La educación de la mujer en Tapia y en Hostos

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Descripción

La educación de la mujer en Tapia y en Hostos
Luis R. Burset Flores, Ph.D.


En la segunda mitad del siglo XIX, varios intelectuales
puertorriqueños se expresaron en contra del sistema represivo que gobernaba
la isla y que limitaba las posibilidades de desarrollo social y cultural de
la población. De manera individual, proponían que la educación sería la
herramienta para sacar a la sociedad puertorriqueña del marasmo y el
estancamiento en que vivía. Entro otros, los escritores Manuel Alonso, [1]
Manuel Zeno Gandía, [2] Salvador Brau [3] y Alejandro Tapia y Rivera [4]
incluyeron en sus obras literarias sus argumentos a favor de la educación.
Eugenio María de Hostos lo hizo de manera más formal, en ensayos y
conferencias que recogían sus propuestas educativas.[5]
El presente ensayo pretende identificar similitudes y diferencias
entre las visiones sobre la educación de la mujer en Tapia y Hostos. Demos
una mirada a nuestros autores. El primero es Alejandro Tapia y Rivera, a
quien doña Josefina Rivera de Álvarez describe como polígrafo por la
variedad de géneros que cultivó, y a quien se refiere como la más grande
figura de la naciente literatura puertorriqueña del siglo XIX. [6] La
modernidad en Tapia se reflejaba en lo que Silvia Álvarez Curvelo llama la
feminización de su literatura. Sobre ello afirma:
La incursión de Tapia en el periodismo con la dirección de "La
Azucena" en 1870, nos ofrece una oportunidad de asistir a un tránsito
hacia una literatura más ventilada, diversificada e irónica donde se
acentúan los elementos femeninos y contestatarios, una alternativa
frente a las escrituras de modernidad dura y masculina que
caracterizaban al país. En momentos en que el inventario periodístico
era fundamentalmente doctrinario y masculinizado, la modernidad de
Tapia se afirmaba por otros rumbos. [7]


Tapia promovía concretamente la educación superior. Lamentaba el
desperdicio de un pueblo al dejarlo sin instrucción. En Mis memorias
condenaba de manera enérgica esta situación. Francisco Manrique Cabrera
argumenta que es en Mis memorias donde el espíritu de Tapia emerge como un
diáfano creyente en el "progreso" y en la educación. [8] En este texto,
el propio Tapia expone la importancia que para él tenía la educación:
La instrucción para los pueblos es capital que se acrecienta como en
interés compuesto. Al perderlo, hay que calcular que se ha perdido la
acumulación de muchos años, sobre todo el tiempo que es lo
irreparable. [9]


Nuestro segundo autor, Eugenio María de Hostos, es descrito por Rivera
de Álvarez de la siguiente manera:
…destinado como [Tapia] a la realización de una extraordinaria obra
poligráfica, y más que aquél a resonar como hombre de pensamiento y de
letras por todo el ámbito hemisférico del Nuevo Mundo de habla
hispánica. [10]


En opinión de Manrique Cabrera, la obra literaria de Hostos no
corresponde al especialista de ninguna disciplina, pues nos sitúan ante un
polígrafo saturado de las más diversas inquietudes.[11] Se fundamenta en
la gran variedad de géneros presentes en sus Obras Completas.
Hostos propuso estrategias concretas para la enseñanza. Más que
promover la importancia de la educación, desarrolló un método educativo y
diseñó sistemas de educación. Su sistema de educación se mantiene
relevante en el mundo contemporáneo, pues todavía están siendo utilizados
en la República Dominicana y en Chile. Sobre las ideas de avanzada de
Hostos, Américo Moreta Castillo asevera:
Hostos fue representante de la tendencia Científico Positivista en la
Educación, era partidario de que había que despertar la inteligencia,
enseñar a pensar y a interpretar la naturaleza de la cual formamos
parte, lográndolo a través de la educación científica. [12]


