\"La embajada de obediencia del duque de Segorbe y Cardona al papa Clemente X (1671)\", Rivista Storica Italiana, 2014 (2), pp. 319-341.

August 26, 2017 | Autor: D. Carrió-Invernizzi | Categoría: Diplomatic History, Cultural Diplomacy
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LA EMBAJADA DE OBEDIENCIA DEL DUQUE DE SEGORBE Y CARDONA AL PAPA CLEMENTE X (1671)*

La embajada de obediencia era una ceremonia de origen medieval en la que un soberano, a través de su embajador, mostraba pleitesía al papa1. Pese a su importancia en la Edad Media y Moderna, existen todavía pocos estudios sobre la evolución de esta ceremonia y sus repercusiones políticas y culturales2. En el presente trabajo nos acercaremos a un momento crucial de su evolución, que afectó a las relaciones entre la monarquía hispánica y la Santa Sede y que marcó el ocaso de esta fiesta. La creciente marginalidad de Roma en el plano internacional, desde tiempos de la Reforma, pero de forma más evidente desde la paz de Westfalia (1648), condujo a la suspensión definitiva de esta ceremonia muy poco después, durante el pontificado de Inocencio XI (1676-1689). El declive de la embajada de obediencia durante este periodo puede ser analizado como una manifestación del deterioro del concepto de obediencia hacia Roma. En las siguientes páginas la analizaremos como reflejo de un complejo juego de conflictos e intereses pactados, y no como la representación de un poder estático y de unas relaciones políticas inamovibles. Jurgen Habermas fraguó el concepto de un Antiguo Régimen «re* Este artículo ha sido posible gracias al apoyo del Proyecto I+D+I Poder y representaciones en la edad moderna. Redes diplomáticas y encuentros culturales en la monarquía hispánica 1500-1700, UNED, HAR2012-39516-C02-02, del Ministerio de Economía de España. 1 El Consejo de Estado en 1668 definía así el fin de la embajada de obediencia: «es un acto de reconocimiento que se hace al vicario de cristo luego que es promovido al pontificado, el qual acostumbran a hacer los príncipes católicos y esta forma se ha observado casi siempre», Archivo Histórico Nacional (de ahora en adelante AHN), Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. 2 M.A. Visceglia, Guerra, diplomacia y etiqueta en la corte de los papas. Siglos XVI-XVII, Madrid, Polifemo, 2010, en el que la autora nos acerca a la dimensión político-diplomática de esta ceremonia.

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presentativo», en virtud del cual el espacio público se definía solo por el poder concentrado en manos del soberano, quien lo proyectaba de forma simbólica hacia la sociedad política o res publica moderna3. Contra este modelo historiográfico, del que en cierto modo había participado también José Antonio Maravall y su visión de cultura dirigida desde arriba4, ha aparecido otro que asume que en la res publica participaron, construyendo significados, muchos otros agentes sociales, distintos al monarca y a la nobleza. Por otra parte, contra la idea heredada de Norbert Elias del ceremonial como etiqueta, que actúa para lograr el disciplinamiento social5, ha empezado a concebirse otra que entiende el ceremonial como expresión de poderes intermedios6. El espacio ceremonial es visto cada vez más como un lugar de apropiación y legitimación de distintos grupos e individuos, un espacio cambiante y nunca estático. Lo que en las embajadas de obediencia ocurría, como en otras ceremonias, era siempre el fruto de pactos y, a menudo, el anuncio de rupturas o alianzas políticas futuras. En la mayoría de las ocasiones, la diplomacia en el siglo XVII no buscó el equilibrio ni la armonía entre las partes, como bien nos ha explicado también Lucien Bély, sino la satisfacción de intereses particulares opuestos, de los promotores de la ceremonia y de quienes participaron en ella7. Desde la Baja Edad Media y con el paso del tiempo, las embajadas de obediencia constituyeron delegaciones enviadas al principio de un reinado o tras la elección de un nuevo pontífice, como acto de reJ. Habermas, The Structural Transformation of the Public Sphere. An Inquiry into a Category of Bourgoise Society, Boston, 1988. 4 J.A. Maravall, La cultura del barroco. Análisis de una estructura histórica, Barcelona, Ariel 2002 (1975), capítulo 5. En realidad esta visión bebe de las categorías de análisis estatalistas, nacidas de las revoluciones burguesas en el siglo XIX. 5 N. Elias, El proceso de la civilización, México, Fondo de Cultura Económica, 1988. 6 Véase sobre este cambio de rumbo véase: M.A. Visceglia – C. Brice, Ceremonial et Rituel à Rome, (s. XVII-XIX), Roma, École Française de Rome, 1997; F. Benigno, Specchi della rivoluzione. Conflitto e identità politica nell’Europa moderna, Roma, 1999. Y del mismo autor: La corte disputata. Il cerimoniale viceregio in Sicilia, en F. Cantú (ed.), Las cortes virreinales de la Monarquía española. América e Italia, Roma, Viella, 2008, pp. 233-245. 7 L. Bély, L’art de la paix en Europe. Naissance de la dipomatie moderne: XVIXVIIIème siècle, París, PUF, 2007. El ceremonial en la esfera diplomática ha cobrado importancia desde el artículo pionero de: W.J. Roosen, Early Modern Diplomatic Ceremonial: A system approach, en «The Journal of Modern History» 52, 3, 1980, pp. 452-476. 3

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conocimiento público de un soberano hacia la Santa Sede. Teóricamente, esta ceremonia era una prerrogativa exclusiva de los estados vasallos del papa como Francia, España o el Imperio. En la práctica, cualquier estado, por pequeño que fuera, podía enviar a sus embajadores de obediencia al papa tras su llegada al solio pontificio, como ocurría, por ejemplo, con Venecia, Toscana, Génova o Lucca. Cada uno de ellos escenificaba de un modo diferente su estatuto específico en el seno de sus relaciones con el papado. Así, bajo los Austrias y siguiendo la tradición aragonesa, el soberano español, encarnado en un embajador «de obediencia» elegido entre la más alta nobleza, se reconocía como vasallo del papa y acataba la infeudación del reino de Nápoles8. Durante toda la Edad Moderna, con cada nuevo rey que subía al trono, y como hiciera Julio II con Fernando el Católico, tras recibir el debido homenaje de fidelidad, el papa expedía la bula áurea con la que investía al nuevo monarca como rey de Nápoles y Sicilia. Sin embargo, el orden en el que debían sucederse la embajada de obediencia y la investidura no estuvieron nunca claros en los libros de ceremonias, y algún monarca pretendió alguna vez, para alimentar sentimientos de obligación en el papa, que su investidura fuera efectiva antes de corresponderle con el envío de una embajada de obediencia. También los papas retrasaron en ocasiones la investidura de un soberano para obtener de él alguna pretensión. Sin duda, esta ambigüedad desencadenó más de un conflicto internacional. El Estado de la Iglesia tenía otras maneras de asegurarse la obediencia pública de la monarquía de España en el escenario romano, por ejemplo, a través de la ceremonia de la entrega de la chinea. Anualmente, el día 29 de junio, festividad de San Pedro, un embajador, en nombre del rey español, entregaba a la Santa Sede el tributo de una jaca blanca (la chinea) con 7.000 ducados, que aseguraban el gobierno español del reino de Nápoles9. Constituyó una ceremonia bien codificada y con una periodicidad bien establecida. Con todo, la embajada de obediencia reflejaba mejor que la fiesta de la Chinea el clima entre el Papado y la monarquía en un determinado contexto. La indefinición sobre la naturaleza y la periodicidad de la embajada de obediencia permitía a España condicionar su celebración a la obtención 8

