LA DESTRUCIÓN DE LA RAZÓN EN LAS SOCIEDADES DESARROLLADAS: A PROPÓSITO DE LA CONDICIÓN POSMODERNA.

July 6, 2017 | Autor: M. Miranda Baroja | Categoría: Mass media, Posmodernidad, Modernidad. Posmodernidad, La Condicion De La Posmodernidad
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FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA

LA DESTRUCIÓN DE LA RAZÓN EN LAS SOCIEDADES DESARROLLADAS: A PROPÓSITO DE LA CONDICIÓN POSMODERNA. Trabajo Final de Grado de Ciencias Políticas

Presentado por: María Miranda Baroja Tutorizado por el Catedrático: Santiago Castillo Alonso

Madrid, 2014

La sociedad posmoderna

María Miranda Baroja

Mas pronto rompió las dulces razones un árbol puesto en medio del camino, con manzanas de olor bueno y suave. Dante Alighieri

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La sociedad posmoderna

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Índice RESUMEN…………………………………………………………………………….....3 1.

Introducción al proyecto: objeto de estudio, objetivos y metodología…………….. 4

2.

Posmodernidad: un nuevo decorado……………………………………….………..6

2.1. La muerte de la razón moderna y el ascenso del aparato tecnocientífico………..….8 3.

La sociedad posmoderna………………………………………………...…............14

3.1. La sociedad del consumo de masas……………………………..…….……............15 3.2. La realidad a través de los mass media…………………..…………………….…..21 4.

Mitos y falacias en la posmodernidad……………………………………..…….…24

5.

Conclusiones…………………………………………………………………….…29

Referencias bibliográficas…………………………………………………………...….32

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RESUMEN

Madrid es Tokio, París, Hong Kong, Londres, Berlín y Nueva York: todas han superado y aniquilado la razón que las guiaba durante siglos a través de relatos y métodos propios de legitimación. Auschwitz fue el testimonio de la expiración del proyecto moderno. Con él, se arroyaron los grandes relatos de la modernidad. Los posmodernos plantearon años atrás un nuevo marco teórico para comprender la complejidad de las sociedades más desarrolladas. El único relato que ha llegado a trascender es el de la ciencia-técnica, cuyo axioma es tutelado por principios de eficacia del mercado. La nivelación de las masas de forma conflictiva junto con el poder autoritario de los mass media evidencian la oscuridad del camino hacia la emancipación. El desarrollo del aparato tecnocientífico ha posibilitado la transgresión de la norma, confabulando una realidad cuyo método de legitimación es la performatividad. La condición posmoderna es la consumación de este proceso, es el estatuto del nosotros, es el imperio de la incertidumbre y de la seducción del objeto.

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1. Introducción al proyecto: objeto de estudio, objetivos y metodología. El presente proyecto es un acercamiento al conocimiento posmoderno, intentando dar respuesta a la complejidad existente en las sociedades más desarrolladas. Un proyecto que se pone frente a una realidad enmascarada1 y configurada entorno a un presente que no encuentra teorías que expliquen los hechos: ¿qué está pasando en las sociedades más desarrolladas? Ante esta pregunta, más propia de una trama de ciencia ficción, se esconde una representación del estatuto de las cosas que al comprometido estudioso no le puede dejar indiferente. La aproximación al saber posmoderno es tan importante que no es sólo el instrumento de los poderes, hace más útil nuestra sensibilidad ante las diferencias y fortalece nuestra capacidad de soportar lo inconmensurable (Lyotard, 1984:11). Ante la inadaptabilidad de los marcos disponibles para explicar los hechos, aquí se plantea un nuevo marco teórico. El objetivo es acercarse al conocimiento de las sociedades más desarrolladas contemporáneas, poniendo en cuestión la vigencia de los marcos modernos, ya obsoletos para los pensadores posmodernos. Con motivo de exponer este planteamiento, se ha plasmado un estudio empírico acerca del concepto de posmodernidad según los autores posmodernos de referencia, entre los que destacan Jean Baudrillard, Jean-François Lyotard2 y Gianni Vattimo. Lo que se pretende es dar luz al conocimiento de la posmodernidad, concepto del que mucho se ha escrito y poco se ha hablado. Al desembarazarse del proyecto moderno, la posmodernidad queda huérfana de los cánones de razón que guiaron los siglos pasados. Donde el proyecto moderno concluye se pierde la operatividad de la razón por la cual estuvo encaminado. A raíz de todo ello, aparecen nuevos mecanismos de autoridad. Los efectos de la pérdida de esa razón moderna y sus múltiples efectos en la sociedad es la centralidad de las premisas que recorre cada página del trabajo. El objeto de estudio son las representaciones de la posmodernidad en la sociedad. Se han analizado los puntos principales de los que trata Lyotard en cuanto a la

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El término enmascarado no se ha elegido aleatoriamente. Hace referencia a la obra El sujeto y la máscara del posmoderno Gianni Vattimo dada su significancia y relevancia a la hora de hablar de la realidad. La máscara se refiere a la superficie de la realidad. 2 A Jean-François Lyotard se le adjudica la popularización del término «posmodernidad».

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posmodernidad justamente para ofrecer una respuesta a la pregunta cardinal: ¿es posible la condición posmoderna? Los objetivos que se pretenden lograr son esclarecer la realidad en las sociedades más desarrolladas de occidente, conocer sus múltiples representaciones, averiguar cómo es el proyecto posmoderno y qué ha ocurrido tras la pérdida de la razón. Especificando un poco más, el trabajo se sitúa indagando en lo social. Como se decía, el trabajo pretende explicar lo que ocurre en la sociedad descubriendo los cambios recientes de la ciudad desarrollada. Es la ciudad en donde converge el cambio entre la modernidad y la posmodernidad y donde se ha de estudiar la sociedad posmoderna porque, como dice David Lyon: “es en las ciudades donde se exhibe la imagen social, donde la publicidad y la promoción son intensas y donde el consumo conspicuo es más significativo” (1996:106). La ciudad es, por tanto, la unidad de análisis. El marco teórico general y de donde nacen las principales preocupaciones del proyecto es el formulado por Jean-François Lyotard, especialmente destacando La condición posmoderna (1984) y La posmodernidad (explicada a los niños) (2005). Como soporte de apoyo han sido primordialmente útiles obras como Crítica de la economía política del signo (1979) y Las estrategias fatales (1985) de Jean Baudrillard y La sociedad transparente (1990) de Gianni Vattimo. Estas últimas fueron indispensables para elaborar los puntos referentes a «La sociedad del consumo de masas», «La realidad a través de los mass media» y «Mitologías y falacias en la posmodernidad». El marco teórico3 ha sido aplicado a la recopilación de textos de Juan Cueto4 en su libro Cuando Madrid hizo pop, De la posmodernidad a la globalización5 (2011) que nos ofrece un ejemplo de posmodernidad. Se ha considerado importante esta última obra para complementar el acercamiento al saber posmoderno en las sociedades más desarrolladas de Occidente. En general, esta obra relata la posmodernidad en las últimas décadas del mundo Occidental prestando especial atención a lo que ocurre en Madrid.

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Es importante saber que las obras que componen el marco teórico fueron escritas y publicadas en los años ochenta, alimentando el debate de la posmodernidad hasta nuestros días. 4 Juan Cueto es un conocido escritor, periodista y comunicólogo. Al no ser pensador de la rama filosofía o sociología como los autores mencionados ofrece una visión mucho menos científica y con una narrativa libre sobre su visión de lo social en Occidente. Por este motivo, los textos de Juan Cueto han ayudado a culminar el conocimiento de la posmodernidad. 5 En esta obra se reúne una serie de textos y conferencias del autor.

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La metodología consiste en esclarecer el concepto de posmodernidad estableciendo un nuevo decorado y especificar el ascenso del aparato tecnocientífico tras la muerte de la razón moderna. Se podrá entonces iniciar a la comprensión de la sociedad posmoderna y ver cómo se ha configurado en las últimas décadas a través del factor consumo y de la nueva autoridad que rigen los mass media. Finalmente, se desmitologizarán las grandes narrativas configuradas en torno a lo massmediático y el consumo para acercarnos a la realidad posmoderna.

