de Historia Moderna, 5 (1996), págs. 137-141.

125   

resultado sin embargo fue una rendición simbólica de Mazarriegos, dejando a Monsalve con su honor reparado y sin haberse producido ningún derramamiento de sangre298. La causa de este desafío no era otra que el inicio de la propagación en España del duelo italiano, un duelo que se había iniciado igualmente bajo la tradición del campo cerrado, y que aprovechaba la diversidad de territorios, señores y jurisdicciones de la Península Itálica. Cabe precisar, sin embargo, antes de proseguir, la diferencia que existe en cuanto a los diferentes términos: desafío, duelo y riepto. Pueden parecer lo mismo, pero su significado, como ha estudiado Claude Chauchadis, varió a lo largo de la Edad Moderna. En primer lugar, se encuentra el desafío, que antes del siglo XVI equivalía a la proclamación de la ruptura del pacto entre dos hidalgos. Posteriormente, designaría genéricamente la llamada al combate, y luego al mismo combate (segunda mitad del siglo XVI en adelante). La voz reto, o riepto, designaba según las antiguas leyes la acusación solemne entre dos partes, y la defensa del derecho de cada cual, según las leyes de las Siete Partidas: “que tuvieron los fijosdalgo de España, que mejor les era defender su derecho, e su lealtad por armas, que meterlo a peligro de pesquisas o de falsos testigos299” Posteriormente, y ya en el siglo XVI, riepto o reto llegó a significar lo mismo que desafío: una llamada al combate personal, pero según estas normas arcaicas. Por último, penetró en España la voz duelo, que procedía de Italia, y especialmente de la obra de París de Puteo Duellum, traducida al castellano en 1544 con el significativo nombre Libro llamado batalla de dos. Y aunque en esta obra se alterna la referencia al duelo con la voz batalla, lo cierto es que el término había llegado para quedarse. Así, en 1537, Alexo Venegas, profesor de gramática de Toledo, situaba esta palabra en su obra Sentencias y vocablos oscuros, con esta definición: “Duelos es contienda entre dos personas, porque hartos duelos tiene quien no bive en paz. De los duelos, que son los desafíos, salieron los trofeos, que ahora

                                                             298

Chauchadis, Op. cit., 1997, págs. 363-368.

299

Las Siete Partidas, libro VII, ley IV, título 1.

126   

son los escudos de armas; aunque también salieron de los agüeros y acontescimientos300”. No obstante, esta primigenia imagen del duelo cambiará, fruto de las propias circunstancias, para designar al combate entre dos, pero ahora realizado de forma clandestina y contra la ley. El paso de un modelo a otro se realiza progresivamente durante el siglo XVI. Ya hemos visto que los carteles quedaron prohibidos, pero ante esta situación, la nobleza y los “duelistas” consideraron que lo que se había prohibido era el desafío público, pero no el privado. A este hecho se sumó la importante influencia que tuvieron Italia y Flandes como zonas de guerra donde se formaron auténticas “escuelas del duelo” donde se formaron tanto españoles como italianos. No obstante, a la vuelta a su país, se toparon con el duelo italiano, en campo cerrado, no era permitido, por lo que decidieron pasar a la clandestinidad. El aumento de este fenómeno llevó a votar en el canon 29 del Concilio de Trento unas penas muy graves para los duelistas, a los que se les excomulgaba (junto a los príncipes que permitieran y auspiciaran estas práctica) y a los que debía privárseles de sepultura en tierra consagrada en caso de resultar muertos por sus cuitas. Sin embargo, la propia ley resultaba ambigua, y parecía que solo afectaba nuevamente al desafío público. El papa Gregorio XIII se ve obligado a puntualizar en 1582 que las penas se aplicaban igualmente al duelo privado, no mediando en él cartel o testigo. Paralelamente, la tendencia de los monarcas europeos fue perseguir estas prácticas y legislar contra ellas. A pesar del episodio de 1522 en Zamora, los reyes de la Monarquía Hispánica rectificarán pronto. Felipe II persiguió duramente el duelo, imponiendo penas severas como manos cortadas, destierro a los presidios del Norte de África o la horca. Suárez de Figueroa en su obra de 1615 Plaza universal de todas las ciencias y artes comenta que el duelo se hallaba casi erradicado. Sin embargo, otro testigo de 1638 nos indica que “son tantos los desafíos de gente principal a esta parte, que el Conde Duque ha hecho un papel para ver de extirparlos301”. Es en este punto, el siglo XVII, cuando diversos autores hacían referencia a lo que se consideraba como “el libro del duelo”. Este libro, tantas veces citado, no se                                                              300

Alexo Venegas, Agonía del tránsito. Sentencias y vocablos oscuros, 1537.

301

Chauchadis, Op. cit., 1987, pág. 89.

127   

correspondía a una obra en concreto, sino a una serie de obras, la mayoría de las cuales habían sido redactadas antes de la prohibición tridentina, que se tenían como referencia, al menos intelectual, en torno a la cuestión del duelo. Estos libros eran los de302: • Paris de Puteo: autor napolitano que escribe en 1472 el Libellus de re militari donde habla acerca del combate entre dos, con espada y daga (al que denosta), y también sobre escoger el terreno o la diferencia entre ofensor y ofendido. Su obra se tradujo en 1544 bajo el título Libro llamado batalla de dos. • Diego Castillo de Villasante: que publica en 1525 un Tractatus de duello. Este castellano se había formado en Bolonia, ejerciendo posteriormente como profesor de derecho canónico en la Universidad de Turín. A pesar de que afirma que el duelo es una práctica reservada a la nobleza y el mundo militar, describe de forma muy detallada todas sus variantes. Se acepta esta vez el combate a espada como algo lícito. • André Alciat: autor en 1550 de Duello de lo Eccelentisimo M.Andrea Alciato. Continuador de Puteo, será traducido al castellano 5 años después por Martín Cordero en De la manera de desafío, publicado en Amberes. • Girolamo Muzio: el mismo año de 1550 publica Duello. También seguidor de Puteo. Su obra presta mucha más atención a las fases preliminares del duelo, proponiendo soluciones y escapatorias al mismo, buscando la reconciliación cuando es posible. En el caso de luchar, propone un combate sin espíritu de venganza y propugna un ceremonial del duelo para procurar un combate digno, equitativo y en tono honorable. Fue traducido al castellano dos años más tarde bajo el título de El duello. • Gianbattista Possevino: autor de una obra póstuma, Le Dialogo dell’honore, aparecida en 1533. Su concepción del honor estribaba en la aprobación de los otros, y debía conservarse incluso si debía enfrentarse a los demás. • Giovan Battista Pigna: que publica otro Duello en 1544. Secretario de los duques de Ferrara, Pigna redunda en las tesis de Possevino, hablando de una concepción                                                              302

Chauchadis, Op. cit., 1997, págs. 99-105.

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aristotélica del honor, reflejo social de la verdad, y propugna no permanecer pasivo ante el ultraje. Distingue entre lo que considera “duelo verdadero” y “duelo falso”. El primero es combatido por caballeros que quieren salvaguardar su honor. El segundo, por soldados que se baten por cosas fútiles. Al estar a favor de un duelo solemne, rechaza el duelo secreto y privado que practicaban los napolitanos. A estas obras italianas se sumaron aportes españoles, con posterioridad a la prohibición de Trento. A pesar de que estaba escrito en tono de denuncia, lo exhaustivo de la compilación del doctor Lauriano Martínez de la Vega, Espejo de caballeros. Escuela del Duelo y teatro de la antigua nobleza fechado en torno a 1650, ha hecho considerar a Claude Chauchadis que este manuscrito pudiera sumarse a ese abstracto que es el “libro del duelo”. Otro manuscrito de 1641 del doctor Gaspar Caldera de Heredia intitulado Arancel político. Defensa del honor, y Práctica de la vida de nuestro siglo, se halla en la misma tendencia. Son obras que, en principio, denuncian el duelo, pero que se pierden en su descripción, y que apoyan tácitamente la idea de que la pérdida de honra merece acciones extremas para su recuperación303. A estas alturas, muchos sectores de la sociedad habían reaccionado fuertemente en contra del duelo, al que se denostaba con un número de publicaciones nada desdeñable. La iglesia, el poder institucional de la monarquía, los letrados, escritores, dramaturgos y ciertos sectores de la nobleza escribieron contra el duelo. Ejemplos de estas tendencias los tenemos en los discursos del conde duque de Olivares, como el Discurso para desterrar la ley del duelo (1638), donde propugnaba recibiera la pena de infamia el que sacara su enemigo al campo sin matarle o rendir la espada (un ejemplo de intento de destierro del duelo mediante su radicalización304) o el rechazo de frontal de moralistas y letrados como Ignacio Alférez de Paz305 o Francisco Lucio de Espinosa306. En total, Claude Chauchadis nos da cuenta de más de 20 autores y otras tantas obras en estos diferentes ámbitos, que reaccionan contra lo que consideran el “libro negro del                                                              303

Chauchadis, Op. cit., 1987, pág. 98-101.

304

Ibíd., pág. 91.

Ignacio Alférez de Paz, Apuntamientos selectos a la materia de los duelos o desafios . Por el maestro I. Alferez de Paz, 1654.

305

306

Francisco Lucio de Espinosa, Verdadera fama contra la ley del duelo, Pamplona, 1633.

129   

duelo”, y una práctica que erosionaba principios básicos de la justicia y la convivencia. Es significativo que entre los que se oponían, se contaban asimismo tratadistas de esgrima y maestros de armas como Carranza, Pacheco, Cristóbal de Cala o Miguel Pérez de Mendoza, así como tratadistas militares como Jerónimo de Urrea307. Sin embargo, estas críticas resultan siempre ambiguas. Por una parte, la denuncia al duelo y a aquellos que lo practican es feroz. Por otra, siempre permanece un poso, un tono entre líneas que nos permite observar que la idea subyacente, la de la defensa del honor y la honra, no era cuestionada, ya que se trataba de un axioma, un prisma bajo el cual pensaban y vivían los miembros de la nobleza y por ende e imitación, otros muchos sectores de la sociedad308. Por eso, a pesar de la legislación y las denuncias, el fenómeno parece subyacer, extendiéndose y contrayéndose en diferentes periodos.

(Ilustración 40) Duelo de mujeres, de José de Ribera “El españoletto”309. Este lienzo compuesto en 1636 muestra de modo alegórico un episodio real que enfrentó en 1552 a dos mujeres, Isabella de Carazzi y Diambra de Pottinella, por el amor de un hombre, con el marqués del Vasto como juez.

                                                             307

Chauchadis, Op. cit., 1997, págs. 251-271.

308

Chauchadis, Op. cit., 1987, pág. 110.

309

José de Ribera, Duelo de mujeres, Madrid, Museo del Prado, 1636. (Número de inventario: 1124).

130   

A pesar de los desvelos de Felipe II y de las diferentes normativas y propuestas, son dos leyes las que destacan en el panorama del combate contra el duelo a nivel de la legislación real. Ya hemos hablado de la ley de los Reyes Católicos de 1480 y de las disposiciones del Concilio de Trento. Y a pesar de estas, en las zonas de guerra como Flandes (nueva “escuela del duelo”), abundó esta práctica. Esto obligó al Archiduque Alberto a promulgar una ordenanza llamada Sobre los desafíos, llamamientos y duelos. El archiduque nos proporciona una descripción bastante aproximada de lo que suponía un duelo en el ámbito militar hispano a finales del siglo XVI: “Por quanto resultan muchos inconvenientes de mala costumbre y uso frequentando entre la gente militar, que sintiéndose alguno agraviado de otro, le suele llamar, a lugar y a hora señalada, para reñir o matarse con él, embiándose recaudo por tercera persona, o por escripto, y con la respuesta que da el tal llamado suele aceptar semejante desafío, jactándose los requestadores y autores dél que si los llamados no salen incurren en caso de menosvaler, ignorando o menospreciando las graves penas y excomuniones que por esto incurren; y otros ay que, pospuesto el temor de Dios, publican y aun obligan y dan consejo, de cómo y quándo, y en qué casos, y por qué occasiones se ha de desafiar y aceptar desafío, incitando con tan pernicioso exemplo de que se sigue, que demás de las ofensas de su divina Magestad, se ausentan sin licencia del servicio real, muchas personas, y entre los amigos, deudos y camaradas dello se causen odios, y con estos, nuevos delictos y mayor ausencia de personas310”. El ciclo de grandes prohibiciones legislativas se cierra con la llegada al poder de Felipe V, que prohíbe, ahora sí, taxativamente en el año 1716, con estas curiosas palabras: “No habiendo hasta ahora podido las maldiciones de la Iglesia y las leyes de los Reyes mis antecesores desterrar el detestable uso de los duelos y desafíos, sin

                                                             Edicto y ordenanñça sobre los desafíos, llamamiento y duelos. Decretada y mandada publicar por el Sereníssimo Señor Príncipe Archiduque Cardinal Alberto, Gobernador Lugarteniente y Capitán general destos Estados bajos y Borgoña, Bruselas, 1597, 3ffº. 310

131   

embargo de ser contrario al Derecho natural, y ofensivos del respeto que se debe a mi Real Persona y autoridad311”. El Borbón califica ahora de delito infame el duelo, y a aquellos que lo practican. La prohibición afecta con especial dureza al mundo militar, penando la participación y la mediación a través del envío de cartas o llamamientos so pena de infamia y privación del oficio y sueldo, aunque se ejerza un alto cargo312. No obstante, no sabemos cómo evolucionó la tendencia legislativa y la cuestión del duelo en España durante el siglo XVIII. Aunque si nos atenemos a las excelentes relaciones con Francia, usada como modelo en muchos asuntos, debemos inclinarnos a pensar acerca de un cierto contagio de la “duelomanía” auspiciada bajo el reinado de Luis XV, que solo penaba los casos más flagrantes en los que una de las partes terminaba mofada o ridiculizada313. Pero, ¿qué era el duelo privado durante los siglos XVI a XVII?, ¿dónde se practicaba?, ¿cómo?, ¿quiénes participaban en él?, ¿quién lo apoyaba y fomentaba? En primer lugar, conviene hablar en torno a las causas del duelo. La disputa armada entre caballeros por una cuestión de honor, como hemos visto, procede de tiempos bajomedievales, y aún más allá (tradición germánica de la ordalía). Fue efectivamente en el siglo XVI cuando penetró en España una teoría y una liturgia del duelo de origen italiano, donde se daba una importancia fundamental a la escalada de insultos y el lenguaje gestual. El primer y más importante insulto era el mentís, la acusación de que la otra persona estaba hablando en falso, lo que consideraba especialmente ofensivo. Walter Raleigh, que era contrario al duelo, llegó a escribir en su poema La mentira: “dar el mentís / Merece nada menos que una puñalada314”. También, se consideraba por tradición que el ser golpeado en público era motivo de afrenta al honor315. Este honor, la honra, podía perderse fácilmente en el caso de la baja nobleza, que consideraba que su reputación debía ser defendida a toda costa316. Al sistema de afrentas                                                              311

Novísima Recopilación, Libro XXII, Título XX, Ley X.

312

Chauchadis, Op. cit., 1997, pág. 208.

313

García Hurtado, Op. cit., págs. 150-151.

314

Victor Gordon Kiernan, El duelo en la historia de Europa, Madrid, Alianza Editorial, 1992, pág. 62.

315

Sergio Pérez Cortés, La ofensa, el mentís y el duelo de honor, Alteridades, 7 (1997), pág. 55.

316

Kiernan, Op. cit., pág. 70.

