La emergencia del chabacano en Filipinas: pruebas, indicios, conjeturas

June 23, 2017 | Autor: Mauro Fernandez | Categoría: Spanish, Sociolinguistics, Philippines, Pidgins & Creoles, Language contact
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Descripción





En un congreso celebrado en la universidad Ateneo de Zamboanga en 2014 se tomó el acuerdo de promover la grafía con v (agradezco a Jerome Herrera esta información).
El chabacano de Ternate cuenta ahora con una detallada descripción gracias a Sippola (2011).
Alicaya podría ser una adaptación de alcalde. Parece una simple coincidencia que en hiligaino exista alikaya, que en Méntrida (2004 [1637]) se glosa como 'persona de buena condición', en referencia al buen talante. Camcia podría ser una interpretación equivocada de camsia 'gracias', muy usado por los chinos de Manila.
Es la primera muestra de un pidgin de base léxica europea en Asia, pues antes de este hallazgo, la atestiguación más antigua era la del Chinese Pidgin English que figura en Anson (1748), en el informe de su viaje de 1743. Además de ser veinticinco años posterior, la del pidgin chino-inglés es más breve: consiste tan solo en una oración de doce palabras, mientras que la del chino-español consta de cincuenta y cuatro.
Me refiero al Ternate filipino, a escasos kilómetros de Maragondong, en la barra del río del mismo nombre. En la época de Murillo el poblado no se llamaba Ternate; ese nombre fue adoptado posteriormente para resaltar la continuidad (parcial) de su población con la que llegó a Filipinas en diversos momentos del siglo XVII, procedente de la isla del mismo nombre en las Molucas.
Bagontao: 'joven soltero'; dalaga: 'joven soltera'.
Aunque los márdicas desplazados a Filipinas procedían de la isla de Ternate, no eran en su mayor parte originarios de esa isla, sino de Tidor, Siao, Manados, Halmahera, etc. Habían confluido en Ternate como mercenarios, unos en ayuda de los españoles y otros en ayuda de los holandeses. Hay varias referencias de los padres jesuitas acerca las lenguas que circulaban entre ellos en la primera mitad del siglo XVII (véase Fernández 2012: 17).
Como es sabido, Whinnom (1956) proponía Ermita como punto de origen de todos los criollos filipinos, por haberse asentado allí —según él— a mediados del siglo XVII una colonia de márdicas cuya lengua era ya el criollo, extendido luego al resto de la población. Véase al respecto Fernández (2012).
Antes de irse a Filipinas, Gironella ya había dado muestras de su interés por lo pintoresco, de raigambre romántica. Le había comprado a Mesonero Romanos el Semanario Pintoresco Español, que dirigió durante los años 1843 y 1844. En 1845 fue destinado a Filipinas como intendente de Hacienda.
Véanse estas muestras: "[l]a gente de color debe prestar voluntariamente respeto y obediencia a la blanca. Para conseguir este objetivo es preciso mantener a la primera en un estado intelectual y moral que haga de su mayoría numérica, una fuerza política menor que la que resida en la segunda, así como en una balanza un montón de paja pesa menos que una pepita de oro" (Mas y Sanz 1842: vol.3, 16, cursiva original) . O esta otra: "es preciso quebrar enteramente su orgullo y que en todos lugares y ocasiones consideren al español como señor, no como igual" (Mas y Sanz, vol. 3, 48).
Había sido enviado como comisionado del gobierno a visitar varios países de Oriente, pero Filipinas no figuraba entre ellos. Fueron la enfermedad y la penuria económica (el Ministerio no le enviaba la asignación que le correspondía por sus informes) las que lo llevaron a Manila. Sus informes no versan sobre la "vida local", sino sobre el comercio, la situación política, y las posiciones de otros gobiernos europeos en la zona. Para esto no era imprescindible el trato directo con filipinos.
Véase al respecto Burke (2004: 120-121). El humanista Lorenzo Valla, reprochándole a un contemporáneo un dominio insuficiente del latín, utilizó expresiones como culinaria lingua, y a principios del XVI hay algunas referencias a la coquinaria latinitas. La mofa tuvo éxito y esas expresiones fueron adoptadas para designar las variedades de lengua que se percibían como mezcladas. Lutero se refiere en una ocasión al Küchenlatein de las cartas del papa, aunque él sabía bien que todas las lenguas son mezcladas: "omnes linguae inter se permixtae sunt", se lee en una de las "Charlas de mesa" recogidas por su secretario.
Esta forma se ha vinculado a veces al portugués que laia, que también ha dejado descendientes en diversos criollos portugueses de Asia, reforzando así la idea de que el chabacano podría ser un descendiente más de un pidgin malayo-portugués. Sin embargo, la distribución de quilai en los criollos portugueses es bien diferente de la de quilaya en chabacano: entre otras diferencias, no hay en el último nada semejante a quilai tem? ¿cómo está?', que es posiblemente el contexto en el que quilai aparece con más frecuencia en los criollos de base portuguesa.
El sultán firma como Amiril Mamini (=Amīr al-Mu'minin, príncipe de los creyentes'). Véase Donoso Jiménez (2012).
Estos documentos fueron publicados de forma incompleta y con bastantes imperfecciones en Francia y Ponce de León (1898), y se reproducen en la misma forma en Donoso Jiménez (2012). Aquí uso una de las dos copias manuscritas que se conservan en el Archivo Histórico de la Compañía de Jesús en Cataluña, obtenida directamente de los originales que conservaba una familia zamboangueña, descendiente directa de la destinataria de la carta.
Debe entenderse 'a los que van', y más adelante 'a los que vienen'. Este ejemplo es una muestra más del choque entre dos formas de organizar la transitividad (Fernández 2009). En una construcción no marcada en las lenguas filipinas, los saqueados serían el sujeto, y el verbo tendría que estar en una especie de pasiva. Que los españoles hablasen "por activa" tenía que sorprender a los filipinos tanto como lo contrario al padre Totanés: "en este idioma [el tagalo] es más frecuente el hablar por pasiva, que por activa" (1745: §106).
Debe entenderse amá 'padre', en maguindanao, con cierre glotal indicado por la –g final.
Se ha expuesto con detalle en Fernández (2013a)
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To appear in in José María Santos-Rovira (ed.), 2015. Armonía y contrastes. Estudios sobre variación dialectal, histórica y sociolingüística del español. Lugo: Axac.





La emergencia del chabacano en Filipinas: pruebas, indicios, conjeturas

Mauro Fernández
Universidade da Coruña

¿QUÉ ES EL CHABACANO?

El glotónimo chabacano se aplica al conjunto de variedades criollas del español surgidas en Filipinas como resultado del contacto entre las lenguas autóctonas y la lengua colonial. En la actualidad quedan hablantes de chabacano en algunos puntos de la Bahía de Manila (Cavite, Ternate) y en la parte sur de la isla de Mindanao (Cotabato, Basilan y especialmente Zamboanga, donde es la lengua predominante, con unos 500.000 hablantes). El glotónimo tiene su origen en una designación despectiva, vinculada a la corrupción y a la mezcla de lenguas; pero en la actualidad, chabacano (o chavacano, grafía preferida por muchos zamboangueños) es un nombre aceptado por los hablantes con orgullo, desprovisto ya de la carga negativa que tenía originariamente.
En marcado contraste con la notable atención que han suscitado entre los lingüistas portugueses o franceses los criollos basados en sus lenguas, la lingüística hispánica no ha sido precisamente prolífica en criollistas. Ello es especialmente cierto entre los lingüistas españoles, y más cierto todavía en lo que respecta a las hablas criollas de Filipinas. Es posible que haya algunos o muchos lectores que nunca hayan visto un texto en chabacano. Comenzaré, pues, con una breve muestra, un diálogo que forma parte de El Filibusterismo, una de las dos novelas del héroe nacional de Filipinas, José Rizal:

