La Escritura del S.O.

July 27, 2017 | Autor: V. Villegas Ferná... | Categoría: Paleography, Southwestern script / Escrita do Sudoeste / Escritura del Suroeste
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Villegas Fernández, V. M. (curso 2014-2015), La escritura del S.O. Peninsular, UHU

LA ESCRITURA DEL S.O.

TRABAJO REALIZADO POR: Víctor Manuel Villegas Fernández Arqueología protohistórica, curso 2014-2015, UHU

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Villegas Fernández, V. M. (curso 2014-2015), La escritura del S.O. Peninsular, UHU

INTRODUCCIÓN "Quien no conoce las lenguas extranjeras nada sabe de la suya propia" afirmaba el escritor y filósofo alemán Johann Wolfgang von Goethe. La escritura supone una fuente de gran importancia para la historia, una fuente que nos aporta información de las sociedades que hacen uso de ella, además de aportarnos una fuente de estudio de gran importancia, aunque esta fuente de estudio puede o no ser exacta. En la Península Ibérica acudimos a un encarnizado debate en torno a una de las primeras manifestaciones de escritura en el territorio, con una escritura que está íntimamente relacionada con la adopción del alfabeto fenicio, un alfabeto que amoldan a sus necesidades para fijar una escritura que nos ha dejado una serie de monumentos como las conocidas como "estelas del S.O." u otros elementos menos monumentales como los grafitos, que pese a su menor monumentalidad también constituyen un elemento importantísimo para la el estudio de esta escritura. El principal problema para el estudio de estos elementos es la recurrente aparición de estos de forma descontextualizada, un hecho que nos impide hacer afirmaciones precisa sobre la cronología de estos elementos o sobre su posición o uso original; otro sería el grado de fragmentación con el que nos llegan muchos de estos y que hace que perdamos algunos de los signos de esta escritura. No acaban las cuestiones relacionadas con el contacto de escritura con estas interferencias básicamente de época clásica. Las escrituras paleohispánicas no sólo nacen en un ámbito epigráfico característico, sino que siguen participando de él hasta su desaparición y no dejan de transformarse adoptando novedades que surgen en otros puntos del Mediterráneo y se convierten en rasgos comunes a griegos, cartagineses, itálicos y otros pueblos. En ese sentido, es necesario tener en cuenta que en general el uso de la escritura está en manos de los sectores más «internacionales», más en contacto con gentes de otras culturas igualmente en posesión de una escritura, bien sean mercaderes, bien aristócratas unidos por lazos de hospitalidad con sus pares extranjeros, siendo a menudo ambos mundos dos aspectos de una misma realidad, y que los griegos y fenicio-púnicos de la Península nunca rompieron sus conexiones con sus respectivas culturas en otros ámbitos del Mediterráneo, a la vez que la helenización de Cartago hacía que esta ciudad participase en algunas de los rasgos más característicos de la koiné helenística. EL AREA SUROCCIDENTAL En la zona suroccidental de la Península Ibérica, más concretamente en el Sur de Portugal, ha aparecido en el registro arqueológico un número considerable de inscripciones sepulcrales relacionadas con las necrópolis de la fase de Hierro I de la zona, datándose con una cronología mínima que se dilata desde el siglo VIII al V a.C.; pero la dispersión geográfica no se circunscribe únicamente a esta zona del Algarve y el Alentejo, sino que también encontramos ejemplos de estas manifestaciones en zonas de Andalucía occidental como Córdoba y Huelva además de zonas como Cáceres. 2

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Estas manifestaciones de escrituras que encontramos en las estelas funerarias y en grafitos en cerámica estarían inscritas en un sistema de escritura que se entroncaría en la familia de las llamadas "escrituras paleohispánicas", pero que todavía está en estudio y en pleno desciframiento, confiriéndole una gran singularidad pese a beber de las escrituras meridionales en algunos aspectos. Esta sistema de escritura estaría dotado de un singular semisilabismo (cuestión de gran importancia para el estudio del origen de las escrituras paleohispánicas). Los mayores problemas que presenta el estudio de estos restos son que el material arqueológico nos llega en ocasiones en mal estado y con la falta de interpunciones, lo cual hace muy difícil el análisis de unas inscripciones mal conservadas, causas que hacen del análisis de estas escrituras casi una labor de criptología, no pudiendo recurrir a técnicas como la comparación con otros sistemas de escrituras. Para cerrar, también nos es desconocido el proceso de declive del uso de este sistema de escritura en la zona suroccidental de la península, siendo relacionable por parte de algunos autores con la introducción de contingentes humanos que portaban otros sistemas diferentes, generalmente se mencionan tanto personas o pueblos de zonas septentrionales que portarían su lengua propia, una lengua que muchos indican que sería de origen indoeuropeo (Hoz, J. de, 2010 a: 44,45). FUENTES HISTORIOGRÁFICAS Tenemos numerosos testimonios de las fuentes clásicas grecolatinas que recogen la existencia y la práctica de algún tipo de escritura en la Península Ibérica con bastante precocidad, en fechas tan tempranas que podrían retrotraerse hasta Neolítico, siendo el testimonio más indicativo un famoso texto en el que Estrabón afirma: "Estos (los turdetanos) son tenidos por los más cultos de entre los iberos, puesto que no solo utilizan la escritura, sino que de sus antiguos recuerdos tienen también crónicas históricas, poemas y leyes versificadas de seis mil años, según dicen. También los otros pueblo iberos utilizan escritura, cuyos caracteres no son uniformes, como tampoco es una la lengua" (Strab. III, 1, 6). Este texto ha levantado grandes debates entre los especialistas. Este cálculo cronológico sobre la antigüedad de la escritura tartésica nos es imposible de conocer, pero seguramente se debió usar el método de la asociación con personajes mitológicos de gran antigüedad, siendo esta la manera de realizar el cómputo cronológico de periodos dilatados, asociándolo con héroes legendarios como Eneas, Perseo, o como este caso podría ser Heracles. Pero debemos tener en cuenta que si las manifestaciones escritas de esta zona fuesen contemporáneas al momento en el que Estrabón las narra carecerían de esta mitificación, por lo que se deduce que para el s. IV ya la literatura tendría una antigüedad tal que dio un proceso de mitificación de estay que situaba el arranque de esta manifestación en un pasado remoto (Hoz, J. de, 2013: 534-537). Para muchos investigadores la cuestión principal a debatir no sería si la escritura turdetana de la que nos habla el mito se remonta a unos 6000 años antes de Estrabón, faltando manifestaciones escritas desde Calcolítico hasta Bronce Final III por la no 3