132   

primigenio, el mentís y la agresión pública, se sumó junto a las “leyes del duelo” la aportación italiana, que consideraba fundamental la cuestión de los insultos y las afrentas en un lenguaje creado ex profeso y que fue complicándose y compilándose en diversos tratados como el de Fabio Albergati Trattato del modo ridvrre a Pacel l'inimice private (1584). Taylor Scott ha realizado un estudio sobre los insultos más comunes que solían ser detonante de pendencias al comportar un entredicho a la propia honra, y establece una tipología317: 1. Poniendo en entredicho la pureza de sangre: con insultos como judío, moro o morisco. O bien poniendo en tela de juicio su ascendencia. 2. Poniendo en entredicho la moral sexual: tanto masculina (cornudo) como femenina (adúltera o puta), con el común “hideputa” o “hijo de puta”. 3. Atribuyéndole delitos castigos por la ley: como “ladrón” o “pícaro”. 4. O atribuyéndole cualidades o comportamientos peyorativos: como “borracho”, “loco”, “vagabundo”, “ruin hombre”, “perro” o “sucio”. A estos insultos verbales se sumaba una gran cantidad de lenguajes gestuales entre los que destacan el mantener la mirada durante largo rato, bloquear el paso en la calle, amenazar echando mano a la espada o desenvainándola y muchas otras. Esto provocaba una escalada desde el primer enfrentamiento, que podía saldarse con un duelo más o menos reglado, o con alguna solución más extrema. Esta escalada es resumida por muchos autores, entre ellos Hernando de Zárate, de forma escueta y directa: “A bellaco mentís, a mentís bofetón, a bofetón palos, a palos muerte”318. Fruto de las prohibiciones, el duelo en España tendió a radicalizarse en dos categorías a finales del siglo XVI y durante todo XVII: por una parte, una hipertrofia del concepto de la honra, buscando soluciones dialogadas y el consenso, aunque esto supusiera la celebración de “duelos ficticios” en los que no se llegaba al campo, o en él solo se limitaba a escenificar una disculpa; por otro lado, se produce una exacerbación de la venganza como fin último, sin importar los medios, de modo que ante la afrenta                                                              317

Scott, Op. cit., págs. 38-41.

318

Fray Hernando de Zárate, Discursos de la paciencia cristiana, 1593.

133   

era menester tomar el arma que se tuviera más a mano, en la situación que fuese, y culminar en una agresión espontánea y desproporcionada. Estos son los lances de cuchilladas, que explicaremos en el próximo apartado. En cuanto al duelo “regulado” o “usual”, éste constaba de un ritual más o menos aceptado. En principio, se habían rechazado las formas del antiguo cartel de desafío, pero sin embargo, se produjeron casos de desafío a la vieja usanza. Chauchadis lista al menos seis319, hasta 1697, aunque su resultado fue dispar. Algunos, la mayoría, no pasaron de un intercambio epistolar, en el que uno de los contendientes citaba al otro en un territorio que permitiera este tipo de desafíos, por lejano que fuera (Juan de Herrera llegó a desafiar al marqués del Águila entre 1635 a 1637 llegando a citarle en el “país de los esguízaros” donde los desafíos a campo cerrado todavía eran legales320). Sí era usual recibir un papel o billete de desafío, llevado por una tercera persona, en el que citaba a la otra parte a presentarse en el lugar y hora acordadas, aunque también se podía desafiar mediante un mensaje oral o una provocación espontánea, del tipo citado anteriormente321. Una vez recibido el mensaje, y aceptado, se quedaba en un lugar lejos de miradas indiscretas y que cumpliera con ciertas “comodidades” como un terreno llano o delimitado por unos muros, como ruinas en el campo o el entorno de hospitales o lugares sagrados322. Se procedía entonces a escoger las armas, aunque éstas ya podían venir escogidas de antemano. Al convertirse el duelo en una práctica clandestina, fueron desechándose los duelos de caballeros, con arnés y/o a caballo, y la escogida fue la espada, y más concretamente la popular espada ropera, que se utilizaba sola o junto a una daga de mano izquierda o una capa enrollada en ese brazo. Aunque en algunos casos los contendientes vestían coleto, al tener que primar la rapidez del lance, lo usual era hacerlo en camisa323. Sobre otras armas, como la pistola, al parecer los españoles se oponían, al considerarla imprecisa y poco equitativa. Jerónimo de Urrea en su Diálogo                                                              319

Chauchadis, Op. cit., 1997, pág. 421.

320

Ibíd., págs. 373-378.

321

Ibíd., págs. 420-422.

322

Ibíd., págs. 424-428.

323

Ibíd., págs. 430-431.

134   

de la verdadera honra militar nos dice: “Eso [el arcabuz] es solamente para la guerra, donde toda manera de engaño vale, mas en el combate a todo trance no se puede elegir, por que con él se conocería mal la virtud propia, y sería gran peligro para los que el combate mirasen324”. En cuanto al desarrollo del duelo, aunque en principio parece que se trataba de imitar las costumbres caballerescas, al final se optó por un duelo rápido y sencillo, que podía ser a muerte, o más frecuentemente a primera sangre. Se trataba, pues, en muchos casos, de reparar la honra, no de morir a causa de ella325. El testimonio de Urrea sirve para hacernos una idea de cuan extendida estaba la costumbre del duelo entre las tropas del rey que servían fuera de la Península, y especialmente en lugares como Italia o Flandes. El duque de Estrada afirma que un año tuvo varios lances, la mayoría de ellos de tipo espontáneo, como el dar una cuchillada a un hombre en un garito por responderle “desvergonzadamente”. Pero también tuvo un duelo “reglado”, a espada y daga, en el que mató de una estocada a su enemigo, quedando la espada “atravesada en su cuerpo por el corazón, saliéndole más de un palmo por las espaldas”. A pesar del ritual de la escuela del duelo italiana (y luego flamenca), la mayoría de los encuentros parecían motivados por la tan denunciada combinación de vino, juegos de azar y mujeres326. También parecían relativamente comunes los desafíos personales, en los que soldados u oficiales de los diferentes ejércitos se retaban en combate singular, estando prohibido recoger el guante sin autorización del mando, aunque a veces lo concedía327. Como ya hemos analizado, el duelo en España era fuertemente criticado y atacado desde numerosos sectores. ¿Quiénes eran, pues, sus valedores? Y, ¿cuál es la razón de que se mantuviera durante toda la Edad Moderna? Son numerosos los autores que coinciden en señalar que la oposición tibia y con “peros” frente al duelo respondía a que la nobleza, o al menos un sector de la misma, consideraba el duelo como una especie de prerrogativa de clase, que devenía de sus privilegios medievales como casta guerrera, y a la que no parecían dispuestos a renunciar. Es el fortalecimiento de la                                                              324

Jerónimo de Urrea, Diálogo de la verdadera honra militar, Venecia, 1566, fol. 11v.

325

Chauchadis, Op. cit., 1997. 434-437.

326

Albi de la Cuesta, Op. cit., pág. 137.

327

Ibíd., pág. 210.

135   

posición de la nobleza al ir ocupando progresivamente cargos en la administración, y ganando importancia a lo largo de la Edad Moderna (al menos, en lo que concierne a la alta nobleza) lo que lleva a que el duelo nunca desaparezca del todo328. Francia resulta un caso paradigmático, ya que allí el fenómeno del duelo alcanzó altas cotas. En este país, el duelo se enquistó también entre la oficialidad militar, a pesar de las ordenanzas, hasta que fuera desterrado del ámbito finalmente, en 1888329. Por último, conviene señalar la influencia determinante del teatro, bien estudiada por Chauchadis. Algunas obras, contenían pasajes y situaciones que apoyaban claramente el lenguaje del insulto-satisfacción y apelaban al duelo como un mecanismo justo para la defensa de la honra. Otras, sin embargo, contenían no pocas referencias al carácter peyorativo que poseía el duelo, y que como hemos visto, había permeado profundamente en las más diversas capas de la sociedad330.   3.4‐ Lances de cuchilladas y violencia espontánea 

Como hemos visto, el duelo era un fenómeno de extensión relativa, que formaba la punta del iceberg de algo muchísimo más cotidiano y menos ritualizado. Se trata de lo que Tomás Mantecón ha calificado como “lances de cuchilladas”, y que en la documentación recibe varios nombres: “desafío”, “cuchilladas” o “encuentros”. Este tipo de violencia parecía más común en ciudades y villas, pero también podía ejercerse en un entorno rural, relacionándose con la protección del honor de un individuo o grupo331. En cuanto a los grupos, la violencia ejercida entre bandos, tan extendida a finales de la Edad Media, prosiguió con bastante fuerza al menos hasta el siglo XVII. Kiernan asegura este tipo de violencia, las de las “bandosidades”, es propia de regiones atrasadas, donde el ideal del individuo se dejaba de lado en aras de un mayor                                                              328

Esta idea es compartida por autores citados en este trabajo como García Hurtado, Chauchadis o Kiernan, que dedica a la cuestión el grueso de su obra.

329

García Hurtado, Op. cit., págs. 153-155.

330

Chauchadis, Op. cit., 1987, págs. 102-108.

331

Mantecón Movellán, Op. cit., 2004, págs. 195-197.

136   

sentimiento de la defensa del grupo frente a ultrajes cometidos por la otra colectividad332. Un fenómeno parecido se producía en Portugal333, aún durante el siglo XVII. En los reinos hispánicos de la Monarquía, Cataluña, junto a Valencia334, parecían las zonas más afectadas por estas luchas de bandos, aunque no las únicas. Los lances de cuchilladas podían suceder por casi cualquier cosa, e incluso entre amigos y conocidos. Lo más frecuente era la escalada en el sistema de insultos-afrentas que había venido de la mano de la tratadística italiana sobre el duelo que influyó en España en la forma del abstracto “libro del duelo”, del que ya hemos hablado. Este código propugnaba que ciertas afrentas como la bofetada, el quitar la espada, despojar del sombrero, cortejar a una muchacha o, en el caso de las mujeres “ladear la cabeza en señal de desafío” pudieran resultar ofensivos, y desembocaban en una escalada de insultos y gestos que llevaran a acuchillarse allí mismo. Aunque, en muchos otros casos, la violencia se ejercía a posteriori, días e incluso semanas después, al amparo de la noche o usando medios claramente desproporcionados, con el único objeto de reparar el honor y la imagen pública ante este tipo de afrentas. Claude Chauchadis nos da un ejemplo de este tipo de venganza: “El señor don Juan de Bilbao, caballero de aquesta Villa y muy valiente por su persona, habiendo tenido ciertas palabras con un soldado, le dio al soldado un bofetón, el cual queriéndose vengar de la afrenta recibida le tiró de ahí a tres días un pistoletazo, al bajar de las gradas de S. Felipe, poniéndose luego en cobro335” Este sistema de afrentas llevaba a un elevado número de casos en los que un malentendido, un tropiezo o un descuido por parte de un viandante podían traducirse en una agresión, sin que muchas veces el agredido fuera consciente ni siquiera de la identidad del atacante336. Fuente de pendencias era, sin duda, la cuestión de la                                                              332

Kiernan, Op. cit., pág. 76.

Nuno Monteiro, História da Vida Privada em Portugal A Idade Moderna, (en prensa), pág. 404. El capítulo de esta obra fue amablemente cedido por su autor durante una tutoría en el transcurso de las clases presenciales del máster. 333

334

Valencia poseía una larga tradición de luchas de bandos: Ponsonda López de Atalaya y Juan Leonardo Santiago y Soler Milla, “Violencia nobiliaria en el sur del Reino de Valencia a finales de la Edad Media”, Anales de la Universidad de Alicante. Historia Medieval, 16 (2009-2010), págs. 319-347. 335

Antonio Rodríguez Villa, La corte y monarquía de España entre 1636 y 1637, Madrid, 1881, pág. 33.

336

Mantecón Movellán, Op. cit., 2004, pág. 204.

137   

sexualidad y las agresiones cometidas por cuestiones pasionales, en la que las mujeres tenían un papel determinante como sujeto de disputa, o víctima de algún ultraje. Aunque, en muchos casos, lo común era intentar buscar algún acuerdo mediante una compensación económica, retirando la ofendida la acusación sobre el agresor, normalmente un varón joven337. Otro detonante para este tipo de violencia, relativamente común, estribaba en cuestiones de disciplinamiento social, en el entorno de un grupo laboral o gremio. En este caso, el ofensor no “insultaba” a alguien en concreto, sino a un grupo y a sus normas internas, y su propia concepción del honor, siendo objeto de una venganza que podía ser administrada por sus compañeros de trabajo o por allegados a los mismos. En este tipo de violencia, cobra especial significación el malentendido y la disputa con los compañeros de oficio, por las más diversas causas. Tomás Mantecón recoge un caso significativo en el que un cargador del puerto de Triana, de apellido Lanzarote, se enzarzó en una disputa con unos compañeros a causa de que estos impedían trabajar a un mozo en el barco, por haber la “gente necesaria”. El tono subió, y Lanzarote lanzó una piedra contra uno de los cargadores, que dio en su cabeza. Herido de gravedad, mandó a su mujer y a su hermana para tratar de solucionar el asunto, y que no se recurriera a la justicia, pagando los gastos de su hospitalización. Sin embargo, el cargador murió y días después Lanzarote tuvo que sufrir varias agresiones en su entorno laboral, una de las cuales le llevó a tener que defenderse a espada contra un mozo portugués que le asaltó mientras estaba vendiendo pescado con unos amigos338. Ejemplos como estos resultan relativamente comunes en las salas de justicia, y Mantecón recoge algunos de ellos. Pero, ¿Cuáles eran las causas por las que acuchillarse? Afrentas, diversiones desmedidas (juergas que acababan en pendencias), malentretenimientos nocturnos o disciplinas en el grupo laboral eran casos frecuentes, pero que enmascaraban conceptos de mayor hondura. Por una parte, se hallaba la cuestión del honor, ya fuera individual o grupal, y su defensa frente al insulto o al menosprecio339. La escalada de insultos y el                                                              337

Ibíd., págs. 208-209.

338

Ibíd., págs. 210-212.

339

Ibíd., pág. 217.

