La Danza de los Objetos

October 1, 2017 | Autor: Catherine Mahecha | Categoría: Anthropology, Culture, Etnography
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Descripción



Víctor Manuel Patiño. 1990. Historia de la cultura material en la América Equinoccial. Tomo I, Alimentación y alimentos. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, p. xiii
Op. cit., p. xiii.
Jean Baudrillard. 1969. El sistema de los objetos. México D.F. , Siglo XXI Editores, p. 1
Un panorama de la lengua palenquera lo encontramos en el excelente texto de los profesores Patiño y Friedemann (1983), Lengua y sociedad en el Palenque de San Basilio. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.
Barthes, R. (1993). La aventura semiológica. Barcelona, Paidós, pp. 223-225.
Op. Cit., p. 246.
Rosch, Eleanor et al. 1976. Basic objects in natural categories. Cognitive Psychology 8, pp. 382-436.
La Danza de los objetos
Itinerario semiótico de una mirada en San Basilio de Palenque


Catherine Mahecha
[email protected]
Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia

RESUMEN Los objetos conforman el fluir de nuestro diario vivir, y por supuesto, el de otras cotidianidades. Esto por ende nos remite a ver el proceso semiótico por el cual pasamos al construir el objeto como representación material de una abstracción simbólica, inherente en nuestra condición humana. El siguiente ensayo, no es más que el intento por entender la manera en que el objeto puede catalizar los procesos identitarios que nos remite inmediatamente a dicho procesos semióticos, por medio de una memoria colectiva latente y un conjunto de tradiciones ancestrales en San Basilio de Palenque.

PALABRAS CLAVE

Objetos, tradiciones, memoria, San Basilio de Palenque, etnografía.




Y bien, ¿hay que narrar tantos acontecimientos insignificantes? La aventura no cabe en la profesión del etnógrafo; no es más que una carga; entorpece el trabajo eficaz con el peso de las semanas o de los meses perdidos en el camino […]Lévi-Strauss, Tristes TrópicosY bien, ¿hay que narrar tantos acontecimientos insignificantes? La aventura no cabe en la profesión del etnógrafo; no es más que una carga; entorpece el trabajo eficaz con el peso de las semanas o de los meses perdidos en el camino […]Lévi-Strauss, Tristes Trópicos
Y bien, ¿hay que narrar tantos acontecimientos insignificantes? La aventura no cabe en la profesión del etnógrafo; no es más que una carga; entorpece el trabajo eficaz con el peso de las semanas o de los meses perdidos en el camino […]
Lévi-Strauss, Tristes Trópicos

Y bien, ¿hay que narrar tantos acontecimientos insignificantes? La aventura no cabe en la profesión del etnógrafo; no es más que una carga; entorpece el trabajo eficaz con el peso de las semanas o de los meses perdidos en el camino […]
Lévi-Strauss, Tristes Trópicos













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Echar una mirada en calidad de visitantes itinerantes durante una semana en una comunidad como San Basilio de Palenque puede caracterizarse, según sea el tipo de mirada, como un mero paseo, un espacio para conocer lo exótico de un modo de vida comunal, comparar un estilo de vida con el estilo personal del observador –algo muy usual- hacer un ejercicio de trabajo académico como ejercicio de 'práctica' en una asignatura o en un proyecto de investigación o simplemente confirmar que la condición humana no es producto exclusivo de una raza, un país, una región, una ideología sino que está presente en cualquier realización del ser humano. En San Basilio de Palenque converge el sentido que los seres humanos le dan a su entorno y lo que sus miembros representan con objetos, ritos, bailes, alimento, creencias, en fin su vida cotidiana y que puede resumirse en un término muy acertado, propuesto por Patiño (1990) como cultura material. Esta es definida como "el complejo de logros, actividades y realizaciones tocantes a la vida diaria y congruentes con la satisfacción de las necesidades físicas, que el hombre comparte con los otros miembros de la escala zoológica, pero también con los comportamientos síquicos y religiosos que le son privativos y hacen de él el animal social por excelencia." Se trata de entender entonces, a través de la mirada de un observador 'éloigné' tal y como lo promulgaba Lévi-Strauss, cómo en el proceso de construcción de su 'realidad mental', los miembros de una comunidad toman de una manera integradora, elementos de su experiencia biológica, psicológica y cultural para representar, interpretar, recrear y comunicar 'significativamente' su mundo.

