La educación de la interioridad (\"interior intimo meo\") desde la pedagogía de San Agustín

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Descripción

La educación de la interioridad (interior intimo meo) desde la pedagogía de San Agustín Dr. Carlos Novella García

Resumen A través de esta comunicación se pretende reflexionar sobre la actualidad de los planteamientos de San Agustín (354-430) en relación a la necesidad de análisis de la interioridad o interior intimo meo de las personas, especialmente de aquellas que tiene como responsabilidad ser maestros, y como desde esta interioridad se puede contribuir a dar respuesta a la actual emergencia educativa. Podremos comprobar como el desarrollo de la interioridad en el maestro y en el alumno implica la aproximación y participación de otras virtudes inherentes como la caridad y la gracia divina. El Santo presenta a Jesucristo como el Gran Maestro y lo convierte como modelo y ejemplo para el desarrollo de la educación de la interioridad. Palabras clave: interioridad, caridad, modelo, corazón, educación, diálogo, maestro, alumno, escuela.

Abstract Through this communication is to reflect on current approaches of St. Augustine (354-430) regarding the need for analysis of the inner or interior intimo meo of the people, especially those who have the responsibility to be teachers, as from the interior can help to meet the current educational crisis. We will see how the inner development of the teacher and students involved in the approach and involvement of other inherent virtues as charity and divine grace. Our Saint presents Jesus Christ as the Grand Master and become him as a model and example for the educational development of interiority. Key words: interiority, caritas, model, heart, education, dialogue, teacher, student, school.

La educación de la interioridad (interior intimo meo) desde la pedagogía

de San Agustín San Agustín concede una especial importancia a la presencia de la virtud de la caridad o el amor en el maestro hacia el alumno. Lo hace con la intención de posibilitar en su educación un proceso que llamaremos educación desde la interioridad. A continuación contextualizaremos los inicios del Santo en esta materia partiendo desde su experiencia vital para que podamos comprender mejor que pretende decirnos sobre la interioridad. Durante su adolescencia, se deja llevar por los deseos corporales, por la atracción de lo externo y negar, de esta forma, su diálogo y encuentro con Dios en su interior. En esos momentos, la pasión carnal y el deseo de alejarse de Dios para no sentirse culpable, contribuyen al desmoronamiento de los principios que el Padre sembró en el hombre desde su concepción. San Agustín es consciente de que su disfrute alimenta el envejecimiento y empobrecimiento del alma pero el poder del placer es más fuerte para él y le arrastra hasta la ceguera terrenal. En los primeros capítulos de Confessiones ya advertía que la educación recibida no le preparaba para alejarse de las mundanidades de la vida placentera sino para apartarle de la compañía de Dios. Más bien es una educación dirigida al éxito social externo que confunde y amenaza la claridad del corazón y la pureza del alma pues “mas yo, miserable, pospuesto tú, me convertí en un hervidero, siguiendo el ímpetu de mi pasión, y traspasé todos tus preceptos (…)”1. Alcanzar el éxito social y metas caducas son los objetivos que nuestro Santo describe en la formación que recibió en la escuela. Ésta cultivaba la soberbia y la disputa con los demás para alcanzar un sentimiento de poder sobre ellos. Se trata de un claro ejemplo de que la educación en las aulas desde el modelo establecido en la época no contribuye al cultivo del interior del alumno ni a la búsqueda del camino de encuentro con Dios. En Confessiones nuestro autor nos describe el resultado de esa educación cuando nos dice que “(…) ya había llegado a ser el “mayor” de la escuela de retórica, y gozábame de

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Conf. II, 2, 4.