En Manila, en una dulcería que había cerca de la Universidad, muy frecuentada por estudiantes, se comentaban las prisiones de esta manera:
―¿Ya cogí ba con Tadeo? preguntaba la dueña.
―¡Abá, ñora, contestaba un estudiante que vivía en Parián, pusilau ya!
―¡Pusilau! ¡Nakú! ¡no pa ta pagá conmigo su deuda!"
―¡Ay! No jablá vos puelte, ñora, baká pa di quedá vos cómplice. ¡Ya quemá yo nga el libro que ya dale prestau conmigo! ¡Baká pa di riquisá y di encontrá! ¡andá vos listo, ñora!"
―¿Ta quedá dice preso Isagani?
―¿Loco-loco también aquel Isagani, decía el estudiante indignado; no sana di cogí con ele, ta andá pa presentá! ¡O, bueno nga, que topá rayo con ele! ¡Siguro pusilau!
La señora se encogió de hombros.
―¿Conmigo no ta debí nada! ¿Y cosa di jasé Paulita?
―No di faltá novio, ñora. Siguro di llorá un poco, ¡luego di casá con un español!
El Filibusterismo, cap. XXVIII (cursiva añadida)


LOS PRIMEROS TEXTOS EN CHABACANO Y EN OTROS CRIOLLOS

La novela de Rizal se publicó en 1891. Unos años antes, el ilustre romanista Hugo Schuchardt había publicado el primer estudio sobre esta variedad reestructurada del español, que él denominó Malaiospanische. (Schuchardt 1883). En él incluía algunas muestras que le habían enviado sus corresponsales filipinos: recortes de prensa y fragmentos de libros publicados hacia 1880. Esos eran hasta ahora los textos más antiguos de que disponíamos, pues aunque se habían ido añadiendo otros al inventario, ninguno era anterior a los publicados por el ilustre romanista de Graz.
Sólo recientemente se han localizado algunos textos anteriores. Dos de ellos —de 1859 y 1860, los más antiguos por ahora— están reproducidos y comentados en Fernández & Sippola (próx.). Se trata de dos relatos costumbristas escritos por el fraile agustino Juan Tombo. Con ellos, el horizonte temporal del chabacano documentado se amplía en dos décadas; pero aun así, la atestiguación textual del chabacano —y por consiguiente la prueba inobjetable de su existencia— sigue siendo muy reciente en comparación con lo que ocurre con otros criollos.
Para algunos criollos surgidos en lugares mucho menos visitados que Manila, disponemos de textos muy anteriores a los del chabacano. De 1671 es la primera muestra del criollo francés antillano de Martinica (Carden, Goodman, Posner & Stewart 1990); y la Passion de Notro Seigneur selon St-Jean en langage nègre, también procedente de Martinica, ha sido datada hacia 1750 (Baker 1995). Uno de los criollos de Surinam, el Sranam tongo, está atestiguado ya en 1718 (Arends & Perl 1995); y el papiamento de Curaçāo en 1775, en una carta de un judío a su amante (Wood 1972, Salomon 1982).
Cambiando de continente, disponemos de una descripción del sistema verbal del criollo indoportugués del sur de la India hecha por un misionero danés en 1733 (Cardoso 2014). También el de Batavia está documentado en el siglo XVIII: en 1780 se publicó un vocabulario y libro de frases usuales para que aprendiesen portugués los que llegaban a la ciudad sin saberlo, pero el portugués que se enseñaba en ese libro era el criollo de la ciudad. Más cerca de Manila, en 1751 se publicó en cantonés el Ao men Chi Lüeh ('Gaceta de Macao'), para instruir a los comerciantes chinos que acudían a la colonia portuguesa; entre otras muchas informaciones pertinentes para su función, hay en el volumen unas páginas de vocabulario que contienen formas verbales que revelan una parte del sistema verbal del criollo, como ja olhá, pasado de olhar 'ver', o ja vem, pasado de vir 'venir' (Bawden 1954, Thompson 1959).
Obviamente, la formación del chabacano tiene que ser anterior a 1859 (el año del documento más antiguo por el momento), porque cualquier variedad de lengua tiene que estar ya formada antes de que quienes la usan la reproduzcan por escrito, o que quienes no la usan la perciban como peculiar y traten de imitarla. Pero lo mismo podemos decir de cualquiera de los demás criollos: el martiniqués tiene que ser anterior a 1671, el macaísta anterior a 1751, etc., lo que nos devuelve al punto de partida: comparado con otros criollos, el chabacano parece ser muy reciente. Lo que las pruebas inobjetables —los primeros textos— demuestran es que en torno a 1859 el chabacano ya funcionaba como vehículo de comunicación cotidiana entre filipinos, en algunos barrios de Manila; había dejado de ser un conjunto heterogéneo de formas ocasionales de L2 para convertirse en una parte del repertorio lingüístico comunitario. Pero no nos dicen lo que desearíamos saber, que es cuándo, dónde y cómo ocurrió tal cosa. Así pues, ante la falta de mejores evidencias, sólo podemos coleccionar indicios y elaborar conjeturas acerca de cuán anterior a 1859 fue su emergencia como variedad cristalizada. Además, en el caso de que nuestras conjeturas nos llevasen muy atrás, tendríamos que explicar por qué no se han conservado textos (o al menos testimonios) más antiguos.


INDICIOS Y CONJETURAS

A diferencia de lo que ocurre en otros casos, las características lingüísticas del chabacano no arrojan mucha luz sobre la época de su formación (Fernández & Sippola, próx). Por esa vía, lo único que podemos conjeturar es que se formó con posterioridad a la reestructuración de las sibilantes del español. El léxico tampoco nos sugiere nada preciso, pues supuestos 'arcaísmos' que han sido interpretados a veces como indicios de una formación antigua, son formas que han continuado vivas hasta hoy en las hablas populares de México y el resto del territorio que constituía el virreinato de Nueva España, cuya impronta en el chabacano es patente.
Las características lingüísticas dejan, pues, el horizonte temporal abierto a muy diversas conjeturas, apenas limitadas por otro tipo de testimonios que no constituyen pruebas inobjetables, pues siempre dejan un amplio margen de incertidumbre. Podemos llamarlos testimonios indirectos.

3.1. Testimonios indirectos

Son testimonios indirectos las referencias y alusiones que encontramos en diversos textos (cartas, descripciones de una zona, relatos de viajes, etc.) acerca de cómo hablaban las lenguas coloniales los pueblos sometidos. Habitualmente, estos comentarios están formulados en términos despectivos, destacando la corrupción o mezcla experimentada por las lenguas coloniales, pero sin aportar ejemplos concretos o lo suficientemente extensos que nos permitan afirmar que tales testimonios se refieren inequívocamente a las variedades criollas (en nuestro caso al chabacano).
Pero tampoco en esta dimensión se nos muestra precoz el chabacano, pues el más antiguo de estos testimonios indirectos es de mediados del siglo XVIII, bastante tardío si lo comparamos con el de 1627 para la pequeña isla de San Tomé, en el Golfo de Guinea, ciento veinte años anterior a la primera referencia sobre la existencia en Manila de formas de español reestructurado.
No es extraño, pues, que las conjeturas sobre cómo y cuándo se formó el chabacano sean tan dispares, desde las de quienes sitúan el período de cristalización todo lo atrás que se puede, incluso en el siglo XVI (opción que solo es posible aceptando un origen exógeno para el chabacano, en un pidgin malayo-portugués), hasta las de quienes avanzan en el tiempo todo lo que se puede, hasta mediados del siglo XVIII o incluso más tarde.
Al parecer, Manila tuvo siempre una notable complejidad lingüística. Un padre agustino nos dejó en el primer tercio del siglo XVII un breve apunte sobre el "champurro de lenguas" que hablaban los criados negros que servían a los españoles y la repercusión que ello tenía en la lengua de sus hijos (Medina (1893 [ca. 1630: 100).
Un siglo más tarde, la complejidad ha aumentado mucho. En 1725 escribía el joven jesuita Murillo Velarde acerca de las confesiones de los fieles en su iglesia:

