La cuestión monetaria

July 5, 2017 | Autor: Casa Italia | Categoría: Filosofía Política, Escuela Austríaca de Economía
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Descripción

La cuestión monetaria
Hay mucha confusión entre la gente común y también entre los entendidos, sobre lo que sea el dinero. Quizás también desinterés con respecto de la cuestión.
Lo que es bastante raro, puesto que todos nosotros compramos, utilizamos, gastamos, ahorramos dinero, y su conocimiento, la respuesta a la pregunta, a su vez es de extrema utilidad para interpretar y comprender mejor muchas otras cuestiones en campo ético, político, social e histórico.
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El dinero en efecto no es sólo el bien económico más importante, pero también es la institución social más importante y, por el contrario a cuanto comúnmente pensamos (o nos imbuyen) -que el dinero es creado y estudiado por las instituciones políticas, estado y gobierno-, el dinero ha surgido espontáneamente por la actividad, el libre comercio entre los hombres.
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Muchas instituciones sociales han nacido es decir de manera inintencional, no deliberada, sin el planeamiento de alguno: como el dinero, el idioma, el mercado, el derecho consuetudinario, la familia o la mayor parte de las costumbres y las convenciones sobre que la vida es basada.
Y sin embargo el avance de la modernidad se ha acompañado a menudo a una presunción de omnipotencia. Se ha afirmado una cultura determinada a ver en las instituciones sociales el producto intencional de la acción humana.
Y de la idea de un orden intencional imputable a la voluntad de Dios se ha llegado a la de un orden intencional imputable a los dibujos del hombre.
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En su libro, La Teoría del Dinero y el Crédito (1912), Ludwig von Mises ha provisto una respuesta sólo usando siete palabras: "el dinero es la mercancía más comerciable."
Mises afirmó que el dinero hubiera emergido de manera evolutiva del trueque. En las economías primordiales, todavía caracterizadas por el trueque, ocurrió que una particular mercancía fuera investigada porque bonita o rara o por un sentido religioso. En todo caso, cualquiera fueran las razones que empujaron la gente a valorizarla, ella fue encontrada apta a funcionar como medio de cambio.
En otras palabras, alguien se había dado empresarialmente cuenta que, gracias a esta su propiedad, el ser es decir particularmente cotizada, la mercancía en cuestión habría podido ser usada para facilitar los cambios.
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En resumen, Mises sostuvo que la soberanía originaria sobre el dinero pertenecía al orden social espontáneo del libre mercado.
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¿Dónde quiero llegar con esta premisa? Sencillamente a la cuestión monetaria, a mi aviso la más importante de todo y al centro de cada crisis económica, para que nos damos cuenta que la soberanía sobre el dinero, el valor del dinero que ganamos, que intercambiamos, emana del libre mercado: no viene creado, otorgado ni por los bancos, ni por el estado.
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Generalmente, cuando quiénes gobiernan han consumido todos los recursos sobre los que pudieron poner las manos, cuando han hecho jirones el tejido económico y productivo, cuando por medio de la imposición fiscal ya no logran exprimir algo, pena el sublevarse de fenómenos como la elusión, la evasión y las revueltas fiscales, acaban inevitablemente entonces de con el recurrir al instrumento más fácil, cómodo, solapado e invisible de que dispone sin ser identificado ni culpabilizado: el impuesto oculto de la inflación.
Considerando la complejidad de la materia, cuestión entendida claramente sólo por pocos economistas, ninguno entre los no expertos sale bien a comprender lo que significa inflacionar el dinero ni como funciona y se realiza el proceso inflacionario. Confiscar riqueza a los ciudadanos por el instrumento monetario es por lo tanto una operación políticamente inocua que es realizada de manera constante y continua.
Quien falsifica el dinero en ancha escalera aumenta sensiblemente la masa monetaria (inflación monetaria). Este incremento constituye confiscación de valor hacia los poseedores del dinero originario, no falsificado, ya en circulación. El poder de adquisición del ya existente dinero en efecto disminuye (inflación de los precios). El decir: más dinero que sigue la misma cantidad de mercancías.

