La destrucción de la Utopía en la Narrativa Chilena del 90

May 24, 2017 | Autor: Leonello Bazzurro | Categoría: Utopian Studies, Literatura Latinoamericana, Literatura Chilena Contemporanea
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Descripción

Pontificia Universidad Católica de Chile Facultad de Letras Departamento de Literatura Seminario de Licenciatura Profesores: Ignacio Álvarez Macarena Areco

Reconfiguraciones de lo utópico: “El lugar y la función de la utopía en el imaginario social y en la narrativa chilena de la transición y la democracia”

José Leonello Bazzurro Gambi

Diciembre de 2006

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Índice Índice comentado. Estructura del Trabajo……………………………..……….………………….………..2 Introducción i. Utopía……………………………………………………………………………………4 ii. Literatura y Utopía………………………………………………………….……..…….6 iii. Hipótesis de investigación……………………….………………………………..…….7 Marco Teórico I. ¿Qué es la utopía? i. Brevísimo recorrido histórico……………………………………………...…..….…….9 ii. Génesis de la actual concepción de la utopía…………………………………….……10 iii. Características fundamentales sobre la función y la estructura de la utopía……..…...11 iv. Características éticas: utopía v/s distopía……………………………..………..…......13 v. Distopía neoliberal……………………………………………………...……………..14 II. Utopía y Literatura i. Modos de transición entre utopía y topía: del deseo a la obra literaria……...……..…..16 ii. El imaginario social……………………………………………………...………….…17 iii. Formas/formatos de la utopía: género literario, funciones narrativas………...………18

Análisis Textual. Trabajo en terreno: Topografía de lo no-existente………………..………..…………...20 I. Crítica del presente: El topos sitiado……………………………………..………………….…20 i. Santiago cero (1989): Santiago cero, nulo, muerto………………………………....….21 ii. La secreta guerra santa de Santiago de Chile (1989): maneras de hacer la guerra…...23 iii. Cien pájaros volando (1996): secreto a voces, la represión continúa……………...…26 iv. 2010: Chile en llamas: crisis apocalíptica, el fracaso de la distopía neoliberal…...….28 II. Presentación y deslegitimación de las propuestas utópicas…………..……………………….31 Arsenal retórico y genérico….…………………………………………..…………..….31 i. Santiago cero: escepticismo y represión de lo utópico………………..…………….…35 ii. La secreta guerra santa: incertidumbre vital ante lo utópico………….…..…………..39 iii. Cien pájaros volando: el absurdo heroísmo de la utopía……..………………..….......44 iv. 2010: Chile en llamas: las distopías en disputa….………………..……………….….48 III. Tesis filosóficas sobre el sentido y la función histórica de la utopía…………………....……51 Conclusión I. El actual topos de la utopía ¿Cómo pensar hoy la utopía?..........................................................57 i. Búsqueda teórica de una utopía para el presente………………….……………………58 ii. Búsqueda vivencial de una utopía para el presente…………….………………………61 iii. ¿Qué sucede con la literatura?.........................................................................................64 Bibliografía………………………………………………………..…..………………………………..….66

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Índice comentado. Estructura del trabajo El seminario se divide en dos grandes secciones, en la primera se presenta el marco teórico y en la segunda el análisis textual. El marco teórico se ordena en dos capítulos: “¿Qué es la utopía?” y “Utopía y Literatura” El primero “¿Qué es la utopía?” corresponde a un recorrido por las cuestiones más relevantes y pertinentes acerca del concepto de utopía, abarca de esta manera un seguimiento histórico del concepto hasta el presente; los rasgos los rasgos estructurales, funcionales y éticos que definen a la utopía y las características que definen éticamente a la utopía (diferenciándola de la distopía). El segundo capítulo “Utopía y Literatura” tiene como objetivo conectar críticamente la utopía con la literatura y el texto literario, para lo cual expone uno de los conceptos centrales del presente trabajo: el imaginario social, mediador por excelencia entre la literatura y la utopía. Por último ya insertos en el campo literario son presentadas las maneras en que la utopía se organiza a nivel textual (como género literario y en tanto realizadora de funciones narrativas). La segunda gran sección del seminario corresponde al análisis de las novelas, nominado Análisis Textual. Trabajo en terreno: Topografía de lo no-existente. Esta sección comprende tres capítulos: “Crítica del presente: El topos sitiado”, “Presentación y deslegitimación de las propuestas utópicas” y “Tesis filosóficas sobre el sentido y la función histórica de la utopía”. El primer capítulo “Crítica del presente: El topos sitiado” revisa, analiza e interpreta la configuración crítica que cada novela construye acerca del país y la sociedad. Por tanto presenta cuatro apartados, uno para cada novela. El segundo capítulo “Presentación y deslegitimación de las propuestas utópicas”, luego de sentar la teoría necesaria para el análisis, procede a analizar el particular tratamiento literario que los textos utilizan al referirse acerca de la utopía (ironía, parodia, sátira, grotesco, absurdo,

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recursos lógico-narrativos, tramas invertidas, desenlaces narrativos) con el objetivo de descubrir e interpretar el ethos predominante (nostalgia, escepticismo, incertidumbre, absurdo, represión, reivindicación, apocalipsis). De igual forma que el anterior capítulo, presenta cuatro apartados, uno para cada novela. El tercer capítulo “Tesis filosóficas sobre el sentido y la función histórica de la utopía” presenta un análisis integrado y general sobre las propuestas epistemológicas de las novelas que señalan el posible sentido o función que cumpliría la utopía en la historia de la humanidad. De tal forma, el presente capítulo sirve también para adelantar la conclusión. Para finalizar, el último capítulo del seminario “El actual topos de la utopía ¿Cómo pensar hoy la utopía?” desarrolla las conclusiones y proyecciones.

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“Quien no se atreve a concebir lo imposible, jamás puede descubrir lo que es posible” Hinkelammert Introducción i. Utopía Volver a reflexionar seriamente acerca de la utopía, situados esta vez en medio de nuestro presente, de nuestro país, continente y planeta, supone varios problemas que necesariamente deben ser abordados y resueltos de una manera inteligente y original, que contemple un fortalecido aparataje crítico y una particular convicción acerca del sentido de lo colectivo. Afín al imaginario de la utopía, plantearé la manera en que las distintas fuerzas que ordenan la realidad social fijan sus discursos en torno a ella. El mapa se configura así: por un lado el discurso intelectual “oficial” de la posmodernidad (Lyotard en La condición posmoderna, por ejemplo) anuncia que desde los años cincuenta ingresamos a nivel global en una era postindustrial y posmoderna que decreta el fin de los metarrelatos y los grandes sistemas ideológicos, otorgando un certificado de defunción extensible a las utopías. Se genera entonces una profunda “crisis de la razón utópica” o “crisis del pensamiento utópico” (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 322). Por otro frente, tenemos la hegemónica fuerza del mercado, sinónimo forzoso de neoliberalismo que guía el mundo económico según la lógica de la razón instrumental, de la competencia y la ganancia y nos arrastra con él y con lo que reconoceremos como su distopía neoliberal. Obediente a este paradigma nuestra experiencia personal nos dice que constituye la “opinión general” y el sentir público y personal, el que ya no estamos en épocas de soñar, puesto que dejamos de ser “ingenuos” y nos resignamos en la supuesta estabilidad que el Estado Neoliberal (Salazar y Pinto 99) brinda a sus ciudadanos. Al retrotraer tal panorama a nuestra realidad nacional, vemos confirmados sus juicios en los efectos a largo plazo del régimen dictatorial. De manera tal que en la llamada época del pospinochetismo (De la Parra, “El

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desencanto encantado” 78) o de la transacción (por transición) con la clase política militar hacia la democracia, reconocemos secuelas tan lamentables como la progresiva deslegitimación de los partidos políticos (Larraín, ¿América Latina moderna? 176), la escasez de movimientos civiles organizados y la reconversión de la potencialidad utópica –es decir, estipuladora de deseos- hacia la esfera de lo privado. Por consiguiente, constatamos que son muchos los frentes que articulan un entramado poderoso entre democracia, neoliberalismo y posmodernismo, el cual critica la mera intención de imaginar nuevas utopías, fechando su definitivo funeral mundial en 1989 –si nos basamos en el juicio histórico del derrumbamiento del muro de Berlín- y en nuestro país, en el fracaso de la Unidad Popular y en su antecesor histórico de los gobiernos radicales –Pedro Aguirre Cerda, a mediados de siglo (Brunner 68). Es de notar, por tanto, que nuestro imaginario social ya no dedica tiempo a pensar, recordar o creer en aquellas utopías figuradas como causas ingenuas, anacrónicas o incluso totalitarias. La escasa relación que se establece con aquellas causas, movimientos e ideas aparece teñida por el líquido letal e infértil de la nostalgia. En definitiva, pareciera ser que en la actualidad las utopías, en tanto discurso o imaginario humano, carecen de vida, están situadas en un pasado que paradójicamente siempre preconizaba un futuro en donde habrían de realizarse. Nosotros vivimos aquel supuesto futuro. Pues bien, inicialmente participante relativo de estas apreciaciones y de este escepticismo colectivo, me aboqué al estudio del concepto de utopía y especialmente de la manera en que aún pudiese manifestarse en la actualidad: transición y democracia Chilena en el plano político, neoliberalismo en el económico y posmodernismo en el sociocultural. Pienso ahora, luego de haber recorrido la literatura al respecto y de haber cotejado con las iniciativas sociales posiblemente utópicas, que existen poderosas razones para seguir creyendo

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que nuestra vida, nuestro existir político, biológico, cultural y económico continúa o puede continuar ordenándose alrededor de este bello ideal que es la utopía. Por supuesto que tal proyecto utópico inserto en el siglo XXI y pensado principalmente desde la realidad chilena poseerá una formulación propia y renovada, cuya configuración reciclará solo lo que considere válido y efectivo de las anteriores utopías (decimonónica ilustrada, radical, socialista, hippie, etc.). Justamente en esta operación reconocemos un rasgo esencial de la utopía: el continuo cuestionamiento y reformulación de una crítica sociopolítica y una propuesta alternativa -ideal y necesaria- según el ideario valórico propio de cada período histórico. En este sentido, pienso que la utopía actual no gira únicamente en torno a lo que sería mejor para toda la humanidad (rescata así el poder de los colectivos locales de resistencia), ni se desgasta en elucubrar teleologías rígidas o planes deterministas y totalizantes que asignan a cada hombre un determinado rol. El desafío de una actual utopía, por tanto, consiste en componer un programa ideal desde una concepción abierta, razonable y determinada (Hopenhayn, Ni apocalípticos 278). ii. Literatura y Utopía La literatura, entendida como una de las voces de la sociedad, se ha conectado a través de la historia de una manera activa con la utopía, desarrollando un género utópico (y distópico) e integrando en el discurso de sus diversas producciones culturales las preocupaciones de la utopía. En este sentido, la orientación del presente trabajo consiste en mostrar un puente de conexión entre literatura y sociedad, partiendo del supuesto de que la literatura y la esfera cultural residen en un particular nivel de la estructura social desde donde tienen alguna potencialidad para influir en el desarrollo de un interdependiente sistema político, económico, social y cultural (Jameson 33).

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Desde esta óptica la literatura se plantea abierta a la problemática social, histórica y política, presentando dentro de sí un conjunto de discursos antagónicos o “conflictividad interdiscursiva” (Rojo, “Tesis cuatro” 62) que la determinan como un “acto socialmente simbólico” (Jameson 61). En esta lógica la literatura no funciona únicamente como “reflejo” de problemáticas sociales reales, dado que en su discursividad replantea las contradicciones sociales de manera consciente e inconsciente, con el resultado de aportar una “solución simbólica” a esta contradicción del “mundo exterior”, que en el presente caso corresponde al problematizado imaginario utópico. Valiéndose de tal comprensión social de la literatura, este trabajo apunta a capturar la contribución que ella realiza a través de su actuar simbólico para la construcción de nuestro imaginario social de la utopía. iii. Hipótesis de investigación En concreto, la hipótesis es que la narrativa chilena de la transición y de la joven democracia problematiza el imaginario social en torno a las utopías, proponiendo un discurso semiarticulado que se caracteriza por su distanciamiento con respecto a los proyectos utópicos, para lo cual se vale activamente de los géneros de la sátira, la parodia, el grotesco, el absurdo y el tropo de la ironía. De tal manera, el rescate que se hace de lo utópico, a pesar de poseer momentos de apertura al escepticismo y provenir de un contexto de mayor democracia, no alcanza a constituir una imagen que legitime a la utopía como proyecto social válido. Esta narrativa señala así su sentencia y, de esta manera, colabora (al reflejar y confirmar) con la construcción de un imaginario social hegemónico en nuestra realidad, en donde los proyectos sociales no son incentivados y los sueños colectivos devienen anacrónicos, absurdos, ingenuos.

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Tal planteamiento se construye a partir del análisis de cuatro novelas ejemplificadoras de cuatro momentos, cuatro actitudes, cuatro imágenes o cuatro ethoi 1 con respecto a lo utópico. Así, la construcción que nuestra narrativa aporta al imaginario social de la utopía consiste en un primer momento de escepticismo radical, con Santiago Cero (1989) de Carlos Franz, que postula la negación/represión de cualquier proyecto utópico; continúa con un segundo momento de incertidumbre (y decisión ética), que plantea la mayor apertura –relativa- para con el escepticismo, tratado en La secreta Guerra Santa de Santiago de Chile (1989) de Marco Antonio de la Parra; le sigue un tercer momento del absurdo, con Cien pájaros volando (1996) de Jaime Collyer, que presenta una apertura desde la parodia y la sátira de menor alcance que la realizada por De la Parra, y un cuarto momento de lo apocalíptico en 2010: Chile en llamas (1998) de Darío Oses, en donde se usa estratégicamente la utopía, para profetizar los desastres de los totalitarismos tomando como eje la crítica a la distopía neoliberal. Finalmente, resulta notorio que la narrativa analizada, a pesar de hablar desde la distancia, no logra o no quiere separarse efectivamente de las construcciones utópicas. Pareciera ser que cierta literatura posmoderna sigue albergando en su forma escritural la polémica con la modernidad y sus utopías y tras denostar sus falencias no puede evitar identificarse con ellas. La cuestión recae, entonces, en comprender como ciudadanos lectores, activos consumidores de productos culturales, que efectivamente se está narrativizando a las utopías (y de una específica manera), pues aún resultan atractivas para nuestro imaginario. Estamos, por lo tanto, a medio camino entre el desecho y la recuperación lúdica y descontextualizada del pasado, propia de la posmodernidad. 1

“[U]n estado afectivo suscitado en el receptor por un mensaje particular y cuya particularidad específica varía en función de un cierto número de parámetros. Entre éstos, debe reservarse un gran espacio al destinatario mismo. El valor que se le da a un texto no es una pura entelequia, sino una respuesta del lector o del auditor. En otros términos, este último no se contenta con recibir un dato estético intangible, sino que reacciona a ciertos estímulos. Y esta respuesta es una apreciación” (Hutcheon 180).