[…] al salir de la clase era necesario ir a confesar a muchos que esperaban, Negros, Mulatos, Indios, Cafres, Malabares y otra gente deste talle. Hay operarios que confesarán al año más de quince mil personas, y esto en varias lenguas, porque es indecible la variedad de ellas, que hay en Manila, donde el que fuere celoso puede ser pastor de todo el mundo, pues de todas las Naciones acuden á esta Ciudad al Comercio. […] hay gente de todas las naciones de Europa y de la América. Habrá como veinte mil chinos o sangleyes, también vienen aquí por la vía de Oriente, Persas, Flamencos, Tártaros, Mongoles, Cambayes, Macasares, Banujes, Malacos, Goanes, Mozambiques, Lascares, Maliapures, Griegos, Turcos, Malabares, Ligoos, hay muchos cafres y otras castas de Negros. (Murillo Velarde 1725: 931-932)

Veinticinco años después, tras reseñar de nuevo la gran diversidad lingüística en términos parecidos a los de la cita anterior, Murillo nos ofrece el primer testimonio indirecto que contiene referencias inequívocas a diversas modalidades de español reestructurado:

De aqui nace, que el confesionario de Manila es, à mi ver, el mas dificultoso de todo el Mundo, porque siendo imposible confesar à todas estas gentes en su propia lengua, es mejor confesarlas en Español, y cada Nacion tiene hecho su propio vocabulario de la lengua Española, con que comercian, se manejan y se entienden, sin que nosotros los entendamos, sino con gran dificultad, y casi adivinando. Se verá un Sangley, un Armenio y un Malabàr, que estan hablando en Español entre sí, y nosotros no los entendemos, segun desfiguran la palabra y el acento. Los Indios tienen otro Español peculiar, y mas peculiar los Cafres, a que se añade comerse la mitad de las palabras. Los sudores, que cuesta el confesarlos, nadie, sino el que lo experimenta, lo puede declarar, y aun quando se entienda en general la culpa, al querer especificar circunstancias, es un laberynto inexplicable, porque no entienden nuestro modo regular de hablar, y asi al examinarlos, dicen si, y dicen no, segun se les ofrece, sin entender bien lo que se les pregunta; de suerte, que en breve tiempo dicen veinte contradictorios, con que es preciso atemperarse à su lengua, y aprender su vocabulario. (Murillo Velarde 1749: Libro 1, cap. 2, § 8.

No podemos asegurar que alguno de estos modos de hablar el español fuese el chabacano tal como se muestra en las atestiguaciones textuales que se inician en 1859. Obsérvese que Murillo destaca la dificultad que representa el vocabulario de los extranjeros (el sangley o chino, el armenio y el malabar), por una parte, y por otra el acento de los extranjeros (no así el de los indios, al que tal vez estaba más habituado). También destaca el acortamiento de palabras entre los cafres. Y por último, para todos ellos, apunta a ciertas diferencias pragmáticas, de estrategias comunicativas, que añadían dificultad a las confesiones. Ninguno de estos rasgos constituye una característica esencial del chabacano: en todas sus variedades la prosodia es marcadamente filipina, y la abreviación de palabras (más frecuente en el de Ternate que las otras variedades) raramente llega a tal extremo que impida el reconocimiento de la forma plena. Existen, naturalmente, formas abreviadas, algunas de gran frecuencia, como el auxiliar ta por está, pero eso difícilmente llamaría la atención del andaluz Murillo, pues siendo tal abreviación frecuente en el español popular, no supondría para él ninguna dificultad comunicativa.
En el tomo octavo de su Geographia insiste en que la dificultad mayor parece venir del vocabulario:

El concurso de varias Naciones, no creo tiene semejante en el ¡mundo. Estando una hora en el Tuley, ò Puente de Manila se verán passar casi todas las Naciones de Europa, Assia, Amèrica, y Africa: se veràn sus trages, y se oiràn sus lenguas. El prodigio es, que todos ellos, para comunicar entre sì, hablan Español; pero ¿cómo? Cada Nacion ha formado una gerigonza, por donde se entienden. Yo oì un dia un gran pleyto, entre un Sangley, un Armenio , y creo, que un Malabar, todos hablaban español; y yo no entendì à ninguno, por no haver estudiado entonces sus Vocabularios. V. gr. Los Chinos para decir Alcalde, Español, y Indio, dicen assi: Alicaya, Cancia, Juania. (1752: 52)

Murillo señala un punto específico en Manila de gran dificultad comunicativa debido al español que se usaba. Era la Fundición Real, junto al baluarte de San Diego, en la que

están los Galeotes, donde ay tal variedad de gente de Mestizos, Indios de varias lenguas, Cafres, Negros de varias fuentes y Chinos que es menester especialisima habilidad y paciencia para darse a entender" (1749: lib. 1, cap. 2, f. 7r).

En otro pasaje de su Historia de la Compañía de Jesús, en uno de los frecuentes saltos del autor entre el pasado y el presente, nos dice al reseñar las virtudes del padre Francisco Esquerra:

Todos los Domingos de Quaresma iba a enseñar la doctrina à la Fundicion, que es la casa, à que se condenan, como galeotes, los esclavos, los Negros, los Indios de varias Naciones, los Sangleyes, y otros, todos por sus malas costumbres. La mayor dificultad està, en que en tanta variedad de lenguas no se puede el Doctrinero explicar de forma que le entiendan. Casi todos hablan en Español, pero tan desfigurado, que parece hablan en Griego, y tiene esta gente un lenguaje peculiar à modo de algarabia, que necesita particular estudio. La caridad hizo al H. Ezquerra hablar este lenguage, tanto mas elegante para el auditorio, quanto mas inculto, y barbaro, para que lo pudiesen entender". (1749: libro 4, cap. 13, f. 334v)

La cita se refiere a la etapa de novicio de Ezquerra, antes de que fuese ordenado sacerdote, en 1669. Puesto que Esquerra había nacido en el seno de una familia acaudalada de Manila, probablemente estaba acostumbrado a escuchar diversos grados de aproximación al español por parte de sirvientes y comerciantes chinos o de otras nacionalidades. Que esta "algarabía" que se hablaba en la Fundición supusiese para él una dificultad comunicativa grande, algo que en opinión del padre Murillo necesitaba "particular estudio", hace improbable que tal algarabía fuese el chabacano en ciernes. Si lo fuese, entonces habría que datar su origen a mediados del siglo XVII (salvo que Murillo esté proyectando sobre el siglo anterior las diferencias que observa en su época). En cualquier caso, suponer que se trataba del chabacano exigiría explicar cómo se produjo el salto desde jerga o algarabía de galeotes a vehículo comunicativo de barrios y pueblos enteros, incluidas sus clases acomodadas, y por qué a mediados del siglo XIX el chabacano no implicaba una especial dificultad comunicativa para los españoles nacidos en Filipinas.

3.2. El pidgin chino-español

Hubo otras reestructuraciones del español en el archipiélago, aparte de las mencionadas por el padre Murillo. La más notable es el pidgin hispano-chino, cuya atestiguación documental más antigua se encuentra en un manuscrito de 1718 que está en la Biblioteca Nacional de España (Anónimo 1718, Fernández 2013b).
Esa muestra contiene los rasgos prototípicos del pidgin tal como los encontramos en las reproducciones o imitaciones posteriores, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, lo que indica que ya estaba estabilizado en sus rasgos esenciales a principios del XVIII.
La primera de estas imitaciones decimonónicas del XIX es la de Lerena (1859). Entre el cuadro costumbrista de Lerena y el manuscrito de 1718 hay un vacío de casi un siglo y medio. Si no hubiésemos tenido la fortuna de encontrar el documento de 1718, estaríamos haciéndonos la misma pregunta que nos hacemos sobre el chabacano: en 1859 estaba estabilizado un pidgin chino-español, puesto que los rasgos que aparecen en Lerena son los mismos que reaparecen una y otra vez en las imitaciones posteriores; pero ¿desde cuándo? El hallazgo (no del todo fortuito) del manuscrito nos permite ahora hacer retroceder la pregunta un siglo y medio más: en 1718 había un pidgin hispano-chino estabilizado y reconocible, y por consiguiente formado con anterioridad a ese año; pero ¿desde cuándo? Cualquier respuesta prudente tendrá que darle como mínimo un par de décadas de anterioridad, posiblemente más, dada la masiva arribada de chinos desde el principio de la colonia.

