\"La distinción durkheimiana de «lo normal y lo patológico». División del Trabajo Social y patologías de las sociedades modernas\". Ponencia presentada en el V. Congreso Internacional Derecho, Filosofía, Economía, Sociología, Psicología y Educación en un mundo global. Natal (Brasil). Octubre de 2015.

June 22, 2017 | Autor: Fernando Tapia | Categoría: Emile Durkheim, Durkheimian Studies, Social Pathology
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LA DISTINCIÓN DURKHEIMIANA DE «LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO». DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL Y PATOLOGÍAS DE LAS SOCIEDADES MODERNAS. THE DURKHEIMIAN DISTINCTION BETWEEN «NORMAL AND PATHOLOGICAL». DIVISION OF SOCIAL LABOUR AND PATHOLOGIES OF MODERN SOCIETIES.

Resumen En este escrito, tras presentar unas breves consideraciones acerca de la distinción general de los fenómenos sociales «normales» y «patológicos» en el pensamiento de É. Durkheim, nos ocupamos de la exposición durkheimiana de las patologías de las sociedades industriales modernas, del diagnóstico de los males del capitalismo - o, en términos del propio autor, de «las formas anormales de la división del trabajo social»- que se contiene en su tesis doctoral sobre La División del Trabajo Social. Palabras clave: estudios sociológicos durkheimianos, normalidad y patología sociales, división del trabajo social, anomia.

Abstract In this paper, first of all some reflections on the general distinction between «normal» and «pathological» social phenomena in É. Durkheim’s thought are presented. Second, the durkheimian explanation of the pathologies of modern industrial societies, the diagnostic of the ills of capitalism –or, in this author’s own words, «the abnormal forms of the division of social labour»- which is contained in his doctoral thesis on The division of Labour in Society, is addressed. Key words: durkheimian sociological studies, social normality and pathology, division of social labour, anomie.

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LA DISTINCIÓN DURKHEIMIANA DE «LO NORMAL Y LO PATOLÓGICO». DIVISIÓN DEL TRABAJO SOCIAL Y PATOLOGÍAS DE LAS SOCIEDADES MODERNAS *

1. Introducción La sociología del clásico de la disciplina Émile Durkheim asume la tarea de vincular directamente teoría y práctica, conocimiento científico y acción política. No puede ser de otro modo, puesto que, en cuanto disciplina que se declara abiertamente republicana, su objetivo científico no es –no puede ser- solamente saber o conocer la realidad, sino, junto a ello, ofrecer criterios o indicaciones para actuar sobre esa misma realidad en mejores condiciones 1. La práctica se constituye, por tanto, en “motivo y fin del saber científico: motivo, en cuanto que son las necesidades prácticas las que solicitan un saber exacto sobre el mundo; fin, en cuanto que ese saber tiene la pretensión de guiar un actuar certero” 2. Esta concepción de la función de la actividad científica –y, por ende, de las relaciones entre teoría y práctica, conocimiento y acción- implica que, como cualquier otra disciplina científica, las ciencias sociales, y en concreto la sociología, en primer lugar necesitan justificar su cientificidad para obtener legitimidad como ciencias y el consiguiente reconocimiento académico-institucional 3; pero conlleva, en segundo lugar, que “su desarrollo y eventual éxito dependen del mantenimiento de aquellos apoyos políticos que la habían impulsado inicialmente” 4. La nueva sociología durkheimiana es, desde esta perspectiva, la ciencia

Este artículo es una reelaboración de la breve ponencia que, bajo el mismo título, fue presentada en el V. Congreso Internacional “Derecho, Filosofía, Economía, Sociología, Psicología y Educación en un mundo global”, celebrado en Natal (Brasil) en octubre del 2015. *

1 En cuanto ciencia republicana que surgió para atender a las solicitaciones de quienes la impulsaron, la sociología durkheimiana nunca abandonó su objetivo práctico de constituirse en guía de la acción humana. Sobre las relaciones entre conocimiento y acción, teoría y práctica en el pensamiento moral de Durkheim, vid.: Tapia, 2016: 422-40.