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I. ¿Qué es la utopía? i. Brevísimo recorrido histórico Podemos rastrear la utopía en tanto concepto de lo que no es en ninguna parte, del no lugar o del hipotético lugar feliz (traducción de eu-topos) desde la Grecia clásica, en textos como La República de Platón; su marco propio, sin embargo, corresponde al siglo XVI, durante el Renacimiento tardío de Europa y sus expositores son Tomás Moro (creador del género literario, con su Utopía de 1516) y Tommaso Campanella. La utopía de Tomás Moro ataca directamente al incipiente capitalismo comercial en Inglaterra, criticando de manera radical a la propiedad privada y a la corrupción política. Propone en su lugar esta conocida isla, un “Nuevo Mundo” en donde la ética de los primeros cristianos es el bastión que sustenta un paraíso comunitario; por su parte, Campanella idea desde el Nápoles del siglo XVII la utopía de una democracia laboral, donde los turnos de trabajadores son reducidos –cuatro horas-, no existen siervos y el Estado comulga con la opinión civil. Posteriormente, entra en la historia de las utopías el iluminismo, que hizo suyo este concepto para dotar de fuerza política a las revoluciones burguesas. Ya avanzada la modernidad, a principios del siglo XIX, destacan los socialismos utópicos, en donde se fusionan “el pensamiento utópico y un pensamiento de emancipación social bajo la égida del romanticismo” (Celentano 95), resuenan allí los nombres de Saint Simon, Robert Owen, Charles Fourier y Étienne Cabet. La utopía de raigambre romántica llega a diversos países de América lugar de residencia de la utopía bolivariana-, siendo, por ejemplo, conocida en Argentina gracias a Esteban Echeverría. Ya entrado el siglo XX, y tras ser criticadas con justa razón por su totalitarismo -en obras como 1984 de George Orwell-, las utopías reconfiguran sus objetivos, dando lugar a que durante la década del 60 y 70 podamos diferenciar a nivel mundial cierta conformación geopolítica: mientras en América Latina triunfa la utopía de cuño marxista, originadora, entre otras, de la

Bazzurro 10 revolución cubana; en Estados Unidos y Europa surgen las “ecoutopías”, las cuales proponen un modelo de vida comunitario cuyo sustento ideológico radica en “la crítica de la sociedad de consumo y del monopolitismo comunista” (Celentano 96). ii. Génesis de la actual concepción de la utopía Ahora bien, tras la caída del muro de Berlín, la poderosa y acaso eterna alianza capitalismo-democracia 2 provocó que ciertos intelectuales y movimientos civiles concibieran a las utopías como una manera de oponerse a los discursos hegemónicos. Es así como actualmente la utopía está siendo reutilizada y repensada políticamente en tanto estandarte contra la globalización neoliberal. De esta forma, podemos valorar el crecimiento global de ciertas iniciativas utópicas como por ejemplo los Foros Sociales Mundiales que con apenas cinco años de existencia han logrado reunir a miles de utopistas 3 y la apertura de medios de información con líneas editoriales críticas y originales, como el reputado periódico francés Le Monde Diplomatique o la revista venezolana Utopía y Praxis latinoamericana (fundada el 2002), donde su fundador nos dice que Nosotros nacimos desde esa Utopia que desea, busca y encuentra como necesidad el utopizar el mundo en todas sus dimensiones, y, la consecuencia “lógica” de toda buena utopía es su capacidad re-creadora de la praxis que le sirve de mediación. Es en ella, la praxis, donde en efecto las utopías cobran vida y todo lo que de inalcanzables portan, es porque la esperanza que las alimenta y nutre, es un “ideal” que nunca muere (Márquez-Fernández 8). La propuesta entonces es que existe un intento general por reconfigurar lo político y lo utópico, en donde “lo que importa es destacar la fuerza constructiva que puede emerger de una 2

“Eterna alianza” planteada por Fukuyama en la hipótesis de “el fin de la historia” (Fukuyama 5). Entre los FSM cabe destacar al III Foro Social de Porto Alegre del año 2003 por su alta congregación y poderosos efectos sociales (Reigota 119). 3

Bazzurro 11 sensibilidad popular instalada en las prácticas de la gente, con prescindencia de cuán pobres son estos actores y en qué lugar geográfico se constituyen estas prácticas” (Lanz 108). 4 iii. Características fundamentales sobre la función y la estructura de la utopía a) Trascendental para la articulación del presente seminario resultará la distinción que Hopenhayn señala entre el impulso utópico y la formulación utópica. El primero comprende una “pluralidad de matices salvíficos, mesiánicos, y revolucionarios” (Retamal 2) reiterados a lo largo de la historia. El impulso utópico corresponde así a “la fuerza movilizadora; el gesto de indisposición y resistencia y la sedimentación de deseos sociales no realizados” (Retamal 2). Por su parte, la formulación utópica posee “una especificidad tanto crítica como propositiva” (Retamal 2) que genera “un corpus teórico de lo que debe ser un orden social específico que responde claramente a un contexto histórico particular desde el cual se elabora tal propuesta” (Retamal 2). De esta forma la relación entre ambas se gesta en cuanto “la formulación utópica viene a ser un catalizador de lo que encontramos en el impulso utópico” (Retamal 2). Por su parte, Max Horkheimer establece la intencionalidad como la característica más importante del pensamiento utópico. Siendo por tanto “Los caracteres de ahistoricidad –ucroníay de asituacionalidad [los que] constituyen la fuerza y la flaqueza del pensamiento utópico” (Celentano 97). b) En cuanto al momento de enunciación, los teóricos concuerdan (Hopenhayn, Celentano y Wallerstein) en que el pensamiento utópico siempre se genera en medio de crisis sociales, dándose por tanto “que las utopías tengan siempre dos aspectos: por una parte, representan la crítica de lo existente; por otra, la propuesta de aquello que debería existir” (Celentano 97).

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En el último capítulo “El actual topos de la utopía ¿Cómo pensar hoy la utopía?” se tratará detenidamente el tema de este apartado.

Bazzurro 12 Esta estructura dual de la formulación utópica constituirá un rasgo fundamental de su construcción, dotándola de una gran fuerza política y social debido a que es capaz de “enfatizar lo ausente en el orden que quiere contrastar, [como] también lo reprimido de ese orden” (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 327). En definitiva, la función crítica de la construcción utópica “no está dada allí para obtener una vana licencia de ensueño, sino para rehacer lo reprimido bajo la forma de lo nuevo. Y allí es donde utopía y estrategia se encuentran” (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 328). c) Con respecto al funcionamiento de la formulación utópica destaca el particular modus operandi con que ésta genera su narrativa. Tal modo de operar se vale de dos mecanismos simultáneos: reducción y potenciación. La reducción consiste en tomar de la realidad un determinado aspecto que es el que considera más deseable y promisorio, aislándolo en su proyección de todo factor o elemento exógeno que pueda distorsionarlo o neutralizarlo. Así es como por ejemplo la utopía neoliberal privilegia el mercado, aislándolo en su ficción de todo elemento que se oponga. Igual ejercicio hace la utopía comunitaria con la vocación solidaria de las personas, la desarrollista con el Estado planificador o la futurista con la sustitución del trabajo humano por el trabajo de máquinas (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 330). La potenciación “es la hipóstasis de lo previamente rescatado en la reducción”, es decir: “la reconstrucción de un universo social distinto al actual, y donde se prodiga y multiplica el elemento que la reducción ha previamente privilegiado” (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 330). De allí la omnipresencia del mercado en la utopía neoliberal, la eficacia absoluta del Estado Planificador en la desarrollista, la universalización tecnológica descontextualizada de sociedades y gobiernos en la futurista y la imagen de una sociedad civil participativa, autoorganizada, descentralizada y económicamente equitativa en las utopías comunitarias (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 331).

Bazzurro 13 d) Por último, como se podrá haber inferido, un rasgo esencial de la utopía es su carácter de concepto límite. En el plano ético constituye lo mejor que puede concebirse y lo más deseable y en el plano gnoseológico es “un límite para el concepto, en tanto delimita las condiciones de posibilidad para aprehender la realidad social existente” (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 328). iv. Características éticas: utopía v/s distopía Existe una diferencia entre aquello que consideramos utópico y su contrario -lo distópicoque radica principalmente no en características estructurales o funcionales sino que más bien en una cualidad ética. Esta diferenciación nos indica que la utopía en sí, por mucho que se conciba de una manera más bien positiva, remite también a totalitarismos y a fundamentalismos que se han sucedido a través de la historia. En consecuencia, para desambiguar una supuesta neutralidad del término, será necesario trabajar la diferencia entre lo utópico y lo distópico desde la perspectiva valórica. Resultará entonces ineludible realizar una declaración de principios éticos y políticos que reconozca lo ideal y lo positivo en cierta configuración de la realidad y su consecuente filosofía. En el presente caso, la orientación ética es de origen humanista y democrática, lo cual significa que se orienta en último término a la valoración activa y positiva del ser humano, al respeto y cuidado por el medioambiente y los animales, a la tolerancia, la comprensión y el afecto en las relaciones humanas. A nivel político, reivindica la necesidad de un verdadero lazo comunitario y del trascendente sentido de la acción ciudadana. Propone así la urgencia por llevar a cabo una profunda democratización que se opone terminantemente a las inequidades económicas y sociales. Aboga por tanto por la realización de una globalización cultural solidaria y respetuosa que consiga sumar fuerzas para oponerse activamente en contra de la hegemonía mundial del sistema neoliberal (que necesita como combustible para su supervivencia el reproducir incansablemente las desigualdades económicas y la fragmentación social).

Bazzurro 14 Por consiguiente, los cambios sociales realizados por movimientos colectivos que de una u otra manera materialicen estos deseos reprimidos serán comprendidos como utópicos. A la inversa,

cualquier deseo contrario a esto será distópico. Ejemplo clave, la ya mencionada

distopía neoliberal o los impulsos distópicos del hedonismo posmodernista. Con respecto a la contrautopía o la distopía es de notar que la literatura ha marcado un largo camino 5 en donde ha trabajado intensamente con ellas. En estos casos la antiutopía ha tomado aquellos elementos de un determinado sistema social que más revelan su falta de armonía, desproporción y faz monstruosa, para reconfigurar dicho sistema con el afán de acentuar su potencial grotesco o agresivo. “La antiutopía es, así, el reverso de la utopía: reduce lo real a sus aspectos más represivos y luego potencia esos aspectos hasta cubrir la totalidad de lo real” (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 332). Tal operación, le permite también poseer “inteligibilidad: no de lo real-reprimido, sino de lo real-amenazante. Tiene, como la utopía, fuerza orientadora: no señalando, sino descartando una dirección determinada” (Hopenhayn, “Utopía contra crisis” 332). v. Distopía neoliberal Para continuar con la reflexión acerca de lo distópico resulta muy relevante el pensar detenidamente acerca del uso que el sistema neoliberal realiza de la utopía. “Podría decirse que ‘la pretensión de conocimiento’ de la teoría neoliberal es la de responder a las principales preguntas kantianas sobre el hombre: ¿Qué es el hombre? ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo (o debiera) hacer? ¿Qué puedo esperar?” (Vergara 43). La teoría neoliberal responde con una concepción antropológica que configura su imaginario utópico: El hombre es “un individuo posesivo. [Siendo] la relación de propiedad de sí mismo, de sus capacidades y de 5

“Las tópicas antiutópicas del siglo XIX y XX son: La raza futura (1871) de Bulwer Lytton, Erewhon (1872) de Samuel Butler, Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1984 de Orwell, Nosotros de Eugenio Zamitain, etc.” (Martínez 85).

Bazzurro 15 sus bienes… la conexión principal a los otros y al mundo” (Vergara 43). Propone así al “homo oeconomicus… un ser abstracto, carente de corporalidad, de racionalidad reproductiva, comunicativa, de relaciones culturales y de sociabilidad” (Vergara 46). De tal manera, al analizar el credo neoliberal de autores como Milton Friedman o Friedrich Hayek, descubrimos que su propuesta sostiene que la principal actividad humana es la económica (realizada en el mercado), y que las funciones humanas esenciales son las de poseer, intercambiar, acumular y consumir (Vergara 43). “Los hombres actuarían o deberían proceder guiados por el egoísmo, y la conducta adecuada sería el cálculo de maximización de beneficios y minimización de costos” (Vergara 43). Tal antropología además resulta recubierta de un sentido ético para estos autores, pues en su opinión: La ética es inmanente al mercado, y por tanto su “imperativo categórico” sería el de actuar siempre respetando sus reglas, especialmente el derecho de propiedad y los contratos, y buscando siempre maximizar el propio beneficio, pues de ello resultará el mayor bien para todos (Vergara 43). En síntesis, el discurso utópico -o contrautópico si nos movemos en la esfera ética- reduce todos los aspectos de la vida en lo económico y propone un sistema capaz de regular con efectividad cualquier tipo de relación, de manera tal que gracias hacia una mágica tendencia al equilibrio, “cada quién vivirá como merece” (Vergara 45). El rezo dice que la libertad absoluta de lo económico llevará a la justicia social. Ese es, pues, el discurso utópico que día a día se territorializa en mayor medida y, al igual que otras distopías como el fundamentalismo religioso, los nacionalismos radicales y las teorías neoconservadoras (Vergara 39), demuestra el gran error político en que incurrimos al creer o sostener que las utopías no existen. En definidas cuentas, con tal pensamiento nos anulamos y

Bazzurro 16 negamos uno de los poderes más importantes de la cultura. Pensándolo junto a Fredric Jameson, este creer atentaría directamente contra nuestra capacidad de gestar las mediaciones entre el campo de la cultura y lo social –en lo superestructural- y el económico –el básico, con sus modos de producción (Jameson 33). Cercana al neoliberalismo, la utopía posmodernista funciona como su complemento cultural. Propone así en su falange tecnológica el sueño de un mundo cada vez más interconectado, globalizado. Cabe también la duda de si estaremos obligados a confundir mejor comunicación con mayor conexión.

II. Utopía y Literatura i. Modos de transición entre utopía y topía: del deseo a la obra literaria 6 A continuación se planteará una posibilidad de conexión entre las utopías y topías (lugar real) mediante un proceso triple de progresiva materialización. La utopía, en primer lugar, adquiere sus fuerzas en Eros, en el deseo humano que invariablemente genera necesidades de comunión social y se resiste cotidianamente ante todo tipo de represión negativa. De la frustración nace la esperanza, la cual se organiza como forma de resistencia en cuanto logra llevar al verbo su arsenal crítico y su propuesta de mejora. El verbo, el lenguaje, es ya materialización que se establece en los grafos depositados en los libros. El libro, como elemento material, es el primer cuerpo de la utopía, y posee inscrito dentro de sí la potencialidad utópica (independientemente de si es utilizada y de la manera en que se lo haga). La segunda topía se crea desde el acto de lectura o el modo específico de consumo cultural. Corresponde a la representación mental, emotiva y espiritual que cada individualidad

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El sentido con que son entendidos los términos utopía y topía de este apartado es perfectamente analogable a la intención utópica y la formulación utópica, respectivamente.

Bazzurro 17 inevitablemente realiza en respuesta al texto 7 , de manera tal que la suma potenciada de experiencias gesta un imaginario social que interpreta la realidad desde una visión particular. La materialidad tercera y final corresponde a la más poderosa a nivel político. Tiene relación justamente con los procesos sociales que permiten dar un asentamiento empírico a esta utopía, sucede entonces que al encarnarse las utopías en los proyectos de vida personales y comunitarios –a través de sus imaginarios sociales-, comienza la transformación efectiva de las condiciones objetivas y subjetivas de la realidad. De tal manera, se puede establecer que toda utopía presenta distintos avances en cada uno de estos momentos y que a su vez, por su carga ideológica, se organizan en la realidad de manera conflictuada, mediante relaciones de poder. Ahora bien, volviendo a la segunda transición de la utopía a la topía, que dice relación con el imaginario social, será necesario establecer el sentido con que tal concepto es concebido y aplicado en este trabajo. ii. El imaginario social Bronislaw Baczko define los imaginarios sociales como “referencias específicas en el vasto sistema simbólico que produce toda colectividad y a través del cual ella se percibe, se divide y elabora sus finalidades” (28). De tal forma “los imaginarios sociales no indican solamente a los individuos su pertenencia a una misma sociedad, sino que también definen, más o menos precisamente, los medios inteligibles de sus relaciones con ésta, con sus divisiones internas, con sus instituciones, etc.” (Backzo 28). Evidentemente aquella autopercepción que realiza la colectividad se relaciona de manera directa con el tema del poder. En este sentido Backzo afirma que “el imaginario social es igualmente una pieza efectiva y eficaz del dispositivo de control de la vida colectiva, y en 7

Noción de ethos Ver p.32

Bazzurro 18 especial del ejercicio del poder 8 . Por consiguiente, es el lugar de los conflictos sociales y una de las cuestiones que están en juego de esos conflictos” (Backzo 28). Ahora bien, con referencia al poder orientador del futuro que el imaginario pudiese tener, cuestión que conecta directamente con la utopía, sucede que éstos “operan todavía más vigorosamente en la producción de visiones del futuro, en especial en la proyección sobre éste de obsesiones y fantasmas, de esperanzas y de sueños colectivos” (Backzo 30). iii. Formas/formatos de la utopía: género literario, funciones narrativas Finalmente, cabe señalar que la utopía también ha sido pensada como un género literario específico. En este sentido Raymond Trousson afirma que estamos frente a literatura utópica cuando, en el marco de un relato (lo que excluye a los tratados políticos), figure descrita una comunidad (lo que excluye a la robinsonada), organizada según ciertos principios políticos, económicos, morales, que restituyan la complejidad de la vida social (lo que excluye la edad de oro y la arcadia), ya se presente como ideal que realizar (utopía constructiva) o como previsión de un infierno (la antiutopía moderna) y se sitúe en un espacio real o imaginario o también en el tiempo, o aparezca, por último, descrita al final de un viaje imaginario, verosímil o no (Celentano 98). Desde otro punto de vista de vista, Arturo Andrés Roig analiza las funciones narrativas de la utopía. Propone así una aproximación de carácter más pragmático que destaca la función utópica del lenguaje por sobre el estudio del género utópico. Esta función, relativa al nivel de la discursividad o de la enunciación, se articula en tres modalidades: función crítico reguladora, función liberadora del determinismo legal y función anticipadora del futuro, a la que Estela 8

En este sentido, El PNUD del año 2004 estudió justamente nuestro imaginario social en torno al poder, sosteniendo que ante la todavía debilitada sociedad civil (24), era necesario resignificar positivamente la concepción colectiva que se tiene del poder.