José Emilio González, quien afirma que Hostos tenía vocación de
maestro, [13] manifiesta que el enfoque de educación de Eugenio María de
Hostos estaba fundamentado en la ciencia, en oposición a la educación
tradicional en la América Latina.[14] Mientras el sistema tradicional
imponía la memorización, Hostos proponía la enseñanza por asociación,
partiendo de las experiencias del estudiante.
Hasta aquí, podemos ver la diferencia en el punto de partida y
autoridad con la que cada uno de nuestros autores aborda el tema de la
educación. Procedamos a evaluar sus visiones de la mujer. A grandes
rasgos, Tapia y Hostos eran fieros defensores de la necesidad de educar a
la mujer. Ambos creían en la igualdad de los sexos y en los beneficios
para la sociedad de contar con mujeres educadas. La igualdad de los
géneros, sin embargo, provenía de diferentes fuentes para cada uno de
ellos.
Tapia entendía que el alma no tiene sexo, y por tanto, hombre y mujer
son iguales en el alma. Las limitaciones de la mujer eran, por lo tanto,
de naturaleza social y cultural. Reconocía y rechazaba estas limitaciones.
Condenaba que la mujer fuera excluida de la educación, y sólo fuera
preparada durante su vida para lograr un matrimonio. Así lo declara en voz
de Virginia, una mujer con alma de hombre, en Póstumo el envirginiado:
Triste cosa es, y ahora he tenido ocasión de verlo bien a las claras.
La mujer es tratada como bello animalito a quien se adorna con ciertas
pueriles superficialidades para que cautive, es decir, para que engañe
a un hombre y le convierta en marido o en amante. En cuanto a
opiniones de todo género, se las educa sin ninguna, a fin de que
puedan seguir servilmente las del galán que se les acerca: este mundo
es de los hombres. [15]


Entre las recomendaciones que hace Virginia para lograr la igualdad de
los sexos, insiste en nivelarlos al reducir las influencias culturales y de
crianza que refuerzan sus diferencias, dando énfasis al desarrollo moral.
Virginia misma propone:
… haced más hombre a la mujer en el sentido de la razón y del
espíritu, y el hombre será también más hombre en este sentido, ya que
no en el del músculo y de la fuerza. Abajo, pues, el reinado de la
fuerza bruta y de la belleza frívola: abajo la idolatría de la forma y
caiga de su trono la bella sensualidad. Sea la mujer menos mujer,
para que el hombre sea más hombre en el sentido de la fuerza moral.
[16]


Hostos compartía esta visión. Denunciaba el acondicionamiento social
de la mujer y promulgaba su propuesta de educación científica reconociendo
este hecho. Sobre esto, declaraba:
Se debe educar a la mujer para que sea ser humano, para que cultive y
desarrolle sus facultades para que practique su razón, para que viva
su conciencia, no para que funcione en la vida social con las
funciones privativas de mujer. Cuando más ser humano se conozca y se
sienta, más mujer querrá ser y saber. [17]


Dictada en Santiago de Chile en 1872 a manera de conferencia ante la
Academia de Bellas Letras,[18] en La educación científica de la mujer
Hostos planteó inicialmente la igualdad de los sexos. En ella manifestó:
Ley eterna de la naturaleza es igualdad moral del hombre y de la
mujer, porque la mujer, como el hombre, es obrero de vida…[19]


Haciendo referencia a pensadores europeos contemporáneos suyos, Hostos
reconoce tres facultades en el ser humano: la de conocer, la de sentir, y
la de querer.[20] Hostos pensaba que nunca se podrá demostrar que estas
facultades estén repartidas de manera diferente entre el hombre y la mujer.
Es sobre esta igualdad de facultades, en esta igualdad moral, que Hostos
plantea su método para la educación de la mujer, que él llama científico.
Más allá de la igualdad de la mujer con el hombre, Hostos reconocía
en la mujer un rol indelegable y vital: el de educadora de sus hijos. Este
rol era de suma importancia, porque la mujer podía ayudar a potenciar los
esfuerzos de educación del hombre, fuese éste su esposo o su hijo. Sobre
ello, Moreta Castillo plantea:
Recordemos que Hostos consideró que la mujer tenía como educadora de
sus hijos su puesto natural, concebía al hogar como la primera
escuela. La mujer era institutriz insustituible de la infancia. La
maestra para é1 era el porvenir, hablaba hoy y se le escuchaba mañana
en el pensamiento de los discípulos.[21]