Ramos Rorre, 1999: 31. Sobre el republicanismo de la sociología durkheimiana, vid. especialmente: Ibíd., págs. 3-81.

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Sobre la compleja estrategia durkheimiana para legitimar e imponer su sociología, vid.: Karady, 1979.

4 Ramos Torre, op. cit., pág. 30. Como señala el sociólogo madrileño, esto quiere decir que “la nueva ciencia debía de carecer de cualquier inocencia en cuanto a su orientación ideológica e identidad política” y “ser, y mostrarse externamente, ciencia republicana y progresista”. Sin duda, “se trataba de un marco exigente que no permitía indiferencia u olvido” (Ibíd.).

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republicana por excelencia que, atendiendo a los requerimientos que le hacen quienes la impulsan, asume y hace explícito su objetivo –práctico- de guiar la acción humana 5. La posición durkheimiana sobre la cuestión de las relaciones entre teoría y práctica comporta que el análisis estructural-funcional durkheimiano se constituye en la verdadera posibilidad científica de enjuiciar prácticamente la realidad social existente, determinando para ello sus dimensiones normales y patológicas de forma objetiva. Así pues, la labor del sociólogo no concluye, según el pensador alsaciano, con la tarea de comprensión y explicación de las causas y las funciones de los fenómenos sociales, de sus condiciones de existencia, sino que además es preciso que, tras distinguir los fenómenos normales de los patológicos, se ocupe de las patologías sociales y les haga frente proponiendo las medidas terapéuticas que sean necesarias. Así pues, lo que subyace a la distinción entre normalidad y patología –y la correlativa entre fisiología y patología sociales- es el deseo de Durkheim de fundamentar o justificar científicamente sus juicios de valor 6. En este escrito, tras unas consideraciones iniciales acerca de la distinción general de los fenómenos sociales «normales» y los «patológicos» en el pensamiento de Durkheim, nos detenemos en la exposición durkheimiana de las patologías de las sociedades industriales modernas, en el diagnóstico de los males del capitalismo - o, en términos del propio autor, «las formas anormales de la división del trabajo social»- que se contiene en su tesis doctoral sobre La División del Trabajo Social.

No se puede dudar de la identidad política de Durkheim, puesto que su adhesión a los ideales republicanos es manifiesta durante toda su andadura intelectual. Como señala Davy (1919: 189) ya en el periodo en el que era estudiante en la École Normale nuestro autor comulga con el republicanismo de Gambetta, la opción política republicana más radical de la época en lo que se refiere al rechazo de las ideas políticas tradicionalistas y clericales. Posteriormente, se identifica con las dos grandes formaciones reformistas y progresistas, los partidos radical-socialista y socialista. En coherencia con su concepción del compromiso político que es exigible a los intelectuales, Durkheim desarrolla una importante labor política mediante su actividad científica-intelectual, aproximándose sociológicamente a las cuestiones objeto de discusión política y ejerciendo por esta vía una misión educadora y moralizante. El relativo distanciamiento científico se convierte más adelante en militancia activa frente a determinados acontecimientos –como el affaire Dreyfus y la Primera Guerra Mundial- que provocan situaciones que Durkheim considera como de emergencia nacional, en las que las instituciones republicanas le parecen correr un grave riesgo.

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Lukes, 1985: 28.