Es decir, que se sancionaba la condición de Nápoles como feudo de la Iglesia. M. Boiteux, L’hommage de la Chinea. Madrid, Naples, Rome, en C.J. Hernando (dir.), Roma y España un crisol de la cultura europea en la edad moderna, Madrid, SEACEX, 2007, vol. II, pp. 831-846. 9

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de ciertos derechos, o a la buena marcha de ciertas negociaciones, por ejemplo, en materia jurisdiccional. Y también el papado aprovechó la inconcreción de esta ceremonia para condicionar su celebración a la obtención de ciertas prebendas. Por todo ello, la embajada de obediencia constituye a los ojos del historiador un excelente termómetro para medir las relaciones entre España y la Santa Sede. Por un lado, la acogida que el papa reservaba al embajador y su séquito y la atención prestada a las peticiones del embajador expresaban el nivel de amistad entre un soberano y el papado. Por otro, esta embajada era también la ocasión propicia para la nobleza romana de mostrar y escenificar los lazos de amistad entre sí y las relaciones de fidelidad hacia los Austrias, como tendremos ocasión de analizar. La embajada de obediencia seguía un protocolo complejo. Primero tenía lugar la entrada secreta y privada del embajador de obediencia a la ciudad, acompañado de su cortejo, hasta llegar a la residencia del embajador. Desde allí, visitaba en secreto al Papa, para besarle el pie, y homenajeaba a sus nepotes y a las mujeres de estos. A los pocos días se producía su entrada oficial en Roma en cabalgata pública, desde la villa de Julio III, cerca de la Porta del Popolo, recorriendo la vía del Corso, hasta la residencia fijada para el embajador de obediencia10. La procesión de la cabalgata lograba transformar todo el escenario urbano y las calles por las que transcurría se decoraban con espectaculares arquitecturas efímeras. En ocasiones, obligó al pontífice a adaptar y transformar ciertos espacios, como el Palacio del Quirinale, para acoger dignamente la embajada.

Las embajadas de obediencia españolas antes de 1671 En 1455 Alfonso el Magnánimo envió a Roma una ostentosa delegación formada por quince embajadores que, en su nombre, debían mostrar obediencia al papa Calixto III11. Veinte años después, en 1475, el deán de Burgos, Alfonso de Barajas, acudió a Roma en nombre de los Reyes Católicos a rendir pleitesía al papa Sixto IV, como parte de la comitiva de la embajada de obediencia enviada por el rey arago10

Los franceses, por ejemplo, en sus embajadas de obediencia, seguían un itinerario diferente, y su ingreso se realizaba por la puerta Angelica. 11 M.A. Ochoa Brun, La diplomacia aragonesa en el reinado de Alfonso V, en su Historia de la diplomacia española, Madrid, 1995, vol. II, p. 200.

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nés, Juan II. Como tantas veces sucedía, esta embajada de obediencia buscó una contrapartida: que Roma reconociese a Isabel como reina legítima de Castilla, en perjuicio del rey portugués Alfonso V, en el marco del conflicto por la sucesión al trono castellano previo al Tratado de Alcaçovas que en 1479 reconoció finalmente a Isabel como reina de Castilla. Durante los reinados de Alfonso V y Fernando el Católico, la embajada de obediencia de los reinos de la corona de Aragón se cumplía enviando a Roma una embajada desde Nápoles. En el siglo XVI, en cambio, los embajadores de obediencia de Nápoles fueron siendo sustituidos por otros legados con distintos cargos en la administración de la monarquía. Fue en el siglo XVII, y por una cuestión de pragmatismo, cuando empezó a hacerse coincidir el cargo del virrey de Nápoles con el del embajador de obediencia al Papa, como ocurrió con la embajada de obediencia a Clemente VIII del VI conde de Lemos, en nombre de Felipe III12. La obediencia a este papa ya se había escenificado durante el reinado de Felipe II, pero tras el ascenso al trono de Felipe III, se decidió volver a suscribir el rito con Roma por conveniencia política. En ocasión de esta embajada de obediencia de 1600, el duque de Sessa, además de ofrecerle al VI conde de Lemos su residencia de la Vía del Corso, le brindó la cantidad de cien mil ducados para financiar su viaje y organizarle una gran procesión desde Plaza Navona y hasta San Pedro. El conde de Lemos estuvo acompañado de ochocientos caballeros y nobles y se mostró ante el pueblo romano con calza y jubón amarillo «con adereço de oro ligero y pardo sombrero con plumas pardas blancas y amarillas con un çintillo de diamantes muy rico»13, como recuerdan las fuentes. Esta embajada sirvió, como ocurrió en futuras ocasiones, para reforzar los vínculos de la nobleza romana y napolitana con la casa de Austria. En 1607 tuvo lugar con extraordinario boato otra embajada de I. Enciso Alonso-Muñumer, La embajada de obediencia del VI Conde de Lemos. Ceremonial diplomático y política virreinal, en C. J. Hernando (dir.), Roma y España un crisol de la cultura europea en la Edad Moderna, 2007, vol. I, pp. 471514. Véase también el manuscrito: Jornada a Roma de Fernando Ruiz de Castro, VI conde de Lemos a Roma, 1600, Biblioteca Nacional de España (BNE), Ms. 6150. Véase también S. de Cavi, Ephemera del viceré conte di Lemos (1599-1601), en J.L. Colomer, (ed.), España y Nápoles. Coleccionismo y mecenazgo artístico de los virreyes en el siglo XVII, Madrid, Villaverde Ediciones, 2009, pp. 1-25. 13 Enciso Alonso-Muñumer, La embajada de obediencia del VI Conde de Lemos. Ceremonial diplomático y política virreinal, cit. 12