2. Posmodernidad: un nuevo decorado. En primer lugar, aclarar que posmodernidad ante todo es una corriente filosófica que versa sobre la condición y el estado de las cosas. Un concepto que abarca desde todas las artes a la teoría, proveniente de la preocupación de los intelectuales de los años sesenta y setenta del siglo pasado por el cambio exacerbado de la sociedad y de la cultura. Concepto de discusión que, dada la magnitud y significancia, se alarga hasta nuestros días. Es una revisión al período de modernidad que tantos siglos ha ocupado y en la cual los posmodernos6 tachan de proyecto inconcluso, obsoleto, finalizado. Posmodernidad es, como se decía, una de las impresiones que dominó las ciencias sociales a partir de los sesenta y setenta –muy influido por el que algunos consideran el anunciante de la posmodernidad: Frederich Nietzsche7– , unos para desembarazarse de la modernidad y otros para admitirla y defenderla. Es evidente que, para describir lo que ocurría en las sociedades más desarrolladas de Occidente, algunos teóricos no están de acuerdo en el uso de tal concepto e introdujeron otros propios: la segunda modernidad de Ulrich Beck (1996), las consecuencias de la modernidad de Anthony Giddens (1993), la sociedad postindustrializada de Daniel Bell (1976), el capitalismo avanzado de Fredric Jameson (1991), etcétera. No obstante, todos admiten que algo ha cambiado y que los principios

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Los teóricos posmodernos más conocidos son: Jean Baudrillard, Jaques Derrida, Jean-François Lyotard y Gianni Vattimo. 7 Se dice que en la obra de Nietzsche se incubó del estudio de la posmodernidad. Un siglo antes que los posmodernos, anunció su famosa frase: “el nihilismo está a la puerta” (1888) y planteó con ello la duda de la razón moderna. Para saber más del legado posmoderno de Nietzsche véase: Lyon, D. (1996) Posmodernidad, Alianza, Madrid, p. 23. y ss.

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que guiaron la modernidad han desaparecido o se han dispersado. Los teóricos vaticinan un cambio guiado por el consumo de masas, el capitalismo avanzado, los mass media y las nuevas tecnologías. La posmodernidad no es, desde luego, una interpretación basada en la concepción de una sociedad nueva. La posmodernidad es una interpretación de la realidad existente que pretende desembarazarse del proyecto moderno, dejándolo atrás, destruyéndolo. “El sentido del «pos» no ha de pensarse como un movimiento de come back, de flash back, de feed back, es decir, de repetición, sino un proceso a manera de ana-, un proceso de análisis, de anamnesis, de anagogía y de anamorfosis, que elabora un “olvido inicial”” (Lyotard, 2005:93).Algo que Cueto también tiene en cuenta tras ver lo que pasa en el Madrid de los setenta donde desaparecen los grandes –ismos y añade que los primeros pos- fueron acuñados por arquitectos, científicos y economistas: “para señalar la muerte de la era moderna y la debacle de los modelos científicos, tecnológicos, culturales y sociales basados en las oxidadas metáforas del progreso lineal” (Cueto, 2011:91). No es, pues, casualidad que las artes, la arquitectura y la cultura8 en general hayan atestiguado una realidad donde lo social y lo político estaba cambiando: lo cultural nunca puede ir separado de lo «social». Se trata de clarificar y describir con una teoría más capaz el momento de incertidumbre de las sociedades comúnmente denominadas sociedades desarrolladas, un modelo que ya no puede inscribirse dentro de los marcos teóricos que reinaron en la modernidad. La incertidumbre del devenir es, sin lugar a dudas, el origen del pos-. Como dice Cueto, “sabemos que algo cambia pero no sabemos hacia dónde ni por qué, ni siquiera disponemos de marcos teóricos fiables que se ajusten a lo que estamos viviendo” (2011:202). Una cita que resume la labor que se propone en este trabajo la presenta David Lyon cuando hacía un repaso a la teoría posmoderna haciendo un guiño a Lyotard: “la

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Es importante saber que donde primero se observó un cambio de paradigma fue en las artes, en la arquitectura y en la cultura, lo que se denomina como «posmodernismo».

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modernidad no conduce a ninguna parte y la consecuencia de ello es nuestra condición posmoderna”9 (Lyon, 1996:127). Es menester poner en debate la vigencia de la teoría de la modernidad, pues somos cómplices de una realidad que se desajusta a sus valores. La concepción de la modernidad y de los valores de la Ilustración son sujetos de crítica para los posmodernos, ya que observan en primer lugar cómo han sido aniquilados ante el acaecimiento de nuevas formas de autoridad e identidad. La desarticulación de los fundamentos de la arbitrariedad de la razón impuso la idea de la necesidad de una sociedad más heterogénea, más optativa y menos lastrada por las expectativas del futuro. La primacía del aquí y ahora se anuncia como único medio redentor de la existencia humana: la razón, que en su momento se pensó como medio para conseguir la felicidad de los hombres, ha dotado de armas a los seres humanos para matarse y destruirse con la mayor crueldad que han registrado todos los tiempos. En efecto, las guerras mundiales son la mejor expresión del fracaso de los ideales ilustrados. Por otro lado, la deriva técnica de la Ilustración ha creado máquinas de destrucción masiva legitimadas por la necesidad de llegar a cabo sus ideales por todos los medios al alcance. Así pues, las experiencias de la modernidad llegan a su fase más crítica y se inaugura una nueva concepción sobre el estado de las cosas y del saber muy determinado por las condiciones sociales del capitalismo avanzado y los medios de comunicación de masas.

2.1. La muerte de la razón moderna y el ascenso del aparato tecnocientífico. Como se decía en líneas precedentes, el eje fundamental del que parten las premisas y preocupaciones de los posmodernos y que marca el paso de la modernidad a la posmodernidad es la descomposición de los grandes relatos. Su importancia es tal que Lyotard le dedicó gran parte de su análisis sobre la posmodernidad (Lyotard, 1984 y 2005).

La originaria cita es: “la modernidad no conduce a ninguna parte. La consecuencia de ello es nuestra condición posmoderna” que por exigencias del soporte se ha optado por una versión propia. 9

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Los grandes relatos o metarrelatos10 son aquellas narrativas que marcaron la modernidad mediante la emancipación de la razón y de la libertad, y que legitimaron la universalidad de las ideas. Lyotard (2005) afirma que el discurso de la modernidad, las ideas del siglo de las luces y los ideales de la Revolución Francesa que, en definitiva parten de la premisa de la emancipación posible de toda la humanidad, fueron los padres creadores de las grandes corrientes políticas de los dos últimos siglos: liberalismo político, liberalismo económico, marxismos, anarquismos, radicalismo de la III República, socialismos, divergencias, etcétera, todas las ideologías tienden a prometer la libertad y su legitimidad, todos conducen o creen conducir hacia una humanidad transparente para sí misma (Lyotard, 2005:97). La posmodernidad es la condición resultante de la destrucción de todos ellos. Este hecho convergió con el desarrollo y ascenso del único metarrelato que ha podido sobrevivir, el de las técnicas y de las ciencias. Para Lyotard (2005) la destrucción del proyecto moderno quedó patente en Auschwitz11, aunque no fue el único ejemplo. Contrariamente a lo que se pensaba, la técnica y la ciencia contribuyeron al exterminio de una parte de la humanidad y al ascenso de los totalitarismos, así como a acrecentar las desigualdades sociales y económicas. Por lo tanto, ciencia y técnica son reflejo y paradoja de que no traerían la prosperidad que prometían con su desarrollo. Incluso, Lyotard se ha llegado a plantear que el descubrimiento científico o técnico nunca ha estado subordinado a una demanda surgida de las necesidades humanas, sino que se ha movido por una dinámica independiente a lo que los hombres consideran deseable, beneficioso, confortable (2005:98). El discurso de lo tecnocientífico ponía en duda la fe en los metarrelatos que se guiaban por la razón para llegar a la emancipación universal de la humanidad. Ese discurso de lo tecnocientífico no tenía la necesidad de legitimarse como si lo hacían el resto de metarrelatos a través de su propia razón, pues ha buscado su propia legitimación a través

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Concepto propio de Jean-François Lyotard que designa las grandes narrativas y que fueron fundamentales durante el período de la modernidad. 11 Es importante recordar que para cada autor el fin de la modernidad sucedió en otros momentos. Para Jean-François Lyotard, Auschwitz fue el suceso histórico que puso en duda que todo lo real fuese racional. Auschwitz fue el símbolo de la pérdida de los metarrelatos legitimatorios y del ascenso y desarrollo de la técnica y de la ciencia.