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conservación de unos soportes de escrituras que serían de materiales perecederos, sino si las primeras evidencia de este sistema de escritura son de origen autóctono o llegaron como un estímulo exterior. Si aceptásemos la cronología de la fundación de Gadir por Veleyo Patérculo (ca. 1100 a.C.) o la de Ruiz Mata (comienzos del s. VIII), la primera obra edilicia trascendente sería el templo a Melqart en Cádiz en cuya columnas "están grabados los gastos de construcción del templo" (Strab. III, 5, 5), unas inscripciones que estarían en el sistema de escritura fenicio y que verían todos los individuos que hasta allí se acercaran. Con esto podemos sacar 2 lecturas, la primera es que debía de existir una parte de la población (numerosa o no) que supiera leer o interpretar lo escrito en las columnas del templo, y que además debían de conocer el alfabeto fenicio en el que estaba la escritura, por lo que se incidiría nuevamente en el peso del elemento alóctono en el surgimiento de la escritura, ya que si el sistema epigráfico usado para esta escritura era el fenicio sería por que los individuos estarían preparados para distinguirlo (Mederos Martín, A. & Ruiz Cabrero, L., 2001: 98). En los autores clásicos encontramos una serie completísima de nombres de diferente índole para designar a los diferentes pueblos y étnias del sur peninsular (Cilbiceni, Elbysinioi, Elbestioi, Etmanei, Ileates, Gletes, Kelkianoi, Tletes, etc.), pero el término para referirse a los individuos del territorio del S.O. peninsular es el de Kynésioi y Kynetes. No podemos aseverar de forma absoluta que autores como Hecateo lo nombren, mientras que otros como Esteban de Bizancio lo mencionan tomándolo de Herodoro que otorga este nombre a estos pueblos por ser los más próximos al Océano (Kynetikón), coincidiendo con lo escrito por Heródoto, el cual los relaciona con los celtas. También se hacen eco de estos los autores latinos Avieno que transcribe la forma helénica y vuelve a redundar en el concepto de su localización suroccidental, y Justiniano pese a que no hace referencia a estos sino a una comunidad mítica. Otro de los autores latinos en el que se rastrea es en Polibio bajo el nombre de Kónioi, cuya variante normal parece ser cunei en latín y Koúneoi en griego, usándose solo para hacer referencia al pueblo en Apiano, aunque también se nos ha transmitido como un topónimo de una localización geográfica (al Promontorio Sagrado o Cabo de San Vicente se les denominaba con el término latino cuneus por su similar forma con una cuña. Sea cual sea la variante del término, parece que son esto conios los que habitan este extremo suroccidental de la Península Ibérica, por lo que estos serían los creadores tanto de las escritura como de plasmarla en las estelas funerarias (Hoz, J. de, 2010a: 252-254). MUNDO INDÍGENA RECEPTOR Javier de Hoz (Hoz, J. de, 2010a : 273-275) afirma que el mundo del horizonte suroccidental peninsular estaría en una coyuntura favorable para la instalación de los fenicios en estos territorios, con factorías de gran calado en la zona del bajo Guadalquivir en la que asistimos a unas culturas dotadas de una cierta complejidad social que le serviría a los fenicios para sus fines de una colonización mercantil, con una división social en grupos jerarquizados y divididos en labores y capaces de coordinar y movilizar un comercio entre una zona nuclear y otros lugares de periferia que estarían 4

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asociados a estos. Aun así, también hay que citar que carecían de una enorme complejidad o de una unión de todo el horizonte cultural que pudiese crear un poder fuerte y centralizador del territorio, lo cual iría en detrimento de los intereses fenicios, ya que la existencia de este poder central fuerte pondría limitaciones a la actividad comercial fenicia, además de implantar una autonomía política que dejara en segundo plano a estos. La singularidad de este mundo del suroeste peninsular viene confería por una serie de factores, ya que unas determinadas circunstancias iniciales desde las que se partía (se nos escapan dichas circunstancias) generaron una mayor facilidad para la permeabilidad de estas sociedades, lo que dio a una mayor maleabilidad de los individuos de este sustrato de Bronce Final, que reaccionaron ante unos estímulos orientales, lo que muchos autores denominan como "orientalización"). Este estímulo reaccionó con el sustrato cultural existente y dando lugar a una mayor complejidad social y a una economía más abierta que superaría el ámbito local, dos hechos (sobre todo este último) que a su vez hizo dio una sociedad con un mayor dinamismo, llegando a darse una consideración positiva al elemento fenicio. Podríamos hablar de la existencia de una provincia del Bronce Atlántico en la zona de Huelva y el bajo Guadalquivir en las primeras fases de Bronce Final con la presencia de algunas piezas metálicas de pequeñas dimensiones y cerámica de Cogotas I, pero los poblamientos no serán más visibles hasta llegar a Bronce Final III, tras el paso de milenio. Para el mundo funerario cabría de esperar que la mayor complejidad social tuviera su reflejo en las necrópolis y enterramientos, pero desgraciadamente en este apartado tropezamos con el mayor obstáculo de la arqueología tartesia, y es la práctica inexistencia de necrópolis en la zona de Huelva y el territorio español, lo cual nos informa de que el tipo de ritual sería uno que no dejaría evidencias en el registro arqueológico. Esta situación no es igual en el S.O. de Extremadura y mucho menos en la zona sur de Portugal donde encontramos que para la Edad del Bronce ya existía una tradición de un ritual de inhumación de los restos y su deposición en cista, una tradición de la que tenemos pocos restos en Bronce Final pero que debió ser el sustrato previo para que se adoptase en la Edad del Hierro de forma tan profusa, dando así una serie de necrópolis en las que hemos encontrado epigrafías (Hoz, J. de, 2010a: 273-275). No se puede hacer una comparación entre las cistas del Sur de Portugal y las del S.O. extremeño por la falta de documentación de estas últimas, pero hay ciertos paralelismos como la disposición del difunto, y sobre todo las características de las cistas, aunque se pueden encontrar ciertos puntos de divergencia entre ambos, ya que las necrópolis más representativas del Alentejo y el Algarve (Atalaia, Bajo Alentejo, Sines, etc.) si están asociadas a monumentos funerarios, además de tener las cistas una tipología bastante regularizada. Incluso en la zona portuguesa vemos diferencias regionales, pues en Alentejo y Algarve vemos una tipología con túmulos realizados a base de piedras horizontales en superposición, para los yacimientos de Sines 5

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observamos recintos regularizados, limitados por lajas verticales (Gil-Mascarel Boscá, M. et alii 1986: 35-39). También destaca la relación del mundo funerario con la aparición de depósito de armas depositadas en las aguas, cuyo hallazgo más importante sería el hallazgo de la Ría de Huelva, que contempla múltiples hipótesis tales como la del naufragio de un barco que transportaba materiales metálicos para su reutilización, su función de ofrenda en ritos de paso, o la interpretación que afirma que estos serían el vestigio de algún tipo de ritual funerario en el que tanto los restos del individuo como los objetos de bronce serían depositados en las aguas, no pudiendo desechar esta última hipótesis pese a no dejar restos de los individuos en el registro arqueológico (Hoz, J. de, 2010a: 276-277) Observamos como una de las mayores discusiones entre los especialistas es la de la cronología (historia lingüística), pues desde hace unos años se ha puesto a revisión las fechas anteriormente establecidas para la presencia del sustrato fenicio, revisando mediante métodos de datación absoluta como el análisis de carbono 14, o mediante dendrocronología. Así, podríamos afirmar que la presencia de un sustrato oriental estaría presente en Hispania ya en el S. IX a.C., aunque entre los especialistas observemos cierta discrepancias de fechas (Mederos S. X A.C., Torres ca. 825 a.C., etc.) Con indiferencia de la fecha justa en términos absolutos, podemos usar el concepto "precolonial" de cronología relativa, un momento en el que no vemos elementos de origen oriental en los poblados indígenas de forma regular, pero ya se han dado los primeros contactos (esporádicos o más fluidos) (Hoz, J. de, 2010a: 277). Para este momento del S. IX (aproximadamente) ya se aprecia la existencia de poblados en los que vemos la existencia de cabañas excavadas en el suelo e incluso vemos en algunos casos ciertas estructuras de fortificación. La economía de estos poblados presenta una diversificación entre actividades agropecuarias y explotación y trabajo de elaboración de los recursos mineros que ofrece el entorno, mas esta diversificación económica depende en gran medida de la orografía y las posibilidades del terreno. También se observa una importante actividad de comercio bastante amplia, lo cual queda evidenciado por el transvase de ciertos objetos e ideas, producto de la mayor jerarquización del territorio y el reflujo de unas élites aristocráticas. En lo referente a cerámica encontramos tipos cerámicos de retícula bruñida y otros con decoración geométrica pintada, lo cual plantea un problema, pues mientras que la primera da cabida a la posibilidad de innovaciones dentro de una tradición local más antigua, el segundo tipo es insoslayable del estilo geométrico difundido por el Mediterráneo a principios del primer milenio. También dentro de las producciones de ese sustrato indígena destaca la producción artesanal, en especial la orfebrería, que tiene una clara relación con la simbología del poder (Hoz, J. de, 2010a: 277-281). El paso de Bronce Final a Hierro I en el Algave y Alemtejo se daría ya en el siglo VIII, atestiguado este paso por el mayor uso del hierro, las viviendas de planta rectangular con muro en piedra, unas viviendas que se encuadraban en poblados abiertos en tierras bajas. En las necrópolis podemos observar fosas o cistas en las que se 6