Bazzurro 19 Fernández agrega una cuarta: función constitutiva de formas de subjetividad (Celentano 99). Esta última adquiere especial relevancia en el análisis de la novelas de este trabajo. Fernández afirma que “el desarrollo histórico de las utopías se ha ido dando en un proceso de enfrentamientos sociales entre grupos humanos antagónicos, en pugna por imponer diferentes concepciones de la realidad social y por justificarlos teóricamente en el nivel discursivo”. Luego, al comprender el nexo entre la utopía, el poder y sus construcciones discursivas, lo que interesa según la autora es “pensar la función utópica como dispositivo simbólico dentro del cual se constituyen los sujetos” (Celentano 99).

Bazzurro 20 Análisis Textual Trabajo en terreno: Topografía de lo no-existente A continuación se desarrollará el análisis de las proposiciones narrativas acerca de las utopías. El análisis consta de tres capítulos, siendo los dos primeros una proyección de la particular estructura dual de la construcción utópica: crítica del presente y propuestas alternativas. Es de notar, sin embargo, que resulta imposible eludir de la enunciación misma de las propuestas utópicas los diversos modos de desarticulación y deslegitimación; por tanto, en el segundo capítulo confluirán la propuesta con su modo de deslegitimación pertinente. Es revelante destacar que este capítulo resulta el más crucial para los fines de esta investigación, dado que aporta la clave de lectura que la obra misma diseña intratextualmente y entrega asimismo de manera directa los referentes afectivos e intelectuales que funcionan en la relación de la narrativa con la utopía, sentando así un referente muy decidor. Finalmente, el tercer capítulo desarrollará ciertas macro tesis de las obras que hablan acerca del sentido de la historia, de la existencia humana y, por ende, de los proyectos utópicos. Este aspecto resultará trascendental si queremos, a su vez, superar la constatación del distanciamiento de las utopías para comprender cuál supuesto epistémico está operando de base. I. Crítica del presente: El topos sitiado Como bien sabemos, la utopía desarrolla su propuesta ideal amparada en el reconocimiento y la crítica de lo represivo, injusto, hegemónico o impositivo de un determinado sistema sociopolítico. Pues bien, debido al contenido utópico que presenta la narrativa escogida, se desarrollará a continuación una exposición y análisis de los distintos modos en que cada novela manifiesta su crítica al presente, configurando así lo que será llamado El topos sitiado. De tal forma, esta expresión metafórica comprende una radiografía tanto del lugar geográfico como de la sociedad constreñida por las diversas articulaciones del poder hegemónico.

Bazzurro 21 Como se apreciará en el análisis, en general las novelas coincidirán en reconocer el mismo topos sitiado: el territorio y la nación chilena bajo el poder asfixiante del régimen dictatorial y el neoliberalismo. El topos geográfico más reiterado será Santiago y la “comunidad imaginada” (nación) más afectada serán todas aquellas que presenten proyecciones utópicas, vale decir, la juventud universitaria de izquierda, los movimientos guerrilleros (poéticos), los envejecidos representantes del período radical y la población marginal deseosa de emanciparse. i. Santiago cero (1989): Santiago cero, nulo, muerto La novela trata sobre la evolución de un particular grupo de amigos -compañeros de universidad-, que dedica su tiempo a elucubrar utópicos proyectos para evadir el clima mortífero de la dictadura y la superficialidad de los estudios superiores. El innominado narrador y protagonista de la novela 9 , que en el desenlace se nos revela como un funcionario de la policía política, ilustrará una peculiar versión de la historia de cada integrante del grupo de amigos y en especial de su propia biografía. Articula así un discurso que pretende bajarle el carácter reprochable a sus acciones deshonestas y traidoras –como perseguir políticamente al utópico Sebastián o engañar por años a su esposa Raquel al no darle a conocer su infame oficio. El objetivo de tal impositivo discurso –enunciado en segunda persona singular- será, por lo tanto, justificar tales acciones, para lo cual busca la complacencia del lector a través del encubrimiento de la represión con móviles tan básicos como los celos o la envidia que tenía a Sebastián, su simétrico antagonista ferviente soñador de la utopía. Situada en el año 1978, la novela nos bosqueja un Santiago fuertemente vigilado y reprimido. La ciudad es presentada como un topos opresivo, muerto, plano, vacío, despoblado, triste y desfigurado. “[E]ste país, por mucho pino que le pongamos, está en punto muerto y tiene

9

Al cual llamaremos durante el trabajo NP (es decir, narrador protagonista).

Bazzurro 22 pena para rato. En Santiago, negro es la palabra, y el número…, yo sé por que te lo digo, es cero” (Franz 92, énfasis mío). Lo particular de su construcción narrativa consiste en que la enunciación de la crítica al presente será realizada de modo indirecto, es decir, sin otorgar referentes históricos específicos ni nominalizar culpables. De tal forma, desarrolla su crítica por medio de una retórica de la censura que ataca al síntoma –Santiago reprimido- e indirectamente a la causa -régimen dictatorial-. Pero si yo no le echo la culpa a las personas. Yo lo que odio es el país, compadres… ¿van cachando? ¡Aquí aprendí a odiarlo! Sobre todo a Santiago, su Alameda gris, las fuentes de soda con aserrín en el piso, los jardincitos del barrio alto… Aquí aprendí a odiar a toda esta ciudad plana, que huele a gas licuado y perdición… Sueño que destruyo Santiago, que lo bombardeo (Franz 134). A causa de esta retórica la novela elucubra acerca del terror sin mencionar asesinato ni asesino: “Santiaguito habla dormido. ¿No me creen? Se oían claritas sus pesadillas. Dos gritos, un disparo, la sirena de una patrulla, la explosión a lo lejos que al amanecer nadie sabrá si fue un sueño” (Franz 135); o alegoriza la ciudad como campo de concentración Una maciza luna de verano se filtraba a través de las horas del reloj. Alumbraba la ciudad como el foco de un campo de concentración. Las calles interminables y vacías en todas direcciones. Ni un soplo de viento. Ni un alma. Tal vez una catástrofe. Tal vez habían evacuado Santiago silenciosamente, mientras estaban escondidos en el entretecho de la Escuela. Estaba por sonar el toque de queda (Franz 141). En síntesis, la novela fija su oposición al régimen (la crítica al presente) a través de una representación sugerente o alegórica de un Santiago distópico (el topos sitiado).

Bazzurro 23 ii. La secreta guerra santa de Santiago de Chile (1989): maneras de hacer la guerra La obra cuenta la historia de tres días de Tito Livio, un mediocre publicista de clase alta con dudosos talentos literarios que sueña con ser importante. Para tal misión, nuestro protagonista (y a momentos narrador) ha orientado su vida en torno a la obtención de dinero, mujeres y reconocimiento social e intelectual. Pues bien, este antihéroe novelesco se verá inmerso de manera inesperada y absurda en una extrañísima guerra secreta entre el bien y el mal, que le hará replantear su hedonista proyecto de vida y lo llevará a continuar con la utopía comunitaria y democrática inspirada en la figura de su padre y del proyecto político del período radical. Al igual que Santiago Cero, La secreta guerra publicada en 1989 dedica su crítica a Chile (y en específico a un Santiago) inserto en la dictadura militar (con una fecha incierta entre 19831987). “Esta es una ciudad arrasada por la peste, imaginó, solo le faltan los cadáveres. La locura, el crimen, el delito, corren sueltos por sus calles y se llevan todo asomo de estructura, todo canon, toda ilusión de orden. No era la primera vez que sentía así a Santiago” (De la Parra, La secreta guerra 141). Por tal motivo la novela repara en todas aquellas manifestaciones de la represión militar. Trabaja con la esfera subjetiva del miedo, aquella fuerza política (Lechner 43) que recorre íntegramente a la ciudad y al país. “Me imagino con susto dos hombres vestidos tan elegantes, dos esbirros que me cogen de los brazos y me llevan en vilo a un Chevrolet Opala que espera en la vereda de enfrente y nadie se digna verme, a nadie se le ocurre reconocer mi voz, mi sombra, mi desaliento, nadie piensa que me torturan, me vejan, me atrapan, desaparezco” (De la Parra, La secreta guerra 36). Se diferencia de la novela de Franz en localizar sus referentes, así Donkavian –jefe de Tito Livio- encarna a la vez el demonio y un exitoso empresario, mientras el padre del protagonista Tito Livio, es el representante del bien, de Dios, a la vez que un profesor fiscal

Bazzurro 24 convencido del radicalismo de mediados de siglo pasado. Con tales elementos la novela presenta un conflicto central que la recorre transversalmente. Asienta así un encarnecido enfrentamiento entre los poderes del neoliberalismo y el empresariado versus la sociedad civil y los principios comunitarios. Los personajes en casi su totalidad participarán subrepticiamente en algún bando de esta secreta guerra santa, que no es sino una evidente metáfora de la verdadera guerra política, social, cultural, económica e identitaria que se vivía en dictadura. Ahora bien, aunque la novela presenta tal cerrado conflicto, lo particular de su intención recae en problematizar a través de la parodia este mundo concebido desde una radical polarización o dicotomización. Se burla entonces de este imaginario maniqueísta, limitado entre el sí o el no, el día o la noche, el bien o el mal, que en su proyección representa el enfrentamiento de dos Chiles, de dos proyectos acerca de la nación: el democrático (inspirado en el radicalismo) o el neoliberal. De tal manera, podemos reconocer a través del juego alegórico entre el día y la noche, una certera crítica tanto a la hipocresía social -“Un rayo de luz se filtró: afuera estaba el día, la ciudad y su estúpida inocencia con su marcha ingenua frente a asesinatos de los que nadie sabría, frente a una secreta batalla que sería ignorada” (De la Parra, La secreta guerra 183)como también al modus operandi del imaginario militar. Los militares saben bien el poder de la noche. Ampara todo lo nuevo, todo lo subversivo, todo lo que viene a trastornar el pagano orden del día. A la luz del sol crece lo biológico y material y a la luz de la luna los espíritus, las ideas y las pasiones, que son cosas que quienes desean mantener el orden de la muerte querrán aplastar. Pero es inútil. La vida, la verdad, la noche, continúan. Es el lugar de encuentros entre los muertos y los vivos. De aquí no se sale inocente (De la Parra, La secreta guerra 226).

Bazzurro 25 Finalmente la “cartografía” crítica que diseña la novela también dedica un apartado contra lo que podríamos entender como la impostación identitaria propia de nuestros intelectuales y de toda la nación. Se denuncia así la copia -la mala copia- de las formas Europeas, o “desarrolladas”. El texto incentiva así la conflictiva pregunta acerca de la existencia de una identidad nacional, respondiéndola con una dolorida negación. Lo que pasa es que mi nombre desapareció tras el apodo. Esa es la tragedia de Chile, ser una aproximación a un país, una imitación, un pastiche, una parodia, una eterna versión paródica del mundo externo, un microclima… lo que escribí ya estaba escrito, lo que pensé lo pensó de inmediato, al unísono, un autor europeo, allá donde pasan las cosas que les importan a los historiadores, donde se emiten las imágenes de las que somos un reflejo, el hemisferio norte que pone los nombres a las gentes, a los autores, a las cosas (De la Parra, La secreta guerra 111-2). Pensó si acaso Santiago sería todo así, un amontonamiento de pequeños rincones de imitación tomados de la memoria caprichosa de un turista empecinado en querer recordar la foto postal en su propia ciudad, impidiéndole tener personalidad propia, impidiéndole pensar, evitando toda posibilidad que las calles se encuentren a sí mismas, de que la ciudad se sienta en su casa, destruyendo el aire familiar con que sus habitantes pudieran empezar a relacionarse, para de nuevo parecerse a París, a Londres, a Nueva York, a cualquier parte de América Latina menos Chile, menos a Santiago (De la Parra, La secreta guerra 128-9).

Bazzurro 26 iii. Cien pájaros volando (1996): secreto a voces, la represión continúa Situada temporalmente a fines de 1989, algunos meses antes y después de las elecciones presidenciales a favor de la democracia, la novela cuenta la particular experiencia de Hugo Fischer (protagonista y narrador en primera persona). Fischer es un antropólogo y profesor universitario al cual la universidad le ha propuesto investigar el modus vivendi de una aislada comunidad de ovejeros, ubicada en la Quebrada de Estefanía, un pueblito perdido entre las montañas, cerca de Curicó. En la localidad, el antropólogo descubre la existencia de una peculiar oveja llamada Dalila por la cual los habitantes profesan una extraña devoción. Al cabo de pocos días, los sucesos desconcertantes irán in crescendo debido a la aparición y asentamiento de una comunidad muy especial, una pseudo guerrilla que evidencia una deficiente formación militar y un carácter inofensivo, más bien poético y bien intencionado. Dicha “guerrilla” escoge a Estefanía como lugar estratégico para entrenarse física e ideológicamente según el ideario maoísta de su carismático líder Teodoro. La utopía, por tanto, se plantea en torno al lema del marxismo maoísta “del campo a la ciudad” que apunta a redimir a la ciudad de su perdición. De tal forma, la novela seguirá la evolución de tal anacrónico y descontextualizado proyecto utópico –indiferente ante la llegada de la “democracia”- y también las peripecias amorosas que Dalila convoca –incluido Fischer. El desenlace estará signado de manera trágica, al dar fin a la inofensiva e ingenua guerrilla mediante una desproporcionada intervención militar. Al contrario que La Secreta Guerra Santa o Santiago Cero, la crítica del presente que genera Cien pájaros volando posee la particularidad de “brillar” por su ausencia. Es decir, son escasas las críticas directas ante el clima opresivo reconocido por las otras novelas. A modo de excepción encontramos la presentación de Santiago como “una entidad informe y vociferante, agazapada en la estación de término, dispuesta a saltarme al cuello” (Collyer, Cien pájaros 93).

Bazzurro 27 La Capital es concebida como un animal, una masa o “una encarnación asfaltada de la fealdad” (Collyer, Cien pájaros 93) que está lejos de encarnar aquel hogar que acoge a sus ciudadanos. La escondida denuncia de un topos sitiado habremos de hallarla mediante la indagación en el inconsciente político de la obra (Jameson 17). Para esto, centraré el análisis específicamente en el desenlace narrativo, lugar de residencia de un marcado contraste: mientras el país celebra el triunfo de Aylwin con la esperanza de volver a la democracia, los inofensivos guerrilleros son brutalmente asesinados por operativos militares. La crítica al presente entonces es paradójica y quizás indirecta. Una posibilidad de interpretación acorde al diálogo entre cultura y sociedad, se aproxima al enjuiciamiento de los gobiernos de la concertación que realizan Jocelyn-Holt, Tomás Moulian, Gabriel Salazar y otros, quienes denuncian las múltiples maneras en que el gobierno militar siguió funcionando después del 89, con la clara intención de perpetuarse en el poder (prueba de esto es la constitución de 1980, la ley de amnistía, la lentitud para resolver los abusos a los derechos humanos, etc.). De tal forma, el famoso giro de Jocelyn-Holt “del avanzar sin transar, al transar sin parar” halla cabida en una transición dirigida como transacción o pacto con el régimen militar, provocando una eterna transición (Jocelyn-Holt 333) demasiado respetuosa de una legalidad impuesta ilegítimamente. Por tanto, volviendo a la obra, el genocidio y la prisión política del protagonista se pueden interpretan como una desconfianza radical hacia la democracia en ciernes (tanto más si pensamos que la obra fue publicada en 1996). “Lo que queda es una sensación de simulacro político en el que, con matices distintos y en aras de logros modestos, intervienen los actores del régimen y de la oposición” (Hopenhayn, Ni apocalípticos 90). A modo de confirmación de esta lectura, escuchemos las palabras que su autor enuncia en una entrevista. “Sí, están eligiendo a Aylwin, eso es claro pero no sé, el camino al infierno está lleno de buenas intenciones” (El camino al infierno 3).

