La elegancia de Mariano Hurtado Bautista

August 27, 2017 | Autor: Jerónimo Molina Cano | Categoría: Philosophy Of Law, Carl Schmitt, Universidad De Murcia, Mariano Hurtado Bautista, Antonio Truyol
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Descripción

La elegancia de Mariano Hurtado Bautista JERÓNIMO MOLINA CANO Universidad de Murcia El pasado 5 de septiembre, con noventa años cumplidos, murió en Murcia Mariano Hurtado Bautista, profesor inefable, maestro elegante y discreto cuya vocación docente y jurídica es un caso de compenetración perfecta con la Universidad de Murcia, institución a la que dedicó toda su vida. Nació en Murcia el 29 de mayo de 1924. Cursa la instrucción básica y el bachillerato en Murcia. Terminada la Guerra civil ingresa en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia. Estudia bajo la dirección de Isidoro Martín (Romano), Antonio Ferrer Sama (Penal), Antonio Reverte (Civil), Luis Gestoso Tudela (Internacional), Antonio Martínez Bernal (Procesal), José Mª Hernández Rubio (Político) y Antonio Truyol (Filosofía del derecho). Menos en mercantil, obtiene matrícula de honor en todas las asignaturas. Terminada la carrera (mayo de 1947) y satisfechas en Cartagena las obligaciones del servicio militar como alférez de complemento (seis meses), se inscribe en el examen de reválida del grado de licenciado en derecho. Supera las pruebas con la calificación de sobresaliente y poco después obtiene el Premio Extraordinario de Licenciatura. Sus mentores, Tierno Galván y Truyol, le animan a pedir una beca para Real Colegio de San Clemente de los españoles de Bolonia. Obtiene la pensión y se traslada a la ciudad italiana para escribir su tesis doctoral sobre “El concepto sustancial de soberanía. Soberanía y Bien común”. De regreso a España prepara cátedras de Filosofía del Derecho, ejerce la abogacía y durante varios cursos (1951-1955) explica Público eclesiástico, primero como Ayudante y después como Adjunto. Pasa por otras adjuntías hasta que se le nombra encargado de la cátedra que Truyol abandona para trasladarse a Madrid. Todavía entonces era la de Murcia una “universidad de entrada”, de paso hacia otras. Desempeña un papel relevante en la delegación murciana de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (hoy ACdP). En 1960, finalmente, obtiene la cátedra Filosofía del derecho. En ella permanece hasta que la nefasta reforma Maravall anticipa y fuerza su jubilación a los 65 años. La obra de Hurtado Bautista es breve y publicada mayormente en revistas. Uno de sus trabajos más interesante, ajeno por completo a los saberes jurídicos, es la “Sociología de la máscara”, de ecos simmelianos, publicado en Monteagudo en 1954. Junto a los estudios de su especialidad académica, completan su obra algunos ensayos sobre Saavedra Fajardo, SaintSimon o la justicia social, unos cuantos prólogos y varias contribuciones a libros jubilares (a los de Truyol Serra, Pablo Lucas Verdú o Rodrigo Fernández-Carvajal). El contraste entre dos folletos publicados por la Universidad de Murcia ilumina su personalidad de universitario: La actual teoría de los derechos humanos ante la concepción del derecho de Santo Tomás (discurso conmemorativo de la festividad de Santo Tomás del año 1997) y La insuficiente contemplación del mar y la fotografía. Otros pertenecen al arquetipo universitario del “Profesor que no debe escribir”, Hurtado Bautista a la del “Profesor que escribe poco”. Maestro ex auditu de muchos, debería adscribirse a la tradición socrática de los ilustres catedráticos ágrafos de la universidad española (Manuel Martínez Pedroso, Ignacio Mª de Lojendio, Antonio de Luna y algunos más) cuya obra es, más bien, la cátedra, “la palabra viva y eficaz” dirigida cada día a los estudiantes, discípulos y profesores jóvenes. En una de sus últimas intervenciones públicas, durante la conmemoración del L aniversario de la conferencia sobre “La unidad del mundo” (Las Claras, junio de 2001), dictada por Carl 1

Schmitt en la Universidad de Murcia en 1951, delante de su viejo profesor de filosofía jurídica de los años cuarenta ejerce el magisterio que, tal vez, siempre ha querido cultivar: el de la memoria, la evocación y el recuerdo de una universidad ya desrealizada en la que, en larga sobremesa nocturna, se liba un jumilla y se asiste al diálogo entre Schmitt, Tierno y Truyol sobre el Katejón (¿lo era el Papa? ¿Eisenhower? ¿tal vez Franco?). O se acude con el catedrático, en pequeño círculo de alumnos aventajados, a ver una representación teatral de Hamlet, para examinarse al día siguiente de Shakespeare o del Benito Cereno de Herman Melville.

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