Los órganos de los sentidos (agentes del cerebro, fuente de todo saber) que ponen en contacto al individuo con su entorno físico y social, aportan información para que el cerebro convierta en imágenes ópticas, acústicas, olfatorias, táctiles, gustativas y afectivas. Y el ser humano, con su gran capacidad de simbolización modifica y transforma dicho proceso biofísico y psicológico en un proceso de significación cultural mediado además por su lengua materna. Y volviendo al concepto de cultura material mencionado más arriba, lo que hace la mirada de un antropólogo es confirmar la condición humana desde lo biológico pero con una adaptación de sentido y representación: así lo prueba Patiño, "conquistas como el uso y dominio del fuego; la integración con el medio ambiente y su eventual sojuzgamiento; la domesticación y el cultivo de plantas y animales; la alimentación, la vivienda y el vestido; el aparato inherente a cada acto de la vida, incluyendo las funciones fisiológicas, todo queda involucrado dentro del concepto de la cultura material."

La 'mirada' ha sido para el antropólogo herramienta, objeto de estudio, mecanismo discursivo e incluso de identidad profesional. En las diferentes disciplinas que constituyen la galaxia de las ciencias humanas, el elemento 'mirada' es el fundamento de la explicación social y humana. Y es precisamente a la antropología que le debemos si no un estudio sistemático y objetivo, al menos el descubrimiento de las determinaciones culturales y de aprovechamiento social que se le puede hacer a la mirada, incluso cuando el antropólogo escribe (cf. Geerz) u observa y participa (cf. Lévi-Strauss). No hay duda de que todos los grupos humanos (ese carácter universal biológico) educan y controlan la mirada de sus niños para que entiendan cómo funciona la mirada de los adultos, es decir, la mirada de la comunidad. Esa mirada deriva en el concepto de 'identidad' y se asimila a la representación cultural particular.

Pero ¿cómo mirar? ¿Hay acaso algún parámetro, recomendación o manual de instrucciones para hacerlo? No lo creo. En nuestro caso, la mirada no depende solo de aquel que se denomina antropólogo sino que se requiere de una sensibilidad particular para querer mirar el mundo, el otro e incluso a sí mismo como un creador de representaciones. Decía en mi propuesta temática que desde mi niñez, me ha fascinado la historia del ser humano, es decir, la manera en que se ha cimentado y consolidado su vida en las diferentes civilizaciones como la expresión máxima del rasgo humano. Me ha llamado la atención el conjunto de procesos por los cuales se ha forjado ese cimiento, es decir, el proceso y las herramientas que impulsaron dicha construcción. Para ello, la teoría antropológica me ha ofrecido los marcos conceptuales fundamentados no solo en la configuración biológica del hombre, sino que también en su configuración cultural. Y es en esta última que he decidido enfocar mi trabajo.

¿Y qué ha mirado y qué mira esta aprendiz de antropólogo? Me he centrado en los objetos y formulo como tesis de este trabajo que es el análisis de los objetos el que permitiría comprender cómo se ha ido estableciendo esa transformación cultural, es decir, cómo convergen en el producto-objeto las representaciones del mundo (colectivas e individuales), la interacción y la palabra, aclarando las dos caras de la moneda, lo biológico y lo cultural. En ese orden de ideas el "objeto" deviene en un portador de historicidad y memoria colectiva. El objeto termina siendo una representación que se renueva permanentemente gracias al lenguaje y a las necesidades surgidas de la interacción. Así pues, coincido con lo planteado por Baudrillard cuando elabora una reflexión sobre los objetos cotidianos, sobretodo explicitando la relación entre dichos objetos y las personas que se percibe en el paso de lo subjetivo a lo social: "¿Puede clasificarse la inmensa vegetación de los objetos como una flora o una fauna, con sus especies tropicales, polares, sus bruscas mutaciones, sus especies que están a punto de desaparecer?" (Baudrillard, 1969)

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Vamos a considerar ahora dos supuestos iniciales. En primer lugar, lo que permite que el objeto tenga existencia es la capacidad abstractiva y representativa del ser humano; el objeto es absolutamente dependiente de la presencia humana. A partir de dicha premisa, podemos notar como se tejen un sinfín de representaciones, y como estas pueden mantener una memoria colectiva, una construcción continua de identidad. Es pertinente hacer un paréntesis aquí para tratar de justificar mi mirada al explicar cómo es que se ha constituido la configuración discursiva del objeto como un entretejimiento de representaciones en un espacio como San Basilio de Palenque que pasó de ser un territorio cerrado, belicoso, celoso e introvertido, a un espacio de apertura, intercambio y ansía por el reconocimiento.

