La crónica roja: la empresa informativa en Nightcrawler

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Descripción

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ

Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación






Trabajo final

Curso: Deontología de la comunicación

Alumna: Esther Becerra Alvarez

Código: 20131591





Lima, 2015


La crónica roja en la televisión: La empresa informativa en Nightcrawler

Mezclar interés humano con sensacionalismo o crónica roja es, por eso, una bien pensada confusión que vale oro, porque el sensacionalismo se alimenta y engorda de "condenables apelaciones a los sentimientos", de noticias a cualquier precio, de desinformación, mentira, verdad parcial o rumor sin confirmar, de un periodismo superficial que se ampara en el supuesto desinterés del lector por encontrarse con temas tan complejos" y del anonimato. (Buitron 1997: 23)

Había salido adelante a base de voluntad y redaños, cuando nadie daba un duro por él. Ahora, cada vez que aparecía en la redacción, la gente se apartaba y lo miraba en silencio. No es que Márquez fuese a la guerra. Sus imágenes eran la guerra. (Pérez Reverte 2007: 23)


Actualmente, somos parte de lo que muchos autores han llamado la cultura de la imagen. Esto significa que vivimos, relacionamos, creamos y vemos el mundo gracias y por las imágenes. Esto no quiere decir, y es oportuno resaltarlo, que hayamos dejado de comunicarnos oral o de manera escrita pues obviamente los seguimos haciendo. Lo que se quiere remarcar es cómo la imagen ha acogido tanta relevancia dentro de esta sociedad posmoderna. La imagen, como veremos, no solo se apega a su carácter descriptivo, sino que llega a obtener una cualidad narrativa. En ese sentido, habría que esforzarse no solo por tratar de comprender el sentido y el mensaje de estas, sino también por quienes las crean, ya que, al fin y al cabo, son sus puntos de vista los que llegan hasta nosotros por medio de las imágenes.
No es muy difícil notar, quién tiene bajo su jurisdicción la difusión de imágenes dentro de nuestra sociedad. Los medios de comunicación, en especial la televisión, son los encargados de crear, gestionar y difundir las imágenes que la sociedad consume. Eso les otorga una gran importancia, puesto son quienes en última instancia deciden qué imágenes o no difundir, qué discursos o no hacer visibles y, por qué no, qué discursos o imágenes ocultar.

Un cambio radical en los modos y los contenidos de la percepción y de las expresiones humanas, no en el sentido de una superación del lenguajes verbal oral y escrito, pero sí en el de una nueva forma de concebir el mundo y construir las relaciones sociales, centrada en la imagen audiovisual tanto descriptiva como narrativa(DECOS-CELAM 2001: 67).

De esta manera, considerando el carácter narrativo de la imagen y quiénes son los que administran en su mayoría las imágenes que llegan a gran parte de la población, sería adecuado ahondar en el rol que los profesionales de la comunicación juegan dentro de esta industria. Dan Gilroy da un gran ejemplo Nightcrawler sobre qué es lo que sucede cuando sociedad del espectáculo posa sus ojos sobre el periodismo y nos muestra cómo el periodismo llega a convertirse en empresa informativa y los medios ocasionan una necesidad morbosa por consumir imágenes y contenido que lejos de informar, pervierten y reducen la capacidad crítica de perceptor.
Nightcrawler es un thriller que narra la historia de Lou, un hombre desesperado por trabajo ingresa al mundo del periodismo criminal conociendo así a Nina, directora de KWLA News, en Los Ángeles y que poco a poco traspasa la línea entre observador y participante convirtiéndose en la estrella de su propio show. A lo largo de la película, el trabajo de Lou será registrar y buscar crónicas rojas para que Nina tenga algo que pasar durante el noticiero matutino. Nightcrawler llega a interesante por el universo que acerca hacia nosotros, y por cómo a través de una ficción no tan alejada de la realidad abre un diálogo sobre los principios éticos de quienes profesan el periodismo.
Actualmente, el periodismo ha caído dentro de las lógicas del capitalismo en el que la información no solo es poder, sino mercancía que ofrece a los hambrientos televidentes. Por tanto, al convertirse en empresa informativa, solo tiene como objetivo ofrecer lo que satisface al público consumidor con el fin de obtener ganancias que hagan sostenible el negocio. De esta manera, la información proporcionada no se evalúa en términos de relevancia política para el ciudadano, sino en la básica regla de oferta y demanda.
Jesús Conill afirma que "una empresa informativa cumple con las mismas funciones que las empresas que pertenecen a otros rubros como el ser competitiva, lanzar productos de calidad, aumentar la profesionalidad de sus empleados entre otras (2004: 145). La clara diferencia que se puede establecer entre esta y las demás empresas es que esta se basa en el comercio de información y, en ella, esta deviene en mercancía. Esto significa no solo que el periodista tiene que satisfacer las necesidades de un público determinado, sino que a la vez tiene que defender los intereses económicos de su empleador. En este contexto, en el que el bien interno del periodismo se distorsiona para satisfacer los bienes extrínsecos que acarrea cualquier práctica profesional. Brindar información para ayudar a que los ciudadanos formen una opinión crítica no interesa más, lo que importa ahora es obtener ganancias. Y estas solo se pueden obtener si es que se otorga al público lo quiere, no lo que necesita. Y el público quiere historias, espectáculos, y por qué no, morbo.