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obediencia, en esta ocasión ante el papa Pablo V, protagonizada por el duque de Feria, Gómez Suárez de Figueroa, quien estuvo acompañado por Raimundo de Cardona, hijo del duque de Sessa. Un año después, en 1608, Enrique IV quiso dar el contrapunto y escenificó con magnanimidad su obediencia al papa, con el envío de un legado, el duque de Nevers. Se anunciaban nuevos tiempos para las embajadas de obediencia que pasarían a encarnar cada vez más la rivalidad entre potencias. Así, en 1615 y en el marco de las dobles bodas hispano francesas, Enrique IV dio un paso al frente y nombró como embajador de obediencia a un hijo suyo y hermanastro de Luis XIII, Alexandre Bourbon de Vendome, quien acudió a Roma con gran fasto. España, en cambio, nunca mandó a un familiar directo del rey. Al morir Felipe III en 1621, Felipe IV solo tardó unos meses en enviar a un embajador de obediencia ante el nuevo papa, Gregorio XV, un signo de que la alianza con Roma seguía siendo firme y prioritaria para España. El elegido para tal encargo fue Manuel de Fonseca y Zúñiga, VI conde de Monterrey14 quien hizo coincidir su entrada secreta en la ciudad en marzo de 1622 con la canonización, un día después, de cuatro españoles: Ignacio de Loyola, Francisco Javier, Teresa de Jesús e Isidro Labrador, y del italiano Felipe Neri15. El 15 de marzo se organizó su cabalgata de obediencia oficial por las calles de Roma con un cortejo iniciado, como de costumbre, en Villa Giulia y terminado en el palacio pontificio. Dos días después se celebró el acto público de obediencia ante el papa. Durante toda la embajada de obediencia, y como marcaba el ceremonial, Monterrey estuvo acompañado del embajador ordinario, el duque de Alburquerque. Diez meses después, en septiembre de 1622, Monterrey hizo su entrada pú-

A. Rivas Albaladejo, «La mayor grandeza humillada y la humildad más engrandecida». El VI conde de Monterrey y la embajada de obediencia de Felipe IV a Gregorio XV, en J.M. Millán – M. Rivero Rodríguez (dirs.), Centros de poder italianos en la monarquía hispánica (siglos XV-XVIII), Madrid, 2010, vol. 1, pp. 703750. Véase también la copia del siglo XVIII de la relación de la embajada, BNE, Ms. 11259. 15 A. Anselmi, Roma celebra la monarchia spagnola: il teatro per la canonizzazione di Isidoro Agricola, Ignazio di Loyola, Francesco Saverio, Teresa di Gesù e Filippo Neri (1622), en J.L. Colomer (dir.), Arte y diplomacia de la Monarquía hispánica en el siglo XVII, Madrid, Fernando Villaverde Ediciones, 2003, pp. 211-246. M. Boiteux, Le rituel romain de canonisation et ses représenta-tions à l’époque moderne, en G. Klaniczay (dir.), Procès de canonisation au Moyen Âge, Roma, École Française de Rome, 2004, pp. 327-355. 14

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blica en Madrid con gran pompa, augurando el inicio de una brillante trayectoria política16. En 1625, el responsable de realizar la embajada de obediencia al papa Urbano VIII fue Fernando Afán de Ribera, III duque de Alcalá. También para Alcalá esta designación abrió la puerta de futuros nombramientos, como el de embajador ordinario en Roma, primero, y como virrey de Nápoles, después. Esta embajada se celebró, como hiciera Monterrey, aprovechando el rédito que una canonización paralela podía brindarle17. El mismo año de la embajada de Alcalá se canonizó a Isabel de Portugal y el duque enalteció su linaje recordando que descendía de la santa lusa. Una estrategia similar de exaltación nobiliaria se repitió con Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, IX Almirante de Castilla y V Duque de Medina de Rioseco (1600-1647) en su embajada de obediencia de 1646. Este no escatimó esfuerzos en recordar que descendía de Enrique II de Castilla y que por lo tanto era un virrey de Nápoles (nombrado en 1644) de sangre real18. El caso del Almirante de Castilla se repitió en los años sucesivos. En efecto, desde mediados de siglo la embajada de obediencia dejó de constituir la antesala de promociones cortesanas y se convirtió en un escenario de trayectorias ya consolidadas, como ocurrió con el caso del propio duque de Medina de Rioseco quien, habiendo ostentado los cargos de virrey de Sicilia y de Nápoles, fue nombrado embajador de obediencia al papa Inocencio X en 1646. Pese al creciente aislamiento al que las potencias europeas habían sometido a la Santa Sede, en especial desde la firma de la paz de Westfalia (1648), España siguió enviando embajadas de obediencia al pontífice. La estrategia de Francia, en cambio, era diametralmente opuesta. En abril de 1655, y tras la elección del pontífice Alejandro VII, Luis XIV decidió no enviarle su embajada de obediencia. Suspendió también su embajada ordinaria, y cuando, en 1662, decidió enviar a Crequí, muy pronto abrió un profundo conflicto con la Santa Sede con la crisis de los corsos. Coincidiendo con el pontificado de Alejandro VII (abril de 1655 – mayo de 1667), Roma festejó la canonización de tres españoles: Ramon Nonato (1657), Tomás de Villanueva (1658) y Según Ángel Rivas, la embajada de obediencia supuso para Monterrey el arranque de su carrera política. 17 M. Gotor, Le canonizzazioni dei santi spagnoli nella Roma barrocca, en Roma y España. Un crisol de la cultura europea en la Edad Moderna, coord. por Carlos José Hernando Sánchez, Madrid, 2007, vol. II, pp. 621-640. 18 Constituyen dos elementos comunes entre el Almirante de Castilla y el duque de Segorbe: los dos eran virreyes de Nápoles y descendían de sangre real. 16

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Francisco de Sales (1665). Pero tal circunstancia no sirvió para dignificar ninguna embajada de obediencia española, como en el pasado. Llegaban años de contención para España en Roma. La siguiente canonización colectiva de españoles no se produjo hasta 1671 (con cuatro españoles19), y ningún embajador de obediencia pudo usarla como caja de resonancia de su propia ceremonia. Tras la muerte de Felipe IV en septiembre de 1665, ni la regente Mariana de Austria ni su hijo juraron obediencia al papa Clemente IX (junio de 1667-diciembre de 1669). En realidad, tardaron seis años en enviar, en su nombre, a un embajador de obediencia ante el papa. Fue una suspensión sin precedentes de la embajada de obediencia española, que no se reanudó hasta el pontificado de Clemente X (abril de 1670-julio de 1676).