Había un importante elemento que hacía diferente a la mujer del
hombre: sus sentimientos. En su ensayo sobre la educación de la mujer,
Hostos atribuye a la mujer un mayor grado de sentimiento. De hecho, su
método de educación "científica" para la mujer parte del reconocimiento de
este atributo, y anticipa el proceso por el cual, educando a la mujer,
tendremos en el futuro generaciones que defenderán la educación
"virilmente".
La visión de Tapia sobre la mujer como un ser dominado por emociones,
positivas o negativas, está presente en algunas de sus obras. En una de
las conferencias presentadas en el Ateneo Puertorriqueño en 1881, Tapia
analizó la obra Macbeth. Describiendo a Lady Macbeth, describe la
naturaleza de la mujer:
Las pasiones en las mujeres, cuando éstas se hallan constituidas para
sentirlas, por aquello que cada afección o sentimiento busca
lógicamente una organización que le sea armónica, son más vehementes y
decididas, no sólo por más nerviosas de temperamento las de aquel
sexo, sino por que la constitución social las ha educado, hasta cierto
punto, para la irresponsabilidad. Con la ira, el amor, los celos, la
envidia, la codicia, etc., pasa lo mismo: en las mujeres suelen ser
estos efectos sino están balanceados por la reflexión y la costumbre,
más extremados que en los hombres. [22]


Este punto de vista está también declarado en Póstumo el
envirginiado. Virginia concluye su análisis sobre las diferencias entre
hombres y mujeres, siendo el hombre inteligencia y fuerza física, y la
mujer perspicacia natural:
Comprendió, pues, Virginia, que si los hombres pueden algo, no es
ciertamente en la esfera de las pasiones ni de la perspicacia natural,
pues la historia en que hasta hoy han sido los principales actores, y
por lo tanto, los únicos responsables, no han demostrado sino su
esclavitud de las primeras y su escasez de las segundas. [23]


La mayor diferencia entre las propuestas de Tapia y de Hostos yace en
las formas literarias que utilizó cada autor para proponerlas. Tapia
salpica sus propuestas en una variedad de géneros literarios, reflejo de su
pensamiento romántico y moderno. Hostos escribe tratados científicos de
educación para el gremio de pensadores a lo largo y ancho de América
Latina.
Tapia y Hostos fueron, cada uno desde su propia tribuna y utilizando
sus propias herramientas, defensores de la educación, de la igualdad de la
mujer con el hombre, y de la educación de la mujer. Las diferencias entre
las propuestas de ambos surgen de las áreas de experiencia de cada uno: la
literatura o la sociología. Lo importante es que ambos postularon,
argumentaron y defendieron la igualdad de la mujer, rompiendo las barreras
impuestas por las sociedades y los tiempos en los que les tocó vivir.
Bibliografía
Fuentes impresas

Alonso, Manuel A.. Reflexiones sobre la instrucción pública. El Gíbaro.
San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1996. Edición facsímil.

Álvarez Curbelo, Silvia. Un país del porvenir. El afán de modernidad en
Puerto Rico (siglo XIX). San Juan: Ediciones Callejón, 2001.

Brau, Salvador. La campesina. Ensayos (Disquisiciones sociológicas).
Editorial Edil: Río Piedras, 1972.

González, José Emilio. Eugenio María de Hostos y la reforma de la
enseñanza. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Instituto de
Cultura Puertorriqueña. Número 29, octubre a diciembre 1968. Páginas 8 a
17.

Hostos, Eugenio María de. La educación científica de la mujer. Antología
del Ensayo.

Manrique de Cabrera, Francisco. Historia de la literatura puertorriqueña.
Río Piedras: Editorial Cultural, 1967.

Moreta Castillo, Américo. El Señor Hostos en Santo Domingo. Clío. Órgano
de la Academia Dominicana de la Historia. Año LXIV, mayo-diciembre 1966,
número 155. Páginas 77 a 92.

Rivera de Álvarez, Josefina. Literatura puertorriqueña. Su proceso en el
tiempo. Madrid: Ediciones Partenón, sin año.

Tapia y Rivera, Alejandro. Conferencias sobre estética y literatura. Seis
conferencias pronunciadas en el Ateneo Puertorriqueño en 1881. Segunda
conferencia. Periódico El Mundo. Edición del 18 de agosto de 1935, página
7.

Tapia y Rivera, Alejandro. Mis memorias, o Puerto Rico, como lo encontré y
como lo dejo. Río Piedras: Editorial Edil, 1996.