El antropólogo puede decir que su mirada depende de un modelo teórico particular que la guía, complementándose con la propia mirada personal. Mis estados de ánimo, mi posición frente al mundo condicionan dicha mirada. Para ilustrar este caso, recuerdo de manera fugaz, un pensamiento que encontré en una agenda colegial que viene como anillo al dedo: "No vemos las cosas como son, sino como somos". Al comenzar la interacción con la comunidad me preguntaba ¿Cómo habrán sido los trabajos de campo para los pioneros? ¿Qué se le pasaba por la cabeza a Escalante o a Lévi-Strauss cuando se encontraban en tierras ajenas a sus propias realidades? Antes que antropólogos, etnógrafos, investigadores y extranjeros, ellos no eran más que otros seres humanos, llenos de necesidades y miedos. No se logra entender por qué la imagen que nos presentan de ellos se enmarca en una vana idealización. Focalizar el interés en los objetos constituye el segundo supuesto: reconocer que el objeto es símbolo, el que activa una representación y permite categorizar el mundo. Las lenguas humanas, los documentos escritos, las prendas de vestir, los utensilios cotidianos, la vivienda, los monumentos, los dioses y otros elementos hacen explícito el mundo, es decir, constituyen una versión de él. Pero en la cotidianidad de la comunidad ¿cómo perciben y significan esos objetos? ¿Qué tanta consciencia hay del valor de los objetos entendidos éstos no como meras herramientas de uso cotidiano sino como portadores de un sentido de identidad a los cuales se le debe lealtad y son los activadores de las nostalgias, el apego y el mantenimiento de una tradición centenaria? Incluso la lengua palenquera es un objeto lingüístico generador de significados además de ser el código de representación de los objetos de la comunidad. Eso lo pude apreciar al ver los muros que estaban llenos de frases escritas en palenquero, me imagino que esa es una de las maneras en que se intenta mantener vivo esta código lingüístico; mejor aún, la denominación como representación de los objetos debe tener una significación en esa lengua como una alternativa frente al español.
Podemos preguntarnos en este instante por las características culturales que se van cociendo a fuego lento, siguiendo la metáfora de Barthes en la cocina del sentido. No podemos decir que todos los objetos del palenque sean objetos culturales a la manera de Braudillard (1969).
Sin duda alguna hay un sentido de resemantización de los objetos que empalman con la lógica del ambiente. Hay objetos que se identifican y nombran teniendo en cuenta la representación que activan para el grupo. No es lo mismo una cuchara, un radio, una casa que el tambor. Así lo percibimos cuando una joven palenquera, al atreverse a interactuar con nosotros enunció: "Me gustaría que trabajáramos con los tambores, que contáramos su historia y la importancia que estos tienen a la hora de definir la identidad palenquera". Esto nos lleva entonces a confirmar que para unos casos, hay objetos que simplemente se limitan a ser interpretados por nosotros como información 'natural', casi que de manera aislada por lo común de su función y otros objetos que necesitan ser contextualizados dentro de una representación específica ya que es indispensable mostrar, de manera estructural, sus diferencias. Es un proyecto semiológico, una actividad discursiva o en términos de Barthes, la activación de la semiosis como acto colectivo: "El objeto, muy pronto, adquiere ante nuestra vista la apariencia o la existencia de una cosa que es inhumana y que se obstina en existir, un poco como el hombre; dentro de esta perspectiva hay muchos desarrollos, muchos tratamientos literarios del objeto; en la náusea, de Sartre, se consagran páginas célebres a esta especie de persistencia del objeto en estar fuera del hombre, existir fuera del hombre, provocando un sentimiento de náuseas en el narrador frente a los troncos de un árbol en un jardín público, o frente a su propia mano."

De ahí que se encuentre en el museo un tambor grande llamado "Pechiche"(Ver fotografía 1). Este se utilizaba como medio de comunicación. Las personas de Palenque mandaban mensajes a otras poblaciones cercanas; los mensajes principales eran de fiestas y de algún lumbalú. Pero el tambor se resignifica pues si bien no se mantiene con la representación inicial del pechiche, sigue haciendo presencia como símbolo de lo africano. En el recorrido por el museo noté que hacían falta otros objetos, la identidad no se forja a través de unos pocos objetos, sino de un conjunto más amplio. Aun así, no digo que no haya excepciones, en el caso de Palenques, no todos los objetos han conservado ese posicionamiento. Un elemento externo a la comunidad permitió la apertura al exterior llegando así una época de apertura económica, comercial, los medios de comunicación y los nuevos objetos que imponen nuevas representaciones. A ello se le suma la presencia de más población juvenil que población anciana cuya representación del mundo ha sido relegada con los respectivos objetos que los representaban. Los instrumentos como el tambor no se han guardado, ni tampoco lo ha hecho del todo el pilón. Es inevitable que haya una transformación, y que por ende, a partir de dicha transformación los objetos cambien de posicionamiento. En este caso, el tiempo y la globalización han dejado atrás lo que ya no es eficaz. Sólo aquellos objetos de orden religioso o personal/familiar se conservan de manera particular.