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depositaban los restos incinerados o inhumados y que se cubrían con túmulos de piedras, primero en forma circular para pasar posteriormente a un esquema rectangular. Los ajuares funerarios que acompañan a los restos se caracterizan por vascular entre objetos autóctonos y otros que son de factura exterior (cerámica sobre todo), lo cual es un buen indicador de la existencia de un comercio, en el que el bien intercambiado por los indígenas serían productos mineros (Hoz, J. de, 2010a: 277-281). Destaca también la existencia de centros costeros en Portugal como Castro Marín, Faro, Tavira, y otros más que tendrían gran relación con el comercio fenicio o incluso siendo algunos factorías creados por estos. Algunos autores afirman que asentamientos como Castro Marín o Tavira existirían desde s. VIII y servirían como centro desde donde se difunde el comercio fenicio en el S.O. peninsular en esta época. Más al norte encontramos otros asentamientos con características orientalizantes, de los que los más antiguos parecen ser los más alejados, destacando Alcáçova de Santarem, Conimbriga, Almaraz, y Santa Olaia. Destacan también en el territorio portugués Setúbal, Abul y Alcácer do Sal (Hoz, J. de, 2010a: 277-281). El tránsito entre este Hierro I y el Hierro II en el sur de Portugal plantea un cierto problema interpretativo, pues observamos la introducción de un nuevo grupo étnico de procedencia meseteña que se expandiría por la práctica totalidad del territorio, salvo algunos enclaves costeros. Este nuevo sustrato impondrá sus caracteres indoeuropeos en detrimento de los orientalizantes de Hierro I (Hoz, J. de, 2010a: 277281). ORIGEN El origen de las escrituras del suroeste, y más precisamente de la escritura misma, lo deberíamos retrotraer más o menos a los siglos VIII y VII en los que se configura la escritura tartesia, en un ambiente dinámico de procesos de intercambios comerciales, un proceso que tras un dilatado espacio de tiempo culminaría con la aparición de algunos individuos bilingües. Estos individuos decidirían adaptar el sistema de escritura fenicio a su lengua, copiando también la tipología de documentos fenicios, sobre unos soportes de escritura perecederos que no nos han llegado. Esta escritura puede que se generara primero en Tarteso y que luego llegara hasta en S.O. por imitación en este horizonte de esta práctica usada por las élites de la aristocracia tartesias que así controlaban los recursos. Pese a la afirmación de este transvase, hay que puntualizar que esta se adecua a otra etnia y a otra lengua en la que no aparecen topónimos turdetanos ni tartesios, por lo que no podría etiquetar las inscripciones del S.O. como tartesias. Pero también hay que puntualizar que la distribución de las inscripciones en ambas lenguas es complementaria sobre el terreno, no superponiéndose la una sobre la otra (salvo zonas fronterizas) (Hoz, J. de, 2013: 529-532).. Durante un período al menos desde el siglo VII al siglo V, al oeste del mundo tartesio, en el sur de Portugal y en algunas zonas españolas limítrofes, hay una cultura peculiar caracterizada por pequeñas aglomeraciones de pueblos agrícolas y mineros, pueblos de aspecto pobre y primitivo, donde el lujo, a juzgar por el ajuar funerario 7

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recogido en las necrópolis con incineraciones en cistas de esta área estaba limitada a algunos objetos del mundo tartesio o provenientes de asentamientos fenicios ubicados en zonas costeras cercanas. Probablemente mantenían un vínculo económico ligado al comercio tartesio y a la artesanía fenicia occidental con la explotación de yacimientos minerales de la superficie por la población del SO de la península. Cabe señalar que el principio de distinción social no parece particularmente afirmarse entre este pueblo, aunque existen en. Y es precisamente la escritura, incluyendo las formas que hemos recibido casi exclusivamente de esta en las inscripciones funerarias las que ilustran su papel como símbolo de la condición social, lo que proporciona la mejor evidencia de la jerarquización que encontramos en las necrópolis. De hecho, las inscripciones que encontramos de los habitantes del sur-oeste de la Península Ibérica eran de una variedad particular de la escritura paleohispánica, una variedad en la que tuvieron que ajustar la escritura tartésica, lo cual sabemos gracias a ciertos elementos conservados en el registro arqueológico como un puñado de objetos de metal, cerámica con grafitos, también a través de un mosaico, una inscripción en piedra de función desconocida y sobre todo las aproximadamente 86 estelas funerarias. No sorprende que respondan a casos como el de las escrituras del suroeste de la península ilustrando una situación donde la escritura aparece restringida a funciones simbólicas (excepto para el variable número de listados de propiedades). Es un fenómeno que se conoce también en Frigia por ejemplo, aunque, generalmente, como es el caso de esta cultura mencionada, el marco simbólico no está restringido radicalmente a la zona de enterramiento, al menos con respecto a las inscripciones votivas que están experimentando un importante desarrollo. En cualquier caso, la falta de índices para el uso práctico de las escrituras es bastante llamativa, lo cual conduce naturalmente a preguntar ¿Cuántos textos están inscritos en materiales perecederos? Estamos circunscritos a la imposibilidad de la existencia de textos en materiales perecederos antes de la aparición de las religiones del libro, en la que la escritura podría ser adoptada por razones distintas a las económica, y resulta difícil imaginar que en el suroeste de la península las escrituras no podrían tener un uso práctico, similar a la que existiría en el territorio de Tartesos, y que dará a luz luego, como en muchos otros casos, a un desarrollo secundario que tendrá derecho a una función ornamental: la tradición de las estelas de los entierros. El caso referido a la escritura Frigia, encontró evidencia que apoya la existencia de un uso político y diplomático de las escrituras, ya que es un reino que podría interactuar con Asiria sobre un plan comparable y que si en Frigia parece que no han conocido una figura similar a la del escriba asirio que escribía en escritura cuneiforme en su tablilla de arcilla (todavía tenemos algunos testimonios de estas tablillas). Sin embargo probablemente ha experimentado la existencia de un personaje que puede compararse con el escriba asirioarameo con su rollo de cueros perecederos como soporte de escritura (Hoz, J. de, 2001: 203-207). La distribución de estas estelas del SO configura un modelo peculiar y cuyos contornos no explican fácilmente, sino que debemos atender a una serie de factores como la geografía y topografía del lugar. Esta escritura está difundida por una región relativamente amplia, que abarca un área de considerable magnitud generalmente 8