138   

posterior desafío podían venir motivados por varias razones, desde un malentendido a, simplemente, estar en el lugar y momento propicios para que estallara uno de estos lances de cuchilladas. Lo que está claro es que si estos sucedían es porque los castellanos poseían en cada momento un concepto muy claro de lo que era un comportamiento socialmente aceptable y mesurado, que variaba en cada entorno, pero que también respondía a unas líneas generales (como las cuestiones del lenguaje gestual y el insulto). Cruzar esta fina línea suponía exponerse a un encuentro, ya fuera en el momento o con posterioridad. Sobre las agresiones en el momento, en las que el ofendido y el ofensor (que a veces se confundían) sacaban sus armas y se agredían, parece que eran una cuestión común, y un peligro cierto en ciudades y villas. Este tipo de agresiones podía seguir un lenguaje del honor, imitando las formas del duelo, aunque distorsionándolas en cuanto a su concepción como una forma honorable y equitativa de resolver una disputa mediante las armas. Tomás Mantecón cita varios casos en los que el agresor, en una pendencia tabernaria, tiraba directamente de daga, más que de espada, acuchillando en corto a aquel que le había ofendido, aunque la pendencia pudiera terminar en la calle y con la espada en la mano340. Se trataba, pues, de un peligro a tener en cuenta, sobretodo si era un hombre joven en edad laboral, aunque este tipo de pendencias se daban hasta en la más tierna infancia. Habida cuenta de que los alguaciles no podían dar abasto en zonas tan populosas como Madrid o Sevilla, no es de extrañar que la tendencia a portar y permitir portar espadas como elementos de autodefensa respondiera no solo a un intento de imitación de la nobleza y deseos de equipararse a otros grupos sociales (como en el caso de los permisos de armas de los moriscos), sino porque la exposición al peligro comenzaba en cuanto se pisaba la calle. La propia fuerza de la justicia y los alguaciles podía ser puesta en entredicho cuando podían reunirse un grupo de personas armadas con un fin concreto341.                                                              340

Entre estas pendencias, recoge una muy curiosa en la que un cocinero, armado con sus cuchillos, se defendió de un hombre que le había insultado dándole con la vaina en la cabeza. A pesar de que peleó con fiereza y recibió ayuda, el cocinero murió de sus heridas. Ibíd., págs. 223-224. 341

Juan Ignacio Pulido recoge un caso de unos familiares y amigos de una encausada portuguesa por la inquisición en Toledo, que la rescataron de su casa, donde se hallaba retenida por un alguacil y varios de sus hombres, a la que sacaron a punta de espada sin que estos pudieran evitarlo. Estos sucesos acaecieron

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Así pues, hemos de pensar en que el descenso de este tipo de criminalidad a finales de la Edad Moderna pudiera estar relacionado con una nueva concepción del individuo, que estaba permeando en la sociedad europea, una concepción en la que poco a poco lo privado irá ganando más fuerza342, y donde, aunque se mantuvo un elevado número de causas judiciales relacionadas por el insulto, la violencia verbal y el atentado contra el honor se volvería una práctica menos habitual el tomarse la justicia por la propia mano, y lavar estas afrentas, ya que de hecho se recurrió en este siglo, el XVIII, a la justicia con mayor frecuencia para un mayor número de causas. Paralelamente, se estaba produciendo un cambio sustancial en lo que se refería al control de la calle por parte del estado y sus agentes343, que tuvo su mayor expresión en las prohibiciones en tiempos de Carlos III, como la ya mentada pragmática de 1761 sobre tenencia de armas, y la tentativa de despojar a los españoles de la tradicional capa larga y el sombrero chambergo, prendas holgadas que permitían esconder armas (especialmente las cortas) y que posibilitaban el “embozo”, mediante el cual la identidad de un agresor podía resultar desconocida344. A pesar de la fuerte reacción contra esta legislación, lo cierto es que los españoles seguirían portando armas cortas, ahora navajas, con las que se producirían asesinatos y venganzas. Pero, comparativamente, debemos pensar que esta violencia resultaba menor, si la comparamos con la del siglo XVII, donde la abundancia de espadas y dagas (a pesar de que se persiguiera su uso en solitario) conjuntamente con el delicado sistema de insultos y afrentas, llevaban a que la pendencia, el desafío, resultara el pan nuestro de cada día. Sobre este extremo, cabe considerar que aquellos que denostaban el duelo, a menudo confundían a este con el lance, la pendencia, ya que en apariencia ambos se movían en torno al mismo detonante: la cuestión del honor, puesta en tela de juicio mediante el insulto. Autores como Calderón llegaron a expresar esta inseguridad. En                                                                                                                                                                                en la década de 1630. Juan Ignacio Pulido Serrano, Injurias a Cristo: religión, política y antijudaísmo en el siglo XVII (análisis de las corrientes antijudías durante la Edad Moderna), Instituto Internacional de Estudios Sefardés y Andalusíes, Universidad de Alcalá, Servicio de Publicaciones, 2002, págs. 123-153. Phillipe Ariés y Geroges Duby (dir.), Historia de la vida privada, vol. 5 “El proceso de cambio en la sociedad de los siglos XVI-XVIII”, Taurus, 1991. 342

Dirección General de Política Interior, Seguridad pública en el reinado de Carlos III: Cinco estudios sobre la Ilustración, Ministerio del Interior, 1989. 343

344

Domínguez Ortiz, Antonio, Carlos III y la España de la Ilustración, Madrid, Alianza editorial, 1989.

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Luis Pérez, el Gallego, hacía que este personaje se mostrara sorprendido ante el hecho de que se enviara un juez desde Madrid para investigar en torno a un duelo, algo “que ocurre casi a diario en España345”.

(Ilustración 41) Riña entre soldados ante la embajada de España, de Velázquez346, está fechado en 1630. En esta pintura podemos ver un episodio de violencia espontánea en el que un soldado ataca a otro con su espada, mientras el otro trata de desenfundar su daga de mano izquierda. Otros compañeros intentan mediar en la pelea.

En este sentido debemos enmarcar también el aumento vertiginoso de la tratadística de esgrima a finales del siglo XVI y todo el XVII, y que resulte significativa la gran cantidad de datos que se disponen en relación a maestros de esgrima y salas de armas, si lo comparamos con el siglo XVI. ¿No respondería este aumento de la popularidad de la esgrima a una demanda real en lo que se refería a la autodefensa civil? Dejando de lado la cuestión de la moda y popularidad de la espada, en vista de que los hombres podían resultar tanto desafiados a un duelo como sufrir un asalto en las calles de Madrid, Pamplona o Sevilla, no siempre con un adversario que venía de frente ni                                                              345

Kiernan, Op. cit., pág. 87.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, Riña entre soldados ante la embajada de España, Óleo sobre tabla, Roma, colección Pallavicini, 1630. 346

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planteaba un combate más o menos equitativo, habría que considerar la necesidad de aprender a defenderse como una de las causas de la popularidad de esta práctica. Porque la esgrima, mucho antes de convertirse en un deporte de sala, era un auténtico arte marcial, y los maestros tenían claro que debían enseñar a sus alumnos cómo defender su propia vida, con la espada en la mano, si les resultaba necesario.

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4­ Las armas empleadas. Espadas civiles y militares   

‐ Nota introductoria   

Con la voz “espada” se designaba una gran variedad de armas de muy diferentes hechuras, y concebidas para entornos y usos diferentes. Antes de entrar en este apartado, me gustaría señalar que muchos de los términos que aquí se van a manejar son modernos, mientras que otros pertenecen a la propia época, o se emplearon durante la Edad Moderna. Algunos de estos debates terminológicos se explicarán, por ser ilustrativos, y otros se dejarán en el tintero. Baste decir que en todas las épocas la palabra “espada” designaba genéricamente a cualquier arma perteneciente a las más diversas familias de armas blancas largas, que aquí trataremos de sintetizar de modo sucinto347. El propósito es, pues, más que establecer una catalogación exhaustiva, dar cuenta de la gran variedad de espadas que existía y de la riqueza terminológica y la sutileza de estos términos, empleados a menudo de forma bastante imprecisa. Por último, señalar que en este apartado del trabajo se hablará principalmente de las espadas blancas, y no de las negras, empleadas para el entrenamiento en el marco de las salas de esgrima. Se trata, pues, de conocer las armas para las que se entrenaba, y las cuales se empuñaban en el ámbito civil y militar para la defensa de la propia vida. Estas espadas, al contrario de lo que el cine o la literatura nos hace pensar, no eran desmesuradamente pesadas, aún en los modelos medievales o bajomedievales, y a pesar de que existían grandes espadas a dos manos, estas, como el resto, se hallaban debidamente equilibradas para un uso fácil. Tampoco se trataran aquí las espadas votivas, aquellas que no estaban diseñadas para ser empleadas en combate, piezas que solían ser regaladas a monarcas y señores, y que se empleaban en ceremonias solemnes como símbolo. Sí se tratarán las llamadas espadas joya, piezas con guarnicionería profusamente decorada, casi obras de arte. Estas espadas joya podían ser piezas que, simplemente, no estaban preparadas para su uso en combate. La mayoría, sin embargo, sí lo estaban.                                                              347

Anglo, Op. cit, 2001, pág. 99.

143   

 

4.1‐ Espadas civiles y militares de 1470 a 1550   

La Edad Moderna, o más bien, el reinado de los Reyes Católicos, se inicia en una etapa de cambios profundos en lo que se refiere a la morfología de las espadas. Es una época donde existía una variedad de familias y tipologías de arma blanca larga ciertamente abrumadora. Por esto, solo vamos a reseñar las más comunes o significativas dentro de los ámbitos civil y militar. Entre las espadas más usuales a finales del siglo XV se contaban las llamadas espadas largas, bastardas, o de mano y media, que suscitaron (como hemos visto) una enorme tratadística en las escuelas alemana e italiana. Este tipo de espadas arrancó a mediados del siglo XIII o comienzos del siglo XIV con las tipologías XIIa y XIIIa, según la tipología de Ewart Oakeshott348 y fue evolucionando en sus guardias, dimensiones y guarniciones. Para finales del siglo XV, una de las tipologías más comunes de espada de mano y media era la XVII, con una hoja de unos 90 centímetros, con un peso máximo de unos 2,5 kg349, aligerado por una acanaladura central en el primer tercio de la hoja350, resultando bastante manejable para ser una espada a dos manos351. A esta tipología se le sumaban otras, como la número XX, de entre 76 cm y 96 cm y sección octogonal352, con una acanaladura más prolongada y hoja más ancha. Este tipo de espadas, las de mano y media, tenían una guarnición en forma de cruz,                                                              Autor, entre otras muchas obras, de: The sword in the age of chivalry, Boydell Press, 1964 y Records of the medieval sword, de la misma editorial, publicado en 1991. Oakeshott es reconocido como el primer investigador de la espada medieval que ha realizado una tipología exhaustiva, la llamada Tipología Oakeshott, que va desde el número X hasta el XXIII.

348

349

Oakeshott, Op. cit., 1964, págs. 65-66.

350

La hoja de una espada se divide normalmente en tres tercios: el fuerte, más cercano a la empuñadura, que suele ser más ancho, el medio, o central, y el débil, más fino. Conviene precisar que las espadas poseen asimismo un adelgazamiento distal, que hace que la hoja sea mucho más fina en la punta que en el tercio fuerte. 351

Hay que tener en cuenta que las espadas poseen un punto de equilibrio en la hoja, el lugar donde, si se las sostiene, pueden quedar en un balance perfecto sin caer hacia un lado o hacia otro. Depende del propósito de la espada, este punto de equilibrio estará más cerca o más lejos de la empuñadura. En el caso de espadas de corte, como la mano y media o el sable, el punto de equilibrio suele hallarse a unos centímetros de la empuñadura. En el caso de las espadas diseñadas para el uso de punta, el punto de equilibrio suele hallarse muy cercano a la empuñadura, o directamente sobre el recazo. 352

Al partir por la mitad la hoja de una espada, si la miramos de frente, vemos que se define en sus bordes una figura geométrica que dibuja el filo. En este caso, con la forma de los lados de un octógono.

144   

aunque posteriormente los gavilanes (patillas que forman la cruz) fueron adquiriendo otras formas, apareciendo a comienzos del siglo XVI los anillos laterales, que brindaban protección adicional frente a los cortes353.

(Ilustración 42) Dibujo de las tipologías XVII y XX, espadas de mano y media.

El agarre de la mano y media se realizaba con las dos manos, en la mayoría de las situaciones, pero podía ser empuñada con carácter de emergencia con una sola mano, de donde deviene su nombre. La forma de empuñarla

puede ayudarnos a

entender los cambios en su morfología. La mano derecha agarra bajo la cruz, con los nudillos orientados hacia el filo, mientras la mano izquierda podía bascular entre varias posiciones, sin llegar a agarrar con fuerza354. En la tradición alemana, era común apoyar el dedo pulgar en el lado opuesto de la espada con el que se atacaba, al realizar ciertas acciones. De este modo, la propia espada protegía ese dedo. Sin embargo, estas acciones no están exentas de cierta peligrosidad, razón por la que comenzaron a desarrollarse protecciones adicionales en la guarnición355. Otra de las espadas a dos manos más frecuentemente empleada en el ámbito bélico era el llamado montante o mandoble, que como ya hemos visto, era el símbolo de los maestros de armas. El montante se empleaba en el contexto militar como arma de apoyo al escuadrón de picas. Los lansquenetes alemanes la hicieron famosa, al manejarla un tipo especial de soldados, los Doppelsöldner o Doblesueldos356, que como                                                              353

A.V.B Norman, The rapier and the small-sword, 1460-1820, Arms and Armor Press, 1980, pág. 34.

354

En esgrima, cualquier tipo de espada tiene un “agarre progresivo” en cuanto a la fuerza con la que se empuña. La mano no se cierra fuertemente contra la empuñadura para favorecer las rotaciones y el movimiento, pero si lo hace cuando necesita ejercer fuerza tanto sobre el ataque como sobre la propia defensa. 355

John Clements, Medieval Swordmanship, Boulder (Colorado), Paladin Press, 1998, págs. 181-184.

356

Ruíz Moreno, Op. cit., pág. 7.

145   

ya hemos señalado, debían examinarse con un maestro de esgrima de la hermandad de San Marcos para obtener el título de “maestro de la gran espada”, si querían usarla y beneficiarse de esta doble paga que percibían por lo peligroso de su oficio en el combate.

(Ilustración 43) Uno de los modos de empuñar una espada de mano y media, con la mano izquierda 357 sobre el pomo para que pueda girar alrededor de él .

Estas grandes espadas podían medir entre 150 y 180 cm, y pesaban entre 2 y 3,2 kg. Es una espada que necesitaba de ambas manos para poder esgrimirse, ya que poseía una empuñadura de 25 cm, y además muchas incluían una falsaguarda tras los primeros centímetros de hoja, que no estaban afilados, de modo que pudiera empuñarse con una mano directamente sobre la hoja. Los montantes tenían hojas muy diferentes, con acanaladuras, o sin ellas, y también los había con filo flamígero358. No cabe confundir este arma con las llamadas “espadas de verdugo” o “espadas de justicia”, usadas para la decapitación de reos359. Al contrario de lo que pudiera pensarse, la esgrima con montante resultaba muy rápida y peligrosa, ya que no estaba pensada para descargar grandes cortes, sino para jugar basculando con el peso y el centro de gravedad de la propia espada. Rápidos y demoledores cortes, realizados de modo fluido, eran característicos de este arma. Así lo expresa Alonso de Ercilia en La Araucana (1564): “suele jugar por gran destreza el                                                              357

Ibíd., pág. 184.

H.T.Melville, Neill. The origins of the Two-Handed sword, Journal of Western Martial Arts, http://www.ejmas.com/jwma/articles/2000/jwmaart_melville_0100.htm, [revisado: 15-08-2012].

358

359

Ruíz Moreno, Op. cit., pág. 8

146   

liviano [montante] un buen maestro, hiriendo con extraña ligereza delante, atrás, a diestro y a siniestro, con más desenvoltura y más presteza”.

(Ilustración 44) Reproducción moderna de un montante, con falsaguarda en el primer tercio de la hoja y anillos laterales en la empuñadura.

Otra familia de armas blancas, es la de las llamadas espadas cortas. Este tipo de espadas podían estar tanto orientadas al corte como a la estocada. Lo más común, de hecho, era que estuvieran pensadas para una esgrima de corte, muy rápida. Descendiente de tipologías bajomedievales era el bracamarte, falchion o messer, una suerte de cuchillo largo cuya hoja se nos asemeja a la de un machete. Aunque la hemos clasificado como “espada corta”, algunos modelos podían superar los 80 centímetros de hoja, aunque lo normal era que rondara los 70360.

361

(Ilustración 45) Reproducción de un bracamarte de los siglos XIII-XIV

Común en el ámbito militar, y sobretodo entre los lansquenetes alemanes, era la espada conocida como katzbalger, que se traduce como “destripagatos”. Se trataba de una espada ancha, con varias acanaladuras (hay modelos con hasta cinco), y guarnición característica en forma de S. Medía entre 75 y 85 centímetros en total (incluyendo la                                                              360

http://www.myarmoury.com/review_mrl_falc.html, [revisado: 15-08-2012].

361

Ibíd. Fabricado por Windlass Steelcrafts.

147   

empuñadura) y pesaba entre 1 y 2 kg362. Es una espada que podemos ver presente en numerosos grabados y pinturas de la época de Hans Holbein “el Joven” (finales del siglo XV y primera mitad del siglo XVI).