3.3. ¿Cuándo se convirtió el chabacano en lengua intracomunitaria?

Hasta ahora no ha aparecido para el chabacano nada similar al documento que prueba la estabilización del pidgin hacia 1700. Naturalmente, por definición, un pidgin no puede ser una lengua intracomunitaria; pero el criollo sí lo es, pues sin su adopción como lengua habitual por parte de una comunidad no hay tal criollo, sino una serie de aproximaciones diversas a una L2. Una breve frase que contuviese al menos un par de marcadores preverbales de aspecto, en cuanto que estos constituyen el rasgo más notable de la reestructuración, podría ser suficiente, dependiendo del encaje con el resto de los datos lingüísticos y sociales. Lamentablemente, no he podido localizar algunos textos que parecen prometedores, como los manuscritos "malsonantes y satíricos" contra las autoridades que circulaban por Manila en 1738 y que fueron prohibidos por un edicto del Arzobispo Juan Ángel Rodríguez, so pena de excomunión mayor para quien los conservase en su poder. Había entre ellos uno cuyo título, Mingoy y Totay, sugiere que podría tratarse de un diálogo entre filipinos, marco en el que podrían aparecer frases en chabacano, en el caso de que este estuviese ya estabilizado, o bien jalones que nos indicasen su proceso formativo, en el caso de que no lo estuviese.
Con todo, algunos jalones sí hemos encontrado, como veremos más adelante. Si creo que el chabacano sólo empieza a consolidarse como vehículo comunicativo cotidiano entre filipinos a mediados o finales del siglo XVIII es, en primer lugar, porque, de no haber sido así, resultaría extrañísimo que nadie antes del padre Murillo haya dejado testimonio de ello, ni directo ni indirecto —admitiendo, con carácter provisional, que alguno de los modos peculiares que Murillo reseña sea un antecesor del chabacano.
Si el proceso se hubiese desarrollado como sugiero, ¿cuál de las modalidades reseñadas por Murillo es la mejor candidata? En mi opinión, tuvo que haber sido la segunda, de la que sólo se nos dice: "los indios tienen otro Español peculiar". La clave está en ir descubriendo las características de tal peculiaridad.
Del comentario de Murillo no se desprende que ya existiesen comunidades en las que ese español peculiar se hablase habitualmente. Ni siquiera en Ternate, en la bahía de Manila, donde se habían instalado algunos desplazados de las Molucas, denominados márdicas, y que según algunos autores —especialmente Whinnom 1956 — están en el origen de todos los criollos filipinos. El padre Murillo nos habla de esta comunidad en los siguientes términos:

Los Lunes rezan en la Iglesia los bagontaos, dalagas, y chiquillos en español. Los Mardicas, usan tres lenguas, la Española, en que hablan con el Padre, y los Españoles, la Tagala, en que se entienden con los Indios, y la suya propia, que hablan entre sí, y la comunican y enseñan à sus hijos. Tan amantes son de su idioma, accion digna de gente mas politica.

El autor habla de primera mano, pues había estado algún tiempo en la residencia de Silang, de la que dependía Maragondong, y había administrado oficios religiosos en su bella y alegre iglesia. Había conocido personalmente a algunos de los márdicas venidos de las Molucas. Y lo que nos dice es que el español — admitamos que "peculiar" aunque en esta ocasión el autor no lo diga— no era la lengua comunitaria, como habría de serlo más adelante, sino que era tan solo la usada para hablar con el Padre, y por consiguiente con los españoles. Era un español L2, probablemente muy útil para ellos, pero todavía no era la L1 de la población. La lengua comunitaria era todavía "la suya propia", posiblemente el ternatense (bahasa Ternate) o la versión moluqueña del malayo, que eran las dos lenguas comunes en la zona de la que procedían.
Probablemente conoceríamos más sobre la situación lingüística del Ternate filipino y otras localidades si los jesuitas no hubiesen sido expulsados de España y sus dominios, pues ellos fueron sin duda quienes nos han legado más noticias de índole lingüística durante los siglos XVII y XVIII. En 1769 salieron todos los de Filipinas, y no regresaron hasta casi cien años más tarde, en 1859, cuando el chabacano ya ocupaba un lugar importante en el repertorio lingüístico de ciertos barrios de Manila.
El primer testimonio sobre una localidad que había adoptado un español peculiar como vehículo comunicativo cotidiano nos la da el agustino Martínez de Zúñiga a principios del siglo XIX, refiriéndose al Puerto de Cavite y al pueblo colindante de San Roque: "En Cavite y en su arrabal de San Roque se habla un español muy corrompido, cuyo frasismo está enteramente sacado del idioma del país." (1893 [ca. 1806]: vol. 1, 321).
La expresión "se habla" debe entenderse como lengua habitual, pues indios ladinos en español en mayor o menor grado los había en muchos sitios. Esas localidades habían adoptado una versión reestructurada del español como lengua comunitaria. Naturalmente, que sea el primer testimonio no quiere decir que sean esas necesariamente las primeras localidades en las que ello ocurrió, pero hay bastante probabilidad de que haya ocurrido así. Es significativo que el propio Martínez de Zúñiga nos diga que en la provincia de Tondo, a la que pertenecía Manila e incluso "en los mismos arrabales, como en Binondo y Santa Cruz", los más prósperos y dinámicos, "se habla el tagalo", si bien "algo corrompido, porque se les han introducido una infinidad de voces españolas, que es lo que han sacado de vivir cerca de Manila" (1893 [ca. 1906]: vol. 1, 299). En Cavite y San Roque se habla (habitualmente) español "muy corrompido" por el tagalo. En los arrabales más importantes de Manila se habla (habitualmente) tagalo "algo corrompido" por el español.
Dejando a un lado el relato —en mi opinión fantasioso— difundido por Whinnom, me parece más acertado sostener que el chabacano cristaliza, o precipita (en el sentido químico), en el período comprendido entre los testimonios indirectos del padre Murillo (1749) y de Martínez Zúñiga (1806). En algún momento de ese medio siglo se produce en algunas comunidades la adopción del español como lengua habitual. Esto conlleva una focalización (en el sentido de Le Page y Tabouret-Keller 1983) de una serie de rasgos típicos de una L2 adquirida por adultos, y de otros propios de mestizos bilingües. La mayor parte estos rasgos son de origen netamente filipino, aunque alguno de ellos tal vez proceda de las otras modalidades de español peculiar a las que se refiere Murillo. Algo similar está ocurriendo desde hace dos o tres décadas en Singapur, donde está emergiendo una variedad de inglés comunitario, reestructurado mayormente por el influjo del hokkien, pero también con aportaciones del malayo. Si esto ocurre en una situación de intensa enseñanza formal del inglés, que además tiene un uso extenso como lengua vehicular en la instrucción, no es difícil imaginar qué pudo haber ocurrido en Cavite, en San Roque, y en los arrabales de Manila, donde la enseñanza reglada del español era considerablemente menor.
Los dos textos del padre Tombo que se dan a conocer en Fernández & Sippola (próx.) muestran que hacia 1859 ese proceso estaba concluido. El chabacano de esos textos es básicamente idéntico al que encontramos en aquellas muestras de Schuchardt (1883) que pasaron con éxito la severa crítica de filipinos bien familiarizados con el criollo. De los dieciséis rasgos que Lipski (2012) considera característicos del chabacano, quince está presentes en estos textos, y la ausencia de uno se debe probablemente a la falta de oportunidad para su uso.
Por otra parte, los criollos no eran (ni son) tan monolíticos como a veces los imaginamos; había (y hay) en ellos campo para la variación, no solo dialectal sino también sociolectal, como ha mostrado Cardoso (2014) para los indo-portugueses. Y por eso la presencia de estos rasgos no suele darse de forma absoluta: la marca cero de número coexiste con nuestros plurales en –s y con el plural tagalo (que se forma con una partícula antepuesta); la forma invariable de los artículos alterna con las formas dotadas de género y número. Esto ocurre en general en todos los textos en chabacano, incluidos los actuales, y por consiguiente también en los del padre Tombo. Pero el aroma de esos dos cuadros costumbristas es sin duda el del chabacano, pues además de los rasgos de la lista de Lipski, presentan otros que, sin ser imprescindibles, indican que el autor era un conocedor genuino de algunas de las sutilezas del criollo.