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correspondiente al suroeste de la Península Ibérica, que comprende tanto zonas del actual territorio español como del territorio portugués, pero algo diferente. En el primer caso los resultados cubren un área mucho más amplia, repartidos en algunas zonas de Andalucía occidental y Extremadura, con un sector muy reducido en lo que sería el territorio portugués que abarca, dado que las principales evidencias en el registro arqueológico (estelas funerarias, cerámicas con graffitis, etc.) se encuentran únicamente en el sur del Alentejo y el Algarve, con una horizonte norte con respecto a las estelas que sería la Municipalidad de Aljustrel. Si tomamos en cuenta otros monumentos, el remanente más septentrional es el epígrafe de Ranjão hoja, Serpa, prolongándose ligeramente a la frontera norte. Además, la manifestación puede ser considerada un fenómeno esencialmente "interior", puesto que es expresa su rareza en gama litoral. La mayoría de los restos fueron encontrados a lo largo de los principales cursos fluviales que irrigan desde la Sierra do Caldeirão, especialmente los ríos Mia y Arade, de las riberas de Vascão y el Odelouca; Además acompañan a los niveles superiores de la rio Sado que colinda con esta área. En el caso de los hallazgos en territorio español, además de repetir estas mismas características de una ocurrencia en zonas que no representan los centros tradicionales costeros donde se siente particularmente la influencia del mundo fenicio, es posible asociar los vestigios de los cursos de los principales ríos de la región (Tajo, Guadiana y Guadalquivir) y sus principales afluentes. Esto significa que, a pesar de su presencia por hinterland preferencial, está bastante claro el vínculo de los restos epigráficos con los espacios en los que la accesibilidad es una característica a tener en cuenta. (Guerra, A., 2010, 107) También debemos tener en cuenta, además, que la distribución de los rastros restantes presente una distribución muy irregular no es necesariamente cierto que la práctica de la escritura haya sido menor o inexistente en lugares que muestran poca o ninguna evidencia conservada hoy. Se debe tener en consideración, por estos contextos culturales, que una gran proporción de manifestaciones epigráficas no duró hasta hoy por varias razones. Entre ellos, por supuesto, por el hecho de cambiar la práctica de la incisión para la pintura, incluso cuando la grabación se seguía realizando en la piedra; por otro lado, por haber usado como soporte de escritura en muchas ocasiones materiales perecederos de diversa índole, que podría haber alcanzado altos porcentajes de uso en determinadas circunstancias. Su preservación dependió sobretodo de las tradiciones culturales asociadas con el fenómeno epigráfico y es sin duda la razón por la que podemos observar que hay un desequilibrio significativo en la distribución de manifestaciones conservadas. Por ejemplo, el 70% de la epigrafía fenicio-púnica conocido proviene del Tophet de Cartago. ¿No sería demasiado atrevido admitir, considerando que se da una evidente generalización de la práctica de la escritura en estos entornos, que la mayoría de las situaciones correspondería precisamente a los casos en los que se ha perdido cualquier atisbo de la utilización de esta función? Aquí utilizamos como paradigma el yacimiento del Castillo de Dª Blanca, un yacimiento en el que el uso epigráfico estaba prácticamente limitado a la identificación de los propietarios de recipientes de cerámicas. En estas áreas de mayor impacto fenicio, como parece demostrar el ejemplo del Castillo de Doña Blanca, existen condiciones para 9

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cruzar las manifestaciones epigráficas en alfabetos diferentes. Pero incluso si el uso de un sistema local está generalizado, si no se han desarrollado en estos contextos como una práctica como la que se registra habitualmente la escritura del suroeste. Falta una verdadera epigrafía sin remover, desarrollado fundamentalmente en contextos funerarios, en la cual los monumentos suelen ser un conjunto de marcas peculiares que se revelan en varios campos: en el soporte de sí mismo, en algunas reglas generales, diseño de texto sobre las características de la grabación, sólo para mencionar tres aspectos del análisis de este fenómeno. Las peculiaridades que marcan este fenómeno generalizado para un área extensa son ciertamente diferencias considerables a nivel cultural, en el cual las estelas constituyen sólo un trazo distintivo (Guerra, A., 2010, 107-109). Las escrituras que encontramos en estos dos grupos de textos están probablemente relacionadas: son los primeros representantes de una familia que los especialistas denominan como "paleohispánica", de la que se desgajan varios sistemas de escritura, cuyo ejemplo más significativo y más conocido es la escritura ibérica y que se caracteriza por una grafía compleja, con una estructura en parte silábica y en parte alfabética, que deriva de la escritura fenicia, aunque algunos autores dan un papel importante al alfabeto griego en esta creación. Esta sería la primera adaptación del fenicio en la escritura hecha por los tartesios, los habitantes de la Andalucía inferior que comerciaban con los fenicios en el siglo IX, aunque muchos autores reconocen algo de escritura tartésica en estelas funerales en el sur de Portugal (Hoz, J. de, 2010b: 68-70). En cualquier caso estas dos escrituras que, a pesar de su semejanza y su parentesco, pueden considerarse como diferentes. Por lo tanto, el primer problema que se presenta en esta área es que la transformación de una escritura local en otra escritura debido a las diferencias étnicas y lingüísticas que existieron entre dos pueblos vecinos para que esta transformación se diera es necesaria o recomendable, como el caso de otras escritura como el Taly con el alfabeto etrusco. Si en Andalucía los testimonios son demasiado escasos para que podamos afirmar la existencia de estilos paleográfico en este momento, al sur del Portugal hay pistas para un estilo más homogéneo central frente a una periferia menos coherente (Hoz, J. de, 2010b: 68-70). Sin embargo, hay una línea diferencial mucho más importante, que no depende, por lo que parece, de estilos locales. Sobre las estelas del SO podemos observar como constantemente muestran una escritura redundante, por ejemplo un silabograma siempre es seguido por el signo alfabético ; sin embargo, en el mismo territorio e incluso en el mismo depósito, podemos atestiguar la existencia de otros tipos de entradas, por lo tanto la cerámica graffiti, no tienen esta redundancia. No hay ninguna explicación segura o comúnmente aceptada para esta función (Hoz, J. de, 2010b: 6870). En efecto, encontramos que es bastante rara la conservación de testimonios epigráficos y carecemos en el registro arqueológico de evidencias que puedan ser una indicación indirecta que relacione estos testimonios epigráficos con las escrituras en 10