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de la performatividad. Esto quiere decir, gracias al grado de eficacia y de la exactitud de sus resultados. En este proceso de caída de los metarrelatos, Cueto comprueba perfectamente cómo en España los –ismos del pasado, los grandes temas de la modernidad, empezaban a formar más parte de un pasado que de un presente: Un día grisáceo de los setenta, al cabo, muy al cabo de la resaca sesentayochista, las palabras con rabo en forma de –ismo hicieron plaf y desaparecieron del mapa teórico. (…)Los sufijos ideológicos, partidistas, filosóficos, sagrados, mitológicos, dejaron de existir como títulos de libros o de conferencias rigurosas, como escritura monotemática de las actualidades mundanas o académicas, como asunto de investigación o de justificación o de inculpación, como fulminantes legitimaciones o anatemas intelectuales, incluso como temas de amena conversación, incluso o sobre todo pancartas de manifestación (Cueto, 2011:90).

La caída del proyecto moderno no fue un hecho que ocurrió aislado, sino que estuvo condicionado por “(1) la fusión de las técnicas y de las ciencias en un enorme aparato tecnocientífico, (2) la revisión en todas las ciencias de lógicas consideradas como “naturales” y (3) la transformación cualitativa aportada por las nuevas tecnologías: máquinas que son prótesis del lenguaje y de pensamiento” (Lyotard, 2005:99). Si bien estos avances que prometían una vida mejor, alteraron un cambio en las condiciones del vivir: “la simplificación se nos aparece ya como bárbara, como reactiva” (Lyotard, 2005:100). En otras palabras, la caída de los grandes relatos de la modernidad coincidió con el ascenso de lo científico: reducir y simplificarlo todo a normas incontestables. Y este modelo que según Lyotard es el nuevo decorado de la posmodernidad se alarga hasta nuestros días: Las ciencias duras (…) nos están enseñando diariamente que el nuevo paradigma de conocimiento tiene precisamente como antagonista la simplificación y como base, la complejidad. Estamos asistiendo al fin irremediable de una era protagonizada por un pensamiento reductor, lineal, teocrático, maniqueo, construido de dualismos simples, de disyunciones consoladoras, de duelos falaces entre lo positivo y lo negativo, el haz y envés, la ortodoxia y la heterodoxia (…). Y esto es así, sencillamente, porque las ciencias de la naturaleza (…) están demostrando 10

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diariamente, incluso por los medios de comunicación, hasta la saciedad, que eso que hemos dado en llamar lo real, así, en abstracto, es sencillamente una categoría que no se puede simplificar (Cueto, 2011:200-201).

Los ejes discursivos de lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto han dejado de tener la legitimidad moderna y han sido transformados por otros principios: el de la eficacia y la operatividad. Como anunciaba irónicamente Lyotard: “sed operativos, es decir, sed conmensurables, o desapareced” (1984:10). Ese es el cimiento que sustenta la desarticulación de la legitimidad discursiva moderna y la vía por la que el metarrelato tecnocientífico se legitima. La preocupación de la caída de los metarrelatos modernos es la llamada liquidación de la legitimidad. Con la caída de los metarrelatos se perdió la única senda redentora que existía para acabar con el capitalismo: el comunismo. La caída del comunismo es resultado del alcance capitalista y de la imposibilidad para hacerle frente. La extrañeza de poder recurrir a una solución al capitalismo no se da en la posmodernidad: ya no hay desencanto, ya no hay desconsuelo, ni tampoco desesperanza. En la medida que la legitimidad actúa en función de criterios de eficacia y operatividad, esta puede resultar insuficiente para el conocimiento de lo bueno, lo justo y lo verdadero (Lyotard, 1984:11). Para intentar descomprimir todo el entramado –en el que los relatos modernos guiados cada uno de ellos por la búsqueda de la paz universal han sido derribados y por lo tanto comprender la realidad vigente a través de ellos resulta inútil- es menester preguntarse qué ha ocurrido con el saber. A pesar de que el saber científico es una clase de discurso que está inscrito en los juegos del lenguaje, en nuestras sociedades contemporáneas se le ha concedido un valor de dominación supremo. De tal forma que la importancia de la ciencia en la medida que se produce para ser vendido y consumido refuerza las grandes diferencias entre unos países y otros. Mientras en siglos anteriores los estados se disputaban por la dominación de los territorios, ahora se pelean por la disposición y explotación de materias primas y mano de obra barata, abriendo una vía que cada vez es más plausible por dominar las informaciones (Lyotard, 1984:17). La difusión del saber está en manos del mercado en la

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medida que el saber está mercantilizado. El poder del saber ahora depende del mercado más que nunca. Para hacer un análisis exhaustivo sobre la informatización de la sociedad, Lyotard parte de que el progreso de las ciencias y de las técnicas se sirve del crecimiento económico y del desarrollo del poder sociopolítico. Así, da por evidente que el saber científico y técnico se acumula, y lo que se ha de discutir es la forma de la acumulación: regular, continua y unánime o discontinua y conflictiva. Aunque advierte que esta simplicidad puede llevar a equívocos partiendo de que a pesar de que este saber es narrativo no puede imponerse dando razones de equilibrio y convivialidad (Lyotard, 1984:22). Esta problemática no es otra cosa que la puesta en cuestión de la legitimación. Para Lyotard, la legitimidad es el proceso por el cual un legislador se encuentra autorizado para promulgar una ley como norma. Como en el caso de un enunciado científico cuando un conjunto de condiciones es aceptado como científico y luego pasa a formar parte del discurso de la comunidad científica (Lyotard, 1984:23). De manera que lo verdadero se alía con lo justo, a pesar de que venga de parte de una autoridad distinta: el primer enunciado que proviene de la ciencia y el segundo de la ética y de la política. Occidente es el fiel reflejo de esta alianza. El poder y el saber debido a estas razones quedan fusionados. Para Lyotard, el saber en la edad de la informática es toda una cuestión de gobierno. Esta relación unilateral entre el poder y el saber en cuanto a la legitimidad es una de las cuestiones que también a Cueto le preocupa, observando que detrás de todos los grandes relatos, el de la ciencia es el único que ha sobrevivido: Pero hay en este mundo una mayúscula, una verdad absoluta, un ismo, una teoría explicalotodo, una autotitulada Ciencia que ha salido indemne de esos grandes cataclismos físicos, políticos y espistemológicos que han sacudido como un vendaval caribeño las tres últimas décadas. (…) hay en este planeta muy pocas tradiciones, ciencias, teorías, creencias o simplemente ideas capaces de ofrecer lo que aquí ofrecemos: tres decenios y pico no solo de continuidad de un dogma tan absoluto y excluyente, sino dotado de tantísimo fervor unánime (Cueto, 2011:274).

Cueto (2011) presencia que en la condición posmoderna lo que impera es la ley de la ciencia y que a través de ella se diseñan los ajustes económicos bajo el postulado de 12

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mantener el orden y la estabilidad, sin tener en cuenta otros aspectos más que el de la eficacia. Tal es la relación entre ciencia y política, que ambas se crean y diseñan la una en función de la otra. Lo mismo ocurre con la relación entre la verdad y la justicia: lo verdadero según lo justo, y lo justo a expensas de lo verdadero. Este lema que ha sido resumido de las ideas de Cueto y de Lyotard son conjugadas en términos de discurso del lenguaje donde el alegato del capital gana su legitimidad sin requerir de una instancia de obligación. Más que una obligación, el capital se muestra como una necesidad. De esta forma lo expresa Lyotard: El principio según el cual todo objeto y toda acción son aceptables (permitidos) si se pueden entrar en el intercambio económico, no es totalitario en un sentido político sino que lo es en términos de lenguaje, puesto que acepta la hegemonía completa del género de discurso económico. (…) El capital no necesita políticamente de la deliberación, y tampoco económicamente. Necesita de la deliberación socialmente porque precisa de civil es el indispensable momento de la destrucción (consumo) de los estos o de los aquellos singulares. (…) Se diría que el capital no necesita de legitimación, que no prescribe nada, en el sentido estricto de obligación y que, en consecuencia, no necesita ninguna instancia que establezca la norma de la prescripción. Está presente en todas partes, pero más como necesidad que como finalidad (2005:68-69.).