Cuando la información es concebida y tratada como una mercancía y no como lo que es (o debería ser); un bien social, la avidez por el lucro la degenera en productos abyectos donde la sangre es espectáculo y la primera plana, y casi todo el resto, sirve para exacerbar el morbo social, incrementar las ventas y los ingresos publicitarios (los anunciantes no son inocentes en este negocio) al margen de cualquier consideración ética. Lamentablemente, en nuestros países este tipo de periodismo es una plaga, y muy bien vendida. (Buitron 1997: 20)

El morbo de la crónica roja como suelen llamarle a los informes periodísticos que contienen gran cantidad de sangre en sus contenidos, no solo pervierte la mente y fomenta el terror en los ciudadanos, sino que también los idiotiza; puesto que, reduce la capacidad de agencia como ciudadano, ya que quedan fascinados por las imágenes sangrientas y, lejos de, formar un juicio crítico se quedan en lo noticioso y sangriento de la imagen.
Pero, por otra parte al ser mostrada y percibida la realidad exclusiva o predominante bajo la apariencia de espectáculo, la conciencia del perceptor parece conminada a reducirse a la de un espectador no comprometido con los problemas y desafíos sociales que le plantea la cotidianidad real. El espectacularismo y el simulacro parecen inducir al espectador a una percepción desatendida de la acción comprometida en la transformación social. (DECOS- CELAM 2001: 73)

Como mencionamos antes, el periodismo dentro de la empresa informativa no solo abandona el bien interno de su profesión, sino que incumple además lo otros principios de la ética profesional: el principio de beneficencia, autonomía, justicia, y no maleficencia. Según Hortal, el principio de beneficencia estipula que no solo debemos realizar bien nuestra práctica profesional, sino que al hacerlo, también debemos procurar hacer el bien a las partes involucradas y, en general, a los demás.

Pero, ¿será que el público necesita de este periodismo para exorcizar, de alguna manera, su drama personal y familiar?, ¿será que el famoso "gusto del público", argumento utilizado por algunos directores de medios, es aceptable para justificarlo? (Montufar 1997: 1).

