\"La emboscada de la maternidad a rajatabla. Un enfoque desde la biopolítica\"

June 29, 2017 | Autor: M. Gleizer | Categoría: Bioethics
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Descripción

"Discurso y poder. Foucault, las ciencias sociales y lo jurídico. A 40 años
de la publicación de Vigilar y castigar"

María Valentina Gleizer Goyeneche

Facultad de Derecho

Universidad de Buenos Aires

[email protected]; [email protected]

La emboscada de la maternidad a rajatabla; un enfoque desde la biopolítica



El propósito del presente trabajo es reflexionar acerca del cuerpo femenino
y su función de maternidad desde el punto de vista de la política estatal
en materia de salud y fundamentalmente de métodos reproductivos.

La pregunta a responder es: Las técnicas de reproducción asistida –hoy
contempladas por la legislación en materia civil- constituyen un cambio de
paradigma respecto a la maternidad o por el contrario significan la
consolidación de un modelo "sin salida" y a cualquier precio.

En efecto, al igual que Agamben nos preguntamos cómo hemos llegado a la
situación en que nos encontramos, a la época de la biopolítica –concepto
introducido por Michel Foucault- como gestión política de la vida,
intervención del poder en la vida humana.

El pensamiento actual sobre el camino de la vida transita en torno a la
preservación de la misma y los logros al respecto de la cultura occidental
con los rótulos-títulos- conceptos que supuestamente llevan a los derechos
individuales, la salud generalizada, el progreso social.

Nos ponemos en el lugar de pensar en la vida sin ninguna cualificación
(nuda vida), lo que tiene en común la vida humana con la de un caracol o
una planta. Es decir, se trata de una idea filosófico-teológica subyacente
a su posterior aplicación médica y política.

De este modo, podríamos considerar que la vida y la política evolucionan
hasta hacer de la vida su tema central. Considerar al hombre ya no como
sujeto sino como cuerpo vivo, y más aún como vida en un cuerpo.

Abordaremos aquí también la noción de "cuerpo sin órganos" (CsO) concepto
acuñado por Deleuze y Guattari desde la visión de Donna Haraway y su
"cyborg" –organismo cibernético, híbrido entre máquina y organismo,
criatura perteneciente tanto a la realidad social como a la ficción- a la
concepción de Alessandro Pandolfi pasando por Barbara Duden como
exponente, junto con aquella, de las ideas feministas.

La pertenencia del cuerpo humano

La intervención del Poder en la vida humana nos lleva a preguntarnos
hasta qué punto es cierto que nuestro cuerpo – y por lo tanto nuestra
"vida" nos pertenece. Es decir, si somos enteramente libres de decidir
respecto del mismo o si nos encontramos más de lo que creemos a merced de
la gestión política de la vida.

En efecto, es Foucault quien señala en su clase "Defender la sociedad" que
en el siglo XIX se produce la estatización de lo biológico –lo que él llama
biopolítica- que implica un trabajo del Estado en términos de definir la
natalidad, la mortalidad, la longevidad o la ecología. De modo que hoy día
va haciéndose evidente que la "vida" y lo "viviente" son los retos de las
nuevas luchas políticas y de las nuevas estrategias económicas en
Occidente.

El desafío actual sería tratar de encontrar una respuesta a las
antropotécnicas biopolíticas –técnicas de manipulación de lo que el ser
humano tiene que ser en torno a la reforma genética, la selección prenatal,
el nacimiento ¿opcional?- que caracterizan esta ola de obsceno desenfreno y
violencia(s) en la que vivimos.

De este modo, la política occidental crea un nuevo tipo de vida y asimismo
un nuevo modo de la biopolítica.

Agamben llama la "nuda vida" al espacio en el cual se reúnen la vida
biológica de los individuos –zoe- y su vida política –bios-. Esta es la
verdadera condición de la política moderna y por ello cabe advertir –junto
con Agamben- que "el hecho del que debe partir todo discurso sobre la ética
es que el hombre no es, ni ha de ser o realizar ninguna esencia, ninguna
vocación histórica o espiritual, ningún destino biológico. Sólo por esto
puede existir algo así como una ética, dado que si el hombre tuviese que
ser esta o aquella sustancia (agregar determinación estatal aquí o en
conclusión), este o aquel destino, no existiría experiencia ética posible y
sólo habría tareas que realizar."