3.4. ¿Quiénes adoptaron el chabacano como lengua intracomunitaria?

Los personajes de estos primeros nos dejan entrever la variedad de ambientes y grupos sociales que utilizaban el chabacano. Hay una vendedora callejera que vive en el Parián de Manila, un estudiante hijo de un hacendado de provincias, un vago que cuenta en chabacano historias graciosas, se burla de un chino en pidgin chino-español, se mofa en chabacano de unas mujeres filipinas que salen del Beaterio al finalizar sus ejercicios espirituales. En el fragmento de Rizal reproducido al comienzo es un universitario, natural del Paríán, el que mantiene el diálogo con la dueña de la dulcería. En otro texto de fines del XIX vemos a un estudiante adinerado que alterna entre el chabacano, que utiliza con su madre, y el español, que utiliza con unos colegas con los que trata asuntos de política. De esta variedad de personajes y ambientes se puede deducir que el chabacano no desempeñaba la misma función en el repertorio lingüístico de los diversos grupos sociales.
En trabajos recientes (Fernández 2011, 2012, Fernández & Sippola próx.) se ha sugerido la idea de que posiblemente era un vernáculo para las clases acomodadas más hispanizadas: mestizos chinos e indios principales, pues estos eran los que más se podían beneficiar de la "distinción" (Bourdieu 1979) que obtenían al sustituir sus lenguas indígenas por el español; un español que hablaban "a su modo", indigenizado y con un amplio espectro de variación interna. Su repertorio lingüístico incluía también la variedad más formal de español para usarla en los contextos adecuados. Para las clases populares, en cambio, el chabacano sería un instrumento de comercio, de relación con los grupos más hispanizados y de promoción social, mientras que su vernáculo sería el tagalo u otra lengua filipina.
Disponemos de otros indicios que apuntan a que un español indigenizado y reestructurado estaba en el repertorio lingüístico de las clases acomodadas a mediados del siglo XIX. En 1847 el editor español Gervasio Gironella, entonces avecindado en Manila, publicó un álbum de acuarelas del pintor filipino José Honorato Lozano, con vistas y trajes de Filipinas. Cada acuarela lleva en el reverso una descripción escrita por Gironella. Una de ellas nos presenta a la india elegante de Manila:

El traje que representa esta lámina es exactamente el de una india elegante de Manila. La peineta, la abuja [= aguja, M.F.] del pelo y los arcillos [= zarcillos, M. F.] de oro de color; la cadena o el rosario de corales y oro, con una medalla de la Virgen de Guadalupe de Méjico en el extremo; el payo o sombrilla; el pañuelo de crespón; la camiseta de piña ó jasi; la saya de seda o cambaya; el tapis corto, como lo usan las más elegantes, de seda de Baliuag, y la chinela bordada, constituyen el verdadero traje de las indias acomodadas de Manila. (Gironella 1847).

Tan explícita descripción no deja lugar a dudas sobre su pertenencia al grupo de mayor relieve social entre los nativos. La descripción se recrea a continuación en algunos detalles de lo que hablaban estos indios acomodados y los mestizos de Manila:

No carece de gracia el castellano que hablan y al que se da el nombre de castellano de cocina, y el tonillo y suma languidez con que lo pronuncian. Duele conmigo este mi cabeza; dale usté con de aquel su pañuelo;¡como no!; ¡mas que! y sobre todo el uste cuidao, son expresiones que dan una idea del castellano que hablan los mestizos y los indios, no usando de género ni numero en los adjetivos y pronombres, como sucede en tagalo; así es que lo mismo dicen este tijeras, y un punda por funda; además mudan casi siempre la "f" en "p" y la "p" en "f", lo mismo que otras letras, diciendo por ejemplo Pilifino por Filipino, cape por café, cabayo por caballo, buerta por vuelta. El yo, el, o usté cuidao, que se aplica todo, que para todos sirve, es sumamente expresivo. ¿Harás esto? Yo cuidao; ¿Cuánto vale esto? Usté cuidao; procura que no se vaya fulano, él cuidao, de modo que esta sola palabra, según como se aplica y la entonación con que se pronuncia, expresa todo un concepto, y sirve también para no decir nada que comprometa. (Gironella 1847).

Los ejemplos ponen el énfasis en ciertos rasgos que entre los españoles se consideraban emblemáticos del español filipino y que también están presentes en chabacano, aunque algunos sean opcionales. La combinación de demostrativo más posesivo, por ejemplo, en este mi cabeza, aquel su pañuelo, es posible en chabacano, aunque hay también otras formas de decirlo. También corresponde al chabacano la supresión de las marcas de género y número, o el orden de palabras de las dos primeras oraciones. Los ejemplos de Gironella pueden tomarse como muestras del chabacano, ya que no hay en ellos casi nada que los excluya, salvo tal vez con de aquel su pañuelo, que no se ajusta a las construcciones prototípicas con dale.
Falta, sin embargo, tanto en los ejemplos como en el comentario de Gironella, lo que constituye el rasgo más visible del chabacano, un rasgo fácil imitación aunque no se logre un acierto pleno en los matices: la drástica reducción del sistema verbal en persona, tiempo y modo, dejándolo reducido a una forma invariable, el infinitivo sin la –r final, acompañado de tres marcadores preverbales que corresponden a las tres formas aspectuales del verbo en las lenguas filipinas. ¿Cómo pasar por alto ta comé yo, de aspecto imperfectivo, por 'yo como' o 'yo comía', ya comé yo, de aspecto perfectivo, por 'he comido', o de comé yo, de aspecto "contemplado" (así lo llaman los filipinistas), por una variedad de significados entre los que se encuentra 'yo comeré?
La formas verbales contenidas en los ejemplos, duele y el imperativo dale, son excepciones a la regla general, junto con algunos otros verbos (tiene, puede, quiere, sabe); pero no deja de resultar extraño que Gironella, si quería llamar la atención sobre "lo pintoresco" de esa forma de hablar español, no hubiese elegido la versión con marcador de aspecto, ta duele, o que no haya seleccionado uno de tantos verbos invariables en infinitivo, como ta comé. ¿Se usaba este sistema aspectual en 1847? Probablemente sí, puesto que doce años más tarde los encontramos en pleno uso. Es posible que los filipinos lo usasen entre ellos, pero que se acomodasen, en la medida de lo posible, a las formas verbales del español común cuando hablaban con españoles. ¿Es por eso por lo que Gironella no documenta este rasgo como peculiaridad "graciosa", más incluso que este mi cabeza?

Más problemas todavía presenta el siguiente fragmento de 1843:

Los filipinos han formado una especie de castellano de cocina "me duele á aquel mi cabeza" no se regañe Vd. conmigo; pero yo quiero prestar con Vd. un peso (que quiere decir, no se enfade Vd., yo vengo á pedirle á Vd // un peso prestado)" y así otra infinidad de modismos que es menester aprender para entenderse con los criados. (Mas y Sanz 1843: vol. 2, 9-10)