Bazzurro 28 iv. 2010: Chile en llamas: crisis apocalíptica, el fracaso de la distopía neoliberal De las obras escogidas, la presente novela se caracteriza por ser la única que pertenece claramente al genérico distópico 10 . Por consiguiente, articulará una poderosa y extensa crítica contra el sistema político-económico opresivo (futuro régimen neoliberal del 2010). La intención principal de la ficción consistirá entonces en radiografiar los desastres ecológicos, psicosociales y políticos de esta posible distopía neoliberal, para lo que se valdrá narrativamente de la amplitud crítica del narrador omnisciente. La trama de la novela presenta el desarrollo paralelo de distintas historias, posee así una amplitud de personajes y situaciones que se unen definitivamente en torno a un hecho principal: la muerte del “General” 11 . Tal acontecimiento se satiriza al hacerlo pasar desapercibido en medio del clima bélico que cunde en Chile y en todo el mundo. Sin embargo, unos pocos personajes motivados por diversas razones perseguirán el cadáver hasta el fundo neoconservador del ex senador Eyzaguirre. Los poderes detrás de esta sórdida pesquisa provienen de “líderes” como Lastra –empresario exitoso-, Agüero –presidente del Senado- o Bobadilla –comentarista deportivo que aboga por un nuevo “padre” para la nación. De modo clandestino también participarán en la cacería dos amigas adherentes a la ideología de izquierda que planean capturar el cuerpo como un acto de justicia simbólica. La novela termina invirtiendo el conflicto debido a que cuando logran dar con el cuerpo del “General”, sus restos se trasforman en una energía fantasmagórica que consume a sus perseguidores. Sugiere así por medio de la alegoría (en extremo contingente) que no hay que confundir la muerte física con la simbólica y política.

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Ver p. 13 Evidentemente se refiere al ex general de ejército Augusto Pinochet, aunque en la obra literaria no llegará a explicitarse nominalmente. 11

Bazzurro 29 La crítica al presente que nos ofrece la novela está signada por un corrosivo tono sarcástico y apocalíptico que rehuye la ambigüedad o los modos indirectos. De tal manera, la obra configura una topografía abominable de los múltiples desastres futuros. El Chile neoliberal del 2010 es imaginado con profundas crisis medioambientales, tales como la contaminación extrema -“era esta bruma húmeda y tórrida, hecha por una mezcla de emisiones de gases y nieblas provocadas por las alteraciones climáticas, el material que se veía más estable y consistente en la ciudad de Santiago, en la primavera del 2010” (Oses, 2010: Chile en llamas 8)- y el agotamiento de los recursos naturales -“era evidente que iba quedando muy poco que exportar. Los majaderos grupos ecologistas demostraron que los bosques, los suelos, el agua y los peces había sido sobreexplotados y nunca más podrían recuperarse” (Oses, 2010: Chile en llamas 118-9). La novela profetiza que la fragmentación social y la marcada división de clases que el sistema económico instauró llevará a colapsar a la sociedad. “Pronto empezó notarse que para la economía reconvertida, el hombre era un recurso desechable y desechado. Aumentaron el desempleo, la pobreza, lo que hizo crecer la delincuencia y el odio... Los pobres odiaban a los ricos y eran plenamente correspondidos en este sentimiento” (Oses, 2010: Chile en llamas 129). Con tal panorama no resultará extraño el auge de diversos movimientos terroristas, vandálicos o fundamentalistas en los cuales los ciudadanos se organizan no para protestar sino para vengarse de la ciudad y del sistema. A nivel internacional, se describe una Europa en donde “las inagotables hordas de turcos que salían de sus barriadas iban ocupando el centro de Berlín, de Bonn, de Hamburgo... Hindúes y paquistaníes, por primera vez aparecían unidos, saquearon el palacio de Buckingham y posaban ante las cámaras poniéndose los encumbrados gorros de los guardias muertos” (Oses, 2010: Chile en llamas 61) y en Estados Unidos “La Casa Blanca ya no

Bazzurro 30 confío en el ejército, formado mayoritariamente por negros e hispanos que en varias ciudades estaban confraternizando con las restantes mayorías sublevadas (Oses, 2010: Chile en llamas 61). A nivel nacional la lucha ciudadana se ejercerá a través del explosivo surgimiento de múltiples pandillas desorganizadas, generando una confusa guerra intestina donde todos pelean contra todos, salvo cuando los une la xenofobia. “[U]na caravana de camionetas de ruedas altas, de jeeps y furgones repletos de hombres armados de laques y cadenas, entraba en el barrio de los inmigrantes. Era evidente que no distinguirían a los peruanos de los bolivianos o de los paraguayos” (Oses, 2010: Chile en llamas 48). Esta radiografía crítica que configura la novela también dedica un apartado a las políticas de privatización neoliberales. Proyecta así una reconstrucción histórica desde el neoliberalismo incipiente motivado por “El General” hasta la versión futura del 2010, siguiendo rígidamente la lógica de mercado en donde el modelo de privatización busca realizarse de modo absoluto. De esta manera, construye una corrosiva sátira cuando incluso al ejército (su “padre”) le toca integrarse a la lógica de mercado. “Un implacable informe económico señaló que era urgente modernizar el ejército, que una inversión inicial… produciría importantes ahorros en personal. Abrigaba que parte no despreciable del tiempo laboral de un militar se destinaba en desfiles rituales” (Oses, 2010: Chile en llamas 30). Con respecto a la cultura y la educación la proyección literaria del modelo neoliberal propone -como podemos adivinar- la continuación de los deseos del régimen militar. “Se comenzó por… la privatización de las universidades públicas… focos de constante agitación estudiantil… [y] de pensamiento disidente. [La universidad de Chile] fue vendida por paquetes para que no sobreviviera ni su sombra” (Oses, 2010: Chile en llamas 121). Para finalizar esta lamentable topografía la ficción también recurre en presentar críticamente las principales aficiones de la gente: fútbol –con un fanatismo desmesurado- (Oses

Bazzurro 31 45), sexo virtual -sin ningún tipo de contacto corporal- (Oses 56) y drogas -que por motivos de mercado fueron despenalizadas- (Oses 126). En definitiva, sintetizando esta extensa crítica al presente, nuestro topos sitiado configura una deslucida topografía con grandes crisis medioambientales, bullente violencia de nuevas tribus urbanas, xenofobia, división social, absoluta privatización de todos los servicios públicos y del ejército, tecnosexo, drogas despenalizadas y un fanatismo irracional por el fútbol. De tal manera la tesis de la obra no es sino una desmesurada profecía apocalíptica acerca de nuestro devenir en el supuesto de que el ideario neoliberal se imponga en absoluta libertad.

II. Presentación y deslegitimación de las propuestas utópicas A continuación procederé a describir, analizar e interpretar las diversas proposiciones utópicas y distópicas presentes en las novelas, ya sean impulsos utópicos o distópicos o formulaciones concretas de proyectos utópicos o distópicos. Las razones de esta decisión tienen lugar en el ya mencionado carácter neutro que posee a nivel estructural y funcional la utopía y en la riqueza que supone capturar el amplio imaginario de lo ideal, lo deseado y lo soñado, de manera que podamos construir un amplio mapa de las opciones que reflejan y recrean el imaginario social utópico de nuestra sociedad en el contexto sociopolítico en que nos situamos. Arsenal retórico y genérico Para desarrollar el tratamiento textual de la utopía resultará imprescindible aclarar la forma en que serán aplicados algunos términos literarios, debido a que se trata de palabras que rondan por ahí perdiendo su significado tanto en el habla cotidiana como en la teoría literaria. De allí que sea utilizada la concepción que Linda Hutcheon propone en torno a la parodia, la sátira y la ironía, los aportes de Wolfgang Kayser para el grotesco y el análisis de Guillermo Loyola con respecto al absurdo.

Bazzurro 32 Hutcheon sostiene que podemos caracterizar a la ironía como un tropo literario o un mecanismo retórico que a nivel semántico –con los límites en la palabra o el sintagmacorresponde a una antífrasis, es decir, una oposición entre lo que se dice y lo que se quiere hacer entender; funciona por tanto de manera constrastiva e intratextual, logrando que de un significante se originen dos significados contrapuestos. A nivel pragmático, es decir, situados en la amplitud de toda la red de comunicación por sobre la palabra y el sintagma, y en relación con los procesos de codificación y descodificación del mensaje; la ironía consiste en un señalamiento evaluativo casi siempre peyorativo, que origina un juicio en donde no se podrá ignorar la importancia decisiva de la intencionalidad y de la recepción del texto, factores que implican una distanciación obligatoria entre el lector y el texto 12 (Hutcheon 173-6). La parodia y la sátira corresponden a dos géneros literarios, de manera que no son figuras retóricas (a pesar de lo mucho que se confunden entre sí y con la ironía). Ambos géneros se caracterizan por utilizar de forma privilegiada el tropo irónico. La parodia o “contra-canto” es un fenómeno intertextual que supone dos textos, el parodiado y el parodiante. Este género no tiene como blanco más que un texto o una convención literaria. La sátira, por su parte, tiene como finalidad “corregir ridiculizándolos, algunos vicios e ineptitudes del comportamiento humano” (Hutcheon 178). Las ineptitudes a las que apuntan pertenecen al campo de lo extratextual, en el sentido de que son, casi siempre, morales o sociales y no literarias. La eficacia de la sátira dependerá de la profundidad en que la evaluación negativa sea ejercida (177-8). Ahora bien, afirma Hutcheon que, situados en el nivel pragmático, requerimos para la codificación y descodificación de estos géneros una noción de ethos 13 : [U]n estado afectivo suscitado en el receptor por un mensaje particular y cuya

12 13

Podríamos añadir a la teoría de Hutcheon que tal distanciamiento también es extensible entre el autor y el texto. Se reitera la definición ya otorgada durante la introducción, ahora contextualizada teóricamente.

Bazzurro 33 particularidad específica varía en función en un cierto número de parámetros. Entre éstos, debe reservarse un gran espacio al destinatario mismo. El valor que se le da a un texto no es una pura entelequia, sino una respuesta del lector o del auditor. En otros términos, este último no se contenta con recibir un dato estético intangible, sino que reacciona a ciertos estímulos. Y esta respuesta es una apreciación (180). Cada género literario y cada tropo poseerá un ethos particular, caracterizándose la ironía por su ethos burlón, la sátira por su ethos despreciativo y la parodia por su variedad, poseyendo tanto un ethos peyorativo, como uno respetuoso y otro neutro o lúdico –sin agresividad. No obstante, en todos los casos siempre existe una distancia crítica que la identifica (Hutcheon 182). En la práctica, sin embargo, estas formas puras con que son presentadas las figuras y el tropo muchas veces se diluyen a causa de las múltiples operaciones comunicativas que se realizan entre ellas. Ocurre entonces que la burla más ligera de la que es capaz la ironía se entrelaza con el ethos paródico, mientras que la burla más directa lo hace con el satírico (Hutcheon 183-4). Por último solo resta traer a colación la vital importancia que adquiere la competencia lectora en su triple dimensión: lingüística, genérica e ideológica. Estas serán las que nos otorgarán la posibilidad de comprender la polaridad manipuladora o los efectos manipuladores de cualquier autor del texto, los cuales siempre se reparten entre la agresión y la seducción. Así, en el discurso paródico podemos hablar de una posición sádica del autor frente al texto parodiado, que ejerce la agresión al abusar de la impotencia del texto, mientras realiza un juego pragmático de seducción con el lector, quien se convierte en su cómplice (Hutcheon 189) 14 .

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Si bien Hutcheon no la menciona explícitamente, el presente trabajo postula que existe un tipo de sátira, la sátira sádica, que funciona igualmente a través del juego de la agresión y la seducción. En este caso la agresión será ejercida contra los vicios o ineptitudes de un grupo o tipo específico de individuos y la seducción se originará en la

Bazzurro 34 El grotesco será abordado según la visión de Wolfgang Kayser, quien afirma que el objetivo de tal estética es generar un efecto de extrañeza logrado gracias a la mezcla de elementos incompatibles o inconexos que distorsionan lo habitual o familiar. El resultado de esta combinación es la fealdad, la extravagancia, la exageración y la deformación (219). Kayser distingue dos clases de grotesco, uno fantástico relacionado con lo aterrador, lo macabro y lo monstruoso, y otro satírico y burlesco (229). Pues bien, al relacionar tal división con los planteamientos de Hutcheon podemos concebir hipotéticamente como un subgénero dentro de la sátira (también de la parodia) a la sátira-grotesca, de manera tal que el grotesco, sin ser definido con la precisión lingüística con que fueron desarrollados la sátira, la parodia y la ironía, puede entenderse ampliamente como un conjunto de recursos estéticos: la deformación y la deshumanización, la intervención de lo monstruoso, de lo animal o de lo animalizado, de lo “cómico” o lo “cosificado”, la mezcla de lo mecánico con lo orgánico, el uso de un tono macabro y tenebroso, la tendencia a lo delirante y a lo enloquecido, etcétera (Kayser 45). La principal característica de todas estas posibilidades consiste en generar un grado máximo de distanciamiento entre el enunciador y lo enunciado. El absurdo, concepto experiencial nacido del existencialismo europeo, será concebido a grandes rasgos como un tipo de estética y de filosofía centrada en recalcar la relación de incongruencia, sinsentido, vacío ideológico, religioso y vital del hombre con respecto al mundo, un lugar en donde ya no hay salvación posible. En este sentido Camus afirma que el topos propio del absurdo se sitúa en “un universo en que el bien y el mal han perdido sus antiguos nombres [y habrá que repensar] la justificación de la experiencia humana y los posibles recursos del espíritu humano” (Galloway 24). De tal manera, el sentimiento del absurdo (su ethos) radica en “la

presentación de los mismos de una forma inofensiva, por medio de enternecimiento, infantilización, poetización u otro recurso.

Bazzurro 35 desproporción entre la intención [de un hombre] y la realidad que él afrontará” (29). El absurdo, por tanto, se gesta a partir de dos ingredientes principales: intención y realidad (dualidad presente en toda construcción utópica). Para finalizar este recuento de posibilidades literarias, solo resta decir que el absurdo podrá asimismo ser asociado tanto con la parodia como con la sátira para dotar de una especificidad estética a tales géneros, creando por tanto lo que podríamos nominar los subgéneros de la sátira absurda y de la parodia absurda. En síntesis, el arsenal retórico y genérico se compone de la ironía, la sátira, la parodia, el absurdo y el grotesco. Integra así poderosas herramientas capaces de gestar desde la ficcionalización narrativa un ethos particular. En el presente caso, como se ha señalado, estudiaremos el ethos que se crea en torno a la utopía. i. Santiago cero: escepticismo y represión de lo utópico 15 Una de las razones por las cuales destaca la novela en relación a las utopías radica en la esmerada interpretación y reconstrucción del imaginario utópico de la generación que vivió su juventud durante la dictadura. Por tal motivo podemos encontrar en el texto una extensa gama de posibilidades utópicas configuradas según un tipo específico de apreciación emocional o intelectual que articulan a nivel general el fracaso del proyecto utópico. Se presentan así formulaciones utópicas sobre tiempos y lugares lejanos. En el primer caso encontramos la presentación de los años cincuenta como una imposible utopía de los tiempos pasados, una democrática edad dorada a la cual se quisiera regresar 16 . En el segundo, la utopía de la isla de Chiloé, comprendida como el paraíso perdido del cual el hombre (Sebastián) 15

Una aclaración “técnica” sobre el tratamiento textual: debido a la extensión de las citas textuales y a la necesidad de realizar una interpretación fluida, en esta segunda parte del análisis las citas textuales serán incorporadas a la argumentación mediante las notas a pie de página. 16 “Hubo una edad dorada, me decía, pero no habíamos nacido para vivirla. Se volaba con los años 50, soñaba con esa época cuando sus viejos fueron felices. ¡Tenía nostalgia de la juventud de ellos!” (Franz 90, énfasis mío).