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2. La distinción de los fenómenos normales y patológicos Como hemos señalado supra, la distinción de los fenómenos sociales normales y los patológicos constituye un aspecto del pensamiento de Durkheim que conecta directamente con la concepción de la sociedad en términos estructural-funcionales, y con la siempre debatida cuestión de las relaciones entre teoría y práctica. En nuestra opinión, esta dicotomía durkheimiana merece ser analizada debido, sobre todo, a que muchos de los comentadores de la obra de Durkheim o han dejado de lado la cuestión o no han sabido ver la importancia de los conceptos de «normalidad» y «patología» sociales, que, sin duda, son capitales a la hora de reconstruir su pensamiento 7. Además, su tratamiento se nos antoja de gran interés debido a que el estudio de la patología ha sido prácticamente abandonado por los sociólogos, excepto en lo que concierne a la «sociología de la desviación» 8. El modelo de causalidad durkheimiano presenta la vida social y sus sucesivas transformaciones como completamente determinadas por factores sociales de naturaleza estructural/funcional 9. En la obra de Durkheim “la estructura aparece así como estructura funcional: como forma de organización de los elementos sociales determinando y exigiendo ciertos cumplimientos, que implican la satisfacción de las necesidades planteadas por la supervivencia de la colectividad así constituida” 10. La sociedad es un conjunto de órganos que cumplen funciones diferentes pero interrelacionadas, con lo que el equilibrio social es producto del equilibrio funcional que, conforme la vida social se hace más compleja, deviene cada vez más problemático. En otras palabras, la interdependencia funcional no implica automáticamente el equilibrio funcional de la sociedad, la integración del sistema 11.

La sociología durkheimiana fue la respuesta a la conciencia que el pensador alsaciano tenía de vivir en una sociedad aquejada por un profundo malestar, la cual necesitaba de los remedios que podía aportar la ciencia positiva. No cabe duda de que “el interés de Durkheim por la sociología se deriva de un profundo sentimiento de crisis por su parte” (Joas, 1993: 231). Su propuesta sociológica parte de un discurso sobre las patologías sociales contemporáneas, sobre el malestar social; en definitiva, de un diagnóstico de la situación de las sociedades industriales de finales del siglo XIX que las describe como críticas. 7

Los trabajos de Luís Rodríguez Zúñiga (1978: 24-36), Philippe Besnard (1982, 1987 y 2003: 23-36), Lukes (1985: 28-30) y Mike Gane (1995) sobre esta cuestión son excepciones que dignas de mención. 8

Es en este sentido que debemos interpretar la afirmación durkheimiana contenida en La División del Trabajo Social según la que “el pasado predetermina el porvenir” (Durkheim, 1987: 430).

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Moyá, 1970: 63.

Según señala Moyá, en opinión de Durkheim, “el equilibrio social es más bien una tendencia constitucional de desarrollo que un producto inmediato de mecanismos de ajustamiento automático” y existen “multitud de

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De hecho, sucede que fenómenos disfuncionales-patológicos alteran el equilibrio o el orden de la sociedad, por lo que es preciso que además de describir los fenómenos, la sociología se ocupe de estas patologías sociales y les haga frente proponiendo las medidas terapéuticas que sean necesarias. Así pues, siguiendo una línea de pensamiento que se remonta a SaintSimon y Comte, Durkheim considera que “la política y la medicina son semejantes”12, y que la nueva sociología debe asumir la tarea de vincular directamente teoría y práctica, conocimiento científico y acción política, de modo que el análisis estructural-funcional se constituya en “la posibilidad científica de enjuiciar prácticamente la realidad social actual, determinando objetivamente sus dimensiones normales y patológicas” 13. De lo que se trata, por tanto, con la formulación de las reglas metodológicas relativas a la distinción de los fenómenos normales y los patológicos contenida en el capítulo III de Las Reglas del Método Sociológico, es presentar una propuesta según la que en el ámbito del estudio de los fenómenos sociales sea posible justificar científicamente los juicios de valor. O, en palabras del pensador alsaciano, se trata de proponer “un criterio objetivo, inherente a los propios hechos, que nos permita distinguir científicamente la salud de la enfermedad en los diversos órdenes de fenómenos sociales”, de manera que la ciencia esté en situación de “iluminar la práctica” y, al mismo tiempo, pueda “seguir siendo fiel a su propio método” 14. Ese criterio que determina su definición científica de la normalidad, es el criterio de la generalidad que nuestro autor enuncia como sigue: «Un hecho social es normal para un tipo social determinado, considerado en una determinada fase de su desarrollo, cuando se produce en el término medio de las sociedades de ese tipo, consideradas en la fase correspondiente de su evolución» 15.