A diferencia de los ejemplos de Gironella, compatibles en general con el chabacano aunque no muestren las peculiaridades más llamativas, en estos otros hay rasgos que no existen en chabacano, como los pronombres reflexivos en me duele, se regañe, o formas flexionadas de los verbos como regañe o quiero. Probablemente nos hallamos ante una reproducción imperfecta: el autor no estuvo demasiado tiempo en Manila, como máximo dos años, y publicó su extenso informe sobre Filipinas cuando ya había regresado a España. Por otra parte Sinibaldo de Mas fue un consumado políglota que conocía más de veinte lenguas; pero pese a ello, podría no haber prestado demasiada atención a los detalles del castellano de los filipinos, a quienes no apreciaba mucho. Es posible que no se relacionase mucho con ellos, y que dedicase su estancia no programada en Filipinas a elaborar su informe.
En cualquier caso, Mas estaba errado en la reducción del "español de cocina" al ámbito de los criados. No es el único que cometió este error, posiblemente inducido por la "cocina", que sugiere de inmediato "cocineros" y demás criados. Las denominaciones culinarias para las lenguas mezcladas son antiguas, datan al menos del siglo XV.
Al igual que en el comentario de Gironella, también falta en el de Mas y Sanz el rasgo que mejor caracteriza al chabacano: la reducción de la conjugación verbal a una única forma, derivada del infinitivo, acompañada de marcadores aspectuales, como en tá pensá yo, ya pensá yo, de pensá yo, preferiblemente con el pronombre sujeto tras el verbo. En cambio, en los diálogos costumbristas del padre Tombo, unos años más tarde, aparecen profusamente, y esto sugiere que unos años antes ya tenían que existir. ¿Por qué, entonces, no figuran en los ejemplos de los años cuarenta, siendo como son formas claramente perceptibles por cualquier hispanohablante y sumamente fáciles de imitar? ¿Quiere decir algo esta ausencia? Yo creo que sí: esta sordera selectiva ante las formas verbales reestructuradas sólo me parece explicable si asumimos que, en la interacción con los españoles, los filipinos escondían el rasgo más llamativo de su "español peculiar", sustituyéndolo por formas flexionadas con grados diversos de maestría en su uso, posiblemente con una distribución sociolectal.

3.5. ¿Cómo se fue formando el chabacano?

Hay una larga y compleja polémica entre los criollistas acerca de si los procesos de criollización se desarrollaron de forma gradual o de forma abrupta. No creo que sea posible dar una respuesta única para todos los casos. Pero si se acepta lo que hemos venido diciendo hasta ahora, el chabacano se habría formado de las dos maneras. El proceso de focalización de ciertos rasgos en una comunidad suele producirse rápidamente, en el transcurso de una o dos generaciones. Pero esos rasgos pueden existir desde hace bastante más tiempo en forma difusa, como rasgos de L2 que todavía no se consideran comunitarios. Creo que algo así ocurrió con el chabacano, pues si bien no tenemos evidencias de su existencia, sí la tenemos de alguno de sus rasgos.

3.5.1. Maski, kilaya y maski-kilaya

La construcción concesiva del español mas que, que pervive en español dialectal peninsular bajo la forma de manque, fue adoptada por el tagalo y otras lenguas filipinas. Por consiguiente, no sabemos si su presencia en chabacano (maskí, maskin) procede directamente del español o si llegó a él por la vía del tagalo y otras lenguas filipinas, en un camino de ida y vuelta (Vázquez Veiga & Fernández 2012). Pero su combinación con adverbios y pronombres interrogativos para expresar un significado indefinido (maski donde 'en cualquier lugar', 'no importa donde', etc.) es un calco de construcciones idénticas en las lenguas filipinas:
La primera documentación que hemos encontrado de este rasgo es de 1821, en un folleto titulado El indio agraviado, donde maski se combina con una serie de adverbios interrogativos de modo, con el significado 'de cualquier manera'.
Uno de esos interrogativos es kilaya 'cómo', pieza típica del chabacano procedente del español qué laya y que se documenta por primera vez en este mismo texto. El autor del folleto, un indio filipino, se defiende de los ataques que se habían formulado contra los indígenas en un periódico local, El Noticioso Filipino, acusándolos de carecer de facultades, de luces y de conocimientos. En una retórica petición de disculpa, el autor (el agraviado) pide al agraviador que le dispense por su torpeza,

pues no se le oculta (como todos los Españoles dicen) que el Indio no hace cosa buena, y si ven un papel suyo lo desprecian diciendo: tà castellano de Yndio etc. y asi hablaré mas qui quilaya […].

El Noticioso Filipino n. 2 tambien pone sus palabras mas qui hechura, mas qui qui modo, y así à su imitación puse la mia mas qui quilaya" (Anónimo 1821: 5-6))

Estaban en uso, pues, en 1821 los adverbios interrogativos kilaya, kichura, kimodo. También estaba en uso maski, así como su combinación con los interrogativos mencionados, todo ello presente y típico en el chabacano actual. Había, como dice la cita, un "castellano de indio", del que se tan solo se nos muestra una pequeña parte. Al igual que en los textos posteriores de Gironella y Mas, tampoco tenemos aquí un verbo reducido e invariable acompañado de partículas de aspecto, ni otros rasgos llamativos del chabacano. Se usa la forma abreviada tá, pero no como marcador aspectual, sino como cópula atributiva (rara en el chabacano documentado a partir de 1859).
La cita, por otra parte, no remite a ningún lugar específico donde se hable así. Otra cosa sería si hubiese dicho "castellano de Binondo" o "de Cavite", pero al apuntar al sector indígena al que el propio autor pertenece, entendemos que solo puede referirse a una L2 —que él por cierto escribe con notable perfección— y no a una lengua comunitaria de uso habitual.
¿Qué otros rasgos podían estar presentes en ese "castellano de indio"? Podemos rastrear algunos de los heredados por el chabacano, pues están documentados a lo largo del siglo XVIII, o incluso antes, pero en distintos documentos y en distintos lugares. Veamos algunos.

3.5.2. Las interrogativas indirectas con si

En Fernández (2008) hemos estudiado una construcción peculiar del chabacano: el uso opcional de la partícula si en interrogativas indirectas que ya contienen otra palabra interrogativa, como si en español dijésemos *preguntó si cuando llegaría", *dime si cuanto ganas, etc. Esta construcción procede de aplicar al español un patrón gramatical común a las lenguas filipinas, apoyándose en una semejanza gramatical parcial.
Ese rasgo estaba presente en el español L2 de los filipinos. Tenemos un ejemplo que lo evidencia en una carta de 1733: no sabe yo hasta ahora si adonde mandó el rey á Badde. La autora, doña Felipa Estrada de Montal, pertenecía a la nobleza local de los lútaos de Zamboanga, y era la esposa de Pedro Estrada Badde, que pocos meses después de esta carta sería nombrado "maestre de campo, general de los naturales lútaos y subanos". Los lútaos auxiliaron a los españoles desde el primer momento tras el restablecimiento de la fortaleza de Zamboanga en 1719, y formaron un pueblo junto a ella. Al año siguiente, el gobernador de Zamboanga Sebastián de Amorena escribe al gobernador general de las islas que las mujeres de los lútaos "están ya muy aespañoladas".
Ese breve fragmento de la carta de doña Felipa muestra otras características de impronta filipina que fueron heredadas por el chabacano: el uso invariable de sabe o el orden de palabras en no sabe yo. En conjunto, su carta está mucho más cerca del español común que del chabacano, pero en ella asoman estos rasgos de L2.

3.5.3. Yo cuidado

Una de las expresiones que más llamaron la atención a los españoles peninsulares es la construcción de (pro)nombre personal + cuidado (yo cuidado, el padre cuidado, etc.), que tiene distintos significados según el contexto. Su descripción ocupa varias líneas en la cita de Gironella que hemos reproducido más arriba, y otros muchos autores se ocuparon de ella. Le llamó también poderosamente la atención a Schuchardt, quien preguntó reiteradamente por ella a sus corresponsales filipinos y le reservó un importante espacio en su monografía (1883: 138-139).
Lipski (2012) la señala como característica del español de Filipinas, pero no del chabacano. Sin embargo, está atestiguada tanto en textos de fines del siglo XIX como en el chabacano contemporáneo (al menos en el de Zamboanga).
Como rasgo de español L2 está documentada desde los primeros tiempos de la colonia. Ha sido considerada un filipinismo léxico, que refleja el uso de bahala 'cuidado' en tagalo, que también va acompañado directamente de pronombres o nombres personales, sin mediación de ningún verbo: ako ang bahala 'yo me encargo', literalmente 'yo el cuidado'. Sin embargo a Schuchardt, que recoge la equivalencia semántica tomándola del Arte de Totanés (1745), no acababa de convencerle la equivalencia formal, y tampoco a mí, pues un calco de la construcción tagala debería dar en español algo como 'yo [soy] el cuidado', mientras que la variante bahala ko equivale literalmente a 'mi cuidado'. No es, pues, estrictamente, un calco del tagalo.
Además de varias ocurrencias a lo largo del siglo XVIII, la mención más antigua que he podido encontrar es de 1656, en una carta del padre José de Trujillo a su provincial escrita en la isla moluqueña de Ternate:

Solo de un champan de los que llegaron tengo reçebidas nueve tinajas y un lio de sal sin otra cossa, pero Dios cuidado como dice el sangley que pues no se olvida de los pajarillos, no se olvidarán de los que desean servirle. (AFIO 21/25 [cursiva añadida])

La consideración de esta frase como típica de los chinos resulta sorprendente, pues siempre la hemos visto como peculiar de los filipinos. El padre Trujillo había residido cinco años en Filipinas antes de ser destinado a las Molucas, y por consiguiente estaba en una situación privilegiada para saber quiénes utilizaban habitualmente esa expresión. Si comenzó con los chinos, como se desprende de su comentario, habría que revisar lo que se ha escrito sobre su origen.