Bazzurro 36 fue expulsado 17 . La relación establecida con ambas utopías se caracteriza por el predominio de una nostalgia depresiva. Las propuestas utópicas planteadas desde el presente y hacia el futuro giran en torno a dos ejes: Santiago como urbe ideal y El viaje de liberación a Europa. El personaje que gesta ambas utopías es Sebastián, quien sueña a Santiago como un paraíso natural y cultural, un lugar de bucólica naturaleza y de intensiva actividad artística 18 . Tal intención se verá contrariada por el aplastante realismo de “Santiago cero” 19 . En consecuencia, la ilusión de un armónica urbe se desrealiza como ensoñación obcecada de un anacrónico discurso romántico/hippie. La utopía del viaje a Europa y de la vida en comunidad constituye el proyecto que moviliza con mayor intensidad al grupo de amigos 20 . Se sustenta narrativamente a través de las epístolas de un supuesto amigo de Sebastián que viaja libremente por Europa 21 . Su fracaso lo encuentra cuando descubren que las cartas han sido inventadas por Sebastián 22 , de tal manera la utopía se destruye como falacia o ficción literaria. No obstante, en el desenlace se nos da a entender que la utopía

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“Todos los veranos, como una ave migratoria Sebastián emprendía su largo viaje de retorno al sur, y cada verano se encontraba más próximo entre sus hermanos alegres y el padre melancólico que le pedía cuenta de sus esperanzas. El año anterior fue cuando decidió no volver más (´Los desherede, compadre’). Lo habían arrancado del Sur, te dijo. Ya no recordaba los nombres de los pájaros, ni entendía sus leyendas” (Franz 84, énfasis mío). 18 “El humo se levantaba y aparecía la nueva ciudad. La del próximo milenio, el nuestro, compadre, ahí a la mano. ¡Un Santiago mucho más hermoso de lo que éste podría ser o soñar! Pero aquí mismo, lleno de cafés y de jardines, de fuentes y de teatros. Toda la urbe construida sobre terrazas en las laderas de los Andes y el valle libre, surcado de canales navegables, sembrado de molinos y bosques de macoña hasta el mar” (Franz 89). 19 En el sentido con que fue expuesto en el análisis anterior. Es decir, Santiago como un campo de concentración. 20 “[Usaban el tiempo] discutiendo planes de viajes inminentes y liberatorios. Wilson dibujaba de memoria, en hojas de cuaderno, planisferios llenos de tierras prometidas. -Allá podríamos irnos a vivir- decía… Venderían sus cosas. El grupo haría un fondo común. Viajarían a dedo, en buses, en barco” (Franz 69-70). 21 “Permanecía en cada sitio según la temporada de las vendimias o el azar de los letreros ‘se busca mozo’. Llenaba el sombrero haciendo de mimo en las bocas del Metro, con la cara blanca y una radiante sonrisa pintada. Y seguía: había sido deshollinador de gárgolas en campanarios altísimos… cruzado las montañas a pie en medio del verano… navegado por el mediterráneo sirviendo de cocinero exótico en un yate de gringos” (Franz 65). 22 “Yo escribí esas cartas todo este año. Saqué del álbum las estampillas que coleccionaba cuando chico, inventé unos timbres. Sí, Raquel, yo me desvelé los domingos mandándote noticias desde otros mundos, firmadas por un gallo feliz y libre…Contándote mil vidas distintas para que escogieras. Yo las inventé todas. ¡Pero te juro que no son mentiras!” (Franz 137).

Bazzurro 37 se cumplió parcialmente dado que América, Rubén y Sebastián finalmente viajan a Europa pero con la importante salvedad de que tal proyecto lo llevan a cabo de manera individual. La posible utopía de la amistad y del grupo de amigos como una fuerza capaz de resistir la represión se descompone progresivamente en tres momentos, primero en el proyecto trunco de montar la Ópera Rock La vida es sueño (Franz 44), luego en el bluf de las cartas falsas y, finalmente, en la traición del NP 23 , quien trabaja como agente de la policía política. Cabe agregar que a pesar de esta clara deslegitimación, resulta atractiva la lectura reivindicatoria de JocelynHolt, quien señala el valor que tal potencial utopía representaba para los jóvenes de esa generación inserta en la dictadura. “En tiempos todavía peligrosos la lealtad era un capital de sobrevivencia; la peor traición no era con los principios o con las ideas sino con los amigos. El cinismo admitía éste su único límite” (Franz 164). El amor y el matrimonio como posibles utopías privadas también resultan invalidados, puesto que se arruina la relación entre Raquel y Sebastián (luego del bluf de las cartas) y en el desenlace fracasa el matrimonio entre Raquel y el NP, una falsa unión motivada principalmente por la frustración, la carencia emocional y el deseo de posesión. Podemos así constatar que las posibles utopías del amor y del matrimonio se nos presentan degradadas en forma de impulsos distópicos originados en una satisfacción hedonista y una obsesión enfermiza. Las reflexiones finales del NP confirman el juicio planteado y profundizan en otras distopías 24 . Inferimos entonces que para él resulta demasiado vulgar el aceptar haber sido motivado por deseos y distopías tan corruptas y típicas como la fama, el poder, el dinero, una obsesiva seguridad personal y la posesión de una mujer. Ante eso, el NP se defiende de sí mismo dejando escapar 23

Recordemos que NP es la abreviación propuesta para el innominado narrador y protagonista de la novela. “[T]endrías que admitir que no fue solamente para obtener su amor, que no fue nada más para asegurarlo y conservarlo que hiciste lo que hiciste durante todos esos años [trabajar para la represión y ocultarle las cartas que Sebastián seguía mandando a Raquel desde Europa]. Quedarías obligado a confesarte que tus verdaderos motivos fueron los otros, los vulgares, los mismo de tus subalternos” (Franz 155). 24

Bazzurro 38 solo esta pequeña reflexión capaz de destruir todo su relato, dando cuenta de que su doble identidad 25 era un juego ingenuo hecho con él mismo, poblado de fantasmas y obsesiones (como Sebastián). Confirmando este juicio que invalida a las construcciones utópicas, resulta muy decidor el hecho de que la única propuesta utópica realizada cabalmente corresponda a un impulso distópico (destrucción sin propuesta) motivado por el deseo de venganza, en la escena en que una gigantesca masa de excrementos destruye la facultad26 . Este impulso tanático desatado nos dibuja desde el grotesco la negación de su anterior utopía de un Santiago armónico, representa así el cambio polar de Sebastián que pasa de soñar a odiar la urbe llegando al extremo de buscar vengarse de ella como forma de consolar la pérdida de su último bastión utópico –Raquel, la utopía privada de su amor. De tal manera, esta bomba de excrementos simboliza la salida de lo peor de nosotros, aquella masa informe y putrefacta que solo contamina y se complace en su violencia, anulando por defecto cualquier propuesta constructiva. En lo concerniente a los procedimientos literarios para deslegitimar a las utopías, cabe señalar que la novela está concebida desde una estética realista, muy trabajada, que no entra directamente en la especificidad del juego retórico o genérico. Desarrolla en cambio lo que podríamos laxamente denominar recursos lógico-narrativos tales como la inversión de la trama. En este sentido, se propondrá que la novela realiza un “tráfico de utopías”: mientras el protagonista transita la senda que va de lo privado a lo público, desde ser un escéptico de la política y los movimientos sociales hasta trabajar voluntariamente para la tortura; el antagonista realiza el proceso inverso, mutando su utopía colectiva de un Santiago hogar-de-la-naturaleza-y-

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Con una faz pública, como joven universitario integrante de un grupo utópico que repudia la dictadura y finalmente esposo de Raquel. Y una faz secreta y privada, como connotado funcionario de la represión militar. 26 “Habrá unos cien mil litros de mierda. Ya está por rebalsar… ¿Y querías soltársela a los decanos en la cabeza? ¿Qué chorreara hasta inundarles su Sala?” (Franz 133).

Bazzurro 39 la-cultura en la utopía privada del amor, llega así a odiar Santiago y a declarar únicamente el deseo de salvación junto a Raquel (a través del mítico viaje a Europa). Esto nos dice, en una interpretación pragmática 27 , que las utopías son posesiones cambiables, creencias mutables que se acomodan a cada sujeto según una lógica estricta y lamentable: la satisfacción del deseo. En la medida en que no se ha satisfecho un deseo personal, hedonista, se continúa persiguiendo la utopía; en el momento de su apropiación, cuando el sujeto logra descargar sus fuerzas reprimidas, cesa la preocupación por las utopías sociales. Dichos “elementos de descargue” que permiten el tráfico de las utopías, la transmutación de la utopía social a una individual y de esta en mero deseo, están presentes también en las otras novelas. Los encontramos así en la Maga espuria de La Secreta Guerra Santa, en la oveja Dalila de Cien pájaros volando y en el tecnosexo de 2010: Chile en llamas. Finalmente, a modo de síntesis y conclusión, cabe señalar que luego de realizar el análisis de las formulaciones utópicas de la novela se aprecia una decidora homogeneidad entre las distintas valoraciones emotivas/intelectuales. El nexo en común corresponde a la negación radical de los constructos utópicos, los cuales por una u otra vía son degradados e imposibilitados como caminos válidos de acción o de sueño. El resultado entonces es un ethos escéptico generado por un imaginario utópico que transita entre lo nostálgico, lo falaz, la ensoñación y lo truncado. Tal es, en definitiva, la configuración afectivo/intelectual a la cual nos invita la obra para con las utopías. ii. La secreta guerra santa: incertidumbre vital ante lo utópico La secreta guerra santa de Santiago de Chile se caracteriza literariamente por la complejidad que posee al integrar, mezclar y parodiar en su textualidad diversos géneros, convenciones lingüísticas y discursividades de toda índole -publicitaria, psicoanalítica, religiosa, 27

Situada en la extensión de la trama textual, más allá de la oración o el sintagma.

Bazzurro 40 apocalíptica, mediática-. Desdibuja así la división entre alta y baja cultura y se inscribe notoriamente dentro de la posmodernidad. El mecanismo literario predilecto de la novela será el género paródico y el satírico. De allí que el protagonista se parodie a sí mismo, que sea parodiado por el narrador y que incluso se parodie la ficción misma de la obra, denunciándola como un artificio literario. La crítica de fondo que plantea el marcado uso de esta forma narrativa explora los límites de la comunicación humana al cuestionar la existencia de un lenguaje que difiera del lugar común. ¿Aún existe lenguaje válido para una comunicación real? ¿Podemos creer en la originalidad o en la sinceridad de nuestra habla sabiéndonos colonizados por los mass-media? Tales reflexiones alumbran directamente el problema que esta novela recrea en relación con las utopías y la parodia. Las utopías propuestas resultan casi en su totalidad degradadas mediante la parodia transversal a la obra y las fuertes sátiras realizadas a la intelectualidad chilena (representada en los restos del período radical) y a nuestro modelo de vida atrasado y dependiente de Europa o Estados Unidos 28 . Los modos de enunciación de la utopía se reparten en el humor negro, la sátira sádica y el grotesco “único género posible para retratar nuestra tierra” (De la Parra, El desencanto Encantado 85) que juega con la alta intelectualidad occidental para contrastarla seductoramente con esta supuesta mediocridad local 29 . Sin embargo, es de notar que en esta pregunta por la identidad social, la sátira continúa funcionando bajo el canon elogioso de una intelectualidad o modo de vivir “desarrollado”, al tiempo que denigra las opciones locales, de

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Ver cita textual pág. 25 “Ahí está Marcelito Aceituno, el Proust de Las Condes, que descubrió que la memoria solo sirve para recordar lo inútil, lo sin importancia, lo anodino, y escribió tomos infinitos que nadie quiso publicar jamás en este país perdido, sepultado por la envidia, capturado por la copia, el plagio y la referencia… mírelo, sumido en una enfermedad bronquial obstructiva crónica… Tiene ratones blancos sobre la mesa para reventarle los ojos y poder masturbarse. Mire allá a Marx Martínez tomando con el Pedro Nietszche… perdidos en el licor, con el hígado al hombro y los días contados… Mire a Jaimito Froilán Joyce, ciego de por vida…a Ernestito Einstein de Conchalí, genial pero tardío…La Isadora Duncan De Vivaceta… el Kant de Ñuñoa… Los nombres se diluirán en el fango del olvido, la costumbre, el ver a quién te pareces antes de saber quién eres” (De la Parra, La secreta guerra 112-3, énfasis mío).

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Bazzurro 41 modo que resulta una sátira incompleta ya que no se vislumbra el fin correctivo que define al género. Con respecto a las construcciones utópicas presentes en la novela podemos señalar que no alcanzan a constituirse en formulaciones estables, son por tanto meros impulsos utópicos, es decir, deseos imperiosos por vivir determinada realidad que transitan desde la intención distópica de la fama 30 y el placer personal 31 hasta las “revelaciones utópicas” que Tito vive al final de su larga evolución, señalando el fin de la incertidumbre 32 . Esta polaridad delimita la progresión del protagonista, quien se nos presenta inicialmente como un ejemplo perfecto del más crudo y negativo posmodernismo (hedonista a ultranza, ambicioso, desmemoriado, apolítico, deseoso de dinero, fama y sexo) hasta el momento en que sufre una crisis de identidad cuando se le presentan, desde el absurdo y el grotesco, todos los restos de una comunidad intelectual oculta, fantasmal y nocturna (que coexiste con la real y diurna), integrada por los seguidores de dios, del proyecto educativo y democrático del radicalismo Chileno de mediados de siglo XX 33 . El mito de que aquel fue un período utópico para la nación, también presente en Santiago Cero, configura un frente de batalla en oposición con otro proyecto nacional utópico: el

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“[T]u magnífico hijo volando va hacia el trofeo merecido, hacia el cielo séptimo elevado, incluido en el pozo de América Latina para ser ascendido a la gloria de la publicidad, de la cinematografía, el séptimo arte, la pantalla de plata de todos los escenarios del gran teatro del mundo” (De la Parra, La secreta guerra 42). 31 “¿No te has acostado con una tremenda mujer? ¿No te permitió posiciones y maniobras que nadie te había aguantado? ¿No te adivinó fantasías que te ponías colorado de confesar? ¿No se te meneó encima como te gusta, se puso debajo como te gusta, se movió todo el rato al ritmo que más te gusta, fue pasiva como te gusta, fue hiperactiva como te gusta, te mamó como te gusta, se dejó chupar como te gusta?” (De la Parra, La secreta guerra 162). 32 La revelación del “bien”: “Tito Livio miró entonces los ojos de Lili Salomé y entendió el cuchillo, la sangre, la herida, la templanza… tuvo por un instante la imagen de la justicia, de la esperanza, del principio de vida... En el baile supo de la función de la verdad en el entendimiento de los hombres… comprendió los valores elementales del respeto, la libertad, el perdón… supo de la quietud y la espera” (De la Parra, La secreta guerra 121). La revelación del “mal”: “Vio como avanzaban los buques y los carros y los ejércitos y entendió la amenaza venidera, entendió el mal y su fuerza, entendió las idolatrías de la guerra, las estrategias del Averno. Vio como hacían hogueras de libros, como almacenaban prisioneros para exhibir sus cuerpos... Vio las proclamas a voz en cuello llamando a la delación y llamando al crimen heroísmo y al abuso justicia y a la falacia versión oficial… Vio… la Gran Bestia… disfrazado de cantantes, predicadores, artistas, políticos, periodistas, científicos. Y supo que a cualquier costo tenía que salvarse, a todo precio, a como diera lugar” (De la Parra, La secreta guerra 299-300). 33 Entre los que destacan el padre de Tito Livio y las satíricas figuras de Freud Romero y Marx Martínez.

Bazzurro 42 neoliberal y posmodernista, que se reproduce paródicamente a través del discurso absolutista y mesiánico 34 . En medio de esta polaridad, sucede que las utopías se cargan con un peligroso discurso milenarista que, movido por el mesianismo y el sentido apocalíptico de la historia, invalida toda proyección efectiva de la intención utópica en una formulación desde la cual sea posible hacer un sabio reciclaje. Por tanto, si bien la novela dibuja un campo de batalla muy fructífero y dialogante con la realidad extraliteraria, no ofrece ninguna posibilidad real para superar la parodia o el mero problema identitario de creer o no en una utopía fundada en un mito. En consecuencia, se considerará que el ethos originado por la novela corresponde a la incertidumbre, entendida como la duda vital de quien se percibe inserto en medio de una cartografía minada de intencionalidades utópicas diversas y antagonistas. Tal ethos de la incertidumbre muestra una apertura con respecto al radical escepticismo de lo utópico (o su represión) presente en Santiago Cero, sin embargo denota sus limitaciones en tanto no se acompaña de una salida, es decir, una opción que supere el mero impulso utópico y se plasme, de alguna manera, en una formulación factible. Tal juicio se potencia en tanto la recuperación del tiempo pretérito que realiza la novela, a través de su mitificación, no es más que el modus operandi que emplea el posmodernismo con el pasado –descontextualización, afán lúdico, pasado como fenómeno estético-, de modo que resulta muy difícil tejer o llenar los vacíos para comprender la continuidad de un cierto tipo de proyecto político humanista y democrático, capaz de ser repensado y reutilizado en la actualidad. Contraria a esta intención, la novela se pierde en

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“Te invitamos al día en que se abolirá toda necesidad, donde la libertad no será siquiera precisa porque el ser será total y el tener y el deber desaparecerán de la faz de la Tierra, más allá del cuerpo y del alma, más allá del bien y del mal, cuerpos con los atributos del espíritu. Imitaremos a Dios, seremos como Él. Tener toda la información será nuestro poder, saberlo todo, controlarlo todo” (De la Parra, La secreta guerra 157).