Foto1. Pechiche. Agosto 19 de 2014

La mirada del antropólogo, como agente externo a la construcción de sentido de la comunidad palenquera permite apreciar que no hay patrón humano construido en cualquier época que no sea factible de ser puesto en discurso y (re)semantizado. Hay un norte que es la identidad, el arraigo a la cosmovisión africana. No obstante, los palenqueros invocan lo africano como una manera de particularizar el sentido dentro de nuestro territorio nacional. Es el mestizaje semiológico. Doña Juana, una cocinera muy amable nos indica, previa solicitud de nuestra parte, los objetos ligados, semiotizados con la cocina. Estos son: El pilón, los recipientes de totumo, las cucharas y cucharones hechos con frutos de totumo y madera, los canastos y el más representativo, el machacador (ver fotografía 2, 3,4 y 5). Conservar la representación inicial de estos elementos es difícil ya que cómo lo decía antes, el tiempo, las nuevas dinámicas sociales, moldearon la representación y por ende funcionalidad/utilidad de los objetos. Las necesidades se minimizan, o mejor, se pueden cumplir de manera eficaz.



Foto 2. Recipientes hechos de totumo. Agosto 21 de 2014

Foto 3. Pilón. Agosto 19 de 2014

Foto 4. Cucharón de madera. Agosto 21 de 2014

Foto 5. Canastos de varios tamaños. Agosto 21 de 2014

El tejido discursivo que se ha desarrollado es la adaptación de las representaciones a un nuevo tipo de símbolos cuyos motivadores no son precisamente la tradición o la nostalgia, sino el cambio, la moda y la inmediatez. El objeto centrado que es la música ha logrado adecuarse perfectamente pues es un símbolo que trasciende las talanqueras de las costumbres ortodoxas. Música oye y hace todo el mundo. Patiño (1983, 20) cuenta un hecho que aparte de ser sorprendente, era claramente esperable en la interacción entre el Palenque y el exterior: "Durante varios años, hace pocos decenios, las órdenes de policía provenientes del departamento de Bolívar prohibían con multas la cultura negra del tambor y de los puños, del velorio y de la casimba." La isotopía consolidada entre 'negro', 'africano' y 'tambor' generó representaciones discursivas de identidad, exclusión, pertenencia y diferencia. Los objetos no son solo los instrumentos sino también las condiciones culturales de su realización.


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Para finalizar, debo decir que la aproximación a los objetos, a su representación y significación, desde la mirada antropológica proyecta posibilidades que deben implementarse como es el trabajo con la categorización (operación cognitiva por excelencia). Los futuros practicantes, amateur en etnografía de la comunicación, podrían pensar en aplicar, previa adaptación, los postulados de Eleanor Rosch para confirmar o negar los postulados que hemos presentado aquí. En los años 70, Rosch fue una de las figuras representativas en el trabajo con los prototipos (representaciones iniciales fijadas) y mostró junto con su equipo de trabajo que la teoría psicológica clásica no permitía dar cuenta de un conjunto de fenómenos de categorización.

Si los conceptos son definidos únicamente por las propiedades que todos los miembros de la categoría comparten, ningún miembro de una categoría debería ser mejor ejemplar que otro. Es por esto que Rosch puso en evidencia la existencia de fenómenos mentales conocidos como 'tipicalidad': algunos ejemplares de una categoría aparecen como más destacados y por ende mejores que otros. Así, para dar algunos ejemplos, se prefiere 'perro' como un elemento más representativo que gerbo en la categoría de 'animal' o 'rosa' como elemento más representativo que 'astromelia' en la categoría 'flor'. La resemantización del tejido discursivo palenquero en cuanto a objetos se refiere, podría ser explicado en términos de un análisis de categorías y prototipos, encuadrándose en el marco de una teoría cognitiva integral. Y quedaría pendiente precisar si el mundo del trópico en el que se significa el Palenque, tiene un correlato significativo con el trópico africano. El referente Palenquero es susceptible de un número infinito de lecturas: es la semiosis misma, es la danza de los objetos.






BIBLIOGRAFIA

Barthes, R. (1993). La aventura semiológica. Barcelona, Paidós.

Baudrillard, J. (1969). El sistema de los objetos. México D.F. , Siglo XXI Editores

Patiño, C., y Friedemann , De Nina S. (1983), Lengua y sociedad en el Palenque de San Basilio. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.

Patiño, V. (1990). Historia de la cultura material en la América Equinoccial. Tomo I, Alimentación y alimentos. Bogotá, Instituto Caro y Cuervo.

Rosch, E. et al. 1976. Basic objects in natural categories. Cognitive Psychology 8, pp. 382-436.

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