La embajada de obediencia de Pedro Antonio de Aragón a Clemente X (1671) y las causas de su retraso El duque de Segorbe y Cardona, Pedro Antonio de Aragón20, virrey de Nápoles desde 1666, inició su embajada de obediencia el 3 de enero de 1671, día en el que emprendió su marcha rumbo a Roma, y finalizó un mes y medio después, el 18 de febrero del mismo año. Para el traslado del embajador desde Nápoles se había consolidado con los años el siguiente itinerario: desde Aversa, se pasaba por Capua, Mola, Fondi (donde el embajador se alojaba en la casa del príncipe de Stigliano), Terracina, Sermoneta, Cisterna, Castelgandolfo, Albano, hasta llegar a Roma. En las instrucciones que Mariana de Austria dio a Pedro Antonio de Aragón, le recordó que era la primera embajada de obediencia que se hacía en «nombre del rey mi hijo»21. Aunque Carlos no había alcanzado aún la mayoría de edad, en Roma causó incomodidad tal retraso. ¿Por qué se había esperado tanto en enviar a un embajador de obediencia? Las necesidades del decoro y los planes de Pedro Antonio para

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San Francisco de Borja, San Luis Beltrán, San Fernando, Santa Rosa de Lima, que era en realidad criolla de Perú. 20 D. Carrió-Invernizzi, El gobierno de las imágenes. Ceremonia y mecenazgo en la Italia española en la segunda mitad del siglo XVII, Madrid, Iberoamericana, 2008. 21 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Instrucciones.

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mostrarse magnánimo contribuyeron a retrasar sin duda su embajada. Llegó a afirmar en una ocasión que debía acudir a Roma «como criado y ministro de Vuestra Majestad en materia tan pública y que no admite dispensación en lo ostentoso»22. También reconoció que los bordadores y tejedores de Nápoles se habían retrasado en la entrega de sus vestidos y telas: «sin perder una hora de tiempo me he aplicado a prevenir lo necesario para ocasión de tan gran relieve ocupando en lo que se hace los más telares desta ciudad y casi todos los bordadores»23. Antes de emprender su viaje, envió a Roma abundantes ropas y joyas con las que pretendía comparecer ante el papa. Abandonó Nápoles con 150 escoltas, acompañado de 70 prelados, con 178 carrozas de seis caballos y 74 mulos cargados con abundantes regalos. Le acompañaron numerosos nobles napolitanos, como el príncipe de Belmonte, el de Acaia, los duques de Girifalco, Abbruzzano y Giovenazzo, con quienes pretendía superar viejas disputas. Todos estos preparativos para movilizar tantos recursos dilataron ciertamente el inicio de la embajada de obediencia. Sin embargo, en los años 1666, 1667 y 1668 se habían vivido algunas circunstancias políticas que favorecieron, aún más si cabe, la suspensión de la embajada española. En estas circunstancias adversas, España necesitaba demostrar su descontento hacia la Santa Sede24. En 1666, la muerte de Felipe IV desencadenó el conflicto por la investidura del nuevo rey de España como rey de Nápoles. El sucesor al trono era por primera vez un menor de edad, pues Carlos, con cuatro años, estaba todavía lejos de los catorce que se exigían para reinar. Pedro Antonio de Aragón, que se hallaba aún en Roma como embajador ordinario, invitó al Consejo de Italia a solicitar rápidamente al papa la investidura del reino de Nápoles y del estado de Milán25. Sin embargo, en diciembre de 1665 reconocía a la reina la intención de Alejandro VII de negar la investidura y de enviar un legado apostólico que gobernara el reino de Nápoles durante la minoría de edad 22

Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE), Archivo de la Embajada de España ante la Santa Sede (AEESS), leg. 92. Ceremonial de Embajadas, nº 4: Relaciones de entradas solemnes en Roma: Pedro Antonio de Aragón, embajador de Obediencia, 1671. 23 Pedro Antonio de Aragón, marzo de 1669, Archivo General de Simancas (AGS), Leg. 3292-94. 24 También la dilación de otra embajada de obediencia, la del conde de Tendilla (estudiada por Ochoa Brun) sirvió, como la de Aragón ahora, para manifestar un descontento general. 25 AGS, E. 3289-87.

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de Carlos, ejerciendo el baliatu regni durante diez años, una especie de gobierno de transición26. El papa lanzó esta propuesta polémica, influido por los escritos del clérigo napolitano Camillo Tutini. La reina tardó en reponerse de la noticia y esperó hasta abril de 1666 para remitir al papa la petición formal de investidura. La Santa Sede mostró su malestar por el procedimiento empleado e impuso públicamente su condición: que durante la minoría de edad de su hijo, Mariana aceptara un gobierno provisional en Nápoles de un legado papal, en sustitución del virrey. Para fortalecer aún más su postura, el nuncio en Madrid llegó a transmitir en la corte la voluntad del papa de rechazar el tributo de la chinea ese año, en un nuevo gesto de presión hacia España. A nadie se le escapaba que la Santa Sede había planteado un cambio constitucional en Nápoles y la posibilidad de una devolución del reino al Estado de la Iglesia. El virrey Pedro Antonio de Aragón, al ver tambalear su gobierno, impulsó la publicación de un texto jurídico de Marciano en contra de la pretensión papal: De Baliatu regni. En julio de 1666, Alejandro VII se retractó, dio la investidura a Carlos y admitió el tributo de la chinea, reestableciéndose el statu quo. El conflicto se cerró pero no fue un buen comienzo en las relaciones entre el Papado y la regencia de Mariana de Austria. La instrucción que Mariana dio a su embajador de obediencia en 1670 fue «conservar la quietud pública y que en la menor edad del rey se mantenga la Paz, siendo tan propio de Su Beatitud mostrarse Padre de un Rey niño tan benemérito hijo de la Iglesia (…)»27. En Roma había que dar la sensación de que nada había ocurrido, muy al contrario de lo que el virrey hacía en Nápoles, en cuyo espacio público exhibía por primera vez de manera no efímera su propio retrato esculpido junto al de Carlos II, en la fachada del hospital de san Genaro28. Un año después de esta crisis, otro hecho empañó la política internacional española y volvió a retrasar la embajada de obediencia: el estallido de la Guerra de Devolución con Francia. En 1668, el Consejo de Estado expresó la urgencia de enviar la embajada de obediencia, pese a que el papa estuviera tomando decisiones tan contra26

AHN, E, 2011, 1/9, carta del 5 de diciembre desde Roma. AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Instrucciones. 28 D. Carrió-Invernizzi, El gobierno de las imágenes, 2008; R. Pane, Il vicerè Pedro Antonio d’Aragón e l’ospizio di San Gennaro dei Poveri, in Seicento Napoletano, 1984, pp. 134-141. 27