ello soberbiamente y me hinchaba de orgullo (…)”2. Situación que le aleja de su interior y lo acerca a la superficilidad del mundo terrenal que le rodea. Esta percepción la estamos viviendo en las escuelas de hoy partiendo de la apreciación del Santo sobre este tipo de educación cuando nos dice que “de este modo amaba yo entonces a los hombres, por el juicio de los hombres y no por el tuyo, Dios mío, en quien nadie se engaña (…)”3. Este diálogo necesario con el Padre no se posibilita porque, al contrario, se prioriza el reconocimiento caduco de la sociedad sobre el reconocimiento eterno e interno de la comunión con Dios. Pretende hacernos entender la necesidad de invertir el proceso para que el camino sembrado en nuestros corazones sea quien proyecte el éxito en nuestras sociedades. Nuestro Santo establece que una enseñanza alejada de la imagen de Dios conlleva la apertura del alumno hacia el autoengaño, la confusión, el desprecio a su naturaleza y el egoísmo ya que “(…) hasta cuando pecan contra ti obran impíamente contra sus almas y se engaña así misma su iniquidad, ya corrompiendo y pervirtiendo su naturaleza –la cual has hecho y ordenado tú- , ya usando inmoderamente de las cosas permitidas, ya deseando ardientemente las no permitidas, según el uso que es contra naturaleza. (…) no levantemos contra ti los cuernos de una falsa libertad, sea arrastrados por el ansia de poseer más, sea por el temor de perderlo todo, amando más nuestro propio interés que a ti, Bien de todos”4. Nuestro autor deja entrever que las enseñanzas que recibe el alumno de maestros que caminan en la búsqueda de la verdad desde el exterior, traen como consecuencia hallar una falsa y coja verdad. Este engaño le anima a descubrirla fuera de su corazón viciando su decisión para no buscarla en él puesto que “(…) los errores y falsas opiniones contaminan la vida si la mente racional está viciada, (…)”5.

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Conf. III, 3, 6. Conf. IV, 14, 22. 4 Conf. III, 8, 16. 5 Conf. IV, 15, 25. 3

No es suficiente con esta falsedad sino que además estos maestros se autoproclaman poseedores de la verdad y se muestran al alumno como el modelo a seguir por encima de todo aquello que no la busca en lo terrenal. Se esfuerzan por apartarle de la sencillez del camino que tiene sembrado en su corazón y le confunden para no perder su condición mundana de eruditos. Lo insignificante para Dios es lo ensalzado por la soberbia de estos singulares maestros quienes “(…) agradándose a sí mismos, te desagradan mucho a ti, no sólo teniendo por buenas las cosas que no lo son, sino poseyendo tus bienes como si fuesen suyos propios; o si tuyos, como debidos a sus méritos; o si como debidos a tu gracia, no gozándose de ellos socialmente, sino envidiándolos en otros. (…)”6. San Agustín llega a la conclusión que solamente estos maestros desean silenciar la voz del interior del alumno que le llevará hacia la verdad que Dios ha sembrado en su corazón. Únicamente en Dios la firmeza es firmeza y la felicidad es felicidad. Todos aquellos que pretenden suplantarle ofrecen una falsa e interesada verdad que se traduce en el dolor y el sufrimiento por morar lejos de la que Dios nos ha concedido. La solución que San Agustín propone, en la mayoría de sus escritos, es una pedagogía del maestro basada en la iluminación de Dios al interior del hombre ya que imbuido por el éxito social “(…) entonces aun no habías iluminado mis tinieblas”7o partiendo de que “(…) ciertamente, alabarán al Señor los que le buscan, porque los que le buscan le hallan y los que le hallan le alabarán”8. Al aceptar el amor de Dios, el hombre se ha negado así mismo, renunciando a todas las realidades mundanas. Amor al prójimo no significa amar al otro en su mortalidad sino lo que es en él eterno. Para nuestro Santo “(…) el yo interior está siempre dirigido hacia fuera, hacia el otro, hacia el amor a Dios y al prójimo (…)”9. La meta a la que se dirige el amor es la felicidad, la consecución del Bien Supremo. El amor que desea un objeto mundano ve frustrado su afán de felicidad dado que puede perder cosas en contra de su voluntad. El ser creado no puede alcanzar la felicidad por sí mismo sino por