(Ilustración 46) Vista en varios ángulos de una reproducción moderna de una katzbalger de triple acanaladura, la central llega hasta casi hasta el tercio débil

Otra espada corta relativamente popular en el escenario bélico de principios del siglo XVI era la cinquedea italiana (ilustración 48), que medía entre a 45 y 70 cm363. Su curioso nombre viene de su anchura en el tercio fuerte, que se decía que era de “cinco dedos”. Por su curiosa morfología, cabe suponer que estaba pensada tanto para el corte como para, sobretodo, el uso de punta, actuando a modo de puñal. Oakeshott la representa en la tipología XXII, de sección hexagonal, doble acanaladura y una hoja de 76 cm364. Otra arma curiosa es el dussack, una espada de características similares al falchion, concebida como una suerte de sable corto o machete. Los maestros de la tradición alemana trabajaban con réplicas de entrenamiento de este arma, ya que se                                                              362

Un análisis de una réplica de una katzbalger de 1560 puede encontrarse en: http://www.myarmoury.com/review_aa_katz.html, [revisado: 15-08-2012]. 363

Como esta reproducción de la armería Lutel: http://www.myarmoury.com/review_lut_10043.html, [revisado: 15-08-2012].

364

http://www.albion-swords.com/articles/oakeshott-typology.htm, [revisado: 15-08-2012].

148   

suponía que tenía una esgrima muy similar a la del messer, o bracamarte, y otras armas de la misma familia como el großes messer, un sable a dos manos utilizado en el Sacro Imperio365. Los dussack de entrenamiento medían entre 65 y 95 cm, y solían estar hechos de madera366. Los dussack estuvieron presentes en las salas de armas alemanas hasta el siglo XVIII.

(Ilustración 47) Dussack de acero, colección particular

Antes de hablar de las espadas largas a una mano, conviene recordar la espada de mano y media. De ella devino un subtipo que los franceses denominarían estoc, y los castellanos, estoque (ilustración 49), y que fue empleado entre los siglos XIV-XVII. Al contrario de lo que pudiera pensarse por la evolución del nombre, el estoque primigenio era un arma muy larga (entre 1 y 1,5 metros) y pesaba en torno a dos kilos367. Tenía una hoja larga, muy puntiaguda, de sección triangular, cuadrangular, romboidal o hexagonal plana368. Este tipo de sección hacía casi inútil el filo, y sin embargo concentraba toda la potencia en la estocada. Esta curiosa arma había sido diseñada con la intención de penetrar las armaduras, para lo cual su hoja se comportaba con una singular rigidez para una espada, de la que siempre se esperaba cierto grado de flexibilidad para evitar la rotura. La palabra estoque vendría a designar posteriormente a la espada que se usaba fundamentalmente para la estocada, y que no tenía un filo demasiado útil para el corte.                                                              365

Amberger, Op. cit., págs. 185–186.

366

Ibíd., pág. 222.

John Clements, What did historical swords weight?, http://www.thearma.org/essays/weights.htm, [revisado: 16-08-2012]. 367

368

Mike Loades, Swords and Swordsmen, Pen & Sword Books, 2010.

149   

Existían asimismo estoques de caza, para jabalíes y ciervos, y además existían estoques de carácter ceremonial, con una morfología diferente. La legislación prohibía específicamente los estoques “buidos”, con una acanaladura, a los que se suponía más mortíferos369.

370

(Ilustración 48) Cinquedea de la colección Lázaro Galdiano

.

Uno de los desarrollos más significativos, en lo que a espadas se refiere, a finales del siglo XV, fue la progresiva complejidad que adquirieron las espadas largas a una mano. De entre ellas, destaca por su posterior importancia la llamada espada de punta y corte, antecesora directa de la espada ropera (de la que hablaremos en el próximo apartado), y contemporánea suya. La espada de punta y corte, término acuñado por John Clements, era la espada militar que surgió con fuerza a finales del siglo XV. Se diferenciaba de la ropera, fundamentalmente, por tener una hoja generalmente más                                                              369

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, págs. 216-217

370

Ficha de catálogo: http://www.flg.es/html/Obras_0/Cinquedea_173.htm, [revisado: 16-08-2012].

150   

corta y ancha, con un punto de equilibrio más lejano a la empuñadura y, por lo tanto, favorecedor de una esgrima de corte, pero también del uso de la estocada371. En España esta tipología recibía en ocasiones el nombre de “espada de armas372”. El peso de estas espadas suele ser mayor que el de las roperas, y en reproducciones modernas oscila entre el kilo y el kilo y medio373.

(Ilustración 49) Estoque, c. 1480

A.V.B Norman en su obra The rapier and the small-sword, 1460-1820, realiza un estudio exhaustivo de la evolución de las guarniciones durante los siglos XV y XVI, y establece asimismo que la ropera propiamente dicha no adquirió un carácter diferenciado hasta 1550. Anteriormente, se habían producido una serie de desarrollos fundamentales en torno a la cuestión de la protección de la mano del esgrimista. Ya en 1340, apareció una tipología de espadas a una mano que poseía una patilla para la                                                              371

John Clements habla de la cut-and-thrust sword, aunque como en otros muchos casos, se llamara en su época simplemente “espada”. Dedica a ella numerosas referencias en su obra: Renaissance Swordmanship, Boulder (Colorado), Paladin Press, 1997. 372

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 212.

373

Réplicas de diversos fabricantes se venden en el distribuidor: http://www.thetimeseller.com/, [revisado: 16-08-2012].

151   

protección del dedo que solía posarse sobre el inicio del tercio fuerte374, parte de la espada que no suele afilarse. La finalidad de esta práctica era tener mayor sensibilidad sobre la hoja y controlarla con más precisión en algunas acciones, como la estocada. Para la primera mitad del siglo XV, las espadas de una mano poseían dos arquillos, que comenzaron a definir una zona especial de la hoja, el recazo, sobre el que se pasaban los dedos en el agarre375. Si atendemos al desarrollo de estos arquillos, comprendemos que primero se pasó un dedo, agarrando un costado del recazo protegido por esta pieza de metal. Posteriormente, se fue desarrollando el agarre de la ropera, en el que se apoyaba el pulgar en el recazo, y se cerraban en torno a él por el otro lado uno o dos dedos más, sosteniendo la empuñadura, de hecho, con solo dos o tres dedos. Se buscaba la precisión en la estocada376. En torno a 1515, se desarrolló el anillo lateral, en espadas de corte, y en la década de 1520-1530 aparecieron los primeros lazos que rodeaban a la mano sobre el recazo, para protegerla de los cortes. En esta época los arquillos eran normalmente cortos y gruesos, pero de 1550 en adelante se convirtieron en largos y finos para las espadas

roperas,

buscando

aligerar

la

guarnición

que

fue

complicándose

progresivamente, y a la que se añadieron más lazos, además del guardamanos, que se extendía desde los gavilanes hasta el pomo, sobre la empuñadura, con la finalidad de proteger la mano y parte del antebrazo de cortes fortuitos. Para este año, 1550, debemos empezar a hablar de espadas separadas, pero semejantes. En primer lugar la punta y corte, que se diferenciaba de la ropera fundamentalmente por su hoja y una guardia más robusta, que se mantuvo en el mundo militar, evolucionando junto a la ropera. En segundo lugar, la mentada ropera, que se convirtió en un arma eminentemente civil, diseñada para ser portada en un entorno urbano. En cuanto a las espadas de punta y corte españolas y sus guarniciones más comunes en esta etapa, conservamos varios ejemplos paradigmáticos. Por un lado, se encuentra el tipo de guarnición que corresponde a la espada del Gran Capitán

                                                             374

Se trata del tipo 7 de cruz o gavilanes de espada según Norman. Norman, Op. cit., pág. 67.

375

Norman, Op. cit., pág. 33.

376

Clements, Op. cit., 1997, pág.

152   

(ilustración 51), conservada en la Real Armería de Madrid377, que Norman cataloga como cruz tipo 16, de gavilanes curvos hacia abajo, con dos arquillos. Espadas con guarniciones similares se conservan en la misma armería, pertenecientes a los Reyes Católicos.

(Ilustración 50) Agarre de una ropera al estilo de las primeras espadas de punta y corte, con un dedo cerrado sobre el recazo protegido por su arquillo. Esta ropera posee arquillos delgados y grandes, que eran comunes a comienzos del siglo XVII, y una tira de cuero sobre el recazo para que 378 el agarre sea más cómodo .

Por otro lado, se encuentran dos espadas, pertenecientes a Hernán Cortés y Francisco Pizarro379, con guarniciones compuestas por arquillos, guardamano y un pomo, redondo en el caso de la espada del conquistador del Perú. La espada de Pizarro tiene unos curiosos gavilanes, plegados hacia delante y hacia atrás (ilustración 52). Estas espadas demuestran, por otra parte, que en España el camino de la espada militar y civil estaba bien trazado y delimitado: se prefería la espada a una mano, que se esgrimía sola o junto a un escudo, fuera este una rodela, una adarga o un broquel. Este último, parecía el preferido en la esgrima “de calle” de finales del siglo XV y principios del siglo XVI, aunque todavía se enseñaba en el siglo XVII (según hemos visto en la lámina de Mendoza y Quijada que representaba al infante Baltasar Carlos). El broquel                                                              Catalogada como G-29 en: Guillermo Quintana Lacaci, Armería del Palacio Real de Madrid, Madrid, Editorial Patrimonio Nacional, 1987. 377

378

Imagen extraída de un análisis del agarre de la espada ropera: http://armsandarmour.ca/2011/06/24/lesson-2-the-grip-aka-holding-the-rapier/, [revisado: 16-08-2012]. 379

Ibíd., pág. 37. Las piezas se han catalogado como G-35 (la de Pizarro) y la G-45 (la de Cortés).

153   

era un pequeño escudo de metal semejante al umbo metálico que empleaban otros escudos en su parte central, y que se empuñaba mediante un asa en la parte trasera. Su finalidad era la de proteger la mano del esgrimista, poco guarecida en las espadas medievales de cruz sencilla, y eventualmente desviar los ataques del adversario. Por motivos obvios, se fueron haciendo cada vez más innecesarios.

(Ilustraciones 51 y 52) Espadas del Gran Capitán (izquierda) y Francisco Pizarro (derecha) en antiguos grabados de la Real Armería.

Conviene finalizar con la propia visión de los españoles de la Edad Moderna en torno a los tipos de espada más usuales. Al parecer, para el siglo XVII se hablaba de cuatro tipos de armas: el estoque, la espada, el montante y el verdugo380. Esto se ha querido entender como una falta de variedad en la producción de espadas en la España de la época, pero Suárez de Figueroa nos demuestra lo contrario: “Hallanse muchas diferencias de armas, como montantes, alfanges, cuchillos de monte, estoques de ristre, espadas de mano y media, dos espadas en una, puñales, dagas y otras381”.                                                              380

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 213.

381

Suárez de Figueroa, El pasajero, Madrid, 1617.

154   

(Ilustración 53) Dos broqueles y dos espadas, la de izquierda es una réplica de un modelo 382 bajomedieval, la de la derecha, una punta y corte del siglo XVI .

Hemos hablado ya del montante y el estoque. En lo referente a la espada, hay que tener en cuenta que los conceptos modernos no definen en muchas ocasiones la visión que se tenía en su propio tiempo de los diferentes tipos de armas. Para los hombres de la Edad Moderna, parecía más o menos claro que una espada se definía fundamentalmente por su hoja, pero también por el uso que se daba de ella y el entorno al que pertenecía (como espadas de guerra, de caza, de ceñir…) o su tipo de guarnición (estoque, verdugo, calada, flamígera…)383. En cuanto al verdugo, este era en principio un estoque angosto y alomado, de hoja estrecha, sección romboidal y punta muy aguzada384. La voz “verduguillo” o “del verdugo” designó en lo sucesivo a las hojas estrechas de sección romboidal montadas en otras guarniciones. Existían otro tipo de espadas de las que nos da cuenta la documentación del periodo o los ejemplares de museo. Por un lado, estaba el llamado terciado, que tenían en torno a 50 cm de hoja, siendo esta ancha. Estaba relacionado con la familia del bracamarte, y se empleaba también en la ejecución de reos385. En España se tenía

                                                             382

Fotografía de la Asociación Española de Esgrima Antigua: http://www.esgrimaantigua.com/node/44, [revisado: 16-08-2012]. 383

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 211.

384

Ibíd., pág. 216

385

Ibíd., págs. 218-219

155   

constancia y uso de espadas del mundo musulmán o norteafricano, como eran el alfanje, que pasaría al ámbito naval, y la cimitarra386. Otro tipo de espadas citadas con relativa frecuencia eran las llamadas secretas, que se hacían pasar por otro objeto, frecuentemente en el interior ahuecado de un bastón. Este es el inicio de lo que a finales del siglo XVIII se llamaría bastón de estoque. En esta época, eran armas que utilizaban durante los viajes aquellas personas que no podían ir armadas de otra manera, como los peregrinos, y también parece que fueron usadas con bastante frecuencia por parte de los miembros del clero, que no podían portar armas. Alonso Venegas, en su Tratado y discurso militar, las cita: “La espada secreta que es muy hordinario en los pelegrinos (sic) llevar por bordón y asi mismo muchos clerigos quando se les ofrece de noche salir de sus casas y yo me acuerdo averla visto a muchos de esta suerte metida en un bordon una espada como e dicho secreta387” En este arma, el báculo, bordón o “berdón de clérigo”, al igual que en otras, se diferenciaba el tipo de hoja que estaba montado dentro, “báculo con espada” o “báculo con estoque388”. No era esta el arma más curiosa que podía encontrarse, ya que asimismo existían combinaciones de armas de fuego y blancas (como espadas con pistolas adosadas) aunque

eran ejemplares extremadamente raros389. El cuadro se

completaba con una serie de armas o especializades regionales como machetes vizcainos, puñales de Chelva, machinets, medias espadas, espadillas del moro, cuchillos y puñales triangulares390.

                                                             386

Ibíd., págs. 218-220

387

Leguina, Op. cit., 1912, pág. 439.

388

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 218.

389

Ibíd., pág. 217.

390

Ibíd., pág. 220.

156   

4.2‐ Espadas civiles de 1550 a 1815   

El término espada ropera es de origen confuso y controvertido. La mayoría de autores, sin embargo, citan que su origen es posiblemente español, ya que la primera referencia contrastada se da en un inventario de bienes de don Álvaro de Zúniga, 1468: “Una espada rropera de la onça partida, é tiene en cabo de la canal una m é una y: la mançana é la cruz de hierro dorado viejo, é tiene en la mançana de ámas partes un esmaltico con las armas de Luna391”. Posteriormente, el término ya se empleaba en Francia, pero a comienzos del siglo XVI el término rapiere se traducía como espada española, lo cual parece confirmar su carácter español. No obstante, Sidney Anglo, entre otros muchos autores, nos llama a la prudencia a la hora de interpretarlo. Al parecer, durante el siglo XVI y XVII, ingleses e imperiales lo usaban para designar generalmente una espada “moderna” de hoja larga y fina, que se usaba tanto para el corte como para la estocada, aunque fundamentalmente diseñada para ésta392. Aunque Anglo defiende que el término ropera era desconocido en España para una espada de estas características, otros autores disientes. Norman nos dice que la espada ropera, para 1550, era claramente una designación de una espada civil, que no se usaba con fines de caza o militares393. Sin embargo, el término espada ropera, en sus múltiples traducciones, se ha convertido en un cajón de sastre para designar a cualquier tipo de espada, civil o militar, del siglo XVI al XVII. Dueñas Beraiz se opone a este simplismo, y señala que si existen términos para designar a este tipo de espada en España en los siglos XVI y XVII, aunque son varios: espada de galán, de cinta, de ceñir o nueva394. A pesar de esto, en la documentación encontramos de vez en cuando el término ropera, en lengua castellana, que parece designar a este tipo de espada de hoja más estrecha, y pensada para ser portada en un ambiente civil395. Esta espada posee diferencias sustantivas con el

                                                             391

Norman, Op. cit., pág. 20.

