La cultura emergente pone a prueba nuestra capacidad para sobrevivir en una nueva época

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Descripción

Entrevista a Fernando Peirone

La cultura emergente pone a prueba nuestra capacidad para sobrevivir en una nueva época

Docente de pensamiento contemporáneo, investigador, autor del libro Mundo extenso. Ensayo sobre la mutación política global, y asesor del Diputado Nacional Martín Gill. En la actualidad investiga la producción de saberes juveniles y los dilemas nacionales que produce la consolidación de la Sociedad de Información en los modelos productivos, educativos e institucionales. La Usina lo contactó para inaugurar la sección de entrevistas y hablar de la tecnosociabilidad y sus efectos en las prácticas culturales, políticas y subjetivas. La irrupción de la cultura digital y el acceso masivo a los dispositivos interactivos generó importantes destrezas tecno-sociales que permite plantear y alcanzar metas comunes. También generó nuevas formas de organización y de pensar las acciones políticas, la comunicación, el conocimiento, y los modelos de producción. En este contexto, Fernando Peirone nos cuenta su mirada sobre la irrupción de un mundo que no sólo interpela lo instituido, sino que desafía nuestra capacidad de interpretación. La Usina: Somos testigos y protagonistas de un cambio de época en el que las referencias y las herramientas interpretativas que nos proveía la modernidad han sido trastocadas. Desde las ciencias hasta la institución familiar, todo se encuentra en un estado de permanente metamorfosis, ¿cómo graficarías esta nueva lógica social que se vive actualmente? Fernando Peirone: La cultura moderna es hija de la cultura arbórea, un sistema organizacional e interpretativo que con diferentes ropajes ha definido las formas de la vida social desde tiempos inmemoriales. Hoy, esos códigos que rigieron los esquemas perceptivos, los valores, y la jerarquía de las prácticas sociales, están defeccionando. Perdieron efectividad y sus respuestas ya no satisfacen las demandas del presente. Esta disfuncionalidad, que está latente desde la década del sesenta, fue particularmente vivificada por la irrupción de la cultura digital y su potencial interactivo. El acceso masivo a estos dispositivos produce la emergencia de un nuevo contexto social y de nuevos fenómenos colectivos, posibilitados fundamentalmente por lo que Manuel Castells llama la

 

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“autocomunicación de masas”. Esta nueva acción comunicativa, en los últimos años ha desarrollado una gran gimnasia crítica y dialógica que, como dice Pierre Lévy, se sostiene, por un lado en la posibilidad de acceder a fuentes diversas, y por otro en la oportunidad efectiva de discutirlas colectivamente en las redes sociales o en diferentes plataformas interactivas. A su vez, las tecnologías interactivas, han generado condiciones favorables para que los jóvenes produzcan un saber que aún no ha impactado en los contenidos escolares ni en el modelo pedagógico, pese a que en un futuro no muy lejano será de gran utilidad para el desarrollo y el destino de nuestro país. Eso es sobre lo que estoy trabajando junto a un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de San Martín y la Universidad Nacional de Villa María. LU: ¿Cuáles son los efectos políticos de esta mutación cultural? FP: La tecnología digital, aunque no siempre reconocida, tiene una dimensión política que se produjo con la adopción masiva de la cultura interactiva. Esto ha permitido ensayar nuevas formas de organización y acciones políticas que se sustentan en un concepto diferente de lo político, materializado en organizaciones y movimientos que trascienden las fronteras nacionales y culturales. La combinación de estos y otros factores despertó la conciencia de quienes se consideraban parte de diferentes minorías. A partir de lo cual descubrieron la existencia de otros sujetos, incluso colectivos, que comparten similares intereses, objetivos y sueños. Los llamados movimientos sociales difusos, que surgieron en 2011 con la Primavera Árabe y que más tarde continuaron en España con los Indignados, en Estados Unidos con Occupy Wall Street, siguieron en México con #Yosoy132 y en Chile con los estudiantes universitarios que reclamaban la reforma educativa, son parte de esta gran reformulación política. Su emergencia y su poder de afectación están estrechamente ligados a las Nuevas Tecnologías. Por eso los manifestantes de la Plaza Tahrir en El Cairo ya no llevaban piedras en las manos sino celulares que les permitían estar comunicados y organizar estrategias online. Estos movimientos sociales, y lo que viene sucediendo en nuestra región desde hace una década, ha legitimado variantes de un nuevo poder colectivo que resiste la subordinación de los estados nacionales al capital financiero. LU: Hoy, quienes mejor explotan las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías son los jóvenes, ¿cuál es el uso que le dan y de qué modo participan de la mutación cultural? FP: La experiencia cotidiana de los jóvenes actuales se ha disociado de la cultura hegemónica. Por eso hay tanto desencuentro entre su modo de habitar el mundo y la institucionalidad moderna. Y en la medida que los jóvenes crecen y se inmiscuyen en la vida social, la incomodidad es cada vez mayor. Lo vemos en la escuela secundaria, como un ejemplo palpable y a veces dramático de este desencuentro. Pero no es el único lugar donde se produce. También lo empezamos a ver en el campo laboral, con el desarrollo de competencias que son cada vez más necesarias en el nuevo modelo productivo, pero que vienen de la mano de hábitos y concepciones que alborotan la tradición obrera y alteran la dinámica empresarial. Asimismo, sus capacidades interactivas y el manejo de fuentes y datos simultáneos, está modificando la lógica institucional de cada espacio en el que se  