Precisamente, a esta política de la ley económica autolegitimada Lyotard la llama “política del terror”. La legitimidad del capitalismo, que no se preocupa por legitimarse, procede de la necesidad del mercado mundial llevando a cabo una crítica al vínculo social moderno (Lyotard, 2005:85). Su finalidad no es sino la de ganar tiempo. Para Cueto, que la economía haya logrado convertirse en ciencia, dogma y control es por método y juego de la repetición de la existencia de una política económica estable. En otras palabras: por “capricho” del discurso, tal y como Lyotard pronunciaba. Recapitulando, los grandes relatos de la modernidad basados en la legitimidad de la razón se han destruido. Por lo tanto, las ideologías en estos momentos están obsoletas. La posmodernidad es el resultado de ello, es el dominio de la ciencia y de la técnica que se legitiman por juicios de eficacia, que se configuran en torno al mercado y que crean grandes acumulaciones de poder, control y autoridad. 13

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La posmodernidad es el fin de las ideologías y utopías, el fin de la razón moderna, el fin de la libertad, el fin de la posibilidad de emancipación; la posmodernidad es el nacimiento de la tecnociencia, de la eficacia normativa, de la autoridad de los mass media, del consumo de masas, de la seducción del objeto, del espectáculo. La posmodernidad es la sociedad del “todo vale”.

3. La sociedad posmoderna. En este punto, y una vez descrito qué se entiende por posmodernidad, se relata bajo qué presupuestos se entablan los lazos sociales. Los modelos teóricos más relevantes en la modernidad que interpretaban las representaciones sociales eran dos tipos distintos de discursos. Uno, el modelo funcionalista de Talcott Parsons que aspiraba a una homogeneidad social, a un todo. El otro, el modelo de la sociedad dividida en dos de Karl Marx, nacido de la crítica a la economía política donde la lucha de clases es el precedente para la salvación de la unidad social. Ambos modelos comparten un contexto de liberalismo y construcción de los estados-naciones con sus correspondientes consecuencias en la vida política en las sociedades más desarrolladas del siglo XIX. Sin embargo, y con la evolución del capitalismo unido a la nueva era de la información, estas teorías merecen ser revisadas pues la representación social que realizan es incapaz de explicar la complejidad de la sociedad desde finales de los años cincuenta del siglo XX hasta el presente y futuro inmediato. La clase política tradicional se ha visto mermada de modo que ya no son los únicos grandes contenedores del poder de decisión: las grandes empresas de producción, sobre todo las productoras y distribuidoras de la información, adquieren un papel sustancial en lo conveniente a la construcción de los lazos sociales. Para comprender las relaciones sociales no es válida únicamente una teoría de la comunicación –tan en boga en las últimas décadas–, sino una teoría de los juegos, que incluya la agonística12 en sus presupuestos (Lyotard, 1984:39). Con la teoría de los juegos

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Con agonística se entiende el desafío, la lucha.

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agonísticos se entiende que no sólo hay que tener en cuenta la función que el lenguaje realiza, sino también los juegos propios del lenguaje y los usos del discurso donde la relación entre destinador, mensaje y destinatario no atienden a reglas preestablecidas. Las reglas de juego son múltiples e intercambiables y están evocadas a la lucha y al desafío constante. Esa es la esencia de la agonística de los presupuestos. Los mensajes no sólo son ficciones, implican poder. Entre el lenguaje y la representación del lenguaje se encuentran los supuestos que describen la sociedad posmoderna. En las siguientes líneas se atenderá de forma más específica a la introducción del conocimiento de las sociedades posmodernas: unas sociedades determinadas por el capitalismo postindustrial y de consumo, que se ven reflejadas en gran medida en las sociedades desarrolladas de occidente. Más adelante, y una vez con luz se hayan explicado estas características de las sociedades posmodernas, se relatarán los mitos y ritos que componen el lazo de lo social.

3.1. La sociedad del consumo de masas. Si bien en la modernidad la teoría marxista se ocupó de la lucha de clases13, los posmodernos, y en especial Baudrillard, se preocuparon más de lo que ocurría con el intercambio de consumo. Sin olvidar que ante la reivindicación de los derechos de trabajadores, con la posmodernidad se ha vuelto tan primordial la satisfacción de las necesidades como la de la propia fuerza de trabajo. El orden de consumo favorecido por la sociedad de consumo vigente es entonces el gran fundamento del que parte gran fragmento del comportamiento de nuestras sociedades. De forma no casual, cuando Cueto describe la organización social habla precisamente de ese proceso en el cuál la sociedad de la producción del patrón industrial pasa a una sociedad de consumo de masas. Para Cueto este paso no fue bajo procedencia histórica ni voluntad política sino que ante la caída del sistema de la demanda los imperativos económicos ordenaron que para que se mantuviese el orden económico el consumo debía

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La clase obrera debía reivindicar su fuerza de trabajo –el factor productivo más importante–.

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mantenerse. Este progreso se suele situar entre los años treinta y en esta descripción se entiende lo que acaeció: “las masas lo llenaban todo: las ciudades, las tiendas, los cafés, los hoteles, las playas, los trenes, la cultura, los restaurantes, los teatros, los conciertos y, en general, «los placeres antes adscritos a unos pocos»” (Cueto, 2011:32). En definitiva, mantener el sistema manteniendo el consumo por la “fabricación en serie de nuevas necesidades” (Cueto, 2011:28). No quiere decir con ello que el consumo en etapas históricas anteriores no tuviese su importancia pero, a saber que la época de la economía autosuficiencia y de la economía de subsistencia del sistema industrial, no fueron modelos tan complejos como el actual. El consumo para Lyon es el eje del código cultural dominante y condición social (1996:101). Si bien el rasgo de la modernidad era la capacidad de encontrar nuevas formas de producción donde la ciudad era la máquina perfecta para la búsqueda de un futuro racional, en la posmodernidad lo que prima es el consumo y la ciudad posmoderna su escaparate. Como dice Lyon sobre el alcance de la búsqueda hacia nuevas formas de consumo: se multiplican los servicios y las industrias del ocio, junto con las señales de todos los medios imaginables y realidades inimaginables” (1996:103). Tras la compra y la propiedad privada está el conjunto de la prestación social: acumulación, manipulación y consumo de objetos. Esto lleva a un mecanismo de discriminación y de prestigio que establece orden en la jerarquía social (Baudrillard, 1979:3). No es tanto la vanidad del individuo la que le impulsa a poseer y acumular objetos con el interés premeditado de escalar en la jerarquía social, más bien es un ostentar simbólico determinado por su inconsciencia –o falta de conciencia–. Por consiguiente, la posesión de los objetos añade valor social. Es un valor social en sí mismo y para sí: “es en este exceso de presencia donde adquieren su significación de prestigio, donde “designan” no ya el mundo, sino el ser y la categoría social de su poseedor” (Baudrillard, 1979:5). El consumidor, ya no dueño de su consumo, adquiere con la acción de consumir un estatus social que excede el de la acción de producir. los objetos, para Baudrillard, son el lugar de un trabajo simbólico, no la satisfacción de unas necesidades: “son el lugar de la consagración de un esfuerzo, de una realización ininterrumpida, de un stress for achievement, tendiente a hacer la prueba continua y tangible del valor social” (1979:7).