causas que pueden hacer desviar la naturaleza individual de su dirección normal y crear un estado patológico” (Ibid., pág. 64). Lukes, 1985: 30. Como señala Moyá, no cabe duda de que “la medicina inspira decisivamente la Sociología in status nascendi: a través de las categorías biológicas de Bichat (1771-1802) y Cuvier (1769-1832), Saint-Simon y Comte incorporan el viejo organicismo, más o menos metafísico, a la nueva ciencia positiva que [...] no puede menos de orientarse admirativamente hacia la Biología, la gran ciencia modelo del racionalismo positivista” (Moyá, 1970: 58). El propio Durkheim confirma las ideas antedichas cuando escribe que “el cometido de un hombre de Estado [...] es parecido al del médico: previene la eclosión de enfermedades por medio de una higiene adecuada y, cuando éstas se han declarado, trata de curarlas” (Durkheim, 1988: 131). 12

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Moyá, 1970: 84.

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Durkheim, 1988: 104.

15

Ibíd., pág. 120.

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A tenor de la definición de la normalidad en base a la generalidad, los fenómenos patológicos son aquellos que difieren del tipo medio16; o, en palabras del alsaciano, “toda desviación respecto de ese patrón de salud es un fenómeno mórbido” 17. No obstante, como en el caso de las sociedades en las que se observan «crisis transitorias o pasajeras», las sociedades en transición, la normalidad no puede ser establecida mediante la aplicación del criterio de la generalidad -y, por otra parte, como Durkheim no estaba dispuesto a aceptar que determinados fenómenos que son característicos de las sociedades industriales y que consideraba claramente patológicos entrasen en su definición-, propuso una regla complementaria que definía la normalidad indirectamente del modo que sigue: «Los resultados del método precedente se pueden verificar haciendo ver que la generalidad del fenómeno depende de las condiciones generales de la vida colectiva en el tipo social considerado. [...] Es necesario efectuar esta verificación, cuando ese hecho se refiere a una especie social que aún no ha terminado la totalidad de su evolución» 18. Según Durkheim, esta verificación es absolutamente necesaria en los casos en que se estudian sociedades en transición, ya que la utilización exclusiva de la primera regla en esos casos podría inducir a error. En efecto, la verificación es necesaria ya que en estos casos “el único tipo normal que está actualmente realizado, el único que se da en la realidad fáctica, es el del pasado”; el cual, “ya no está en relación con las nuevas condiciones de existencia”. El autor alsaciano señala que, en el tipo de casos señalado, “un hecho puede persistir en la totalidad de una especie sin que responda ya a las exigencias de la situación”, de modo que “lo único que se da es una normalidad aparente, ya que la generalidad que presenta ya no es más que una etiqueta engañosa, puesto que, al no mantenerse más que por la ciega fuerza La distinción durkheimiana de los hechos normales y los patológicos se apoya necesariamente en una tipología y clasificación de las sociedades. En efecto, como afirma justo al comienzo del capítulo IV de Las reglas del método sociológico, titulado «Reglas relativas a la constitución de los tipos sociales», debido a que “un hecho social sólo puede ser calificado de normal o anormal en relación con una especie social determinada”, es ineludible la tarea consistente en “la constitución de las especies y la clasificación de las mismas” (Ibid., pág. 132). El enunciado del principio de clasificación que propone es el siguiente: “lo primero que ha de hacerse es clasificar las sociedades de acuerdo con el grado de composición que presentan, tomando como base a la sociedad perfectamente simple o de un único segmento; en el seno de estas clases habrá que distinguir diferentes variedades, considerando el hecho de que se produzca, o deje de producirse, una completa coalescencia de los segmentos iniciales” (Ibíd., pág. 142). 16

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Ibid., pág. 111.

18

Ibid., pág. 120.