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rias a los intereses de España: «por el mismo caso que el papa está desobligando con acciones tan agenas de razón y tan contra el decoro real, será bien que el mundo vea y experimente que no olvida vuestra majestad las demostraciones de veneración y respeto que se deben»29. Los consejeros consideraron «que no sólo estaba suspensa la publicación del capelo, sino también las gracias de cruzada, las bulas del arzobispado de Monreal, la prorroga del capellán mayor de Nápoles y otras cossas»30. En noviembre de 1668 el Consejo asignó a Pedro Antonio una ayuda de costa de 40.000 escudos de plata para que se dirigiera definitivamente a Roma a rendir obediencia al Papa. Se le enviaron todos los despachos y las cartas para entregar a cardenales y príncipes. El embajador ordinario en Roma, el marqués de Astorga, insistió dos meses más tarde en la necesidad de acelerar la embajada: «porque verdaderamente Su Beatitud es ambicioso de aplauso y honra, sera combenientisimo que este obsequio de su Santidad de abrevie todo lo posible»31. Asimismo solicitó más recursos para recibir al embajador de obediencia con el decoro que merecía. En caso contrario, pedía ausentarse de Roma mientras durara la embajada, contraviniendo las instrucciones que decían claramente que el embajador de obediencia debía estar en todo momento acompañado por el ordinario. Pedro Antonio respondió con evasivas a tales apremios y aludiendo a los problemas internos en Nápoles para justificar los retrasos: «luego que cesse el riesgo de las mutaciones y dando lugar el tiempo, la executaré sin perderle, sintiendo mucho el embarazo deste epidemia para no adelantarla como quiesiera»32. Sin embargo, es posible que otra idea rondara por la cabeza del virrey: la necesidad de no hacer coincidir la embajada de obediencia española con la portuguesa que se anunciaba inminente. En octubre de 1669, solo un año y medio después de que España y la Santa Sede reconocieran la independencia de Portugal con un tratado de paz, el papa recibió a la primera embajada de obediencia lusa en la ciudad, protagonizada por Pedro de Sousa, conde de Prado, quien compareció con tres libreas

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AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Noviembre de 1669. AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. 31 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Instrucciones. Relato del viaje, hecho por el embajador Marqués de Astorga. Roma, 4 de enero de 1669. 32 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Carta desde Nápoles 2 de julio de 1669. 30

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lujosas en su cabalgata de entrada en Roma. La tensión política debió ser máxima en los meses previos y posteriores, y prueba de ello es que en septiembre de 1671 se vivió en Roma un incidente de carrozas entre el embajador portugués y el marqués de Astorga que causó algunos heridos. Como se ve, el papado no fue el único que intentó retrasar la ceremonia, poniendo condiciones a la investidura en 1666. El propio virrey, también. Ya Fernando el Católico, en 1507, había enviado desde Nápoles una embajada de obediencia, sin esperar a que le invistieran rey de Nápoles, algo para lo que tuvo que aguardar tres años. Pío V, por su parte y como otros papas después, había recelado de la posibilidad de que Felipe II no le enviara una embajada de obediencia. Casi un siglo después, el papa Clemente X, tras seis años de silencio, debió de temer también que el rey de España no le rindiera la debida obediencia pública. Uno de los objetivos que persiguió España con esta embajada de obediencia, según numerosas fuentes, fue la concesión al reino de Nápoles de los beneficios inherentes a la bula de la Santa Cruzada, para poder aumentar la flota de las galeras y defender mejor sus costas. Para conseguir este y otros beneficios, la reina animó a Pedro Antonio a hablarle al Papa sobre «los daños que han causado las guerras y los que se han seguido de la injusta invasión que el rey cristianisimo hizo el año de 1667 en los Países Bajos»33, para recordarle lo mucho que había hecho España para cumplir con lo estipulado en el Tratado de los Pirineos, y añadió en las instrucciones: «en haver cedido después tanto, como es manifiesto al mundo, por asegurar este gran bien de la Paz. De que también es buen testimonio el ajustamiento con Portugal»34. El mensaje era claro: el papa debía corresponder con generosidad a todas las cesiones que había hecho España en los últimos años «por el gran bien de la Paz». Sin embargo las reivindicaciones de España no debían mostrarse abiertamente en una ceremonia tan solemne, sino con disimulo «de suerte que no parezca que es esso el fin de vuestro viaje, sino tan solamente el de darle la obediencia»35. 33

AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Instrucciones. 34 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Instrucciones. 35 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Carta del julio de 1670.

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La puesta en escena de la embajada de obediencia de 1671 Numerosas fuentes se refieren a la embajada de obediencia de 1671 como de extraordinariamente fastuosa. No se trata de simple retórica, pues en efecto fue una de las que más cambios de etiqueta introdujo para magnificar su celebración y también una de las que más testimonios manuscritos, impresos36 y gráficos dejó. Veamos en primer lugar qué motivó tantos cambios en la celebración de esta ceremonia. Cuando en abril de 1670 fue elegido Emilio Altieri como papa Clemente X, Mariana de Austria volvió a enviar, solo cuatro meses después, sus Instrucciones a Pedro Antonio de Aragón. Ya todos los demás estados, como Toscana o Lucca, habían hecho el debido homenaje de obediencia al papa durante todo el año del 1669. El renovado encargo le llegó al virrey poco después de recibir la noticia del fallecimiento en Madrid de su hermano Luis y de heredar de él los títulos de VII duque de Segorbe y VIII de Cardona. Desde que su sobrina, Catalina Antonia de Aragón, casada con el duque de Medinaceli, interpusiera un pleito para reclamar dichos títulos, el virrey multiplicó las apelaciones a su linaje en las manifestaciones públicas en Italia. La embajada de obediencia fue la ocasión propicia para ennoblecer su imagen y tratar de reafirmar sus derechos37. Más tarde le llegarían otras ocasiones para desplegar imágenes de su nobleza, como la canonización de San Francisco de Borja en abril del mismo año, a la que tanto había contribuido por vínculos familiares. Esta canonización permitió exaltar los valores de la antigua nobleza española o Grandeza, pues San Francisco de Borja, IV duque de Gandía, había 36

La embajada de 1671 cuenta con dos relaciones impresas, una en castellano, y la otra en italiano; Relación de la Embaxada de Obediencia que dio en Roma a la Sanctidad de Clemente X en nombre del Catholico Rey de las España Carlos Segundo y Su Sereníssima Madre, Tutora, y Governadora, El excelentísimo Señor D. Pedro Antonio de Aragón Folch de Cardona, Olim de Aragón, Duque de Segorbe y Cardona, Conde de Empuries y Prades… Editada por la Universidad de Valencia, 2000; A. Formoni, Ambasciata di ubidienza fatto alla stadi clemente X in nome di Carlo Secondo… re delle Spagne e di Mariana d’Austria… sva madre, regina governadrice, da D. Pietro Antonio d’Aragona duca di Segorbe,… vicere di Napoli, con le notizie delle solennità, con le qvali fu esseguita, e del poposo recevimmento fattogli da D. Antonio Pietro Alvarez Osorio Gomez Davila e Toledo, marchese di Astorga di Velada & c. Ambasciatore ordinaria in Roma per le medesime maestà nel mese de Genaro dell’anno 1671, (In Roma): per Ignatio de’Lazari, 1671. La oración de obediencia que se leyó en el Quirinale por parte de monseñor Agraz es también reproducida íntegramente en el impreso de Formoni. 37 En el grabado que encargó en Roma a Falda y Rossi tuvo la primera oportunidad de autoproclamarse duque de Segorbe y Cardona.