Lastima que los efectos nocivos causados por la inflación monetaria no sean limitados a la simple confiscación pero vayan bien más allá: causan daños a la estructura productiva empobreciendo el sistema productivo y corrompiendo en último análisis el tejido social.
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Que quede claro: a depreciar constantemente el dinero es el Banco Central, una agencia paraestatal. Cada país, cada estado; Unión Europea, Estados Unidos, Latinoamérica tiene su Banco Central (en México se llama Banxico).
Lo que podemos afirmar con certeza es que obra sobre la base de un privilegio monopolístico de concesión gubernativa: ¡el poder de emitir dinero! El poder más importante de todo.
Se dice, no al azar, que Mayer Amschel Rothschild en el 1790 haya afirmado: "Dadme el permiso de controlar y emitir el dinero y por mí no tendrá alguna importancia quien hace las leyes."
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Y lo hace a cambio de algo.
¿Y qué pudo ser este algo? Obviamente la garantía que el banco central obrara como comprador de la deuda pública, es decir como prestador de última instancia también del gobierno nacional.

¿Y cómo puede hacerlo? Creando dinero de la nada: el dinero fiat.
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El sistema crediticio a reserva fraccionaria, con la complicidad del banco central, garantiza a los bancos un privilegio especial: pueden ampliar legítimamente la masa monetaria, es decir el valor nominal del dinero en circulación, sin un par aumento del correspondiente real contante.
Más que de un milagro, la multiplicación de los panes y los peces, se trata de una ilusión a la que en el período de boom económico, estimulado por los préstamos concedidos al Estado, todos les siguen creyendo.
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La reserva fraccionaria es el principal mecanismo de depósitos por el que se rige el sistema bancario mundial. Consiste en que la banca privada debe mantener una fracción de los depósitos que realizan sus clientes en efectivo, mientras que con el resto, pueden dedicarlo a prestar a otros agentes.

Esto quiere decir que un coeficiente de un 1% (habitual en la zona Euro hoy en día) significa que por cada 100 € que depositamos en ahorros en una entidad, ésta mantiene 1 € como reservas legales y tiene la capacidad de invertir o conceder créditos por valor de 99 €.
En Estados Unidos, a partir de 2006, el coeficiente de caja varía entre el 0 y el 10%;
México tiene establecido un coeficiente de caja del 10,5% (así lo encontré pero me parece muy alto respeto a los otros países).

Pero el sistema crediticio a reserva fraccionaria amplifica a este primero proceso de falsificación por el empleo de un multiplicador, llamado multiplicador bancario par a lo inverso del coeficiente de caja.
Frente a un requisito de reserva del 1%, un banco que reciba en depósito 100 euros trasladará 1 de ello al banco central, como reserva, y podrá prestar legalmente los otros 99. Quien recibe estos 99 euros los gastará a su vez. El nuevo banco receptor pondrá de ello 0.99 de parte y prestará los restante 98.01. Este proceso se repite y extiende a lo largo del sistema bancario.
En caso de que los bancos prestaran todo el dinero que pueden prestar legalmente, después de una serie de pasos el depósito inicial de 100 euros habría engendrado 10,000 euros en dinero fiat, creado de la nada.
El enorme provecho del capital bancario es la consecuencia de la autorización legal concedida a los bancos comerciales de poder falsificar el dinero. Los bancos prestan dinero falsificados a interés, y sólo es gracias a esta operatividad que sus provechos pueden ser superiores a los de cualquiera otra actividad comercial.
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La simple invención del banco central y el mecanismo de reserva fraccionaria no habría sido por todavía suficiente.
El paso siguiente fue la eliminación de oro y plata del sistema monetario: oro y plata no se pueden crear a agrado para reembolsar los depositadores en cola a la taquilla.
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En Europa la eliminación ha ocurrido en la sustancia a la víspera de la Primera Guerra Mundial.
En los Estados Unidos la empresa fue cumplida en el 1933 por el presidente Roosevelt. Él hizo ilegal la posesión de oro por todos los americanos, sea en patria que al extranjero, y por todos los domiciliados en los Estados Unidos.
El año siguiente, el gobierno reajustó la relación de cambio dólar contra oro, de 20.67 lo llevó a 35 dólares la onza, y confió al Sistema del Federal Reserve la tarea de emitir divisa de papel.
La última obligación a ser abandonada fue la del gobierno de los Estados Unidos de poder redimir los dólares en oro por 35 dólares la onza. Tal promesa fue hecha a los gobiernos extranjeros y a los bancos centrales en el 1934. Richard Nixon, imitando a Roosevelt, declaró la promesa nula y falta de efectos.
Fue el 15 de agosto1971.

La operación se había concluida: la soberanía monetaria de los productores, de los creadores de riqueza a través del trabajo y del mercado, les fue pasada definitivamente en las manos de una oligarquía de burócratas y políticos.

Según las proféticas palabras de Albert Jay Nock: de los medios económicos (creándo) a los medios políticos (sustraendo).




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