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de la costumbre, ya no es indicativa de que el fenómeno observado esté en estrecha relación con las condiciones generales de la existencia colectiva” 19. Las reglas que anteceden reflejan la distinción durkheimiana entre «normalidad de hecho y de derecho» 20. En opinión de Durkheim, puede suceder que en un momento histórico determinado un hecho social dado “sea general y no por ello normal”; es decir, que “sea general, pero al no haber en esa generalidad ninguna utilidad”, deba considerarse patológico. La normalidad de derecho, así, sirve “para corregir la radical inmediatez de la del hecho” 21: si un fenómeno es útil para la conservación de la especie o, en otras palabras, si está “en estrecha relación con las condiciones generales de la existencia colectiva” 22, su normalidad es indiscutible, independientemente del grado de generalidad que presente 23. Esta distinción entre normalidad de hecho y de derecho revela que Durkheim modificó profundamente “el peso metodológico de lo socialmente dado” 24, de la realidad históricopositiva de su tiempo, centrándose en un “estado «normal» ideal”, es decir, en el estado normal de una sociedad ideal del futuro, normalidad que se haya en estado latente en la actualidad 25. Enunciadas la regla principal y su complemento, Durkheim propugna que “para que la sociología sea verdaderamente una ciencia de realidades, es preciso que la generalidad de los fenómenos sea tomada como criterio de su normalidad” 26. Lo que antecede significa que el objetivo de la labor sociológica consiste en “trabajar con constante perseverancia a fin de mantener el estado normal, de restablecerlo si ha sido alterado y de volver a encontrar las condiciones del mismo si llegan a cambiar” 27.

19

Ibid., pág. 116.

20

Durkheim utiliza esta terminología en: Ibid., pág. 115.

21

Rodríguez Zúñiga, 1978: 35.

22

Durkheim, op. cit., pág. 116.

De este modo entendemos la afirmación de Besnard según la que “Durkheim termina por admitir la normalidad de lo anormal” (Besnard, 2003: 35).

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Rodríguez Zúñiga, 1978: 35.

25

Besnard, op. cit., pág. 34.

26

Durkheim, 1988: 130.

27

Ibid.

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Concluimos este apartado señalando que, debido a que asumía que, en relación a una sociedad dada o un tipo social en un momento concreto de su evolución, existe sólo un determinado grupo de fenómenos sociales “que está en relación con las condiciones fundamentales de la vida social” y que, por tanto, “en un mismo tipo cambian si se modifican las condiciones de la existencia colectiva” 28, Durkheim rechazaba que hubiera alternativas históricas a la evolución actual y futura de las sociedades.

3. Las patologías de las sociedades modernas en La División del Trabajo Social. Es bien conocido que en su tesis doctoral, La División del Trabajo Social, Durkheim pretende mostrar la existencia de dos tipos de sociedades bien diferenciadas: por un lado, las sociedades primitivas, caracterizadas por la solidaridad mecánica que resulta de la yuxtaposición de elementos semejantes y de la escasa (o nula) diferenciación de funciones sociales 29; y, por otro, las sociedades modernas, caracterizadas por la solidaridad orgánica que resulta de la división del trabajo, es decir, de la interdependencia de las funciones económicas y sociales 30. Así pues, en lo que respecta a las sociedades industriales modernas, la tesis durkheimiana consiste en subrayar los efectos morales de la división del trabajo social, que se constituye, así, en fuente principal de la cohesión social de este tipo de sociedades 31. Sin embargo, el optimismo durkheimiano acerca de los efectos generales de la división del trabajo en las sociedades modernas contrasta con el inquietante diagnóstico que expone en el Libro III, que dedica a «Las formas anormales» o patológicas del fenómeno 32. Con todo, Durkheim minimiza la importancia del citado Libro III y su contenido, indicando, justo al comienzo del mismo, en primer lugar, que “el estudio de las formas desviadas”

28

Ibid., pág. 126.

29

Sobre la solidaridad mecánica o por semejanzas, vid. Durkheim, 1987: 83-129.

30

Sobre la solidaridad orgánica debida a la división del trabajo, vid. ibíd., págs. 131-55.