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materiales blandos. El principal testimonio que se nos queda en el registro arqueológico serán básicamente las estelas funerarias, apareciendo en un número importante teniendo en cuenta los límites de tiempo y el espacio restringido en el que aparecen, siendo raro otro tipo de inscripciones. Podría ser una adopción "artificial", para los propósitos puramente de prestigio, un hecho que intrínsecamente implicaría un cierto conocimiento de la escritura tartesia y la existencia necesaria de un individuo bilingüe al que, en algún momento, un miembro o miembros prominentes de la aristocracia local le pidió realizar una adaptación para dar prestigio a algunas tumbas y diferenciarse del resto de los individuos (Hoz, J. de, 2010b: 68-70). Estas estelas funerarias aparecen asociadas con los cementerios, pudiendo añadir que las tumbas de las necrópolis, tanto en su material, de las tumbas de estructura de piedras alineadas como en sus muebles, modestos en la medida en que a menudo fue saqueada, pero con las pistas demostrando que comprende unas valiosas monedas y algunas importaciones Tartesos u Oriental, dan una impresión relativamente igualitaria; es decir, aquellos que tenían derecho a una tumba, que probablemente pertenecía a una minoría, pertenecieron a los mismos estratos sociales; el único elemento que claramente podría hacer una diferencia importante entre tumbas unos y otros fue las estelas funerarias, continuando una forma como placas grabada bronce. El número de estelas en una necrópolis es muy inferior a la de las tumbas y la historia postdepositional de estos depósitos no nos justifica una desaparición significativa de las piezas existentes originalmente. La estela fue, por tanto, de gran valor simbólico; No sabemos el porcentaje de los miembros de una comunidad capaz de leer, pero probablemente fue una muy pequeña minoría, que tal vez añadido al prestigio de la inscripción: pasó sobre una presentación no trivial, a menudo geométrica espiral, otras veces con la oposición líneas verticales; Gracias a la redundancia antes mencionada, todavía era un tercio más tiempo del que hubiera sido necesario. Los difuntos que gozaron del privilegio de una estela sin duda fueron los que ocupaban las posiciones más altas en la jerarquía social (Hoz, J. de, 2010b: 68-70). CARACTERÍSTICAS FORMALES DE LAS LÁPIDAS DEL S.O. J. De Hoz (Hoz, J. de, 2010a: 356-358) recoge una serie de reglas generales para el estudio de estas lápidas. Generalmente están realizadas en bloques o grandes losas de piedra autóctona del entorno en el que son encontradas (esquisto en los casos de S. Martinho y Corte Freixo), con un tratamiento bastante escaso para ser utilizados como soporte de escritura. Estas losas tienen unas dimensiones poco estandarizadas, ya que encontramos casos con características diferentes como el de Corte Freixo (154 cm. x 62 cm. en su estado actual) en comparación con el de Tavilhao 2 (82cm. x 39cm.), no pudiendo obviar que los restos que nos llegan de estas estelas pueden ser fragmentarios, no siendo raro que nos lleguen las estelas fragmentadas. Debido a esta conservación parcial nos es imposible hablar en ocasiones de lápidas, ya que este término podría inducirnos a error, puesto que si observamos algunas de las losas algunas parecen tener un vástago o parte de los que parecería un vástago y que nos remite a que su posición sería fijándolas al suelo, en una posición vertical, por lo que de ser así estaríamos 11

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incurriendo en un error interpretativo de algunos de estos "elementos". Este fenómeno es particularmente claro en el ejemplo de Corte Freixo, ya que debió tener en su forma original un vástago estrecho. Otro tema de importancia es el de la disposición de la escritura, encontrando diversas variantes para este tema. Encontramos un tipo de disposición, la más usual, denominado como espiral cuadrada o greca, con variantes que tienden a una mayor o menor irregularidad llegando a tener en algunos casos disposición claramente cicular (Corte do Freixo). En otras lápidas podemos encontrar diversas tipologías de lo que J. de Hoz designa como escritura en línea, unas líneas que se desarrollan de forma paralela al eje de las lápidas, aunque podemos encontrar el caso contrario (Castellares), y la disposición de las letras así como su dirección puede ser la misma a las distintas líneas o puede variar. En general la escritura del SO tiene una disposición sinistrorsa, aunque también se han catalogado restos con una orientación de izquierda a derecha (dextrorso). Los casos más paradójicos son los de Gaviao y Siruela en los que cada línea tiene una dirección distinta (boustrophedón) (Hoz, J. de, 2010a: 356-358). En general se desconocen la existencia de elementos como los separadores entre palabras, una función que se cree que pueda desempeñar algunas rayas verticales que encontramos en algunas inscripciones como Penedo. Es frecuente el uso de pautas para enmarcar las letras por su parte superior e inferior, preparando los lapicidas esos elementos de pautado de forma superficial, al igual que el grabado previo de bocetos sobre las lápidas para marcar el posterior trazo definitivo de las letras que se grabarían. Algunas presentan también elementos que no serían ya de índole epigráfica, sino representaciones figuradas (Hoz, J. de, 2010a: 356-358). Con respecto a la cronología de estas estelas, se hace hincapié en la problemática de este aspecto, una problemática que va unida al contexto arqueológico en el que se encuentran estos restos, puesto que en muchos casos nos encontramos con que estos restos se encuentran en un contexto postdeposicional diferente al contexto original en el que fue depositado, es decir, se advierte una gran reutilización de estos materiales en enterramientos de época posterior como tapaderas o como parte de las cistas que contenían los restos, lo que nos imposibilita en ocasiones la labor de dar una datación correcta. En multitud de casos se piensa que las estelas serían primero hincadas en el suelo, y posteriormente pasarían ser reaprovechadas para formar parte de estructuras funerarias posteriores pero de la misma cultura, lo que denota un doble empleo: monumento visible y como "fórmula de poder" integrada en la tumba. Respecto al ajuar que acompaña a estas tumbas no podemos tomarlo como elemento para la datación de las estelas, si podríamos usarlo para datar la cultura de las necrópolis, pero no para la cronología de las estelas por el problema de la reamortización de estas en otras estructuras funerarias (Hoz, J. de, 2010a: 358-361). Así pues, las dataciones que se pretendían "modernizar" y llevar hasta los siglos III-II a.C. tras el análisis de estos ajuares se tienden a llevar hasta los siglos VIII-VII a.C., dando esta datación para las culturas y a veces para las estelas, pese a tener que 12

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hacer hincapié en la falta de dataciones correctas de estelas asociadas a sus tumbas originales. Solo contamos con un número muy reducido de estelas como la estela J.15.1 (SO.69, Pardeiro 1) fechable entre finales del S. VII o de la primera mitad del S. VI, o la de J.15.3 (SO. 69, Pardeiro 3). La única estela que encontramos fijada en el suelo con toda seguridad no estaba asociada a ninguna estructura mortuoria. Correia hizo un intento de homogeneizar y sistematizar la cronología de estos restos atendiendo a la evolución tipológica de las estructuras de las tumbas y de la escritura, lo que se encuentra con el problema de la inexistencia de referentes cronológicos externos validos. Atendiendo a todo ello, solo podemos fechar, de forma relativa, la cultura a la que pertenecen estos elementos, una koiné cultural que se desde el siglo VIII a.C., pero no está probado que las primeras escrituras lapidarias sean contemporáneas del sustrato cultural de Hierro I S.O. (Hoz, J. de, 2010a: 358-361). Dentro de este mundo de lápidas inscritas cabe destacar la aparición de dos monumentos claves para el estudio de estos elementos, que serían la estela de S. Martinho y la inscripción de Corte Freixo, ambas en Portugal. ESTELAS PORTUGUESAS (S. Martinho y Corte Freixo) -S. Martinho: Amilcar Guerra presupone que la necrópolis correspondiente a este monumento se situaría en un lugar cercano. Sin embargo, no ha sido posible identificar cualquier vestigio de una estructura sepulcral asociada a lo que podría existir en esa ubicación. Además, no hay en superficie ningún vestigio de mobiliario arqueológico asociado (Guerra, A., 2002: 221). Debido a sus dimensiones, uno debe no descarta la posibilidad de que encontraría en las cercanías de la necrópolis, aunque algo cambió su lugar primitivo del despliegue. Sin embargo, el desgaste evidente que las características del monumento en algunas áreas del campo epigráfico, en gran parte atribuible a una fase previa, conducen a considerar más probable, como muchos otros casos, el monolito ha sido reutilizado en funciones completamente distintas de los documentos y un espacio diferenciado. Asimismo, podría relacionar este hallazgo con un núcleo de viviendas cercanas, cuya existencia podría explicar fácilmente por su marco geográfico. Sin embargo, hasta ahora, no ha sido posible relacionarlo con un sitio concreto, por su localización y cronología, presentan una clara asociación con el monumento en estudio, dado que no se conocen en las proximidades ningún poblado con estas características (Guerra, A., 2002: 221). Esta ausencia es debida más a la falta de estudios arqueológicos en la zona, en particular de prospecciones con este propósito en particular, que cualquier otra condición. De hecho, se justifica plenamente la existencia, en las inmediaciones, de un asentamiento prerromano de la inscripción por el potencial agrícola (actual, pero también antaño) del área circundante, una idea que la propia epigrafía también permite corroborar (Guerra, A., 2002: 221). 13