Es desde esta perspectiva ética que surge la preocupación en torno a los
límites y alcances de llegar a ser o seguir siendo ser humano en el momento
post-humano. Deberíamos entonces pensar nuevas reglas para cuidado de sí,
diferentes de la política de cría y reproducción, de la biopolítica que va
desde Platón hasta Heidegger. Eso nos permitiría enfrentar al biopoder a
partir del cual los estados ejercen su poder sobre los cuerpos. Es decir:
la biopolítica comienza a ser pensada. La introducción de la zoé –vida- en
la esfera de la polis es sin duda el acontecimiento decisivo de la
modernidad que marca una transformación rotunda de las categorías políticas
y filosóficas del pensamiento clásico.

El tercer Reich constituye el punto de integración entre la medicina y la
política, que es uno de los caracteres esenciales de la biopolítica
moderna, que comienza a definir su acabada forma especialmente en los
experimentos de los científicos nazis.

Básicamente una teoría eugenésica se plantea como una teoría sobre la
herencia genética de un pueblo. Lo que cabría preguntarse es cómo llegó la
medicina a detentar un poder semejante. Como el propio Hitler lo reconoce
se trata de una quiebra sin precedentes del humanismo basado en sus mismas
premisas.

Para el nacionalsocialismo es este patrimonio viviente el que pasa al
primer plano en los interese y cálculos del Reich y se convierte en la base
de una nueva política que se propone asumir el cuidado del "cuerpo
biológico de la nación". A partir de ahí se produce una transformación del
significado y las tareas de la medicina integrándose cada vez más a las
funciones y órganos del Estado.

El dominio del cuerpo

El análisis del Poder propuesto por Foucault se caracterizó por intentar
describirlo en su funcionamiento concreto, a diferencia de la filosofía
política clásica que lo tomaba desde los mecanismos jurídicos formales. De
este modo, el enfoque foucaultiano analiza las técnicas de dominación y los
dispositivos por y para ella producidos.

Así, en el marco de la normalización y medicalización de los cuerpos
propuesta por el autor se desarrollarán toda una serie de técnicas
destinadas a la proliferación de la vida de la población, nuevo sujeto-
objeto del poder de policía del Estado. Esta biopolítica se preocupará a
partir de la segunda mitad del siglo XVIII por los procesos de natalidad,
mortalidad, morbilidad y longevidad.

En efecto, se trata de un poder de regularización porque toma a la
globalidad de la población e intenta el equilibrio. En términos de
Foucault esta sociedad atravesada por los mecanismos de la norma
disciplinaria y regularizadora, será caracterizada como una "sociedad de
normalización". Al respecto, una de las transformaciones sin duda más
decisivas del siglo XIX consistió en un nuevo derecho que no borraría el
viejo derecho de soberanía pero "lo penetraría, lo atravesaría, lo
modificaría y sería un derecho o mejor dicho un poder de hacer vivir y
dejar morir". (Foucault, M "Defender la sociedad" clase del 17 de marzo de
1976).

Podríamos afirmar junto con Agamben -quien no cree posible disociar al
biopoder del poder del soberano, que la biopolítica moderna muestra su
máxima expresión en Auschwitz dado que lo que caracteriza a la misma no es
sólo que la vida se convierta en objeto de los cálculos del interés estatal
sino que lo decisivo es que el espacio de la nuda vida, originariamente al
margen de lo jurídico, va coincidiendo con el espacio político y inclusión-
exclusión, zoé y bios, derecho y hecho entran en una zona de
indiferenciación.