31

Ibíd., págs. 73-4

Ibíd., págs. 415-64. Como afirma Celestin Bouglé, “de la apología presentada por Durkheim resulta una imagen casi tan pesimista como la que buscaban ofrecer los críticos socialistas de la división del trabajo” (Bouglé, 1903: 107).

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tiene por objeto “determinar mejor las condiciones de existencia del estado normal” 33; y, por otro, que las que tratará no son sino “formas excepcionales del fenómeno” 34. Son las siguientes: a) La primera forma anormal que examina Durkheim es la que denomina «la división del trabajo anómica». Para explicar este fenómeno patológico el autor alsaciano se refiere a tres ejemplos de la misma situación anormal: a) las crisis industriales y comerciales, junto a las quiebras 35; b) el antagonismo entre el trabajo y el capital, especialmente acusado en el ámbito de la gran industria 36; y, c) la división de la ciencia que resulta de la especialización creciente del trabajo científico 37. En su opinión, a pesar de su generalidad, no puede decirse que estos fenómenos anormales sean un efecto necesario de la división del trabajo, sino que, muy por el contrario, resultan del hecho de que no se han realizado “todas las condiciones de existencia” de la solidaridad orgánica 38. En lo que hace a estas condiciones, Durkheim se refiere a tres condiciones fundamentales: a) que exista un sistema de relaciones necesarias entre los «órganos»; b) que los órganos sientan de una manera general su solidaridad, y c) que exista un conjunto de normas que determine de antemano la forma en que deben concurrir 39. Pues bien, el «estado de anomia» se refiere a que no se ha realizado la tercera de las condiciones de la solidaridad orgánica; es decir, resulta de la ausencia de una regulación que asegure la cooperación de las funciones especializadas o divididas 40. Al final del capítulo dedicado a esta forma anormal Durkheim trata en algo más de dos páginas una situación que difiere sustancialmente de la anomia, tal y como él mismo la ha caracterizado, y que ha sido denominada –acertadamente, en nuestra opinión- “trabajo

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Durkheim, 1987: 415.

34

Ibíd., pág. 416.

35

Ibíd., págs. 416-7.

36

Ibíd., págs. 417-9.

37

Ibíd., pág. 419-20.

Ibíd., pág. 429. En este contexto son de aplicación las nociones de «normalidad de hecho» y «normalidad de derecho» a que hacíamos referencia en la sección precedente de este escrito.

38

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Ibíd.

40 En palabras del propio Durkheim, lo cierto es que “donde quiera que se observa [la solidaridad orgánica] se encuentra, al propio tiempo, una reglamentación suficientemente desenvuelta que determina las relaciones mutuas de las funciones” (Ibíd.).

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en trozos” 41. Según su exposición, “uno de los reproches más graves que se han hecho a la división del trabajo” es que degrada al individuo, le envilece, “reduciéndole a una función de máquina” 42. Sin embargo, como en el caso del resto de formas anormales, Durkheim afirma que este tipo de situaciones no derivan necesariamente de la división del trabajo, sino que son producto de “circunstancias excepcionales y anormales” que desnaturalizan aquélla 43. b) La segunda forma anormal es la que denomina «división coactiva del trabajo», a la que caracteriza, no la ausencia de regulación como en el caso de la anomia, sino el hecho de que esta regulación existe pero es injusta, en el sentido de que provoca desigualdades que ponen en riesgo la realización de la solidaridad orgánica 44. Durkheim diferencia dos aspectos de esta patología social, o, en otras palabras, dos tipos de desigualdades: en primer lugar, la desigualdad en el acceso a determinadas funciones o posiciones sociales; y, en segundo, la desigualdad en los contratos que establecen el valor de las contraprestaciones de determinadas prestaciones de servicios 45. En lo que respecta al primero de los aspectos, consiste en que no hay correspondencia entre “la distribución de las funciones sociales” y “la distribución de los talentos naturales” 46; o, dicho en otros términos, consiste en la ausencia de igualdad de oportunidades en el acceso a las funciones sociales y profesionales. Si en las sociedades industriales modernas los individuos no pueden cumplir la función para la que están capacitados, la distribución de las funciones es considerada ilegítima y “no se sostiene sino por la fuerza” 47. Los ejemplos modernos de este tipo de desigualdad que ofrece Durkheim son los obstáculos al acceso de los empleos públicos y la institución de la herencia 48.