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El monumento consiste en un bloque de esquisto, de origen local, de tamaño considerable y de forma aproximadamente trapezoidal. Sus dimensiones máximas son 133 x 95 cm y espesor fluctúa entre 11 y 13 cm. Es probable que su estado actual coincida substancialmente con su estado original, una vez que la piedra presenta sólo señales de pequeñas fracturas marginales que no parecen haber afectado su forma original. Por otra parte, las dos líneas rectas que definen la parte superior y la base del bloque correspondiente a los rostros naturales, siendo los límites laterales dictada por extensión de campo epigráfico. En su configuración es perfectamente identificable parte diseñado para fijarse en el suelo, en este caso más de cerca y la superficie emergente, que presenta en el lado derecho, grabó una curvatura que sigue los límites del texto (Guerra, A., 2002: 221-222). Este está constituido fundamentalmente por dos líneas: una completa, subcircular y externa; y otra, complementaria, aparentemente redujo a siete personajes dentro de la primera, en el lado izquierdo. Además, es posible identificar otros restos de viejas grabaciones, a saber una señal (bo?) en la segunda fila. Consideremos el caso de un elemento que falta que me gustaría añadir, sobreescribirlo, plantea graves problemas en este contexto (Guerra, A., 2002: 222). Otros rasgos que pueden volver a montar este período no parecen coincidir con los elementos de la signario afectado, aunque la naturaleza aislada de los restos conservados no permiten ninguna lección. Finalmente, a lo largo de la orilla izquierda, en el fondo, es todavía una serie de incisiones de alfabético (aparente la secuencia MA), cuya técnica de grabación es claramente distinta de todo el conjunto se refiere. Se supone, por tanto, que corresponde a una época diferente. Es probable que esta parte del bloque si he encontrado enterrado en la etapa temprana de su uso (Guerra, A., 2002: 222). Uno de los temas que coloca este monumento se refiere, en primer lugar, hasta el punto donde debe comenzar el texto. Si, como parece probable, el comienzo de la segunda línea si colocado aproximadamente en el punto donde termina el primero, presentación de sí mismo, así como el seguimiento de ella, este último podía abrir con los primeros ascendentes de personajes, después de un espacio en el cual no reconoce (por lo menos actualmente) no hay señal. Esta hipótesis tendría a su favor el hecho de que coincide con la parte terminal de la línea, muy probablemente, la más conocida secuencia registrada en epigrafía del suroeste, han interpretado como una fórmula funeraria, si se limita a narkee (Guerra, A., 2002: 222). Uno de sus más notables singularidades radica en la configuración General del texto y la orientación de los signos, los aspectos en los que encuentra paralelismos muchos escasos en todo el repertorio ya conocido. A su disposición es circular, como todos sabemos, una característica muy común, siendo el modelo de organización más frecuente en las estelas con este script (Correia, 1996; Untermann, 1997, p. 141). Según la naturaleza del bloque, esta configuración podría suponer la aparición de las secuencias del ángulo de la curva o dibujar un óvalo continuo. En ambos casos hay es 14

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una tendencia para la segunda línea describir una espiral que se desarrolla para su interior (Guerra, A., 2002: 222). En este caso particular tenemos precisamente el dibujo de un óvalo, pero contrasta con casi todos los ejemplos similares para la presentación de los personajes y orientados en dirección opuesta de lo habitual. Mientras que a través de la regla se colocan con la parte superior de la señal hacia el exterior, como si el lector se coloca en el centro de la piedra, en este epígrafe las extremidades superiores del interior proyecto grafemas, suponiendo que el lector observa el texto, como si describe un círculo alrededor del monumento (Guerra, A., 2002: 224). Este modelo, sin embargo, puede encontrarse en algunos casos raros, en particular en la inscripción j. 11.3, podría decirse que el ejemplo más similar en este dominio particular, pero también ocurre en la disposición de j. j. 1.3 y 2.1, donde el texto es claramente una circular. En otros dos monumentos, los signos se organizan en dos líneas rectas de enfrente de la orientación, pero con la misma particularidad como la posición de lectura. Finalmente, en otro caso se asiste a la combinación de los dos modelos: en la primera línea, que consta de tres segmentos de una línea recta, los signos son interiores y en el segundo hacia el exterior, que se asemeja a la secuencia de este última con la muestra bajo análisis (Guerra, A., 2002: 224). Si comparamos la estela de s. Martinho con entradas como recuerdos su disposición general (j. 11.3, j. j. 1.3 y 2.1), encontramos que es el único en el cual se realiza la lectura de derecha a izquierda, como es costumbre en este signario y otros tres son precisamente algunos de los raros ejemplos de inversa. Una explicación para el hecho de este último puede residir en el hecho de que los textos preparados por principio, por tradición, en la esquina inferior derecha de la epigráfico del campo y seguir hacia arriba, que implicaba, por la diferente orientación de signos, una inversión del orden de lectura y, a diferencia de la regla, se leen de izquierda a derecha. En otros paralelos apuntados para respetar la tradición, manteniendo el orden de lectura habitual (Guerra, A., 2002: 224). El carácter excepcional de la "extroversión" (un término que se usa para designar esta peculiaridad en la colocación de carteles) ya se ha puesto en evidencia por Virgil h. Childs, que también se discute las posibles implicaciones cronológicas de esta característica. En su opinión, esta particularidad podría ser un indicativo de una datación más tardía. La discusión acerca de su significado se asocia generalmente con una orientación sinistrorsa, marcas que supuestamente contribuiría a sitio en final de temporada una inscripción en particular. Este enfoque, ya postulado por Luís Coelho (1976, p. 206), se cuestiona en parte por Virgil h. Childs (1996, p. 25), por falta de la información necesaria para confirmar esta hipótesis. Acepta, sin embargo, que el abandono de la orientación menos inusual jugar en período tardío, sin que sea posible determinar con precisión el momento cuando así ocurre (Correia, 1996, p. 26). Y el "extroversión" tan escasamente representados y en ausencia de otros elementos que hacen posible mantener una línea cronológica avanzada por esta 15