En este sentido, para Espósito* esa es una posibilidad -aunque muy reciente-
a la que no expone el proceso de inmunización -la cual consiste en la
protección de la vida mediante dosis no letales de aquello que la niega- de
modo que la biopolítica no necesariamente quedaría apresada en la lógica
del bando soberano ni del estado de excepción hecho regla sino que podría
llegar a potenciar la vida sin negarla en tanto se avance hacia un tipo de
comunidad constitutivamente abierta a lo otro, al devenir. Es decir a ese
ser-con-el-otro sin por ello inmunizarnos violentamente frente a lo
diferente ni reducir lo diverso y lo múltiple a lo Mismo como lo hacen la
mayoría de las ideologías comunitarias actuales y pasadas, de las que el
nazismo fue su expresión más siniestra.

Sólo así –posiblemente- podremos transformar a la biopolítica de un
dispositivo de muerte en una política común de la vida, donde la misma sea
afirmada y potenciada.

La consideración de la vida por parte del Poder

Con la tecnología del biopoder –del poder sobre la población, sobre el
hombre como ser viviente, el poder de hacer vivir y que Foucault llama de
regularización (p. 223 op. Cit) consistente en hacer vivir y dejar morir.
Fundamentalmente va a consistir cada vez más en el derecho de intervenir
para hacer vivir, sobre la manera de vivir y sobre el cómo de la vida y
aquí empieza el abordaje del papel preponderante desde mi punto de vista,
de la mujer viviente. El poder interviene sobre todo para realzar la vida,
controlar sus accidentes, sus riesgos y sus deficiencias; es una
tecnología del adiestramiento, disciplinaria del cuerpo, no ya como aquella
en la que el cuerpo se individualiza sino como una tecnología en la que los
cuerpos se reubican en procesos biológicos del conjunto.

En este punto, la biorregulación por parte del Estado se articula con el
mecanismo disciplinario en el cuerpo/organismo de la mujer en cuanto madre,
reservorio de otro ser viviente. Mujer sujeto, Hembra sujetada.

La medicina es un saber/poder que se aplica en este caso sobre los procesos
biológicos teniendo efectos disciplinarios y regularizadores. Y aquí se
aplica la norma tanto al cuerpo que se quiere disciplinar como a una
población a la que se pretende regularizar.

*En Saidel, Matías "LA HERENCIA FOUCAULTIANA EN EL ABORDAJE DE LA
BIOPOLÍTICA EN AGAMBEN Y
ESPOSITO" ponencia presentada en "Jornadas Foucault", Universidad de San
Martín, noviembre de 2006.



En este sentido, hay un exceso del biopoder – representado en la maternidad
a rajatabla- que se presenta cuando el hombre tiene técnica y
políticamente la posibilidad de disponer de la vida y de hacerla
proliferar, de fabricar lo vivo, con la mujer como viviente responsable de
otra vida pero sin la posibilidad de interrumpirla de no-desearla.

Aquí incluimos ese no-deseo como expresión de lo que Deleuze y Guattari
denominan cuerpo sin órganos (CsO), una práctica, un límite. Es lo que
queda cuando se ha suprimido todo y fundamentalmente el conjunto de
significancias y de subjetivaciones.

Así ambos autores señalan que en los años 982-984 se hace una gran
compilación japonesa de tratados taoístas chinos en los que puede
observarse la formación de un circuito de intensidades entre la energía
femenina y la masculina, desempeñando la mujer el papel de fuerza
instintiva o innata (Yin) pero que el hombre usurpa, o que se transmite al
hombre de tal manera que la fuerza transmitida del hombre (Yang) deviene
a su vez y con mayor motivo innata; aumento de las potencias.

Si bien es cierto que todo el circuito puede ser dirigido hacia fines
procreativos, eso sólo es válido para una cara de ese agenciamiento del
deseo hacia los organismos, el Estado, la familia.

El CsO no es contrario a los órganos sino a la organización de los órganos
que llamamos organismo en tanto fenómeno de acumulación que le impone
formas, funciones (maternas) uniones, organizaciones dominantes y
jerarquizadas, trascendencias organizadas para extraer de él un trabajo
útil. De cualquier modo hay que conservar una parte del organismo para que
cada mañana pueda volver a formarse y también conservar pequeñas dosis de
subjetividad para poder responder a la realidad dominante.