3.5.4 Ausencia de cópula

Otro rasgo que podría caracterizar al "castellano de indio" es la ausencia de cópula, que podemos observar desde muy pronto. Veamos algunos ejemplos, con la cópula omitida entre corchetes, procedentes de una carta que escribió el rey Bontoan de Calonga al superior de los franciscanos en 1655:

[…] yo piensa si mucho malo no puedo yo curar, y si moere yo [estaré] mucho triste, solo, y este mi gente […] porque yo [soy] hijo de San Francisco […] si Padres de Compañía quiyeren y Vª Rª da licença y señor gobernador, yo [estaré] contento […] yo [soy] san francisco tambien porque yo [soy] su hijo […] yo [soy] bassallo no mas de rey despaña (AFIO 21/24)

Que todos los ejemplos anteriores procedan de la misma fuente podría interpretarse como una peculiaridad del español L2 del rey de Calonga, y más aún porque Calonga no está propiamente en Filipinas, sino en las islas Sanguir, al sur del archipiélago. Pero allí se habla una lengua que tipológicamente pertenece al grupo de las filipinas y que por consiguiente carece de cópula. La presencia de este rasgo en la L2 del rey se debería a su L1, se trataría de un rasgo de sustrato, al igual que en el chabacano. Por otra parte, la ausencia de cópula no es total, pues hay en la carta oraciones que la llevan. Esta interpretación se ve avalada por otros ejemplos que sí proceden de Filipinas.
En 1720 escribe el cabo de la guarnición de Iligan al de la de Cagayan (ambas en Mindanao) pidiéndole ayuda para superar el cerco que le han puesto los enemigos:

Muy señor mio recoge [sic.] a Vuesa merçed para que me embie una poca de Poluora por que la del Presidio estrechado ['está estrechada', esto es, 'estropeada', M.F.] (AGI FILIPINAS 135 N.1)

También de Mindanao son estos ejemplos de 1733, que proceden de una carta escrita por el sultán de Mindanao Pakir Maulana Kamsa, a la dama mencionada anteriormente, doña Felipa Estrada de Montal, comunicándole el asesinato de su padre el sultán Maulana Diafar:

[…] El que rompio primero el asunto [fue] si Bamba Malinug […] con vos [es] bueno matar porque vosotros capil [sois] aquellos ya entregó su pueblo con el español (AHSJC)
'fue Bamba Malinug quien comenzó a hablar del asunto […] es justo mataros porque vosotros, infieles, sois los que entregasteis vuestro pueblo al español'

3.5.5. El marcador de objeto (o más bien de caso oblicuo) con

También estaba en el castellano de indio un rasgo que ha sido considerado emblemático del chabacano: el uso de partícula con para introducir diversos tipos de objetos. Hay algunos casos en los ejemplos que preceden (con vos por 'a vos', con el español por 'al español'). En trabajos anteriores (Fernández 2007, 2009, 2010) hemos aportado más ejemplos procedentes de textos en español escritos por filipinos. Hemos ido exponiendo en ellos que no se trata de una simple sustitución de la preposición a por con, sino de un encuentro entre dos modelos antagónicos de organizar la transitividad, siendo con —al menos en su origen— un marcador de caso oblicuo en oraciones antipasivas. Tuvo que ser, por consiguiente, un rasgo muy frecuente no solo en el castellano de indio, sino en el de los mestizos bilingües, desarrollado independientemente de un fenómeno parecido en los criollos portugueses de Malaca y Macao). Añadiré aquí algunos ejemplos que he encontrado recientemente, del primer tercio del siglo XVIII.
El dato Bumac (uno de los de Mindanao), en una carta al capitán de una de las fortalezas de la isla (posiblemente la de Dapitan), escribió (ca. 1721):

Participo a Vuesa merced las noticias que han venido de la Laguna [la laguna de Lanao, en Mindanao M.F.] de que los Joloes alsaron con los españoles y está Samboanga peleando con los españoles con armas de fuego
'[…] los joloanos se alzaron contra los españoles y están [en] Zamboanga peleando contra los españoles […]' (AGI, Filipinas, 135, N. 1)

El sultán de Mindanao Maulana Diafar, en una carta al general de la Armada Ignacio Arribarri escribió (ca. 1733):


[…] ellos estan con la dañada intenzion de executar conmigo ['matarme', M.F.] por no querer yo des amparar la comfederazion de amistad que tengo en la Real Corona de su Magestad (AGI, Filipinas, 144, N.10.)

No eran infundados los temores del sultán Maulana, pues poco después "ellos" —los principales de Sulangan encabezados por Malinog— efectivamente le dieron muerte durante la reunión a la que lo habían convocado. Es la misma historia que cuenta su hijo y sucesor Kamsa en la carta a Felipa Estrada de Montal que hemos citado más arriba.
Tanto si las cartas fueron escritas directamente por los firmantes como si lo fueron por los intérpretes a su servicio (que es lo más probable), prueban que ese uso de con formaba parte del español oral de los filipinos, aunque en general lograsen reprimirlo cuando escribían.

3.5.6. Vacilaciones en la concordancia

Muy difícil tenía que resultarles a los filipinos el manejo de nuestras concordancias de género y número en las clases nominales, y las de persona en los verbos, pues las lenguas filipinas indican de otro modo las relaciones que nosotros expresamos mediante este mecanismo. Por consiguiente, tenía que haber también en el castellano de indio muchas vacilaciones en la concordancia. Como ya hemos visto, Gironella (1847) destaca la ausencia de género y número en los adjetivos y los determinantes, que ejemplifica con este tijeras y un punda ('una funda'). También encontramos en los ejemplos anteriores vosotros capil 'vosotros, infieles', poluora […] estrechado ('estropeada'). Asimismo han aparecido en ellos casos de discordancia sujeto-verbo, que repetimos aquí: yo piensa (1655) / aquellos ya entregó (1733) / no sabe yo (1733). Y de los ejemplos que utilizaremos en el apartado siguiente anticipamos: ha de coger a dicho sugeto todos […] matará a el todos los del pueblo (1762)

3.5.7. El infinitivo invariable y los marcadores TMA

Las dificultades con la flexión verbal se resolvían a veces mediante el infinitivo invariable, más abundante posiblemente en las interacciones orales. En la carta del rey de Calonga de 1655 citada anteriormente encontramos un par de casos en coexistencia con formas flexionadas:

[…] fray Rafael no quiere, saber hablar, y yo piensa Vuestra Reverencia no darme mas padres, porque no los tiene, y asi pido a Vuestra Reverencia, por amor de nuestro Señor Jesucristo, no me deje sino que trocar al Padre Guardian por otro (AFIO 21/24)

En una carta de 1720 del sultán de Mindanao Bayan al-Anwar al gobernador de Zamboanga, Sebastián de Amorena, alternan las formas flexionadas con el infinitivo, dando la impresión de que el subjuntivo era más proclive a la reestructuración:

mandé a un principal de Zamboanga llamado Muntal […] que los que ban de Mindanao para Jolo sacar [= saquease, M.F.] dicho Muntal y repartir [= repartiese, M.F.] la ametad para mí y la mitad para el y de misma manera los que vienen de Joló para estas partes también hazer [= hiciese, M.F.] lo mismo (AGI, Filipinas, 135, N. 1).