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peculiaridad, es preferible no asignar especial relevancia, al menos en este plan (Guerra, A., 2002: 225). Finalmente, esta peculiaridad del monumento de San Martín tiene también implicaciones para la interpretación del texto, en particular con respecto a su inicial y terminal, que asume una importancia particular, pero eso no es solución lineal. En contraste con las inscripciones más similares, incluyendo aquellas en las que destaca un arreglo circular del texto, no es posible, en su estado actual, identificar los elementos claros que marcan claramente el principio de la línea que describe un óvalo completamente cerrado. Es por ello, deduce que alinea en el punto en el cual se inicia también la segunda línea, que continuaría la secuencia textual la línea externa. En este contexto, se supuso que los rastros de una traza existente en este lugar, podría incluso partido una línea continua con que suele definir el marco de las secuencias de señales y límites. Esta deducción, sin embargo, no es absolutamente segura, siendo teóricamente admisible para su creación se produjo en otro punto de la cadena que describe un óvalo (Guerra, A., 2002: 225). -Corte Freixo: Un segundo epígrafe con escritura del sudoeste fue identificada en la orilla del río Azilheira, afluente de la Ribeira de Odelouca. Su descubrimiento, que se produjo el mismo día 26 de febrero de 1996, se debió a José Carlos Adão. El lugar exacto de donde proviene, el Corte do Freixo, ya había proporcionado otro epígrafe, en una zona montañosa que reveló un importante conjunto de monumentos con este signario (Guerra, A., 2002: 228). El bloque de esquisto que se dio a conocer es sólo una parte, aparentemente reducida, de lo que sería una estela funeraria, lección que surge esencialmente de lo que se conoce de este tipo de manifestaciones epigráficas. En realidad, lo que se conserva es un fragmento de un bloque de pizarra de la zona, con 48 cm de largo, 19 cm de ancho y 8,5 cm de grosor. Presenta uno de las facies plana, correspondientes a uno de los límites del monumento original, que determina la alineación de la escritura, que se desarrolla en paralelo a él y, como de costumbre, en posición de saliente. No nos es posible, en las circunstancias actuales, determinar la forma del monumento original, aunque es probable que sea un fragmento de una estela de dimensiones considerables. La disposición del texto conservado en parte nos induce a la conclusión de que este describiría un óvalo, porque las líneas paralelas que encuadran los signos comienzan a describir, en un lado del bloque preservado, una línea curva que marcaría una de las cumbres del campo epigráfico (Guerra, A., 2002: 228). Los caracteres, generalmente escritos con cierta profundidad, que los hace perfectamente visible, están parcialmente afectados por el desgaste que sufrió el campo epigráfico con el tiempo, particularmente en el área que corresponde al principio del texto conservado, donde son evidentes las huellas de un pronunciado desgaste motivado por la actividad agrícola. Con las limitaciones derivadas de este hecho, es posible leer: 16

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[...] na´rkee uu*[...] (Guerra, A., 2002: 228). Se registra, una vez más, el elemento de formulario identificado en s. Martinho, precisamente bajo la misma variante. Estas ocurrencias ven juntarse idénticas evidencias en otros hallazgos, a la cual hay eventualmente añadir otros, en los que es probable restaurar en nar[ke]e. Después de la doble u, con posterioridad a este elemento bien conocido, es posible que se tenga escrito el signo bo, del cual se conservan tan sólo unos pocos trazos (Guerra, A., 2002: 230). LOS GRAFITOS No podemos catalogar todas las escrituras como lápidas por no cumplir alguno de los diversos criterios anteriormente descritos, entrando en otra categoría que sería la de los "grafitos", realizados en diversos soportes de escritura como lajas de pizarra o en cerámica (Gris o de retícula bruñida). Destacan como las más singulares dos placas inscritas, una sería de origen portugués (complejo de Neves II) que se encontró en un compartimento en el que se encontraron una serie de copas griegas, siendo característica la distribución de la escritura que todavía no está clara, lanzando la hipótesis de que podría ser una inscripción votiva o normativa. El otro hallazgo singular sería el del denominado como "inscripción de Espanca", una placa de pizarra con unas dimensiones de 40x28x2 cm. y que presenta una escritura realizada por dos manos distintas: una con trazados profundos y seguros y otra con un trazado más irregular y superficial, lanzando la hipótesis de que la segunda escritura copia a la primera y sería un ejercicio de escritura. La escritura presenta 27 grafemas que no se repiten, además de que los 13 primeros son de clara reminiscencia fenicia y reproducen el orden de dicho alfabeto, con lo que sería una pieza directamente relacionada con el aprendizaje de la escritura y siendo por ello de gran importancia para el estudio de las escrituras paleohispánicas (Hoz, J. de, 2010a : 361-362). De estos grafitos también debemos tener en cuenta la aparición de numerosos de estos elementos en las zonas del Bajo Guadalquivir como el yacimiento del Carambolo, Villa Manrique, y el de Huelva con yacimientos como el Cabezo de San Pedro o Niebla (Hoz, J. de, 2010a : 362). Estos grafitos de la zona onubense son mucho más numerosos (11) que sus homónimos lusos (3), arrojando estos nuevos grafitos las evidencias de un uso de la escritura que está totalmente desligado de lo que sería el uso estrictamente funerario, y al estar en esta zona demuestran la amplia expansión de la escritura del SO, una escritura que desbordaría las fronteras "impuestas" por la masiva aparición de estelas en zona de Portugal. La cronología de los grafitos encontrados en el Cabezo San Pedro no puede ser esclarecida totalmente, ya que se encontraron descontextualizados en algunos casos (Fernández Jurado, J. & Correa Rodríguez, J. A., 1988-1989: 123-124). Los grafitos encontrados en el Cabezo San Pedro han traído consigo una polémica que a día de hoy no pueden zanjar los especialistas, que atañe a la cronología de los grafitos y a la de esta escritura "tartesia", en concreto de uno de los dos grafitos 17

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encontrados. Esta polémica se centraría en el soporte de escritura, ya que estos grafitos están realizados sobre una cerámica con carena relativamente marcada y con una decoración de retícula bruñida, elementos que algunos autores utilizan para datar este elemento entre los siglos IX y VIII a.C., lo que significaría que la escritura fijada en estos fragmentos cerámicos sería de un periodo "precolonial". No podemos datar con total certeza este grafito del Cabezo de San Pedro al haber sido recogido fuera de su contexto, ya que se encontró con otros restos materiales recogidos en las laderas, desconociéndose su contexto original. Si es cierto que tipológicamente estos restos cerámicos tienen una cronología que es imposible bajar del s. VIII a.C., por lo que nos demuestra la adopción de forma precoz del alfabeto fenicio en esta zona del SO en una época de contactos con los fenicios en la que estos no se habrían establecido todavía o los establecimientos tenían poco tiempo (Torres Ortiz, M., 2002: 319-320). Tras las excavaciones de los años 70 en el Cabezo de San Pedro, en los años de la siguiente década se extraen numerosos fragmentos y grafitos de otras zonas de Huelva, concretamente de la zona de las calles Méndez Núñez y Puerto, con unos grafitos muy deteriorados, estando en algunas ocasiones descontextualizados o sin poder afirmar con total certeza que puedan ser signos de una escritura paleohispánica por la mala conservación de estos grafitos (Hoz, J. de, 2010a : 362-364). En el ámbito onubense se han encontrado grafitos en otros enclaves geográficos exteriores a la propia Huelva, concretamente se han encontrado incluso en zonas como Niebla. En el pueblo de Niebla se encontró en estratigrafías de la zona conocida como "desembarcadero", en estratigrafías asociadas a elementos de los siglos VIII y VII como el "muro de Droop". Estos grafitos que se encontraron en Niebla tienen como soporte gráfico unos fragmentos de cerámica gris como los de Cabezo de San Pedro en Huelva, una cerámica gris con desengrasante fino (feldespato y mica), con cocción reductora definitiva. Se encontraron tres grafitos que se creen que pueden ser parte de la misma pieza cerámica (cuenco convexo de 22cm. de diámetro), un primer grafito sobre el que se observan 5 signos diferentes y cuya interpretación no está del todo clara por la mala conservación del los signos grabados, pero podemos transcribir esos signos como: ?] o pe a/ka/tu/to a/r e [?. En el segundo grafito observamos varios trazos y astas verticales, pero no podemos saber con certeza de que signos se tratan. Por último tenemos un tercer grafito consta de dos signos que tampoco podemos transcribir por la mala conservación de estos grafitos que se encuentran tan fragmentarios. Estos grafitos ponen de manifiesto el uso de escritura en el siglo VII a.C., pero no proporcionan suficientes datos como para comparar esta escritura con la de las lápidas del SO (Toscano-Pérez, C. & Correa Rodríguez, J. A., 2014: 49-53). En los grafitos del Carambolo vemos como el soporte de escritura no es ya sobre cerámica gris, sino en una cerámica de barniz rojo correspondiente a la tipología del Carambolo Bajo (700 a.C.). Estos grafitos del Carambolo son escasos (6) y con dudoso carácter de escritura salvo una excepción. Otro yacimiento con importantes restos de graftos sería el de Medellín, en tierras extremeñas, donde se han encontrad en estratigrafías coherentes de las que se han obtenido 9 fragmento entre los que hay lo que 18