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Conf. X, 39, 64. Conf. VII, 1, 2. 8 Conf. I, 1, 1. 9 R. J. ROMBS. El yo interior de san Agustín: el alma en cuanto ‘privada’ e ‘individuada’. En Revista Augustinus, 52. 2007, 208. 7

medio de Aquél que lo creó. Para San Agustín el tiempo no empieza en el pasado sino que proviene del futuro, corre hacia atrás a través del presente para acabar en el pasado. Insiste en la necesidad de reparar su interior acercándose a Dios desde el corazón, la comprensión, la empatía, las emociones y los sentimientos. El mismo corazón es considerado por nuestro autor como el centro íntimo de la persona y de su interioridad donde se concentran todos sus poderes y desde donde emanan todas sus actividades10. Actualmente la confusión en el alumno puede verse provocada por la multitud de modelos a lo que está sometido y que se muestran como auténticos, especiales y únicos. Solamente aquel que integre la voluntad de que el mismo alumno busque en su corazón las respuestas a sus enigmas será el que le acerque a la sabiduría divina. De esta forma sin las cualidades morales del corazón y con el orgullo mental como guía no es posible hallar la verdadera interioridad, lo que impedirá a la inteligencia alcanzar dicha sabiduría11. Antes “(…) los que emprenden las sendas que conducen a Dios, (…) a lo cual alude aquella sentencia: El Señor me creó en el principio de sus caminos, dando a entender que los que quisieran llegar a Dios habrían de comenzar por Cristo. (…)”12 pues “el que juzga haber entendido las divinas Escrituras o alguna parte de ellas, y con esta inteligencia no edifica este doble amor de Dios y del prójimo, aún no las entendió”13. San Agustín define el corazón como el lugar donde el alumno hallará el consuelo de la verdad. Numerosos son los enigmas con los que se encuentra en su periodo de educativo en los que no halla respuestas por buscar fuera de él. Cuando la escuela no prepara para desarrollar la verdad sembrada en el corazón sino que se deja arrastrar en sus fines únicamente para dar respuesta desde lo externo y terrenal, el alma del alumno sufre porque es arrancada de su natural compromiso y confinada a la oscuridad de lo mundano y caduco. El dolor por no hallar respuesta a su 10

G. MADEC. Conversion, intériorité, intentionnalité. En Studia Ephemeridis “Augustinianum”. Actas del primero y segundo seminario internacional del Centro de Estudios Agustinianos de Perugia. 1990, 9. 11 A. ALCALÁ-GALVE. Interioridad y conversión a través de la experiencia de San Agustín. En Revista La Ciudad de Dios, 171. 1958, 387. 12 De doct. christ. I, 34, 38. 13 De doct. christ. I, 36, 40.

enigma es el dolor producido por alejarse de Dios, nuestro Hacedor. Aún así Él continuará reposando pacientemente en su corazón esperando la decisión de que cuente con Él en su búsqueda de la Verdad. El diálogo que establece el alumno consigo mismo es el mecanismo que Dios le ha concedido para la búsqueda del camino que le conduzca a Él. Por este motivo, “(…) a ti es quien se debe pedir, en ti es en quien se debe buscar, a ti es a quien se debe llamar: así, así se recibirá, así se hallará y así se abrirá.”14 , es decir, incluir en la educación del alumno la educación de su interioridad es esencial puesto que solamente a través de ella el maestro podrá acercar y motivar al alumno hacia las enseñanzas. BIBLIOGRAFÍA Alcalá-Galve, Á. (1958). Interioridad y conversión a través de la experiencia de San Agustín. La Ciudad de Dios 170 , 375-418. Madec, G. (1954). Conversion intériorité, intentionnalité. Interiorità e intenzionalità in S. Agostino. Atti del 1. e 2. Seminario Internazionale del Centro di Studi Agostiniani di Perugia , 151-162. Rombs, R. J. (2007). El yo interior de san Agustín: el alma en cuanto "privada" e "individuada". Augustinus 52 , 205-210. San Agustín. (1988). De catechizandis rudibus. En Obras completas de San Agustín XXXIX (págs. 447-534). Madrid: BAC. San Agustín. (1947). De Magistro. En Obras de San Agustín. Tomo III (págs. 667-759). Madrid: BAC. San Agustín. (1995). Las Retractaciones. En Obras completas de San Agustín XL (págs. 593-833). Madrid: BAC. San Agustín. (1955). Obras de San Agustín. Tomo II. Las Confesiones. Madrid: BAC. San Agustín. (1969). Obras de San Agustín. Tomo XV. De Doctrina Christiana. Madrid: BAC.

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Conf. XIII, 38, 53.

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