Bazzurro 43 su thriller escatológico y en una paródica versión de la novela de formación con un particular antihéroe en gestación. Finalmente, dentro de esta incertidumbre vital por elegir un proyecto de vida utópico que sea adecuado, resulta valioso constatar que la única intencionalidad utópica con la potencialidad de ser una formulación estable sea la institución familiar 35 . Sin embargo en la novela no llega a realizarse tal progreso, aunque queda sugerido en el desenlace. A modo de reflexión final será planteada una aproximación sociológica (a nivel extraliterario) acerca del proyecto utópico de la comunidad privada familiar. Como comenta De la Parra en La mala memoria, la institución familia funcionó durante la dictadura de forma similar al círculo de amigos en la lectura de Santiago Cero que firma Jocelyn-Holt, es decir, como un refugio para toda esa energía vital que no logró expresarse en el medio público. “[M]e sumergí en mi matrimonio, accedí a esa revalorización del mundo privado donde todos nos escondimos durante los primeros años. Entendí lo que hicieron muchos, trasvestirse en pragmáticos, apasionados del único gran descanso espiritual que propondría la dictadura: el consumismo” (46). Habremos entonces de advertir que esta “solución” a lo comunitario que sugiere el uso del hogar y la familia como ghetto privado genera una sobreexigencia que debilita notoriamente a la institución familiar: “el hogar deviene una fortaleza asediada por todas las inseguridades (desde la enfermedad y la precariedad laboral hasta los peligros de delincuencia, drogadicción o embarazo precoz) y la familia comienza a sufrir una sobrecarga notoria” (Lechner 48). La familia, por tanto, no puede ni debe dar abasto para las imprescindibles y diversificadas maneras 35

“Le gustaba la risa de [su pequeña hija] Carolina, desde siempre. La echaba de menos más de una noche a la semana, quienquiera que estuviese a su lado...Carola… Eres mi vida, mi cielo, mi sueño. Para ti todas las canciones de amor, todas” (De la Parra, La secreta guerra 31). “Si no te creo a ti no le creo a nadie- sentenció Tito, afligido. Anita [su ex esposa, madre de Carolina] se le acercó y tuvo el impulso de dejarse refugiar en ella” (De la Parra, La secreta guerra 212).

Bazzurro 44 de la institucionalidad social ni de la sociabilidad humana. En su hermetismo obstaculiza el desarrollo de un compromiso social con la sociedad civil, los restantes seres humanos unidos únicamente por lazos culturales. iii. Cien pájaros volando: el absurdo heroísmo de la utopía La presente novela desarrolla en extenso una particular formulación utópica de revolución y justicia social que tiene como topos imaginario a Estefanía 36 , un pueblito perdido en la precordillera; y como actores, a un grupo masculino de desencantados ex profesionales 37 que albergan la mesiánica esperanza de cambiar el orden mundial a través de una revolución maoísta 38 . De forma secundaria son también tematizadas otras formulaciones utópicas, como la desgastada utopía de un avejentado español que en su juventud participó activamente en los movimientos anarquistas de su patria a principios del siglo XX 39 o el mítico viaje al paraíso Amazónico, que realiza un antropólogo admirado por Hugo Fischer 40 . Al realizar un recuento crítico de los fragmentos de la novela en donde se presentan estas formulaciones utópicas, predomina el tratamiento textual de la ironía, tropo que se combina con 36

“[E]n la región precordillerana a la altura del Valle Central, en el punto ese que los lugareños denominan Estefanía. No figura en los mapas ni es relevante y nadie de las ciudades próximas lo había visitado hasta entonces con asiduidad. El acceso no era fácil y mejor así” (Collyer, Cien pájaros 16). 37 “Pasa que aquí anda cada cual en su vena y por sus propias razones, profesor. A Teodoro ya lo conoce, es un romántico, un poeta. Está obligado a darnos las órdenes, pero se necesita un loco así para que de las órdenes. Hirsch es un duro, es como el Robespierre del grupo, pero a muchos les pasa, que la historia los pone en el papel del malo... Cada uno con sus motivos, ya ve. Pavese es, en el fondo, un innovador, un empresario, por eso se metió en lo del queso. A Rodolfo Neira le bastaría con que sus tomates tienen para una ensalada y el Griego es un payaso, pero en estas cosas se requiere también un payaso, dígame que no” (Collyer, Cien pájaros 186). 38 “Es una cruzada, para iniciar aquí en la montaña la edificación de un orden más justo. ¡Un orden nuestro, para nuestras esperanzas!... Unos crían y alimentan a sus ovejas, trabajan durante el día y otros se las arrebatan por las noches, como los lobos. ¡Vamos a impedir que esto siga ocurriendo! ¡Del campo a la ciudad, como sugería el Gran Timonel!” (Collyer, Cien pájaros 59). 39 “[El viejo anarquista] arremetía con alguna canción de la guerra civil, de su propia guerra olvidada por el mundo, entonando a gritos el estribillo, como eso de: Acudid los anarquistas / empuñando la pistola y el fusil / con pistola y dinamita / ¡a toda clase de gobierno combatir y destruir…! Era un ejemplar en vías de extinción, alegre y desastrado, con tan solo una camiseta sin mangas y los pantalones demasiado anchos para su estampa desgarbada… Pero me agradaba por la extemporaneidad de su mensaje, al que nadie atendía para entonces, con la probable excepción de la portera y yo” (Collyer, Cien pájaros 98). 40 “[El antropólogo Brueghel] Hablaba de ‘fugarse a la selva’ y de ‘volver a los orígenes’. Estaba interesado en el Tao-te-king y se encerraba tardes enteras con la chica en una habitación del fondo… ‘Hay que vivir conforme al Tao’… ¿Habría llegado finalmente al cielo allí en la Amazonia?” (Collyer, Cien pájaros 97).

Bazzurro 45 la sátira, la parodia, el grotesco o el absurdo y genera finalmente un tipo particular de sátira sádica y parodia sádica 41 . Estos específicos géneros literarios se producen por el distanciamiento que percibimos en la voz del protagonista con respecto a los guerrilleros y la utopía. La sátira sádica acciona, por un lado, una particular seducción basada en el acercamiento afectivo –ternura por el honesto plan y sus buenas intenciones- que infantiliza los motivos revolucionarios 42 , y por otro, una agresión directa a la guerrilla entendiéndola como causa perdida, discurso absolutista y sistema autoritario 43 . En consecuencia, se propone una apreciación de la utopía como una contradicción o un absurdo que se ve potenciado además por el anacronismo 44 y los modos descontextualizados de la utopía guerrillera (que importa sin filtro las teorías marxistas chinas de mediados de siglo). Podemos afirmar así que la construcción narrativa juega con un imaginario social que refleja y actualiza desde un estilo posmoderno la imagen de lo utópico como un ethos absurdo. Desde tal perspectiva comprendemos la opinión de su autor cuando dice que: “[E]l horror inminente… de todos modos viene asociado a la utopía. El camino al infierno está sembrado de buenas intenciones, una vez más” (Collyer, El camino al infierno 6). La sátira de los proyectos emancipadores y la parodia de su retórica se realiza además por otro frente: la crítica a la copia. Al igual que los intelectuales de La secreta guerra santa, los guerrilleros serán degradados con el sadismo ya comentado, hasta reducirlos a meros 41

Ver p.33 “Es de suponer que somos una amenaza para el orden burgués y hay que actuar como tales. No puedes ir saludando a todo el mundo, tienes que resultar amenazante. ¡Y poner cara de amenaza! Varios del montón intentaron poner alguna cara, pero no resultaba muy amenazante y el Griego coronó el esfuerzo colectivo con una carcajada intempestiva, que se contagió el resto” (Collyer, Cien pájaros 166). 43 “[El proyecto guerrillero tenía] ansias de unificar a la fuerza algún imperio menor y dejar, al mismo tiempo, que todo el mundo haga lo que se le venga en gana; de sojuzgar a los débiles para explotarlos, y a la vez de civilizarlos; de recuperar para sí a los infieles y renegar quizás de su dios, un dios cualquiera. De arrasar aldeas enteras y ser a la vez justos, irreprochables. No es posible, claro, todo eso a la vez” (Collyer, Cien pájaros 218). 44 “Un foco insurgente que brotó en la cordillera y en una zona equivocada, cuando ya no era tiempo, cuando hasta el muro de Berlín comenzaba a resquebrajarse y a nadie le importaba mayormente lo que pudiera ocurrir con los escombros” (Collyer, Cien pájaros 56). 42

Bazzurro 46 epifenómenos o remedos locales de los verdaderos líderes e ideólogos de las revoluciones marxistas del siglo XX. Así, Teodoro poeta es una versión actualizada de Mao, Neira el botánico es “Gramsci en la cárcel” (Collyer, Cien Pájaros 196), Pavese el veterinario es Lenin y Gibbons remite por su insuficiencia respiratoria al “asma solitaria del mítico Che Guevara” (Collyer, Cien Pájaros 196) 45 . Tal representación por supuesto anula cualquier pretensión de identidad, inscribiendo el proyecto político colectivo y personal en la infertilidad, la anacronía y el absurdo que supone la mera reiteración de la historia 46 . Otro medio de deslegitimación de la utopía, de carácter más alegórico que retórico, lo hallamos en la oveja Dalila como “elemento de descargue” 47 . Dicha oveja cumple la función de ser una especie de portal metafísico capaz de tranquilizar vía satisfacción corporal todo el ímpetu de la intencionalidad utópica 48 . A través de esta figura entonces es codificada la problemática de la disputa entre el deseo del bien personal versus el bien general, dando a entender claramente cual es la escala de valores que gobierna el mundo. La degradación de las utopías alcanza su punto crítico en la aniquilación del movimiento guerrillero a manos de contingentes militares y en el encarcelamiento por motivos políticos de Hugo Fischer 49 . Como ya fue comentado 50 , esta presentación represiva de lo utópico se puede interpretar como la intención de generar una imagen de desconfianza a la venidera democracia,

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Ver cita textual en p.53 Tema tratado en extensamente en el siguiente capítulo. 47 Ver p.39 48 “Esa noche que pasé en el corral lo cambió todo: la idolatría enfermiza y desde luego el rencor. No fue el abismo sin fondo que temía sino la ternura, el hecho de sentirla respira junto a mí sin apenas moverse, y de quedarnos los dos tendidos allí en el corral … Ya no había causas perdidas, y ningún emblema por el que fuera preciso rendirse o dar la vida. Ningún credo suficiente para persuadir a un hombre sereno de nada, o un rencor tan intenso que no fuera posible absorberlo, dejarlo estar y permitirle que se diluyera en la noche” (Collyer, Cien pájaros 229). 49 “El orden social parecía haberse recompuesto más aceleradamente que mi rodilla…Tan sólo desmentía esa normalidad forzada la presencia de los uniformados y un persistente olor a quemado, a muerte envasada en polietileno, o un ave de rapiña que sobrevolaba con avidez el helicóptero y el lugar donde yacían agrupados los cadáveres” (Collyer, Cien pájaros 265). 50 Ver p. 27 46

Bazzurro 47 debido a la dudosa calidad ética de un futuro gobierno obligado a funcionar consensuadamente con el déspota régimen anterior. No obstante ello, es de notar que este ethos absurdo de lo utópico se ve matizado por el movimiento de identificación del protagonista, quien termina comprometiéndose -al igual que en La secreta guerra- con el utopismo de la guerrilla y de su particular comunidad humana. De tal forma, puede considerarse que este ethos absurdo supone una relativa apertura, perpleja y paradójica al tema de las utopías, dado que si bien son reprimidas, no igualan el gesto de escepticismo radical de Santiago Cero, proponiendo al menos desde la transformación identitataria de Fischer, cierta aceptación y relativa legitimidad de algunos de los ideales utópicos planteados. Esta relativa apertura posee sin embargo un sesgo menor que la postulada en La secreta guerra santa, cuyo protagonista quiebra su incertidumbre y supera el absurdo de la secreta guerra desde el momento en que vive aquellas revelaciones utópicas que generan la eclosión de su nueva identidad. Sin llegar a este nivel, el antropólogo termina por creer en la sabiduría de Teodoro y en cierta posibilidad de la revolución social. Para finalizar este análisis, resultará enriquecedor contrastar la interpretación propuesta con la perspectiva del autor de la novela: [E]n Cien pájaros volando… mi mente estaba llena de ideas y de cabos sueltos ideológicos, ese es el punto: cabos sueltos que tenían que ver con el pasado reciente. En los ochenta, antes de irme España, estuve vinculado a la izquierda radical y muy metido porque hubo un momento en que creí que la solución insurreccional era la única solución para que hubiera justicia social en este país… esos cabos sueltos se fueron atando en los noventa; con la madurez biográfica dejó de preocuparme la cuestión ideológica y esas ideas ya no son tematizadas (Collyer, Cien pájaros 2, énfasis mío).

Bazzurro 48 Concluimos así que tanto el imaginario de la novela como el del autor concuerdan en apreciar a las utopías como gestos inmaduros e ingenuos, los cuales -sugiere el análisisposibilitan el predominio del absurdo en la construcción textual. iv. 2010: Chile en llamas: distopías en disputa 2010: Chile en llamas puede considerarse como una gran sátira cargada de una sórdida ironía que nos presenta el destino de la humanidad y específicamente de Chile bajo el imperio hegemónico de la distopía neoliberal. Es una sátira en todo el sentido del término debido a que se vale de la reflexión utópica para proyectar el escenario de un futuro apocalíptico al cual no queremos arribar. De tal manera la sátira distópica apocalíptica que suscita la obra apunta a imaginar las consecuencias nefastas del imperio de un absolutismo económico. En este sentido, lo más relevante de la novela corresponde al ejercicio clásico del género distópico desde la particular óptica de la realidad nacional. Tal uso del género literario ocasionará que se configure una decidora cartografía de las formulaciones distópicas divididas principalmente en dos bandos antagónicos. Por un lado la distopía neoliberal y por otro todas aquellas formulaciones distópicas –nótese que ya no serán meros impulsos- que se resisten a esta globalización económica. Dentro de los grupos de resistencia encontramos a una convencida (y violenta) comunidad feminista 51 , a una utopía comunitaria neoconservadora que invoca la vuelta al Chile colonial 52 y de forma excepcional, como único impulso utópico de la novela, a una

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“[V]alía la pena defender lo poco que tenían: la posibilidad de formar una comunidad sin subordinación a maridos, ni a jefes, ni a empresas que les impusieran uniformes, ni lealtades arbitrarias, ni conductas pautadas, ni cánones de belleza que se traducían en la fórmula de la ‘buena presencia’, ni la entrega servil a los clientes” (Oses 175). 52 “La hacienda chilena fue el núcleo ordenador de la sociabilidad de este país- declaró Eyzaguirre-. Por eso hay que volver a ella si se quiere reconstruir el orden destrozado por la orgía de impulsos inmorales y anárquicos y por el desquiciamiento total que ha traído el liberalismo. Enseguida declaró que la Hacienda Corazón de Jesús, era sólo el primer paso de un proyecto para realizar a Chile y ponerlo en el buen camino que perdió al encandilarse con la modernidad. Apoyaba sus planes mesiánicos con citas de Virgilio y Cicerón” (Oses 112).

Bazzurro 49 empobrecida agrupación de izquierda que busca reivindicar la memoria histórica de su línea política 53 . Los recursos narrativos que serán utilizados para degradar a las distopías serán escasos. Desde el territorio predominante de la cartografía señalada reconocemos la parodia al totalitarismo o al supuesto poder ordenador del discurso neoliberal 54 y la sátira al pacto entre la clase económica y el gobierno militar, proponiendo irónicamente la privatización del ejército 55 que equivale simbólicamente al “asesinato del padre” 56 . Quizás lo más interesante de la novela consista justamente en la gran proyección que se hace de la distopía neoliberal. A través de un racconto se reconstruye desde Pinochet hasta el 2010, todas las peripecias por las que tuvo que pasar la distopía neoliberal para instalarse plenamente en el poder 57 . De este modo también dotará de una explicación a la transición de esta “utopía” neoliberal (para sus ideólogos) en declarada distopía, producto de las injusticias sociales, los daños medioambientales y la rebelión de las masas 58 . La tesis de fondo, como lúcidamente señalará Ferrer, es que la globalización económica deviene justamente en su antítesis, una balcanización radical del espacio político-social (1).