392

Anglo, Op. cit., pág. 99.

393

Norman, Op. cit., págs. 20-21.

394

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 213.

395

Norman, Op. cit., págs. 19-23.

157   

espadín, como ya analizaremos, un arma surgida a mediados del siglo XVII y que se popularizaría en toda Europa durante el XVIII396.

(Ilustración 54)

Norman cataloga exhaustivamente todos los tipos de espada ropera y espadín, contabilizando 111 tipos de guardias en roperas y espadines (muchas de estas guardias se compartían, y una espada de la otra se diferenciaba por la hoja), 39 guardias interiores y 93 pitos de pomo. Sobre la morfología de esta espada en España, el mejor estudio sin duda es el de Germán Dueñas Beraiz, en su citado artículo Introducción al estudio tipológico de las espadas españolas: siglos XVI-XVII, publicado en 2004 en la revista Gladius. El autor señala que sobre el estudio de las roperas, es difícil dilucidar en torno a una cronología del surgimiento de los diferentes tipos de guardias y elementos, ya que en ocasiones se montaban hojas viejas sobre guarniciones nuevas y viceversa. Sobre las guarniciones, algunos autores se han expresado diciendo que estas eran                                                              396

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, págs. 221-222.

158   

austeras, o que no se realizaba guarnicionería propia en la Península, importándose del extranjero. Sin embargo, esto responde más bien a una falta preocupante de estudios acerca de la guarnicionería española. De hecho se conservan multitud de guarniciones bellamente decoradas y que entrarían dentro de la categoría de “espadas joya”397. Dueñas Beraiz desglosa todas las partes de la espada, y estudia cuáles de ellas han sido denominadas como típicamente españolas, o parece que eran comunes en Castilla y Aragón: 1. Pomos: los más citados son los de “manzana” y de “almendras buidas398”. Esta era la parte de la espada que servía para fijar la hoja a la empuñadura, y que en el siglo XVI, sobretodo, servía de contrapeso a la hoja399. Hay un pomo característico español de forma troncopiramidal400. 2. Empuñaduras: eran realizadas por espaderos especializados, los “maestros de hacer puños de espadas”. Generalmente eran de madera forrada con torzal de metal, que podía ser oro o plata (el llamado puño entorchado). También existía un acabado llamado alqimya, de tradición musulmana, que daba un acabado dorado o plateado al puño mediante la aplicación de productos químicos. Era muy apreciado y solicitado. También se podían forrar los puños de seda o terciopelo. Un tipo de puños específico, los cortos, parecen estar muy relacionados con el tipo de esgrima que se practicaba en España, donde se empuñaba la espada con dos o tres dedos en el recazo, no siendo necesaria una empuñadura más grande401. A las empuñaduras se las barnizaba luego. El barniz era una gama que manaba del enebro, mezclada con grasa, aceite de linaza u olivo para dar lustre a la

                                                             397

Ibíd., págs. 222-224.

398

Buido es sinónimo de acanaladura o vaceo en el lenguaje de armería castellano.

399

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 224.

400

Ibíd., pág. 231

401

Ibíd., págs. 224-225.

159   

pintura. Se barnizaba en caliente al sacar de la fragua para que en la espada permaneciera luego una pátina protectora402. 3. Guarnición: la más sencilla y antigua, como hemos visto, era la de arriaz recto o cruz, que cortaba transversalmente la hoja protegiendo la mano de los tajos, e impidiendo que resbalara desde la empuñadura a la hoja. A partir de ésta se produce una evolución tendente a proteger cada vez más la mano del esgrimista: a. Primero aparecieron, como hemos comentado, las patillas o arquillos. Después, se introdujeron los pitones, unos remates bajo los arquillos en forma de saliente que impiden que la mano resbale sobre la hoja403. b. Se formaron luego los puentes, que unían los extremos de ambos pitones, y otro que surgía de los brazos del arriaz, formando las empuñaduras de puentes, que fueron complicándose formando la guarnición llamada de lazo. Esta voz no existía en la Edad Moderna, y se empleaba el término “espada de puentes”. La espada de puentes o de lazo característica española tiene arriaces404 rectos o gavilanes o curvados en direcciones opuestas, un gran pomo troncopiramidal y aro guardamanos (como la espada de Pizarro). c. Además existían guarniciones más sencillas de sección circular o exagonal, en las que se multiplican los gavilanes para proteger la mano en la guarda y la contraguarda, a lo que se suman los puentes y patillas. d. A finales del siglo XVI era muy popular en Inglaterra una espada que se exportaba desde Vizcaya, con una guarnición llamada “Bilbo”, de conchas reforzadas por lazos y patillas. Se las llamaba en su época “de claraboyas y espejuelos, de diamantes y rosetas o de rosetas y cartones”405.                                                              402

Ibíd., pág. 227.

403

Ibíd., pág. 230.

404

Arriaz es sinónimo de gavilán, expresión que comenzó a utilizarse en el siglo XVII. Ibíd., pág. 226.

405

Ibíd., págs. 234-235.

160   

e. En torno a la mitad del siglo XVII apareció la paradigmática guarnición de taza, asociada ayer y hoy con la espada española. Se trataba de la culminación lógica del sistema de protecciones frente a las estocadas, remplazando a los lazos por una cazoleta de metal sobre la que se trabajaban bellísimas decoraciones. Según algunos autores, las tazas españolas se diferenciaban de otras producidas en Italia por ser de diámetro más pequeño y menos hondas. Además, es característica en la guarnición española el llamado guardapolvos, pieza metálica que se situaba dentro de la cazoleta bajo el arriaz, y que servía de tope para que no resbalaran los dedos en el agarre406. f. Otras guarniciones: se emplearon en España una diversidad de guarniciones abrumadora, si atendemos a la tipología de Norman. Al parecer, la nobleza importaba mucha guarnicionería del extranjero, para montar hojas del país. 4. Hojas: las hojas de espada españolas gozaban de gran fama en el ámbito internacional, y se contaban entre las más caras en las listas de precios de los armeros407. Al parecer, existía un estándar en lo referente a la fabricación de la hoja, y se perseguían las desviaciones. Este estándar era lo que se llamaba una hoja “cumplida y de marca”: las formas de mesas, filos, punta y longitud debían de cumplir una serie de requisitos408. a. En el proceso de forja de estas espadas, y las pruebas que debían superar, estribaba la fama de los espaderos españoles, entre los que destacaban los toledanos. Esta forja a la española era compleja y exigente, y comenzaba en la unión de dos aceros: el dulce para el núcleo de la espada, y uno con más carbono que lo rodea mediante la colocación de dos láminas o tejas exteriores a cada lado del núcleo.                                                              406

Ibíd., pág. 234.

407

Marc Gener, “Algunos aspectos de la tecnología de las hojas de espada ropera europea en los siglos XVII y XVIII”, en 2nd International Conference Archaeometallurgy in Europe 2007. Selected papers, Associazione Italiana di Metallurgia (original), 2009, CSIC 2009 (traducción), pág. 513. 408

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 242.

161   

Se producía entonces la unión en caliente por martillado progresivo desde la punta a la cabeza y del centro a los bordes. A esto se llamaba “dar la puntada”. Se tenía especial cuidado de que no aparecieran grietas o inconsistencias, llamadas “fortalezas”, en la época. Así, con la hoja en bruto se labraban por caldas y otras operaciones de forja las diferentes partes, se echaban las mesas o planos de la hoja y se formaban bordes y vaceos. Tenía lugar entonces el proceso de templado, que en la época constituía un secreto transmitido de generación en generación y que aparejaba una mística que abarcaba desde supersticiones relacionadas con el color de las caldas a pronunciar oraciones o sortilegios durante la inmersión en el agua. Esto controlaba la temperatura y velocidad del temple tratando de obtener una estructura “marténsica” (que produce un incremento notable de la dureza y la resistencia, pero conservando un alto grado de fragilidad)409. Se podía aplicar un tratamiento posterior, el revenido, un calentamiento a baja temperatura que disimula los efectos del temple para conseguir una estructura homogénea, con buena dureza y resistencia, y un adecuado comportamiento a la fragilidad y a la flexiónrecuperación que se espera de una espada. Durante los enfriamientos al aire, se aplicaban capas de grasa o riñonada de carnero. Se obtenía así un núcleo maleable y resistente que confería elasticidad, soportando una cubierta exterior de alta dureza y resistencia. b. Se realizaban entonces ensayos o pruebas físico-mecánicas muy duras, que debían ser superadas si se quería comercializar la hoja. Estos ensayos comprobaban cualidades como el plegado, la torsión o la resistencia al choque410: i. Primero se medía el comportamiento frente a la flexión por la adaptación a la curva de una muletilla de cuero, hasta que                                                              Jose María Peláez Valle, “La espada ropera española en los siglos XVI y XVII”, Gladius, 16 (1983), págs. 162-163

409

410

Ibíd., pág. 163.

162   

después de adoptar la curva, quedaran dos ramales paralelos, y la espada recuperara casi al instante su forma inicial, recta. Esta es la “prueba de muletilla”. Shakeaspeare, en Las alegres comadres de Windsord, cita que las buenas espadas de “bilbo” (vizcaínas) podían quedar arrolladas con la punta junto a la guarnición. ii. La resistencia frente a la torsión se comprobaba sujetando la punta en plomo y girando la parte superior alrededor de un eje imaginario, a lo largo de la hoja, hasta alcanzar un giro de 180 grados. iii. Se realizaba entonces la prueba de la S, en la que se curvaba la mitad y mitad de la hoja hasta formar la figura de la S. La espada recuperaba luego su rectitud. iv. Se daba finalmente un fuerte tajo con el filo a un casco de acero, comprobando que no se producían mellas o roturas. Estas eran las pruebas que daban fama a las hojas españolas, a las que se apreciaba sobretodo por sus cualidades físicas y mecánicas. c. Finalmente, se eliminan las ventajas o excesos de medida mediante la abrasión por muelas giratorias de madera aplicando polvo de carbón. Las hojas se acicalaban y firmaban luego, aunque las marcas de espiga solo se impusieron en el siglo XVIII, siendo menos frecuentes en las hojas del siglo XVI y XVII411. Las hojas españoles eran grandes, y algunas podían medir 1,1 metros412, siendo las de ordenanza “de cinco cuartas de vara” cercanas al metro. 5. Recazo: era una parte importante, dada la tendencia de los esgrimistas españoles de tirar empuñando la espada con dos o tres dedos, que apoyaban sobre esta parte de la espada protegida por la guarnición y los arquillos. En este lugar                                                              411

Ibíd., pág. 164.

412

Peláez Valle, Op. cit., pág. 161.

163   

solían también colocarse los punzones de fabricante y de la ciudad. Hay una gran tipología de recazos en España, principalmente llanos y buidos (con un ligero hundimiento para apoyar el dedo), pero también de canalillos laterales que corren paralelos al recazo, e incluso hay recazos calados. Un recazo típicamente español es el llamado escotado, que presenta en uno o sus dos cantos un rebaje hacia el interior en forma de media luna413. 6. Vaina y talabarte: la vaina era realizada por el propio espadero, y solía tener un alma de madera que se forraba de cuero de vaca, cabritilla o cordobán, aunque también podía forrársela de terciopelo, seda, bayeta (un tipo de paño usado para los “aforros y el luto”) o frissa (lana delgada con pelo blando y suave). La vaina tenía dos remates metálicos, uno en la embocadura, por donde entraba la espada (brocal) y otro al final de la vaina (contera) para que la punta no pudiera salirse de ella rompiéndola. Una vez terminada la vaina, se la enceraba para darle lustre. Existían además las llamadas fundas o sobrevainas de camino, para protegerla de las inclemencias del tiempo durante los viajes (tapaban hasta el pomo de la espada). La espada prendía de un talabarte, elemento que mediaba entre la vaina y el cinturón, también llamado pretina. Era realizada por guarnicioneros o “maestros de hacer talabartes”. Los elementos metálicos para sujetar a la pretina y los tiros solían ser fabricados por los propios espaderos. Los talabartes eran de cuero de vaca, cabritilla, cordobán o de cuero forrado de terciopelo o seda. Tenían por decoración pespuntes, trencillas de oro, labrados en ramos, pavonados, etc. Existía además una variante del talabarte, el tahalí, que se vestía apoyado en el hombro y cruzaba el pecho, y era considerado como bastante más cómodo que el talabarte414.

Una vez terminada la espada, era llevada al “maestro de hacer guarniciones”, que la decoraba. Las decoraciones más usuales eran los arabescos o damasquinados, incrustacinoes de metales preciosos sobre el hierro o pavonados en negro o azul. Un                                                              413

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, págs. 245-246.

414

Ibíd., págs. 247-249.

164   

acabado muy solicitado era el dorado, tanto que los doradores tenían fijada la calidad de los metales preciosos que usaban en sus trabajos. Había también incrustaciones en oro y plata, y tazas caladas y cinceladas con motivos vegetales, antropomorfos o geométricos415.

(Ilustración 55) El espadero Julio Ramírez realizando una prueba de flexión de una hoja de ropera.

 

A finales del siglo XVII comenzó a imponerse una nueva arma, el espadín. Tenía este una hoja más fina, que en principio fue plana, y terminó siendo de sección triangular416. Aunque los primeros modelos eran de hoja bastante larga, autores de mediados del siglo XVIII recomendaban que no midieran más de 80 centímetros de pomo a punta417. Su guarnición evolucionó, y en España parece que se adaptó la guarnición de taza a hojas de espadín en un primer momento, para luego adoptar una guarnición “a la francesa”418. Esta guarnición se componía de dos pequeñas conchas,

                                                             415

Ibíd., págs. 235-238.

416

Ibíd., págs. 221-222.

417

Angelo, Op. cit.

A pesar de esto, el manual de Manuel Antonio de Brea, Destreza del espadín, nos muestra un espadín de hoja algo más larga y con unos pequeños gavilanes. 418

165   

tras las cuales había dos arquillos que terminaron siendo vestigiales419 (no posibilitaban un agarre metiendo los dedos dentro), dado que el agarre francés era simple: el pulgar a un lado, y cerrar la mano en torno a él por debajo, con el índice y el corazón adelantados. No obstante, existen numerosos ejemplos de otros tipos de guarnición en espadines españoles del siglo XVIII, abundando sobretodo la guarnición de plato en diferentes versiones, desde un disco simple a un pequeño arranque de cazoleta420. En el último cuarto del siglo XVIII y comienzos del XIX se pondría de moda en el espadín, junto con otras hojas, la guarnición de concha vuelta421, moda también francesa. Esta espada se beneficiaría de los avances en armería, y sería también profusamente decorada. Fue un arma que montó, al igual que la ropera, muy diversas hojas, algunas de ámbito militar, más anchas y diseñadas para soportar un mayor castigo. Tanto la ropera como el espadín vieron una evolución en sus hojas, comenzando por modelos más gruesos y anchos, a otros progresivamente más finos422. Sobre los centros de producción de estas espadas en la Península, poco se sabe. Se tiene referencia a que algunos de ellos ya estaban funcionando en el siglo XV, como es el caso de Bilbao o Barcelona, mientras que otros surgen con relativa fuerza en el siglo XVI. Parece que los más destacados eran Valencia (por la calidad de sus espadas a comienzos del siglo XVI), Vizcaya con capital en Bilbao, Zaragoza, Barcelona, Sevilla y Toledo. Asimismo, existían otros centros de menor entidad como Córdoba, Cuenca, Sigüenza, Cuéllar, Zafra, Badajoz, Calatayud o Valladolid423. Los espaderos más prestigiosos, sin duda, eran los de Toledo, donde se llegó a crear una Real Fábrica de Armas en 1760. De este suceso fue testigo Francisco de Santiago Palomares, que escribió una Noticia de la Fábrica de Espadas de Toledo424.                                                              419

Norman estudia la evolución de esta guarnición, desde el plato o conchas de finales del siglo XVIII (tipologías de cruz 96 a 99) al comienzo del uso de las dos conchas separadas (cruz 111). Norman, Op. cit, págs. 170-173 Y 197-201. Vicente Toledo Momparler, Espadas españolas, militares y civiles, del siglo XVI al XX, Valencia, V. Toledo, 2010, págs. 69-93.