Besnard, 2003: 30. El sociólogo francés toma la expresión del título del libro Le travail en miettes de Georges Friedmann.

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42

Durkheim, op. cit., pág. 436.

43

Ibíd., pág. 438.

44

Ibíd., pág. 442.

En opinión de Philippe Besnard, estos dos tipos de desigualdad son tan cercanos el uno del otro en el análisis durkheimiano que la expresión moderna de «desigualdad de oportunidades» podría servir para denominar a ambas al mismo tiempo (Besnard, 2003: 25). 45

46

Durkheim, 1987: 440.

47

Ibíd., pág. 442.

48

Ibíd., pág. 443-5.

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En lo que hace al segundo de los aspectos, Durkheim considera que otra fuente de injusticias consiste en la falta de equivalencia en el valor social de los objetos o los servicios que se intercambian a través de la contratación. Y para que los objetos o servicios tengan un valor social equivalente es preciso que “los contratantes se encuentren colocados en condiciones exteriores iguales” 49. En otras palabras, “no puede haber ricos y pobres de nacimiento sin que haya contratos injustos” 50. A pesar de lo que antecede, la sociedad meritocrática preconizada por Durkheim no es, ni mucho menos, una sociedad igualitaria. Muy por el contrario, como él mismo se encarga de señalar, “los progresos de la división del trabajo implican [...] una desigualdad cada vez mayor” 51. La única desigualdad que ofende la conciencia colectiva -y que supone un obstáculo para la realización de la solidaridad orgánica- es precisamente la desigualdad en las condiciones exteriores de la lucha; es decir, la ausencia de igualdad de oportunidades; lo que lógicamente implica que, en opinión de Durkheim, la igualdad de oportunidades permite legitimar las desigualdades socioeconómicas 52. c) Durkheim concluye su exposición con un breve capítulo final sobre una última patología que no parece interesarle demasiado, ya que, además de dedicarle sólo unas pocas páginas, ni siquiera se molesta en darle un nombre, refiriéndose a ella simplemente como «Otra forma anormal». En su opinión, esta forma patológica aparece allí donde “las funciones están distribuidas de tal manera que no ofrecen materia suficiente a la actividad de los individuos”; o, dicho de otra manera, aparece cuando la actividad funcional de cada trabajador es insuficiente debido a “la falta de coordinación mayor o menor de las funciones”. Es así que “en una administración en la que cada empleado no tiene ocupación suficiente, los movimientos se ajustan mal entre sí, las operaciones se hacen sin unidad, […] la solidaridad se resquebraja y la incoherencia y el desorden aparecen” 53.

49

Ibíd., pág. 450.

Ibíd., págs. 450-1. Aunque el autor no lo afirma expresamente, se entiende que, una vez más, la institución de la herencia constituye el mayor obstáculo para la consecución de la igualdad y, por ende, para la realización de la solidaridad orgánica.

50

51

Ibíd., pág. 445.

52

Besnard, 2003: 26.

53

Durkheim, op. cit., pág. 457.