Todas las cosas tienden al bien, por lo que, las actividades que realizan los profesionales están orientadas al vivir bien y actuar bien y es de esta manera en la que serán juzgadas como buenas o malas, es decir, según el fin que persigan. Por lo que considero conveniente traer a colación a Hortal quien define como "buenas en sentido moral aquellas acciones que se inscriben dentro de lo que es una forma de vida que puede ser aprobada como buena no sólo en un aspecto u otro sino como conjunto de una vida que merece ser vivida y alabada como profundamente humana" (Hortal 2004: 118). En este sentido, las crónicas rojas no contribuyen a que los ciudadanos puedan alcanzar este tipo de vida, sino difunden horro, miedo y terror en las personas que las consumen. No solo pervierte la mente de los espectadores sino que a la vez los priva de otro tipo de información relevante para una adecuada formación ciudadana, ya que "la libertad de expresión e información constituyen uno de los derechos más importantes y trascendentales de la persona, así como también el rasgo distintivo (e imprescindible) de una sociedad que pretende ser calificada como democrática (Eguiguren 1977: 135)".
Hortal defiende "que la coincidencia en cada persona entre el normante (el que formula el imperativo) y el normado (el que obedece al imperativo) permite hablar de autonomía; pues cada uno, en el ejercicio de su voluntad racional, es norma (nomos) para sí mismo (autos)" (2004: 119)." Sin embargo, el gusto público no puede ser argumento suficiente para defender la presencia de este tipo de contenidos dentro de la empresa informativa aun cuando apele a la autorregulación y autodeterminación del público. Si bien este argumento parte del principio de autonomía, pues es el público televidente quien decide finalmente consumir este tipo de contenidos, sigue siendo injustificable la difusión de crónicas rojas dentro del mundo periodístico, puesto que la empresa informativa sigue considerando al público como un medio para alcanzar sus intereses económicos pasando por alto el carácter humano del individuo. Esto supone pasar por alto una de las dos exigencias éticas de toda sociedad democrática cada persona es un fin en sí misma y no puede ser instrumentalizada, no puede ser tratada como un simple medio (Cortina: 2004:51) De esta manera, el periodismo sensacionalista pasa por alto el principio de beneficencia, autonomía y no maleficencia.

De esta manera, el periodismo sensacionalista mediante la crónica roja perjudica al espectador no solo al incumplir los principios éticos profesionales, sino que fomenta el morbo dentro de sociedad contemporánea por medio de las imágenes. Una cuestión interesante para resolver a futuro tratar de comprender por qué las personas continúan consumiendo este tipo de contenidos aun sabiendo qué les es perjudicial. Por el momento, Férnandez Villanueva sostiene que el motivo por el cual este contenido despierta gran interés dentro del público espectador se debe a que este tipo de crónicas aborda situaciones y casos demasiados cercanos a la realidad en la que viven y vivimos dentro de nuestra sociedad. De ese modo, la pregunta de siempre: ¿qué debemos hacer para cambiar los contenidos de los medios de comunicación? Posee una vez más una sola respuesta: debemos cambiar nosotros mismos; puesto que, al fin y al cabo, la televisión no es más que un reflejo de lo que somos como sociedad.



















BIBLIOGRAFÍA
HORTAL, Augusto
2004 Ética General de las Profesiones. Segunda edición. Bilbao: Centros Universitarios de la Compañía de Jesús. COCA, César 1997
CONILL, Jesús
2004 "Economía ética de los medios de comunicación" en Ética de los Medios. Una apuesta por una soberanía audiovisual. Barcelona: Gedisa. pp. 137-159
HOYOS, Juan José
2011 Escribiendo historias, el arte y oficio de narrar en el periodismo. Primera edición. Antioquía: Universidad de Antioquía.
CORTINA, Adela
2004 "Ciudadanía activa en una sociedad mediática" " en Ética de los Medios. Una apuesta por una soberanía audiovisual. Barcelona: Gedisa. pp. 47-56
FERNÁNDEZ VILLANUEVA, REVILLA CASTRO, y otros
2013 "Violencia en la televisión. ¿Desagradable, interesante, o morbosa?" en Revista Latina de Comunicación Social. pp 582 -598.
PEREZ REVERTE, Antonio
2015 Territotio Comache. Madrid: Ollero & Ramos

DECOS·CELAM.
2001 Cultura de la imagen. Bogotá: CELAM. pp. 1 o – 31
BUITRON, Rubén Darío
1997 "La sangre como espectáculo" en Revista Chasqui. Quito, número 60, pp. 20-23.







Se entiende por crónicas rojas el tipo de crónicas periodísticas que se valen dl sensacionalismo y de imágenes con alto contenido sangriento con el objetivo de atraer el público espectador y fomentar el interés malsano de los ciudadanos.
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