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Baudrillard (1979) ha tratado de explicarlo introduciéndonos en una filosofía política. La clave para el autor es el análisis entre la relación del objeto y el sujeto. El estatus social del que se ha hablado compone una relación entre el sujeto –el poseedor- y el objeto –lo poseído-. Es una relación paradójica que no se rige por normas y que no es específica. De la sintaxis de los objetos se puede extraer el carácter de una categoría social. Baudrillard (1979) anuncia a modo de consejo que para determinar la lógica de la relación entre el objeto y el sujeto se abandonen la idea de estrategia, pues el discurso de los objetos es ocupado por el conjunto de prácticas y de posición respecto a otros objetos. Los objetos constituyen un código (de forma, de color, materia) y un valor (buscan su lugar en un orden) de tal manera que es el sujeto el que los interpreta y concede categoría bajo el mecanismo de propiedad privada. La sintaxis de los objetos es móvil, está aferrada a una lógica permanente de cambio. Los objetos configuran la estratificación de clases: de ahí que sea la novedosa clase media –aquella que oscila entre dos clases dicotómicas de poder– la que anhela ascender en los escalones del estrato social a través de la identificación con los objetos en el marco de la vida cotidiana. La vida cotidiana es tanto para Baudrillard como para Cueto el lugar por excelencia en el cuál la relación entre sujeto y objeto adquiere significancia y poder. A los objetos se les ha dotado de un carácter social en el que son ya puros signos distintivos. Dicho de otra forma, la cobertura de la necesidad que regía su posesión o su adquisición se ha visto alterada por el fin de la distinción en el otro, en lo social. No es el fin para sí, sino para con los otros. Es una relación de poder, de distinción de clase. La moda, entre la que la innovación de las tecnologías tiene mucho que ver, escenifica perfectamente esta tendencia: “el efecto moda no aparece más que en las sociedades de movilidad social (y pasado determinado umbral de disponibilidades económicas). El status social ascendente o descendente debe inscribirse en un flujo y reflujo continuo de los signos distintivos” (Baudrillard, 1979:31). La moda y, sobre todo, seguir la moda está íntimamente ligada a la los recursos disponibles del sujeto para el logro de su consumo. Lo importante es ahora conocer las implicaciones del consumo en la posmodernidad. El consumo es marca y testimonio de clase. Cueto acoge un concepto propio de Baudrillard en el que se señala la “asocialidad” del sujeto que no se rige por tal pauta: el ser que no 17

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consume o que está por debajo del consumo mínimo exigido es un ser asocial que “incurre en inexistencia para la comunidad” (Cueto, 2011:31). Se debe poner en cuestión que el modelo de consumo busque el igualitarismo entre individuos sobre todo en la llamada era del famoso bienestar social. Ahí está el objeto al alcance de todos, momento en el cuál las diferencias económicas que han perdurado siglos dejan de existir gracias a la generalización de los comportamientos de consumo. El ser que no forma parte de las masas, que escapa de ellas, es el ser asocial. Ciertamente, el acceso de las masas a lo estrictamente reservado a unos pocos tuvo una consecuencia primera por lógica inexorable. Y es que “las masas se hacen visibles, tangibles, arrolladoras, protagonistas, irreversibles” (Cueto, 2011:33). Esta condición originó lo que llamamos sociedad de consumo. Sin embargo, y a pesar de la nivelación de las masas, el sistema de clases en el cuál una clase domina la otra no fue sustituido sino que ha sido infaustamente enmascarado. No se puede hablar como sí lo hizo Ortega y Gasset de la rebelión de las masas, sino de una nivelación de las masas. A esa nueva clase originada se le ha denominado como tercera clase o clase media. La clase media son: el burócrata, el director comercial, el abogado de empresa, el licenciado a sueldo, el publicitario, el funcionario de Estado, la secretaria particular, el vendedor de los grandes almacenes, el médico del seguro, (…) y un batallón casi infinito de intermediarios que corre diariamente, dócilmente, frenéticamente, hacia el conjunto estándar, hacia el justo medio. Hijos favoritos de la sociedad de consumo cuya existencia física y espiritual solo tiene razón de ser en tanto en cuanto consumen – comulgan- con esas nuevas necesidades que les han dado la vida social (Cueto, 2011:37).

Las llamadas clases medias para Baudrillard son aquellas que se mueven en un eje flotante de una sociedad estratificada, que escapan al destino de exclusión social del proletariado industrial o al del aislamiento rural, sin que por ello gocen de la herencia de una situación adquirida (1979:15). La movilidad de las clases medias está condicionada por las aspiraciones (que no son aspiraciones libres) y las posibilidades de promoción social. En consecuencia, la motivación para ascender en la escala social conlleva la

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interiorización de las normas de consumo y las aspiraciones con respecto a las posibilidades reales de escalada social son fruto de la contradicción del sistema (Baudrillard, 1979:16). La clase media espera ascender más de lo que debe, esto es causado por, como dice Baudrillard (1979, la ideología difusa de movilidad y crecimiento. Dicho de otra forma, lo importante es el consumo del conjunto estándar medio como factor de identificación social de las masas. El estándar medio sería la norma que se mueve y crece en función del consumo de las clases privilegiadas, es el director de los comportamientos de consumo (Cueto, 2011:42-43).). Por ejemplo, cuando las clases medias acceden al consumo de coches, este bien ya estándar, deja de ser reflejo de clase para la clase alta. Con motivo de distinguirse la clase alta opta por llevar coches de los años sesenta. El “gusto por lo antiguo” es uno de los rasgos distintivos de la clase alta. Baudrillard dice: “es característico del deseo de trascender la dimensión del triunfo económico, de consagrar en un signo simbólico, culturizado y redundante, un triunfo social o una posición privilegiada” (1979:22-23). Se debe insistir en que la nivelación de las masas con el auge de la clase media no eliminaron las desigualdades económicas aunque esas diferencias sean menos notables a priori. Para Cueto esas divergencias no son ya económicas. Hay que buscarlas en el plano cultural. De ese modo, Baudrillard estaría plenamente de acuerdo al pronunciar estas palabras: “la innovación formal en materia de objetos no tiene como fin un mundo de objetos ideal, sino un ideal social, el de las clases privilegiadas, que es el de reactualizar perpetuamente su privilegio cultural” (1979:28). Al respecto, Cueto añade que en la sociedad de consumo de masas, los privilegios surgen del control y manipulación de las distinciones consumistas (2011:38). La relación entre los individuos para con la sociedad en la acción de consumir ha ido cambiando en la medida que el consumo se ha vuelto más importante en cuanto a ese ostentar simbólico. Tal es ese cambio que las tendencias a la hora de consumir han cambiado en un paso de la modernidad a la posmodernidad. Se debe recordar que el gran paso fue de la importancia de la producción a la inexorable relevancia del consumo. Cueto (2011) observa que en cuanto a las actitudes del consumo se dan tres tendencias que

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marcan la diferencia entre el mundo posmoderno y el mundo moderno. En este caso habla de Madrid, pero la misma secuencia puede ser aplicada a París o a Londres. La primera tendencia es la importancia reciente de la primacía de lo instantáneo y de lo efímero frente a lo histórico y perdurable. Por ejemplo, los consumidores prefieren la comida rápida y las noticias en directo. Además, ahora cada vez más los bienes de consumo tienen un nivel de vida inferior al de etapas anteriores. A esto se le llama tasa de obsolescencia. Sin embargo, no solo tiene que ver con el periodo de vida del producto. También se consume por moda, prestigio, competitividad de estatus, innovaciones técnicas o seducción por el diseño (Cueto, 2011:47). El culto de lo efímero va unido al privilegio de la vanguardia porque solo las clases privilegiadas tienen derecho a la actualidad de los modelos (Baudrillard, 1979:35-36). La siguiente es que también se da una supremacía de lo universal frente a lo local o nacional. Es por esa razón que los ciudadanos son más cosmopolitas (se nutren de lo que triunfa a escala internacional) y se diferencian del casticismo y del costumbrismo más propio de un ciudadano de pueblo. La ciudad, en definitiva, es el destino territorial e ideal del hombre consumidor aunque viva en el pueblo: el sistema ecológico que es propio de las muchedumbres consumidoras está articulado por ese conjunto de signos que son el asfalto, los neones, los supermercados, las autopistas, las vallas publicitarias, los semáforos, la contaminación, el tráfico espeso (…) Consumir significa integrarse socialmente, pero integrarse en un estilo de vida metropolitano, aunque se consuma desde la ruralidad (Cueto, 2011:57-58).

La última tendencia es el triunfo de lo popular frente a lo elitista o académico cuyo objetivo es el entretenimiento. El entretenimiento, sin duda, es uno de los grandes contenedores de ritos posmodernos. Como dice Cueto: “vendemos nuestro trabajo para comprar tiempo libre” (Cueto, 2011:49). Es decir, que la satisfacción de las necesidades teóricamente liberadoras nos obligan a trabajar. Entre los ritos más conocidos se encuentran: la famosa semana de vacaciones, las navidades, la gastronomía, el paseo por el centro comercial y hacer colas en rebajas. La curiosidad de todo ello es que utilizamos

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ese tiempo libre que nos ofrece el trabajo para consumir, no para la emancipación 14 individual. Las ciudades occidentales en resumidas cuentas son, a consecuencia de las transformaciones que ha sufrido con el consumo de masas, un poco más cosmopolitas, más universales, más populares y más efímeras que antes: “oímos reggae, miramos un western, comemos un McDonald a mediodía y un plato de cocina local por la noche, nos perfumamos a la manera de París en Tokio, nos vestimos al estilo retro en Hong Kong, el conocimiento es materia de juegos televisados” (Lyotard, 2005:17).