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Siguiendo a Besnard, podemos denominar «burocrática» a esta forma anormal de la división del trabajo, ya que tal expresión parece expresar perfectamente aquello que Durkheim pretende significar: “una especialización extrema unida a bajos niveles de productividad y un ajuste deficiente de las funciones” 54. Basándose en distintas analogías orgánicas, Durkheim se esfuerza en mostrar que el nivel de actividad determina el grado de solidaridad siempre que las funciones sean continuas 55. El crecimiento de la actividad funcional, pues, provoca que la actividad sea continua, y esta misma continuidad produce un crecimiento de la solidaridad 56. A partir de aquí, Durkheim recalca que esta patología de las sociedades modernas es el resultado de “circunstancias excepcionales”, puesto que la división del trabajo “normalmente no se desenvuelve sin que la actividad funcional no aumente al mismo tiempo y en la misma medida” 57. De este modo, puede concluir su análisis de las formas anormales subrayando el carácter moral de la división del trabajo: «Vémonos así conducidos a reconocer una nueva razón que hace de la división del trabajo una fuente de cohesión social. No sólo hace a los individuos solidarios […] porque limita la actividad de cada uno, sino, además, porque la aumenta» 58.

4. A modo de conclusión Concluimos nuestra exposición con tres consideraciones generales que extraemos del análisis expuesto en las páginas precedentes: 1.- Aunque en el Libro III de La Division du Travail Social Durkheim ofrece una exposición de los principales males del capitalismo, defiende que tales patologías son provocadas por circunstancias excepcionales; y, en consecuencia, no son más que crisis 54

Besnard, 2003: 24.

Se refiere, entre otros, al ejemplo de la solidaridad perfecta entre las distintas funciones del organismo del ser humano y la solidaridad imperfecta entre la función de la respiración de la rana y las demás funciones de su organismo (vid., Durkheim, op. cit., págs. 458-60).

55

Ibíd., pág. 460. Según el sociólogo Georges Friedmann, la evolución del trabajo en las sociedades industriales del siglo XX ha demostrado la falsedad de esta tesis durkheimiana (Friedmann, 1955: 73).

56

Durkheim, op. cit., 461. Para dar fuerza a su argumento cita además a Marx, lo que constituye un hecho excepcional (Ibíd., pág. 462).

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Ibíd., pág. 464.

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temporales de sociedades en transición. La generalidad de los fenómenos que describe en las sociedades industriales y su calificación como patológicos muestra que identifica lo «normal» con un estado ideal (no real) de una sociedad del futuro. 2.- La argumentación durkheimiana según la que éstos son fenómenos mórbidos que se deben a crisis temporales no resulta convincente actualmente, puesto que no cabe duda de que tales «formas anormales de la división del trabajo» (anómica, injusta y burocrática) definen la normalidad en las sociedades capitalistas modernas. 3.- El optimismo que caracteriza la concepción durkheimiana contenida en La Division du Travail Social de algún modo desaparece en su obra posterior (por ejemplo en Le Suicide), en la que fenómenos anormales como la anomia devienen la contrapartida del progreso de las sociedades modernas y, por ello, normales (normalidad de lo anormal) 59.

Referencias bibliográficas Besnard, P., 1982. “L’anomie dans la biographie intellectuelle de Durkheim”, Sociologie et Sociétés, 14, págs. 45-53. Besnard, P., 1987. L’anomie, Paris: Presses Universitaires de France. Besnard, P., 2003. Études Durkheimiennes, Genéve: Librairie Droz. Bouglé, C., 1903. “Revue générale des théories récentes sur la division du travail”, L’Année sociologique, 6, págs. 73-122. Davy, G., 1919. “Émile Durkheim: L’homme”, Revue de métaphysique et de morale, 26, 2, págs. 181-198. Durkheim, É., 1987. La División del Trabajo Social, Madrid: Akal. Durkheim, É., 1988. Las Reglas del Método Sociológico y otros escritos sobre filosofía de las ciencias sociales, Madrid: Alianza Editorial.

En efecto, en El suicidio, en el marco de su análisis del suicidio anómico, Durkheim afirma que la “efervescencia” que reina en el ámbito de las relaciones industriales se ha extendido al resto de la sociedad, de modo que “el estado de crisis y de anomalía es constante y, para así decirlo, normal” (Durkheim, 1992: 274). Es así que “la anomia es […] en nuestras sociedades modernas, un factor regular y específico de suicidios; una de las fuentes de donde se alimenta el contingente anual” (Ibíd., pág. 277).

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