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involucran, incorporando convergencias y una dinámica relacional que supera la capacidad de comprensión que tienen los dirigentes que fueron formados en otra matriz política y cultural. LU: ¿Y cómo atraviesan las instituciones por este zona de vientos cruzados? FP: Como queda expuesto, la tecno-sociabilidad ha complejizado la escena pública de un modo que hasta el momento no ha podido ser asimilado por las instituciones, fundamentalmente por la vigencia de estructuras que, a pesar de la mutación cultural en la que están inmersas, no poseen la plasticidad necesaria para reformular sus funciones de acuerdo a las demandas de la época. Sucede que la modernidad hizo perder de vista que las instituciones son parte de una construcción cultural dinámica, y no de un orden natural. A partir de lo cual las instituciones se desvincularon de su fundamento social, y se abocaron más a controlar los dispositivos de poder que garantizan el status quo, que a renovarse y entablar diálogos que las revitalicen. En este sentido, la escuela secundaria es un caso interesante. Es la institución que más se vincula con los jóvenes que protagonizan el cambio cultural, y donde más queda expuesto el desfasaje entre dos modos de habitar el mundo: el de la tradición y el de los pibes. Pero a diferencia de otras instituciones, tal vez por el ineludible desafío de convivir diariamente con los pibes, la escuela secundaria está obligada a repensarse. Y eso en buena medida tiene que ver con políticas de Estado. Porque a diferencia de lo que ocurre en otros países, la obligatoriedad del nivel y programas como Conectar Igualdad, agudizan las contradicciones, enfrentándonos a los problemas pero también a los desafíos. Y eso no es poco. En otros países, no muy lejanos, eso no ocurre. Tampoco ocurre en muchas instituciones, porque en general son refractarias a cualquier cosa que las interpele, pero son todas elusiones ficticias. Porque los problemas de la cultura emergente, por mucho que nos esforcemos en eludirlos y negarlos, vendrán por nosotros, como ya comienza a suceder. En otras palabras: la cultura emergente está poniendo a prueba nuestra capacidad para sobrevivir en una nueva época. LU: En este contexto, ¿se puede hablar de un capitalismo en crisis? FP: Hay varios pensadores que hablan de una crisis terminal del capitalismo. Slavoj Žižek es uno de ellos. Otros, como Alessandro Baricco, dicen que atravesamos cambios que sacuden los cimientos de la civilización occidental. En lo personal, me parece un poco apresurado ese diagnóstico. El capitalismo es un sobreviviente por definición y está demostrado que tiene capacidad para superar todo tipo de crisis. Más aún: de cada una de las crisis que atravesó, ha salido fortalecido. Porque su mecanismo, minuciosamente estudiado por Boltanski y Chiapello en El nuevo espíritu del capitalismo, es absorber las críticas y reformularse cosméticamente para mantenerse hegemónico. Dicho esto, tampoco podemos dejar de reconocer que está teniendo algunos problemas. Algunos propios, con final abierto, como la vulnerabilidad de muchas posiciones consolidadas, la desnacionalización del sistema productivo, la fuertes transformaciones en el tablero mundial, la transferencia masiva de riquezas públicas a manos privadas, el desfasaje entre la altísima concentración de la riqueza mundial y la actividad económica, y la financiarización extrema del capital. Pero también por el crecimiento del “procomún  

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colaborativo” que algunos observan como una amenaza en ciernes. Es decir, por la emergencia de modelos de producción alternativos que emplean lógicas organizativas diferentes, sin el juego de oposiciones y disputas clásicas. En este sentido, la cultura Wiki y el Software Libre son dos tendencias a observar, porque recogen quejas que el capitalismo desestima y promueven organizaciones más horizontales y dialógicas que también tienen final abierto. LU: La existencia de muchas instituciones históricas está siendo interpelada por un devenir que demanda reformulaciones y aggiornamientos. ¿Qué análisis te merece el mundo del trabajo en tanto que trabajador legislativo perteneciente a APL? FP: Como el resto del plexo institucional, el campo sindical se enfrenta a sus propios desafíos. El primer desafío es acortar la brecha que se abrió entre la renovación de los modos de producción que demanda el “capitalismo cognitivo” y las modalidades organizativas y conceptuales del sindicalismo actual. Por lo cual es preciso generar instancias de debate interno para analizar y discutir qué significa para el campo sindical el pasaje de la sociedad industrial a la llamada sociedad computacional. Paula Abal Medina tiene un libro muy interesante, Ser sólo un número más, en el que recupera los lugares de trabajo como espacios vivos, provistos de un saber fundamental para pensar, informar y actuar sobre el modo en que se construye la fuerza trabajadora en esta fase del capitalismo. Por eso es tan importante que se abran espacios de diálogo como el de esta revista. Porque este tipo de intercambios, que jamás serán abiertos desde la patronal, pero que pueden ser acompañados por la academia, tal como lo viene demostrando en los últimos años, pueden y deben generar insumos para una renovación teórica, para una actualización de la estrategia política del sector, y para la evaluación de nuevas formas de organización sindical.

Fernando Peirone: Director del Programa de Saber Juvenil Aplicado Universidad Nacional de San Martin. Docente e Investigar de la Universidad de San Martin. Asesor del Diputado Nacional Martin Gill.

 

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