3.2. La realidad a través de los mass media. El consumo de masas está unido con la comunicación y la informatización de la sociedad: “los mass media diseñaron con nitidez, como si de una perfecta radiografía se tratase, el perfil del hombre consumidor” (Cueto, 2011:51). Sin olvidar que los mass media están regidos por las leyes fundamentales de la lógica de consumo. Una vez analizada la sociedad del consumo de masas, conviene hacer una revisión sobre las múltiples e importantes implicaciones que ha tenido el desarrollo del mundo de lo massmediático en la sociedad posmoderna. Nietzsche, el profeta de la posmodernidad, decía aquello de que el mundo verdadero se está convirtiendo en fábula15. Es uno de los temas que, a grandes rasgos, preocupaba y preocupa a los posmodernos: la realidad ahora más que nunca no se puede conocer si no es a través de sus representaciones. Gianni Vattimo, comienza una de sus obras de referencia, La sociedad transparente (1990), declarando la viabilidad actual de la posmodernidad expresando total acuerdo a que vivimos en una sociedad de la comunicación generalizada por el uso de los mass media. Los mass media que son cada vez más diversos y ocupan más y más redes de distribución, reproducen con imágenes fragmentos de la realidad mientras que presumen de su supuesta objetividad. Sobre la

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Los utopistas modernos (Marx, Proudhon, Lafargue, Comte, Huxley y Orwell) decían que el ocio implicaría la emancipación de las clases trabajadoras y del individuo. 15 Citado en Vattimo (1990:108).

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estrecha relación entre las ciencias humanas y la sociedad de la comunicación, Vattimo dice que: (…) las ciencias, en su forma moderna de ciencias experimentales y «técnicas» (manipuladoras del dato natural), constituyen su objeto en lugar de explorar lo «real» ya constituido y ordenado, esto mismo se aplica muy especialmente a las ciencias humanas. Estas últimas no se limitan a afrontar de un modo distinto un fenómeno «externo»: el hombre y sus instituciones, dado desde siempre; sino que, además, resultan ellas mismas posibles, tanto por lo que se refiere a su metodología propia, como por cuanto concierne a su ideal cognoscitivo, sólo por el modificarse de la vida individual y social; por el darse concierto de un modo de existir social que se plasma, por su parte, directamente, en las modernas formas de comunicación (1990:89).

Por otro lado, Lyotard revelaba que la dominación de la tecnociencia es tan arrasadora que los enunciados cognoscitivos están a merced de un fin: la performatividad, el espectáculo, el criterio de lo técnico (2005:19). Además de la contribución de los mass media a la destrucción de los metarrelatos (Lyotard, 1984). No hay realidad más allá de la que se representa. La realidad representada es la totalidad de la realidad, aun a sabiendas de que lo que se trata es de una microrrealidad. A merced de estas consideraciones, Cueto observa cómo la información y la comunicación están al servicio de la economía, que lejos de favorecer un interés cognoscitivo, su principal función es la de enaltecer el consumo: y no es que la historia se repita, es que la materia prima de este milenio, aquí o en Pekín, es justamente la comunicación. O mejor: la información y el negocio de la comunicación. La gran mutación tecnológica (y, al mismo tiempo, económica) consiste en trasladar de sitio el mercado y el consumo. Hasta hace un decenio estaban en el exterior, fuera de casa. Ahora mismo, el mercado y el consumo están en el interior, en el cuarto de estar, en el epicentro del hogar. En consecuencia, la gran guerra mundial a la que me refiero, digital o analógica, poco importa, consiste en controlar ese nuevo espacio mercantil (local y global a la vez: “glocal”) en el que se decide el futuro de la economía mundializada y sin fronteras (Cueto, 2011:99).

Más allá del negocio de la información y de la comunicación, debemos prestar atención al análisis de sus implicaciones. Con la transmisión de los conocimientos ya no se busca 22

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como antes se hacía formar una élite que guíe a la nación a su emancipación sino dotar jugadores del sistema. Es parte de la tesis central de Vattimo. El autor asume que (1) el nacimiento de una sociedad posmoderna los mass media desempeñan un papel dominante como ya se ha recalcado, (2) que éstos no favorecen una sociedad más «transparente» y (3) que en este «caos» relativo residen nuestras esperanzas de emancipación (Vattimo, 1990:78). Lyotard, ya tenía asumida la imposibilidad de la emancipación de la humanidad tras el fin de la modernidad y al compás del advenimiento de la tecnociencia, incluyendo los mass media. Esto se refleja cuando dice aquello de que la modernidad nos ha enseñado a desear la extensión de las libertades políticas, de las ciencias, de las artes y de las técnicas porque prometían la emancipación del despotismo, de la ignorancia, de la barbarie y la miseria (Lyotard, 2005:110). Digamos que, a grandes rasgos, Lyotard y Vattimo están prácticamente de acuerdo en esta cuestión. Dando otro paso, lo que se debe preguntar ahora es si en la ciudad posmoderna los mass media transfieren la perversidad de la opacidad de la transparencia y de la imposibilidad de la emancipación. Sintetizando, los mass media que se multiplican en la posmodernidad tienden a reflejar una microrealidad que no es sino la representación de un tipo formal de realidad, una máscara y, por lo tanto, las representaciones que los mass media ofrecen no son la realidad, son una fábula. Cueto alude a la capacidad de los mass media para crear una realidad aunque no llega tan lejos en la profundidad del análisis de Lyotard y Vattimo, pero sí deja claro desde su perspectiva que los medios de comunicación no solo son redes o vías de transmisión, son creadores de realidad: Los medios de comunicación de masas son algo más que medios, que mensajeros del acontecimiento, que reproductores de lo real, que transmisores de actualidad, que amplificadores de los signos del tiempo, que soportes mitológicos. Los mass media son mito, signo omnipresente, actualidad indesmayable, realidad sin competencia, acontecimiento puro (Cueto, 2011:108).

Con un cierto aire sarcástico, Cueto anuncia que el acontecimiento transmitido por los medios de comunicación de masas es la realidad existente. Y añade que no sólo inciden directamente en la producción de lo histórico, también transforman lo real en realidad (Cueto, 2011:109). Esta declaración en la que representaciones de la realidad a través de 23

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los medios se convierten en la única realidad disponible forma parte de la teoría de Vattimo cuando dice aquello de que las imágenes del mundo que nos ofrecen los media y las ciencias humanas, aunque sea en planos diferentes, constituyen la objetividad misma del mundo (1990:107). De nuevo, el fantasma de la máscara se convierte en la realidad incuestionable de la posmodernidad. La tecnociencia de la que se hablaba en el epígrafe 2.1. es la gran portadora y creadora axiomática de la realidad que disponemos. Se entiende que la realidad inconcebible es una de las grandes problemáticas posmodernas que surgen por el gran poder que transmiten y crean los medios de comunicación de masas. En ese mismo sentido, Baudrillard (1985) entiende la realidad posmoderna como un simulacro en el cuál los sujetos solo podemos conocer la superficie y no la profundidad de los hechos. De esta forma, la realidad es aparente, ficticia, simulada. No existe otra realidad. La esencia de las cosas para los posmodernos es la superficie. Baudrillard tiende al conformismo, pues piensa que no nos podemos quedar más que con la realidad ofrecida en gran parte por los medios de comunicación de masas y todo lo que ellos distribuyen. Para el autor, todo es un espectáculo. La única salida es dejarse seducir por los objetos. Admitir la condición posmoderna y sucumbir. A continuación, se relatarán mitos y ritos que se han creado en la posmodernidad que constatan la vigencia de la condición posmoderna en las ciudades más desarrolladas.