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sido, como Pedro Antonio de Aragón, un Grande de España y virrey a la vez38. En el transcurso de toda la ceremonia, el embajador de obediencia estaba siempre acompañado por el embajador ordinario ante la Santa Sede, en este caso el marqués de Astorga, quien también acudía al consistorio público celebrado en la Sala Regia del palacio del Vaticano, en el palacio San Sisto o en cualquier otra residencia papal como el Quirinale, donde el embajador de obediencia hacía entrega de sus credenciales al Papa y se hacía lectura de la oración de obediencia. Terminado el consistorio, tenía lugar el banquete público del papa con los dos embajadores y finalmente la audiencia privada del embajador de obediencia con el Papa, seguida de sus visitas privadas a los cardenales. Por último, el embajador de obediencia y su séquito regresaban a su residencia. Antes de abandonar la ciudad, se alojaban una noche en el palacio papal. Durante las negociaciones previas a la celebración de la embajada, en junio de 1670, Clemente X, por razones de comodidad y debido también a su precaria salud, solicitó un cambio en la rígida etiqueta que imperaba en la embajada de obediencia: deseaba recibirla en la sala regia del Quirinale en Montecavallo, en lugar de en San Pedro, como mandaba la tradición, lo que significaba una voluntad papal de redimensionar el papel simbólico de la residencia de Montecavallo en detrimento de las demás. Tras meditarlo, Mariana ordenó a su embajador que aceptara tal novedad, teniendo en cuenta que Montecavallo podía contar también con una sala regia donde recibir al embajador con total decoro. Según el cronista Arteminio Formoni, el itinerario de la cabalgata de entrada a la ciudad se modificó para que Clemente X pudiera contemplarla desde su balcón del Quirinale y la sala de este palacio fue declarada regia para tal ocasión39. Muy poco antes, Clemente X había recibido la embajada de obediencia lusa en San 38

El canonizado San Francisco de Borja y Aragón, IV duque de Gandía, virrey de Cataluña y padre general de los jesuitas, era también nieto de Fernando de Aragón por parte de madre, y por lo tanto pariente lejano de Pedro Antonio de Aragón. El entonces IX duque de Gandía, Francisco Carlos de Borja estaba casado con María Ponce de León y Aragón, sobrina de Pedro Antonio de Aragón, y el X duque de Gandía, Pascual Francisco de Borja y Ponce de León (1665-1717) seguía manteniendo estrecha correspondencia con el duque de Segorbe y Cardona. A. Adami, Il Santo fra Grandi di Quattro Grandati, cioe S. Francesco di Borgia esprimenti nella sua santità…, Roma, Il Varesa, 1672. 39 A. Formoni, Ambasciata di ubidienza fatto alla stadi clemente X in nome di Carlo Secondo… Roma, Lazari, 1671, pp. 93 y 96.

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Pedro, por lo que los españoles debieron pensar que el cambio de escenario podía beneficiarles, deseosos como estaban de distinguirse de los portugueses. Así lo expresó el Consejo de Estado: «ofreciéndose ahora el haver hecho el Embajador de Portugal su embajada de obediencia en San Pedro, por estarse todavía allí Nuestro Muy santo padre Clemente Decimo»40.

Figura 1. Plano de Roma de Inocencio XI. En línea discontinua, el itinerario de la cabalgata pública que realizó Pedro Antonio de Aragón hasta Montecavallo. En línea continua, el recorrido que hizo días después para asistir al consistorio público para la entrega de las credenciales y lectura de la oración de obediencia.

En diciembre de 1670, Pedro Antonio se decidió finalmente a realizar la embajada de obediencia, con el viejo argumento de que se habían disipado los riesgos de alteraciones en Nápoles. Pero los problemas con la Santa Sede en materia de protocolo no desaparecieron. El Papa retrasó el nombramiento del nuncio de Nápoles hasta la llegada de Pedro Antonio a Roma, para que no tuviera que salir a re40

AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671.

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cibirle fuera de la ciudad como mandaba la tradición. Después, el nuevo nuncio tardó dos días en hacerle una visita «y extrañando la dilación no le admitió y tuvo luego por conveniente que el obispo de Caracas fuese en su nombre a dar a entender al cardenal nepote el reparo que le causaba el haber aguardado Su Santidad a nombrar nuncio de Nápoles un día después de su arrivo a aquella corte, deviendo haberle enviado al camino a recibirle pues no devera dudar que siendo virrey de Nápoles havia de sentir este descuido»41. Durante los preparativos de la cabalgata pública de entrada a la ciudad el embajador siempre convocaba a todos los cardenales de la facción española en un encuentro para tratar el tema de la asistencia de los barones romanos que eran Grandes de España en la cabalgata de ingreso a la ciudad42. Pedro Antonio de Aragón aprovechó para presumir ante la reina las muestras de fidelidad que estaba recibiendo de parte de cardenales filoespañoles en Roma, como el cardenal Altieri, que acompañó al embajador de obediencia durante todo el recorrido por la ciudad. El cardenal Altieri me dixo lo mismo, que los de su cassa havían sido honrados con avitos de santiago y que siempre havian servido a la corona y que el cardenal mi hermano y yo que fuimos embajadores seríamos testigos que en quanto se ofreció del servicio del rey que dios tenga en gloria lo procuró como lo haría siempre que no deseava más que de su cassa se continuase en la protección de Vuestra Majestad y lo mismo me dijeron los nepotes43.

Las exhibiciones de fidelidad en una ocasión tan importante como esta eran especialmente necesarias si tenemos en cuenta los temores que tenía la reina ante la fragilidad del partido español en la ciudad. En el capítulo veintidós de la Instrucción secreta que recibió Pedro Antonio, la reina le pedía que vigilase a ciertos cardenales desafectos, informándole de sus maniobras lo más rápido posible. Constituye un testimonio relevante de una diplomacia que no contaba con las ventajas de una 41

AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. 42 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. El marqués de Astorga en 1670: «tratando el negocio que mira a la concurrencia de los varones romanos que son grandes de España con el condestable Colonna en las cabalgatas que han de ofrecerse y todo es discurrir en un medio termino que los conforme por ahora». 43 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Carta desde Nápoles a 26 de febrero de 1671.