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“Tomar el cuerpo del General: Sería un último acto simbólico de afirmación de que seguimos vivos, que no olvidamos y que aún tenemos capacidad para atrapar al enemigo que siempre se nos ha escapado. -Un gesto hermoso y políticamente inútil- alegó Raquel. - Más que inútil, desesperado- dijo David-. Es una forma de fijar nuestra memoria, que podrá servir para que alguien, en el futuro, se anime a resucitar a la izquierda. -[Raquel] Se daba cuenta de que ya todo estaba perdido y que lo único que le quedaba era satisfacer el último deseo de su padre” (Oses 149). 54 “Agüero [político de derecha] comentó en muchas oportunidades que la mano invisible del mercado protegía mejor que nadie a la ciudad de las bandas de desquiciados, anarquistas, delincuentes subversivos que se protegían cobardemente en la densidad impenetrable de las poblaciones periféricas” (Oses 98). 55 Ver p. 30 56 “[Agüero] se dio cuenta antes que nadie que ya no podía seguirse manteniendo el matrimonio entre libertad económica y autoritarismo, y que para legitimar y mantener el modelo neoliberal había que deshacerse de su principal realizador: ese General” (Oses 99). 57 Ver p. 30 58 Cuestión ya tratada en el primer análisis Crítica al presente: El topos sitiado. p.28

Bazzurro 50 Por su parte, el tratamiento literario con que son representadas las “distopías de resistencia”, vale decir, la distopía neoconservadora colonial y la feminista a ultranza, las caracteriza como gestos desesperados que invocan, respectivamente, la repetición anacrónica del sueño aristocrático (que propone la reconstrucción de las haciendas y las nítidas jerarquías sociales de la época colonial 59 ) y la vuelta a un feminismo retrógrado y fundamentalista (propio del mito de las tribus de mujeres amazónicas 60 ). En consecuencia, podemos proponer que las “distopías de la resistencia” motivan principalmente un ethos absurdo. Curioso gesto resulta el que esta crisis medioambiental, social, estatal y económica se ubique justamente el 2010, constatamos en aquel hecho una doble intención satírica. La primera intención reside en la irreverencia satírica de colocar como eje novelesco apocalíptico a esta fecha que funciona en nuestro imaginario social como un forzado símbolo oficial de la democracia. Burlándose de todos los preparativos anunciadores del buen venir democrático, la novela profetiza “absurdamente” que el 2010 será el fin de Chile y quizás del mundo entero. Tal carácter “absurdo” no reside en la consideración de la lógica apocalíptica como un sinsentido intrínseco, sino que se explica por la extrañeza e irrealidad de un augurio que advierte tamaños cambios ecológicos, económicos y sociales situados a tan corta distancia temporal. Por tanto, el absurdo es tan sólo una cuestión de fechas (quizás si fuera el 2030 la profecía perdería todo su carácter absurdo). Como segunda intención, el sentido de esta datación cercana se orienta nuevamente a fortalecer la sátira debido a que intenta activar la urgencia de una acción social que impida el advenimiento ya inminente del apocalipsis propio del neoliberalismo. Es una exageración 59

“En la entrevista [Eyzaguirre] declaró que su intención era volver a los orígenes. No quedaba otro camino cuando ya todo estaba perdido y descompuesto… se vivía en un admirable equilibrio social, porque todos: patrón, administradores, curas, capataces, peones e inquilinos tenían asignados desde siempre y para siempre sus derechos y responsabilidades, y su ubicación en una sana jerarquía” (111-2). 60 Las mujeres de la comunidad capan a sus hombres para que sean “más mansitos” (Oses 174).

Bazzurro 51 alarmista, claro está, pero que fija su gesto de preocupación y llama asimismo a la acción cívica, a la conciencia del daño planetario que estamos día a día viviendo. En síntesis, el ethos utópico predominante de la novela que genéricamente corresponde a una sátira distópica, es el ethos apocalíptico, es decir aquella particular sensibilidad distópica que proyecta catástrofes mundiales inevitables e insuperables. De manera subsidiaria, también se presenta un ethos de lo utópico como absurdo, debido a la cercanía temporal de la fecha profética y también a lo absurdo del resurgimiento de utopías anacrónicas tales como la colonial o la feminista a ultranza.

III. Tesis filosóficas sobre el sentido y la función histórica de la utopía La propuesta analítica final surge de la significativa constatación en tres de las novelas de una particular concepción filosófica que corresponde específicamente a una epistemología metafísica de la función y el sentido de lo utópico en la historia de la humanidad. De esta manera, el análisis intentará mostrar y analizar la sugerente configuración que dicha tesis adquiere de manera coordinada entre las novelas Cien pájaros volando, La secreta guerra santa y 2010: Chile en llamas 61 . Como fue mencionado anteriormente 62 el punto central de La secreta Guerra Santa es una lucha trabada entre el bien y el mal para conseguir que el protagonista Tito Livio se engrane a uno de los dos poderes. Lo particular de este conflicto reside en que Tito tiene que aportar el equilibrio necesario para que la lucha se siga reproduciendo míticamente ad aeternum. Si se decide por el “mal” ganará poder, una mujer idílica, fama y dinero pero traicionará a su padre asesinado y a la memoria de todo el mundo utópico que él representa. La solución simbólica que

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Descartada Santiago Cero, puesto que no presenta ninguna propuesta al respecto. Ver p. 24

Bazzurro 52 la novela propone es que la condición para la supervivencia del planeta y de nuestra especie radica en la existencia de un equilibrio de poderes entre utopías antagónicas. Resulta así imprescindible que exista una constante tensión para que se genere el “movimiento universal” y la historia humana. En caso contrario la hegemonía del “mal” organizará el mundo a su antojo. [Los “Malos”] quieren el orden definitivo, estático e insoluble. Adoran la simetría, el resultado exacto, la geometría euclidiana y el tiro al blanco. Invierten el sentido de la vida y lo detienen en su apariencia… Nosotros [los “buenos”] defendemos la entropía positiva, la cabriola del movimiento perpetuo, confuso para una mirada mínima, impecable en escala infinita pero siempre distinto, como los copos de nieve, sin límite, sin copia posible (De la Parra, La secreta guerra 75). En esta particular concepción metafísica de la historia que la reduce a la eterna lucha de dos bandos antagónicos, cabe destacar que poco importarán los revestimientos reales, es decir, el contexto histórico (los movimientos sociales, las revoluciones o los sujetos) con que esta estructura inexorable –pero con riesgos de desaparecer- se vaya recreando. De tal forma podemos leer en esta reiterativa e invariable lucha del bien contra el mal la conocida tesis del eterno retorno 63 que concibe al tiempo de forma circular. Por su parte, Cien pájaros volando reactualiza la tesis del tiempo circular, pensamiento que en última medida alienta a los guerrilleros inofensivos de Estefanía. “Hace falta la reiteración en nuestras vidas, un ciclo, algo que vuelva sobre sí mismo, una y otra vez… ¿Por qué será?” (Collyer, Cien pájaros 39). En este sentido, Hugo Fischer percibe que los integrantes de la 63

El eterno retorno es una concepción antiquísima que proviene de tradiciones orientales y que también se desarrolló en la Grecia Clásica, en la escuela pitagórica. Se transformó así en un tema mítico que constantemente regresa al pensamiento del hombre. Esta doctrina es una forma de concebir el tiempo, el cual describiría la forma de un círculo, es decir continuamente pasaría por los mismos puntos. San Agustín en el siglo V d C. trató de eliminarlo de la cosmovisión Occidental. Sus intentos terminaron por realizarse cuando esta creencia fue reemplazada definitivamente por la concepción temporal lineal propia del cristianismo y base del sentido progresista de la modernidad, que actualmente rige nuestro imaginario (Blum 1-2).

Bazzurro 53 guerrilla son una reiteración (copia paródica) de los personajes míticos de las verdaderas revoluciones sociales del siglo XX. [C]omo si cada uno de sus miembros [del ejército revolucionario] se hubiera propuesto repetir con sus propios gestos los de esas figuras grandiosas de los libros de historia. Así, el botánico Neira era, cuando contemplaba largamente su huerto decepcionante, una reiteración de Gramsci en la cárcel, deprimido allí entre rejas. Y Pavese, el veterinario, cuando iba a impartir instrucciones en la fábrica de roquefort, parecía repetir en algún sentido a Lenin, era como una versión actualizada del líder bolchevique a punto de irse a vociferar al instituto Smolny. Y la insuficiencia respiratoria de Gibbons remitía, por qué no, al asma solitaria del mítico Ché Guevara en la sierra maestra o en las alturas de Ñancahuazú (Collyer, Cien pájaros 196). Tal filosofía complementa nuestra interpretación acerca de la indiferencia del movimiento guerrillero ante el supuesto gran cambio político de la “llegada a la democracia”. El postulado básico es que ellos, en su utopismo, existen en otro tiempo/espacio y poseen otros propósitos para el destino del país. La democracia, por tanto, constituye un cambio superficial para la dialéctica de la historia y para los grandes ciclos revolucionarios a los cuales se sienten llamados. A su vez, 2010: Chile en llamas plantea tangencialmente esta concepción de la historia cíclica y de que asimismo en la reiteración de los conflictos sociales, siempre iguales, se genera la renovación o la posibilidad de continuar la historia. De este modo la presente novela logra sintetizar ambas visiones metafísicas. -No hay nada nuevo bajo el sol -dijo-. Se repite la vieja historia de los bárbaros que salen de la estepa de los bosques y los pantanos para invadir el centro. He

Bazzurro 54 llegado a convencerme de que son esas invasiones y no la lucha de clases las que mueven la historia. -¿Se va a acabar el mundo?... -No. Sólo se va a renovar (Oses 61-2). Luego de mostrada la coincidencia argumentativa entre las novelas se procederá a interpretar el sentido crítico que tal epistemología metafísica nos propone. El eterno retorno presente en las obras articula una poderosa crítica de la modernidad desde la óptica postmoderna. “La idea del eterno retorno no es, en definitiva, más que la afirmación de que toda evolución es relativa” (Blum 2); por tanto, la duda y negación recae en el sentido progresista de la modernidad y en su utopismo de la racionalidad como forma de conseguir un mundo ideal. Pero más allá de esto, con respecto a la crítica de la configuración utópica, podemos inferir el siguiente cuestionamiento: si todo es una repetición de lo mismo revestido por diversos escenarios y actores sociales, ¿cuán válidos son los proyectos teleológicos? El

tiempo circular y este eterno retorno de lo mismo cuestionan la médula de cualquier

proyección utópica a través de la negación de su principal fuerza, es decir, el incentivo de un futuro mejor. Tal crítica a los proyectos modernos y teleológicos constituye un planteamiento acertado y pertinente, propio además de muchos individuos de nuestra época –con alguna sensación apocalíptica o al menos escépticos del futuro de la humanidad. Como será explicado en el último capítulo, justamente uno de los desafíos para el pensamiento utópico del siglo XXI consistirá en reconfigurar sin teleologías rígidas ni proyecciones fijas aquello que nos merece el título de ideal. El posmodernismo aporta así su enseñanza en la valorización de la diversidad. En consecuencia la utopía moderna deberá mutar la ortodoxia teleológica de su determinista formulación utópica

Bazzurro 55 en una intencionalidad utópica que se vale de esperanzas y anhelos que articula proyectos reconfigurables y de carácter local pero sentido universal. Existe también una segunda crítica, muy posmoderna, que se entreteje en dos novelas – Cien pájaros volando y 2010: Chile en llamas. Para estas novelas que validan parcialmente las utopías o los impulsos utópicos en tanto requisitos esenciales del devenir histórico, sucede que tales actos deben realizarse con un heroísmo suicida digno de un kamikaze. De tal forma las narrativas proponen un sentido del utopismo limitado únicamente por la óptica del martirio o la inmolación por las “causas superiores”. Sin embargo tal arrojo será inmediatamente catalogado como causas perdidas o proyectos sin futuro. Lupe y Raquel sabían que lo largo de la historia todos esos experimentos de establecer comunidades de vida libre habían sido efímeros parpadeos, rápidamente reprimidos y ahogados. Pero ahora que el mundo y el país se dislocaban, tal vez había una esperanza. Y aunque no la hubiera, sólo el acto de sumar una derrota más a la historia de las luchas liberadoras valía la pena. Porque eran esas derrotas las que le conferían cierta dignidad a la historia humana, que de otra forma no era más que una estéril sucesión de rapiñas y genocidios (Oses 175). Por primera vez, experimenté un afecto sincero hacia ese muchacho [Teodoro], quizás por lo del meteorito, quizás por el parpadeo ritual, incontrolado, de su ojo. Ignoraba, desde ya, todo lo referente a él… y su causa era un enigma, por no decir un absurdo. Una causa perdida como tantas, pero es en las causas perdidas que se prueba la mejor gente, cuando toca jugarse por cosas sin destino, inconducentes, bajo la mirada indolente de un dios también indolente que se niega a aconsejarnos (Collyer 168).

Bazzurro 56 Tal planteamiento, si bien representa una crítica acertada a los utopismos fundamentalistas propios de nuestra era –y los milenarismos que trabaja Carlos Monsiváis-, funciona también regresivamente, porque al hacer esta ecuación entre utopía y causa perdida incurre en el reflejo y el incentivo del reconocido escepticismo general a cualquier proyecto utópico. “Todos sabemos que la ruptura tiene, como desenlace real o simbólico, un asesinato: el de Dios, el del padre, o el del burgués. Pero sospechamos a su vez de la eficacia de ese asesinato para erradicar relaciones marcadas por la dominación” (Hopenhayn, Ni Apocalípticos 88). ¿Dónde radica, entonces, la imagen de una utopía armónica, flexible, realizada? La literatura escogida prefiere callar. Sintetizando entonces esta sección, el postulado resulta sencillo y determinante. La función de la utopía en la historia de la humanidad es tan imprescindible como insostenible (Hopenhayn, Ni apocalípticos 120), es un mecanismo de regulación para mantener el equilibrio social al cual no podemos renunciar. Se crea entonces cierta condena, atadura obligatoria por repetir eternamente una utopía que nunca logrará realizarse pero que al menos ayudará a inhibir la materialización de otras –como la neoliberal. Lo más conflictivo acaso radique en el sentido que se le otorga a esta utopía concebida desde un ferviente heroísmo que devendrá inexorablemente en su exterminio, en la sucesión interminable de mártires. El ethos resultante apunta nuevamente al descreimiento de las utopías, por lo que se reparte plácidamente entre el absurdo y el escepticismo. Pues bien, como se habrá notado, la tensión propia de quien piensa desde la negación ya no puede soportar estirarse más. Es momento entonces de intentar realizar una respuesta propia, elucubrar la difícil e imprescindible cuestión de cómo pensar la utopía, que no es sino el reflexionar en su necesaria reconfiguración y las maneras en que existe en nuestra actualidad.

Bazzurro 57 I. El actual topos de la utopía ¿Cómo pensar hoy la utopía? Como hemos podido constatar a lo largo de este trabajo, la literatura ha contribuido (a través de sus múltiples mecanismos retóricos, semánticos y pragmáticos) en la creación de un ethos que imprime al menos cuatro imágenes o modos de relacionarse con la utopía: escepticismo, incertidumbre radical, absurdo y sátira a su absolutismo. Estos ethoi 64 generan, al potenciarse, un imaginario social que deslegitima a la utopía. De tal forma, podemos visualizar la plurisemanticidad que la utopía adquiere en el imaginario social de la sociedad chilena durante la transición a la democracia. Sus semas o acepciones corresponden a las imágenes otorgadas por el ethos bajo el denominador común de ser posicionamientos afectivo/intelectuales que invalidan o deslegitiman el proyecto utópico. Las críticas efectuadas por la literatura, desde el pensamiento posmodernista, poseen una lucidez que no habrá que negar. Funcionan acusando falsos proyectos, inciertas posibilidades para canalizar el impulso utópico. Critican, por tanto, el absolutismo, el totalitarismo, la teleología rígida y la falta de libertad que contradictoriamente provocan estas formulaciones emancipatorias. Echan por el suelo, en definitiva –en especial Cien pájaros volando y Santiago Cero- el ideario ortodoxamente moderno de las utopías. La reflexión interesada en comprender las maneras en que las utopías actualmente existen y se reconfiguran (o deben hacerlo) ha de hacerse partícipe de las críticas para “velar con madurez al difunto”.