De vez en cuando, esos infinitivos se acompañarían del adverbio temporal ya, como en la carta de 1733 que ya hemos citado más arriba a propósito de la omisión de cópula, dejando asomar una forma idéntica a lo que es el aspecto perfectivo en chabacano:

El que rompio primero el asunto si Bamba Malinug que dijo con Amag, porque V. patig ya socorre [sokoṝé] en Zamboanga cuando yo y el Joló cercamos aquel pueblo Saytan (AHSJC).

'Fue Bamba Malinug quien comenzó a hablar del asunto, que dijo a [nuestro] padre: ¿por qué, estimado, socorrió usted a Zamboanga cuando yo y el de Joló cercamos aquel pueblo satánico?

Obsérvese el contraste entre ya socorré, no flexionado, frente a dijo y cercamos, flexionados conforme a la norma.
En este interesante fragmento encontramos, en menos de dos líneas, cuatro características del chabacano de Zamboanga: (i) la ausencia de cópula; (ii) el uso del determinante de nombre propio de persona si; (iii) la pareja de marcadores de caso oblicuo con y en (el segundo adoptó en chabacano la forma na); (iv) el marcador de aspecto perfectivo acompañando al infinitivo en ya socorré. Sin embargo, el texto no es chabacano, sino español; un español L2, afectado por la L1 del intérprete, que buscaba atajos entre el maguindanao —su lengua materna más probable— y el español. Existe una descripción bastante precisa del panorama lingüístico en Zamboanga a mediados del siglo XVIII, por lo que podemos afirmar con un grado razonable de seguridad que allí no se hablaba chabacano en 1733, y menos todavía en la zona de Cotabato, donde estaba la residencia del sultán de Mindanao (Fernández 2015).
Ese ya socorré es el único infinitivo con marcador de aspecto de toda la carta, repleta de verbos, en general bien flexionados. No hay en este texto ni en otras cartas de la misma procedencia ningún rastro de los otros dos marcadores.
Sin embargo, el ejemplo siguiente, de 1762, contiene en ciernes el marcador de aspecto contemplado, de, con una distorsión en la concordancia de número, lo que apunta a la fosilización de hade:

[…] cualquier hombre, aunque sea extraño, estando en este dicho Pueblo, y que murmure al Reverendo Padre ó á los Padres pasageros, aunque no sean mas que los hermanos del Orden, tambien ha de coger á dicho sugeto todos, y que pondrán la sentencia referida. Y si deve ser sentenciado de muerte, matará a el todos los del pueblo. (Apud Navarro 1908: vol.2, 73)

Al igual que en el texto anterior, aquí solo aparece uno de los marcadores, (ha)de, coexistiendo con un buen número de futuros sintéticos y otros tiempos verbales correctamente empleados, salvo ocasionales discordancias de número (matará […] todos) y ciertas dificultades en la diátesis, que como hemos apuntado (vid. nota 16) revelan la tensión entre dos modos antagónicos de estructurar la transitividad, la de su L1, en este caso el pampango, y la del español.

CONCLUSIÓN

De todos los rasgos mencionados, el de los marcadores de aspecto que acompañan al infinitivo es posiblemente el que resulta más importante para decidir si ya había o no un criollo cristalizado. Está claro que al menos dos de ellos estaban en uso en algunas versiones de L2. Parece, pues, razonable pensar que si asoman en la lengua escrita de las cartas, aparecerían con mayor frecuencia en las interacciones orales entre filipinos y españoles.
Hay que destacar, sin embargo, la gran distancia geográfica y comunicativa entre los lugares de donde proceden estos ejemplos. El de ya +INF procede de Sulagan, en las cercanías de Cotabato, en la isla de Mindanao, mientras que el otro procede del pueblo de Apalit, en Bulacán al norte de Manila. No hemos encontrado hasta ahora ejemplos de tá como marcador aspectual anteriores a 1859; sólo el ya mencionado como cópula atributiva (tá castellano de Yndio), raro en el chabacano documentado, en el que suele tener un valor locativo.
Con estos datos, no podemos asegurar que hubiese ya en el siglo XVIII comunidades o sectores de la población autóctona en cuyo español estuviesen presentes estos tres marcadores, acompañando al infinitivo. En cambio, sí podemos afirmarlo de otros criollos en otros lugares, como ocurre con el caso inequívoco del portugués del sur de la India. Un misionero danés nos dejó constancia de ello en 1733, en una explicación sobre las diferencias entre el portugués corrupto y el semicorrupto:

This kind of language is different from the previous one mainly in that people do not use conjugation at all, instead expressing future tense with the particle lo, and past tense with ja(d), and construct the infinitive by omitting R.

(d) Lo is derived from logo (as some pronounce it), i.e. immediately, soon. An Indian must have heard a Portuguese say e.g. logo virei, I will come soon; and gathered for instance that a future thing must be expressed with logo. Ja means already. A Portuguese must have said e.g.: ja ouvi, I have already heard it; and the Indian thought that past things must take ja. The many endings must have become too difficult for him, as one can easily imagine. (Dal 1733: 919-920, apud Cardoso (2014); traducción de Cardoso).

Como ya hemos dicho, este rasgo es fácil de percibir y de imitar. Si estas construcciones eran de uso habitual en Filipinas durante el siglo XVIII, resulta difícil de entender que ningún misionero las haya mencionado, ni siquiera el jesuita Murillo, tan atento a la diversidad del español. Tampoco es fácil de entender que no esté ejemplificada o comentada en textos de la primera mitad del siglo XIX, como los de Mas (1843) y Gironella (1747), que pretendían mostrar ante los españoles cómo hablaban nuestra lengua los filipinos.
Podrían aparecer textos que documenten su existencia en un período anterior. Si hemos encontrado uno que documenta el pidgin chino-español en 1718, no es imposible que aparezca también alguno que documente el chabacano en ese siglo. Pero yo me inclino más a pensar que la cristalización del chabacano como lengua vehicular de comunidades filipinas fue un fenómeno tardío, muy ligado a un proceso de language shift, que por lo general conlleva la convergencia en torno a ciertos rasgos de L2. La forma y grado de adquisición de la L2 cuando tal proceso se produce, y otros factores, como la semejanza o diferencia tipológica, condicionan el resultado, que puede ir desde una variedad bastante próxima a la versión original hasta una profunda reestructuración, como ocurre en los criollos.
Lo que tendríamos que investigar y comprender son las dinámicas demográficas, sociales y económicas que llevaron a que algunas comunidades de filipinos considerasen ventajoso relegar su L1 y adoptar su L2 como vehículo habitual de comunicación, desencadenando un proceso de focalización de ciertos rasgos como los que hemos rastreado. En la mayor parte de Filipinas ello no sucedió nunca, pero en algunos lugares sí sucedió. Cuándo, cómo y por qué ocurrió es lo que necesitamos conocer, abandonando antiguos relatos que han atraído a muchos porque son fabulosos, aunque poco verosímiles, como hemos mostrado recientemente (Fernández 2012) con el caso concreto del chabacano de Ermita.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AFIO Archivo Franciscano Ibero Oriental.
AGI Archivo General de Indias.
AHSJC Archivo Histórico de la Compañía de Jesús en Cataluña.
Anónimo (1718): Coloquio y conversación que tuvieron unos sangleyes sobre el gobierno presente del Mariscal de Campo D. Fernando Manuel de Bustillo [Bustamante]. Biblioteca Nacional de España, mss 11014.
Anónimo (1821): El indio agraviado. Contra el "Noticioso Filipino" Nº 2. Sampaloc: s.n. [Opúsculo reproducido en Wenceslao Retana (comp.): Archivo del bibliófilo filipino. Recopilación de documentos históricos, científicos, literarios y políticos, y estudios bibliográficos. Madrid, Imprenta de la Viuda de M. Minuesa de los Ríos, tomo 5º (1905), 189-210.]
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