Tapia y Rivera, Alejandro. Póstumo el transmigrado. Río Piedras:
Editorial Edil, 1975.

Zeno Gandía, Manuel. La charca. San Juan: Publicaciones Puertorriqueñas,
2006.

Fuentes digitales
http://www.ensayistas.org/antologia/XIXA/hostos/hostos3.htm

-----------------------
[1] Manuel A. Alonso. Reflexiones sobre la instrucción pública. El
Gíbaro. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1996. Edición
facsímil. Página 48.
[2] Manuel Zeno Gandía. La charca. San Juan: Publicaciones
Puertorriqueñas, 2006. Página 56. En palabras del Padre Esteban, Zeno
Gandía proclama que Enseñanza, cultura, prédicas, buen ejemplo: he ahí el
modo de domar la fiera.
[3] Salvador Brau. La campesina. Ensayos (Disquisiciones sociológicas).
Editorial Edil: Río Piedras, 1972.
[4] Alejandro Tapia y Rivera. Mis memorias o Puerto Rico, como lo encontré
y como lo dejo. San Juan: Editorial Edil, 1996. Página 13. Tapia
promovía concretamente la educación superior y condenaba el desperdicio de
talento que provocaba la falta de institutos profesionales. En relación
del caso de Juan Euclides Acosta, hermano menor de José Julián Acosta, se
lamentaba Tapia: ¡A cuántas energías naturales no habrá arrojado en los
abismos del vicio o del egoísmo desesperante, la falta de estímulos para
ser algo! ¡Cuántos que habiendo nacido para ser útiles, se han convertido
en desdichas ignoradas o en entidades nocivas a la sociedad que los dejó
sin cultura!
[5] Américo Morena Castillo. El Señor Hostos en Santo Domingo. Clío.
Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año LXIV, mayo-diciembre
1966, número 155. Página 81. El autor afirma que [Hostos] venía en la
educación el remedio de todos los males sociales.
[6] Josefina Rivera de Álvarez. Literatura puertorriqueña. Su proceso en
el tiempo. Madrid: Ediciones Partenón, sin año. Página 145.
[7] Silvia Álvarez Curbelo, Silvia. Un país del porvenir. El afán de
modernidad en Puerto Rico (siglo XIX). San Juan: Ediciones Callejón, 2001.
Página 252.
[8] Francisco Manrique de Cabrera. Historia de la literatura
puertorriqueña. Río Piedras: Editorial Cultural, 1967. Página 126.
[9] Tapia y Rivera. Mis memorias. Página 115.
[10] Rivera de Álvarez. Literatura puertorriqueña. Página 151.
[11] Manrique Cabrera. Historia… Página 161
[12] Américo Morena Castillo. El Señor Hostos en Santo Domingo. Clío.
Órgano de la Academia Dominicana de la Historia. Año LXIV, mayo-diciembre
1966, número 155. Página 80.
[13] José Emilio González. Eugenio María de Hostos y la reforma de la
enseñanza. Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Instituto de
Cultura Puertorriqueña. Octubre a diciembre 1965, número 29. Página 9.
[14] González. Eugenio María de Hostos y la reforma de la enseñanza.
Página 11.
[15] Alejandro Tapia y Rivera. Póstumo el envirginiado. Río Piedras:
Editorial Edil, 1975. Páginas 221-222.
[16] Ibid. Página 252.
[17] http://www.ensayistas.org/antologia/XIXA/hostos/hostos3.htm. Eugenio
María de Hostos. La educación científica de la mujer. Sin número de
página.
[18] González. Eugenio María de Hostos y la reforma de la enseñanza.
Página 9.
[19] www.ensayistas.com. Eugenio María de Hostos. La educación científica
de la mujer.
[20] Ibid.
[21] Moreta Castillo. El Señor Hostos en Santo Domingo. Página 81.
[22] Alejandro Tapia y Rivera. Conferencias sobre estética y literatura.
Seis conferencias pronunciadas en el Ateneo Puertorriqueño en 1881.
Segunda conferencia. Periódico El Mundo. Edición del 18 de agosto de 1935,
página 7. Nuestro énfasis.
[23] Alejandro Tapia y Rivera. Póstumo el envirginiado. Página 233.
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