420

421

Ibíd. Págs. 94-96.

422

Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 242.

423

Peláez Valle, Op. cit., pág. 150.

Francisco Santiago de Palomares, Noticia de la Fábrica de Espadas de Toledo que por tantos siglos existió hasta fines del XVII en que acabó, y del método que tenian aquellos artifices armeros para 424

166   

Paradójicamente, este documento es uno de los únicos que nos presenta un cuadro cronológico y algunas características de la famosa espadería toledana, tan citada como poco conocida. En el documento de Palomares, escrito sin embargo desde la óptica de alguien que no es armero, se nos presenta una genealogía de grandes armeros toledanos, entre los que destacó Julián del Rey, personaje de finales del siglo XV y principios del XVI, de quien se dijo que marca de armero, un “perrillo”, fue imitada por otros armeros, e incluso por centros enteros de producción de espadas, como era Solingen (aunque parece que simplemente era una marca de armero parecida), que cobró gran importancia durante los siglos XVI y XVII, y de donde se importaban muchísimas hojas de espada, y espadas completas425.

426

(Ilustración 56) Espada ropera de taza con guarnición calada con hoja de Solingen, c.1700

.

Bilbao fue un muy importante centro de exportación de espadas a las islas británicas desde, al menos, finales del siglo XVI. Los ingleses parecían alabar la calidad de estas espadas, aunque en España las opiniones variaban. Algunos calificaban a las hojas de Bilbao como excesivamente rígidas, como en la obra El caballero Invisible, en la que se cita textualmente: “se quedó como espada de Bilbao”, haciendo una

                                                                                                                                                                               forjarlas y templarlas, aceros de que usaban y otras particularidades que las hicieron tan famosas en todo el mundo como apreciadas al presente, y de la que por el Rey nuestro señor que Dios guarde se estableció en esta ciudad año de 1760 por Francisco de Santiago Palomares Escribano Mayor de los primeros remates de rentas decimales de Toledo y su Arzobispado, 1760. Germán Dueñas Beraiz, “Francisco de Santiago y Palomares y los espaderos toledanos”, Gladius, 23 (2003), págs. 269-306.

425

426

http://www.hermann-historica.de/auktion63/ebook/SpanischeBlankwaffen/index.html#/77/zoomed, pág. 77. [revisado: 20-08-2012].

167   

comparación con el rigor mortis427. Bilbao, como hemos señalado, “puso de moda” en Inglaterra un tipo de guarnición propia, la llamada bilbo, que era una espada de conchas y gavilanes largos y rectos al estilo español428.

(Ilustración 57) Réplicas de una espada ropera con guarnición de conchas calada y con puentecillos y una daga de vela.

Por último, hay que reseñar el desarrollo, junto a las espadas, de las dagas de mano izquierda. Ya se empleaban en el siglo XVI, y evolucionaron en su guarnicionería desde cruces simples al modelo paradigmático español: la daga de vela, aparecida en el primer tercio del siglo XVII. Recibía este nombre por su guarnición, que recordaba a la vela de un barco, que tenía también grandes gavilanes en su cruz429. Las hojas de daga se realizaban de modo diferente a las de espada, ya que se buscaba en ellas una mayor resistencia a golpes o cortes. El proceso era parecido al de la espada, pero no tenían un alma de hierro dulce. El borde terminaba en forma de sierra con dentados, para impedir que las hojas de espada resbalaran libremente sobre ella. La hoja de esta daga comenzaba en un primer tercio en una parte ancha y plana, en cuyo reverso había un recazo (alguno de ellos estaba buido). En la zona de cambio de la hoja (que terminaba en sección triangular o verduguillo) podía haber dos anillos cerrados o abiertos con                                                              Germán Dueñas Beraiz, “La producción de armas blancas en Bilbao durante el siglo XVI”, Gladius, 21 (2001), pág. 271.

427

428

Estos grandes gavilanes se usaban no solo para la defensa, sino para “sujetar la espada” del contrario entre ellos y la hoja, o la guarnición, realizando una técnica conocida en la escuela española como “engavilanar”. Dueñas Beraiz, Op. cit., 2004, pág. 160. 429

Ibíd., pág. 159.

168   

objeto de intentar romper la punta del rival, y también podía esta bigotera o primer tercio de la hoja tener dos entrantes a modo de surcos o canales vaciados para atrapar las hojas de las espadas430.  

4.3‐ Espadas militares de 1725 a 1815   

Con la llegada de la nueva dinastía borbónica, comenzarán a aplicarse en el ámbito militar reglamentos de nuevo cuño que tocaban las más diversas facetas. Una de ellas, era la uniformidad, y junto a ella, las armas de reglamento, producidas en serie. No obstante, en el siglo XVIII la espada perdería relevancia como arma principal, al confiarse más en el fusil y la bayoneta431, aunque resultaba útil en otros cuerpos como la caballería, donde era el arma principal, o la armada, que usaba una gran variedad de espadas de reglamento para ceñir y para el abordaje.

(Ilustración 58) Espada para tropa de caballería 1728

El panorama arranca con la propia Guerra de Sucesión, donde se emplearon espadas que todavía recordaban a las de finales del siglo XVII, como espadas de taza, conchas y lazo. No obstante, aparecieron las llamadas guarniciones valonas, que estaban formadas por dos anillos laterales con placas caladas, guardamano y elementos adicionales como patillas o pequeñas velas. Significativamente, algunas de las hojas que                                                              430

Peláez Valle, Op. cit., pág. 163.

Juan L. Calvó, Espadines y espadas de ceñir (I) Espadines con recazo, "primitivos", http://www.catalogacionarmas.com/public/36-espadines-1.pdf, [revisado: 20-08-2012].

431

169   

montaban estas guarniciones eran sables (aunque de hoja recta) por lo que la llegada de este arma a España fue relativamente temprana432. En cuanto al espadín, este fue progresivamente volviéndose más cortesano, ligero y de guarnición más pequeña, con lo que adquirió fama de arma de poca valía entre el estamento militar, aunque los oficiales debieran ceñirlo en actos de importancia. No obstante, su arma principal en el combate fue, hasta 1768, el espontón, fecha a partir de la cual comenzaron a armarse con sables, conservando el espadín. Estas son las tipologías generales de espadín durante el siglo XVIII433: 1. Por una parte, los llamados espadines con recazo, que dominaron hasta finales de siglo. Entre estos, hay unos “primitivos” que muestran grandes semejanzas con las espadas de finales del siglo XVII, con guarniciones de taza, conchas, barquilla434 o barquilla con vela. Entre los más evolucionados, se ven guarniciones nuevas como la coquilla o la plancha ovalada. 2. Espadines sin recazo, que se generalizan a finales del siglo XVIII, a la vez que se pone de moda el llamado “estilo imperio”, con espadas lujosas que tendrán puños forrados con placas de nácar y guarniciones cinceladas. Casi la totalidad de las llamadas “espadas de ceñir” pertenecen a este tipo, y poseen puños de madera tallados, con molduras, cuadrillado, gallonado espiral o metálicos (en latón o metal blanco). Cada cuerpo del ejército, Infantería, Caballería y Marina, tendrá sus propias espadas de reglamento, incluidos los granaderos y cuerpos de la Casa Real, con diferencias entre cada rama de servicio (por ejemplo, no serán iguales las espadas de cazadores que las de caballería de línea). Hacer un listado de todas las piezas de reglamento conocido sería agotador, y un esfuerzo digno de un catálogo. Reseñaré pues las tendencias principales, poniendo algunos ejemplos.

                                                             Juan L. Calvó, Espadas y sables en la guerra de sucesión, 1702-1714, http://www.catalogacionarmas.com/public/35-GuerraSucesion.pdf, [revisado: 20-08-2012].

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Juan L Calvó, Espadines (I), Op. cit.

434

La barquilla es una guarnición que se asemeja a un semicírculo, y que suele cubrir solo la parte inferior e inmediata a la hoja de la espada, aunque puede prolongarse hasta la empuñadura en forma de vela.

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Domina en un primer momento la espada recta en la tropa de caballería, de guarnición de conchas, tanto para oficiales como para tropa, con hoja ancha y de punta aguzada, que medirá entre 1 y 1,1 metros de pomo a punta435. Corresponden a esta tendencia las espadas del reglamento de 1728, con guarnición de dos conchas, gavilanes curvos y guardamanos, en hierro. La hoja medía 940 mm. La caballería de línea renovó su espada en 1796, aunque era muy parecida a la primera y de líneas clásicas con cazoleta casi completa, gavilanes y guardamano, con una hoja práctica igual al modelo de 1728. En 1803 se creó el primer modelo reglamentario de caballería de línea, con el tipo de empuñadura que usarían los dragones en 1768, y hoja recta. Otro modelo de ese mismo año, un sable con hoja muy curva, tuvo escasa producción436.

(Ilustración 59) Empuñadura de un espadín con recazo, de hoja triangular y guarnición de conchas con guardamanos y puño de torzal de cobre.

En cuanto a los dragones, parecen iniciar el siglo con un sable de hoja curva, hasta que por recomendación del coronel Ramírez de Arellano, tienen una espada de hoja recta, empuñadura de hierro en forma de cesta con guardamano y dos gavilanes curvos provista por una ordenanza de ese mismo año (1768), que se confirma en 1780 con otro modelo de hoja más fina, pero recta. Tras un periodo de restructuración del arma de caballería en 1803, donde aparecen sables curvos para húsares y cazadores, los                                                              435

Toledo Momparler, Op. cit., págs. 98-103.

Juan José Pérez, Espadas y sables para tropa de caballería española. Primera parte (1728 - 1814), http://perso.wanadoo.es/jjperez222/tropacab.htm, [revisado: 20-08-2012]. 436

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dragones vuelven a reaparecer brevemente con su hoja recta, y quedan en la caballería dos tendencias fundamentales: por un lado, la caballería de línea con espadas de hoja recta, y la caballería ligeras con sables curvos437.

(Ilustración 60) Empuñadura de un sable de reglamento 1768 de un coleccionista particular.

Los oficiales de infantería comienzan utilizando espadas cercanas al metro, como ya hemos visto, primero de guarnición de taza o conchas, pero también de barquilla. En general, los oficiales ceñían espadas y sables diseñados a su gusto, junto a los preceptivos espadines, y en el caso de los oficiales de los cuadros medios y altos, se trataba de modelos ricamente ornamentados y que seguían las modas y tendencias del momento, como el uso de la hoja curva a finales de siglo438. No existiría un modelo de reglamento para oficiales hasta 1818. En cuanto a la Armada, sus oficiales ceñían espadines con guarnición distintiva de latón, con guarniciones de plato y barquilla (con o sin vela) de longitud entre 80 y 90 centímetros de pomo a punta y hoja relativamente ancha439. No obstante, los oficiales utilizaron también sables, sobretodo tras 1760 y a comienzos del siglo XIX, siendo estos de guarnición sencilla con guardamos o gavilanes con escudete440. La tropa de infantería                                                              437

Pérez Rodríguez, Juan José. “Las espadas de Dragones en la España del siglo XVIII: una revisión crítica”, Revista de historia militar, 93 (2003), págs. 135-156. Juan L. Calvó, Sables de oficial de infantería (I) Producción inicial, 1750-1850, http://www.catalogacionarmas.com/public/01-OflInf-1Ref.pdf, [revisado: 20-08-2012].

438

439

Toledo Momparler, Op. cit., pág. 115-117.

Juan L. Calvó, Espadas y sables de oficial de la Armada, http://www.catalogacionarmas.com/public/16-OflArda.pdf, [revisado: 20-08-2012]

440

172   

de marina tenía una espada de reglamento en 1763, con una sólida guarnición que guarda poco parecido a otras (una suerte de cazoleta y barquilla con gruesos gavilanes unidos al pomo y una hoja muy gruesa y recia de unos 93 centímetros441. Hacia el mismo año, contamos con otra espada de reglamento para sargentos de infantería de marina, de hoja igualmente ancha y más corta (73 cm) con guarnición muy robusta de latón442. El resto de la marinería se armaría como era costumbre con diversas armas blancas y de fuego, abundando los alfanjes y sables cortos.

(Ilustración 61) Sable 1815 para tropa de caballería ligera.

Sobre otros cuerpos, los granaderos al parecer utilizaron desde el primer momento un sable recto, muy parecido a otros contemporáneos, con una guarnición que recuerda a las valonas. No fue hasta la Guerra de Independencia que usaron un sable curvo. Algo parecido sucedía con otros cuerpos como las Guardias de Corps, que preferían el sable o espada recta desde inicios de siglo y hasta 1815 no adoptaron la hoja curva443.

                                                             441

Toledo Momparler, Op. cit., pág. 106.

442

Ibíd., pág. 107

Juan L. Calvó, Espadas de montar y sables de los Reales Guardias de Corps, y del Real Cuerpo de Guardias de la Persona del Rey, http://www.catalogacionarmas.com/public/19-Gcorps-1.pdf, [revisado: 20-08-2012].

443

173   

­ Conclusiones.   

