La economía del troliche: por qué son buenas las salvaguardias

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La economía del troliche: por qué son buenas las salvaguardias Por Federica Zaccagnini El pueblo ecuatoriano bien recuerda cuando por la mañana en el mercado los tomates tenían un precio y en la tarde otro mayor. Cuando el precio de una licuadora debía fijarse en dólar. Cuando se acudía al banco y este estaba cerrado, con sus ahorros, y su futuro también. Muchos tuvieron que migrar, la mayoría empezó de nuevo desde el principio, algunos se quitaron la vida, otros se desquiciaron. Algunos economistas (Keynes, Lucas, etc.) teorizaban que hay algo muy importante que influye en el éxito o fracaso de una decisión económica: las expectativas. Las expectativas son aquellos sentimientos, aquel latir, aquellos cálculos personales o empresariales, que nos hacen confiar o desconfiar en el sistema económico, que nos incentivan o desincentivan a realizar una inversión. Con expectativas negativas, un país se estanca. Un pueblo que ha sufrido dramas económicos y por ende sociales, como aquellos del final de la década del noventa, aunque hoy viva una época de esperanza, sufragada por óptimos resultados económicos y un evidente mejoramiento de la calidad de vida, es un pueblo fácilmente ‘impresionable’ y manipulable debido a sus expectativas negativas. Por esta razón, lo que ha logrado el gobierno de la Revolución Ciudadana es de gran valor: devolver la confianza en las instituciones y en el futuro. Los medios de comunicación y la oposición -generalmente aquellas pertenecientes a las clases sociales más altas- han entendido que los gobiernos con alto consenso popular, como los de Ecuador, Venezuela y Bolivia, no se derrumban con golpes de Estado, entonces intentan varias estrategias. Una de ellas es aquella de intervenir sobre las expectativas de las personas, minando la base de su confianza hacia el futuro. Considerando que el contexto económico puede tener efectos muy fuertes sobre algunos aspectos de la vida de las personas, estas élites han empezado a hacer terrorismo sicológico. Cuando pueden, también influyen, con acciones ilegales, para que se cumplan las expectativas de terror que insertan en la sociedad. Este es el caso de Venezuela y de los supuestos desabastecimientos, provocados muchas veces por los propios intermediarios venezolanos, que escondían los productos especulando con los precios y culpando a la gestión económica del presidente Maduro. En el caso de Ecuador, aquellos mismos poderes fácticos, que no aman a la Revolución Ciudadana porque puso en el justo orden la disposición de las prioridades (más ayuda del Estado a los pobres, menos a los ricos), usan una nueva estrategia: intentan hacer prevaler expectativas negativas de un aumento generalizado de los precios y desabastecimientos. Manipular los recuerdos de un pueblo y aterrorizarle es como querer quitarle de nuevo su esperanza y su futuro. Las medidas de las salvaguardias son unas de las herramientas más equitativas que el Gobierno ha podido realizar: seleccionar un 7% de los productos importados, que compiten con la producción nacional, y que son consumidos prevalentemente por la clase media y alta, y aumentar sus aranceles a la importación, para proteger a productores y trabajadores nacionales, es una medida profundamente justa. Al terminar este período de quince meses, nos daremos cuenta de que el consumo de aquel 7% de bienes que entran en las salvaguardias no habrá disminuido (porque aquellas personas que pueden

consumir estos bienes, que en economía llamamos bienes de lujo, no se ven realmente afectadas por el aumento de estos precios) y, por otro lado, se habrá salvado e incentivado al consumo local. Cosa diferente si no se hubiera protegido la economía nacional: quiebre de empresas nacionales, desempleo, crisis económica y social. De nuevo una crisis cargada sobre las espaldas de los más pobres, en lugar de repartirla sobre quienes están en posibilidad de cargarla. Los ecuatorianos deben escoger productos nacionales y vigilar que no haya especulación, es decir, intermediarios que suban los precios de los productos nacionales solo para aumentar su margen de ganancias. No deben permitir que les ganen las expectativas negativas. Y posiblemente pueden escoger los deliciosos troliches manabitas (pero también esmeraldeños) en lugar de la Nutella. (O)

 

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