4. Mitos y falacias en la posmodernidad. Una vez se ha situado la base para comprender la complejidad de la sociedad posmoderna, es indispensable hacer una revisión sobre las principales representaciones que se dan sobre ella. Para ello, a continuación se relatan los mitos y las falacias más comunes y se destapan sus premisas. Conviene destacar la importancia de los ritos y mitos que construyen el lazo social en la posmodernidad. Tanto Nietzsche, como los posmodernos Lyotard, Baudrillard, Vattimo y, por otro lado, Cueto observan una realidad confabulada, esto es, construida a través de un sistema que crea fábulas, mitos y ritos. En primer lugar y, prolongando la perspectiva de Lyotard (1984), la naturaleza del lazo social en la posmodernidad rompe con la modernidad en cuanto los estados dejan de 24

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ostentar el monopolio de la decisión. Cada vez son más los entes que alteran la función clásica de la política tradicional. El poder de decisión en gran parte está en manos de los organismos creados y derivados del ascenso de lo tecnocientífico: “la clase dirigente es y será cada vez más la de los «decididores»” (Lyotard, 1984:35). Tras la consolidación de los estados-nación, las instituciones políticas clásicas han perdido peso. En gran medida por el contacto que han mantenido con la esfera económica. Tras este proceso de traslado del poder de unas entidades a otras, la sociedad ha sufrido un cambio incuestionable: los individuos que forman parte de ella se han visto atomizados. Sin embargo, a pesar de esa atomización entre los individuos que componen la sociedad hay un lazo que los une. Ese lazo pasa por una serie de enunciados de diferentes formas y efectos: denotativos, prescriptivos, valorativos, performativos, etc. (Lyotard, 1985:38). Como se anunciaba anteriormente, para analizar la naturaleza de los lazos sociales Lyotard apuesta por poner en práctica una teoría de la comunicación con otra que tenga en cuenta la agonística de los presupuestos. Para su aplicación se deben evaluar los mitos y ritos en cuanto al carácter de su enunciado y el efecto que realiza. Se recuerda que “el lazo social está hecho de «jugadas» del lenguaje” (Lyotard, 1984:28). Los mitos que se crean en la posmodernidad son procesos de la representación de las cosas y de los hechos provocados por el consumo de masas y mitificados en los mass media. El posmoderno Roland Barthes (1999), en una de las grandes obras que se han escrito sobre los mitos en la posmodernidad, se refirió a ellos como un habla, un mensaje con múltiples y variadas formas de representación: cine, publicidad, deporte, fotografía, espectáculo, etcétera. Más precisa es la definición de Cueto: “conjunto de hechos que provocan y configuran esos acontecimientos centrales o periféricos en los que nos hablamos y reconocemos sin más, como seres social o individualmente integrados en un paisaje en vías de transición industrial” (2011:105). Cueto le da una gran importancia a la existencia de mitos en la sociedad. Relata cada uno de los mitos que va observando y que guardan una relación íntima con el consumo de masas y con la gran repercusión de los medios de comunicación. Observa ciertas conductas en el consumo vinculadas a lo deseable dentro de las representaciones que ofrecen los mass media. 25

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La primera premisa para la articulación de los mitos es que “el aparato publicitario va encaminado a fomentar la soberanía del consumidor, a la persuasión de su personalidad, a la satisfacción de esa necesidad” (Cueto, 2011:53). La soberanía del consumidor es para Cueto una falacia. El enunciado performativo para vender un producto o un diseño o una moda o cualquier cosa que nos imaginemos sería “tú no tienes esto, yo te lo ofrezco porque tú lo necesitas” o “tú ves éste programa porque tú lo deseas”. Ahora bien, su carácter agonístico nos avisa que “si tú lo necesitas no es porque yo lo ordene, sino porque todos lo tienen o lo ven (todos menos tú)”. Es un enunciado performativo a la hora de presentar ese producto y adquiere a su vez un carácter agonístico porque entra en conflicto y en lucha con uno mismo, con los intereses propios, dado que antes de su presentación no sabía que los tenía (o simplemente no los tenía). La agonística se encuentra en la persuasión, en la concesión ficticia de la libertad de acción al sujeto. Es ficticia porque juega con esa libertad, se la facilita para luego arrebatársela. Ese conglomerado industrial que se legitima en el hacer dinero –que parece en nuestros días que es la aspiración de cualquier individuo– no se preocupa por la transgresión de las normas éticas. Ni siquiera la ley del estado pone cotas a ello. Piénsese en todos los actos que se han presenciado bajo la premisa “la audiencia lo ve, luego desea verlo”: ataques de ansiedad televisados en Telecinco, el morbo de los reality shows como Gran Hermano o Supervivientes16, el asesinato televisado de Saddam Hussein, modelos excesivamente delgadas en los paneles publicitarios, videojuegos altamente violentos, utilización de niños en concursos en horario nocturno de cocina como Masterchef Junior o de música como La Voz17 y un largo etcétera. Esa es la falacia por antonomasia: dogmatizar la soberanía del consumidor. Y esa es la condición posmoderna, “todo vale” mientras produzca dinero. Entendiendo este presupuesto del que hay que partir ya se pueden desmitificar todos los mitos. El primer mito desmitificado es que los mass media son los creadores de la historia. Tan sencillo como que sin acontecimientos no hay historia. La actualidad y la historia del presente tienen un color sensacionalista. El modelo narrativo actual es el telediario, de la

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Programas televisados por el grupo Telecinco (España). Programas televisados por Televisión Española y Telecinco, respectivamente.

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misma forma que épocas anteriores lo era el boca a boca o la ficción literaria (Cueto, 2011:108 y ss.). Son los mass media los que a través de la difusión de acontecimientos encadenan una serie de historias posibilitando la disuasión civil: “tal es la razón principal por la que lo político se espectaculariza y lo social se mitologiza” (Cueto, 2011:111). Lo social se mitologiza en función de que se crean héroes o conductas heroicas que desafían al espectador a participar en ellas. Los dioses de hoy son conocidos y admirados simplemente por ser conocidos, por salir en la televisión, en el cinematógrafo, en la radio, en la prensa o en la publicidad (Cueto, 2011:113). Como se observa, el invite del massmedia a la participación – la audiencia – es un enunciado performativo (es un hecho en sí mismo) y agonístico (invita a la lucha de los intereses contrapuestos del individuo y entre en conflicto con otros individuos en su misma situación de deseo de transgresión a lo que podemos llamar pantalla). El segundo mito desmitificado de los mass media es la perdurabilidad ilimitada. En los mass media todo es efímero, de usar y tirar: “famas, seducciones, divismos que se destruyen casi en el mismo momento de su consagración electrónica” (Cueto, 2011:113). El proceso es el siguiente: Los medios de comunicación de masas producen y reproducen en cantidades industriales miles de rostros, máscaras, figuras de estilo y entonación, modelos de identificación y seducción. Pero es necesario que la fama surja a través de las pantallas y altavoces (…). Sin esa continua exposición a la radio, la televisión, la publicidad o los periódicos no hay éxito posible. (Cueto, 2011:2014).

Piénsese en Michael Jackson: héroe del pop adorado hasta la saciedad. Aunque adorado en el pasado (pasado cuyas coordenadas están en un tiempo-espacio), ha transgredido la historia de la música. A eso se le llama mito. Sin embargo, su éxito fue efímero, limitado en la medida que se van creando otros mitos: Maradona, Marilyn Monroe, James Dean, Carod Wojtyla, Alaska, etcétera. La siguiente desmitificación del mito bien podría ser la necesidad de la juventud. Todo es joven y bello. Todo parece tender a la invocación de la eterna juventud. Piénsese ahora en la cosmética, el deber de estar en forma, la medicina rejuvenecedora o los implantes mamarios. Todo en la pantalla tiende a la belleza de la juventud. Esto ya existía. Existía 27

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la adoración a Eros18 o a Venus19 y existe también en el Fausto20 de Goethe. La diferencia es que si antes se vendía el alma para conseguir un cuerpo en virtud del amado o amada, ahora se vende el cuerpo “a las multinacionales de las apariencias para salvar su alma negociante” (Cueto, 2011:120). Qué acertado estaba Francisco de Goya cuando pronunció “el sueño de la razón produce monstruos”. Cuando se decía anteriormente que la técnica y la ciencia se regían por criterios de eficacia, se dejaba a entrever la importancia de sus consecuencias. La razón está en desuso en nuestros días, por no decir que está muerta. La industria de lo tecnocientífico triunfa cuando la materia que se le ofrece al espectador o al consumidor destila ganancias por encima de la inversión inicial. La falacia está en creer que los criterios de audiencia o de consumo son más que elementos legitimadores. La trasgresión de las normas éticas –que no morales– por el autoritario poder de eficacia del que tanto se ha hablado en este trabajo evidencia un nulo camino hacia la emancipación del individuo. Ya se ha afirmado la imposibilidad de la emancipación vía transparencia (Vattimo, 1990). Es bien conocido que la industria existe para maximizar beneficios. A este respecto, y con el motivo de ofrecer una, llámese, solución, Baudrillard (1985) apostaba por la seducción de los objetos. Era partidario de dejarnos seducir por ellos, dejando atrás la negación de nuestra condición posmoderna: ¿no es eso una forma, llamémosle posmoderna, de permanecer alienado? De no revelarse, de consumir como todas las masas consumen, de no sucumbir la «asocialidad». ¿Es esa la realidad existente donde la esencia está en la superficie de las cosas? Todo apunta a que sí. Como dice Cueto: “todavía somos algo más que meros consumidores de publicidad. Mejor dicho, somos esos, pero no solo eso” (2011:54).