Este trabajo se inició con unos grandes interrogantes. En gran medida, estos interrogantes han sido contestados, pero la explicación dada en él no es sino el primer paso en una línea de investigación que puede, y debe, profundizarse en las más variadas vertientes. La primera pregunta que convenía hacerse era ¿Qué es la esgrima? Como hemos señalado, la esgrima fue algo cuyo significado cambió durante los siglos de la Edad Moderna, comenzando como un arte marcial y convirtiéndose, poco a poco, en un deporte, o una práctica deportiva, aunque mantuvo siempre (y especialmente en el mundo militar) una vocación clara de arte marcial para la ofensa y la defensa. ¿Cómo era esta esgrima en España? Se impartía, como hemos visto, más de una escuela o tradición en las fronteras de la actual España. Se comenzó con una esgrima de fuerte influencia imperial e italiana, de carácter bajomedieval, muy relacionada con el entrenamiento de los caballeros y la nobleza. Luego, surgió lo que vino a llamarse como “destreza vulgar” o “esgrima común”, que no era sino una adaptación de los principios de otras escuelas europeas, ya mentadas, de un modo bastante pragmático. La esgrima civil fue desarrollándose así, paralela al surgimiento de la espada civil, la llamada actualmente ropera, en torno a la década de 1520-1530. Esta espada, de hoja más larga y estrecha, basó progresivamente su esgrima en el ataque de punta, aunque sin desechar en un primer momento el filo. La esgrima de este arma, en los territorios españoles, vio un gran desarrollo, quizá fruto de la permisividad de la legislación en torno a la cuestión de portar este tipo de armas como parte del atuendo cotidiano, algo que no cambiará hasta el reinado de Carlos III. Esta esgrima española, reconocida internacionalmente, ha sido fruto de malas interpretaciones y de la mitificación, que le achacaba una supuesta falta de efectividad. Como hemos demostrado, la fecunda escuela de la verdadera destreza, iniciada por Carranza y continuada por Pacheco y sus seguidores, influyó en autores extranjeros, y se prolongó durante casi 300 años. De cualquier modo, el supuesto oscurantismo de esta escuela viene dado, simplemente, por una mala interpretación de sus tratados, basados en conceptos matemáticos y geométricos, y sin embargo eficaces (como demuestra su 174   

propia superviviencia en el tiempo). Conceptos, por otra parte, compartidos por otras escuelas contemporáneas, sobretodo la italiana, pero que se fueron desechando progresivamente en el panorama europeo durante el siglo XVII, y especialmente por la implantación progresiva de la naciente escuela francesa, que basaba sus postulados en una interpretación mecánica del uso del arma, y que estructuraba sus contenidos de forma más clara para el lector. La esgrima española es víctima de muchos mitos, y no solo en lo tocante a la escuela de la verdadera destreza. Como hemos analizado, el supuesto origen español de la esgrima “moderna”, fechado a finales del siglo XV, carece de una base documental sólida, y se basa (como otros tantos mitos relativos a la esgrima) en trabajos pioneros de finales del siglo XIX y principios del XX, que adolecían de interpretaciones parciales, de enfoque positivista y con cierto tinte de reivindicación nacionalista. Se trataba, pues, de establecer una genealogía de la esgrima, donde cada nación reivindicaba su invención aportando datos. Resulta curioso, sin embargo, que fuera la idea del origen español la que terminara imponiéndose, y que se mantenga hasta nuestros días en el marco de las publicaciones oficiales de las federaciones de esgrima. ¿Se trata de una cuestión de interés mercantil, o de promoción de este deporte? Lo cierto es que la idea no parece sostenerse ante el análisis científico más elemental. La esgrima y el mundo de la espada no son solo una cuestión de tratados y análisis de piezas de museo. Formaban, en la mente de los hombres de la Edad Moderna, parte de un todo. Y en ese todo, se incluía el propio fin de la esgrima, que era preparar para el campo de batalla, o para la defensa de propia vida. A pesar de que algunos autores han trivializado la cuestión del duelo en España, dada la fuerte reacción que se tuvo en su contra en las más variadas publicaciones de los siglos XVI a XVIII, y la persecución por parte del poder y la ley, lo cierto es que el fenómeno se desarrolló en las fronteras de los reinos hispánicos de la monarquía. Cartel de desafío primero, de carácter público, y duelo privado con billete de desafío y padrinos después, el duelo era una fórmula para la resolución privada de conflictos donde se involucraba el concepto del honor, y la defensa de la honra frente al insulto, que la nobleza defendió como parte de sus propios privilegios de clase, manteniéndose durante toda la Edad Moderna y más allá. Esta nobleza, como hemos señalado, podía portar por derecho medieval la espada, en casi cualquier circunstancia, y otras clases sociales se aprestaron a imitarla. A pesar 175   

de que los clérigos y las minorías sociales no podían empuñar estas armas blancas, encontraron pronto subterfugios para poder portarlas, pública o veladamente, dada la imagen de nobleza que aparejaba el ceñir la espada. Sin embargo, debería aquí profundizarse en el estudio: ¿En qué lugares estaba permitido portar espada, y en cuales no? ¿Cómo se adquiría el derecho a portar armas fuera del reino de Granada? ¿Se extendió la costumbre de los clérigos de portar un bastón de estoque para sus desplazamientos por la ciudad más allá del siglo XVIII? Sobre estas espadas, las utilizadas, hemos señalado que existía una gran diversidad: espadas de caza, espadas de ejecución, espadas “negras” de entrenamiento abotonadas, sin punta ni filo, espadas de guerra (largas y cortas), roperas, espadines, sables de hoja recta o curva… Sea como fuere, la mayoría de estas armas se llamaban, simplemente y llanamente “espada”, y se las diferenciaba por su uso o por ciertas características llamativas de su hoja o morfología. Cabe preguntarse entonces hasta que punto los conceptos modernos que empleamos para catalogar estas armas, resultan significativos si tenemos en cuenta la propia visión de los hombres de la Edad Moderna. Parece quizá más apropiado cambiarlos, y comenzar a hablar de las espadas de este modo, por su finalidad o sus características, habida cuenta de que en muchos casos, para una misma guarnición podían montarse varios tipos de hojas, con fines muy distintos entre sí. Se ha investigado la propia práctica de la esgrima dentro de una sala de armas, un asunto que generalmente ha sido olvidado por la historiografía de la esgrima, u obviado, por la falta de documentación directa. Sobre la documentación, conviene precisar que, aunque han llegado hasta nuestros días una gran cantidad de fuentes impresas, es esta abundancia la que ha llevado a olvidar a la documentación de archivo, constituyendo esta área de estudio, la de la esgrima y la espada, un campo virgen en lo que se refiere a este trabajo de archivo. Queda, pues, por conocer la realidad de los maestros de esgrima y salas de armas locales, estudiar sus cartas de examen y nombramientos, ver en qué pleitos se hallaban inmersos, rastrear su extracción social, o rescatar de las crónicas noticias acerca de sus exhibiciones en plazas y palestras. En este trabajo, empero, se ha pretendido arrojar algo de luz acerca de estas figuras tan esquivas, los maestros de armas, estudiando la documentación conocida sobre ellos, y

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comparándola sobretodo con el ejemplo alemán (o imperial), mejor estudiado y rico en documentación y manifestaciones gráficas. Ya fuera en palestras públicas o salas de armas privadas, la práctica de la esgrima constituye un mundo en sí misma, y más si tenemos en cuenta que se entrenaba con una finalidad real para la defensa, y que lo enseñado en escuelas de esgrima debía ponerse a prueba, si era necesario, en las calles o los campos de batalla. Es por esto, quizá, por lo que las espadas españolas soportaban pruebas muy duras antes de su comercialización, llegando a un estándar de calidad reconocido internacionalmente. En este estándar, eran sus propiedades mecánicas lo más apreciado: la utilidad real del arma en combate. Que fuera dura para dar tajos y soportar golpes, y al mismo tiempo flexible para la estocada, recuperando su forma sin quebrar. La espada, pues, ha de entenderse como lo que es: un objeto diseñado para defenderse, pero también para atacar, un instrumento de defensa, herida y muerte, al que se asoció y se asocia una mística que se remonta a tiempos medievales. Este aspecto, el de la mística, ha sido bien estudiado, pero convendría analizarlo desde una nueva óptica: la espada como reflejo de un ideal, el de la nobleza guerrera, al que otros sectores sociales aspiraban. La extensión del fenómeno del duelo y la violencia espontánea generada por la dialéctica del honor y el insulto, demuestran que este ideal permeó en la sociedad, desde los oficiales de los gremios hasta los moriscos granadinos. Este aspecto, la dimensión social, debe ser analizada con mayor profundidad, y aunque algunos son los trabajos que se han realizado en este sentido, debe estudiarse con más detenimiento el caso español que, sospecho (y como en otros tantos aspectos de la Historia), será similar y a la vez diferente al panorama francés o italiano. No cabe, sin embargo, olvidar la dimensión de la propia esgrima, y de la espada para la que se entrenaba. Ese ha sido el propósito de este trabajo. Con mucha frecuencia, se habla de espadas y de esgrimistas, y se conoce poco tanto a las unas como a las otras. Decía Lamarck que la forma respondía a la función, y tanto la esgrima como las espadas responden a este sencillo principio evolutivo, que no hay que desdeñar. La literatura, así como otras manifestaciones del periodo, contienen referencias a conceptos y maniobras, a escuelas de esgrima, a tipos de espada o formas de combatir que, si no son analizadas y conocidas, sesgan nuestra interpretación. Este asunto no constituye una curiosidad, como algunos parecen pretender, ya que a pesar de la mística asociada, o la sátira de su 177   

propia época, el uso de la espada era algo serio, en lo que la propia vida estaba en juego. Quizá por eso hasta fechas relativamente recientes el ejército incluía en la instrucción del soldado, especialmente del jinete, la esgrima, dentro de la propia academia militar. Y aunque la espada civil, que había surgido con fuerza a comienzos del siglo XVI, decayera durante los siglos XVIII y XIX, relegándose progresivamente la esgrima a deporte de caballeros, el estamento militar siguió conservándola como un ejercicio destinado a la salvaguarda de la propia vida y la muerte del enemigo, ya que los soldados ceñían espadas como parte de su uniforme reglamentario y hacían uso de ellas en la guerra, como se hacía uso de ellas en los cuerpos de policía, como la guardia civil, que aún disolvía a sablazos las huelgas y manifestaciones a comienzos del siglo XX. Así pues, y a pesar de que este asunto, el de la esgrima y las espadas, pueda dar lugar a cientos de interpretaciones diferentes sobre sus aspectos más puntuales, hay que tener en cuenta que la esgrima, los maestros de armas y sus enseñanzas, las cuestiones sociales en torno al uso de la espada o la forma de estas armas, se mueven en ámbitos muy cercanos. Y aunque a nosotros nos parezca que dichos ámbitos forman compartimentos estancos, en la Edad Moderna se relacionaban entre sí, influyéndose de forma determinante. Por último, conviene señalar, como ya hemos comentado, que el desarrollo de este trabajo abre un número enorme de interrogantes y líneas de investigación, casi tantos como los que esclarece, o pretende esclarecer. Ya hemos señalado que los tratados de esgrima, muchos de los cuales no han sido estudiados en profundidad, bien merecían el trabajo conjunto de historiadores, filósofos, matemáticos o historiadores del arte, tanto en el análisis de sus láminas como en el contenido que desarrollan. Estos documentos se enfrentan a un problema similar, como es el de explicar de una forma comprensible un problema mecánico: el movimiento y las evoluciones del cuerpo humano, mediante el discurso o la ilustración, y además incluir en él las consideraciones del combate, siempre cambiante y aparentemente impredecible. Dos humanos enfrentados entre sí pueden atacar, defenderse, moverse y evolucionar en sus posturas de un modo tan complejo y rápido que puede escapar al ojo humano. Esto es lo que la escuela de la verdadera destreza, al igual que otras, trató de explicar. Y, en este caso, empleó la geometría y las matemáticas para desglosar de modo científico el movimiento del cuerpo durante el combate, aún a costa de resultar farragosa y poco comprensible en 178   

un tiempo en el que la educación superior era cosa de unos pocos, y en el que las citas a Platón o Euclides resultaban virtualmente incomprensibles para el común de los mortales. No solo los tratados de esgrima merecían un estudio propio, sino, como hemos visto, toda la documentación relacionada con esta práctica, y con el uso de la espada. Conviene rescatar del olvido, como ya he señalado, a los maestros de armas, españoles o extranjeros, tanto como estudiar los fenómenos de violencia, ritualizada o no, que eran comunes durante la Edad Moderna. Duelos, lances, bandos, rencillas como disciplina laboral o de grupo, violencia con fines sociales o ideológicos son asuntos que han suscitado numerosos trabajos, y en los que se debe profundizar. En este aspecto, el de la dimensión social, parece que el siglo XVII fue el más prolífico, tanto en la esgrima como en la violencia para la que se entrenaba, así como en el desarrollo de las espadas que se diseñaban para tal fin. Dada la cantidad de tratados de este siglo, y el elevado número de menciones a rencillas, duelos y muertes violentas, hemos de entender que existía una gran demanda social en materia de esgrima y de espadas civiles, de tal modo que podríamos considerar al siglo XVII español como el “Siglo de Oro de la esgrima”. Convendría, sin embargo, estudiar en profundidad esta demanda, a fin de confirmarla y tratar de demostrar o refutar esta idea. En cuanto a las armas empleadas, su estudio compete especialmente a expertos en arqueología metalúrgica, pero también a historiadores e historiadores del arte. La espada estaba presente en el atuendo civil y en el mundo militar, y aunque resulte arduo, es necesario estudiar sus características. Se ha hablado mucho de la espada ropera y se conocen bien las tipologías de espadas de los siglos XV a XVIII. Sin embargo, el trabajo en este sentido no ha terminado todavía. A pesar de que Oakeshott o Norman nos han aportado brillantes catalogaciones y han establecido tipologías de armas, conviene estudiar las propias armas empleadas en España y sus tipologías. Dueñas Beráiz llama la atención sobre este hecho. Existen tipologías citadas, y tipos de hoja, como son las alesnas, las puntas “retráctiles” o los “terciados”, que no se conocen ni han estudiado. Quizá existan ejemplares en los museos y colecciones, españolas o extranjeras, que arrojen algo de luz sobre este tipo de armas.

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El trabajo, pues, no ha hecho más que comenzar. Se trata, como vemos, de un auténtico campo de estudio, que puede ramificarse casi indefinidamente. Este trabajo ha resuelto muchos interrogantes, total o parcialmente, pero abre otros muchos. Compete a la labor de los historiadores, y no solo a ellos, profundizar en este mundo fascinante, el de la espada, tan incomprendido como citado, sobre el que he tratado de arrojar un poco de luz.

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‐ Documentación de archivo   

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‐ Recursos electrónicos y de video   

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Calvó, Juan L., Espadas y sables en la guerra de sucesión, 1702-1714, http://www.catalogacionarmas.com/public/35-GuerraSucesion.pdf, [revisado: 20-08-2012].

• Calvó, Juan L., Espadines y espadas de ceñir (I) Espadines con recazo, "primitivos", http://www.catalogacionarmas.com/public/36-espadines-1.pdf, [revisado: 20-08-2012]. • Calvó, Juan L., Sables de oficial de infantería (I) Producción inicial, 1750-1850, http://www.catalogacionarmas.com/public/01-OflInf-1Ref.pdf, [revisado: 20-082012]. • Clements, John, Pietro Monte - from Medieval to Renaissance Master ...once again, http://www.thearma.org/essays/Monte.htm, [revisado: 2-7-2012]. • FIE, Fencing History, http://www.fie.ch/download/en%20bref/en/Histoire%20escrime-ANG.pdf [revisado: 28-06-2012]. • H.T.Melville, Neill, The origins of the Two-Handed sword, Journal of Western Martial Arts, http://www.ejmas.com/jwma/articles/2000/jwmaart_melville_0100.htm, [revisado: 15-08-2012]. • Heim, Hans y Kiermayer, Alex, The Longsword of Johannes Liechtenauer, Agilitas T.V, parte I (DVD). • Heim, Hans y Kiermayer, Alex, The Messer of Johannes Leckuechner, Agilitas T.V, parte I (DVD), 2007.

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‐ Glosario de términos   

• Adarga: la adarga era un escudo de cuero empleado por los andalusíes que se empuñaba, no se embrazaba (se cogía con una mano por el centro de un embrace de tela con forma de aspa o X) y que tenía forma de 8 o de corazón. Los conquistadores lo llevaron a tierras americanas, donde todavía a finales de la Edad Moderna lo utilizaba una milicia a caballo que defendía la desértica frontera norte del virreinato de la Nueva España: los lanceros de cuera. • Alesna: punta de espada semejante a la lezna, un instrumento fino y muy puntiagudo que usan los zapateros para agujerear, coser y pespuntar. • Ángulo recto: rectitud o guardia de la escuela de la verdadera destreza. En ella, la espalda quedaba recta y las piernas casi juntas, con las puntas de los pies formando un ángulo de 90 grados (con la punta del pie derecho mirando hacia el enemigo) y el brazo que sostenía el arma estirado hacia el oponente. • Arquillos: parte de la guarnición de la espada que protege a los dedos que se apoyan en el recazo, y que se asemejan a un semicírculo. • Bilbo: tipo de guarnición producida en las armerías de Bilbao formada por dos conchas, con o sin lazos, que gozó de gran popularidad en su exportación a las Islas Británicas. Designa también, por añadidura, a las espadas españolas en dichas islas a finales del siglo XVI y comienzos del XVII. • Bordón: o berdón, era un tipo de “espada secreta” en la que la hoja se ocultaba dentro de un bastón. Era el antecesor del bastón de estoque del siglo XVIII, y podía albergar diferentes tipos de hoja. Al parecer lo empleaban ciertos clérigos cuando salían de su casa por la noche, burlando así la prohibición de que miembros del clero pudieran ir armados. • Bracamarte: o falchion, era una espada de corte de longitud variable, con un solo filo, semejante a un machete o cuchillo grande. Tenía diferentes tipos de guarnición, siendo las más comunes la cruz sencilla o la concha.