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comunicación veloz y que debía ejercerse, en ocasiones, interpretando silencios y en ausencia de una información completa. La reina en su instrucción expresó su desconfianza hacia los cardenales Francesco y Antonio Barberini, quienes pedían acercarse a la órbita española y, a la vez, estaban negociando un acuerdo con los Médicis, recibiendo, además, el apoyo de algunos cardenales supuestamente filoespañoles, como Montalto y Cesi44. Por ello instaba al embajador a recabar toda la información sobre tales maniobras en el menor tiempo posible. Los cardenales Francisco y Antonio Barberino an adherido siempre a la corona de Francia, manifestandolo en todas las ocasiones y más particularmente en las de haverse puesto (después de la asumpcion del papa Inocencio X) devajo la protección de aquel rey fomentado y ayudado la turbación y invasiones de mis reinos de Nápoles y Sicilia. No obstante esto an procurado de algunos años a esta parte por vias indirectas reconciliarse con migo y que yo los admita en mi gracia. Pero teniendo yo presente su mala correspondencia a los beneficios recibidos de mi, no me ha parecido justo ni conveniente oirlos, mas no por esso dejan de esparcirse vozes echadas por su parte (según se colige de diversos avisos). Dando a entender que tienen negociación pendiente en este proposito y que los apoyan algunos de mi ministros. Puede ser que en estas ficciones ayan ido con fin de poner en desconfianza a Su Santidad y a los Médicis para facilitar por este medio componerse con alguna dellas o con entrambas. Pero haviendose hecho con migo oficios en diferentes ocasiones y assi de parte de Su Beatitud como de los Medicis, para que no dé oidos a la reconciliación de Barberinos (…). Tras todo esto ai avisos de que en Roma corre voz reforzada que los Medicis se conciertan con Barberinos y que en el ajustamiento intervienen los cardenales Montalto y Cesi. Punto que obliga a grande atención y reparo respecto los inconvenientes que se podrían seguir dello. De que he querido vais advertido para que luego que lleguéis a Roma procuréis informaros bien de lo que pasa, con la mayor certitud que fuere posible y que me informéis dello sin perder punto de tiempo, teniendo entendido que si los cardenales Montalto y Cesi concurren en el tratado, faltarían a su obligación y mucho más el primero por cardenal nacional y de mi tan beneficiado y que si fuese cierta esta reconciliación será menester entrar en otros conceptos de mi parte, y por esso aveis de procuraros con destreza, hacer que se dilate el ultimo ajustamiento para que aya tiempo de darme cuenta y que os llegue mi respuesta45.

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J.L. Colomer, Arte per la riconciliazione: Francesco Barberini e la corte di Filippo IV, en Mocchi Onori - Lorenza - Schutze - Sebastian - Solinas - Francesco, I Barberini e la cultura europea del Seicento, Actas del congreso internacional, Roma, De Luca, 2007, pp. 95-110. 45 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Instrucción secreta para don Pedro para su embajada de obediencia. Capítulo veintidós.

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Uno de los principales logros que quiso transmitirle Pedro Antonio de Aragón a la reina una vez concluida la embajada fue precisamente el gran esfuerzo que se había invertido en reforzar el partido español en Roma y los resultados cosechados. En una interesante carta, se refería en estos términos sobre la cuestión, mostrando además el importante papel del intercambio de regalos en tales ceremonias46: Mandó su santidad le avisasen quando salia y se puso detrás de una bedriera y habiendolo reparado los que iban en la carroza me lo advirtieron, levanteme y me hechó la bendición. Al despedirme haviendole besado el pie el camarero le dio una cadenilla con un relicario con reliquia de san Eustaquio (de quien save soy devoto) pusomela al cuello diciendo la traxase en su nombre y me acordase que me estimava, respondi que la recibía en nombre del rey y que la remitiría a su magestad en la próxima ocasión para que la truxese consigo, en la audiencia me dio grandes expresiones de su afecto (…). Estimeselo de parte de Vuestra Majestad y me dio los breves inclusos en respuesta de las reales cartas de Vuestra Majestad que puse en sus santas manos el día de mi entrada la una y la otra el que le di la obediencia en nombre de Vuestra Majestad y del rey nuestro señor47.

El impacto editorial de la embajada de 1671 Lucien Bély ha recordado el gran impacto de la embajada de obediencia de 1671 en el exterior, en especial en Francia, donde se difundieron muy pronto numerosas relaciones impresas y manuscritas de la embajada48. Ninguna relación de las anteriores embajadas de obediencia españolas llegó a publicarse. La razón no fue otra que la voluntad propagandística del duque de Segorbe, quien se preocupó de promover su publicación49 y quien concibió su propia biblioteca como un instrumento de gobierno. Su mentalidad aristocrática y su concepción barroca del gobierno le llevaron a creer en la necesaria diversificación de los conocimientos como fundamento del control de la sociedad y de la cultura50. 46

B. Clavero, La grâce du don, París, Albin Michel, 1996; N. Zemon Davis, The Gift in Sixteenth Century France, Oxford, Oxford University Press, 2001. 47 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Embajada de Roma 1640-1671. Carta desde Nápoles a 26 de febrero de 1671. 48 Lucien Bély en una conferencia pronunciada en el Congreso de la European Network of the Baroque Cultural Heritage, de Viena, septiembre de 2012. 49 Lo hizo en otras ocasiones, revelando su gran preocupación editorial, encargando textos jurídicos a agentes suyos como Roberto Mazzucci, quien escribió un tratado sobre el buen mecenas, Ragioni giuridiche e politiche (Nápoles, 1671). 50 C.J. Hernando, Aspectos de la política cultural del virrey Pedro Antonio de

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El duque de Segorbe también encargó a Gian Battista Falda un dibujo de la cabalgata que luego llevó a grabado Gian Giacomo de Rossi en 1671. También este fabuloso encargo a un artista tan reconocido en la Roma de la época constituyó una novedad en la órbita española del momento. En la correspondencia que Pedro Antonio envió sobre su embajada empezó a firmar como duque de Segorbe, al tiempo que promovía este grabado presidido por un gran escudo nobiliario reafirmando sus derechos sobre los títulos que quería disputarle su sobrina. No terminó aquí la voluntad del duque de fijar la memoria de su embajada. A su regreso a España entregó al rey Carlos II un lienzo sobre su embajada de obediencia según atestigua un inventario del Alcázar de Madrid del reinado de Carlos II en el que consta una pintura de esta temática. A principios de diciembre de 1671 llegaron a Roma «tredici carri da Napoli carichi di molte casse delle livree necessarie a una tale funzione con un carrozzino di campagna tutto di veluto verde, così al di fuori come al di dentro, guarnito di fascie…»51. La entrada secreta de la embajada de obediencia se inició un día lluvioso de enero en Roma, según un relato del marqués de Astorga «refiriendo el lucimiento con que (aunque incógnito) se hubiera hecho su entrada, a no aver sobrevenido una gran lluvia por el gran concurso de carrozas y gente que acudió (…)»52, quien también refirió que el papa estaba «de incógnito, pero todos le vieron»53. Falda se encargaría de hacer olvidar la borrasca en su fabuloso dibujo de la entrada solemne en la ciudad, representando a toda la fastuosa comitiva desde Porta del Popolo y hacia Montecavallo, e incorporando el tramo de regreso al palacio de la embajada en plaza de España. En la cabalgata pública podemos ver al virrey, «vestito di un avito tutto ricamato di argento pendendogli dal collo una venera di diamanti»54, flanqueado por monseñor Rocci, mayordomo del papa y por el cardenal Altoviti, al que se ha mencionado antes. Le siguen detrás el embajador español marqués de Astorga, el condestable Lorenzo Onofrio Co-