En el CsO no hay ni puede haber padres ni hijos, es decir, representación
orgánica. Los órganos se distribuyen independientemente de la forma de
organismo.

Es importante remitir en este punto a otro testimonio filosófico que ha
registrado y reactivado políticamente las dinámicas del horizonte
posantropológico. Se trata de la investigación de Donna Haraway quien,
desde el pensamiento feminista y reflexionando sobre la figura del cyborg,
ha interpretado las mutaciones surgidas a partir del giro posantropológico.
Se trata de un análisis que forma parte del pensamiento feminista.

Desde la figura del cyborg Haraway intenta reescribir desde el comienzo
cuanto se ha articulado respecto al discurso sobre la naturaleza humana,
valiéndose del prisma conceptual en el que consiste tal figura: "un
organismo cibernético, un híbrido entre máquina y organismo, una criatura
que pertenece tanto a la realidad social cuanto a la ficción". Haraway
en abierta polémica con el frente del pensamiento feminista al que define
como naturalista y esencialista, la epistemología norteamericana considera
al término mujer como una estratificación de discursos dispares y de muchas
prácticas iales.
El Cyborg es en ese sentido al igual que el CSo- una práctica
desestructurante con la que desmontar la presunta natural inmediatez,
unidad y unicidad de la experiencia femenina. Es una invitación al
compromiso total con el mundo y a la liberación de la identificación
política con los mitos de proximidad con la naturaleza y de la maternidad.
La alteridad femenina frente a los polos autoritarios de lo Uno y del
varón, de la mente con respecto al cuerpo, da la actividad frente a la
pasividad, y de la totalidad versus la parcialidad. El cyborg indica una
línea de fuga frente a este atolladero: "ser el otro significa ser
múltiple, sin límites precisos, consumido, inconsistente. Uno es demasiado
poco pero dos resultan demasiados".
Las historias femeninas de cyborg tienen como tarea la de codificar de
nuevo la comunicación y la inteligencia para subvertir el mando y el
control.
El concepto de "vida" en la mujer. La gran emboscada del embarazo
Una orientación del pensamiento feminista analizó críticamente el doble
proceso de autopercepción del propio cuerpo por parte de los individuos que
implica por un lado la interiorización de los conceptos científicos en el
lenguaje común y por el otro, las nomenclaturas empleadas por las personas
para poder "ver" y hablar de sus órganos están reguladas normativamente
desde imágenes tecnógenas, desde la experiencia de la maternidad. Desde
este punto de vista los hechos que tienen que ver con la fecundación, la
gravidez y el nacimiento son condensados por los medios de comunicación de
masas y transformados en consignas sobre las que las mujeres no tienen
ningún control. El enfoque de Bárbara Duden –llevado a desestructurar la
medicalización desde un punto de vista esencialista, indica un problema
real- es decir, la tendencia por parte de la medicalización a sustraerse al
examen crítico y a impedir mediante un poderoso aparato biopolítico,
experiencias, semánticas y prácticas diferentes.
Aquí corresponde –con miras a la conclusión- tratar la cuestión del aborto
que constituye sin duda el capítulo más espinoso del concepto "vida" y
nadie ha tratado de ponderar ecuánimemente las controversias que provoca.
En este sentido, Bárbara Duden analiza en su ensayo El concepto de "Vida":
Un ídolo moderno y una amenaza para las mujeres embarazadas el fallo del
Tribunal Superior de la República Federal Alemana con sede en Karsruhe no
tanto desde el contenido de la decisión como del "servilismo de los
magistrados frente a la biología…".
En un todo de acuerdo con la autora podría decirse que las mujeres
embarazadas constituyen una clase especial que se ha colocado en una
especial situación de conflicto y fundamentalmente tiende a desalentar a
la mujer la interrupción de sus futuros embarazos.
Con referencia a esto, el Tribunal Constitucional redefine a la mujer como
una entidad bio-jurídica obligada a doblegarse a la "dualidad en la
unidad" que se inicia con la anidación. De este modo se hace responsable de
su otro polo, la criatura por nacer, el nasciturus.
En efecto, independientemente de que al socio simbiótico de una mujer se lo
llame zigoto o ser humano, su relación biológica hará de esta una "madre".
Es decir, parece natural e indiscutible que al momento de la anidación de
una mórula en su endometrio, a la mujer se le deba imputar maternidad
jurídica.
En el fallo mencionado el hecho científico "nidación" se discute como un
acto de derecho, a pesar de que los jueces en sus alegatos reconocen