En este sentido, compartiremos la crítica a estas versiones utópicas

cerradas (propias del Milenarismo o sectas varias) basadas rígidamente en el proyecto de la modernidad. “El problema de las utopías es que la descripción acabada de un orden ideal se convierte en la descripción ideal de un orden acabado” (Hopenhayn, La utopía contra la crisis 334). A una utopía cerrada corresponde “un orden fijo, lineal, inequívoco, que no admite 64

“Ethoi”: plural de Ethos

Bazzurro 58 flexibilidades o desviaciones, un proceso que conserva intacto su referente normativo” (Hopenhayn, La utopía contra la crisis 336). Ante tal situación tenemos dos opciones: o aceptamos el juicio asociativo entre utopía y absolutismo o proyecto universalista y, desengañados o decepcionados, las damos por muertas, o, en cambio, observamos la cartografía actual de lo utópico para pensar en una posible reconfiguración utópica hacia lo abierto, es decir, “capaz de reformularse continuamente, pero que no por ello se diluya en la ineficacia o en la impotencia” (Hopenhayn, La utopía contra la crisis 337). i) Búsqueda teórica de una utopía para el presente Transitando por esta segunda vía, podemos proponer que “el desafío crucial del pensamiento utópico contemporáneo [es] la construcción de una utopía abierta pero no indeterminada… Utopía que no sea necesariamente universalista, racionalista, occidentalista” (Hopenhayn, La utopía contra la crisis 338-41). Utopía que no intenta “cambiar por entero al ser humano, sino abrirle espacios al humanismo y la búsqueda de justicia social” (Monsiváis 165). Tal concepción de la Utopía para el siglo XXI, señala Monsiváis, encuentra su fluctuante lugar de residencia “en movimientos de la sociedad civil, en reacciones de la opinión pública, en la coherencia de pequeños grupos, en las tareas de los colectivos rurales y urbanos, en dispositivos y versiones críticas de la contracultura” (174). Immanuel Wallerstein aporta teóricamente en esta reconfiguración de la utopía a través de la creación de las “utopísticas”, neologismo suyo que intenta soslayar el fracaso político, las inexorables desilusiones y los terribles yerros de las utopías (3), proponiendo en cambio La evaluación seria de las alternativas históricas, el ejercicio de nuestro juicio en cuanto a la racionalidad material de los posibles sistemas históricos alternativos…

Bazzurro 59 No es el rostro de un futuro perfecto (e inevitable), sino el de un futuro alternativo, realmente mejor y plausible (pero incierto) desde el punto de vista histórico” (4). Las utopísticas parten de la base de que estamos en una gran transición de un sistema mundial capitalista a otro desconocido (crisis motivada por lo insostenible de un sistema que divorcia capitalismo y Estado), de manera tal que “el mundo del 2050 será lo que hagamos de él” (63) y por tanto resultará crucial reflexionar y aprender sobre las anteriores utopías (69), que en la actualidad, piensa el autor, podemos hallarlas presentes en la ecología, el multiculturalismo y los derechos de la mujer (86), móviles todos, de la fuerza de los inconformes. Bosqueja así un sistema social y económico mejor, “no impulsado por la acumulación constante de capital” (76), en donde existirían a nivel estructural “unidades descentralizadas no lucrativas como modo de producir dentro del sistema” (75), lugar en donde trabajarían individuos, orientados en mayor medida según la lógica del reconocimiento que de la acumulación de dinero, puesto que el sistema de elección de carreras funcionaría atendiendo también a la satisfacción de sus usuarios. De tal forma, propone una serie de proyectos alternativos para llevar a cabo la tarea de vivir, que planteados, como sucede aquí, de una manera tan superficial y sintética, lamentablemente pierden un poco de sentido. Iguales ejercicios, con una apertura mayor o menor al derecho de soñar, se perfilan en nuestro país, destacando por su momento de enunciación (1976) Chile 2010 una utopía posible, realizado por un equipo de académicos de las más diversas áreas, quienes hicieron manifiesto el hecho de que cuando más se necesitan utopías es en tiempos de crisis. A su vez, el año 2002, fue publicado Construir el futuro. Vol. 1 Aproximaciones a proyectos de país, en donde participaron Tomás Moulian, José Joaquín Brunner, Manuel Antonio Carretón, Gabriel Salazar y Guadalupe Santa Cruz, diseñando cada cual según su óptica un proyecto de país, una utopística para esta “sociedad tan necesitada de utopías, tan carente de propuestas” (6), en donde nuestra “creatividad

Bazzurro 60 suele quedarse corta” (5), queja que por cierto comprende a la literatura. Sin entrar en detalles, serán rescatadas brevemente ciertas intenciones manifestadas por Moulian que confirman esta concepción de las utopías abiertas anteriormente señalada. El proyecto de país que plantea Moulian “no es destino ineludible, solo alternativo” (138), “no se trata de soñar con una sociedad perfecta [error de la utopía] sino en una sociedad perfectible” (152), de manera que “el futuro de Chile debe ser pensando como una democratización radical” (150). Compartiendo la intención, Garretón se refiere a la imperiosa necesidad de reforzar nuestra democracia (69), dado que una polis no debe aceptar una disociación tan radical como la ocurrida entre las esferas política, cultural y económica (propuesta que como ya veremos motiva a la agrupación ATTAC). En la vía de esta utopía “realista”, abierta y profundamente democrática, resulta atractiva la propuesta de la famosa teoría de la “acción comunicativa” de Habermas que, a diferencia de la utopía moderna, no propone una ruptura ni un cambio radical. “[N]o se piensa en invertir un orden o en un asalto al poder. Se piensa, más bien, en reforzar en los tejidos del propio sistema aquellos enclaves que permiten expandir el ejercicio de la ciudadanía sea desde lo público a lo privado o viceversa” (Hopenhayn, Ni apocalípticos 81). De tal forma, el terreno propio de esta acción comunicativa reside en la verdadera democracia, entendida como un “orden compartido en el que, mediante el diálogo y el consenso, los distintos actores de la sociedad puedan dialogar, procesar sus demandas, ser representados idóneamente, tener acceso a derechos semejantes y se relacionen bajo un acuerdo de reciprocidades asumido por las partes” (Hopenhayn, Ni apocalípticos 80). El carácter “abierto” de la “acción comunicativa” se realiza en el sentido de proponer que “el todo no se devore a las partes, y… la racionalidad productiva pueda armonizarse con los anhelos simbólicos, las emociones y los deseos”, de manera tal que “el ideal moderno de la

Bazzurro 61 ‘autopoiesis colectiva’ se expresaría aquí en un esfuerzo por vincular, sin totalizar, el campo de la producción material con el de la vida simbólica” (Hopenhayn, Ni apocalípticos 80). Puede inferirse entonces que el punto central de todas estas proyecciones utópicas reside en resistirse y contraatacar a una nefasta naturalización de la realidad. “El discurso neoliberal ‘naturaliza’ los cambios en curso. La ‘lógica de mercado’ ilustra la transfiguración de una ‘racionalidad de sistema’ en una especie de hecho natural, supuestamente inamovible, que se impone a las espaldas de la gente. El orden social suele ser vivido como un orden natural” (Lechner 53). Ejemplo de esta naturalización lo hallamos en el credo neoliberal de Lorenzo Servitje: “La experiencia histórica comprueba que la desigualdad económica resultante es un mal menor con el que tenemos que vivir y que por lo tanto hay que aceptar” (Monsiváis 172). La resistencia utópica contra la naturalización también se orientará al rechazo de una concepción hermética de la acción humana, netamente pragmática, que inhibe incluso el pensamiento proyectivo. “La noción misma de futuro parece desvanecerse” (Lechner 65) y nos encierra en un “presentismo” o “presente omnipresente” insuperable (Lechner 64). ii. Búsqueda vivencial de una utopía para el presente Sin embargo, como bien sabemos, el gesto creador por excelencia de la utopía radica en lo colectivo y en ese sentido supera la intención y el proyecto de estos intelectuales, posicionando su energía en la sociedad civil. Partiendo de similares supuestos el informe de Desarrollo Humano del PNUD 2000 señala la lamentable crisis utópica que nuestra ciudadanía padece, revelando un hecho sintomático: hay un bloqueo de aspiraciones colectivas. “Nos cuesta creer algún sueño de futuro, más allá de los mejores deseos para el bienestar familiar. ¿No tenemos deseos? ¿No nos atrevemos a manifestarlos?” (58).

Bazzurro 62 Ahora bien, aún cuando el informe viene a confirmar la sentencia de la literatura –y viceversa-, la propuesta del seminario será que esta generalización no da cuenta del quehacer utópico que hoy existe, ni tampoco da cabida a la duda sobre la posibilidad de estar insertos en un gran cambio universal, en donde la lucha ha de orientarse a favor de una globalización cultural y social positiva y en contraposición con una globalización neoliberal. ¿Dónde reside entonces la utopía, quiénes son sus actores cotidianos y cuáles sus propuestas? Esta “gente que no se resiste a que no hallan alternativas” (Lanz 109) forman diversas agrupaciones humanas que se organizan en torno a algún ideario utópico difundido con la palabra y el ejemplo 65 . Encontramos aquí causas diversas y congruentes, como por ejemplo el vegetarianismo, el cuidado del medio ambiente, la reformulación de nuestra concepción del tiempo (Red de Arte Planetaria), la recuperación de las prácticas indígenas, la revalorización de nuestra espiritualidad –yoga y grupos orientales varios-, la lucha por la igualdad de género y asimismo la lucha por recuperar parte de nuestra economía y bienes naturales. Tales propuestas denuncian qué es lo ausente y lo reprimido de nuestra sociedad y nuestra insuficiente democracia. Concuerdan en una conciencia humanista que apela al regreso de la vida comunitaria. El reclamo se realiza, por tanto, con fe y optimismo en contra del imperialismo mundial, los abusos de poder, las desigualdades económicas y sociales y todas las variantes de la injusticia propias de un sistema neocapitalista. No obstante, se podrá pensar con justificada razón que tales iniciativas, por ser tan locales, no logran afectar realmente al conjunto de la sociedad civil, siendo incapaces de reformular su imaginario social, es decir, de agregar un nuevo sema de esperanza a la definición de utopía. 65

Monsiváis afirma que la persuasión de lenguaje utópico radica en que “lo esencial del mensaje queda implícito en la actitud. Y el testigo o el espectador de estos actos debe responder a la pregunta: ¿qué conduce a una persona a preocuparse a tal punto y con tal tenacidad por la suerte de los animales?” (175) De manera tal que “Plantear el interrogante en una sociedad tan desembarazada de criterios morales, ya no digamos de responsabilidades, es un primer logro” (175).

Bazzurro 63 Sin embargo, desde hace pocos años (2001) se están produciendo impresionantes encuentros masivos en múltiples localidades del orbe en torno a los Foros Sociales Mundiales (FSM) 66 , instancias en donde los proyectos locales logran comunicarse y las personas de distintos sectores del planeta se transmiten su esperanza bajo el lema de que “otro mundo es posible” a través de una “¡globalización solidaria sí, neoliberal no!” (Reigota 120). De igual forma en nuestro país el 25 y 26 de Noviembre recién pasado, se desarrolló el II Foro Social Chileno: Otro mundo es posible. Otro Chile también, actividad innovadora que logró congregar aproximadamente a 3000 personas (Attac Chile 1) para discutir en torno a los abusos de poder, las formas de resistencia y, por supuesto, los proyectos de país deseados y sus posibles caminos de materialización. Con iguales intenciones, se han generado en nuestro país nuevas agrupaciones civiles independientes que suman su acción a la tradicional labor de distintas ONGs, entre las cuáles destaca, por su activa y creciente presencia, ATTAC 67 , una “organización de ciudadanos coordinados en un movimiento internacional por el control democrático de los mercados [que] hace uso, sin complejos, de las nuevas tecnologías” (Casi todo sobre Attac 5). Expresado sintéticamente, ATTAC propone reformar al actual capitalismo financiero (evolución del industrial) con la idea de construir una “economía ‘con’ mercado, pero con muchos sectores sin mercado, como el de la educación, de la salud” (Ramonet 83).

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El más desatacado fue el Tercer Foro Social Mundial de Porto Alegre del 2003, en donde participaron más de ciento veinte mil personas, de 156 países. Cabe notar que la participación de Chile se duplicó en comparación con lo sucedido en el segundo FSM, alcanzando así el millar de personas. (De la Fuente 7). 67 ATTAC (Asociación por una Tasa a las Transacciones especulativas y la Acción Ciudadana) es una organización que surge en Francia en 1998 a raíz de una propuesta por “desarmar los mercados”de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique (De la Fuente 7-8). ATTAC reúne ciudadanos, asociaciones, sindicatos y periódicos, desatacándose como una nueva fuerza debido a su explosivo crecimiento, el cual en la actualidad llega solo en Francia a alrededor de 50000 adherentes y alcanza a nivel internacional, una participación activa en 50 países. De esta manera, ingresa a Chile el año 2000 y consigue al cabo de tres años la adhesión de más de 1000 personas (Iglesias 9-10).

Bazzurro 64 Por último, podemos agregar a esta muy incompleta articulación de formas reales de vivir la utopía, la iniciativa del movimiento secundario durante este año. ¿Qué otra motivación, sino los impulsos utópicos de igualdad social canalizaron tan impresionante movilización? Ahora bien, el objetivo de presentar cierta coordinación entre las distintas manifestaciones y reconfiguraciones teóricas y vivenciales de la utopía, encuentra su razón de ser en la necesidad de dejar constancia y reivindicar un ethos de lo utópico basado en una convicción sin fanatismo, ortodoxia o simple ensoñación. Ethos que difiere radicalmente del presentado por nuestra narrativa. Entonces, cabe la pregunta por última vez. iii. ¿Qué sucede con la literatura? Al menos en lo que respecta a las novelas analizadas, es factible plantear que excluyen en su representación una gran parte de la sociedad y un tipo de imaginario social utópico. De tal forma, no rescatan de una manera legítima el proyecto de las utopías, realizando un juego sádico que usufructúa de ellas como causas perdidas o cadáveres fértiles para ficcionalizar. Por tal motivo será necesario cuestionarse el porqué de esta predilección deslegitimizadora, sin ningún asomo de intención reflexiva recicladora de posibilidades utópicas. ¿Por qué, entonces, las novelas rehuyen el pensamiento crítico y reformulador que rescata y recicla lo útil de las utopías para plantear nuevas formas válidas, y en cambio, prefieren distanciarse lúdicamente, capturando un imaginario social que ya empieza a considerar como bellas anécdotas, tiernos disparates o radicales cegueras las razones y las batallas en las cuales generaciones enteras encauzaron su vida? ¿Estamos frente a un repliegue conservador del discurso narrativo, es una respuesta motivada por la venganza que provoca el desengaño del sueño utópico, es meramente una visión “estratégica” que comercializa con los sueños de generaciones ahora desencantadas? Las causas

Bazzurro 65 serán variadas, campo abierto de la interpretación que supera las aspiraciones del presente trabajo. De tal modo, solo se pretenderá motivar a la suspicacia del lector, para que él dilucide los motivos que operan de fondo en esta “actitud” de la narrativa con respecto a la utopía. Como proyección final, resultará trascendental el potenciar una perspectiva de lectura que reflexione sobre los alcances de este ethos escéptico de lo utópico. La indagación apunta entonces a vislumbrar si acaso es este particular ethos de lo utópico el que marca la tónica de la producción novelesca (y artística en general) del siglo XXI en nuestro país (y quizás continente y planeta). En lo personal, debo confesar que desde el marco relativo de mi limitada experiencia lectora, no he podido hallar en la narrativa chilena de los últimos años más que escasas formulaciones reflexivas que posean una positiva madurez capaz de orientar nuevos proyectos utópicos 68 . De tal manera, la inquietud se acrecienta. ¿Es que acaso nuestra narrativa ha fosilizado su imaginario social de lo utópico? Sabemos, eso sí, que la lengua es algo vivo y por tanto, las semánticas que hacen nuestros imaginarios son solo históricas. Esperemos y ayudemos entonces a que nuevas voces irrumpan con propuestas ricas y trasgresoras, de manera tal que la literatura haga su aporte en la reconfiguración de nuestros límites acerca de lo posible y de lo real, con miras a materializar alguna lúcida utopía. “Nada se construye sobre piedra, todo sobre arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena” (Borges 66)

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De alguna manera Chilenos de Raza de Francisco Mouat intenta reconfigurar la comunidad nacional –partícipe del comunitarismo utópico- creando una narración en donde se comprende como parte de la comunidad a muy diversos actores sociales. Sin embargo su intento se encuentra con la limitante de no integrar más que a una sola mujer y de excluir sujetos de estratos socioeconómicos altos.

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