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parecen signos (4), grafemas (1), y signos de escritura (4), que aparecen casi siempre sobre cerámica gris, a torno y bruñido. La generalización de esta cerámica gris en el registro arqueológico de Medellín nos induce a aceptar que pueden ser productos autóctonos y no resultado de importaciones, considerando entonces que en la zona estaría extendido el conocimiento de la escritura (Hoz, J. de, 2010a : 364-366). En el sur de Portugal también podemos encontrar grafitos en un número mucho menor que el de los grafitos de Andalucía y Extremadura. Encontramos un grafito que presenta la letra i, siendo el único grafito que encontramos sobre cerámica en la zona lusa. Los grafitos más sobresalientes serían dos: un grafito encontrado en Ourique sobre un asador de bronce, y otro en la necrópolis de Fonte Velha en una lámina de pequeñas dimensiones (8,6x6,3x1,3 cm.) realizada en pizarra. También cabe reseñar la existencia de un grafito en la zona del SE de la Península (Peña Negra de Crevillente) con una cronología ente el 700 y el 535 a.C. Este grafito está realizado en un fragmento de ánfora cuya pasta parece no ser autóctona, de procedencia del SO y en la que podemos distinguir 3 signos con unos trazos muy similares a los signos del SO, aunque no se descarta que pueda ser escritura fenicia (Hoz, J. de, 2010a : 366-367). J. de Hoz afirma que si pasamos a analizar el material lingüístico que nos aportan estos grafitos este es ínfimo, solo pudiendo analizar aisladamente cada uno de los restos y no pudiendo afirmarse en ocasiones que formen todos un grupo homogéneo o que no se pueden generalizar como unitarios, lo que no nos permite hacer comparaciones con otros materiales como las estelas del SO. Debemos tener en cuenta de la falta de redundancia en las inscripciones que observamos en estos grafitos, lo que nos imposibilita en muchas ocasiones una mayor comprensión y un estudio más profundo de estos grafitos. Algunos autores (Untermann, etc.) hacen hincapié en encuadrar todas las inscripciones que carezcan de redundancia en un grupo diferente al de las escrituras del SO, circunscribiéndolas a una categoría que denominarían como "sudibérica", pero esta alienación sería arto compleja, ya que supondría dos usos de la escritura o la coexistencia de dos escrituras en un mismo marco geográfico (Hoz, J. de, 2010a : 367-368). CONCLUSIÓN La muerte de una lengua es una cuestión típicamente sociolingüística, y la de una escritura, aunque menos estudiada, es sin duda un fenómeno del mismo tipo. Hay sin embargo una diferencia importante, que en el caso de las lenguas paleohispánicas es sin duda muy evidente la enorme diferencia en el número de los afectados en uno y otro proceso. En la muerte de una escritura mudan de escritura los pocos que saben escribir, en la muerte de una lengua muda de lengua toda la comunidad; además la mudanza de escritura puede ser a la vez mudanza de lengua escrita, pero no necesariamente. En todos los casos la mudanza se produce porque determinados factores sociales empujan en esa dirección y no existe una convicción cultural capaz de inhibir el proceso; no necesito insistir en los factores sociales que en la Hispania romana actuaban a favor del latín; la cuestión de las convicciones culturales es particularmente difícil y hasta ahora 19

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no existe ninguna explicación razonable de por qué ciertas sociedades rechazan la asimilación lingüística y otras no lo hacen; sobre la Hispania antigua carecemos totalmente de información y en principio debemos pensar que la presión mayor o menor del latín estuvo condicionada por mayor o menor facilidad de comunicación, bien sea facilidad social, por ejemplo la de los grupos indígenas privilegiados, bien meramente espacial, las diferencias por ejemplo entre la Bética y el País Vasco. Muchos son los interrogantes que persisten en el estudio de la escritura del S.O., unos interrogantes a los que si bien no tenemos respuestas seguras que arrojar, el estudio de los nuevos descubrimientos de estelas y grafitos nos ayudará a rellenar el vacío que tenemos al respecto de esta escritura. BIBLIOGRAFÍA -Coelho, L. (1976), Epigrafia prelatina del S.O. peninsular portugués, Actas del I Coloquio sobre Lenguas y Culturas Prerromanas de la Península Ibérica (Salamanca, 1974). Salamanca: Universidad: pp. 201-211. -Correia, V. H. (1996), A epigrafia da Idade do Ferro do Sudoeste da Península Ibérica. Oporto. -Fernández Jurado, J., Correa Rodríguez, J. A. (1988-1989), Nuevos grafitos hallados en Huelva. Huelva arqueológica, Nº 10-11 (3): pp. 121-142, Huelva -Gil-Mascarel Boscá, M. et al. (1986), Enterramientos en cistas de la Edad del Bronce en la Baja Extremadura. Saguntum, papeles del laboratorio de arqueología de Valencia, Nº 20: pp. 9-42, Valencia. -Guerra, A. (2002), Novos monumentos epigrafados com escrita do Sudeste da vertente setentrional da Serra do Caldeirão. Revista portuguesa de Arqueologia, Vol. 5, Nº2: pp. 219-231. -Guerra, A. (2010), Algumas observações sobre a escrita do Sudoeste, Actas do 7º Encontro de Arqueologia do Algarve (Silves, 22, 23 e 24 Outubro 2009). XELB: revista de arqueología, arte etnología, e historia, Nº10: pp. 103-114. -Hoz, J. de (2001), Dans le sillage hispanique de Michel Lejeune. Quelques problèmes d'histoire de l'ecriture. En: Comptes-rendus des séances de l'Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, 145e année, Nº 1: pp. 197-212 -Hoz, J. de (2010), Historia lingüística de la Península Ibérica en la antigüedad. I. Preliminares y mundo meridional prerromano, Madrid. -Hoz, J. de (2010), La variété des écritures au VIIe siècle. En: La Mediterranée au VIIe siecle av. J.-C (Essais d’analyses archéologiques): pp. 59-90, París. -Hoz, J. de (2013), Aristocracia tartesia y escritura. En: Tartesso, El emporio del metal: pp. 529-39, Córdoba. 20

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