explícitamente que este hecho no les es perceptible.
Si a partir de ahora – ya sea en Alemania como en otras partes del mundo-
se debe debatir sobre el control legal de los procesos uterinos, entonces
debe ponerse bajo la lupa de una luz crítica tanto la posibilidad de un
anclaje en la tradición como también la naturalidad de la comprensión del
embarazo. Es decir, que la única corrección posible es una ruptura con la
mentalidad de nuestra época.
La contradicción esencial se encuentra entre una visión biocrática y una
visión histórica del embarazo. Esta contradicción esencial es la que quiero
poner en palabras.
Una de las reglas de la política del embarazo parece consistir en manipular
la vida no nacida como si fuera un hecho que se presenta cada vez que una
mujer ha sido estigmatizada como embarazada por un examen hormonal. El
Tribunal de Karlsruhe mete sus manos en el útero de las rnujeres y moldea
ahí la encarnación de un ser humano. Sólo que no lo hace, como Jehová, de
barro, sino de ley.
El manual de derecho penal del Tribunal Supremo define temporalmente el
embarazo en los términos siguientes: "desde la nidaci6n del óvulo fecundado
en la matriz ... hasta el inicio del nacimiento.
Y se explaya: "en el lapso de tiempo así definido como embarazo, el no-
nacido debe ser considerado como una vida ya no divisible, es decir ya
individual, ya definida en su identidad genética, su unicidad e
inconfundibilidad, que en su proceso de crecimiento y desarrollo, no sólo
se volverá humano, sino que se desarrollará como vida humana".
Llamar ser humano a un blastema en forma de mora microscópica es algo que
nunca se permitiría un técnico de laboratorio serio.
Sin embargo, la Iglesia, los Jueces y los legisladores no parecen tener
escrúpulos en hablar de una nueva vida humana, sin pies ni cabeza.
Sus referencias se encuentran en la vulgarizaci6n periodística de la nueva
embriogénesis, según la cual el óvulo fecundado presenta características
que no se encuentran en ninguna otra célula del cuerpo de la mujer. Es este
hecho que se traduce en embriología popular como ¡una nueva vida humana ha
empezado! .
Una serie de derechos y reivindicaciones pretenden proveer a la mórula
nidada con el estatuto de un sujeto de derecho y a hablar respecto de este
ente microscópico, de dignidad humana, de derecho a la vida, de necesidad
de protección.
La migración de ideas embriológicas al ámbito de la ley se efectúa mediante
una serie continua de deslizamientos semánticos de heterogeneidad genética
a vida substantiva y de esta a ser humano; de cromosomas a identidad, de
mujer objeto de un examen hormonal, a madre. Lo monstruoso de estos
deslizamientos, que desplazan los límites y confunden las esferas de la
percepción sensible no es, precisamente, percibido porque corresponde al
estilo de pensar -o, mejor de ocultamiento, mediático de nuestra época: un
estilo en el cual las necesidades de la reconstrucción mediática de la
realidad se vuelven sustancia del pensamiento.
Lo cierto es que el único sujeto afectado existencialmente por el
ensalzamiento del zigoto en "ser humano", es la mujer, a la que este
reconocimiento redefine como una simbiosis particular. Lo que cuenta
principal y directamente – y esto es lo que para mí resulta indignante- es
el atentado jurídico contra la percepción del ser –mujer.
La discusión sobre el aborto en la actualidad pinta al embarazo como una
lucha entre dos sistemas inmunitarios concatenados a los cuales se les
atribuye una sustantividad hipostática. Hay un conflicto de intereses en el
cual los tribunales pretenden encarnar al invisible y procurarle de la
"necesaria" tutela legal. Es decir, el Estado debe proteger al feto de la
mujer a priori bajo sospecha.
Así, la mujer es colocada en el centro del conflicto y lo que mediante una
reacción inmunológica la obliga a ser madre, se denomina cada vez con más
frecuencia como "una nueva vida" ¿Qué es eso? NADA. DNA, genoma, cromosoma,
secuencias básicas: jerga de expertos, es decir, como diría Ludwig Fleck
–iniciador de la historia de la ciencia- meras "cifras para hechos
científicos".
Una vida no tiene nada que hacer en esta categoría. En el ejercicio real de
su profesión el biólogo habla de estructuras y funciones, de sistemas y
reacciones pero nunca de "una vida". Sólo como experto ante los
legisladores o los jueces logra hacerse importante jugando a ser
especialista en la vida.
Por último, la expresión "una nueva vida" tiene una connotación semántica
y una fuerte carga emotiva y se encuentra marcada por predicaciones,
debates y contiendas fundamentalmente parlamentarias y judiciales.