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Dios de la mitología griega que representa la belleza y el amor. Diosa de la mitología romana que representa el amor, la belleza y la fertilidad. 20 Obra de Goethe cuyo personaje principal vende el alma al diablo a cambio de juventud y belleza con el fin de conseguir a su amada. 19

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6. Conclusiones. El presente proyecto ha puesto de manifiesto una introducción a un nuevo marco teórico en el que sea el marco el que se adapte a los hechos y no al revés. Se ha planteado el modelo de los pensadores posmodernos y se han explicado distintos aspectos de las sociedades desarrolladas con el fin de acercarnos a su comprensión, y aquí es donde se ha defendido esta teoría ofreciendo una comparación con la posmodernidad según Juan Cueto. También se ha tratado de explicar con palabras de este mundo el momento de incertidumbre que están viviendo las sociedades denominadas más desarrolladas. Con todo ello se puede concluir con que se vive un momento en el que los objetos se nos presentan ante nuestros ojos, seduciéndonos, haciéndonos partícipes del espectáculo y del cuál es difícil escapar. Baudrillard (1985) decía aquello de que la sociedad estadounidense está obesa pero no de cuerpo, sino de información, siendo el individuo incapaz de digerirla y comprenderla. De tal forma que la sociedad es una especie de rehén secuestrada en su condición posmoderna. Incluso, Baudrillard (1985) llegó a afirmar otra anomalía muy presente y es que parece que se ha llegado a un punto más allá de la alienación, a lo que con términos posmodernos lo denomina obscenidad. Es inevitable recordar que ya no se dispone de grandes ideologías como vías de escape hacia un proyecto político común. La gran ideología es la del capital, la eficiencia. Y su portador es el mercado. Intuía Cueto que el mundo está cambiando de rumbo (2011:92). Esa es la idea que dominaba en las últimas décadas del siglo XX: momento en que caen en desuso todas las grandes ideologías, incluida la única que podía salvarnos del capitalismo, el comunismo. De la ruina del proyecto moderno se empezaban a crear los pilares de la posmodernidad, una condición que no se rige por una razón, como sí ocurría en tiempos anteriores. El único relato que sobrevive a nuestros tiempos es el de la ciencia. Ahora todo parece estar enmarcado en técnicas de eficacia de mercado. Así se originó la condición posmoderna donde hay un nuevo modelo industrial, una mutación tecnocientífica, nuevas formas de vivir, de producir y de consumir junto con una economía globalizada. Por supuesto que estos hechos no han dejado el orden de las cosas intacto. Teniendo en cuenta todas estas cuestiones que el trabajo ha ido desarrollado con mesura en todos sus puntos, se puede 29

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concluir firmemente la vigencia del modelo explicativo y la necesidad de su consideración a la hora de estudiar el estado de lo social en las sociedades desarrolladas. Se decía que Madrid lo mismo es Tokio que París, pues en el fondo comparten una serie de mecanismos que configuran los comportamientos sociales. La alta conectividad entre esas sociedades manifiesta una alta congruencia y una recreación ficticia de la realidad. Baudrillard (1985) hablaba de la exaltación del orden ficticio y convencional del mundo, donde hay una gran cantidad de datos en los cuales se encadenan los hechos: “así es la ceremonia del mundo, su ordenación perfecta (…), no hay misterio: sino el desenvolvimiento puro, la cifra pura del ceremonial de los días y de las noches con sus obligaciones” (1985:181). Ese cambio de rumbo de la historia es su propio fin, un presente que se ha vuelto perpetuo y donde solo cuenta el “aquí y ahora”. Esa es la gran ley que se esconde tras todo aquello a lo que en este trabajo le ha dado un nombre: masas consumistas y altamente informatizadas. El aparato tecnocientífico no se desarrolló para buscar la libertad, sino con motivo de la experimentación y bajo la narrativa legitimadora de la necesidad encubierta. Las máquinas artificiales e inteligentes no pueden prometer la emancipación universal: para Lyotard (2005) quedó patente en Auschwitz. A través de la mutación tecnocientífica, los mass media empezaron a tener la autoridad que el poder de la política tradicional iba perdiendo. Los mass media no solo buscan el máximo beneficio, sino que a través de la acumulación de poder que han ido ganando se han convertido en toda una autoridad creadora de mitos y ritos. Los mass media auguraban una sociedad y política más transparente. Pero esa era de la transparencia solo ha conseguido que el ciudadano esté eternamente conectado al “qué está pasando”. Por supuesto que los medios de comunicación de masas han creado una realidad aparente a través del acontecimiento. Una realidad de la que ahora disponemos. Baudrillard en la guerra del Golfo no ha tenido lugar (1991) afirmó que los medios dieron un lifting a la violencia de la guerra, enmascarando los hechos, pues no dejó de ser un espectáculo. Como se decía, la sociedad es un rehén que se ha creído esta simulación. Todo ello fue favorecido por el ascenso del consumo como diferenciador de clase en un entorno donde empezaban a nivelarse las masas. Es decir, que el consumo –consumo 30

La sociedad posmoderna

María Miranda Baroja

individual y sistema de bienestar social– que salvó al capitalismo de su propia trampa, hizo disponer de un nivel medio estándar para la creación de nuevas masas. A esa gran masa se le llama clase media. Pronto, los objetos en la relación sujeto-objeto iban a asumir un valor extra: los objetos son elementos diferenciadores de clase, generadores de jerarquía social y de poder. Es ahí donde los posmodernos observan una nueva tendencia a la conflictividad de clases. En definitiva, la relación entre el consumo de masas junto con la autoridad massmediática creadora de mitos y ritos entre ambos, pone en duda la emancipación individual. La posmodernidad es el momento de incertidumbre que viven nuestras sociedades desarrolladas, esa fascinación que tienen hacia los objetos, ese aparato tecnocientífico que no para de crecer. La condición posmoderna es eso exactamente, la falta de un proyecto, la no voluntad de orientación a un fin. Cuando todo es político, se llega al fin de la política como destino, al comienzo de la política como cultura, y a la miseria inmediata de esta cultura política. Lo mismo ocurre con lo social, la historia, la economía, el sexo (Baudrillard, 1985:59). En términos generales, la posmodernidad ha de ser entendida en juegos narrativos y agonísticos. Así, en este trabajo se han analizado los ritos principales, los mitos y las falacias repetitivas derivados de la autoridad de los mass media y del consumo generalizado. Poniendo en cuestión la soberanía del individuo, donde sus elecciones son elecciones masificadas. Por todos estos motivos, la posmodernidad es un modelo altamente explicativo. No se puede hablar de modernidad sino de una condición posmoderna que cada vez tiene más cabida en la exposición de la realidad social. Concluyendo, la razón moderna que llevaría a la emancipación del individuo está en suspensión y con ella se han desestructurado todas las esperanzas de emancipación del individuo. La emancipación en la posmodernidad, tal y como ha sido explicada, es una cuestión que no tiene cabida pues las sociedades posmodernas son incapaces de crear proyectos comunes dado su nivel de alienación con el mundo de los objetos. La defensa del saber posmoderno es una primera vía para una toma de conciencia social.

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María Miranda Baroja

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