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• Broquel: el broquel es un pequeño escudo metálico de 15 a 45 cm de diámetro, semejante al umbo central de un escudo de guerra. El broquel se empuñaba con una mano, y se utilizaba para proteger la que empuñaba la espada, o para desviar los ataques del rival. En el mundo anglosajón, la voz swashbuckler (“golpeabroqueles”) quedó como sinónimo de bravucón, y se emplea hoy en día para designar al género de “capa y espada”. • Calda: en armería, cada pase de la pieza de acero por el horno o fragua para aumentar su temperatura. • Careta de esgrima: protección moderna y obligatoria en las salas de esgrima y las competiciones de esgrima deportiva. Se trata de una especie de casco formado por un armazón de plástico y metal con barbada de algodón prensado. La cabeza queda cubierta por un enrejado metálico, diseñado para soportar golpes de punta o de filo. Existen unos estándares de fabricación que se corresponden con la normativa de la Federación Internacional de Esgrima, en los que las caretas pasa unas pruebas soportando golpes con 350, 800 o 1.600 newtons de fuerza. • Cazoleta: tipo de guarnición que se puso de moda en España durante la segunda mitad del siglo XVII, formada una taza metálica, gavilanes y guardamanos. Ofrecía una gran protección a la mano del usuario frente a cortes o estocadas. • Chaquetilla: chaqueta con mangas que tiene un relleno acolchado que amortigua los golpes, y que se usaba en las salas de esgrima. Hoy en día es de algodón prensado, o de materiales sintéticos semejantes al entramado del kevlar. • Cinquedea: espada corta que se hizo muy popular en Italia a finales del siglo XV y principios del XVI. Su hoja era más ancha en la base que en la punta, y tenía forma semejante a la de un triángulo. Su nombre venía dado por el grosor de su parte más cercana a la empuñadura, que se decía que medía “cinco dedos”. • Compás: en la escuela de la verdadera destreza, movimiento que se realiza primero con una pierna y luego con la otra, quedando al final en una guardia o rectitud que posibilite nuevos desplazamientos. 194   

• Contera: en las vainas, remate metálico al final de la misma, que la asegura y refuerza. • Contrafilo: se denomina contrafilo al filo opuesto del que se usa normalmente para atacar con una espada. Atacar de contrafilo supone que se empuña la espada como para atacar con el filo, pero se termina atacando con este (o sea, sin empuñar la espada del revés). Usualmente, el ataque de contrafilo se realiza con los últimos centímetros de éste lado de la hoja, razón por la que en los sables era costumbre afilar solo una pequeña sección del contrafilo. • Contratiempo: el contratiempo es una acción de ataque que se realiza simultáneamente a la del rival, de modo que anula a la misma cerrando de forma rápida y precisa la apertura en la guardia del oponente cuando este está realizando su ataque. • Cuchillada: ataque en el que se realiza un rápido corte con un giro de muñeca, con o sin un pequeño movimiento del antebrazo. • Daga de rodela: La daga de rodela o roundel dagger era una daga que se empuñaba hacia abajo, de hoja de sección triangular y poco flexible, diseñada para intentar penetrar la armadura de un caballero. • Destreza vulgar: nombre con el cual los tratadistas de la verdadera destreza designaban a la forma de esgrimir que se desarrollaba en España, basada en doctrinas mixtas con escuelas foráneas como la italiana o la alemana, o muy semejantes a ellas. Evolucionó a lo largo de la Edad Moderna, adaptándose a las nuevas armas y formas de esgrimir, y todavía existía a comienzos del siglo XVIII. • Diestro: dícese del esgrimista de la escuela de la verdadera destreza. • Distancia: la distancia entre ambos esgrimistas es un sujeto de estudio en todas las escuelas o tradiciones: la alemana, la española, la italiana y la francesa. Dicha distancia varía en función de la acción que se desea realizar, pero siempre parte de una equidistancia entre ambos contendientes, que depende del arma y del estilo de esgrima. 195   

• Dussack: sable corto de un solo filo utilizado en el Sacro Imperio. Los dussack de madera eran una de las armas de entrenamiento de la escuela alemana para todas las armas de la familia del bracamarte. • Embocadura: en una vaina, pieza metálica que refuerza la parte por donde entra y sale la espada. • Escuela alemana: la escuela o tradición alemana se inicia con el maestro Johannes Liechtenauer, en el siglo XIV, que sentó una serie de principios en la terminología y la práctica que fueron respetados, aunque también ampliados, por sucesivos tratadistas durante los siglos XV, XVI y XVII. • Escuela francesa: escuela o tradición de esgrima surgida a lo largo del siglo XVII, y que basaba sus preceptos en una explicación mecánica de la esgrima, fundamentada en un racionalismo cartesiano. La escuela francesa se centró en la enseñanza de la esgrima del espadín, mediante el florete, con movimientos ágiles en un sistema de contraataque basado en la parada/respuesta. Grandes maestros de esta escuela fueron Le Perche du Coudray, Besnard, Philibert de la Touche, Labat de Tolouse o Domenico Angelo. • Escuela italiana: la escuela italiana de esgrima surgió en el siglo XV, con grandes semejanzas con la tradición alemana. Se diferenció de esta durante el siglo XVI, optando por el desarrollo de la esgrima con espada ropera. Fue una tradición cambiante, de gran influencia en Europa, en la que destacaron maestros como Achille Marozzo, Camilo Agrippa, Giacomo di Grassi, Salvator Fabris, Nicoletto Giganti o Francesco Alfieri. • Espada blanca: la que tiene el filo y la punta “vivos”, afilados. • Espada de punta y corte: también llamada “espada de guerra”. Era un tipo de espada semejante a la ropera, a la cual antecedió. Surgió a lo largo del siglo XV, y fue perfeccionando la defensa de la mano del usuario con nuevos diseños de guarnición. Coexistió junto a la ropera como la espada empleada en el mundo militar, diferenciándose de ésta por tener una hoja más corta y ancha, con un punto de equilibrio más lejano de la guarnición, pensado tanto para la esgrima 196   

de corte como para la de punta. El término fue acuñado por John Clements en su obra Renaissance Swordmanship. • Espada negra: espada con el filo y la punta romos. Solía tener un botón en la punta o una zapatilla de cuero. Se llamaba negra por que al parecer no se la pulía cuando salía de la forja con el color negro del óxido. • Espadas pluma: o federschwert, eran un tipo de espadas negras empleadas en la escuela alemana para los entrenamientos. Tenían una hoja con un escudete amplio en el primer tercio de la hoja, para apoyar en él el dedo pulgar según uno de los agarres de esta escuela. El resto de la hoja, sin punta ni filo, era mucho más estrecha, aligerando así el peso. • Espadín: el espadín o smallsword es una espada surgida en Francia durante el siglo XVII a partir de la ropera. De hoja más corta y estrecha, su guarnición se fue simplificando hasta adoptar con frecuencia la forma de dos pequeñas conchas, con guardamanos, sin gavilanes y con dos pequeños arquillos vestigiales. Es el arma que Francia popularizó en el siglo XVIII, tanto en la milicia como en el ámbito civil. Domenico Angelo desaconsejaba los espadines que midieran más de 83 centímetros de pomo a punta. • Estocada: acción de ataque con la espada en la que se hiere de punta. • Estramazón: una acción de corte fulminante que se ejecuta con el brazo estirado la mano en tercera y solo con la muñeca. Es un corte de poca potencia pero rápido y que no descubre la línea de ataque444. • Finta: la finta es una treta o conjunto de acciones simples mediante la cual se engaña al contrario fingiendo un ataque para provocar su respuesta, y luego ejecutar otra acción diferente (como un ataque por el otro lado). • Florete: espada negra o de entrenamiento de la escuela francesa, pensada para habituarse al uso del espadín. Tenía una forma parecida a la del propio espadín, con una guarnición más simple, sin filo y con un botón en la punta.                                                              444

Bomprezzi, Op. cit., Breve comentario sobre la Esgrima Española en el tratado de Doménico Angelo.

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• Fondo: el fondo es una acción de ataque típica de la escuela francesa de esgrima, muy empleada en la actual esgrima deportiva. Se trata de un movimiento explosivo de extensión del pie y el brazo adelantados, dejando fijo en el suelo el pie y la pierna atrasada, de modo que el esgrimista ataca “estirándose como un muelle”. • Freifechter: gremio de esgrimistas fundado en Praga en torno a 1570, y que vino a terminar con el monopolio de la Hermandad de San Marcos en los territorios del Sacro Imperio. • Gavilán: voz que a partir del siglo XVII designa a los brazos de la cruz de una espada. • Guardamanos: protección de una espada que parte desde la cruz y llega hasta el pomo, destinada a proteger la mano y parte del antebrazo ante cortes ocasionales. • Guardia: Se denomina guardia a una posición de partida para un esgrimista, en la que se “afirma”, y a través de la cual se pueden desarrollar ataques y defensas con mayor facilidad. • Hermandad de San Marcos: gremio de esgrimistas del Sacro Imperio del que se tiene noticia en el último cuarto del siglo XV. Gozó del monopolio en este campo, y en los territorios imperiales, hasta la aparición de los Freifechter en torno a 1570. • Maestro de armas: profesional cualificado para la enseñanza del uso de determinadas armas. Se llamaba así a los maestros de esgrima, que podían ser en España mediante examen público tanto “maestros del arma” (una sola) como “maestros de las armas” (varias). • Maestro de los pajes: cargo de las casas reales. Tenía como oficio enseñar el manejo de las armas, y la esgrima, a los pajes de la casa correspondiente. Había maestros de los pajes en la casa del rey, de la reina, del príncipe o en la de Borgoña.

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• Mano y media: la espada de mano y media o bastarda era una espada que comenzó a utilizarse en el siglo XIV, y que tuvo un gran desarrollo en el siglo XV. Solía tener entre 70 y 90 centímetros de hoja, y pesaba entre 1 y 2,5 kilos. Su nombre viene dado por la forma de empuñar el arma, normalmente a dos manos, pero con una de ellas (la izquierda) deslizándose en un agarre cambiante por la empuñadura o el pomo. Podía empuñarse con una sola mano en caso de emergencia. • Martillo de lucerna: arma de asta cuya punta está compuesta por una punta de lanza y como “petos” una cabeza de martillo y un pico. • Máscara: antecesora de la careta de esgrima, representada durante la segunda mitad del siglo XVIII. Parece que era semejante a las del teatro o la ópera, con agujeros en los ojos, y se anudaba por detrás de la cabeza con unos cordeles. • Medio de proporción: según la escuela de la verdadera destreza, el medio proporcionado o de proporción era la distancia de combate óptima. Se calculaba a partir de varios factores, como la longitud de las espadas y la altura de los esgrimistas, y pretendía que hubiera una equidistancia entre ambos. Normalmente, ambos diestros se colocaban en ángulo recto y comprobaban que, con el brazo estirado, la punta de la espada del tirador más alto llegara hasta la guarnición de la espada del otro. • Mesas: cada uno de los planos que tienen las hojas de las armas blancas. • Messer: messer significa literalmente “cuchillo”. Designaba a un arma del tipo espada corta, de un solo filo y guarnición muy sencilla. Es posible que bracamarte y messer sean, de hecho, lo mismo. • Montante: gran espada a dos manos, que medía entre 150 y 180 cm y pesaba entre 2 y 3 kg. Debía empuñarse con las dos manos, y tenía una falsaguarda al final del primer tercio de la hoja, que estaba sin afilar, donde también podía apoyarse la mano. Era el símbolo de los maestros de armas españoles, que la utilizaban para apartar las espadas de los alumnos en la clase. También se empleaba en el ámbito militar, especialmente por parte de los lansquenetes alemanes. 199   

• Oposición: se llama oposición, en esgrima, a la acción de apartar la hoja del rival conforme se ataca, moviendo el brazo hacia el lado contrario por el que se tiene prendida la espada del rival, pero dejando la punta quieta en el sitio por donde se pretende dar la estocada. Normalmente, durante la ejecución de una oposición se consigue prender la espada del rival no solo apoyándola en la propia hoja, sino también contra la guarnición. • Palestra: lugar al aire libre, generalmente en medio de una plaza, que se acotaba con unas vallas de madera, y donde se practicaba esgrima y se realizaban exhibiciones de combate. • Paso: en la escuela de la verdadera destreza, movimiento que se realiza con un solo pie. • Patillas o lazos: protecciones de la guarnición de una espada que suelen partir de la cruz o los arquillos, y que guarecen a la mano especialmente ante los cortes. • Plastrón: protección de cuero recio semejante a un mandil, sin mangas, que se usaba en las salas de esgrima. Hoy en día está hecho de plástico, y se viste por debajo de la chaquetilla. • Primera intención: en esgrima se llama “ataque de primera intención” al ejecutado sin oposición ni contacto con el hierro del rival, así como al ataque que se realiza “directamente” y sin venir desde una defensa o contra. • Recazo: parte de la hoja de la espada que queda dentro de la guarnición, que no se afila, y sobre la que se pasan los dedos en el agarre para aumentar la sensación de contacto con la propia hoja, y sentir así mejor las vibraciones propias del contacto con otra espada. • Rodela: la rodela era un escudo redondo de metal, que cubría casi la mitad del cuerpo del usuario. Era empleado en el entorno militar desde finales del siglo XV, y aún se empleaba en la Guerra de los Treinta Años por parte de las tropas imperiales. • Ropera: espada ropera es el nombre moderno que se da a la espada civil de hoja recta, larga y estrecha que se utilizó a partir de 1550 como parte del atuendo de 200   

diario en diversas naciones de Europa Occidental. Sus guarniciones fueron evolucionando en complejidad buscando proteger la mano del usuario, siendo las más frecuentes la de lazo o pitones, la de conchas y la llamada cazoleta, que adquirió gran popularidad en España en la segunda mitad del siglo XVII. • Sable: espada diseñada para una esgrima de corte, generalmente con un solo filo o con filo y contrafilo, de hoja recta o curva, que se popularizó a través de la influencia de los soldados de Europa del Este durante los siglos XVII y XVIII. • Sala de armas: lugar bajo techado destinado a la práctica de la esgrima, así como de otras artes marciales. Se trataba generalmente de un lugar llano, con bancos y elementos auxiliares como un potro o armas negras. • Tahalí: prendedor de la espada, semejante al talabarte, pero que colgaba del hombro y se vestía cruzado al pecho. • Tajo: acción de ataque en la que se realiza un corte con un movimiento del antebrazo o el brazo, además de la muñeca. Si se descarga el golpe por el lado derecho se llama tajo, y si se forma o descarga por el izquierdo, revés. • Talabarte: pieza que cuelga de un cinturón o pretina, compuesta por una argolla de metal en la que basculan unas abrazaderas de cuero o piel rematadas por hebillas que se cierran en torno a la vaina. • Terciado: espada semejante al bracamarte, de unos 50 centímetros de hoja, usada ocasionalmente para la ejecución de reos. • Tirador: voz con la que actualmente se designa a los esgrimistas. Sinónimo de esgrimista. • Verdadera destreza: escuela o tradición de esgrima inaugurada en España en 1582 con la obra de Jerónimo Sánchez de Carranza De la philosophia de las armas, y continuada por Luis Pacheco de Narváez y los seguidores de ambos maestros. Fue una escuela que generó una gran cantidad de tratados, tanto en letra impresa como manuscrita, y que gozó de una gran aceptación durante los siglos XVII y XVIII, así como parte del XIX. 201   

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