CONCLUSIÓN

A modo de conclusión cabe poner de manifiesto la situación que se plantea
en la legislación actual en materia de maternidad –ya sea natural o por
fertilización asistida- y poner la mirada sobre un sistema que codifica "la
nueva vida" y el deseo de la misma, pero deja de lado el no-deseo, es
decir, no de-codifica la vida de la mujer, sus inquietudes, su plan de vida
al margen de la maternidad. Esto representa un doble discurso en materia de
biopolítica que entroniza la vida como mera entidad biológica y sobre todo
la "nueva vida " que anida en el vientre materno, pero no legisla, no
regula , no normatiza la interrupción del embarazo –el aborto- como
correlato.

Es decir, no existe la voluntad política de construir en torno a la mujer
una semántica alternativa respecto a su plan de vida adulta. En nuestras
tierras hasta subsidia a la maternidad y a su ejercicio pero no da sustento
alguno a otras posibilidades y si lo hace es sólo muy endeblemente.

En este sentido cabe destacar como decía Donna Haraway la capacidad que la
ciencia, en el sentido más amplio y político del término, debiera tener
para las luchas ideológicas.

El apoyo jurídico de la transformación de una experiencia corporal femenina
en hecho de diagnóstico inalcanzable a los sentidos no sólo da lugar al
reconocimiento legal de una confusión entre dos ámbitos heterogéneos de la
realidad –el ser humano y "una vida"- sino que además prevé para la mujer
embarazada una suerte de catequesis de la (des) orientación, en el curso de
la cual será instruida e iluminada sobre la "vida" en sus entrañas.

Cuando una mujer se hace madre es porque su sistema inmunológico puede a la
vez reconocer y tolerar la alteridad de una mórula con un gen diferente de
los suyos. Un cuerpo extraño que provisionalmente es simbiótico, se ve así
encargado de marcar a la persona como madre: no podría haber misoginia más
completa.

Sólo así se explica que las mujeres que, de susceptibles de embarazo, se
hayan hecho productoras potenciales de "vida", se hayan dejado impresionar
por la nueva sinonimia entre un ser humano y una vida.

Finalmente, esta orientación da cuenta de la voluntad política de convertir
a la mujer embarazada en símbolo eficiente de una forma de entender la
realidad, como interpretación de diagnósticos.

Es en contra de esto la lucha y la protesta, como mujer que quiere quedar
en su cuerpo, decidida a confiar en sus sentidos, a vivir, a ser
sorprendida por la realidad. Es urgente la protesta porque la normalización
del lenguaje en el sentido plateado, lleva a la destrucción de aquel cuerpo
que podía embarazarse en el sentido tradicional. Apelar a la ciencia para
distinguir vida humana de vida inhumana, es un acto vergonzoso e
indignante. Es una abominación.

































BIBLIOGRAFÍA

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