Aragón, en L. De Rosa - L.M. Enciso (eds.), Spagna e Mezzogiorno d’Italia nell’etá della transizione, Nápoles, 1997. G. Galasso, Il Principato di Pietro Antonio di Aragona, en Napoli Spagnola dopo Masaniello, Nápoles, 1972, cap. 8. 51 A. Formoni, Ambasciata, p. 35. 52 AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837. Según relación del marqués de Astorga. Jueves 22 el día de la entrada secreta. 53 Ibidem. 54 A. Formoni, Ambasciata, p. 80

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Figura 2. Giovan Battista Falda delineavit, Gian Giacomo Rossi fecit, la embajada de obediencia de Pedro Antonio de Aragón, 1671.

Figura 3. Giovan Battista Falda delineavit, Gian Giacomo Rossi fecit, la embajada de obediencia de Pedro Antonio de Aragón, 1671, detalle del escudo y dedicatoria.

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Figura 4. Giovan Battisca Falda delineavit, Gian Giacomo Rossi fecit, la embajada de obediencia de Pedro Antonio de Aragón, 1671. Detalle en el que vemos al embajador de obediencia acompañado por monseñor Rocci, mayordomo del papa, y por el cardenal Altoviti.

lonna y un cardenal Portocarrero omnipresente durante toda la embajada55. La Ambasciata di ubidienza, relación impresa de Arteminio Formoni, es clave para entender cómo se desarrolló la embajada durante el mes y medio que duró. El grabado de Falda, por su parte, constituye una transposición visual, de asombrosa fidelidad, del relato escrito de Formoni. Ambos nos describen al detalle los asistentes a la procesión, las libreas y carrozas de la comitiva, los vestidos que lucían los asistentes y hasta los sonidos de las trompetas y demás instrumentos de los músicos presentes: Tutta la strada era ingombrata di carrozze, ed erano così numerose le turbe del popolo che uscirono per vedere si bella entrata, che più della città populata vedevasi la campagna: o Roma quel giorno veramente si poteva chiamare Madre di molti popoli, mentre uno ne poteva dimostrar dentro; ed un altro fuor delle mura. Centro ottanta furono le carrozze tirate da sei cavalli che incontrarono prima, e poi seguitarono quella degli ambasciatori: onde

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Según Pedro Antonio: «desde que entré en Roma todas las noches ha estado en mi cuarto que los días se han ocupado en visitas sin perder ninguno», AHN, Sección Estado, parte relativa a Roma, leg. 1837 (26 febrero de 1671 desde Nápoles).

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Roma istessa stupiva come fino allora non avesse mai avuto notizia che tante ne potessero mettere all’ordine le Cavallerizze dei suoi signori…56.

Formoni da cuenta del papel protagonista que tuvo el marqués de Astorga en el desarrollo de toda embajada: «Il marchese divenuto tutt’occhi, perche la sua cortesia si rendesse avvalorata dalla sua vigilanza, disponeva tutte le cose ordinando a i gentilhuomini di sua famiglia quanto bisognava per rendere quell’ospitalità più famosa»57. La relación también nos describe el interior del palacio de la embajada de España en tiempos del marqués de Astorga, con amplios detalles sobre los tapices y los lienzos que decoraban sus paredes. Gracias a esta descripción sabemos también que, con motivo de las recepciones que tuvieron lugar durante la embajada de obediencia, se expusieron en el palacio los retratos de Clemente X bendiciendo a los reyes de España, el de Carlos II en acto de gobernar, y el de la reina en acto de recibir súplicas. También nos permite conocer cómo se decoraron las mesas, qué comida se sirvió, las figuras de azúcar que se mostraron, qué regalos se intercambiaron y qué música sonó. Formoni permite por último descifrar los numerosos emblemas e historias representadas en los muros del palacio, por ejemplo el episodio del incendio de Troya, que ya había sido evocado durante los festejos en Roma por el nacimiento del príncipe Carlos58. El lujo de los vestidos y la abundancia de coches y lacayos que nos describen Formoni y Falda había alcanzado cuotas demasiado altas en la representación diplomática española. Cierto o no, en 1674, sólo tres años después de la embajada de obediencia de 1671, Carlos II ordenó redactar una pragmática para limitar el exceso de lujo en los agentes españoles en el exterior. En un contexto de gran inestabilidad política en las relaciones entre el papado y la monarquía como el que hemos descrito a lo largo de estas páginas, el duque de Segorbe encontró en los impresores y artistas unos perfectos aliados. A las puertas del ocaso de esta fiesta, la embajada de obediencia de 1671 representó un consciente manejo de las formas de representación y de los tiempos de negociación; una voluntad de impactar con una puesta en escena rara y de obtener un eco editorial. En esta embajada convergieron además intereses opuestos, como los representados por el duque, el consejo de Estado, o el 56 57 58

A. Formoni, Ambasciata, pp. 37-38. Ivi, p. 50. Ivi, p. 159.

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propio papado. Por todo ello, nos hallamos ante un perfecto ejemplo de los últimos coletazos de la diplomacia barroca. Diana Carrió-Invernizzi Abstract L’ambasciata di obbedienza era una cerimonia, le cui origini risalgono al Medioevo, nella quale un re, attraverso il suo ambasciatore, rendeva omaggio al pontefice. Nonostante la sua importanza nell’età medievale e moderna, sno rari gli studi sulla evoluzione di questa cerimonia e sulle sue ricadute politiche e culturali. Lo scopo di questo saggio è di esaminare un fase cruciale di questa cerimonia, quando l’ambasciata spagnola di obbedienza a Clemente X (1671), pregiudica gravemente le relazioni tra la corona spagnola e la Santa Sede e segna l’inizio del loro declino. The embassy of obedience was a ceremony, with its origins in medieval times, in which a king, through his ambassador, used to show respect to the Pope. In spite of its importance in Medieval and Early Modern times, there are still few studies on the evolution of this ceremony and its cultural and political impact. The aim of this essay is to approach a crucial moment of the history of this ceremony, when the Spanish embassy of obedience to Clemente X (1671), dramatically affected the relationships between the Spanish Monarchy and the Holy See, and signed the start of its decline.

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